Mucho más difícil aún fue hablar del libro que con dicho título, y después de una gran polémica, finalmente no publicó la editorial Anagrama.
Luisgé Martín quiso emular a Emmanuel Carrére y su novela El adversario o a Truman Capote y su A sangre fría, ambos libros publicados en la editorial Anagrama, pero su intento no vio la luz.
Fueron muchos los lectores a los que la noticia de la posible publicación de un libro sobre José Bretón, les produjo un enorme desasosiego. Sobre todo a la que fue su pareja, Ruth, madre de los niños asesinados por él. También fueron muchas las librerías dispuestas a no vender la novela si finalmente se publicaba. Muchos lectores, escritores y bibliotecarios, incluso, estaban dispuestas a boicotear a la editorial y no volver a comprar un solo libro de su catálogo. Quizá fueron estas razones, las comerciales y las deontológicas, las que paralizaron la comercialización de El odio. Un libro que generó odios en el mundo editorial y que sembró vientos y tempestades entre quienes defendían la libertad de creación y expresión y quienes se acogían al derecho al honor y la intimidad de los niños asesinados y de la madre, a quien ni el escritor ni la editorial se dirigió en ningún momento para explicarle y advertirle de su publicación.
Aunque legalmente el libro pudo publicarse, tras la interposición de una denuncia de Ruth y el dictamen de un juez, la editorial creyó conveniente no hacerlo. En la sesión analizamos los testimonios de muchas de las voces (escritores y periodistas, fundamentalmente) que se pronunciaron sobre la polémica. Muchos de esas opiniones fueron recogidas por Pablo R. Suanzes en su excelente blog Maven Trap. El objetivo: entender qué llevó a Luisgé Martín a hacer el libro. ¿Fue realmente el deseo de comprender los mecanismos del odio en un asesino? Su objeto de escritura se convirtió en obsesión y también el contacto con Bretón con el que intercambió más de sesenta cartas y algunas conversaciones telefónicas. Quería tener únicamente su testimonio y eso le llevó a no dar voz a la víctima y sí en cambio al asesino, sobre el que dictaba una condena de no tener ningún vínculo o contacto con Ruth.
Recomendamos, por lo que nos atañe como escritores, el artículo de Elizabeth Duval titulado "La ética de reescribir vidas ajenas" publicado en Kaminker.
Conscientes del interés que siempre ha existido en nuestro país sobre la crónica negra y atentos a la cantidad de público que arrastra el denominado "true crime" tratamos de conocer un poco más este género y analizar, a partir de la opinión de un experto, donde situar los límites en la escritura. La ficción no nos causa problema, son muchos los libros que y proponen historias de crímenes, asesinatos y holocaustos -muchos movidos por el odio- pero cuando el relato se acerca a la realidad y la reproduce sin cierta reelaboración literaria todo resulta más complejo.
Y sembramos aquí el poema "El odio", de Wisława Szymborskak, traducido por Abel Murcia y Gerardo Beltrán, que nos sirvió para ir entrando, como en el mar, en el corazón de la palabra odio y que sirve de inspiración para el propósito de escritura:
Miren qué buena condición sigue teniendo
qué bien se conserva
en nuestro siglo el odio.
Con qué ligereza vence los grandes obstáculos.
Qué fácil para él saltar, atrapar.
No es como otros sentimientos.
Es al mismo tiempo más viejo y más joven.
Él mismo crea las causas
que lo despiertan a la vida.
Si duerme, no es nunca un sueño eterno.
El insomnio no le quita la fuerza, se la da.
Con religión o sin ella,
lo importante es arrodillarse en la línea de salida.
Con patria o sin ella,
lo importante es arrancarse a correr.
Lo bueno y lo justo al principio.
Después ya agarra vuelo.
El odio. El odio.
Su rostro lo deforma un gesto
de éxtasis amoroso.
Ay, esos otros sentimientos,
debiluchos y torpes.
¿Desde cuando la hermandad
puede contar con multitudes?
¿Alguna vez la compasión
llegó primero a la meta?
¿Cuántos seguidores arrastra tras de si la incertidumbre?
Arrastra solo el odio, que sabe lo suyo.
Talentoso, inteligente, muy trabajador.
¿Hace falta decir cuantas canciones ha compuesto?
¿Cuántas páginas de la historia ha numerado?
¿Cuántas alfombras de gente ha extendido,
en cuántas plazas, en cuántos estadios?
No nos engañemos,
sabe crear belleza:
espléndidos resplandores en la negrura de la noche.
Estupendas humaredas en el amanecer rosado.
Difícil negarle patetismo a las ruinas
y cierto humor vulgar
a las columnas vigorosamente erectas entre ellas.
Es un maestro del contraste
entre el estruendo y el silencio,
entre la sangre roja y la blancura de la nieve.
Y ante todo, jamás le aburre
el motivo del torturador impecable
y su victima deshonrada.
En todo momento, listo para nuevas tareas.
Si tiene que esperar, espera.
Dicen que es ciego. ¿Ciego?
Tiene el ojo certero del francotirador
Y solamente él mira hacia el futuro
con confianza.
Propuesta de escritura
Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:
Odio y religión
El odio con religión ha numerado algunas páginas de la historia.
El mero hecho de odiar no genera ningún daño más que al que odia, el odiado no siente nada, pero puede llegar a notar las consecuencias de este odio, como en el caso que revisamos a continuación.
Miguel Servet nació en Aragón, y fue el primero en escribir en el siglo XVI lo siguiente: “ninguna autoridad eclesiástica o civil tiene derecho a imponer sus creencias, ni a limitar la libertad de cada uno a tener y exponer las propias”.
Descubrió la circulación menor. Escribió un Tratado sobre la elaboración y acción de los jarabes.
William Harvey fue el de la circulación mayor, pero esto ya me está desviando del tema.
Además de la medicina. Le encantaba la teología. El muy iluso pensó que iban a aplicar con él aquel dogma que describo en las líneas anteriores. Desde que publicó:” De los errores acerca de la Trinidad”, fue perseguido a muerte por todas las religiones. Fue condenado a muerte por la Inquisición francesa, de la que afortunadamente logró escapar. Quiso refugiarse en Ginebra con los calvinistas, y este fue su gran error: fue condenado a muerte en la hoguera.
Camino del patíbulo, pidió que le cambiaran la muerte por el acero, porque aquel era un sufrimiento mucho menor. No solo no le hicieron caso, sino que pusieron leña húmeda para que la muerte fuese más lenta, y así prolongar su agonía, que llegó a ser de más de dos horas. A su lado, también quemaron la mayoría de sus obras. Para colmo, al lado de la hoguera, hubo aplausos por parte de algunos fanáticos.
Uno de los testigos de tan desgraciado acontecimiento., criticó la actitud de Calvino con la frase siguiente: “Hominen occidere non est doctrina tueri, sed est hominem occidere”. “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre”.
Cuando los genoveses mataron a Servet, no defendieron ninguna doctrina, lo que hicieron fue matar a un hombre.
José Luis Fonseca
Grupo A
El odio
El odio es un canasto donde ponemos la inquina
que tú y yo y los otros hemos ido erigiendo.
La urdimbre es de afrentas, desmanes, arrebatos,
luciérnagas oscuras, negras lágrimas.
Lo vemos también brotar como una planta,
en campos destinados a otros usos.
Un fertilizante diabólico lo abona
y convence al labrador de su cultivo.
Se deja deslizar, sombría serpiente verde,
infectando con su infamia el río de la vida,
de inmundicia letal, de horrenda enemistad,
de aversión feroz, sañuda.
Desbocado alazán de apocalipsis,
una vez suelta la rienda que lo ataba,
galopa destruyendo con ahínco la inocencia.
O el mal. A él le da igual. No hace distingos.
Se adapta con gran facilidad a nuestro ser.
¿Será que lo echábamos de menos?
¿Cómo, si no, le es tan sencillo acomodarse?
Ni demostrar elocuencia precisa para hacerlo.
Con gran facilidad convence
de que justo odiar, que incluso es necesario.
¿Cómo si no, podrás tú defenderte, te explica,
de la furia que, en tu contra, despliega el enemigo?
A veces, ni siquiera necesita la pasión para ofrecerse.
Le basta con adoptar la forma de común costumbre:
yo odio, tú odias, el me odia a mí,
que soy tan bueno. A mí, que no me lo merezco.
Cuando odio yo, es fecunda venganza
Cuando soy odiado, es la pura maldad
la que sojuzga al odioso ser que
me odia tanto, y que yo tanto aborrezco.
Carlos Coca Senande
Grupo A
El odio
Odio encendido,
odio apagado,
odio en las calles,
odio en las casas,
odio en las redes,
odio en los estadios.
El odio se amortigua
detrás de la ventana;
donde el amor se hace fuerte
y el desamor se tambalea.
Odio en los ojos
amor en los labios.
Nos queda la esperanza
a través de la palabra.
P.G.
Grupo C
Recomendamos la entrevista a Carles Porta, el rey del "true crime" titulada "No hay guionista que pueda superar la realidad" publicada en el Huffpost.
Miren qué buena condición sigue teniendo
qué bien se conserva
en nuestro siglo el odio.
Con qué ligereza vence los grandes obstáculos.
Qué fácil para él saltar, atrapar.
No es como otros sentimientos.
Es al mismo tiempo más viejo y más joven.
Él mismo crea las causas
que lo despiertan a la vida.
Si duerme, no es nunca un sueño eterno.
El insomnio no le quita la fuerza, se la da.
Con religión o sin ella,
lo importante es arrodillarse en la línea de salida.
Con patria o sin ella,
lo importante es arrancarse a correr.
Lo bueno y lo justo al principio.
Después ya agarra vuelo.
El odio. El odio.
Su rostro lo deforma un gesto
de éxtasis amoroso.
Ay, esos otros sentimientos,
debiluchos y torpes.
¿Desde cuando la hermandad
puede contar con multitudes?
¿Alguna vez la compasión
llegó primero a la meta?
¿Cuántos seguidores arrastra tras de si la incertidumbre?
Arrastra solo el odio, que sabe lo suyo.
Talentoso, inteligente, muy trabajador.
¿Hace falta decir cuantas canciones ha compuesto?
¿Cuántas páginas de la historia ha numerado?
¿Cuántas alfombras de gente ha extendido,
en cuántas plazas, en cuántos estadios?
No nos engañemos,
sabe crear belleza:
espléndidos resplandores en la negrura de la noche.
Estupendas humaredas en el amanecer rosado.
Difícil negarle patetismo a las ruinas
y cierto humor vulgar
a las columnas vigorosamente erectas entre ellas.
Es un maestro del contraste
entre el estruendo y el silencio,
entre la sangre roja y la blancura de la nieve.
Y ante todo, jamás le aburre
el motivo del torturador impecable
y su victima deshonrada.
En todo momento, listo para nuevas tareas.
Si tiene que esperar, espera.
Dicen que es ciego. ¿Ciego?
Tiene el ojo certero del francotirador
Y solamente él mira hacia el futuro
con confianza.
Propuesta de escritura
¿Te atreves, como hace Wislawa Szymborska, a definir el odio? Puedes hacerlo con un patrón lógico, a modo de breve reflexión o ensayo, o sirviéndote de metáforas, comparaciones y otros recursos literarios.
Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:
Odio y religión
El odio con religión ha numerado algunas páginas de la historia.
El mero hecho de odiar no genera ningún daño más que al que odia, el odiado no siente nada, pero puede llegar a notar las consecuencias de este odio, como en el caso que revisamos a continuación.
Miguel Servet nació en Aragón, y fue el primero en escribir en el siglo XVI lo siguiente: “ninguna autoridad eclesiástica o civil tiene derecho a imponer sus creencias, ni a limitar la libertad de cada uno a tener y exponer las propias”.
Descubrió la circulación menor. Escribió un Tratado sobre la elaboración y acción de los jarabes.
William Harvey fue el de la circulación mayor, pero esto ya me está desviando del tema.
Además de la medicina. Le encantaba la teología. El muy iluso pensó que iban a aplicar con él aquel dogma que describo en las líneas anteriores. Desde que publicó:” De los errores acerca de la Trinidad”, fue perseguido a muerte por todas las religiones. Fue condenado a muerte por la Inquisición francesa, de la que afortunadamente logró escapar. Quiso refugiarse en Ginebra con los calvinistas, y este fue su gran error: fue condenado a muerte en la hoguera.
Camino del patíbulo, pidió que le cambiaran la muerte por el acero, porque aquel era un sufrimiento mucho menor. No solo no le hicieron caso, sino que pusieron leña húmeda para que la muerte fuese más lenta, y así prolongar su agonía, que llegó a ser de más de dos horas. A su lado, también quemaron la mayoría de sus obras. Para colmo, al lado de la hoguera, hubo aplausos por parte de algunos fanáticos.
Uno de los testigos de tan desgraciado acontecimiento., criticó la actitud de Calvino con la frase siguiente: “Hominen occidere non est doctrina tueri, sed est hominem occidere”. “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre”.
Cuando los genoveses mataron a Servet, no defendieron ninguna doctrina, lo que hicieron fue matar a un hombre.
José Luis Fonseca
Grupo A
El odio
El odio es un canasto donde ponemos la inquina
que tú y yo y los otros hemos ido erigiendo.
La urdimbre es de afrentas, desmanes, arrebatos,
luciérnagas oscuras, negras lágrimas.
Lo vemos también brotar como una planta,
en campos destinados a otros usos.
Un fertilizante diabólico lo abona
y convence al labrador de su cultivo.
Se deja deslizar, sombría serpiente verde,
infectando con su infamia el río de la vida,
de inmundicia letal, de horrenda enemistad,
de aversión feroz, sañuda.
Desbocado alazán de apocalipsis,
una vez suelta la rienda que lo ataba,
galopa destruyendo con ahínco la inocencia.
O el mal. A él le da igual. No hace distingos.
Se adapta con gran facilidad a nuestro ser.
¿Será que lo echábamos de menos?
¿Cómo, si no, le es tan sencillo acomodarse?
Ni demostrar elocuencia precisa para hacerlo.
Con gran facilidad convence
de que justo odiar, que incluso es necesario.
¿Cómo si no, podrás tú defenderte, te explica,
de la furia que, en tu contra, despliega el enemigo?
A veces, ni siquiera necesita la pasión para ofrecerse.
Le basta con adoptar la forma de común costumbre:
yo odio, tú odias, el me odia a mí,
que soy tan bueno. A mí, que no me lo merezco.
Cuando odio yo, es fecunda venganza
Cuando soy odiado, es la pura maldad
la que sojuzga al odioso ser que
me odia tanto, y que yo tanto aborrezco.
Carlos Coca Senande
Grupo A
El odio
Odio encendido,
odio apagado,
odio en las calles,
odio en las casas,
odio en las redes,
odio en los estadios.
El odio se amortigua
detrás de la ventana;
donde el amor se hace fuerte
y el desamor se tambalea.
Odio en los ojos
amor en los labios.
Nos queda la esperanza
a través de la palabra.
P.G.
Grupo C
El odio
Soy el odio,
aliento putrefacto
en el origen del caos.
Hedor que emana
de heridas abiertas
en las almas malditas.
Soplo con furia sobre el mundo.
Alzo la mano asesina.
Dirijo las armas
hacia la carne temblorosa,
certeras al grito sin esperanza.
Pueblo la Tierra
de cuerpos marcados
por el crimen primigenio,
roídos por la envidia fratricida.
Ya perdido el anhelo
de la mirada valiosa del padre.
Soy viento maligno.
Empujo,
en el mar incierto de la madre,
a los náufragos sin brújula.
Hay goce en la condición maldita.
Ciego a mis súbditos.
Sin ojos, los otros
son cuerpos sin rostro.
No hay nombres
para quienes no tienen voz.
Pero no abandono a mis hijos a su suerte.
Ilumino su vida
con cetros y brazos poderosos.
Así disfrazan su vacío,
mitigan el tormento
de la muerte acechante,
de la soledad completa.
Araceli Broncano Rodríguez
Grupo C
Odio
Esta es la era de la abominación, donde los dueños de la palabra esparcen el odio como fuego en trigal seco. Donde se desbordan los riachuelos de rabia arrasando la cordura y dejando sin raíces al árbol de la razón. Todo se impregna de un rencor ardiente que penetra en las venas y abrasa los corazones. Se incendia la sangre que inflama las lenguas de encono y, en cambio, deja los pechos ateridos de frío.
Convierten la animadversión en un polvo que las alas dispersan sobre el mar del miedo. La sal de la inquina se posa encima de los cuerpos. Su escozor los atormenta y los obliga a gritar, a estremecerse y a amedrentar a los pocos que supieron volar más allá de la ciega aversión.
¿Quién podría refrenar el aborrecimiento si ha colmado los más escondidos rincones del alma? ¿Habrá otra cura más que la calamidad? ¿Es posible apagar la furia? ¿Se puede sofocar la ira? ¿Quién será capaz de detener esta bola de nieve que crece sin descanso?
¡Socorro! Las llamas nos envuelven. ¡Socorro!
Pepe Lorenzo
Grupo B
Sin fisuras
Extracto del libro de autoayuda Tú, ¿de qué vas? de Patú la Tirria.
La celebrada autora nos presenta un ejemplo de: cómo vencer la timidez practicando la "extimidad".
Lo amé hasta el instante en el que di aquel paso.
Luego llegó el odio, caracoleando por los entresijos de mi alma con el desprecio propio, del que sabe que ostenta un poder oscuro y milenario; y me atrapó con su execrable espectáculo.
Fue tal la soberbia que exhibió, alardeando ante mí con la seguridad del que ya te cree su esclavo, y su comportamiento tan despreciable, que no pude evitar engrandecerlo al saberse la causa de mi aversión más profunda.
Aún hoy, cuando evoco la fobia que me suscita, no puedo por menos de sumergirme en mares arbolados de rencor y detestar con mal contenida rabia, la abominación sin fisuras que genera en cada bosón de mi conciencia atávica.
De él, tan solo recuerdo con gratitud, la intensidad de los buenos momentos en que lo sigo odiando.
Calgari
Grupo A
¿Quién sufre más el odiado o el odiador?
Duele el pecho,
la sangre se acelera, pero no consigue fluir;
se vuelve gorda, duele,
duele,
las venas no soportan tanta presión,
la cara se enrojece, el cabello se vuelve espino,
se crispan las manos, las piernas se entumecen…
La lengua se desata y escupe barbaridades.
Saliva, palabras;
no, qué digo,
esputos y exabruptos, acodados
al mismo lado del ring.
Acaso no se entera, Le ODIO…
La ODIO…
¿Por qué no opté por la indiferencia…?
Eva Hernández
Grupo A
Fue tal la soberbia que exhibió, alardeando ante mí con la seguridad del que ya te cree su esclavo, y su comportamiento tan despreciable, que no pude evitar engrandecerlo al saberse la causa de mi aversión más profunda.
Aún hoy, cuando evoco la fobia que me suscita, no puedo por menos de sumergirme en mares arbolados de rencor y detestar con mal contenida rabia, la abominación sin fisuras que genera en cada bosón de mi conciencia atávica.
De él, tan solo recuerdo con gratitud, la intensidad de los buenos momentos en que lo sigo odiando.
Calgari
Grupo A
¿Quién sufre más el odiado o el odiador?
Duele el pecho,
la sangre se acelera, pero no consigue fluir;
se vuelve gorda, duele,
duele,
las venas no soportan tanta presión,
la cara se enrojece, el cabello se vuelve espino,
se crispan las manos, las piernas se entumecen…
La lengua se desata y escupe barbaridades.
Saliva, palabras;
no, qué digo,
esputos y exabruptos, acodados
al mismo lado del ring.
Acaso no se entera, Le ODIO…
La ODIO…
¿Por qué no opté por la indiferencia…?
Eva Hernández
Grupo A
Los Motores del Mundo
El dinero, el poder, el amor.
El amor, sí, ese amor que todo lo puede, que todo lo salva, que todo lo libra, que mueve montañas. El amor, el amor…Ese que, en un abrir y cerrar de ojos, se convierte en odio.
La creación artística, toda, incluida la literaria, está permeada de amor y de odio. Movida por una inclinación natural al bien, sí, pero también y de igual manera, al mal. Reflejo claro, fiel del alma, del corazón del que escribe; De sus amores, de sus odios, de sus pasiones y obsesiones. También, de la realidad que lo rodea, que lo permea.
El arte es retrato de la sociedad, de la civilización que lo acoge, que lo ha creado, cobijado en su lecho. Nada es gratuito a la hora de crear, nada es gratuito, ni azaroso, como en la política, como en la economía. Una obra artística, más allá de su calidad (Siempre dependiente del criterio subjetivo de quien la juzga) es producto de esa misma sociedad que la consume, es SU CREACIÓN, al más puro estilo de un Doctor Frankenstein con su criatura. Un padre, una madre, no puede negar a un hijo, ni viceversa, so pena de negarse, rechazarse a sí mismo.
La creación artística, la creación de la belleza en su acepción más pura, va más allá de la pregunta por la ética o la moral. Otros son los motores que la mueven. Otros, como esos que mueven al mundo;
EL AMOR, EL PODER, EL DINERO.
EL ODIO.
Esperanza García
Grupo A
Odio casero
Para odiar debes estar dispuesto a sufrir.
El odio no se corresponde con un sentimiento tranquilo que uno desarrolla mientas recorre despacio caminos frecuentados por personas amables.
El rencor desgasta mucho, no permite descansos ni distracciones. Necesita mantenerse alerta frente los ataques que nos lanzan.
Actitudes, que para otros pasarían desapercibidas, no escapan al radar de quien está convencido de lo mucho que los otros lo ofenden. Una vez entrenado este escáner, se encuentran cada vez más y más individuos o grupos merecedores de aborrecimiento.
Además, las inquinas se refuerzan mutuamente. Nada motiva más que identificar a alguien que nos rechaza. Los enconos se multiplican por no decir que crecen exponencialmente. Nunca se llega a las manos puesto que los odiadores resultan cobardes también.
Pero no hace buena tarde para odiar y procuro no darme por enterado cuando alguien pretende ofenderme, trato de justificar sus actos.
Este buen hombre, que se me acaba de colar en la caja del super, tendrá más prisa que yo, pienso.
Aunque al salir compruebo que es un puto jubilado sin más que hacer el resto del día.
¡Señor, dame paciencia!
Para odiar debes estar dispuesto a sufrir.
El odio no se corresponde con un sentimiento tranquilo que uno desarrolla mientas recorre despacio caminos frecuentados por personas amables.
El rencor desgasta mucho, no permite descansos ni distracciones. Necesita mantenerse alerta frente los ataques que nos lanzan.
Actitudes, que para otros pasarían desapercibidas, no escapan al radar de quien está convencido de lo mucho que los otros lo ofenden. Una vez entrenado este escáner, se encuentran cada vez más y más individuos o grupos merecedores de aborrecimiento.
Además, las inquinas se refuerzan mutuamente. Nada motiva más que identificar a alguien que nos rechaza. Los enconos se multiplican por no decir que crecen exponencialmente. Nunca se llega a las manos puesto que los odiadores resultan cobardes también.
Pero no hace buena tarde para odiar y procuro no darme por enterado cuando alguien pretende ofenderme, trato de justificar sus actos.
Este buen hombre, que se me acaba de colar en la caja del super, tendrá más prisa que yo, pienso.
Aunque al salir compruebo que es un puto jubilado sin más que hacer el resto del día.
¡Señor, dame paciencia!
Enrique Martínez
Grupo C
Grupo C
Máquina de vapor
Lo sientes rugiendo en tus cavernas, te arenga con palabras de fuego y bilis. Puedes ver como una parte de tu humanidad se desprende para abalanzarse sobre el otro. Se violenta. Se sacude. Se golpea el pecho. Grita. Ruge. Brama. Luego, vuelve a sentarse en tu pecho.
Con una punzada, de lo que debería ser vergüenza, te das cuenta de que no te ha cambiado el semblante. La escena se repite en bucle con cada palabra pronunciada, con cada risa compartida, con cada gesto espontáneo.
El odio es una máquina de vapor y la codicia es la hoguera que lo alimenta. Codicia por lo que no haces. Codicia por lo que no tienes. Codicia por lo que no eres. El odio te bautiza como su hijo y comparte contigo su herencia negra. El amor mueve montañas, pero el odio es quien las levanta
Ves en el espejo y en el fondo del reflejo encuentras eso que odias en el otro, eso que odias en ti.
Vanina Palomo
Grupo C
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