Literatura de cordel

La sesión del taller de escritura creativa del lunes pasado la dedicamos a la literatura de cordel. Primero hablamos de las aleluyas o aucas. Después de enmarcarlas en la denominada "Literatura de cordel" y de hablar de los romances y las coplas de ciego pasamos a señalar algunos de los aspectos más importantes en las aleluyas y a leer numerosos ejemplos para hacer oído.
Pertenecientes al subgénero del pliego de cordel, las llamadas aucas (en catalán) o aleluyas, se convirtieron entre los siglos XVIII y XIX en una forma de literatura narrada en voz alta. Consistían en series de viñetas, impresas sobre una pieza de papel, donde la iconografía se complementaba con un breve texto de frases pareadas. Así se narraban noticias o historias de diversa índole en un intento por construir o recrear de alguna manera el imaginario popular del momento.



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Dejamos aquí las famosas aleluyas "Vida del hombre flaco" de José Moreno Villa:

Largo como una cerilla
el flaco nació en Castilla.

Los chiquillos se mofaban
cuando al paso lo encontraban.

Querían apedrearle
pero no lograban darle.

Olvidando su largueza
se pegaba en la cabeza.

Enciende una tagarmina
en el farol de la esquina.

Cuando bebe en una fuente
parece el arco de un puente.

Si la casa no está abierta 
entra por bajo la puerta.

Hace el amor a una dama
y ella no ve quien le ama.

Triste y sin una peseta
decide hacerse poeta.

Coge fruta con la mano
en un copudo manzano.

Un avión lo enganchó
y en el aire lo dejó.

Rota la espina dorsal
se murió en un hospital.


Y transcribimos a continuación un delicioso texto de Alonso Zamora Viente, en el que recuerda las aleluyas:

―¡Aleluyas de toos los colores! ¿Para tirar al paso del Santísimo! […]  Flotaban al vientecillo cobarde, levantándose por un extremo, sujetas por el otro a un listón con una pinza de ropa. Indecisión curiosa, azoramiento siempre renovado al escoger un pliego (¡enséñame los cuartos primero!), si Felipe o la muerte del Espartero, la Reina Regente y la guerra de Cuba, o la guerra carlista, o el crimen de doña Baldomera y las niñas desaparecidas […]. 
En casa, los chiquillos recortábamos cuidadosamente los recuadros, que, una vez mezclados los colores, se arrojaban al paso de las procesiones. […] La aleluya era para nosotros un simple color, regalo fácil a la brisa de la tarde con campanas, con música, olor a fiesta sorprendente, quizá buena merienda, gentes extrañas que vienen a aprovecharse del balcón. […]
―¡Aleluyas de toos los colores! El pregón se levantaba en primavera. Placer infinito ir haciendo crecer el montón de recortes, los cuadros a un lado, lo inservible a otro. […] Nosotros no mirábamos siquiera los pliegos, lo importante era cortarlos […] y suenan las tijeras con su chirrido minúsculo, guiño brillante, y mirad qué toro, es el que mató a Joselito, hijo, y más explicaciones sobre Talavera y su plaza, y Dios sepa cuántas cosas más, mientras el montón de cuadritos va creciendo, creciendo, celosamente cuidado […] Y se guardan los cuadraditos a la espera del impulso fiero de mezclar los colores, bien mezclados, que no queden esos dos iguales juntos, picazón en los dedos, tan apretadas estaban las tijeras.
Las aleluyas bajaban, indecisas, un distraído vuelo sin orden, locas alejándose, súbita elevación luego, vacilantemente hundiéndose en la siesta olorosa […] y siento que alguien me levanta en brazos para que pueda ver la custodia por encima de la barandilla, y reveo el desfile de personajes, que pisotean, insensibles, a la Reina Madre azul, a Felipe amarillo, a los bolcheviques, revueltos con pétalos de rosa, flores, incienso, gritos, y la paciente tarea del recorte, sí, aleluyas de todos los colores al paso del Santísimo. 


La literatura de cordel recibe su nombre porque los ciegos acostumbraban a colgar sus romances, coplas y aleluyas sobre una cuerda, a modo de tendal, sujetos con pinzas.

En este vídeo, Jorge Drexler, habla de cómo la "décima" exportada de España aún tiene recorrido en muchos países:



Don Miguel de Unamuno describe muy bien el sentido y la esencia de estas piezas literarias: 

“Aquellos pliegos encerraban la flor de la fantasía popular y de la historia; los había de historia sagrada, de cuentos orientales, de epopeyas medievales del ciclo carolingio, de los libros de caballerías, de las más celebradas ficciones de la literatura europea, de la crema de la leyenda patria, de hazañas de bandidos y de la guerra civil de los siete años. Eran el sedimento poético de los siglos, que después de haber nutrido los cantos y relatos que han consolado de la vida a tantas generaciones, rodando de boda en oído y de oído en boca, contados al amor de la lumbre, viven, por ministerio de los ciegos callejeros, en la fantasía, siempre verde, del pueblo”


Propuestas de escritura:

Escribe un romance a partir del título que te fue asignado


Y estos son algunos de los trabajos recibidos:

Romance de Marina

¿Quién es esa señorita
que está junto al presidente?
Se preguntan intrigados
todos los allí presentes.
De porte sobrio y sereno,
vestida con elegancia,
acapara la atención
por su lúcida prestancia.
Es Marina, su asesora.
dice el jeque descontento.
Hace ya más de dos años
que le asiste en los eventos.
Nadie sabe de su origen,
de dónde o cuándo ha venido,
aseveran otras voces.
¡A saber de qué ha huido!
Marina, entretanto, observa
todo lo que allí acontece
intentando desgranar
qué es y cómo aparece.
Su misión es importante
para dominar un mundo
en que pierde sin remedio
el ignorante profundo.
Persigue con insistencia
datos, fechas y lugares
para informar a sus jefes,
los magnates principales.
¿Cómo llegó a ser espía
Marina, la de Vallecas?
¿Cuando se coló en la jet
la muchacha de las pecas?
Porque nació en los suburbios,
se crió en la indigencia,
pidió limosna unos años
y paseo su insolvencia.
Cuántos misterios se ocultan
en el desarrollo vital
de esa delatora infame
que ahora sirve al capital.
Adulando al empresario,
acechando al accionista,
consigue discretamente,
los encargos de su lista.
Regresa al hotel contenta
del trabajo realizado.
Su jornada productiva,
por hoy ha finalizado.
En la cama, aun despierta
recuerda cuántos dolores
sufrimientos y pesares
le infringieron sus captores.
Por amor fue traicionada,
sumida en el desespero
cuando fue proporcionada
a una banda de cuatreros.
Trabajos ignominiosos,
castigos y humillaciones,
envidias, celos, traiciones
la alejaron de varones.
Fijó nuevos objetivos
buscó renovados dones,
forjando alianzas nuevas
conquistando otras uniones.
Los años fueron pasando
y cerraron las heridas
que en alma y cuerpo dejaron
cicatrices de por vida.
Marina la de Vallecas
se perdió en el olvido.
A la triste y pobre niña
le torcieron su destino.

Maxi Moreno
Grupo B


El alcalde y la diputada

Atienda la concurrencia,
No vale risa ni chanza,
Escuche atenta la historia,
Y aproveche la enseñanza.
Oigan chicos y mayores
Esta aleluya moral
Y aprenda quién no lo sepa
Donde están el bien y el mal
Si bien nadie lo esperaba
Alcalde acabó Perico
Aunque jamás hincó codo
Ni manejó pala o pico
A nadie pudo extrañar
Que María, la aplicada,
Se licenciara en Derecho
Y llegara a diputada
Ella milita en Podemos
Y en un grupo ecologista
Perico apoyó al Pepé
Y aspira a comisionista.
Debatiendo con María
El lugar de un vertedero
Se ofendió mucho Perico.
¡Que no toquen su dinero!
Y entre disputa y disputa
Más de un roce acabó habiendo
Y, aunque ningún acuerdo hubo,
Se vieron juntos yaciendo
La cosa siguió adelante
Ella dejó al compañero
Perico hasta la familia,
La alcaldía y su dinero
El partido echó a Perico
Acusación: Populismo.
María dejó Las Cortes
Similar, más no es lo mismo.
Acabaron en América
Él, de pastor protestante
Y lo de ella fue peor
Que terminó en traficante.
Y aquí se acaba la historia.
Eran diputada y alcalde
Que por insana pasión
Perdieron vivir de balde
Toma amigo la conseja:
No fíes en la apariencia.
Sean de izquierda o derecha
Te engañarán a conciencia.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Romance de los envenenados

Se oyen voces airadas
que anuncian Armageddon,
científicos, humanistas,
y de jóvenes, montón,
el planeta nos avisa
le prestemos atención,
hagamos caso, escuchemos
su fatal premonición.
Sembrando tanto veneno
sembramos nuestra extinción,
seremos envenenados
por la contaminación,
que acabará de un plumazo
con la superpoblación.
Todo lo puede el dinero,
todo pueden los mercados,
los recursos naturales
por su codicia esquilmados,
lluvia ácida, si llueve,
huracanes y tornados,
incendios y terremotos,
son los climas extraviados;
los plásticos, las basuras,
los mares contaminados,
calentamiento global,
Gaia nos tiene avisados,
porque matando la vida
los hombres son condenados,
el final de nuestra especie
será por nuestros pecados.
Pasarán cientos de años
y al fin volverá la vida,
la luz del sol, aire puro,
y los limpios oceános,
una nueva Evolución
nos tendrá por descontados,
los futuros Neandertales,
simios o Denisovanos,
se saltarán nuestra estirpe,
nos darán por reciclados,
cuando renazca la vida
seremos desheredados,
por malos, insostenibles,
para siempre envenenados,
sobrevivirá el planeta,
y los hombres, desahuciados.

Ignacio Aparicio.
Grupo A


Del corregidor y la diputada

Llamaba a la casa un día,
corregidor de pasada,
en espera de que abriera,
la señora diputada.
Era feo como un lobo,
ella, belleza exhalaba,
pero debía dinero
y el hombre se impacientaba.
Abre la mi raposuela,
mi bolsa no ha sido dada,
ay señor corregidor,
no piense que he sido mala,
que si es usted bienpensado,
gasto, mas soy muy honrada,
porque ahora en mi aposento
ya le señalo mi cama,
pase usía y sírvase,
y seré la que bien paga.

Emilia González
Grupo B


Romance de los envenenados

A contarles he venido,
de un pueblo no muy lejano.
Medico y boticario,
en un remedio pensando.
Crear el elixir perfecto
para cualquier castellano.
para hacerlos mas felices,
Para que todos estén sanos.
Y Con la salvia de un tejo,
un brebaje han sacado.
Mas casi todos han sido,
del tejo envenenados.
Bien calculada la dosis,
a ninguno le ha matado.
Pero todos están solos.
Los demás se han marchado.
Locos ojos en sus rostros,
están todos atontados.
Ya no cuidan a sus hijos.
Ya no cuidan ni sus campos.
Por allí no puedo volver,
y menos con mi caballo.
A pedradas te reciben,
todos los damnificados.
Algunos muy abotonados,
pero otros en taparrabos.
Y por todas estas cosas,
El pueblo quedó aislado.
Privados de su razón,
ya parecen agotados.
En su locura de tejo,
ya nadie está razonando.
Que Dios le proteja siempre,
al hombre, al envenenado,
del árbol de la locura,
Del maldito árbol del diablo.
Y este de hoy es mi consejo,
como de hombre maltratado.
Que No os acerquéis al tejo.
Que No más envenenados.

Esther Yubero
Grupo A


El pregón de la Malhablada

Me llaman “la Malhablada”
sin razones escuchar.
Porque no entienden verdades,
me prefieren difamar.
Escuchen bien y sin prisas
lo que les voy a relatar,
no vayan luego diciendo
que nadie vino a avisar:
Hasta el culo estoy, señores,
de teneros que aguantar
diciendo barbaridades
sin poder ni respirar.
Las verdades no os importan
si podéis relegar
a multitud de mujeres
que quieren participar
fabricando mundos nuevos
y capaces de albergar
las razones de personas
sin su género importar.
Tiempo era de echarse al monte,
¡no nos vamos a callar!
Que se calle vuestro suegro
porque yo pienso hablar.
Ahora estamos seguras
de que se puede aportar
sin que vuestras sucias manos
lo puedan manipular.
Aunque os toque los cojones,
preferimos apostar
por crear espacios nuevos
de iguales, y caminar
agarrados de la mano
con quien quisiera empezar
lanzándose a la piscina
de vivir sin intentar
someter persona alguna
y empeñado en la cuidar.
Que nos llamen como quieran,
importa perseverar
y lograr que nuestras hijas
lo consigan disfrutar.

Francisco Javier Portilla
Grupo A


Romance de los envenenados

Hagan círculo señores
historia voy a contar
y si no la creen cierta
será que atentos no están.
Habla de muchas personas
que nunca pueden dejar
el dichoso aparatito
también dicho celular.
A todas horas consultan
los mensajes de whatsapp,
en el coche y en la calle
un día van a chocar.
Será que un letal veneno
en sus cuerpos habita ya
y no hay antídoto bueno
que lo pueda remediar.
Y así se pasan la vida:
aislándose cada vez más;
les llegan dos mil mensajes
y nerviosos ya están.
No queden sin batería
o cobertura, da igual,
tan virulento es el drama
que no saben dónde están.
Miren ahora a su lado
y apaguen el celular
respiren hondo y profundo
verán que felicidad.

Jaume Castejón
Grupo B


El maestro me tortura

Permitidme compañeros,
una breve explicación
al romance que publico,
sin ninguna relación
con el tema que el maestro
el lunes nos asignó.
Y es que por más que he implorado
a las musas el favor
de sugerirme un romance,
de obispo o de desahuciado,
(igual daba, como fuera,),
las musas no han contestado.
Y entre tanto desespero
se despertó la memoria.
Y recordé que, hace tiempo,
pretendí escribir la historia
de un maletilla atrevido,
que en una noche de mayo,
traspasó las alambradas
que acotaban un cercado.
Si el maestro me lo admite,
ni desahucios ni obispados,
que publique el Maletilla,
aunque sea un poco largo.

Evaristo Hernández
Grupo B


La luna, el toro, la fuente, el maletilla y la muerte.

Era una noche de mayo,
en las orillas del Yeltes.
Con astas finas la luna,
brilla sobre el campo verde.
En la sombra que proyecta
el álamo de la fuente,
yace exhausta Platerita
rumiando su propia muerte.
A su lado respirando
por vez primera la vida,
un ternerillo morucho
parece que la acaricia.

Al nacimiento del alba
recogieron al becerro,
dándole tierra a su madre.
Mayoral y ganadero
decidieron que sería
el nombre de Tortolillo
el que habría de llevar
aquel pequeño asesino.

Ha crecido Tortolillo.
Ahora con la manada
se pierde en el horizonte,
entre tomillos y jaras.
Y cuando el sol en el cielo
dice su adiós a la tarde,
sacia su sed en la fuente
donde bebía su madre.

Era una noche de mayo,
envuelta en nube de estrellas.
La sangre de Tortolillo
hierve dentro de sus venas.
Errante, sin rumbo fijo,
busca el ardor de una hembra.
Camina con paso lento
por una angosta vereda.
No hay luna, porque la luna
se cansó de ver tragedias.
- “¡Negro toro, toro bravo”
Le han llamado desde cerca.
Buscó con sus negros ojos
quien invadió su vedado.
Ante sí, sin más defensa
que un trapo sucio y rasgado,
casi temblando, un chiquillo
vuelve a gritarle sin fuerza.
Las astas que en la cabeza
de Tortolillo nacieron,
traen recuerdos de la muerte,
de luna en noche de mayo,
del álamo y de la fuente.
Tres pases fueron, tres pases.
Al cuarto cayó en el suelo.
Al cuarto se hundió su mundo,
Con las nubes van los sueños.
Señora de blancos tules,
diosa de triste misterio,
señora de negro augurio
cruza la noche en silencio.
- “Toro noble, negro toro,
déjame buscar la gloria,
que son muy pocos mis años,
y aún no se ha escrito mi historia”.
En los turbios pensamientos
del toro y del maletilla
se concertó una alianza
entre la muerte y la vida.
Y Tortolillo se aleja
bajo una nube de estrellas.
Poco más tarde ilumina
el campo la luna llena.

La plaza está engalanada.
Hay peinetas y mantillas.
Es una tarde de agosto.
Va a comenzar la corrida.
Todo en ella es colorido
bajo los rayos de fuego.
Hasta reflejan colores
las arenas del albero.
Los tambores y clarines
lanzan sus notas al viento.
Cuando detienen sus sones,
se hace expectante silencio.

El último de los toros
acaba de entrar al ruedo.
Es un novillo morucho,
con dos agujas por cuernos.
Nació una noche de mayo,
en las orillas del Yeltes,
en la sombra que dibuja
el álamo de la fuente.
Creció entre tomillo y jaras,
bajo encinas, bajo robles,
Buscaba al atardecer
la tierna yerba del monte.
Mayoral y ganadero
lo nombraron Tortolillo;
y porque mató a su madre
lo apodaron “asesino”.
Rugido de masa humana
sube al cielo desde el coso.
Noble toro desterrado.
¡Toro negro, bravo toro.!
Al terminar la faena,
nadie adivina que el viento
grita a voces la tragedia
que se cierne sobre el ruedo.
Llega el momento supremo,
(último paso a la gloria).
Tortolillo reconstruye
la imagen en la memoria
de un maletilla atrevido
que en una noche de mayo
traspasó las alambradas
que cercaban su vedado.
Antes de que se perfile
y hunda en su cuerpo la espada,
clama en su mugido al aire
las promesas olvidadas.
Señora de blancos tules,
señora de augurios negros,
triste y pálida señora
cruza la plaza en silencio.

No hubo perdón para el toro.
¡Frágil memoria la humana!.
“Buscas sin piedad la gloria,
yo he de lanzarte a la fama”,
pareció que Tortolillo
le decía, mientras su asta
era también un estoque
clavándolo en las entrañas
de aquel que fue maletilla
y no cumplió la alianza
entre la muerte y la vida.
El plazo al punto se acaba.

Se apagó el sol de la tarde.
El viento transporta el eco
de las campanas que doblan
por la muerte de un torero.
Lo dice el búho en la noche;
lo canta el agua del río:
“ de una cornada traidora
lo asesinó Tortolillo”

Evaristo Hernández
Grupo B


Del corregidor y la diputada

Siéntense señores todos,
y escuchen con atención.
Contar quiero la historia,
que oí desde un balcón.
La diputada era hermosa,
y serio el corregidor.
Ella le enamoró,
con sutileza y candor.
Bañábase en el rió
en bragas y sujetador.
Viola el novio de lejos,
en todo su esplendor.
Tanto quiso acercarse,
para disfrutarla mejor,
que cayó al agua vestido,
y la corriente lo llevó.
La diputada al verlo,
con la mano lo agarró.
Juntos cayeron al rió,
allí se abrazaron los dos.
El molinero cercano,
con una cuerda los pescó.
Con el fuego del molino,
se han secado los dos.
Esta vez tuviste suerte,
un hombre te rescató.
No haberme provocado,
contestó el corregidor.
Ahora ya calentitos,
podemos hacer el amor.
Y esta aventura termina,
requetebién para los dos.

José Luis Fonseca
Grupo A


Del horrible crimen de la charcutería

Esta historia se contaba
por la tierra y por el mar,
pongan atención señores
que hoy se la voy a narrar.
Este hecho tan macabro
que aconteció en mi lugar,
empezó cuando una tarde,
siete niños con sus padres
se acercaron hasta el bar.
Preguntaron por Hilario,
todos quedan sin hablar,
Hilario, el matarife,
y el más burro del lugar.
Se aposentan en su casa,
y el pueblo empieza a hablar,
¡cómo engordan los mozuelos,
vaya robustos que están!
Y después de san Martín,
nunca se les vio jugar.
El Hilario ha prosperado
vende chichas y salchichas,
y filetes empanados,
morcón, morcilla de sangre,
el negocio ha ampliado.
Las zarzas están floridas,
un perro allí escarbando
entre las flores y espinas,
siete cabezas ha hallado.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Romance de la niña pobre

Escuchen y atentos oigan
las verdades que este ciego
hoy les pasa a relatar
pues vienen de tiempo “pa trás”.
Mediados de un siglo era
pariola su madre en casa
como todo el mundo hacía
costumbre muy extendida.
Ni dinero ni hospitales
eran cosas conocidas
y hasta los muy ricachones
también así lo hacían.
Segundona era y fue
y el padre decepcionado
pués varón querer tenía
ya que la primogénita
también una mujer fue.
La recién nacida supo
del disgusto paternal,
llora siempre sin consuelo
día y noche noche y día.
Más lo que en verdad tenía:
¡era un hambre descomunal,
leche materna no había!.
y día a día se moría.
Y la “probe” criaturita
Ni callaba ni dormía
ni comía ni dormía
solamente y lentamente
día tras día moría.
Mas la madre inteligente
como todas las madres son
que aman a “tos”sus cachorros
solución dio y encontró.
Que si no fuera por ella
la “probita”segundona
seguro que a cuestas horas
malvas ya estaba criando.
Y por eso no murió.
¡Viva mi madre y que viva
la madre que me parió!.

“Probe” término popular empleado en lugar de pobre por la gente del pueblo incluso hoy en día.
Mª Nieves-C. Martín Magdalena
Grupo B


Buenas tardes les deseo
Hoy les vengo a recordar
Suceso que sucedió
En este mismo lugar
Rodrigo Blanco presunto
Autor para investigar
De una chacinería dueño
Y natural del pueblo
Que se llama Pizarral
Convivían en su feudo
Mujer y 5 hijas de amar
Hombre que trabajando
Un día quiso medrar
Y perdiendo la razón
Empezó a matar
TODO lo envenenó
Carnes para embuchar
Muertes y miedo
Querer tanto acumular
Provoco este suceso
Todo era de locura
Y de consternación
Mejor no escenificar
Querer tener tanto
No suele ser natural
Mejor ser honrado
Sino quieres acabar
Como el asesino
Del pueblo de Pizarral.

Pepa Agustín
Grupo B


Desahucio por cuatro cuartos

La pena vino a mi casa
bajo su sombrilla negra
con el desahucio en la mano
y una sentencia rastrera.
Tendrás que entregar tu casa
al usurero que espera.
Me dijo sin más palabras,
y yo la senté a mí vera.
¡Que por cuatro cuartos viles
que fortuna no me dieran,
pierda yo techo y abrigo
y memorias solariegas!
¡Malaya la suerte mía!
¡Malaya sea la hora aquella
que pagué ciento por uno
y ciento y casa perdiera!
Adiós a los años mozos,
flores de mis primaveras,
que aquí quedan enterrados
con mis esperanzas secas.
No quiera el Señor del cielo!
¡No lo quieran las estrellas
que bajo el techo del mundo
no haya hogar para mi pena!
¿Dónde dirigir mis pasos?
¿Qué amigos consuelo dieran
a un infeliz desahuciado
que una mano amable espera?
Recordaré a los que dicen
que una democracia griega,
reza que el buen ciudadano
no viva en calle o acera.
¡Vengan a mí los escraches!
¡Vengan los que abusos frenan!
¡Vengan a salvar mi casa
y no me vendan quimeras!

Pepita Sánchez
Grupo B


Historia del Santo Obispo Atilano de Zamora

Civiles y militares
tutores y coadjutores
amancebadas, casadas
amas de cría o doncellas
escuchad las aleluyas
que empiezan como es normal,
saludando a las mentadas
y al público en general
¡Callaos niñas y niños
que el ciego os quiere trovar,
los extraordinarios hechos
de un Obispo singular!.
En novecientos cincuenta
en Tarazona nacido-
novecientos diecinueve
en Zamora fenecido.
Esta es la historia de un hombre
de cristiana y noble cuna
que fue educado en las armas
y no quiso tal fortuna.
Una infancia regalada
con vida solaz y ociosa,
su primera juventud
fue vana y pecaminosa.
Pero los cielos quisieron
mudarle su condición
y se torno en eremita
de los montes de León.
Con Froilán de compañero
y animados por su Rey,
fueron fundando conventos
con varios más de su grey.
Siendo nombrados Obispos
por su santa condición,
a Atilano de Zamora
y Froilán lo fue en León.
Abrumado por el cargo
y de sus cargas rehén
quiso hacerse peregrino
y se fue a Jerusalén.
Al abandonar Zamora
y cuando cruzaba el Duero,
tiró el anillo a sus aguas
e hizo promesa en su fuero:
“Si es voluntad del Señor
que yo te vuelva a encontrar,
sabré que ya mis pecados,
quisolos Dios perdonar
pues con inmenso fervor
y sin ser con Él mendaz,
no dudaré en ser pastor
de Zamora y de su alfaz”.
Y con aquella promesa,
partió para Tierra Santa,
de la que volvió en dos años
con renovada esperanza.
A la vista de Zamora
y afuera de sus murallas
le dan un pez, por limosna,
con nacaradas agallas.
Hincóle el diente Atilano
y dentro de las entrañas,
encuentra el anillo de oro
que ha dos años el extraña.
y al instante del prodigio,
sin mediar manos humanas,
en las torres de Zamora
repicaron las campanas.
y de Obispo es revestido,
por angelicales manos
y en las orillas del Duero
le aclaman los Zamoranos.
Ya se terminó la trova
de historia tan singular,
no os olvidéis de este ciego
por si le quereis pagar.
Quien dona a un necesitado,
a sí mismo ayudará
¡acomete buenas obras
y Dios te lo pagará!

Carlos García Riesco
Grupo A


Romance del niño de dos cabezas

Acudid chicos y grandes,
algo nuevo que contaros
pues un suceso tan raro,
nunca pasó en el condado.
Esta es la historia de un niño,
que de dos veces alumbró
y que al parirlo su madre,
maldita sorpresa le dio.
La Consuelo lo mostraba,
envuelto en una toquilla
timorata y pesarosa,
a todos confundiría.
Moza lozana y fermosa,
embelesó a un pueblo entero
con su alegría y donaire,
se le acercaron dos diestros.
Con Romualdo de la Mano,
jugueteó la muchacha
y con Alfredo Seisdedos,
hizo lo propio la dama.
 Dos cabezas tenía el crío,
sus cuatro ojos abiertos
unos fijos en poniente,
otros en levante tiemblos.
Testarudo y cabezota,
Benito Facundo asomó
entre los pliegues del paño,
a todo ser atribuló.
La villa estaba espantada,
ante maligno secreto
a algunos pena le daba,
toda la villa al acecho.
Fue por San Judas Tadeo,
que al niño de cuatro manos
el consistorio dispuso,
le cortaran por lo sano.
Dos mitades recogieron,
si eres señora haz lo que hacer.
Descabezar mal remedio,
o esto te puede suceder.

Concha González
Grupo A


Del Banquero ciego

Participen caballeros,
la banca presta dinero,
le recogemos sus ahorros,
no lo guarde en el colchón,
con riesgo asegurado,
le producirá emoción,
nunca sabrá lo que tiene,
piense en un mogollón,
suscriba preferenciales,
también fondos de inversión,
haga sus transferencias,
con una pobre comisión,
nos ingrese su nómina,
domicilie su pensión,
sorteamos muchos viajes,
desgravados por inversión,
tenemos miles de pisos,
aproveche esta ocasión,
los directivos son pobres,
católicos de religión,
Dios les está esperando,
para darles un coscorrón,

Luis Iglesias
Grupo B

Ucronía

La sesión del lunes pasado la dedicamos a la literatura y la historia, aunque nos centramos fundamentalmente en el término "ucronía".
La ucronía nos permite especular con un transcurso diferente para unos determinados hechos políticos o algún acontecimiento histórico significativo. Se trata de aplicar a la historia una reconstrucción lógica que nos permita crear una realidad alternativa a partir de un posible cambio en una historia pasada. Los acontecimientos no han sucedido pero habrían podido suceder.

Dejamos aquí algunos enlaces interesantes sobre este tema:

El bibliófilo enmascarado: un interesante reportaje sobre la ucronía en el que se abordan brevemente once libros que pudieron cambiar la historia. ¿Que pasaría si los nazis hubieran ganado la segunda guerra mundial?. ¿Y si no se hubiera descubierto América hasta el siglo XX?. ¿Como sería la vida en los EEUU hoy en día si se hubiera detenido a tiempo al asesino de Keenedy?

Viva la República: documental en 6 fragmentos emitido en La Sexta que especula sobre el triunfo de la República durante la guerra civil española.

¿Qué hubiera pasado si España hubiera entrado en la II Guerra Mundial? Una entrevista en la que varios historiadores tratan de ofrecer respuestas para esta pregunta.

Y vimos el cortometraje Hendaya: cuando Adolfo encontró a Paco: la historia del día en que Franco se reunión con Adolfo Hitler en un vagón de tren en la estación de Hendaya. Siete horas intensas, resumidas en diez minutos. Una comedia disparatada sobre lo que pudo ser, lo que quizá fue y lo que realmente pasó cuando se encontraron dos de los mayores dictadores con bigote del siglo XX. Un cortometraje de Pepe Macías y Carla Guimarães. Producido por LaFiesta PC y Kino PC.




Propusimos como tarea escribir un texto a partir de una ucronía. 

Y estos son los trabajos de algunos componentes del Taller de Escritura Creativa:


Reedición

En esto descubrieron, treinta o cuarenta desaforados gigantes en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero.

—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, molinos de viento…

—¿Qué molinos de viento? —dijo Sancho Panza.

—Aquellos que allí ves —respondió su amo— de las aspas largas, que las suelen tener algunos de casi dos leguas.

—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son molinos de viento, sino gigantes, y lo que en ellos semejan aspas son los brazos…

—Bien parece —repuso don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son molinos de viento; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante…

***

Acudió Sancho a socorrerle, a todo correr de su asno y cuando llegó halló que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él Rocinante.

—¡Válame Dios! —dijo Sancho— ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino gigantes…?

—Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote— que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza, que molinos eran los de la vez anterior y el señor don Miguel de Cervantes dispuso que saliera yo como salí de aquella aventura. Mudeme de adversario por ver que no cuadraba lo de por entonces en pleno siglo XXI y ya ves que termino lo mismo con las costillas molidas. Y sábete mi fiel escudero que si no me quejo del dolor es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna; aunque se le salgan las tripas por ella.

—¡Gran merced! —dijo Sancho—. Pero, ¿creéis mi señor que ese que vos decís Miguel de Cervantes habrá dispuesto que termine para mí lo mismo que antaño el episodio de la ínsula que vos me tenéis prometida? Porque de no haber mejor fin, preferido hubiera yo no haberme embarcado en esta aventura cuatro siglos después.

Pascual Martín
Grupo B


¿Quien tuvo la culpa?

Historiadores de todo el mundo, después de analizar la personalidad de Adolf Hitler, han llegado a la conclusión, de que la II Guerra Mundial se podía haber evitado, si Hitler no hubiera sido rechazado para cursar estudios en la Academia de Bellas Artes de Viena.

Intentó su ingreso en los años 1907 y 1908, y siempre achacó a un profesor judío su veto y unas palabras denigrantes a su persona y al tipo de pintura que realizaba, que le hicieron mucho daño moralmente.

En su participación como soldado en la I Guerra Mundial, fue aumentando el odio hacia el pueblo judío y al marxismo. Este odio compartido con parte del pueblo alemán, fue explotado por el joven Adolf, cuando descubrió entonces su capacidad como gran orador de masas, lo que hizo que fuera ascendiendo de manera meteórica en el ejercito.

Lo que ocurrió en los años venideros todo el mundo lo sabe desgraciadamente, pero si hubiera sido admitido en la Academia de Bellas Artes de Viena, probablemente habría podido sobrevivir con penurias de la pintura, pero no ocasionar el daño que genero su odio al mundo entero.

Luis Iglesias
Grupo B


San Pablo murió al caer del caballo

Hoy es domingo. Como todos los domingos, después de comprar el pan y el periódico, me preparo y con el libro de cánticos bajo el brazo, me dirijo a ensayar y cantar en el coro de San benito durante la misa de la una.
Cruzo la plaza mayor, llego a "el corrillo" y me parece no ver la iglesia de San Martín; pero como voy distraído con mis pensamientos no lo valoro mucho.
Al llegar al lugar donde debía estar la iglesia de San Benito, no está. Hay una plaza con unos jardines. Camino unos metros y tampoco está la Universidad Pontificia, ni la Clerecía; en su lugar hay edificios, jardines y una sinagoga. Veo moverse por allí a varios individuos vestidos de negro con sombrero y tirabuzones.
Continuo por la calle compañía y suspiro al ver la casa de las Conchas. Camino hacia la calle la rúa, miro a la derecha y no veo la Catedral. !Por Dios ha desaparecido la catedral!.
Con la respiración agitada, camino deprisa hacia la plaza de Anaya y me encuentro con un edificio enorme de base cuadrada, con columnas y un enorme portón cerrado. Pregunto ,y me dicen que es el templo, que han intentado a pequeña escala reproducir el templo de Salomón; que vuelva el sábado próximo y lo conoceré en todo su esplendor.
Me estoy empezando a marear. No entiendo que es lo que está pasando.
Camino hacia el río. Allí está el puente romano y el verraco. Hay huellas de los iberos, de los romanos, de los judíos( mucha más de la que esperaba), pero ni rastro de los cristianos.
Sigo paseando angustiado en busca de respuestas. Tampoco existen los Dominicos ni las Dueñas(dominicas), todo son edificios de viviendas.
Llego a la calle de San Pablo y veo el rótulo: calle de Abraham.
San Pablo murió al caer del caballo y no ha existido para la historia.

José Luis Fonseca
Grupo A


NAAMA
La mujer que salvo al Mundo

Algo habìa pasado con el zumo de aquel fruto pisado que, meses antes, había dejado en unas vasijas.
Ahora que lo estaba bebiendo sentía oleadas de calor y sus pensamientos eran agradables.
Por fin se encontraba en una situación placentera, pues ya hacia tiempo, que su espíritu estaba aplastado por la inmensidad de la tarea que" El Creador" le había impuesto.
Aquella sustancia se deslizaba por su garganta dando calor a su cuerpo y ardor a su ser . Todos los trabajos y desvelos empezaban a tener sentido propio y a quedar como alejados de el. Y bebió y bebió a pesar de sentir como si se hundiera en un profundo e insondable sueño y bebió y bebió como si no hubiera un mañana...... hasta perder la consciencia.
De repente comenzó a escuchar una voz tremenda y de tal potencia que le heria los oídos, sin que a pesar de ello, pudiera reunir las fuerzas suficientes para poder abrir sus ojos.
¡Levanta, levant!! Repetía la voz que parecía ser de mujer y de nuevo volvió a sonar de forma imperiosa. ¡Ya ha comenzado a llover!
¡Levántate y ven!
Y Noé vino, claro. Entró como pudo en el Arca y lo cerró poco antes de que se abrieran los cielos.

Carlos García Riesco
Grupo A


Me llamó por mi nombre

Me llevaron a su tienda por orden expresa. Supe que iba a estar con él porque vinieron a por mí dos hombres que le acompañaban siempre y que nunca se mezclaban con el resto.

En vano intenté que me dejaran asearme para presentarme ante él de forma correcta, tal como era costumbre entre mi gente. No era adecuado visitar o conocer a alguien sin una preparación personal. No se trataba de coquetería, era simple respeto. Necesitaba lavarme el cuerpo, untarme el pelo de aceite, asear mi ropa… Pero no me lo permitieron. Les indicaba con gestos y con mi escaso vocabulario en su endemoniada lengua que me llevaran al río, pero sólo conseguí oír sus carcajadas mientras tiraban de mí y hablaban entre sí con sonidos broncos y gestos groseros.

Sabía perfectamente a dónde y a qué me llevaban. Para eso nos tenían allí a mis compañeras y a mí. Durante el día trabajábamos en la recolección de frutos, en la preparación de las comidas o en cualquier tarea que nos asignaran y por las noches, en las que no nos daban descanso, nos utilizaban para su desahogo personal insistentemente, dos o tres veces cada noche hasta que toda la soldadesca había saciado sus necesidades.

Éramos esclavas y ese era nuestro destino. Ese aspecto vital nunca fue tabú entre nuestra gente. Pero, como en todo, también teníamos una forma de hacer las cosas, que mantenía la dignidad de unos y de otros, haciendo del acto una ceremonia sensorial en la que la mujer y el hombre se convierten en iguales y se disponen hacia lo que viene después, abriendo las puertas del deseo para conseguir el placer sensual. El aseo corporal, la limpieza de la ropa, el aroma del cabello son elementos esenciales para conseguir el bienestar cuando los cuerpos se acercan, se frotan y se retuercen entre sí. Más aún los son las maneras, los roces, los gestos, las palabras, el tono de voz…. Pero de eso, ya… para qué hablar.

Eran seres sucios y malcarados. Gritaban, empujaban y aplastaban. Pero lo peor de todo era su hedor. Sudaban copiosamente por las altas temperaturas a las que no estaban acostumbrados, pero aún así no se lavaban y desprendían aquel olor agrio que se nos impregnaba en la piel y nos recordaba permanentemente nuestra situación.

Cortés había hecho montar una ostentosa tienda de campaña en la que contaban que guardaba los tesoros acumulados en sus rapiñas y los obsequios que recibía de los jefes de los pueblos para apaciguar su ira. Allí me introdujeron y me ordenaron permanecer de pie sin tocar nada. Al poco entró el capitán de los capitanes cuyo nombre no hacía honor a su condición y empezó a hablar conmigo, me hacía preguntas sobre mi persona, sobre mi familia, sobre mi pueblo. Me llamó por mi nombre, Malintzin, y alabó mi capacidad para las lenguas. Quería saberlo todo de mí y de mi gente, pero sobre todas las cosas me animaba a perfeccionar su idioma para servirle de enlace con los nativos, ofreciéndome como contrapartida una vida regalada sin más obligación que asistirle en sus conversaciones con los caciques. Mi cuerpo se iba estremeciendo por momentos. Cada palabra suya me producía un escalofrío.

No estaba preparada para eso. Su interés por mí no era físico: no quería mi cuerpo, quería mi mente y eso era mucho más peligroso. Para nosotras no era un deshonor yacer con un hombre, al contrario, nos sentíamos orgullosas de complacer a nuestros amos. Otra cosa muy diferente era servir a su propósito conquistador. Sus palabras y su actitud me hicieron ver la desmesurada ambición de ese hombre, que nunca iba a tener bastante con nada. Resolví en ese mismo momento que Cortés debía morir.

Al percibir su acercamiento físico le pedí que me permitiera lavarme antes de yacer juntos haciéndole notar que para mí era un deshonor introducirme en su lecho sin asearme correctamente. Aproveché su situación de debilidad ante la necesidad de que yo me aviniera a sus demandas a más largo plazo y conseguí que los guardias me acompañasen al rio. La noche fue mi cómplice cubriéndome con su oscuridad mientras yo recogía el cuchillo que había escondido hacía ya tiempo bajo una piedra de la orilla, aguardando el momento en que pudiera serme útil. Éste era el momento y ésta era la ocasión. Lo introduje bajo la túnica que me vestía y me dirigí con paso firme a la tienda de Cortés, escoltada por sus hombres.

Descuidado por lo que él pensaba que ya era cercanía personal, y confiado ante mi actitud sumisa, el gran capitán se había relajado en su lecho. Mandó salir a sus guardianes y me indicó con un gesto que me acercase. Cuando abrió sus brazos para acogerme sintió como el metal se le introducía en el estómago y como su carne se desgarraba de arriba abajo mientras la sangre le salía a borbotones, sin remedio. Ya no había solución ni para él ni para mí.

Maxi Moreno
Grupo B


La gran huelga textil en Béjar de los 7 meses

Agonizaba el año 1913, cuando las 10 sociedades obreras agrupadas en la Federación Textil de Béjar. Apartadores,bataneros cardadores,hiladores, indispensables,percheros, prenseros, tejedores,tintorería y tundidores declaraban una huelga en TODOS los oficios de la industria.La huelga acordada por la Junta Central en asamblea extraordinaria y justificada la decisión por la negativa de los fabricantes de la Ciudad a la renovación del contrato colectivo de trabajo cuya vigencia expiraba algunas semanas después.Esta huelga era secundada de inmediato por la totalidad de los obreros ocupados en la actividad textil de la población:1075 trabajadores.825 varones y 250 mujeres Béjar contaba en ese momento con 9.488 habitantes._No hubo un solo obrero que se negara a declararse en huelga.
De las 40 fábricas,8 tintes y 7 lavaderos existentes el paro se prolongaría largamente.
Hasta el día 27 de Julio de 1914 ,no se reanudó el trabajo en las fábricas de paños.
Esta gran huelga de los 7 meses,marcaba verdaderamente,el significado sindical y también político.y un gran impacto ciudadano.
Este fue un episodio legendario dentro de la historia social de Béjar de comienzos de siglo trascendiendo materialmente el ámbito económico y territorial en que se produjo : la industria textil de la ciudad.

Pepa Agustín

Grupo B


Ucronía

Voy a contar el texto que escribí del personaje histórico y algo que no hubiera pasado realmente, el vecino de mi padre era piloto de avión.
Cuando estuvimos hablando en la piscina,
me pareció un chico majísimo, agradable, lleno de vida por dentro.
Un cambio completamente radical en mi vida.
Aquella maravillosa mañana de verano.
pero la vida hubiera sido para él distinta sino hubiera cogido aquel fatídico vuelo de Spanair.
Y su novia seguiría siendo la misma y yo hubiera seguido viéndole en la piscina.
A Juana de Castilla le parecía casi un sueño que su hijo Carlos, su padre Fernando el católico y su marido Felipe el Hermoso le hicieran caso a tanto carácter que tenía.
Ya que por aquel entonces te tomaban por loca.
Solamente si tenías carácter y la capacidad de decidir. Sonrío de nuevo ante la reconquistas. Suprimió la Inquisición y volvió a retomar Castilla haciendo acuerdos con Francia y Flandes.

Iria Costa
Grupo B



¡Viva la República!
               
Se llama María. Tiene 82 años, el pelo plateado recogido en  un moño, casi ninguna arruga y  en  su cara se expresan tranquilidad y sabiduría.
Viste de negro y está sentada a la mesa camilla de su casa,  acompañada de 3 de sus nietas.
Estamos a principios de los 80. María está sentada frente al televisor, que ahora está apagado y tiene cerca de ella el mando a distancia de la época, que no es otra cosa que  un cepillo de barrer, porque el mango sirve para cambiar los canales, sin que ella tenga que levantarse de su sillón.
La pequeña de sus nietas tiene que presentar un trabajo sobre la guerra civil.  Aprovecha la memoria prodigiosa de su abuela,  que recuerda con igual precisión y detalles lo que pasó ayer o lo que pasó hace  50 años.
Con su última pregunta, la nieta quiere saber la opinión de María sobre lo que hubiera sido distinto en su vida si no hubiera ganado el bando republicano.
María cuenta que cree que posiblemente hubieran pasado hambre de todas formas, porque en España  no se fabricó ni cultivó nada durante mucho tiempo.
Sabe que en los dos bandos hay heridas, vidas destrozadas, historias que no continuaron, enfrentamientos entre familia y amigos……..
Está segura de que el triunfo de la república les hizo conscientes de sus derechos y de su propia dignidad, que no pertenece a nadie, más que a cada uno.
Ella cree que saber que tienes derecho a algo te hace mucho más libre y consciente de que puedes luchar para conseguirlo.
Dice que no quiere ni pensar qué hubiera sido de todos de haber  ganado el otro bando.
No solo hubieran pasado hambre en el sentido material, también hubieran sufrido las consecuencias de la incultura, la ignorancia, se hubiera perdido todo lo que hizo la república en esa materia. Además, por influencia de la religión  hubieran estado sometidos a dios y a la patria. Hubieran soportado en el pueblo la dictadura de los 4 caciques y del cura, que salieron huyendo al final de la guerra.
María también les dice que ella hubiera tenido que dejar de dar clase en la escuela del pueblo y, seguramente, hubiera tenido que huir.
Les dice, para terminar, que tengan en cuenta que esa es  solo su opinión, pero que deben respetar a cada persona con sus opiniones y sus puntos de vista, por muy distintos que sean a los suyos.
Terminan la charla con una merienda de esas que nadie prepara como la abuela.

Teresa Sanz
Grupo A


LA SUERTE DE NAGASAKI
Cuando el joven teniente Jacob Beser descubrió una pequeña grieta entre los negros nubarrones que cubrían la costa sudoeste de la isla y visualizó la ciudad de Nagasaki, sintió miedo, pena y una terrible náusea. Desde hacía tres días era incapaz de conciliar el sueño y su cuerpo no toleraba más alimento que agua y café; no lograba borrar de su mente el arrastrar de las nubes, el increíble resplandor blanco y aquella especie de hongo de polvo y fuego que se elevó de Hiroshima apenas un minuto después de arrojar a “Little Boy”. ¿Cuántos inocentes habían caído ya?

Las malas previsiones climáticas, obligaron a adelantar dos días la Operación “Center Board II” y al no encontrar otro técnico de rádar disponible, Jacob no tuvo más remedio que aceptar la orden. El “Bockscar” despegó de Tinian a las seis en punto de la mañana junto a otro B-29 de instrumentación rumbo a Japón. Era un viaje largo y la tensión del ambiente no daba lugar a conversaciones. Se sentó en el visor de cola e intentó dormitar arrebujado en su petate.

Soñó con el rostro borroso de una mujer, su madre, y les sonreía; aún le acompañaba su hermano James. Eran tiempos felices. Pero la vida perdió su inocencia aquel invierno de 1941, cuando una gripe se llevó a la madre y los dejó huérfanos. Sin familia próxima, sin recursos, siendo apenas unos muchachos imberbes, James decidió alistarse en el ejército para subsistir y Jacob, mintiendo sobre su edad, hizo lo mismo, para no separase de su hermano. Llegaron a San Diego en primavera y a primeros de noviembre zarparon hacia Hawaii.

Oahu los recibió trece días después con los brazos abiertos, un verano perpetuo, unas chicas preciosas y el dulce olor de los hibiscos; aquello les pareció lo más cercano al paraíso. Se alojaron en la base aérea de Hickam Field y cada jornada, después de su trabajo, bajaban a los bares de la ciudad a beber, bailar y divertirse un rato. Pero el aparente hechizo se rompió la mañana del siete de diciembre cuando la Armada Imperial japonesa lanzó un ataque por sorpresa a la base naval estadounidense de Pearl Harbor. Fue el principio del infierno. El caza donde James era radiotransmisor, cayó derribado entre otros muchos aparatos. Jacob, desolado, también deseó morir, y por ello, se entregó con frenesí en cada batalla que el ejército americano libró en el Pacífico: Midway, islas Salomón, Nueva Guinea, Guadalcanal, Birmania, Filipinas, Saipan…

El B-29 zozobró al sobrevolar Iwo Jima; ya pasaban más de treinta minutos desde que llegaron al punto de encuentro y no se veía ninguna nave en el horizonte; el Mayor Sweeney no ocultaba su desesperación y con un contundente golpe sobre el panel de mando gritó la orden de continuar solos junto al “Great Artiste”. Debían permanecer alerta, les advirtió a los observadores el comandante, no les sobraba combustible y debían buscar el blanco perfecto para conseguir el mayor radio explosivo de “Fat Man”, que iba alojada debajo de ellos. Entonces Jacob, vuelto hacia su puesto de observación, regresó de nuevo a sus pensamientos, a sus dudas, a su cansancio, porque era hartazgo y abatimiento lo que sentía ¿Cuántas muertes más se necesitaban para dar por terminada una guerra?

Alcanzaron la ciudad de Niigata, pero la densa lluvia no permitía divisar el objetivo, por lo que continuaron el viaje hasta Kokura pero una niebla espesa cubría la ciudad. Pasaban las diez de la mañana, el combustible se acababa y no podían perder el objetivo; Charles Sweeney no dudó, era la última oportunidad: pasarán por Nagasaki antes de regresar a Okinawa. Jacob recitaba para sí mismo, como un plegaria las palabras de su compañero George Caron “¡Dios mío! ¿Qué hemos hecho?” tras dejar caer la bomba que transportó e “Enola Gay” -Por favor Señor, manda una señal-

Al llegar a Nagasaki encontraron el techo cerrado; eran las once de la mañana y el comandante decidió abortar la operación; regresarían con la bomba a Okinawa y tratarían de deshacerse de ella en el mar. Jacob creyó que su Dios le había escuchado. Pero todo su ánimo se vino abajo cuando una ligera apertura le mostró al fondo el objetivo.

Se incorporó asustado y con lágrimas en los ojos observó que ningún otro tripulante del aparato se había percatado de lo acontecido. El estómago se le encogió de nuevo; valoró la situación ¿no buscaba una señal divina? Amparado en su desconcierto, decidió no comunicar nada a sus superiores y continuar con el plan de vuelo.

El “Bockscar” no pudo cumplir su objetivo. Antes de poder aterrizar en la isla al sur del archipiélago de Ryukyu, en manos estadounidenses desde el primero de abril de ese mismo año, la bomba fue arrojada en el Mar de Filipinas.

El ocho de agosto Joseph Stalin declaró la guerra al imperio japonés ocupando los territorios de Manchukuo, Sajalin y las Islas Kuriles con la “Operación Tormenta de Agosto”. Japón tenía mermadas sus fuerzas y la población civil ya no confiaba en sus mandatarios. En la madrugada del diez de agosto el Emperador Hirohito aceptó la renuncia incondicional del imperio, aceptó la Paz. El dos de septiembre frente a la bahía de Tokio, el acorazado “Missouri”, preparado para la ceremonia de rendición, acoge la firma del documento por parte del Gobierno de Japón, delante de las máximas autoridades de las Fuerzas Aliadas presididas por Douglas MacArthur. La Segunda Guerra Mundial había finalizado.

En abril de 1993, Martha y Robert Beser volaron hasta Hiroshima desde Tokio. La mujer, avejentada prematuramente por el dolor de la pérdida, llevaba una pequeña caja de madera lacada en el bolso de mano y no consintió nunca apartarse de ella. Fué el primer regalo que le hizo Jacob de novios y Martha deseó que fuera su última morada.

Habían planeado juntos ese viaje muchas veces desde que le confesara su historia, habían llorado juntos por el dolor causado, pero la enfermedad degenerativa de su esposo se lo impidió; así que madre e hijo se embarcaron en aquella aventura una semana después de morir aquel, para rendir un homenaje de perdón a las víctimas que ayudó a causar su participación en el primer bombardeo atómico de la historia. Sus cenizas descansan desde entonces en el Memorial de la Cúpula Genbaku. Nadie aparte de los suyos conoció jamás su hazaña.

De la operación fallida de la segunda bomba, nunca más se habló.

Romy Martínez
Grupo A

En el ascensor

La sesión de ayer se pasó en un suspiro de tanto subir y bajar en ascensor. Y mira que pulsamos el botón de "Stop" y el botón de alarma para detenernos una y otra vez y recrearnos aún más en el viaje.
Comentamos algunos de los textos de "Cien viajes en ascensor" de Alfonso Zurro, un libro que recoge cien piezas breves que transcurren en el interior de un ascensor.
Señala María Jesús Orozco en el prólogo: “Todas estas minipiezas, todos estos encuentros fortuitos, constituyen los fragmentos de un puzzle, estructura coral que no se atiene a una mera relación sin objetivo, puesto que conforma una unidad muy bien urdida. Así, si las primeras minipiezas evocan más bien un clímax más distendido, iniciando la serie con uno de los tópicos que más se asocian al ascensor, “hablar del tiempo”, continuando en su desarrollo con un repaso de las principales lacras del siglo XXI, las últimas muestran un perfil más desolador -la decadencia, el castigo, la purgación de las faltas cometidas- que concluirá con el apocalipsis, la destrucción de ese “no lugar” y el extermino del ser humano. Así se revela en la última minipieza, “Espalda”.




Dejamos aquí como muestra el texto "Pajarito", una de las piezas incluídas en el inicio del libro:

Un hombre y una mujer se encuentran en el ascensor.
–Buenas tardes…
–Y calurosas…, la que está cayendo… son bofetadas de fuego.
–Y aún más… mire lo que llevo en la cabeza.
–Eso… ¿qué es?
–Un pájaro, un pájaro muerto… Este calor lo ha debido abatir mientras volaba y el pajarito ha ido a desplomarse sobre mi peinado… he intentado quitármelo, pero ha sido imposible, se ha quedado enganchado entre los rizos.
–También es casualidad y puntería.
–Una mala suerte, el dichoso pajarito ya me ha chafado el día. Imagínese, salgo de la peluquería, doy cuatro pasos y plas… pajarazo en el moño.
–Quizá sea una señal…
–Mi madre ya lo advertía: esta niña tiene la cabeza a pájaros…, no iba desencaminada, sus augurios se han cumplido.
–Si quiere le echo una mano
–¿Qué insinúa?
–Oh… perdone por lo equívoco de la expresión…, me refiero a ayudarle con el pájaro y los pelos.
–Disculpe por la confusión…, es tan extraño encontrarse hoy día a auténticos caballeros.
–Si no le importa…
–Muy al contrario, se lo agradezco… Intente salvarme lo que pueda del peinado, las peluquerías tienen unos precios…
–Es un gorriato, está como si en un último aliento de vida hubiera intentado agarrarse a cualquier sitio…, y encontró su pelo… Poco a poco…
–Un hombre busca entre la selva de tus cabellos un pajarito muerto…, ¿no le suena poético?
–Lírico, endiabladamente lírico, ¿es usted poeta?
–Dios me libre, la poesía amansa a las fieras, no está hecha para mí, prefiero escuchar el rugir de la leona que llevo dentro.
–Ya está…, aquí tiene el pájaro.
–Bueno… ¿Y qué hago yo ahora con este animalito?
–Tirarlo
–Es tan poquita cosa…, si me hubiera caído una perdiz ya estaría pensando en alguna receta suculenta… ¿Sabe? Soy una estupenda cocinera, pero con este pajarín poco se puede hacer…, la verdad es que soy incapaz de arrojarlo a la basura, lo siento como algo mío…, estoy conmovida… debería enterrarlo.
–Dada la naturaleza del suceso no estaría nada mal, si necesita de un monaguillo en mi juventud ejercí esas labores y recuerdo el pater noster latino.
–Le tomo la palabra, lo enterraremos en una maceta de siemprevivas, será un funeral sencillo, ambientado con música de Bach.
–Está usted afligida, se le nota que tiene un espíritu harto sensible… Si no le importa, después de la ceremonia la invito a cenar en mi casa al amparo del aire acondicionado…, me llamo Manolo.
–Y yo Pepa, después de todo, el suceso se ilumina como portador de buenos augurios, le espero en media hora. Voy a preparar todo para el sepelio… Ah, no es necesario que se ponga corbata negra.
El ascensor de detiene. Ella sabe garbosa…, él la ve alejarse por el pasillo con el pajarito entre las manos.

Incluímos, a continuación, algunas de las escenas de Zurro llevadas al teatro por los chicos y chicas de 4º de ESO del Colegio Aljarafe:





Y nos referimos ahora a varios cuentos sobre ascensores: El ascensor que bajó al infierno de Pär Lagerkvist o El milagro del ascensor de Alejo Carpentier, uno de los primeros cuentos que el escritor cedió para Hojas Universitarias por la Fundación Alejo Carpentier de La Habana, en Cuba.

La empresa de ascensores IASA promovió años atrás un premio de Microrrelatos. La ganadora de la primera edición fue Paloma Hidalgo Díez con el texto "El rascacielos":

Él se enamoró de mí cuando el ascensor alcanzó la segunda planta. Yo ya le amaba en la primera. En la décima acepté el anillo; la boda, íntima, la celebramos en la decimoquinta. Tres más arriba llegaron los gemelos y la hipoteca. Elevarnos sueños juntos una docena de plantas más, un tiempo perfecto en el que conjugamos el verbo amar hasta tener a Lea, plantamos el cerezo, y nos aficionamos a volar en globo. Pero en la trigésima subió ella, la mujer que ahora vive en sus pupilas. Rezo para que se baje en la siguiente, yo tendría, otra vez, dos plantas para enamorarle antes de alcanzar la última.

En la segunda edición de dicho certamen obtuvo el primer premio David Calvo Sanz con el microrrelato titulado "Mil":

Cada noche, ella le cuenta una historia. Acaricia los cabellos del sultán mientras sus palabras bailan entrelazadas con la luz de la luna. En silencio, le ruego a Allah, el Compasivo, por ella. Pero hoy no me escucha. Con un gesto de su mano, el sultán me ordena que cumpla con mi deber. Con delicadeza, apoyo su cabeza en ese maldito escalón. Mi cimitarra susurra y su voz calla para siempre. Cuando vuelvo a casa, mi hija, mi luz, se sienta en mis rodillas y suplica que le cuente una historia. “No, Sherezade, hoy no”. Y la abrazo mientras oculto mi rostro entre sus cabellos negros como la noche.

Incluímos también un texto de Mario Benedetti titulado "Ascensor":
La muchacha y el hombre ingresaron en el ascensor en la Planta Baja. Ella marcó el 5º piso y él marcó el 7º. Pero de pronto sobrevino un apagón y el ascensor se detuvo, naturalmente a oscuras, entre el 2º y el 3º. Él dijo: «Caramba», y ella: «Qué miedo».
Permanecieron un rato en aquel lóbrego silencio, pero al fin el hombre dijo: «Al menos podríamos presentarnos. Mi nombre es Juan Eduardo».Y ella: «Soy Lucia».
Él decidió mover de a poco el brazo izquierdo, y así, a tientas, llegó a tocar algo que le pareció un hombro de la chica. Allí se quedó, esperanzado. Ella levantó una mano y la posó sobre aquel brazo intruso. «Tenés un lindo hombro —dijo él—, parece el de una estatua». Ella apenas balbuceó: «Tu mano me gusta, al menos es cálida».
Entonces, ya mejor orientado, el brazo masculino bajó hasta la cintura femenina. Ella tembló un poco, pero acabó sintiendo. En realidad, no tuvo tiempo de preguntar nada, porque él le cerró la boca con su boca. Lucía, un poco asombrada, sintió que aquel beso le gustaba y respondió con otro, éste de su cosecha.
Así quedaron un buen rato en aquella tenebrosa intimidad. Él preguntó: «¿Sos soltera?». «Sí, ¿y vos?»; «Viudo». Inauguraron un abrazo inédito, y así permanecieron, disfrutando.
De pronto se acabó el apagón, pero el ascensor todavía quedó inmóvil. Ambos, ya con luz, se estudiaron los rostros y sobre todo las miradas. Hubo un mutuo visto bueno.
Él dijo: «No estuvo mal, ¿verdad?». Y ella: «Estuvo lindo». Él «Me parece que el ascensor va a empezar a moverse. En Planta Baja marcaste el 5º. ¿Vas allí?». Y ella: «No, ahora voy al 7º».
Al final el ascensor arrancó y los llevó como lo haría un padrino.

Y por último, en esta rápida selección de textos, transcribimos "El ascensor para las estrellas" de Gianni Rodari:

Cuando Romulito tenía dieciocho años entró a trabajar como mozo en la pizzería “Italia”. Le   encargaban los servicios a domicilio. Durante todo el día corría arriba y abajo por las calles y escaleras, llevando en equilibrio bandejas cargadas de deliciosas  pizzas, bebidas, papas fritas y otros comestibles.
Una  mañana telefoneó a la pizzería el inquilino 14 del número 103: quería una pizza napolitana y una bebida grande.
– Pero inmediatamente, o lo echo por la ventana –añadió con voz ronca el marqués Venancio, el terror de los mozos a domicilio.
El ascensor del número 103 era de aquellos prohibidísimos, pero Romulito sabía cómo burlar la vigilancia de la portera, que dormitaba en su mostrador: logró meterse en el ascensor, cerró la puerta, pulsó el botón del quinto piso y el ascensor partió crujiendo.
Primer piso, segundo, tercero. Después del cuarto piso, en lugar de aminorar su marcha, el ascensor la aceleró y cruzó el rellano del piso del marqués Venancio sin detenerse, y antes de que Romulito tuviera siquiera tiempo de asombrarse.
Toda Roma yacía a sus pies y el ascensor subía a la velocidad de un cohete hacia un cielo tan azul que parecía negro.
Con la mano izquierda continuaba sosteniendo en equilibrio la bandeja con la consumición, lo cual era más bien absurdo considerando que alrededor del ascensor se extendía ya a los cuatro vientos el espacio interplanetario, mientras la Tierra, allá abajo, al fondo  del  abismo celeste, rodaba sobre sí  misma arrastrando en su carrera al marqués
Venancio, que estaba esperando la pizza napolitana y su bebida grande.
– ¡Córcholis! –exclamó–. Estamos aterrizando en la Luna. ¿Qué estoy haciendo yo aquí?
Los famosos cráteres lunares se acercaban rápidamente. Romulito corrió a apretar alguno de los botones de la caja de mandos con la mano libre, pero se detuvo:
– ¡Alto! –Se dijo antes de pulsar un botón cualquiera–, reflexionemos un momentito.
Examinó la hilera de botones. El último de abajo llevaba escrita en rojo la letra “P”, que significa “Planta baja”, o sea la Tierra.
– ¡Probemos! Suspiró Romulito.
Pulsó el botón de la planta   baja y el ascensor invirtió inmediatamente su ruta. Pocos minutos después volvía a atravesar el cielo de Roma, el techo del número 103, el hueco de las escaleras, y aterrizaba junto a la conocida portería, donde la portera, ignorando aquel drama interplanetario, seguía dormitando.
Romulito salió precipitadamente, sin detenerse siquiera para cerrar la puerta. Subió las escaleras a pie. Llamó al número 14 y escuchó cabizbajo y sin respirar las protestas del marqués Venancio:
-Pero bueno, ¿dónde te has metido en todo este tiempo? ¿Sabes que desde que he ordenado esa maldita pizza napolitana y bebida grande han transcurrido catorce minutos?
Si Gagarin hubiera estado en tu lugar, habría tenido tiempo de ir a la Luna. 

Recuerdo aquí, por último, un excelente cuento de Clara Obligado titulado "El enviado" (Las otras vidas, Páginas de Espuma) que comienza así:

A mi amigo Javier lo perdí en un ascensor. De eso hace mucho tiempo y, si no fuera por las analogías que pueblan mi vida, tal vez lo hubiera olvidado. Hoy lo recuerdo porque llueve, y la lluvia es siempre remota.
Voy a comenzar a contar esta historia por el principio, por aquellas tardes en las que lo veía desde el mirador de mi apartamento jugando libre en la acera mientras su madre se ocupaba de la portería. Era como verme a mí mismo, porque le dejábamos mi ropa usada, pero en él mi ropa vieja parecía nueva.
Crecí envidiando a Javier. Desde la sobreprotección de hijo de viuda rica envidiaba su independencia sin imaginar que aquella libertad no era otra cosa que abandono. No fue hasta que cumplí los doce años que mi madre me permitió bajar a la calle y jugar con él. Antes, me apercibió:
–Cuídate, no sólo de las calles, sino también de su influencia. Viene de un mundo distinto.

[...]

Propuesta de escritura

Escribe un texto, ya sea monólogo, diálogo o cuento, que transcurra en el interior de un ascensor

Estos son algunos de los trabajos enviados hasta ahora:


Pacto cerrado

Aquella tarde me había quedado más tiempo de lo deseado en el despacho. Tenía trabajo atrasado y no quería ocupar mi próximo fin de semana echando horas y más horas encerrado frente al ordenador en una habitación pequeña que no tenía ventanas. Hacía tiempo que quería cambiar de trabajo, pero la crisis había hecho mella en el mercado laboral y era imposible encontrar algo que combinase un buen sueldo y que fuese una actividad de mi agrado. Cuántas veces había comentado la situación con los compañeros de trabajo y siempre acababa diciendo: “lo que daría yo por encontrar algo mejor”.

Eran más de las diez de la noche y el edificio de oficinas debía estar prácticamente vacío. En el vestíbulo estaría ya el guardia de seguridad nocturno. Decidí poner fin a la larga jornada, total por lo que me pagaban… Cerré el ordenador, apagué la luz del mal llamado despacho y me dirigí hacia los ascensores. Le di al botón y esperé a que sonase el “cling” preceptivo que avisaba, juntamente con la flechita iluminada, de que uno de los seis ascensores del edificio había llegado a la planta, antes de que se abriesen las puertas automáticas.

Me sorprendió ver que un señor, de unos 80 años, vestido impecablemente con traje y corbata negros y con un pañuelo rojo asomando por el bolsillo de la americana, estuviese ya dentro con una agradable sonrisa.

—Buenas noches —saludo afable.
—Buenas noches —respondí yo—. ¿Baja?
—Claro, ¿no?

El silencio incómodo que prosigue al encuentro con un desconocido en el ascensor se instaló entre nosotros e hizo que me pusiese a mirar como la lucecita iba cambiando de número de planta a la vez que descendíamos.

—Parece que el tiempo va a mejor —interrumpió el hombre echando mano del socorrido tema climatológico.
—Eso parece, sí —respondí sin mirarle.
—¿Y qué hace usted saliendo tan tarde del trabajo si el tiempo acompaña a pasear y a disfrutar de las agradables temperaturas de la primavera?
—Pues ya ve usted —contesté mirándole por primera vez con atención y descubriendo una media sonrisa bajo unos ojos de un azul intenso que me perturbaron.
—Pues ya veo, sí. Debería cambiar de hábitos. Trabajar hasta tan tarde no favorece una vida feliz.
—¿Y qué quiere que haga?
—Cambiar de trabajo —dijo como si fuese lo más evidente del mundo.
—¿Se cree usted que no he buscado otras cosas mejores? —contesté algo molesto.
—No se enfade conmigo —apuntó sin perder la sonrisa.
—Lo que daría yo por encontrar algo mejor—me repetí a mí mismo en voz alta.
—Diga, diga —me apremió—. ¿Qué estaría dispuesto a dar?
—Déjeme pensarlo —respondí sorprendido por la pregunta de aquel hombre—. Mi alma, estaría dispuesto a entregar mi alma —dije de forma inconsciente al cabo de unos segundos.
—Perfecto —sonrió mientras sus ojos se volvieron de un rojo intenso durante una fracción de segundo—. Pacto cerrado.

Jaume Castejón
Grupo B


Piso 23

Las cuatro mujeres entran en el ascensor entre risas y comentarios banales. Una de ellas, la que se llama Ascensión, pulsa el botón con el número 23, y el habitáculo inicia su rutinario trayecto de cada a día a esa misma hora. A la altura del piso 17, el aparato se detiene a traición, y tras una sacudida, comienza a desandar lo andado. Las risas dan paso a una interminable retahíla de gritos e interjecciones jamás recogidas en diccionario alguno. Tres eternos segundos, y el ascensor se posa violentamente en su supuesto punto de origen gravitatorio.
Tras el impacto, Dolores, que es la más dura de las cuatro, pregunta, Chicas, ¿estáis bien? ¿Alguna está herida? Tres inmediatas respuestas certifican la buena suerte que han corrido.
Milagros, la más ingenua del grupo, replica exultante ¡Es increíble! ¡Estamos todas vivas y a salvo! ¡Gracias a Dios!
A continuación, Esperanza, la más optimista de todas, comenta, ¡Venga! Ahora hay que intentar salir de aquí y buscar un médico. Seguro que enseguida vienen a rescatarnos.
Ninguna de las tres se percata de que Ascensión, hecha un ovillo, se encuentra en posición invertida, con los pies apoyados en la pared del receptáculo y la cabeza por fuera de la pequeña portezuela que se ha abierto en el suelo.
Chicas… creo que algo va mal. Este no es el primer piso. Y suena algo raro…
En ese preciso instante, el último cable se suelta y el ascensor se precipita al vacío para perderse en la negrura de su propio hueco.

Jorge Martín
Grupo B


Como en un panal
las abejas zumbando
en el ascensor

Alfredo Domínguez
Grupo B


Desafío a la gravedad

Salimos del taxi, llueve torrencialmente. Hay monzón. Entramos al hall del decadente hotel y allí en medio de todo ese espacio nos topamos con el aparatoso ascensor. Como una estampa digna de otros tiempos, el ascensorista nos acoge con una tímida sonrisa. Este gesto es un avance de la hospitalidad de estas gentes.
El hombre nos coge las maletas, nos pregunta el piso al que vamos y da un golpe seco al ascensor. Este baja con un ritmo oscilante y parsimonioso. El ascensorista mecánicamente abre primero una contrapuerta de un tosco arabesco y después unas puertas muy rudimentarias. Entramos y nos colocamos todos en el habitáculo. Toca unos abultados botones de porcelana y sube todo el trayecto dándonos la espalda. No podemos interactuar con él. Huye de todo tipo de contacto, es un acto de cortesía o tal vez ha levantado una barrera ante la incomodidad de los desconocidos. Mientras, el ascensor sube lentamente rugiendo su motor, a veces grita. Vemos el engranaje y la polea. Sus entrañas están a la vista. Se va deteniendo en todos los pisos y siempre da un golpe brusco y seco. Es una caja metálica y hermética abierta por todos los lados, como si de una jaula se tratara… Vamos viendo la escalera carcomida, las paredes desconchadas, las lámparas tenues… Nuestra sorpresa es proporcional a la incertidumbre de saber si llegaremos al séptimo piso con éxito.
Por fin llegamos, y como si de un ceremonial se tratara, el hombre abre las puertas y la contrapuerta, va sacando uno a uno todos nuestros bultos. Los coloca sutilmente como si fueran piezas valiosas, hace un gesto con su cabeza y sin dudarlo damos la mejor propina y nuestra más sincera gratitud. Para él cada viaje es como una obra paciente, estos simples gestos marcan el ritmo de su vida, sintiéndose satisfecho con existir solamente y para nosotros una sorpresa más de todas las que nos esperan.

M. Pilar Sánchez
Grupo B


Venganza

Fue entre el cuarto y el quinto. Creo, no estoy muy seguro, estaba yo con la cabeza en otro sitio. En otra persona me refiero, en mi novia, menudo comecocos.
Pero a lo que vamos, entre el cuarto y el quinto. Parón brusco del ascensor, se apagó la luz también. La compañera de viaje reaccionó mejor que yo, las mujeres son más rápidas en todo. Sacó el móvil, iluminó con la linterna, llamó al número de emergencias. «Que tardarán al menos una hora», eso dijo con fastidio Judith. Se llamaba Judith, se presentó de inmediato la despampanante rubia. «Ya que vamos a convivir juntos sesenta minutos, qué menos que presentarnos, ¿te parece?». Me pareció, claro, di mi nombre. «Roberto, ¡ah!, muy bien», sonrió ella, qué romántico. Era una sonrisa hechicera, menos mal que algo salía bien, la sonrisa de una chica bonita mitiga las penas. «Qué ocasión tan maravillosa; una hora para nosotros solos, Róber, ¿te imaginas?, déjame que te llame Róber». Apagó la linterna, se llenó el ascensor de oscuridad.
La oscuridad todo lo ampara y en el instante último de iluminar con la linterna me había empapado yo de la imagen de Judith, de su pícara expresión, de la rotundidad de sus formas. En cierto modo me recordaba a mi novia, que no se me iba de la mente; el comecocos, ya lo dije más arriba. Pero Judith en rubio. Sentí sus brazos rodear mi cuello, su cuerpo cálido pegado al mío.
Nada, imposible, aquello no funcionaba. La muy zorra. La muy zorra es mi novia, ya se entiende. Para yo vengarme de mi novia en condiciones, quedar un punto por encima me refiero, necesitaba otra cosa. ¿Por qué, digo yo? ¿por qué ha tenido que tocarme vivir esta situación con una mujer como Judith, con la cantidad de feas que hay en el mundo?
Y vete a saber, oye, cuándo se me vuelve a parar el ascensor entre dos pisos.

Pascual Martín
Grupo B


¿Qué había pasado en el ascensor?

Las once de la noche. La estación ya estaba medio vacía, las cafeterías echando el cierre, ya no había bullicio ni carreras de pasajeros, los trenes de cercanías bajo mínimos, había terminado la jornada laboral. En el panel ya se anunciaban pocas salidas. Yo iba Lisboa, cogería el Trenhotel, quería una experiencia nueva, la espera en el aeropuerto se me hacía muy pesada. Mientras llegaba la hora del anuncio de la salida, lo dediqué a observar a quienes suponía iban a ser mis compañeros de viaje: una pareja con dos niños, eran portugueses, se veía que habían disfrutado del viaje, un matrimonio, él protestando por no poder echarse un cigarro, y, de pronto, apareció una pareja que llamó mi atención. De forma muy descarada empecé a pasarles revista. Por su forma de vestir y aspecto, traje azul marino con rayas blancas, zapatos de charol granates, me recordó a Al Capone, su pelo negro y brillante gracias a un buen masaje con gomina, peinado con raya al medio, ojos oscuros, bigotillo fino, manos bien cuidadas, en ese recorrido pasó de ser un tipo mafioso a pertenecer al mundo de la farándula, pintas de alto ejecutivo no tenía. Raro sí me pareció. Llevaba una grandísima maleta que arrastraba como una pluma, como si solo fuera llena de aire. En la mujer, de rasgos orientales, me fijé menos, no me llamó la atención su forma de vestir, casi no lo recuerdo, resultaba fina. Sí observé que iba cabizbaja, con aire cansino, que no hablaban y que era él, quien empujándola bruscamente dirigía el trayecto, fueron a la puerta del ascensor. Aún no habían anunciado la vía en que estaba estacionado el tren, pero entraron en él. Llena de curiosidad, tras pensarlo unos minutos, decidí seguirlos y bajar al andén. El ascensor desprendía un fuerte olor, no supo identificarlo, pero perfume no era.
Por el andén el hombre caminaba muy lento, arrastrando pesadamente la maleta. De la mujer no había rastro. ¿Qué había pasado en el ascensor? 

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Recuerdos del ascensor

Tenía cinco años y estaba ilusionada, nos íbamos a Madrid de excursión en familia. Visitamos el aeropuerto de Barajas, el Kilómetro Cero , la Puerta del Sol y fuimos de compras por la Gran Vía. Tú me agarrabas todo el tiempo de la mano, con el encargo de no soltarme. Entramos en unos grandes almacenes Sepu, donde todo era espectacular. Cuando preguntamos por la ropa de niñas y nos dijeron que estaba en la tercera planta, la emoción me cautivo. Fue un momento que no he olvidado jamás. Era la primera vez que subía en un ascensor, porque en el pueblo todavía no había ninguno. No tenía miedo porque tú no me soltabas de la mano y eso me daba mucha seguridad.
Esta experiencia vino a mi memoria en otras muchas ocasiones cuando ya era habitual el uso de este medio, pero fue más claro y nostálgico el recuerdo en mi último viaje en ascensor contigo. Era la madrugada del 21 de marzo, al comienzo de la primavera. Cuando el pitido insistente e hiriente del monitor al que estabas conectada alertó al enfermero de guardia de que era tu final, después de muchas comprobaciones y preparativos, me vi en un ascensor contigo. Todo estaba en silencio y esta vez era mi mano la que agarraba fuertemente la tuya, todavía caliente. El ascensor llego al sótano y te solté para siempre, pero no del corazón, MAMÁ.

Áfrika Gómez 
Grupo A


Decisión 

Lo sé. Si pulso el botón habré lanzado la moneda. Cara o cruz. Acabaré con las angustias de la incertidumbre pero, a la vez, recortaré las alas del destino. Si monto en el ascensor los acontecimientos se desbocarán hacia un final incierto. Infausto o dichoso, no puedo predecirlo. Si subo, todas las posibilidades se cerrarán en una, ¿será la que mi corazón anhela o la que el vértigo en mi vientre recela?¿Prefiero disfrutar imaginando felices variaciones del encuentro o asumo el riesgo de un desplante amargo? ¿Elijo la crudeza de lo real o las delicias de lo imaginado?
¡Ah! Se ha iluminado la flecha. Alguien ha llamado al ascensor. Ahora sería inútil solicitarlo yo mismo. ¿Será una señal? ¿Positiva o negativa? ¿Debo desistir y marcharme o la flecha me anima a avanzar? La puerta se ha abierto sorprendiéndome en mis cavilaciones. He tenido que esquivar la hoja metálica que empujaba una señora de mediana edad.
-¿Va a subir?- me dice sujetando la puerta para que no se cierre. Me veo impelido a entrar en el camarín. Odio ponerme en evidencia.
Musito un "gracias" mientras doy un paso adelante y paso a sujetar la puerta yo mismo. La señora sale sin añadir palabra. Estoy tratando de decidir si, finalmente, entraré cuando noto que una mano surgida desde atrás sujeta la puerta con vigor.
-¿A qué piso va?- me dice sin más preámbulo un chico joven que, con su energía, casi me ha obligado a llegar al fondo de la caja.
-Al cuarto- murmuro apocado.
-Yo voy más arriba- afirma mientras pulsa el botón marcado con un cuatro.
Es como si hubiera accionado un resorte que noto en mi propio cuerpo como una suave descarga eléctrica. Ya no hay remedio. El ascensor llega al cuarto piso antes de lo que esperaba. El chico me abre la puerta con una muestra de fuerza innecesaria por excesiva. Parece expulsarme aunque su gesto desmienta toda grosería.
-¡Que pase un buen día!- oigo antes de que la puerta acabe de cerrarse.
¿Un buen día? ¡Hoy es, precisamente, “el día”! Mi vida comenzará hoy o perderá hoy todo su sentido. Dentro de un momento se desvelarán todas las incógnitas, cerraré un pasado de indecisiones, temores y esperanzas y se abrirá uno de color e intensidad ignorados. ¿Brillará el sol más luminoso de todos mis días o se cernirá la obscuridad más impenetrable y aciaga?
La respuesta está en el simple gesto que acabo de realizar: he pulsado el timbre de su piso. En unos segundos ella, quizás inocentemente, pronunciará el veredicto que marcará el curso de toda mi vida.

Pepe Lorenzo
Grupo B


La amistad

Entrada al hotel Excelsior de Benidorm, este pueblo que ha cambiado tanto en estos últimos años y que yo llamo New York , porque en España no hay ninguna ciudad que se parezca tanto a la Ciudad de los Rascacielos.
La subida al piso 22 por el exterior y con el suelo transparente, no es apta para vertiginosos. Disfruto tanto de las vistas que no salgo a mi llegada. Me quedo dispuesto a un viajecito mas.
Llegado a la planta baja, la puerta se abre y entra uno de mis antiguos amigos de la facultad. no estudiamos la misma carrera, pero éramos de "la pandilla".
Después de abrazarnos le observo con detenimiento y le digo: has menguado, te veo más bajito y además contrahecho; tampoco mueves el ojo derecho que permanece fijo al cambiar la mirada.
( Como veréis nuestro nivel de amistad es máximo, podemos decirnos cualquier cosa y jamás nos molestará ).
Subiendo en el ascensor ya no disfruto de las vistas, únicamente me dedico a escuchar las desgracias que mi amigo me va contando: que si ve doble; que si ha disminuido en 7 cms su estatura debido a que se le ha descalcificado y aplastado la columna vertebral; que si lleva un corsé ortopédico; que si tiene un tumor en la vejiga; que si su mujer ha tenido que pedir la excedencia para atenderle... así hasta llegar al piso 22.
Al salir nos despedimos con un nuevo abrazo y le susurro al oído: a pesar de todo y pase lo que pase querido amigo, yo siempre te seguiré queriendo.

José Luis Fonseca
Grupo A


El ascensor del hotel

El sábado, se jugaba en Madrid la final de fútbol de la Copa del Rey, a la que habían llegado los dos equipos mas regulares de esta competición un poco descafeinada.
Los finalistas, el Real Madrid y el C.F. Barcelona, el morbo estaba servido, y las aficiones desde el día anterior llenaban las calles de la ciudad y los hoteles.
En uno de los hoteles cercano a la puerta del sol, coincidían por la tarde forofos de los dos equipos, cada uno vestido con su camiseta reglamentaria.
Nos contó el conserje del hotel, un caso curioso que había contemplado por sus propios ojos. En un momento determinado, esperaban para subir al ascensor camino de sus habitaciones respectivas, un aficionado del R. Madrid y una aficionada del Barcelona; cuando quedó libre, los dos accedieron al ascensor y la puerta se cerro tras ellos,.
A los pocos segundos según iniciaba la subida, el ascensor se paró y quedaron bloqueadas las puertas durante aproximadamente media hora, lo que tardaron en abrirlas los operarios de mantenimiento del hotel.
Los dos aficionados, salieron del ascensor riéndose, agarrados de la mano y vistiendo la camiseta del Atlético de Madrid.

Luis Iglesias
Grupo B


Presencias Herméticas

Paula no apartaba los ojos de la pantallita del ascensor en angustiosa espera “¡Ding! Segundo Piso” anunció la voz enlatada. “¡Vamos, vamos sube! ¡Por favor, sube!” suplicó impaciente. Unos segundos que el elevador iniciara el ascenso y se le hacía una vida “¡Ding! Tercer Piso” de nuevo escuchó la voz pausada que no hacía otra cosa que acelerar su terror. Su mano hacía presión con un clínex en un corte en la frente del que escapaba fugitiva la sustancia roja de la vida. Pulsó la alarma para salir de aquella trampa amañada del destino, al tiempo que sus ojos se clavaban en la puerta, pero ésta se mantuvo inmóvil. Volvió a pulsar una y otra vez hasta el agotamiento con el mismo resultado. Algo la había golpeado con fuerza brutal, y lo extraño del ataque, era que solo estaba ella en el ascensor. Gritó hasta la extenuación pidiendo auxilio, pero nadie vino en su ayuda. 
Una hora antes había dejado a sus amigos tras haberla felicitado por su férreo control sobre el móvil. De todos era sabida la perniciosa adicción que, de continuar, arruinaría su vida. Lo suyo con el celular era enfermizo, le afeaban. Lo que no sabían, era que de un tiempo acá, algo había ocurrido que le impedía utilizarlo. Sucedió que desde meses atrás, estaba recibiendo guasap de alguien que mantenía oculta su identidad. Sin embargo, el problema no eran los mensajes en sí, lo alarmante era que el desconocido lo sabía todo sobre ella, incluso de las conversaciones que mantenía con sus contactos. Al momento pensó en un jáquer, pero con el tiempo habría de ver que éstos contenían una solapada intención. Se dio cuenta del peligro, cuando el autor le confesaba la pasión que había despertado en él. Entonces su preocupación empezó a tomar cuerpo, pero también había mucho pirao por el mundo alimentando las redes con bulos y bromas pesadas. No obstante, el que recibiera tan solo hacía unas horas, la llenó de inquietud. El desconocido. se había enamorado de ella y esperaba ser correspondido. No admitía un no por respuesta, de no ser así, su vida estaba amenazada. Con este vil chantaje aquella misma tarde acudió a la policía, pero cuando intentó mostrarle los msm habían desaparecido.

* * *

A la llamada de socorro de la joven, los vecinos intentaron abrir las puertas del ascensor y viendo que era inútil, llamaron a mantenimiento. Cuando éstos accedieron a la cabina, quedaron atónitos. Paula yacía en el suelo en un charco de sangre producto de un corte en la frente y con el móvil incrustado en su boca. Había muerto por asfixia.
¿Quien había sido el causante de tan horrendo crimen, si las cámaras de vigilancia fueron fiscalizadas y examinadas con precisión exhaustiva?
La policía advertía en la prensa de otros casos similares, en los cuales todas las investigaciones conducían al móvil.

Pepita Sánchez
Grupo B


Traición

Como cada mañana, llego con el tiempo justo al trabajo. Entro en el ascensor atropelladamente justo antes que se cierren las puertas. Dentro hay otras dos personas que conozco de vista. Cuando el ascensor se pone en marcha los tres reparamos que al fondo hay un hombre vestido de saltimbanqui con un diccionario en las manos. Nos miramos desconcertados. El hombre, que ha permanecido inmóvil hasta entonces abre el libro al azar, lo mira y levantando la cabeza solemnemente dice ¡HIPÓCRITA! y lo cierra. Vuelve a abrirlo y dice ¡PELIGRO! cerrándolo de nuevo. Mis dos compañeros y yo volvemos a mirarnos e incluso uno de ellos mira hacia arriba como buscando una cámara oculta. El saltimbanqui sigue a lo suyo, ¡CUCARACHA! acaba de decir. Veo que el ascensor llega a mi planta. No sé si siento alivio por salir de allí o decepción. Y mientras abandonó el cubículo oigo a mis espaldas ¡Traición

Beatriz Gorjón
Grupo A


Viajes de ida y vuelta

A ser sincero, debo reconocer que he envejecido. ¿Cuántos kilómetros habré recorrido en estos cuarenta y tres años? No he dejado de viajar durante toda mi vida, solo o acompañado; casi siempre sin maletas. Me han cuidado con mimo y familiaridad y he sido agradecido; pero el dolor del chirrido seco de esta misma mañana me ha recordado que se acerca el final.

He transportado personas, muebles, enseres, más personas, cajas, bicicletas, animales y un viejo piano vertical de estilo francés que le tocó en herencia al pintor del ático. He elevado sueños, esperanzas, sonrisas, paraguas mojados de vuelta a casa, cuatro tunos de rondalla, más de un suspenso anotado en rojo en los antiguos cuadernos de calificaciones escolares y muchas flores que me dejaban un increíble olor de felicidad. Tengo la piel tatuada con nombres, con fechas, con desconchones, con garabatos y tachaduras. Cicatrices del tiempo.

Como en un confesionario, fui depositario de secretos adolescentes relatados a media voz, de suspiros y sollozos, frío ante la indiferencia, crítico de miradas lascivas al vértigo de un escote, confidente de besos hambrientos y testigo de alguna infidelidad. Custodio cada palabra con orgullo en mi intimidad.

Hoy he subido a los hijos de los hijos que bajé por vez primera en un edificio aún por estrenar y me he visto viejo, con la botonera desgastada y el motor cansado

A ser sincero, debo reconocer que he envejecido y que en mi larga vida como ascensor sólo me ha faltado una cosa: nada me hubiera gustado más que tener un espejo.

Romy Martínez
Grup A


El ascensor

Espero junto a mi amigo Alberto para coger el ascensor. Se abre la puerta para entrar. Dentro pulsamos al botón de la primera planta y recordamos las tensiones por la que estuvimos bastante tiempo distanciados y sin hablarnos hasta que un día nuestra amiga en común que se dedica a las letras como nosotros hizo de intermediara para que volviéramos a ser amigos de nuevo. Dentro del ascensor recibo una llamada de teléfono de Sonia que llamaba para saber cómo estamos.
-Aquí estoy, en la biblioteca, con Alberto. Veníamos a dejar un diccionario. ¿Quieres que te lo pase para que puedas saludarlo?
-Claro. Me encantaría poder saludarlo.
-Espera que te paso a Alberto.
-Hola, Alberto, llamaba para saber cómo estáis.
-Hola, Sonia, acabo de quedar esta mañana con David para dejar un diccionario en la biblioteca.
Desde que mediaste para que lo arregláramos nos hemos vuelto inseparables.
-Me alegro por vosotros. Ya sabéis que aquí tenéis una amiga
-Lo sabemos. David te manda un saludo. 

David Álvarez
Grupo B


Viaje en ascensor

El alma tomó un ascensor que subía y le ordenó:
- Llévame al último piso, el décimo; pero tienes que parar en todos y cada uno de ellos hasta llegar al final del trayecto.
Y así comenzó a elevarse y, cuando llegó al primero, paró. El alma leyó los preceptos que estaban marcados, se examinó escrupulosamente y se exoneró de todas las cargas que portaba por el incumplimiento de las reglas fijadas. Así lo hizo también en el piso segundo que aunque con otros preceptos, también eran de obligado cumplimiento. Continuó ascendiendo y en cada parada se iba despojando de todos los excrementos que contravenían las normas exigidas. Llegó al décimo, hizo examen de conciencia, se despojó de las impurezas que portaba y bajó del ascensor. Ya libre de cargas, el alma, continuó elevándose hasta perderse en el azul.
Luego el ascensor descendió hasta los sótanos, abrió las puertas, descargó todas las inmundicias que llevaba y las depositó en la tierra.

Ramón Sánchez Rodríguez 
Grupo B


El ascensor de la Pedrera

Barcelona, diciembre de 1912.
Gaudí ha terminado por fin la casa Milá, que nosotros conocemos como La Pedrera.
Se dispone a entrar con el Sr. Milá en el ascensor.
Para ponernos en situación, hay que decir que en aquella época los ascensores eran prácticamente inexistentes y carísimos y Gaudí tenía que convencer a su cliente de la necesidad y las bondades de semejante artilugio.
Esto es lo que hablan en ese primer viaje.
Gaudí. Observe la comodidad con la que puede evitar subir escaleras.
Sr. Milá. No estoy muy convencido, me falta el aire.
Gaudí. ¡Qué exagerado! Por este ascensor podemos pasear los dos y no nos chocamos. Además, en estos cómodos bancos, puede usted leer, charlar, fumar no, por si el humo……… bueno, no vayamos a tener un incendio.
Sr. Milá. Ya sabe que yo confío en usted, pero……. ¿esto no se desprenderá, no? No hay ninguno más en Barcelona y me ha dado por pensar que alguno dio mal resultado y por eso lo quitaron.
Gaudí. Esto está asegurado al 100%. Mis operarios y yo hemos revisado cada detalle hasta la obsesión.
El ascensorista es de toda confianza y está preparado para cualquier eventualidad.
Aproveche esta maravilla. Seguro que en el siglo XXI tienen que ir de pie en el ascensor y las puertas se abrirán y cerrarán tan rápido, que a más de uno si se descuida, le pillarán la nariz. Para entonces no tendrán ascensoristas. Ya ve que el ser humano confía cada vez más en las máquinas.
Sr. Milá. Desde luego, usted tiene respuesta para todo. Me ha convencido.

Teresa Sanz
Grupo B