Comenzamos la sesión hablando de bestiarios pues el libro que nos invita a conocer la singular fauna que puebla los teatros se titula así, Bestiario de teatro. Su autor, Pepe Viyuela nos adentra en esa extraña república a través de la metáfora y el símil, en unos textos imaginativos, sutiles, profundos, llenos de matices. Son greguerías extendidas, brochazos poéticos, definiciones cargadas de lirismo que consiguen iluminar los textos.
¿Pueden parecerse los focos que cuelgan de las patas que hay sobre el escenario a murciélagos? ¿Son los aplausos del público palomas mensajeras? En la mayoría de los textos hay un animal o una bestia que ayudan al cómico y escritor a dibujar con detalladas descripciones muchos de los elementos, conceptos o protagonistas del ámbito del teatro. Un libro sugerente que dice mucho del profundo conocimiento que Viyuela tiene del arte de las tablas.
Julio Cortázar, Borges, Juan Perucho, Pablo Neruda, Ferrer Lerín, Tolkien, Lovecraft, Javier Tomeo, Dulce María Loynaz... es larga la lista de quienes escribieron su bestiario. En este artículo puedes conocer más de cerca alguno de los textos de Bestiarium, libro escrito por la escritora cubana durante su etapa escolar.
ORATOR OCCULTI
Apuntador
El apuntador es un quelonio de tamaño más que natural que habita en los proscenios y de cuya boca emanan textos inconexos que buscan iluminar la memoria perdida de los náufragos, de las almas en pena que pierden el norte en mitad de una escena.
En su voz habita la luz y tiene lengua de candil, de la que brota una llama que calienta pero no quema, que acaricia el oído y devuelve a la vida a todos aquellos que cayeron en el abismo.
El apuntador vive escondido, oculto a la vista, es un francotirador inverso que salva la vida de aquel a quien dispara, apuntando directamente a la diana del olvido. Habita orillas y espacios de sombra en los que se agazapa, dispuesto siempre a lanzar la red salvadora que arrebate a los desmemoriados de las garras del público. Los susurros que emite son chalecos salvavidas que permiten llegar a tierra al nadador exhausto y sin fuerzas.
Se alimenta de palabras, las consume a toneladas con la única intención de vomitarlas, llegado el caso, en el oído del actor trémulo que las perdió. Es un nexo entre la vida y la muerte, el bálsamo que resucita las almas muertas de los personajes que han quedado varados, la piedra filosofal que convierte la sombra en luz y que devuelve el color a las mejillas pálidas de quienes sufren la enfermedad del olvido.
El apuntador se encuentra prácticamente en extinción. Algunas de sus conchas aún pueden encontrarse en estado fósil en los trasteros y fosos de los teatros más antiguos.
APPLAUSUS ADULATIO
Aplauso
El Applausus es una paloma mensajera de carácter invisible que anida en palomares de cinco dedos, desde alli levanta el vuelo y surca la distancia que separa continentes. Aunque no puede ser vista, si se puede oír y presentir su vuelo.
Se alimenta de emoción y se distingue del resto de aves por la fuerza de su aleteo, que puede llegar a provocar tempestades de alegría o frustraciones sin cuento.
Cuando la bandada se alza en tropel y al unísono desde el silencio, el aire se llena de misivas redactadas con la sangre de decenas, cientos o miles de corazones; de estallidos que parecen de fusil, pero que en realidad son los latidos que provoca el batir de sus dos alas; de estampidos que rompen la velocidad de la exaltación y de salvas que coronan a los reyes de la noche.
En cambio, cuando no alza el vuelo y queda oculta y agazapada entre los dedos, ocupan el cielo bandadas de buitres negros que acaban devorando los cadáveres que provoca su ausencia.
A veces no sabe si volar o no, se produce entonces un tableteo como de ametralladora descompuesta que provoca un gran desasosiego y acribilla a los cómicos llenándoles el alma de agujeros.
El Applausus es un ser vivo necesario, un ave capaz de hacer remontar la pesadumbre, hecha de un metal ligero y transparente más preciado que el oro, que no puede adquirirse en ningún bazar porque su vuelo no tiene precio. Es un maná que llueve cuando el cielo, en lugar de nubes, se llena de admiración.
Una vez que la bandada acaba el vuelo, cada ejemplar vuelve a casa y allí se instala de nuevo, dispuesta a esperar la próxima función.
Propuesta de escritura
1. Propusimos escribir un breve texto sobre el teatro a partir de unos pies dados: "El teatro es...", "En el teatro yo...", "El teatro se parece a...", Un día fui al teatro y..." y "Al salir del teatro...". La tarea fue rápida pues se trataba de improvisar, de dejarse llevar por intuiciones sin pensar demasiado.
2. Para la tarea de casa entregamos un papel pero no para memorizar la alocución de un personaje que sería el significado de "papel" en dicho ámbito. Se trataba de un trozo de papel con un término vinculado al teatro tomado de un glosario de términos teatrales. Cada cual desveló su palabra y entre todos tratamos de pensar en un posible animal que pudiera identificarse con dicha palabra. ¿Qué extraños animales podrían ser las candilejas? ¿Sería un vodevil un acto de cortejo animal como la berrea? ¿Es el bulubú un ave migratoria solitario?
Dejamos a renglón seguido algunos términos tomados de Littera para que podáis hacer la tarea quienes no pudisteis ir a la sesión:
1. Claque.- Persona que en el teatro tenía como profesión aplaudir.2. Diabla.- Batería de luces que cuelga del peine entre bambalinas.
3. Melopea.- Canto monótono.
4. Mojiganga.- Pequeña obra dramática con finalidad cómica, con personajes ridículos y extravagantes.
5. Ambigú.- Establecimiento para adquirir bebidas o comida situado en los pasillos de un cine o un teatro.
6. Bambalina.- Cada una de las franjas de tela que cuelgan del telar de un teatro, de un lado a otro del escenario, y figuran la parte superior de lo que la decoración representa.
7. Amebeo.- Recitado en el que toman parte dos o más personas alternativamente. Es frecuente en las églogas.
8. Corbata.- Espacio fuera del marco de la escena que ocupa el proscenio adelantado, muy utilizado cuando el actor se dirige al público.
9. Trampa.- Orificio en el piso del escenario por el cual puede entrar o salir un actor.
Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:
Proscenio
En el bosque
helado
No halle que
Comer,
busqué el
ganado
y a veces
comí
ganado
y pastor.
Rubén Darío
En el proscenio se erige el lobo astuto, que avanza majestuoso. Con su aullido desafiante convoca a la audiencia, mientras las sombras habitan el escenario. Es el guardián de las historias que se van a suceder, el que acecha al abrir el telón. Su mirada intensa revela secretos, mientras su presencia evoca misterio y temor. Se convierte en el maestro de ceremonias del escenario donde hace alarde de su fuerza y astucia. Atrapa a los personajes en bucles de tragedia. Le desconcierta la improvisación. Todos los actores actúan airosos en su presencia, cada paso que dan es un giro reflejo de la vida misma. El lobo es el guía de la noche ,nos enseña que en cada acto hay un mundo por descubrir y que los caminos inciertos los valientes han de explorar.
M. Pilar Sánchez
Grupo B
Medusa
En cierta ocasión fui a ver una obra de teatro y resultó que había únicamente dos intérpretes, un actor y una actriz. Lo recuerdo perfectamente porque en el patio de butacas sólo había un espectador, o sea, yo.
La cosa iba de una pareja que reñía y se echaba en cara un montón de reproches, y tal. Claro, si se llevaran bien y estuvieran felices comiendo perdices y viendo la televisión, no habría obra, porque qué iban a decir, si estarían con sus palomitas, mirando el reflejo de sus ojos en la caja tonta.
Total, que se quejaban amargamente el uno del otro. La tele podría haber sido el sainete que se desarrollaba entre el escenario y el patio de butacas, y para mí una ansiada, en aquella tesitura, línea de fuga (a la sazón analógica “seiscientas veinticinco líneas”). La tele -uno de mis temas estrella- es un bestiario completo, una auténtica parada de monstruos, una antología del frikismo. La Bestia por antonomasia. Entre ver la tele eternamente o quemarme en las llamas del Infierno, yo elijo el mal menor, prefiero, de largo, a Mefistófeles con todos sus demonios antes que el sainete de Jorge Luis Vázquez, Belén Esteban, Lydia Lozano, María Patiño y Kiko Matamoros (“Sálvame”, Wikipedia). ¿Y quién no?
Pero volvamos a La Malquerida, donde estaba un servidor siendo protagonista de aquella Comedia del Arte, a solas los tres, el marido, la mujer y yo, ellos haciendo su trabajo como si tal cosa, yo, solo y avergonzado, diciendo “¡tierra, trágame!”. Qué hubiera dado por compartir con ellos las palomitas y unas cervezas, viendo la tele, ese parásito con antenas que te sorbe los sesos, el tiempo y la vida.
En algún momento terminó la obra de teatro -la del escenario- pero yo seguía paralizado, inmóvil, porque sentía que era también protagonista, pero sin palabras; ¿cómo decirlo?, me sentía un espectador congelado ante el mutis imposible de la cuarta pared.
Entonces los actores levantaron los brazos, mirándome, y simularon que aplaudían. Después de unos segundos eternos, como un mono que repite el gesto del domador, aplaudí.
Salí a la calle y el teatro del mundo continuaba. Llegué a casa, abrí una botella de pitarra, me la eché al morro, y encendí la tele. Allí estaba el sainete, pero yo sólo podía ver -en mi “delirium tremens”- la cabeza de Medusa.
Ignacio Aparicio
Grupo A
Claque
Para mí, el pingüino, es la representación de animal simpático, por su manera de moverse, con caídas incluidas, con sus aleteos, que parece que está continuamente aplaudiendo y dando ánimos contagiosos al público y a los actores, por su manera de moverse para ir a buscar comida y proteger a sus crías cuando tienen hambre y hace frío. Por eso y por muchas cosas más, aplaudo al pingüino.
Luis Iglesias
Grupo B
Decoratio super caput actorum
1. f. Teatro. Cada una de las tiras colgadas del telar a lo ancho del escenario, que ocultan la parte superior de este y establecen la altura de la escena. Entre bambalinas. 1. loc. adv. entre bastidores. U. t. c. loc. adj.
Junto con los telones de fondo y los bastidores delimitan el universo en el que se desarrolla la función y flotan, como nubes pomposas, sobre el escenario.
Son perros pastores que no permiten que el tropel de acontecimientos que el argumento va desgranando se salga de madre, manteniéndolo a raya, sin dejarle abandonar el prado donde pasta.
Pueden adoptar cualquier color: aquí habría que admitir a los perros verdes.
Si desaparecieran, el universo que el autor quiso tramar también se desvanecería y la visión de la maquinaría, la diabla de luces, desvelaría a los espectadores que lo narrado era un cuento. Provocaría que dejaran de emocionarse, pues todo era mentira, cosa que ellos ya sabían, pero que se ocultaban a sí mismos durante el rato que duraba la función.
También puede uno imaginarlas como una bandada de estorninos sobre las torres, pero cubriendo en este caso, no las torres sino, el de otro modo destechado espacio escénico.
Si te sitúas entre ellas – entre bambalinas - se comportan como un gran cardumen de pececillos que ocultan los manejos confesables y también los inconfesables.
Porque si estás entre bambalinas, entre bastidores, puedes hacer lo que quieras sin ser visto.
Carlos Coca
Grupo A
Melopea
Bubobubobubo melopensis
El bubobubobubo melopensis es un estrígido de plumaje largo y oscuro, tiene negras ojeras alrededor de sus ojos de no dormir y de estar siempre alerta, y pobladas cejas a modo de pequeños cuernos diabólicos. Su vuelo es silencioso, de tal forma que su presa no lo oye cuando llega. Y es diestro en atrapar a sus víctimas con sus garras de amargura. Sale sobre todo de noche y entona melodías repetitivas, "bu bu bu bu bu bu", como un coro de ancianas enlutadas, suplicantes que se lamentan, no paran de llorar y recitar letanías tristes "bu bu bu bu bu" al ritmo del aulós, y recuerdan a hijos que perdieron su juventud en la guerra, a hijas que parieron monstruos "bubububububu", a tiranos que acechan en la oscuridad e impiden el sueño y la vida. Buuuuuuu.... El bubobubobubo podría adormecerte con la monotonía de su canto, pero produce justo el efecto contrario. Es un canto inquietante y grave que anuncia malos presagios y causa una desazón profunda al ritmo de los latidos de tu corazón, bu-bú bu-bú bu-bú bu-bú. Como se puede imaginar, es un ave que se asocia a la tragedia. La diosa Melpómene lo protege. Su canto es la voz del oráculo del que no se puede escapar.
Si, en la noche, oyes el lamento de una melopea, probablemente sentirás cómo se contrae tu corazón y sentirás un gran pesar. Te darán ganas de decir: “¡Basta ya! Siempre la misma melancólica cantinela". Pero no podrás, porque el canto te hipnotizará, te embriagará. Antígona escuchó el cantar de la melopea, al corifeo amenazador, y no pudo evitar su trágico fin. Has de taparte los oídos, como cuando oyes el canto de las sirenas.
Marisa Sánchez García
Grupo C
Vodevil
Se va a abrir el telón y un pajarito se afana por limpiar el escenario, todo lo de color brillante fuera. No quiere distracciones.
Ha ensayado la danza una y mil veces, sabe todos los pasos, su juego de patas es fantástico.
Una hembra se posa suavemente en una rama. Es su momento. Empieza el baile. Busca la mejor luz y abre sus alas: Movimiento sexi de plumas con paso lateral, brinquito con movimiento de cabeza, vueltas a toda velocidad sobre una pata.
No quiere ni mirar, está nervioso, pero intuye que tiene la atención de su estimado público.
Va llegando el final del espectáculo y ha reservado un truco magistral impresionante. Se coloca en el centro la pista y con un solo movimiento abre su cola de colores mientras canta una canción irresistible.
La hembra enloquece con tanto despliegue de talento; el cortejo ha sido un éxito y antes de que se cierre el telón han entrelazado sus plumas y se marchan los dos enamorados.
Aurora Zarco
Grupo B