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Victorino García Calderón
Nacido en Retortillo, provincia de Salamanca, en 1953.
Es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, intenta enseñar a mirar a los estudiantes que así lo deseen, en el I.E.S. Vaguada de la Palma desde hace 19 años. Anteriormente lo hizo en diversos institutos de Alba de Tormes, Toro y Coslada (Madrid). En los ratos libres se dedica a la fotografía, su gran pasión que le ha llevado a realizar, aproximadamente, unas 60 exposiciones, tanto individuales como colectivas, por toda la geografía española, Portugal y América. De entre todas ellas caben destacar: La Raya Rota, una reflexión sobre el abandono de las estaciones de la línea del ferrocarril que va desde La Fuente de San Esteban (Salamanca) a Pocinho (Portugal) y desde aquí a Miranda do Douro; Cárcel, una mirada a la transición del edificio carcelario salmantino antes de ser Centro de Arte (Da2); Con Cien Ojos, una búsqueda de la pérdida de identidad de los pueblos cercanos a la ciudad de Salamanca; El Silencio del Gigante, un acta notarial sobre la demolición de una de las edificaciones más emblemáticas del siglo XX en Salamanca: el depósito de aguas de la calle Campoamor; Sombras de la Memoria, un recorrido por la memoria colectiva del pueblo salmantino, una constatación del abandono que sufren los pueblos de esta provincia en los que quedan casi exclusivamente ancianos. Las cinco exposiciones han ido acompañadas de una publicación.También ha recibido una veintena de premios, entre los que cabe destacar el otorgado al mejor retrato por el El País Semanal.
Tarea propuesta
Escribe un breve relato, una reflexión o un poema sobre la fotografía de Victorino García Calderón que te haya tocado en suerte.
Mírala con detenimiento, piensa en ella, ¿qué muestra? ¿qué esconde?
Anota la referencia que aparece en la parte posterior de la imagen.
Aquí están algunos de los trabajos del taller:
Naturaleza “asesinada”
Llora…
Deja caer las lágrimas, que humedezcan el duro asfalto...
Ahora ya no hay remedio.
Vicente M. Martín
Llora…
Deja caer las lágrimas, que humedezcan el duro asfalto...
Ahora ya no hay remedio.
Vicente M. Martín
Amor matinal en la Plaza Mayor
Abrázame mujer, abrázame
Sigue besándome sin temor
Aparte de la lluvia solo existe
Amor matinal en la Plaza Mayor
En un día tan gris y oscuro
No me siento ningún rencor
Debajo tu paraguas tan blanco
Amor matinal en la Plaza Mayor
Con tu brazo tu me encubres
Yo me entrega a tu calor
Con tu cuerpo tu te me rindes
Amor matinal en la Plaza Mayor
Bendito soy yo de perderme
En tu piel, tu pelo, tu olor
Con esos yo sueño desayunarme
Amor matinal en la Plaza Mayor
En este silencio tan ruidoso
Solo quiero sentir el sabor
En mis labios tus labios carnosos
Amor eternal en la Plaza Mayor
Alex Rae
Tronco varado
Vomitona marina y
Frío infinito
Elena Vicente
Sigue besándome sin temor
Aparte de la lluvia solo existe
Amor matinal en la Plaza Mayor
En un día tan gris y oscuro
No me siento ningún rencor
Debajo tu paraguas tan blanco
Amor matinal en la Plaza Mayor
Con tu brazo tu me encubres
Yo me entrega a tu calor
Con tu cuerpo tu te me rindes
Amor matinal en la Plaza Mayor
Bendito soy yo de perderme
En tu piel, tu pelo, tu olor
Con esos yo sueño desayunarme
Amor matinal en la Plaza Mayor
En este silencio tan ruidoso
Solo quiero sentir el sabor
En mis labios tus labios carnosos
Amor eternal en la Plaza Mayor
Alex Rae
Tronco varado
Vomitona marina y
Frío infinito
Elena Vicente
Lava que lava
Pinta ropa con jabón
Frota sus penas
Elena Vicente
Pinta ropa con jabón
Frota sus penas
Elena Vicente
Sueños de mar
De pliegues,
de agua,
de luz
se llena la inmensidad del recuerdo.
Perfil de libertad en el aire
salpica la lejanía del cielo.
Arenas de luz y sombra
Caminan con la piel abrazada a un objeto.
Viva quietud,
en la expresión sensible del espacio,
duerme los sonidos de un silencio
para soñar palabras en la plenitud de una imagen.
Sofía Montero García
Sin título
"Los dos amores de su vida
Retratados.
Con cariño mira uno
Que se cierra el corazón, como quien guarda algún secreto
Nos receta el segundo
De alma destripada"
Miguel Ángel García González
Una dimensión más
Al mirar fijo unos segundos a la foto, sobre todo, al agujero que queda en el centro en el superficie, surgió una pregunta en mi mente: ¨¿Qué pasó?
Si no tuviera este defecto, sería un ladrillo normal, tan normal que ni siquiera la prestaríamos la atención.
Pero, el agujero cambió la situación y nos transmite un mensaje.
Sucedió algo, y el agujero es la evidencia que quedó.
Así que, ya deja de ser un ladrillo cualquiera, y se convierte en un objeto misterioso que tiene una historia oculta.
El agujero atrae la mirada, y te conduce a imaginar y sospechar algo más…..
Es un algo más profundo, que presenta la tercera dimensión de esta simple superficie de dos dimensiones.
El defecto es un agujero que te enseña una dimensión más…
Ling Ling Yang
¿A qué te recuerda la mar?
Rodeado de retratos anónimos,
compartimos una misma lanza,
el viaje a un país remoto
comienza a pedalear.
Fotografía predican los sabios,
realidad suspiramos los locos.
El espacio es minúsculo,
en blanco y negro apolillado;
no hay opción a rebobinar.
Descubro los párpados cosidos
y recojo entonces el pestañear de las olas,
con cada uno de sus granos afilados,
la salitre con sus espuelas,
las caracolas con trazos de alquitrán.
Mis pies arañan el barro pedregoso,
se agarran insistentemente como latas desvencijadas,
mientras un velero pirata cruza la dulce mar,
mientras un niño con parche
construye un castillo únicamente de sal,
mientras un gigante asfixia los brotes verdes.
Sólo un mástil varado
aflora entre las ruinas.
Herrumbroso, solitario, retorcido,
y a punto de ser devorado
por el mito del eterno retorno.
Más no quiero olvidar:
ciego, de alcohol y de melancolía,
pinto un nombre sobre el latón,
un valle que nunca más quisiera acariciar,
antes que las aguas engullan de nuevo
un mar salado que no existe,
una fotografía que ya no está.
Sólo nos queda la memoria
de aquel instante.
Antonio Ledesma
Espíritu
Una familia humilde se encontraba muy preocupada por que uno de los más longevos troncos de su dote se encontraba decolorado y reseco. Este tronco era el enlace de todas las generaciones de dicha familia.
Acordaron llamar al escultor para intentar sanarlo. Después de dar vueltas y más vueltas a su alrededor durante muchos días, el escultor decidió que para salvarlo debía de sacrificarlo partiéndolo.
Nada más talarlo, de la parte aún viva enraizada a la tierra, con su magia de escultor, comenzó a extraer espinas, agujas, más espinas, más agujas, astillas que crecían desaforadamente y así había conseguido que medio tronco sobreviviera.
Una vez expulsado todo el sufrimiento acumulado, el tronco retomó brío y esculpió catedrales góticas con velas, árboles, casitas con chimenea, insectos con antenas y patas, santuarios en montañas y barro y rosas y observaron la magnitud de lo pequeño y como aquello, las grandes espinas, se perdían escondidas entre lo más pequeño.
Antonia Oliva
"Los dos amores de su vida
Retratados.
Con cariño mira uno
Que se cierra el corazón, como quien guarda algún secreto
Nos receta el segundo
De alma destripada"
Miguel Ángel García González
Una dimensión más
Al mirar fijo unos segundos a la foto, sobre todo, al agujero que queda en el centro en el superficie, surgió una pregunta en mi mente: ¨¿Qué pasó?
Si no tuviera este defecto, sería un ladrillo normal, tan normal que ni siquiera la prestaríamos la atención.
Pero, el agujero cambió la situación y nos transmite un mensaje.
Sucedió algo, y el agujero es la evidencia que quedó.
Así que, ya deja de ser un ladrillo cualquiera, y se convierte en un objeto misterioso que tiene una historia oculta.
El agujero atrae la mirada, y te conduce a imaginar y sospechar algo más…..
Es un algo más profundo, que presenta la tercera dimensión de esta simple superficie de dos dimensiones.
El defecto es un agujero que te enseña una dimensión más…
Ling Ling Yang
¿A qué te recuerda la mar?
Rodeado de retratos anónimos,
compartimos una misma lanza,
el viaje a un país remoto
comienza a pedalear.
Fotografía predican los sabios,
realidad suspiramos los locos.
El espacio es minúsculo,
en blanco y negro apolillado;
no hay opción a rebobinar.
Descubro los párpados cosidos
y recojo entonces el pestañear de las olas,
con cada uno de sus granos afilados,
la salitre con sus espuelas,
las caracolas con trazos de alquitrán.
Mis pies arañan el barro pedregoso,
se agarran insistentemente como latas desvencijadas,
mientras un velero pirata cruza la dulce mar,
mientras un niño con parche
construye un castillo únicamente de sal,
mientras un gigante asfixia los brotes verdes.
Sólo un mástil varado
aflora entre las ruinas.
Herrumbroso, solitario, retorcido,
y a punto de ser devorado
por el mito del eterno retorno.
Más no quiero olvidar:
ciego, de alcohol y de melancolía,
pinto un nombre sobre el latón,
un valle que nunca más quisiera acariciar,
antes que las aguas engullan de nuevo
un mar salado que no existe,
una fotografía que ya no está.
Sólo nos queda la memoria
de aquel instante.
Antonio Ledesma
Espíritu
Una familia humilde se encontraba muy preocupada por que uno de los más longevos troncos de su dote se encontraba decolorado y reseco. Este tronco era el enlace de todas las generaciones de dicha familia.
Acordaron llamar al escultor para intentar sanarlo. Después de dar vueltas y más vueltas a su alrededor durante muchos días, el escultor decidió que para salvarlo debía de sacrificarlo partiéndolo.
Nada más talarlo, de la parte aún viva enraizada a la tierra, con su magia de escultor, comenzó a extraer espinas, agujas, más espinas, más agujas, astillas que crecían desaforadamente y así había conseguido que medio tronco sobreviviera.
Una vez expulsado todo el sufrimiento acumulado, el tronco retomó brío y esculpió catedrales góticas con velas, árboles, casitas con chimenea, insectos con antenas y patas, santuarios en montañas y barro y rosas y observaron la magnitud de lo pequeño y como aquello, las grandes espinas, se perdían escondidas entre lo más pequeño.
Antonia Oliva
Ventana a una obsesión
La casa siempre fue demasiado alta, y por ende, su ventana siempre estuvo más elevada de lo normal. Poseía además la particularidad de presentar una celosía en forma de hexágonos, muy similar a un panal. Él tenía una casa enfrente de dos plantas.
Por aquel entonces acababa de divorciarse. Fue un proceso largo y tortuoso, en el que compitieron encarnizadamente por ser más incivilizado que el otro. Con estas decidió ir allí una temporada. Pidió una excedencia y marchó al pueblo. Dedicaba los días a pasear, fotografiar flores y pájaros y nimiedades diversas. Por la noche trataba de dar salida a una vocación frustrada de poeta, para la que nunca tuvo realmente talento.
Sería ya la una de la madrugada cuando la vio la primera vez: una sombra tras el cristal ocre de aquella ventana. Se fue a la cama, pensando que demasiado aguardiente le hacía ver ya alucinaciones; nunca se supo que fuera nadie a aquella casa. La noche siguiente, más o menos a la misma hora, le sobresaltó un resplandor en la ventana. Ese día estaba sobrio, y trató de averiguar qué pasaba allí, sin éxito. Al día siguiente indagó en el bar del pueblo, más que supieran los parroquianos, la casa seguía vacía. La misma escena se repitió esa madrugada. Al despertar, tarde, a la mañana siguiente, tomó un café y fue a llamar a la puerta. Nadie contestó y sólo consiguió que uno le tildase de loco por aporrear tanto la puerta de un caserón que todos sabían vacío.
Esa noche montó guardia. Pudo distinguir una silueta femenina, adivinando exuberantes pechos y marcada cadera. Cada noche observó ensimismado la escena, tratando de componer versos a la erotizante silueta. Montó guardia, evitando el descaro, tratando de averiguar quién era su sensual vecina. Cada vez le absorbía más aquella silueta, la esperaba con más ansia. Llegó incluso a sorprenderse de la fuerte erección que sentía minutos antes de la hora prevista.
Una mañana tuvo una idea. Si sacaba una fotografía a la ventana a proximando el zoom quizá distinguiese de quién se trataba. Esa noche, cuando el reloj del salón dio la una, la cámara, bien afianzada sobre el trípode, disparó compulsivamente sobre aquella ventana. Seleccionó, desechó y ese día se acercó a la ciudad con el único fin de revelar la imagen más nítida. Inútil, no aparecía rostro alguno.
Aquella se convirtió en su obsesión. Pasaba cada vez más horas tratando de componer sonetos para su musa. Esperaba excitado y ansioso el momento de verla. Su sueño era cada vez más breve y agitado. En el pueblo ya captaba murmuraciones sobre su demacrado aspecto.
Debía llevar cerca de un mes así, cuando despertó sobresaltado. Aún sólo amanecía, y su cabeza sufría la tempestad propia de la borrachera de la noche que agonizaba. Se levantó al baño y no pudo evitar una mirada: ¡la ventana estaba abierta!. Despertó súbitamente y fijó sus ojos cargados de deseo en el alféizar, garabateando sin mirar versos sueltos, libres y obscenos. Y al fin la vio, con sus pechos turgentes, su cintura fina y sus glúteos rotundos. Llevó las manos a su pecho, trató inútilmente de coger aire y cayó fulminado. Sobre ese cuerpo perfecto, un monstruoso rostro de avispa le clavó la mirada. Lo encontraron azul y frío. Sobre el escritorio una foto de la ventana de enfrente surcada por una mancha de tinta.
Por aquel entonces acababa de divorciarse. Fue un proceso largo y tortuoso, en el que compitieron encarnizadamente por ser más incivilizado que el otro. Con estas decidió ir allí una temporada. Pidió una excedencia y marchó al pueblo. Dedicaba los días a pasear, fotografiar flores y pájaros y nimiedades diversas. Por la noche trataba de dar salida a una vocación frustrada de poeta, para la que nunca tuvo realmente talento.
Sería ya la una de la madrugada cuando la vio la primera vez: una sombra tras el cristal ocre de aquella ventana. Se fue a la cama, pensando que demasiado aguardiente le hacía ver ya alucinaciones; nunca se supo que fuera nadie a aquella casa. La noche siguiente, más o menos a la misma hora, le sobresaltó un resplandor en la ventana. Ese día estaba sobrio, y trató de averiguar qué pasaba allí, sin éxito. Al día siguiente indagó en el bar del pueblo, más que supieran los parroquianos, la casa seguía vacía. La misma escena se repitió esa madrugada. Al despertar, tarde, a la mañana siguiente, tomó un café y fue a llamar a la puerta. Nadie contestó y sólo consiguió que uno le tildase de loco por aporrear tanto la puerta de un caserón que todos sabían vacío.
Esa noche montó guardia. Pudo distinguir una silueta femenina, adivinando exuberantes pechos y marcada cadera. Cada noche observó ensimismado la escena, tratando de componer versos a la erotizante silueta. Montó guardia, evitando el descaro, tratando de averiguar quién era su sensual vecina. Cada vez le absorbía más aquella silueta, la esperaba con más ansia. Llegó incluso a sorprenderse de la fuerte erección que sentía minutos antes de la hora prevista.
Una mañana tuvo una idea. Si sacaba una fotografía a la ventana a proximando el zoom quizá distinguiese de quién se trataba. Esa noche, cuando el reloj del salón dio la una, la cámara, bien afianzada sobre el trípode, disparó compulsivamente sobre aquella ventana. Seleccionó, desechó y ese día se acercó a la ciudad con el único fin de revelar la imagen más nítida. Inútil, no aparecía rostro alguno.
Aquella se convirtió en su obsesión. Pasaba cada vez más horas tratando de componer sonetos para su musa. Esperaba excitado y ansioso el momento de verla. Su sueño era cada vez más breve y agitado. En el pueblo ya captaba murmuraciones sobre su demacrado aspecto.
Debía llevar cerca de un mes así, cuando despertó sobresaltado. Aún sólo amanecía, y su cabeza sufría la tempestad propia de la borrachera de la noche que agonizaba. Se levantó al baño y no pudo evitar una mirada: ¡la ventana estaba abierta!. Despertó súbitamente y fijó sus ojos cargados de deseo en el alféizar, garabateando sin mirar versos sueltos, libres y obscenos. Y al fin la vio, con sus pechos turgentes, su cintura fina y sus glúteos rotundos. Llevó las manos a su pecho, trató inútilmente de coger aire y cayó fulminado. Sobre ese cuerpo perfecto, un monstruoso rostro de avispa le clavó la mirada. Lo encontraron azul y frío. Sobre el escritorio una foto de la ventana de enfrente surcada por una mancha de tinta.
Miguel Ángel Pérez
Hacia la mar un día
ResponderEliminarme llevará tu aliento,
que por el mar la vida
lleva más viento.
MªLuisa Calvo Sánchez
ResponderEliminarSueño
Caminando te marchas con el viento,
una lagrima moja tu cara,
la vida en su sueño...
destruye la ilusión de encontrar tu sombra y pisarla,
rápido...como si tuvieras alas y volaras!
Alcanzar quisieras la realidad de tu alma!
Vuelve pronto! sueño,realidad,sinó caminando rápido,
no me dejarán mis lágrimas,encontrar tu mirada!
Vida,viento no destruyas la ilusión de encontrar su boca y besarla!
Me encantó el primer haiku de Elena Vicente. Aunque me tomo la libertad de decirle que, en mi humilde opinión, quedaría aún más redondo si quita la "y" y ahí pone un punto. Desde el más profundo respeto.
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