La literatura está llena de muerte, como la historia. Pero a pesar de esa presencia constante a un lado y otro de las páginas hay muchos que la rehuyen, que le cierran la puerta, que se citan con ella a escondidas mucho más tarde:
No me despiertes, muerte, tan temprano
deja que entre las sábanas me esconda,
mira que aún la luna está redonda
y el gallo no ha subido al altozano.
Aguarda a que las hojas del manzano
caigan al suelo y ya no quede fronda.
Llévate, muerte, a quien le corresponda,
a pasear contigo de la mano.
Así que arrópame de nuevo y vete
a cosechar el llanto en otra parte
y no dejes ni un rastro que me inquiete.
Recoge tu guadaña y tu estandarte,
tu agenda, tu cronómetro y tu ariete
que ya tendré ocasión de acompañarte.
(Tan temprano, Raúl Vacas, inédito)
La muerte tiene muchas caras pero la más terrible es, quizá, la que anda por las calles y las casas, entre nosotros. La muerte inesperada, la muerte que nos aleja de la vida, la muerte que nos recoge en el silencio y nos aleja de las palabras, la muerte que persigue una y otra vez a Oliverio en la película El lado oscuro del corazón (de Eliseo Subiela) y a la que el poeta planta cara e incluso trata de seducir para ganarle la partida.
Mortal y rosa es un libro que nace de la matriz oscura de la muerte. Francisco Umbral perdió a su hijo el 24 de julio de 1974. Ese día la muerte le convocó frente al papel para escribir uno de los libros más sobrecogedores e intensos de este siglo.
Dice Jorge Urrutia en el número 141 de la revista Mercurio: «El libro "transita por la ausencia de un niño" que no era el narrador, pero que en él hubiera querido descubrirse. Mejor: hubiera querido que el niño se encontrase en él para, siendo padre, cubrir la ausencia de padre que sufrió en los libros "autobiográficos". Mas cae sobre él la doble condena de no disfrutar de padre ni disfrutar de ser padre. El narrador resulta un ser doblemente solitario, abandonado en el mundo, vacío en el vacío. "Y nosotros aquí, ensordecidos de tragedia, heridos de blancura, mortalmente vivos, diciéndote". En esta frase de Mortal y rosa se encierra toda la tragedia. Frente al mundo, frente a la luz, los dos, padre y madre, cruelmente permanecen. Están marcados por la inocencia, por la fatal de culpa. No destinados a morir ya, sino dolorosamente vivos hasta la muerte, muertos por estar vivos..."»
"Y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuera recuerdo de la muerte", dice Francisco de Quevedo. La tarea de escritura que acompañó a esta sesión consistió en poner los ojos a una distancia corta de la muerte para así evocarla, conjurarla, recordarla, exorcizarla, espantarla, hacerle frente, verla esconderse más allá o más acá de nosotros.
¿En qué persona escribir a la muerte o sobre la muerte? ¿Le hablaremos de tú a tú, en un diálogo valiente? ¿O escarbaremos dentro de nosotros con ayuda del monólogo? ¿La muerte es prosa o es poesía? Tal vez sea ensayo. Umbral elige la fórmula del diario íntimo, aunque en su libro se mezclan muchos registros: ensayo, poesía, poema en prosa.
Estos son los trabajos sobre la muerte de los participantes en el taller:
La vida duerme
El viento perfora la muerte,
como el agua invisible
en el calor de la distancia.
Ríos de amor
despliegan la inmensidad de un adiós
en la piel desvanecida de un cuerpo
carcomido por las horas.
Sólo una luz,
con el sabor de los días,
despierta el pensamiento de vivir.
Sofía Montero García
Calavera
Fría calavera. Altanera, lisonjera,
vete con tus muertos
que yo no soy un cualquiera.
La muerte
Cuando me llegue la muerte quiero ser rosa
para que huela bien mi rostro
para que se vea bien mi torso
para que mis espinas no sean más que un corzo.
Quiero ser rosa y violeta.
Quiero que siendo poeta mi flor no huela a muerte.
Ésta esté lejana a mi flor,
aquella que me mantiene vivo.
Aquella que quiere que la vida no deje sus pétalos
sin que el polen llegue a otra flor.
La muerte, sí, la muerte...
que me llegue cuanto más fría y muerta.
Que me llegue obsoleta.
Porque la muerte no es más que la vida
hecha poema.
Un poema que encierra una rosa y una violeta
cual flores de vida, bellas y etéreas.
Como es la muerte.
Un poema en vida.
Manuel Javier Palancares
Casi dormida
pero siempre en alerta
está la muerte
Oscurecía
era el final de todo
llegó la parca
Vida pasión
amor y destrucción
será la muerte
Frío y lluvioso
amaneció el día
casi exhaló
Acabó siendo
pues nunca renunció
ella arribó.
Alfredo Domínguez
¡Muerte!
Defínete...
¿Cuál es tu olor, tu calor, tu sabor?
Eres como un perfume maldito
Nadie quiere llevarte encima.
Sin embargo,
estás ahí.
Inconfundible cuando te haces visible,
fría,
rompedora.
¡Cuántos proyecto increíbles nunca será posibles por tu mano!
Nunca tiemblas.
Implacable cuando llega la hora.
¡Muerte!
¿Por qué me quitas la vida?
Mis pasos te persiguen...
Cada día más cerca.
¡Y quiero huir!
Te odio, muerte.
Te has llevado a seres muy queridos.
A mí también me llevarás.
¡Maldita seas muerte! ¡Maldita y muy maldita!
No quiero alcanzarte nunca.
Vicente M. Martín
BREVE REFLEXIÓN
SOBRE LA MUERTE
La Muerte. Qué palabra más contundente para algo tan inútil,
tan intrascendente. Una certeza, eso sí. Llega, siempre llega. ¿Y luego qué?
Luego nada. No creo que me importe cuando llegue. Antes sí, seguro. Cómo morir
puede ser una auténtica putada, pero morir…Mi muerte será una putada para
algunos, le importará a otros.
Especialmente a mis padres, si aún viven, pues les haría una faena antinatural.
A unos cuantos seres queridos, pocos, porque al final, a los que de verdad
importas no son tantos (aunque nos queramos engañar pensando lo contrario). Al
final, lo que quiero es que llegue rápida, que hasta para eso soy impaciente y
ansioso. Y si viene así, me da igual hasta cuándo. Total, cuando quiera darme
cuenta ya será tarde.
INSTRUCCIONES
FINALES
Sé que vendrás Guadaña. Sé que no olvidas, que no perdonas.
Sé que implacable recordarás mi turno. Sé que no puedo hacer nada por pararte;
lo más tentarte a llegar antes. Sólo te pido, Guadaña, que cercenes rápido, que
seas misericordemente inmisericorde. Que vengas y hagas, que no me bailes.
Miguel Ángel Pérez
Dolor
En el corazón de un río
golpea con fuerza una roca.
Aguda, penetra una hoguera en su calma
Ya no hay claridad en el agua.
Siniestras ondas sedosas recitan sonidos de arpa;
huracán huérfano que amamanta una nana.
Arrullo de noche: Llanto.
Silencio
Silencio
Silen...
Oscuro embrujo
concéntrico….
En mi corazón sirenas
Tres sirenas y un sombrío sueño seco.
Susurros: “ Él está muerto….”
En el río: veneno.
Ana Isabel Fariña Fernández
Siendo como es que nacer es un
empezar a morir; y que morir es lo peor; deberíamos llorar ante ambos sucesos.
Más aún, sabiendo como sabemos que el destino ineludible del recién llegado, es
el que es; deberíamos llorar con más intensidad en el nacimiento.
De hecho; siendo como es; nacer
debería estar prohibido; así morir, sería imposible.
Somos mortales, Es un hecho. Los
dioses tuvieron a bien desvelarnos este dato. Lo que no nos dijeron fue que
somos mortales y bobos. “Bobez” que nos lleva a convertirnos en zombis antes
que en cadáveres.
Cuando evocamos la muerte;
inmediatamente aparece una segadora fea con capa oscura y guadaña afilada.
¿Y el chupete?
Porque el chupete esconde la
guadaña
Se olvidó.
Del chupete, nada.
¡Insensatos!
Siendo como es; lejos de
desaparecer, la segadora fea de fea capa –en esa omisión que la relega a un
único acto-; se bautiza, y con ese bautismo, nos somete y nos mata.
Cual garrapata se instala; y
entre sombras engorda, chupando cuanto la vida nos regala.
Hijo del miedo; ese ácaro de
oscura capa y dalla afilada, es una
evocación equivocada.
De conseguir arrancarla….
De conseguir arrancarla; siendo
como es la vida; nuestra vida adquiriría el aplomo de un caminar intenso; la
exquisitez de un paseo, donde cada pisada se mece en la tierra común del
chupete y la guadaña. Tierra donde los zombies no existen porque cada mortal
sabe de su realeza; donde un cadáver
son sólo los restos de un muerto que vivió y donde lo que queda de un
humano; tras el adiós desconocido, es el
aroma del equilibrista que cuando saltó por última vez, lo hizo como todas, en
paz; sin añorar y sin esperar nada. Siendo como fue, siendo como es, siendo como será en el
recuerdo mientras dure; Rey entre Reyes. Mortal entre Mortales.
Ana Isabel Fariña Fernández
¿Será por eso por lo que a veces parece mentira?
Recuerdo tus últimos días, unas veces voluntariamente y otras me vienen a la mente sin poderlo evitar y me hacen revivir los domingos el último día que te oí hablar, los martes el día que te fuiste y cada día de este mes escaso que llevamos sin ti, lo que pasó el mes anterior.
Recuerdo el llanto compartido fuera de tu habitación, donde entrábamos de dos en dos y estábamos poco rato para no cansarte. El ruido de la máquina de oxígeno que te ayudaba a respirar y como una melodía, los besos que te dábamos.
Tu despedida, tan coherente y serena y tan llena de amor a todos nosotros.
El momento en el que dejaste de respirar y yo te toqué el pecho, los ojos y los labios, esta vez sin mascarilla, el pelo y te di el último beso.
A pesar de estas vivencias, parece que vas a estar en tu casa, en un recoveco del camino hacia el parque, en un día de sol o en un día de lluvia. Pero no te encuentro por ninguna parte.
Dicen que estás en un sitio mejor, que has dejado de sufrir...
Eso al menos tendría sentido para mí y para los que ahora lloramos tu ausencia y durante estos meses hemos experimentado tanto dolor anticipando tu pérdida y compartiendo tu sufrimiento y también para ti, si ahora estás mejor.
Te quiero mucho papá y te echo de menos.
Teresa Sanz
¿Somos chapuza cósmica o maravilla del universo? ¿Somos muerte en vida o vida hasta que deje de serlo?
No quiero preocuparme de la muerte, que vendrá. Prefiero ocuparme de la vida, ahora.
Vida, muchas veces, pasional, excitante, maravillosa...otras veces, no tanto.
Prefiero ocuparme de mi vida hasta que esta se extinga y mi ocupación termine.
Juan José García Carabias
Muerte de un vividor
Pasaré y te harás visible, sentada, esperándome, empolvada en ceniza.
No me sorprenderás porque reconozco el olor que desprendes, a ataúd cerrado, a muchedumbre resignada. El olor enmascarado con pétalos que percibe al llegar el que estaba ausente.
Quisiera presenciar el trance despierto, con sentimiento de gozo por haber disfrutado, creado, matado y muerto, tanto imbuido en las tentaciones del mal como alcanzando las glorias del éxito, o purgando paréntesis que no por breves, banales y hasta aprovechando algún descuido en los tránsitos de espera o de renacimiento.
Cuándo será. Por mí, después del tiempo holgadamente necesario para "volver de casi todo", de haber saciado todos los instintos innatos y adquiridos, menos el último que es el que querré saborear cuando llgue este momento.
Antonia Oliva
Muertes
Muerte de una ilusión: resultado del cupón de la ONCE.
Muerte de una iniciativa: ver un capítulo de un reality-show.
Muerte de la infancia: probarte los zapatos de tu madre y que te estén pequeños.
Muerte de la adolescencia: entender a tus padres.
Muerte de la juventud: dejar de ver a los alumnos de primero de Universidad cada vez más jóvenes.
Muerte de una amistad: vera un amigo en blanco y negro.
Muerte de un enamoramiento: deseo de dormir sola.
Esperemos que no muera nada: primera cana en el pubis.
Elena Vicente
A mi madre
Se fue de puntillas, sin hacer ruido, así había vivido toda su vida, su diálisis la fue deteriorando poco a poco, las despedidas semanales siempre tristes, ¡Hasta cuando! Ella disfrutaba estando en casa, echando de comer a sus gallinas, recogiendo sus huevos frescos, sus guisos lentos, sin prisa, al calor de la lumbre, esperando la llegada de su marido y sus hijos al mediodía.
Por la tarde cosiendo a ganchillo, sentada en la camilla, con la ventana medio levantada, siempre con la toquilla puesta, su gato jugando con el ovillo de lena o sentado a su lado. Sus últimas palabras, para su marido: "Luis, hazte la maleta, tendrás que irte con tus hijos". Y así fue.
Luis Iglesias
Ladrona
Ahí está…
Agazapada detrás
de la puerta,
Esperando su
hora,
Espiando su
presa,
Espantando su
sombra.
No avisa.
Discreta,
Asalta,
Socarrona,
Estrangula,
Maestra,
Con paciencia,
Sin prisa,
Victoriosa.
Cuando llegue la
hora
Contigo batalla no libraré
Cuando haga falta
me ofreceré
Yo como ofrenda
me entregaré.
Pero, como a
nadie nunca rogaré,
Te lo ruego:
De los míos
desvía tu mirada fría,
De las almas
inocences desvía también tu mirada fría,
Un poco
Un rato
Una vida
Y pasa tu camino.
Sara Pérez
La invitada más esperada
La muerte es esa amiga a la que nos pasamos toda la vida esperando. Algunos planean minuciosamente como será ese encuentro, y emplean gran cantidad de su tiempo preparándose para ello. Como aquellos que se ahogan en alcohol durante años, para luego recibirla con vinito y paté de hígado. O los románticos, que llenan de grasa sus venas para luego entregarle su corazón. La muerte puede ser muy maleducada: a veces acude sin avisar, sin tan siquiera llamar a la puerta, pillándonos desprevenidos con la mesa sin servir. Otras veces se hace esperar tanto, que hay quien no puede con la impaciencia, y acaba lanzándose a su encuentro. Toda la vida esperándola, y siempre con la misma pregunta rondando nuestras cabezas: “¿cómo será La Muerte?” Yo nunca la he conocido, pero dicen que es bella. Dicen que cuando la ves se te corta la respiración.
Se fue…
Un buen día se fue. Cerró los ojos para siempre y volvió a la tierra, para fundirse con ella, para abonarla con todos los nutrientes que habían formado su alma. Y así, súbitamente, el presente se convirtió en pasado. En sólo un instante frases como “¿quedamos para tomar algo?”, “vayamos al cine”, o “bésame” se esfumaron para siempre, dejando sólo un recuerdo. El recuerdo más bello de mi memoria.
Carta de una niña
Estimada Muerte:
No sé si te acordarás de mi, me llamo Laura, y estuviste la semana pasada en mi casa para llevarte a mi abuelita. Estoy preocupada por ella y por eso te estoy escribiendo. No sé donde te la has llevado, pero espero que haya árboles y flores, porque a mi abuelita le gusta mucho el campo. Es importante que le recuerdes que se tiene que tomar las pastillas, porque es ya mayor y a veces se le olvida. Mis papás dicen que no puede tomar dulce, pero yo siempre le daba un bombón por la tarde, sin que me vieran, y a mi abuelita eso le gustaba mucho. Estaría bien si tú también le dieras el bombón. Otra cosa que le gusta mucho a mi abuelita es jugar a la brisca. Espero que tú seas buena jugando a las cartas, porque si no, te va a dejar sin un céntimo. Quiero que cuides bien de ella, como lo hacía yo. Ya verás que mi abuelita es la mejor de todas las abuelas.
Alicia Alonso
Hace tan poco tiempo que te has ido....La invitada más esperada
La muerte es esa amiga a la que nos pasamos toda la vida esperando. Algunos planean minuciosamente como será ese encuentro, y emplean gran cantidad de su tiempo preparándose para ello. Como aquellos que se ahogan en alcohol durante años, para luego recibirla con vinito y paté de hígado. O los románticos, que llenan de grasa sus venas para luego entregarle su corazón. La muerte puede ser muy maleducada: a veces acude sin avisar, sin tan siquiera llamar a la puerta, pillándonos desprevenidos con la mesa sin servir. Otras veces se hace esperar tanto, que hay quien no puede con la impaciencia, y acaba lanzándose a su encuentro. Toda la vida esperándola, y siempre con la misma pregunta rondando nuestras cabezas: “¿cómo será La Muerte?” Yo nunca la he conocido, pero dicen que es bella. Dicen que cuando la ves se te corta la respiración.
Se fue…
Un buen día se fue. Cerró los ojos para siempre y volvió a la tierra, para fundirse con ella, para abonarla con todos los nutrientes que habían formado su alma. Y así, súbitamente, el presente se convirtió en pasado. En sólo un instante frases como “¿quedamos para tomar algo?”, “vayamos al cine”, o “bésame” se esfumaron para siempre, dejando sólo un recuerdo. El recuerdo más bello de mi memoria.
Carta de una niña
Estimada Muerte:
No sé si te acordarás de mi, me llamo Laura, y estuviste la semana pasada en mi casa para llevarte a mi abuelita. Estoy preocupada por ella y por eso te estoy escribiendo. No sé donde te la has llevado, pero espero que haya árboles y flores, porque a mi abuelita le gusta mucho el campo. Es importante que le recuerdes que se tiene que tomar las pastillas, porque es ya mayor y a veces se le olvida. Mis papás dicen que no puede tomar dulce, pero yo siempre le daba un bombón por la tarde, sin que me vieran, y a mi abuelita eso le gustaba mucho. Estaría bien si tú también le dieras el bombón. Otra cosa que le gusta mucho a mi abuelita es jugar a la brisca. Espero que tú seas buena jugando a las cartas, porque si no, te va a dejar sin un céntimo. Quiero que cuides bien de ella, como lo hacía yo. Ya verás que mi abuelita es la mejor de todas las abuelas.
Alicia Alonso
¿Será por eso por lo que a veces parece mentira?
Recuerdo tus últimos días, unas veces voluntariamente y otras me vienen a la mente sin poderlo evitar y me hacen revivir los domingos el último día que te oí hablar, los martes el día que te fuiste y cada día de este mes escaso que llevamos sin ti, lo que pasó el mes anterior.
Recuerdo el llanto compartido fuera de tu habitación, donde entrábamos de dos en dos y estábamos poco rato para no cansarte. El ruido de la máquina de oxígeno que te ayudaba a respirar y como una melodía, los besos que te dábamos.
Tu despedida, tan coherente y serena y tan llena de amor a todos nosotros.
El momento en el que dejaste de respirar y yo te toqué el pecho, los ojos y los labios, esta vez sin mascarilla, el pelo y te di el último beso.
A pesar de estas vivencias, parece que vas a estar en tu casa, en un recoveco del camino hacia el parque, en un día de sol o en un día de lluvia. Pero no te encuentro por ninguna parte.
Dicen que estás en un sitio mejor, que has dejado de sufrir...
Eso al menos tendría sentido para mí y para los que ahora lloramos tu ausencia y durante estos meses hemos experimentado tanto dolor anticipando tu pérdida y compartiendo tu sufrimiento y también para ti, si ahora estás mejor.
Te quiero mucho papá y te echo de menos.
Teresa Sanz
¿Somos chapuza cósmica o maravilla del universo? ¿Somos muerte en vida o vida hasta que deje de serlo?
No quiero preocuparme de la muerte, que vendrá. Prefiero ocuparme de la vida, ahora.
Vida, muchas veces, pasional, excitante, maravillosa...otras veces, no tanto.
Prefiero ocuparme de mi vida hasta que esta se extinga y mi ocupación termine.
Juan José García Carabias
Cornelio
Soy inmortal.
Me llamo Cornelio y soy inmortal.
Lo descubrí el día que el Vesubio despertó y vomitando fuego
se lo llevó todo; familia, amigos, ciudad y casa. Ellos desaparecieron y a mí
me brotó esta extraña enfermedad.
¿Cómo la contraje? Es un misterio.
Porque yo era normal; yo, Cornelio Flabio Silva; tintorero
de Pompeya; antes de todo, era un sujeto normal.
Por supuesto no aparento la edad que tengo, dos mil ciento
veintidós años.
Si me veis, diríais que soy un
hombre mayor de edad indefinida, a veces cercano a los sesenta, en ocasiones
próximo a los setenta. La variación depende del descanso; y es que aunque no lo
creáis, a mis años, dormir, lo que se dice dormir es tan complicado….
No soy el único aquejado de este
mal.
Al menos sé de otros ocho. Todos
igual de confusos e igual de desesperados.
Nadie puede ayudarnos.
Torpes, al principio buscábamos
el fin voluntario. Nos poníamos delante de sables, pistolas, metralletas, y
bombas de todo tipo; dejábamos que nos aplastaran, que nos ahogaran, que nos
asfixiaran…. Nada. Sufríamos; porque la condición de inmortal no nos priva de
la cualidad de doliente; sufríamos y renacíamos, en
ocasiones sin alguno de nuestros miembros (ojos, piernas, brazos, orejas…) Así, hasta que no nos quedo más remedio que
desistir. Estábamos condenados.
A veces juntos y a veces
separados recorremos el mundo. El mundo…. Tan distinto, tan igual, tan mágico…
Mañana tenemos una reunión en París.
Iremos los nueve.
Seremos los nueve ponentes de una
conferencia que la Sorbona organiza para jóvenes de todo el mundo que desde
distintas disciplinas se acercan a la muerte y al miedo a morir. Su título ¿Qué
harías tú si fueras inmortal? Lástima que ya sepa las respuestas.
Ana Isabel Fariña Fernández
Un jersey para toda la vida
Esta
es la historia que os voy a relatar sobre un jersey de pico azul claro que un
día sin yo saberlo, me salvó la vida y truncó otra.
Nunca
pensé en la importancia de llevar
siempre un jersey, incluso las noches de verano, por si refresca. Hace
bastantes años en un día del mes de julio de un pueblo del Valle del Jerte anochecía,
quizá un mal presagio como si algo fuera a finalizar. Estaban en fiestas pero
no estaban muy animadas y decidimos acudir a otro pueblo cercano para ver si allí
había más ambiente. Fuimos a buscar un coche, me acomodé de pasajero en la
parte trasera del vehículo de dos puertas y cuando el conductor iba a arrancar para
salir me di cuenta que me faltaba el jersey, le dije que esperara un momento
para ir a buscarlo, pero el resto de ocupantes dijo que vaya pelmazo -tenían
que levantarse para que pudiera
abandonar mi posición y bajar del vehículo- y que fuera en el coche
siguiente, me bajé con rabia y fui a buscar el jersey, ocupó mi lugar otro de
los amigos –azar de la vida– y el coche partió sin dilación. El jersey apareció
en uno de los bares en que habíamos estado, pero ya era de noche, el día se
acababa y entonces los que quedábamos decidimos dilatar nuestra estancia en el pueblo y tomar otra cerveza, saldríamos más tarde, pero
no llegaríamos a emprender el viaje, pues cuando íbamos a partir, llegaron con
la escalofriante noticia, el vehículo que había salido un rato antes se había despeñado
por un barranco y uno de los ocupantes había muerto, era el amigo que había
ocupado mi lugar en el vehículo.
Alfredo Domínguez
Muerte de un vividor
Pasaré y te harás visible, sentada, esperándome, empolvada en ceniza.
No me sorprenderás porque reconozco el olor que desprendes, a ataúd cerrado, a muchedumbre resignada. El olor enmascarado con pétalos que percibe al llegar el que estaba ausente.
Quisiera presenciar el trance despierto, con sentimiento de gozo por haber disfrutado, creado, matado y muerto, tanto imbuido en las tentaciones del mal como alcanzando las glorias del éxito, o purgando paréntesis que no por breves, banales y hasta aprovechando algún descuido en los tránsitos de espera o de renacimiento.
Cuándo será. Por mí, después del tiempo holgadamente necesario para "volver de casi todo", de haber saciado todos los instintos innatos y adquiridos, menos el último que es el que querré saborear cuando llgue este momento.
Antonia Oliva
Muertes
Muerte de una ilusión: resultado del cupón de la ONCE.
Muerte de una iniciativa: ver un capítulo de un reality-show.
Muerte de la infancia: probarte los zapatos de tu madre y que te estén pequeños.
Muerte de la adolescencia: entender a tus padres.
Muerte de la juventud: dejar de ver a los alumnos de primero de Universidad cada vez más jóvenes.
Muerte de una amistad: vera un amigo en blanco y negro.
Muerte de un enamoramiento: deseo de dormir sola.
Esperemos que no muera nada: primera cana en el pubis.
Elena Vicente
A mi madre
Se fue de puntillas, sin hacer ruido, así había vivido toda su vida, su diálisis la fue deteriorando poco a poco, las despedidas semanales siempre tristes, ¡Hasta cuando! Ella disfrutaba estando en casa, echando de comer a sus gallinas, recogiendo sus huevos frescos, sus guisos lentos, sin prisa, al calor de la lumbre, esperando la llegada de su marido y sus hijos al mediodía.
Por la tarde cosiendo a ganchillo, sentada en la camilla, con la ventana medio levantada, siempre con la toquilla puesta, su gato jugando con el ovillo de lena o sentado a su lado. Sus últimas palabras, para su marido: "Luis, hazte la maleta, tendrás que irte con tus hijos". Y así fue.
Luis Iglesias
Veo que a todos nos resulta dificil escribir en clave de humor sobre la muerte...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el poema "Calavera" de Manuel. Breve pero claro y directo.
Y también la idea del poema de Ana Isabel de que el nacimiento debería ser un acontecimiento aún más triste que la muerte por lo que conlleva.
Muy utilizado el tema de la muerte en la poesía, pero al mismo tiempo es muy dificil para el lector que depende siempre del momento en que lee.
ResponderEliminarEstán muy bien las aportaciones de todos y los que más me han gustado son el poema de Raúl, el profesor y la carta de Alicia de la niña, creo que rompe con la seriedad del tema. Enhorabuena a todos por el esfuerzo.
ResponderEliminarNo solo deberíamos tratar la muerte en clave de humor, también todo lo que nos rodea en nuestras vidas. Igual nos iría mejor...
ResponderEliminarSi al final antes o después vamos a irnos todos.
Me gustan todos, lo importante es decir algo.