Transcribimos aquí la información de cuarta de cubierta del libro que sobre este tema hizo Rafael Santos Torroella y que tituló "Los Putrefactos» de Dalí y Lorca. Historia y antología de un libro que no pudo ser". Lo publicó el servicio de publicaciones de la Residencia de Estudiantes:
Esta publicación del “Seminario Rafael Santos Torroella” de la Residencia ofrece una visión inédita de uno de los aspectos menos conocidos de los años jóvenes de Salvador Dalí: el proyecto de publicación de un cuaderno o álbum de dibujos denominados putrefactos, término acuñado por los
intelectuales agrupados en torno a la Residencia de Estudiantes y extendido hacia mediados de los años veinte en nuestros medios artísticos y literarios, para ludir a todo lo que se tenía por anticuado, inmovilista o patético-sentimental.
Este proyecto editorial, que Dalí concibió y estuvo a punto de publicar con Federico García Lorca durante sus años de estancia en la Residencia de Estudiantes, entre los años 1925 y 1926, no llegó a ver la luz, debido a que Lorca nunca remitió el prometido prólogo, pese a la insistencia con la que Dalí se lo reclamó. La mayoría de los dibujos han permanecido inéditos y dispersos en numerosas colecciones privadas, cuya localización ha sido posible tras una minuciosa investigación.
Se trata de dibujos realizados en clave humorística y caricaturesca, con una clara intención irónica, que se aplica tanto a escenas costumbristas como a personajes socialmente bien definidos e incluso a animales domésticos.
El hallazgo de algunos de estos originales, la localización de otros reproducidos en diversas publicaciones, así como la correspondencia entre Dalí, Lorca y José Bello que todavía se conserva, han permitido recomponer, al menos en su mayor parte, el proyecto editorial de Lorca y Dalí. En esta monografía, Rafael Santos Torroella comenta, analiza y estructura por tipologías,
sesenta de estas obras que cabe adscribir al conjunto iconográfico de los putrefactos. Estudia,
además, las causas por las que Lorca desistió finalmente del proyecto y las consecuencias que ello pudo tener en su relación amistosa con Dalí y con el grupo de amigos que se había formado en la Residencia durante los años veinte.
Gracias a la investigación de Rafael Santos Torroella, que ha permitido la localización
de la mayoría de los putrefactos que se conservan, en 1995 la Residencia de Estudiantes organizó en su sede una exposición dedicada a este proyecto conjunto de Dalí y Lorca. En 1998 se ha realizado una adaptación de esta muestra en la sala de exposiciones de la Fundació Caixa Catalunya en La Pedrera de Barcelona, acompañada de un catálogo, también editado por las Publicaciones
de la Residencia de Estudiantes, en el que se reproducen diversos putrefactos no incluidos en la antología.
Y como botón de muestra dejamos aquí dos de los putrefactos del libro con una breve anotación que nos sirvió para plantear la tarea de escritura de la semana.
La pesca 3, 1925
Tinta china, pluma y lápiz sobre papel, 17,5 x 17,5 cm. “El pescador enamorado” o “El pescador lírico” podría subtitularse este putrefacto, que lo es doblemente por sentimental –como sugiere el dilatado corazón que lleva en el pecho- y por anacrónico y conmovedoramente cursi, pues a ello equivale el hecho de que el pescador quiera pescar peces –en este caso, un inesperado y descomunal cetáceo- con una mariposa como cebo, mientras él –distraído leyendo un poema o una posible carta de amor- ignora las acrobacias que está haciendo en el aire un piloto, cuya avioneta (símbolo de modernidad) parece a punto de caer en picado al mar.
Putrefacto lector, 1925
Tinta china sobre papel, 21 x 16,5 cm.
Col. Caballero-Bello, Madrid
Firmado en áng. inf. dcho.: Dalí/925
Al reverso del dibujo titulado Viva Russeau [sic]
Se trata, sin duda, de la visión humorística -y, por supuesto, imaginaria- de una gran embarcación familiar de recreo, propiedad tal vez de persona o autoridad civil relevante, que no puede ser otra que la que ocupa el centro, teniendo a su derecha a una primera autoridad militar, y a su izquierda a otros dos acompañantes, posiblemente músicos. El doble anclaje de la embarcación es para conferirle estabilidad al pequeño bote que aparece en el primer término, desde cuyo interior un bigotudo caballero lee el discurso de celebración de la botadura y buenos augurios, de la referida nave de recreo llamada “María”. La minuciosidad en los pormenores anecdóticos adivinables, dada su significación más posible, debió inducir a Dalí a colocarle a dicho caballero -que lleva un sombrero hongo en la cabeza- un bastón, que asimismo denota autoridad, bajo el brazo. Debe de ser el alcalde de la ciudad portuaria a la que el barco pertenece, figura indispensable para subrayar, en la intención de Dalí, lo grotesco de la ceremonia..
Propuesta de escritura
Pon la mirada, y el olfato, en uno de estos dos putrefactos y trato de contarnos la historia putrefacta que insinúan. Pero si ninguno de los dos te inspira escribe cualquier otra historia que encaje con el propósito de la putrefacción.
Y estos son los textos recibidos hasta ahora
Mariposa coloreada
La avioneta entra en barrena y enfila el vértice de su cabina al centro de los ojos de Moby Dick, mientras el lector enamorado centra todos sus sentidos en la lectura del poema que su amada secreta le ha deslizado en la bolsa de pesca.
Rodeado de mar, sentado en su pequeño bote revive la excitación atávica de los sentidos que le produce la anticipación a las palabras del papel doblado que ha encontrado en su mochila. Ignorante de lo que sucede a su alrededor siente cómo se hincha su pecho de emoción y cómo se encienden sus mejillas, a cada verso. Cada estrofa despeja una duda, cada rima abre un nuevo camino.
La mano que sujeta la caña continúa firme, manteniendo una coloreada mariposa al extremo del sedal. Tal vez quiera pescar con ella la felicidad ansiada. ¿Qué, si no, cazas con tal bello animal? - Los objetos preciosos sólo atrapan más hermosura, es lo que piensa mientras lee y relee su más íntima poesía.
El tremendo estruendo acompañado de la ola más alta jamás vista le substraen de su ensimismamiento y, mientras consigue agarrarse al borde de la barca para evitar el naufragio, ve cómo el agua le arrebata su bien más preciado: el papel desaparece a la vez que la tinta mojada convierte en chorretes las palabras de amor, sus anheladas palabras de amor.
Vuelcos y más vuelcos… hacia babor, hacia estribor… a punto de zozobrar. El agua cambia de color, ya no es azul, ni verde, ni blanca… se vuelve roja. Hay ríos de agua roja en el mar. En algunas zonas emergen trozos blancos de no se sabe qué, parece grasa de animal… más allá aparece una isla negra brillante, que se va dando la vuelta con la cadencia de las olas y que, de repente, ¡Ay! Se abre al cielo y muestra una gran boca, que se separa más y más enseñando dos hileras de enormes dientes entre los que hay peces, pequeños y no tan pequeños pececitos que han sucumbido a las fauces de esa ballena troceada que ahora deriva por el océano. La gigantesca mandíbula alberga un mundo de deshechos formado por animales marinos troceados, en descomposición, que ahora servirán de comida a otros habitantes oceánicos.
Indignado y triste por su pérdida no atiende al peligro que corre al estar al lado de una ballena herida de muerte, sólo quiere volver en el tiempo y eliminar ese suceso de su vida. Se acerca a la borda para intentar recuperar el poema de su amor prohibido y sólo ve inmundicia y chatarra a su alrededor. ¿Chatarra? ¿De dónde sale?
La cabeza de la ballena sigue sus giros ondeantes y uno de ellos revela una plancha curvada de metal insertada en el ojo izquierdo… ¡Es el ala de una avioneta!
El lector enamorado no alcanza a comprender su situación, ni cómo ha llegado a ella. Su aflicción es tal que piensa seriamente en lanzarse al mar tras su querido papel, hasta que, de repente, una mariposa azul y amarilla se alza desde la superficie del agua, revolotea sobre la barca sacudiéndose los restos corruptos que se le han impregnado en las alas, y se eleva hacia las nubes. Y, como ella, nuestro lector pone en marcha su barco y se dirige a puerto para comenzar de nuevo.
M. Maximina Moreno
Grupo A
El tracto del putrefacto
Toca la tuba de Granados su tracto,
el colon de Bárcenas canta en Suiza,
con concertistas de papel mojado.
¡Oh, el putrefacto! ¡mí putrefacto!
¡Cuántos alcaldes son muertos de hambre!
¿Cuántos tísicos van ya desahuciados?
Siempre el olor más insoportable,
viene del político, en mal estado.
Pardiez, ¡hideputa! Cuenta hasta diez,
saca de miel tu dedo atrapado,
un cheque cárdeno de Carabanchel.
Trampantojo no existen los piojos,
ni pelucas sin ostentación de fuel.
Las anclas vuelan, hilillos de fanta,
asusta viejas de la pandereta ,
hubiese jurado que mi carne
la habían engullido los gusanos.
En el Primer mundo obeso yo pienso.
En el Primer mundo obeso yo pienso,
en la gallina blanca de insulina.
El Tercer mundo de neopreno obsceno.
El Tercer mundo de neopreno obsceno,
la gallina con anginas en celo.
Segundo mundo cadáver descalzo.
Segundo mundo cadáver descalzo,
el gallina está con “La Corina”.
¿mundo Primero, Segundo o Tercero?
¿mundo Primero, Segundo o Tercero?
La gallina ya prepara su caldo
peluquín de Trump, Mariano y Carlos.
Chema García
Grupo B
Algo no huele bien
Cuando algo está podrido, en poco tiempo empieza a oler mal.
Si en un sobre que pesa 217 gramos, caben 247 billetes de 500 euros, 123.500 euros en total, se manejan perfectamente, para poder viajar a Suiza, Andorra, paraísos fiscales o pagos de mordidas.
Todos hemos oído hablar de: Bárcenas, Granados, Pujol, Correa, Malaya, Gíl, Juan Guerra, Filesa, Matesa, Eres andaluces, Cajas de Ahorros, Roldán, Bernard, Pineda, Times Export, Banco de España, Gurtel, Gal, Conde Iñaki y Cristina, Blesa, Rato, Acuared, Palma Arena, Tarjetas Black, Pokemon, etc.
De todo lo que hipotéticamente se han llevado estos "señores- patéticos", ¿ Cuanto se va a recuperar?. ¿Cuantas becas se podían dar para investigar? ¿ Cuanto se podía aplicar a sanidad, educación, dependencia, etc, etc ?
Las manos sucias que hay en este país, ni con Fairy se arregla.
Luis Iglesias
Grupo B
Putrefacto
Domingo por la mañana, sol radiante, radia La Cope. Hacerse un café bien grandote, leche entera, acordarse de su infancia, donde la leche la traía el abuelo recién ordeñada del establo. Comerse unas magdalenas, mancharse un poco la camisa del pijama, rayas azules y blancas. Pensar si la parienta le reñirá, dejar de pensar rápido se le reñirá o no, porque en la radio hablan de la victoria de ayer del Madrid. Sentir felicidad, tranquilidad, que el mundo está en orden.
Cantar con los Café Quijano en el coche, fumarse un purito, echarle el humo a la luna, pitar a un par de chiquillas que esperan en la parada del bus, bajar la ventanilla y gritarles “os como, guarras”. Sentir el ministerio del tiempo en la entrepierna y cabrearse un poco, o un mucho, y luego un poco y luego un nada, desde la modificación del pensamiento hacia “mi entrepierna siempre es dios”
Parar en el Antonio. Un par de bromas sobre maricones e inmigrantes. Chupito y otro chupito de aguardiente. “Hasta luego Antonio, que enano y feo eres hijo puta!”
Llegar al embarcadero. Subirse al Alejo II, soltar amarras, y navegar, volar, sin obligaciones, sin cargas, sin peros, sin flautas. Tomarse un par de cervezas, leerse el Marca. Sacar la cañita. Sentir que el mar también está en orden. Sentir que la gente como él siempre gana. En mar, en tierra, en el bar, en la empresa, en el puticlub. Sentir que son la colonia de un mundo que huele mal. Un mundo que es putrefacto por otros, por la debilidad y la sensibilidad de otros.
El ganador, el mejor, el que jamás será vencido…
Néstor Valverde Merlo
Grupo A
(DIBUJO 7: “La pesca”)
Mimitos, leía la historia de un búho que se había quedado ciego. No quería vivir. Su piel había ennegrecido, agrietada por el tiempo.
De repente, fijó su mirada en una ballena, carcomida y deshidratada, que no podía pescar. Había aterrizado junto a él, como una negra sombra, putrefacta entre las olas.
Mimitos ,asustado por el estridente ruido de un avión, cercano al agua, no sabía donde centrar su mirada, dispersa por tanta agitación. Su piel palidecía junto al mar.
Perdido en la distancia, huyó hacia el oscuro silencio de la vida. Sin nada que comer ni que beber, su cuerpo, destrozado, vagaba por la tierra como un cadáver desolado y descompuesto.
La vida de Mimitos había desaparecido en un paisaje atormentado y maloliente.
Sofía Montero García
Grupo B
El pescadorcito putrefacto
El pescadorcito se había desenroscado una oreja y la había puesto en el anzuelo, a modo de cebo pluscuamperfecto. La avioneta, una vez atrapada la medusa-paracaídas, iniciaba un contrapicado al cielo.
El pescadorcito leprosito hoy no había usado la nariz para pescar, porque luego no ganaba para pañuelos. La oreja no se daba mal, aunque era un poco molesto el glú-glú de branquias que le inundaba el oído interno y le retumbaba en la trompa de Eustaquio. Pero merecía la pena porque con la oreja pescaba muchísimas caracolas. Si se acercaba la caracola al agujero de su oído le arrebataba inmediatamente un don de lenguas babélico. Con la oreja hundida en el anzuelo escuchaba susurros en esperanto marino.
Uno de los mejores cebos, sin embargo, era su pipa. Infalible con toda clase de pescados ahumados. Y también fenomenal con los calamares en su tinta, no me digas porqué. Para no hablar de las medusas. Con las medusas era de escándalo, las pescaba por docenas, y algunas salían volando, como globos de colores, o sombrillas japonesas, o platillos acuarelables, o cúpulas de coral, o tulipas tornasoladas con su luz sumergida. El pescadorcito, descompuestito, porque no sabía qué hacer con tanta medusa. A veces, si pasaba por allí alguna pandilla de sirenas, se las regalaba, para que se las pusieran a modo de tu-tú e hicieran ballet en las salas de fiestas de la Atlántida.
Si se arrancaba un ojo el pescadorcito tuerto pescaba muy buenos besugos, que es un pez muy mirado, pero el mar se encrespaba porque no le gusta nada el cotilleo, y empezaba a agitar las aguas o mandaba a un pulpo para que jugara a las canicas y le lanzara el ojo al guá de la calavera.
Con la mariposa nunca, nunca, nunca, pescaba nada. Una auténtica catástrofe. Así que en esos momentos de calma chicha solía aprovechar para seguir leyendo Blacky Dick.
El pescadorcito náufrago no sabe qué más decir. Es un tópico que el anzuelo desnudo no tiene rival con el pescado en lata y las botellas mensajeras. Espero que esto te sirva, porque aquí, punto final. Sayonara, Salvadorcito. Me despido con un poemilla, a ver qué te sugiere.
El gitano pinturero
El gitano pinturero
La gallina
Y repite conmigo: frigorífico.
Ignacio Aparicio
Grupo A
Noticia putrefacta en Salamanca
En la mañana de ayer se produjo el evento social más importante de la última década en la muy culta y limpia ciudad de Salamanca; un evento al que acudieron las más altas instituciones no solo de la Provincia sino de toda la Nación, acompañados de sus familias entre los que pusieron la nota de alegría los angelicales retoños de personas tan significadas.
Al fin, después de tanto esfuerzo infructuoso, la Armada Española, heredera directa de la otrora llamada “la Invencible”, ha conseguido botar un buque último modelo en tecnología en las aguas del – desde hoy- navegable Río Tormes, orgullo de todos los hijos de la ciudad por él bañada.
El Excelentísimo señor Gobernador de la VII Provincia Militar, general Pardo Picatoste, pronunció -desde una chalupa cercana a la nueva nave- un emotivo discurso en el que destacó la importancia de los valores patrios que han llevado a la consecución de este importante logro de la ingeniería española.
Como invitado especial en el bautizo del buque –dedicado a la Madre de Nuestro Señor- se encontraba el Excelentísimo señor embajador de los Estados Unidos de América, señor Philip Morris, que acudió con su uniforme de gala y luciendo sus numerosas condecoraciones; razón ésta por la que –a una distancia prudencial- el acorazado Potemkim III de la Armada Norteamericana colaboraba en dar mayor empaque –si cabe- a tan entrañable acto fruto de la hermandad entre dos de las potencias más importantes de nuestro momento histórico.
Javier Portilla
Grupo A
Viaje putrefacto
Si Antonio estaba balanceándose en medio de la nada era
porque se había cansado del olor a cremas. Exacto, ese edulcorado perfume a
juventud eterna y a complejos a flor de piel. Antonio había sido delegado
comercial de la empresa de dermocosmética líder en el mercado; en definitiva,
se había encargado de vender cremas a peluquerías y centros de estética en una
región perdida del interior de España.
Antonio recordaba el dato desde su barcaza perdida en medio
del océano. Y sonreía, aunque nunca sabremos si sinceramente. A Antonio le
costaba sacarse de lo más recóndito de su ser los vicios adquiridos en su etapa
comercial. Sonreír era una de esas manías. Siempre sonreía, con independencia
de la situación y de sus sentimientos al respecto. “Esta es mi tarjeta, no
dudes en llamarme si tienes alguna pregunta”, solía decir, y sonreía. “Si os
interesa algún lote en particular, puedo calcular el presupuesto sin ningún
tipo de compromiso”, solía decir, y sonreía. “No hay problema. Y… ¿por qué os
habéis decidido entonces por la otra marca? Esta información nos es muy útil
para mejorar nuestro servicio y nuestros productos”, solía decir, y sonreía.
Pero ahora el entorno y la situación eran muy distintos y él
seguía sonriendo: no preguntes por qué. Razones, pocas tenía. En soledad,
miraba los luminosos mandos de su barco. En medio de la noche, aquel cacharro
seguía funcionando solo y le había condenado a vagar sin remedio y sin
dirección en medio del océano. Sintiéndose un inútil ante tal tecnología,
Antonio salió a la ondulante cubierta con las manos en los bolsillos.
El ex delegado comercial se había refugiado en el vacío
acuoso del mar con la única compañía de su iPad lleno de mapas, libros y alguna
que otra carta de amor trasnochado. Pensaba así desentenderse de tanta
putrefacción disfrazada de perfumes y potingues. Para Antonio no tenían
secretos: sabía de qué estaban hechos y conocía su proceso de fabricación al
completo. Y cuando salía el tema, prefería no hacer comentarios. Había vivido y
vivía en un mundo putrefacto.
Pero para putrefacto, el nuevo plan de vida que había
elegido Antonio. Se había deshecho de todos sus trajes de corbata y de todas
las tarjetas de visita que tenía y había decidido cambiar de aires. Toda su
vida le olía a cremas. Su casa, su ropa, su escaso pelo, su coche, hasta sus
costumbres emanaban ese dulzón perfume a mentira. Escapando de un paisaje
estepario, se había lanzado al mar para quitarse de encima tal olor.
Su plan A pasaba
por acostumbrar su nariz al aroma de la sal y al de la más romántica libertad.
Y, una vez curado tras este retiro de purificación, volver renacido y empezar
una nueva vida. Antonio, ingenuo. Querías huir de la putrefacción que
identificabas con una sociedad hipócrita y no has hecho otra cosa que darte de
bruces con la podredumbre más inmunda. Te has perdido en medio de un océano
eterno que huele a pescado podrido, a agua estancada y a proliferación de algas
tóxicas. ¿En qué estabas pensando? Tú que no tenías ni idea de navíos, ni de
coordenadas, ni de mar. Has perdido el rumbo, Antonio, asúmelo. Te olvidaste el
librillo de instrucciones del barco y este, más listo que tú, ha decidido
obviar tu opinión.
Antonio se aferró a la barandilla del barco. Su plan B estaba igual de podrido que su plan A. Si el destino le había puesto a
navegar a la deriva siguiendo una dirección marcada por un GPS estropeado, no
podía hacer otra cosa que aceptarlo y depositar sus esperanzas en el plan B. Y esta tabla de salvación tenía
un olor a tripas despedazadas y mezcladas con aguas fecales. Antonio inspiraba
con fuerza, deseoso de identificar aquel aroma que era el que precedía a
encontrar un pedazo de ámbar gris. Sonrió de nuevo, al dedicar uno de sus
pensamientos a la mente brillante que le había puesto aquel nombre de joya al
vómito de una ballena. Pero no era una regurgitación cualquiera, el ámbar gris
se cotizaba cuál obra de arte consagrada y unos cuantos gramos valían millones
en el sector de la cosmética.
Ese era su plan B,
el proyecto altamente improbable que mantenía su desesperación a raya. Antonio
observó el firmamento estrellado que se cernía sobre él en un cielo
paradójicamente limpio de nubes. Su barco navegaba bajo la brillante mirada de
la basura espacial y sobre las toneladas de desperdicios acumuladas en la
profundidad abisal de las fosas marinas. Nuestra existencia no es más que un
despojo mugriento del universo. Ante eso, no hay nada que yo pueda hacer, pensó
por pensar.
Grupo B
Enlace acortado: http://bit.ly/2mcsKoF
Abalonio, poeta pescador
El ilustrísimo poeta pescador Abalonio Corazón-partido se había lanzado a la mar en su barcaza roída, barcaza que hasta en las aguas calmas se mece, se mece, se mece como caballito de madera entre la basura, juguete abandonado, ya crecido su niño. Se bate la barquichuela vieja, se bate de agitación, pues agitado está el poeta, que ora tiembla, tras leer la carta de su amada, que le jura que ya no lo ama.
Fue leer la carta, aquella letra de garrapatas despachurradas que vehiculaban las malas nuevas, y desfallecer.
Fue leer la carta, la vil misiva, y morir.
Las mariposas que antes revolotearan alegres por el estómago del reconocidísimo pescador poeta se le escaparon todas en fuga por la boca. Al contacto con el aire fétido, se transformaron en moscas. De esta desafortunada metamorfosis, solo una se salvó. Abalonio la atrapó al vuelo con su último hilo de esperanza para convertirla en carnada descarnada de dichas venideras. O quizá de su cena o de un verso: lo primero que mordiera.
La vida del pobre Abalonio ha quedado suspendida en el aire, sostenida apenas por un ancla oxidada para que no se le escape. En una mano, la carta, el tiempo detenido en la carta; en la otra mano, el anzuelo, a ver qué cae.
Amenazadora, la sombra de un cetáceo se alarga bajo las aguas mansas. El poeta no la ve. En las alturas, una avioneta desgarra el cielo con su danza de arabescos. Los niños en la playa creen que hace piruetas. En realidad, cae.
Abalonio Corazón-partido, benemérito y putrefacto poeta, pescador de estrofas, rimador de pescado, se balancea sobre la fragilidad como un muñeco de trapo. La muerte acecha, pero él, a su mariposa, se aferra.
Ismarie Díaz Flores
Grupo B
Gemelos putrefactos
Grandotes y cubiertos de una pátina sebosa. No entraba el peine en sus cabezas por que no encontraba puerta de acceso entre tanto nido.
El intento nulo de una madre, poco esmerada en el aspecto de sus hijos, por que fueran como los demás niños, los hizo así.
Aunque ya antes, dentro de su abultada barriga, los dos se disputaban el quien alcanzaba mejor con el pie a la boca y, en el momento del parto embadurnados en meconio aparecieran como si escaparan de un hollinadero. En aquellos tiempos que lograran sobrevivir en la piscina de aguas fecales en que se habían convertido las entrañas de su madre fue un milagro.
No obstante la coquetería iba implícita por que, aún llenos de mierda, nacieron con tupé el uno y ella con un tirabuzón, tan pegaditos que no le resultó nada fácil deshacerlos a la comadrona que le enseño el agua por primera vez. Difícil encajar, el ser tan finos, con que más adelante él llevara lentes de alambre y ella vestidos de volantes sin vuelo, acartonados y roídos por las polillas y otros animalillos repugnantes que habitaban entre ellos. Pero caminaban derechos como si quisieran exhibir las mejores prendas del mundo. Si alguna vez fueron nuevas desde luego no eran del color que mostraban poco después, adquirían unos brillos y una rigidez que hacía resbalar a las gotas de agua salpicadas cuando iban a leer poemas de amor junto al mar.
Si se celebraba algún acontecimiento campestre las moscas iban detrás de ellos y les divertía la competición que entablaban por cazar insectos cuyos cadáveres aparecían amenudo misteriosamente en los platos de los cocidos que elaboraba el padre que a su vez no se dedicaba a otra cosa más que a cocinar, limpiarse el sudor de los fogones con lo primero que pillase y comer todo el día.
La basura que acumulaban en la casa provocaba que cada vez fuera más peligroso residir en ella. Hasta las cenizas de sus padres habían sido esparcidas por el salón dónde ya en los últimos meses de vida, comían y dormían, sin moverse del sofá.
La hora de la muerte les sobrevino a la vez con treinta y dos años a consecuencia de la inhalación de anhídrido carbónico procedente de la descomposición de la materia orgánica. Quince días después el hedor que desprendía la casa de José y Dolores levantó las sospechas de lo peor entre los vecinos que llamaron a los bomberos.
Antonia Oliva
Grupo B
Putrefacción con honores
El Corregidor Gaudencio está preparado para leer el discurso. Ha sido muy advertido por el Excelentísimo Sr. Ministro de Defensa, sobre el énfasis con que debe hacerlo. Se han reunido para rendir un homenaje al General Hermenegildo, a quien se le había condecorado. En su guerrera brillan las medallas y entorchados.” El hecho heroico”, digno de este acto que les concita, ha sido dar las órdenes de buscar y recoger los miembros de los soldados muertos en el campo de batalla, conservarlos refrigerados y, posteriormente entregar a las familias. Les acompaña el Marqués de Altosvuelos. En la lejanía los familiares observan el acto. La banda del acuartelamiento está presta a entonar el Himno Nacional, a su finalización empezará la lectura.
El mar está en calma. No se vislumbra ni el vuelo de ave alguna, ni que peces saltarines sientan curiosidad por participar en el acto. Están solos.
Los acordes han terminado. El Corregidor permanece mudo ¿Qué ven sus ojos?, ¿qué tiene en sus manos?, ¿realmente era eso lo que debía leer? El Marques le apremia, con sus brazos gesticula. Y da comienzo a la lectura.
Bitácora, número trece: Informe secreto sobre los hechos dirigidos por el General Hermenegildo Cienfuegos.
Aún a sabiendas de que el refrigerador no funcionaba, el General dio la orden de que se guardasen los miembros recogidos, no admitiendo las advertencias que sobre ello se le hizo. Cuando quisieron entregárselos a la familia y, dado su estado de descomposición, el hedor, la putrefacción se extendía y penetraba por todas las instalaciones, inmediatamente fueron dadas las órdenes de incinerarlas, las cenizas se arrojarían al mar.
Inés Izquierdo
Grupo A
Los putrefactos
Francisco se ha ido de pesca, ha dejado en el armario su Loden y se ha puesto una camiseta a rayas mas apropiada para el calor que hace y para la pesca.
Le pusieron Francisco por S. Francisco de Asís , del cual su madre era muy devota. De pequeño le llamaban Paco o Paquito, en su juventud con sobrenombres mas despectivos derivados de su aspecto poco viril y voz aflautada y mas tarde due conocido por todos por su apellidos que unos pronunciaban con admiración y otros con animadversión.
Se ha ido lejos con su barquita, quiere estar solo, casi nunca lo esta, quiere ensayar su próximo discurso, otra inauguración de un pantano. Que le salgan tan bien no es casualidad, los ensaya mucho y siempre mete en ellos esas frases que exaltan a la multitud, centinela de Occidente, contubernio judeo-masónico, reserva espiritual de Occidente... repasa su escrito y sí están todas, será un nuevo éxito. francisco esta muy orgullo de él, la gente lo quiere y lo aclama allá por donde va y él cuida de ellos como un padre protector. ¡Es que son como niños -piensa con una sonrisa en los labios- que harían sin mi!
Tan entretenido esta que no se da cuenta que hacia él avanza un enorme cetáceo atraído por el atractivo anzuelo que Francisco utiliza. La pesca con mosca le parece ordinaria, él prefiere las mariposas con sus bonitos colores, quedan mucho mas cuquis al final de su larga caña.
El enorme cetáceo esta a punto de tragárselo con barca y todo y sin que el despistado Francisco, Paco, Paquito se dé cuenta. Un avión aparece en el horizonte, Francisco lo oye llegar y da una patadita en el suelo con resignación., siempre lo tienen que estar vigilando. ¡Si, es por su seguridad! Pero un hombre también tiene derecho a su intimidad y además no quieren que le vean con su camiseta de rayas, su favorita pero poco autoritaria. La avioneta se acerca más y más. ¡Que bien suena -piensa francisco-. Es alemana, regalo de un viejo amigo.
¿Pero que hacen estos insensatos?¡ Me van a embestir!
Francisco todavía no ha visto la ballena, que está a punto de tragárselo y entonces la avioneta pasa muy cerca de su barca, lo suficiente para espantar al cetáceo, que huya y Francisco siga con su día de pesca.
Beatriz Gorjón
Grupo A
Indigesto postre
El aficionado pescador dominguero pasa la mañana en las tranquilas aguas del lago cercano a su lugar de residencia. Sólo oye silencio, roto, a veces, por el lejano piar de unos pájaros. ¡Qué calma respira! Alentado por sus tripas mira el reloj y percibe que es la hora de comer. Abre la fiambrera que el amor de su vida le ha preparado con esmero. Se dispone a llevarse un bocado a la boca cuando ve un trozo de papel que sobresale del recipiente del postre. Lo coge y, ensimismado, empieza a leer.
Querido Cándido:
Cuando leas esta carta, ya será demasiado tarde para nosotros. Ya habré desaparecido de tu vida para siempre.
Desde el principio de nuestra convivencia, nuestro amor se ha ido degradando día a día. He intentado todo lo posible, pero tu egoísmo, tú, tú, tú y tú, ha hecho imposible un mínimo acercamiento.
La admiración que te profesaba, se ha tornado en rabia, en asco. Ya no siento nada por ti. Al contrario, todo lo que tiene que ver contigo, me molesta. Sólo el hecho de escucharte en la entrada de casa y sentir cerca tu presencia, me produce nauseas. Me asquean tus escasos besos, tu proximidad a mí. No deseo dormir a tu lado.
Nuestra relación se ha convertido en una parodia del amor. Solo encuentro defectos en tu persona. Me molesta ya tu respiración, los chasquidos de tu lengua, tus ronquidos, el hedor de tus ventosidades matutinas, los ruidos de tu boca al masticar, tus eructos.
Tus manías me han consumido a lo largo del tiempo coartando mi libertad. A tu regreso, además de haber desaparecido mis pertenencias, las tuyas estarán desordenadas y tiradas por toda la casa; las toallas, y no te voy a pedir disculpas por ello esta vez, es más, jódete, las encontrarás colocadas de forma asimétrica; los bolígrafos y lapiceros de tus portalápices no estarán separados por colores y tamaños; los libros de las estanterías, campan a sus anchas: su orden ya no es su medida, el tema que tratan o el orden alfabético. Ordénalos tú, si quieres, ya me cansé de tus estupideces.
Y lo que más me alegra de todo. No volveré a sentirte encima de mí cuando tengas ganas de favorecer tus instintos; no escucharé más tus bufidos y gemidos ni soportaré tus caras de placer que se habían convertido en una caricatura. Tu sudor, que me provocaba ganas de vomitar, dará paso al olor corporal de otros hombres que me respeten más que tú.
Otros que, para atender a sus intereses, no se olviden de los míos como has hecho tú durante estos, afortunadamente, pocos años. Aunque para mí, han significado la eternidad. Ya puedes salir con tus amigos con plena libertad; tranquilo, que ya no habrá más broncas ni caras de enfado. Disfruta de tus partidos de fútbol, tus conciertos, tus escapadas montañeras, tus entrenamientos dentro y fuera del gimnasio, de los torneos de pádel y las partidas de cartas y, ¡cómo no!, de tus imperdonables fines de semana de pesca.
Tu abandono ha alimentado el mío. Muchas gracias porque, desde el momento en que esta mañana abandonaste la casa, he vuelto a ser una persona.
Adiós para siempre
PD: Ojalá se te indigeste la comida como se me ha indigestado a mí la vida a tu lado.
El triste pescador dominguero, con lágrimas surcándole las mejillas, se da cuenta de que no concibe su vida sin su amada. Nada tiene más valor que ella, aunque no haya sido consciente hasta ahora. Ante su cruel despedida, decide quitarse la vida. Sin saber nadar, se arroja a las tranquilas aguas que para él se han convertido en turbulentas. En ese preciso instante, una sombra con forma de cetáceo, nunca vista hasta el momento, se abalanza sobre el pescador y se lo lleva hasta la profundidad de las aguas.
Toñi Martín del Rey
El ilustrísimo poeta pescador Abalonio Corazón-partido se había lanzado a la mar en su barcaza roída, barcaza que hasta en las aguas calmas se mece, se mece, se mece como caballito de madera entre la basura, juguete abandonado, ya crecido su niño. Se bate la barquichuela vieja, se bate de agitación, pues agitado está el poeta, que ora tiembla, tras leer la carta de su amada, que le jura que ya no lo ama.
Fue leer la carta, aquella letra de garrapatas despachurradas que vehiculaban las malas nuevas, y desfallecer.
Fue leer la carta, la vil misiva, y morir.
Las mariposas que antes revolotearan alegres por el estómago del reconocidísimo pescador poeta se le escaparon todas en fuga por la boca. Al contacto con el aire fétido, se transformaron en moscas. De esta desafortunada metamorfosis, solo una se salvó. Abalonio la atrapó al vuelo con su último hilo de esperanza para convertirla en carnada descarnada de dichas venideras. O quizá de su cena o de un verso: lo primero que mordiera.
La vida del pobre Abalonio ha quedado suspendida en el aire, sostenida apenas por un ancla oxidada para que no se le escape. En una mano, la carta, el tiempo detenido en la carta; en la otra mano, el anzuelo, a ver qué cae.
Amenazadora, la sombra de un cetáceo se alarga bajo las aguas mansas. El poeta no la ve. En las alturas, una avioneta desgarra el cielo con su danza de arabescos. Los niños en la playa creen que hace piruetas. En realidad, cae.
Abalonio Corazón-partido, benemérito y putrefacto poeta, pescador de estrofas, rimador de pescado, se balancea sobre la fragilidad como un muñeco de trapo. La muerte acecha, pero él, a su mariposa, se aferra.
Ismarie Díaz Flores
Grupo B
Gemelos putrefactos
Grandotes y cubiertos de una pátina sebosa. No entraba el peine en sus cabezas por que no encontraba puerta de acceso entre tanto nido.
El intento nulo de una madre, poco esmerada en el aspecto de sus hijos, por que fueran como los demás niños, los hizo así.
Aunque ya antes, dentro de su abultada barriga, los dos se disputaban el quien alcanzaba mejor con el pie a la boca y, en el momento del parto embadurnados en meconio aparecieran como si escaparan de un hollinadero. En aquellos tiempos que lograran sobrevivir en la piscina de aguas fecales en que se habían convertido las entrañas de su madre fue un milagro.
No obstante la coquetería iba implícita por que, aún llenos de mierda, nacieron con tupé el uno y ella con un tirabuzón, tan pegaditos que no le resultó nada fácil deshacerlos a la comadrona que le enseño el agua por primera vez. Difícil encajar, el ser tan finos, con que más adelante él llevara lentes de alambre y ella vestidos de volantes sin vuelo, acartonados y roídos por las polillas y otros animalillos repugnantes que habitaban entre ellos. Pero caminaban derechos como si quisieran exhibir las mejores prendas del mundo. Si alguna vez fueron nuevas desde luego no eran del color que mostraban poco después, adquirían unos brillos y una rigidez que hacía resbalar a las gotas de agua salpicadas cuando iban a leer poemas de amor junto al mar.
Si se celebraba algún acontecimiento campestre las moscas iban detrás de ellos y les divertía la competición que entablaban por cazar insectos cuyos cadáveres aparecían amenudo misteriosamente en los platos de los cocidos que elaboraba el padre que a su vez no se dedicaba a otra cosa más que a cocinar, limpiarse el sudor de los fogones con lo primero que pillase y comer todo el día.
La basura que acumulaban en la casa provocaba que cada vez fuera más peligroso residir en ella. Hasta las cenizas de sus padres habían sido esparcidas por el salón dónde ya en los últimos meses de vida, comían y dormían, sin moverse del sofá.
La hora de la muerte les sobrevino a la vez con treinta y dos años a consecuencia de la inhalación de anhídrido carbónico procedente de la descomposición de la materia orgánica. Quince días después el hedor que desprendía la casa de José y Dolores levantó las sospechas de lo peor entre los vecinos que llamaron a los bomberos.
Antonia Oliva
Grupo B
Putrefacción con honores
El Corregidor Gaudencio está preparado para leer el discurso. Ha sido muy advertido por el Excelentísimo Sr. Ministro de Defensa, sobre el énfasis con que debe hacerlo. Se han reunido para rendir un homenaje al General Hermenegildo, a quien se le había condecorado. En su guerrera brillan las medallas y entorchados.” El hecho heroico”, digno de este acto que les concita, ha sido dar las órdenes de buscar y recoger los miembros de los soldados muertos en el campo de batalla, conservarlos refrigerados y, posteriormente entregar a las familias. Les acompaña el Marqués de Altosvuelos. En la lejanía los familiares observan el acto. La banda del acuartelamiento está presta a entonar el Himno Nacional, a su finalización empezará la lectura.
El mar está en calma. No se vislumbra ni el vuelo de ave alguna, ni que peces saltarines sientan curiosidad por participar en el acto. Están solos.
Los acordes han terminado. El Corregidor permanece mudo ¿Qué ven sus ojos?, ¿qué tiene en sus manos?, ¿realmente era eso lo que debía leer? El Marques le apremia, con sus brazos gesticula. Y da comienzo a la lectura.
Bitácora, número trece: Informe secreto sobre los hechos dirigidos por el General Hermenegildo Cienfuegos.
Aún a sabiendas de que el refrigerador no funcionaba, el General dio la orden de que se guardasen los miembros recogidos, no admitiendo las advertencias que sobre ello se le hizo. Cuando quisieron entregárselos a la familia y, dado su estado de descomposición, el hedor, la putrefacción se extendía y penetraba por todas las instalaciones, inmediatamente fueron dadas las órdenes de incinerarlas, las cenizas se arrojarían al mar.
Inés Izquierdo
Grupo A
Los putrefactos
Francisco se ha ido de pesca, ha dejado en el armario su Loden y se ha puesto una camiseta a rayas mas apropiada para el calor que hace y para la pesca.
Le pusieron Francisco por S. Francisco de Asís , del cual su madre era muy devota. De pequeño le llamaban Paco o Paquito, en su juventud con sobrenombres mas despectivos derivados de su aspecto poco viril y voz aflautada y mas tarde due conocido por todos por su apellidos que unos pronunciaban con admiración y otros con animadversión.
Se ha ido lejos con su barquita, quiere estar solo, casi nunca lo esta, quiere ensayar su próximo discurso, otra inauguración de un pantano. Que le salgan tan bien no es casualidad, los ensaya mucho y siempre mete en ellos esas frases que exaltan a la multitud, centinela de Occidente, contubernio judeo-masónico, reserva espiritual de Occidente... repasa su escrito y sí están todas, será un nuevo éxito. francisco esta muy orgullo de él, la gente lo quiere y lo aclama allá por donde va y él cuida de ellos como un padre protector. ¡Es que son como niños -piensa con una sonrisa en los labios- que harían sin mi!
Tan entretenido esta que no se da cuenta que hacia él avanza un enorme cetáceo atraído por el atractivo anzuelo que Francisco utiliza. La pesca con mosca le parece ordinaria, él prefiere las mariposas con sus bonitos colores, quedan mucho mas cuquis al final de su larga caña.
El enorme cetáceo esta a punto de tragárselo con barca y todo y sin que el despistado Francisco, Paco, Paquito se dé cuenta. Un avión aparece en el horizonte, Francisco lo oye llegar y da una patadita en el suelo con resignación., siempre lo tienen que estar vigilando. ¡Si, es por su seguridad! Pero un hombre también tiene derecho a su intimidad y además no quieren que le vean con su camiseta de rayas, su favorita pero poco autoritaria. La avioneta se acerca más y más. ¡Que bien suena -piensa francisco-. Es alemana, regalo de un viejo amigo.
¿Pero que hacen estos insensatos?¡ Me van a embestir!
Francisco todavía no ha visto la ballena, que está a punto de tragárselo y entonces la avioneta pasa muy cerca de su barca, lo suficiente para espantar al cetáceo, que huya y Francisco siga con su día de pesca.
Beatriz Gorjón
Grupo A
Indigesto postre
El aficionado pescador dominguero pasa la mañana en las tranquilas aguas del lago cercano a su lugar de residencia. Sólo oye silencio, roto, a veces, por el lejano piar de unos pájaros. ¡Qué calma respira! Alentado por sus tripas mira el reloj y percibe que es la hora de comer. Abre la fiambrera que el amor de su vida le ha preparado con esmero. Se dispone a llevarse un bocado a la boca cuando ve un trozo de papel que sobresale del recipiente del postre. Lo coge y, ensimismado, empieza a leer.
Querido Cándido:
Cuando leas esta carta, ya será demasiado tarde para nosotros. Ya habré desaparecido de tu vida para siempre.
Desde el principio de nuestra convivencia, nuestro amor se ha ido degradando día a día. He intentado todo lo posible, pero tu egoísmo, tú, tú, tú y tú, ha hecho imposible un mínimo acercamiento.
La admiración que te profesaba, se ha tornado en rabia, en asco. Ya no siento nada por ti. Al contrario, todo lo que tiene que ver contigo, me molesta. Sólo el hecho de escucharte en la entrada de casa y sentir cerca tu presencia, me produce nauseas. Me asquean tus escasos besos, tu proximidad a mí. No deseo dormir a tu lado.
Nuestra relación se ha convertido en una parodia del amor. Solo encuentro defectos en tu persona. Me molesta ya tu respiración, los chasquidos de tu lengua, tus ronquidos, el hedor de tus ventosidades matutinas, los ruidos de tu boca al masticar, tus eructos.
Tus manías me han consumido a lo largo del tiempo coartando mi libertad. A tu regreso, además de haber desaparecido mis pertenencias, las tuyas estarán desordenadas y tiradas por toda la casa; las toallas, y no te voy a pedir disculpas por ello esta vez, es más, jódete, las encontrarás colocadas de forma asimétrica; los bolígrafos y lapiceros de tus portalápices no estarán separados por colores y tamaños; los libros de las estanterías, campan a sus anchas: su orden ya no es su medida, el tema que tratan o el orden alfabético. Ordénalos tú, si quieres, ya me cansé de tus estupideces.
Y lo que más me alegra de todo. No volveré a sentirte encima de mí cuando tengas ganas de favorecer tus instintos; no escucharé más tus bufidos y gemidos ni soportaré tus caras de placer que se habían convertido en una caricatura. Tu sudor, que me provocaba ganas de vomitar, dará paso al olor corporal de otros hombres que me respeten más que tú.
Otros que, para atender a sus intereses, no se olviden de los míos como has hecho tú durante estos, afortunadamente, pocos años. Aunque para mí, han significado la eternidad. Ya puedes salir con tus amigos con plena libertad; tranquilo, que ya no habrá más broncas ni caras de enfado. Disfruta de tus partidos de fútbol, tus conciertos, tus escapadas montañeras, tus entrenamientos dentro y fuera del gimnasio, de los torneos de pádel y las partidas de cartas y, ¡cómo no!, de tus imperdonables fines de semana de pesca.
Tu abandono ha alimentado el mío. Muchas gracias porque, desde el momento en que esta mañana abandonaste la casa, he vuelto a ser una persona.
Adiós para siempre
PD: Ojalá se te indigeste la comida como se me ha indigestado a mí la vida a tu lado.
El triste pescador dominguero, con lágrimas surcándole las mejillas, se da cuenta de que no concibe su vida sin su amada. Nada tiene más valor que ella, aunque no haya sido consciente hasta ahora. Ante su cruel despedida, decide quitarse la vida. Sin saber nadar, se arroja a las tranquilas aguas que para él se han convertido en turbulentas. En ese preciso instante, una sombra con forma de cetáceo, nunca vista hasta el momento, se abalanza sobre el pescador y se lo lleva hasta la profundidad de las aguas.
Toñi Martín del Rey
Grupo B
Los putrefactos
Tenía aquella mariposa putrefacta que me había regalado mi novia.
Y, no sé, me daba la sensación que me daría en mi pesca diaria.
Escribí unos textos sobre una hoja ya putrefacta en la que una paloma había dejado su basura hacía ya tiempo.
Y me puse a lanzar cordeles al agua y, a imaginarme, como hubiera sido mi vida.
Con mi casa al lado del mar, escribiría mil historias de amor, echaría los cordeles al agua, viajaría por lo desconocido, conquistaría mares y continentes.
De repente, noté un desagradable olor, un olor a putrefacto.
Y lo vi el enorme crustáceo muerto, y las olas y el viento lo iba moviendo.
Recogí mis cosas, y llamé de inmediato al Seprona.
Los putrefactos
Tenía aquella mariposa putrefacta que me había regalado mi novia.
Y, no sé, me daba la sensación que me daría en mi pesca diaria.
Escribí unos textos sobre una hoja ya putrefacta en la que una paloma había dejado su basura hacía ya tiempo.
Y me puse a lanzar cordeles al agua y, a imaginarme, como hubiera sido mi vida.
Con mi casa al lado del mar, escribiría mil historias de amor, echaría los cordeles al agua, viajaría por lo desconocido, conquistaría mares y continentes.
De repente, noté un desagradable olor, un olor a putrefacto.
Y lo vi el enorme crustáceo muerto, y las olas y el viento lo iba moviendo.
Recogí mis cosas, y llamé de inmediato al Seprona.
Iria CostaGrupo B
Anaglifo
El Dragón Barbudo,
el Dragón Barbudo,
la gallina
y el Enantyum.
Iria CostaGrupo B
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