Textos Certamen Grupo A

Texto 1. Insomnio

Mil noches quebrantadas
desnudando sueños,
remendando marionetas,
naufragando en lagunas de esperanza,
errando como títeres de plastilina,
arañando los pilares del tiempo,
sospechando del silencio de la luna,
retozando sobre nudos de conciencia,
robando instantes a la verdad,
inundando paraísos de nostalgia,
clavando rencores en la escarcha,
lavando pesadillas con palabras.
Mil y una noche quebrantadas…


Texto 2
Diez amores tiene mal de amores
(lectura boba para una fría y otoñal tarde de domingo)

"Era una bonita mañana de primavera y Segundo Diez Amores un hombre joven de ciudad, que estaba pasando unos días de vacaciones en el pueblo de sus abuelos, había dormido poco y mal pensando en Linda Viuda de Casado; el único amor que había tenido en su vida y que le había dejado plantado recientemente.
Haciendo acopio de la poca voluntad que últimamente le acompañaba, decidió tras un breve desayuno, dar un paseo por el campo donde el aire fresco de la mañana y el alegre trino de los pajarillos, tal vez lograran sacarle de aquel semicatatónico estado en el que últimamente se hallaba sumido.
A pesar de que su casa estaba situada a las afueras del pueblo y desde allí podría haberse dirigido directamente hacia campestres caminos, decidió ir en dirección al río y cruzar por ello varias calles del pueblo pensando que a tan temprana hora, no encontraría a nadie transitando por ellas.
Necesitaba estar completamente solo y en contacto con la naturaleza.
Necesitaba pensar y replantearse su vida.
Sin embargo, apenas hubo cerrado la puerta, apareció Modesto Barrio Bobo quien había quedado en encontrarse con Narciso Calle Hermosa que vivía desde niño, en un callejón cuya única salida iba a dar casi puerta con puerta con la suya.
Modesto estaba también tristón por aquel entonces, debido a que Augusto Guerrero Bravo, que siempre había sido un mosca muerta, había logrado conquistar y "robarle" a base de tesón y poesía a Amor Escolar, su novia de toda la vida.
Modesto y Narciso eran amigos casi desde su nacimiento y, curiosamente ambos hacían honor a sus nombres. Modesto, era modesto y algo descuidado en su aspecto a pesar de ser bastante guapo e inteligente en comparación con Narciso, el cual era un “narciso” que solía verse a sí mismo muy bien parecido y gustaba de pararse, mirarse al espejo y echarse a sí mismo algunas flores. Pero es de justicia decir que tenía también sus corazoncito y, al igual que su amigo de siempre para él; el presumido Narciso, tenía para Modesto reservado un rincón muy especial en aquel.
Y poseía otra virtud muy útil para los momentos tristes. Era capaz de hacer reír a un muerto cuando se lo proponía y aún sin proponérselo porque la vida, como él mismo decía, a veces de por sí, tiene su guasa.
Por ello, a pesar de que había trasnochado y era domingo, no dudó en madrugar y, en el mismo sitio y a la misma hora, coincidieron Diez Amores, Barrio Bobo y Calle Hermosa.
Narciso que salió por la puerta de su casa como un pimpollo y con una energía que no da ni el colacao, saludó a su alicaído amigo con una jovial palmada en la espalda y a Segundo con un apretón de manos que casi lo coloca el primero en la cola de urgencias del hospital más cercano.
Tras sobreponerse a tan efusivo saludo, Diez Amores intentó dejarles solos, pero tanto Modesto como Narciso que no habían planeado ir a ningún lugar concreto, insistieron en acompañarlo hasta el río. De modo que los tres emprendieron ruta. Narciso muy animado, los otros dos, algo cabizbajos.
Atravesando el pueblo, vieron que el párroco, Don Santos Rincón de Dios ya estaba tomando el fresco de la mañana apaciblemente sentado en un "machadero" próximo a la ermita, junto con la beata Esperanza Parra Santa y el sacristán Plácido Escudero Mañoso.
Ambos saludaron y preguntaron si habían visto a Tomás Moro de la Iglesia y a Inocente Borrego de Dios, los monaguillos que tenían que ayudar ese día en misa. El cura aprovechó para indicar a Segundo, Modesto y Narciso que no se alejaran mucho y fueran puntuales que el tema del sermón del día sería el amor. Todos asintieron y se miraron divertidos mientras proseguían su camino.
Un poco más adelante respondieron también al apresurado saludo del cabo Casto Teniente Churro que iba en una vespa junto a Avelino Palomo Lagunero, recientemente incorporado al cuartel del pueblo. Palomo Lagunero, se encontraba en la villa como en la gloria, pues tras haber sufrido burlas varias y constantes por sus apellidos desde pequeño en la capital; allí pasaba desapercibido por esta cuestión.
Ambos iban persiguiendo a Honorio Negro Ferrari y a Abelardo Tocino Prieto que corrían como alma que lleva el diablo porque el señor Ángel Recio y Santo Carnicero les había pillado corriendo detrás de sus gallinas, las únicas que quedaban ya en el pueblo, y había avisado a la Benemérita.
A medida que avanzaban, iba tornándose en elegre el humor de Diez Amores y Barrio Bobo. Calle Hermosa, a quién no se le escapaba una, aprovechó la ocasión para llamar a la puerta de Amador Leite Pascual e instarle a que les acompañara también.
Amador era más amante del orujo que de la leche y antes de salir, les ofreció un traguito que los otros aceptaron por cortesía y porque iba acompañado de unas perrunillas que hacía su madre y que dejaban sin sentido.
Era Amador un juerguista natural y junto con Narciso, ya en el camino del río empezaron a bromear sobre los curiosos apellidos que todos tenían en el pueblo, y al saber que también Diez Amores sufría como Barrio Bobo, mal de amores; empezó a contar algunas anécdotas relacionadas que hubieran dado buena "cuerda" ;) para una película.
Fue así como Modesto se enteró de que Ronaldo Macarrilla Franco siempre había sido en su etapa escolar, blanco de las burlas de Paco Mier de Cilla, porque jugaba fatal al fútbol y alguna vez llegó a meter gol en su propia portería.
También de que Pepe Lotudo había andado detrás durante mucho tiempo de Ana Tomía pero que ésta, finalmente decidió casarse con Cojoncio Lucas Trado, lo que supuso un duro golpe para Pepe, del cual se recuperó, meses más tarde, al enamorarse perdidamente de Debora Dora de Cabezas, con la que se casó poco tiempo después de que Cupido hiciera blanco con su flecha en los pechos de ambos.
Y, ¡cómo no!, de la sonada historia del hijo de aquella primera familia hispano marroquí que se instaló en el pueblo; Omar Icón, quien tras mantener dos tórridos y comentados romances con Lucila Tanga y Presentación de Piernas respectivamente; terminó diciéndole el "Sí, quiero" ante Don Santos Rincón de Dios y toda la población de la villa y de los alrededores, a la ya dos veces viuda, Perpetua Viuda de Inocente...
Entre esas y otras historias, ya de por sí con su "miga", y la guasa con la que las contaban Narciso y Amador; tanto Segundo como Modesto fueron olvidando las penas que les hicieron salir tristes de su casa hacía rato y llegada la hora de la comida, sin haber reparado en que se habían perdido el recomendado sermón del amor en misa; volvieron al pueblo con la intención de repetir los paseos cada vez que se presentara la oportunidad.
Diez Amores ahora tenía más que diez increíbles historias en memoria.
Tras esos días en contacto con los prados, montañas y flores y con las gentes del lugar; volvía a ver el lado bueno de la vida. Y fue así como volvió con renovadas energías a su aburrido trabajo en la ciudad, prometiéndose que algún día lo cambiaría por alguno que le permitiera estar más en contacto con la Naturaleza, o no! :D—


Texto 3
Cuento triste con final feliz

"Había una vez las únicas perdices que salían en el cuento"


Texto 4
Las eternas preguntas

El enigma de nuestro origen, se atempera con la ignorancia sobre nuestra función específica sobre esta roca, que se traslada a más de cien mil kilómetros por hora, a la deriva en un sistema estelar peculiar y dentro de una galaxia con su mega agujero negro en el centro y en franca ruta de colisión con al menos otra( en nuestro caso con Messier 90).
Lo único seguro es que venimos de no se sabe dónde, ni por cuánto tiempo y que la certeza de nuestra desaparición tras la muerte, nos es aborrecible, lo que da lugar a toda serie de especulaciones de tipo religioso o filosófico.
Resulta conmovedor ver cómo el ser humano utiliza de forma oral, escrita o por otros medios, la palabra “certeza” como representación de lo inexistente.
Lo único que "no ignoramos", es que morimos y todos en algún momento acabamos temiendo nuestra único futuro cierto.(por cierto también tememos lo que ignoramos, curiosa antítesis)
Para afrontar toda esa dosis de positivismo con que fuimos bendecidos por… ¿la Naturaleza? ¿los Dioses? El Creador?(u otras acepciones de la duda), contamos con los sueños e ilusiones, que son sin duda, el tejido con el que cortamos en el ahora, los vestidos que pretendemos ponernos en el mañana.
En fin, no sabemos de dónde venimos , qué hacemos aquí, e incluso la esperanza nos hace dudar de adonde vamos.
De todo esto podemos inferir que : El futuro, es semejante al pasado anterior a nuestra venida al presente.

Las eternas preguntas

Tras de la creación primigenia
¿qué cúmulo de hilos se tejieron?
¿qué fue lo que los dioses coligieron?
¿Y “Quien” o “Que” a estos les dio venia?

¿Son solo cosas que la mente ingenia?
¿Que encima de esta roca nos pusieron?
¿Que nada de sus planes compartieron?
¿Por Quien fue decretada la ontogenia?

¿De que potencias nuestro ser emana
y cuáles de ellas nuestras vidas rigen?
¿Hay algo tras la muerte soberana?

Extraño sino de la especie humana,
preguntándose siempre por su origen,
temiendo siempre su fatal mañana


Texto 5
Monstruos marinos

Nada como dos días para disfrutar de una buena excursión con los compañeros de clase, me iba por primera vez fuera de casa, sin padres, y encima, a Vigo. Preciosa ciudad gallega pero a mí lo que verdaderamente me atraía era el mar, ese que yo por primera vez iba a ver. Esa era mi ilusión, ese era mi deseo.
Salimos un viernes, el viaje fue divertido aunque cansado, nos llevaron a un hotel lleno de literas, preparado para grupos, después de tomar posesiones y de dejar nuestras cosas, tuvimos nuestra primera salida, y resultó ser también la más interesante, íbamos al puerto. Eso era lo mejor, íbamos ver llegar a barcos pescadores con sus mercancías. La playa era para la mañana del día siguiente.
Estando allí, llegó un barco enorme que había pasado en alta mar algunas semanas, todos los familiares estaban esperándoles, se dieron besos y abrazos al llegar, después de todas esas lágrimas y achuchones, empezaron a descargar sus capturas. Era tremenda la variedad de animales diferentes que yo vi aquel día, incluso lo que era un pequeño tiburón,
Yo, con mi carita redonda y la inocente simpatía de niño curioso, iba todo el rato preguntándole a un hombre como se llamaba cada cosa, ¡que paciencia el pobre! hasta que de repente los vi; eran tres extraños seres que me parecieron verdaderos monstruos, eran claramente arañas gigantes, no tenían ocho, sino diez patas amenazantes que no dejaban de moverse, se me antojaron que eran crías del más espantoso de los monstruos marinos, estaban en un cesto, negras, ojos miopes y su caparazón estaba lleno de espinas y de suciedad de los mares, me dio un poco de miedo, pregunte al pescador que era aquello tan raro, a lo que el me respondió diciendo; “si tú no sabes lo que es, llévaselo a tu madre que ella si sabe” los metió en un saco y me los entregó sonriendo.
El monitor nos reunía a todos para volver al hotel, entonces, me apartó y me lo dijo: “estos bichos que llevas pueden hacerte esta noche mucho mal o a alguno de tus compañeros y si alguno de ellos muriera se descompondría rápidamente y su olor podría ser fatal”, se los entregué y me sentí liberado, un poco por su peso, y otro poco por el miedo que tenia a un ataque de esos seres que no parecían de este mundo.
El sábado tocó ir a la playa, diversión para todos, sentí lo que se siente cuando por primera vez ves el mar en toda su extensión, la playa era amable pero yo sabía que dentro de aquella magnitud de aguas calmadas, existía un mundo plagado de monstruos, oscuro y hostil.
Incómodos de sal y arena, regresamos al hotel para coger nuestras cosas y pasar todos por las duchas. El cansancio del juego en el mar y la monotonía del viaje hicieron que no nos enterásemos de tanto kilómetro, pasando todo el viaje dormidos.
Al llegar nos esperaban nuestros padres a pie de autocar, nos preguntaban que tal y nos besaban como si hubieran pasado años, los monitores se fueron solos, en sus coches a casa a descansar, cada uno de ellos llevaba una bolsa donde una de esas arañas no dejaba de moverse, los mismos bichos de los que me habían liberado un día antes.
Supuse que cada uno se llevaba uno para examinarlos detenidamente y explicarnos después en clase que tipo de animal era.
Por eso cada uno llevaba uno de esos frescos, grandes y ricos centollos.


Texto 6
Todo final tiene un principio

Buenos días.
Buenos días vecino.
Otra vez te vas a encerrar en casa.
Desde luego.
¿Qué andas haciendo?.
Estoy metido en un estudio nuevo. No se que resultará. Espero que sea revolucionario.
Ya me contarás.
Entro en casa, y de forma automática cando la puerta.
Toda la casa es un laboratorio; no se distinguen dormitorios, ni cocina, ni cuartos de baño; todo está lleno de artilugios para realizar experimentos.
Después de años de pruebas, he conseguido fabricar vida en su más mínima expresión. Combinando aminoácidos esenciales y proteínas en un caldo de cultivo similar a la "sopa primigenia", surgió algo parecido a una bacteria muy elemental.
Tratándola con infinito cariño, temperatura adecuada,y medio líquido rico en glucosa, consiguió duplicarse y duplicarse, y al cabo de unas semanas ya tenia la primera colonia.
Había conseguido crear vida partiendo de elementos simples y un ambiente adecuado, algo similar a lo que sucedió en nuestro planeta hace miles de millones de años.
Bien, pensé, hay que buscarle utilidad a este hallazgo. Comencé a disminuir la glucosa de la dieta, añadiendo celulosa al principio y al cabo de un tiempo le añadí polietileno. El crecimiento de la colonia se detuvo al principio, pero posteriormente, se adaptó a la nueva dieta y creció de forma exponencial; de forma que ahora crecen y crecen, alimentadas exclusivamente a base de plástico.
Tengo la bañera llena de una masa gelatinosa que se mueve de forma ondulatoria. Me siento a ratos, arrojo una botella de plástico y un par de bolsas y observo como van desapareciendo en pocos minutos.
Por mi cabeza pasan muchas historias: revistas científicas, premio Nobel, prensa, radio, televisión, fama, riqueza...
Al final decido seguir en el anonimato, y tiro del tapón del desagüe de la bañera.
Los millones y millones de mis queridas bacterias, de mis "moraditas" como las he llegado a llamar. las colonias presentan un precioso color lila, equiparable a esos bellísimos tonos de algunas puestas de sol, salen vía fluvial en busca del mar. Allí vais a encontrar alimento abundante, y de paso solucionareis uno de los principales problemas que tenemos en la Tierra.
Las "moraditas" se encuentran como pez en el agua y continúan con su labor: comer, beber y multiplicarse. Se adaptaron al agua salada y terminaron con todos las plásticos de los océanos.
Por las playas y acantilados salieron en busca de vertederos; hallaron basureros y en ellos comieron. Comieron y comieron hasta que acabaron con todos los plásticos de la Tierra.
Algunas colonias se adaptaron enseguida a comer celulosa, pues de hecho, yo las había alimentado como paso previo al plástico. Terminado el plástico comenzaron con la madera.
Comieron y comieron: plantas, árboles y la madera de los bancos y las casas.
Terminaron con las plantas y comenzaron con los animales.
Después de los animales vinieron los humanos.
Acabaron con todo.
Al acabar con los nutrientes, comenzaron a morir.
Murieron y murieron a millones, pero después de tantas y tantas divisiones, surgió una especie celular nueva, una colonia diferente que se adaptó a vivir en el mar, se agrupó y llegó a formar las primeras plantas y los primeros animales unicelulares, de donde surgirá toda una vida nueva.
Ahora no se si estoy escribiendo sobre el futuro o sobre el pasado, pero todo final tiene un principio.


Texto 7
Vendimia

La luz de otoño es una luz suave
que nos llega del cielo como un beso de uvas.
Los pámpanos ofrecen
un elixir de vida en tu cuerpo desnudo,
y tu vendimia llega como fuente a mi boca.
Se encuentran nuestras manos,
racimos del deseo madurando en el tiempo,
eres llena de soles, y miro hacia ti
como mira en la noche el náufrago a su faro.
Me quedo sin raíces, y me hundo
despacio en lágrimas de vino,
despierto y soy arena,
anónimo infinito esperando tus olas
en mi embriaguez de espuma,
flotando en esa fiebre.
Imagino palabras, mensajes de tu cuerpo,
y navego en tu boca, borracho de un abrazo
cosechado en tu sexo.
Yo quería beber vino como bebía el mar,
derramando en tu pecho
una sed insaciable.


Texto 8
Deseos

Y
yo
les
pido
soñar,
sentir
abrazos
amorosos.

Y
os
veo
cada
noche,
siento
vuestro
murmullo.

Y
en
una
fría
noche
sentir
cálidas
palabras.


Texto 9
Una ocasión especial
I

Cada mañana nos encontrábamos en el parque, yo apurando mis pasos, ellos demorando el tiempo juntos, camino del colegio; daba igual que lloviera o soplara un vendaval, parecía que iban de paseo y lo disfrutaban. La niña sostenía con fuerza la mano de su padre y conversaban sin descanso. Se convirtieron en mi referencia cronológica: si los veía antes de entrar en el pinar, ya sabía que ese día llegaba tarde al trabajo.
Me gustaba observarlos a lo lejos, su caminar lento y acompasado transmitía complicidad. Más adelante, durante esos brevísimos segundos que tardábamos en rebasarnos, me atreví a examinarlos oculta tras mis gafas de sol. Un frío día de agua, él me miró bajo la protección de su paraguas. No hizo falta disimular más; a partir de entonces nos sonreíamos, a modo de saludo, al cruzar nuestras miradas.
La primavera llegó contundente un viernes veinte de marzo, con un sol espléndido, temperatura agradable y los árboles engalanados de un verde tierno tras las últimas lluvias. Estaba tan feliz contemplando el milagro después de varios días enferma, que no me di cuenta de su ausencia hasta que los tuve frente a mí esperando que el semáforo de la avenida cambiase de color. La niña estiró dos veces del brazo de su padre y el hombre levantó la mirada, se fijó en mi presencia y con regocijo cabeceó al cruzarnos en mitad de la calzada.

II

Me debían horas en el trabajo. Pedí libre la tarde del miércoles; necesitaba cambiar los cristales de las gafas y, por mis horarios, decidí acercarme al centro comercial. La óptica parecía un espacio de diseño minimalista, diáfano y bien iluminado, con cuatro dependientes trajeados y con lentes, de aspecto impecable y de bonitas sonrisas, como si posaran para un anuncio publicitario; uno de ellos se me acercó amablemente en cuanto entré. Expuse lo que deseaba y con la receta del oftalmólogo del seguro tomó nota del pedido.
-¿No le gustaría probar unas lentillas desechables para ocasiones especiales?, me preguntó el muchacho con la mejor de sus sonrisas.
- ¿Por qué no? - me dije; ya no veía bien sin las gafas y mi coquetería me impedía salir con ellas a tomar una copa cualquier noche con mis amigos. Quedé en realizar la prueba el viernes al ir a recoger el encargo.
Y llegó el viernes por la tarde: peluquería y tarde de compras. A las séis ya estaba en la óptica para la prueba y me recibió encantado el mismo dependiente de la vez anterior; me comentó que me esperaba ya el optometrista y me acompañó hasta la sala de consulta, a donde me hizo pasar. Al entrar me recibió un hombre de espaldas a la puerta que se afanaba en colocar un historial en el archivo de la habitación. Se dio la vuelta disculpándose con una voz cálida, tendiendo su mano de forma cordial y, cuando me miró, su amplia sonrisa me hizo comprender quien era.
Nos reconocimos felices y temerosos; nunca habíamos estado tan cerca. Se recompuso y, de manera que intentó parecer profesional, me pidió sentarme frente a la mesa con espejo y procedió a enseñarme a manejar una lente de contacto. Me temblaban las manos; me sentía acalorada y ya no podía escuchar más que los latidos de mi corazón; era guapo, más de lo que recordaba, y su voz me desarmó. Desde luego que no fui capaz de colocarme aquel pequeño redondel de plástico.
Se colocó delante de mí e inclinó mi rostro hacia el suyo, abrió el párpado de mi ojo derecho con delicadeza y deslizó la lente de forma sutil; la sentí fría y húmeda. ¡Y él olía tan bien...! Una gota se deslizó lenta desde el lagrimal. Me agarró la cara con ambas manos y con una ternura infinita me la retiró con su pulgar izquierdo y lo llevó a su boca.
- Irene duerme hoy con sus abuelos y yo termino a las ocho. ¿Querrás esperarme?


Texto 10
Con Amor

Ana, luz de mi vida, deseo de mis entrañas. Vicio mío, veneno mío, carne de mi carne. Solo me queda tinta por darte. Te recuerdo tan distante, tan sola entre mis labios. Te recuerdo sin las letras de tu nombre: al desnudo, con el miedo de tus ojos alumbrando mi mirada. Te recuerdo y me recuerdo.
Tú tan café con leche y yo tan café solo, tú tan subjuntivo y yo tan indicativo, tú tan cercana desde lejos, y yo tan distante desde cerca. Siempre estuvimos marcados para soñarnos.
Pienso en ti siempre que me siento solo, desobediente. Cuando pierdo el sentido de mi vida y me atrevo a escribir. Y mientras palpita la sangre de mis venas en la tinta del papel te tengo más cerca que nunca, justo entre las goteras de mis sueños.
Quizás sea porque tengo miedo a la realidad. Quizás sea porque siempre te amé desde que naciste como un milagro traído del cielo. Quizás sea porque no he vuelto a ser el de antes, el de siempre, desde que te traicioné.
He decidido escribirte ahora que estás en el baño de la cafetería, buscando una forma de avivar las palabras. Porque soy un cobarde y un llorica, y soy débil, como lo es el sol cuando se esconde. No quiero ver cómo te hago cosquillas en la nostalgia y te dejo en la estacada. De nuevo, sola con esta carta y mi recuerdo.
No quiero que te encariñes de mí y te abandones al tiempo. Estás bendita, Ana, como el poeta cuando sueña sin saber que sueña, o el niño cuando juega sin saber que juega. Estás bendita, Ana. Eres pura e inmortal y, a este paso, me conducirás al peor de los pecados: el de amar.
Soy ruin, mezquino y cobarde. Soy el negro humo, el gigante demente, y el pecado del deseo que te arrancará nervio tras nervio, sonrisa tras sonrisa, hasta que solo sean tuyas las letras de tu nombre y la tempestad de tu vida.
No mereces conocerme. No mereces que te conozca. No mereces desearme. No mereces que te desee. Porque no puedo, ni debo cambiar. Porque no puedes, ni debes cambiar. Y aún me arrepiento de volver, como el perro sarnoso que soy, con el rabo entre las piernas. Solo para darte esperanzas de que algún dia, podría haber un mañana diferente
Te recuerdo, Ana, cuando te asaltaba la incertidumbre y corrías por las olas de camino a casa. Te recuerdo, cuando dormías en los escapares de mi cuerpo, con la expresión vacía de mi sonrisa y el cariño húmedo de tu boca. Y espero que el tiempo vacíe mis recuerdos y te deje pura de nuevo, lista para que otro te de sus sueños.
Vete antes de que te quiera, o será demasiado tarde para que te salves.
Todo tuyo, desde hoy, hasta el dia de mi muerte.
Tu padre


Texto 11
"Frases hechas”

La cosa no podía acabar bien. Cada mañana la misma historia: no había pregunta que el repelente tipo de la primera fila no se esforzara en contestar con rapidez y precisión, cual concursante de un “pasapalabra” cualquiera a punto de llevarse el bote millonario que le arreglara la vida.
Pero aquí no había millones, ni premios. Aquí no había segundero, ni concursantes. Solo éramos una puñetera clase de chavales de tercero de primaria y un pobre desgraciado – quien esto escribe, señoría – que intentaba cumplir con la noble misión encomendada de enseñar al que no sabe.
Pero aquel personaje impedía cualquier respuesta que no fueran las suyas. Lo mismo daba que multiplicáramos o que hablásemos del sustantivo: ante cualquier pregunta – por retórica que fuera – entraba en éxtasis, se encaramaba al pupitre y antes de que nadie pudiera decir absolutamente nada, ya había dado la contestación oportuna, mientras un hilillo de satisfecha espuma se le escapaba entre la comisura de los labios.
Aquel día, antes de que él pudiera decir nada, yo solo pronuncié la maldita frase, causa de mi desdicha: “Y usted, señor González, ¿puede morderse la lengua, por favor?” Lo que siguió fue espantoso. Por el solo hecho de responder correctamente aquel chiquillo se desangró, sin que nadie pudiera liberar su lengua de tan terribles fauces. Señoría, no lo dude. El responsable soy yo.

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