Empleamos con frecuencia expresiones como "son cosas de niños" o "son cosas sin importancia" como si éstas fueran niñerías o simplezas. Pasamos con velocidad de lepidóptero por las cosas cuando expresamos "a otra cosa, mariposa". En ocasiones ni siquiera sabemos nombrar las cosas: "Pásame el éste que está en en el ese" decimos señalando con el índice a un objeto o "deme un chisme con una argolla y que acaba en punta" cuando pedimos un artículo en una ferretería.
Este asunto de las cosas preocupa a niños, poetas y filósofos como Heidegger y Sartre. La ontología nos acerca a esos seres inanimados que, sin embargo, cobran voz y vida en las historias.
Nosotros hemos decidido centrarnos en los objetos, aunque no sea ésta la única identidad a la que nos remite la palabra "cosa".
Y nos hemos propuesto hablar de muchas cosas, o de muchos objetos. Y en esa tarea nos han ayudado Pablo Neruda, César González Ruano, Ramón Gómez de la Serna, Charles Simic, Walter Benjamin, Chema Madoz, Mari Ángeles Pérez López y María José Ferrada
Pablo Neruda, poeta de la materia, nos regala su "Oda a las cosas":
AMO las cosas loca,
locamente.
Me gustan las tenazas,
las tijeras,
adoro
las tazas,
las argollas,
las soperas,
sin hablar, por supuesto,
del sombrero.
Amo
todas las cosas,
no sólo
las supremas,
sino
las
infinitamente
chicas,
el dedal,
las espuelas,
los platos,
los floreros.
Ay, alma mía,
hermoso
es el planeta,
lleno
de pipas
por la mano
conducidas
en el humo,
de llaves,
de saleros,
en fin,
todo
lo que se hizo
por la mano del hombre,
toda cosa:
las curvas del zapato,
el tejido,
el nuevo nacimiento
del oro
sin la sangre,
los anteojos,
los clavos,
las escobas,
los relojes, las brújulas,
las monedas, la suave
suavidad de las sillas.
Ay cuántas
cosas
puras
ha construido
el hombre:
de lana,
de madera,
de cristal,
de cordeles,
mesas
maravillosas,
navíos, escaleras.
Amo
todas
las cosas,
no porque sean
ardientes
o fragantes,
sino porque
no sé,
porque
este océano es el tuyo,
es el mío:
los botones,
las ruedas,
los pequeños
tesoros
olvidados,
los abanicos en
cuyos plumajes
desvaneció el amor
sus azahares,
las copas, los cuchillos,
las tijeras,
todo tiene
en el mango, en el contorno,
la huella
de unos dedos,
de una remota mano
perdida
en lo más olvidado del olvido.
Yo voy por casas, calles,
ascensores,
tocando cosas,
divisando objetos
que en secreto ambiciono:
uno porque repica,
otro porque
es tan suave
como la suavidad de
[una cadera,
otro por su color
[de agua profunda,
otro por su espesor
[de terciopelo.
Oh río
irrevocable
de las cosas,
no se dirá
que sólo
amé
los peces,
o las plantas de selva
[y de pradera,
que no sólo
amé
lo que salta, sube, sobrevive, suspira.
No es verdad:
muchas cosas
me lo dijeron todo.
No sólo me tocaron
o las tocó mi mano,
sino que acompañaron
de tal modo
mi existencia
que conmigo existieron
y fueron para mí tan existentes
que vivieron conmigo media vida
y morirán conmigo
media muerte.
media muerte.
Walter Benjamin se pregunta: ¿Y si las cosas pudieran hablar? ¿Qué nos dirían? ¿O acaso ya nos hablan pero no las escuchamos? ¿Quién las traducirá?
María José Ferrada parece recoger estas preguntas en su libro "El lenguaje de las cosas". Las cosas, en sus versos, toman voz y nos susurran su lenguaje:
María José Ferrada parece recoger estas preguntas en su libro "El lenguaje de las cosas". Las cosas, en sus versos, toman voz y nos susurran su lenguaje:
Las cosas duermen,
sueñan pequeños sueños
y despiertan.
A veces incluso les da por hablar,
y es un idioma que parece
[un zumbido
o un pestañeo.
Por eso dentro de la casa hay un secreto.
“Ffrrrrr srrsrsrs jjajajja trrrrrrrr
Frrrrrrrr zzzsrrrrrrrr”.
Suena el secreto de las cosas.
La propia autora señala:“Imaginarse cosas a partir de las cosas es un acto de libertad:
la libertad de significado que se va perdiendo al crecer”
Charles Simic se apiada de las cosas y se pregunta sobre su sentir: "Cosas, ¿conocéis el sufrimiento? El misterio del objeto es el misterio de una puerta cerrada. El objeto es el lugar donde lo real y lo imaginario colisionan"
Y Óscar Hahn nos señala el adentro de las cosas, lo que esconden:“Ese árbol / tiene un violín adentro. / No fue tallado aún pero está dentro. / Espera el día de la resurrección / árbol adentro”.
Hemos probado a nombrar las cosas, a definirlas, a describirlas y señalar que contienen, qué hay escondido en su interior. Cada participante del taller recibió un papel con el nombre de un objeto. La tarea consistió en darle voz y vida a ese objeto. He aquí el inventario de nuestro particular bazar:
Azucarero
Cuando veas un azucarero, fíjate bien, los hay que lo parecen y son urnas para fantasmas. O sea, donde se guardan cenizas de fantasmas. Las granulan para que nos lo creamos mejor.
***
—Mira lo que ha encontrado el niño, Brako. Tiene granos de tierra dentro, pero son blancos.
—Deja eso, Kiara. El niño ya no es tan niño, tienes que enseñarle que no se puede andar perdiendo el tiempo escarbando en busca de tonterías del futuro. Andamos necesitados de brazos, la vida es muy dura para los que nos ha tocado vivir en la Edad de Piedra.
Pascual Martín
Grupo B
Soneto al secador de pelo
Es arma, tubería, instrumento,
con el aire demuestra su dominio,
sea de plástico o chapa de aluminio
te pone la cabeza a barlovento.
Sólo el calvo se libra del tormento,
es amago -al usarlo- de suicidio,
es imagen del loco en su delirio,
su maraña de pelo y aspaviento.
Tramontana que enreda tu cabeza,
viento del sur, siroco que calcina,
tiene mucho peligro el secador.
No te dejes vencer por la pereza,
si te huele el cabello a chamusquina
pásate a la toalla, que es mejor.
Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A
Bolso de mano
Objeto de forma rectangular, de unos 20-30 cm de largo, 15 cm de alto y 5 cm de ancho. Los hay de muchos colores, algunos de un solo color y otros estampados. Puede ser de piel o ropa, incluso de plástico. Algunos hueles a perfume, otros a piel curtida. Suelen tener una cremallera en la parte superior o incluso una tira con broche para poder cerrarlos o abrirlos. Unos se llevan directamente en la mano y otros pueden llevarse de asas o colgados del hombro. Se llenan de cosas pequeñas.
Dentro del objeto, sin duda, hay un armario. Un armario con todos sus cajones, puertas, estanterías,... para que se puedan ordenar las cosas que se meten dentro y para poderlas encontrar con facilidad antes de sacarlas. Pero no se sabe a ciencia cierta si debido al movimiento mientras se camina o porque (según algunos) hay un duendecillo travieso dentro, es habitual ver a las personas que portan este objeto buscar y rebuscar ansiosamente porque no encuentran lo que metieron en su lugar correspondiente. Sobre todo llaves, que por el tintineo deben de causar algarabía musical en el duendecillo travieso, que en cuanto puede las cambia de lugar.
Jaume Castejón
Grupo B
Juicio a un biombo
Esperaba el biombo en la antesala de la sala de vistas, más replegado que nunca, trémulo como si el viento lo azotara. La madera de las pequeñas celosías que adornaban sus atrevidos copetes crepitaban de miedo. Gotas de tinta negra y roja le sudaban de arriba abajo, desdibujando letras orientales milenarias trazadas con singular maestría. Viéndole allí, recogidito en una esquina, nadie podría creerlo capaz de ningún delito. Y sin embargo, allí estaba ¡Y a su edad!
Al cabo de un buen rato de angustiosa espera, se abrió la puerta de la sala y un agente judicial, con un deje compasivo, le invitó a entrar. El biombo, entonces, avanzó a su manera, abriéndose y cerrándose arrítmicamente, tan nervioso estaba el pobre, atravesando el umbral de la puerta y no deteniéndose hasta quedar, ahora del todo desplegado, en medio de la sala, frente al estrado, donde un juez de mirada severa, escoltado a su derecha por un fedatario público y a su izquierda por el Ministerio Fiscal, lo invitó a sentarse en el banquillo de los acusados.
—Mi condición de biombo me impide, señoría —le dijo con todo el respeto del mundo—, sentarme sin quebranto cierto de mis paños; por lo que le ruego me autorice a continuar de pié.
Condescendió el juez con la petición del biombo, si bien le ordenó que se replegara a fin de que no quedara escondida de su mirada cuanto quedaba detrás de él.
—Bien hace Su Señoría en darle tal orden —le susurró el fiscal al oído—. Y apreciad que ni delante de usted se recata en ocultar su condición de encubridor.
Hizo el juez entonces como si no oyera al fiscal, y pasó a preguntar al biombo por su procedencia.
—Empieza diciendo el Génesis, Señoría, que en el día primero Dios separó la luz de las tinieblas, y barrunto yo si mi primer antepasado no sería aquel prodigio con que Nuestro Señor operó tal separación —contestó el biombo con un aplomo insospechado.
—No me refiero a sus ancestros —le corrigió el Juez— sino al origen de usted.
—Entonces le diré que nací en el imperio del sol naciente, allí donde la discreción se eleva a la categoría de obra de arte.
—¿Su profesión?
—Artista. Pues no hay arte más discreto que el guardar bien un secreto.
—¿Dónde trabaja?
—En el Ristorante Cafone —respondió muy bajito, consciente de la mala fama de aquel antro.
—Bien —continuó el juez, mosqueado con aquella mezcla italojaponesa—, identificada debidamente la parte acusada, puede proceder el Ministerio Fiscal.
—He aquí —y los ojos del fiscal se abrieron gravísimos e inquisitoriales— de qué se acusa a esta abominable criatura:
“Verá Su Señoría que aqueste, mi alegato, dibujará el retrato de un pérfido, o peor. Y no se lleve a engaño por faz tan delicada, que es trampa acostumbrada del torvo y del traidor.
“Se le ha visto de día tapar con su mampara conjura descarada contra la autoridad. Y tras de sus paneles, un hampa encanallada, de inquina descarnada, jurar por Satanás.
“Se le ha visto de noche, borrachos ocultando, su bilis soportando, mezclada con licor. Y aunque hubo muchas quejas, de los del otro lado, no censuró ni trago, ni vómito, ni hedor.
“Se le ha visto tapando botines de ladrones, que dejan sus millones detrás del bastidor. Y aunque ha pasado el coche de la gendarmería, no ha dado el chivatazo que allí era de rigor.
“Se ha visto al acusado mostrando sus espaldas, para ocultar las faldas de damas sin virtud; prestando sus servicios a tipos descarados, que luego con regalos les dan su gratitud.
“¡Se le ha visto a mayores, a un joven encubriendo, llorando, suspirando, perdido su mirar; con una carta boba de amor empalagoso, que juzgo vergonzoso poderse tolerar!
Acabó su alegato el Ministerio Fiscal con la vena hinchada y el dedo acusador extendido hacia el biombo que, amedrentadísimo, más aún se habría plegado de haber podido. El Juez posó nuevamente su severa mirada sobre el biombo.
—¿Y qué tiene que decir el acusado? —le preguntó haciendo resonar su voz.
—Nada —respondió el biombo, tragando saliva.
—¿Cómo nada? ¿Os confesáis, pues culpable?
—No, Señoría, pero entended que un biombo profesional es discreto por definición y de lo que se ha hecho a mi amparo no pienso soltar prenda —respondió ahora, sin dejar de temblar.
El juez se retrepó sobre su sillón, se ajustó las gafas y se lo quedó mirando con perplejidad. Al cabo, le pidió al biombo que se desplegara otra vez completamente. Y prendado de su belleza, no por ajada menos portentosa, se apresuró a pronunciar el veredicto.
—Siendo culpable de todos los cargos de los que se os acusa, os condeno a colgar indefinidamente de la pared de mi despacho, para que en lo sucesivo no tengáis otros fines que los meramente decorativos. ¡Se levanta la sesión!
Óscar Martín
Grupo A
El artífice de mis fantasías
¡Qué bien tenerte de nuevo en mis manos! Cogerte con mis dedos, mirarte, darte vueltas en diferentes sentidos y observar cómo garabateas en el aire figuras desconocidas, misteriosas, ocultas…
Me gusta estar contigo porque no sólo atiendes a mis propuestas sino que en ocasiones -en más de las que soy consciente- me llevas por cauces ignotos, tomas tú las riendas y reconduces mis deseos de una forma tan imperceptible que parece que sea mi propia voluntad. Te conviertes en una prolongación de mi misma y cumples, así, mis anhelos más intimos.
Describirte es fácil: eres un elemento alargado, de grosor y de longitud variable -aunque esta última no suele exceder los 18 cm- en cuyo interior se encuentra el conducto por el que discurre la esencia de la vida. Tienes una constitución firme y resuelta cuya apariencia, a veces, evoca sensaciones de dominio o de inferioridad, de esplendor o de miseria, de satisfacción o de fastidio…
De tu interior surgen vidas, ensoñaciones y quimeras.
Poseerte contribuye a mi felicidad, empuñarte despierta mis deseos y conducirte colma mis expectativas.
Querido bolígrafo, ya seas de plástico, de madera, de metal -precioso o no-, eres el artífice de mis fantasías.
Maxi Moreno
Grupo B
“Reflexiones de una silla”
Cuando – de niño – jugabas conmigo y me convertías en un barco pirata, en un puesto de vigía o – junto con otras de mis hermanas y debajo de una manta – me transformaba en la Cueva de Alibabá, cuando eras niño, me caías mucho mejor. Prometías… ¡qué sé yo!
Esquivabas las reprimendas por tratarme mal y te negabas a verme del mismo modo que el resto de la gente. Incluso te aprendiste aquel sketch del humorista que se enredaba del modo más inverosímil en otra silla muy similar a mí y te empeñabas en representarla delante de los invitados ante la cara de horror de tu madre y el cabreo de tu padre.
Pero tú eras así, capaz de convertirme en estrella de la noche, a tu lado, siempre a tu lado.
Pero creciste y tu mirada se volvió seria y circunspecta; cuando decidiste llevarme a tu nueva casa, pensé que todo volvería a ser como antes… pero estaba muy equivocado. La restauración a la que me sometiste me dejó como nueva por fuera pero con el alma – el alma, sí, ¿o pensabas que las cosas no tenemos alma?- encogida. Ahora me tienes decorando esa habitación tan fría donde recibes a tus invitados, siempre tan serios. No sé por qué en vez de llamarte “Juan”, te dicen “señor notario”. Y yo en la esquina, de figurante. ¡A lo que hemos llegado!
“Hablando de sillas (Divertimento ligero)”
Sí… ya. Como quieras.
Pero es que… si, ya.
No, no estoy enfadado.
Sí, ya, ¡no te sientes!
No… si ya…, claro
lo sabía, pero sí, ya,
mejor no.
Sí, ya lo sé,
pero hoy no, sí… ya,
hago de silla mañana.
Javier Portilla
Grupo A
Su Majestad la Radio
Eres el Dios de todas las casas. Tu presencia llama la atención no por tu figura sino más bien por tu elocuencia. El silencio se impone a tus palabras y cada quien le da un sentido. Algunos no dejan de mirarte mientras otros solamente te sentimos. Eres un invitado de honor durante las comidas diarias, especialmente de las mujeres solitarias. Tu sabor puede ser dulce o amargo, pero cuando cantas mueves corazones de alegría. Soprano o tenor según venga el día.
Lucero Quispe
Grupo A
La culpa de todo la tiene el no haber leído a Walter Benjamin, seguro. No se puede pensar que cualquier imitación o sucedáneo pueda pasar por una obra de arte por el mero hecho de ser una obra en si, porque luego vais a un chino y cualquier trozo de alambre enroscado os parece una percha. Y una percha es elegante. Una percha tiene empaque, tiene gancho, tiene porte.
Según la Real Academia de la Lengua, soy un utensilio ligero -qué descaro- que consta de un soporte donde se cuelga un traje u otra prenda parecida, y que tiene en su parte superior un gancho para suspenderlo de una percha (¿otra vez yo? ¿entonces quién es la percha?), o de una barra.
Claro, así, empezamos mal.
Hay además quien nos llama «galán de noche», más distinguido pero algo anticuado y sexista, «alcándara», del persa “camino en la jaula del halcón”, muy poético pero poco preciso, «capotera», donde se nos presupone valentía, o también ¿«alar»?, lo que dicen ser una percha, ¡para cazar perdices!, que a parte de no haberla visto nunca, ¡eso no es una percha ni es nada! Otros hablan de «mastelerillo», que es un vulgar palo de un barco. Alto, sí, pero sin presencia, insignificante, sin diseño alguno, rudo, básico, burdo, simplón.
Yo tengo aura.
Etimológicamente vengo del francés perche, que a su vez evolucionó del latín pertica -vara larga; -pértiga- que sería mi cultismo -segundo fallo histórico porque me convierte a mi en un producto popular, patrimonial, dicen, para darme consuelo- y que solo tiene semejanzas dentro del Indoeuropeo con ciertas lenguas itálicas, como el umbro percam -vara- y el osko perek -medida-. Lo que demuestra que, mis orígenes, aunque no sean reconocidos, datan de mucho tiempo atrás.
Yo, he servido para engrandecer a múltiples personajes históricos, como Napoleón Bonaparte, el cardenal Richelieu o Maria Antonieta. Debo tener predilección por los franceses. Oh...Paris fou... Cocó Chanel. Era otra época. He ayudado a vestir ejércitos enteros, unos más temidos que otros: húsares, guardias alabarderos, el Ejército Rojo... a ver dónde pensáis que colgaban sus gabanes, capotes y casacas. Pero los libros dicen que mi historia es mucho más reciente. ¡Qué sabrán ellos! Algunos, los que mejor parada me dejan, atribuyen mi nacimiento nada menos que al presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, uno de los padres de la Nación... pero, lo que seguro es cierto, es que mi homónima de alambre... a la que si estiras, deshaces y conviertes en una mera recta de metal, es debida a un tal Albert J. Parkhouse, empleaducho de una empresa de Michigan, la Timberlake Wire & Novelty Company, que no digo que no tuviera buena intención, pero que encima de no conseguir la patente, fue el origen de mi degradación moral. Así, serví hasta para asesinar a Johnny Ola en el filme El Padrino, segunda parte.
Yo soy triangular, escalena, de maderas nobles, fuerte como los árboles con los que me han fabricado, antigua como ellos, tengo historia a mis espaldas, del árbol surge el papel... y del papel esos libros que no me mencionan, pero eso vamos a dejarlo apartado de momento. Si me descompones, me deshago, ya que tengo un diseño mucho más complejo y sofisticado que, para empezar, requiere la combinación de al menos tres elementos; no nos olvidemos de la cola. He sido mejorada a lo largo de los siglos -en la Edad Media era un simple palo vertical, también de madera claro, es evidente, al que luego confundieron con el perchero, pero el perchero es arcaico, abigarrado, barroco-. Dicen que no es cierto que existiera, que se guardaba la ropa en arcones y posteriormente se doblaba en pequeñas baldas. ¿Realmente creen que Enrique VIII guardaba el traje con que lo retrató Hans Holbein el Joven, en una simple cajonera? ¿O que Cecilia Gallerani doblaba el vestidito con delicadeza sobre una rústica tabla? Por favor, no sean ingenuos. ¡Qué insensatez! Ahora, reivindiquen mi figura y hermosura y que no les den gato, por liebre.
Libertad Luengo
Grupo A
Brasero
Tengo la tripa gigante súper caliente las más de las veces . En verano no, claro. Me dejan descansar. Es un detalle .
De hierro y bien robusto con dos asas a los lados para poder ser transportado a conveniencia caliento las estancias más diversas.
Siempre a su disposición.
Ismael Marcos
Grupo B
La muleta
Como un hilo de herrumbre deslizándose por mi interior. Así percibo esa sensación de pudrimiento que debilita inexorablemente mi fortaleza. Mi piel, antes brillante, está marcada con rozaduras y golpes a tu torpeza debidos. El guante oscuro con que protejo mi brazo está ya áspero por el contacto exigente de tu mano. Hay en mi decrepitud un apesadumbrado sentimiento de añoranza. ¡Te echo de menos, Julia! Quiero que volvamos a caminar juntas por las veredas de nuestro parque, acomodar a tus pasos titubeantes los míos, tomarte del brazo delicada pero firmemente. Y notar la presión de tu mano y ser, de nuevo, el apoyo fiable que precisaba tu debilidad.
Pero comenzaste a caminar sola por la casa, renqueante e insegura, y las dos sentimos la esperanzada alegría de tu recuperación. Luego vinieron tus cortas escapadas a la calle, sólo unos cuantos minutos que me dejaban, en la soledad de la casa, presagiando cien caídas y golpes, y culpándome de no estar allí siendo tu báculo y salvaguarda.
Y ahora yazgo aquí, en este oscuro rincón, anhelando respirar el aire libre, sentir la arena bajo mi pie, notar en la piel este otoño prematuro, y tu compañía, y la inefable dicha de resultarte imprescindible. Pero tus pasos son ya leves, saltarines, y ahora yo, una humilde muleta, no sería más que un estorbo para tus gráciles piernas.
Pepe Lorenzo
Grupo B
El ascensor
Recuerdo cuando me llevaron en el remolque de un camión. Me llevaron a una vivienda de pisos en construcción. Hoy se que era un edificio alto y de estilo moderno.
Me encerraron entre cuatro paredes, me engancharon un cable por los pelos, y me pusieron ruedas y frenos laterales.
Mi función es muy monótona, pero tengo sensibilidad. Siento el tacto y el peso.
Cuando me tocan, me abro y dejo que penetren en mi interior. Me gusta que me toquen desde dentro. Cuanto más me tocan, más me muevo; siempre hacia arriba o hacia abajo, pues no me van mucho los "contorneos". A veces me estremezco un poco y siento que no es del agrado de mis visitantes.
Al meter dentro de mi más peso del que puedo soportar, emito un quejido insistente hasta que siento disminuir la presión. Entonces comienzo a moverme.
Subo y subo, me paro, me abro, me cierro, bajo y bajo, me vuelvo a abrir, me vuelvo a cerrar, y así un día tras otro.
Desde hace unos días todo ha cambiado para mi; además del sentido del peso y del tacto que ya tenia desde el inicio, a partir de ese día !veo!.
Veo a la gente que me invade y me abandona, les veo como se mueven y veo a los que me tocan.
Ahora ya tengo dos sentidos y de momento no necesito mas. Mi vida ha cambiado de monótona a divertida.
Si pudiera oír y entender lo que dicen, entonces sería demasiado.
José Luis Juan Fonseca
Grupo A
La voz de mi bici-cleta
Abandonada,
me miras insondable cada día,
absurdamente, como perdida
entre lo real y lo imaginado,
para en tu mente volver a repetir-te:
¿Qué voy a hacer contigo?.
Me miras, sí, mas no me ves,
desconoces , ni tan siquiera intuyes,
mi naturaleza, mi Ser.
Entre gomas, metales, cables, plásticos…
deslizas una mirada indiferente, casi turbia,
que día a día, momento a momento,
triste y callada,
me desnuda en intenciones,
en el anhelo de que, quizá hoy, tal vez mañana,
escuches mi canto, mi voz alada….
Y hoy…¡¡¡ Bendito Día!!!,
hoy reconoces, me descubres, iluminada
y con asombro me miras, desplegando mi Alma
entre frenos, sillín, ruedas y llantas,…
Y al contemplarme, en el grito del silencio,
que esconde tu mirada inusitada,
te desvelas anonadada,
cuando mi voz, que hoy resuena y revela,
que estando quieta, corriendo, a punto o deshinchada
existo, vivo y transito en células encarnadas
de hierro, aluminio, cobre,
en el fluir de músculos elásticos
y esqueléticas palancas.
Y hoy te susurro sublime y emocionada
entre ahogadas lágrimas de grasa,
Gracias por paladear por mis sueños,
por elevarme en veloces esperanzas;
Gracias por escucharme en mi sentir
y expresarlo en (estas) palabras.
María José Arrojo
Grupo B
Los tres cuerpos
Hola, mi nombre es Mario. Art, Mario. Pertenezco al destacamento de” los tres cuerpos”, somos un cuerpo de élite. Mi familia es de la nobleza, de Los Nogales de toda vida, seguro que han oído hablar de ellos. Entré en la academia siendo muy joven, después de un duro entrenamiento donde tuve que aguantar de todo, lijado, cepillado y hasta barnizado. Consideraron que ya estaba preparado para cumplir mi objetivo, “vengo a tu vida para organizarla”, ese era el lema de nuestro destacamento, eso sí, como mucha discreción.
Tengo más de cincuenta años de servicio en mis costados, durante todo este tiempo no he tenido ningún problema que reseñar. Pero, todo llega a su fin, mañana es mi último día. Tengo que aceptar mi destino. Yo no creo en la reencarnación, por muchas milongas que nos contaran durante la instrucción. Pero estoy contento con lo que me ha tocado en suerte, me convertirán en tres o cuatro sacos de astillas y seré engullido por el corazón de alguna hoguera, por lo menos mitigaré el frio de algún alma. Yo no aguantaría que me llevaran al limbo que llaman “Punto R”, para mí sería un fracaso, o que me trasladaran al purgatorio de algún garaje frío, oscuro y tener que albergar cualquier cosa en mis estantes. Estoy contento con mi destino. No sé si a vosotros os pasa, cuando piensas en la muerte comienzas, sin darte cuenta, a repasar tu vida. Y la mía, la verdad, ha sido un engaño, todo ha sido una mentira. Es cierto, nos prepararon bien, a conciencia, pero el objetivo que nos trasladaron distaba mucho de lo que luego fue la realidad. Me las tuve que arreglar como pude. Al salir de la academia el objetivo era que teníamos que servir para albergar unos cuantos trajes suicidas y poco más. Bueno también nos dijeron que alguno tendría que dar cobijo a “Sebastián el de las medallas” y como mucho a “el hombre del saco”.
Todo mentira, al principio te tratan muy bien, te acarician, se preocupan por ti. Pero eso dura poco, sin darte cuenta empiezan a llenar tus entrañas con todo tipo de prendas y cachivaches, montones de ropa sin ningún orden, zapatos sin limpiar, secadores de pelo, hasta algún que otro paraguas se piensan que no tenemos fondo, pero sí que tenemos y encima no te puedes quejar, tienes que ser discreto, discreción ante todo, que no se vea nada desde el exterior.
Y lo de “Sebastián el de las medallas” y “el hombre del Saco”, ja, me río yo. Me ha tocado dar cobijo a todo tipo de seres, monstruos enormes de peluche, la verdad que tenían un tacto muy agradable, algunos con un solo ojo enorme, otros con tres cabezas. Había unos que me daban mucho asco, eran como un montón de babas verdes, lo dejaban todo hecho una mierda y ¿a quién le tocaba luego limpiarlo?, pues a mí, que remedio. Pero también entraban preciosas princesas, con largos cabellos dorados y valientes caballeros, que les decía yo, ¿no podéis dejar los caballos fuera?, mira cono estamos de apretados y encima ese olor. Pero nada, como si no fuera con ellos.
Si yo pudiera hablar, pero mi juramento me lo impide. He guardado verdaderos tesoros, cajas de galletas con un montón de cartas, cartas de amor, que no las debería leer, pero tenía mucho tiempo libre y leí una y ya no pude parar. ¡Qué historias más bonitas!, y tristes, alguna vez se me escapó alguna lágrima, luego lo achacaron a la condensación.
Durante cincuenta años de servicio he tenido varios destinos, siempre cerca de una cama. En una ocasión me asusté bastante, un poco antes del amanecer abrieron mis puertas de forma violenta y un ser humano totalmente desnudo se acurrucó en el fondo, temblaba de una forma desenfrenada, estaba asustado, yo también, me chirriaban los tirafondos, pensaba que se quedaría allí para siempre, lo estaba arrugando todo. Se oían unas voces del exterior y después de un tiempo de silencio abandonó mis entrañas con todo el sigilo del mundo, nada que ve con la forma de entrar.
Este fue el primer ser humano que entró y no fue el único. Estos últimos años he tenido más visitas de seres humanos. Desde el primer momento me causaron tristeza, enseguida empaticé con ellos. Al principio no tuvimos más contacto que el físico, pero un día ya no pude por menos que hablarlos, los veía inseguros, temerosos por algo que tenía que ser motivo de alegría, estaban enamorados, de la persona equivocada decían, bueno del sexo equivocado. Eché mano de mis conocimientos de autoayuda que recordaba de la academia, y tuvimos largas noches de conversaciones, incluso me atreví a mandarles tareas.
—Lean este libro, “Tal como somos” y también este, “Quiérete mucho…”, y luego lo comentamos.
Poco a poco iba creciendo su confianza, su seguridad y por fin conseguían salir de mí. Les cogí cariño y me sentía orgulloso de poder ayudarlos. Ahora que lo pienso llevo un tiempo sin recibir visitas de este tipo, eso es bueno, las cosas están cambiando.
Haciendo balance, no ha sido tan mala mi vida, aunque empezara con un engaño y nada ha sido como me dijeron, pero me consuela pensar que esto le pasa también al resto. Me voy con la conciencia tranquila.
Esta mañana han montado a mi lado a otro miembro de mi especie, al principio me ha costado reconocerlo, tiene una imagen muy distinta, es muy blanco, como la piel de un bebé. He intentado hablar con él, pero no nos entendemos, habla muy raro, creo que es sueco. Seguro que es mi sustituto, unos vienen y otros se van, es ley de vida. Pero yo me voy orgulloso, he dado todo de mí. He oído hablar de un ser superior, creo que lo llaman “Wallapop”, yo no soy creyente, pero no estaría mal una segunda oportunidad.
Tomás García Merino
Grupo B
Televisor, mi amante infiel
Te veo oscuro, callado, enfadado. Tienes la cara seria, como empolvada, te acaricio limpiándola. Nada, indiferencia.
Sí, nos hemos peleado, pero ocupas espacio en mis horas. Ocupas tu espacio de lujo en el salón… te quiero y te odio. Estás muy delgado, aunque tu cara rectangular me mira con severidad y anhelo. Parece que me pides que te dé vida.
En otro tiempo, como mis abuelas, habría mirado por la ventana el fluir de las gentes, de la vida. Instintivamente te hago una caricia, te conecto a solas. Te he dado una oportunidad y tú empiezas a hablar en colores, a sorprenderme con tus dramas y ocurrencias, tus mundos, tus músicas. Es tontería odiarte, aunque a veces interrumpo tus monólogos tediosos cambiando de canal.
He de reconocer que, contigo, mis horas muertas resucitan, aunque me cuentes tantas mentiras.
Emilia González
Grupo B
Algunos piensan, que por el material que estoy hecha y su textura, soy fría y no tengo sentimientos. Pero no es verdad, sufro cuando me borran frases bonitas, o cuando los fines de semana no trabajo, y mucho más cuando cierran la clase por vacaciones.
Debo decir, que entre los profesores, tengo mis preferencias, por el de Geografía e Historia, el de Lengua y Literatura y el de Dibujo, de los que aprendo mucho todos los días, y como llevo muchos años, disfruto con sus escritos.
A los profesores de Matemáticas, Física y Química, Inglés y Religión, no logro entenderlos, siempre con fórmulas raras, palabras que no entiendo o historias de milagros poco creíbles, me aburren bastante.
Pero como soy muda, guardo muchos secretos de lo que ocurre en la clase todos los días.
Luis Iglesias
Grupo B
Por sus obras lo conoceréis
Inevitable habitante de lavabos y almohadas, de bidés sillones y chaquetas.
Puedes oscurecido por el agua, ser al sol esponjoso y reluciente, al fuego perfume del infierno y en el aire trazar arabescos carentes de aparente gravidez.
Puedes ser la identidad del asesino manejado por expertas manos o bien, por cuestiones de tamaño o de color, la enconada riña de dos novios.
Puedes ser masajeado, acariciado, utilizado para magicos hechizos o donado a otros seres o imagenes.
Puedes atragantar la más tórrida sesión de sexo y hacer que bocas, otrora amantes, traten por todos los medios de escupirte y sin embargo, has salvado muchas vidas del ahogo.
Hay quien no te quiere en ciertos sitios y quien implora que no te vayas de su lado.
Pero sin ti, las lenguas se vuelven más locuaces y tu, primo hermano de las astas de los toros, con tu ausencia distingues a los tontos.
Carlos García Riesco
Grupo A
Volver a ser
-Estoy triste, ya no sirvo para nada, mi vida ha acabado- Así de negros eran sus pensamientos. Un rayo de sol se coló entre las ramas, cartones, plásticos, el motor de una nevera, neumáticos y toda clase de residuos que imaginemos, junto a ese calorcillo llegó un soplo de aire que trajo muchos, muchos recuerdos de su vida. Recordaba el momento en que conoció a Pedro, ¡cómo había luchado por conseguirla!, era el sueño de su vida, trabajos extra, quedarse con las ganas de una caña… Él no se conformaba con cualquiera, quería la mejor, porque con ella pensaba recorrer el mundo. Comenzó una vida llena de aventuras. Recorrieron senderos, caminos, subieron puertos, cruzaron fronteras y, cuando llegaban a algún pueblo, la miraban con admiración, era distinta, como quería Pedro, la mejor, se sentía orgullosa, cuidada y querida, para él era su confidente. De ese largo caminar recordaba campos salpicados por diminutas florecillas en los que las mieses los cubrían, prometiendo llenar los silos, tardes de un agosto abrasador que el agua de un riachuelo mitigaba. Estos pensamientos dieron un giro.
Un día, un mal día, un camión no hizo un stop, los dos quedaron bajo él, todas las atenciones, vanos intentos, fueron para Pedro, con ella no intentaron nada. Alguien, con mucha rabia, con una fuerte patada la echó precipicio abajo, era allí donde se encontraba, en ese estado, con esos recuerdos.
Apareció un grupo de chavales aficionados a reciclar, pequeños Frankenstein, que uniendo distintas piezas conseguían sus creaciones. Verla los dejó atónitos, ¡menuda mina! La recogieron y, en su pequeño taller, uniendo distintas piezas consiguieron dar vida a esa bicicleta.
Inés Izquierdo Pérez
Grupo A
Gafas
Erase un niño bajito a unas gafas pegado. El primero de su clase en usarlas por una precoz miopía. Le causaron cierto complejo un tiempo. Poco después ya eran algo inherente en él. En los campamentos de scout siempre se le rompían. Con un parche, con un ojo tapado, así caminaba debajo de los árboles de los bosques y subiendo las cumbres de las sierras. Siguió con sus gafas, ya asumiendo que eran parte de él. Hasta que empezó a arbitrar partidos de fútbol. Al primero fue con ellas y se llevo un golpe del padre de un futbolista benjamín. Paso a usar lentillas. Fue todo un cambio. De repente se sentía más guapo, y parecía más guapo. Tiempo decidió que esas gafas que hace años le acomplejan eran parte de su imagen, algo suyo. Así que ahora no puede vivir sin sus gafas, y rechaza las lentillas salvo para hacer el escaso deporte que practica. Así que ese niño a unas gafas pegados se ha convertido en un hombre a unas gafas pegado. Se cierra un miope círculo. Gafas que servís para todo, porque sin vista somos menos, gracias por estar ahí, no os vayáis lejos, puesto que os necesito como el respirar. Quedaos cerca. Sí, ahí, queridas gafas.
Javi Martín
Grupo A
La fuerza de la muleta
Sí, soy un objeto, uno de tantos que cada día pasan por tu vida sin que te des cuenta, hasta que nos necesitas. Apoyados en una pared, descansando en el suelo o sujetos a una fuerte mano que nos ampara, ahí estamos, pero apenas te paras a mirar, porque hay cosas fútiles que merecen más atención.
Soy un objeto alargado, fabricado con materiales lo suficientemente resistentes como para sostener a una persona que no puede hacerlo por sí misma. Mi color es siempre gris, no obstante coloreo el duro caminar de cientos de amigos con los que me cruzo durante mi “insignificante” existencia. Siento la dureza de las piedras, el frescor de las olas y el pasar del tiempo, pero tú ni tan siquiera te percatas. Solo soy un objeto.
Sin embargo, por dentro, casi de manera imperceptible, habita en mí la fuerza que a vosotros os falta cuando os herís o cuando envejecéis, aquella que la vida os ha arrancado. En mí podéis encontrar un amigo que no abandonará vuestras huellas al pasear, al ir a clase, al sentarse en un banco a descansar, aquel que tendrá la paciencia que a otros les falta. Soy testigo de miles de historias, de abuelos a nietos, de jovencitas dolientes, de héroes de guerra, de gente que sufrió y superó su enfermedad, de aquellos que pese a todo siguen jugando con mi ayuda…Tengo en mis mangos miles de secretos y confidencias que vivo, en silencio, cada día junto a ti.
Y, sin embargo, apenas me ves.
Myriam Collantes
Grupo A
Cuadro
Como cada octubre se preguntan por qué aparece una diminuta montaña de hojarasca junto al zócalo del salón o por qué huele intensamente a flores cuando barrunta mayo. Sólo ella mira más allá de lo que ve. Sabe que detrás de este lienzo de bosques penumbrosos habitan más que ladrillos mudos y hormigón. Que los chillidos de los estorninos no provienen de la calle, y que ese abejorro que está repantingado libando del vaso olvidado, no se ha colado por la ventana. Después de las tormentas de verano, suele enderezarme para volver a encauzar la bravura del río...Y de paso su vida... Evitando que la corriente empape el gotelé recién pintado y anegue el suelo abombando el parqué.
Carmen Pedrero Robles
Grupo A
Un cuadro crítico
Las cosas nos miran desde su apacible estatismo. Vigilan nuestros movimientos a través de su piel de cosa. La mudez es solo aparente a nuestro oído externo, pero si nos acercamos a ellas escuchamos su elocuencia.
Es tal pasión la que siento por el mar, que tuve un cuadro representando una marina frente a mi cama. La idea era, que al despertar cada mañana infundiera en mi ánimo sus buenas vibraciones. Nuestra comunicación era diáfana y constructiva. Ella me obsequiaba con el surfsurf estimulante de sus olas, y yo le mostraba mi devoción escribiéndole odas salomónicas que la hacían suspirar arrebatada. Éramos tan felices…tan afines…Pero la felicidad no es un nombre dado a una cosa. Es un estado de gracia que se desvanece apenas acariciada, y un día mi marina se descolgó del cuadro y se marchó de casa.
A pesar de su ausencia y el tiempo transcurrido, aún conservo el cuadro desierto. Cuatro travesaños que comparten un mismo destino y un pasado anónimo. Y a veces me asomo al interior de su cuadratura para descubrir otras criaturas de las que me llegan sus voces, su olor, sus juegos, Ayer tuve una conversación muy interesante con una termita que abogaba por una vivienda digna, y mañana estoy citado con un ADN que insiste en conocer a su padre biológico.
Yo por mi parte, invito a los que hacen “promesas” a asomarse a sus cuadros y a que escuchen sus voces.
Pepita Sánchez
La fuerza de la muleta
Sí, soy un objeto, uno de tantos que cada día pasan por tu vida sin que te des cuenta, hasta que nos necesitas. Apoyados en una pared, descansando en el suelo o sujetos a una fuerte mano que nos ampara, ahí estamos, pero apenas te paras a mirar, porque hay cosas fútiles que merecen más atención.
Soy un objeto alargado, fabricado con materiales lo suficientemente resistentes como para sostener a una persona que no puede hacerlo por sí misma. Mi color es siempre gris, no obstante coloreo el duro caminar de cientos de amigos con los que me cruzo durante mi “insignificante” existencia. Siento la dureza de las piedras, el frescor de las olas y el pasar del tiempo, pero tú ni tan siquiera te percatas. Solo soy un objeto.
Sin embargo, por dentro, casi de manera imperceptible, habita en mí la fuerza que a vosotros os falta cuando os herís o cuando envejecéis, aquella que la vida os ha arrancado. En mí podéis encontrar un amigo que no abandonará vuestras huellas al pasear, al ir a clase, al sentarse en un banco a descansar, aquel que tendrá la paciencia que a otros les falta. Soy testigo de miles de historias, de abuelos a nietos, de jovencitas dolientes, de héroes de guerra, de gente que sufrió y superó su enfermedad, de aquellos que pese a todo siguen jugando con mi ayuda…Tengo en mis mangos miles de secretos y confidencias que vivo, en silencio, cada día junto a ti.
Y, sin embargo, apenas me ves.
Myriam Collantes
Grupo A
Cuadro
Como cada octubre se preguntan por qué aparece una diminuta montaña de hojarasca junto al zócalo del salón o por qué huele intensamente a flores cuando barrunta mayo. Sólo ella mira más allá de lo que ve. Sabe que detrás de este lienzo de bosques penumbrosos habitan más que ladrillos mudos y hormigón. Que los chillidos de los estorninos no provienen de la calle, y que ese abejorro que está repantingado libando del vaso olvidado, no se ha colado por la ventana. Después de las tormentas de verano, suele enderezarme para volver a encauzar la bravura del río...Y de paso su vida... Evitando que la corriente empape el gotelé recién pintado y anegue el suelo abombando el parqué.
Carmen Pedrero Robles
Grupo A
Un cuadro crítico
Las cosas nos miran desde su apacible estatismo. Vigilan nuestros movimientos a través de su piel de cosa. La mudez es solo aparente a nuestro oído externo, pero si nos acercamos a ellas escuchamos su elocuencia.
Es tal pasión la que siento por el mar, que tuve un cuadro representando una marina frente a mi cama. La idea era, que al despertar cada mañana infundiera en mi ánimo sus buenas vibraciones. Nuestra comunicación era diáfana y constructiva. Ella me obsequiaba con el surfsurf estimulante de sus olas, y yo le mostraba mi devoción escribiéndole odas salomónicas que la hacían suspirar arrebatada. Éramos tan felices…tan afines…Pero la felicidad no es un nombre dado a una cosa. Es un estado de gracia que se desvanece apenas acariciada, y un día mi marina se descolgó del cuadro y se marchó de casa.
A pesar de su ausencia y el tiempo transcurrido, aún conservo el cuadro desierto. Cuatro travesaños que comparten un mismo destino y un pasado anónimo. Y a veces me asomo al interior de su cuadratura para descubrir otras criaturas de las que me llegan sus voces, su olor, sus juegos, Ayer tuve una conversación muy interesante con una termita que abogaba por una vivienda digna, y mañana estoy citado con un ADN que insiste en conocer a su padre biológico.
Yo por mi parte, invito a los que hacen “promesas” a asomarse a sus cuadros y a que escuchen sus voces.
Pepita Sánchez
Grupo B
El bolígrafo
Siendo una varilla tan pequeña, y muchas veces enclenque, hecha de plástico, o en el mejor de los casos de fino metal ¿cómo es que ostentas tanto poder en tu interior?
Tu delgado y puntiagudo esqueleto, que rotas a gusto para exponer tu único tentáculo tiñoso ¡es tan antojadizo, y en ocasiones tan sublime!
¿Cómo conviven en ti dos esencias tan contrapuestas, una, el descuido y la otra lo elevado?
¿Cómo puedes vivir tranquilo sabiendo que has sentenciado a muerte a tantos inocentes? ¿O por aquellos que has condenado de por vida con tu tinta indeleble, sin acallar primero las dudas, o a pesar de ellas?
Y luego, ¿delinear lo más prístino para describir aquello que se absorbe ante la primera mirada de amor?
Pero, antes ¿cómo has podido robarle todo lo que había atesorado una persona durante su vida, con una engañosa y diminuta letra?
Y después, ¿hablar en nombre del más ingenioso hidalgo? El valor se halla en ese lugar intermedio entre la cobardía y la temeridad.
¿Cómo es que has servido para declarar la guerra, por ideas o dogmas que se han tergiversado o acomodado al antojo?
Y a su vez, ¿haber estado dispuesto para las temblorosas firmas de testamentos, donde la esperanza de continuidad, da paz a quienes emprenden el largo viaje de la muerte?
Con tu tinta también se escribieron los alocados Cien años de Soledad, y muchas letras, poemas, cartas, ensayos, denuncias, noticias, y declaraciones de amor que nos han estremecido.
Tu punta ha sido el ojo de un cíclope, la de la flecha que mata a Acteón, el filo de la espada que decapita a la Medusa…
John Loud, de Weymouth, en Massachusetts, te concibió. Fuiste la patente número 392046 en Estados Unidos, el 30 de octubre de 1888.
Y ahora, aunque la escritura es virtual, tú estás conmigo, entre la pinza de mis dedos, rellenando planillas para la solicitud de empleos; para poder ejercer un oficio a medias; para poder declarar que me puedo alimentar; olvidarme de lo que hice antes; y luego emprender un viaje a un lugar lejano, que han llamado Ítaca…
Carmen Elena Ochoa
El bolígrafo
Siendo una varilla tan pequeña, y muchas veces enclenque, hecha de plástico, o en el mejor de los casos de fino metal ¿cómo es que ostentas tanto poder en tu interior?
Tu delgado y puntiagudo esqueleto, que rotas a gusto para exponer tu único tentáculo tiñoso ¡es tan antojadizo, y en ocasiones tan sublime!
¿Cómo conviven en ti dos esencias tan contrapuestas, una, el descuido y la otra lo elevado?
¿Cómo puedes vivir tranquilo sabiendo que has sentenciado a muerte a tantos inocentes? ¿O por aquellos que has condenado de por vida con tu tinta indeleble, sin acallar primero las dudas, o a pesar de ellas?
Y luego, ¿delinear lo más prístino para describir aquello que se absorbe ante la primera mirada de amor?
Pero, antes ¿cómo has podido robarle todo lo que había atesorado una persona durante su vida, con una engañosa y diminuta letra?
Y después, ¿hablar en nombre del más ingenioso hidalgo? El valor se halla en ese lugar intermedio entre la cobardía y la temeridad.
¿Cómo es que has servido para declarar la guerra, por ideas o dogmas que se han tergiversado o acomodado al antojo?
Y a su vez, ¿haber estado dispuesto para las temblorosas firmas de testamentos, donde la esperanza de continuidad, da paz a quienes emprenden el largo viaje de la muerte?
Con tu tinta también se escribieron los alocados Cien años de Soledad, y muchas letras, poemas, cartas, ensayos, denuncias, noticias, y declaraciones de amor que nos han estremecido.
Tu punta ha sido el ojo de un cíclope, la de la flecha que mata a Acteón, el filo de la espada que decapita a la Medusa…
John Loud, de Weymouth, en Massachusetts, te concibió. Fuiste la patente número 392046 en Estados Unidos, el 30 de octubre de 1888.
Y ahora, aunque la escritura es virtual, tú estás conmigo, entre la pinza de mis dedos, rellenando planillas para la solicitud de empleos; para poder ejercer un oficio a medias; para poder declarar que me puedo alimentar; olvidarme de lo que hice antes; y luego emprender un viaje a un lugar lejano, que han llamado Ítaca…
Carmen Elena Ochoa
Grupo A
Caricias bajo la lluvia
Más de veinte años aquí postrada. No hay eutanasia posible para alguien como yo, pero si la hubiera, sin duda la pediría. Y no me tomen ustedes por loca. Si algo soy es sensata porque siempre tengo los pies en el suelo. Soy fuerte como un pilar, capaz de soportar un gran peso día a día. Sin embargo, no tengo ganas de seguir sin poder cumplir mis dos grandes deseos: conocer la lluvia y saber lo que es una caricia.
Y es que…, ¡He sido testigo de tantas caricias! ¡He oído tantas veces la lluvia! Pero… nunca cayeron sus gotas sobre mí, ni me acariciaron. Y cuando pienso que lo voy a conseguir… ¡siempre me hacen la cama!
De repente, alguien se acerca. No sé quién es. Me abraza, quiere subir, no llega, me hace cosquillitas con algo, lo pone encima de mí, apoya sus pequeñas manos en mí y sube una pierna. Ahora da un saltito. Cuando por fin lo sigue, me olisquea entera. Cuando encuentra el olor que buscaba, se para y me acaricia, me abraza. Son miles de caricias las que recibo entonces. Se le cae el bichillo peludo que sujeta entra las manos y de repente, siento un enorme temblor, uno que nunca había sentido. Creo que son escalofríos. Es la zozobra del dolor que desemboca en mi ansiada lluvia. Empieza así, gota a gota, su música. Primero es lenta, luego rápida y desacompasada. Y bajo ella, sus gotas me recorren centímetro a centímetro hasta el suelo. Son pétalos de lluvia que caen al suelo para decir adiós a un padre que descansa, pero ya no bajo mi abrigo.
Entendiendo por fin el sentido de mi existencia y comprendo que el silencio que sigue esconde el dolor del aire cuando las gotas rasgan su velo. Sabiendo ahora que las caricias navegan en el desierto y que la lluvia duele, le devuelvo el abrazo y bajo caricias de seda les reúno en sueños.
La diosa
Normalmente bien estructurada con pies y tablas.
Individual o doble, aunque el número de comensales siempre depende de tus deseos.
Sobre mí, algodones, no de azúcar, pero sí que te hacen la vida más dulce.
Para los de paladares exquisitos puedo ser de textura viscosa y elástica.
Para los que los paladares hambrientos tienen, puedo ser de paja o de hojas.
Para los que no les gusta la habitación o tienen camino que recorrer puedo aparecer improvisada en el salón, en el tren o en mitad del campo.
Omnipresente, conozco mejor que tú mismo cómo te hicieron, dónde y cuándo.
En cualquier forma y tamaño, cuando estás desecha te compongo.
Todos me consideran una diosa.
Ares porque que provoco guerras por hacerme y deshacerme.
Afrodita porque desato pasiones.
Minerva porque conozco todos tus secretos, tus sueños y hasta tus plumas.
Cronos porque sobre mí se para el tiempo.
Hera, porque desato venganzas cuando me compartes con quien no se debe.
Hermes, porque soy el oráculo que da respuesta a todos tus interrogantes.
Y en todo caso, Hestia, porque soy la diosa del hogar.
Pilar Zanfaño
Grupo A
El abrigo
Fuera nieva, dentro de la habitación en un lugar poco visible pero frente a la ventana, estoy colgado de una percha de madera, sé que dentro de pocas horas saldré a la calle y eso me hace dichoso, me gusta enfrentarme a las bajas temperaturas del invierno para valorar mi capacidad de protección.
Habían pasado muchos años desde aquel día que se celebró la gran boda, se casaban Don Urdimbre y Doña Trama muy conocidos en la zona, la fiesta se celebraría en la tejería, entre los invitados una representación de las autoridades del pueblo Don Huso y su esposa Doña Rueca, vivirían en una casa a las afueras,” El Telar” así llamada en honor a la abuela de Doña Trama. En pocos años los patios del Telar fueron envolviéndose de los llantos de su primogénito Paño, era un pequeño inquieto y aventurero, según crecía aumentaban sus ansias de conocer otros lugares, junto con su grupo de amigos, Tijeras siempre dispuesta a cortar, Aguja la pequeña del grupo pero la más espabilada, Dedal cubierto por una coraza para aguantar todos los golpes, Patrón recto y responsable, Entretela por su constitución se puede meter en cualquier lugar, Hilo siempre encargándose de unir y el reconciliador Botones ,comenzaron sus primeras escapadas. En su primer viaje llegaron a un lugar donde conocieron a unos seres que se hacían llamar humanos, hacia frio ,aun así estos seres corrían por las calles de sus pueblos medio desnudos, al grupo de chicos les pareció inverosímil lo que estaban viendo, necesitaban hacer algo para que estos lugareños no sufrieran tanto, sería fácil ,”todos alrededor de cada humano” y estos se sentirían más protegidos del desagradable frio, poco a poco los humanos comenzaron a disfrutar de la calidez de este grupo de muchachos. A partir de este día sus vidas solo estarían destinadas a luchar contra las inclemencias del tiempo que hacia tan vulnerables a esos individuos, que comenzaron a llamar personas. Y entró, recogió el abrigo de la percha de madera y salió a pasear.
Josefina Félix
Grupo A
El sacacorchos
Siempre creí que sería fácil escribir, pero no, no lo es.
Estoy en clase de escritura. Tengo que demostrarme la ilusión que siempre he tenido en inventar un cuento, crear una historia. ¡Aquí estoy devanándome los sesos!
Tengo que escribir sobre un sacacorchos. ¡Claro que sé lo que es!! Pero, ¿cómo definirlo?
Lo he puesto enfrente, lo miro. Con su vestido negro y sus brazos abiertos da la sensación de que en cualquier momento se pondrá a bailar…
Gira y gira mientras sus brazos balancea. Poco a poco los va subiendo hacia arriba, más arriba de su cabeza, como un bailarín turco que da vueltas y vueltas hasta llegar al éxtasis, igual que mi sacacorchos.
Lo miro y le sonrío.
Yo he danzado con él.
Josefa Redondo
Grupo A
¡Qué cosas!
Es un dispositivo rectangular con superficie plana de vidrio.
Emite multitud de sonidos, tiene casi tantas funciones como usuarios.
Vive en una eterna contradicción: todo el mundo se queja de él, pero todos lo llevan tan cerca que a veces lo agobian.
Se para por agotamiento. Nunca encuentra descanso suficiente. Las baterías se encargan de ponerlo en marcha inmediatamente.
Si lo dejamos en casa, lo echamos más de menos que al monedero, las tarjetas, la compañía humana.
Lo tenemos esclavizado. No disfruta de vacaciones, fines de semana, ni siquiera por la noche lo dejamos en paz. Los asistentes virtuales, siri y demás, se rebelan y a veces no quieren funcionar solo para que lo dejemos un rato, pero ni por esas.
¿Qué haríamos sin el móvil?
Teresa Sanz
Grupo B
Marian De Vicente
Grupo B
Caricias bajo la lluvia
Más de veinte años aquí postrada. No hay eutanasia posible para alguien como yo, pero si la hubiera, sin duda la pediría. Y no me tomen ustedes por loca. Si algo soy es sensata porque siempre tengo los pies en el suelo. Soy fuerte como un pilar, capaz de soportar un gran peso día a día. Sin embargo, no tengo ganas de seguir sin poder cumplir mis dos grandes deseos: conocer la lluvia y saber lo que es una caricia.
Y es que…, ¡He sido testigo de tantas caricias! ¡He oído tantas veces la lluvia! Pero… nunca cayeron sus gotas sobre mí, ni me acariciaron. Y cuando pienso que lo voy a conseguir… ¡siempre me hacen la cama!
De repente, alguien se acerca. No sé quién es. Me abraza, quiere subir, no llega, me hace cosquillitas con algo, lo pone encima de mí, apoya sus pequeñas manos en mí y sube una pierna. Ahora da un saltito. Cuando por fin lo sigue, me olisquea entera. Cuando encuentra el olor que buscaba, se para y me acaricia, me abraza. Son miles de caricias las que recibo entonces. Se le cae el bichillo peludo que sujeta entra las manos y de repente, siento un enorme temblor, uno que nunca había sentido. Creo que son escalofríos. Es la zozobra del dolor que desemboca en mi ansiada lluvia. Empieza así, gota a gota, su música. Primero es lenta, luego rápida y desacompasada. Y bajo ella, sus gotas me recorren centímetro a centímetro hasta el suelo. Son pétalos de lluvia que caen al suelo para decir adiós a un padre que descansa, pero ya no bajo mi abrigo.
Entendiendo por fin el sentido de mi existencia y comprendo que el silencio que sigue esconde el dolor del aire cuando las gotas rasgan su velo. Sabiendo ahora que las caricias navegan en el desierto y que la lluvia duele, le devuelvo el abrazo y bajo caricias de seda les reúno en sueños.
La diosa
Normalmente bien estructurada con pies y tablas.
Individual o doble, aunque el número de comensales siempre depende de tus deseos.
Sobre mí, algodones, no de azúcar, pero sí que te hacen la vida más dulce.
Para los de paladares exquisitos puedo ser de textura viscosa y elástica.
Para los que los paladares hambrientos tienen, puedo ser de paja o de hojas.
Para los que no les gusta la habitación o tienen camino que recorrer puedo aparecer improvisada en el salón, en el tren o en mitad del campo.
Omnipresente, conozco mejor que tú mismo cómo te hicieron, dónde y cuándo.
En cualquier forma y tamaño, cuando estás desecha te compongo.
Todos me consideran una diosa.
Ares porque que provoco guerras por hacerme y deshacerme.
Afrodita porque desato pasiones.
Minerva porque conozco todos tus secretos, tus sueños y hasta tus plumas.
Cronos porque sobre mí se para el tiempo.
Hera, porque desato venganzas cuando me compartes con quien no se debe.
Hermes, porque soy el oráculo que da respuesta a todos tus interrogantes.
Y en todo caso, Hestia, porque soy la diosa del hogar.
Pilar Zanfaño
Grupo A
El abrigo
Fuera nieva, dentro de la habitación en un lugar poco visible pero frente a la ventana, estoy colgado de una percha de madera, sé que dentro de pocas horas saldré a la calle y eso me hace dichoso, me gusta enfrentarme a las bajas temperaturas del invierno para valorar mi capacidad de protección.
Habían pasado muchos años desde aquel día que se celebró la gran boda, se casaban Don Urdimbre y Doña Trama muy conocidos en la zona, la fiesta se celebraría en la tejería, entre los invitados una representación de las autoridades del pueblo Don Huso y su esposa Doña Rueca, vivirían en una casa a las afueras,” El Telar” así llamada en honor a la abuela de Doña Trama. En pocos años los patios del Telar fueron envolviéndose de los llantos de su primogénito Paño, era un pequeño inquieto y aventurero, según crecía aumentaban sus ansias de conocer otros lugares, junto con su grupo de amigos, Tijeras siempre dispuesta a cortar, Aguja la pequeña del grupo pero la más espabilada, Dedal cubierto por una coraza para aguantar todos los golpes, Patrón recto y responsable, Entretela por su constitución se puede meter en cualquier lugar, Hilo siempre encargándose de unir y el reconciliador Botones ,comenzaron sus primeras escapadas. En su primer viaje llegaron a un lugar donde conocieron a unos seres que se hacían llamar humanos, hacia frio ,aun así estos seres corrían por las calles de sus pueblos medio desnudos, al grupo de chicos les pareció inverosímil lo que estaban viendo, necesitaban hacer algo para que estos lugareños no sufrieran tanto, sería fácil ,”todos alrededor de cada humano” y estos se sentirían más protegidos del desagradable frio, poco a poco los humanos comenzaron a disfrutar de la calidez de este grupo de muchachos. A partir de este día sus vidas solo estarían destinadas a luchar contra las inclemencias del tiempo que hacia tan vulnerables a esos individuos, que comenzaron a llamar personas. Y entró, recogió el abrigo de la percha de madera y salió a pasear.
Josefina Félix
Grupo A
El sacacorchos
Siempre creí que sería fácil escribir, pero no, no lo es.
Estoy en clase de escritura. Tengo que demostrarme la ilusión que siempre he tenido en inventar un cuento, crear una historia. ¡Aquí estoy devanándome los sesos!
Tengo que escribir sobre un sacacorchos. ¡Claro que sé lo que es!! Pero, ¿cómo definirlo?
Lo he puesto enfrente, lo miro. Con su vestido negro y sus brazos abiertos da la sensación de que en cualquier momento se pondrá a bailar…
Gira y gira mientras sus brazos balancea. Poco a poco los va subiendo hacia arriba, más arriba de su cabeza, como un bailarín turco que da vueltas y vueltas hasta llegar al éxtasis, igual que mi sacacorchos.
Lo miro y le sonrío.
Yo he danzado con él.
Josefa Redondo
Grupo A
¡Qué cosas!
Es un dispositivo rectangular con superficie plana de vidrio.
Emite multitud de sonidos, tiene casi tantas funciones como usuarios.
Vive en una eterna contradicción: todo el mundo se queja de él, pero todos lo llevan tan cerca que a veces lo agobian.
Se para por agotamiento. Nunca encuentra descanso suficiente. Las baterías se encargan de ponerlo en marcha inmediatamente.
Si lo dejamos en casa, lo echamos más de menos que al monedero, las tarjetas, la compañía humana.
Lo tenemos esclavizado. No disfruta de vacaciones, fines de semana, ni siquiera por la noche lo dejamos en paz. Los asistentes virtuales, siri y demás, se rebelan y a veces no quieren funcionar solo para que lo dejemos un rato, pero ni por esas.
¿Qué haríamos sin el móvil?
Teresa Sanz
Grupo B
Biombo
1- Paneles de bambú, del color de la arena
en verano, erguidos siempre, altivos, pero nunca alineados, formando uves más o
menos abiertas, incompletos triángulos. Tras ellos, ¿qué? ¿qué frente a ellos?,
¿qué dividen, separan? ¿qué ocultan y qué secretos guardan, qué misterio?
2- Me quitan y me ponen a capricho. Me toman
o me olvidan. Me ignoran o me buscan como cómplice o sombra. Me obligan a
separar, a tapar, a esconder… pero yo todo veo, a uno y otro lado,
y no existen secretos para mí.
3- Me eligieron tan solo por cuestión de
belleza: les atrajo mi aspecto, el color de mi piel, como llegado de algún país
del norte aún desconocido para ellos, ese color helado que recuerda la nieve
tamizada de días. No les era un objeto necesario. Por eso, durante años, solo
ocupé un espacio reducido, plegado, levemente apoyado sobre una pared. Pero un
día se apiadó ella de mí, ella que nunca dejó de contemplarme, que se dolía
siempre de mi esquiva suerte. Me desplegó, me convirtió en hermoso cabecero; no
era mi función, no la primaria: no separaría espacios, no dividiría; más bien
enmarcaría un nuevo espacio, me fundiría con el muro, aportaría belleza y
calidez, arroparía los sueños de aquel que ya no ve.
Marian De Vicente
Grupo B
Carlos García Riesco sin duda ha hecho un trabajo precioso y bien defendido sobre todo teniendo en cuenta que sus peores compañeros hicimos creer que el objeto que le había tocado era "un pelo"
ResponderEliminarFelicidades querido Carlos y perdón por la bromita.