Eros es más

Dice Rafael Pérez Estrada en un poema: "Se alzó tanto el lenguaje entre nosotros que tuve que besarla". El tema propuesto para esta semana en el taller fue "Erotismo y Literatura", un tema que ofrece muchas lecturas e interpretaciones. 
Yo no pude participar de la sesión. La erótica del catarro me mantuvo alejado del grupo pero sé que, aunque no hubo mucha presencia en ambas sesiones de taller, los que se reunieron abordaron el tema con tacto y buen humor.
Dejo aquí, en el blog, los artículos de Natalia Carbajosa "De erotismo y Literatura" y Martín Tacón "El sexo y la Literatura" que nos ayudarán a centrar la reflexión sobre el tema, junto con la selección de textos recogidos en la ficha de trabajo.



Imagen del libro "Amantes" (Mo Gutiérrez)


Extraemos de dicha ficha, los poemas "El fornicio" de Gonzalo Rojas, "12" de Oliverio Girondo y "Amor de frutas" de Gioconda Belli, un buen aperitivo para abordar el tema:

Te besara en la punta de las pestañas y en los pezones, te turbulentamente besara,
mi vergonzosa, en esos muslos
de individua blanca, tocara esos pies
para otro vuelo más aire que ese aire
felino de tu fragancia, te dijera española
mía, francesa mía, inglesa, ragazza,
nórdica boreal, espuma
de la diáspora del Génesis, ¿qué más
te dijera por dentro?
                                     ¿griega,
mi egipcia, romana
por el mármol?
                                    ¿fenicia,
cartaginesa, o loca, locamente andaluza
en el arco de morir
con todos los pétalos abiertos,
                                    tensa
la cítara de Dios, en la danza
del fornicio?
Te oyera aullar,
te fuera mordiendo hasta las últimas
amapolas, mi posesa, te todavía
enloqueciera allí, en el frescor
ciego, te nadara
en la inmensidad
insaciable de la lascivia,
                                riera
frenético el frenesí con tus dientes, me
arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
de otra pureza, oyera cantar a las esferas
estallantes como Pitágoras,
                            te lamiera,
te olfateara como el león
a su leona,
                        parara el sol,
fálicamente mía,
                        ¡te amara!


***

12

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan.


***

Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;
Tu cuerpo son todas las frutas.
Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.
Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:
Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones
y bananos
racimos de cerezas.
Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.

Y concluimos esta entrada con un vídeo que se hizo viral y que dio a conocer a Sonsoles, "la musa de Ávila". Su participación en la televisión de Castilla y León con la lectura de un texto "subido de tono" dejó huella. Disfrutadla.


Propuesta de escritura

Escribe un texto que destile erotismo. Puedes describir un cuerpo masculino o femenino, o una parte de dicho cuerpo; recrear una escena erótica o escribir sobre algún objeto o contexto que pueda confundirse con lo erótico. Échale imaginación. Y mucho tacto.


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora;


El objeto del deseo

Cerré la puerta con mucho cuidado para no despertarla. Me descalcé y coloqué los zapatos junto al paragüero. Este ritual se había convertido en el sentido de mi vida. Avancé a oscuras por el pasillo y mi mente se adelantaba a mis deseos, un escalofrío recorrió mi espalda. Abrí despacio la puerta y, con los ojos cerrados, mis manos comenzaron a explorar en busca del tesoro. Mis yemas sintieron el tacto de la fina tela y hábilmente levanté el dobladillo. Mi cuerpo se estremeció, noté como mi miembro se endurecía. Mis dedos se introdujeron en el fruto prohibido. Mi corazón se aceleró al palpar la textura húmeda y carnosa. Llevé la mano a mi boca y saboreé aquel jugo celestial. Un ruido me alertó, la luz se encendió y yo bajé la cabeza, avergonzado. Me fijé en mis pies desnudos sobre el frío terrazo de la cocina.

—¿Otra vez lo mismo?

Al oír aquella pregunta retórica en boca de mi madre, me sentí el hombre más ridículo de la tierra: Descalzo, cabizbajo frente a la nevera, con el tarro en una mano y los dedos y los labios manchados de la deliciosa e irresistible mermelada de arándanos. Prometí no volver a pecar.

Tomás García Merino
Grupo B


Camino

Las curvas por las que me precipito tienen forma de mujer. Me aferro a ellas para no despeñarme en el vacío. La ruta es sinuosa y difícil de entender, pero está llena de belleza, el paisaje da sentido a la vida y todo se vuelve más luminosos, más limpio y más trascendente. Cuando el camino se agranda, se hace recto y regular, pierde el misterio, desaparece el encantamiento y decae el interés por el recorrido. Son las zonas angostas, las irregulares, las impredecibles las que me estimulan. En el misterio está la ilusión, en los lugares recónditos la sorpresa, en lo más intrincado de la espesura el tesoro escondido. Recorro la ruta que libremente he escogido, a la que me he entregado, en la que espero con entusiasmo permanecer hasta que el tiempo y el placer nos diluya en el éter.

Manuel Medarde
Grupo A


Tócala otra vez

Amarrados en el sofá, la línea de mi brazo rodeando su cintura emulaba las curvas que dibujan una clave de sol. La relamí, y remifasol, hasta que sus uñas marcaron pentagramas en mi espalda. Las blancas se volvieron corcheas y nos llegó el alba.
Heme ahí, creyéndome un experto del pizzicato en su bajo vientre, ya que es verdad que la música se siente, como sentía yo que allí sobraba lago para mi cisne.
Las caricias tornaron al larghetto. Su mirada era batuta, y yo obedezco. Deslizo mis dedos por sus costillas, cual pianista que siente las teclas de su Steinway antes de empezar el recital. Cojo aire…
Latidos en fusa y semifusa sirven de alfombra roja para el glissando. Final atronador.
De ahí todo silencio, dos miradas que se buscan entre sonrisas traviesas. Miro el reloj: mediodía; me mira: melodía; pensar en su marcha: me dolía.
Me besa, the show must go on.

Edwing Vladimir
Grupo A


La carta

Hace muchos años, recibí una carta.
Venía dentro de un sobre de color blanco, que al palpar se apreciaba de un cierto grosor.
No tenía remitente.
Al tocarla, mis dedos temblaron. A distancia podía apreciarse que era una carta perfumada.
Antes de abrirla, la acerqué a mi nariz e inhalé con anhelo aquel perfume. No tardé ni un instante en catalogarlo de femenino.
Abrí el sobre con mucha delicadeza y saqué muy despacio la cuartilla de papel que estaba plegada en tres partes. Antes de desplegarla, la acerqué a mi cara, la rocé con mi mejilla, y no pude menos que rozarla suavemente con mis labios. Nuevamente aspiré con ansia aquel perfume, teniendo la sensación de que me rodeaba y abrazaba todo mi cuerpo.
El papel era blanco, de gramaje ligero, tacto suave y delicado; por un momento me recordó al tacto de la piel. Incluso me pareció percibir un cierto calor.
La comencé a desdoblar, la fui a leer... Pero no pude. Nada de lo que allí esté escrito puede ya compararse a lo que he sentido.
Con todo el cariño, como si de un ser vivo se tratase, volví a doblar el papel y lo metí en el sobre.
Al introducirlo en el sobre, el ajuste era perfecto, introduzco los dedos por detrás del pliego, y a llegar al fondo del sobre noto en el dedo corazón un tacto húmedo. Al sacar el dedo lo llevo a mi nariz, y volví a percibir el perfume, en esta ocasión llegó a embriagarme hasta el punto, que sufrí un ligero mareo, y casi pierdo el sentido.
Una vez recuperado, guardé la carta en el cajón superior de la mesilla de noche.
Algún día, si tengo fuerzas, la leeré.

José Luis Fonseca
Grupo A


Geografía dérmica

Toco tu boca. Dibujo con mis dedos la línea de tus labios. Memorizo cada movimiento, cada milímetro recorrido. En la punta mis dedos se imprime su forma. Tu boca, que continúo buscando como referencia. Los dedos, sin ponerse de acuerdo, siguen una estrategia: el índice decide iniciar el camino y el cordial palpa la inmediata humedad que le provoca; el anular la recoge, y atrevido, se mueve presionando aún más la bulbosa respuesta de tus labios. Así te hago mi propuesta. Así llegan los dedos a mi lengua: impregnados de tu dermis. Saturados de esos labios mojados y turgentes, que llegan hasta el fin de todos los caminos. Que se incorporan a todas las elevaciones, expeliendo su acuosa vid, nutriendo toda la extensión de mis campos, de mis montañas, de mis llanuras.
Cada vez que encuentro otra boca, vuelvo a imaginar la tuya, y empiezo a recorrer su trazado. Está impresa en la yema de mis dedos. Dedos ciegos a otros labios. Dedos insensibles a otra piel. Porque solo la geografía de tu soñada boca despierta el deseo de viajar por otros cuerpos, por desconocidas aguas.
Si tu ausencia nunca pudo castrar mi ardiente deseo por tu boca, mucho menos lo hará la gélida muerte, que ahora te ha alcanzado.

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


Las manos de Aute

Hermosas manos las de Aute,
tejedoras de cuerdas
realizan trenzas mágicas
en la guitarra

Acarician,
labran versos en la madera
que devienen a carnales.

Mis oídos las escuchan
mis ojos las ven
mi piel las recibe.

Mi cuerpo responde,
antes y después,
de que den las diez.

Araceli Sebastián
Grupo C


Tacto

Te he soñado desde antes de tener uso de razón, en ese tiempo en donde no hay diferencia entre la realidad e imaginación, cuando el llanto y la risa cabalgan juntos, en el que todo puede ser un ahora irreal, que puedes usar para volar en el cielo de los ojos abiertos.
Creo que fue ahí cuando te vi por primera vez justo a la salida del tiovivo del final del verano y entraba en el nuevo curso sin ansiedad, sin temor, sin siquiera necesitar referencias.
Me golpeó la evidencia del interés por otro universo que no era el mío.
No pude apartar mis ojos de ti.
Nunca antes mi corazón había palpitado así por la mera contemplación de otra persona.
Entonces me miraste.
Todo se ralentizó a nuestro alrededor y desee que ese instante se detuviera, en el centro del halo de luz radiante que despedías que, me envolvía en una brisa cálida, única .y deseada.
Me sonreíste en la distancia.
La opresión de mi estómago , se expandió por mi pecho y atenazó mi garganta.
Nos acercamos.
No sé realmente muy bien de lo que hablamos, solo era una forma de canalizar el evidente deseo de permanecer juntos.
Tampoco sabría determinar el momento en que comenzamos a abrazarnos con la clara intención de fundirnos en uno.
Necesitábamos oscuridad para avivar, aún más, la llama que nos empezó a consumir.
Ya en el cine, comenzamos a besarnos con denuedo, con la desesperación de los que no comprenden porqué no había sucedido antes.
El tacto vino a ser el único sentido, con sentido, que nos empujó a una mutua exploración ávida de sensaciones atávicas y la pasión fue el genuino idioma para expresar un deseo consentido.
Los botones, cremalleras y ropajes fueron cediendo su sitio a la caricia impulsiva y aventurera.
Con mis dedos dibujé el perfil de tu pecho, amasé y pellizque tus pezones recreándome en su blanda dureza.
Fui levantando lentamente los bordes de tu falda para descubrir la geografía de tus piernas, el calor de mi mano en tus frías rodillas, la presión suave, firme y sostenida para separar tus muslos.
Ignorando la urgencia, primero recorrí la nacarada piel de su interior, aproximándome a la maraña de hilos esponjosos y rizados de tu pubis.
Luego, abrí tus labios abultados acariciando el interior cálido y húmedo.
Finalmente,cuál botella que se vacía súbitamente, comenzaste a venirte en oleadas, al tiempo que ahogabas gemidos entrecortados, mientras sujetabas fuertemente mi mano para impedir que continuara.
Años después, nos seguimos riendo porque, ni siquiera somos capaces de acordarnos del título o el argumento de la película.

Carlos García Riesco
Grupo A

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