Fin de curso

Pues sí. Llegamos a la última página de este curso y hay que elegir un final. No será cerrado pues a la vuelta del verano volveremos a vernos y a estrenar nuevo cuaderno.
Quiero agradeceros vuestra fidelidad, vuestro compromiso y sobre todo vuestro trabajo y buena disposición. Sois tres grupos geniales.
Disfrutad del verano, leed, escribid y descansad.
Pepe Lorenzo, compañero del grupo B se encarga del texto de clausura. 
Nos vemos en unos meses.





Fin de curso

El silencio repentino del profesor expandió un sentimiento de incomodidad en los dos lados de la larga mesa. Un segundo después su busto se derrumbó hacia adelante. T, que se hallaba justo enfrente, dio un respingo, se echó hacia atrás en el sillón y miró alrededor en busca de una explicación.
Todos se mantenían expectantes confiados en que se trataba de una actuación del director del taller. Estaban acostumbrados a las excentricidades de su capitán. Sin embargo, en esta ocasión, les había sorprendido, porque había sucedido en mitad de una frase anodina. «En otras circunstancias…», habían sido sus palabras exactas.
Se miraron con perplejidad, pero sin tomar aún ninguna determinación. Finalmente, M, que era la más próxima, alargó la mano hacia la espalda del maestro. El brazo avanzó lento, temerosa de que el gesto supusiera una inoportuna intromisión en el espectáculo. Cuando lo alcanzó, sacudió levemente el hombro sin que se produjera reacción alguna.
C, consciente de su responsabilidad como doctora, carraspeó y se mantuvo en una tensa espera atenta a cualquier síntoma. I, situado a la derecha, sacó una cámara y la toqueteó nervioso. Enseguida, inquieto porque alguien pudiera creer que se disponía a tomar fotografías y, temeroso de parecer un voyeur, la guardó atropelladamente.
P separó la vista de la figura abatida sobre la mesa para dirigir la mirada a la izquierda, en busca de T, el bromista del grupo. Este levantó las manos hasta la altura de su gorra y subió los hombros desentendiéndose de toda responsabilidad.
Al otro lado de la mesa, A frunció el ceño y profirió un improperio, mostrando su malestar por lo que entendía que era una broma pesada.
A unos metros de ella, V cerró su carpeta con la misma energía con que cierra los sumarios. La certidumbre de que la sentencia estaba dictada se extendió por la sala, y un rumor creciente se alzó hasta alcanzar los casetones del techo.
Ch, visiblemente agitada, se puso en pie y se acercó al cuerpo exánime y lo remeció sin miramientos. No sirvió más que para que se esparcieran los libros y objetos con los que él había estado trasteando.
Para entonces, C, que se había desplazado en su silla de ruedas y acercado al desmayado, le puso la mano en el cuello. Todas las respiraciones se contuvieron y se impuso un expectante silencio.
En esos instantes de espera se escuchó la voz de T que, desde una esquina, preguntaba qué sucedía. Nadie le contestó; todos los ojos, menos los de ella, estaban clavados en C. Cuando esta sacudió la cabeza, un suspiro de consternación se elevó en el aire.
L, visiblemente conmocionado, alcanzó a resumir la situación:
—Se ha acabado el curso.

Pepe Lorenzo
Grupo B

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