Qué mejor manera de presentar al autor al que dedicamos la sesión del taller de escritura que con uno de sus textos. "Sólo los lectores de Borges tienen patente para pasear tigres en sus versos" dice en uno de sus aforismos nuestro demiurgo. Él, como buen lector de Borges, ejerce esa patente. Juan Antonio González Iglesias, gran amigo del poeta, se pregunta si "el tigre que es metáfora no lo será de la propia obra del autor", un escritor que se mueve despacio entre la fragilidad del tiempo.
Pérez Estrada es un autor difícil de calificar. Para unos un demiurgo por su capacidad para crear mundos, para otros un peón caminero por cuánto desbroza y allana. La mayoría lo nombra como el gran fabulador por su imaginación desmesurada. Ana María Moix dice que es el gran transgresor porque transitó todos los géneros pero también cuestionó su sentido y sus fronteras. Él necesitaba escribir sin atender a un envase, en absoluta libertad.
Te recomiendo tener a mano la dirección de la página web de la Fundación Rafael Pérez Estrada. En ella no sólo encontrarás más datos sobre este malagueño de culto sino información sobre las muchas actividades que organiza, entre ellas un certamen literario.
La brevedad en poesía me recuerda la inexplicable y surrealista sensación de andar con una estrella en un zapato. Es decir, conviene a lo poético (al menos en mi caso y en este momento) esa sensación agridulce, de paladar japonés, que atribuyo a llevar una estrella en un zapato.
Manifiesto en la actualidad un interés por la expresión en el marco compartido de una emoción muy sutil, distinta incluso de lo emocionante. Elijo la emoción eléctrica a la explicativa, pues esta última exige un complicado y difícil sistema de comprensión, que obliga a quien le queremos comunicar lo inexplicable a adoptar la postura de perpetuo pensador o de La mujer sentada de Copi. Sin embargo, la brevedad no es didáctica, lo didáctico conviene a la extensión y acaba por ser narrativo y no poético.
Hay modos de brevedad canónicos.
No me refiero a la sentencia ni al epigrama, ni siquiera al epitafio (no puedo soslayar esta frívola actitud: «Los muertos analfabetos aprenden a deletrear en los epitafios»), me estoy refiriendo al haiku y la greguería. El haiku tiene en su contra la dependencia de una forma muy frágil y a la vez muy exigente. No sólo debe sujetarse quien lo intenta a la receta de 5-7-5 sílabas, sino que habrá de proveerse de ciertas imágenes representativas del tiempo y el lugar donde se desea situar la belleza brevísima del poemilla; y tiene a su favor la capacidad de provocar inmediatas emociones, tal vez por ello muchas de mis brevedades se sostienen en el biombo de seda añeja de un haiku libre.
La greguería, más próxima a lo narrativo, depende (a posteriori, por descubrimiento crítico) de una fórmula que es como una ecuación muy tensa. A la greguería le ha sobrado prisa e ingenio, y le ha faltado la visitación del ángel de la poesía. Mas nada tengo contra lo inmediato si al hallazgo se añade esa perfección aproximativa que sólo el esfuerzo logra.
Cioran ha proclamado con urgencia la necesidad de introducir el suspiro en la economía del intelecto.
Hay unidades gramaticales y unidades de voz, que, al menos en mi caso, implican la emoción poética, o la provocan. Recuerdo haber oído en una emisión de Radio Nacional, el resultado de un jurado de hombres de letras, reunidos para decidir cuál fuera la palabra miss de nuestro idioma. La ganadora fue «alba», Sin embargo, cada uno de nosotros tiene su predilecta: ángel, espejo, arco, espada, luz, iris... son las mías. Ante ellas, la imaginación responde urgente. Mas lo terrible de estas palabras es su significado.
Y como muestra de dicha brevedad un pequeño ramo de palabras frescas:
La greguería es la idea hecha trapecio.
La luna es la imperfección de la oscuridad
La nube es el alma del algodón
La mano humedecida con la lluvia tiene tacto de arco iris
El espejo es una instantánea del río
Con el ángel caído empieza la gravedad
La radiografía del ángel es transparente
El recuerdo de Narciso es húmedo
Al unirse, los amantes hacen calco de su cuerpo.
La muerte, pececillo de plata del olvido.
Cuando el agua quiere volar se hace cascada.
¡Qué redundancia, llueve sobre el mar!
La O es un beso sin sentido
Cantaba pompas de jabón
Propuesta de escritura
1. En el taller hicimos una tarea rápida que tomamos prestada de una entrevista que Jesús Aguado le hizo al poeta y que fue publicada en el libro "El levitador y su vértigo" publicado por la editorial Calambur. Reproducimos aquí la última pregunta de dicha entrevista:
J. Por último, Rafael, me gustaría proponerte un ejercicio de imaginación que me ha inspirado la lectura de un libro de antropología. Una tribu amazónica estudiada por Marcel Sorel celebra todos los años la fiesta de «la imagen del pájaro boó». Ese día se congregan los miembros de la misma y por turnos enumeran a voz en grito las características de este ser de hecho inexistente. Cada uno se las inventa, pero levan tantos años entusiasmados con este ritual que ya nadie recuerda que se están refiriendo a un animal imaginario: todos creen saber cómo es, es decir, todos tienen experiencia del mismo (lo han visto, lo han presentido, incluso lo han cazado): nadie es consciente de que las cualidades que atribuye al pájaro boó le definen más a él que al pájaro. Gracias a este ejercicio de imaginación comunitaria, en las que todos desnudan su alma ante todos (conjurando, como en las modernas terapias de grupo, inclinaciones agresivas o meramente negativas), el grado de armonía de la tribu, afirma Sorel, es mucho mayor que el de sus vecinas, y la cohesión del grupo ante las amena-zas contra su integridad (guerras, enfermedades, misioneros, aculturación...) es casi indestructible. ¿Podrías describirme tú al pájaro boó?
R. Es un pájaro nacido del espejo y de la luz y su característica principal es que al volar no deja sombra sobre ningún territorio.
Y tal y cómo hizo Jesús Aguado con él propusimos en la sesión describir brevemente dicho pájaro.
2. Para casa el encargo fue otro: Rafael Pérez Estrada fue un gran inventor de oficios imposibles: “resucitador de rosas”, “pesador de lluvias”, “cazador de lunas”. Escribe tú también la historia de un oficio imposible. Te dejamos aquí una muestra:
Domador de sombras
También la luz en África está hecha de barro. Como un grito sólido y espeso cae sobre la plaza. En ella, el domador de sombras, un pícaro muy eficiente, muestra su arte por escasas monedas. Quién no adquiere una sombra por un precio asequible. Es fácil. El domador las dobla, cruza y empaqueta. Después, de regreso a Londres, si liberas una de estas sombras, las noches de invierno tendrán un aire exótico y las verás bailar en las paredes del salón, invitándote a volver a África.
Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:
El soplador de nubes
Sólo en las más altas montañas de la geografía terrestre moran los últimos sopladores de nubes. Desde tiempos ancestrales dominaban este arte milenario transmitiendo su sabiduría a las generaciones venideras. Antaño eran cuatro grandes familias: los exhaladores de las tierras del norte, expertos en la formación de grandes cúmulos de nubes; los bufadores de las cordilleras del este, quienes poseían el récord de potencia de soplido, responsables de la formación de cirros. Por otro lado estaban los resopla-estratos de las cumbres del sur, famosos por su mal genio; y por último los venteadores del oeste, autores de las mayores precipitaciones producidas.
Los sopladores de nubes competían entre sí en la escultura de atardeceres, en la talla de figuras mitológicas mullidas, o bien en la manipulación de los rayos del sol formando las más bellas escenas en los amaneceres.
Esta distribución estuvo establecida durante siglos, pero la globalización ha propiciado que los diferentes linajes establezcan lazos entres sí, dando lugar a nuevas formaciones híbridas como cirroestratos, cirrocúmulos, estratocúmulos, nimboestratos, que dibujan cielos nunca antes vistos.
Cuando los ánimos están tranquilos disfrutamos de anticiclones de preciosos cielos despejados, sin embargo, la armonía existente en tiempos pasados ha desaparecido dando lugar a términos desconocidos en muchos parajes, tales como, ciclogénesis explosiva o reventón húmedo provocando profundas preocupaciones en el mundo de la nefología.
Pero los peores fenómenos se producen cuando todas las familias se enfrentan entre sí provocando tornados e incluso huracanes si nadie media en sus conflictos.
Es por eso que propongo la creación del oficio de “terapeuta de soplador de nubes” con el fin de mediar en los enfrentamientos existentes en las distintas familias y de esta manera, podamos disfrutar de más cielos equilibrados.
Max Ferlam
Grupo B
El autónomo rico
Irrisorias cuotas de la seguridad social, escaso IRPF, impuestos indirectos bajos, salarios muy inferiores al SMI…
Todo esto lo soporta (como el IVA que luego repercute) el autónomo, ese que no es un empresario empobrecido del IBEX 35. ¡Así, rico, facturando millonadas como peluquero, quiosquero, y demás privilegiados, vivo yo también! Los demás todos currando para mantener a unos autónomos tan, tan ricos que han comprado tres superpoderes.
Sus tres superpoderes, envidiados por todos los empleados: Los autónomos no necesitan vacaciones, no enferman nunca, y se jubilan mayores porque son avariciosos y quieren exprimir más y más a un sistema al que no aportan más que miseria.
En sus antípodas: asesor de ministro, pobre (pero honrado).
Javi Martín
Grupo A
Forense de conciencias
El mío es un oficio en extinción. Primero porque los cuerpos no quieren saber nada del fallecimiento de sus espíritus, menos problemas tengo, dicen, yo no te he llamado, dicen, así que por tu cuenta y riesgo; en segundo lugar, porque es muy difícil, si no imposible, detectar cuando el espíritu -el alma, la conciencia, llámenlo como quieran- ha pasado a mejor vida. Las señales son confusas: pasar horas viendo la tele sin pestañear, rellenar en bucle la última copa, oír voces en sueño locutando partidos de fútbol sin solución de continuidad; en fin, tener el corazón partido, pero aparentemente vivo, con electrocardiogramas normales, si acaso cripto latidos indetectables, etc., etc.
Como decía, es un oficio en extinción, ya vamos quedando pocos, los jóvenes no quieren saber nada, cosas de viejos, dicen, el espíritu, el alma, la conciencia, cosas pasadas de moda, antiguas, sin sentido para el presente y mucho menos para el futuro. No cotiza en bolsa, cero rentabilidad, nada que llevarse a la boca, dicen.
Yo también me siento extraño; más que superfluo, inútil, acabado. Me elevo, sobrevuelo el planeta, veo el espíritu de Gaia, que creíamos omnipotente, igualmente debatiéndose entre la vida y la muerte …
Quizá sea verdad lo que afirma la nueva especie post humana, y nuestra conciencia ya ha desaparecido en la Nueva Era de una Inteligencia Superior.
Nunca lo sabré, ¿quién puede hacer la autopsia de su propio espíritu, alma, conciencia, llámenlo como quieran?
Ignacio Aparicio
Grupo A
El robador de dioses
Tenía el alma sucia y un entrecejo siempre encrespado, allá donde iba su olor aturdía a los niños, llegó el día en que, entró, rápido miró a ambos lados y eligió...
Uno a uno fueron cayendo...ya solo quedaba el humo.
Teresa Fernández Pacheco
Grupo B
Farera de sueños
La única condición para esta encomiable tarea era que, desde la puesta de sol hasta el amanecer, no se podía dormir. Tenía que emitir dos destellos cada treinta segundos, sin tregua; algo singularmente agotador cada solsticio de invierno. Estas fulgurantes ráfagas traspasaban las espesas pesadillas y llenaban de miel los sueños del resto de los mortales. Los resplandores en la oscuridad llenaban las fuentes de oníricas siluetas, donde bebían los poetas; y colmaban de anhelos las sábanas, para los amantes de la noche. Con las primeras luces del alba, la solitaria vigía dejaba de atender el faro, pues se caía de sueño.
Jesús García Espinosa
Grupo A
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