Uno de los objetivos de la sesión era hacer frente a nuestros miedos, a nuestra propia censura, y tantear dónde están nuestros límites a la hora de escribir sobre cosas terribles, aunque aderezadas con la ironía y la mordacidad del humor negro.
Cualquiera de las recetas de La cocina caníbal harían las delicias del menú de Hannibal Lecter: el hombre es el mejor alimento para el hombre
Veamos algunos ejemplos para abrir apetito:
Agente de seguros en su póliza
Sáquele el dinero y, si es necesario, hágale una pequeña incisión en la cabeza para que no quede nada en el interior. Límpielo, cepíllelo suavemente para no dañar la piel, lávelo para que esté presentable. Deje que se haga en el caldo. Si el agente está gordo hacen falta cuatro horas de cocción, si no, tres serán suficientes.
Para servirlo, coloque una póliza de seguros en la fuente, decore con monedas, carnés de identidad, flores y acompañe el dinero con un largo silbido de admiración que a él apenas le impresionará pero que a usted le hará bien.
Enamorados en causa desesperada
Separe a dos enamorados. Ponga mantequilla en la olla, gorda como un bebé. Cuando la mantequilla esté bien caliente, mate a los enamorados en lágrimas, vacíelos y después deje que se asen juntos. Retírelos cuando tengan un bonito color pálido. Haga una salsa con harina que añadirá a la mantequilla. Cuando la harina esté de color marrón oscuro, añada dos libros de caldo o agua. Salar, condimentar con pimienta, un ramo de lirios de valle (si es la época), tomillo y laurel. Meta a los enamorados en la olla con una decena de cebollas pequeñas y, quince minutos antes de servir, un cuarto de champiñones. También se pueden añadir golpes y heridas.
Lengua de fumador
Saje la piel de la lengua. Frote la lengua con piedra pómez, y después póngala en una fuente de porcelana con cebollas, chalotes, ajo, tomillo, laurel, espolvoree con pimienta, curry, páprika y cúbralo todo con salsa gris. Guárdelo al fresco en una vasija tapada durante quince días.
Retire entonces la lengua, sacúdala, cuézala, durante tres horas en vino blanco. Sacarla, secarla: está lista para ser servida. Se esfuma absolutamente en la boca.
Restos de automovilista guisado
Si ha descubierto un automóvil accidentado, con trozos de automovilista todavía reutilizables, coja cada uno de los trozos y, después de haberlos lavado y frotado, rebánelos con miga de pan. Rompa seis huevos que batirá en una tortilla y añada una cuchara de aceite. Moje dentro cada uno de los trozos y páselos de nuevo por la miga de pan. Fría con aceite bien caliente y sirva vivamente. Decore el plato con una banda amarilla y con una señal que diga: ¡Cuidado, quema!
Ensalada de momia
Remojar en leche durante quince días las bonitas tiras de la momia, escurrir y secar bien antes de extenderlas en la fuente. Cubrir con aceite de oliva y dejar marinar medio día. Servir en una ensalada de remolacha con chalotes troceados.
Pies de majorette con huevos duros
Hacer una vinagreta bien condimentada, cortar los pies fríos de majorette en pequeños dados (habiéndolos cocido previamente con caldo), añadir tres huevos duros, tres o cuatro cebolletas y una brizna de estragón.
Y aquí tenemos los guisos propuestos por algunos de los participantes en el taller:
Brochetas de galán de Hollywood
Nota: Se recomienda utilizar un galán madurito, pero que no esté muy estropeado. No obstante, si prefiere la carne más tierna no dude en atrapar un modelo más joven. Si no tiene acceso a un galán de Hollywood, puede substituirlo por uno de telenovela o serie cómica.
Ingredientes:
90-100 k de carne de galán magra
miel
salsa picante
jugo de limón
aceite de oliva
vinagre
vino, ron o cerveza
ajo machacado
sal y pimienta a gusto
pimiento verde o rojo
cebollas pequeñas
piña
Procedimiento:
Seleccione los pedazos de carne más apetecibles, según sus preferencias (pectorales, bíceps, abdomen, glúteos, etc.) y reserve. El galán promedio pesa entre 90 y 100 kilos, lo que puede variar según su estatura. Por tal razón, un galán de digamos, 1,90 o 2 metros, provee género para una barbacoa de grandes proporciones. No obstante, si solo desea preparar un pequeño convite, recuerde que siempre puede congelar la carne sobrante, ya marinada, por tiempo indefinido y luego descongelarla para una reunión, reencuentro o especial de Navidad.
En un bol, vierta abundante miel de manera sensual. Rocíe con unas gotitas de picante para entrar en calor. Agregue jugo de limón para que no se le suban los humos y, luego, un poco de aceite de oliva para que los escándalos le resbalen. Mezcle y deje reposar hasta que se le olvide.
Cuando vuelva a darle hambre o, simplemente, se aburra, agregue vinagre hasta que la mezcla se amargue por completo. Entonces, vierta una generosa cantidad de la bebida alcohólica de su predilección, tan generosa que le lleve al borde del coma etílico. Una vez esté acabado, añada ajo y salpimente a gusto. Mezcle bien todos los ingredientes y vierta la marinada sobre la carne. Deje marinar los pedazos de carne hasta que casi se consuman.
Llegado este momento, ensarte la carne sin piedad en las brochetas, intercalando trozos de pimiento, piña y cebolla. Cocine sobre las brasas y rocíe un poco de la marinada de vez en cuando. La carne se pondrá doradita y adquirirá un delicioso sabor ahumado.
Sirva con un buen pedazo de pan sobao.
Ismarie Díaz Flores
Cóctel en tu piel
Fragmentos de tu imagen
alimentan mi sabor,
enfrían mi garganta,
invaden mi pecho.
La mezcla se diluye
con hielo entre mi piel.
Saciada con su esencia,
reboso de vida
en mis entrañas.
Cóctel de tu cuerpo
navega en el cristal,
despierto en un anochecer.
La copa se vacía
llenándome de ti.
Sofía Montero
Dedos de pianista
El proceso de preparación es sencillo. En una sartén se vierte un chorrito de aceite de colza y se pone al fuego. Mientras, se bate un huevo campero en un plato hondo, y en un plato llano se pone pan rallado.
Cuando se nota que el aceite está caliente, se rebozan los dedos con el huevo y el pan rallado, se echan a la sartén, y a esperar que vayan cogiendo un color dorado.
Una vez fritos, se añaden a una cazuela, donde previamente se han rehogado unas verduras, vino tinto, uvas blancas y negras. Se deja cocer unos quince minutos y listo para chuparse los dedos.
Los dedos se pueden adquirir en el Mercadona situado al lado del Conservatorio Superior de Música, vienen en cajas de 10 y proceden de los alumnos que han suspendido el examen de piano.
Luis Iglesias
Medallones de párroco en su salsa
Elija al párroco más joven de su congregación. Dele la típica paliza hasta romperle las fibras para que quede bien tiernito. Una vez hecho esto, trocee su cuerpo en medallones que colocará en una fuente amplia. Conserve la cabeza que situará en el centro. Salpimiente al gusto.
Introduzca los medallones en un horno de leña, anteriormente precalentado, a temperatura infernal de 525ºC durante unos cinco minutos aproximadamente.
Una vez asados los medallones, saque la bandeja del horno y adorne la carne con minúsculas obleas. Sitúe una hostia más grande, partida en dos trozos, en la boca abierta del difunto como si del cuerpo de Cristo se tratase.
Esparza con vino dominical y métalo de nuevo en el horno durante unos minutos hasta que se evapore el pernicioso alcohol y se doren las obleas. Una vez cocinado, saque nuevamente la bandeja y sitúela en la mesa.
Con los brazos y la mirada alzados al cielo, bendígala y recite una oración por el alma del difunto. Acompañe el exquisito plato con vino “Domus Dei” y dispóngase a disfrutar de su, posiblemente, Última Cena.
Toñí Martín del Rey
Receta de una mala persona
Se prepara el horno, calentándolo bien, para ver si se disuelven sus malas vibraciones, su energía negativa y las malas vivencias que es capaz de provocar.
Se hace en la bandeja una cama de altruismo, que contrarreste su egoísmo.
Se le añaden unas hojas de empatía, para que el sabor a ego no sea tan intenso.
Se le pone un poco de espuma de cariño, de la más dulce que encontremos, para eliminar la amargura que puede soltar en su jugo.
Lo metemos en el horno y le ponemos por encima una buena capa de límites, para que aprenda lo que son.
Se cocina a fuego lento, para que aprenda lo que es la paciencia.
Si ha quedado bien, nos lo podemos tomar bien tostadito.
Yo lo acabo de probar y no puedo comerlo, creo que se está autodestruyendo.
Teresa Sanz
El insólito común
"Todo amante de la cocina sabe que entregarse a su pasión supone caminar en el misterio. Maridar en un acto cotidiano técnica y creación, es un arte del que la mayoria de los humanos prescinde. Acostumbrados a distinguir entre lo usual y lo extraordinario, reniegan de lo primero y veneran lo segundo. Pocos permiten que esa confusa dicotomía se diluya en lo que podríamos denominar "el insólito común" o "el asombroso habitual". Hay quien considera, bien lo saben por sus clases de primero de etología, que su matriz se encuentra en el arquetipo religioso "Cuerpo-Espíritu" o lo que es lo mismo, en la angustiosa búsqueda de la inmortalidad. Puede ser. No voy a entrar en ese tema. No me compete. Yo, como profesor de prácticas, debo centrarme hoy en la exposición de otro tipo de fundamentos: aquellos que avalan la traducción de un concepto en una textura, un aroma o un sabor.
Como pueden suponer, el primero de ellos, contradice la dualidad "vulgar-admirable". Todos los haceres son igualmente burdos o excelsos. Acentuar uno u otro extremo depende del grado de unión que vincula lo hecho con su hacedor. No hay más. He visto limpiar el pescado en un tugurio con tal precisión y tanto sentimiento, que el supuesto mercado mutaba su condición de plaza inmunda para dejar paso a un proscenio. En él, los cadáveres acuáticos vivían el milagro de respirar denuevo. ¿Por qué? Porque el taxidermista que los trataba hizo de sus manos un oceáno. Sinceramente, opino que la belleza de ese proceder, a juicio de algunos tan terrenal, es divina.
El segundo se asienta en el empeño infantil, de reglar con rigor. Recuerden que tienen criterio. Si la norma axfisia a su practicante sus hijos nacerán muertos. Tal vez perfectos, quizás hermosos, pero sin vida. El método solo puede ser guía, no corsé. En este sentido, si desfajarse supone errar, no tengan la menor duda de que ese error -si no les abruma- les enseñará más que mil tratados culinarios.
El tercero, versa sobre la duda. Sé que les preocupa la habilidad. Aunque disimulen ante sus compañeros, en la intimidad, muchos de ustedes cuestionan sus posibilidades. ¡Por Dios! No se comparen. No hay dos platos idénticos. No hay cocineros mellizos. Cada uno tiene su estigma. La experiencia, siempre que la rutina no reine en sus pucheros, les ayudará a encontrarlo, a perderlo y a volver a buscarlo. La gastronomía es un viaje que nunca termina. Si la llevan en la sangre, serán polvo y jugarán a comiditas con los gusanos.
Quieren ser restauradores, aventureros de olla y sartén. Más aún quieren serlo al amor de la lumbre de esta escuela. Afirman que su vida carece de pulso sin el calor de los fogones. Sepan que esa elección consumirá sus días y sus noches. Muchos, lo saben, no terminarán sus estudios. Son depredadores. Es posible, que el compañero con el que hasta ahora comparten sus inquietudes, diseñe y ejecute con su carne una receta. Si es así, procuren que la elección de la pieza no se cimente en el hambre de gloria o el miedo al mal ententido "fracaso". Ambos condimentos estropean cualquier plato. Son cocineros, no asesinos. Ponderen con mimo la calidad de sus materias primas. Escúchenlas antes de trabajarlas. Comulguen con su voz. Amen al hombre, mujer o niño que les entrega su aliento para que otros vivan y gocen. No olviden que en cualquier momento, ustedes podrían ser la presa que se sirve, y de serlo, les gustaría que cuando el comensal degustara el plato donde yace su materia, se embriagara con la esencia de su canto."
Al día siguiente, el profesor de prácticas había desaparecido.
Julieta, una alumna de segundo curso que habitualmente pasaba desapercibida, desde la última grada, escuchaba las confusas explicaciones del director. Había algo en ella, una especie de magia que la envolvía.
¡Pobre muchacha!
Dedos de pianista
El proceso de preparación es sencillo. En una sartén se vierte un chorrito de aceite de colza y se pone al fuego. Mientras, se bate un huevo campero en un plato hondo, y en un plato llano se pone pan rallado.
Cuando se nota que el aceite está caliente, se rebozan los dedos con el huevo y el pan rallado, se echan a la sartén, y a esperar que vayan cogiendo un color dorado.
Una vez fritos, se añaden a una cazuela, donde previamente se han rehogado unas verduras, vino tinto, uvas blancas y negras. Se deja cocer unos quince minutos y listo para chuparse los dedos.
Los dedos se pueden adquirir en el Mercadona situado al lado del Conservatorio Superior de Música, vienen en cajas de 10 y proceden de los alumnos que han suspendido el examen de piano.
Luis Iglesias
Medallones de párroco en su salsa
Elija al párroco más joven de su congregación. Dele la típica paliza hasta romperle las fibras para que quede bien tiernito. Una vez hecho esto, trocee su cuerpo en medallones que colocará en una fuente amplia. Conserve la cabeza que situará en el centro. Salpimiente al gusto.
Introduzca los medallones en un horno de leña, anteriormente precalentado, a temperatura infernal de 525ºC durante unos cinco minutos aproximadamente.
Una vez asados los medallones, saque la bandeja del horno y adorne la carne con minúsculas obleas. Sitúe una hostia más grande, partida en dos trozos, en la boca abierta del difunto como si del cuerpo de Cristo se tratase.
Esparza con vino dominical y métalo de nuevo en el horno durante unos minutos hasta que se evapore el pernicioso alcohol y se doren las obleas. Una vez cocinado, saque nuevamente la bandeja y sitúela en la mesa.
Con los brazos y la mirada alzados al cielo, bendígala y recite una oración por el alma del difunto. Acompañe el exquisito plato con vino “Domus Dei” y dispóngase a disfrutar de su, posiblemente, Última Cena.
Toñí Martín del Rey
Receta de una mala persona
Se prepara el horno, calentándolo bien, para ver si se disuelven sus malas vibraciones, su energía negativa y las malas vivencias que es capaz de provocar.
Se hace en la bandeja una cama de altruismo, que contrarreste su egoísmo.
Se le añaden unas hojas de empatía, para que el sabor a ego no sea tan intenso.
Se le pone un poco de espuma de cariño, de la más dulce que encontremos, para eliminar la amargura que puede soltar en su jugo.
Lo metemos en el horno y le ponemos por encima una buena capa de límites, para que aprenda lo que son.
Se cocina a fuego lento, para que aprenda lo que es la paciencia.
Si ha quedado bien, nos lo podemos tomar bien tostadito.
Yo lo acabo de probar y no puedo comerlo, creo que se está autodestruyendo.
Teresa Sanz
El insólito común
"Todo amante de la cocina sabe que entregarse a su pasión supone caminar en el misterio. Maridar en un acto cotidiano técnica y creación, es un arte del que la mayoria de los humanos prescinde. Acostumbrados a distinguir entre lo usual y lo extraordinario, reniegan de lo primero y veneran lo segundo. Pocos permiten que esa confusa dicotomía se diluya en lo que podríamos denominar "el insólito común" o "el asombroso habitual". Hay quien considera, bien lo saben por sus clases de primero de etología, que su matriz se encuentra en el arquetipo religioso "Cuerpo-Espíritu" o lo que es lo mismo, en la angustiosa búsqueda de la inmortalidad. Puede ser. No voy a entrar en ese tema. No me compete. Yo, como profesor de prácticas, debo centrarme hoy en la exposición de otro tipo de fundamentos: aquellos que avalan la traducción de un concepto en una textura, un aroma o un sabor.
Como pueden suponer, el primero de ellos, contradice la dualidad "vulgar-admirable". Todos los haceres son igualmente burdos o excelsos. Acentuar uno u otro extremo depende del grado de unión que vincula lo hecho con su hacedor. No hay más. He visto limpiar el pescado en un tugurio con tal precisión y tanto sentimiento, que el supuesto mercado mutaba su condición de plaza inmunda para dejar paso a un proscenio. En él, los cadáveres acuáticos vivían el milagro de respirar denuevo. ¿Por qué? Porque el taxidermista que los trataba hizo de sus manos un oceáno. Sinceramente, opino que la belleza de ese proceder, a juicio de algunos tan terrenal, es divina.
El segundo se asienta en el empeño infantil, de reglar con rigor. Recuerden que tienen criterio. Si la norma axfisia a su practicante sus hijos nacerán muertos. Tal vez perfectos, quizás hermosos, pero sin vida. El método solo puede ser guía, no corsé. En este sentido, si desfajarse supone errar, no tengan la menor duda de que ese error -si no les abruma- les enseñará más que mil tratados culinarios.
El tercero, versa sobre la duda. Sé que les preocupa la habilidad. Aunque disimulen ante sus compañeros, en la intimidad, muchos de ustedes cuestionan sus posibilidades. ¡Por Dios! No se comparen. No hay dos platos idénticos. No hay cocineros mellizos. Cada uno tiene su estigma. La experiencia, siempre que la rutina no reine en sus pucheros, les ayudará a encontrarlo, a perderlo y a volver a buscarlo. La gastronomía es un viaje que nunca termina. Si la llevan en la sangre, serán polvo y jugarán a comiditas con los gusanos.
Quieren ser restauradores, aventureros de olla y sartén. Más aún quieren serlo al amor de la lumbre de esta escuela. Afirman que su vida carece de pulso sin el calor de los fogones. Sepan que esa elección consumirá sus días y sus noches. Muchos, lo saben, no terminarán sus estudios. Son depredadores. Es posible, que el compañero con el que hasta ahora comparten sus inquietudes, diseñe y ejecute con su carne una receta. Si es así, procuren que la elección de la pieza no se cimente en el hambre de gloria o el miedo al mal ententido "fracaso". Ambos condimentos estropean cualquier plato. Son cocineros, no asesinos. Ponderen con mimo la calidad de sus materias primas. Escúchenlas antes de trabajarlas. Comulguen con su voz. Amen al hombre, mujer o niño que les entrega su aliento para que otros vivan y gocen. No olviden que en cualquier momento, ustedes podrían ser la presa que se sirve, y de serlo, les gustaría que cuando el comensal degustara el plato donde yace su materia, se embriagara con la esencia de su canto."
Al día siguiente, el profesor de prácticas había desaparecido.
Julieta, una alumna de segundo curso que habitualmente pasaba desapercibida, desde la última grada, escuchaba las confusas explicaciones del director. Había algo en ella, una especie de magia que la envolvía.
¡Pobre muchacha!
Ana Isabel Fariñas
Recetas religiosas
Las monjas del convento deciden crear unas recetas religiosas :
La primera receta pedo de monja.
La segunda receta, buñelos .
La tercera receta, tostón, que las monjas llaman receta religiosa.
David Álvarez
Oreja de torero al laurel
Obsérvese que la presente receta no dista mucho de la tradicional Oreja de cerdo en salsa, pero en épocas donde se reclama innovación y ante comensales ávidos de sabores exóticos, proponemos una leve variación a la receta tradicional que, estamos seguros, hará las delicias de los críticos más severos. Vale aclarar que la oreja de torero puede prepararse en cualquier receta donde el ingrediente principal sería la oreja de porcino, dadas las similares características entre ambos especímenes. Así, pretendemos revolucionar la oferta culinaria y expandir los horizontes gastronómicos con un insumo abundante y a la mano.
Confiamos en que la oreja de torero se convertirá en una pieza con un sinfín de posibilidades en la cocina española (aún nos queda por explorar el uso del rabo y las criadillas del torero, que seguro darán mucho juego). Por ejemplo, podrá emplearse en el típico cocido gallego o prepararse con alubias para una original olla podrida de Burgos. Es recomendable como pincho, servida con patatas bravas o salsa al ole, perdón, alioli.
Ingredientes:
2 orejas de torero
1 zanahoria
Cebolla en cascos
1 rama de perejil
Pimienta molida
Sal al gusto
Aceite
Pimentón dulce o picante
1/2 vaso de vino blanco seco
Corte las orejas con el espécimen aún vivo para garantizar la frescura, no se escandalice por la sangre ni se apene por su sufrimiento, recuerde que la gastronomía es un arte y este tipo de arte cultivado con la sevicia conveniente se convierte con el tiempo en tradición. Ponga las orejas en una olla rápida junto con la zanahoria, la mitad de la cebolla, la rama de perejil, la pimienta y la sal, cubra de agua y hervir durante 30 minutos.
Saque las orejas y córtelas en trozos medianos; sofría en el aceite la cebolla restante y añada el pimentón, luego eche el vino y deje evaporar el alcohol. Si ve que está seco, póngale unas cucharadas del caldo de la cocción. Agregue las orejas y deje que hiervan unos minutos para que cojan todo el sabor.
Sírvase caliente sobre sus laureles.
PRELUDIO CANÍBAL
Aplico un chorrito de aceite tibio en tu espalda.
Te deposito en una superficie horizontal para facilitar la maniobra y condimento con esmero toda la longitud de tu superficie.
Amaso para que la carne se torne tierna y queden sólo las durezas precisas.
No hay tiempo para el reposo, lo tuyo será un levado rápido en caliente.
Compruebo el punto de sazón y te cocino a fuego lento en mis jugos.
Maritza García
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