Así empezó todo

En la sesión del lunes pasado hubo puertas que se abrían, huevos negros y blancos a punto de eclosionar, hubo un ave y una Eva y hubo la nada y Adán. Y todo fue el principio del taller, cuando el mundo era joven todavía. Así que con tanta energía, tanto absurdo y tanta mano de obra nos quedó un origen del mundo a la medida, con todos sus detalles.
De eso hablamos, de cómo empezó todo. Pero no lo hicimos con cabeza de filósofo ni precisión científica. Usamos nuestra disparatada imaginación para inventarlo todo y luego colorearlo como niños.

Tomamos como referencia el libro "Así empezó todo" de Jürg Schubiger y Franz Hohler maravillosamente iluminado por Jutta Bauer.





Abrimos de par en par sus páginas y nos detuvimos a mirar la puerta que encontramos en una de ellas. Preguntamos si se podía pasar pero no dijo nada "La puerta":

Al principio, todo estaba oscuro.
No podemos saber durante cuánto tiempo, porque todavía no existía el tiempo. Pero en cierto momento, la luz del amanecer, o del atardecer, iluminó una puerta enorme.
¿Cuántos tiempo llevaba esa puerta allí? ¿Mil, cientos de miles, millones de años? No había nadie para mirar el calendario.
Entonces, de repente, un crujido rasgó el vacío, la puerta se abrió lentamente y un gran pájaro negro asomó la cabeza por la puerta. Abrió el pico, graznó con fuerza, y el espacio que le rodeaba empezó a iluminarse. Detrás de la puerta se notaba actividad. La vida estaba en pleno funcionamiento: las estrellas, las nubes, los animales y las plantas; más tarde, también los seres humanos.
El gran pájaro negro se fue volando y dejó la puerta abierta.
Nadie sabe cuándo volverá para cerrarla.

¿Y si fue una diosa, y no Dios, la encargada de crear el mundo? Tal vez el texto titulado "La diosa" responda a estas cuestiones:

Al principio, antes de que el mundo fuera creado, Dios paseaba por la Nada buscando algún sitio en el que hubiera algo. ya casi había perdido la esperanza, y estaba muerto de cansancio cuando, de repente, se dio cuenta de que estaba delante de una enorme cabaña. Llamó a la puerta, y una diosa abrió y le invitó a entrar.
Le dijo que en ese momento estaba ocupada con la Creación, pero que si quería podía pasar y ponerse cómodo mientras ella seguía trabajando. Estaba a punto de meter unas plantas acuáticas en un acuario.
Dios se sorprendió muchísimo al ver lo que estaba haciendo. A él nunca se le habría ocurrido crear algo como el agua.
-Pues justamente el agua es, por así decirlo, el origen de la vida -dijo la diosa, sonriendo.
Al cabo de un rato, Dios preguntó si la podía ayudar en algo, aunque solo fuera un poquito, y la diosa contestó que le haría un gran favor si se llevaba el agua, y todo lo que ya estaba preparado, a un planeta que acaba de crear, llamado Tierra.
A modo de ensayo, era mejor empezar con lo más insignificante. Así que Dios empezó a sacar de la cabaña, una a una, todas las cosas y seres que la diosa le iba indicando, para colocarlas sobre la Tierra.
¡A quién le puede extrañar entonces que los habitantes de ese planeta solo conocieran al Dios que había traído todas las cosas a su plantea y que le tomaran por el auténtico creador!
Pero ya iba siendo hora de que alguien mencionara la existencia de la diosa que realmente tuvo la idea.

¿Cómo sería la primera frase pronunciada por voz humana? En este otro texto se nos informa sobre este particular:

Tuvo que pasar mucho tiempo antes de que el ser humano pudiera decir una frase entera con sentido.
Al principio, solo sabía palabras sueltas, y cada una tenía muchos significados distintos. Así, por ejemplo, "cerdo" no significaba solo cerdo, sino también: conejo, pájaro, mariposa, ratón, elefante y mosquito; "lago", además de lago, significaba: lluvia, río, agua, nieve, hielo y glaciar; y, cuando un hombre quería decir a una mujer que la quería, tan solo exclamaba: "¡Oooh!".
Pero un día, un hombre se enamoró de una mujer de largos cabellos negros, y estas pocas palabras dejaron de ser suficientes.
Se marchó de su cueva, se sentó encima de un peñasco y se pasó tres días con la cabeza en las nubes. Después, fue en busca de la mujer de los largos cabellos negros, inspiró profundamente y dijo: "Me gustas". La mujer enseguida supo a qué se refería, y como también le quería, le dio la mano y se quedó con él.
La frase corrió de boca en boca como un vendaval. Ahora, siempre que se encontraban dos desconocidos, se miraban fijamente a los ojos hasta que uno de ellos se acercaba al otro y le decía: "Me gustas".
Por eso, con estas dos palabras se podían decir cosas tan distintas como darse la mano, amor, bienvenido o incluso paz.
En cierta ocasión, un hombre con un hacha de piedra llegó hasta la cuerva del hombre que inventó la frase, y que con el paso de los años se había convertido en un anciano.
Este le dijo a su mujer de largos cabellos negros, que ahora eran blancos, que esperara dentro, salió de la cueva y miró al extraño a los ojos. Entonces se acercó a él y le dijo: "Me gustas"
Pero el otro contestó: "No me gustas". Y le mató de un hachazo.
Desde entonces, la palabra "No" significa prácticamente los mismo que guerra.

Si proponemos a un niño que nos explique la creación quizá nos hable de guisantes y de una caja. Un texto de esta guisa podría ser "La creación":

Al principio, sólo existía Dios. Un día recibió una caja de madera llena de guisantes. ¿Quién se la podía haber mandado? Desde luego, él no conocía a nadie más. Aquel asunto le daba mala espina, así que dejó la caja –es decir, la dejó flotando- en el lugar donde la había encontrado.
Siete días después, las vainas de los guisantes reventaron. La explosión fue tan violenta que los guisantes salieron disparados hacia la Nada. Los guisantes que habían estado en la misma vaina casi siempre permanecían juntos y giraban alrededor de sus otros compañeros. Empezaron a crecer y a brillar, y así, de la Nada, surgió el universo.
Dios estaba perplejo. Más tarde, en uno de esos guisantes, se desarrollaron todas las formas imaginables de vida, incluida la de los seres humanos. Como aquellos hombres sabían quién era Dios, le atribuyeron la creación del universo y le adoraron como a su creador.
Aunque Dios nunca intentó convencerles de su error, todavía hoy se pregunta quién demonios pudo enviarle una caja con guisantes.

Pero, y si todo son paparruchas. Y si la nada no es nada y el todo no es todo. Uy. "¡Qué tontería!":

 Al principio, las cosas todavía no tenían nombre. Y esta época, aunque solo era el principio, se alargó durante mucho tiempo. Las cosas, simplemente, estaban donde estaban, de pie o tumbadas, colgadas o andando. Rechinaban y chirriaban, murmuraban y eructaban, o se quedaban calladas. Un armario era un montón de cajas apiladas, y una cama era una caja tumbada. Aunque ni siquiera cajas, sino… ¡qué difícil de explicar!  ¿Entonces qué eran? Una silla era una cosa con cuatro patas que no se movía, y un perro era una cosa con cuatro patas que sí se movía. Más o menos algo así.
A falta de nombres, todo se tenía que señalar con el dedo índice. Esto de aquí, eso de allá. Y lo que no se podía señalar, como la alegría, no existía.
El ser humano presentía que esta carencia era una laguna muy importante en su vida. Como si su vida estuviera encharcada. ¿De qué servía estar todo el día con la pregunta en la punta de la lengua si luego le faltaban las palabras para decirla?
Hoy en día ya existen esas palabras. ¡Vete tú a saber de dónde se las han sacado!
Un pajarito afirma que él mismo tuvo que empollarlas antes de poder decírselas al hombre, aunque entre sus enemigos hay quien asegura que se las sacó de la manga. Y si alguien pregunta: “¿Pero cómo se las dijiste?”, él responde: “Pues con el pico, por supuesto. Primero, cada uno tuvo que comer un trocito de la cáscara del huevo del que nacieron las palabras, como se comen las fresas o los cacahuetes, y poco a poco, mientras yo las recitaba, debieron de multiplicarse en sus tripas hasta que las digirieron y pudieron pronunciarlas. Así surgió el lenguaje”.
“¡Qué tontería!”, dice la gente. El pajarito asiente con la cabecita: “Exacto, ¿cómo lo has sabido? ‘Tontería’ fue la última palabra que dije antes de cerrar el pico de una vez por todas”.

Pero además de este libro también hablamos de Los diarios de Adán y Eva de Mark Twain. Un maravilloso libro para conocer la vida íntima y los secretos de esta parejita afincada en el paraíso. Recomendamos la edición de El Zorro Rojo con ilustraciones de Francisco Meléndez:






Propuesta de escritura

Propusimos como tarea escribir una fábula sobre el origen del mundo emulando las historias de "Así empezó todo":

Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Orígenes

En el principio era Dios. Y Dios se aburría. Y dijo Dios: voy a crear el Mundo.
Y creó primero los cielos y la tierra. Y luego, por días: la luz y la apartó de las tinieblas, y la tierra y los vegetales, y el sol y la luna y las estrellas, y los peces en el agua y los animales sobre la tierra. Y fue así, o parecido; lo cuenta el Génesis, que me lo hicieron aprender de chico pero ya no me acuerdo. Y el sexto día, de eso sí que me acuerdo, Dios creó al Hombre, a Su imagen y semejanza. Y remató con la Mujer, el ser más inteligente de la Creación, por más que se empeñen en lo contrario las feministas y los inventores de lo paritario. Y cumplido ese esfuerzo creacional último, Dios descansó. Lógico.
Le quedó, yo creo, un Mundo bueno en gran manera, guapo, grande que nunca se acaba y que puso a nuestra disposición para que podamos disfrutarlo a voluntad: los amigos, las vacaciones, guasap, el amooor, los goles de tu equipo... Imagínate la faena si en el principio Dios no se hubiese aburrido.

Pascual Martín
Grupo B


En un principio estaba la nada y en medio de la nada había una tubería larga que terminaba en un grifo. Un duende pequeño iba cada día al grifo y lo abría para que saliese agua, aunque suponemos que era para regar algo. A veces el agua era limpia, pero en ocasiones salía de color gris o verdosa e incluso hubo una vez que salió con barro. Del agua cristalina se formaron los mares y los océanos, de la verdosa, las plantas y los árboles y de la de color gris surgieron las nubes. No hace falta decir que de la que tenía barro se formó la tierra. Así pues, enseguida vinieron las aves a vivir en ese nuevo lugar y después llegaron los animales y finalmente los humanos. El duende se debió de olvidar del grifo porque no volvió nunca más a abrirlo, pero como la tubería está algo vieja, a veces gotea, y entonces los habitantes del mundo dicen que llueve.

Jaume Castejón
Grupo B


¿Y si el tiempo fuese cíclico?
La historia que continúa estas letras comienza por un final y termina en un principio.

AVE

Érase un susurro que estaba vestido de vacío y contenía una palabra: “Nada”.
-¡Nada!... Nada, ¿dónde estás? ¿Por qué estoy sola? ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué no veo?
Ave, así se llamaba la dueña de esas preguntas, se encontraba desconcertada, y es que en su mente, en su consciencia, los acontecimientos que la habían conducido a aquel instante habían sido reprimidos, enterrados donde no podían dañarla. Su último recuerdo era la sonrisa de Nada tras una de sus estúpidas bromas carentes de gracia. Nada, el hombre con el que había hecho una promesa: “permanecer juntos hasta que el Mundo dejara de ser”.
-¡Oh, mierda! Es eso… ¡el Mundo ha dejado de ser! Pero entonces… ¿por qué yo sigo siendo?
Su incomprensión parecía imposible de ser callada, salvo cuando dejó de importarle no comprender. A fin de cuentas, sabía que no era inmortal, que no tenía alimento, que poco a poco se iría apagando, y así volvería con Nada.
Avanzó, retrocedió. Para volver a avanzar y a retroceder, hasta que decidió sentarse. Simplemente esperaría, era cuestión de tiempo, si es que el tiempo seguía existiendo.
-Si el tiempo dejó de existir, tal vez me he vuelto inmortal. ¡No puede ser! ¡Puta mala suerte!
Cuando se calmó un pensamiento nació en su cabeza, y es que si aquello hipotéticamente era el vacío, ¿sobre qué había caminado? ¿Cómo era posible caminar? ¿O estar incluso sentada? Entonces quiso ver, y vio. Había una plataforma, blanca y circular, su radio era del tamaño de uno de sus pasos, pero fluía, cambiando de forma, con cada uno de sus movimientos.
- Si la rompo me perderé en el vacío, y dejaré de existir.
Arrancó un trocito y lo lanzó lejos, pero, para su sorpresa, el círculo terminó por reconstruirse. Suspiró, y terminó por tumbarse, ahora la plataforma dibujaba la forma de su silueta.
-Si al menos tuviese un libro con el que entretenerme hasta que llegue mi hora…
Al decir eso sus dedos permanecían en contacto con la blanca superficie, y entre su mano y ésta, ocupó el espacio un libro.
-¿Pero qué?… “Así empezó todo” de Jürg Schubiger y Franz Hohler. Blanquita, – irónicamente decidió bautizar a la plataforma – me muestras principios cuando estoy viviendo el final. En fin, leer no me hará daño.
34 historias. Ave disfrutó leyendo pero, no sólo eso, mientras lo hacía desarrolló una teoría. Recordaba una ley física que decía que la Energía ni se crea ni se destruye sino que se transforma. El vacío no podía contener energía, luego ésta debía de estar en un punto, ¿y si era esa plataforma, Blanquita, toda la energía del Universo?
- Toda, aquí, a mis pies.
Tras haber leído el libro estaba llena de ideas, eso sí, no iba a inventar nada raro, es decir, para ella el mundo era como lo haría ser. Pero antes de empezar, simplemente no soportaba seguir sola, cuando existía la posibilidad de traer a Nada de vuelta. Así, cerró sus ojos y pausando su respiración (sobre la plataforma no hace falta decir que aún existía aire), su mente viajó a todos los momentos que había vivido junto a Nada y que podía recordar. Sus manos arrancaron un trocito de plataforma y lo envolvieron. Un destello, un parpadeo… y Nada estaba frente a ella. Ave, en un brote inmenso de felicidad, imposible de ser contenido, se tiró a sus brazos. Él permanecía impasible.
- ¿Qué ocurre Nada? Soy yo, soy Ave.
- ¿Por qué? ¿Quién? ¿Qué soy? – Nada no recordaba nada.
Ave calló de rodillas, sus puños golpeaban a Blanquita, mientras gritaba, una vez tras otra: “No quiero existir así.”
En respuesta, salvo el espacio que ocupaba Ave, toda la plataforma se llenó de fuego. Impotente, aún de rodillas, Ave alzó la vista y vio a Nada volverse ceniza. No me atrevo a describir su reacción, tan sólo diré que terminó acurrucada, llena de lágrimas, sobre las cenizas que una vez fueron Nada, y allí, se quedó dormida.
Las lágrimas y la ceniza se entremezclaron mientras Ave soñaba. Y ocurrió que despertó, y observó, ya no había ceniza, una bola incandescente la había sustituido.
-Tú… tú eres el Sol – sonrió amargamente.
Entonces lo supo, haría un mundo que girase alrededor de Nada, alrededor del Sol, el último regalo para el hombre que tanto amaba. Su destino, si vivía, si moría, ya carecía de importancia. Todo lo haría por Nada.
Recogió el libro que había leído. No era una persona muy innovadora a fin de cuentas. Y así salvo el detallito de que ya tenía Sol decidió que lo mejor era, con el poder de Blanquita, seguir los pasos de alguna de esas historias. Y así fue.
Hay que añadir que le gustaba el mundo como lo conocía pero hubo otro detallito, decidió mejorar (según su criterio) flora y fauna, introduciendo variaciones en estas. Variaciones que la Evolución desharía. (Resulta que un tal Charles Darwin escribirá, o ya escribió, sobre ello).
Y así fue que lo hizo todo, todo salvo el ser humano. Ahí, en ese punto, decidió rizar el rizo, poner la guinda en el pastel. Se arrodilló, cerró sus ojos y pausó su respiración. A imagen y semejanza de Nada, apareció el primer ser humano.
-Tú te llamarás Adán – le dijo, pero permaneció en la distancia. El uso de Blanquita, de la que apenas quedaba un pedacito, había hecho de Ave una mujer cansada, vieja, se encontraba carente de fuerzas. – Esto es tuyo, tan sólo vive.
Sabía que Adán necesitaba una mujer y que ella no podía ocupar ese lugar. Pero si no era ella, ¿quién? Decidió descansar, al día siguiente (por cierto, ya existía el tiempo) encontraría la respuesta.
Amaneció, Nada brillaba en el cielo y Adán moraba la tierra. Ave ya sabía el que hacer.
Tomando la última porción de Blanquita, Ave, decidió comérsela. Una luz blanca envolvió su cuerpo. Comenzó a avanzar mientras la luz empezó a desvanecerse, a cada paso, su cuerpo parecía rejuvenecer. Aproximándose a Adán, hasta que se detuvo, frente a frente. Sus miradas parecieron reconocerse y Adán susurró:
-¡Eva!
Sobre ellos, el primer eclipse. La Luna besaba al Sol y el Mundo era de nuevo.

Diego Rico Suárez
Grupo A


ASÍ EMPEZÓ TODO

Allí estaba, sentado en la última fila. Como siempre, había ojeado en internet las últimas novedades y… como casi siempre, elegí al azar.
Llegué, como de costumbre, lleno de dudas, preguntas a las que no podía dar respuesta, incomprensiones… Una pesada carga que, a medida que pasaba los años, era cada vez más y más pesada.
Sin darme cuenta estaba solo en la sala viendo los últimos títulos de créditos que aparecen tras finalizar la película y fue entonces cuando lo comprendí todo.
¡El director de cine!, ¡ahí estaba la solución de todo!. Esa persona que hace que todo tenga sentido, orden; esa persona que mueve unos hilos invisibles para nosotros y que hace que todo fluya conforme a unas normas preestablecidas. Ese director que a veces hace que la historia acabe bien y a veces acabe mal. Ese director al que seguimos porque sabemos que de ello dependerá “la historia” y que se encarga de que la “historia” llegue hasta el final. Ese director con el que todo empieza y acaba.

Javier Giro 
Grupo B


1.
“Creación”.
La mamá estaba intentando amamantar al bebé, que se rebullía inquieto. Para tranquilizarlo, comenzó a hablarle al buen tun tun, sin pensarlo mucho. Mira Albertito, le dijo, en el principio fue el cero. Un cero que era la Nada, como tú antes de nacer, para que me entiendas. Un cero pelao, como tu cabeza, mi niño, un cero que ocupaba todo, un cero infinito. En realidad era una cosa –o una Nada- y dos cosas al mismo tiempo, era el cero y era también el infinito. Igual que tú y yo cuando estabas en mi vientre, eramos uno y eramos dos, ¿lo entiendes, mi amor?.
Y en algún momento, aquella Nada se rompió. Y se separaron el cero y el infinito. Igual que tú y yo cuando naciste. Y se hizo la luz, y surgió el Espacio, y el Tiempo comenzó. Dicen que hubo una gran explosión, como tu llanto, mi vida, cuando te alumbré. Ni que fuera el fin del mundo. Y era el principio.
Albertito mamaba vorazmente, y miraba a su madre sin pestañear.

2.
“Estigma”.

El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, por el Demonio.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Fue el cielo. El mundo lo creó el cielo cansado de no ver nada. O de ver precisamente solo eso. Nada.
Lo primero que hizo fue darse la vuelta y llenar de mar la parte de abajo para disfrutar de buenas vistas. A los lados puso ciudades, tierra, dinosaurios, coches y muchos bares. Dos días después, el cielo decidió abrir la ventana. Y claro, entró la nieve.
Las olas, aburridas en el mar cansadas de ir y venir le pidieron al cielo un morador y el cielo les mandó una familia a un islote. Las olas se acercaron a verles.
Pero a los lados del mundo algo no iba bien. Los bares estaban vacíos. Los dinosaurios yacían muertos y se cubrían de tierra formando montañas altísimas. La nieve brillaba en sus lomos y el cielo no cerraba la ventana. Hacía frío.
El cielo decidió entonces calentar el ambiente y puso un huevo frito a su lado. La cosa cambió por completo. Las mareas se calmaron y la nieve se derritió pero la familia del islote no podía dormir, así que el cielo se comió el huevo frito y alguien echó las cortinas de la vida. La familia durmió mucho tiempo.
Mientras tanto, al otro lado del mundo, las montañas se secaban y los bares estaban llenos de botellas y vasos vacíos y el cielo se dio cuenta de que en aquella película faltaba trama.
Después de pensar en diferentes soluciones, como subcontratar una empresa de creaciones o llamar a la policía, el cielo al final optó por la más sencilla porque no quería trabajar más. Envió una caja de rotuladores a la familia. El resto ya es historia.

Alfredo Pérez
Grupo B


LA CULPA FUE DE UN DRAGÓN QUE ESCUPÍA PETIRROJOS

Cansado de vivir en la insondable oscuridad de un enorme y denso agujero negro y sumido en la desesperación de su infinita soledad; Mateo el Dragón, resopló con tal fuerza y lanzó violentamente por su boca una llamarada de tan colosales dimensiones, que fue capaz de romper con la gravedad que le mantenía allí atrapado y le impedía ver la luz.

Súbitamente, aquel opaco agujero expelió cuanta materia concentraba y, en medio del caos, del fuego y del polvo, Mateo alcanzó la libertad.

De todo aquello surgieron cuantos astros, montañas y mares, animales y plantas conocemos. Y desde entonces, un gran dragón surca los cielos. A veces, cuando le invade la tristeza recordando aquel infausto agujero o se enfada porque no le gusta lo que ve abajo, sopla y arrasa cuanto encuentra a su paso.

Pero a Mateo, que posee también un tierno y cándido corazón infantil , le gusta jugar a convertir múltiples chispitas de su fuego en pequeños petirrojos que señalan el norte a esos caprichosos hombres niños que se detienen a mirarlos...

“La materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma” repetía compulsivamente Petri obligándose a volver a la realidad, mientras trataba de memorizar la lección de ciencias...

Mercedes González
Grupo A


Hace mucho tiempo, mucho antes de que nuestros tatarabuelos fueran tataranietos, habitaban en una sombría cueva dos dioses; Buenum se llamaba el dios del bien, Antónimo era el del dios del mal.
Se encontraban un día inmersos en su cotidiana discusión sobre lo que era más recomendable para el nuevo mundo que se habían propuesto crear, cuando al dios del bien se le ocurrió una idea que podría acabar de una vez por todas con sus malsanas discrepancias.
-- ¡Crearemos un mundo donde habiten unos seres que convivan entre ellos...! -- comenzó diciendo Buenum convencido de que la propuesta que iba a sugerir era la ideal para que el bien se impusiera sobre el mal en el nuevo mundo que iban a crear -- Yo les dotaré de pensamiento, de capacidad para decidir; también podrán amarse, les daré además campos para trabajar y animales que les ayuden a labrar la tierra; quizá con todo ello puedan alcanzar la felicidad; tú, les darás otras cosas y que ellos decida entre lo tuyo o lo mío -- concluyó el dios del bien persuadido de su victoria sobre el mal.
Antónimo se quedó pensando un instante en la propuesta de su adversario
--¡ Vale! -- contestó con conformidad tras la duda -- Pero yo solo les daré una cosa ...
-- ¿Solo una? -- preguntó extrañado Buenum ante la racanería de su maligno antagonista que habitualmente acostumbra a expandir con generosidad multitud de cosas negativas.
-- ¡Sí, solo una! -- afirmó con contundencia el dios del mal -- Tan solo les daré la capacidad de acaparar posesiones....
... Y así empezó todo.

Eugenio Madrid
Grupo A


¡Ultimas noticias!

Aparece el diario de Eva en el Paraíso. !Uy ! Que cosas dice.

Luis Iglesias
Grupo B


Retorno

Y de repente, se encontraron desnudos ante un mundo desconocido para ellos. Y un olor a nuevo les llegó desde todos y cada uno de los rincones de aquel universo recién estrenado. La luz del sol, la sombra de la noche, el brillo de las estrellas, las aguas cristalinas de los ríos, la inmensidad de los mares y los océanos, todas las variedades de animales y plantas… Y se miraron.
Ella, pudorosa, corrió hasta el primer árbol que encontró a su paso, arrancó la hoja más grande y se tapó con ella la parte más íntima de su cuerpo.
Y así permanecieron. Sin moverse. Observando las maravillas que los rodeaban. Y transcurrió el tiempo. Un tiempo aún no marcado por las horas pero que transcurría, como una sombra, paso a paso junto a ellos.
De nuevo, se miraron. Se cogieron de la mano y, juntos, iniciaron la vuelta atrás, la ruta inversa, el camino de regreso.
Ella sintió hambre. Ante sus ojos, un árbol plagado de frutos jugosos la sedujo. Estiró la mano, arrancó una manzana y la mordió con ansias, con deseos de distinguir el bien y el mal y le dio a él para que también mordiera. Y él comió. A sus pies, zigzagueante, una serpiente se arrastraba escupiendo saliva envenenada que fue llenando de envidias, dolor y sufrimiento aquella tierra ya maldita para siempre.
Y la serpiente se fue alejando a ras del suelo, dejando marcado un surco humeante y maloliente hasta que desapareció. Ellos siguieron hacia atrás. Desnudos. Ahora, ninguno de los dos se avergonzaba. Ella había dejado caer la enorme hoja que antes cubriera aquella parte de su cuerpo que, con pudor, había ocultado a los ojos de todo.

De repente, él se encontró solo. ¿Dónde estaba la mujer que hasta entonces lo había acompañado? Cayó en un sueño profundo. Le despertó un dolor terrible en uno de los costados. Parecía que le hubieran arrancado algo. Y sintió que le faltaba el aire, que la luz que hasta entonces lo había guiado ahora lo cegaba, que el agua transparente de los ríos, la inmensidad del mar, las aves surcando el cielo, los peces, aquellos animales correteando veloces por la tierra, las frondosas veredas, los árboles con sus jugosos frutos…todo lo lastimaba. ¿Dónde estás? Se preguntaba, ¿dónde estás?

Buscó desesperado por todo el universo sin encontrarla hasta que oyó una voz que, en forma de luz venida desde un punto de lo alto, le dijo: “Busca dentro de ti. La llevas dentro.” Entonces, palpó todo su cuerpo, hincó sus manos en una de las costillas y con sus dedos hurgó en aquella zona hasta que logró extraer a la mujer que antes lo había acompañado. Lamió su rostro aún ensangrentado, limpió todo su cuerpo con flores olorosas que encontró a sus pies y la miró. Acarició su pelo, cogió su mano y, de nuevo, los dos observaron toda la creación, aquel cuadro maravilloso dentro del cual podían moverse disfrutando de la belleza de un universo inventado para ellos.

Apenas un segundo –si es que el segundo hubiera estado inventando para entonces- y se supieron presas del presente. Y buscaron entonces el origen. Y con ese pensamiento reiniciaron el camino de regreso. Y vieron cómo todos los animales desaparecían a su paso, y cómo los árboles se hundían bajo la tierra de donde habían surgido, y cómo toda la vegetación se desvanecía y los océanos y los mares, primero, y los ríos, después, se iban secando. Pero ellos seguían retrocediendo. Y la luz de las estrellas se apagó y el sol dejó de brillar y aquel cielo pintado en forma y colores de firmamento, se borró y se hizo la oscuridad más absoluta. Y en medio de las tinieblas y del silencio, surgió entonces una luz en lo más alto y unas palabras resonaron como un trueno:

-Soy Dios, vuestro Creador. He creado el cielo y la tierra, la luz, el agua, las estrellas y el firmamento, los mares, los animales para que pueblen la tierra. Una tierra verde. He creado el Paraíso y lo he puesto a vuestros pies. Y he visto que todo lo que he creado…era bueno. Decidme, entonces: ¿por qué lo destruís?

Por vez primera se abrazaron. Por vez primera se besaron. Él la miró y preguntó:

-¿Estarás conmigo para siempre?
-Lo estaré.

Ella lo miró y preguntó:

-¿Estarás conmigo para siempre?
-Lo estaré.

Retrocedieron un paso más y luego otro y luego otro…
La luz intensa de lo alto se ocultó. La voz atronadora se apagó. Estaban solos. El Paraíso eran ellos. Habían prescindido de Todo. No necesitaban Nada. Sólo así podrían estar juntos para siempre.

José Manuel Romero
Grupo A


LA CREACIÓN DEL MUNDO

- Explícame cómo se creó el mundo.

- ¿Por qué? – respondió una voz al otro lado del fuego.

- Quiero conocer su inicio.

- Nunca hay un inicio, pero te explicaré cómo surgió la tierra fría donde descansan nuestro cuerpos y el cielo que observamos ahora, preñado de estrellas y presidido por la esa hermosa luna llena.

- Te escucho.

- Había una gran esfera. Vagaba en el todo, silenciosa, intacta. La luz exterior no la penetraba y su interior era completamente oscuro.

Todos observaban la esfera pero ninguno se atrevía a tocarla. Simplemente pasaban a su lado, entre tarea y tarea, con el saco lleno al hombro.

Sin embargo, el más joven de ellos, un día que estaba aburrido, decidió trepar por su superficie opaca y una vez en el punto más alto, rasgó una circunferencia en la membrana protectora que aislaba la esfera del exterior.

Inmediatamente, quitó la membrana y por el círculo vertió en su interior el contenido de su saco. Luz, tierra, agua, nubes, animales, plantas y personas iban cayendo desordenadamente y llenando gradualmente la esfera.

Cuando los demás se dieron cuenta, detuvieron al joven desobediente e intentaron tapar el hueco, sin embargo, la mitad de la esfera estaba completa. Inicialmente, emplearon una membrana transparente, pero posteriormente consiguieron un parche de tejido opaco.

Lentamente, los objetos que cayeron en el interior se fueron depositando hasta crear las montañas, los ríos, los valles, los bosques, los desiertos y los mares. Del mismo modo, los seres animados, una vez superada la desorientación provocada por la caída, se fueron distribuyendo por la nueva superficie.

Desde el exterior de la esfera no se veía nada de lo que ocurría en el interior. El joven travieso escuchaba los truenos, el viento, el canto de las aves y los sonidos de los animales, pero quería contemplar qué ocurría. Naturalmente, él no era el único que tenía curiosidad. De hecho, todos sus compañeros mostraron interés.

Por ello, las noches que pueden, si son pocos los congregados, levantan un poquito el parche y observan maravillados el interior de la esfera. En ocasiones se reúnen varios. Entonces, alzan completamente el parche y se pasan las horas extasiados viendo nuestro mundo a través

Álvaro Ávila de la Torre
Grupo A


Todo mentira

A cualquiera que preguntes, sea cual sea su educación, ideología o creencias, te dirá que el mundo fue creado así o asá. Pues no. Todo mentira ¿Que cómo lo sé? Pues simplemente dándole un poco a la cabeza. Puede que sea un crío, y que lógicamente me traten como tal, pero no soy idiota ¿No quieren que estudie, que aprenda esto o aquello para ser una persona de provecho en el futuro? Vale, pues que permitan también que piense por mí mismo.
Por eso, hoy voy a contaros un secreto. Pero no lo vayáis contando por ahí ¿eh? que luego me echan la bronca. Vale, ¿preparados? Pues resulta que el mundo no se creó. Nunca. En realidad, siempre estuvo ahí y, además, con muchas más cosas de las que conocemos ahora. He escuchado a los mayores, a los pequeños, buscado en internet, visto programas en la tele, … y todos con el mismo rollo. Unos, que si Dios hizo esto o lo otro, que si la Biblia dice tal, que según el Génesis no sé qué. Otros defienden lo que un tal Darwin escribió en un libro muy gordo, que ahora no me acuerdo cómo se llama, donde dejó claro que todos somos monos, pero que en realidad venimos de otros seres más pequeños que evolucionaron durante un porrón de años. Y que antes de todo eso no había ni vida ni nada. Todo falso. Y todos equivocados. Incluso mi amigo Juan, que dice que la tierra era inicialmente una pequeña bola de levadura que, con el calor del sol, fue creciendo y creciendo hasta convertirse en lo que es ahora. Vamos que, según él, somos una magdalena gigante, o un muffin, como ahora dicen los modernos.
No. El universo, el mundo, ya estaba ahí mucho antes. No se sabe cómo, puede que apareciera de repente y ya está ¿A quién le importa? El caso es que allí estaba. Grande, bonito, luminoso, lleno de seres, de cosas, de colores, de ideas. Muchos más de los que ahora vemos en los libros o en los documentales de la tele. Los expertos hablan de la NADA, pero eso no existe, eso es imposible. Lo que allí había era un TODO, porque todo lo posible existía en el mundo. Creo que ese tal Darwin hablaba de evolución, pero lo que sucedió fue exactamente lo contrario. Lo he buscado en Google y por lo visto se llama involución. Y es que se dieron cuenta de que había tantas cosas juntas, que resultaba imposible mantenerlas en un mismo universo. Por eso muchas de ellas fueron forzadas a desaparecer poco a poco. Multitud de seres, conocimientos, tradiciones, leyes físicas, ideas, … fueron engañados y expulsados de aquel paraíso. Y así de pobres nos quedamos, con tan sólo un puñado de sentidos, dimensiones, colores, pensamientos, especies, … y un largo etcétera, pero bastante ridículo comparado a lo que una vez hubo. El número seguirá disminuyendo y, obviamente, en algún momento nos llegará a nosotros el turno, aunque viendo cómo está el panorama, puede que seamos nosotros mismos los que abandonemos el lugar antes de que nos obliguen a ello.
Pero todavía queda algo que seguramente os estaréis preguntando ¿Y dónde fueron a parar todas esas cosas que fueron desterradas de la existencia? Pues no tengo ni idea, pero estoy seguro de que aún siguen vivas, y que nos visitan a escondidas de vez en cuando. Por eso, algunas personas hablan de fenómenos extraños, de avistamientos de cosas insólitas, de animales extinguidos vistos en algún rincón del planeta, de objetos imposibles encontrados en tal o cual yacimiento, de lugares con una energía diferente, … Casi siempre pensamos que se trata de las absurdas ideas de gente con demasiada imaginación y tiempo libre. Pero no, no es eso. Simplemente son personas que conocen el secreto. Igual que yo. Y ahora, igual que tú.

Jorge Martín
Grupo B


El Universo cíclico

Al principio había dos dragones, el blanco que se llamaba Alón y Mavir, el rojo.
Alón, el dragón blanco, guardaba el ánfora pero Mavir el rojo se lo arrebató y al abrirlo explotó. Entonces empezó todo una vez más.
Se liberaron otra vez los soles y los planetas, que se pusieron a girar de cualquier forma, con espectaculares amaneceres y atardeceres, también aparecieron las estrellas blancas alejándose rápidamente y las secuoyas, los elefantes, las tortugas,los humanos, las primeras palabras y por supuesto los libros, que se repartieron por el mundo.
Alón esperó para ver como se formaban los primeros humanos, si volvía a aparecer el egoísmo, la envidia, el pecado, la tristeza o las guerras, volvería a meter todo en el ánfora y, esta vez, lo escondería en un lugar seguro para que Mavir no volviera a abrirlo.

Belén Pérez Zurdo
Grupo A


La nada creadora

Cuando el mundo no era mundo, era una mancha tenebrosa sin principio ni fin. Cuando el nombre no era nombre, esta mancha tenebrosa se nombró a sí misma, Nada. De este modo, la primera palabra que surgió de la Nada, fue nada. Pero Nada no era feliz, se sentía agobiada, sola y desbordada ante la grandiosidad de su nada. Era demasiada nada para una sola nada.
Un día se propuso ser menos nada y para ello acortó su nombre pasando a llamarse Nad. Ahora era Nada menos “a”. Sucedió que “a”, evolucionó, destacando en el campo de la astrofísica y como resultado de su entrega creo los astros y el cielo. Nad estaba orgullosa de “a”, porque la había aliviado de un gran peso, ya no era tanta nada. Sin embargo, su nada aún seguía siendo desmedida, y teniendo en cuenta el óptimo resultado de su abreviatura, decidió renunciar a “d” y pasó a llamarse, Na. Con lo cual, su nombre quedó en Nada menos “d” y menos “a”. “D”, siguiendo los pasos hacendosos de su hermana, se inclinó por ciencias, y no queriendo ser menos, creó los días con sus noches. Na, se frotó las manos. La cosa marchaba. Sin duda sus hermanas estaban dotadas de gran talento. Se sentía más aliviada, más ligera y más feliz. Pero no contenta con su ya mermada nada, efectuó lo que vino a ser su tercera poda para simplificarse en, N, dejando a, “a”, sin el paraguas de su protección. Pero “a”, no era tonta, ni mucho menos, era muy lista porque se metamorfoseo en un hada, y como tal, tenía poderes. Cogió un rayo de luna y tocando a uno de los astros formó la tierra, las aguas todas con su fauna acuática, fuentes, lagos, lluvias y demás hidrografías salidulces. N, que ya era casi nada, viendo la gran obra que habían creado sus hermanas, decidió igualarlas en genialidad y tras exprimirse las meninges se decantó por crear la naturaleza, animales, insectos, aves y demás seres vivientes que hoy pueblan a tierra. Ahora ya no era la inconmensurable nada, era en suma, un universo grandioso provisto de naturaleza, agua, días con noches y astros que iluminaban la mancha tenebrosa que ya no era tal.
Pasado este proceso creativo, N ”a”, “d” y “a” volvieron a unificarse en Nada para celebrar tan magno acontecimiento. Y todas estuvieron de acuerdo en que había faltado algo esencial en aquel maravilloso engranaje.
Nada dejó de existir, pero antes, en su astuto hacer, había invertido las letras de su nombre de tal forma, que la llevarían a la inmortalidad.
Nada, había pasado de ser Nada, a ser Adán.

Pepita Sánchez
Grupo B


Así empezó todo

Al principio, suspendida en la nada, había una bola del tamaño de un melón, recubierta por una fina capa de algo parecido a lo que después conocimos como hielo. Dentro, se veían pequeñas burbujas que se movían cada vez más deprisa, como si allí dentro hubiera agua cociendo. De repente, esa capa se rompió, hubo una tremenda explosión y de allí empezaron a salir, por un lado, las aguas, que empezaron a llenarse de seres de distintos tamaños que empezaron a habitarlas. Las montañas, grandes y pequeñas, unas cubiertas de algo verde que después se llamó vegetación y otras de algo blanco que después se llamó nieve y hielo. El resto de la tierra, más llana, se fue colocando entre las aguas y las montañas que formaron la tierra. Algunas de esas burbujas que se veían al principio, salieron disparadas muy lejos y después se llamaron estrellas y otros planetas distintos a la tierra.
Dos de esas burbujas, mucho más cercanas a la tierra que las otras, se turnaron para que hubiera día y noche.
Ya tenemos el mar, los peces, la tierra, las plantas, el hielo, la nieve,, las estrellas y los planetas, pero todavía nos faltan muchos animales para poblar la tierra.
Empezaron a salir de las rocas, de las raíces de los árboles, de debajo de las piedras, algunos llegaron por el aire, aquello era un caos. Gruñidos , graznidos, aullidos,mientras el sol y la luna se acercaron a la tierra en lo que hoy sería un día.
Entre todos los animales, se empezó a ver a grupos de homínidos que andaban sobre dos patas, pero no estaban recubiertos de pelo, a excepción de la cabeza.
Se empeñaban en derribar a otros animales para comérselos y taparse el cuerpo con sus pieles.
Un día, surgió una gran nube y de allí bajó un ser de esos cazadores de 2 patas que dijo llamarse Dios, que se atribuyó la creación de lo que ya existía y dijo que tenía que organizarlo.
Con esa organización, esos seres de 2 patas que se llamaban hombres empezaron a dividirse.
Unos mandaban, se llamaron sacerdotes, jefes, políticos, que vigilaban que el resto hiciera lo que tenía que hacer, mientras ellos iban de un lado para otro, cuando no se sentaban a llenarse el estómago de animales y vegetales que daba la tierra.
Y así seguimos desde hace muchos, muchísimos años.
Hemos evolucionado muy poco y no hemos aprendido nada de los otros animales, que no tienen tantas jerarquías.

Teresa Sanz
Grupo B


Para Curi

Una tortuga. Empezó a caminar por playas solitarias, a observar como se formaba el mar, los ríos, los manantiales, las riveras, las montañas...
Y a su alrededor formándose la vida, las plantas, las aves, los animales...
Todo fue cambiando en cuestión de segundos, días, horas...
La tortuga embelleció su caparazón.
Y seguía alimentándose de bichitos, bayas...
Hasta que la tuvieron en brazos humanos. Y descubrió la verdadera amistad.

Iria Costa
Grupo B


La creación

Mira Javier, ¿lo ves claro ahora? Tiene la nariz afilada y hasta se le puede ver la verruga en la punta, la mano derecha levantada y el palo de la escoba lo sujeta con la izquierda, es una bruja perfecta…madre mía!!!. Pues yo veo un osezno que mira de frente, como el que tiene Sara sobre la cama, la oreja…la ves? a la izquierda, justo al lado de del hueco azul de cielo despejado, no veo nada, para mi es un árbol de copa redonda, uy se pueden tocar las manzanas, toma una …ñam, ñam… qué ricas las manzanas del oso de Sarita. Si te pones las gafas de sol las formas son diferentes y más nítidas en los bordes, mira, prueba con estas amarillas…..haaaala puedo ver una cara de perfil, es un tipo gordito que sonríe y se va diluyendo, creo que se está levantando el aire, sopla sopla y sopla. Ni un borreguito más. Será que ya se han terminado de crear todas las cosas, porque…¿cuánto tiempo llevamos aquí tumbados mientras dibujan formas las nubes?
Hoy ya es domingo, pues toda la semana, desde el lunes, siete días. Pues eso.

Paz Mateos Corbella
Grupo B


El mundo en la cabeza de una niña

Cuando imaginamos algo, empieza a existir aunque sea tan solo en nuestras cabezas. ¿Y quién puede asegurarnos que todo lo que conocemos no es invención de alguien, alguien que nos piensa?
Nuestras vidas, nuestras pequeñas desgracias cotidianas, nuestros dramas y nuestras alegrías, podrían ser producto de la imaginación de una niña. Esta niña escucha noche tras noche las historias de su madre, hasta quedarse dormida. Hay días que su madre está muy contenta y le cuenta historias con finales felices en las que dos enamorados por fin se reencuentran y comen bombones mientras ven el atardecer. Otros, su madre está enfadada y le cuenta historias sobre guerras en las que mueren miles de personas por culpa del odio y la codicia, y la niña se pone triste al imaginárselas, aunque sabe que hasta estas historias terminan cuando ella se duerme. De vez en cuando la niña añade sus propios detalles, y hace reír a su madre. Es por eso que la vida nos resulta en ocasiones tan ridícula.
Y así, noche tras noche, entre una y otra imaginaron el mundo tal y como lo conocemos. Al principio era fácil, porque no había nada, y es muy sencillo inventarse todo desde cero cuando no hay límites. Ahora es más complicado, porque hay varios billones de historias que contar y cada una es distinta. Pero claro, ninguna puede quedarse sin su final, por mucho sueño que tenga la niña.

Elena Alonso Pinilla
Grupo A


“Todo empezó en una barriga enorme de grande.
Como la de la tía María antes de que naciera Ale”

Evahín

Hace mucho, mucho tiempo, la muralla que separa los mundos tembló.
Un agujero con forma de cono del tamaño de una pulga apareció en una de sus paredes.
Era la época de siembra. Las simientes buscaban una cama. Todos se afanaban por encontrar el lecho más adecuado. De su crecimiento, dependían las mil caras de la felicidad. Absortos como estaban en sus quehaceres, ninguno de sus habitantes se percató.
Siete días después, Evahín, una joven con la barriga muy gorda paseaba por el jardín. Tropezó con su sombra y cayó a los pies del cono pulgoso. Inmediatamente supo.
Dio la voz de alarma y colocó su anular derecho en el minúsculo hueco.
Una fuerza descomunal la succionó.
Cuando llegaron en su auxilio era tarde. Evahín había pasado al otro lado. Nadie podía rescatarla.
Costó mucho coser el desgarro. Una vez hecho, el pueblo de Evahín plantó un manzano cerca del lugar donde sucedió todo.
Mientras, la joven vagó durante siglos por diferentes espacios.
Su panza crecía. Siempre tenía hambre.
La Fortuna quiso que igual que ella millones de semillas fueran absorbidas más allá del muro. Gracias a ellas pudo alimentarse
Un día, su barriga se desinfló y tuvo un niño.
Lo llamó Ándros
Las historias de sus orígenes perdidos fueron su leche. Historias que el pequeño no entendía. Historias que devoraba con ansia viva.
Creció fuerte.
El día que el chiquillo cumplió mil años, Evahín -siguiendo las costumbres de sus ancestros-, le regaló una pelota. Era perfecta hasta en sus imperfecciones. Un fruto cruzado. Una cosecha esférica donde se combinaban simientes y recuerdos con más o menos sombras.
El pequeño Ándros, como todos los niños de todos los mundos, se emocionó con su juguete.
La echó a rodar y pudo comprobar que no estaba hueca.
Se hizo la luz.
Sus travesuras se multiplicaron
Un milagro sucedía a otro milagro
Hoy Ándros sigue jugando.
Mientras, Evahín espera paciente que su hijo madure.
A veces, cuando la joven descansa, un intenso olor a manzana -su fruta favorita- llena el espacio.
Es entonces cuando Evain sabe que un día un temblor sacudirá las murallas que separan los mundos.
Se formará un cono del tamaño de una pulga, y ella y su adolescente caprichoso -con o sin pelota- podrán regresar al mundo perdido. Con un poco de Fortuna, cuando lo hagan, será la época de la siembra.

Ana Isabel Fariña
Grupo B


La manzana

Desperté y la sentí, sin saber ni conocer nada de quién era ni de porqué estaba en ese lugar donde la luz no llegaba. No podía llegar.

Se acercó, desnuda, y tan delgada que apenas el viento se atrevía a tocarla. Me tendió la mano, esperando que yo la agarrara. Sin hacer fuerza me elevé y sentí su pecho contra el mío, como si nunca hubiera tenido uno. Y nos abrazamos sin conocernos durante tanto tiempo que los segundos se me escapaban de las manos.

De pronto puso sus manos junto a las mías, y sobre ellas dejó caer una manzana roja

“Dale un mordisco, venga”, dijo ella.

Y sin ni siquiera saber qué era ese extraño fruto rojo, hinqué mis dientes en la fruta y mordí

Ella sonrió y me susurró al oído: “Acabas de nacer hijo mío, acabas de hacer nacer al mundo entero”.

Y la vida comenzó.

Alejandro López
Grupo A


La creación
No había nada en la inmensidad infinita, pero en medio de la nada había un pequeño ser. No era nada, pero estaba. No tenía noción de nada, pero tenía voluntad. Inexplicablemente, porque ya hemos dicho que no había nada de nada, algo le hizo cosquillas. Sintió muchas cosquillas, y no pudo aguantar y primero estornudó y luego soltó una gran carcajada. La carcajada creó una gran onda, que dispersó las gotitas de saliva por toda la inmensidad. Algunas gotas se dividieron aún más, y como en la nada hacía mucho frío, se congelaron, cambiaron su composición y formaron los planetas. Eran pequeñas bolitas de saliva congelada. Otras gotas siguieron enteras y con el impulso de la carcajada, tomaron tanta energía que empezaron a arder, algunas más, algunas un poco menos y formaron estrellas.

En pequeño ser vio con curiosidad que, en algún lugar de la nada inmensa, que ya no era nada, la casualidad hizo que uno de los planetas mantuviera aún la composición original de su saliva. Eso le daba un aliento de vida, esa vida que produjo cosquillas en el pequeño ser de nariz sensible y risa fácil. Ese planeta captó toda su atención, y se dedicó a jugar con él porque se dio cuenta de lo aburrido que había estado antes. Así nació la noción del tiempo y la conciencia de la existencia. Parece que para existir es necesario tener un nombre, así que llamó agua a la saliva con aliento de vida, al planeta lo llamó tierra. Volvió a reír, esta vez de satisfacción, y la risa creo pequeñísimas partículas, que mezcló con un poquito de agua y les fue dando forma. Así, empezó a jugar a decorar el planeta: le acercó una estrella para mantener el calor y la llamó sol, puso nubes para equilibrar la composición del agua. Creó unos juguetes que se alimentaban del sol, eran las plantas, los hongos y los líquenes que daban bonitos colores al planeta. Con algo de imaginación consiguió que se reprodujeran, estuvo mucho tiempo jugando con ellos, a veces los cambiaba de forma y color y otras, dejaba que con el aliento de vida que les había dado lo hicieran ellos espontáneamente. Pero después de mucho tiempo se aburrió.

Pensando, pesando en algo nuevo, se le ocurrió agarrar algunas plantas y revolverlas con saliva, y como se divertía volvió a reír, al salpicar la mezcla, se formaron unos pequeñísimos seres que se movían solos. Sorprendido los fue agrupando, y vio que se reproducían, y que en algunos casos formaban seres más grandes. Los dejó en el planeta, para que vivieran entre las plantas, hongos y líquenes, que tuvo que llamar vegetación. Y pasó muchísimo tiempo divirtiéndose, observando a estos seres. Ya intervenía menos y los dejaba por su cuenta, pero unos se le pasaron de tamaño, pensó que podían arruinar su creación y tuvo que intervenir.

Eso le dio mucha pena, porque desde aquel estornudo, sólo había creado y no había puesto límites a nada de lo que pasaba en su planeta de juguete, al que llamó Tierra. La pena fue creciendo y creciendo dentro del pequeño ser, hasta que salió en forma de lágrima. Esa lágrima cayó sobre unos de esos seres independientes, e inexplicablemente se dio cuenta que cambiaron y adquirieron voluntad, noción del tiempo y algo que creía que sólo había desarrollado él con el juego: conciencia.

El resto de la historia ya la sabemos todos. El pequeño ser de nariz sensible, ya no se aburre con tanta facilidad, mira su planeta y entiende que esos seres independientes, con voluntad y conciencia, a los que llamó humanos, lo mantendrán entretenido por un buen tiempo. Los humanos también crean y pueden dar nombre a sus creaciones. En general los deja tranquilos y los observa, aunque alguna vez interviene para no perder el control. Ha decidido reducir sus intervenciones, porque una vez se enfadó tanto que no pudo dejar de llorar durante mucho tiempo, a esa pataleta los humanos la llamaron: diluvio universal.

Últimamente está un poco distraído. Los humanos a veces piensan que su creador está ausente, y es que realmente lo está. ¿Por qué? Porque tener su planeta-juguete lo ha hecho muy feliz, pero observando cómo se comportan los humanos, ha pensado que en algún momento se va a quedar sin juguete. Por eso de vez en cuando, viaja por la inmensidad, buscando otro planeta donde la casualidad haya dejado aunque sea un poquito de saliva con aliento de vida, para, en el peor de los casos, volver a iniciar el juego. Ya sabe qué pasos seguir, lo que no sabe es si volver a dejar que se formen los humanos porque a pesar de ser muy divertidos, a veces no los entiende y a veces lo hacen llorar.

Silvana RebollarGrupo B

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