Hablamos de la relación entre la literatura y el vino, muy evidente en nuestro refranero y presente en numerosísimas obras desde El lazarillo de Tormes, la Celestina o Don Quijote de la Mancha hasta El don de la ebriedad de Claudio Rodríguez, un poeta cuyo hábitat era la taberna y que podría haber firmado ese fragmento del Carmina Burana que dice "meum est propositum in taberna mori". Siempre y cuando, eso sí, el vino fuese de Toro.
El que no diga tres veces:
Vino vinin, de la copa copin,de la cantincopa,
no beberá ni una gota.
¿De donde eres?
De Villarramiel.
¿Vecino?
De Gibraltar
¿Donde tienes la casa?
En la plaza.
¡Caramba ! Junto a mi casa.
¿ La viña?
En la cuesta.
¡Caramba !, junto a la nuestra.
¿Cómo se llama tu mujer?
María.
¡Caramba !, como la mía.
¿Y tu hermana?
Ana.
¡Caramba!, como mi hermana.
Y cómo es que siendo de Villarramiel
vecino de Gibraltar; teniendo la casa en la plaza,
caramba junto a mi casa; y la viña en la cuesta,
caramba junto a la nuestra; y llamándose tu mujer María,
caramba como la mía, y tu hermana Ana,
caramba como mi hermana.
¿Por qué no nos conocíamos?
Porque no bebíamos.
Pues para que nos conozcamos, BEBAMOS.
Y después se sucedieron las rondas. Primero José Hierro con su soneto "Vino de crianza", después Manuel Martínez Remis con su texto "El vino" y finalmente Rafael Morales con un excepcional poema titulado "El vino":
Dejadme que repose aquí, en mi cuna
de roble o de cristal, estoy cansado.
Para llegar hasta donde he llegado
sudé de sol a sol, de luna a luna.
Robé la claridad sumido en una
raíz de sombra. ‘El robo que he robado’
lo hice oro y rubí, transfigurado
por la sabiduría y la Fortuna.
Terminé mi tarea. Ahora descansa
en la sombra mi cuerpo, en ella amansa
el hervor jovencísimo de antaño.
Pero los dioses nunca mueren, juro
que respiro. Y espero: estoy seguro
de mi resurrección al tercer año.
***
¿Tú sabes lo que es el vino ?
Compañero, es algo fundamental.
Alivio para el camino
y, a la vez, un amigo tan leal...
y enemigo tan cruel...
Ser extraño éste del vino
con su “duende” y con su “aquel”.
Yo he visto, sin comprender,
en muchos hombres borrachos
otra manera de ser...
¿Será que el vino es veneno? No, señor...
El vino, en sí, siempre es bueno.
El malo es el bebedor.
Es sangre de tierra, de esa gran amiga
que alienta lo mismo la flor que la ortiga
y que nos sostiene en la dura guerra
que es nacer un día, costumbre vacía,
y, también costumbre, es morirse un día.
El vino es un buen conjuro
para el dolor y el olvido.
Pena pura y vino puro,
mezcla que quita el sentido.
Pero, ¿el vino hace olvidar ?
Pero olvidar, ¿para qué ?
¿Para volver a empezar ?
El vino es hembra perdida,
noctámbula y desgarrada,
encuentro de madrugada...
Para novia, artificial
Para mujer, aburrida.
Para querida, ideal...
la soledad al final,
es el vino de querida.
Con el vino el sueño deja
de ser sueño siendo más.
Con el vino se despeja
el horizonte sombrío.
No existe el nunca, el jamás,
la derrota ni el hastío...
el vino es copla frustrada,
verso que no se escribió.
Pasión siempre recordada
porque acaso no existió.
Se hace un recuerdo... de nada.
Es un mundo diferente
de la angustia y del fracaso.
El “maná” de mucha gente.
Dios lo ha metido en un vaso
El vino nunca precisa
definición... ¿para qué ?
Es el vino... llanto... risa... ¡yo qué sé !
Al final, nada nos debe.
Nos da el triunfo, pasajero,
de ser como uno quisiera
y nunca ha podido ser...
Por eso, la verdadera
borrachera, compañero,
es la del hombre que bebe
y no le gusta beber...
***
El vino rojo encierra una gran rosa,
un demente clavel enardecido,
un palpitar de ensueños y de olvido
en la purpúrea entraña silenciosa.
Su roja soledad, su perezosa
materia sin contorno y sin sentido
es pulpa de esperanza y de gemido,
fruto caliente de locura hermosa.
La copa es una herida donde alienta
la sangre del olvido y la alegría
en una llama cálida y violenta.
Dame tus alas rojas, copa mía,
puebla mi corazón que se alimenta
de dolor de la vida cada día.
Propusimos dos tareas de escritura creativa (a elegir):
1. Escribir un texto de ficción donde abordar el misterio que plantea la siguiente noticia publicada en La Vanguardia ("Misterio sagrado: ¿Qué vino bebió Jesús durante la Última Cena"?
2. El genial Ramón Gómez de la Serna escribió "En el género epistolar no hay que olvidar la carta de los vinos". Así que decidimos escribir dos cartas, la que le escribiría el vino tinto al vino blanco y su consiguiente respuesta.
Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:
Rojo indescifrable
Marta y María habían sido avisadas por María la de Magdala, la amiga entrañable de Jesús. Tenía el pálpito de que las cosas se precipitaban en el destino del Maestro; estaba serio y ausente y , aunque Juan les había comentado lo de la invitación a cenar todos los discípulos con Cristo, la Magdalena sabía que aquella cena tenía un significado trascendental.
Le comentaron a Juan que las tres prepararían unas viandas dignas y llevarían un vino especial, y un pan blanco, como de harina celeste. Pondrían en ello todo el corazón.
El padre de Marta y María guardaba en su bodega un vino un tanto claro, pero la bebida de amor que imaginaban, había de ser de un rojo intenso como la sangre, perfumado , frutal y dulce, que atacara directamente al corazón y extasiara la mente. Como preparado por ángeles femeninos.
Marta se dispuso a buscar miel en casa de Esther, para agregarla al vino, tenía fama de floral y exquisita. Su hermana María exprimió mucho jugo de granadas
que también fue añadido y la Magdalena echó montones de pétalos de rosas oscuras, de las que maceraba para sus perfumes. Dejaron reposar aquel vino especial para que se tiñera de granate y adquiriera un sabor amoroso.
Pasados unos días, colaron la bebida y se la llevaron a Juan en jarras exquisitamente decoradas. Querían que, aunque fuera cena de hombres, su espíritu estuviera presente.
Emilia González
Grupo B
Greguerías del vino
El vino tinto presume de que su delirium tremens es sicodélico y el del blanco un pálido reflejo.
El vino blanco es políticamente correcto, y en vez de hablar de vino tinto prefiere el eufemismo de vino de color.
En las bodegas del Far West el vino blanco tiene la denominación “rostro pálido”, y el tinto, “piel roja”.
Bebía vino peleón, blanco y tinto, y se pegaban.
El vino peleón provoca grandes resaKOs.
Era un cava peleón y disparaba tapones.
Bebía vino de todos los colores y sus “pedos” eran arcoíris.
En la última cena los apóstoles vascos bebieron calizmocho.
Les gustó tanto a los apóstoles el vino de la última cena que pusieron una cruz en la barrica.
Se declaraba por carta de vinos, decantando su amor.
Aquel borracho decía que la que estaba alcoholizada era su sed.
A la salida de la taberna había una farola que era el tío vivo de los borrachos.
El poeta borracho escribe una beoda al vino.
Bebía para olvidar, pero nunca se olvidaba de beber.
Algunos borrachos van de incógnito a las reuniones de Abstemios Anónimos para reafirmarse en sus creencias.
Vino, bebió, vivió.
Era un bodeguero bebedor, y se le iba la vid en ello.
Suspendió en matemáticas, lo que con los años le llevó al alcoholismo porque nunca aprendió a tomar una copa de menos.
Aquella joven chapada a la antigua no bebía antes de las comidas, porque quería llegar virgen al maridaje.
Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A
El vino que se bebió durante la Última Cena
Hay mucho escrito sobre la Última Cena, pero acerca del tipo de vino que se vivió en ella ni Mateo ni Marcos ni Lucas, especifican nada al respecto.
Decidí ponerme a investigar por mi cuenta.
Me metí en el programa "Swivel" dentro de la operación Caballo de Troya, y estuve a un "tris" de utilizar la máquina del tiempo. Al final no me apunté, pues no me aseguraron del todo el viaje de vuelta, Por no hablar de que no sabía el suficiente latín como para entenderme con los romanos de la época. Tampoco creo que me hubiesen dejado entrar a "oler" lo que se comía y bebía en aquella cena íntima.
Entonces opté por el "viaje astral". Aprendí a salir de mi cuerpo, observarme, viajar en el espacio, y volver a mi cuerpo a continuación. Un gurú de Chennai me enseñó a trasladarme en el tiempo con mi cuerpo astral, con lo que decidí viajar hasta el año 33 de nuestra era.
Una vez allí, me coloqué detrás y por encima de Jesús, pues ya dominaba el movimiento de mi cuerpo astral.
La comida consistía en cordero asado, dos tipos de hierbas, sal y ajo, pan ácimo y una salsa parduzca. Vamos, que se comieron un plato de cordero asado con ensalada para que nos entendamos.
Para beber tenían vino y agua, cada uno tenía un vaso, aunque el de Jesús era un poco más grande. Había un cuchillo de hueso para cortar el cordero, pero comían con las manos.
El vino era tinto, probablemente procedente de Galilea, de dónde era Jesús, pero como lo había comprado Judas Iscariote, podía proceder de los altos de Golán o de los montes de Judea, de dónde era una variedad llamada "Sansón" muy apreciada en la época.
Imposible saberlo, pues, aunque en todas las comidas se habla y se valora el vino que se está bebiendo, yo no entiendo ni una palabra de arameo.
Entonces el milagro sucedió. Jesús se dio la vuelta, miro hacia arriba, y me vio. Me miró y me dijo en perfecto castellano actual (por algo era el Hijo de Dios): este vino no es tan bueno como vuestro Vega Sicilia, es algo "peleón", y por eso lo han aguado, aromatizado, edulcorado y especiado, con lo que se deja beber; además tiene unos 10 grados, con lo que se puede beber en cantidad sin llegar a emborracharse.
Después de decirme esto, se dio la vuelta y continuó hablando en hebreo con sus discípulos.
Volví al presente y a mi cuerpo carnal, y heme aquí con esta preciosa y precisa información que os acabo de transmitir. Espero que a partir de ahora no quede ninguna duda al respecto.
José Luis Fonseca
Grupo A
Cartas de vinos
Amiga botella de Blanco, te cuento:
El hombre me cogió con fuerza del cuello y me llevó al dormitorio. Detrás y muy pegadita venía la mujer con una copa en la mano. Estaba yo a medias pero todo indicaba que me vaciarían rápido entre los dos antes de ponerse a lo suyo. Ambos bebían de la misma copa, que el vino siembra poesía en los corazones, como dejó dicho un ilustre. Y, bueno, me vaciaron, sí, pero yo era la segunda ya; se habían trasegado otra enterita a la mesa y no dejan de ser 14,5 grados, Gran Reserva 2006, no es por presumir. No podía terminar bien aquello… y no terminó. Fue un gatillazo tremendo, pobre hombre; dicen que los vinos estimulamos el deseo y dificultamos la función.
Te escribo para que te vayas preparando porque el próximo fin de semana la pareja tendrá la cena en “tu” casa, que no había caído yo en la cuenta de que él a la rubia la llamaba Patri, o sea, ella era “tu” Patricia, qué cosas tiene la vida, ¿eh? Menuda se puso de alabanciosa con las cualidades del vino blanco: que si con nosotros, o sea con los tintos, pasa lo que pasa, y que no estaba ella dispuesta a un nuevo fin de semana en castidad. Escríbeme y me cuentas.
Confío salgan las cosas ahí mejor que por estos lugares.
Un abrazo.
***
Amiga botellita de Tinto:
Aquí fue todo un éxito, y eso que hubo momento en que la cosa amenazaba ruina lo mismo que ahí la semana pasada. Pero “mi” Patricia como tú dices no debía estar muy segura y había preparado un plan B. Una vez más se demuestra que mujer prevenida vale por dos, me parece que hay un refrán de los humanos que dice eso. La cena había sido abundante; yo hacía la tercera botella y andaba ya menos que mediada. Para mayoría de la gente los 12 grados son más llevaderos que los presuntuosos 14,5 de tu alcurnia, y si a eso añadimos que al bebernos fresquito pasamos mejor…
El caso es que otro gatillazo monumental del hombre. Pero todo tiene remedio, Patricia lo llevó al cuarto de invitados para que durmiese la mona sin molestar y ni corta ni perezosa, llamó a su amor, a su verdadero amor, que más vale lo bueno conocido. Enseguida llegó Marigel, dispuesta; Marigel es rubia también y de gráciles dones, y aquello fue una noche para enmarcar. Claro que lo primero fue que me apuraron en plan brindis, despacito y paladeando, pero hasta la última gota.
Me vino a la memoria lo que pregonaba el clásico: que donde no hay vino no hay amor. Yo voy de acuerdo con ello, pero añadiría por mi cuenta que el vino es para saberlo beber, y que tanto da vino tinto/tinta/tinte, como blanco/blanca/blanque, ya ves qué decires tan tontos han traído los tiempos.
Mis mejores deseos, colegui.
Otro abrazo para ti.
Pascual Martín
Grupo B
La última cena
Simón era la persona en que confiaba Jesús para elegir el lugar donde reunir a todos los apóstoles cada vez que tenía algo importante que comunicarles.
Esta vez, el día señalado fue el 1 de abril del año 33 a.C,, a las ocho de la tarde; el lugar, el Monasterio de Santa María delle Gracie en Milán.
El menú, sencillo: a base de parota, jaroset, salsa de pescado, panes sin levadura, aceitunas con hisopo, hierbas amargas, pistachos y pasta de nuez; y tres jarras de vino tinto de origen persa, uva syrah de 14º grados.
Simón y Bartolomé se acordaban de la cena anterior cuando Jesús, después del primer vino, se metió con Pedro, acusándolo de que le negaría tres veces.
En esta ocasión ya estaban atentos y ocurrió lo mismo: al primer sorbo del vino, no se sabe si por tener aún el estómago vacío o por qué, pero dijo: “Uno de los aquí presentes me traicionará”. Antes de que siguiera metiéndose con otros apóstoles, Simón le cambió la jarra por una de agua, y así pudieron terminar la cena felizmente.
Luis Iglesias
Grupo B
El Di-vino
El Hijo del Hombre (como a Él le gustaba que le llamaran) sabía que aquella cena no sería una más. Vertió su vino cosechero en las copas de sus discípulos con la misma generosidad que poco tiempo después lo haría su sangre por las calles de Judea. Su Grandeza Crística no le impidió, encarnado como hombre, cuidar de las cepas herencia de sus abuelos maternos, con tanto mimo como lo hacía de todos. Juan el Bautista y María Magdalena le arropaban en un segundo plano desde su diestra, atisbando un halo de profunda tristeza en su rostro. Quizá fuesen los efluvios de su caldo di-vino o el eclipse lunar, pero sobre el mantel de hilo, entre las migas de pan ázimo, quedaron desnudas verdades como la traición de Judas o la negación de Pedro. Aun así, en solemnidad, Jesús quiso hacer su último brindis con sus hermanos y esposa, a modo de ofrenda a Dios. Alzó el cáliz, un cuenco de ónix tallado por el rabí Nicodemo, invitándoles a beber de él su exquisito vino, convirtiéndose desde ese mismo instante, en su propia sangre sellando una alianza nueva y eterna entre los hombres y la Divinidad.
Carmen Pedrero Robles
Grupo A
DON JUAN TINTORRO
¡Cuál gritan esos claretes!
Pero, ¡mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no los convierto en sorbetes!
“En bodega de Rivera
del Duero, la capital
del tinto mejor que hubiera,
a fecha de tal y tal.
Mi querido primo Blanco:
¿Qué me cuentas, qué tal vas?
Te escribo desde un estanco
cubilejo del lagar,
antes de que me introduzcan
en botella de cristal
y que luego me conduzcan
donde me han de etiquetar.
Supongo que habrás oído,
pues se ha dado a conocer,
de lo que hubo acaecido,
en la boda de Don Guido,
el famoso canciller,
con la dama Cunegunda,
quien siendo prima segunda,
le aventajaba en alcurnia
dos peldaños si no tres.
Estuve yo allí presente,
como invitado de honor,
en lugar tan preferente
que siquiera a un presidente
le pondría un diligente
en posición superior.
Pues no en vano estaba yo
con todos los comensales,
fueran nobles de caudales
o vulgo de lo peor.
Con todos yo departía
y a todos yo les gustaba
y cada cual me quería
más y más según pasaba,
cual balsámico granate,
de la jarra a su gaznate,
sin cesar en su porfía.
En poco más de una hora
se hizo una gran alegría,
notorio que cosa mía,
y apunte que corrobora
el notario que allí había.
Mas llegó la algarabía
al punto de ebullición.
¡Perdición!
Ya sabes que en ese punto
tú y yo tenemos el don
de enredar cualquier asunto
hasta la transmutación.
Asenté, pues, mis reales
sobre las mesas corridas
y empecé a hacer en las vidas
de las gentes cosas tales
como darlas por perdidas
o trocarlas animales.
Abrió mi llave maestra
la caja de los amores.
Para botón una muestra:
Un infeliz cojitranco
arrancó un ramo de flores
Y le juró amor eterno
a una vieja que en un banco,
sujetada con un perno,
disfrutaba mis sabores.
Y como dijo que sí,
habiendo más de un testigo,
dio el cura su bendición
en medio del frenesí,
quedándose él como un higo
y la vieja en conmoción.
De suerte que aquella boda,
al unírsele tal coda,
no fue una sino dos.
¡María, madre de Dios!
Al punto me fui a otro lado,
donde un conde susceptible
le irritaba lo indecible
a un marqués malencarado.
Al ser cuestión de linaje
lo que allí se debatía,
y rayaba en el ultraje,
me entregué yo por mi cuenta
a su boca en demasía,
por ver en qué pararía
tanto lustre y tanta afrenta.
Y después de mucho herirse
con insultos poco tiernos,
como “sois un hijoputa”,
y “vos hijo de unos cuernos”,
convinieron en batirse
con espadas en un duelo,
que terminó con el conde
ensartado allá por donde
te mandan derecho al cielo.
Finiquitado aquel lance
me fijé en un usurero,
que le contaba en romance
a quien tuviera a su alcance
historias de su dinero,
presumiendo sin un pero
y con el ánima en trance.
Parecióme, pues, el caso,
que le diese una lección,
aconsejando a un bribón,
¡bendita fue mi elección!
que se acercara al payaso
del dinero, pues acaso
pudiera cambiar de arcón.
Acercóse el bribonzuelo
poniendo cara de tonto
y el avaro, por lo pronto,
ya picó el primer anzuelo,
pues el otro le mostraba
dinero que se apostaba
aparentando ser lelo.
En menos que canta un gallo
apareció una baraja,
y en menos que truena el rayo
el bribón dejó su sayo,
su tontuna y su caraja
y desplumó al papagayo.
Fuime de allí alborozado,
sintiendo el deber cumplido,
y anduve luego empinado,
trasegado, compartido,
efluviándome hasta el techo
y sacando buen provecho
como buen entrometido.
Mas no todo quedó en eso,
que aún me queda lo mejor.
Escucha con estupor
y no distraigas el seso.
En medio de aquella fiesta
Me fijé en el canciller,
y aunque su facha era enhiesta,
su mirada era indigesta
y un mal rondaba su ser.
Parecía preocupado
y miraba a Cunegunda
como quien busca la hora
de soltarle tremebunda
noticia desgarradora.
“Este lo que necesita
es que haga migas conmigo”
Pensé yo.
Y al punto me di en jarrita,
en jarra y jarrón de amigo
hasta que habló.
“Mi queridísima esposa,
—le dijo palideciendo
y con un hilo de voz—
has de saber una cosa,
que es un secreto tremendo
que concierne a vos y a nos”.
“Hablad pronto, esposo mío
—y cuanto más lo miraba
más la pobre se asustaba
viendo la cara del tío—“.
“En el año veintisiete,
combatiendo en La Goleta,
un negro con un machete
me rebanó la trompeta.
Y veréis ahora en la alcoba
que nada hay ya que se yerga
pues donde antes hubo verga
hay el palo de una escoba”.
Se echó hacia atrás Cunegunda
con la faz desencajada,
y de impresión tan profunda
cayó al cabo desmayada.
Mas no acabó la mujer
con los huesos en el suelo
porque estaba el sumiller
de guardia del canciller,
quien pudo cogerla al vuelo,
no dejándola caer.
Despertóse Cunegunda,
y aún estaba entre los brazos
del sumiller, que era un moro,
notando en aquellos lazos
que ella era dama fecunda
y él más dotado que un toro.
Bastóles una mirada
de discreto entendimiento,
y quedó predestinada
a bajar de madrugada
donde fuese su aposento.
Acabóse así el jolgorio,
despidióse todo el mundo,
pasaron al dormitorio
Cunegunda y Cunegundo
y hasta allí llegó el casorio,
que concluyó de seguido
endilgándole ella a Guido
seis vasos de un servidor,
que soy vino del mejor
si hay que embotar el sentido
o hay que dormir a un señor.
Así pues, si en nueve meses
te entrara por el oído
que un hijo del rubio Guido
es más marrón que las nueces
dalo por cierto con creces,
que es normal que así haya sido.
Y con esto me despido,
expresándote el deseo
que mejor desea un vino:
que le beban bien servido,
que le beban guapo o feo,
que le beban de camino,
en la taberna o la seo
que le beban con jaleo,
que le beban del pitorro,
del porrón o de la fuente
del botijo o por el morro.
Te saluda cordialmente
tu primo Don Juan Tintorro.
Óscar Martín
Grupo A
Cartas de Vinos
En esta tarde de junio que tiñe de rosa el cielo, dora las piedras antiguas y deposita una pátina de azul ultramar sobre los árboles, después de un día de anteverano que adormece el espíritu y deja al cuerpo abandonarse a las sensaciones que se derraman generosamente por el ambiente, sentado en la balaustrada del molino centenario desde la que contemplo los rayos de sol filtrarse entre los chopos y los arcos del puente romano, después de habernos decidido por un plato de jamón de bellota y otro de queso curado, cuando presiento que todo está en su sitio y nada puede sorprenderme, el metre me acerca la “Cartas de Vinos”.
No es el librillo alargado con varias hojas de una lista interminable de denominaciones y precios de todo tipo, las tapas de imitación a cuero y grabado en letras de oro “Carta de vinos”. Se trata de un curioso libro, cuidadosamente encuadernado, con sobres de carta en lugar de hojas, conteniendo una misiva cada uno. En la contraportada puedo leer “Escoge una carta de un sobre con el color del vino del que quieras enamorarte”. Me quedo perplejo, gratamente atraído por esa propuesta que no voy a rechazar, quizá no solo encuentre la respuesta al mejor maridaje de un caldo con los mejores productos de nuestra tierra, a lo mejor puedo encontrar el mejor maridaje de mi persona con el mensaje escrito en una misiva. Decido probar suerte con un sobre rojo intenso, de color sangre pasión, anuncio de sabores fuertes y recios. Abro la carta y leo:
- “Eres inteligente, me has escogido a mí, el más imperial, el más belicoso de los caldos. Yo nací en tierra de emperadores y fueron mis padres los más sabios de los doctos del reino hace siglos desaparecido. Yo regué las celebraciones de grandes batallas, dando hermandad a los guerreros que iba a morir y llevando al delirio a los vencedores. No soy vino para débiles, ni para mentes exquisitas, me gusta regar los paladares de la gente ruda, decidida y sin la debilidad de la sensiblería. Bébeme si quieres sensaciones fuertes y subirás al altar de los escogidos, degustarás el sabor del triunfo, serás más hombre y vivirás a tope. Mi color está más próximo al del infierno y mi sabor al de un volcán en erupción. No seas torpe, bebiéndome te realizarás y tendrás………… “
He decidido que este no es mi vino. Ni el ambiente, ni mi carácter, ni mi forma de ver el mundo encajan con el mensaje de esta carta, que me resulta en exceso pretenciosa, cargada de autosuficiencia vacía, de tópicos belicistas, cercano a un anuncio de otras épocas, un vino para hombres-hombres. ¡Que se los beban ellos y sus criadores!. Devuelvo la carta a su sobre y sigo hojeando el libro, con un cierto regusto acre intenso en la boca
Después de este encontronazo me decanto por un sobre de color pajizo brillante, que al abrirlo exhala olores a frutas maduras.
- “Mi estimado amigo, te escribo esta carta como una declaración de amor. Quiero ofrecerme a ti con mi carga de perfumes embriagadores. He nacido en un huerto florido y he crecido con el cariño derramado por mis carísimos cuidadores, que me han elaborado con cepas celosamente seleccionadas. Soy suave y dulce, lo que me ha granjeado las preferencias de personas sensibles y almas delicadas. Espero que te sumerjas en toda la belleza que encierro y disfrutes de todas mis virtudes. He alegrado los brindis de la alta sociedad, las cenas a base de caviar, canapés y aperitivos gourmet. Si quieres glamour, escógeme, si quieres soñar con lechos blandos, música envolvente y ambiente selecto, escógeme, soy tu compañero perfecto, ya que…..”
¡Vaya plasta! Este vino será perfecto, pero me parece que su perfección es una poesía de adolescente inmaduro, seguro que su sabor es de ese dulce empalagoso que tarde días en disiparse de tu boca y años en borrarse de tu mente.
Estoy pensando en desistir cuando otro sobre rosado con destellos violeta llama mi atención. Abro la carta y un olor a frambuesa y grosella me llega lenta e insistentemente. Ya solo este aroma me anima y decido leer el mensaje contenido en su interior.
- “Hola ¿Cómo te va?. Te has cruzado en mi camino, pero no busques en mí nada especial, no soy perfecto, ni tengo espíritu, ni soy profundo, ni mi olor es esencia del bosque, ni mi color es trasparente y cristalino. Solo soy un vino rosado, que ha acompañado a muchos sin importancia como tú, pero que han podido gozar de mi compañerismo solos o en compañía. He animado las tardes de algunos tristes, he acompañado el desenfreno de algunos valientes, he sido derramado en copas de cristal fino, he resbalado por cuerpos de mujer o de hombre, he regado relaciones satisfactorias y reposadas y relaciones tempestuosas, he asistido a las alegrías y las penas de muchos seres anónimos, a los que he dado……”
Miro a mi pareja, sonrío y pido al metre una botella de vino rosado.
Manuel Medarde
Grupo A
CARTA ENTRE VINOS
Como convinimos, te recuerdo que esta próxima la fecha de reunión familiar, para festejar
el taitantos milenario de los abuelos Parra y Pipo.
En vista de los frecuentes desencuentros que acontecen, generalmente después de los
postres y antes del baile, creo que es el momento de analizar cuales son, en nuestra
opinión, los puntos de fricción entre nuestras dos principales ramas , para tratar de limar
asperezas, con vistas a la obtención de un normal desarrollo del evento.
Para ello, sería conveniente que tus hermanos del sur, vinieran un poco rebajados de su
prepotente militancia colorista, su orgullo gluco-osado y del abuso ostensible de su
graduación. En definitiva que fueran menos peleones..
Este es el tipo de actitudes que nos hace aparecer a todos, a ojos de la sociedad, como si
crearamos hooligans de las despedidas de soltería.
Por otra parte, si pudiéramos controlar la manida costumbre de los cambios de color
dependiendo del alimento a ingerir, creo que evitaríamos en gran medida, los sudores fríos,
los rostros albeos y la dispersión emocional que esto produce en nuestros ocasionales
catadores.
No en toda ocasión tiene que resultar mejor el mestizaje y tanto tropezar en las mismas
piedras, parece cosa de tontos.
A la espera de poderte abrazar en persona, recibe un afectuoso saludo de tu primo
Tony LeBlanc.
Querido primo Tony:
No somos nosotros los que fomentamos la creencia de que las fiestas cuanto más coloridas
mejor.
efecto final sea de barco a la deriva. Tenemos nuestro propio dulzor.
esa vergüenza para vuestra familia que llamáis Champán.
¿Cómo nos hace aparecer eso a los ojos de la sociedad en tu opinión ? Querido primo.
O prefieres que te envie el último número de la revista de la ACECONBESP (Asociación de
Cerebros Contra las Bebidas Espirituosas) y la visión que sobre nuestro primo tienen.
¿No es acaso mejor la graduación? que al igual que el algodón, no engaña
No puedo obviar el tema de vuestras campañas publicitarias.
Ese jugueteo entre bebidas carbonatadas y diosas olímpicas cuasi vestidas de dorados
ropajes. Ese maridaje entre alcohol y sensualidad. ¿Cómo crees que se pueden sentir
nuestras varietales femeninas al ser tan groseramente manipuladas?
¡A qué extremos habéis llegado en vuestra infiltración ideológica en La nouvelle cuisine!,
Fomentando el hecho de que las almejas u otros bivalvos se rieguen solo con vino blanco
¿Qué mensaje dais con esto a las futuras generaciones?
Respecto al mestizaje, nuestros abuelos ya nos han advertido largamente sobre sus efectos
y no seré yo quien ponga en disputa dicho consejo.
Espero que podamos vernos antes y rebajar las antedichas áreas de fricción.
A la espera de hacerlo en persona, recibe un fuerte abrazo de tu primo.
P Tinto
EL PROTAGONISTA OCULTO O EN DESAGRAVIO DE JUDAS
Estoy en esa difuminada tierra de nadie, en ese estado de duermevela donde los sueños son una prolongación de los sentidos .
Mi cerebro a bordo de una interminable montaña rusa de imágenes. El rostro de Athanassios, mi par en la iglesia Copta, con sus largas grebas al viento contemplando los cascos de las botellas ingeridas. Los dos cantando a grito pelado delante de la residencia del Mufti de Jerusalém. La bella policía que se acerca insinuante y me derriba a la par que me pone unas esposas. Los gritos obscenos de Athanassios advirtiendo de su estatus diplomático. La confiscación de nuestras bebidas. La salida del calabozo, negociada por un irritado señor de sombrero violeta y los sonrientes rostros de los oficiales que me escoltan amablemente hasta el avión.
Magnifico
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