En los dos cuentos de Antonio Tocornal que comentamos en la sesión también había puertas. En uno de ellos, el que lleva por título "Cuarto cerrado" la puerta no se abre, nunca se abrió, a pesar de que la llave siempre estuvo en su lugar y la cerradura a punto para poder hacerlo. El misterio, y la manera de manejarlo en un relato, son el tema central. La puerta es ese lugar, como señalaría Charles Simic, donde colisionan lo real y lo imaginario.
En el otro cuento, el titulado "Hanami" también hay una puerta que da paso a un cuarto lleno de plantas dominado por la penumbra. Solo un hilo de luz de una farola ilumina la estancia en las noches. En ella un anciano que dedicó toda su vida a la jardinería y a las plantas observa su propio marchitarse viéndolas morir. Un relato que entronca con el tema clásico del arte de bien morir y con la toma de conciencia de la muerte. Me recordó este cuento a la novela "Los amigos" de Kazumi Yumoto.
Cadillac Ranch es un libro de cuentos que consiguen convencernos de que todo en la vida es una cuestión de ángulos y perspectiva. Los personajes que desfilan por las historias de Antonio Tocornal experimentan la pulsión de lo insólito, lo absurdo, lo inverosímil aunque todo parezca verosímil en sus historias. Ahí está el gran logro de este libro. El autor pone a prueba a sus personajes pero también se pone a prueba así mismo cuando los coloca ante una circunstancia que le obliga a sustentar la historia en el elemento narrativo. Y de eso sí que sabe quien escribe, un cuentista avalado por muchos premios y que en sus historias ejercita la caja de herramientas de la escritura como el más esforzado alumno de sus talleres o cursos.
Lo cuenta muy bien José Vicente Pascual en la reseña que hace del libro en Posmodernia. De él extraemos una buena conclusión para todo amante de la escritura: "Lo afirmaba Monterroso y no soy quién para rebatirlo: todo está escrito, nada está dicho. A partir de ahí nace el único consejo al escritor en ciernes que quiera iniciarse en este arte tan simple: si lo vas a decir, esmérate en decirlo como nunca antes lo dijo nadie; si no eres capaz, las oposiciones a administrativo de la Junta de Castilla y León siempre estarán ahí."
La manufactura del libro corre a cargo de la editorial Sloper. En la cuarta de cubierta señala Eloy Tizón, quien compartía nominación entre los finalistas del premio Setenil : «Tras demostrar su solvencia como novelista (Bajamares, Malasanta…), Antonio Tocornal dirige su mirada hacia el género breve, ofreciéndonos un ramillete escogido de buena prosa y asombros. Todos sus cuentos, como alegres huevos de Pascua, contienen una sorpresa… O quizá más de una. Cada pieza está planteada en forma de tour de force lúdico, cuya resolución desafía, no tanto a los lectores, como al propio escritor. Narradores razonables enfrentados a situaciones extremas, desaforadas, prodigiosas o directamente fantásticas. Narradoras juveniles (casi niñas), abocadas al estupor del desconcierto y a la noria de las metamorfosis. La casa que crece y crece hasta volverse infinita; el banquero enjaulado en su propio automóvil; el hombre al que le brota un pequeño pueblo de montaña en la palma de la mano… ¿Son tragedias narradas en broma o chistes contados con cara seria? La música de Cadillac Ranch supone la reafirmación poética del talento de un escritor de raza, en la plenitud de sus facultades, que no necesita gafas de realidad aumentada para saber que no existe nada más estrambótico que nuestro mundo».
Propuesta de escritura
En el cuento titulado "Hanami" el protagonista se hace esta pregunta: "¿Adónde irá ese poco de vida cuando una planta se desprende de él?" ¿Te animas a contestarla en forma de poema, ensayo breve o microrrelato?
Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:
Solo hay silencio...
El golpe ha sido fuerte, inesperado, a traición...
Amanece y la primera luz no me ha rozado, estoy aturdido, me cuesta comprender que estoy tumbado.
Siento como la savia deja, poco a poco, de latir entre mis venas.
Me han vencido.
Me desprendo del poco de vida que me queda encomendando mi alma a los pájaros, la sembrarán allí donde no llega el asfalto para que pueda renacer lejos del afilado brazo de los hombres.
Ya no existe el dolor... Solo hay silencio.
Aurora Zarco
Grupo B
¿A dónde irá ese poco de vida cuando cae la hoja?
Hace años paseando por el parque de los jesuitas en otoño, observé una hoja al caer. Se desprendió de un árbol alto y descendiendo fue a depositarse en las ramas secas y ensortijadas de otro árbol más pequeño; aquel fue su destino provisional, pues al cabo de unos minutos, una ráfaga de viento la movió y cayó al suelo donde encontró su destino definitivo.
La hoja murió, pero no del todo, todavía no: tiene que dar cobijo a algún insecto, tiene que alimentar a algún hongo. Parte de su ser se convertirá en una porción de una seta, de un delicioso boletus o de un “pie azul”. Servirá de alimento a otros insectos, o quizá a algunas aves, reptiles o mamíferos.
La mayor parte de la hoja se descompondrá en sustancias orgánicas que serán absorbidas por la tierra, llegarán a las raíces, y de allí subirá por la corteza llegando al extremo de las ramas para convertirse a su vez en otras hojas, hojas que serán sus hijas. Éstas a su vez seguirán el mismo camino de su madre.
Así debe suceder con los pétalos de las flores; tanta belleza no puede ser tan efímera. Al final, después de caer al suelo, seguirá su propio ciclo y volverá a resurgir la belleza.
José Luis Fonseca
Grupo A
Semilla de estrellas
Me acusan, sí, me acusan de ser un asesino de flores y plantas. Y es que no entienden el misterio.
Estoy muriendo poco a poco, junto a las plantas que he cuidado con esmero y cariño toda mi vida. He sido jardinero durante muchos años, las he acompañado fielmente y ellas han sido mis únicas amigas. Hemos vivido juntos, inseparables desde la raíz, entrelazados humano y vegetal.
Ahora es el tiempo de vivir la muerte, y morir hermanados es la única manera de hacerlo, de tal modo que sigamos siendo los mismos para siempre.
Ellos no lo pueden entender, no se dejan cautivar por el misterio, más aún, viven en la ignorancia. Y eso sí que es una vida marchita y helada.
En este cuarto cerrado, cada vez más asfixiante y reseco, apenas con un hilo de luz caduca y mortecina, vamos muriendo injertados, mis plantas y yo.
Caen los pétalos, desprendidos en un suspiro agonizante; cada vez me pregunto a dónde irá ese poco -ese soplo- de vida. Ni ellas ni yo lo sabemos, pero estamos atentos a la amenaza del hierro, del arado que se clava en la raíz y la arranca, para sembrar de nuevo.
Mientras, oímos ruidos detrás de la puerta. Alguien, de vez en cuando, hace girar la cerradura. Se oye el chirrido del destino, un conjuro para que todo cambie, para que todo siga. El destino, travieso, jugando con nosotros, como un guiño de sombra y luz.
Al otro lado, a veces, se oyen susurros. Ellos se ocultan, pero nos hacen saber que están ahí, que, si quisieran, podrían entrar e invadirnos como hierbas sin esperanza.
Luego hay silencios, durante un tiempo invisible y gris.
Entre tanto, seguimos muriendo mis plantas y yo. Así lo hemos decidido. Yo moriré en ellas, y ellas morirán en mí.
En el aire se va condensando ese momento indefinido entre la vida y la muerte. embrión humano, semilla vegetal, cargados de energía y materia, esperando que se abra la puerta que nos permita pasar al otro lado, cruzar la frontera.
Clac, un giro de la cerradura. Clac, se hace la luz. El universo brota, de nuevo, y yo estoy allí, en el futuro, rodeado de mis queridas plantas para siempre jamás.
Floreciendo eternamente en nuestro cielo vegetal.
Ignacio Aparicio
Grupo A
¿A dónde irá a parar ese poco de vida, cuando nos desprendemos de él?
De los tres mares cuánticos entremezclados que forman el mundo, nosotros los electrones pertenecemos al campo electromagnético. Siempre con nuestra carga negativa a cuestas. Mucha gente nos tiene inquina por eso, por la carga negativa. Ignoran que el nombrecito fue un capricho lingüístico; que se podía haber llamado carga resinosa, o carga paradigmática o Pepe, ya puestos.
Lo bueno es que tenemos masa y eso nos da algo de prestancia. No como nuestros primos fotones que son sólo energía y están siempre quejándose de que no se “encuentran” bien. Haber escogido muerte, les decimos, como en el chiste.
Del mar del campo nuclear fuerte son los gluones que mantienen unidos a los quarks para que los protones y los neutrones no se deshagan. Si ellos dejaran de hacer su labor el universo entero se convertiría otra vez en lo que era cuando empezó: un plasma ardiente y desordenado. Ellos saben muy bien lo importantes que son y eso los ha vuelto algo petulantes y engreídos, aunque no sean mala gente.
Los bosones W y Z son unos provocadores que navegan en el mar del campo nuclear débil. Son peligrosos los bosones. Cuando a un par de quarks les da la ventolera se juntan y crean uno. Y entonces rompen las estructuras de los átomos, que sueltan positrones y rayos gamma y cosas peores. Y si en ese momento encuentran más átomos un poco inestables a los que fastidiar, ya la tenemos liada. Son unos abusones que se llevan por delante todo lo que encuentran. La radiactividad destroza todo lo que se le pone a tiro, mientras tenga de donde tirar.
Nosotras, las partículas elementales, somos los ladrillos de los que se compone el universo. Nosotras, hechas de masa y de energía.
En fin, todo esto viene a cuento de que he descubierto, bicheando en internet, un planetilla, donde a nuestro tío el caos, le dio hace tiempo por juntar átomos diversos hasta crear una especie de extraños seres que conviven con otras formas de vida basadas en el carbono y el oxígeno, pero a estos, ¡válgame dios!, les ha crecido la autoconsciencia. Y de ahí les viene el problema, porque filosofan sobre ellos mismos, y se hacen preguntas que no pueden responder. En eso son muy soberbios y muy bosnios, como los gluones, y claro, se hacen un lío.
Les estaba contando a mis amigos electrones que últimamente – navegando en Tik Tok, he de confesarlo - los he visto plantearse un dilema sobre el momento en el que las últimas moléculas que les quedan en buen estado terminan de estropeárseles. ¿A dónde irá a parar el último aliento de nuestras vidas cuando se desprenda de nosotros?, se preguntaban en el video.
Yo es que lo flipo con las ganas de darse importancia que tiene esta gente. Se hacen los suecos para ignorar que lo que ellos llaman vida y que se adjudican como propia no es sino un producto más del azar y la necesidad que reinan en el universo y que esa vida aparece y desaparece cuando al azar y a la necesidad se les pone en las narices.
A nosotras, las partículas elementales, nos importa un pimiento cómo la causalidad o la casualidad nos combina: seguimos siendo las mismas. Si a las moléculas que se van conformando les da por convocar hoy un concurso con primeros premios y accésits para elegir al virus más letal del año o les da mañana por montarse un guateque con canciones de los Brincos, nos sigue dando igual.
Estábamos antes y estaremos después de que esas particulares formas de unión que pasajeramente han dado lugar a lo que ellos llaman vida se hayan formado, desarrollado y desaparecido.
Yo creo que se sienten tan solos y tan pequeños en medio del universo, que les entra el pánico y que entonces van y para darse ánimos, se convencen de que la vida que late en cada uno de ellos no sólo no es prestada, efímera y soluble al instante en los mares cuánticos, como si de café instantáneo se tratara, sino que además les gusta creer que al cosmos y al caos les importa algo que así sea.
¡Tú me dirás, el despropósito!
Carlos Coca Senande
Grupo A
Las tres caídas del pétalo
(¿Adonde irá ese poco de vida cuando una planta se desprende de él?)
El último pétalo de la última flor cayó marchito, soltándose de la planta que había pintado una nota de color violeta en aquel buchinche. Así se desprendió la planta del poco de vida que le quedaba, diciendo adiós de una manera elegante y callada, que no pasó desapercibida a tres parroquianos que frecuentaban ese lugar singular.
A Mateo, un químico-físico más teórico que experimental, no le pasó inadvertida la energía desprendida durante el proceso. En el momento de la separación del pétalo, antaño violeta y ahora color siena tostada, el balance entre la energía libre y la entropía se decantó a favor de esta última, elevando la temperatura del local en una inapreciable milésima de grado. Mateo pudo cuantificar las calorías liberadas mientras la planta exhalaba su postrer aroma. También pudo captar la esencia final y su composición, detectando: cinamaldehído, banzaldehído, citronelal, limoneno, mentol y acetato de isoamilo, entre otros. En su análisis sobre la decadencia y muerte de la planta, no dejó de pensar en la oxidación de los antocianos, responsable del cambio de color, apreciable en las últimas etapas de la vida del vegetal. Cuando su divagación comenzó a derivar hacia los procesos enzimáticos responsables de la transformación de los restos de la planta en nuevos nutrientes, su atención se vio desviada por la salmodia proveniente de una mesa cercana.
Para Tathagata Tenzin, nacido Pedro Pérez, la pequeña porción de vida abandonando la planta no era un acontecimiento mínimo en la vida del planeta, era un hecho trascendente que le envolvió en una meditación profunda en búsqueda de la perfección. Entonando un mantra monótono y cadencioso, se sumergió en la exploración del camino emprendido por el último efluvio vital del vegetal. La caída del pétalo produjo en Tathagata una gran sensación de ingravidez, notando como flotaba envuelto en emociones incorpóreas que le hacían entrar en comunión con el mundo, fundiendo su mente con el todo universal. Su cuerpo ya no era su cuerpo, el pétalo ya no era un pétalo marrón, el resto de la planta ya no era un residuo reseco en un tiesto, todos ellos se habían pasado a formar parte del karma que le llevaría a reencarnarse en un sándalo silvestre a las orillas del Ganges en el estado de Uttarakhand.
Luis captó la belleza del instante en el que una humilde planta entregaba al mundo su último pétalo, mientras exhalaba su último aliento. Ese poco de vida del que la planta se desprendía pasó a convertirse en poesía. La sensibilidad de Luis captando la hermosura de lo efímero, reflejo de la hermosura de lo grandioso, reflejo de la hermosura del Planeta y del Universo, le inspiró un canto a la pequeña planta, a las flores y a las vidas humildes de los parroquianos de aquel lugar. Un rayo de luz atravesando la trayectoria del pétalo, puso de manifiesto todos los matices de color escondidos, iluminando brevemente de rojo una parte del ambiente frente al fondo oscuro del bar. La musas vieron a Luis acompañando la marcha de aquel hilo de vida, del que supo desentrañar el misterio de la existencia, la muerte y la poesía.
Manuel Medarde
Grupo A
Muerte entre las flores
Y la peste acabó también con la rosa de plástico.
He puesto una hoja de arce entre las páginas de mi obituario.
(Pete Seeger) En las fosas de las víctimas de la guerra sólo hay flores muertas.
Su último pétalo levantó el vuelo y se perdió de vista.
Juan Delgado
Grupo A
¿A dónde irá ese poco de vida cuando una planta se desprende de él?
Yo creo que es evidente que va al Banco de Vida. Ese banco pertenece a todos los vivos y en él metemos y sacamos vida , pero la cuenta de la vida es de todos, en cuanto que somos seres de la misma especie dotados de vida. No todos disponemos de la misma cantidad, por ejemplo los niños gastan mucha vida del banco común con tanto movimiento , siempre que los veo corriendo sin parar, empujándose y jugando hasta la extenuación les digo mentalmente que paren un poco, que están consumiendo mucha vida . Los adolescentes ni te cuento, con tanta carga emocional dejan los ingresos del banco de vida muy mermados. También la gente que regala flores, en mi opinión regala vida arrancada. ¡Y todo sale del mismo sitio ¡. También consumen mucha vida los jubilados que no paran ,que se van con el Imserso a un montón de sitios exhibiendo vida que no les corresponde, no digo que no la merezcan, pero una cosa es vivir y otra derrochar vida. Pero lo peor son las personas que matan, sobre todo esos hombres que matan a mujeres indefensas,esas personas sacan mucha vida del banco común y los intereses los pagamos todos.
Yo creo que es urgente reponer vida en el banco, por ejemplo ayudando a crear escuelas para niños y niñas que no tienen acceso a la educación, cuidando el planeta , atendiendo a enfermos, renunciando a un poco de vida propia para ponerla en el fondo común o simplemente sonriendo más, eso ingresa mucha vida.
Hay que fijarse en las plantas, que se desprenden de un poco de vida cada día, sin que se note, en silencio y con dignidad, así deberíamos hacer nosotros , de esa manera las cuentas del banco de vida estarían equilibradas. Nos va la vida en ello.
Pilar Sánchez Barbero
Grupo C
El final del verano
Sesenta segundos por minuto latía el reloj del salón. El tubito del riego improvisado apenas aportaba gotas de agua y vida a la maceta blanca de la galería. Faltaban cuarenta y ocho horas para que comenzara la operación retorno, y a la UVI (Una solución Vacacional Improvisada) de la botella de Coca Cola invertida apenas le quedaba líquido para media jornada. La hortensia pensó en el testamento vital, el humus de las cenizas de sus restos esparcidas en el huerto y en si habría flores en su despedida. A la primavera siguiente, toda la vida que quedó atrapada bajo el refugio antisol de la tierra hizo asomar brotes nuevos, flores lozanas de color azulado y hojas en forma de corazón. Aquel verano, el reloj programador y los difusores del tubo de polietileno fueron más eficaces que los consejos llenos de manitas y corazones de las páginas de Facebook.
Francisco Antonio Martín Iglesias
Grupo A
¿A dónde irá ese poco de vida?
A Antonio Tocornal
El antiguo jardinero jubilado entró en la tienda.
El empleado se alegró contar con un cliente tan fiel, tanto como para comprar un buen ejemplar todos los meses.
Las plantas que allí moraban, sin embargo, olieron la muerte que portaba el anciano en su mirada. No podían huir. Querían abrazarse, darse apoyo ante la terrorífica visita. No podían.
Las hojitas se movieron como un susurro imperceptible.
El anciano olió su savia estresada y sonrió. Paladeaba su miedo mudo. Estiró un dedo tembloroso y arrugado, lleno de manchas propias de la edad: había seleccionado a su víctima.
El pequeño árbol elegido gritó en silencio, sabedor de que su destino no iba a ser un lugar mejor.
Siempre soñó acabar siendo adoptado por una familia, crecer, engrosar su tronco, quizás tener unas ramas tan fuertes que pudieran sostener un columpio donde observar crecer a los más pequeños. Salir en sus fotos de familia. Estar ahí para siempre o morir de viejo sabiendo que ha vivido una vida feliz y plena.
Los mozos agarraron su tiesto. Sus ramitas se movieron como queriendo precipitarse al suelo. Romperse sería mejor que el destino que, intuía, aguardaba.
No sucedió. El arbolito fue cargado en la furgoneta de empresa. No sintió los vaivenes, bien amarrada la maceta con bridas. No tendría suerte.
En cuanto fue depositado en la entrada de la casa, notó exudar savia que resbaló por sus ramas. El sol deslumbraba a su alrededor, pero el inconfundible hedor de la muerte llegó desde una puerta cerrada.
El anciano, tras despedir a los mozos, cerró la puerta y pasó la lengua por sus labios. Acercó la cara a sus hojas aspirando el olor de la vida que aún portaba. Después arrastró penosamente la maceta en dirección a la puerta cerrada. Su respiración era pesada.
Al girar el pomo, el inquietante sonido de patitas entre hojas secas inundó el lugar. El pequeño árbol escuchó alguna respiración entrecortada, pero no pudo ver de quién era. ¿La flor de pascua que se llevó en Navidad? ¿El bambú del mes anterior? ¿Otro ser vivo que no lograra reconocer? No lo sabía. Allí todo era oscuridad.
El anciano terminó de mover la maceta hasta un lugar que consideró aceptable. No podía ver su cara, pero adivinaba que disfrutaba con aquello. Si no, ¿por qué repetir todos los meses aquel siniestro ritual?
La cortina se deslizó lo justo para que un haz de luz descubriera la morgue en que había convertido aquel cuarto: decenas de plantas y arbolitos, secos, sin hojas, moribundos. Iba a perecer de inanición, privado de luz y agua. El arbolito que tuvo sueños e ilusiones, condenado al más terrible de los destinos.
El anciano cerró la cortina y caminó con pesadez, tosiendo para recuperar el aliento, hasta dejarse caer en el sillón. Desde allí se recreó en la macabra obra que lo rodeaba.
En el silencio de la estancia, un suspiro mudo anunció la muerte de otro miembro de aquellos prisioneros. El anciano abrió la boca, aspirando como si le fuera la vida en ello. Al terminar, sonrió con los dientes que le quedaban, respirando con energía renovada. Se levantó y salió por la puerta con paso firme.
Solo entonces, el pequeño árbol supo a dónde iba ese poco de vida cuando una planta se desprende de él.
Al menos para el antiguo jardinero jubilado.
Sara Terrén
Restos
La hoja de la flor de un níspero, plantado en el jardín de un millonetis, fue mi origen y no preguntéis cómo me concibieron. Aquí me tenéis sorbiendo la sabia de una amapola, siempre trabajando para los poderosos y los zánganos.
En círculos se fraguó la revolución. Algunas se negaron a participar y fueron sacrificadas sin miramientos. No había alternativa posible. Morir mejor que ser esclavas de abusos inimaginables.
La reunión se planteaba sin otra alternativa que la lucha a muerte. Mis movimientos debían ser precisos y tajantes. No había hueco para ningún desliz. Me coloqué en lo más alto. Empezaron a desfilar alborotadas: movimientos alarmantes, pinchazos, muerte, muerte y muerte.
Levanté el vuelo y mi zumbido sibilino las contuvo. Desde lo alto sentí el olor nauseabundo de los pinchazos. Mis movimientos fueron precisos. -Hay que luchar hasta morir, dibujé en el aire. La colmena se lanzó en picado. Allí cayeron las reinas y todos sus zánganos.
El resto voló en círculos:- Victoria
El mensaje fue llevado en movimientos idénticos a través de los bosques del mundo y este se detuvo reconociendo los crímenes de lesa humanidad.
Todo cambió desde entonces. Ya no hay poderosos ni zánganos y todo funciona con la dulzura que llevamos en nuestros aguijones.
JB
Grupo C
Eternidad de Cuadrillé
Yo la miré apagarse poco a poco, sentada en su sillón, bordando las más bellas flores en sus blancos trocitos de cuadrillé.
Blancos trocitos de cuadrillé, posados sobre sus envejecidas manos, entre las cuales parecía atrapar la eternidad.
Yo me di cuenta como poco a poco se le escapaba la vida, sin remedio, día a día, tarde a tarde, sin remedio.
Las rosas que bordada milagrosamente en su impecable punto de cruz, lucían cada vez más bellas, más perfectas, más brillantes, mientras que ella, ella cada día estaba más seca, más marchita, más perdida.
Lilas, gardenias, lirios, azares, peonías, claveles, margaritas, nomeolvides…Todas las flores del mundo dibujaron sus manos para quedarse por siempre atrapadas en manteles, servilletas, sábanas, colchas y fundas para adornar almohadas donde recostar la cabeza y soñar.
Todas las flores pasaron por sus manos y se quedaron inmortalizadas en esa eternidad de punto de cruz, no conocieron el dolor de la muerte, de la vejez, de la decrepitud, de la despedida. Nunca se marchitaron, fueron siempre bellas y lozanas, a diferencia de ella que cada día, cada tarde, se secaba. Se secaba, se moría, poco a poco y sin remedio.
Sus manos dejaron de bordar una tarde en la que ya no pudo levantar más la cabeza, un tarde en la que ya no pudo atrapar más flores para plasmarlas en su eternidad de blancos pedacitos de cuadrillé.
Yo la miré desde la mesa de la cocina, a contraluz y en silencio y supe que la vida se le escapaba en ese preciso momento. No supe decir nada, en silencio, recogí la última rosa roja, salida de sus manos, tan roja como hilo de sangre, atrapada en su eternidad de punto de cruz.
No supe decir nada, recogí la última rosa y lloré.
Grupo A
La Flor
Un capullo despierta al alba y
de él nace una flor
con pétalos de colores,
de tonos azul y rosa.
Al sol del mediodía,
muestra todo su esplendor
embriagando a las abejas
que liban en su interior.
Al anochecer el viento aparece
y la mece sin pudor,
la flor desnuda se queda
sin sus pétalos de color.
Su débil tallo se repliega
en busca de protección,
y cae en la tierra, exhausto,
para morir junto a la flor.
Marian Pérez Benito
Mi granado
Estoy sentado en el porche con la mirada puesta en las ramas desnudas del granado, que hace tiempo que le sangra la herida. Se acerca la primavera, el aire fresco acaricia mi cara. Ensimismado , como si de un concierto se tratara, bajo los primeros rayos de sol de la mañana, me llega el canto de dos petirrojos que frente a frente con sus trinos, declaran su amor. En silencio, sin hacer ruido, no les quito ojo, y sueño que esta primavera florecerá de nuevo y vendrán otros petirrojos a alegrar mis mañanas, las ramas desnudas se llenarán de hojas y buscaré esa granada que nacerá entre las flores rojas; la veré crecer y cambiar de color. Una sonrisa dibujará mi cara, viendo como mi granado vuelve a la vida.
P.G.
Grupo C
“Adivina VIDA Divina”
¿Qué es? Semilla que el viento enreda.
¿Quién es? Germina y gatea.
¿Dónde se encuentra? Alegría el brillante caminar da.
¿Por qué siente? Con amor brota.
¿Con quién anda? Ella lo ramifica.
¿Cómo se ve? El tiempo lo enraíza.
¿Para qué reflexiona? Tristeza mientras se poda.
¿Cuándo rabia muestra? Mientras relampaguea.
¿Por qué respira? La naturaleza da calma.
¿Cuánto dura? La sabiduría lo arrastra.
¿Y….. LUEGO…..?¿TODO ACABÓ…?
Yo lo viviré y lo sabré
Ahora libre seré.
Tal vez pensaré
Porque positiva seré
Que semillas germinaré
Y además puedan florecer
Mientras viva a saber…
Quiero imaginar que alguna misión he venido a realizar
Y para compensar y terminar
Disfrutar con las almas que paz y amor me dan
¿Ingenuidad será?
¡Quizá!
Ahora la vida a disfrutar
Y su enigma se me regalará.
Lourdes
Grupo B
No hay comentarios:
Publicar un comentario