Hablamos del fanzine "Globo Rojo", una experiencia editorial llevada a cabo en el Hospital Psiquiátrico "Santa Águeda" de Mondragón. Con el tiempo mucho de los textos que llenaron las páginas de dicha revista fueron recogidos en el libro "Globo rojo. Antología de la locura", una recopilación de textos de enfermos mentales del Sanatorio de Mondragón, al cuidado de Leopoldo María Panero.
Transcribimos aquí varios textos del libro. En el primero, Sebastián Irigoyen describe el día a día en el sanatorio:
En la mañana de hoy me he despertado a las 8.30. Me he vestido y
después me he lavado la cara y me he afeitado. Después seco mis manos y seco mi
cara. Me lavo las manos con jabón.
Salgo de mi habitación y entro en el comedor. Desayuno café con leche
con sopas.
Después voy al almacén y compro tabaco con caja de cerillas.
Después voy al pasillo del pabellón del Corazón Sagrado de Jesús y ando
con los enfermeros.
A las 10.30 horas de la mañana abren el bar y gasto la comida y gasto
la bebida.
A las 12.30 de la mañana se come en el comedor, después se toma café en
el bar.
A la 1 de la tarde se sale del sanatorio y se va a los bares o se
va los pueblos.
Se vuelve a las 7 de la tarde y se ve la televisión.
A las 8 horas de la noche se cena. Después de la cena se ve la
televisión o se va a la cama.
En la habitación se oye la radio o se lee.
Y así es la vida en un sanatorio.
Destacamos la nota que aparece al final del poema, a pie de página: Nota del editor: Como bien dice la Dra. Mabel, para aguantar esto a
veces hace falta cruzar los calves, y viajar un rato por la estratosfera,
aunque sólo sea para volver luego “al espanto de un nuevo día” (como dice Fredi
en uno de sus poemas).
Y aquí un texto de Juan Ángel C. con un alto voltaje poético:
24 horas ha tenido hoy mi vida... y ya hace mucho tiempo
que en mis adentros se hicieron añicos las monarquías.
24 horas desde que se creó, me crearon y me estoy creando.
24 horas posterior a todo un parte.
24 horas, 24 puños, 24 espinas.
24 hechos, dichos y maltrechos techos.
24 trechos de un corazón partido plantado en un tiesto.
24 deseos.
24 sueños, 24 cadenas, 24.
24 billetes de un camino
24 caminos cercanos a un prado.
24 árboles regando mi alameda y dando sombra a mis
24 pasos.
24 hierros que forjaron mis genes, 24 lágrimas que
acariciaron mis pañales.
24 paredes que intentaron acabar con mis 24.
24 soles y siempre la misma luna. 24 noches y una sola
caricia
24 veinticuatros, casi unas bodas de bronce.
24 besos multiplicados por infinitos veinticuatros
contigo.
La propuesta de escritura de la sesión fue doble. Por un lado se ofreció la posibilidad de escribir un texto a partir de las siguientes expresiones "está loco de atar", "está loco de remate", "cada loco con su tema", "hace las cosas a lo loco", "ha perdido el juicio" o "está como una cabra".
Por otro lado se invitó a los participantes del taller a interpretar y escribir a partir de este dibujo:
(Pincha sobre él para ampliar)
Y estos son los trabajos de algunos de los componentes del taller de escritura:
El placer deshabitado
Un rollo dilata mi inconsciente.
destruida por la norma,
me agito en el juego de la vida.
Habla mi pasión
con un gesto articulado
que anuda la palabra
en el caos de la existencia.
Personajes de miel
persiguen mi lamento.
Desarticulo la imagen,
vuelco mi yo deshabitado,
para sentir la infinita longitud
del placer que me atormenta.
Sofía Montero
Récord de Locura
Está loco de atar. Ochenta y ocho horas haciendo nudos batió el récord, pero mira cómo quedó.
¿Quién?
El paciente de la 204 se ahorcó anoche. Cuando los celadores lo descubrieron aún respiraba, pero el guardia de seguridad le pegó un tiro a quemarropa. En su defensa alegó que estaba loco de remate.
Caos organizativo
Cada loco con su tema. Es lo mejor. El experimento de ayer fue un desastre. Si les dejas escoger, su subconsciente les dirige hacia temas afines y pasan a tener un comportamiento normal. Sería la ruina.
Loco de amor
Duerme en el jardín, ha montado el salón a la puerta de casa, lleva cosas al supermercado, entra a pasear por la ventana a la vivienda vacía… Desde que su mujer le abandonó alegando que era demasiado racional hace las cosas a lo loco. Pero ella no ha vuelto.
Sentenciada
Ha perdido el juicio. El juez le concedió el coche, los ahorros, la casa… incluso el apartamento de la playa. Él se ha ido dedicándole una última mirada vacía.
Ha salido del juzgado, tomando posesión del que ahora era su deportivo y ha ido directa a casa, estrellándose contra el muro. Falleció en el acto.
Trabajando como un animal
Desde que lo despidieron de la oficina, Lucas está como una cabra. Va por la calle acompañado de un individuo con una trompeta, se sube a una escalera haciendo el pino… Es lo único que le ha salido para ir tirando.
Miguel Ángel Pegarz
Sueño o pesadilla y vida
Hay cosas que penden sobre la cabeza y no pueden ser relativas mires como lo mires y donde mires lo que mires.
Cuando recibí esa carta supe que mi paz debía volver a su destino aunque ya hubiera alcanzado su procedencia. El trabajo de mi personalidad se había opuesto en una espiral a mi cuadriculado descanso; y aunque no entendía nada aquella paloma que había recibido permanecía perenne cual Espíritu Santo sobre mi cabeza hasta hacerme entender que se trataba de volver hacia atrás para alcanzar mi destino. Y que era mi vida y no podía ignorar el mensaje devolverlo al remitente.
Miguel Ángel Pegarz
Me despierto y, a duras penas, consigo abrir la cremallera que mis pestañas han urdido, durante la noche, para mantener en silencio y a salvo de la luz mis enrojecidas pupilas.
Ya en el baño, apoyado en el viejo lavabo, levanto mi vista mecánicamente hacia el rallado espejo.
Escucho la voz de mi madre, que desde el fondo del oscuro pasillo, me ordena que me lave la cara y que no me entretenga. El espejo, perezoso y burlón, me devuelve un reflejo que me sobresalta y que parece nacido del abismo, del vacío de la nada ¡Acaba ya!, escucho de nuevo a mi madre. ¡Termina y vete!, ¡Es la hora!, ¡Te estarán esperando!
Saludo con la mano, masculló entre dientes un adiós y abriendo la ventana, salgo a la calle…
Aparcada, enfrente de la puerta, una furgoneta negra me espera. En el oscuro costado, en color mármol blanco, un rótulo: Frenopático Casa de las Conchas
Fernando de Castro
Haikus (para un loco)
Loco de atar
Haloperidol gotas
rígido corsé
nausea y delirio
abismo que abraza
cielo y ciprés.
Quiero ser Proust
madalena que mojo
tiempo perdido
Soy paradoja
como un uroboro
cabezacola
Fernando de Castro
Pesadilla de la medianoche del martes del Carnaval
Estoy en la plaza, sobre las escaleras del arco que da paso a la cuesta de la Iglesia. Desde allí veo una estampa entre grotesca y gloriosa: fieles de ojos extasiados y rodillas erosionadas por las frías losas, mientras los sacerdotes y monaguillos enturbian el aire con salmos e incienso; al otro lado de la calle una hilera de confesionarios escupe penitentes, que gritando al cielo se flagelan subiendo, descalzos, hacia la catedral.
En mis manos, pesan los palios de la procesión, almidonados y bien doblados. Si no los llevo a tiempo a la catedral me lo harán pagar, pero el miedo me atenaza, mis ojos horrorizados no dejan de mirar la fila incesante de penitentes, sus rostros desfigurados por el dolor y la rabia, y sus espaldas descarnadas y goteantes.
-Ya los llevo yo- dice una voz a mi lado, una anciana que ha aparecido de la nada me arranca de las manos los palios, mientras me lanza una mirada de desdén y, antes de que pueda decirle nada, desaparece entre una multitud de oradores de rosario que entra en ese momento a la calle.
Dudo pero el miedo es mayor. Sin atreverme a darme la vuelta, voy alejándome despacio. Tropiezo con el primer escalón y caigo rodando hasta la plaza, choco con una mujer demacrada y con oscuros ropajes me pone en la cara un pescado.
-Arrepiéntete, arrepiéntete- me sermonea- el fin del mundo está cerca.
Aterrada me levanto y salgo corriendo. La plaza bulle en una refriega entre los puestos de pescado y los puestos de carne, donde mujeres y hombres bailan y cantan burlándose de los grises y apocalípticos vendedores de pescado, como si todo fuera arrelativo: o desenfreno o santurronería. Choco contra algo y vuelvo a caer. Desde el suelo observo una procesión de hábitos en cuya cabeza va una mujer huesuda y flácida, con una sardina al ristre. Frente a ellos, un desfile de zancudos y bufones sigue a un seboso rey que esgrime un jamón contra la de la sardina.
Al volverme al levantar unos danzantes me arrastran lejos del mercado. Me encuentro sumergida entre bazos y torsos que se retuercen a mi alrededor. La carne danzante me ahoga y tira de mí, rasgándome la túnica. Bocanadas de aire cargadas de un olor profundo a sudor y sexo, no me dejan respirar. Huyendo de allí y acabo aplastada contra la verja de un jardín. Mis manos se aferran a los barrotes mientras mis ojos observan, asqueada, lo que ocurre: en mitad del campo junto a una mesa, desde la que observan un monje y una extraña monja, un curandero le extrae una piedra de la cabeza de un hombre de ojos idos.
Los danzantes me han dejado atrás, y en la calle solo hay un anciano monje barbudo va tambaleándose de un lado a otro. De pronto me mira y me señala con un acusatorio dedo.
-No me tientes, sierva de Satanás. Por mi nombre que es Antonio, que mi alma no caerá en tus garras- me espeta antes de seguir su camino farfullando entre dientes.
Ahí gente que busca tanto no caer en la tentación que la ve por todos los rincones, pienso mientras mis pasos me acercan a una torre de dimensiones imposibles. Dentro trabajan miles de personas en una sintonía enrarecida, como si pensaran todos al unísono. Un desasosiego me hace alejarme de allí. Asciendo por unas empinadas escaleras y a cada nivel que paso la armonía se va rompiendo, hasta el punto de cuando salgo al exterior en la cima a medio construir me recibe una lucha encarnecida, sin bandos ni ideales, donde cada cual defiende su personal punto de vista sobre la obra.
Los obreros me arrastran hasta el precipicio. Lucho por mantenerme dentro pero de un empujón me tiran de la torre. Caigo al vacío mientras la torre se desdibuja y el suelo se acerca demasiado rápido.
Un pez alado me rescata antes de morir estampada contra el pavimento. Sobrevolamos toda aquella locura. En el mercado Cuaresma vence a Carnal y los danzantes han enredado a san Antonio en su bacanal. Me aleja de allí y veo el lugar del que procedemos: el pez bate las alas, lentas, sobre el jardín donde hombres y mujeres retozan entre prados y fuentes rosadas, amándose y comiendo frutos rojos del pico de pájaros gigantes. Deseo que paremos allí y poder unirme a aquello paz, pero el animal no atiende a mis deseos y finalmente me deja caer sobre una barca en mitad de un lago añil, agotada me dejo balancear por las aguas.
-Este no es sitio para vivos- oigo que me dice la voz indulgente de Caronte- La Estigia es solo para los que tienen que tomar la decisión- veo que me indica con la mano dos ríos.
-Solo quiero descansar un momento.- respondo, suspirando, mientras los colores a mi alrededor se destilan y se mezclan, estirándose y volviéndose abstractos. Mareada cierro los ojos y cuando vuelvo a abrirlos la locura solo está en mí.
Me levanto y miro mi reflejo sobre el espejo. Mis ojos. Mi destino. Mi yo.
Detrás de mí, sobre la pared, Brueghel, el Bosco y Patinir.
Leticia Vicente
El inspector estaba como una cabra
El pasado lunes, 2-02-2015, apareció en la carretera de Zamora, en un área de descanso, un coche abandonado, con una mujer muerta dentro del mismo. No presentaba ningún signo de violencia.
El cadáver lo descubrió un joven fisioterapeuta que se desplazaba a su localidad de origen, un pueblo cercano a la capital zamorana, después de haber asistido esa misma tarde en Salamanca a un curso de escritura creativa.
El inspector Leoncio, destinado en la comisaria de Zamora, con amplia experiencia en asesinatos y secuestros, se desplazó al lugar de los hechos, a los pocos minutos de ser avisado.
Enseguida, dedujo que el principal sospechoso era la persona que denunció el caso, más cuando encontró en una carpeta que portaba éste, un plano donde meticulosamente, describía todos los pasos a seguir.
Leoncio, gran aficionado a resolver crucigramas, jeroglíficos y sopas de letras, no tuvo ningún problema en su interpretación:
Procedencia: Zamora
Destino: Salamanca
Descanso: Área de servicio
Personalidad: Escritor de relatos
Trabajo: Fisioterapeuta
Rectángulo (con ventana): Coche víctima con techo solar.
Curvas: Varias rotondas cerca del lugar
Arrelati/vidaz : alterar / vida / z (zamora)
El abogado defensor del fisioterapeuta, el día del juicio, no tardó nada en demostrar que el inspector estaba como una cabra en sus razonamientos. Comprobó que el inspector había estado varias veces ingresado en el psiquiátrico de Salamanca; tenía la obsesión por meter gente en la trena a la menor, y a sus compañeros les decía continuamente, que él solo iba a llenar de presos la cárcel de Topas.
P.D. (Los personajes son ficticios, o mera coincidencia)
Luis Iglesias
Yo Loco
Esa línea no soy yo,
estoy oculto en un garabato sucio,
en un armario de recuerdos huecos…
Esa flecha pintada en el papel no soy yo,
estoy escondido en los puntos que marcaron mi procedencia, mi destino…
En ese ataúd de silencios no estoy yo,
mi personalidad la devoró un trabajo sin sueldo, mi genio un sinvivir de miedos complejos …
Deseo volar en el globo que habla con trazos nunca seguros,
que sale de su esquema, que flota con viento desconocido…
Pero escupo sonrisas de mentiras digeridas,
Fracasos disfrazados con poses.
No hay eco en mi grito, ahora es aullido sordo, perdido, solitario, siempre entre lobos…
¿Quién cortó ese cordón umbilical?
¿Quién marcó al ombligo con la pena?
¿Quién selló la cabeza con la tristeza, con la cordura, con la mentira, con los temores al vacío?
Frente a un universo de agujeros negros.
Solo amar vale.
Amar como una luna sin espejo, como sol sin luz
Hoy el pecho se entrega solo,
valiente muestra el paisaje de un alma que de verdad ama…
Todo lo abarca… se entrega entre luces y olores y colores y sabores
Y flota ¿por qué flota el amor?
¿Por qué los deseos vuelan?
¿Por qué hiere el horizonte que no alcanzo?
¿Por qué sueño mar en el páramo?
Loco
Sí… loco
Loco de amor… de verdades… de misterios… y de muerte…
Vicente M. Martín
Cada loco con su tema
La Asamblea de Majaras, reunida hoy día 30 de febrero del año azcientosdos, ante la recurrente negativa del Congreso Mayor de Cuerdos Incordiales de concederle lo siguiente :
- amores sin compromiso
- amigos desinteresados
- casas sin hipotecas
- caramelos con sabor a garbanzos
- cultura horizontal
-y artistas humildes
-y espectadores sin complejos ni prejuicios (basta ya, que se te ve el plumero)
- comercio justo
- religiones sin odios ni miedos. No religiones, sino éticas. No éticas, sino estéticas. Sintéticas. Patéticas. Cuando nos aclaremos sobre este punto y el de la política, lo reclamaremos
- y una trucha y un bolso que sonría
Ha decidido: hacer pan y plantar calabazas.
Elena Vicente
Loco de atar
En el ático de mi edificio hay un loco peligroso. Como todos somos buenas personas, lo tenemos atado y nos turnamos cuidarlo. La semana que me toca a mí, le alimento con dos kilos de estrés, un cuarto de desesperanza, medio kilo de fobia a las arañas, los despojos de mi último amante y lo que le sobra a mi inconsciente de la infancia. Él me lo agradece mucho, aunque su comida favorita es la doble personalidad del político del tercero. Un día vinieron los loqueros a por él, y todos los vecinos montamos una barricada. Pobre hombre, con lo bien que nos come.
Elena Vicente
El Búho
Gracias a ese Dios que no existe, nací sin juicio. Mi patria no tiene bandera. Es un país prohibido. Me descubrieron y acabé en una cuadra. Lejos, muy lejos de la montaña que me enseñó a ver en la nada. Me ataron a una cama. Pero cuando se ha tocado el cielo, la gloria siempre te acompaña.
Soy un búho. Los gritos de los búhos no se oyen. Todo el mundo lo sabe. Pero un búho ve. Yo veo. De día sale el sol, de noche es la luna quien me ampara. Ellos son hormigas guerreras. Viven en su trampa. Trabajan duro sobre los hilos de una araña que les marca. No tienen alas. Moran en celdas que llaman casas. Por ellas, matan. No conocen el descanso, la paz de vivir a cielo abierto. La calma cana. La espuma de nieve que te desplaza en el plano. La balsa que espera más allá de un cruce de rayas. Líneas que se curvan para soportar el peso de una geometría pautada, del yunque de hierro que les aplasta. No se permiten fugas. Antes de morir han muerto. Su destino es procrear nuevos puntos que se entreguen a esa seda que adormece sus agallas. Se creen grandes y desconocen los mares. Se nutren del aplauso artero que les obliga a postrarse. Trabajan por él laurel ajeno. Corona que envenena su savia. Tiara que pudre su único mérito: el exclusivo olor de su exclusivo cetro. Prefieren ser notables a personales. Quedan pocos caballos salvajes. No existen horizontes para el corcel que se pierde en espirales.
Soy un buho. Los gritos de los buhos no se oyen. Todo el mundo lo sabe.
Caballo blanco. Ratones negros.
Caballo blanco. Ratones negros.
Caballo blanco. Ratones negros.
Recuerdo el desierto. Ese invierno infinito de arena y miedo. Recuerdo cuántos de los que conmigo huyeron de las cloacas cedieron. Las dunas son olas que vomitan fuego. Lava que destila ira. Espejismos demasiado sólidos para un navío pequeño. Neptuno es un dios severo.
Recuerdo que fui hoguera. Fui humo. Fui nube de pavesas que se entregó al viento.
Recuerdo... Recuerdo... Recuerdo un caballo blanco y miles de ratones negros alrededor de un niña enferma que se burlaba del hierro, del anguloso acero que huele a laurel seco. Recuerdo un animalito que no dormía y no comía buscando el perfume exclusivo de su reino. Eso fue hace mucho tiempo.
Solo los caballos blancos que han galopado sin freno, conocen la cima de la cordillera que acaricia el universo, el lugar de donde todo procede, la burbuja de aire fresco que escoba la sordera, la ceguera y el miedo a tener miedo. Yo, a veces, tengo miedo.
Caballo blanco. Ratones negros.
Caballo blanco. Caballo blanco. Caballo blanco...
Soy un buho. Los gritos de los buhos no se oyen. Todo el mundo lo sabe.
Ayer escuché llorar a mi madre. Estaba detrás de la puerta. ¡Pobre madre! ¡Puso tanto cuidado al dibujarme! Apenas le queda tinta, y la poca que le queda, la consume en intentar rescatarme. Ella no lo sabe, pero en el fondo de sus ojos hay peces de colores que juegan entre corales.
Caballo blanco. Ratones negros.
Caballo blanco. Ratones negros. Ratones negros. Ratones negros.
El borrón que me custodia le informó al detalle. "Sin mejoría. Vuelva en un mes. Le daré un nuevo parte. Esta grave. Y recuerde, el tiempo es relativo. Lo importante es que sane"
Caballo blanco. Ratones negros
Caballo blanco. Ratones negros.
Caballo blanco. Caballo blanco. Caballo blanco
Ayer escuché llorar a mi madre. ¡Pobre madre! ¡Pobres peces de colores! ¡pobres corales!
Ayer escuche llorar a mi madre y grite. Pero soy un buho. Y los gritos de los buhos no se oyen. Todo el mundo lo sabe.
El tiempo no es relativo, madre. El tiempo es la "arrelatividaz" que esconde la paz de un cielo abierto, la calma cana de una fuga, la espuma de nieve que te desplaza en el plano, la balsa en llamas que navega en la cima de una montaña. El tiempo es el instante sin freno.
Se puede tocar el cielo.
Quedan pocos caballos salvajes.
Caballo blanco. Ratones negros.
Caballo blanco. Ratones negros.
Caballo
Ana Isabel Fariña
La puerta
Procedencia: Varsovia
Tomé el primer tren con dirección a España. Donde sabía con seguridad que iba a encontrar trabajo, lejos del frío, el hambre o la necesidad de encontrar mi personalidad después de haber pasado el invierno tan frío en Alemania.
La flecha del dibujo no me indicaba lo contrario, atravesaba la puerta.
Destino: Descanso.
Iria Costa
Perdió el juicio
Esta mañana ha perdido el juicio, pero no era la primera vez, hacia años que comenzó este pulso con la justicia e invariablemente salió destruido.
Alfredo Domínguez
Azares
Abstracto y concreto se juntan a golpes de entropía en una personalidad circular, perdida, que se desenvuelve en un túnel oscuro a base de pasos sinuosos sin descanso. La telaraña se desgrana y la arrelatividad acecha el círculo para tirar del hilo cada vez más.
Por azares de las leyes, la de la relatividad se quedó atrapada en un laberinto y le cayó una “a” en la cabeza y de dar tantas vueltas, de ir y volver sobre los mismos pasos, se enunció una nueva ley que afecta a personalidades asustadas, amigas de la cordura, sin palabra, tiempo ni música.
Antonia Oliva
Greguerías que no con-cuerdan sobre lo loco…
No es lo mismo:
1. Lo-cura ≠ cúra-lo sin sotanas [Al revés= sanato(rio)s]… ni Satanás [Al revés= San Ata(do)s].
2. Ya loco-jo… ≠ Ja! ¿Loco yo?
3. A un loco ni caso ≠ ¿Acaso yo un loco?
4. Loca de ida y vuelta ≠ Cola de loco vuelta e ida
5. Dale la vuelta… ¿poco te parece loco?
6. ¿Qué le falta a un cuerdo? ¿Qué cuerda le sobra a un loco?
A un cuerdo cuando le falta cariño se mueve sin cuerdas para sentarse en un precipicio.
A un loco le sobre cuerda para sentarse a tu lado sin sentirse acosado por la falta de cariño.
Ten cuidado cualquiera podemos estar mañana a este o al otro lado de la frontera, pero nunca debemos olvidar que todos somos PERSONAS = PERSANOS= AS SON PER (en inglés=)“como hijos para…” los demás).
Chema García
Cada loco con su tema
Opción 1:
Estaba loco de atar, pero mucho más cuerdo que todos los que le rodeaban
Opción 2:
- Hombre vecina, ¿qué tal te va? ¿Qué tal tu Antonio? Pobrecito, ¡quién lo iba a decir, a estas alturas…! Lo que es la vida, no hace más que darte sorpresas. Y para sorpresa, la que acabo de llevarme yo al cruzarme con la chica del 3º izquierda. Si nunca se la ve a estas horas… Te has fijado en ella, para mí que le falta un tornillo. Mira cómo viste, con la ropa esa que se lleva ahora, totalmente pasada de moda, llena de colores, parece una pordiosera. Y casi nunca se maquilla, ni se peina de peluquería. Podría arreglarse un poquito, digo yo. ¡Hay que ver que es rara! Va a trabajar de cualquier manera. No hay quién la entienda, ¡con el dinero que tiene!. No, si ya con vivir en este edificio, debe de estar forrada. Bueno, qué te voy a contar a ti, que lo sabes mejor que yo. Sí, eso me han dicho, que es millonaria, que heredó este piso y no sé cuantos millones y no es necesario que trabaje. Sin embargo, trabajar, sí que trabaja. Lo sé de muy buena tinta, créeme. Sólo que es de estas jóvenes de ahora, modernísimas, que necesitan tener un oficio para sentirse realizadas, para estar a la misma altura que los hombres. ¡Vaya bobada! Yo en cambio, que mi Pepe me traiga el dinero a casa, que tanto él como yo estamos más a gusto si yo me ocupo de las tareas del hogar. Además, a él le gusta así y a mí salir a tomar un cafelito con mis amigas, la partidita, el pádel, en fin, disfrutar de mi tiempo libre y hacer con él lo que quiera, tú ya me entiendes. Total, con lo que gana mi Pepe en el Ministerio, nos da para llevar una vida más que desahogada. Bueno, pues lo que te decía, que trabaja, pero todavía no he logrado saber en qué. Sale por las mañanas de casa tempranísimo y vuelve a eso de las tres. Unos días más pronto, otros más tarde. Después se mete en su hura y no volvemos a saber nada de ella. No da un ruido, la chica, eso sí. Alguna vez he oído música, pero muy bajita, muy bajita, que no me entero ni de quién canta. Seguro que no es mi Pantoja, porque si lo fuera… ¡claro que la hubiera escuchado!. Su música y su voz, son inconfundibles. La pobre. Hay que ver lo que le están haciendo a la pobrecilla, en la cárcel, ya ves tú, como si fuera una delincuente. Y eso que lo único que ha hecho en su vida ha sido trabajar duro para salir adelante, después de la muerte de su marido, que tuvo que sacar ella solita a sus hijos adelante. No hay derecho, oyes. Lo de ella y el Bárcenas, me tiene desazonada. ¡Adónde vamos a llegar!. Que a gente decente la metan entre rejas y luego anden por ahí esos melenas, perroflautas, gente de izquierdas y de mal vivir que no hacen que meter malas ideas a los demás en la cabeza. Fíjate que ahora está el coletas ese, que como salga en las próximas elecciones, nos va a dejar el país peor que con los socialistas, ¡qué ya es decir! Fíjate que dice que la gente con dinero tenemos que pagar más impuestos. Ni que tuviéramos que trabajar para esa chusma que no es más que un grupo de vagos. ¡Adónde vamos a llegar, hija mía!
Pues lo que te decía. Que se pone a escuchar música y no sale de casa. Bueno, los fines de semana sí. Tarde, eso sí. Las mujeres decentes no salen a esas hora, no señor. Si hiciera eso yo, el mi Pepe me iba a hinchar a hostias. Perdón por la palabra hija mía, pero es la verdad, que son unas horas que pa’ que. Y a veces viene con compañía masculina. ¡Habrase visto que golfa! También femenina, según toque. Pa’ mí que le da a los dos palos. Pero no he descubierto si tiene pareja formal. Si es hombre o mujer, ya me entiendes. Eso que estoy siempre al acecho a ver si veo algo que me de una pista sobre ella, no te creas; pero nada. Tengo la mirilla desgastada, hija. Pero nunca la he visto subir por la escalera con nadie fijo. Claro que con esas pintas, quién va a querer estar con ella. Además, tan escuchimizada como está. No sé qué comerá. Un día me la encontré en el supermercado de la esquina y tenía el carro vacío, un poco de pan, bastante fruta y verdura, algo de queso y carne. Ni unos bombones, ningún dulce, ¡ay! con lo ricos que están. Mira, ella se lo pierde, que bien que necesitaría unos quilitos de más. ¡Ah! y unos tampones. Es rara hasta para eso, hija, ¡dónde estén unas compresas que se quiten esos inventos nuevos! A mí sólo mi Pepe, ya sabes, casta y pura hasta la sepultura. Pero, ya ves tú cómo son las jóvenes de hoy en día, aquí todo el monte es orégano.
Me han dicho que todo su dinero se lo gasta en libros. No sé para qué querrá tantos. Yo la he visto leer muchas veces cuando tiene un poco las cortinas corridas. Pocas veces, no te creas, porque es muy celosa de su intimidad. Pero te lo digo de verdad, que tiene las paredes del salón llenas de estanterías con miles de ejemplares. Y la entrada también, que yo lo he visto. Además parece que son de todos los tipos, tú ya me entiendes, grandes, pequeños, gordos, delgados, nuevos, de segunda mano, viejísimos. Serán de esos raros, como ella. Hija, donde esté la Santa Biblia, que se quiten todos los demás. Y digo yo, para qué leerá tantos si luego no habla con nadie. En el portal, sólo “hola” y “adiós”; ningún vecino le ha sacado una palabra más. Con lo bonito que es llevarse bien con los vecinos. Ves, como tú y como yo, que nos vemos de vez en cuando y hablamos de los más y de los menos, ¿verdad? ¡Uy!, pero que tarde se me ha hecho con tanta cháchara. Me voy que va a llegar mi Pepe y no le tengo hecha la comida y luego se pone de morros, que le duran por lo menos una semana. Te dejo, te dejo. Ya me contarás qué tal os fue en la operación de tu Antonio, que no puedo pararme. Si eso se paso yo por tu casa una tarde de estas y me cuentas. Madre mía, ¡hay que ver cómo corre el tiempo!, no le da a una ni tiempo para hablar con las vecinas….
- No, si aquí, cada loco con su tema, cariño, suelta su mierda y no quiere saber nada de los demás. Mejor, así no se entera todo el vecindario…
Toñi Martín del Rey
Lo que te conté, Manuela
Mucho me temo que a mis cuarenta y seis años (nací en el 38), ya no tenga mucho juicio que perder.
Recuerdo que antes de que me trajeran a este sitio desde el que ahora escribo, yo vivía en una casa de piedra, con chimenea y balcón. Allí tenía un periquito azul y un pez naranja. No jugaban entre ellos, pero sí yo con los dos, más con el periquito que con el pez, que no se dejaba coger ni cuando lo echaba en el cubo grande de zinc que tenía mi madre guardado en el bodegón para cuando hacía el jabón de sosa una vez al año, por los Santos casi siempre. También tenía una radio del tamaño de una máquina de coser, de color granate. Un día la abrí porque me gustaba mucho una canción de Marisol, que cantaba en aquel momento, y yo quería conocerla, que me habían dicho que era muy guapa, rubia con los ojos azules, como las alemanas. Así que, cogí un cuchillo que había en la cocina y me dispuse valientemente a desollar la susodicha como si de un conejo se tratara. Separé cabeza de tronco y pie de pantorrilla, y al fin, cuando todo estaba más o menos flojo, salió una mano sosteniendo un clavel por el hueco que había dejado el altavoz, y detrás de la mano, el clavel, el codo y el hombro, apareció la cara más risueña que nunca había visto. Era Marisol en persona, con su altísima coleta rubia y larga, su sonrisa y su canción. Estuvimos un largo rato cantando, hasta bailamos por Soleá la canción que sonaba en el momento, y tras despedirse, me dio un abrazo y se volvió al interior de la radio. A saber si en alguna otra casa también la estaban esperando.
Dice mi madre que, a veces, me invento historias. No es verdad.
La otra tarde, cuando fui a pasear por el sendero que lleva hasta el bosque que hay detrás de la casa de mi tía Margarita, me encontré con la puerta abierta, (del bosque, digo) y me quedé mirando por si alguien me veía. Como en aquel momento nadie pasaba por allí, me atreví a pasar y me colé hasta el interior. Lo primero que hice fue encender la luz, no quería que me sorprendiera nadie y me asustara, que lo paso muy mal después. Además, pensé que así, tal vez, podría encontrarme con los animalillos que salen en los cuentos. No fue así. La puerta estaba abierta, precisamente hacia afuera. Eso quería decir, (que yo no lo sabía) que había sido abierta desde dentro. Nada más traspasar el umbral del bosque, sentí sobre mi cuerpo un leve escalofrío. El viento despeinó mi pelo, descolocó mis ropas, desdibujó mi sombra ahora más alargada por la luz artificial. Me encontré frente al árbol más alto que jamás había visto, y en cuyo interior tomaba café una liebre y un corzo. No quise tomar nada, no tenía ganas y, es que tengo que reconocer, que desconfié de ellos y por eso me fui. No por nada pero, tenían sobre la mesa una especie de botellas pequeñas que contenían líquidos de distinto color. A saber qué era aquello.
Total que, me empezó a entrar hambre y decidí irme a casa. Eso sí, apagué la luz del bosque y no olvidé cerrar la puerta al salir. No quería que el viento, que allí empezaba a encrespar las hojas de los robles, llegara hasta mi casa, se colara aventurándose por la chimenea y pudiera desordenar mi habitación, mis papeles sobre la mesa, que son tantos, mis cortinas recién almidonadas. Más que nada, porque estaba pendiente de venir a visitarnos W. D.
Ah, que tengo que contar quién es W.D. Bien, su nombre completo es WALTER DATSON. En la casa de la esquina, justo al lado de la casa de mi mejor amiga Rose (se llama Rosa, pero siempre la llamo Rose), vive una familia extranjera, creo que de New Jersey, me hace gracia porque es como la prenda de vestir, por eso nunca se me olvida. Llevan poco más de un año viviendo aquí. Hace unos días, hablando con Bruno, uno de sus hijos, me contó que había venido a visitarles un viejo amigo de la familia, Walter Datson.
– ¡No cuentes nada, Augustine! Ha venido a investigar el pasado de su familia que, según cuenta descendía de aquí, y más aún… La casa donde vivieron sus antepasados, que casualmente es la casa donde ahora vives tú.
Para ser más exactos, me dijo mi madre que pasaría una tarde de éstas con intención de que le enseñara la casa, en especial mi habitación donde, por lo visto, nació su abuela. Todo esto me suena un poco raro… Creo que conoce el secreto que está bajo la pata de mi cama, ese lugar en el que encontré el diario de Miss Geraldine BROSS. No pienso decirle nada al respecto. Nadie sabe de su existencia. Precisamente, para eso salí al bosque la otra tarde, para esconderlo en un lugar seguro.
_ ¡Despierte, señora Agustina! Se ha quedado demasiado tiempo dormida aquí fuera. La enfermera ha estado buscándola por toda la clínica, debe tomar sus pastillas cuanto antes. Venga conmigo a la enfermería. Por cierto, ha venido a visitarla un hombre algo más joven que usted, no me dijo de dónde es, pero por el acento y el nombre es extranjero. Dice que su padre le hablaba constantemente de usted. La está esperando en el salón que da hacia el Sur, su preferido. Ah, y que no me olvidara de decirle su nombre: WALTER DATSON JR.
Tina Martín Mora
Tomé el primer tren con dirección a España. Donde sabía con seguridad que iba a encontrar trabajo, lejos del frío, el hambre o la necesidad de encontrar mi personalidad después de haber pasado el invierno tan frío en Alemania.
La flecha del dibujo no me indicaba lo contrario, atravesaba la puerta.
Destino: Descanso.
Iria Costa
Perdió el juicio
Esta mañana ha perdido el juicio, pero no era la primera vez, hacia años que comenzó este pulso con la justicia e invariablemente salió destruido.
Alfredo Domínguez
Azares
Abstracto y concreto se juntan a golpes de entropía en una personalidad circular, perdida, que se desenvuelve en un túnel oscuro a base de pasos sinuosos sin descanso. La telaraña se desgrana y la arrelatividad acecha el círculo para tirar del hilo cada vez más.
Por azares de las leyes, la de la relatividad se quedó atrapada en un laberinto y le cayó una “a” en la cabeza y de dar tantas vueltas, de ir y volver sobre los mismos pasos, se enunció una nueva ley que afecta a personalidades asustadas, amigas de la cordura, sin palabra, tiempo ni música.
Antonia Oliva
Greguerías que no con-cuerdan sobre lo loco…
No es lo mismo:
1. Lo-cura ≠ cúra-lo sin sotanas [Al revés= sanato(rio)s]… ni Satanás [Al revés= San Ata(do)s].
2. Ya loco-jo… ≠ Ja! ¿Loco yo?
3. A un loco ni caso ≠ ¿Acaso yo un loco?
4. Loca de ida y vuelta ≠ Cola de loco vuelta e ida
5. Dale la vuelta… ¿poco te parece loco?
6. ¿Qué le falta a un cuerdo? ¿Qué cuerda le sobra a un loco?
A un cuerdo cuando le falta cariño se mueve sin cuerdas para sentarse en un precipicio.
A un loco le sobre cuerda para sentarse a tu lado sin sentirse acosado por la falta de cariño.
Ten cuidado cualquiera podemos estar mañana a este o al otro lado de la frontera, pero nunca debemos olvidar que todos somos PERSONAS = PERSANOS= AS SON PER (en inglés=)“como hijos para…” los demás).
Chema García
Cada loco con su tema
Opción 1:
Estaba loco de atar, pero mucho más cuerdo que todos los que le rodeaban
Opción 2:
- Hombre vecina, ¿qué tal te va? ¿Qué tal tu Antonio? Pobrecito, ¡quién lo iba a decir, a estas alturas…! Lo que es la vida, no hace más que darte sorpresas. Y para sorpresa, la que acabo de llevarme yo al cruzarme con la chica del 3º izquierda. Si nunca se la ve a estas horas… Te has fijado en ella, para mí que le falta un tornillo. Mira cómo viste, con la ropa esa que se lleva ahora, totalmente pasada de moda, llena de colores, parece una pordiosera. Y casi nunca se maquilla, ni se peina de peluquería. Podría arreglarse un poquito, digo yo. ¡Hay que ver que es rara! Va a trabajar de cualquier manera. No hay quién la entienda, ¡con el dinero que tiene!. No, si ya con vivir en este edificio, debe de estar forrada. Bueno, qué te voy a contar a ti, que lo sabes mejor que yo. Sí, eso me han dicho, que es millonaria, que heredó este piso y no sé cuantos millones y no es necesario que trabaje. Sin embargo, trabajar, sí que trabaja. Lo sé de muy buena tinta, créeme. Sólo que es de estas jóvenes de ahora, modernísimas, que necesitan tener un oficio para sentirse realizadas, para estar a la misma altura que los hombres. ¡Vaya bobada! Yo en cambio, que mi Pepe me traiga el dinero a casa, que tanto él como yo estamos más a gusto si yo me ocupo de las tareas del hogar. Además, a él le gusta así y a mí salir a tomar un cafelito con mis amigas, la partidita, el pádel, en fin, disfrutar de mi tiempo libre y hacer con él lo que quiera, tú ya me entiendes. Total, con lo que gana mi Pepe en el Ministerio, nos da para llevar una vida más que desahogada. Bueno, pues lo que te decía, que trabaja, pero todavía no he logrado saber en qué. Sale por las mañanas de casa tempranísimo y vuelve a eso de las tres. Unos días más pronto, otros más tarde. Después se mete en su hura y no volvemos a saber nada de ella. No da un ruido, la chica, eso sí. Alguna vez he oído música, pero muy bajita, muy bajita, que no me entero ni de quién canta. Seguro que no es mi Pantoja, porque si lo fuera… ¡claro que la hubiera escuchado!. Su música y su voz, son inconfundibles. La pobre. Hay que ver lo que le están haciendo a la pobrecilla, en la cárcel, ya ves tú, como si fuera una delincuente. Y eso que lo único que ha hecho en su vida ha sido trabajar duro para salir adelante, después de la muerte de su marido, que tuvo que sacar ella solita a sus hijos adelante. No hay derecho, oyes. Lo de ella y el Bárcenas, me tiene desazonada. ¡Adónde vamos a llegar!. Que a gente decente la metan entre rejas y luego anden por ahí esos melenas, perroflautas, gente de izquierdas y de mal vivir que no hacen que meter malas ideas a los demás en la cabeza. Fíjate que ahora está el coletas ese, que como salga en las próximas elecciones, nos va a dejar el país peor que con los socialistas, ¡qué ya es decir! Fíjate que dice que la gente con dinero tenemos que pagar más impuestos. Ni que tuviéramos que trabajar para esa chusma que no es más que un grupo de vagos. ¡Adónde vamos a llegar, hija mía!
Pues lo que te decía. Que se pone a escuchar música y no sale de casa. Bueno, los fines de semana sí. Tarde, eso sí. Las mujeres decentes no salen a esas hora, no señor. Si hiciera eso yo, el mi Pepe me iba a hinchar a hostias. Perdón por la palabra hija mía, pero es la verdad, que son unas horas que pa’ que. Y a veces viene con compañía masculina. ¡Habrase visto que golfa! También femenina, según toque. Pa’ mí que le da a los dos palos. Pero no he descubierto si tiene pareja formal. Si es hombre o mujer, ya me entiendes. Eso que estoy siempre al acecho a ver si veo algo que me de una pista sobre ella, no te creas; pero nada. Tengo la mirilla desgastada, hija. Pero nunca la he visto subir por la escalera con nadie fijo. Claro que con esas pintas, quién va a querer estar con ella. Además, tan escuchimizada como está. No sé qué comerá. Un día me la encontré en el supermercado de la esquina y tenía el carro vacío, un poco de pan, bastante fruta y verdura, algo de queso y carne. Ni unos bombones, ningún dulce, ¡ay! con lo ricos que están. Mira, ella se lo pierde, que bien que necesitaría unos quilitos de más. ¡Ah! y unos tampones. Es rara hasta para eso, hija, ¡dónde estén unas compresas que se quiten esos inventos nuevos! A mí sólo mi Pepe, ya sabes, casta y pura hasta la sepultura. Pero, ya ves tú cómo son las jóvenes de hoy en día, aquí todo el monte es orégano.
Me han dicho que todo su dinero se lo gasta en libros. No sé para qué querrá tantos. Yo la he visto leer muchas veces cuando tiene un poco las cortinas corridas. Pocas veces, no te creas, porque es muy celosa de su intimidad. Pero te lo digo de verdad, que tiene las paredes del salón llenas de estanterías con miles de ejemplares. Y la entrada también, que yo lo he visto. Además parece que son de todos los tipos, tú ya me entiendes, grandes, pequeños, gordos, delgados, nuevos, de segunda mano, viejísimos. Serán de esos raros, como ella. Hija, donde esté la Santa Biblia, que se quiten todos los demás. Y digo yo, para qué leerá tantos si luego no habla con nadie. En el portal, sólo “hola” y “adiós”; ningún vecino le ha sacado una palabra más. Con lo bonito que es llevarse bien con los vecinos. Ves, como tú y como yo, que nos vemos de vez en cuando y hablamos de los más y de los menos, ¿verdad? ¡Uy!, pero que tarde se me ha hecho con tanta cháchara. Me voy que va a llegar mi Pepe y no le tengo hecha la comida y luego se pone de morros, que le duran por lo menos una semana. Te dejo, te dejo. Ya me contarás qué tal os fue en la operación de tu Antonio, que no puedo pararme. Si eso se paso yo por tu casa una tarde de estas y me cuentas. Madre mía, ¡hay que ver cómo corre el tiempo!, no le da a una ni tiempo para hablar con las vecinas….
- No, si aquí, cada loco con su tema, cariño, suelta su mierda y no quiere saber nada de los demás. Mejor, así no se entera todo el vecindario…
Toñi Martín del Rey
Lo que te conté, Manuela
Mucho me temo que a mis cuarenta y seis años (nací en el 38), ya no tenga mucho juicio que perder.
Recuerdo que antes de que me trajeran a este sitio desde el que ahora escribo, yo vivía en una casa de piedra, con chimenea y balcón. Allí tenía un periquito azul y un pez naranja. No jugaban entre ellos, pero sí yo con los dos, más con el periquito que con el pez, que no se dejaba coger ni cuando lo echaba en el cubo grande de zinc que tenía mi madre guardado en el bodegón para cuando hacía el jabón de sosa una vez al año, por los Santos casi siempre. También tenía una radio del tamaño de una máquina de coser, de color granate. Un día la abrí porque me gustaba mucho una canción de Marisol, que cantaba en aquel momento, y yo quería conocerla, que me habían dicho que era muy guapa, rubia con los ojos azules, como las alemanas. Así que, cogí un cuchillo que había en la cocina y me dispuse valientemente a desollar la susodicha como si de un conejo se tratara. Separé cabeza de tronco y pie de pantorrilla, y al fin, cuando todo estaba más o menos flojo, salió una mano sosteniendo un clavel por el hueco que había dejado el altavoz, y detrás de la mano, el clavel, el codo y el hombro, apareció la cara más risueña que nunca había visto. Era Marisol en persona, con su altísima coleta rubia y larga, su sonrisa y su canción. Estuvimos un largo rato cantando, hasta bailamos por Soleá la canción que sonaba en el momento, y tras despedirse, me dio un abrazo y se volvió al interior de la radio. A saber si en alguna otra casa también la estaban esperando.
Dice mi madre que, a veces, me invento historias. No es verdad.
La otra tarde, cuando fui a pasear por el sendero que lleva hasta el bosque que hay detrás de la casa de mi tía Margarita, me encontré con la puerta abierta, (del bosque, digo) y me quedé mirando por si alguien me veía. Como en aquel momento nadie pasaba por allí, me atreví a pasar y me colé hasta el interior. Lo primero que hice fue encender la luz, no quería que me sorprendiera nadie y me asustara, que lo paso muy mal después. Además, pensé que así, tal vez, podría encontrarme con los animalillos que salen en los cuentos. No fue así. La puerta estaba abierta, precisamente hacia afuera. Eso quería decir, (que yo no lo sabía) que había sido abierta desde dentro. Nada más traspasar el umbral del bosque, sentí sobre mi cuerpo un leve escalofrío. El viento despeinó mi pelo, descolocó mis ropas, desdibujó mi sombra ahora más alargada por la luz artificial. Me encontré frente al árbol más alto que jamás había visto, y en cuyo interior tomaba café una liebre y un corzo. No quise tomar nada, no tenía ganas y, es que tengo que reconocer, que desconfié de ellos y por eso me fui. No por nada pero, tenían sobre la mesa una especie de botellas pequeñas que contenían líquidos de distinto color. A saber qué era aquello.
Total que, me empezó a entrar hambre y decidí irme a casa. Eso sí, apagué la luz del bosque y no olvidé cerrar la puerta al salir. No quería que el viento, que allí empezaba a encrespar las hojas de los robles, llegara hasta mi casa, se colara aventurándose por la chimenea y pudiera desordenar mi habitación, mis papeles sobre la mesa, que son tantos, mis cortinas recién almidonadas. Más que nada, porque estaba pendiente de venir a visitarnos W. D.
Ah, que tengo que contar quién es W.D. Bien, su nombre completo es WALTER DATSON. En la casa de la esquina, justo al lado de la casa de mi mejor amiga Rose (se llama Rosa, pero siempre la llamo Rose), vive una familia extranjera, creo que de New Jersey, me hace gracia porque es como la prenda de vestir, por eso nunca se me olvida. Llevan poco más de un año viviendo aquí. Hace unos días, hablando con Bruno, uno de sus hijos, me contó que había venido a visitarles un viejo amigo de la familia, Walter Datson.
– ¡No cuentes nada, Augustine! Ha venido a investigar el pasado de su familia que, según cuenta descendía de aquí, y más aún… La casa donde vivieron sus antepasados, que casualmente es la casa donde ahora vives tú.
Para ser más exactos, me dijo mi madre que pasaría una tarde de éstas con intención de que le enseñara la casa, en especial mi habitación donde, por lo visto, nació su abuela. Todo esto me suena un poco raro… Creo que conoce el secreto que está bajo la pata de mi cama, ese lugar en el que encontré el diario de Miss Geraldine BROSS. No pienso decirle nada al respecto. Nadie sabe de su existencia. Precisamente, para eso salí al bosque la otra tarde, para esconderlo en un lugar seguro.
_ ¡Despierte, señora Agustina! Se ha quedado demasiado tiempo dormida aquí fuera. La enfermera ha estado buscándola por toda la clínica, debe tomar sus pastillas cuanto antes. Venga conmigo a la enfermería. Por cierto, ha venido a visitarla un hombre algo más joven que usted, no me dijo de dónde es, pero por el acento y el nombre es extranjero. Dice que su padre le hablaba constantemente de usted. La está esperando en el salón que da hacia el Sur, su preferido. Ah, y que no me olvidara de decirle su nombre: WALTER DATSON JR.
Tina Martín Mora
Sofía:
ResponderEliminar“Desarticulo la imagen,
vuelco mi yo deshabitado,
para sentir la infinita longitud
del placer que me atormenta.”
Placeres que atormentan… hummmm. Como siempre Sofía. Muy bien
Miguel Ángel:
Me gusta “Record a la locura”. Los otros no están mal pero a mi “ni fu ni fa = fi”. Se reconoce la dedicación y el ánimo. Gracias M.A., un saludo especial, MARCÉ VENTTINI
Fernando:
Texto que deja a uno “tieso”… “Frenopático Casa de las Conchas”… ¡andamos toos locos!, es cierto, pero locos por escribir… y las ventanas para admirar a las chicas guapas de la Ponti que pasan por la calle… ¡viva la vida!
Los haikus no son mi fuerte… he tenido que tirar de internet… ¿“uróboro” es esdrújula? Muy bien tu tarea Fernando. Gracias
Leticia:
“Hay gente que busca tanto no caer en la tentación que la ve por todos los rincones, pienso mientras mis pasos me acercan a una torre de dimensiones imposibles.”
Mucha verdad, es más, hay gente que ve el pecado a cada paso y otros que viven con él y saben disimularlo emulando a los santos mártires…
Muy bien escrito Leticia… prometes, prometes mucho. Magnífica. Gracias guapa.
Luis:
“El cadáver lo descubrió un joven fisioterapeuta que se desplazaba a su localidad de origen, un pueblo cercano a la capital zamorana, después de haber asistido esa misma tarde en Salamanca a un curso de escritura creativa.” El parecido es mera coincidencia… ¡ejem!
Amigo Luis, creciendo semana a semana. Ingeniosa, irónica, graciosa, muy bien llevada. Enhorabuena Luis.
Vicente:
“Yo loco”… yo también. ¡Ahí estamos! “oculto en un garabato…”
Elena:
Tus textos están cargados con un toque de humor, como diciendo: ¡joder! Ya estamos cansados de tanta seriedad y tanta “pastalogía”, ¡a soltarse el pelo, a reírse! … Se nota tus buenas actitudes de escritora creativa y tu paso por el taller… Muy bien, gracias por compartir.
Ana:
Escrito por la mano sensible de una gran artista, que aunque ella no lo reconoce, para muestra está este maravilloso texto. Todo cuadra, todo tiene algo que decir te introduce en ese mundo donde la fantasía se une a la sensibilidad y deja un sabor grato, muy grato, la locura pasa desapercibida en un dibujo desdibujado. Muchas gracias Ana por regalarnos tu arte semana a semana.
“Solo los caballos blancos que han galopado sin freno, conocen la cima de la cordillera que acaricia el universo, el lugar de donde todo procede, la burbuja de aire fresco que escoba la sordera, la ceguera y el miedo a tener miedo.”
Iria:
Breve claro y conciso, no hay nada como un merecido descanso entre la gente que se quiere… Muy bien.
Alfredo:
Perfecto Alfredo, jugando con los juicios…
Antonia:
“Por azares de las leyes, la de la relatividad se quedó atrapada en un laberinto y le cayó una “a” en la cabeza y de dar tantas vueltas, de ir y volver sobre los mismos pasos, se enunció una nueva ley que afecta a personalidades asustadas, amigas de la cordura, sin palabra, tiempo ni música.”
Me gusta tu texto… ¡cuánto le debemos al azar!. Muchas gracias Antonia por tus tareas semanales con tu toque personal de escritora creativa de gran altura.
Chema:
Refrescantes tus greguerías, ¡geniales!.
Me quedo: “¿Qué le falta a un cuerdo? ¿Qué cuerda le sobra a un loco?”
Enhorabuena.
Toñi:
Ja…ja. Una conversación que no tiene desperdicio, seguro que la escuchaste cuando ibas a salir de casa y esperaste a que las dos arpías protagonistas se fueran de tu puerta. Muy buena Toñi. Gracias por compartir.
Continúo, aunque no sé si el comentario anterior llegó correctamente.
ResponderEliminarIRIA: he de reconocer que no entiendo tu texto.
ALFREDO: Para mi queda algo cojo, le falta recorrido.
ANTONIA: Hermoso fijándote en una parte del dibujo.
CHEMA: Ingeniosos juegos que hacen pensar en la perfopoesía, por ejemplo de Gonzalo Escarpa.
TOÑI: Opción 1: Suele pasar.
TINA: Me gusta tu ejercicio de subrealismo mental, un texto delicioso.
Salud.
Tina:
ResponderEliminarMuy bien tu texto, como siempre lleno de ternuray exquisitez. Enhorabuena. No decaigas lo haces genial.