Guardar un secreto

La sesión del lunes, 16 de noviembre, la celebramos en secreto pues ese era precisamente el tema a tratar. Comenzamos hablando de los secretos de sumario, los secretos profesionales, los secretos de confesión y los secretos de estado. Pero como desconocemos todos esos secretos nos referimos a los secretos de cada cual.
Hablamos de El club de los siete secretos, de Enid Blyton, para referirnos a la infancia y al modo en que percibíamos de niños las cosas. ¿Quién no sintió con muy pocos años de edad la emoción que suponía guardar un secreto?
Hace unos meses un grupo de hispanistas se reunieron para abordar a fondo el tema en un Congreso titulado "Secreto y género literario". Algunas de esas comunicaciones señalaban la relación directa entre secreto y literatura. Luis Gonzali afirmó, por ejemplo, que "un secreto a quemarropa siempre trae una historia detrás". El texto literario, al igual que la ficción cinematográfica, crean zonas oscursa reservadas al secreto y al misterio. 
El propio Andrés Neuman nos habla de cómo un final de una historia -cuando resulta misterioso- es en realidad un secreto repartido entre autor y lector. Escribir un microrrelato, señala Neuman, es precisamente eso, compartir un secreto.

Mostramos y leímos el maravillo álbum ilustrado de Éric Battut titulado "El secreto" (Editorial Kókinos) donde el protagonista -como cuenta Pep Bruno- es un pequeño ratón que tiene un secreto (una manzana que ha escondido, enterrándola) y que no quiere compartirlo (mientas la manzana va enraizando, germinando y creciendo como manzano).



Y conocimos que hay dos tipos de secreto gracias a Sophie Benini y Livia Signorini (Editorial Thule) y su álbum "El libro de los secretos": los de luz y los de sombra.




Después leímos algunos textos relacionados en mayor o menor medida con los secretos antes de formular la tarea de escritura. Dejamos aquí un breve repertorio:

El espía

Antes de recibir el tiro de gracia de sus perseguidores, en el instante en que expectoró su primera sangre con la mirada fija en aquellos zapatos (de un horrible marrón claro, como no pudo dejar de advertir), bajo la amenaza de aquel cuero dispuesto a propinarle otro puntapié, tras haber sido capturado en las cocheras mientras intentaba darse a la fuga desesperadamente, el espía se sintió atravesado por una convulsión distinta: el deseo de vengarse de sus enemigos contándoles la verdad; pues, ya que no podría alcanzar la libertad ni la supervivencia, al menos utilizaría a sus verdugos para escapar del más inhumano de todos los tormentos, el de morir con la carga de un secreto jamás revelado.

Andrés Neuman

Secretos personales

Rafael Nadal y yo tenemos problemas en la rodilla izquierda. Se lo dije el otro día a mi mujer, mientras lo veíamos jugar en Wimbledon.
–A ese chico le duele la rodilla izquierda, como a mí.
–¿Y qué tiene que ver una cosa con otra? –preguntó ella con expresión de extrañeza.
–Tiene que ver con que estamos hablando de rodillas. Más aún: de rodillas de mamíferos. Más todavía: de rodillas de seres humanos varones. Son muchas coincidencias, ¿no?
–Eso –respondió mi mujer– es como si yo digo que tengo las mismas jaquecas que Emilia Pardo Bazán.
–La Pardo Bazán no tenía jaquecas.
–Si las hubiera tenido.
–Pero es que no las tenía.
–Está bien, las de Virginia Woolf.
–Cuando Virginia Woolf tenía jaquecas –digo yo–, no podía escribir. En cambio, Rafa Nadal juega cuando le duele la rodilla.
Mi mujer hace un gesto como de darme la razón y continuamos viendo el partido. Me doy cuenta de que en los descansos, el muchacho se lleva la mano a la rodilla izquierda, como para darle un breve masaje. Aunque parezca mentira, y debido a una cuestión de empatía inexplicable (tengo debilidad por ese chico), yo noto la presión que él ejerce en su rodilla sobre la mía. Es como ir al fisioterapeuta sin moverse del sofá. Cuando se coloca una bolsa de hielo, yo también siento el frío.
–¿Qué tomaba Virginia Woolf para sus jaquecas? –pregunto a mi mujer.
–No tengo ni idea –dice ella–. ¿Por qué?
–Por nada.
Me voy a la cocina, envuelvo un poco de hielo en un paño y me lo coloco en la rodilla, no por mí, que ahora no me duele, sino por Nadal, que está haciendo un esfuerzo tremendo. Gracias en parte a mis cuidados, gana el torneo. Pero no presumo de ello, me lo callo, porque estas cosas no están bien vistas. Por la noche, consulto una biografía de Virginia Woolf, para estudiar la naturaleza de sus jaquecas y resulta que sí podía escribir con ellas, incluso gracias a ellas. Pero no digo nada.

Juan José Millás

Mi secreto

¿Mi secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido 
de amores por un ser desaparecido, 
por un alma liberta, 
que diez años fue mía, y que se ha ido... 
¿Mi secreto? Te lo diré al oído: 
¡Estoy enamorado de una muerta! 

¿Comprendes -tú que buscas los visibles 
transportes, las reales, las tangibles 
caricias de la hembra, que se plasma 
a todos tus deseos invencibles- 
ese imposible de los imposibles 
de adorar a un fantasma? 

¡Pues tal mi vida es y tal ha sido 
y será! 
Si por mí sólo ha latido 
su noble corazón, hoy mudo y yerto, 
¿he de mostrarme desagradecido 
y olvidarla, no más porque ha partido 
y dejarla, no más porque se ha muerto?

Amado Nervo


Propusimos como tarea escribir tres secretos; uno de luz (de esos secretos que guardar con cariño y los compartes cuando se hacen grandes y hermosos), otro de sombra (de esos que nos arañan por dentro y que si llega el caso revelamos como forma de desahogo) y otro libre para dejarlo en el bolsillo de un pantalón, una camisa o un abrigo en alguna tienda de moda. 

Estos son algunos de los secretos revelados en el taller de escritura



Secreto compartido

Mi pasión por la lectura, me ha hecho acumular a lo largo de estos años mas de 3000 libros, los cuales los tengo distribuidos aleatoriamente en varias estanterías con doble hilera de libros.
Allí descansa una palabra escrita dentro de uno de ellos con un nombre de mujer, nombre ficticio, solo ella y yo conocemos el nombre real, y porqué se escribió en ese libro y en esa página en concreto.
Es un secreto compartido, nadie que pueda leer el libro podrá relacionarnos, ni sacar ninguna conclusión, solo sabemos los dos ese secreto.
La vida de ambos ha transcurrido de forma paralela, y cuando ha existido algún encuentro fortuito, nunca hablamos del libro, aunque los dos sabemos que existe; una ligera sonrisa suele acompañar la despedida.

Luis Iglesias


Secretos rotos

Prendida en mi latir,
adivino palabras
que crujen en la imaginación.
El secreto se hace luz,
sensación de vivir entre mis venas.
Imagen de ideas camina con la mente
que roba mis sentidos.
Diálogo de sombras esconde mi silencio,
desnuda el gesto.
Oculta entre mis labios,
despejo el sentimiento
para beber sonidos de otra voz.

Sofía Montero


El secreto

En la oscuridad de la noche, no puedo dejar de acordarme de esa persona. Era una persona especial del pasado, juntos compartimos muchas cosas. Todavía sigo recordando como nos lo pasábamos de bien.

David Álvarez


Un credo ciego siempre es padre de ataúdes
Hay catavinos de porrón ajeno. Tumbacuartillos de lengua gorda, mirada opaca y trino fúnebre. Halcones de vuelo bajo que entre dos luces, haciendo eses, se "arrebañan" al calor de cuatro paredes: muros con raíces falsas. Son promesas libres que naufragan en una copa común. El aliento los delata. Siembran pendones. Cosechan mortajas. Desconocen al dragón que engendró una musaraña, al jilguero que se enamoró de una jirafa, al delfín que amaba el desierto, al tiburón de fuego que vive en el Himalaya.
Sobre la mesa una copa. Nada te obliga a apurarla.

Ana Isabel Fariña


El secreto de Yrit

Es fácil convertirse en estatua. Ser sal momificada. Chispa que no vuela. Gracia que no nada.
Es difícil ser nómada en la tierra de uno mismo.
El eco de un pasado que arde es una lengua de acero: una hoja viscosa preñada de duelo y duelos. Expertos espadachines la manejan.
Yrit -la esposa de Lot- lo sabe. 

Ana Isabel Fariña


Sacamantecas y su talón de Aquiles
Conozco serpientes bípedas de mordedura salvaje. Dicen que son letales. Más su dentellada es inocua para quien este chascarrillo sabe:

" Veneno, venenito
Veneno, venenón
Si circula por mis venas
Se convierte en mi sayón
Veneno, venenito
Veneno, venenón
Cuando busques en mis venas
No encontrarás colchón "

Y es que es trampa de cartón afirmar con convicción que alguna vez alguien murió porque un reptil de sangre fría, sin más ni mas, le mordió. Si el mordido falleció únicamente ocurrió porque sin más ni más, el difunto, al veneno en sus entrañas, sin saberlo, acomodó.

Ana Isabel Fariña


Un secreto secreto

Un árbol tuvo un hijo, lo llamó libro. El hijo del árbol se hizo hombre y sembró sus palabras. Creció un bosque. Era sencillo y hermoso.
Un susurro sibilante, una sonata secreta, trepó por su tronco y se enredó en su savia. Comenzó el exilio y con él, la batalla. Un duda fue suficiente. Una hoguera vistió el bosque. Ardieron troncos, letras y ramas. De sus cenizas, germinaron voces adulteradas. El hijo del árbol se hizo sombra. El hombre coleccionista de máscaras. Olvidó que podía sembrar su verbo, construir su casa, compartir su semilla y su manzana. Dibujar un paraíso.
La desconfianza es una carcoma que habita en la arboleda. Cultiva ignorancia. Recoge prostíbulos en llamas.

Ana Isabel Fariña


Relámpagos: Arcanos breves
El reloj anunció: "¡las doce!", el calendario gritó: "¡Navidad!", y a la de Dios es Cristo, dio comienzo el carnaval.

Hay que cuidar los fonemas. Si la miel se trasforma en hiel, el canto será llanto, y el juego duelo
Cualquier niño lo sabe. Barrer es difícil. Las pelusas son monstruos que viven debajo de la cama. 

Engordan con el miedo. Con la noche se hacen fuertes. Cuanto más las escondes, más crecen. Y una mañana, a pleno día, el sol desaparece.

Gala que solo engalana es gala vana. Siempre se pierde un zapato que te delata. 

Hay que llevar la sal al guiso. La nata se vuelve agria a la espera de un luego. El tiempo no es antídoto del miedo.

El cielo se rasgó y cayeron amapolas. Durante siete dias y siete noches llovió en el oscuro país del hielo. A la hora séptima del séptimo día, la tormenta cesó. Todo floreció de nuevo.

Secuestrar la curiosidad es una necedad notable. Un despropósito similar al desvarío de robar la luna a la noche y alumbrar la oscuridad con un escuálido fuego.

Los topos afirman que cuando los puentes se desmoronan, las orillas del río se alejan. Densa es la niebla que los abraza. ¿Acaso el pontón no nació del aliento de una mirada?

Dicen que los indios americanos contaban sus secretos a los árboles. Tal vez por eso, las praderas fueran tan grandes. Cabalgar sin carga, las ensancha.

Ana Isabel Fariña


Un secreto de alcoba

Ahora que estamos tú y yo solos, voy a desvelarte mi gran secreto.
Tengo un amante imaginario.
Por las noches, cuando todos duermen, cuando la casa está en silencio, se acerca a mi lado y se introduce lentamente en la cama. Es entonces cuando nos amamos incansables, obstinados, con pasión. Prudentes.
Después nos dormimos abrazos y, antes del amanecer, él abandona mi lecho con sigilo para no despertar a nadie. Deposita un beso en mis labios y se despide: “Hasta mañana, mi amor”.
Desde que él apareció en mi vida soy más feliz, pero duermo menos. Por eso, cuando veas mi cara de cansancio, no te preguntes más la causa. Ya la sabes.
Pero no lo digas, pues nadie lo sabe.

Toñi Martín del Rey


Secreto a voces

En un pantaloncito en Zara kids, donde esperaba que algún chico de 9 o 10 años. En este caso le dejé un secreto a voces, algo obvio, pero precisamente por obvio necesario decir:

"No crezcas, es una trampa"

Carlos Hurtado


Secreto de paz

Todos las mañanas antes de salir al exterior recargo el ánimo con música durante 5 ó 10 minutos.
Tumbada en la cama con la espalda apoyada dejo que la novena sinfonía de Beethoven inunde mis huecos en todas direcciones.

Antonia Oliva


Secreto

Un día me subí a una báscula y pesaba demasiado, caí en la cuenta que se debía a la cantidad de secretos que la gente me había confiado, los fui soltando a diestro y siniestro.
Todavía sigo a dieta.

Lourdes Hernández


Secretos

Tengo que confesar un secreto, es un caso real, cuando tenía 16 años estaba en la playa cerca de Ferrol, mi padre se metió a hacer pesca submarina al mismo tiempo que un chico que se dedicaba a la pesca de percebes, de tan solo 28 años. No se me olvida la imagen de la Cruz Roja intentando reanimarle y porque pensaba que era mi padre. Aún lloré. Al día siguiente publicaron la noticia en el Diario de Galicia.

Otro secreto: aquel vestido que me regaló la novia de mi padre ni me valía ni me gustaba. Sin embargo, sonreí.

Iria Costa


Guardar un secreto

Esta vez no sé qué escribir, pues lo que sé es un secreto. Por eso, contaré algo que puedo compartir, pero ya no será un secreto. El secreto es un misterio cuya esencia es la autodestrucción. Si se guarda no existe, si se cuenta deja de ser.
La pena por desvelar un secreto, oscila entre la muerte y la gloria. Siempre es desmesurada.
La espía descubre los secretos y, dependiendo de quién sea el receptor, le costará la vida o conseguirá el triunfo. Parece que ahora las espías no se llevan, puede que sean los secretos que de tan bien guardados ya no lo son.
Todas las espías esconden un secreto, buscan el suicidio y cuando la suicida revela su secreto, es tarde.
El mejor guardián de secretos es una persona con Alzheimer. Para él o ella están tan escondidos que ni siquiera se acuerda que lo guarda.
Aquel jefe de espías era perfecto, carecía de memoria.

Dionisio Alonso

1 comentario:

  1. Luis: Yo sé quién es.
    Sofía:Que nadie te robe nada.
    David: Nos pasa a casi todos.
    Ana: Eres una poetisa encubierta.
    Toní: No se lo diré a nadie.
    Lourdes:Yo tengo 2 basculas, una pesa 3 kg. menos que la otra
    Carlos: Muy original
    Antonia: Quién fuera Bethoven
    Al resto, animaros....

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