Hasta que la noche nos alcance

Ayer tuvimos un invitado muy especial en el taller de escritura creativa, Juan José Nieto Lobato.
Venía con un ejemplar de su libro "Hasta que la noche nos alcance" bajo el brazo. Su intención; desvelarnos sus secretos.
Juan José fue alumno de este taller hace años y aunque estuvo poco tiempo con nosotros dejó su huella en muchos de nosotros.Nos habló de sus años de formación y, de manera especial, sobre el Máster de Creación Literaria de la Universidad de Salamanca que cursó el año pasado y cuyo TFM es ahora un libro de relatos.




Juan José Nieto presenta el libro en su página de este modo:

Un hombre afrontando su último maratón, una familia unida por los New York Yankees, el lenguaje universal del fútbol y el sumo como escuela de vida. Un relato de golf en la frontera, lo que será del tenis en unos pocos años, los delirios de un obrero del ciclismo y el regreso a casa de un entrenador derrotado.
Ocho cuentos en los que el deporte irrumpe como eje para, a través de sus múltiples discursos, conducirnos por los senderos del éxito y la decepción, del amor y la soledad, de la vida y la muerte. Muchos personajes que bien pudieran ser uno solo avanzando por las distintas etapas de un deportista, de un ser humano: el surgimiento del entusiasmo, la profesionalización de la pasión y la nostálgica madurez del que comprueba, a través de los ojos de quienes lo rodean, que sus flores están ya marchitas; la dolorosa constatación de que, llegada la noche, el juego debe terminar.


Pero, ¿quién es Juan José Nieto Lobato? Él mismo se fotografía así:

Digamos que todo empezó una de esas tardes en las que el sol se aferra al cénit con una soga invisible y no hay agua suficiente en las fuentes para colmar la sed. Todos los demás niños jugaban, a pesar del calor, trepando por los toboganes o balanceándose en los columpios mientras yo los observaba, sentado en un banco o haciéndome fuerte en un pedazo de terreno, con el doble deseo de poder imitarlos o, al no ser esto posible, de que se cerniera una tormenta de granizo que nos obligara a regresar a casa.

Allí, en la vivienda, junto al fuego del brasero, era donde los otros se perdonaban ser mis amigos. Con los pies ya secos, cubiertos por las faldillas, escuchaban mis historias, muchas de ellas basadas en sus comportamientos durante los juegos de la tarde, aunque disimulados al situarlas en el mundo de los adultos, ese territorio enigmático que ahora, a nuestros veintidiez, observamos de una manera escéptica, cuando no resignada.

Ha habido siempre, en mi escritura, un poso de amargura, unas gotas, puede que residuales, de distanciamiento con la visión impuesta. Cuando los profesores nos leían cuentos en el colegio yo imaginaba otros, manteniendo el hilo de la lectura oficial solo para evitar el escarnio, la pena pública en el caso de que me tocara continuar y no supiera cómo ni por dónde. Cuando todos mis compañeros jugaban al fútbol yo probaba con el baloncesto. Cuando los dictámenes del sentido común y pragmático indicaban la preparación de una oposición empecé a cursar el Máster de Creación Literaria de la Universidad de Salamanca.

En ese curso, que no era el primero que había recibido acerca de la materia, discipliné mi creatividad, esa que siempre fiaba a futuro las ideas que rondaban mi cabeza, hipotecando posibles viajes y otros planes de ocio por unas cuantas horas en la mesa de un café. Finalmente, el trabajo final de aquel Máster ha visto la luz como colección de relatos (Ediciones En Huida, 2018) con el título Hasta que la noche nos alcance, metáfora del fin de fiesta que suponía, en las tardes de verano, la llegada del ocaso, la retirada de las madres, la llamada a la cena desde lo alto de un bloque de edificios.

Pero hay muchos más proyectos avanzados: un diccionario de términos deportivos, una recopilación de relatos breves sobre Madrid. También algunos relatos que cosecharon premios en certámenes más o menos relevantes y cuya recopilación podría dar lugar, tal vez, a una digna colección de narrativa breve, género en cuya práctica he invertido a fondo perdido muchas tardes, sentado, observando a mis viejos compañeros trepar por los toboganes del empleo y el amor, balancearse en el columpio de la vida sin caerse, sin pensar siquiera en caerse, cuando yo ni siquiera me atrevo a subir.

Juan José Nieto es entrenador de baloncesto de modo que la sesión giró en torno a la relación entre deporte y literatura, sus dos pasiones.
En el inicio de la misma leímos la carta que el jugador de baloncesto Kobe Bryant escribió para despedirse del baloncesto, después de 20 años jugando en la NBA:

«Querido baloncesto,

Desde el momento en el que empecé a ponerme los calcetines de jugar de mi padre, disparando mi imaginación con tiros ganadores en el Great Western Forum, supe que una cosa era verdad:
quedé enamorado de ti.

Un amor muy profundo al que le entregué todo, desde mi mente y mi cuerpo hasta el alma y el espíritu.

Siendo un niño de seis años, profundamente enamorado de ti, nunca vi el final del túnel, solo me veía a mí mismo corriendo para salir de uno.

Y corrí, corrí hacia arriba y abajo de cada cancha, después de cada balón perdido, por ti. Exigiste mi empuje, te di mi corazón, porque eso vino con mucho más.

Atravesé el sudor y el dolor, no porque el desafío me llamase, sino porque TÚ me llamaste. Hice todo por TI, porque eso es lo que tú haces cuando alguien te hace sentir tan vivo como tú me has hecho sentir. 


Concediste a un pequeño niño de seis años su sueño Laker, y siempre te amaré por ello. Pero no puedo amarte de manera tan obsesiva por mucho más tiempo. Esta temporada es lo último que tengo que dar. Mi corazón puede atajar los golpes, mi mente puede lidiar con la dura rutina, pero mi cuerpo sabe que es tiempo de decir adiós.

Y eso está bien. Estoy listo para dejarte ir. Quiero que lo sepas para que ambos podamos saborear cada momento que dejamos juntos. Los buenos y los malos. Nos hemos dado todo lo que tenemos mutuamente.

Y los dos sabemos que no importa lo que haga después, siempre seré ese niño con los calcetines y cubos de basura en la esquina: “05 segundos en el reloj, balón en mis manos 5… 4… 3… 2… 1”

Siempre te amaré,

Kobe».

Esta carta forma parte del cortometraje "Dear Basketball", ganador de un Óscar:




Transcribimos a continuación uno texto que Juan José Nieto dedica a Joaquín Sabina, "Glosas sabinienses":

“No admite su mester de juglaría más balazo que el sol cuando despunta”

Luis García Montero. Prólogo a Ciento volando de catorce



Fue en un pueblo con mar una noche después de un concierto,
es cierto: tú querías dormir con ella, sí, pero ella quería dormir sola.
Luego todo pasó –esto sí– de repente; ella puso su dedo en tu espalda,
pero no dibujó un corazón, porque antes ya estaba tu mano debajo de su falda.

Y no, no sabe de sobra –ni se lo cree– que sea la primera.
Sí, en cambio, que vas por los tejados como un gato sin dueño,
y que te envenenan los besos que vas dando,
y que cuando duermes sin ella, con ella sueñas.
Pero que te jodan, piensa.

Que te jodan, Joaquín, por no querer un amor civilizado,
cargar con sus maletas o un columpio en el jardín.
Que te den por culo, Sabina, por no buscar un trabajo para llegar a fin de mes
y por desearle la muerte aunque tú mueras también.

Y ahora que las floristas siguen sin saludarte –a mí no me engañas–,
ahora que sigues sin tener ni idea de lencería –a ellas tampoco–
y que todavía tropiezas en los bailes de salón, tenía que decirlo.
Tenía que decirlo porque me sobran los motivos para hacerlo
y porque, a pesar de todo, no acuso a tu corazón, cerrado por derribo.

Nada tengo que añadir, sin embargo,
sobre el mezquino hurto que sufrieras cuando abril era lo único que te quedaba.
Tampoco sobre el tequila que a cada duda tomaste
por el bulevar de los sueños rotos]
ni sobre la iluminación que tuviste en Comala, ya sabes,
“al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.


Mas sé que regresaste allá donde se cruzan los caminos,
y que te bajas en Atocha
buscando acaso un encuentro que te ilumine el día
–con Magdalenas o princesas rubio platino–
no hallando más que puertas que niegan lo que esconden.

Y es sabido de todos, no hacen falta glosas para ello,
que mientras hacías trampas al póker y defraudabas a tus amigos,
que mientras confundías con estrellas las luces de neón,
componías la canción más hermosa del mundo.

Y no hacen falta glosas, tampoco, para saber
que te hemos querido tanto que ni 19 días y 500 noches
bastarán para olvidar tus letras cuando llegue, quiera que tarde,
esa sala de espera sin esperanza,
esa misa de réquiem a la que nunca fuiste aficionado
y para la que el cura que ha de imponerte la extrema unción
ya ha dejado de ser monaguillo.]


Propuesta de escritura

Escribe un poema, un relato o un microrrelato relacionado con algún deporte.



Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


El deporte

-¡Deberías hacer algo de deporte y no estar todo el rato ahí tumbado! -me decía mi padre todos los días en tono de reprimenda- Déjalo ya papá eso ya lo he probado antes y no sirve para nada -le contestaba yo con cariz de pereza mientras seguía tumbado a la larga en mi sofá.

Un día, después de escuchar la acostumbrada cantinela de mi progenitor, mientras estaba repantigado en mi trono particular, tuve la acertada idea de poner las manos sobre mi prominente abdomen, no es que nunca las hubiera puesto antes, lo hacia todos los días, pero en esa ocasión lo hice con distinto propósito, con algo de critica -¡Vaya!- me dije -Creo que esta barriga no era así hace poco tiempo -dicho esto hice ademán de levantarme, el esfuerzo que me supuso alcanzar la postura vertical me costo dios y ayuda, en ocasiones anteriores no le había dado demasiada importancia, pero en esos momentos el complicado propósito me indujo a pensar; fui a mi dormitorio y me situé frente al espejo, después de subirme la camiseta hasta las axilas, me puse de perfil, cambie varias veces de perspectiva, pero nada, pusierame como me pusiera la hinchada barriga no decrecía, muy al contrario, cada vez que cambiaba de postura la condenada parecía agrandarse, tras un buen rato de integra examinación llegué a la conclusión de que aquella prominente barriga no debía crecer más; abrí entonces el cajón de mi cómoda y rebusqué entre la ropa, allí, debajo de todo había un pantalón de deporte, lo puse bajo mi brazo y volví a rebuscar -Esta misma- dije al encontrar con la misma sorpresa que el pantalón una camiseta informal que hacia tiempo que no me ponía, siempre me había gustado vestir con ropa ancha por lo que la talla del equipo deportivo improvisado habría de valerme, me despoje de mi anterior vestimenta y me enfunde el pantalón, a duras penas entró por mis también dilatados muslos, pero tras un arduo esfuerzo por fin logré ponérmelos, la camiseta, más ancha como ya he dicho, fue más agradecida y me entró a la primera.

Llevo dos años corriendo, o haciendo running como gusta llamarlo ahora, los primeros días corría unos pocos metros y al cabo me paraba, reiniciaba la carrera y tras otra intentona volvía a detenerme, cuando acababa una centuria de metros parecía que iba a expulsar "los bofes" por la boca; al cabo de un mes logré concluir una corta carrera de dos Kms. Hoy participo en todas las carreras populares que se organizan en cada barrio de la ciudad y cuando no, voy a correr yo solo, el reto que me supone acabar un recorrido que previamente he trazado me otorga una satisfacción que me relaja y me ayuda sin duda mentalmente para afrontar otros retos que tengo planteados en mi vida. Puedo decir sin ningún reparo que el deporte ha abierto mi mente, ha cambiado mi vida, ha transformado mi cuerpo... -¡Ah he perdido veinte kg! -ahora mi padre me dice constantemente- ¡Otra vez vas a correr, no, si acabarás jodido ya verás! -

Eugenio Madrid Jiménez
Grupo A


Prefiero un empate

A lo largo de los años, uno tiene la posibilidad de practicar y conocer distintos deportes.
En mi pueblo de chaval se montaba en bicicleta y se jugaba al balón, nos íbamos a la era, nos quitábamos el jersey o cogíamos dos piedras gordas para hacer las porterías, allí se echaban pies y se hacían los equipos entre los que nos juntábamos después de salir de la escuela, cada día un equipo distinto, era una gozada, si te caías en la hierba no te hacías daño, se disfrutaba del balón, de los regates, de los compañeros.
Con el paso del tiempo se organizaban torneos con los pueblos de al lado, nos desplazábamos en bicicleta a jugar los domingos por la mañana y después de jugar nos volvíamos a comer a casa, el resultado casi no importaba, hacíamos muchos amigos.
En el instituto surgió la posibilidad de jugar al baloncesto, al frontón, al tenis, y no era tan difícil, solo practicar y pedir una raqueta a los reyes magos, pues eran pocos los que la tenían.
En la época de la facultad había más competitividad, buenos jugadores en todo, en baloncesto, balonmano, fútbol, atletismo, aquí era cuestión de ganar, yo deje de competir, me dediqué a estudiar, y a jugar algún partido entre amigos y poco más, el ambiente era distinto.
Una vez ya trabajando me mantuve activo jugando al tenis con los amigos los fines de semana, disfrutaba haciendo deporte, la mayoría de las veces lo dejábamos cuando íbamos empate a juegos.
Pero claro hablo de practicar deporte, no de jugarnos la vida en ganar o perder, aquí el empate no vale, igual que no vale hacer amigos, lo que vale es ganar como sea y a mi eso nunca me ha gustado, prefiero un empate y hacer amigos.

Luis Iglesias 
Grupo B


¿Deporte?

Unió sus fuerzas a las de otros cuantos y entre todos lograron volcar el coche. Alguien sacó un chisquero y a poco el vehículo ardía incontenible. No mucho más allá, grupos de coleguis habían hecho lo propio y en la calle pronto fueron seis las hogueras. Perfecta la noche, qué espectáculo; se sentía realizado. Muy bien, ahora pues, se marcharía a casa y se sentaría frente al ordenador para recoger todo por escrito. Luego, dejaría reposar el texto un par de días antes de volver sobre él para dejarlo pulidito antes de mandarlo. Aunque, los del taller son un poco exigentes, demasiado puntillosos para su gusto. ¿Y si resulta que a eso ellos no lo consideran deporte?

Pascual Martín
Grupo B


Rara avis

Era persona discreta, educada, suscitaba simpatías por doquier. Amigo de sus amigos, e incluso de los que no lo eran. Respetaba opiniones contrarias y no tenía empacho en explicarse por si alguien podía obtener provecho de su dilatada experiencia o de su modo particular de ver las cosas. Conciliador siempre, satisfecho y disfrutador de la vida. ¿Que si practicaba algún deporte? No, no, imposible, hubiera sido incapaz de ganarle a nadie.

Pascual Martín
Grupo B


Su deporte

Suena el despertador, las siete en punto, unos minutos de estiramientos y lista para empezar la jornada. El zumo, las tostadas con aceite, una loncha de pavo, todo preparado “¡rápido chicos!”, velocidad, organización y un buen desayuno, son hábitos que quisiera que sus hijos adquiriesen, a ella le ayudan a estar en forma.
Ellos a clase, ella a su trabajo, asesora telefónica en una importante entidad bancaria: objetivos de calidad, ventas impuestas desde arriba, lidiar cada día con clientes que exigen solución a sus problemas, situaciones a veces difíciles de resolver, preparada para oír, “señorita dese prisa que no tengo todo el día”, ¡ladrones, son unos sinvergüenzas!, va bien preparada, entrenamiento de resistencia, destreza, fuerza mental, para al final ser capaz de decir, “ha sido un verdadero placer atenderle”.
Llega a casa, sabe que está preparada para una “carrera de obstáculos”, porque al final pudo con todo, sintió que había corrido, saltado vallas, cruzado un rio…

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Propósito

No tengo ninguna duda de los beneficios del deporte, de la práctica regular de ejercicio. He experimentado la sensación de bienestar que produce un paseo largo en un día de primavera o de sol de invierno, un rato en la piscina o la playa y hasta una clase de pilates. Me cuesta mantener estas prácticas como un hábito constante. Es verdad que hay temporadas en que lo consigo, pero de ninguna manera tengo la misma constancia que sí reconozco en mí para otras cosas: estudiar, en el contexto académico o como aficionada al teatro y hay muchas cosas en mi vida que he aprendido y perfeccionado gracias a la constancia y la insistencia.

Me gustaría que eso me pasara con el deporte.

Pienso que es una metáfora de la vida y creo que hay deportistas que tienen valores que yo sí comparto como la tenacidad, el afán de superación, supongo que puede ser una buena forma de trabajar en equipo, como para mí lo es el teatro.

No sé entonces qué falla para que me cueste tanto, para que a veces me gane la pereza, para que encuentre razones más que poderosas para optar por otras actividades.

Quizá pueda echarle la culpa a que en el colegio la gimnasia siempre me resultó una asiggnatura antipática y poco importante. Nunca entendí por qué había que hacer ciertos ejercicios y movimientos que me hacían sentir ridícula. Entonces, al menos donde yo estudié, no se molestaban en explicar qué parte del cuerpo se fortalecía o trabajaba con lo que hacíamos. Yo llegué a pensar que lo único que pretendían era que hiciéramos el mono para fastidiarnos y aprovechar para ridiculizarnos por nuestros errores en lugar de corregirnos.

Tampoco es excusa. Eso pasó ya hace mucho tiempo.

¿Acaso será cuestión de volvérmelo a plantear en septiembre o en año nuevo?

Teresa Sanz
Grupo B


Tensión y concentración, las claves del juego

Aquello parecía de locos, llevábamos más de una hora jugando sin descanso, habíamos intentado toda suerte de ensayos y tretas y a duras penas habíamos logrado mantener el marcador más o menos empatado. Por fin, en una feliz jugada por nuestra parte, habíamos conseguido ponernos prácticamente iguales en el marcador, ellos 38 y nosotros 37, el juego llegaba a su fin y los nervios estaban a flor de piel. El cansancio estaba haciendo mella en los dos equipos y el momento exigía una concentración máxima que, a aquellas alturas del juego, era fundamental para lograr la victoria.
Las caras de los contendientes, llenas de tensión, reflejaban la dureza del enfrentamiento y la importancia de “ese preciso momento”, sabedores de que la próxima jugada podría ser la que decantara la victoria para uno u otro bando.
Mientras trataba de controlar al jugador de mi izquierda, perdí un instante la concentración, pues me distrajo el hecho de observar como dos, o quizás tres, gotas de sudor resbalaban por la parte derecha de su nariz hacia la comisura de sus labios, . El gesto que hizo para limpiarse, me devolvió bruscamente a la tensa realidad del momento y de reojo, reparé en que mi compañero llamaba mi atención haciendo una especie de mueca, casi imperceptible, que bien podría asemejarse a la que haría un perro con síntomas de ictus y la lengua fuera levemente ladeada , al tiempo que me decía : Ellos han pasado, tú verás lo que haces.
Como saliendo de una pesadilla de siesta mal llevada y tratando de aportar saliva a mi más que reseca boca, me incorporé y tomando una lenta y profunda bocanada de aire, dije con la solemnidad que el momento requería:: ¡No hay mus!

Carlos García Riesco
Grupo A


Loco por el running

07:00, Marcos sale de casa con sus cascos nueva generación para escuchar la radio mientras hace running. 07:05, hechizado por la voz que llega a sus oídos pasa por Cibeles. 09:00, supera su marca personal avistando las Pirámides de Egipto. 11:45, escoltado por las ondas radiofónicas rebasa la Gran Muralla China. 13:00, llega al Parlamento de Canberra sintonizando la radio local. 17:30, la Estatua de la Libertad le recibe con los brazos abiertos. Allí nos despedimos.
Dicen que lo vieron por las autopistas del cielo pegado a sus cascos dirigirse a la luna. No pude acompañarle. Yo era su sombra.

Pepita Sánchez
Grupo B

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