Walt Wtiman. Canto de mí mismo y otros poemas

Ayer nos adentramos en el bosque para escuchar el murmullo de las hojas que nos trajo Whitman.
Un susurro callado que nos invita a poner la vista y el oído en todo cuanto nos rodea pero también en nosotros mismos.
Ayer abrimos de par en par a un hombre e hicimos resonar nuestro bárbaro sobre los techos del mundo. Aprendimos que estamos aquí, en medio de un poderoso drama, para buscar nuestro verso.



Para conocer un poco mejor a Long Island veamos el retrato que hace de él Rubén Darío en el poema titulado "Walt Whitman":

En su país de hierro vive el gran viejo, 
bello como un patriarca, sereno y santo. 
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo 
algo que impera y vence con noble encanto. 

Su alma del infinito parece espejo; 
son sus cansados hombros dignos del manto; 
y con arpa labrada de un roble añejo 
como un profeta nuevo canta su canto. 

Sacerdote, que alienta soplo divino, 
anuncia en el futuro, tiempo mejor. 
Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino, 

y «¡Trabaja!», al robusto trabajador. 
¡Así va ese poeta por su camino 
con su soberbio rostro de emperador! 

Jorge Luis Borges, traductor del poeta y gran admirador de su obra, señala lo siguiente en el prólogo de "Canto de mí mismo y otros poemas":

He hablado de epopeya. En cada uno de los modelos ilustres que el joven Whitman conocía y que llamó feudales, hay un personaje central —Aquiles, Ulises, Eneas, Rolando, El Cid, Sigfrido, Cristo— cuya estatura resulta superior a la de los otros, que están supeditados a él. Esta primacía, se dijo Whitman, corresponde a un mundo abolido o que aspiramos a abolir, el de la aristocracia. Mi epopeya no puede ser así; tiene que ser plural, tiene que declarar o presuponer la incomparable y absoluta igualdad de todos los hombres. Semejante necesidad parece conducir fatalmente a un mero fárrago de la acumulación y del caos; Whitman, que era un hombre de genio, sorteó prodigiosamente ese riesgo. Ejecutó con felicidad el experimento más audaz y más vasto que la historia de la literatura registra.

Pero para conocer a Whitman hay que adentrarse en él. Hacer nuestras sus palabras. Dialogar, como él hizo, con la Naturaleza, con el entorno, con nosotros mismos. Para encontrar nuestra identidad y para encontrar la identidad del lugar en que vivimos:

14

Por la noche fría el pato silvestre guía su bandada,
Grazna Ya-honk, y es como una invitación desde lo alto,
Los necios piensan que no tiene sentido, pero oyéndolo bien
Sé que tiene su propósito y su lugar en el cielo de invierno.
El ciervo salvaje del norte, de agudos cascos, el gato al borde de la ventana, 
el perro de la pradera,
La lechigada que se prende de la marrana que gruñe,
La cría de la pava y la pava con las alas abiertas,
Reconozco en ellos y en mí la misma ley.

La presión de mi pie sobre la tierra despierta cien afectos
Que se burlan de cuanto puedo hacer para unirlos.

Estoy enamorado de cuanto crece al aire libre,
De los hombres que viven junto al ganado o sienten el sabor del océano 
y de los bosques,
De quienes arman o conducen los barcos, de quienes manejan las hachas 
o guían los caballos,
Puedo dormir y comer con ellos semana tras semana.

Lo más común, lo más barato, lo más cercano, lo más fácil, eso soy YO.
Confío en el azar, lo derrocho a la espera de infinitas ganancias,
Adorándome para entregarme al primero que pase,
No exigiendo del cielo que descienda a mí cuando quiero,
Desparramando todo porque sí para siempre.

19

Ésta es la mesa puesta para todo, ésta es la carne para el hombre natural;
Es para el malvado no menos que para el justo, a todos he invitado,
No permitiré que una sola persona sea desairada o excluida,
La mantenida, el parásito, el ladrón, están aquí invitados.
El esclavo de labios gruesos está invitado, el enfermo venéreo está invitado,
No se hará la menor diferencia entre elllos y los otros.

Éste es el roce de una mano esquiva, ésta es la impresión y el olor del pelo,
Éste es el contacto de mis labios y de los tuyos, éste el murmullo del anhelo,
ésta es la remota profundidad y la altura reflejando mi cara,
Ésta es la voluntaria fusión de mi ser y otra vez la salida.

¿Sospechas en mí un propósito oculto?
Sí, lo tengo, porque lo tiene los aguaceros de abril, y la mica de las rocas lo tiene.

¿Crees que quiero asombrar?
¿Asombra, acaso, el día? ¿Asombra, acaso, el pájaro que canta temprano en el bosque?
¿Asombro yo más que ellos?

Ahora estoy hablando en la intimidad,
No diría estas cosas a los otros, pero a ti te las digo.

Ayer miramos cara a cara a un buey para sentir el reflejo de nosotros mismos. Para advertir que no somos más que nadie y que nada. Que el asombro se reparte por igual en cada elemento de la creación.

[...] Bueyes que agitáis el yugo y la cadena o estáis inmóviles bajo la sombra de las hojas, ¿qué expresan vuestros ojos?

Expresan más que todos los libros que he leído en mi vida [...]

¿Cuál es nuestro verso? ¿Cuál es nuestro grito? ¿Lo que llevamos dentro es inútil o es de gran valor?
Recordemos que "escribir es un trabajo de minero de uno mismo". Lo sabía muy bien el escritor y filósofo José Luis Sampedro.




Propuesta de escritura

Walt Whitman dice en su poema "Historiadores de los tiempos futuros":

Historiadores de los tiempos futuros,
Venid, os mostraré lo que se oculta bajo esta apariencia impasible, os confiaré lo que debéis decir de mí, Publicad mi nombre y colgad mi retrato [...]

Propusimos como tarea escribir nuestro retrato del futuro, escribir el canto de uno mismo de aquí a unos años. ¿Cómo seremos dentro de cinco, diez, veinte años? ¿Cómo será nuestra relación con la naturaleza? ¿En qué habremos cambiado?


Y estos son algunos de los trabajos enviados hasta ahora:


¿Tiempos futuros?

Yo no pienso en el futuro, mi presente es mi futuro. Pensar en mi futuro a largo plazo ya no lo hago. Mi meta, cuando pensaba en él, era el año dos mil, para entonces habría conseguido lo que ya tenía muy claro, tener muchos hijos, ser hija única marcaba, y maestra. Me veía una abuelita como lo eran las de cuando yo era niña, pelo blanco, arrugadita, rodeada de nietos contándoles cuentos que entonces pensaba escribiría para ellos, una abuela dulce y cariñosa, pensaba en la escuela que tendría, que haber vivido tanto, me daría un gran bagaje de conocimientos, que sabría mucho, y que mi vida iba a ser muy feliz, como era entonces mi niñez.

Ahora ya acercándome a los ochenta, mi vida ha sido intensa y plena, tanto en el ámbito familiar, como en el profesional. Conseguí lo deseado, no fue fácil, muchos esfuerzos, lucha, “un duro bregar”.

Y recuerdo primaveras explosivas, verdes paisajes, cantos de pájaros, flores multicolores, olores a romero, lavanda, tomillo, todo invitaba a momentos felices, ¡Y cuántos habían llegado a mi vida! Y los muchos inviernos, el frio que helaba los huesos, los carámbanos que colgaban de los aleros de los tejados, esos días oscuros, un tiempo que deseaba que pasara rápido. ¡Qué duros inviernos de mi vida!, y llegaba el caluroso verano ¡con qué ganas se esperaba!, vacaciones, juegos en la playa, excursiones, un ir y venir, cielos estrellados, esperando ver una estrella fugaz para pedir un deseo. Y llega el otoño una paleta de colores, desde el amarillo al ocre, del rojizo al anaranjado ¡Qué maravillosa es la naturaleza! ¡Qué oportunidades para disfrutar nos ofrece!, el otoño nos la presenta en su máximo esplendor. Pero es entonces cuando la naturaleza en un pequeño trascurso de tiempo pasa de los verdes espléndidos, a esas gamas menos excitantes, más serenas, más plácidos, pero tan espectaculares. Ahora en mi otoño quiero sacar esos pigmentos que igual que en las plantas, aún quedan en mi interior, quiero dar colorido a mi vida, hacer de mi tiempo un otoño dorado, aprovechar todo lo que tengo alrededor, ponerme los menos límites posibles, abrir mis puertas.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Historiador de futuro

Entraña dificultades, por supuesto, pero ser «historiador de los tiempos futuros» no deja de tener su atractivo. Pasa el tiempo, año 2032, es decir tiempos actuales, mes de mayo como entonces, y puedes constatar el acierto que tuviste al historiar. Y voy a constatarlo formalmente, decido, aunque no se me haya ido de la memoria lo escrito. Tiro del último cajón de mi mesa y del fondo extraigo el sobre. Lacrado, tuve esa humorada, lacrarlo, aunque ya por entonces eso no se llevaba. Ahora me doy el gustazo de romper el sello.

Mes de mayo también —leo—, año 2019, fíjate, y parece que fue ayer. Salíamos del taller con esa tarea encomendada: historiar «…de los tiempos futuros».

Era como cambiar de profesión, se me permita la hipérbole. Ninguno de nosotros, pienso, estaba en esa onda, quien más quien menos todos relatábamos de lo vivido, experiencias propias o noticia que tuviéramos de otros que nos las hubieran contado, pero siempre tomando como base lo ya ocurrido; invenciones, pocas. Tarea nueva por tanto; a mí, particularmente, hablar del futuro se me antojaba una dificultad que añadir a las de reglamento. Pero había que ponerse a la tarea, y me puse con ganas. Resultado satisfactorio, los tiempos vinieron a darme la razón. Fueron dos mis propuestas:

La primera, fácil —recuerdo que me dije al trabajarla—. ¿Durante cuánto tiempo puede estarse creyendo en exageraciones de poeta? Durante muy poco, es claro. En efecto, a lo largo de todos estos años jamás tuve la evidencia de que los ojos de los bueyes expresaran más «…que todos los libros que he leído en mi vida». Afortunadamente, porque fíjate la decepción si hubiera sido lo contrario.

La segunda ya era un poco más difícil pues andaba yo un algo desmoralizado. Pero le puse ganas y ya ves, acierto pleno lo mismo. Había terminado la liga en primera, el Betis nos había metido 0-2 en el Bernabéu, el desastre se había consumado, campeón el Barça, el Madrid a 21 puntos. 2019, hay años que bien podían no haberse vivido. Pero a lo que vamos, 2032, 0-3 en el Camp Nou y conseguimos nuestro decimotercer título consecutivo. Y lo que te rondaré, morena.

Dan gana de seguir jugando a escribir «de los tiempos futuros». ¿Para cuándo esa tarea, jefe?

Pascual Martín
Grupo B


CANTO A MÍ MISMO
(casi en el último segundo de mi tiempo)

Si no he sabido transmitir
la ilusión por la vida,
si en mis ojos no habéis visto
pasión a raudales,
si no habéis encontrado a mi lado
más que oscuridad y frío,
entonces mi vida
no habrá servido de nada.

Si no habéis recibido de mi mente
un aire fresco de madrugada,
si con mis manos no he sabido
modelar la impetuosidad del alma,
si de mi boca sólo habéis oído
mentiras piadosas y engaños,
entonces mi vida
no habrá servido de nada.

Si con los años vividos
no he cumplido ni una sola de mis promesas,
si la vida no ha sido ninguna historia
de aventuras imposibles y de ensueño,
si he pecado de ignorancia
o os he maltratado con odiosa arrogancia,
entonces mi vida
no habrá servido de nada.

Si no he sabido miraros a los ojos
con la inocencia de la infancia,
si no he soportado la vejez,
feliz, como una más de las etapas,
si sólo conocéis de mí
la falsedad de una silenciosa farsa,
si al final de mis días
no os he regalado nada, absolutamente nada,
entonces no merezco ni la muerte
y solamente me queda:
el tormento de purgar mis faltas graves,
—por mediocre, por estúpido y aburrido, por no haber comprendido lo maravilloso de la vida— perpetuando mi presencia
hasta que aprenda que lo más hermoso
es una existencia sencillamente...
apasionada y sincera.

Jaume Castejón
Grupo B


Canto de mí misma

Canto hoy a la mujer que nació libre, a la que aspira a serlo nuevamente, si es posible antes de partir de esta tierra, de este ámbito de vida, donde aún se da el milagro de existir.

Canto hoy a la mujer que habitará un espacio ya elegido, aunque ese sea el mismo que la viera nacer, donde crepitan las brasas todo el año, donde el hogar renace en cada amanecer, y se recoge, todavía encendido, en rojos, en naranjas, en malvas y oro encanecido, a la hora del “tramonto”, en la hora más maga; en el lugar que abraza cada noche, con sus alas de arena, con sus brazos de tierra y su áureo regazo abierto y fiel.

Canto hoy a una mujer, más sabia y más serena, que recobra alegría y atesora asombros y regalos cotidianos pero también acoge su dolor, sus tristezas. Canto hoy a una mujer que aún cree y aún duda, que ha aprendido a soltar sus cadenas, a despojarse, de velos y de miedos, pero también de cosas; a la que ha aprendido a compartir, su voz, los dones recibidos; a aquella que ha aprendido a amar sin condiciones, a la que no distingue entre ella y los otros, la que se alegra en toda la alegría, la que sabe tan suya cualquier pena o carencia, la que se sabe parte y una con todo lo que es, con cada ser que encuentra, la que dialoga con cada objeto y ser que la rodea, la que ama, ama, ama, ya sin miedo, ya sin expectativas, ya sin tregua; la que agradece, y bendice, y acepta. La que empieza ya a intimar con la muerte, y la comprende, aunque no haya dejado de temerla.

Canto hoy a una mujer que aún se emociona con un canto de aves, con un rumor de olas, con la poesía, con la mano tendida, con la belleza más sencilla y pequeña: un toque de campana, la cortina de niebla, brotes, hojas caídas, ese humo envolvente de voces en la plaza, la fragancia de las flores primeras, de la tierra mojada, la brisa en una noche de verano, una lágrima a punto de emerger, una sonrisa clara, rocío en la mañana, la carcajada libre, el reconocimiento de un destello en el cuerpo, en la mirada; la alegría sincera y espontánea, la tristeza callada y transformada, ese hambre de amor en todos, y los signos perennes de vida en cada ser, en cada objeto, en todo lo que va contemplando.

Canto hoy a la mujer que un día se sintió abrazada y que hoy todo abraza, a aquella que encontró el hogar en la luz, y hoy ilumina y ama.

Canto hoy a la mujer que inocente nació y, tras la noche más oscura del alma, ya renace a la luz y, despojada, ama.

Marian de Vicente
Grupo B


En el futuro

No más interna mirada,
Acechante, despiadada
Ya nunca juez ni penitencia
El perdón ha sido
definitiva, radicalmente abolido.
Mi pecho se ofrecerá abierto y hospitalario.
El aire se colará con vigorosas ráfagas entre mis huesos
Insuflándome aromas de hierba cortada, de jara y de cantueso.
Saldrán de mí, fétidos, los vapores de la putrefacción y de la culpa.
El cuerpo, tumbado junto al arroyo, dejará crecer sus raíces,
Hundiéndose en la tierra hasta abrazar, cariñosamente, a la retama y al lentisco.
Cuando mire dentro de mí veré, solo, la naturaleza, luminosa y cambiante
Mi sangre será savia del poderoso alcornoque.
Beberé las esencias de la humilde encina.
Al cabo, uno con la tierra, libre. Finalmente vivo.

Pepe Lorenzo
Grupo B


“¡Igualita a su madre!”

Tuve que quitar las hojas del camino para no resbalar. Como cada año, la higuera se había despojado de su manto vertiéndolo sobre el jardín, pero parecía que, en esta ocasión, el follaje se esforzaba en borrar cualquier huella. Abrí la puerta y el olor de su interior me entró por las fosas nasales y recorrió su camino hacia el cerebro para instalarse en mi corazón. Era el olor de mi casa, la esencia de mi madre. Un aroma diferenciado de cualquier otra fragancia, característico, inconfundible.

Ella ya no estaba. Y esa primera entrada en casa ‘después de’ estaba cargada de emociones. Sentí cómo, la pena se apoderaba de mí y constaté nuevamente cómo la muerte me había pillado por sorpresa, - al parecer siempre es así, aunque haya sido anunciada con mucha antelación-.

Los ojos se me llenaban de lágrimas, sin remedio. Entré en el cuarto de baño para coger pañuelos y para enfrentarme al espejo -aún no sé por qué tengo que mirarme al espejo siempre que lloro-. La imagen que me devolvía el cristal me provocó una nueva llantina al verla allí reflejada. Desde niña he oído siempre la misma cantinela: “¡Igualita a su madre!”. Y siempre ha sido así: cada vez me parecía más a ella, cada día se igualaba más nuestro semblante, se ajustaban más los rasgos, la mirada, los gestos y hasta las palabras. Incluso esas frases que sólo decía ella y que, en ocasiones, yo no acababa de comprender cuando era pequeña porque formaban parte de un lenguaje singular que sólo había escuchado en su boca, expresiones que provenían de diferentes idiomas o que eran una mezcla de ellos y que sólo tenían significado propio para mi familia. Esa forma de hablar, con giros divertidos, otros oscuros o incomprensibles, se ha ido incorporando a la mía, como todo lo suyo. No es de extrañar que a veces la vea en mí.

El paso del tiempo no me pesa -aunque el deterioro físico, intelectual o sensorial me irrita sobremanera- . Mis pretensiones no transitan por la inmortalidad, únicamente aspiro a que los míos tengan de mí una percepción semejante a la que he tenido yo de ella toda mi vida.

Maxi Moreno
Grupo B


Y volveré a amar. Como nunca he amado.
Espero en ese momento tener trabajo, para ello porque no paro de estudiar.
Habré gozado, dentro de 20 años, seguiré queriendo a David y Sergio como el primer día.
Y envejeceremos juntos.
Y volveré a tener otro animal de compañía, espero un dragón barbudo.
Tendré mis primeras arrugas, a lo mejor no, a lo mejor dan el pase.
Seguiré yendo al taller como cuando empecé a los 16.
Habré sufrido mil y una historias más y me daré cuenta de lo que de verdad importa.
y sacaré un libro de poemas, aparcaré el miedo y lo enfrentaré.
Un gran sueño que espero que llegue y gozaré. Cuando lo toque.
Seguiré visitando a Curi y Leonardo, muchos años más. Y cuando yo no esté, ellos si.
Espero.
Y espero amar al correcto, al que ame y quiera o sea como yo, o se parezca o al menos quiera.
A ese, realmente. Espero que llegue. Esperaré tu rosa lo que necesite.

Iria Costa
Grupo B


¿Canto de mí mismo?

Heme aquí, disfrazado de poeta,
de rapsoda, de ciego o trovador,
que tienen todos bula en consentirles
mentir al público; más no el historiador.

¡Venga, pues! Hablemos de un buen hombre,
que no fue lo mejor ni lo peor,
en el trecho que va desde este día
al día en que su fuerza declinó:

Arrancó algunos versos de la tierra
y ceñidos al pecho los llevó.
Bebió de fuentes claras agua fresca
para vencer en la guerra,
                          y crecer en el amor.

Cantó, como el salmista, una alabanza
de eterna gratitud al Creador.
Dio besos a su esposa cada día,
siempre menos de los que ella mereció.

Estuvo cuando lo necesitaron
y cuando no, supo pedir perdón.
Fraguó con su talento una novela
y consta que alguien bueno la leyó.

Gustó de la compaña de amistades,
campo hermoso, que siempre cultivó.
Holgó también con gratas soledades
el tiempo que su cuerpo le pidió.

Imploró de Dios misericordia
y no podrá negar que no encontró.
Juzgándose a sí mismo fue tan fiero
que acabó por ceder y no juzgó.

Kilómetros de campos y ciudades
recorrió en permanente ensoñación,
Licuando la verdad de aquellos átomos
áureos e invisibles,
                   que Bécquer concibió.

Midió con tino sus palabras breves
cuando eran graves, y cuando no, no.
No perdió mucho tiempo en fatuidades
que dañan donde duele al corazón.

Olió de las mujeres y las flores
su dulce aroma, con ansia y profusión.
Pero de esas que excitan las pasiones,
de esas solas, seguro, se excedió.

Quiso a cuantos quiso, sin medida,
y se esforzó, para ello, con ardor,
Rugió si en la ocasión le iba la vida,
y si solo la muerte, suspiró.

Sintió que en las albardas de su tiempo
cabía menos de lo que pergeñó.
Tampoco se engañó, dando por bueno
lo poco que a la postre nos dejó.

Unió, al fin, sus anhelos más queridos
haciendo escala de ellos hasta Dios,
Viviendo a lo Manrique con su copla
para ganar aquel mundo mejor.

Y hasta aquí llega el viento, no más sopla,
Zalama de poeta, que no de historiador.

Óscar Martín 
Grupo A


Ejercicio de Esperanza

A cinco años vista,
más sabiduría, mejor salud,
que mi cerebro se ilumine,
con la compasión y con la poesía.

Escribir, viajar lo que pueda,
no pensar contra mí, sufrir lo justo,
amarlo todo, tener amigos,
fundirme con los soles de la tarde,
sentirme una con la naturaleza.

Salir al aire pensando
que brotarán trigos y cardenchas
en mi interior.

Que me nazca un hijo de mi hijo,
y que sigan las canas coronándome.

Emilia González
Grupo B


Anno domini 2.033

Tomando café en una terracita de un pequeño bar, en un pueblo pequeño cerca de la frontera española.
Tomo café una vez por semana con el médico del pueblo. Me pone al día en los avances de la medicina, y se preocupa por mantener mi salud lo mejor posible. Salud aceptable, pues ya he superado la barrera de los ochenta.
Maria ya es una experta en arroces caldosos y en bacalao de mil maneras.
Todas las mañanas practicamos unos ejercicios de yoga para mantenernos ágiles y flexibles.
Si el tiempo lo permite paseos por el campo en plan "marcha"; si vamos acompañados en plan "paseo", charlando amigablemente.
Antes de comer pasamos por el bar de la estación. Contactamos con dos operarios del ferrocarril, personal del ayuntamiento y algún otro paisano, todos muy agradables. Tras dos vasos de vino verde fresquito y unos taquitos de queso, vamos para casa de buen humor pensando en el arroz caldoso que toca hoy.
Después de una cabezadita, corto paseo para reflexionar y dedicar la tarde a labores creativas.
Estoy terminando mis memorias. Quiero que mis hijos las lean para que me conozcan mejor; para que me conozcan antes de haberme conocido realmente. Sigo dibujando y pintando, y también aporreo el piano. Maria se dedica a la lectura, a la cocina, punto de cruz y otros trabajos manuales. Está contenta porque pagamos menos impuestos.
Lo habéis adivinado: estamos viviendo en Portugal.
La España de 2.020 se metió en una espiral de estupidez que no pudimos soportar. Compramos un terrenito con una casita pequeña en un pueblecito cerca de la frontera, y aquí estamos desde entonces.
De vez en cuando vamos a Salamanca, pero sin oír ni leer las noticias.
Creo que por fin nos hemos desintoxicado.

José Luis Fonseca
Grupo A


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