Distintas formas de mirar el agua

Aún recuerdo a aquel joven profesor en prácticas que nos habló de la novela San Manuel Bueno Mártir de Don Miguel de Unamuno. Por aquellos años aún no tenía apenas definida mi vocación literaria y ni siquiera era un buen lector, pero la historia y la explicación del libro me sedujeron. Todo, en la novela, tenía su porqué. Y aún más cada símbolo. La historia la cuenta uno de sus personajes, Ángela Carballino, pues es el ángel quien anuncia, quien cuenta; San Manuel es la representación de Cristo y Lázaro la figura del tonto descreído que resucita en la fe. La montaña es el ejemplo de un pueblo que celebra su credo en la eucaristía y el lago la encarnación de la duda del párroco. En ocasiones siente que su fe se diluye en el agua del lago que cuyas aguas anegaron el pueblo de Valverde de Lucerna. 

Si has paseado alguna vez por lo que, en su día, fue Ribadelago, en Sanabria (Zamora) podrás reconocer los escenarios que inspiraron al filósofo y escritor para su novela. El grupo salmantino de folclore Entavía grabó en San Martín de Castañeda -espejo de soledades- unas panaderas con texto del bilbaíno con el título "Hez del lago de Sanabria". En la canción se recuerda el campanario de Valverde de Lucerna cuyas campanas decían que sonaban en las noches de San Juan.



Esta semana dedicamos las sesiones del taller de escritura creativa al proyecto El eco de la montaña y al libro del que parte: "Distintas formas de mirar el agua" de Julio Llamazares.

Pero antes de sumergirnos en sus páginas recomendamos los artículos "15 pueblos ocultos bajo el agua" y "Más de quinientos pueblos españoles sepultados por embalses" de Laura Muñoz Blanco. Este contexto y el artículo "Voces sobre las aguas" publicado por José-Carlos Mainer en El País nos servirán para conmprender mejor el propósito de la novela de Julio Llamazares. Dice el artículo -publicado en su totalidad- en la ficha de trabajo: "En 1968 se llenó el embalse del Porma y anegó los pueblos leoneses de Vegamián, Campillo, Ferreras, Quintanilla, Armada y Lodares. En aquel año, Julio Llamazares tenía nueve de edad, era hijo del maestro de Vegamián y fue de los primeros en abandonar la zona en pos del nuevo destino de su padre. Los personajes de su novela, Distintas formas de mirar el agua, proceden de Ferreras y fueron de los últimos en salir: como todos los vecinos, fueron realojados, muy lejos de allí, en la comarca palentina de Tierra de Campos, donde ese mismo año de 1968 se completó la desecación de la laguna de la Nava y se construyó uno de aquellos “pueblos de colonización” —Cascón de la Nava— que el franquismo declinante seguía presentando como una de sus grandes conquistas sociales. Ahora, en el año 2014, esta novela cuenta el último regreso de una familia a la vista del agua que cubrió sus tierras para arrojar allí las cenizas de quien fue marido, padre, suegro o abuelo de todos ellos".

Recomendamos la película "El finlandón" dirigida por Chema Sarmiento en 1985. Justo al final. transcurridas 1 hora, 30 minutos y 56 segundos del filme entendemos por qué cinco escritores son convocados para contar sus historias.  Luis Mateo Díez, narra "Los grajos del sochantre", Pedro Trapiello narra "Láncara", Antonio Pereira "Las peras de dios", José María Merino "El desertor". La última tiene como protagonista a Julio Llamazares, el único que faltó a la cita con el Santo pero que dejó en un sobre su texto para ser leído. La historia se abre con uno de los poemas de Retrato de un bañista, libro de poemas escrito por Llamazares cuando el embalse del Porma fue vaciado por completo para la revisión de sus instalaciones y pudo recorren, de nuevo, las calles de Vegamián.

Invitamos a ver, por último, los documentales "Atlas de lo pequeño 1" y "Atlas de lo pequeño 2". Ambos tienen como protagonista al escritor Julio Llamazares. En el primero conocermos su vínculo con Vegamián y lo que supuso para él la construcción del pantano del Porma. En el segundo descubriremos el hemoso proyecto titulado "El eco de la montaña" que hicieron profesores y alumnos del IES Pablo Diez de Boñar (León) a partir de la novela. Puedes conocer los detalles de la ruta literaria en la web y en este artículo.


Propuestas de escritura

Tarea 1. Un bombero mira el agua de diferente manera que un ricachón con piscina cubierta. El saharaui y el beduíno valoran mucho más el agua que un ciudadano derrochador. Quienes practicar la apnea o el buceo tienen una relación con el agua diferente a quien practica surf. El niño necesita el agua para el juego y el anciano para hidratar la piel. El agricultor y el hortelano saben de la importancia del agua para sacar adelante sus cultivos. El jardinero experto administra los litros justos para cada árbol y cada planta. Un directivo de una Confederación hidrográfica tiene un concepto del agua diferente al de quien tuvo que abandonar su pueblo natal porque iba a ser anegado por un embalse. El ecologísta sabe de la importancia de los acuíferos -como el zahorí- y de las reservas hídricas. Las mujeres que lavaban las tripas en los helados ríos en invierno y las lavanderas con sus tajuelas y su jabón de lagarto también sabían de lo necesario del agua. Hay muchas otras maneras de mirar el agua o de relacionarse con ella. En el taller de escritura propusimos eliger una de esas opciones, o incorporar una nueva, y escribir desde ese punto de vista.

Tarea 2. Para casa propusimos acabar la tarea del taller o escribir una oda o un panegírico al agua. O un texto en el que este elemento sea protagonista.

Estos son algunos de los trabajos recogidos hasta ahora:


¡Vaya susto!

Unas gotas me resbalan por la frente. ¡Vaya susto! Qué necesidad de despertarme, con lo a gusto que estaba yo arrebujado en la mantita de la abuela. Ella, que la hizo con tanto mimo, enganchando hilos de color rosa porque soy niña, y ahora la mojan sin consideración y se la dejan deslucida.
Mamá me mira embelesada. Papá reprime una lágrima, toda la familia está presente y no querría que le tomaran por un blandengue llorón. El resto: los abuelos, los tíos, los amigos se llevan los pañuelos a los ojos para secar esas gotas que se asoman de lo más adentro.
Si lo hubieran pensado mejor no hubiese sido necesaria la pila de la iglesia ni el cura. Con tanta salpicadura sensiblera ya habrían podido darme por bautizada.

M. Maximina Moreno
Grupo B


El dueño del agua

El amo de todo era don Juan, el ingeniero jefe. También del agua. Eso pensábamos los niños. Lo habíamos aprendido de nuestros padres, claro.
Disponía a su capricho de las casas, de los caminos, de los árboles y de todas las máquinas, grandes y pequeñas, que participaban en la construcción de la presa. No nos extrañaba que mandara sobre los obreros, o que las mujeres se detuvieran respetuosas a su paso por si tenía a bien dirigirles la palabra o, en casos extraordinarios, hacerles un ruego; que era una orden, ellas bien lo sabían.
Pero lo que más nos asombraba a nosotros, es que también gobernara el agua. Él podía mandar desviar un arroyo, cegar un pozo o llenar o vaciara su antojo el embalse entero. Algunos decían que hasta podía provocar la lluvia. Por eso, cuando nos acercábamos a las orillas del pantano, lo hacíamos con una cautela impropia de la infancia. Nos sentíamos como si estuviéramos a punto de contravenir un mandato divino. Recelosos, echábamos una ojeada a izquierda y derecha temiendo que apareciera él o alguno de sus subordinados y nos prohibiera la pesca, el baño o incluso lanzar piedras para que rebotaran en la superficie lisa del lago.
Los domingos, cuando don Gonzalo, durante el sermón de la misa, nos decía que el Señor era el dueño y creador de todas las cosas, los niños nos lanzábamos miradas cómplices pues habíamos comprendido a quién se refería sin nombrarlo.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Genaro

Llegaron una mañana al Barzal tres hombres trajeados para contarnos lo afortunados que éramos al ser los elegidos para que, con lo puesto, buscáramos otro lugar para vivir, pues nuestro pueblo sería sumergido por las aguas de un embalse que traería riqueza y futuro a la comarca.
Nos mirábamos todos como autómatas, sin saber a ciencia cierta qué significaba aquel anuncio; si en verdad éramos afortunados o por el contrario éramos títeres de un tirano que no aceptaría un no como respuesta.
El caso es que había un plazo, 4 meses, y el que no se hubiera ido para entonces quedaría sepultado bajo el agua sin miramientos.
Ya no se hablaba en la calle de otra cosa. Algunos empezaron a empaquetar sus pertenencias y otros, más remolones, quizá haciéndose la ilusión de que alguien hubiera equivocado las coordenadas y al final su querido Barzal se salvase, esperaron casi hasta el final para abandonar, su casa y su pasado.
Genaro no dijo una palabra, sus ojos se tiñeron de ese gris oscuro que precede a las tormentas, después de casi agotar el plazo impuesto alzó la voz para decir que él no se marchaba. De nada sirvieron las súplicas de los pocos vecinos que quedaban para entonces. No dio su brazo a torcer y cuando al fin anegaron el pueblo, Genaro quedó allí, abrazado al retrato de su Elvira.
El valle entero se inundó, parecía un mar de interior, era desolador pensar que en el hondón estaba nuestro pueblo rodeado de soledad y de silencio.
Algunos nos quedamos a vivir un poco más arriba. Empezamos de nuevo en otro sitio con vistas al pantano, doloroso paisaje que nos trae a la mente cada día el recuerdo de todo aquello que reposa bajo esa alfombra húmeda que vemos al mirar tras los cristales.
Así fuimos conscientes del fenómeno que atrae a los curiosos y a los buzos de todas las partes del mundo sin encontrar explicación a esa luz que cada 8 de noviembre aparece flotando en medio de las aguas.
Los que conocimos a Genaro bien sabemos que es él, sentado en la cocina, escogiendo lentejas o asando a la lumbre unas castañas.

Aurora Zarco
Grupo B


Contemplando el agua

Te miro y no quieres que te vea, porque quieres huir, agua cobarde, lavas y transformas, arrasas y ahogas, quitas la sed y alientas, agua viva, agua muerta, estancada y enferma; si corres contemplo tu huida y no me dejas bañarme en ti dos veces porque fluyes y quieres llevarme en un río hasta el mar, que es el morir. Y yo no quiero, agua negra de remolinos traidores que se llevan vidas inocentes de niños que jugaron en ti, agua turbia, mentirosa, agua brava, revoltosa, agua en cascada, rabiosamente suicidada a la vista de todos, agua rica que anticipa la boca hecha agua, agua helada en patines de infancia, hielo de agua en mi copa adolescente, botas de agua en mis pies de niña, lágrimas de agua en eternas despedidas, agua bendita que cura heridas de culpa, agua malvada que anegas casas pobres y dejas tras tu paso barro sucio en las paredes, agua orgullosa y necesaria, dame de beber, porque te siento en mi garganta y me aclaras la voz agradecida que olvida la traición.

Pilar Sànchez Barbero
Grupo A


Por favor que alguien le quite el título de mar

Para mí todos los mares son iguales vistos desde la orilla. He tocado el agua del Pacífico y me ha parecido la misma que la del Atlántico y que la del Mediterráneo. Todos los mares son iguales… todos no. Hay uno que no merece llevar ese nombre y es el Mar Muerto. Es como una bañera llena de sal con algo de agua. Además ¡Se ve la otra orilla! En el mar nunca se puede ver la otra orilla. Se ve el horizonte en el que se funde con el cielo; y está lleno de vida; cosa que no sucede en el mar muerto. Creo que hay que quitarle el título de mar.
Por si fuera poco, no te puedes bañar a gusto en él. No te deja nadar. Te impulsa hacia arriba dificultándote los movimientos. Como tengas alguna heridita, te va a escocer con ganas, y sin tenerla también te va a escocer la cara recién afeitada.
No tiene vida, no tiene peces, no tiene aves que lo sobrevuelen, no te puedes bañar a gusto, no tiene horizonte que se funda con el cielo, no tiene prácticamente nada que le iguale a los otros mares. Solo agua y sal, mucha sal, muchas sales.
Insisto: ¡que alguien le quite el título de mar!

José Luis Fonseca
Grupo A


El agua como fuente de riqueza

Como hijo de agricultor, en los años 70, viví una experiencia relacionada con el agua, que no olvidaré en la vida.
Mi familia, tenía una tierra de secano, en la cual decidieron dar un sondeo, para tratar de convertirla en regadío y hacerla más productiva.
La empresa contratada para hacer dicho sondeo, cobraba por los metros de perforación, para encontrar el agua. Aquí empezó, la angustia, 30 m, 50 m, 100 m, 150 m, 200 m, y apenas un poco de agua, que no era rentable para regar dicha finca.
Decidieron seguir haciendo la perforación hasta los 300 metros, y más de lo mismo.
El coste del intento de convertir el secano en regadío, fue quedarse sin los ahorros que tenían. Ver llorar a las personas mayores de impotencia ante dicha desgracia, os puedo asegurar que marca.

Luis Iglesias
Grupo B


Nazaré

¿Quién le iba a decir a Lucía que allí, en ese pequeño pueblo portugués, vería por fin lo que andaba buscando en los múltiples horizontes marinos de su vida?
No fue capaz de descubrirlo en un viaje de ensueño por el Adriático.
Tampoco en su amado Mediterráneo, donde pasó parte de su vida, entre múltiples atardeceres y amaneceres rutinarios.
No sabía precisar su interés por descubrirlo, sin embargo se ensimismaba, frente al agua, buscando esa línea invisible del horizonte.
Y allí, en ese pequeño pueblo portugués, que mira al Atlántico,famoso por sus olas gigantescas, se produjo el milagro.
Desde el Mirador do Suberco Lucía vio la línea que surge justo en el momento que el sol se filtra en el mar. Lo divisó un instante. El rayo verde se fijó en su retina para siempre, mientras sujetaba con ansia las manos de su amado.

JB
Grupo C


El agua de la fuente

Ese día me encontraba muy baja de ánimo y decidí ir al pueblo , necesitaba cargar las pilas . Me detuve en El Canalizo, la fuente de mi niñez y pude volver a comprobar que allí el agua es capaz de reflejar mi rostro y provocarme recuerdos .En ese espejo líquido, vi no solo mi imagen sino también las sombras de los días pasados. Cada arruga, cada sonrisa, cada mirada perdida en el horizonte, se desliza sobre la superficie del agua como si fuera un susurro del tiempo, y en ese momento, me siento conectada con cada instante que ha cruzado mi vida, como si el agua fuera un río de memorias que fluye sin cesar.
Estar cerca de esta fuente fue siempre para mí una experiencia sensorial completa. El sonido del agua que fluye es como un cántico suave que me calma la mente y el espíritu. El aire fresco y húmedo que proviene de ella es refrescante y revitalizante especialmente en un día caluroso. La vista del agua cristalina y los reflejos de la luz del sol sobre ella son tranquilizantes y hermosos. Escuchar el murmullo del agua, es una forma de meditación y conexión con la naturaleza. La fuente no solo es un lugar físico, sino también un espacio emocional donde puedo sentir paz y serenidad.

A. Gómez 
Grupo A


El amigo

Miras, te reflejas, y entre las ondas del viento, te veo. Siento tu grito, el eco agonizante, te engulle...
Me enseñaste, amigo, a vivir frente al agua. Soñé con volver, y vuelvo, cuando me faltas, y tu reflejo me extraña y siento la soledad de tu llanto agua.
Tiempo de chapoteos, deslizo mi cuerpo sobre la roca, y tu risa repite volteretas de vida, hasta que el balanceo de ramas, quiebran sueños de futuros y sarmientos.
Yo estaba allí, y te fuiste entre el paisaje y el tiempo. El destino, ¡Ay, el destino!, sufrí tu ausencia en mi culpa.
Siempre pienso, camino hacia el mar, en la esencia, que es tu cuerpo. Y el amanecer me descubre, el sabor salado, agua llanto, brisa agua, lluvia viento.
Tan despacio, me ausento...

Guadalupe Sanchón
Grupo C


Mujer de agua

El olor a azufre augura tormenta
envuelve el aire asfixiando gargantas
el cielo lleno de rayos y truenos
llueve con fuerza la tierra rebosa.
La novia espera vestida de blanco
dicen que el agua se ha metido en ella
el río furioso arrasa con todo
pide una ofrenda, un amor que lo calme
el viento la empuja, el agua la llama
cantos de sirena a la novia atraen
ella se entrega con pasos inciertos
el río la abraza hundida en su cauce
la lleva con él la tormenta amaina
aparece la calma y emerge el lodo.

Beatriz Gorjón
Grupo A

No hay comentarios:

Publicar un comentario