La sesión del lunes, 10 de junio, la dedicamos al fútbol y la literatura.
Hablamos de cómo Miguel Hernández escribió un poema titulado "Elegía al guardameta", tal vez por imitación a Rafael Alberti quien hizo lo propio con Platko, portero húngaro que militó en las filas del F.C. Barcelona en los años 20 y del que Alberti quedó prendido.
Hicimos inventario de las novelas y libros de cuentos que se han publicado sobre fútbol y pusimos la mirada en dos antologías de poemas sobre fútbol: El gol nuestro de cada día (Francisco J. Uriz), de la editorial Vaso Roto y Un balón envenenado (Jesús García Sánchez y Luis García Montero), de la editorial Visor.
Dejamos aquí, tras el chiste de Forges, una breve antología de textos de ambos libros:
Como un motor en el centro
Estaba muy cabreado cuando dijo que no aguantaba más que el periódico dijera siempre que era como un motor en el centro y que eso estaba afectando también su vida privada porque en cuanto apagaban las luces y con el partido a punto de empezar ella le susurraba al oído: sé como un motor en el centro
Elísabet Jokulsdóttir
Desde la ventanilla del bus
Veo unas vacas
en una cancha de fútbol
dos pasan
rozando un palo
la tercera
es gol
Claudio Bertoni
I. Amarás al Creador
que hizo perfecto para el juego,
para el placer, para el regate,
tu cuerpo irrepetible y milagroso.
II. No tomarás en vano el nombre de la Vida
que es triunfo del Amor en Movimiento.
III. Santificarás cada segundo
de esfuerzo y plenitud,
de pálpito y sudor,
de santa adrenalina sobre el césped.
IV. Honrarás a los que en ti
alcanzan la victoria que no hubieron.
V. No dejarán los tacos de tus botas
huella de daño sobre el cuerpo de tu hermano.
VI. No ceses de gozar sobre la hierba.
No hay nada condenable en el placer:
no hay acto más impuro que no amar.
VII. Robarás el balón siempre que puedas.
(Cuando le di las tablas a Moisés
el fútbol no existía).
VIII. Mentir es autogol:
la fuerza del guerrero –tú lo eres-
reside en la verdad y en la limpieza.
IX. No seas marrullero:
el fútbol italiano no me gusta.
X. Si ganas o si pierdes,
no dejes de abrazar al adversario:
la envidia engendra monstruos
y el modo de jugar
es modo de vivir y es ya victoria.
Antonio Praena
Villancico del futbolista
Porque ha nacido el Señor
mañana no habrá partido.
¡Acércate, jugador,
a ver al recién nacido…!
Con su camiseta a rayas
llega el muchacho risueño.
¡Silencio, amigo, no vayas
a despertar al pequeño…!
José, que no conocía
las reglas del balompié,
le ha preguntado a María:
¡Cómo saberlo podría
si no lo sabe José!
José pregunta; “¿Has venido
a rendirle pleitesía?”
Y el jugador, sorprendido,
dice que no, que él creía
que era el Portal portería
de algún celeste partido.
Jesús, con sus manos bellas
le está pidiendo el balón
y recibe la ovación
de un graderío de estrellas.
Chuta el Niño a la primera;
María exclama: “¡Es un sol!”
José dice: “¡Aquí hay madera!”
Y en la Creación entera,
bien claro y en español,
los demonios gritan: “¡Fuera!”
los ángeles gritan: “¡Gol!”
José María Fernández Nieto
El hincha
Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno. Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos. Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música. Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval.
Eduardo Galeano
El aficionado
En verdad era un hombre muy extraño.
Solamente iba a ver
los partidos de fútbol
para animar al árbitro.
Miguel Ángel Arcas
Dejamos aquí el tráiler de la película "Matías, juez de línea", una divertida comedia sobre fútbol:
Fútbol Vs Rugby
Aunque parezca mentira el fútbol siempre pierde con el rugby
En fútbol un equipo 11 jugadores, en rugby 15
En fútbol el partido en dos tiempos, en rugby tres (dos en el campo y uno en el bar)
En fútbol odio, en rugby lucha y amistad
Triste encuentro del deporte rey
Alfredo Domínguez
Zidanne
El ángel caído (nos rompimos las alas)
‘La victoria está en nosotros’
Ponían en los carteles entonces
Con sólo mirarte a los ojos
Unos se olvidaban hasta de tus orígenes.
Te hicimos ángel, te hicimos Dios,
parisienses, tolosanos y por supuesto marselleses,
Entonces todos nos sentíamos hermanos
Tus compañeros de suburbio y los de todas clases.
Hicimos de tu humildad un símbolo
Convertimos tu genio en nuestro orgullo
Hasta que en el minuto crucial, de un solo cabezazo,
Te volviste Hombre, y la Francia multicolor enmudeció.
Nos quedaremos con tus antológicos regateos
Recordaremos para siempre tus goles heroicos
El fervor colectivo y fraterno de esos años
Tu generosidad a la hora de cumplir tus sueños.
Yo, creo, me quedaré con aquella pintura,
Tu retrato en una desusada fachada de Marsella,
Tus ojos mirando hacia el mar y el más allá,
Tus ojos verdes azules mirando hacia Argelia.
Sara Pérez
El gol
Pasiones desatadas
penetran en la red,
juegan en el verde.
Gritos de la mente,
en un fuego de miradas,
deshacen el pensamiento
para colmar deseos,
para rasgar palabras
en tiempos sin espacio,
reflejos de un movimiento
perfilado entre los pies
con la pelota en el cuadro,
la reina del universo.
Sofía Montero García
Futboleando
Cuando era niño no había ordenadores y muy pocas teles, pero sí que tenía la calle, los rincones de casa con “sobrao”, galería y patio; pero sobre todo tenía la imaginación… sí, porque me encantaba imaginarme cosas, sobre todo el sentirme héroe y protagonista… uno de los sueños despiertos que más me gustaba era el de futbolista… me veía en un impresionante estadio repleto de gente, en un partido crucial que se necesitaba ganar imperiosamente… y ahí estaba, vestido de futbolista (por entonces las camisetas y las botas no se conseguían con facilidad), notaba los gritos y el aliento de la gente:
- ¡Vii-cen- te, Vii-cen-te, Vii-cen-te!
Me pasaban el balón, entonces era imparable…driblaba a uno, dos, tres… y el final siempre era el mismo:
- ¡GOOOOOOOOOOL!...
Aplausos, muchos aplausos… el estadio “en pie”, los compañeros felicitándome encima, casi no me dejaban respirar… pero estaba satisfecho, muy satisfecho…
A veces veo jugar a Messi y revivo mi sueño de niñez, sin duda me habría gustado ser como él, así, bajito, poca cosa pero un mago con el balón… claro que en mi sueño no entraba que me pillaran defraudando a Hacienda… ¡en fin!... ¡la realidad es “cruda” pero terriblemente maravillosa!
Vicente M. Martín
¿Tú hoy de qué juegas?
Ayer, pedí a unos jovencitos que me explicaran eso del fútbol.
Como no sabía nada; con una paciencia impropia para su edad, empezaron por el principio: los jugadores. Los once jugadores y el público por supuesto: el jugador número doce.
He de reconocer que me sorprendieron.
Según describían los perfiles y las funciones de cada uno de ellos, el tema adquiría un interés que jamás sospeché. De hecho, mientras hablaban con la excitación propia del apasionado, en ningún momento me sentí “fuera de juego”. El fondo me resultaba afín. Y es que yo, aunque no he tocado un balón en mi vida, he jugado. ¡Vaya que si he jugado!
Mis primeros pases los hice de delantero. He de reconocer que fuí un buen delantero, un muy buen delantero. Un pichichi. Metía un gol y otro gol y otro más y mil y millones de ellos. Ilusa, saboreaba el triunfo como si fuera un logro solitario, ajena por completo, a que si existían, su existencia se debía en gran medida a la extraordinaria jugada que unos centrocampistas profesionales habían planeado. Afirmar que su actuación fue siempre de media punta, defensiva o de extremo sería una osadía. Visto desde la distancia sólo puedo decir que como centrocampistas fueron todoterreno, y que su técnica, su velocidad, sus regates… fueron algo que en todo momento intentó adecuarse a las necesidades del partido. Según avanzaba el tiempo, mucho antes incluso de que la segunda parte comenzara; aletargaron su papel y cediéndome sus números me lanzaron al campo de juego. Un campo de juego viejo, que conocía desde siempre –había nacido en él-; pero que ante su letargo, me olía a nuevo. Un olor que me asustaba.
Al principio sólo me defendía. Era un escudo y si era menester una espada. No podía, no quería que nadie entrara en mi área pequeña. La protegía con fuerza. “Salía a los cortes”. Aguantaba el balón y si podía remataba de cabeza. Planear, no planeaba.
Después, casi sin darme cuenta, comencé a jugar también de centrocampista. Hice pases al hueco, pases largos y jugué en los laterales. Como un estilete, centré en muchas ocasiones. Corrí hasta agotarme. No siempre me salieron bien las jugadas. De hecho, hay veces que pienso que si lo hubiera planeado peor hubiera salido mejor.
Últimamente, juego de portero. No es la primera vez que lo hago. En el campo, hay momentos en los que los balones golpean de continuo, y hay que estar alerta para que no te tumben. Eso sería el fin. Para evitarlo, los escudos y las espadas no siempre valen. Hay movimientos ante los cuales el jugador no puede defenderse. Cuando el delantero contrario es un buen cañonero sólo queda saber encajar su juego. Ser un excelente cancerbero. Ahí estoy.
No obstante, cuando el rival me da un respiro; sigo paseando por el campo, desde él, veo a los míos jugar y a veces no puedo evitar entrar en su terreno y defender desde los laterales, incluso en ocasiones iniciar algún pase o preparar alguna jugada con tanto sigilo y tanta finura que el resultado –su resultado- sea gol. Un gol que ellos, ilusos, consideren sólo suyo. Porque se puede ser mal centrocampista en campo propio y excelente en campo ajeno. De hecho es lo más fácil. Si no que se lo pregunten al jugador número 12.
Ayer pensaba que no sabía nada de fútbol. Hoy sé que he jugado. Que todos estamos jugando y que si bien es cierto que el fútbol es un juego de equipo; también lo es que es un juego solitario.
Mañana me explicarán con detalle las jugadas. Seguro que también las sé.
Por cierto ¿Tú hoy de qué juegas?
“Er fubol”
En calzón y calcetines
los veintidós figurines,
sobre el césped, entre gradas,
se lanzan a dar patadas.
Quienes miran siempre gritan,
y con sus gritos, se excitan;
“pero ¿qué haces cabrón?
¿No le pitas? ¡Maricón!”
Lo de menos, el buen juego
Lo de más, el buen borrego
que ciego y domesticado
a su club vive entregado
En el campo, en el sillón,
en el bar y en el colchón
clama el borrego bufón:
“Voy a ser el campeón”
Y sin dar una patada,
ni pensar una jugada,
cual pichichi se proclama
merecedor de su fama.
O cual mártir te refiere,
que si justicia hubiere,
otro gallo le cantara
al pringao que le arbitrara
Y entre tantas bufonadas
millones y billonadas
¡a paladas!, tres listillos,
se reparten los muy pillos.
¡Ay Señor, qué situación!
Tiene mala solución.
Lo de menos, el buen juego.
Lo de más, el buen…
cegado con sus humores
vive para sus colores
y sufre de grande dolor
si canta el gol otro color
Más, qué sencillo sería
y qué placer supondría
si ganara quien ganara
sólo el buen juego triunfara.
Ana Isabel Fariñas
Conversación sacada de un campo de fútbol entre un delantero y un defensa, al poco de comenzar el partido:
Delantero: No me toques la espinilla, que me voy a enfadar.
Defensa: Como me vuelvas a dejar en ridículo, ! Ya, sabes ¡, o pasas tú o pasa el balón, pero desde luego los dos no.
Luis Iglesias
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