La vida está llena de señales. Nuestro ombligo nos indica el
origen de nuestra vida. Los sueños orientan nuestras prioridades. Las
pesadillas nos advierten del peligro. La sangre, y su circulación, delimitan
nuestro destino.
Todo responde a un código genético y a un código lingüístico
y visual que aprendemos paso a paso.
Las arrugas son señales del paso del tiempo. Las cicatrices
señales del paso del amor y de la vida. Y los recuerdos, muchas veces, señales
de la muerte.
Nuestra vida está llena de obligaciones, de prohibiciones,
de hitos, de limitaciones, de indicaciones, de cesiones, de cambios de sentido.
En ocasiones las cosas van sobre ruedas, otras no somos capaces de
encarrilarlas y ante cualquier dificultad nos ponemos en guardia.
El poeta, al igual que el fotógrafo y el pintor,
acostumbra a mirar con la precisión de una cámara de fotos. De ese modo
advierte los detalles más pequeños e insignificantes en la rama seca del último
árbol del jardín y la profundidad en la mirada de la hormiga. De nuestra
capacidad de observar y amplificar o reducir nuestra visión de la realidad o de
la fantasía dependerá el resultado de nuestra escritura.
Imagen de Tomás Hijo
La sesión del lunes 20 de mayo la dedicamos a las "señales". En dicha sesión nos acompañó Juana Ciudad que nos mostró varios trabajos realizados con señales de tráfico (un libro de artista y varios poemas visuales).
En la sesión recordamos un texto de Jaime Sabines titulado "El peatón":
Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.
Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta!
Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?
¡Dios mío!, dice Jaime. ¿Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón?
¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.
Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.
Imagen de Tomás Hijo
Y comentamos algunas cuestiones sobre el libro Semaforologías de José Ledesma Criado del que incluimos aquí un fragmento:
II
Direcciones prohibidas
aparcamientos de país
me llevan a buscar
este hueco donde descansa
el alma.
Evite V. la multa
y no discuta nunca con el guardia
la autoridad es algo que somete
III
Aparque en batería
y olvide el cañonazo
aquí solo la paz
tiene su límite
Borre el frenazo
la huella de calzada
no deje que las pruebas
un atestado inicien
VII
No ir en grupo
ni emparejados
caminar en fila india
es lo correcto.
Así es más fácil
el blanco para la bala.
IX
Advierta las maniobras
del que domina,
pase de largo
y no olvide detenerse
ante tranvías, trenes, ambulancias,
coches policías y darles preferencia
de paso.
Y estos son algunos de los trabajos de los participantes en el taller:
Me resulta imposible, al menos por el momento, sacar nada. Sólo se me ocurrieron algunos poemas visuales aislados.
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