Las otras vidas

Tal vez la mejor recompensa del escritor sea el prodigio diario de vivir, gracias a la imaginación y las palabras, otras vidas.
El lector y el soñador, también recrean, desde la página o el sueño, nuevas identidades y se afanan por conquistar otras coordenadas posibles lejos de sus rutinas.
¿Quién –además del que se sabe ajeno a su identidad sexual– no ha deseado vivir en otro cuerpo? ¿Quién no ha sentido, por un instante, el sueño de ser otro? ¿Quién no ha alcanzado a ver detrás de las radiografías el otro ser que en ocasiones exhibimos? ¿Quién no ha deseado huir? ¿Quién no ha añorado volver? ¿Quién no se ha sentido protagonista en uno de esos libros en que uno elige su propia aventura? ¿Quién no tuvo nunca posibilidad de elegir?




Clara Obligado despeja, en Las otras vidas, muchos de estos interrogantes y comparte con nosotros su exilio. El exilio político, rémora de dictaduras y golpes de estado, que a ella le truncó, en 1976, su vida original en Buenos Aires para vivir otra, muy distinta, en España. Un país que treinta años antes también sufrió el desarraigo, la angustia y el caos. La poesía –señala Dámaso Alonso– es “una frenética búsqueda de ordenación y de ancla”. La narrativa, en Clara Obligado, también lo es. Clara exhibe sus sentimientos, mira de cara a la realidad y ordena y desordena el tiempo con el artilugio de la imaginación.
Pero en Las otras vidas hay otros exilios menores: El vuelo chárter al álbum de la infancia, plagada de recuerdos que un día maduraron y se convirtieron en realidad y nostalgia. Los exilios del corazón, las trashumancias del amor y de los sentimientos, la búsqueda de la identidad. El exilio dulce y frugal de la fantasía. Y el más rotundo, el definitivo exilio de la muerte y que da paso a la otra vida, donde el creyente deposita su interés y su esperanza a plazo fijo.
Las otras vidas es un catálogo de cuentos con un patrón común: la distancia. Y es también una visión panorámica de la vida, con sus enfoques y desenfoques. Un zoom, con gran angular, de los momentos en que es preciso elegir o que elijan por ti.
“Yo, en otra vida, fui avestruz”, título del cuento con que inaugura el libro, refleja la dura realidad de vivir en una tierra, cercana pero extraña.
“La aventura” es un viaje real en autobús, pero a la vez una escapada que nace en el deseo de evasión, de accionar el mando a distancia de nuestra fantasía y vivir otras historias.
“Ulises” es la historia de una búsqueda, la de un hombre que viaja de mujer en mujer y país en país huyendo del olor de los recuerdos y que vuelve, con el tiempo, a sus orígenes.
“El grito y el silencio” refleja las barreras de la comunicación. El miedo, la angustia, la ciudad con sus ecos y sus túneles que guarda el secreto contenido de un grito. El grito como testimonio de la angustia de vivir y que inmortalizó el expresionista noruego Edvard Munch.
“El enviado” es una fotografía de la infancia que se revela diferente al cabo del tiempo. La historia de una huida, tras un juego, que esconde en su final la coartada perfecta.
El rastro que deja un caracol en las piernas de una viuda, el orgasmo de la señora Matilda en la carnicería (escrito con hexámetros latinos), los conflictos de la paternidad, la falta de sentido común de los hombres, la persuasión que demuestran las mujeres, la imagen de una mujer atrapada en una cámara fotográfica y en su pasado, los cabos que anudan el lenguaje y nos desunen y la locura en la que deriva la pasión desmedida completan el prospecto de este libro indicado para cuadros de nostalgia, realidad y melancolía.
Tres cuentos a destacar son: “El río, el río”, una mirada limpia y traslúcida de nuestro interior en las aguas de un río y el reflejo que éste nos devuelve, una poética historia de amor y dudas. De nuestra posible vida al otro lado.
“La sirena” es un texto surreal y poético donde apenas hay límites entre el erotismo y la brutalidad del amor y el deseo.
Y finalmente “Exilio”, el cuento que cierra el libro y que nos hace pensar en la importancia de nuestras decisiones, o de las decisiones ajenas, capaces de guiar el curso de la vida por caminos muy distintos. Es la historia de las otras vidas “que no fueron posibles, esas vidas que nos arrancaron”. La propia historia de la autora.
Ingenio, humor, erotismo, poesía, destreza narrativa... son las señas de Clara Obligado, una de las voces literarias más notables de la narrativa actual, cuya literatura y vida conviven a la intemperie.

Raúl Vacas
La vida y la literatura a la intemperie


La sesión de ayer la centramos en este último relato de Clara Obligado titulado "Exilio". Con una factura cortaziana la escritora argentina nos habla de su exilio y mezcla su historia real, la vivida, con otras historias posibles, fruto de su imaginación. Es un texto poliédrico, un puzle de vivencias, una almazuela de emociones y sentimientos que señalan lo duro que resulta abandonar la patria para iniciar una vida nueva en otro lugar. Pasar del verano -con lo puesto- al invierno no es fácil. Esa intemperie, esa ausencia de identidad, esa imposibilidad del retorno inmediato la dibuja con precisión en su texto.
Vimos también el cortometraje "Mis otros yo", una historia protagonizada por Ernesto Alterio que nos habla de la importancia de tomar decisiones y de cómo cada elección implica unos costes y unas consecuencias. 
Mencionamos los artículos "Las vidas no vividas" de Francesc Miralles y "Kierkegaard y las elecciones de la vida" de Francis Fernández y recomendamos por último el libro Otra vida por vivir de Theodor Kallifatides


Tareas de escritura

Planteamos dos trabajos Uno que se realizó en el taller y otro para casa:
1. En el taller: Clara Obligado señala en uno de sus cuentos "Yo en otra vida fui avestruz". Tomamos como punto de partida ese inicio pero invitamos a los participantes en el taller a elegir alguna de las muchas vidas no vividas que Joaquín Sabina propone en su canción "La del pirata cojo". ¿Cuál de todas esas opciones tu hubiera gustado vivir? 
2. Para casa: ¿Cómo habría sido tu vida si hubieras tomado otra decisión en alguna de las encrucijadas de tu historia personal?


Estos son los trabajos recibidos:


Yo en otra vida...

Yo en otra vida fui fotógrafo en Playboy. Fue duro mi trabajo. Todo el día abriendo y cerrando el diafragma. Midiendo la luz cerca de la inocente carne. En esa vida yo tenía un buen equipo, todo era más fácil. Durante el día veía cuerpos jóvenes, alegres, candorosos. Por la noche, a oscuras, inmóviles figuras se iban revelando, una a una, bajo la luz rojiza. Yo enfocaba mi cámara y disparaba, el negativo recogía las instantáneas, pero mi mente viajaba, viajaba junto a esos cuerpos adolescentes, con tantas ganas de vivir. Mis pensamientos me han traído hasta aquí. Espero, paciente, en el purgatorio. Soy un insumiso en el cielo.

Tomás García Merino
Grupo B


Suerte

Si hubiera jugado al futbol
Habría conocido la victoria
Si hubiera estudiado
Sería abogado y defendería a los inocentes
Si hubiera sido bombero
Salvaría a las víctimas del fuego voraz
Si hubiera sido carpintero
Habría construido preciosos muebles para los libros
Si hubiera sido marino
Habría saboreado la sal de la libertad en mis labios
Si hubiera nacido hombre
Podría haber sido todas estas cosas
Si hubiera nacido en España
Podría ponerme vestidos de alegres colores
Podría reír y cantar con mis amigas
Podría jugar al futbol
Podría estudiar
Podría leer libros
Podría ser bombera, minera, carpintera
Podría andar, con mis pies desnudos, sobre la arena en el mar
Pero no soy hombre, ni he nacido en España
Aquí estoy, atrapada bajo un negro vestido
Viendo mi vida a través de esta pequeña rejilla
Esperando para conocer a mi futuro marido
Si yo pudiera decidir…
Si Dios existiera realmente…

Tomás García Merino
Grupo B


Hay otras vidas, pero están en ti.

Polizón en tu cama
náufrago en tu playa
juguete a tu placer.

La crema de tus manos
manicura en tus uñas
podólogo a tus pies.

Tu biquini mojado
la cinta de tu pelo
el agua de tu sed.

La fresa que te comes
el vino de tu boca
la flor que vas a oler.

Buceador en tus aguas
alpinista en tus montes
dos gotas de Chanel.

El bebé que te llora
para acercar sus labios
a tu pecho de miel.

El más tonto del barrio,
orador que se calla,
Ícaro, al caer.

El amigo del alma,
o enemigo rendido
destinado a perder.

Declaración de amor
anillo sin candado
camino por hacer.

Policía con multa
que después de mirarte
se la quiere comer.

La chispa de tu vida,
fierecilla a tu antojo,
acróbata sin red.

Tu ángel de la guarda
el niño de tus ojos
gigoló a tu merced.

Ginecólogo en celo
pirómano en tu fuego
y el bombero también.

Cartero de Neruda
mensaje en la botella
entre el ser y el no ser.

Oráculo de guardia
guía en el laberinto
misterios del querer.

Sereno de tus noches
pulsera en el tobillo,
la borra en tu café.

Butanero en tu casa,
servicio a todas horas,
el manitas más fiel.

Confesor de mi reina,
tu caballero andante
si te parece bien.

No tienes que elegir
si me quieres creer:
soy todos a la vez.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Vida y vida

En mi anterior vida fui la reina que se confesaba con Sabina. Hay que ver lo que disfrutaba yo con ello. Pero ¡cómo podía ser él tan ingenuo, por favor!, todo se lo creía. Las penitencias que mandaba, eso sí, eran de un rigor extremo. Claro que yo no las cumplía ni poco ni mucho. Y ahora, en mi vida de ahora me refiero, me lo paso mejor aún, porque me pedí polizones en mi cama y no veáis qué diver.

Pascual Martín
Grupo B


Qué hubiera sido de mi vida si…

…me hubiera casado con Hortensia, pongo por caso. Y cualquiera otra podíamos decir, con todas habría sido lo mismo, bien fijo lo tengo. Por suerte me casé con Rosalía, la pequeña de los “Bolinches”, en los pueblos nos conocemos mejor por el mote. «Tú verás, hijo» —me rezongó la abuela Jeroma qué sé yo las veces— «con Hortensia, la hija única de los Conteras, tienes la vida asegurada, tres parejas de labor los padres. El cariño lo da luego el trato».
Pero fue con Rosalía, y solo para ella tenía yo pensamiento aquella noche sin luna, la más amarga de mi vida. Lo cuento. Estábamos llegando al monte de Zadorija y pensaba en Rosalía como digo; pero también en el niño que habría de venir al mundo. Para ya ves, no podría conocer a su padre. Con las manos atadas a la espalda, me atormentaban las cuerdas hundidas en la carne.
Los que portaban fusiles cruzados a la espalda nos echaron abajo de la camioneta, donde veníamos tirados como sacos de patatas. Uno de ellos me dio un empellón y caí de bruces; me entró tierra en la boca, empecé a sangrar por una ceja. Se arrodilló luego sobre mí como para levantarme y a mi oído le oí decir en susurro: «Soy Crescen. Cuando disparemos, te dejas caer. Hazlo bien, que nos jugamos la vida los dos».
Nos pusieron enfrente unos de otros. Cuatro éramos nosotros. Cuatro los de los fusiles igual; más el de la gorra de plato, el que daba las órdenes. «¡Apunten…! ¡¡¡Fuego!!!». Caímos todos, yo también. Hubiera caído lo mismo sin hacer por ello. El de mi lado se me vino encima ya sin vida y su cuerpo quedó tapando mi cara; sentí la sangre caliente que me iba empapando. Un momento de silencio y se oyeron disparos sueltos de pistola, el tiro de gracia. El que sonó a mi nuca me salpicó de chinas. «Bueno, listo», zanjó en voz alta Crescen, «abajo con ellos». Nos agarraron de pies y manos para dejarnos caer en la zanja y empezaron las paletadas de tierra. Sobre mi cara, un cuerpo sin vida que algo me protegía, me busqué hueco para respirar. Voceó al rato Crescen: «Venga, id subiendo a la camioneta, que esto lo termino yo en un momento». Y a mi oído: «Tú quieto ahí, no te muevas hasta que vengan a buscarte». Con las manos atadas, tampoco hubiera podido desembarazarme del muerto y de la tierra encima de mí.
Sentí ruido afuera al cabo de no sé el tiempo, un siglo. Padre y un vecino que era como de la familia. Me desenterraron, me subieron a la mula, ellos caminaban a pie. Fue llegar al pueblo y madre y Rosalía ocuparse de mí entre lloros que padre les reprochaba. «Menos gimoteos, venga. Espabilaos, cada minuto cuenta». Me pude lavar con agua caliente, me cambié de ropa, un algo de dinero pusieron en mis manos. Y salí a la noche de nuevo. «La mula no te la puedes llevar hijo, despertaría sospechas que no se viera en casa», dispuso padre.
Duele recordar eso ahora, en país extraño. Eso, más lo que vino a seguido, cinco años ya de aquello. Aquí resulta dura la vida, pero al fin y al cabo resulta; a los muertos no les resulta la vida. A soportar las penas ayudan las cartas con España, y la niña, y el chiquitajo, que está hecho una joya. Y Rosalía, sobre todo Rosalía, la pequeña de los “Bolinches”, Crescencio es el mayor de los cinco.

Pascual Martín
Grupo B


32 otras vidas

Si me permite la vida volver al pasado, cuantos caminos pude haber tomado, primero el que tomé pues la decisión fue propia, equivocada o no, eso ya, es otra historia.
Me imagino la rayuela de la vida en esos números del deseo, mientras salto a la pata coja para apoyar los dos pies en el suelo, y me subo al tejado, ese que cuenta tantas historias vividas que se pierden, lo cierto y lo incierto muchas de las veces se queda en ciernes, mientras vamos soñando otras vidas de camino a la muerte.
La chimenea saca humo blanco y a veces negro, el frío arrecia, a veces pienso que pude ser tantas cosas, que miro el reloj del tiempo e incluso hasta me agobia.
Y sueño, de nuevo el sueño, de ser poetisa, o escritora de vidas para que otros sientan en su piel el deseo de lo que no fueron, y así como yo escribo cada mañana, el tejado me chiva todo lo que en el horizonte se me escapa.
Una sola palabra tiene la vida, los sueños que haces, los que olvidas, y los que dejas en el tintero para revivirlos día a día.
Pero siempre me quedará una opción si creo en la reencarnación, siempre podré vivir aquella primera opción que dejé encerrada por miedo en algún cajón.
Somos muchas vidas encajadas en el tiempo, pero por si acaso no pierdas tu oportunidad antes que llegue tu invierno.

Ana Taramon
Grupo C


Yo, elijo Flautista de Hamelin.

Me prestó y puse su traje, calcé sus botas rojas, el gorro verde adornado con una bella pluma de faisán, me dio su flauta mágica. Y ya estaba en condiciones de llegar a la Tierra, no había buenas noticias de aquel lugar, no eran ratones, ni habían ofrecido bolsas de oro por su exterminio, había una contaminación que hacía difícil la vida, me propuse terminar con los contaminantes: injusticia, arbitrariedad, privilegios, ley del embudo, violaciones, abusos, asesinatos… en pago podrían nombrarme hijo predilecto del lugar. Crucé nebulosas, nubes desiertos, en un lugar vi una bella rosa, montañas, valles y ríos, llegué. Crucé pueblos y ciudades calles y plazas, saqué mi flauta mágica, de ella salía una misteriosa y fantástica melodía, las puertas y ventanas se abrieron, las calles se llenaron de un polvo negruzco que con la fuerza de un torrente seguía a la música, llegué a la montaña más alta, no a un rio, sus aguas se contaminarían, un inmenso cráter se abrió, y ese torrente de basura llegó al núcleo de la Tierra y, de él no se ha vuelto a oír hablar.

¿Por qué esto tiene que ser un cuento?

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


El rap del Bongosero

Yo en otra vida,
fui alguien que trató de no ser
nunca, un carnicero,
de tiro certero,
gruñón o puñetero,
y no muy putañero.
Pero pude haber sido
herido en combate,
fray e incluso abate,
duelista que mate
o capitán de yate.
Pero hubiera querido
ser justo y austero,
sabio al lapicero,
seguir mis impulsos con deseo fiero
y habría perecido por ser bongosero.
Aunque bien mirado,
yo no estoy cerrado
a cambiar de trama,
aunque esté colgado
de tu cuerpo amado
sentir otra llama,
si alguien me reclama.
Saltar la aduana
tirar una cana
y cantarle una nana
a mi linda cubana
en clave antillana.
Marcharme a la Habana,
a pasar la semana
paciendo en su auyama,
metido en su cama
sin red ni pijama.
Y después de esto llegaría el drama.
Pues se que mañana,
mi dulce madama,
yo hubiera querido
ser justo y austero
o herido en combate,
de tiro certero.
Sabio al lapicero,
gruñón, puñetero,
duelista que mate.
Seguir mis impulsos con deseo fiero,
aún yendo vestido como fray o abate.
Y aunque mole mucho capitán de yate, algo putañero,
no hubiera dudado, en tener el chance de ser bongosero.

Calgari
Grupo A


Almas y vidas

Tuve alma de pájaro
y volé muy alto en busca
de mares, desiertos,
ríos y montañas.

Tuve alma de árbol
y construí mi nido
en la fuerte rama
de la encina centenaria.

Tuve alma de mar
y una gran tempestad
dejó a la deriva
las esperanzas perdidas.

Tengo alma de montaña
que la nieve cubre y calma
y el silencio arrulla
con su callada nana.

Marian Pérez Benito
Grupo A


Cuando no fui yo viví otra vida

Hace ya bastantes años uno de mis yo posibles me poseyó por un tiempo y me vivió….¡ vaya que si me vivió!
Eran los años de la movida en España, de repente un yo frenético se apoderó de mí y le dio por cambiarme entera. Yo, que acababa de salir de un colegio de monjas me vi sacudida por un fogonazo que rompió todos mis esquemas y me sacó del letargo de sombra y sueño. Así, como quien no quiere la cosa, me cambió el modo de vestir mojigato por un modernísimo estilo after punk siniestro y cuando llegaba la noche me nacía dentro una vampiresa que me hacía bailar desmadejada hasta el amanecer.
Pasó un tiempo y, tras un exorcismo de años y desencuentros me abandonó aquel yo que me enajenaba, pero me dejó un regusto agridulce y se quedó agazapado en lo hondo, tanto que cuando intuyo la chispa pienso qué habría ocurrido si ese otro yo se hubiera instalado para siempre. Y entonces me pongo las zapatillas de estar en casa y me agarro fuertemente al sofá, por si acaso.

Pilar SB
Grupo B


Yo en otra vida

Yo en otra vida fui taxista en NY
He conocido muchas nombres, pero pocas personas
He escuchado muchas historias, pero en ninguna he sido el protagonista
He conocido muchas lenguas, pero no he hablado ningunha
He vivido muchas historias de amor, pero ninguna ha sido mía
Desde mi taxi en NY
Cada día ha sido unha vida
Tantas vidas como personas
Pero ninguna ha sido mía

Rubén Maneiro
Grupo C


Decisiones

Querida hija:

Deseo con todo mi corazón que esta carta sí, llegue a tus manos. Le he encargado a mi hermana Eulalia que te la haga llegar con la mayor discreción posible. He esperado hasta hoy que cumples dieciocho años para contarte la verdad de lo que pasó, esa verdad que te han estado ocultando durante todo este tiempo.
De aquí en adelante deberás tomar muchas determinaciones y por eso me atrevo a hacerte llegar unas cuantas reflexiones. La situación en que me encuentro me ha permitido meditar mucho acerca de los acontecimientos de mi vida. He calibrado qué decisiones tomé a la ligera y las consecuencias que estas me acarrearon. Me he torturado mucho pensando qué hubiera sucedido si en lugar de actuar de una manera lo hubiera hecho de otra. No quisiera que tú siguieras mi ejemplo; al contrario, que viendo adonde mis funestas elecciones me han llevado, te acostumbres a valorar con minuciosidad las consecuencias de tus resoluciones. Creo que me estoy dilatando en los preámbulos porque le tengo miedo al sufrimiento que voy a causarte. Pero he de seguir adelante.
Hay en la vida elecciones que te viene rodadas, como el día en que acepté a tu padre de enamorado. Todo era tan fácil, tan conveniente, tan adecuado. Mi madre estaba encantada con que un hijo de los Benavides, una familia tan ilustre –y tan rica, mamá lo tenía muy presente–, me pretendiera. Las monjas del colegio hacían de celestinas en una unión que las enlazaba más estrechamente con una de las familias benefactoras de su congregación. Mis amigas estaban felices con las meriendas en la piscina de la Casa Grande o los paseos en descapotable. A mí, él no me desagradaba. Era cortés y considerado, y tenía muy buena planta.
Del noviazgo a la boda hubo un paso tan liviano que no recuerdo haberlo dado. Los primeros meses del matrimonio no fueron desgraciados, diría que fueron cómodos más que felices. Tu papá me atendía como si fuera una joya valiosa o su caballo preferido. Era espléndido y condescendiente, pero raramente cariñoso. No tardé en sospechar de sus infidelidades, aunque preferí ignorar los avisos, los signos inequívocos que las desvelaban.
Fueron determinaciones tomadas sin calibrar la trascendencia que tendrían en mi futuro. Pequeñas dejaciones, miradas hacia otro lado, postergaciones indefinidas. Gotas de agua que acabaron desbordando el vaso.
El embarazo pareció reconducir la situación. Tu padre estaba entusiasmado con la idea de tener un hijo y me prodigó por un tiempo las atenciones y cuidados que había desatendido hasta entonces. Y luego naciste tú, mi joya divina. Me sentí revivir con los afanes de la maternidad. Él se cansó pronto de las incomodidades de la crianza y poco a poco fue despreocupándose y dejándome entregada en solitario a tu cuidado. No me importó pues durante esos meses fui la mujer más feliz de la Tierra.
Luego, de forma casi imperceptible, las cosas fueron cambiando. Comenzó ignorándome, desatendiéndome a mí ­–y lo que más me dolió– y también a ti. Mis mínimas exigencias de colaboración en tu cuidado le ofendían, tus llantos o alborotos le incomodaban. Comenzó a gritarnos sin ton ni son. Tú, atemorizada le rehuías. Desaparecías de cualquier habitación en la que él hiciera acto de presencia. Yo no tuve el mismo valor, o quizás, la misma oportunidad. Porque yo debía reclamarle atenciones y útiles que eran necesarios para ti y los pocos que consideraba imprescindibles para mí. Entonces los gritos se convirtieron en golpes. Primero un empujón, luego un manotazo, después…
Acudí al arbitrio de mi suegra, lo que fue otra grave equivocación. Tu abuela me conminó a obedecer a su hijo y a callar. Y para él aquella petición de auxilio fue una ofensa que pagué con más golpes y privaciones.
Lo único que me empujaba a seguir viviendo ese tormento eras tú. Por amor a ti disimulaba todas las afrentas y fingía una alegría que estaba lejos de sentir. Tampoco pude recurrir a mi familia de la que poco a poco él me había ido alejando. Prohibió las visitas de mis padres a nuestra casa y racionaba las que yo hacía a la suya haciéndomelas pagar con patadas y puñetazos. Tuve que ir espaciándolas cada vez más. Ellos se lamentaban mientras yo me deshacía en excusas y justificaciones que nadie creía.
Pensaba que mi existencia era un martirio insuperable hasta que conocí el infierno. Fue el día en que te puso una mano encima. Debías tener siete años. Fue un bofetón en la sien que te dejó tan aturdida que tuve que llevarte a urgencias. No se interesó por ti a nuestro regreso, ni me prestó atención cuando le advertí que si volvía a tocarte le mataría. Sonrió con desprecio y quitándome de delante de un empujón, se dirigió a la puerta.
No cumplí mi amenaza cuando se repitieron los bofetones y las azotainas, no sabes cómo lo lamento. Pero un día, al entrar en casa procedente del mercado, escuché tus gritos. Dejé caer las bolsas y me precipité en tu habitación. Tú estabas tumbada en la cama mientras él, con el cinturón en la mano te daba latigazos en silencio, indiferente a tus ruegos. «¡Para!», le grité. Entonces se detuvo un momento, se giró, me lanzó la más despectiva de sus miradas y volvió a su espantosa tarea. No tuve el valor de interponerme mientras veía su brazo golpear una y otra vez. En un arrebato corrí hacia su despacho, cargué uno de sus fusiles de caza –me había enseñado a disparar durante el noviazgo– y regresé al dormitorio. Tus chillidos se ahogaron en el estruendo del primer disparo. Él se volvió más sorprendido que asustado, aun herido dio un paso en mi dirección. El siguiente disparo le reventó la cara. Allí mismo cayó muerto.
De lo demás algo sabrás, a pesar de las mentiras que te han contado. Mi detención e, inmediatamente, el juicio por tu custodia que los abogados de tus abuelos paternos arrebataron a mis padres. Luego mi propio juicio, mi condena y mi entrada en esta prisión en la que peno por tu separación desde hace diez años.
Perdóname hija que te haya hecho revivir sucesos que seguro tu mente ha tratado de enterrar en el olvido. Sin embargo, creo que esta es la hora de que conocieras la verdad, no esa fábula que te han contado ellos. Para que sepas quién era el monstruo que tuviste por padre y la insensata y desgraciada madre que te tocó en suerte.
Ya ves hija adonde me han llevado las dos decisiones más importantes de mi vida. De la primera me arrepiento cada día, aunque no he lamentado la segunda ni en una sola ocasión. Estoy segura de que si no la hubiera tomado las muertas hoy seríamos tú y yo. Que Dios perdone mi falta de arrepentimiento.
De ese mismo Dios espero que te conceda toda la felicidad dela que a mí me ha privado.
Con todo mi amor.
Tu madre

Pepe Lorenzo
Grupo B


Lo que pudo ser y no fue.

Me ofrecieron la plaza de profesor de clases prácticas. Tendrás un sueldo de hambre, me dijeron. A pesar de todo acepté.
La plaza suponía la ilusión del comienzo, el sentir de algo nuevo, de algo bueno, algo ilusionante y prometedor.
Además del inicio como profesor interino no numerario, una verdadera porquería en pocas palabras, te voy a dirigir la tesis, me dijo el catedrático de Fisiología y Bioquímica.
Aquello supuso un gran incentivo para mí, pues siempre me ha gustado la docencia y la investigación.
La cuestión es que acepté.
Dejé mi especialidad y mi plaza en propiedad, me eché la manta a la cabeza y allí me presenté para comenzar una nueva aventura rompiendo con todo lo anterior.
Una vez en Vitoria tuve que adaptarme a vivir con poco dinero, y me fui a vivir a una pensión.
Enseguida encontré con quién compartir mi tiempo libre fuera del trabajo. Fueron dos personas fundamentalmente: el capellán del hospital donde trabajaba anteriormente y que era un gran experto micólogo; con él quedaba algún fin de semana para subir al monte a buscar setas; yo las cogía todas y él me hacía tirar las venenosas; así iba yo aprendiendo a distinguir algunas especies, y aunque pude conocer varias, nunca llegué a comer ninguna sin su supervisión.
El otro era un pintor que trabajaba como jefe de sección de arte en Heraclio Fournier. íbamos al campo caballete “en ristre” y pintábamos al aire libre. De vez en cuando se acercaba algún curioso a opinar sobre cómo había que hacer tal o cual detalle; al principio me resultó algo incómodo, pero enseguida me acostumbré e incluso seguía alguna de las indicaciones que recibía.
Para terminar de rematar la faena, me apunté a una sociedad gastronómica a la que acudía regularmente una vez por semana. Aprendí a cocinar, y a distinguir algunos tipos de vinos. En las sobremesas nunca faltaron las buenas conversaciones y alguna partida que otra al mus.
Entre afición y diversión siempre sacaba tiempo para estudiar algo, preparar las clases, e ir elaborando la tesis doctoral; pues a fin de cuentas era el motivo y la ilusión que me hizo cambiar de vida; aunque si lo piensas bien las otras cosas ayudan mucho en la felicidad y el bienestar de las personas.
Al redactar la tesis, al preparar la oposición a profesor agregado, tuve que renunciar durante algún tiempo a las otras distracciones; pero después de conseguir ambos proyectos retomé mis otras devociones con más ahínco, como si tuviese ganas de recuperar, de ponerme al día.
Al cabo de los años se cumplió otro de mis sueños: saqué la cátedra de Fisiología y Bioquímica y en un traslado conseguí afincarme en Salamanca, lugar desde donde escribo estas memorias.

José Luis Fonseca
Grupo A


En otra vida fui la hermana de Sam, el pianista de aquel famoso cabaret de Casablanca. En la película apenas se me ve en unos fotogramas. Sam siempre fue un buen músico y cuando Rick salió de Francia nos llevó con él. En 1942 quedamos atrapados en esta ciudad mientras duró la guerra. No nos fue mal, yo vendía cigarrillos y llevaba el guardarropas. Las propinas eran buenas.
Aún así, no puedo quitarme de la cabeza algo que me atormenta. ¿Qué hubiera ocurrido si hubiese desobedecido a Sam? Nunca lo sabré. Si me hubiese ido con Marcel mi vida hubiese sido muy diferente, no sé si mejor. Él quería que nos fuéramos a Marsella, donde tenía familia y negocios. Estábamos muy enamorados a pesar de la diferencia de edad. Sam hizo valer la promesa que hicimos a nuestra madre de no separarnos y dejé marchar al amor de mi vida. Después, todo se complicó mucho y solo pudimos escapar gracias a Rick.
Ahora estoy esperando a reencarnarme en otra persona, espero tener un poco más de suerte y ser hombre y blanco.
-¡A ver, el siguiente de la fila!.
-Tú, vas a reencarnarte en pirata cojo con pata de palo. Pasa por atrezo y coge la bandera con un par de tibias y una calavera.

Enrique Martínez
Grupo C


Hay decisiones que tomamos sin conocer las consecuencias. Siempre he sido dormilón y me ha gustado retrasar el momento de salir de la cama. Aún me sorprende la facilidad con la que me levanté a las 7 aquel día de marzo para salir a correr por la urbanización. Una mañana soleada y fría me dio los buenos días. Acostumbraba a hacerlo a última hora de la tarde, antes de volver definitivamente a casa. Sin embargo me gustó disfrutar de la salida del sol, pensé volver a hacerlo otros días. Giré por la calle Almendros dejando a mi espalda el sol que me resultaba molesto en los ojos. Así pude comprobar en la aplicación del móvil lo bien que me movía, menos de 5 minutos por kilómetro ¡qué sensaciones! El frenazo me hizo levantar la cabeza para ver claramente aquel coche azul con su conductor deslumbrado antes de que me embistiera.
Ahora en el Hospital de rehabilitación tengo tiempo para pensar en mi vida futura pero también en la pasada. ¿Qué hubiera sido de mi vida si, en tantos momentos, hubiera tomado otras decisiones? A fin de cuentas, la vida es una sucesión de encrucijadas que no percibimos porque nadie antes ha pisado esos senderos. Además nunca sabremos donde llega el camino que no tomamos.

Enrique Martínez
Grupo C


Una vida soñada

En la otra vida, fui confesor de la reina Isabel la Católica. Yo era por aquel entonces párroco de la buena villa castellana de Cantalapiedra, pueblo cercano a la localidad de Madrigal de las Altas Torres, en donde Isabel pasaba largas temporadas en el Monasterio de Gracia, en el cual había nacido el 22 de abril de 1941. He de decir como párroco que guarda los secretos de la confesión, que el apodo de católica, en esta época, en que me tocó vivir, no se lo daría a ninguna mujer de las que pasaron por mi confesionario, por lo que, lo de católica a Isabel, se lo debieron poner sus súbditos, que no conocían las andanzas de la reina.
Por lo que a mi respecta, a ojos de la reina caí en desgracia, Isabel se enteró de que el pueblo de Cantalapiedra y yo en particular, éramos partidarios de Juana la Beltraneja, persona que tenía que haber sido la reina legal, y como venganza me retiró los favores de confesarse conmigo, y Cantalapiedra que en la edad media, era un pueblo precioso, amurallado en su totalidad, mandó destruir sus murallas, dejando solo en pie un torreón, que actualmente se conserva, después de haber sido restaurado.

Luis Iglesias
Grupo B


Yo en otra vida

Yo en otra vida fui cigarrillo en tu boca, y mucho me temo que ahora soy filtro en el suelo, pisoteado día tras día y en todo momento por sucios zapatos. Pero todavía recuerdo estar entre tus labios, siendo mordisqueado por los paletos torcidos y humedecido por la saliva en tu boca. Recuerdo también el frío, extinguido en el momento en el que con tu mechero me prendiste fuego, y recuerdo cómo mi cuerpo se deshacía entre cenizas. El vaivén entre el mundo y tu boca,la exhalación del humo (el mío y el tuyo) hasta el momento de rechazo, en el que me tiraste al suelo e intentaste matarme con tu limpio zapato de Prada.

Sofía Sánchez
Grupo C


Geisha

LA MEMORIA ES UN MATERIA DE PRIMERA MANO

No nací ni me eduque para ser una de mis famosas Geishas de Kioto. Ni nací en Kioto.
Soy hija de un pescador nacido en un pueblo de la costa del mar de Aponla la casa donde vivíamos estaba junto al acantilado donde el viento soplaba constantemente.
Solo tenía 14 años, me parecía que había vivido dos vidas. Ya de niña me daba cuenta de que el Señor Tomaka veía el mundo como realmente era.
Vais a la ciudad de Senzure.No pasara nada, no veía que se ganaba más diciendo la verdad.
No puedo decir que hubiera sido de mí de no haber sido cuidada por MAMELA.
No puedo decir que tuviera dotes naturales de ningún tipo, ni para la danza ni, para cualquiera cosa, pero si es cierto que estaba decida a trabajar sin descanso hasta lograr mi objetivo.
No sé por qué lo hice, era un paso de una danza que habíamos estudiado aquella mañana y era muy triste. Al mismo tiempo pensé en aquel SEÑOR PRESIDENTE y cuanto más fácil sería mi vida si pudiera encadenarme a un hombre como él.
Lo que sentí aquella tarde fue que cuando tenía el cuerpo apesadumbrado me movía con mayor dignidad. Y si me imaginaba al PRESIDENTE mirando mis movimientos adquirían tal profundidad de sentimiento que a veces cada paso de la danza equivalía una especie de una intersección con él. Girar con la cabeza ligeramente ladeada podría representar la pregunta ¿dónde vamos a pasar el día SEÑOR PRESIDENTE?
MAMELA ya había llegado y estaba arrodillándose para saludar con una profunda reverencia.
Entonces el hombre volvió la cabeza, y vi por primera vez su ancha cara y sus afiladas mejillas
Y sobre todo…esos parpados….tan tensos y tan lisos y suaves. Súbitamente todo lo que me rodeaba pareció calmarse, como si él fuera el viento que soplaba y yo solo la nube por el arrastrada. Ciertamente me resultaba conocido, más conocido en cierto sentido que mi propia imagen en el espejo. ERA EL SEÑOR PRESIDENTE EL DE MIS SUEÑOS.

Josefa Redondo
Grupo A

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