La mirada de la escritora

La sesíón de esta semana estuvo dedicada al microrrelato. Y quién mejor para ilustrar con sus textos las claves de este género que la gran Ana María Shúa. 
Algunos de los participantes en el taller tuvimos el privilegio de conversar con ella en la librería Letras Corsarias al final del curso pasado donde repasamos su obra y analizamos la evolución del microrrelato desde aquel I Congreso de Minificción que reunió en Salamanca a la "internacional del microrrelato" como llama Clara Obligado a sus máximos exponentes.
Por aquel entonces aún se discutía sobre el término más apropiado para definir a esta categoría textual que ni siquiera era reconocida con toda su entidad como género. 
Aún está vivo el debate sobre si el microrrelato es una escisión del cuento o tiene naturaleza y características propias aunque la mayoría se decanta por esta última consideración. De hecho, Dolores M. Koch señalaba en "Escritos Disconformes. Nuevos modelos de lectura" (donde se recogen las actas y las ponencias de dicho Congreso) "diez recuersos para lograr la brevedad en el micro-relato"



Pero si hay algo que en sobresale la autora es en el uso de la metaficción en su trabajo, caracterízado también por una fina ironía y un gran sentido del humor. Hay un libro maravilloso de Esteban Peicovich, al que dedicamos una sesión en el taller, que se titula Poemas plagiados. Es una muestra poética que parte de lo cotidiano. Peicovich, que toma prestados los textos de la realidad, de ahí el título, nos enseña cómo añadiendo un título certero y un agudo pie de página a un texto surge la sorpresa y el extrañamiento. Y todo se vuelve poesía. Demuestra la importancia de los contextos y de cómo las palabras pueden aludir a otra realidad muy diferente dependiendo del contexto en que se empleen. En este libro hay un texto que dialoga perfectamente con uno de Ana María Shúa. El de Peicovich se titula “A toda vela”:

1. El patrón arriba hasta que el foque intenta trasluchar a orejas de mulo.
2. El patrón vuelve a orzar hasta que el foque retorna a su banda. El proel coloca la orza en la posición de trasluchar.
3. El patrón y el proel se avisan mutuamente de estar preparados para efectuar la maniobra.
4. El patrón caza la escota hasta que la botavara está cerca de la aleta, tira de la caña hacia sí y gira el cuerpo hacia popa. Mientras, el proel larga el foque y coge la nueva escota del foque.
5. Al pasar la botavara a la otra banda, el patrón se traslada a la crujía, pone la cuña a la vía y se sienta en la otra banda. El proel equilibra el barco lo necesario.
6. El patrón amolla escota de mayor. El proel amolla el foque. Ambos comprueban que la derrota del barco está despejada al nuevo rumbo.


(Los seis movimientos básicos de la trasluchada, del libro Navegación a vela, Blume Ediciones).

Y el microrrelato de Ana María Shúa señala la importancia de conocer el significado de las palabras en el contexto de la navegación:

¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entre tanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.

Conviene tener a mano, a la hora de escribir, un buen diccionario al uso, un diccionario de sinónimos, incluso un diccionario de símbolos o un diccionario etimológico. Así evitaremos problemas de comprensión.

Shúa tiene una gran habilidad para traspasar todo tipo de fronteras, ya sea el sueño, un espejo, o la línea que separa la realidad de la ficción y logra crearnos cierto desasosiego en muchos de sus micrrorrelatos. Y también es una maestra en reunir en una historia personas y personajes de imaginarios o realidades muy diferentes. Esta es una de las claves del microrrelato. Solo necesita una manzana, por ejemplo, para congregar  a Guillermo Tell, Newton y Adán y Eva en un texto:

La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de la gravedad.

O le basta con una calavera para poner en diálogo a dos personajes que nada tienen que ver entre sí como en este otro microrrelato de Temporada de fantasmas titulado “Tarzán”:

Avanzando en oleadas malignas, las hormigas carnívoras no han dejado más que esqueletos blanqueados a su paso. Horrorizado, Tarzán sostiene en su mano temblorosa la calavera pelada de un primate. ¿Se trata de su amada mona Chita? Condenado al infinitivo, el rey de la selva se pregunta ¿ser tú Chita, mi buena amiga mona? ¿La compañera que alegrar mis largos días en esta selva contumaz? ¿Ser o no ser?

Ana María Shúa es poeta, además de narradora, y conoce bien la poesía clásica. En uno de sus textos recupera la palabra "somorgujar", usada por Garcilaso en su Égloga III para mostrarnos a una ninfa que introduce su cabeza bajo el agua (“somorgujó de nuevo su cabeza / y al fondo se dejó calar del río”). Este término, que existe como sustantivo para designar al somorgujo, un ave, ella nos lo presenta, al igual que el clásico, en forma de verbo:

Nunca somorgujes tu cabeza durante un lapso mayor del que recomiendan los manuales y mucho menos con los ojos abiertos. Los trescientos años de una ninfa de río no compensan la pérdida de tu existencia humana, y mucho menos la de tus lentes de contacto.

Puedes escuchar a la escritora y conocer algún detalle sobre su libro Cómo escribir un microrrelato en la entrevista que le hace Reynaldo Sietecase en "La inmensa minoría"




Tarea de escritura

Escribe un microrrelato donde estén presentes la metaficción, el sueño o una reflexión sobre el escritor, el lector, el narrador, los géneros literarios o el trabajo con las palabras. A la manera de Ana María Shúa.


El buscador de frases

Carlitos era un niño muy inquieto, le gustaba mucho leer y escuchar. Le encantaban las citas célebres. Conocía bastantes y las aplicaba en sus escritos y conversaciones. Siempre le venían bien y le habían sacado de muchos apuros en reuniones con familiares y amigos. Le daban un toque inteligente que a él le agradaba.
Empezó a pensar que tenía que buscar, que tenía que crear alguna frase, alguna cita que no estuviese escrita, algo que a nadie se le hubiese ocurrido antes.
Un día de verano, estando sentado en un parque a la sombra de los árboles se encontraba muy a gusto. Entonces, se le acercó una Paloma, caminó a su lado y le pareció escuchar: ¿estás a gusto? Sí le contestó; pues entonces ¡Quédate!. Carlitos se sorprendió y se inquietó, pero estaba seguro de haber escuchado a la Paloma.
Al cabo de un rato, comenzó a hacer calor y la sombra del árbol se fue marchando. Carlitos empezó a sudar. Entonces otra Paloma o quizá la misma de hacía un rato, volvió a pasar a su lado y le pareció escuchar: ¿estás a gusto? Pues no, le contestó Carlitos; entonces ¡vete! le dijo la Paloma.
Carlitos todo emocionado y contento llegó a su casa, tomó papel y lápiz y escribió:” si estás a gusto quédate, y si no, pues te vas”.
Por fin había encontrado una frase, un axioma, un refrán, algo inédito, algo sencillo, práctico, y que él nunca había leído.
Había encontrado una frase y en el futuro buscaría más.

José Luis Fonseca
Grupo A


Problemas de espacio

Tú me pides que huyamos de aquí, que viajemos muy lejos, a un lugar donde podamos vivir nuestro amor sin cadenas. Y yo te digo que nuestra historia de amor es tan hermosa, tan increíblemente bella, que no tiene cabida en tan solo veinticinco líneas. Nuestro amor se merece una novela.
—¿Qué haces con esa pistola? ¡Espera, no aprietes el…!
Veo que ya has elegido el final para la novela.

Tomás García Merino
Grupo B


Reflejos

Un hombre despierta junto a una mujer a la que no reconoce. Algunos rasgos le parecen familiares: Ese parpado caído le recuerda a…
Alarga los dedos para tocarla y la mujer le imita. El tacto frío del espejo le devuelve la realidad.

Tomás García Merino
Grupo B


Mono

Alicia se levantó esa mañana con un mono irrefrenable. Las ganas de fumar la estaban llevando a la necesidad de evadirse de alguna manera, de forma urgente. Estaba dejando el tabaco y le costaba, mucho más de lo que ella había imaginado. Se acicaló con cuidado y estrenó el mono de color verde que se había autorregalado por su cumpleaños. Salió de casa dispuesta a darle un nuevo aire a su vida y decidió buscar una actividad diferente a la rutina diaria. Empezaría —se dijo— por entrar en la cafetería de la esquina para tomar un café. Nunca había entrado en ese bar y le apetecía conocerlo. Le sorprendió ver a un mono encima de la barra, en un extremo del local. Lo miró de lejos porque le producía cierta aprensión aproximarse a un animal salvaje y, aunque dio por sentado que éste debía estar amaestrado, sus ansias de novedad no eran tan acuciantes. Ocupó una silla alejada del simio y solicitó la atención de un camarero muy mono que deambulaba entre las mesas. Iba a pedir un café descafeinado, con leche desnatada y azúcar moreno, como era su costumbre pero, de repente, decidió que no. Estaba resuelta a cambiar sus hábitos y pidió un té verde con miel. El mozo tomó nota y regresó rápidamente con el pedido. Pero, para horror de Alicia, no volvió solo, trajo consigo al animal sentado en su hombro. Ella, con mucha precaución, alargó la mano para coger su té, momento en que el mono saltó del hombro de aquel barman tan mono y derramó la infusión sobre el mono verde de Alicia. Todos los empleados de la cafetería acudieron a atenderla para aplacar el susto y eliminar los estragos del suceso. Una vez calmada y recompuesta salió a la calle con la idea de que los cambios no siempre son buenos. Y para calmar el mono que la atenazaba desde ya hacía una semana, dirigió sus pasos al estanco del barrio. Allí se sentía segura y feliz. 

Maxi Moreno
Grupo B


Un hombre despierta junto a una mujer a la que no reconoce.
Por la noche se había quedado dormido nada más llegar al albergue de peregrinos. Estaba muy cansado de la etapa de 50km que acaba de realizar, y se acostó en la primera cama que localizó vacía.
Los ruidos de la mañana le despertaron cuando todos los peregrinos se levantaban para iniciar una nueva etapa. Allí estaba ella, acurrucada a su lado, no sabía que decir, pero fue ella la que tomó la palabra, y sonriendo, le dijo “Amigo, como roncas”.

Luis Iglesias
Grupo B


La amo y ella ni lo sabe.

Jaume Castejón
Grupo B


En coma sin comas

La coma está en coma.
Cayó desplomada de un renglón a otro. Un golpe mortal de dos y medio de espaciado nada menos. ¡Menudo porrazo!
Comparte hospital con el acento caido en combate ante la dejadez y la falta de conocimiento linguistico. Enfermedad paranoica le diagnosticaron pues el pobre no sabe si solo esta solo o esta con esta o con cual ni como ni donde caerse muerto. Ha interpuesto un recurso contra la RAE por expropiacion indebida de acentos. El sindicato ortografico de la lengua maltratada ya ha tomado cartas en el asunto. Han declarado que menos mal que todavia nos queda el punto.
Recuerden escritores: no se coman la coma para que la falta de oxigeno en el lector sufridor no se lo coma.

Ibone Bueno Vicente
Grupo C


Esa luz que aparece
Soneto que quiso ser microrrelato

Me despierto -o sueño- de madrugada
a la dudosa, indefinida hora,
una difusa luz crea la aurora
y descubre la ausencia, y la nada.

Quizá sea la muerte, enamorada,
celosa de mi sueño que atesora
una imagen eterna, transgresora,
una quimera al alba, en ti encarnada.

No sé si sueño cuerdo, o sueño loco,
si es real tu figura en el espejo
fantasmal de las horas fronterizas

Si en la vida o en la muerte te convoco,
si acaso sólo somos el reflejo
del amor que sueñan nuestras cenizas.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


La mujer de mis sueños

Cuando desperté, ella todavía estaba allí.
 
Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Noa y la luna

Noa, estaba muy nerviosa ,
corría de un lado a otro del
Parque, se revolcaba en el húmedo césped, donde los riegos habían hecho su trabajo al caer la tarde.
Por encima de los árboles, una luna llena, inmensa, blanca en todo su esplendor,
se reflejaba más allá, en las tranquilas aguas del rio.
Al despertar, la luna había entrado por la ventana. Noa la miraba ensimismada.

Pedro Gómez
Grupo C


Juicio Onírico

—¿Se puede saber por qué ha matado a su marido? —le preguntó el juez a la acusada.
—Pues verá usted, Señoría. Llevaba yo ya cinco días soñando lo mismo: que me iba derecha a matarlo pero que al final no me decidía. Y para una vez que me decido, va y no es un sueño.


Óscar Martín
Grupo A


Genio y figura hasta la sepultura

El excéntrico y multimillonario señor Pickwick había dejado dicho que le hacía mucha ilusión asistir en vida a su propio sepelio y que ya se encargaría él mismo de marcharse al otro barrio como lo estimara oportuno. Por ello, aunque todos los presentes pudieron oír, inmediatamente después de que los operarios colocaran la losa, el disparo en el interior del panteón, nadie se sorprendió ni se asustó. Es más, lo que hubo fue un intercambio de miradas más bien risueñas, cómplices, para nada espantadas, acompañadas de alzamientos de cejas y bufidos que denotaban cierta estupefacción por un suceso tan insólito. Y es que el señor Pickwick había nombrado herederos a todos los vecinos del pueblo, a condición de que no se le llevara la contraria en lo más mínimo hasta el último momento de su existencia.

Óscar Martín
Grupo A


Pérdidas

El día que Tarzán perdió el taparrabos, el puñal de la cintura y el grito estentóreo, también perdió el león su melena, el elefante sus colmillos, el rinoceronte su cuerno, la hiena su risa, la cobra sus dientes ponzoñosos, el leopardo sus manchas y la mona Chita su gracia. Ese día solo quedaron el hombre desnudo y vulnerable y la selva inerme y vulnerable frente a las máquinas depredadoras de recursos naturales.

Manuel Medarde
Grupo A


Soñar con tu primer amor

El problema de soñar con tu primer amor no es que te seduzca la idea de volver a encontrarlo, recorrer un camino ficticio para imaginar un reencuentro precioso, único. Escuchar una conversación dulce, candorosa, otra vez su aliento. El problema no es la melancolía y añoranza o, incluso, la vieja punzada, que te sobrevienen al saber lo imposible o inaudito de volver a verlo en la realidad, tras toda una vida sin él. El problema, el gran problema de soñar con tu primer, tu gran amor es que, en el mismo sueño, en la misma noche, en el mismo giro sobre el mismo lado de la almohada, por inesperados caprichos de los sueños, se te aparezcan a la vez tu primer amor, el segundo, el tercero, y, sucesivamente, todos los demás. Ahí está el lío. Aquellos que no se conocieron en vida, van a confluir en la narcosis de una madrugada. Todas sus cabezas en fila india, despeluchadas sobre tu colchón. Todos a la vez, iracundos, fracasados, tristes, con sus reproches, o con sus chistes y bromas, con sus pecados, todos mirándose, queriendo ser los primeros en hablar, en recriminar, en discutir, a veces dirigiéndose a ti, aunque no te ven, y, en tu alucinación, están bien listos para la crítica, la condena y para la última contienda. Y, tras años de experiencia, ahora sí que saben, y no están dispuestos, ninguno de ellos, a claudicar.
Y todo porque la mancha seca de sangre sobre la almohada lava mal.

Marisa Sánchez García
Grupo C


El coleccionista

La verdadera afición de Matías Calderón salió a relucir el mismo día que cayó muerto sobre el mostrador de su tienda de antigüedades.
Una puerta al fondo de la trastienda guardaba bajo llave su secreto.
Cientos de ojos mirando a la nada desde botes de cristal llenos de formol.
A Matías siempre se le dieron bien las citas a ciegas.

Aurora Zarco
Grupo B


La carta

- Estas segura Sara, las palabras empleadas es esa carta son fuertes, poderosas, impetuosas, irrevocables, definitivas …
-No las he elegido yo, han sido las emociones las que se han servido de esas palabras, como si las palabras hubiera estados secuestradas , y ellas mismas se vieran obligadas a saltar de lo más profundo del abismo hasta la superficie en medio de contorsiones imposibles, configurando un sentido inesperado incluso para mí que las he escrito, esas palabras se aferraban al papel desafiantes destinadas; a sacudir, a perturbar, a trastornar, a alterar el orden preestablecido , no pueden ser borradas o tachadas, tampoco edulcoradas o mitigadas. Esas palabras y no otras, ascendían de mis entrañas deslizándose hacia la mano y caían sobre el papel para adherirse de forma indisoluble y perdurable.

M. Victoria GL.
Grupo B


Estrategia matemática

–En suma –concluyó el almirante­–, dividiremos la escuadra enemiga multiplicando nuestra potencia de fuego. Entonces ya solo restará ir, uno a uno, destruyéndolos hasta la raíz.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Duda

Al principio fueron unas muecas casi imperceptibles, pero claramente incongruentes con la naturaleza de los actos que realizaba. Luego una soterrada resistencia, tan mínima, que supuse que el lector no la percibiría. Más adelante su incomodidad llegó a ser tan notoria que, cuando se me encaró, no puedo decir que me sorprendiera.
–¡Por ahí no paso! Es indigno de un personaje de mi rango cometer una acción tan despreciable –me espetó enarcando las cejas con gesto altivo.
No he podido añadir una palabra más al relato. Me paraliza la duda de saber quién es el autor: él o yo.

Pepe Lorenzo
Grupo B


“MATEMÁTICAS INEXACTAS”

Aquel calculado día prometía problemas integrales en la pequeña localidad de Aritmética.
El primero en fugarse del recinto matemático “Máximo Común Divisor” fue un exponenteelevando los () de seguridad. Desde ese momento se colapsó el centro métrico debido a un incremento exponencial de factores afectados por el virus f(x), una variante derivada del f(y).
Un % fue el siguiente en fugarse para desesperación de todos los términos, provocando una escandalosa subida de los precios y los tipos de interés.
En cuanto pudo, el número π salió pitando y desde entonces ningún conjunto puede pegar ojo.
El seno y el coseno, cómplices, no tardaron en salir por la tangente. Ahora tienen desigualado el tráfico con sus indecisos movimientos oscilantes.
El sumatorio ∑ jefe ha organizado a sus sumandos en ecuaciones para que coloquen [ ] y{ }por todo el entorno de la función.
Es una incógnita cómo se resolverá la inecuación actual, especialmente por la desigualdad entre los partidarios de Álgebra y los seguidores de Cálculo.

Antonio Paniagua Moreno.
Grupo A


Selfie palustre

Dice el periódico que:“La grave sequía acaba con el escribano palustre”. No con el escritor ilustre, mala hierba donde las haya, capaz de vivir sin agua. La guerra calienta la tierra y con ella nos vamos secando. Desaparecen los humedales donde los pajaritos de colores venían en invierno a calentar y recuperar sus frágiles cuerpitos musicales. Gracias a ellos aprendimos a cantar. Ahora se nos seca la garganta, los ojos y el sexo.Nuestros cuerpos secos necesitan gotas y pomadas para no resquebrajarse. Solo queda el insomnio

Sagrario Martínez
Grupo B


Segunda vida

Unas manos primorosas dieron los últimos retoques, ya estábamos dispuestas para iniciar nuestro camino,sabíamos que por nuestro abolengo iba a ser “de rosas”. Sí, aquella niña nos recibió con un ¡qué bonitas, mi color preferido!, hasta nos dio un beso. Al principio estábamos reservadas para los días de fiesta: un cumpleaños, un bautizo, una visita a casa de las tías, pero ella quería llevarnos siempre, al cole, había que lucirnos, al parque, allí empezamos a conocer los árboles disfrutar de su sombra, las palomas se acercaban, temíamos que nos picotearan,aprendimos a jugar al pati, a la comba, nos columpiamos, nos tiramos por el tobogán. El paso del tiempo nos afectó, no crecíamos, ella sí. La mamá la convenció, nos diría adiós y, otra niña nos recibiría con tanta ilusión como ella. No os he dicho, somos unas “”Merceditas”, nuestra andadura empezó en el siglo XIX, eso lo contaremos otro día.

Inés Izquierdo
Grupo A


El enfado de Artemisa

El sol va caldeando los campos de Argañán mientras acecho oculto entre las matas. De pronto, una aparición: un ciervo avanza. Se acerca; mucho, no me ha detectado. Me estremezco. Palpito admirado y aterrorizado ante su totémica cornamenta. En mi espanto muevo una rama. Se gira y me mira, solo un instante, fuera del espacio y el tiempo. Y ya no está. Ni siquiera le veo mientras le escucho correr veloz y poderoso. Yo quería sorprenderlo y atrapar su imagen. Yo quería alcanzar a ver, comprender. Pero solo me ha quedado el vacío que deja tras su galope. Y entiendo que ahora, soy yo el preso de su ausencia. Ya veis, Artemisa que, muchos mitos después, sigue haciendo de las suyas.

José Carlos Gómez
Grupo A


En el bosque

Por fin se decidió a salir. Le gustaba arreglarse frente al espejo de cuerpo entero.Para la ocasión, eligió su camiseta de calaveras, a juego con sus pantalones negros preferidos.
Peinó su cresta naranja con mimo; se calzó las botas militares y adornó su cuello con el collar de pinchos.Cogió con rapidez la cesta y por último, se echó sobre los hombros la capa roja.
Cuando el lobo, agazapado entre unos matorrales, la vió...huyó despavorido.

M.L. Fidalgo
Grupo C


Cómo aliviar la soledad y mantenerse activo en la vejez

El viejo doctor termina de desayunar, se despide de su compañera, sentada a la mesacon la cabeza algo inclinada hacia adelante, como adormecida. Otros dos ancianos están sentados en el sofá frente al televisor.
El viejo forense jubilado sale a comprar el periódico. Al cruzar la planta baja echa un vistazo a la sala donde tiene su clínica, la mesa de operaciones, el instrumental, los armarios de aluminio.
En la entrada, bajo el porche, tumbado en un banco de cemento pegado al muro hay un vagabundo envuelto en harapos. Se remueve al oír la puerta cerrarse. Saluda al viejo médico, y con lengua de trapo le dice que se irá enseguida. El viejo doctor vuelve a entrar en la casa, va a la cocina y llena un vaso con zumo, pone unas galletas en la bandeja y se las baja al vagabundo. Entra de nuevo.
Un rato después sale con una camilla metálica, hace girar sobre ella el cuerpo del vagabundo -que duerme profundamente-, y lo lleva a la clínica, depositándolo en la mesa de operaciones.
Le quita la ropa con cuidado. Cuando comprueba que está muerto comienza el proceso de embalsamamiento. No sabe todavía dónde colocará a su nuevo invitado.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


El mirlo

Al atardecer, me hipnotizó un mirlo con su lenguaje musical. Me levanté con miedo mientras sus notas seguían latentes en mis oídos.
Al volver la vista atrás, lo percibí posado en el brazo de mi banco. Balanceaba, una y otra vez, su pico en un lugar muy concreto.
Al siguiente anochecer volví. Me coloqué en el mismo asiento y apoyé mi brazo en el sitio preciso. El mirlo empezó a cantarme sus vivencias. También yo melodiosamente le mostré mis secretos. La confianza mutua surgió de su poder hinóptico.
Al acabar cada día desde entonces nos vemos. Ya no hay secretos entre nosotros. Nadie me conoce mejor que él.

JB
Grupo C  


El anonimato de la picaresca

- Por enésima vez, Lázaro – replicó Raúl – “Vuestra” se escribe con v.
- Ay, sí, tenéis razón. No me aclaro con la be y la uve.
Lázaro desechó el nuevo pergamino, haciéndolo una pelota con las manos y lanzándolo contra el montón de pelotas iguales que había sobre la mesa. Raúl contó veinte.
El joven cogió la pluma con su mano derecha, la llevó al tintero y, con sumo cuidado, a una nueva hoja de pergamino.
Cuando Raúl Vacas le vio escribir, de nuevo, “Sepa buestra merced”, se desesperó.
- ¡Está bien! – le dijo – Yo escribiré tus memorias.
Lázaro, con una sonrisa que no podía exteriorizar, se acababa de salir con la suya. Prefería sentarse al lado de su profesor en la Casa de las Conchas y contarle, para librarse de pasarse horas y horas escribiendo con una pluma y una tinta que poco sabía manejar.
Cuando Lázaro empezó a dictarle lo que debía escribir, su reciente cronista hizo una última declaración:
- Escribiré tus memorias, pero me niego a firmarlas.

Mª Ángeles García Franco
Grupo A


El eterno candidato

La clase de literatura estaba repleta de genios. Cela sacaba su plumier de madera, perfectamente cuidado, mientras Gabriel García Márquez afilaba cada uno de sus lápices para empezar a tomar nota. Vicente Aleixandre abría su maletín para disponer los folios sobre la mesa, y Saramago releía la lección del día anterior.
Al fondo de la clase, Murakami hacía papiroflexia con los apuntes de hace una semana.

Mª Ángeles García Franco
Grupo A


De nada sirve...

Sale corriendo de la habitación, tira la corbata y se deshace de la chaqueta. Ojalá pudiese hacer lo mismo con lo que le oprime el pecho.
Ella tan alta, tan rotunda, con la lengua tan afilada…
Las palabras no son más que palabras, hasta que se clavan como esquirlas y te van haciendo añicos a fuego lento.
Lo has intentado.
Te lanzas al vacío, adoptas otro nombre, incluso te vistes con esmero.
De nada sirve, el Castillo de If siempre se alzará triunfante en tu interior.

Eva Hernández
Grupo A


Años de soledad

El tren se acercaba a su último destino con un grupo de saltimbanquispreparados para alegrar la fiesta organizada por el coronel Aureliano Buendía, en la casa familiar de Macondo, donde habitaba con sus progenitores y con los espíritus de sus antepasados pero la matriarca Úrsula Iguarán no permitiría jamás que nadie interrumpiera la soledad de su marido, que debajo del castaño del patio, contemplaba día y noche las estrellas.

Marian Pérez Benito
Grupo A


El plan

Sentados en su banco del parque, los dos amigos tramaban la manera de apropiarse de los libros prohibidos por la férrea censura vigente en su país, los cuales permanecían custodiados en el sótano de la antigua biblioteca a la espera de ser quemados.
Cuando su plan comenzaba a tomar forma, una gran explosión acompañada de un ruido ensordecedor y un fuerte temblor, llenaron de un denso humo todo a su alrededor.
Oscuridad, silencio, sangre y calor. No hubo más tiempo. En un segundo eterno, todo acabó.

Marian Pérez Benito 
Grupo A


Paco

Cómo todas las mañanas al amanecer, Pedro salía de su casa y se apostaba entre las raíces que sobresalían del suelo de un gran árbol.
Su única tarea consistía en proteger su casa y su familia, Amalia, su mujer y Juan y Laura, sus hijos.
Una mañana, cuando Pedro volvió a casa para desayunar, su hijo Juan le preguntó donde iba todas las mañanas tan temprano. Pedro, zanjó rápido el tema: " Mira hijo, nosotros, los nomos, al ser tan escasa estatura, tenemos la tarea de estar atentos para cualquier cosa que nos pueda pasar. Los humanos y los animales, aunque sin querer, pueden asustarnos, pisarnos e incluso destrozar nuestras pequeñas casa. Así viene ocurriendo desde hace miles de años".
Juan asintió y no dijo nada pues sabía que en unos años esa labor le correspondería a él.

Isabel Gallego
Grupo A


Reencuentro

Un hombre despierta junto a una mujer a la que no reconoce. No tiene dudas de donde se encuentra. La lámpara del techo, los muebles, las sábanas que sus padres compraron en Portugal, todo pertenece al cuarto de su adolescencia. Ella respira ruidosamente, aunque no ronca abiertamente.
Sigue sin reconocerla, intenta calcular su edad. Es más joven que él pero no tanto como cuando dormía allí.
El sonido de la respiración lo adormece, cuando de nuevo abre los ojos, la mujer ya no está, ha desaparecido. Un banderín de la Unión Deportiva Salamanca ocupa casi toda la pared que deja libre una estantería con libros. La habitación está igual que cuando vivía allí, cada cosa en su lugar, incluso la ventana desde la que espiaba a la vecina del piso de abajo. La recuerda tendiendo la ropa desde su cocina. Era una mujer joven con niños pequeños que, involuntariamente, participó en alguna de sus fantasías juveniles.
Ya no tiene dudas, la mujerera la vecina del segundo B. Se arrepiente de no haberla despertado para compartir su secreto.
Una voz conocida lo saca de estos pensamientos:
-Juan, levántate que ya son las seis y media.

Enrique Martínez
Grupo C


Oasis y dudas

Una frondosa vereda lleva a un desierto seco, duro, asfixiante de sol y arena. A lo lejos un oasis promete frescura y descanso, agua y alimento pero yo, tú, él, ella… todos, preferimos seguir a la tortuga centenaria que nos arrastra lentamente hacia las dunas y las dudas del páramo de la existencia.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Condenado a suerte

El reo arrastra los pies encadenados a los sucesos fortuitos que lo han llevado hasta allí. La fortuna le fue esquiva, el azar lo descuidó, la ventura lo abandonó, era su sino, acabar en ese corredor sin salida vertical.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Recuerdos anónimos

Se sientan en un circulo perfecto de miembros muy dispares. Están los felices, que dan bastante rabia a todos los demás. Los tristes, nadie quiere sentarse a su lado, salpican lagrimas. Los aburridos, que producen somnolencia al resto. Los divertidos, que son los más demandados para contar sus historias. Los angustiosos, a estos no los dejan hablar mucho porque provocan ansiedad. Cuando la sesión termina todos se levantan y toman café con unas selección de tartas que lleva siempre el de los recuerdos de la abuela.

Beatriz Gorjón
Grupo A


El último adiós

Cuanto más me alejo del momento en que me dijiste tu último adiós, inexorablemente más me voy acercando a ti. A veces, muchas veces, busco la inmediatez de poder darte un abrazo.

Ramón Sánchez Rodríguez
Grupo B


Perlas de jabón

Tras una noche de sueños inquietantes, creí haber llegado a la antecámara del reino de las musas. Trataba de buscar respuestas confiando en sus amplios conocimientos. Pero se habían mudado del Helicón al Parnaso a pasar el verano.
Cerca ya del amanecer sentí como surgía en mí la génesis, reveladora y primigenia, a la pregunta de la que hacía tiempo buscaba la respuesta. Y la saboreé entre las sabanas en la dulce penumbra de mi alcoba, pero no me levanté a escribirla.
El sol entró por mi ventana y educadamente le dije que se fuera. Traté de volver al goce interrumpido, pero el astro, obstinado en ganar su batalla, me obligó a utilizar el control de bajada de las persianas.
No quería despertarme todavía y busqué el arrullo del televisor en un documental sobre el mundo animal en… Tayikistán, pero quedé enganchado a una cadena que presumía de dar las “últimas noticias”. ¡Petulantes! Solamente enseñaban la antesala.
Apagué la pantalla, hastiado de la deriva de los medios. Daba repulsión, la manera en que pasaban de puntillas ante la desviación de poder, y rebajaban los efectos de la autocracia.
Pensé que no habíamos aprendido nada de la historia, de ahí que, desde que Calígula abrió la veda con Incitato, cualquier equino puede llegar a alcanzar las más altas cotas del poder.
Me acordé de mi padre cuando me decía:--”No olvides nunca hijo que, el dictador o el demagogo, suele ser una persona gris, con o sin bigote, que no puede desarrollar su delirio si no cuenta con el número suficiente de cómplices”
En vista de que mi psyché, había tomado un camino sin retorno al pasado que me alegró la alborada, decidí comenzar el día de una forma osada, y a modo de conexión con la irrealidad cotidiana, saqué un pie del edredón, pero el resto de mi cuerpo lo juzgó excesivo.
Para añadir un poco más de aspereza a mi despereza, comenzó a sonar con insistencia el timbre de mi casa. Un repartidor , sudoroso, traía un paquete de entrega urgente. Cuando lo abrí, contenía la más ardiente diatriba de Febo hacia mi persona.

Calgari
Grupo A


La mujer afortunada

Dicen que lo que soñamos al dormir es un reflejo de nuestros pensamientos diarios y más peligroso aún de nuestros deseos. Concha, mi amiga vino atormentada ayer porque soñó que perdía sus ahorros y Laura que quedaba viuda; Rosario en cambio constantemente sueña que se le caen los dientes y a mí me preguntan ¿que como hago?
—¿que como hago qué? —les pregunto
—¿cómo haces para soñar siempre cosas afortunadas? —
—Fácil— les digo. —Cuando despierto y descubro lo qué soñé, siempre agrego como debió haber sido, voy rápido al baño y me lo repito al espejo, entonces así siempre sueño lo que quiero.

Daniela Perales Bosque
Grupo C


- Puedo volar- dijo con la mirada en sus manos
-¿Cómo piloto?
-No, como Superman- Alzó la mirada esperando una sorpresa en su interlocutor que no encontró.
-Sabe usted que está en el Ecyl, aquí no me consta en mi lista ningún trabajo con esa cualidad.
-Pero ... quiero trabajar.
-Sí, pero tiene que traerme alguna formación reconocida.
-¿Quiere que se lo demuestre?
-Si todos los que volaran empezaran a demostrarlo esto sería Barajas. Tiene que traerme un título oficial.
-Yo no tengo, me viene de familia.
-Pues lo siento, pero no puedo incluirlo en su ficha. Al final, ¿quiere que le apunte para trabajar en la residencia sin formación?
-Si no hay otra cosa
-Perfecto, ya está. Seguro que en sus ratos libres podrá amenizar a los abuelos, ellos tienen todo el tiempo para entretenerse con esas peculiaridades.

Lidia Hidalgo
Grupo A


Bulería

Estuve toda la noche luchando en la cubierta contra el viento. Tenía el cuello dolorido de mirar al mástil, manejar las cuerdas y localizar los palos. Achicaba agua desde mi cajón de madera, cuando una gran ola me sacudió. Desperté agotada, me quedé dormida mientras con mi guitarra intentaba tocar una bulería y pensé “el flamenco siempre me transporta muy lejos”. A lo que no encuentro encaje es a la gaviota patiamarilla que graznaba en el extremo del mástil de mi guitarra.

A.M.F
Grupo C


Despersonalización

Desperté sobresaltado y le dijé al del espejo: ¿qué haces ahí mirándome?"

Marta Lozano
Grupo C


Mi frustrante historia de amor

Pedro camina con la mirada fija en el suelo. Lleva tiempo dándole vueltas al mismo tema.
Desde que era niño, siempre había querido escribir novelas y poemas de amor. ¿Pero cómo iba a hacerlo, si no sabía lo que era el desamor?
Ya estaba llegando al restaurante en el que Marta y él celebraban su décimo aniversario. Intentaba hacer memoria, pero la pareja nunca se había tambaleado.
Nada… ni celos, ni nadie que se entrometiera, ni arrepentimientos… ¿Cómo iba a escribir de desamor, si nunca lo había sufrido?
Luego estaban los padres de ambos. Quedaban cada jueves para jugar al mus y hacían escapadas los domingos… ¿No podían enemistarse, encerrarles en sus cuartos y prohibirles que se vieran durante el resto de sus vidas?
¿Y un amor nostálgico? ¿Nunca la había echado de menos? Lo máximo que habían estado separados fueron unas semanas en pandemia… y con Zoom se les hizo bastante llevadero.
¿Y antes de conocerse, no tuvo ningún amor no correspondido? Ni si quiera recordaba haberse sentido atraído por otra persona…
¿Cómo podía ser tan desdichado de no haber sufrido por amor? ¿Nunca escribiría una historia romántica con la que la gente empatizara?
Entró en el restaurante y vio a Marta sentada en una mesa en el fondo.

- ¿Qué tal?- preguntó mientras se sentaba.
- Tengo una noticia… -parecía ilusionada.
- ¿Sí? Cuéntame.
- Me han dado la beca, me voy a Estados Unidos.

Juan Salado
Grupo C


Amor binario

Con el secreto whasero, se han generado un sinfín de relaciones que el mundo no da abasto a crear ceros y unos, dando rienda suelta y a tope, a esas relaciones binarias.
Disfrutemos fingiendo, conversemos sin estar presentes, riamos solos, saquemos la lengua, hagamos muecas al receptor fantasma, festejemos nuestras desconexiones y brindemos por nuestros idilios delirantes.

Lola San Cayetano
Grupo C


La noche

La noche se hacía más oscura. Trino seguía jugando y bebiendo. Se levantó balaceándose, se dirigió hacia su casa, cayéndose y vomitando. El niño esperaba, sabía que sería una noche más. Le desnudó y limpió sus vómitos como pudo. Le acostó Al despertar se acercó, posó la mirada en el rostro de su padre y vio en los ojos el espanto del muerto. El niño se limpió el sudor frio de su frente. Intento vestirle No pudo, sus manos eran pequeñas. Continu-o mirándole. El niño reparó en la noche y su soledad.

Josefa Redondco
Grupo A


Juanito

El día que los cilindros de la fábrica dejaron de funcionar se preguntó que echaba de menos, dentro de lo habitual, el orden del mundo. El niño sentado en el apoyo de la puerta de su casa reflexionaba. Le suponía un gran esfuerzo pensar. Después de que su padre quedó sin trabajo ya no era el mismo, ya no había abrazos Se volvió invisible a los ojos de él. Cada noche regresaba borracho se tumbaba en el jergón y se quedaba dormido. El niño miraba al padre, no entendía nada. El miedo se adentraba en su cuerpo Cuando la agonía le daba dentro de su pecho se ponía a cantar y se le iba disipando.

Josefa Redondco
Grupo A


Mi frustrante historia de amor

Pedro camina con la mirada fija en el suelo. Lleva tiempo dándole vueltas al mismo tema.
Desde que era niño, siempre había querido escribir novelas y poemas de amor. ¿Pero cómo iba a hacerlo, si no sabía lo que era el desamor?
Ya estaba llegando al restaurante en el que Marta y él celebraban su décimo aniversario. Intentaba hacer memoria, pero la pareja nunca se había tambaleado.
Nada… ni celos, ni nadie que se entrometiera, ni arrepentimientos… ¿Cómo iba a escribir de desamor, si nunca lo había sufrido?
Luego estaban los padres de ambos. Quedaban cada jueves para jugar al mus y hacían escapadas los domingos… ¿No podían enemistarse, encerrarles en sus cuartos y prohibirles que se vieran durante el resto de sus vidas?
¿Y un amor nostálgico? ¿Nunca la había echado de menos? Lo máximo que habían estado separados fueron unas semanas en pandemia… y con Zoom se les hizo bastante llevadero.
¿Y antes de conocerse, no tuvo ningún amor no correspondido? Ni si quiera recordaba haberse sentido atraído por otra persona…
¿Cómo podía ser tan desdichado de no haber sufrido por amor? ¿Nunca escribiría una historia romántica con la que la gente empatizara?
Entró en el restaurante y vio a Marta sentada en una mesa en el fondo.

- ¿Qué tal?- preguntó mientras se sentaba.
- Tengo una noticia… -parecía ilusionada.
- ¿Sí? Cuéntame.
- Me han dado la beca, me voy a Estados Unidos.

Juan Salado
Grupo C


Bulería

Estuve toda la noche luchando en la cubierta contra el viento.
Tenía el cuello dolorido de mirar al mástil, manejar las cuerdas y localizar los palos. Achicaba agua desde mi cajón de madera cuando una gran ola me sacudió. Desperté sobresaltado, ni rastro de la ola, ni del barco.
Mi habitación y el ruido del ascensor me situaron. Me había quedado dormido mientras con mi guitarra intentaba tocar una bulería.
Ya más sosegado pensé “el flamenco siempre me transporta muy lejos”.
A lo que no encuentro encaje es a la gaviota patiamarilla que graznaba en el extremo del mástil de mi guitarra.

A.M.F
Grupo C

4 comentarios:

  1. Estupendo, Aurora. Te sobrecoge

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  2. Muy bueno ese sueño, Oscar

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  3. Tomás García Merino15 de octubre de 2023, 10:26

    Muy bueno, Aurora. Pero partes con ventaja, 4 ojos ven más que dos y me consta que en ese tarro había más de dos.

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