Escribo porque...

Iniciamos un nuevo curso de escritura creativa con tres grupos y más de sesenta participantes.
Muchos repiten, y no porque hayan obtenido malas calificaciones en la pasada edición, sino porque quieren continuar aprendiendo y escribiendo. Así que con renovadas energías emprendemos un nuevo trimestre en el que reflexionaremos sobre muchos temas y autores y someteremos algunos textos a la crítica.
El primer día siempre es relajado así que nos presentamos y hablamos de nuestras motivaciones para leer y escribir. 
-¿Por qué escribe usted? -le preguntaron al poema chileno Óscar Hahn. Y el respondió en forma de poema:

Porque el fantasma porque ayer porque hoy
porque mañana porque sí porque no
Porque el principio porque la bestia porque el fin
porque la bomba porque el medio porque el jardín
Porque góngora porque la tierra porque el sol
porque san juan porque la luna porque rimbaud
Porque el claro porque la sangre porque el papel
porque la carne porque la tinta porque la piel
Porque la noche porque me odio porque la luz
porque el infierno porque el cielo porque tú
Porque casi porque nada porque sed
porque el amor porque el grito porque no sé
Porque la muerte porque apenas porque más
porque algún día porque todos porque quizás


Óscar Hahn



La importancia de aprender a escribir a lápiz. https://www.abc.es/ Laura Peraita


“La escritura no es producto de la magia, sino de la perseverancia” señaló Richard North Patterson. Algunos grandes libros fueron rechazados una y otra vez por las editorales hasta que encontraron su camino. El trabajo y la constancia serán claves en nuestra tarea y en la consecución de nuestros objetivos más allá de publicar o no. Hay quien escribe únicamente por gusto, sin ninguna pretensión.

Dejamos por aquí dos artículos que ahondan en los motivos para escribir: "Lo que enseñan los escritores cuando enseñan a escribir" , firmado por Bel Carrasco en Zenda y "Escritores escribiendo sobre escribir: John Scalzi y por qué los escritores no son magos" de Delfina Montagna en Redacción (Periodismo humano). Quizá sean de vuestro interés.
 
 

Propuesta de escritura

Cuéntanos en forma de poema, artículo, microrrelato o tuit los motivos por los que escribes



Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Bella sin alma

Leo para saber qué escribiría si leyera.
Escribo dejándome llevar, pero a contracorriente.

Fulanita era una niña de ojos azules como cristales. Compartíamos aula, y yo no podía dejar de mirarla, aunque a veces oyera algunas risas a mi espalda. Ella pasaba de mí, olímpicamente, creo que nunca me vio.

Sólo una vez se me acercó, con disimulado interés. Estábamos en el recreo, yo me había quedado en la clase, escribiendo en mi cuaderno. Ella entró para buscar algo en su mochila, también azul, me miró con su indiferencia habitual y se acercó, tratando de ver, disimuladamente, qué estaba haciendo. Por fortuna cerré el cuaderno, antes de que ella pudiera leer nada.

Acabó el curso, y no volvimos a vernos. Pero recuerdo, como si me estuviera muriendo, su coleta cimbreándose altiva, con una agitación que delataba una soberbia sin reposo. En aquel instante supe que sería escritor.

Conservé la hoja, con mis palabras escritas temblando como si fuera un balbuceo.

“Fulanita, te odio, te odio y te odio”. Fue el primer párrafo del resto de mi vida.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


¿Por qué escribo?

Escribo porque sí.

Manuel Medarde
Grupo A


CAE UN TALLER CLANDESTINO DE ESCRITURA CREATIVA
Martes, 8 de mayo de 2029

EFE.

Un taller clandestino de escritura creativa fue desarticulado ayer en Salamanca por la Unidad de Delincuencia Literaria de la Policía Nacional, tras una espectacular redada en la Biblioteca Pública de La Casa de las Conchas. Según fuentes consultadas, las pesquisas se iniciaron hace una semana con la detención de uno de los integrantes del taller, Óscar M., tras dar positivo en una prueba de fantasilemia que se le practicó tras salirse de la vía el vehículo que conducía en la glorieta de Brujas e impactar contra un semáforo. Dicho detenido, que quintuplicaba la tasa máxima de ebullición fantasiosa en el cerebro, reconoció en comisaría que inmediatamente antes de coger el coche había estado durante tres horas escribiendo un fragmento de un relato de ciencia ficción, en el cual iba pensando cuando entró en la rotonda, lo que motivó el despiste fatal. A pesar de que inicialmente manifestó a la policía que actuaba en solitario, al ser hallada en la guantera de su coche una carpeta con varias fichas presuntamente de un taller de escritura creativa, hubo al fin de reconocer, tras cuatro horas de interrogatorio, que era miembro activo de dicho taller, autodenominado “Grupo de las Cinco”, proporcionando asimismo información detallada sobre el lugar, día y hora de las reuniones.

De esta forma, y con la preceptiva autorización judicial, en la tarde de ayer lunes la UDELI de la Policía Nacional se presentó en la Biblioteca de La Casa de las Conchas, incautándose de gran cantidad de documentación y sorprendiendo in fraganti a la mayoría de los miembros del taller en una sala semioculta en el último piso del edificio. Durante la redada fueron detenidos, sin que opusieran resistencia, el cabecilla del grupo, Raúl V.P., viejo conocido de la policía y con un largo historial literario-delictivo, José Luis F., alias “Doctor”, brazo derecho del anterior, África G., José Ignacio P., Esther Y., Josefa A., Edwing V., Manuel M., Inés I., Eva H., Marian P. y Beatriz G.. A diferencia de los anteriores, el integrante del grupo Carlos G. R., intentó darse a la fuga saltando por una ventana, precipitándose al vacío y sufriendo como consecuencia de la caída un politraumatismo múltiple con pronóstico reservado, habiendo sido ingresado en la UCI del Hospital Virgen de la Vega, donde se halla bajo custodia policial.

Todos los detenidos, que se enfrentan a penas de entre tres y seis años de prisión, pasarán a disposición judicial a lo largo de la mañana de hoy, aunque ya en Comisaría han manifestado su pasión por la escritura creativa, siendo totalmente conscientes de que con ello operaban al margen de la ley.

Según la información proporcionada por el Gabinete de Prensa de la Policía Nacional, la operación aún no ha concluido, esperándose nuevos registros y detenciones en las próxima horas.

Desde la entrada en vigor, hace ya año y medio, de la Ley de Prevención de Pájaros en la Cabeza, cuya finalidad según se señala en su exposición de motivos es “ceñir el pensamiento de la población a la pura realidad, liberando las mentes de fantasías absurdas que no conducen a nada”, han sido desarticulados en España más de sesenta talleres clandestinos de escritura creativa, pese a lo cual, y según fuentes policiales consultadas, el número de estos talleres ilegales crece sin cesar pues “al final, la gente, sola o en grupo, acaba escribiendo lo que le da la gana por el motivo que sea, y esto es como ponerle puertas al campo”.

Óscar Martín
Grupo A


Motivos para la escritura

Me preguntan ahora por qué escribo.
Muchas veces me lo he preguntado.
Si sé que me leen me siento amado,
y yo escribiendo me siento muy vivo.
Por desgracia últimamente escribo,
lo tengo que tener todo apuntado.
Además, ha de estar bien señalado,
porque si no, casi siempre lo olvido.
Leo y escribo para recordar.
Quiero vivir escribiendo y leyendo.
No sé cómo me las voy a apañar.
A ninguna parte puedo ir corriendo,
pero, aunque me tengan que acompañar,
es mi deseo seguir escribiendo.

José Luis Fonseca
Grupo A


Escribir

Escribir, sobre vacíos eternos
para llenarlos,
por no saber cantar
con la palabra viva
y la música como milagro.
Escribir, para no callar,
para seguir y poder salir
del interior profundo
que apaga mi dicha,
aunque a veces la encienda
alguna chispa.
Escribir, en la palabra viva,
en la palabra muerta,
y seguir sin prisas
tras las puertas abiertas.
Escribir, una forma de vida
tan cierta, como incierta,
y aqui sigo
con el alma encerrada
en forma de letra,
mientras las palabras
vuelan sobre mi libreta.

Ana Sánchez Taramón
Grupo C


No cuento con plan b por eso escribo
no tengo escapatoria ni salida
ante un papel en blanco se me olvida
todo lo feo, oscuro y negativo.

Mi historia sin poemas no concibo
parece que con ellos voy vestida
la herida entre sus versos no es herida
con ellos sueño, sangro, rio y vivo.

Difícil alejarse del embrujo
que desprenden las musas caprichosas
al esconderse en todos los desvelos.

Si no puedo escribir me desdibujo
y no encuentro el sentido de las cosas
que dan cuerda al vaivén de mis anhelos.

Aurora Zarco
Grupo B


Escribir

para despertar el alma
para sentir el aire
para descubrir la mañana.
Escribir
para contar mis sueños,
para dibujar una sonrisa
con la mirada.
Escribir
el susurro del rio,
el hipnótico vuelo de los pájaros,
el cielo rosa del crepúsculo,
la risa de un niño,
el ladrido de un perro en la noche.
Escribir
al amor,
al desamor,
a la esperanza,
Escribir
a la soledad,
a la ausencia,
a la vida.

Pedro Gómez Rodríguez
Grupo C


Escribo porque,,,

Una tarde decidí cerrar la puerta, dejar el taller, pero, me llegó la voz: “Levántate y anda”, retomo mi andadura, tarea nada difícil porque me gusta escribir.
Encuentro escritos sobre este tema de otros años, los releo, me gustan, sigo sintiendo lo que entonces dije, me plagio a mí misma y, hago un remix con mis textos.
Eloy Tizón dice que escribir, “se parece un poco a la felicidad” y, yo me pregunto ¿quién no se ha sentido feliz con sus primeros garabatos, la redondita, la u de uvas, la m de mamá, aprender a poner su nombre, la primera carta a los Reyes?
Cuando tuve mi primera pizarra,dos, tres años, descubrí, que si aprendía a hacer las letras y las juntaba bien, podía decir cosas sin hablar, aprendí la magia de las letras y, aprender a leer y escribir fue como un juego para mí.
Era una niña sola, sin hermanos, mi muñeca, el cuaderno y lapicero, eran mi mundo, hablando con ellos pasaba largas tardes, a ella le cambiaba de vestido, le daba de comer y, cuando ya estaba dormida cogía mi cuaderno, que aún conservo y que cuesta leer, las letras están emborronadas, el lapicero no ha aguantado el paso del tiempo. Ahí están mis primeras fantasías
Cuando fui a la Preparatoria en el Instituto, para hacer el ingreso, la Maestra nos mandaba redacciones, escribiendo esas historias volví a descubrir cómo con las letras, con las palabras se puede soñar, transmitir y sentir emociones.
En la época del Instituto leí mucho y escribía, laescritura era mi compañera imprescindible, a la única que contaba mis sueños, mis alegrías, mis desencantos, en ella me refugiaba y, ¡cómo me entendía!, los sentimientos salían, las palabras fluían y limpiaban m corazón,¡ me sentía tan feliz escribiendo!
Me di cuenta que para escribir había que leer mucho y tener un buen bagaje de conocimientos, la sensibilidad y el gusto por escribir, sí lo tenía, cuando haya vivido más, cuando sea más mayor, aprenderé,-me decía- esperaría, sigo esperando, eso sí, cuando escribo lo hago con mucha ilusión y con el corazón, disfruto mucho, en este momento de mi vida sigue siendo tan placentero como cuando garateaba mi primer cuaderno.
Y, pasa el tiempo, descubro en la escritura mi refugio, el folio en blanco que me acoge al que contar los sentimientos íntimos, las dudas, ese ir descubriendo la vida tan distinta a los cuentos en los que son tan felices,que todos comen perdices, esos problemas que ni a la madre “ con la hermosa pesadez”, sólo conseguía un NADA, de la que nos habla Martín Gaite, en Nubosidad Variable, me atrevía a hablar, son esas letras que al juntarse van formando palabras, ideas que nos ayudan aún sin darnos soluciones , a liberarnos de los nubarrones que hace que todo a nuestro alrededor lo veamos negro y, cuando el folio lo recibe, cuando nos hemos vaciado, se siente al sol resplandecer.
Luego está, cuando se sale de sí mismo, y se escribe sobre la niña que pide que le regalen pelitos blancos, para que su mamá pueda echar una cana al aire, o sobre un medicamento “Keledén”, en cuya composición hayparacerfeliz y tramailusión, o de “Las Sinsombrero”, o una carta a Gloria Fuertes, o se hace un espantapájaros, al que se le pone un corazón y, se meten unos poemas en su bolsillo, para cuando se aburra, o se escribe Blancanieves sin príncipe,o un texto en el que todas las palabras empiezan por T, escribí “Cuando lleguen los abrazos”, fue difícil, pero me ayudó.
Por todo esto escribo.
El Profe nos ha preparado un buen plan.

Inés Izquierdo
Grupo A


Solo escribo

Para saber si es más largo
el amor que el olvido.
Para conocer que hay más allá
de los sueños.
Para expresar lo que de palabra
callo y no digo.
Para volar muy lejos con tan solo
un papel y un bolígrafo.
Para buscar consuelo en un mundo
que no es el mío.
Para saber si la roca más dura
tiene sentimientos.
Para decir a los que todavía no han nacido
que fui un aprendiz de escritor
cuyo tiempo terminó
antes de llegar a serlo.

Marian Pérez Benito
Grupo A


Quizá la actividad más humana

Escribo porque me satisface. Es una actividad solitaria, incluso en el taller rodeado de otros escribiendo. Historias imaginadas, fantasías, deseos vienen aayudarte. Te conviertes en quien no eres, eres quien quieres aparentar. Los otros son inventados, puedes imaginarlos a tu gusto, con el aspecto y la personalidad que desees.

Y todo esto lo puedes realizar con un lápiz y una hoja de papel.Sin la colaboración de nadie, si nos olvidamos de la muchedumbre que ha sido necesaria, siglo tras siglo,para la formación de nuestro pensamiento y que, con sus aportaciones, ha hecho posible nuestro vicio privado. ¿Qué más se puede pedir?

Después, en ocasiones, en una muestra de impudicia,damos a conocer el producto de nuestro pecado a mirones, muchos o pocos, conocidos o desconocidos, que individualmente se recrean en nuestro acto íntimo.

La escritura es una actividad muy humana practicada por onanistas, exhibicionistas y voyeurs.

Enrique Martínez
Grupo C


La mejor herencia

Hacía semanas que mi madre había perdido el habla.Y, con el habla, la mirada. Y, con la mirada, la expresión de unos ojos que, aunque abiertos casi permanentemente, parecían los de un ciego que mira sin mirar. Horas y horas postrada en aquella cama de hospital. Esperando a que el reloj de arena dejara caer la última mota, —un gramo, un miligramo tal vez, no importa—.

Yo iba a verla cada día con la terrible angustia de saber que en cualquier momento mi madre dejaría de existir. Me sentaba a su lado, al pie de su cama, le cogía la mano y, muy bajito, como si quisiera que solo ella me oyera, le preguntaba por su vida, quién fue y a quién amó, qué la hizo feliz y qué desdichada, qué sintió al saberse embarazada de mí y en el momento en el que me vio nacer, sus recuerdos de niña, sus sueños de adolescente, sus miedos…Necesitaba saberlo. Saberlo todo de la persona que me había dado la vida; no una parte, o vagamente. Detalles, pinceladas precisas y, sobre todo, palabras, palabras y más palabras. Pero mi madre había perdido el habla.Y cuando una fría noche de noviembre le pregunté: «¿cómo estás?», ella me contestó: «me muero». Eso fue todo. Solo recuperó el habla para decir eso. A las pocas horas, su vida se apagaría para siempre.

Hoy, casi veinte años después, aun sabiendo que se trata de un deseo imposible, sigo preguntándole a mi madrequién fue. Su respuesta, envuelta en una niebla cada día más densa, me llega en forma de recuerdos antiguos, fotos amarillentas, ecos de sus palabras, flases de sus risas, de sus gestos… y ni una sola palabra.

Nadie debería morir sin antes haber escrito un cuento o un relato, un ensayo o una novela, un diario, cualquier cosa. Da igual si escribimos bien o mal, con un estilo u otro, —sin estilo, incluso—, faltas de ortografía incluidas, errores sintácticos, palabras malsonantes… Porque cuando uno escribe, escribe lo que es. Y el relato o la novela o el diario o los poemas que escribimos son tan solo formas de expresar lo que somosy, como tal, nuestro mejor patrimonio y, en consecuencia, nuestra mejor herencia.

Por eso escribo. Para que cuando, como mi madre, antes de marcharme y no volver pronuncie —para mí o para quienes en ese momento se encuentren a mi lado— esas palabras: «me muero», aquellos que se queden puedan sentarse en el sofá de su casa, o en un banco del parque, o a la orilla del mar y, con solo leer lo mucho o poco que dejé escrito, saber quién fui.

José Manuel Romero
Grupo A


Escribo para dejar de sentir tanto dentro.
El proceso vital de ebullición,
cuando por mis venas fluyen las palabras, un caos de fonemas
y un desorden de verbos.
Como un gorgoteo de letras,
en maridaje perfecto,
de sintaxis
entre escribo y siento,
y emanan sílabas que serán verso,
poemas que serán intento,
solo intento,
de plasmar lo que vive aquí,
en el silencio.

Guadalupe Sanchón
Grupo C


Por qué escribo

Desde pequeña he sido muy imaginativa y por supuesto sigo siéndolo.
Cada cuento que le contaba a mi hija, cuando era pequeña, eran inventados por mí.
Escribo porque siento la necesidad de expresarme de ese modo. Soy una persona muy insegura y muy dependiente afectivamente. Cuando tengo que tomar una decisión, preguntar previamente a personas de mi confianza. Pues bien, eso no me pasa cuando escribo.
A veces tengo la cabeza tan llena de ideas que quiero expresar, que incluso si ya estoy acostada, me levanto y escribo para mí.
Cuando escribo cosas emotivas lloro. Fundamentalmente escribo cartas a mis seres queridos, con motivo de una celebración ( cumpleaños ,navidad) y también cuando necesito decir algo.
Habitualmente, cometo el gravísimo error de no releer lo que escribo, pues creo que lo que escribo desde el alma es lo más puro. Sé que es un hábito que tengo que corregir.
He leído lo que han escrito algunos de mis compañeros en el blog y realmente me siento fuera de lugar. Espero aprender mucho pues es algo que me hace muy feliz y que es únicamente mío.

Isabel Gallego Rodriguez
Grupo A


Escribo porque de niña leí a K

Escribo porque de niña leí a Kafka y quise convertirme en escarabajo. Luego, al escarabajo le salió colita de cerdo y se fue a vivir a un terrón del Toboso. ¡Qué solo estuvo durante cien años! Escribo porque de jovencita quise ser farera, ermitaña en San Saturio y pastora en un verde prado de rosas e flores. Escribo porque leí Fahrenheit 451 y quise vivir en el bosque con los hombres libro, aprenderme de memoria Yerma o Ana Karenina o Los Hermanos Karamázov o Por quién doblan las campanas, antes de que los convirtieran en cenizas. Escribo porque quise viajar con Odiseo y recorrerme el piélago en trirreme, ser libre, libre como el lobo. Escribo porque las sirenas me llaman, sus voces antiguas, que siguen aquí y ahora, solo hay que saber escuchar. Y me llama Safo y me llama Teresa y me llama Emily y me llama Virginia y me llama Svietlana, y me llaman Lucía, Elena, Margaret, Alice, Gloria, Luisa, Jane, Mary... Escribo porque todas ellas, desde su soledad y la seguridad de la muerte, me mandan ideas en forma de versos que me despiertan por la noche, y he de aprehenderlas, coserlas con punzón de luz de lluvia, pegarlas, aunque sea con desapegos, para luchar contra el olvido. Es la única manera.
No me interrumpas. Tengo prisa.

Marisa Sánchez García
Grupo C

Le pregunté a Rosalía por qué escribía y me contestó que para olvidar la morriña y no llorar a cada instante.
Escribía, me dijo, porque los versos se filtraban en sus venas y porque la ciudad la asfixiaba. Soñaba mares, meigas y las palabras se enlazaban asonantadas con ritmo trepidante.
Escribía porque las voces hilvanadas la salvaban, me dijo, mientras se fijaban en la página en blanco.
Y los sueños románticos de su melancolía se filtraban en los escondrijos de mi cuaderno silencioso.

JB
Grupo C


Y tú, ¿por qué escribes?

Porque dejo que la escritura me sorprenda y se vierta en palabras que además
puedo borrar…

PSB
Grupo A


ESCRIBO PORQUE…
Motivos para la escritura

¡Escribo porque quiero!

Escribo porque quiero, porque sí, porque me da la gana, porque me apetece, porque me sale de ahí, de aquí o de allí, yo qué sé, pero siempre de dentro.

Escribo porque quiero, porque amo, porque siento, porque aprecio, porque estimo, porque admiro, porque adoro y, también, porque odio.

Escribo porque quiero, porque deseo, porque anhelo, porque espero, porque aspiro y porque ojalá.

Antonio Paniagua
Grupo A


Yo no escribo

Yo no escribo porque no se me ocurren motivos para hacerlo.
No escribo, plasmo lo que mi boca no es capaz de expresar.
No escribo, me conozco o descubro a alguien que me suele caer bien.
No escribo, me detengo y veo las cosas desde otras perspectivas.
No escribo, soy capaz de hacer sentir a otros no una vez, sino cada vez que quieran.
No escribo, me sorprendo a mí mismo.
No escribo, presto atención a detalles que, de otra forma, pasarían desapercibidos.
No escribo, paro el tiempo para ver los problemas con más pausa.
No escribo, veo el mundo mucho más fácil de lo que parece.
No escribo, empatizo y otros empatizan conmigo.
No escribo, vuelvo a lugares y momentos.
No escribo, imagino el futuro.
No escribo, me calmo.
No escribo, me ilusiono.
No escribo, me analizo.
No escribo, me emociono y me hago reír.
No escribo, reflexiono, crezco y me siento vivo.
En definitiva, no escribo porque las palabras se las lleva el viento.

Juan Salado
Grupo C


Por qué escribir

Porque es mi mejor terapia, casi no recuerdo cuando comencé a hacerlo, me gusta, forma parte de mí y me ayuda a ser mejor persona.
Crecí escuchando cuentos y versos de los labios de mi madre, con su voz suave me los narraba cada día con tanta ternura que llegué a creer que las palabras eran mágicas y solas tejían aquellas historias llenas de aventuras. Cuando comencé a leer sola, lo hacía en voz alta imitando la suya, buscando aquella añorada armonía que me llevaría al país de mis cuentos con mis héroes soñados.
Con la lectura disfruté y sigo disfrutando de esos mundos imaginarios que otros autores me prestan para formar parte de sus sueños. Mi vida se alimenta de historias leídas que reposan en el rincón de mi mente, desde ese lugar tan mío cobran vida y me empujan a hilar mi propia aventura, pero la magia de las palabras necesita del oficio de enlazarlas, esa técnica que una vez aprendida hace encender la la chispa que da fuerza a la obra convirtiéndola en única así puede embelesar al lector que la tendrá en sus manos y casi sin darse cuenta formará parte de ella. Por eso me digo : quiero aprender a escribir bien.

Ma. Teresa Benéitez Ibáñez
Grupo C


¿Por qué escribes?

Esta vez la pregunta de Raúl se escapó de los muros de la Casa de las Conchas y, volando como un moscón inoportuno, se coló en mi dormitorio zumbándome en los oídos al poco de despertar: ¿Por qué escribes? ¿Por qué escribes?

Remoloneé un poco mientras trataba de hallar una respuesta, pero se me fueron enredando los pensamientos entre los pliegues de las sábanas y en el momento de levantarme aún seguía sin saber qué contestar. Sin embargo, un poco más tarde, cuando miraba mi cara soñolienta en el espejo del baño me llegó la iluminación. Saqué a toda prisa el cepillo de dientes de la boca y, esgrimiéndolo como una espada, exclamé: Las matemáticas.

Tranquilos, no me había vuelto loco. Dejadme que os explique.

A pesar de las reconvenciones de mi familia, siendo un niño caí en las peligrosas seducciones de la Aritmética y de la Geometría. Pasado el tiempo, ya podéis suponerlo, di con mis huesos en la Facultad de Ciencias estudiando lo que pomposamente se llamaban Ciencias Exactas. Como penitencia de semejante crimen, fui condenado durante casi cuarenta años a enseñar cosas como el teorema de Pitágoras, los misteriosos logaritmos y las denostadas integrales. Sigo sin arrepentirme y sin propósito de enmienda.

Pues bien, justamente esta mañana, con la boca rezumando espuma vine a darme cuenta de que buscaba en la escritura las mismas recompensas que en las Matemáticas. Y eso explica con total seguridad, por qué, en mi quehacer literario menudea más la agonía que el gozo.

Dadme un poco más de tiempo. Todo esto suena raro, pero voy a haceros ver que tiene sentido.

Estoy convencido de que escribo para lograr que mis textos sean elegantes, contundentes y precisos. Sí, la misma elegancia que posee una demostración geométrica o la contundencia de un teorema algebraico o la precisión de un razonamiento lógico. Y aquí reside mi aflicción, que nunca tengo por seguro haberlo conseguido. Porque la Literatura adolece de algo intrínseco a las Matemáticas: la certidumbre. Nadie se atrevería a cambiar una letra del teorema de Thales, pero todos nos sentimos capaces de enmendar una coma hasta al mismísimo Cervantes.

Por eso, solo unas cuantas veces, pocas, tras mil dudas y correcciones, alcanzo a dar por concluido un relato en el que creo haber rozado la perfección. Me parece haber conseguido contar exactamente lo que quería, y con el tono, el vocabulario y la precisión deseados. Entonces siento una enorme dicha. Exactamente la misma que cuando, tras varios días de pelea, consigo resolver un problema matemático. Ni más, ni menos. Claro, en el resto de las ocasiones, las más, peno por el resultado obtenido.

Lo sé, lo sé. Algunos os habréis llevado las manos a la cabeza ante semejante comparación. Sin embargo, os aseguro que no somos pocos los que sentimos un enorme bienestar en el instante en que logramos colocar todas las piezas de un argumento que demuestra de modo inequívoco una tesis matemática.

Pues ese es el bienestar que busco yo escribiendo y que logro en muy contadas ocasiones. Y esta no es una de ellas, por cierto.

Rebaja entonces tus expectativas, me diréis.

Sea, con muchas reticencias voy a dar por cierto lo que decís y a proponerme haceros caso en el inmediato futuro. A partir de ahora no voy a exigirme una perfección que, por otra parte, nunca tengo de certeza de haber conseguido. Y lo voy a hacer aun sabiendo que al seguir vuestra recomendación es seguro que el éxtasis nunca será completo, aunque, eso sí voy a reconocéroslo, de esa manera, se aligerará la carga de sufrimiento que me acarrea la escritura.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Tras la escapada

Huelo la humedad. Estoy flotando en el lago de las musas. Me siento formando parte, del interior del meollo, del momento más bello que recuerde haber pasado jamás.
Calíope cesa repentinamente de acariciarme. Terpsicore viene hacia mí acompañada de Euterpe que tañe una lira con velas verdes y rojas sibilantes. Tras ellas, anunciando infortunio, Melpómene con dos palas relucientes en sus manos.
El fluido viscoso que pringa mi pecho, se va evaporando al paso de la corriente de la brutal descarga que recibe. En mi cerebro se siembra la duda: “¿Deberé algún recibo de la luz?” La idea de la deuda, no satisfecha, comienza a taladrar mi cabeza hasta rebosar, como espuma de cerveza, y se derrama por las paredes cristalinas de mi torso.
Siento mi cuerpo como vaina de guisante con cremallera, que se va deslizando, mientras mi yo real sale de ella flotando. Desde la altura, veo a musas y faunos con batas, afanados alrededor de una cama, en la que yace una figura familiar, repleta de cables y tubos conectados a aparatos, corolados de lamparillas de colores, que acomodan su intenso destello al compás de los angustiantes pitidos que emiten.
Emprendo un vuelo ubicuo, preñado de olas de imágenes que vienen montadas en montañas rusas, para romper su vértigo ante el acantilado de mi conciencia.
Tras un trepidante desfile de sucesos pasados, mi foco se centra en una reunión clandestina. Cierro los ojos para degustar una lectura de “La mosca de pueblo II” a la que asisto invitado por su autor, mi amigo y colega Oscar. M. Revientan las puertas. Ladran órdenes que algunos protestamos y pedimos explicación. Responden con una ráfaga de disparos que horada las vetustas molduras del techo de la sala. Alguien corta la corriente.Trato de salir de aquella ratonera orientándome hacia la salida; pero, un altavoz que vocea la historia de un tesoro escondido, me confunde. Tropiezo y caigo envuelto en un estrépito de cristales.
Desde mi nube, observo cómo los de Unidad de Delincuencia Literaria, se los llevan esposados. Entiendo la tortura de la que van a ser objeto, al ver como les ponen las capuchas con la siglas del PELD (poetas, escritores y lectores, disidentes). Me conforta el hecho de que, al menos, no tendrán que exponer su incipiente calvicie (o los fallos de tinte), a la irreverente mirada del vulgo apesebrado.
Estoy en el espacio exterior, donde ni siquiera llega el brillo de las estrellas, rodeado de la más absoluta oscuridad. Ante mí, inmensas galaxias de puro azabache que, tras agitar mis dudas comienzan a reflejar un tenue fulgor. Se desplaza dibujando una espiral. Va conformando un tubo resplandeciente, que me absorbe de forma irremisible a su interior.
Al final del túnel, unos seres de luz sin facciones definidas (probablemente de la compañía eléctrica a la que supuestamente debo el suministro) que, sin embargo, me hacen sentir la eterna pertenencia a esa vieja familia de eónes. Me rodean y deliberan, hasta que uno, cuyo rostro se transforma en el mío propio, sentencia: “ Todavía no es tu momento, debes volver”.
Siento el dolor de la reentrada en mi cuerpo. Trato de hablar, pero tengo algo en mi boca que me lo impide y me arde la garganta. Intento moverme. Estoy atado y me encuentro confuso: “¡No puede ser!¿Todo esto por un puto recibo?”
Vuelven a mi mente viejos y amables recuerdos de otros tiempos, en los que te enviaban al cobrador del frac, cuando incluso podías decidir apagar el televisor al empezar Juego de Tronos, sin ser tildado de rancio, y leer un libro objetivo de historia. Cuando algunos, digamos, Elfos metidos a políticos, no habían abandonado aún los ropajes de la democracia para convertirse en Gollums.
Tras un tiempo indeterminado de terco silencio, comienzo a oír una extraña conversación:

– Parece que han pillado al núcleo duro.
–Es igual, verás cómo cuando vean que al fantasilemico no le caen ni dos años, proliferarán las CDEI ( células de escritores incipientes) como hongos.
–Ya, pero, es que ese se libra por colaborar. Es de justicia.
–¿Y éste?. Lo tiene crudo
– No creas. Si sale vivo, después de la cárcel, escribirá un libro contando la experiencia, marchará al exilio y llegará a diputado de la disidencia. El eterno ciclo de Samsara.
–¿De San quién? ¡Joder!, ¡Faundez cállate! Cualquier día nos van a trincar los de asuntos internos.
Ambos guardaron silencio y comencé a abrir los ojos. Eran gente de aspecto gris, vestida con monos negros. Policía de Represión del Pensamiento Libre (PRPL), seguramente.
Entraron dos personas. Uno, ante el que se cuadraron mis guardianes, iba revestido, tan solo, de un costoso traje de excelente alpaca; portaba en una de sus solapas la insignia del PRU( Partido de la Razón Única ) y en la otra la de la AFM (Agenda del Futuro Milenio). El otro, con la habitual bata blanca, sobre cuya pechera, caían los extremos de un fonendo, que llevaba colgado al cuello.
El de traje, le preguntó al de la bata: — “¿Cuándo podrá hablar?” El de blanco, después de darme los buenos días, sacó una pequeña linterna con la que observó la reacción de mis pupilas, al tiempo que me indicaba que tratara de seguir el pequeño rayo con mis ojos.
—“Cuando pueda respirar sin ayuda, contestó”. Y dirigiéndose a mí, con cierta retranca, me dijo:—“¡Anímese hombre! Ya ha vuelto a la vida”. Ambos se fueron.
A pesar del estado de estupor e impotencia que me invade, mi experiencia me hace capaz de distinguir al formado del deforme, al ducho del sicario, al servidor del cínico.
Barrunto que es la oscuridad lo que me ata aquí… y no la luz.

Calgari
Grupo A


Escribo porque las noches son muy largas...
Porque las mariposas blancas no revolotean y las hormigas han olvidado el bosque.
Escribo por las lágrimas azules y las risas contagiosas...
Por los techos de cristal, por las paredes agrietadas.
Por la lluvia amarilla.
Escribo por los ríos que desembocan en mi pecho, sin hallar mar en el que desembocar.

Eva Hernández
Grupo A


Escribo porque sí. Escribo, ¿por qué no?

Creo que escribir es algo inherente a mí, porque me recuerdo escribiendo desde siempre. Recuerdo los diarios que escribía con 7 u 8 años, y que aún tengo guardados. Y las cartas que me mandaba con mis amigas en el colegio, o con mis amigos, que vivían fuera, por correo postal. Las historias que escribía cuando iba a quinto o sexto de primaria, y aquel cuento que publicaron en la edición de Navidad de la revista del cole.
Pero, aunque me recuerde escribiendo desde siempre, el verdadero hábito de escribir me nació con “La Sorpresa”, una serie de relatos que he releído estos días, y que no eran más que el vínculo que me ha unido toda mi vida a mi grupo de amigos de verano.
Sí, por eso escribo. Escribo porque empecé a escribir “La Sorpresa” con doce años, y mantuve la escritura de esos relatos hasta los quince, cuando dejé de ver a esos amigos, cuando ese grupo se rompió.
Escribo porque el año siguiente fue el peor año de mi vida, entre otras cosas porque ellos ya no estaban, y escribir era lo que me mantenía fuerte, lo que me daba fuerzas para levantarme de la cama y enfrentarme al día.
Escribir era mi vínculo con ellos. Gracias a la escritura he llegado donde estoy ahora, y no puedo ser más feliz. 

Mª Ángeles Garcia Franco
Grupo A


Primero confesar que no escribo, y después podre decir que me anime a este taller, por mi amigo Enrique, por pertenecer a una actividad grupal con un nombre tan interesante, y después al escuchar a Raúl Vacas, me sentí pequeñita, pero decidí tomar asiento.
Que me gustaría, pues disfrutar, aprender disfrutando. Y si puedo que seguro que sí, empequeñecer a ese juez interior que tengo y dar rienda suelta a mi interior, serme fiel, conseguir perspectiva, ordenar en mi interior y cuando lo lea, este conforme. Se que hay mucha ambición en este me gustaría, pero que por soñar que no quede.

Lola San Cayetano
Grupo C


El poder de la escritura

La pregunta es ¿por qué escribo? Pero, ¿por qué no hacerlo? Si la escritura es alimento del alma.
Escribo porque tiene un poder transformador. Es a través de la escritura que me reinvento. Me deshago y me rehago. Soy libre para ser quien quiero ser.

Marta Lozano de la Fuente
Grupo C


A través de Oriente

Cierto día, un sabio de Samarcanda, quiso saber porque los humanos sienten a veces la necesidad de escribir. Pensó que la respuesta sería más genuina, si se la diera una persona que no pudiera hacerlo por sí mismo. Viajó hasta Damasco y buscó entre los ajusticiados por robo, pero nadie quiso ayudarle. Por fin, le indicaron la residencia de un poeta, que carecía de manos desde su nacimiento. Llegó hasta la casa del poeta manco, y le pidió permiso para explicarle su cuita. Una vez que el tullido escuchó por boca del sabio de qué trataba su estudio, estuvo de acuerdo en colaborar con él. —Sobre qué quieres preguntar, le dijo. —Me gustaría que me dijeras, por qué escribes. —Bueno comprenderás que yo no lo puedo hacer (dijo mostrando sus muñones), pero siempre tuve esa necesidad. Hasta que alguien, que tenía la necesidad de escribir me encontró, no pude sino declamar mis sentimientos. —Y, ¿te servía de algo recitar? —Por supuesto, de esta manera fue cómo se enamoró de mi la mujer de mis sueños, madre de mis hijos, llama de esta casa y dueña de mi corazón. Sin pretenderlo, al poner en palabras mis sentimientos más profundos y transcribirlos, vino a mi todo lo que mi alma anhelaba. El sabio le pidió consejo para seguir con su búsqueda y el poeta le dijo:—“Ve donde haya gente, que como yo, tenga problema en hacerlo. “Nadie mejor que el que tiene carencias, sabe de la importancia de lo que no tuvo o lo que perdió”. El sabio siguió su consejo y por indicación del anfitrión, marchó hasta el hospital de escribas de Bagdad. Al día siguiente se presentó ante el Gran Tabib del hospital, y le entregó la carta que el poeta de Damasco le había dado. El médico le llevó a una sala en la que se encontraban un hombre, que quedó tempranamente sordo, un ciego de nacimiento y un sordomudo. Rezaron juntos unas preces, para agradecer el hecho del encuentro. El sabio comenzó por presentarle la pregunta escrita al sordo:”¿Tú escribes? y ¿Por qué? El sordo le contesto que sí. Escribía con sus propias manos. Sobre todo notas musicales. Lo hacía, dijo:” Para adornar mi vida, y las de los que me rodeaban, de los sonidos que habitan mi mente, y en los que jamás había reparado antes de quedar sordo”. El sabio le dio las gracias. Se dirigió al ciego y le hizo, de palabra, la misma pregunta. Este, le informo que escribía aunque con bastante dificultad, con sus propias manos, y le dijo:--”Generalmente rimo versos de sucesos que, por su importancia, o por la conmoción que suscitaron, han dejado huella en la memoria de los creyentes, y yo los congelo en el tiempo a través de mi copla. Los transmito de esa forma para que vayan de boca en boca por las plazas, los mercados o en reuniones de amigos y familiares y sirvan de memoria colectiva. Le dio las gracias al ciego, pero este le interrumpió y dijo:--”También, cuento las impresiones que recibo al percibir un determinado olor, o mi tacto se desliza por un objeto que me dice algo especial, también cuando oigo una conversación o escucho tocar una música que me mueven a hacerlo”. —Y tú ¿por qué lo haces?, le preguntó al sabio. —Yo, como tú, trato de que no se pierdan conocimientos y por ello los escribo para que puedan ser consultados generación tras generación. Ambos se hicieron una leve inclinación de cabeza. El sabio entonces, poniéndose enfrente del sordo mudo para que éste pudiera leer bien su boca, le preguntó por qué escribía. El Sordomudo comenzó a presentarle ante sus ojos respuestas escritas que iba extrayendo de un cofre que portaba, como: “No puedo hablar”, “Habla despacio mirando a mis ojos” o “Mueve más tus labios”. Por fin, parece que encontró las que contestaban mi pregunta y que rezaban: “ Necesito escribir para expresar todo lo que quiero decir y no puede salir de mi boca”. El sabio observó que su escritura, aparecía garabateada de forma apresurada y así se lo manifestó por gestos. El sordomudo buscó la contestación:—“ siempre he temido morir pronto, pues tengo una salud muy débil, por eso escribo rápido” “Temo que la Parca venga tan de improviso, que no pueda llegar a escribir mis últimas palabras” El sabio satisfecho con la información que había recibido, comprendió que era el momento de regresar a Samarkanda.

Calgari
Grupo A


Escribo porque...

Yo escribo porque me cabreo con las musas.

Ramón Sánchez Rodríguez
Grupo B


Escribo porque…

Comparto con amigos, que están al otro lado del papel, que no conozco y tal vez nunca conoceré. Las cartas que escribo desde mi pequeño pueblo castellano son viajes sin salir de casa. Siempre escritas a mano, porque la pluma conecta mejor con el corazón y sirve de medio para expresar los sentimientos.
Unas cartas viajarán cientos de kilómetros, otras miles de kilómetros, con destino a lugares tan lejanos y poco conocidos como el lugar donde vivo y escribo.
El largo viaje de las cartas hace que sea un encuentro entre dos tiempos separados por semanas.
Una carta es la expresión de la tangibilidad de un diálogo.
Y como diálogo que es el acto de escribir cartas, también llegan a mi buzón; a veces desde países muy diferentes, con preciosas historias en su interior y en sobres primorosamente decorados que anticipan su contenido antes de abrirlos. Es una conexión sin fronteras.

Jesús Cabanillas
Grupo A


Por qué o para qué escribo

Borro más que escribo para fijarme y adquirir la destreza de convertir ensignos el huidizo pensamiento que como un enjambre de abejas me acompaña, en la agridulce certeza de que,aunque ese viaje no lleva a ningún sitio,tengo que hacerlo para cansarme, perderme y al final estarlimpita.
Borro más que escribo para no añadir otras mentiras al mundo diciendo que el rey no está desnudo.
Escribo para leerme porque en ese transito está la nada.
Difícil es que lo que digo no resulte hoy en día “autoayuda”; pero no, nadade esobusco. Mecuesta escribir porque hace falta un punto de vista y creo que es un peligro,tanto el parecer triste y que te lluevan terapias y terapeutas como el mostrarte feliz, y tener que hacer de gurú para alegrar la vida a la legión de tristes que poblamos este mundo. Las dos opciones son sospechosas y paralizan mi escritura.

Sagrario MB
Grupo B


Esto no va a quedar así

A su paso por uno de los pasillos de la comisaría, un empleado de mantenimiento deja caer una nota entre los barrotes del calabozo de los integrantes del Taller de Escritura Clandestina, recientemente desmantelado. Uno de los integrantes coge la nota y lee:
"Seguimos al pie del papel. Os sacaremos de ahí. Nos reuniremos el lunes 9 de octubre con el siguiente orden del día:
1. Utopías medioambientales: ¿puede la escritura contribuir a construir futuros justos y habitables?
2. Diarios: ¿nos gustará leerlos cuando seamos mayores?
3. Nuevo punto: ¿cómo usar la fantasía y la inventiva para fugarse de un calabozo?
Tendréis noticias nuestras."

Julia Díez
Grupo A


¿Por qué escribo?

Escribo por amor, por amor a las palabras. ¡Me enamoran, me apasionan, me sanan, me miman, me calman!
Las palabras mitigan mi dolor cuando tengo en carne viva el alma. Son mis mejores aliadas en los momentos de crisis. Porque están vivas y me contagian.
Escribo como terapia, terapia contra el abatimiento, contra la tristeza que, en ocasiones, se encarama a mi alma amenazando con dejármela maltrecha. La tristeza que extraigo a golpes de palabras.
Amo las palabras en orden y desordenadas. El sonido equilibrado de las sílabas revoloteando en mi cabeza. A veces evocadoras de emociones intensas, vividas o deseadas. A veces, juguetes banales sin más finalidad que el gozo y la diversión momentánea.
Amo leer para mis adentros lo que me sale de tan dentro. Fuente de placer, sublime orgasmo de palabras cuando consigo ensartarlas bien en los renglones.
Escribo por hedonismo. Por necesidad. Por rabia. Por el gusto de manipular entre mis dedos un lapicero o un bolígrafo o las teclas sonoras del ordenador: clic clicclic…
Y tachar, borrar, limar, modificar, imaginar. Porque todo lo que soy capaz de sentir, se puede materializar en frases hilvanadas. Creo. ¡Creo en el significado las palabras!
No escribo pensamientos, escribo sentimientos. Sin pretensiones… ¡Y me basta!

Ibone Bueno Vicente
Grupo C


Escribo cuando tengo ganas, y hoy, no me apetece.

Luis Iglesias
Grupo B


Porqué o para qué escribo

Borro más que escribo para fijarme y adquirir la destreza de convertir ensignos el huidizo pensamiento que como un enjambre de abejas me acompaña, en la agridulce certeza de que,aunque ese viaje no lleva a ningún sitio,tengo que hacerlo para cansarme, perderme y al final estarlimpita.
Borro más que escribo para no añadir otras mentiras al mundo diciendo que el rey no está desnudo.
Escribo para leerme porque en ese transito está la nada.
Difícil es que lo que digo no resulte hoy en día “autoayuda”; pero no, nadade esobusco. Mecuesta escribir porque hace falta un punto de vista y creo que es un peligro,tanto el parecer triste y que te lluevan terapias y terapeutas como el mostrarte feliz, y tener que hacer de gurú para alegrar la vida a la legión de tristes que poblamos este mundo. Las dos opciones son sospechosas y paralizan mi escritura.

Sagrario MB
Grupo B

7 comentarios:

  1. Óscar, tu cuento literario subversivo es la bomba. Pero no me mencionas, lo que me parece imperdonable.
    Aurora, muy bueno tu soneto.

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  2. No te entiendo, anónimo. No menciono a nadie del grupo. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.;-)

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  3. Oscar, vienes con la imaginación desbordada, espero que no seas tan bueno como profeta.
    Manuel M, uno de los detenidos.

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  4. La satisfacción de las cosas bien hechas ¡Bien escrito!

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  5. Me ha gustado el relato de Óscar. Mucha imaginación, las neuronas funcionan que es lo importante.

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  6. Oscar, tu relato me ha divertido mucho. Original y bien escrito. Por ponerle una pega te diría que el gerundio ya no se utiliza en los textos periodísticos. No obstante, su uso en este relato recuerda las crónicas de sucesos de antaño.

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  7. Gracias, Maxi, todas las observaciones se agradecen. Me alegro de que el relato haya gustado tanto.

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