La obsolescencia del amor

Esta semana nuestro lugar de reunión en la Bïblioteca parecía la sala de espera de Cardiología del Clínico. Todo el mundo quería comprobar la solidez y consistencia de su corazón y su concepto de amor, un tema complejo que pusimos sobre la camilla de operaciones. “Nada sabe de amor quien vuelve vivo” escribe Antonio Sánchez Zamarreño, "Largo se le hace el día a quien no ama" señaló Claudio Rodríguez en uno de sus poemas, "Tu me llamas, amor, yo cojo un taxi" es el modo en que Luis García Montero inicia uno de sus poemas.
Abrimos la sesión con la canción "Se nos rompió el amor" en la versión de las hermanas Fernanda y Bernarda de Utrera y con el poema "Los amorosos" de Jaime Sabines. Hablamos después de los múltiples adjetivos que acompañan al amor como cortés, romántico, fou, platónico o líquido. Y tratamos de realizar un diagnóstico sobre este último. Para ello tomamos como punto de partida los artículos "¿El amor caduca?" y "La caducidad del amor", este último firmado por Valeria Villalobos.
Laura Baralt lo tiene claro, el amor tiene "Fecha de caducidad".



Imagen tomada del artículo "Amores de obsolescencia programada"


Hablamos también de la importancia de la química. Y recordamos la letra de la canción escrita por Jesús Bola pero cantada por Diego Carrasco titulada "Más química":

Dame arsénico sí quieres
pero azufre tú también, por Dios
Llevo bario días que belirio por ti
y me siento bisminuto.
Me enaboro de ti y no bromeo, cadmio mío.
Si a calcio me quieres, te lo digo en cerio,
zinc ti me siento estaño.

Teluro en plata que te hierro.


Lope de Vega, expero en amores y desengaños. nos ayudó a componer las piezas de una posible definición sobre el amor con su soneto 126:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Y finalmente leímos y comentamos algunos textos del libro Microrrelatos de amor y desamor.

 

Propuestas de escritura

1. Escribe un texto breve a partir del primer verso del soneto "Puntos suspensivos" de Joaquín Sabina: "Lo peor del amor cuando termina..."

2. Escribe un texto libre que refleje la caducidad del amor.



Y esos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Vacío

Lo peor del amor cuando terminó, y lo mejor a la vez, fue dejar atrás un episodio de su vida. El mismo vacío que la invadió y la dejó sin aire para respirar, le liberó el espacio para volver a llenarlo con nuevas experiencias.

M. Maximina Moreno


Naufragio
Todo fue navegar

En lontananza
con el viento a favor
como la vida misma.
Días de asueto y alegría,
pasaron tan de prisa
que nos olvidamos del tiempo.
Donde había fuego
contenido, al final , el volcán
escupió la lava, y,
nos quemó por dentro.
Los días de calma se esfumaron,
nos sorprendió la tormenta;
sin poder enderezar el rumbo
apareció el naufragio.

Pedro Gómez Rodríguez
Grupo C


El disfraz de gallo

He de decir, que yo de mayor, nunca me he disfrazado durante los carnavales, y creo que se debe, a que cuando era pequeño, en mi pueblo no se celebraban.
Pero cuando tuve los hijos en edad escolar, mi mujer un año a mi hija la hizo un vestido de bruja con gorro y escoba incluida y a mi hijo un disfraz de pollo, y así fueron al colegio todo guapos. Yo acudí a verlos por la tarde, y allí estaban jugando todo contentos en el patio, donde pude apreciar, que por lo menos había otros diez niños vestidos de pollos, y distinguí a la maestra vestida de gallina, y lo primero que me vino a la mente: “Falta el disfraz de gallo”.

Luis Iglesias
Grupo B


Caducidad del amor

El amor de pareja, al ser algo subjetivo y personal, puede tener muchas interpretaciones.
Yo, con mi manera de pensar, opino que no tiene caducidad, no es un yogur, ni una lavadora, por poner dos ejemplos.
Me viene a la memoria un recuerdo que puede servir de ilustración a mi manera de pensar.
En el año 2022, dos días después del lunes de aguas, llevé a mi mujer al centro de salud a curar unas heridas de la pierna, y le preguntó a la enfermera si había celebrado el lunes de aguas, a lo que la respondió, que sí, que estuvo con unos amigos.
Mi mujer la agarro cariñosamente el brazo, y le dijo: “Mi marido y yo llevamos 50 lunes de aguas juntos”.

Luis Iglesias
Grupo B


Obsolescencia del amor

Lo peor del amor cuando termina
es un refugio sin dueño,
es un entierro sin muerto,
es un misterio a destiempo,
es ácido en la garganta,
es un vacío sin beso,
es la eterna tarde solo,
es el estrago del miedo,
es una arruga en el alma,
es un dolor sin gemido,
es un cuerpo sin abrazo,
es la duda sin recuerdo,
es la tristeza infinita
que se derrama en silencio.

Pilar Sánchez Barbero
Grupo A


De mudanza

Le grito a los silencios
en los que me hallo atrapada.
Acallo voces interiores
que me atormentan el alma.

Me escondo de sonrisas absurdas,
de miradas puras, que engañan.
No hay besos ni caricias
pararecoger tanta lágrima.
El consuelo, no lo encuentro ya
entre tus sábanas…

Es hoy,
loque del ayer nos separa.
Tú me tiendes la mano,
soy yo, quien no logra alcanzarla.

Es en esta soledad,
donde me encuentro más acompañada.
Aunque la vida se me vaya…

Eva Hernández
Gruño A


Candados de amor

Dos candados que colgaban de la barandilla del Puente Enrique Estevan discutían sobre la felicidad de las parejas a las que representaban. Porfiaban sobre cuál de los dos simbolizaban un amor más profundo y verdadero. Sin duda, cada uno tenía sus razones. Uno, el de latón, con un grabado de una iguana, que parecía antiguo, pero que, en realidad, era una imitación, defendía que él era más hermoso, que había sido exquisitamente trabajado, como el afecto de sus dueños, y, además, mostraba más sensibilidad porque temblaba cuando admiraba el ocaso sobre el río y cuando, por azar o deseo, le acariciaba algún transeúnte. El otro, de acero y diseño moderno, presumía de que él sería más duradero y resistente, que no importaban las inclemencias, la lluvia, nieve o granizo, él estaba bien engarzado a la forja, y aguantaría, como lo haría su pareja de enamorados. Además, brillaba intensamente a la luz de la luna llena, lo que significaba el cariño y admiración que se profesaban sus propietarios. Así, no pasaba un día sin que los dos candados debatieran sobre el vínculo del amor y sus evidencias. Razonaban, argüían, polemizaban, hasta que se acaloraban, especialmente si era agosto, y se daban la espalda con gran enojo. "¡Que corra la brisa!"
La contienda se acabó cuando llegó ella con una llave, que se creía perdida, arrojada a las aguas. Ella la metió en la cerradura. El candado de latón cayó inexorablemente al río. "¡Este asqueroso candado, que se hunda en el lodo del fondo como se ha hundido mi vida! ¡Asco de iguana! ¡Asco de puestas de sol! ¡Asco de relaciones de pareja!"
El de acero lo tuvo peor. Allí se quedó solo sin su compañero de controversias y con angustia por la incertidumbre de no saber si no venían porque sus representados eran una pareja feliz o, simplemente, porque lo habían abandonado en su indiferencia, una indiferencia tan duradera como el acero, tan inquebrantable que ni una cizalla lo conseguiría destruir.

Marisa Sánchez
Grupo C


El juego del amor

La vida es un tablero
de mil juegos mundanos,
divinos, cuasihumanos,
que marcan el sendero.

La vida es un casino
de luces y colores.
¡Hagan juego, señores,
apuesten su destino:
ruletas laborales,
barajas para el ocio,
los bombos del negocio,
dados medicinales!

Hay juegos bien triviales,
un puro pasatiempo para el ego.
También los hay mortales.
Y luego está el amor, que es más que un juego.

El juego del amor es adictivo
y el hombre nace ya con su moneda.
Amor y Desamor son las dos caras.
Quien busca ser feliz la lanza y juega.

Creyó que era su vida
y se la entregó entera,
en una sementera,
la noche de san Juan.
Pasados cuatro meses
lame sus amarguras,
encinta, sola, a oscuras,
lejos de aquel truhán.

La yunta de aburridos
avanza bostezando,
sopor acumulando,
sin gota de emoción.
Después de treinta años,
así viviendo juntos,
parecen dos difuntos.
¡Qué pena, que aflicción!

El juego del amor es adictivo
y el hombre nace ya con su moneda.
Amor y Desamor son las dos caras.
Quien busca ser feliz la lanza y juega.

Aunque era un alma frágil,
miraba con hechizo
y un grato bebedizo
vertía en su besar.
El hombre que la quiso,
perdiendo la cabeza,
se muere de tristeza
y es viudo a su pesar.

Perfecta caprichosa,
al chico le encantaba,
y aún más si le mostraba
su ser superficial.
Aun siendo almas gemelas
tal era su egoísmo
que allí surgió un abismo
y un odio visceral.

El juego del amor es adictivo
y el hombre nace ya con su moneda.
Amor y Desamor son las dos caras.
Quien busca ser feliz la lanza y juega.

Soñaba con dos hijos
y un hombre de fortuna
que diérale la luna,
volviendo así a nacer.
Casó al fin con un pobre,
seis niños tiene ahora,
el hambre la devora
y no sabe qué hacer.

Borracho en la taberna,
de noche pendenciero,
sin seso ni dinero,
¿quién se iba a en él fijar?
La más golfa del pueblo,
la que menos esconde,
y mira tú por dónde
se quieren a matar.

El juego del amor es adictivo
y el hombre nace ya con su moneda.
Amor y Desamor son las dos caras.
Quien busca ser feliz la lanza y juega.

No era mujer bonita,
ni alegre, ni educada,
mas viole en su mirada,
guardar fidelidad.
Al cabo de diez años
de darse ambos sin traba
ningún mortal dudaba
de su felicidad.

Lancemos la moneda.
Busquemos nuestra dicha.
Movamos pronto ficha.
¡Salgamos al Amor!
Quedarse con lo puesto
y no arriesgarse nada
es muy mala jugada
y un canto al Desamor.

El juego del amor es adictivo
y el hombre nace ya con su moneda.
Amor y Desamor son las dos caras.
Quien busca ser feliz la lanza y juega.

Óscar Martín
Grupo A


¿Por qué la obsolescencia programada de los electrodomésticos está relacionada con el final del amor?

Porque…

…cuando el mando a distancia deja de funcionar solo se ve el canal que elladecide.
…al estropearse la cafetera solo se toma café soluble.
…el termostato de la lavadora falla con sus vestidos más delicados dentro.
…la máquina de afeitar comienza a soltar pelos por todas partes.
…el tostador de pan carboniza todas las tostadas.
…el calefactor se incendia uno de los días más gélidos de primavera.
…el secador de pelo empieza a hacer un ruido infernal.
…el friegaplatos deja los cubiertos sucios y los vasos con marcas de labios.
…ella le quema la camisa de flores con la plancha averiada.
…la placa base del portátil está dañada cuando él intenta hacer una copia de seguridad de las carpetas de trabajo de ella.
…él se empeña en asar el pavo que había criado la madre de ella, el mismo día que se funden dos resistencias del horno.
…a la cadena de música se le muere el amplificador cuando ella la utiliza.
…la nevera deja de enfriar, se estropean los centollos y no hay hielo para los cuba-libres.
…al desprogramarse el robot de cocina tienen que cocinar por el método tradicional.
…el aire acondicionado se queda sin líquido en lo más tórrido del verano.
…al móvil se le agota la batería cuando él intenta llamarla para hacer las paces.

Y así hasta el infinito. Y así no hay amor que cien años dure.

Manuel Medarde
Grupo A


Y todo lo nuestro acabó

Recuerdo aquellos inicios, aquellas miradas, aquellos roces, aquellos paseos juntos, aquellas primeras “manitas”, aquellos susurros por lo “bajini”, aquel primer brazo por encima de los hombros que en ocasiones se transformaba en un ligero achuchón.
Lo que merece mención honorífica en mis recuerdos fueron los bailes. Los bailes de salón.
Comenzábamos con los bailes sueltos y pasábamos a los agarrados o “arrimados” a continuación.
Mis favoritos eran los “superlentos” como los de Matt Monro y Adamo; recuerdo especialmente “todo pasará” y “alguien cantó” del primero y “mis manos en tu cintura” y “cae la nieve” del segundo.
Con aquellas canciones acaricié tu pelo, tu cintura, te susurré al oído alguna frase algo picante y arrimé mi mejilla a la tuya. Había momentos en que tenía la sensación de ir flotando, como caminando entre nubes, sin ni siquiera llegar a pisar el suelo.
Aquello duró unos años.
Después la relación se consolidó, se hizo firme, pero fue perdiendo encanto. Bajamos de las nubes y llegamos a los verdes prados.
De los verdes prados pasamos al asfalto y del asfalto a los lodazales; a las arenas movedizas.
Salimos vivos de aquel pantano dándonos cuenta de que todo lo nuestro acabó.
Lo peor del amor cuando termina es la sensación de fracaso, de no haber estado a la altura, de no haber sabido que esto llegaba, que tenía un final. Siempre pensé que iba a durar, que iba a ser eterno, pero no, al final terminó sin darme cuenta, sin saber que me iba acercando al fin.
Ahora ya no tiene remedio, ya no queda nada, ni siquiera algunas pequeñas ascuas para soplar, resto de aquel que yo creí un gran fuego.
Me siento frio, helado, sin poderme calentar, pues ya no tengo donde ni tampoco tengo a nadie a mi lado.

José Luis Fonseca
Grupo A


Canción canalla

Un día te piraste
sin enviarme una carta,
un Sms, un Whatsapp,
no dijiste ni adiós.

Me pinchaste las ruedas,
abrasaste las plantas,
bloqueaste mi número,
y quemaste el buzón.

Una entrega de lustros,
mipaella, el cocido,
la parrilla, el hornazo,
para nada importó.

Me quité de los chistes
de las copas los viernes,
los partidos de fútbol,
de jugar al chinchón.

Tú marcabas el ritmo
y la agenda fijaste,
cuál tu lado en la cama,
si hoy era día o si no.

Me elegías el voto,
mis amigos,el perro,
la colonia, mi ropa
si naranja o limón.

Y no me eches la culpa
si te llegan las risas
por mi look ochentero
cantando el reguetón.

Si me siembro la calva
y me alargo patillas,
y me apunto al gimnasio,
me tatúo un dragón

¡Y ahora qué hago yo!
Ni conozco los bares
Y me pierdo en la calle,
junto verde y marrón.

¡Y ahora qué hago yo!
Si no oigo un cañonazo,
no veo sin las gafas,
ya no tengo opinión.

¡Y ahora qué hago yo!
Eso, eso.
¡Y ahora qué hago yo!
Eso, eso.
¡Y ahora qué hago yo!

Pepe Lorenzo
Grupo B


De aquí al cielo, mi amor

Fue ese día, sí estoy segura. Yo estaba con mis padres visitando a un primo carnal de mi padre . Alberto y su familia vivían en Nueva York. Venían todas las navidades a pasar esas fechas con sus padres. El mío nos hablaba mucho de él, de sus logros laborales, de las empresas de las que había sido presidente, director general secretario general, consejero delegado etc...
Tenía un año menos que mi madre.
Yo jugaba con sus hijos en el salón, cuando escuché que le decía a mi madre : “ Ana, estás casi tan guapa como tu hija”, a ella no le hizo mucha gracia pues era un mujeriego empedernido.
A mí aquella frase me dejó tocada.
Tendría unos catorce años y me di cuenta de que empecé a mirarlo de otro modo. Creo que hasta con un toque de coquetería impropia a esa edad.
Dejó Nueva York y se trasladó a Bruselas, al estar más cerca de España, sus visitas a Salamanca aumentaron considerablemente.
Siempre íbamos a recibirlos, yo me ponía lo más mona posible y lo miraba a hurtadillas, con la intención de ver si él hacia lo mismo.
El tiempo pasaba y cada vez que lo veía se me ponía el corazón a mil por hora. Solía tumbarse en un sofá un rato después de comer y en cuanto se quedaba dormido, yo lo tapaba con una manta, siempre atenta para que su mujer no se diera cuenta.
Su destino final fue Madrid, donde hoy día sigue allí.
A mis veintiún años, tuve una tormentosa relación con un hombre casado dieciséis años más que yo. Recuerdo que después de la consabida comida, Alberto me llevó a tomar un café. Una vez que le expliqué toda la situación, me acarició la cara y me dio un suave beso en los labios diciéndome “ a partir de ahora yo me voy a ocupar de ti”.
Sentí miedo pues él no podía cumplir su palabra , pero yo, muy echada para adelante, obviando todo lo previsible, seguí con el juego. Nos llamábamos, quedábamos para comer en Ávila , con despedidas algo más que cariñosas. Hasta que pasó lo inevitable y terminamos acostándonos. Yo me enamoré perdidamente. El me confesó que si no hubiera sido por el escándalo , nos habríamos ido lejos…muy lejos.
Empecé a salir con el hombre con el que años después fue mi marido. La historia cambió por completo. Siempre fui leal y respetuosa con mi marido.
La mañana anterior a la de mi boda, me pidió que no me casara y me dio un abrazo y un fraternal beso, yo me dejé hacer pero le respondí que no era justo conmigo pues él si lo estaba.
El coche que me llevó hasta el lugar del enlace, era el suyo, y a modo de broma compró una gorra de chofer que fue motivo de muchas risas entre los invitados.
Unos seis años después de nuestra boda, las cosas empezaron a enrarecerse. Yo justificaba las ausencias de mi marido con lo que él me quisiera contar. Jamás he sido celosa.
tuve una fuerte depresión depresión y mi hermano pequeño me llevó a su casa para cuidarme, pues mi marido, entre su trabajo y sus otras cosas…no podía.
Un día me recogió para estar un rato juntos.
Por aquella época, Santana había publicado un disco con una portada preciosa, que ya sonaba en nuestro coche.
Poco después, con ocasión de mi mejoría, mi hermano organizó una cena, a la que acudieron varios amigos y amigas, pero mi marido no. La televisión estaba encendida , vaya casualidad…Santana cantaba y de fondo estaba la portada del disco en cuestión.
Paloma, una amiga de mi hermano, se sabía las letras de las canciones. Sentí una punzada en el corazón , me pareció extraño, el disco había sido publicado poco tiempo atrás. Cuando le pregunté , ella me respondió que las escuchaba en cadena dial, vaya hombre, yo escuchaba a diario dicha cadena pero nunca las canciones de Santana
Entonces lo entendí , y la punzada se convirtió en puñalada, aprovechando que yo no estaba en casa, se habían liado .
Me dejó para irse con Paloma. Yo seguía enamorada de él.
Lo que vino después del amor fue muy doloroso. Me sentí de muchas formas; angustiada, desesperada, vacía, fracasada, obsesionada ,reventada etc…
Una vez más , Alberto me ayudo y poco a poco logré salir adelante.
Como siempre habíamos sentido mutua atracción , volvimos a retomar nuestras visitas y charlas telefónicas, siempre a escondidas para que mi familia no sospechara nada. El sexo entre nosotros siempre fue muy bueno e importante, pero había cosas que lo eran más.
El erotismo y la sexualidad volvieron a mí.
Recuerdo perfectamente un día que nos vimos cerca del pantano de Santa Teresa. Yo llevaba puesto un vaquero ajustado y un body naranja de tirantes y no llevaba sujetador, Albero me levantó los brazos y me acarició y besó mis axilas y pechos.
Ha sido el hombre que mejor ha conocido y tratado mi cuerpo, con una delicadeza y exquisitez increíble, sin prisa, dedícame todo el tiempo necesario antes de hacer el amor.
Hemos sido y somos, amigos, amantes, cómplices, confidentes, nos hemos apoyado mutuamente en ocasiones difíciles, nunca nos hemos fallado.
A día de hoy, a sus ochenta y cuatro y mis cincuenta y nueve años, hablamos casi a diario, intuimos y respetamos nuestros tiempos de silencio, pero ambos sabemos que nos queremos incondicionalmente.
Cuando voy con mi hija a Madrid , quedamos siempre con él. En una ocasión ella , con veinticuatro años, me preguntó si había tenido una relación con él. Lo negué rotundamente y ella no volvió a decirme nada, pero lo intuyó por la forma en la que seguimos mirándonos y nuestra complicidad.
En esas visitas y comidas con él y mi hija, seguimos acariciándonos las manos por debajo de la mesa.
La última vez que lo vi , fue hace unos meses con ocasión de la boda de mi hija. Bailamos juntos y ambos nos susurrábamos al oído cosas atrevidas. El me dijo “ alrededor de tu piel, ato y desato la mía”, yo me abracé a él más de lo necesario para un baile.
Lo nuestro es una historia de amor inacabada.
Cuando escucho la canción de Antonio Orozco “entre sobras y sombras me faltas”, se me pone la carne de gallina. Cuantas cosas nos han faltado por hacer…
Me pregunto, que hubiera sido de nosotros de haber podido amarnos libremente.

Isabel Gallego
Grupo A


Las mayores distancias se miden en palmos de sofá

-PRPRPRPRPRPRPRSSSSS.
Fue un cuesco a la vez estentóreo y estertóreo, lo hubiera reclamado para sí el más virtuoso de los trompetistas y el más pútrido de los cadáveres. Un vibración nacida de entre mis nalgas y merecedora de puntuación en la escala Richter. Hizo retumbar hasta las patas del sofá azul que compartíamos, como casi todos los días desde hacía años, desde el fin de la jornada laboral hasta la hora de dormir.
La miré expectante, deseando que tamaño pedo funcionara como una máquina del tiempo, que a sus cejas alzadas por la sorpresa respondiera mi perdón nacido de la vergüenza, culminando todo con una carcajada conjunta fruto de la complicidad. Impertérrita, siguió mirando su móvil, tan ajena a mis ruidos intestinales como al que, de fondo, nos escupía el telediario. Las columnas de mi mundo comenzaron a resquebrajarse.
Entonces llegó la peste, un tufo amargo y envolvente que rompía la ley fundamental de las ventosidades, a saber, que el sonido es inversamente proporcional al olor. La hedionda fetidez de mi flatulencia hizo renacer en mí la esperanza, eso no podía pasarlo por alto, el encogimiento asqueado de la nariz y el insulto completamente justificado hacia mi higiene estaban al caer, eran inevitables e instintivos. Los aguardaba con las orejas ya gachas y la disculpa en la punta de la lengua, como últimos asideros sobre los que tender un puente entre ambos. Imperturbabilidad como respuesta, ni el más mero mohín en sus facciones, fijas en la pantalla del teléfono.
Colapso, hundimiento, el desplome final. Devastado, demasiado triste hasta para llorar, le increpé:
-Ya nunca me dices ni el asco que te doy.

Bernardo García-Bernalt 
Grupo C


Lo peor del amor cuando termina” es que nunca termina del todo. Si se vive intensamente, desborda los límites de lo temporal y lo mundano, se adhiere a la textura de los sueños, se acomoda al territorio de la magia y quizá se sublima convertido en poesía.
El amor apasionado no se debilita sin antes calcinar el alma atormentada, convirtiendo en desierto inhabitable las miradas y en volutas de humo los cuerpos desolados. Y entonces dejarás de mirar al horizonte, porque detrás del mar no hay nada.

Andrés García
Grupo B


Principio y fin

Quisiera atesorar lo que hoy nos sobra
y poner el amor a plazo fijo,
domingos en la cama, taquicardias,
cosquilleos, pulsiones y caricias.
Ojalá retener las mariposas,
que me tienen colmadas las entrañas,
guardar revoloteos y algún beso
para cuando ya no me importes nada.
Ojalá poder congelar deseo
que ahora nos rebosa por los poros
para recalentarlo cuando falte
y tengamos pingüinos en la cama.
Ojalá conservar las emociones
para cuando ya todo este perdido,
que no nos encontremos ni en pintura
y solo haya refugio en los recuerdos.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Después del amor, el amor

Ya no sé si soy tu sombra o si soy tu luz. Juntos, tú dejaste de temer la noche y yo el día. Ahora noexistimospor separado. Nuestro pálido sentido de identidad es solo la lucha individual y atenta a la que nos sometemos para cuidar nuestra sagrada guaridaSomos antagonistas complementarios. Y me dices: cuando estoy contigo no me hace falta nada más, cada uno de mis huesos y neuronas encajan en los tuyos. Y yo asiento con más miedo que otra cosa. Porque sé que la fortaleza de nuestro amor esta hecha de debilidades y desgracias.
Es amargo el amor que aguanta los embates del destino. Somos dos medio inútiles si no estamos juntos. Somos uno.

Sagrario Martínez
Grupo B


La semántica del amor

Su sinceridad le había costado ya dos rupturas. Pedro se negaba a admitir sin rechistar ese concepto de amor que consideraba impuesto por la sociedad. Sus dudas en torno a esa palabra extrañaban a quienes le escuchaban, pero también decepcionaban a quienes decían amarle.
Primero fue Marta, que le preguntó directamente si estaba enamorado de ella. Pedro sabía cuál era la respuesta fácil y rápida, pero optó por hacerlocon otra pregunta:
-Depende, ¿qué es para ti el amor?
Lejos de iniciar una discusión filosófica en torno al concepto, como Pedro habría esperado, aquella respuesta fue una sorpresa para Marta y acabó significando el inicio de la caída de su relación.
Después sería Sara. También les unía una relación envidiable, rebosante de aquello que su entorno llamaba “química”.
Esta vez la pregunta fue si se veía capaz de ser feliz sin ella. A lo que Pedro contestó:
-Sí, podría ser feliz sin ti… pero prefiero serlo contigo.
Para Pedro aquella fue una respuesta bonita, que implicaba cariño y admiración por la otra persona y que a él le habría encantado recibir.
Pero Sara no lo vio igual. Tal vez para Pedro aquellaera una respuesta romántica pero, desde luego, no se correspondía con el concepto que ella tenía de romanticismo.
De nuevo, en apenas unas semanas la relación terminó.Era la segunda que sus inquietudes semánticas habían roto.
Con el tiempo, Pedro conoció a Julia. Volvió a sentir esecariño y esa confianza especial por otra persona. Como le solían decir, cosa que él detestaba escuchar, había logrado “rehacer su vida”.
Aquella noche celebraban su segundo aniversario. Charlaban, reían y mostraban cariñoel uno hacia el otro. La conversación fluía por sí sola,hasta que Julia le preguntó:
- ¿Crees que el amorcaduca?

La sonrisa de Pedro se esfumó. Sus ojos se clavaron sobre un punto de la mesa mientras pensaba cuál sería su respuesta. Volvía a estar frente a frente con aquella piedra. Pero no sabía si esta vez sería tan dura como para hacerle tropezar de nuevo.

Juan Salado
Grupo C


Amar (no) es para siempre...

El amor debería venir en caja con un cartelito anunciando la fecha de caducidad pegado en la tapa, como en los yogures, así no nos pillaría distraídos el día que la cosa empieza a torcerse. Se perdería la magia pero a efectos prácticos nos ahorraríamos la decepción.
Nos gusta liarnos en una maraña de sentimientos a los que alimentamos y dejamos crecer sin ser conscientes de que las cosas del amor son efímeras e igual que vienen se van.
Si supiéramos la fecha exacta del final tendríamos ocasión de decidir si tiramos el sentimiento a la basura o si hacemos trampas y borramos los numeritos para intentar ampliar la estancia junto a otro corazón.
En definitiva que es mejor hacerse a la idea de antemano que llevarse una sorpresa desagradable al encontrarse un buen día algo caducado al despertar y no saber que hacer para deshacerse del muerto antes de que empiece a oler.

Aurora Zarco
Grupo B


Amor y desamor

No era la primera vez que lo pensaba, y Pablo ya no quiso aplazar el asunto durante más tiempo.
Se presentó, sin previo aviso, en la casa de su novia.
Pilar le abrió y él, compungido, pero esperanzado, le ofreció una rosa roja liofilizada envuelta en un delicado papel de regalo.
Sin ningún miramiento y sin mediar palabra, ella le cerró la puerta con un golpe seco.
-Pero amor….
Perplejo y abatido, se enjugó la única lágrima que se deslizaba por su mejilla y volvió sobre sus pasos.
Poco después, llegó al parque cercano a su vivienda. Se sentó en un banco, posó con cuidado la rosa que tanto le había costado encontrar y sin titubear cogió el móvil.
-Marta, amor, tengo el billete del AVE.Mañana por la tarde estoy allí, contigo.
Al otro lado del teléfono escuchó la voz de Marta, firme, contundente:
-No Pablo, no vengas, ni mañana ni nunca.¿Me oyes? ¡Se acabó!
-¿Por qué mi vida?¡No entiendo nada!¡ Estamos tan bien juntos…! Tú eres mi alma gemela, mi media naranja, mi…
Ella le interrumpió.Sólo pronunció dos palabras:
-¡Obsolescencia programada!
Fue entonces cuando sintió una profunda pena de sí mismo y lloró sincera y desconsoladamente.

M. L. Fidalgo
Grupo C

Miedo tengo,
cuando miro tu perfil,
en la sombra,
estoy aquí,
pero marché hace tiempo.
Silueta de labios que fueron beso,
ojos que vieron proyectos,
aroma que llenaba vacíos,
emana el silencio,
y la duda
en el horizonte de sendas cruzadas,
caminos opuestos.
Intento recordar
y tengo miedo.
Alguien dirije mi destino,
siento frío, duermo.
Apunta el amanecer
y despierto,
ha sido un sueño.
Una mano,
un abrazo nuevo.
Buenos días,
respiro y siento,
ya no tengo miedo.

Guadalupe Sanchón
Grupo C


Lo peor del amor cuando termina:

El ruido que ayer no soportamos,
hoy, nos inunda de silencio.
No hay palabra disfrazada en nuestros labios.
Se nos fue el amor, pero seguimos siendo amigos.
En la soledad infinita de nuestra casa,
no cabe el olvido.

Pedro Gómez Rodríguez
Grupo C


Amor

Personajes

ELLA: mujer de 37 años, soñadora e impulsiva.
ÉL: hombre de 39 años, racional y reservado, pareja de ella.

ACTO I

Cocina de un piso de cualquiera, de una urbanización cualquiera, de una ciudad mediana española cualquiera. Es junio, las ventanas están abiertas, y entra una brisa alegre. Sobre un fondo de pájaros ajetreados, suena música africana. Cuando se abre el telón, ÉL Y ELLA preparan la cena, casi bailando, con una serie de movimientos engranados a fuerza de repetición: mientras ella pica la lechuga, él vacía el lavavajillas, mientras ella sofríe la cebolla, él coloca la compra. Deberían estar tranquilos, dejando que el viernes entre en sus cuerpos, pero hay algo en ella que no va bien.

ELLA.- Ha llamado mi madre para ver si vamos a pasar el fin de semana a su casa. (Se detiene y estudia la reacción de él.)

(Silencio)

ELLA.- ¿No dices nada? (Con tensión en el cuello.)
ÉL.- Bueno, no sé ¿qué quieres que diga? (Encogiendo los hombros.)
ELLA.- Pues quiero que digas qué opinas de ir a casa de mi madre el fin de semana. (Se para frente a él, con el trapo de cocina en la mano derecha, esperando, desafiante.)
ÉL.- Pues bien, me parece bien. Si hay que ir, pues vamos... (Bajando el tono hasta apagar la frase.)
ELLA.- Entonces no te acuerdas de que íbamos a salir el sábado los dos o te da igual o no te apetecía en realidad y prefieres ir a casa de mi madre. (Con temblor en la voz y los ojos húmedos.)
ÉL.- No, no es nada de eso, es simplemente que no lo pensé.
ELLA.- Ya, ¡¡¡qué cómodo es no pensar!!!
ÉL.- Estoy intentando hacer las cosas fáciles.
ELLA.- Pues las haces difíciles. Dejas toda la responsabilidad en mis manos.

(Se arrastran sedimentos antiguos, todo queda lleno de barro.)

ÉL.- ¿Empezamos otra vez?. (Le coge la mano derecha, retira el trapo de cocina al que ella se aferra.)

ACTO II

Igual que antes, pero ahora la cocina es la de una casa de cualquier serie americana. ELLA lleva vaqueros y sudadera. ÉL una camisa de cuadros y una gorra.

ELLA.- Me ha llamado mi madre, me ha pedido que vayamos el fin de semana. Me siento chantajeada por su petición y me gustaría que me ayudaras a pensar cómo salir de este atolladero de culpabilidad que tanta inquietud me provoca.
EL.- Lo siento mielecita, pero en este momento no estoy disponible para ese tipo de comunicación. He tenido una semana muy cargada y necesito un rato ligero para relajarme. Quizás podemos dejarlo para mañana.
ELLA.- De acuerdo dulcecito, tal vez puedes contarme qué tal ha ido tu semana...

(La música entra en sus cuerpos, viajan, cazan leones, se bañan en playas a las que no ha llegado el hombre blanco. Se inventan un continente solo para ellos.)

ELLA.- ¿Vendemos la casa y nos vamos a África?. (Mirándolo intensamente.)
Él.- Cuando nos jubilemos. (Sonriendo con ternura.)

Mónica Rivero
Grupo C


Casa sencilla

Al lado de la Vía de la Plata hay una casa sencilla. Tiene una sola planta, ventanas no muy grandes, tejado a dos aguas, un porche que cubre la puerta de entrada y una chimenea de la que nunca he visto salir humo. Las paredes encaladas resaltan su inocencia. Es la casa que dibujaría un niño, aunque en ese caso saldría humo de la chimenea y el sol, siempre amarillo,dominaría un cielo azul con pocas nubes.
En la explanada de delante destacan dos arboles que alguien plantó muy juntos; un pino de copa redonda y un ciprés alargado, como todos. La cercanía los ha obligado a fundise en un abrazo permanente. Realmente es el pino el que abraza a un ciprés estirado.
También los podemos ver como una esfera atravesada por un cono en una cópula perpétua.
La escena, enternecedora al principio, poco a poco nos lleva a una situación en la que ninguno de los dos es libre. Día y noche sus ramas combaten por la luz y el espacio, sus raíces no dejan de entrecruzarse soterradamente en busca de alimento.
Los conozco hace tres años y aparentemente se llevan bien, aunque cada vez están más agobiados. Tengo que visitarlos una noche de luna llena,creo que se trasforman en lobos.

Enrique Martínez
Grupo C


Obsolescencia del amor

Amores eternos
Del Amor pasaron al Amor con solución de continuidad.

Bricolaje del corazón
El suyo era un amor con obsolescencia programada, pero les duró toda la vida porque eran unos manitas.

Premio de consolación
Aquellos ángeles traviesos hacían concursos de tiro con arco, y el que quedaba el último era nombrado Cupido del año.

Homeopatía
Era una relación tóxica, pero administraban el veneno en dosis tan pequeñas que se curaban.

Fidelidad
Su desamor duró toda la vida porque estaban hechos el uno contra el otro.

Y comieron perdices
Se casaron cuando le llegó la fecha de caducidad a su desamor.


Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Lo peor del amor cuando termina

Lo peor del amor cuando termina
no es que pierdas -con ella- tu morada,
la tristeza, el polvo de la nada,
convertirte en un zombi que camina.

Que la vida se vuelva gris rutina
cuando recuerdes a tu enamorada,
el frío, de la noche a la alborada,
la amargura acechando en cada esquina.

Lo peor del amor cuando se acaba
es creer que no tuvo algúnsentido,
que era ceniza lo que te quemaba.

Desdeñar la pasión porque se ha ido,
pensar que fue impostora quien te amaba,
y que, al fin, todo fue tiempo perdido.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Lo peor del amor cuando termina…

Lo peor del amor cuando termina
es asomarse al abismo de la evidencia.
es ser un Ulises sin Ítaca,
ser un lobo sin luna a la que aullar.

Es caerse en la trainera varada,
sin remeros, vencido a la corriente,
húmedo, entumecido, hipotérmico.

Es tirarte al camino mutilado,
rugiendo, rechinando y odiando.

Lo peor del amor es que termina.


La curvilínea humedad

Cuando llegue a casa la humedad ya estaba allí. Correteaba por las paredes entumecidas. Luego la respiración se entrecortó, con un silbido asmático. Y ella también estaba allí. Atareada, desplazando cazuelas, una al fuego, la otra al fregadero y el salero queriendo caer. Fue el repiqueteo de cucharas sobre platos tristes lo que me hirió.
Ella me dedicó una mirada rápida, desinteresada. La densa humedad me impedía verla con claridad.Era una mancha, un borrón difuso.Noté un hálito rasgarme el pecho, para después estrellarse con parsimonia en el estómago.
Bastó una instantánea de sus ojos que tuve que digerir. No dijo nada. Para entonces ya lo sabía, en realidad lo sabía desde el principio de nuestra curvilínea relación.
Digo curvilínea porque si miraba atrás ya no la veía en sus besos, en su sonrisa oen los paseos por pueblos de la costa vasca. Por el contrario,sí la veía en sus burocráticos placeres, en sus conversaciones de lógica impecable o en su aura de precisión. Ella era un sensual reloj suizo, y mis mareas vitales no encajaban en el coreográfico movimiento de su mecanismo.
La casa, coquetamente decorada por el sol, antes era un jardín de paredes encaladas, de muebles y colores cálidos. En algún momento, como la tarde cede a la noche, el hogar se tornó en un barquito viejito, correoso, sin luz, plagado de discusiones, con silencios tipo anacrusa, con rencor y olvido. Eso era lo peor, no ser. Indiferencia, apatía, desinterés, desapego. Podría seguir así toda la tarde.
Así que con el humor del perdedor eterno, decidí abreviarlo todo, decidí alejarme aún más. Olvidarla sin perderla, o quizá perderla sin olvidarla. No lo sé. Aún hoy en día, cinco años después, sigo sin saberlo.

Ricardo Rodríguez Cobos
Grupo C

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