Si alguien piensa que nada tiene que ver un poema con un balón de fútbol se equivoca. Prueba de ello son dos antologías dedicadas al asunto:
Rafael Alberti escribió una oda a Platko, portero húngaro que militó en el FCB en los años veinte. Miguel Hernández, sabedor de esta circunstancia, hizo lo propio con el portero del Orihuela Fútbol Club y formó parte, además, del equipo de su pueblo: La Repartidora.
Pero también grandes escritores como Galeano y Hesse escribieron sobre este deporte.
Transcribimos aquí una breve selección de textos sobre fútbol extraídos de ambas antologías:
Los diez mandamientos del futbolista
I. Amarás al Creador
que hizo perfecto para el juego,
para el placer, para el regate,
tu cuerpo irrepetible y milagroso.
II. No tomarás en vano el nombre de la Vida
que es triunfo del Amor en Movimiento.
III. Santificarás cada segundo
de esfuerzo y plenitud,
de pálpito y sudor,
de santa adrenalina sobre el césped.
IV. Honrarás a los que en ti
alcanzan la victoria que no hubieron.
V. No dejarán los tacos de tus botas
huella de daño sobre el cuerpo de tu hermano.
VI. No ceses de gozar sobre la hierba.
No hay nada condenable en el placer:
no hay acto más impuro que no amar.
VII. Robarás el balón siempre que puedas.
(Cuando le di las tablas a Moisés
el fútbol no existía).
VIII. Mentir es autogol:
la fuerza del guerrero –tú lo eres-
reside en la verdad y en la limpieza.
IX. No seas marrullero:
el fútbol italiano no me gusta.
X. Si ganas o si pierdes,
no dejes de abrazar al adversario:
la envidia engendra monstruos
y el modo de jugar
es modo de vivir y es ya victoria.
Antonio Praena
El gol
El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna. Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos. Ahora, los once jugadores se pasan todo el partido colgados del travesaño, dedicados a evitar los goles y sin tiempo para hacerlos. El entusiasmo que se desata cada vez que la bala blanca sacude la red puede parecer misterio o locura, pero hay que tener en cuenta que el milagro se da poco. El gol, aunque sea un golecito, resulta siempre gooooooooooooooooooooooool en la garganta de los relatores de radio, un do de pecho capaz de dejar a Caruso mudo para siempre, y la multitud delira y el estadio se olvida de que es de cemento y se desprende de la tierra y se va al aire.
Eduardo Galeano
Villancico del futbolista
Porque ha nacido el Señor
mañana no habrá partido.
¡Acércate, jugador,
a ver al recién nacido…!
Con su camiseta a rayas
llega el muchacho risueño.
¡Silencio, amigo, no vayas
a despertar al pequeño…!
José, que no conocía
las reglas del balompié,
le ha preguntado a María:
¡Cómo saberlo podría
si no lo sabe José!
José pregunta; “¿Has venido
a rendirle pleitesía?”
Y el jugador, sorprendido,
dice que no, que él creía
que era el Portal portería
de algún celeste partido.
Jesús, con sus manos bellas
le está pidiendo el balón
y recibe la ovación
de un graderío de estrellas.
Chuta el Niño a la primera;
María exclama: “¡Es un sol!”
José dice: “¡Aquí hay madera!”
Y en la Creación entera,
bien claro y en español,
los demonios gritan: “¡Fuera!”
los ángeles gritan: “¡Gol!”
José María Fernández Nieto
PROPUESTA DE ESCRITURA:
Rodolfo Braceli fingió una conversación ilusoria sobre fútbol con Jorge Luis Borges.
Proponemos como tarea algo parecido, escribir una conversación entre un futbolista y un escritor. ¿Qué se dirían Cristiano Ronaldo y Unamuno?
Estos son los trabajos de algunos de los componentes del taller de escritura:
La pelota y la palabra
Cristiano Ronaldo y Miguel de Unamuno hablan de sus vivencias sobre el juego y la palabra.
CRISTIANO: La pelota descubre mi pensamiento, activa mis reflejos, vive mis sentimientos, envueltos en el césped de la ilusión. La jugada se diluye entre mis pies, como el trote de un jinete cabalgando entre la hierba. La emoción desata la fuerza de mi piel en la lucha por el gol. Dos equipos hierven su latir , conectan su cerebro en la mirada, coordinan su cuerpo , encestan hacia el portero, anclado en su escondite.
Partidos de júbilo proyectan el calor de la gente en las gradas. Alegrías y tristezas conviven en el campo de fútbol donde damos nuestra vida por ganar el partido deseado.
UNAMUNO: Salamanca dorada, cuna del saber y la palabra, envuelve mi sentir para anidar recuerdos, deshabitar ideas que chocan en mi piel: versos que roban la inquietud, frases que ciegan mi libertad, diálogos que destruyen mi mente. La vida se ilumina cuando mi yo descifra la esencia de los actos vividos en el otro. Vida y muerte se unifican en mi interior, presas por la búsqueda de una verdad que llene mis pensamientos. La soledad camina vestida de silencios, alborotada de ideas, bañada de pasiones, escrita en el latir del tiempo.
Sofía Montero
Diez cuentos de fútbol
Había llegado ya el año 2018 cuando la ciudad de Moscú fue pasto de una mortífera enfermedad. Se había originado en Japón y en poco tiempo se había extendido por todo el globo, asolando todo a su paso.
No valían contra ella medida higiénica ni sanitaria ninguna y los científicos eran incapaces de encontrar vacuna alguna para hacer frente a la hecatombe.
En cualquier caso, el hecho es que al llegar el verano de 2018, la enfermedad se propagó por Moscú, con la mala fortuna que allí se iba a celebrar el Mundial de Fútbol.
Ante esta situación, los jugadores de los combinados franceses, ruso, alemán y español corrieron a refugiarse en una base científica perdida en el norte de Siberia. Poco después, se desplazaron a la misma varios escritores de talla internacional que habían acudido a Rusia en busca de inspiración: Coetzee, Adonis, Murakami, Cormac McCarthy y Amin Maalouf entre otros.
Mientras los allí presentes esperaban a que los científicos encontrasen al fin una vacuna, decidieron matar el tiempo contando historias. Como se había reunido demasiada gente en la base científica decidieron que en vez de contar cada uno de ellos una historia al día, se elegiría a una persona cada día para que contase diez cuentos durante esa jornada.
El primer día habló el capitán de la selección rusa, dado que era el capitán de la selección anfitriona. Contó diez historias: la primera sobre un futbolista retirado que no aceptaba que su carrera había llegado a su fin; la segunda sobre un locutor deportivo acosado por las deudas; otra sobre la polémica elección de Qatar como sede del Mundial 2022; la cuarta sobre los inicios de la carrera de un árbitro; la siguiente narraba un día de un grupo de hinchas; la sexta era sobre un futbolista condenado a tirar eternamente, en un penalti decisivo, el balón a las nubes; la séptima versaba sobre la relación adúltera de un portero; la siguiente era acerca de un pintor que se dedicaba a retratar futbolistas; la novena sobre las turbulentas relaciones sentimentales de un presidente de un club inglés y la última se centraba en el amaño de partidos.
A uno de los escritores allí presentes le interesó el último cuento y decidió escribir una novela sobre éste.
Óscar Fernández
Madrid
En el estadio deportivo de Madrid, va una escritora a ver un partido del fútbol de su equipo preferido. Cuando acaba el partido el escritor va a saludar a los miembros del equipo, con quien tiene mas confieanza es con Guti. Se presenta ante él.
Encantado de conocerle, me llamo Carmen Jodra, yo le sigo desde pequeña viendo sus partidos de fútbol, no me perdía ningún partido. Guti le pregunta y como te dio por ser escritora. Lo de ser escritora fue desde muy pequeña que me gustaba escribir .
Carmen le dice a Guti ha sido un verdadero placer haber podido tenido la oportunidad de hablar con usted. Guti le dice para mi también ha sido un placer conocerla y tener la oportunidad de hablar con usted. Antes de despedirse Carmen le pregunta a Guti si le gustaría que quedaran un día para comer y hablar de cómo se siente con el fútbol y ella siendo escritora , Guti le dice para mi será un placer comer con usted.
David Álvarez
Fútbol y Literatura
El pasado viernes por la tarde, se celebró en el interior de la cafetería Novelty de Salamanca, una entretenida charla sobre fútbol y literatura.
Allí, rodeado de cientos de aficionados, D. Vicente del Bosque, salmantino, y actual entrenador de la selección española, se encontraba un escritor gallego, D. Gonzalo Torrente Ballester (famoso por la trilogía Las sagas y las sombras)
Durante unas dos horas, se hicieron todo tipo de comentarios, se repasaron las jugadas importantes de los últimos mundiales, se habló de fallos y aciertos de los jugadores en momentos cruciales de un partido, de la influencia de la suerte en jugadas concretas, del porqué unas veces sale un jugador y no otro, de los celos que existen en el vestuario entre los jugadores, del dinero excesivo que perciben por correr detrás de una pelota, etc, etc.
La charla estuvo muy animada y participativa, puntos de vista distintos la enriquecieron, al final se sacaron múltiples conclusiones: el éxito en el fútbol es efímero, dura muy poco y se debe disfrutar, del fracaso se debe aprender para tratar de que ocurra menos veces.
Al finalizar, D. Vicente del Bosque fue despedido con un fuerte aplauso por la afición presente, y D. Gonzalo Torrente Ballester, se quedó en su sitio del Café Novelty, hasta que vaya otro entrenador e imparta otra charla de fútbol.
Luis Iglesias
Alineación literaria
Presidente:
Nuccio Ordine
Entrenador:
Entrenador:
Lucio Anneo Séneca
Utillero:
Utillero:
J.R.J. Tolkien
Masajista:
Masajista:
Ralph Waldo Emerson
Portero:
Portero:
Michel de Montaigne
Defensas:
Honoré de Balzac
William Shakespeare
Fiódor Dostoievski
William Shakespeare
Fiódor Dostoievski
Centros:
Henry James
Toni Morrison
Marcel Proust
Johan Wolfgang Von Goethe
Delanteros:
Toni Morrison
Marcel Proust
Johan Wolfgang Von Goethe
Delanteros:
Haruki Murakami
Carson McCullers
Antón Chejóv
Carson McCullers
Antón Chejóv
Ana Isabel Fariña
Don Leandro
Don Leandro de Aliste siempre ha sido un personaje. Su familia también. Resulta difícil determinar la fecha exacta en que alguien, no se deciros quién, trasladó su drama a esta biblioteca. Pero un día, hace cientos de años, él y los suyos terminaron aquí, en la zona interna de la balda más alta de un mueble de madera de roble. Desde entonces reproduce su historia a puerta cerrada. Sin espectadores. Sin lectores. Es impresionante. Parece mentira que algo tan elemental como lo que le sucede a ese hombre oculte un desgarro tan intenso. Claro que no todo es dolor, si lo fuera, la ausencia de contrastes, supongo que diluiría su efecto. Cuando mis crías duermen seguras entre las ramitas, me recuesto en el suelo de esta ratonera, y la escucho. A veces no es fácil. Junto a él, viven millones de seres notables. Cada uno con su voz. Todos verdaderos. No se bien por qué lo prefiero a él. Mi marido, que es psicólogo, dice que es porque me proyecto. Asegura que es algo habitual y complejo. No lo entiendo. Será que soy simple. Yo, lo único que se, es que cuando Don Leandro y los suyos, consumado el relato, se retiran al camerino de papel donde nacieron, me pregunto una y otra vez, si yo hubiera sido alguno de ellos, qué habría hecho. En la respuesta sincera que doy a ese interrogante y la diferencia que observo entre mi hipotético hacer y el suyo, encuentro el espejo donde me descubro. Es curioso ver cambiar las respuestas.
Esta es mi última noche en este lugar que tanto me gusta. Don Alicio de Sayago, el vigilante, ha encontrado varios nidos de termitas entre los listones y las traviesas. Todos sabemos lo que eso supone. Son ciegas y voraces. Una plaga. Persiguen celebridades. Se hinchan con las gestas ajenas. Se ufanan de ellas como si fueran propias. Las consumen mientras se consumen. En poco tiempo, alguna de ellas escuchará el juego de palabras sin fraude que se esconde tras el polvo. Gritará "aquí hay juego". Acudirán todas. No quedará nada. No consigo comprender a esos insectos. Porque veneran devoran. Porque odian devoran. En cualquiera de los casos, creen ser lo que no hacen.
Tengo que reconocer que me ha costado tomar la decisión de mudarme. Echaré de menos a Don Leandro. Puede que antes de que el mueble de roble y sus habitantes se conviertan en pelusa de leña, yo ya sea una ilusión que nadie recuerda. Podría esperar. No lo haré. Creo saber que la ceguera es contagiosa. Cuando los enjambres despiertan, nada está a salvo. Tengo nueve pequeños. Pronto tendré más. Es la vida. Mi vida. Una fantasía imperfecta que se duerme cada noche dibujando con suavidad preguntas y respuestas entre personajes que no imitan a nadie porque son. ¡Hay tantos! Claro que mi favorito, ya sabéis cuál es. Será que me proyecto. Algo habitual y complejo. Pero ¿por qué con él más que con el Quijote o Hamlet? Los tres son reales. Los tres son grandes. ¿Qué será ser grande?
Ana Isabel Fariña
Don Leandro
Don Leandro de Aliste siempre ha sido un personaje. Su familia también. Resulta difícil determinar la fecha exacta en que alguien, no se deciros quién, trasladó su drama a esta biblioteca. Pero un día, hace cientos de años, él y los suyos terminaron aquí, en la zona interna de la balda más alta de un mueble de madera de roble. Desde entonces reproduce su historia a puerta cerrada. Sin espectadores. Sin lectores. Es impresionante. Parece mentira que algo tan elemental como lo que le sucede a ese hombre oculte un desgarro tan intenso. Claro que no todo es dolor, si lo fuera, la ausencia de contrastes, supongo que diluiría su efecto. Cuando mis crías duermen seguras entre las ramitas, me recuesto en el suelo de esta ratonera, y la escucho. A veces no es fácil. Junto a él, viven millones de seres notables. Cada uno con su voz. Todos verdaderos. No se bien por qué lo prefiero a él. Mi marido, que es psicólogo, dice que es porque me proyecto. Asegura que es algo habitual y complejo. No lo entiendo. Será que soy simple. Yo, lo único que se, es que cuando Don Leandro y los suyos, consumado el relato, se retiran al camerino de papel donde nacieron, me pregunto una y otra vez, si yo hubiera sido alguno de ellos, qué habría hecho. En la respuesta sincera que doy a ese interrogante y la diferencia que observo entre mi hipotético hacer y el suyo, encuentro el espejo donde me descubro. Es curioso ver cambiar las respuestas.
Esta es mi última noche en este lugar que tanto me gusta. Don Alicio de Sayago, el vigilante, ha encontrado varios nidos de termitas entre los listones y las traviesas. Todos sabemos lo que eso supone. Son ciegas y voraces. Una plaga. Persiguen celebridades. Se hinchan con las gestas ajenas. Se ufanan de ellas como si fueran propias. Las consumen mientras se consumen. En poco tiempo, alguna de ellas escuchará el juego de palabras sin fraude que se esconde tras el polvo. Gritará "aquí hay juego". Acudirán todas. No quedará nada. No consigo comprender a esos insectos. Porque veneran devoran. Porque odian devoran. En cualquiera de los casos, creen ser lo que no hacen.
Tengo que reconocer que me ha costado tomar la decisión de mudarme. Echaré de menos a Don Leandro. Puede que antes de que el mueble de roble y sus habitantes se conviertan en pelusa de leña, yo ya sea una ilusión que nadie recuerda. Podría esperar. No lo haré. Creo saber que la ceguera es contagiosa. Cuando los enjambres despiertan, nada está a salvo. Tengo nueve pequeños. Pronto tendré más. Es la vida. Mi vida. Una fantasía imperfecta que se duerme cada noche dibujando con suavidad preguntas y respuestas entre personajes que no imitan a nadie porque son. ¡Hay tantos! Claro que mi favorito, ya sabéis cuál es. Será que me proyecto. Algo habitual y complejo. Pero ¿por qué con él más que con el Quijote o Hamlet? Los tres son reales. Los tres son grandes. ¿Qué será ser grande?
Ana Isabel Fariña
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