Fuera de juego (escribir sobre fútbol)

La sesión del lunes, 10 de junio, la dedicamos al fútbol y la literatura.
Hablamos de cómo Miguel Hernández escribió un poema titulado "Elegía al guardameta", tal vez por imitación a Rafael Alberti quien hizo lo propio con Platko, portero húngaro que militó en las filas del F.C. Barcelona en los años 20 y del que Alberti quedó prendido.
Hicimos inventario de las novelas y libros de cuentos que se han publicado sobre fútbol y pusimos la mirada en dos antologías de poemas sobre fútbol: El gol nuestro de cada día (Francisco J. Uriz), de la editorial Vaso Roto y Un balón envenenado (Jesús García Sánchez y Luis García Montero), de la editorial Visor.
Dejamos aquí, tras el chiste de Forges, una breve antología de textos de ambos libros:




Como un motor en el centro

Estaba muy cabreado cuando dijo que no aguantaba más que el periódico dijera siempre que era como un motor en el centro y que eso estaba afectando también su vida privada porque en cuanto apagaban las luces y con el partido a punto de empezar ella le susurraba al oído: sé como un motor en el centro

Elísabet Jokulsdóttir

Desde la ventanilla del bus

Veo unas vacas
en una cancha de fútbol

dos pasan 
rozando un palo

la tercera
es gol

Claudio Bertoni

Los diez mandamientos del futbolista

I. Amarás al Creador 
que hizo perfecto para el juego,
para el placer, para el regate,
tu cuerpo irrepetible y milagroso.

II. No tomarás en vano el nombre de la Vida
que es triunfo del Amor en Movimiento.

III. Santificarás cada segundo
de esfuerzo y plenitud, 
de pálpito y sudor,
de santa adrenalina sobre el césped.

IV. Honrarás a los que en ti
alcanzan la victoria que no hubieron.

V. No dejarán los tacos de tus botas
huella de daño sobre el cuerpo de tu hermano.

VI. No ceses de gozar sobre la hierba.
No hay nada condenable en el placer:
no hay acto más impuro que no amar.

VII. Robarás el balón siempre que puedas.
(Cuando le di las tablas a Moisés
el fútbol no existía).

VIII. Mentir es autogol:
la fuerza del guerrero –tú lo eres-
reside en la verdad y en la limpieza.

IX. No seas marrullero:
el fútbol italiano no me gusta.

X. Si ganas o si pierdes,
no dejes de abrazar al adversario:
la envidia engendra monstruos
y el modo de jugar
es modo de vivir y es ya victoria.

Antonio Praena

Villancico del futbolista

Porque ha nacido el Señor
mañana no habrá partido.
¡Acércate, jugador,
a ver al recién nacido…!
Con su camiseta a rayas
llega el muchacho risueño.
¡Silencio, amigo, no vayas
a despertar al pequeño…!
José, que no conocía
las reglas del balompié,
le ha preguntado a María:
¡Cómo saberlo podría
si no lo sabe José!
José pregunta; “¿Has venido
a rendirle pleitesía?”
Y el jugador, sorprendido,
dice que no, que él creía
que era el Portal portería
de algún celeste partido.
Jesús, con sus manos bellas
le está pidiendo el balón
y recibe la ovación
de un graderío de estrellas.

Chuta el Niño a la primera;
María exclama: “¡Es un sol!”
José dice: “¡Aquí hay madera!”
Y en la Creación entera,
bien claro y en español,
los demonios gritan: “¡Fuera!”
los ángeles gritan: “¡Gol!”

José María Fernández Nieto

El hincha

Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno. Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos. Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música. Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval. 

Eduardo Galeano

El aficionado

En verdad era un hombre muy extraño.
Solamente iba a ver
los partidos de fútbol
para animar al árbitro.

Miguel Ángel Arcas


Dejamos aquí el tráiler de la película "Matías, juez de línea", una divertida comedia sobre fútbol:



Y estos son los trabajos de algunos de los participantes en el taller:

Fútbol Vs Rugby

Aunque parezca mentira el fútbol siempre pierde con el rugby
En fútbol un equipo 11 jugadores, en rugby 15
En fútbol el partido en dos tiempos, en rugby tres (dos en el campo y uno en el bar)
En fútbol odio, en rugby lucha y amistad
Triste encuentro del deporte rey

Alfredo Domínguez


Zidanne
El ángel caído (nos rompimos las alas)

‘La victoria está en nosotros’
Ponían en los carteles entonces
Con sólo mirarte a los ojos
Unos se olvidaban hasta de tus orígenes.

Te hicimos ángel, te hicimos Dios,
parisienses, tolosanos y por supuesto marselleses,
Entonces todos nos sentíamos hermanos
Tus compañeros de suburbio y los de todas clases.

Hicimos de tu humildad un símbolo
Convertimos tu genio en nuestro orgullo
Hasta que en el minuto crucial, de un solo cabezazo,
Te volviste Hombre, y la Francia multicolor enmudeció.

Nos quedaremos con tus antológicos regateos
Recordaremos para siempre tus goles heroicos
El fervor colectivo y fraterno de esos años
Tu generosidad a la hora de cumplir tus sueños.

Yo, creo, me quedaré con aquella pintura,
Tu retrato en una desusada fachada de Marsella,
Tus ojos mirando hacia el mar y el más allá,
Tus ojos verdes azules mirando hacia Argelia.

Sara Pérez


El gol

Pasiones desatadas
penetran en la red,
juegan en el verde.
Gritos de la mente,
en un fuego de miradas,
deshacen el pensamiento
para colmar deseos,
para rasgar palabras
en tiempos sin espacio,
reflejos de un movimiento
perfilado entre los pies
con la pelota en el cuadro,
la reina del universo.

Sofía Montero García


Futboleando

Cuando era niño no había ordenadores y muy pocas teles, pero sí que tenía la calle, los rincones de casa con “sobrao”, galería y patio; pero sobre todo tenía la imaginación… sí, porque me encantaba imaginarme cosas, sobre todo el sentirme héroe y protagonista… uno de los sueños despiertos que más me gustaba era el de futbolista… me veía en un impresionante estadio repleto de gente, en un partido crucial que se necesitaba ganar imperiosamente… y ahí estaba, vestido de futbolista (por entonces las camisetas y las botas no se conseguían con facilidad), notaba los gritos y el aliento de la gente:
- ¡Vii-cen- te, Vii-cen-te, Vii-cen-te!
Me pasaban el balón, entonces era imparable…driblaba a uno, dos, tres… y el final siempre era el mismo:
- ¡GOOOOOOOOOOL!...
Aplausos, muchos aplausos… el estadio “en pie”, los compañeros felicitándome encima, casi no me dejaban respirar… pero estaba satisfecho, muy satisfecho…
A veces veo jugar a Messi y revivo mi sueño de niñez, sin duda me habría gustado ser como él, así, bajito, poca cosa pero un mago con el balón… claro que en mi sueño no entraba que me pillaran defraudando a Hacienda… ¡en fin!... ¡la realidad es “cruda” pero terriblemente maravillosa!

Vicente M. Martín


¿Tú hoy de qué juegas?

Ayer, pedí a unos jovencitos que me explicaran eso del fútbol.
Como no sabía nada; con una paciencia impropia para su edad, empezaron por el principio: los jugadores. Los once jugadores y el público por supuesto: el jugador número doce.
He de reconocer que me sorprendieron.
Según describían los perfiles y las funciones de cada uno de ellos, el tema adquiría un interés que jamás sospeché. De hecho, mientras hablaban con la excitación propia del apasionado, en ningún momento me sentí “fuera de juego”. El fondo me resultaba afín. Y es que yo, aunque no he tocado un balón en mi vida, he jugado. ¡Vaya que si he jugado!
Mis primeros pases los hice de delantero. He de reconocer que fuí un buen delantero, un muy buen delantero. Un pichichi. Metía un gol y otro gol y otro más y mil y millones de ellos. Ilusa, saboreaba el triunfo como si fuera un logro solitario, ajena por completo, a que si existían, su existencia se debía en gran medida a la extraordinaria jugada que unos centrocampistas profesionales habían planeado. Afirmar que su actuación fue siempre de media punta, defensiva o de extremo sería una osadía. Visto desde la distancia sólo puedo decir que como centrocampistas fueron todoterreno, y que su técnica, su velocidad, sus regates… fueron algo que en todo momento intentó adecuarse a las necesidades del partido. Según avanzaba el tiempo, mucho antes incluso de que la segunda parte comenzara; aletargaron su papel y cediéndome sus números me lanzaron al campo de juego. Un campo de juego viejo, que conocía desde siempre –había nacido en él-; pero que ante su letargo, me olía a nuevo. Un olor que me asustaba.
Al principio sólo me defendía. Era un escudo y si era menester una espada. No podía, no quería que nadie entrara en mi área pequeña. La protegía con fuerza. “Salía a los cortes”. Aguantaba el balón y si podía remataba de cabeza. Planear, no planeaba.
Después, casi sin darme cuenta, comencé a jugar también de centrocampista. Hice pases al hueco, pases largos y jugué en los laterales. Como un estilete, centré en muchas ocasiones. Corrí hasta agotarme. No siempre me salieron bien las jugadas. De hecho, hay veces que pienso que si lo hubiera planeado peor hubiera salido mejor.
Últimamente, juego de portero. No es la primera vez que lo hago. En el campo, hay momentos en los que los balones golpean de continuo, y hay que estar alerta para que no te tumben. Eso sería el fin. Para evitarlo, los escudos y las espadas no siempre valen. Hay movimientos ante los cuales el jugador no puede defenderse. Cuando el delantero contrario es un buen cañonero sólo queda saber encajar su juego. Ser un excelente cancerbero. Ahí estoy.
No obstante, cuando el rival me da un respiro; sigo paseando por el campo, desde él, veo a los míos jugar y a veces no puedo evitar entrar en su terreno y defender desde los laterales, incluso en ocasiones iniciar algún pase o preparar alguna jugada con tanto sigilo y tanta finura que el resultado –su resultado- sea gol. Un gol que ellos, ilusos, consideren sólo suyo. Porque se puede ser mal centrocampista en campo propio y excelente en campo ajeno. De hecho es lo más fácil. Si no que se lo pregunten al jugador número 12.
Ayer pensaba que no sabía nada de fútbol. Hoy sé que he jugado. Que todos estamos jugando y que si bien es cierto que el fútbol es un juego de equipo; también lo es que es un juego solitario.
Mañana me explicarán con detalle las jugadas. Seguro que también las sé.
Por cierto ¿Tú hoy de qué juegas?

“Er fubol”

En calzón y calcetines
los veintidós figurines,
sobre el césped, entre gradas,
se lanzan a dar patadas.

Quienes miran siempre gritan,
y con sus gritos, se excitan;
“pero ¿qué haces cabrón?
¿No le pitas? ¡Maricón!”

Lo de menos, el buen juego
Lo de más, el buen borrego
que ciego y domesticado
a su club vive entregado

En el campo, en el sillón,
en el bar y en el colchón
clama el borrego bufón:
“Voy a ser el campeón”

Y sin dar una patada,
ni pensar una jugada,
cual pichichi se proclama
merecedor de su fama.

O cual mártir te refiere,
que si justicia hubiere,
otro gallo le cantara
al pringao que le arbitrara

Y entre tantas bufonadas
millones y billonadas
¡a paladas!, tres listillos,
se reparten los muy pillos.

¡Ay Señor, qué situación!
Tiene mala solución.
Lo de menos, el buen juego.
Lo de más, el buen…

cegado con sus humores
vive para sus colores
y sufre de grande dolor
si canta el gol otro color

Más, qué sencillo sería
y qué placer supondría
si ganara quien ganara
sólo el buen juego triunfara.

Ana Isabel Fariñas


Conversación sacada de un campo de fútbol entre un delantero y un defensa, al poco de comenzar el partido:

Delantero: No me toques la espinilla, que me voy a enfadar.
Defensa: Como me vuelvas a dejar en ridículo, ! Ya, sabes ¡, o pasas tú o pasa el balón, pero desde luego los dos no.

Luis Iglesias

El subjuntivo

La semana pasada dedicamos la sesión del Taller de Escritura Creativa al Subjuntivo.
Hace años tuve la oportunidad de escuchar a Gabriel Janer en una extraordinaria conferencia. En ella defendió la creación de una Asociación de Amigos del Subjuntivo para poner en valor este modo verbal.
"El subjuntivo -señaló Janer- es el único que puede expresar el tiempo de la hipótesis y de la posibilidad, de la no realidad. El subjuntivo suspende mi pensamiento en el espacio virtual y me permite expresar la condición, la posibilidad, la duda, el deseo, el futuro incierto, la hipótesis transgresora que funda la vida".
Hilario Barrero, por su parte, dedica uno de sus poemas al subjuntivo:

Y tener que explicar de nuevo el subjuntivo,
acechante la tiza de la noche del encerado en luto,
ahora que ellos entregan sus cuerpos a la hoguera
cuando lo que desean es sentir el mordisco
que tatúa con rosas coaguladas sus cuellos ofrecidos
y olvidarse del viejo profesor que les roba
su tiempo inútilmente.

Mientras copian los signos del lenguaje,
emotion, doubt, volition, fear, joy…,
y usando el subjuntivo de mi lengua de humo
mi deseo es que tengan un amor como el nuestro,
pero sé que no escuchan la frase
que les pongo para ilustrar su duda
ansiosos como están de usar indicativo.
Este será su más feliz verano
el que recordarán mañana
cuando la soledad y la rutina
les hayan destrozado su belleza,
la rosa sin perfume, los cuerpos asaltados,
ajadas las espinas de sus labios.
Pero hoy tienen prisa, como la tuve yo,
por salir a la noche, por disfrutar la vida,
por conocer el rostro de la muerte.

Incluimos aquí una breve antología de poemas que se recrean en el uso del subjuntivo:

Te dijera de veras alegría

Te dijera de veras alegría
mira esa nube en forma de cupido
vamos a contar mentiras
flechando tralará
la rosa de los vientos
si no fuera al alcance
de la mano este oscuro
vivir contra corriente
a dos pasos de la espiga desahuciada
el mañana perdido
en la última estación
tanto no que callar
y cierto el muro
buscando la salida de poderte decir
rescatadas palabras:
CIELO, AZUL
ya no sea
cegar una ventana ya cegada.

Aníbal Núñez

Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—; entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
                     Oigo
constelaciones: existes.
                        Creo en ti. Eres. Me basta).

Ángel González

El fornicio

Te besara en la punta de las pestañas
[y en los pezones, te turbulentamente besara,
mi vergonzosa, en esos muslos
de individua blanca, tocara esos pies
para otro vuelo más aire que ese aire
felino de tu fragancia, te dijera española
mía, francesa mía, inglesa, ragazza,
nórdica boreal, espuma
de la diáspora del Génesis, ¿qué más
te dijera por dentro?
¿griega,
mi egipcia, romana
por el mármol?
¿fenicia,
cartaginesa, o loca, locamente andaluza
en el arco de morir
con todos los pétalos abiertos,
tensa
la cítara de Dios, en la danza
del fornicio?
Te oyera aullar,
te fuera mordiendo hasta las últimas
amapolas, mi posesa, te todavía
enloqueciera allí, en el frescor
ciego, te nadara
en la inmensidad
insaciable de la lascivia, riera
frenético el frenesí con tus dientes, me
arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
de otra pureza, oyera cantar a las esferas
estallantes como Pitágoras, te
lamiera,
te olfateara como el león
a su leona,
parara el sol,
fálicamente mía,
¡te amara!


Gonzalo Rojas


Y también una canción de Joaquín Sabina:


Y estos son los trabajos de algunos de los participantes en el taller:

Si te dijera pide un deseo, pedirías volverte más joven con tu experiencia o revivir la etapa más feliz de tu vida en la que eras inocente y nada malo a tu alrededor te afectaba.
Aunque fueras pobre, llegarías dónde otros.
Si quisiera engañar no sabría como hacerlo pero podría aprender de los demás en el día a día.

Ojala olvidara volver
Espere o no regresar
Aunque pudiera buscar
Siempre debiera seguir
Vaya donde vaya, enseñar

Reprimas la risa
Mires el bosque
Cuentes zancadas
Aprendas a morir
Disimules la tendencia
Abuses del azul
Montes tu espectáculo
Desconfíes del esfuerzo
Descubras los cimientos
Cambies algo mínimo
Agotes el reciclaje
Midas por actos

Antonia Oliva


Subjuntivo

Si pudiera sostener mi mirada
y no tener miedo. Nada de miedo.
Si yo pudiera reir sin denuedo
con la alegría aún asilvestrada.

Si pudiera, de ira despojada
hablar siempre desnuda, con el quedo
credo que omitiera el cedes o cedo.
Si pudiera volar entre esta nada.

Si pudiera olvidar, sin olvidarme
Tal vez dormir en paz estando viva
Si tan solo pudiera recordarme.

Moriría sóla, más no cautiva
¡Ay si aún pudiera recordarme!
Reina sería. Reina fugitiva.

Ana Isabel Fariña


Deseos

Daría mi libertad
con un silencio de nubes,
frente a la luna,
en el calor de la distancia.
Soñaría entre almohadones
que robaran palabras a mis pupilas,
imágenes en mi boca,
oasis entre mi piel.
Volaría el pensamiento
para romper ideas
empolvadas de vida
atadas a la existencia.
Hablaría al viento
con el sonido de las horas,
en sombras de agua,
de azul enamoradas.

Sofía Montero


Desencuentro

Sólo si tú quisieras
bajaría la luna
o un rebaño de estrellas
a tus noches oscuras
Sólo si tú quisieras
mataría dragones,
resolvería quimeras…
por hacerte la corte.
Tú mientras quisieses
un paseo en la tarde,
un café con leche,
y la mano darme.
Tú mientras quisieses
un trabajo serio
y que te abrazase
cuando estoy durmiendo
Sólo si tú quisieras
conquistaría el mundo
para que lo pudieras
sentir entero tuyo.
Sólo si tú quisieras
mataría por vos
y serías mi Reina
por encima de Dios.
Tú mientras quisieses
sencilla alegría,
un abrazo fuerte,
besos y caricias.
Tú mientras quisieses
sentara cabeza
que tuyo yo fuese
y entregarte plena.
Y aunque lo quisiera
yo no se me atar
tan firme a esa tierra
que huele tan real.

El chico invisible

Hubiera ido al gimnasio a trabajar mis músculos hasta tener un cuerpo que desearas. Hubiera dejado las gafas y utilizado lentillas. Hubiera visto amanecer al salir de los bares. Hubiera bebido, fumado, peleado, follado en baños y hasta tonteado con otras para despertar tus celos. Todo hubiera hecho si para ti, tan siquiera, hubiese existido.

Miguel Ángel Pérez


Soñarte

Si fuera capaz de volar entre los árboles,
adornaría las hojas con tus besos.
Si pudiera convertirme en viento
soplaría tu pelo de diosa
para que flotara como las amapolas de la primavera.
Quisiera rodar por la montaña
y convertirme en agua de arroyo
que busca el mar
y acaba en una playa acariciando tu cuerpo entre la arena.
Y si me volviera mariposa
me escondería en esa flor que te regala su perfume.
Es tan bonito soñar...
ojalá que nunca despertara,
porque es duro solo soñarte.

Vicente M. Martín


¡Ay, si tú me dejaras!

Si tú me dejaras acercarme,
seguro, que me acercaría.

Si tú me dejaras mirarte,
seguro, que te miraría.

Si tú me dejaras acariciarte,
seguro, que te acariciaría.

Si tú me dejaras besarte,
seguro , que te besaría.

Si tú me dejaras amarte,
seguro, que te amaría,

Si tú me dejaras soñar contigo,
seguro, que no me despertaría.

Si tú me dejaras,
yo, despacito y en silencio me iría,
tú, algún día te arrepentirías.

Luis Iglesias

Escritores de aquí y de allá

La sesión del día 27 de mayo la dedicamos a los "heterónimos". Algunos de los participantes en el taller crearon la biografía de un personaje literario en el que se desdoblaron.
Para darle nombre a su personaje utilizaron un truco literario llamado "anagrama" que consiste en colocar las letras de una palabra de otro modo para obtener una nueva palabra. Así Sofía Montero, por ejemplo, pasó a ser "Sonia Motoref".
En la biografía de dichos escritores debían figurar al menos tres libros, uno de ellos una novela (o libro de cuentos), otro un libro de poemas y finalmente un ensayo o una pieza de teatro.
Y por último se les pidió que incluyesen junto a la biografía de su personaje un poema, un cuento o un fragmento de su novela.

Y estos son los heterónimos de algunos de los miembros del taller. Algunos personajes incluso nos muestran su obra:

Sonia Motoref
Nació en Salamanca el 7 de Abril de 1975. Publicó dos novelas :” El Canto de la Vida” y “ Amor entre Nubes”. También, un poemario: “Nacida para soñar”.
Pertenece a grupos literarios; publica en revistas digitales y en otros formatos. Realiza actuaciones en bares y centros literarios. Su vida está llena de pensamientos como este:
La tierra se enmudece
con el canto de un por qué.
Silencios en su perfil
caminan en el asfalto.
Hay peldaños, aún sedientos,
de una voz que pedalea
en la quietud de la distancia.

Sofía Montero García


Luisa Renomo, escritora de cuna
Nace accidentalmente en Huelva en 1981, debido a la profesión de su progenitor, artista de la banda musical “El Empastre”, que durante aquellos días presentaban su espectáculo cómico en la Plaza de Toros de la Monumental. Cuando apenas no contaba cinco años de edad sufre la trágica pérdida de sus padres, debido a un accidente de circulación. Afortunadamente es acogida en Valencia por la familia paterna, volcándose en su educación y formación. Complementa sus estudios con su modesto apoyo al negocio familiar, una chocolatería muy afamada en la capital del Turia, lo que la permite entablar amistad con diversos grupos del arte y la cultura. A los once años participa en su primer concurso literario, donde obtiene el segundo premio en su categoría. La obra, “Tarzán es de Valencia” obtiene el beneplácito de una compañía infantil de teatro y al año siguiente es presentada en la Sala Moratín con gran éxito de público y por qué no decirlo, de simios, habida cuenta, que la primera línea de butacas en el estreno estuvieron presentes dos chimpancés ataviados para la ocasión. Cuando la preguntaron sobre la presencia de los animales, ella contestó muy airosa que la culpa fue de verlos un día aplaudiendo de manera fervorosa en el circo y que por miedo a que nadie aprobara su ópera prima, al menos estaba segura que a ellos iba a gustarles. Tal y como predijo, los animales tuvieron que ser tranquilizados en el segundo acto.
La editorial Marasmo publica en el 2001 su primera novela, Chocolate con porras, una obra deliciosa y con acento autobiográfico, sobre la relación existente entre una camarera de un café de provincias y algunos personajes asiduos al local. Disección certera de un microcosmos donde las vitalidades y las vilezas se aplacan ante una taza de cacao caliente. La crítica fue unánime al sugerir que se encontraban ante una autora que irrumpía como “un elefante dentro de una cacharrería”, pero, con la salvedad que la Renomo “no tiraba perol alguno”.
Su última obra con apenas veinticinco años cumplidos es un opúsculo poético; Filamento, poemas que tiran del hilo sobre su infancia, temores y miedos junto a esperanzas y utopías en construcción. –Una forma de comunicarme conmigo misma; la Sociedad no permite en muchas ocasiones el ser escuchados,- comentaba en el blog Páginas de espuma, donde la joven autora repasaba su obra, manifestaba su inquietud por el actual modelo social y económico y profetizaba una próxima incursión en un guion cinematográfico.

José Luis Moreno Gutiérrez


Marcé Venttini
Nace en un pueblo cerca de Milán en 1965, de padre italiano y madre española, a los 3 años se traslada a León con su madre, cursa estudios en los jesuitas de esta ciudad y hace la carrera de magisterio pero sin ejercer. En 1987 saca las oposiciones para funcionario local, actualmente trabaja en la Diputación de León. Su obra literaria la componen cuentos para niños en los que cabe destacar: El elefante Rogelio, El príncipe torpe y El lago mágico; poesía, su libro “…y me perdí cuando lloré” consiguió el 2º premio ciudad de Oviedo de poesía. También dedica su tiempo libre a escribir guiones de series para televisión. Transcribimos uno de sus poemas:
Buscas la gloria,
poeta que te escondes
detrás de los robles caídos
del bosque del deseo…
Sal y da la cara,
rompe el cristal de la angustia
que te retiene:
Grita tu canto
que llegue a esa estrella
que tintinea anhelante.
Grita hasta que tu garganta estalle:
Amor… Amor… más Amor.
No mentiras.
Poeta, buscas la gloria,
grita: NO A LAS MENTIRAS.
Descubre tu pecho
y no permitas
que las balas de la manipulación
lo perforen….

Marcé Venttini
…y me perdí cuando lloré

Vicente Martín


Alfonso Carmel
Nació en León, en 1.947, dentro de una familia rígida y estricta. Su padre le castigaba continuamente, su madre callaba, por lo que su infancia fue triste y solitaria.
Cuando su hermano nació, pensó que iba a tener un amigo para sus juegos, pero enseguida le enviaron a un colegio interno.
Allí pasó parte de su infancia y adolescencia sintiéndose solo, pues no paraban los frailes de castigarle, pasándose la mayoría del tiempo en su cuarto, frio y con poca luz, con lo que ahí, desarrolló una gran fantasía, inventándose viajes a países exóticos.
Sus conocimientos de geografía y las revistas de modelos que su madre costurera tenia, le ayudaron a imaginar ciudades, pueblos, chicas preciosas y medio desnudas que le recibían a su llegada y le invitaban a sus casas.
Cuando tuvo 18 años, le dijo a su padre que se iba del colegio y que había decidido viajar, lo que le supuso un disgusto para él, pues había planeado para su hijo que estudiase medico, profesión frustrada del padre.
Alfonso, pasó una década viajando por diferentes países, desde lugares exóticos como Tailandia, Japón a lugares pobres y necesitados.
A partir de los 30 años, escribió su primer cuento titulado Berto el velero, en el que narra la historia de un velero que llega a puerto y se encuentra con un barco majestuoso y de aspecto impecable.
El velero muestra un aspecto lamentable, su vela rota, su quilla dañada y sucia, su mástil a punto de caer, y comienza una amistad con el barco en la que uno narra sus aventuras por diferentes mares y el otro las anécdotas que pasan en el puerto.
También Alfonso siguió escribiendo minicuentos de terror, entre ellos Quico el valiente, La muñeca de cera.

Berto el velero
Llegó un día soleado al puerto de una gran ciudad.
Creyó que no iba a tener fuerzas para poder atracar. Había tenido que luchar hacia dos días en el mar durante una gran tormenta en la que volcó varias veces y un rayo casi le partió el mástil.
Berto era un velero, grácil y ligero, pero el largo viaje que había realizado le había dejado maltrecho, con la vela rasgada, la quilla con varios agujeros y todo sucio.
Cuando por fin pudo mirar a su alrededor, vio a un barco grande, majestuoso, impecable, con tres mástiles y sus velas perfectamente dobladas.
-Hola, le saludó Berto.
-Hola, le contestó Blas, que es así como se llamaba este barco.
-¿De dónde narices vienes con ese aspecto tan desastrado?, le preguntó mientras le miraba de lado a lado de forma despectiva.
-Puf, menudo viaje me he pegado. Vengo desde muy lejos y he pasado muchas adversidades, creí que no iba a poder llegar.
-Voy a descansar y mañana ya me pongo a reparar, ahora estoy muerto.
A la mañana siguiente, cuando Berto se despertó, Blas ya estaba despierto y seguía mirándole. Pensaba para sus adentros: este está para el arrastre.
-Uaaaahhhh, que bien he dormido y que falta me hacía, le dijo a Blas. Buenos días.
-Buenos días, le contestó.
-¿Y qué puerto es este?, le preguntó.
-Es un puerto muy importante y conocido, llamado Cantón. Aquí llegan todo tipo de barcos. De pasajeros, de carga, veleros como tu, barquitos de pesca. Es muy divertido verlos llegar conozco un montón de anécdotas.
-¿Y tú, que haces?, le preguntó a Berto.
-Pues yo viajo por diferentes países, entablo amistad con otros barcos, ¡tengo amigos por todo el mundo!.
-¿A dónde has viajado tu?, le preguntó a Blas.
-¿Yo?, yo no he salido nunca de aquí.
Berto se quedó asombrado. Como era posible que un barco tan majestuoso no hubiera dado ni siquiera una vuelta. Pero no se lo preguntó.
Berto comenzó por limpiar la quilla, quitar las algas y conchas que tenia pegadas, pintarla, reparar el mástil y zurcir su vela, que ya tenia unos cuantos trozos de tela cosidos.
Y mientras hacia esto, compartía con Blas sus aventuras y este las anécdotas que había visto desde el puerto. Y así fueron entablando una amistad.
A medida que iban pasando los días, se iban haciendo mas amigos y se quedaban charlando hasta las tantas de la madrugada.
Un día Berto le preguntó a Blas porque no había salido nunca. A lo que este le respondió que le daba miedo. Había oído a otros barcos contar las tempestades que había pasado, los monstruos gigantes que habían visto en alta mar y eso poco a poco le había desanimado a salir.
Veia las tormentas guarecido desde ese lugar, disfrutaba de las maravillosas puestas de sol que se divisaban al horizonte, los amaneceres y se sentía afortunado de los muchos amigos peces que todas las mañanas le venían a saludar.
A Berto le pareció muy bonito, pero sentía que se perdía la aventura de viajar y conocer otros lugares y le animó a que cuando estuviera reparado se fuera con él. No tenía nada que temer, el conocía los océanos como la palma de su mano.
Blas le contestó que se lo pensaría.
Y así siguieron los días, Berto entusiasmado por viajar con su amigo y Blas cauto e inquieto, pero participaba con Berto en los proyectos que éste iba haciendo.
Cuando llegó el día de partida Berto le dijo que a la mañana siguiente, cuando amaneciera saldría hacia el lugar que había preparado.
Esa mañana Berto se despertó alegre y dicharachero, y Blas estaba compungido y lloroso, no había pegado ojo en toda la noche.
Cuando Berto le vio supo inmediatamente que Blas no le iba a acompañar.
-No te preocupes Blas, le dijo, no estás preparado para partir. Me iré yo y cuando pase el tiempo necesario podrás salir y nos encontraremos en otro puerto.
Te estaré esperando.

Carmen Alonso


Pereza Ras
Pereza Ras nació en St Denis, Francia, en 1964.
‘Frente a la pereza que me da a veces ponerme las pilas y seguir adelante no se me ocurre otra cosa que involucrarme en un montón de cosas a la vez.’ Así se define esa autora de orígenes diversos (es Argelina por su padre y Polaca por su madre) que se crió en un suburbio de París lejos del lujo y del ‘glamour’ que pueden a veces estar asociados a la capital francesa. ‘La vida en los suburbios franceses no tiene nada que ver con la que puede llevar la gente acomodada de París. La capital no es asequible para los que somos descendientes de los emigrantes. A su llegada nuestros padres fueron acorralados en ciudades apartadas y allí nos quedamos’.
Muy temprano Pereza Ras toma conciencia de las desigualdades y de las injusticias que sufren los de su condición pero también entiende que la única forma de mejorarlo es comprometiéndose para intentar cambiar su destino. El primer paso que había que dar era sacar como sea unos Estudios Universitarios (es Licenciada en Sociología) y para conseguir pagar las matrículas Pereza trabaja de camarera, en fábricas de todo tipo, en empresas de limpieza etc. En esos tiempos aprende los valores del trabajo duro, del sacrificio y de la solidaridad.
Desde siempre se ha involucrado en la vida de los suburbios, a los 15 años ya participaba en asociaciones colaborando en una revista y una radio local escribiendo artículos y letras de canciones, y a los 25 años desempeñaba labores de Educadora para intentar encontrar escapatorias al montón de jóvenes que se ha quedado en el borde del camino. ‘La escritura y la música siempre han sido una forma de escupir todas las frustraciones que tengo frente a la injusticia, la desigualdad y la indiferencia de las políticas vigentes’.
En un momento de desaliento, frente a la tarea descomunal en esos barrios, Pereza decidió tomar distancia y recorrió, sola y con su mochila, parte de África, América Latina y Europa del Este para reanudar con sus orígenes y en busca de un sentido que darle al mundo. En sus viajes que duraron 3 años Pereza fue testigo de la miseria humana, de la condición femenina e infantil, de la falta de libertad y de la opresión de los pueblos, más allá de las fronteras de su propio suburbio.
Esta experiencia le daría mucha materia para su futura creación.
Entre sus referencias literarias Pereza cita a Raymond Queneau, Boris Vian, Rimbaud, Verlaine, Beaudelaire, Azouz Begag y muchos otros.
Empieza a escribir con 30 años unas muestras de lo que llegaría a ser su primera novela Un día, después otro, editada en 2003 en la que, a partir de numerosos elementos autobiográficos nos cuenta la rutina de Zasie Traper, una adolescente de un suburbio parisino. ‘Quiero que la gente sepa lo que están pasando los jóvenes, la gente de los suburbios. Que se sepa que no tienen nada a que agarrarse, que los dirigentes practican una política de abandono y siempre represiva hacia ellos.’
También Pereza dio la luz en 2006 a un libro de ensayo titulado Castigados dos veces en el que trata de la dificultad de los emigrantes para encontrar su sitio en este mundo, del rechazo que sufren en el país de acogida y en el país que dejaron atrás.
Por fin, recientemente retomó unos poemas de juventud, añadió al recetario  unos ingredientes sacados de su experiencia altermundialista y presentó en 2009 La luna y dos estrellas.
Hoy en día colabora en varias radios, revistas, y periódicos como ‘Le Monde Diplomatique’ en el que tiene una columna mensual, aparte de sus labores en numerosas asociaciones de integración y educación.
Incluimos, a continuación, un fragmento de su novela Un día, después de otro.

Zasie se despierta esta mañana con un dolor de cabeza espantoso y un sabor amargo en el paladar. En unos segundos lo recuerda todo, la tarde en casa de Solal, las cervezas para matar el aburrimiento, la vuelta a casa, Suliman besando a una chica en un  banco del bloque 23, la vodka para matar el dolor, para matar el asco, para morir, de una vez.
Esta mañana sigue en pie, y el dolor sigue también, tan lancinante y tan palpable como ayer. Y la rabia también.
No hay nadie en casa. Echa un vistazo rápido por la ventana de la cocina. Es un día gris. Todas las ventanas de enfrente le devuelven el reflejo de su propia ventana, de todas las ventanas alrededor, decenas de ventanas sin apertura, fijas, descoloridas, prisioneras del día.

Un día en la ciudad
Zasie se calienta el café que queda, lo traga despacito, la mirada perdida, rebuscando, como cada mañana, las pocas fuerzas, escondidas, que le quedan en su interior, para ponerse las pilas y echar a andar.
Salir, salir del suburbio, coger el metro y hacer parecer, creer durante unos instantes que ella no tiene nada que ver con ese lugar, la ciudad de los Ángeles, que su vida está más allá, en un sitio donde no tenga que pedir hueco y luchar constantemente.
Se lava la cara, se pone su sudadera de capucha azul con un pantalón ancho negro, sus zapatillas blancas. Un portazo, el asfalto, el puto asfalto.
Andar, correr hasta la boca de metro, sentarse en un vagón y callar unos instantes la hipocresía, la miseria y la ironía de la vida que le ha  tocado en suerte. Dejar atrás la ciudad de los Ángeles.
Sentada, juguetea unos minutos con su móvil. Ayer grabó abajo del edificio a un grupo bailando breakdance. Este grupo lo conoce muy bien, ha crecido con él, nacieron y se criaron los chavales en la misma basura todos. Unos un poco más blancos, otros un poco más negros, los hay de Malí, de Rabat, de Tanger, Hamamet, Fort de France, St Denis…a todos sabores. Ella tiene el color de su padre, un argelino que llegó en los años sesenta en busca del paraíso perdido, pero sus ojos claros se los regaló su madre, una francesa de origen polaco que murió hace tiempo, dejándola con tres añitos a cargo de un padre desorientado, ausente, y una abuela resignada pero con un corazón tan grande como el recuerdo de su país.
Zasie se siente revolucionada, igual que todas esas burbujas de sangre que se entrechocan en el interior de sus venas : una bomba a punto de explotar. Siempre dispuesta a atacar a los que se meten con sus hermanos del sur, pero defendiendo al mismo tiempo su otro yo, sus antepasados judíos que no terminan nunca de encontrar una salvación.
No existe el descanso.
-¡Baja los ojos! ¡Baja los ojos cuando te estoy hablando! El hombre, impecablemente peinado y con un traje negro recién planchado está sentado enfrente de Zasie. Se dirige con un tono amenazante a la chica que tiene al lado y que parece ser su mujer. La muchacha lleva un velo negro que le cubre enteramente el pelo, y en brazos, sentado sobre ella, a un niño de mechones rizados con ojos grandes, de unos dos años. Zasie no consigue captar su mirada, tiene la cabeza agachada hacia el suelo y se mantiene totalmente inmóvil, hermética en apariencias a lo que está pasando.
-¡Le has mirado a ese chico ! Le has mirado, ¿verdad? ¿No hemos hablado ya de eso? ¿Tendré yo a una puta como mujer?
-¡No ves que eres tú el hijo puta ! Zasie no puede contenerse más tiempo: ¿La vas a dejar en paz, cabrón? ¡Y qué mirará miles!  y a ti, ¿qué coño te importa?
-¿Te vas a callar zorra? ¿O te parto la cara? ¡Métete en lo tuyo mocosa!
Zasie se endurece de pies a cabeza, nota como el alma le está a punto de salir por la boca. Se incorpora y se acerca desafiante, dispuesta a arrancarle los ojos.
-¡Venga, sí, pégame a ver, seguro que se te da estupendamente pegar a las mujeres, mamón! ¡Será que no te da pa más lo que tienes entre las piernas, eh, cobarde!
El niño, con los ojos cada vez más grandes, empieza a lloriquear.
El hombre, visiblemente muy nervioso, parece vacilar dos segundos y coge finalmente a su mujer, que sigue sin levantar la cabeza, de la mano, coge al niño asustado de la otra y los arrastra hacia la puerta de la salida.
-¡Huye cobarde, cagón! ¡Tú mujer sí que vale!
Cuando ya desaparece la pareja del vagón Zasie se vuelve a sentar y echa una ojeada mosqueada a los demás pasajeros quienes rápidamente desvían la mirada como si no hubiera pasado absolutamente nada.
-¡Cobardes! ¡Todos! ¿No os da vergüenza ? ¡Cobardes! ¡Qué os den!
Estación Esperanza. Zasie baja del vagón. Sigue pensando en la mujer del velo negro…

Sara Pérez


Abasel Rif
Natural de Sligo; Abasel Rif, nació el 5 de Abril de 1969 con la piel cubierta de sangre y de historia. La sangre se la retiró su abuela Tahra nada más traerle al mundo, antes de ponerle en brazos de su joven madre Aoife. La historia no. La historia –tal y como ha afirmado él en repetidas ocasiones- se le quedó pegada a la piel, le infectó las pupilas y le calzó.
Dos años después; su padre Pawel Papst Bar Abram “el polaco” trasladaba a toda la familia a Belfast. Había encontrado trabajo en los astilleros Harland and Wolff. Siendo como era judío, superviviente físico de la locura genocida que asoló Europa en los años 40, la comunidad protestante -que prácticamente monopolizaba el trabajo en ese sector- no fue capaz de negarse a su solicitud de empleo; ni siquiera cuando supo que su residencia se ubicaba en  Falls Road. Calle que en poco tiempo, se convirtió en la arteria principal de un nuevo gueto, esta vez de católicos irlandeses. Allí fue donde creció Abasel Rif con sus hermanos Llyr, Lorcan, Mac Nair y las pequeñas Ardara y Cleofé.
“El polaco” y por extensión su familia eran –tal y como refleja el autor de Herederos- el símbolo vivo de la barbarie. La culpabilidad que su presencia hacía sentir allí donde se encontraba, permitía que aquello que se sabía imposible para un lealista o un republicano; a él y a los suyos les aconteciera. Tácitamente, la tierra de los tréboles nada más conocerle, decidió: tenía que compensar de algún modo el atropello al que fueron sometidos millones de hombres mientras el mundo callaba o negaba. Era su obligación. Había que silenciar la culpa, había que borrar la vergüenza. Sólo así se podría dormir de nuevo.
Pawel que era consciente de esta realidad, aunque no la explotaba –jamás fue victimista- tampoco la desaprovechaba. Navegaba sobre ella como previamente lo había hecho sobre su condición de hebreo y proscrito. Lo que no entendía –pero tampoco preguntaba- era por qué esa tiera, esa maravillosa tierra, repetía aquello de lo que se avergonzaba.
Fueron precisamente sus dotes de timonel las que permitieron a todos sus hijos cursar estudios superiores dentro y fuera de Irlanda, dentro y fuera del Éire, dentro y fuera del país  que en un día claro de verano del año 1955, cuando él contaba unos 25 años, le adoptó.
Abasel Rif, nuestro “Abi”; optó por el Trinity College.
Allí se matriculó en el área de Arte, Humanidades y Ciencias Sociales, concretamente en los estudios de Derecho. A sus 18 años estaba convencido de que en algún lugar, los libros de leyes escondían las palabras capaces de devolver al débil sus derechos sin que la sangre se derramara. Y él, estaba dispuesto a encontrarlas. Quería ser David. Quería vencer a Golliat; y quería hacerlo con un tirachinas fabricado con fonemas.
Fue así que en 1987 se trasladó a Dublín.
Pronto comprobó que lo que su madre le había dicho antes de partir era totalmente cierto. “Nunca se es forastero en Dublín”. El carácter afable y espontáneo de sus habitantes protege del frio del desarraigo. Los dublineses caminan por sus calles como viven en sus casas, con las cortinas abiertas y la luz encendida.
Fijó su residencia en el número 292 de la Calle Parnell y allí permaneció hasta que concluyó su formación académica  en el año 1994 –incluidos sus estudios de postgrado-
Durante todo ese tiempo, compaginó su preparación jurídica con su participación en un grupo folclórico ”Immrama”. Su dominio del Bodhrán –en el que le inició su abuela Tahra- al estilo Kerry con la baqueta doble, fue determinante para su inclusión en el grupo. Un grupo profesional.
Prácticamente todos los fines de semana tenía actuación en uno de los muchos pubs que permanecían abiertos en Dublín y alrededores. El habitual: “El Murray”. La dueña del negocio, Briggitta, había comprobado que la presencia de los “Immrama” en su local animaba el ambiente y aumentaba las consumiciones casi tanto como  la expectativa de un buen partido de futbol. Los Immrama eran especiales y como tales les pagaba.
Un sábado en “El Murray” conoció a una bailarina irlandesa: Shanaye, su Shana; y se enamoró. Se enamoró como se enamoran los personajes de los cuentos infantiles, total y absolutamente.
Ella, tenía el pelo largo y rubio más bonito que había visto en su vida y la sonrisa más franca y fresca que jamás había conocido. Cuando sus pies confundían el paso de baile emitía un chillidito curioso que aclaraba a todos que el error había sido suyo. Era de Bray y estudiaba literatura irlandesa en Limerick. Llevan 22 años juntos y son padres de tres hadas que a veces son brujas  y de un duendecillo que a veces no es travieso.
Fué Shanaye quien descubrió la habilidad narrativa de Abasel Rif y quien le incitó a trascribir y publicar los maravillosos cuentos con los que la entretenía a ella, amenizaba las veladas, o más adelante dormía o enseñaba a sus retoños. Abi Bar Abram, consideraba tales afirmaciones  propias del amor que su esposa le profesaba y aunque le enternecían nunca llegaban a más. En ningún momento consideró que poseyeran fundamento de algún tipo. Según las escuchaba, las olvidaba. Para el hijo del polaco, sus historias eran historias normales.
En el año 1997, Abasel Rif consideraba que su vida era maravillosa. Un solo escollo la perturbaba, no había sido capaz de encontrar las palabras con las que proteger al débil y aunque seguía buscando, notaba como cada vez estaba más cansado. Todo cambiaba pero nada cambiaba, mirara donde mirara el fuerte continuaba arrollando sin pudor. Y él, estaba claro, él no era David. Tal vez su alma no fuera pura como demandan las leyendas. Este pensamiento que en ocasiones se agarraba con fuerza a su mente, nunca se verbalizó; hacerlo era innecesario, conocía las posibles respuestas. Sin embargo, más de una noche le arrebató el sueño y el descanso.
En Agosto de 1998, tras el atentado que acabó con la vida de 29 civiles en Omagh; entre ellos dos de sus sobrinos de doce años y veinte meses; abandonó su puesto de profesor universitario en la facultad que le formó, y donde por aquel entonces, él formaba a jovencitos que también buscaban. Nadie consiguió modificar su parecer. Cuando le recriminaban su decisión y le tildaban de egoísta e infantil y le enumeraban la cantidad de responsabilidades que tenía asumidas con su mujer nuevamente embarazada y con su pequeña Tarín, él repetía: “Lo sé. Lo sé. Habrá que buscar otros caminos. No puedo enseñar nada. No creo en nada. No busco nada”
Quienes le conocían, aunque no le entendían del todo, sabían que hablaba en serio.
Su suegro le buscó un trabajo, pensando que duraría poco en él y recapacitaría. Así fue pastor en Glendalough. En cuatro años, nuestro Abi aprendió todo lo que pudo del campo y de la vida ovina y equina. Poco a poco olvidó que un día quiso buscar palabras con las que proteger al débil en libros abstrusos de leyes volubles, y poco a poco las palabras llegaron a él. Las descubrió en lo que hacía, en lo que sentía, en la entrega inmaculada del animal al hombre con el que trata, en la quietud del lago, en la profundidad de las raíces, en la serenidad del árbol ante la tormenta…
En Agosto de 2005, vio la luz su primer libro de cuentos Los gigantes viven en los tulipanes. Un libro que ha sido y sigue siendo  la delicia de pequeños y mayores ya que consigue mágicamente que los ritmos más tradicionales (polacos, irlandeses, ingleses y normandos) tengan alcance universal y resulten intercambiables.
Abasel Rif es un escritor que no se sabía. Un narrador del estilo Kerry que descubrió su esposa Shanaye antes de que la vida le empujara al papel. Su última obra Los Herederos,  nos ofrece su pluma en una faceta nueva; la novela. Una novela breve, que condensa en 192 páginas la historia de Irlanda. Una historia llena de vida y plagada de muerte y violencia. Su lectura es una lectura inquietante que nos obligará nada más terminarla a revisar nuestra piel y buscar en ella la historia que nos invade desde el nacimiento, infectando nuestras pupilas y calzando nuestros pies sin que aparentemente lo sepamos.
Si alguien quiere conocer algo más de este autor, que le busque en sus obras. Es allí donde se desnuda y donde sin saber cómo consigue que el lector también lo haga. Entonces piel con piel…. Piel con piel nadie es el débil. Piel con piel sobran las palabras.
Obras más conocidas de Abasel Rif:
- Los gigantes viven en los tulipanes
- Viajar sin lastre
- Cuando las raices se unen la tierra es más fértil
- En el hueco de la secuoya encontré mi casa
- El pony no sabía que tenía alas
- Por Dios no se pega nadie
- “El Murray”
- El perro tenía tres patas
- Los cisnes siempre duermen en Glendalough 

María Isabel Fariña


Piñón Sihombreporquetúlodigas 
No recuerda donde nació, aunque sí sabe que Elena lo rescató de una tienda de animales con una dueña a la que le gustaban más los abrigos de pieles que los perros.
En un principio se fue a vivir con la madre de su rescatadora, a la que considera su abuela humana. Tras engordar dos kilos, se trasladó al apartamento de Elena, que a partir de ese momento pasó a ser Esaconlaquevivo. Ambos mantienen una convivencia agradable, rota ocasionalmente por el empeño de Piñón de vivir en una casa con jardín. Su último intento fue regalarle a su compañera de piso una peineta y una mantilla, a ver si se iba pareciendo a Dolores Cospedal y poco a poco, conseguían una casa como la de la Presidenta de Castilla la Mancha.
Sus dos amores son su abuela humana, y Miel, una westie con una cabeza tan grande como su corazón.
Empezó a escribir por pura necesidad de poner de manifiesto lo ridículo de la condición humana.
Ha escrito tres cuentos: Piñón en la cara oculta de la luna; Piñón y Adrián contra la Bruja Maruja y Piñón, Jara y las pipas de calabaza.
Tiene previsto publicar un libro de ensayo, Reflexiones sobre esta perra vida, y otro de poesía Monstruos domésticos.

Mantiene un blog en el que escribe cuando Esaconlaquevive le deja el ordenador, esaconlaquevivo.wordpress.com, y colabora activamente en otros blogs, como por ejemplo mori-bundia.blogspot.com

Entrada del blog. Cliker
¡Qué me muero de la risa! Mirad lo último que ha comprado Esaconlaquevivo. Harta como está de llamarme y de que yo vaya… o no, estuvo mirando en Internet nuevos métodos para educar perros y ¡ha comprado esto! Resulta que es un aparato que se llama Clicker, y se supone que cuando yo hago algo bien, especifiquemos, cuando hago lo que ella quiere que haga, hay que hacerlo sonar (¡clik!, hace), y yo ya sé que me estoy portando bien y que a continuación viene la chuche en cuestión. ¡Ay que me parto! Voy a escribir a los fabricantes y les voy a proponer un aparato que en vez de click , suene la Macarena, que me gusta más. Yo, a pesar de todo, de vez en cuando voy, y la pobre estuvo ayer intentando averiguar por qué unas veces funciona y otras no. Es en momentos como ese en el que estoy convencido de lo bien que hice al escogerla para convivir.

Fragmento de “Piñón, Jara y las pipas de calabaza”
-¡Mira Jara lo que he encontrado! ¿Dónde quieres que las plantemos?
- Alrededor de este árbol. Así cuando crezcan las ramas podrán apoyarse en él para crecer. Tú haz el agujero, que se te da muy bien, y yo las planto.
Y dicho y hecho. Piñón hizo tres agujeros con sus patas delanteras, Jara puso la semilla, y Piñón las tapó con tierra.
-Ya está –dijo Jara-. Ahora solo hay que regarlas, y esperar unos meses a que crezcan. Voy a buscar agua.
- No, no te molestes – dijo Piñón-. Llevo haciéndome pis media hora, ya las riego yo.
Levantó la pata y ¡pishhhhhhhhhhhhh!
-Eso es una guarrería, y además vas a matar a las semillas, seguro, no van a crec….
Y Jara se quedó sin habla pero con la boca abierta. De cada semilla salió una planta que fue creciendo primero por el árbol, y luego más allá de las nubes, hasta que las tres fueron tan altas, tan altas, que no se veía su final.
-Mola- dijo Piñón-. Me parece que acabo de descubrir el mejor fertilizante del mundo. Mañana mismo me hago un análisis de orina.

Elena Vicente


Dalfonzo Miguered
Nombre que tiene connotaciones portuguesas, quizá por haber nacido en Badajoz en 1939 donde realiza sus estudios de bachillerato. En 1957 se traslada a Salamanca para comenzar sus estudios universitarios en la facultad de Derecho que tenía un gran predicamento, pues contaba entre su profesorado a José Beltrán de Heredia (rector), Raúl Morodó, Ignacio de la Concha y Enrique Tierno Galván entre otros.
Asiste a la conferencia inaugural del curso 1958/59 impartida por Fernando Ramón Ferrando (esposo de María Moliner) bajo el título “Reflexiones sobre la base física de la mente humana” de la que sale muy impresionado. Se impregna de la filosofía de la Bahuaus “Más es menos”, interesándose por los microrrelatos de Ana María Matute “Los niños tontos” 1956 y de Augusto Monterroso “El dinosaurio” 1959 microrrelato de 9 palabras incluyendo el título –Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí-.
Comienza a realizar sus primeros escarceos como escritor y en 1960 publica su primer libro que consiste en una serie de microrrelatos agrupados en un libro titulado “Jaculatorias y prebendas”, destacamos de este volumen el titulado “Al levantar. –Se levantó y pensó actuar como Judit con Holofernes, pero fue un fugaz pensamiento-”.
Cuando obtuvo la licenciatura en Derecho, abandonó Salamanca y regresó a su ciudad natal donde ejerce la abogacía que compagina con la escritura. Es un autor no muy prolífico, tiene varios libros escritos, pero solamente otros dos publicados “Paz en serio” y “Gua diana”.

Alfredo Domínguez


Ariel Egar Leguim Zané
Córdoba (Argentina), 1966 – Palma de Mallorca, 2009
Nacido en Córdoba (Argentina), a los dos años emigra a España con sus padres, por lo que no guarda recuerdos de su país de origen. Hijo de padre ejecutivo y de madre ama de casa, gozó de una infancia acomodada en Barcelona. Europeo al 99%, salvo el acento propio de su país de origen, que siempre conservó como una gracia infantil.
A los 16 años comenzó a dar signos de inestabilidad mental. Alteraba periodos de exagerada euforia con episodios de profunda depresión. Hijo único, sus padres se volcaron en su recuperación durante dos años, antes de darse por vencidos y abandonarlo a su suerte en el Hospital Psiquiátrico San Luis, en Palencia, a cargo de los Hermanos de la Orden de San Juan de Dios. En uno de los episodios de euforia, a la edad de 23 años, escapó del centro y la ciudad. Malvivió en diversas localidades con trabajos mal remunerados (camarero extra, chatarrero, repartidor…). Llegó a mendigar y a dormir en las calles. A los 27 años traslada su residencia a Palma de Mallorca, por cuestiones laborales. Trabaja de recepcionista de noche en un hotel de temporada del Arenal de Palma. Trabaja de Mayo a Noviembre y con ello subsiste el año entero. Es en esa época cuando comienza a escribir, como pasatiempo, exclusivamente en sus fases depresivas. Uno de los textos, por azar, acaba en manos de Miquel Alfar, de Editorial Océano, que le propone editar un libro de relatos. Así nace su primera obra “Oniniras Decadentes” (Palma de Mallorca, 1997). Cosecha éxito de crítica y público a nivel de las islas, sin demasiada repercusión fuera. Cuenta con 31 años.
Merced al adelanto y las ventas deja el trabajo y se dedica a colaborar en prensa, concretamente en las secciones de Opinión y Cultura de “El Diario de Mallorca”. Traslada su residencia a un pequeño estudio en la Carrer de Sant Miquel, en pleno centro de Palma, donde pasará el resto de sus días. Las cosas le van relativamente bien, retoma su tratamiento psiquiátrico y con la estabilidad anímica abandona la escritura literaria. No será hasta cumplir los 35 años, al sufrir un fuerte episodio de depresión, que retome las letras. Lo hace con su poemario “De la Muerte y Otros Anhelos” (Océano, Palma de Mallorca, 2003), de acogida irregular y escasas ventas. Por esa época sus padres, ya ancianos, tras pasar unas vacaciones en Palma y encontrarle en el periódico, tratan de retomar contacto, pero él los rechaza. Supera este episodio tras dos años de lucha y vuelve a abandonar su faceta literaria, centrándose en su labor de opinador. Fruto de una recaída, a sus 41 años surge el ensayo “666 Razones por las que me Cago en el Mundo” (Océano, Palma de Mallorca, 2007).
El 17 de Septiembre de 2009, tras un mes en que su situación anímica no cesa de empeorar, pone fin a su vida, colgándose por la ventana de su domicilio, en un espectáculo dantesco.
Su obra se encuentra marcada a sangre y fuego por la temática recurrente de la muerte.
Bibliografía:
 “Oniniras Decadentes” (Palma de Mallorca, 1997)
 “De la Muerte y Otros Anhelos” (Oceáno, Palma de Mallorca, 2003)
 “666 Razones por las que me Cago en el Mundo” (Océano, Palma de Mallorca, 2007)

EXTRACTOS:

De “De la Muerte y Otros Anhelos”:
Bajo el gris mármol
se introducen los gusanos
a comer muerte.

De “Oniniras Decadentes”:
EL VIEJO BLUESMAN

Estaba tumbado en la pulgosa cama de aquel hotelucho, murando al techo, cuando comenzó a proferir sonoras carcajadas. Cuando se hartó de reír colocó una sonrisa torcida y masculló "Eres patético". Hace años había colocado varias canciones en la parte alta de la lista de ventas. Pero eso era hace ya mucho tiempo. El suficiente para que su joven cuerpo de galón peliculero, en ambas acepciones, hubiera dejado paso a un notable flotador de grasa, que no había recibido tan buen trato del tiempo como sus aún fuertes brazos. Cuando era alguien había derrochado dinero en llenar hoteles de primera de furcias de idéntica categoría y alcohol de calidad. El paso del tiempo y su azarosa vida habían hecho caer las ventas y el nivel de los hoteles. Ahí descubrió el maravilloso mundo de las grupis . Son como las putas, sólo que ellas pagarían por hacerlo contigo, solía decir. Pero su estrella se fundió y hacía años que rondaba hoteles de mala muerte en conciertos de bar de carretera, donde la mitad ni habían oído hablar de él. Por suerte cuando opta spor llevar a un tipo que un día fue alguien puedes dar glamour a tu garito diciendo que fue una leyenda a principios de los ochenta. hoy una mujer le había reconocido. Era un esperpento de rubia de bote con más pintura que un indio en pie de guerra y unas lorzas dignas de la reina de la mortadela. Pero ni recordaba cuándo había echado el último polvo, así que cuando se acercó después del concierto se dijo a si mismo que al menos tenía las tetas gordas. "Las cosas no son como antes nena" le dijo mientras se encaminaban al hotel. "El tiempo te ha tratado bien" dijo ella con fijación adolescente. El sonrió y pensó que sí, que le había dado por culo con cariño. Cuando entraron en la mugrienta habitación coloco la guitarra con cuidado, tiró el sombrero sobre la mesilla y se dejó hacer. Después ella se acordó de un marido y él quedó mudo mirando al techo.

De “666 Razones por las que me Cago en el Mundo”
Introducción

Soy como el grafito, que lo tenía todo para ser diamante pero le falto organización, o constancia, o fuerza, o simplemente creer en él.
Soy un tipo de apariencia extraña, un yuppie en potencia encerrado en el cuerpo de un grunge en potencia al que sus dos mil nueve inseguridades hacen sentirse incómodo entre unos y entre otros.
Soy un tipo de aspecto duro y seguro, que en realidad oculta a un niño cobarde y atemorizado con ramalazos de déspota autoritario.
Soy un tipo con mil sueños que nuca cumplo, y que nunca llego a saber si es por falta de talento, de voluntad o de pelotas.
Soy un tipo que sólo sabe hacer una cosa (trabajo) y que tiene la impresión de que cada día que pasa lo hace peor.
Soy un tipo que tiró por la ventana hace tiempo un futuro prometedor, y que se siente viejo para cansarlo.
Soy un tipo con cada vez menos amigos, más distantes y con menos cosas en común. Y un tipo convencido de que le espera la soledad con los brazos abiertos.
Soy un tipo al que hace tiempo colgaron la etiqueta de “bicho raro” y que una de cada cien veces lleva bien y a gala serlo y otras 99 le duele oír cómo se lo dicen.
Soy un tipo aparentemente inteligente a quien resulta fácil dársela con queso.
Soy un tipo que no sabe mantener la boca cerrada, excepto cuando debe abrirla.
Soy un tipo que cree en otra manera de hacer las cosas, y se lleva hostias a diario porque las cosas son como la mayoría hacen que sea.
Soy un tipo que un día fue luchador y ahora está cansado de tantas guerras y sin ganas de batallar con nada.
Soy un tipo que está arriba o abajo y cada bajada duele más y cada subida cuesta más.
Soy un tipo que habla sólo, porque se siente solo.
Soy un tipo que se siente fuera de lugar en todas partes y que ha acabado por no ir a ninguna.
Soy un tipo que se seguiría sintiendo vivo si los de su edad no le repitieran hasta la saciedad que ya tiene una edad (¡y eso que es poca!) y los de menos le consideraran un viejo.
Soy un tipo al que consideran maduro y se siente un adolescente.
Soy un tipo que no aprendió muchas cosas cuando debía y ahora siente que es tarde.
Soy un tipo que se embarca en sueños locos y se frustra fácilmente.
Soy un tipo que escribe esto y no sabe muy bien si es un auxilio, una ayuda u otra de las suyas.
Soy un tipo mediocre que sueña con destacar en algo.
Soy un tipo que se esconde tras un pseudónimo porque no se lleva bien con quién sale en el espejo.
Y ya sé que no os ha gustado, qué es un peñazo, que no tiene calidad, que no debería publicarlo, y que lo leerán cuatro y tres desconocidos, pero lo pongo igualmente, incluso cuando, probablemente, no me sienta así cuando lo cuelgue.

Miguel Ángel Pérez

Señales: contar con imágenes

La vida está llena de señales. Nuestro ombligo nos indica el origen de nuestra vida. Los sueños orientan nuestras prioridades. Las pesadillas nos advierten del peligro. La sangre, y su circulación, delimitan nuestro destino.
Todo responde a un código genético y a un código lingüístico y visual que aprendemos paso a paso.
Las arrugas son señales del paso del tiempo. Las cicatrices señales del paso del amor y de la vida. Y los recuerdos, muchas veces, señales de la muerte.
Nuestra vida está llena de obligaciones, de prohibiciones, de hitos, de limitaciones, de indicaciones, de cesiones, de cambios de sentido. En ocasiones las cosas van sobre ruedas, otras no somos capaces de encarrilarlas y ante cualquier dificultad nos ponemos en guardia.
El poeta, al igual que el fotógrafo y el pintor, acostumbra a mirar con la precisión de una cámara de fotos. De ese modo advierte los detalles más pequeños e insignificantes en la rama seca del último árbol del jardín y la profundidad en la mirada de la hormiga. De nuestra capacidad de observar y amplificar o reducir nuestra visión de la realidad o de la fantasía dependerá el resultado de nuestra escritura.


Imagen de Tomás Hijo


La sesión del lunes 20 de mayo la dedicamos a las "señales". En dicha sesión nos acompañó Juana Ciudad que nos mostró varios trabajos realizados con señales de tráfico (un libro de artista y varios poemas visuales).

En la sesión recordamos un texto de Jaime Sabines titulado "El peatón":

Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.
Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta!
Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?
¡Dios mío!, dice Jaime. ¿Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón?
¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.
Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.




Imagen de Tomás Hijo


Y comentamos algunas cuestiones sobre el libro Semaforologías de José Ledesma Criado del que incluimos aquí un fragmento:

II
Direcciones prohibidas
aparcamientos de país
me llevan a buscar
este hueco donde descansa
el alma.
Evite V. la multa
y no discuta nunca con el guardia
la autoridad es algo que somete

III
Aparque en batería
y olvide el cañonazo
aquí solo la paz
tiene su límite

Borre el frenazo
la huella de calzada
no deje que las pruebas
un atestado inicien 

VII
No ir en grupo
ni emparejados
caminar en fila india
es lo correcto.
Así es más fácil
el blanco para la bala.

IX
Advierta las maniobras
del que domina,
pase de largo
y no olvide detenerse
ante tranvías, trenes, ambulancias,
coches policías y darles preferencia
de paso.


Y estos son algunos de los trabajos de los participantes en el taller:

Cuando la serpiente devoró al elefante, de Isabel Fariña

Vicente Martín