Hasta que la noche nos alcance

Ayer tuvimos un invitado muy especial en el taller de escritura creativa, Juan José Nieto Lobato.
Venía con un ejemplar de su libro "Hasta que la noche nos alcance" bajo el brazo. Su intención; desvelarnos sus secretos.
Juan José fue alumno de este taller hace años y aunque estuvo poco tiempo con nosotros dejó su huella en muchos de nosotros.Nos habló de sus años de formación y, de manera especial, sobre el Máster de Creación Literaria de la Universidad de Salamanca que cursó el año pasado y cuyo TFM es ahora un libro de relatos.




Juan José Nieto presenta el libro en su página de este modo:

Un hombre afrontando su último maratón, una familia unida por los New York Yankees, el lenguaje universal del fútbol y el sumo como escuela de vida. Un relato de golf en la frontera, lo que será del tenis en unos pocos años, los delirios de un obrero del ciclismo y el regreso a casa de un entrenador derrotado.
Ocho cuentos en los que el deporte irrumpe como eje para, a través de sus múltiples discursos, conducirnos por los senderos del éxito y la decepción, del amor y la soledad, de la vida y la muerte. Muchos personajes que bien pudieran ser uno solo avanzando por las distintas etapas de un deportista, de un ser humano: el surgimiento del entusiasmo, la profesionalización de la pasión y la nostálgica madurez del que comprueba, a través de los ojos de quienes lo rodean, que sus flores están ya marchitas; la dolorosa constatación de que, llegada la noche, el juego debe terminar.


Pero, ¿quién es Juan José Nieto Lobato? Él mismo se fotografía así:

Digamos que todo empezó una de esas tardes en las que el sol se aferra al cénit con una soga invisible y no hay agua suficiente en las fuentes para colmar la sed. Todos los demás niños jugaban, a pesar del calor, trepando por los toboganes o balanceándose en los columpios mientras yo los observaba, sentado en un banco o haciéndome fuerte en un pedazo de terreno, con el doble deseo de poder imitarlos o, al no ser esto posible, de que se cerniera una tormenta de granizo que nos obligara a regresar a casa.

Allí, en la vivienda, junto al fuego del brasero, era donde los otros se perdonaban ser mis amigos. Con los pies ya secos, cubiertos por las faldillas, escuchaban mis historias, muchas de ellas basadas en sus comportamientos durante los juegos de la tarde, aunque disimulados al situarlas en el mundo de los adultos, ese territorio enigmático que ahora, a nuestros veintidiez, observamos de una manera escéptica, cuando no resignada.

Ha habido siempre, en mi escritura, un poso de amargura, unas gotas, puede que residuales, de distanciamiento con la visión impuesta. Cuando los profesores nos leían cuentos en el colegio yo imaginaba otros, manteniendo el hilo de la lectura oficial solo para evitar el escarnio, la pena pública en el caso de que me tocara continuar y no supiera cómo ni por dónde. Cuando todos mis compañeros jugaban al fútbol yo probaba con el baloncesto. Cuando los dictámenes del sentido común y pragmático indicaban la preparación de una oposición empecé a cursar el Máster de Creación Literaria de la Universidad de Salamanca.

En ese curso, que no era el primero que había recibido acerca de la materia, discipliné mi creatividad, esa que siempre fiaba a futuro las ideas que rondaban mi cabeza, hipotecando posibles viajes y otros planes de ocio por unas cuantas horas en la mesa de un café. Finalmente, el trabajo final de aquel Máster ha visto la luz como colección de relatos (Ediciones En Huida, 2018) con el título Hasta que la noche nos alcance, metáfora del fin de fiesta que suponía, en las tardes de verano, la llegada del ocaso, la retirada de las madres, la llamada a la cena desde lo alto de un bloque de edificios.

Pero hay muchos más proyectos avanzados: un diccionario de términos deportivos, una recopilación de relatos breves sobre Madrid. También algunos relatos que cosecharon premios en certámenes más o menos relevantes y cuya recopilación podría dar lugar, tal vez, a una digna colección de narrativa breve, género en cuya práctica he invertido a fondo perdido muchas tardes, sentado, observando a mis viejos compañeros trepar por los toboganes del empleo y el amor, balancearse en el columpio de la vida sin caerse, sin pensar siquiera en caerse, cuando yo ni siquiera me atrevo a subir.

Juan José Nieto es entrenador de baloncesto de modo que la sesión giró en torno a la relación entre deporte y literatura, sus dos pasiones.
En el inicio de la misma leímos la carta que el jugador de baloncesto Kobe Bryant escribió para despedirse del baloncesto, después de 20 años jugando en la NBA:

«Querido baloncesto,

Desde el momento en el que empecé a ponerme los calcetines de jugar de mi padre, disparando mi imaginación con tiros ganadores en el Great Western Forum, supe que una cosa era verdad:
quedé enamorado de ti.

Un amor muy profundo al que le entregué todo, desde mi mente y mi cuerpo hasta el alma y el espíritu.

Siendo un niño de seis años, profundamente enamorado de ti, nunca vi el final del túnel, solo me veía a mí mismo corriendo para salir de uno.

Y corrí, corrí hacia arriba y abajo de cada cancha, después de cada balón perdido, por ti. Exigiste mi empuje, te di mi corazón, porque eso vino con mucho más.

Atravesé el sudor y el dolor, no porque el desafío me llamase, sino porque TÚ me llamaste. Hice todo por TI, porque eso es lo que tú haces cuando alguien te hace sentir tan vivo como tú me has hecho sentir. 


Concediste a un pequeño niño de seis años su sueño Laker, y siempre te amaré por ello. Pero no puedo amarte de manera tan obsesiva por mucho más tiempo. Esta temporada es lo último que tengo que dar. Mi corazón puede atajar los golpes, mi mente puede lidiar con la dura rutina, pero mi cuerpo sabe que es tiempo de decir adiós.

Y eso está bien. Estoy listo para dejarte ir. Quiero que lo sepas para que ambos podamos saborear cada momento que dejamos juntos. Los buenos y los malos. Nos hemos dado todo lo que tenemos mutuamente.

Y los dos sabemos que no importa lo que haga después, siempre seré ese niño con los calcetines y cubos de basura en la esquina: “05 segundos en el reloj, balón en mis manos 5… 4… 3… 2… 1”

Siempre te amaré,

Kobe».

Esta carta forma parte del cortometraje "Dear Basketball", ganador de un Óscar:




Transcribimos a continuación uno texto que Juan José Nieto dedica a Joaquín Sabina, "Glosas sabinienses":

“No admite su mester de juglaría más balazo que el sol cuando despunta”

Luis García Montero. Prólogo a Ciento volando de catorce



Fue en un pueblo con mar una noche después de un concierto,
es cierto: tú querías dormir con ella, sí, pero ella quería dormir sola.
Luego todo pasó –esto sí– de repente; ella puso su dedo en tu espalda,
pero no dibujó un corazón, porque antes ya estaba tu mano debajo de su falda.

Y no, no sabe de sobra –ni se lo cree– que sea la primera.
Sí, en cambio, que vas por los tejados como un gato sin dueño,
y que te envenenan los besos que vas dando,
y que cuando duermes sin ella, con ella sueñas.
Pero que te jodan, piensa.

Que te jodan, Joaquín, por no querer un amor civilizado,
cargar con sus maletas o un columpio en el jardín.
Que te den por culo, Sabina, por no buscar un trabajo para llegar a fin de mes
y por desearle la muerte aunque tú mueras también.

Y ahora que las floristas siguen sin saludarte –a mí no me engañas–,
ahora que sigues sin tener ni idea de lencería –a ellas tampoco–
y que todavía tropiezas en los bailes de salón, tenía que decirlo.
Tenía que decirlo porque me sobran los motivos para hacerlo
y porque, a pesar de todo, no acuso a tu corazón, cerrado por derribo.

Nada tengo que añadir, sin embargo,
sobre el mezquino hurto que sufrieras cuando abril era lo único que te quedaba.
Tampoco sobre el tequila que a cada duda tomaste
por el bulevar de los sueños rotos]
ni sobre la iluminación que tuviste en Comala, ya sabes,
“al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.


Mas sé que regresaste allá donde se cruzan los caminos,
y que te bajas en Atocha
buscando acaso un encuentro que te ilumine el día
–con Magdalenas o princesas rubio platino–
no hallando más que puertas que niegan lo que esconden.

Y es sabido de todos, no hacen falta glosas para ello,
que mientras hacías trampas al póker y defraudabas a tus amigos,
que mientras confundías con estrellas las luces de neón,
componías la canción más hermosa del mundo.

Y no hacen falta glosas, tampoco, para saber
que te hemos querido tanto que ni 19 días y 500 noches
bastarán para olvidar tus letras cuando llegue, quiera que tarde,
esa sala de espera sin esperanza,
esa misa de réquiem a la que nunca fuiste aficionado
y para la que el cura que ha de imponerte la extrema unción
ya ha dejado de ser monaguillo.]


Propuesta de escritura

Escribe un poema, un relato o un microrrelato relacionado con algún deporte.



Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


El deporte

-¡Deberías hacer algo de deporte y no estar todo el rato ahí tumbado! -me decía mi padre todos los días en tono de reprimenda- Déjalo ya papá eso ya lo he probado antes y no sirve para nada -le contestaba yo con cariz de pereza mientras seguía tumbado a la larga en mi sofá.

Un día, después de escuchar la acostumbrada cantinela de mi progenitor, mientras estaba repantigado en mi trono particular, tuve la acertada idea de poner las manos sobre mi prominente abdomen, no es que nunca las hubiera puesto antes, lo hacia todos los días, pero en esa ocasión lo hice con distinto propósito, con algo de critica -¡Vaya!- me dije -Creo que esta barriga no era así hace poco tiempo -dicho esto hice ademán de levantarme, el esfuerzo que me supuso alcanzar la postura vertical me costo dios y ayuda, en ocasiones anteriores no le había dado demasiada importancia, pero en esos momentos el complicado propósito me indujo a pensar; fui a mi dormitorio y me situé frente al espejo, después de subirme la camiseta hasta las axilas, me puse de perfil, cambie varias veces de perspectiva, pero nada, pusierame como me pusiera la hinchada barriga no decrecía, muy al contrario, cada vez que cambiaba de postura la condenada parecía agrandarse, tras un buen rato de integra examinación llegué a la conclusión de que aquella prominente barriga no debía crecer más; abrí entonces el cajón de mi cómoda y rebusqué entre la ropa, allí, debajo de todo había un pantalón de deporte, lo puse bajo mi brazo y volví a rebuscar -Esta misma- dije al encontrar con la misma sorpresa que el pantalón una camiseta informal que hacia tiempo que no me ponía, siempre me había gustado vestir con ropa ancha por lo que la talla del equipo deportivo improvisado habría de valerme, me despoje de mi anterior vestimenta y me enfunde el pantalón, a duras penas entró por mis también dilatados muslos, pero tras un arduo esfuerzo por fin logré ponérmelos, la camiseta, más ancha como ya he dicho, fue más agradecida y me entró a la primera.

Llevo dos años corriendo, o haciendo running como gusta llamarlo ahora, los primeros días corría unos pocos metros y al cabo me paraba, reiniciaba la carrera y tras otra intentona volvía a detenerme, cuando acababa una centuria de metros parecía que iba a expulsar "los bofes" por la boca; al cabo de un mes logré concluir una corta carrera de dos Kms. Hoy participo en todas las carreras populares que se organizan en cada barrio de la ciudad y cuando no, voy a correr yo solo, el reto que me supone acabar un recorrido que previamente he trazado me otorga una satisfacción que me relaja y me ayuda sin duda mentalmente para afrontar otros retos que tengo planteados en mi vida. Puedo decir sin ningún reparo que el deporte ha abierto mi mente, ha cambiado mi vida, ha transformado mi cuerpo... -¡Ah he perdido veinte kg! -ahora mi padre me dice constantemente- ¡Otra vez vas a correr, no, si acabarás jodido ya verás! -

Eugenio Madrid Jiménez
Grupo A


Prefiero un empate

A lo largo de los años, uno tiene la posibilidad de practicar y conocer distintos deportes.
En mi pueblo de chaval se montaba en bicicleta y se jugaba al balón, nos íbamos a la era, nos quitábamos el jersey o cogíamos dos piedras gordas para hacer las porterías, allí se echaban pies y se hacían los equipos entre los que nos juntábamos después de salir de la escuela, cada día un equipo distinto, era una gozada, si te caías en la hierba no te hacías daño, se disfrutaba del balón, de los regates, de los compañeros.
Con el paso del tiempo se organizaban torneos con los pueblos de al lado, nos desplazábamos en bicicleta a jugar los domingos por la mañana y después de jugar nos volvíamos a comer a casa, el resultado casi no importaba, hacíamos muchos amigos.
En el instituto surgió la posibilidad de jugar al baloncesto, al frontón, al tenis, y no era tan difícil, solo practicar y pedir una raqueta a los reyes magos, pues eran pocos los que la tenían.
En la época de la facultad había más competitividad, buenos jugadores en todo, en baloncesto, balonmano, fútbol, atletismo, aquí era cuestión de ganar, yo deje de competir, me dediqué a estudiar, y a jugar algún partido entre amigos y poco más, el ambiente era distinto.
Una vez ya trabajando me mantuve activo jugando al tenis con los amigos los fines de semana, disfrutaba haciendo deporte, la mayoría de las veces lo dejábamos cuando íbamos empate a juegos.
Pero claro hablo de practicar deporte, no de jugarnos la vida en ganar o perder, aquí el empate no vale, igual que no vale hacer amigos, lo que vale es ganar como sea y a mi eso nunca me ha gustado, prefiero un empate y hacer amigos.

Luis Iglesias 
Grupo B


¿Deporte?

Unió sus fuerzas a las de otros cuantos y entre todos lograron volcar el coche. Alguien sacó un chisquero y a poco el vehículo ardía incontenible. No mucho más allá, grupos de coleguis habían hecho lo propio y en la calle pronto fueron seis las hogueras. Perfecta la noche, qué espectáculo; se sentía realizado. Muy bien, ahora pues, se marcharía a casa y se sentaría frente al ordenador para recoger todo por escrito. Luego, dejaría reposar el texto un par de días antes de volver sobre él para dejarlo pulidito antes de mandarlo. Aunque, los del taller son un poco exigentes, demasiado puntillosos para su gusto. ¿Y si resulta que a eso ellos no lo consideran deporte?

Pascual Martín
Grupo B


Rara avis

Era persona discreta, educada, suscitaba simpatías por doquier. Amigo de sus amigos, e incluso de los que no lo eran. Respetaba opiniones contrarias y no tenía empacho en explicarse por si alguien podía obtener provecho de su dilatada experiencia o de su modo particular de ver las cosas. Conciliador siempre, satisfecho y disfrutador de la vida. ¿Que si practicaba algún deporte? No, no, imposible, hubiera sido incapaz de ganarle a nadie.

Pascual Martín
Grupo B


Su deporte

Suena el despertador, las siete en punto, unos minutos de estiramientos y lista para empezar la jornada. El zumo, las tostadas con aceite, una loncha de pavo, todo preparado “¡rápido chicos!”, velocidad, organización y un buen desayuno, son hábitos que quisiera que sus hijos adquiriesen, a ella le ayudan a estar en forma.
Ellos a clase, ella a su trabajo, asesora telefónica en una importante entidad bancaria: objetivos de calidad, ventas impuestas desde arriba, lidiar cada día con clientes que exigen solución a sus problemas, situaciones a veces difíciles de resolver, preparada para oír, “señorita dese prisa que no tengo todo el día”, ¡ladrones, son unos sinvergüenzas!, va bien preparada, entrenamiento de resistencia, destreza, fuerza mental, para al final ser capaz de decir, “ha sido un verdadero placer atenderle”.
Llega a casa, sabe que está preparada para una “carrera de obstáculos”, porque al final pudo con todo, sintió que había corrido, saltado vallas, cruzado un rio…

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Propósito

No tengo ninguna duda de los beneficios del deporte, de la práctica regular de ejercicio. He experimentado la sensación de bienestar que produce un paseo largo en un día de primavera o de sol de invierno, un rato en la piscina o la playa y hasta una clase de pilates. Me cuesta mantener estas prácticas como un hábito constante. Es verdad que hay temporadas en que lo consigo, pero de ninguna manera tengo la misma constancia que sí reconozco en mí para otras cosas: estudiar, en el contexto académico o como aficionada al teatro y hay muchas cosas en mi vida que he aprendido y perfeccionado gracias a la constancia y la insistencia.

Me gustaría que eso me pasara con el deporte.

Pienso que es una metáfora de la vida y creo que hay deportistas que tienen valores que yo sí comparto como la tenacidad, el afán de superación, supongo que puede ser una buena forma de trabajar en equipo, como para mí lo es el teatro.

No sé entonces qué falla para que me cueste tanto, para que a veces me gane la pereza, para que encuentre razones más que poderosas para optar por otras actividades.

Quizá pueda echarle la culpa a que en el colegio la gimnasia siempre me resultó una asiggnatura antipática y poco importante. Nunca entendí por qué había que hacer ciertos ejercicios y movimientos que me hacían sentir ridícula. Entonces, al menos donde yo estudié, no se molestaban en explicar qué parte del cuerpo se fortalecía o trabajaba con lo que hacíamos. Yo llegué a pensar que lo único que pretendían era que hiciéramos el mono para fastidiarnos y aprovechar para ridiculizarnos por nuestros errores en lugar de corregirnos.

Tampoco es excusa. Eso pasó ya hace mucho tiempo.

¿Acaso será cuestión de volvérmelo a plantear en septiembre o en año nuevo?

Teresa Sanz
Grupo B


Tensión y concentración, las claves del juego

Aquello parecía de locos, llevábamos más de una hora jugando sin descanso, habíamos intentado toda suerte de ensayos y tretas y a duras penas habíamos logrado mantener el marcador más o menos empatado. Por fin, en una feliz jugada por nuestra parte, habíamos conseguido ponernos prácticamente iguales en el marcador, ellos 38 y nosotros 37, el juego llegaba a su fin y los nervios estaban a flor de piel. El cansancio estaba haciendo mella en los dos equipos y el momento exigía una concentración máxima que, a aquellas alturas del juego, era fundamental para lograr la victoria.
Las caras de los contendientes, llenas de tensión, reflejaban la dureza del enfrentamiento y la importancia de “ese preciso momento”, sabedores de que la próxima jugada podría ser la que decantara la victoria para uno u otro bando.
Mientras trataba de controlar al jugador de mi izquierda, perdí un instante la concentración, pues me distrajo el hecho de observar como dos, o quizás tres, gotas de sudor resbalaban por la parte derecha de su nariz hacia la comisura de sus labios, . El gesto que hizo para limpiarse, me devolvió bruscamente a la tensa realidad del momento y de reojo, reparé en que mi compañero llamaba mi atención haciendo una especie de mueca, casi imperceptible, que bien podría asemejarse a la que haría un perro con síntomas de ictus y la lengua fuera levemente ladeada , al tiempo que me decía : Ellos han pasado, tú verás lo que haces.
Como saliendo de una pesadilla de siesta mal llevada y tratando de aportar saliva a mi más que reseca boca, me incorporé y tomando una lenta y profunda bocanada de aire, dije con la solemnidad que el momento requería:: ¡No hay mus!

Carlos García Riesco
Grupo A


Loco por el running

07:00, Marcos sale de casa con sus cascos nueva generación para escuchar la radio mientras hace running. 07:05, hechizado por la voz que llega a sus oídos pasa por Cibeles. 09:00, supera su marca personal avistando las Pirámides de Egipto. 11:45, escoltado por las ondas radiofónicas rebasa la Gran Muralla China. 13:00, llega al Parlamento de Canberra sintonizando la radio local. 17:30, la Estatua de la Libertad le recibe con los brazos abiertos. Allí nos despedimos.
Dicen que lo vieron por las autopistas del cielo pegado a sus cascos dirigirse a la luna. No pude acompañarle. Yo era su sombra.

Pepita Sánchez
Grupo B

Me evocáis todas las cosas

La sesión de este último lunes la dedicamos a las moscas. Hubo quien no dijo nada pues ya se sabe que en boca cerrada no entran moscas pero también hubo quien aportó alguna anécdota o alguna curiosidad para completar el tema. Seguro que estos últimos llegaron al taller con la mosca detrás de la oreja.Repasamos un extenso repertorio de textos, desde varias fábulas de Samaniego hasta algunos articuentos de Juan José Millás quien afirma que “Las moscas son las hadas de los pobres”.
Pero centramos nuestro interés en un reportaje que el propio Millás publicó en 2008 en la edición dominical de El País titulado Biografía de una mosca:
Recomendamos también el texto de Marguerite Durás titulado "La muerte de una mosca" y el cuento de Julio Cortázar "Los testigos". Y también el libro de Julia Otxoa "Confesiones de una mosca":




Transcribimos a continuación los textos "Elegía a un moscardón azul", de Dámaso Alonso y "Las moscas" de Antonio Machado, incluidos en la ficha:

Sí, yo te asesiné estúpidamente. Me molestaba tu zumbido 
mientras escribía un hermoso, un dulce soneto de amor. Y era 
un consonante en -úcar; para rimar con azúcar, lo que me faltaba. 
Mais qui dira les torts de la rime? 
  
Luego sentí congoja 
y me acerqué hasta ti: eras muy bello. 
Grandes ojos oblicuos 
te coronan la frente, 
como un turbante de oriental monarca. 
Ojos inmensos, bellos ojos pardos, 
por donde entró la lanza del deseo, 
el bullir, los meneos de la hembra, 
su gran proximidad abrasadora, 
bajo la luz del mundo. 
Tan grandes son tus ojos, que tu alma 
era quizá como un enorme incendio, 
cual una lumbrarada de colores, 
como un fanal de faro. Así, en la siesta, 
el alto miradero de cristales, 
diáfano y desnudo, sobre el mar, 
en mi casa de niño. 
  
Cuando yo te maté, 
mirabas hacia fuera, 
a mi jardín. Este diciembre claro 
me empuja los colores y la luz, 
como bloques de mármol, brutalmente, 
cual si el cristal del aire se me hundiera, 
astillándome el alma sus aristas. 
  
Eso que viste desde mi ventana, 
eso es el mundo. 
Siempre se agolpa igual: luces y formas, 
árbol, arbusto, flor, colina, cielo 
con nubes o sin nubes, 
y, ya rojos, ya grises, los tejados 
de hombre. Nada más: siempre es lo mismo. 
Es una granazón, una abundancia, 
es un tierno pujar de jugos hondos, 
que levanta el amor y Dios ordena 
en nódulos y en haces, 
un dulce hervir no más. 
Oh sí, me alegro 
de que fuera lo último 
que vieras tú, la imagen del color 
que sordamente bullirá en tu nada. 
  
Este paisaje, esas 
rosas, esas moreras ya desnudas, 
ese tímido almendro que aún ofrece 
sus tiernas hojas vivas al invierno, 
ese verde cerrillo 
que en lenta curva corta mi ventana, 
y esa ciudad al fondo, 
serán también una presencia oscura 
en mi nada, en mi noche. 
¡Oh pobre ser, igual, igual tú y yo!

En tu noble cabeza 
que ahora un hilo blancuzco 
apenas une al tronco, 
tu enorme trompa 
se ha quedado extendida. 
¿Qué zumos o qué azúcares 
voluptuosamente 
aspirabas, qué aroma tentador 
te estaba dando 
esos tirones sordos 
que hacen que el caminante siga y siga 
(aun a pesar del frío del crepúsculo, 
aun a pesar del sueño), 
esos dulces clamores, 
esa necesidad de ser futuros 
que llamamos la vida, 
en aquel mismo instante 
en que súbitamente el mundo se te hundió 
como un gran trasatlántico 
que lleno de delicias y colores 
choca contra los hielos y se esfuma 
en la sombra, en la nada? 
  
¿Viste quizá por último 
mis tres rosas postreras? 
Un zarpazo 
brutal, una terrible llama roja, 
brasa que en un relámpago violeta
 se condensaba. Y frío. ¡Frío!: un hielo 
como al fin del otoño 
cuando la nube del granizo 
con brusco alón de sombra nos emplomiza el aire. 
No viste ya. Y cesaron 
los delicados vientos 
de enhebrar los estigmas de tu elegante abdomen 
(como una góndola, 
como una guzla del azul más puro) 
y el corazón elemental cesó 
de latir. De costado 
caíste. Dos, tres veces 
un obstinado artejo 
tembló en el aire, cual si condensara 
en cifra los latidos 
del mundo, su mensaje 
final. 
Y fuiste cosa: un muerto. 
Sólo ya cosa, sólo ya materia 
orgánica, que en un torrente oscuro 
volverá al mundo mineral. ¡Oh Dios, 
oh misterioso Dios, 
para empezar de nuevo por enésima vez 
tu enorme rueda! 
  
Estabas en mi casa, 
mirabas mi jardín, eras muy bello. 
Yo te maté. 
¡Oh si pudiera ahora 
darte otra vez la vida, 
yo que te di la muerte!


* * *

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
     —que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
     de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
     de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
     sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.



Propuesta de escritura

Escribe un microrrelato a partir de esta frase: Vete a la mierda -gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca...


Y estos son los trabajos que hemos recibido hasta ahora:


-Vete a la mierda! -Gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca
-Has de saber, irascible mujer -- le contesta con orgullo la mosca -- que el sitio al que me quieres relegar con tanta premura y de manera tan despreciativa, es el lugar donde habitualmente paso mis mejores momentos, allí donde mis familiares y amigos, y yo misma, disfrutamos de un oloroso y nutritivo alimento; por tanto, no te consiento, que quieras largarme de tu entorno utilizando para ello un tono tan despectivo -- y dicho esto, el arrogante díptero, altivo, levantó el vuelo con el propósito de infringir a la innoble mujer el insoportable castigo de la molestia.

Eugenio Madrid Jiménez
Grupo A


Vete a la mierda -gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca.
La mosca asustada, movió sus alas, y despegando sus patas a duras penas del flan caramelizado donde estaba posada, se dirigió sin protestar al cubo de la basura.

Luis Iglesias
Grupo B






La soledad de las moscas

¡Vete a la mierda! –gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar la mosca que insistía en posarse una y otra vez en su rostro, por el que resbalaba una lágrima.
Luego se limpió bruscamente la cara con la mano y, lentamente, como si le pesara enormemente el cuerpo, se levantó del sofá y abrió la ventana esperando que el bicho saliera.
El insecto, no obstante, se acercaba a la ventana, revoloteaba y retornaba hacia el centro de la sala.
La mujer pacientemente esperaba a que regresara y se decidiera de una vez por todas a irse de allí. Pero aquel irritante ser volador repetía la operación como si estuviera burlándose de ella o… jugando, tal vez.
Entonces la mujer se dio cuenta de que por un instante, se había olvidado de su pena y de que aquella mosca era la causante de tan maravilloso acontecimiento.

Cerró la ventana, volvió al sofá y se dejó acompañar.

- ¡Quien sabe – se dijo- si ella también tiene alma!

Un abrazo y feliz semana!

Mercedes González
Grupo A


Sin voces, por favor

«Vete a la mierda», gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca. «De acuerdo, mi amor, pero sin voces, porfa», oyó decir a su espalda. Lo recuerda como si fuera hoy, esas fueron exactamente las palabras de su ex. Qué manía, Federico, siempre moviéndose como de puntillas, sin el más leve ruido. No lo cuenta a nadie, pero catorce años de aquello y su ropa todavía llenando el armario de la derecha.

Pascual Martín
Grupo B


MOSCAS-Tipos: A) Irritante

¡Vete a la mierda!”-grito la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca…y esta, acatando la estruendosa imprecación, se dirigió de inmediato a los establos de la granja en busca de ella, probó sus excelencias y agradeció a aquella mujer su enardecido consejo.
Así son las moscas, no entienden de ironías o de antítesis, pero si de praxis.

Carlos García Riesco 
Grupo A


La mierda estaba allí

Vete a la mierda -gritó la mujer desesperada- sin dejar de mirar a la mosca. Ella que era bien mandada, ahuecó el ala, iniciando el vuelo en su busca. Sobrevoló toda la casa agobiándose una vez más ante tanta limpieza. No tardó en regresar al punto de partida.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Las moscas de la leche

Vete a la mierda! -Gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca.
D. Fede, bajó la cabeza y sintió el ridículo pesándole en los hombros. Otra vez se la “habían jugado” aquellos demonios convertidos en niños, que cada día estaba obligado a aguantar durante unas cuantas horas. Y en todas el Riñones. No podía con él. Cansado de sacudirle reglazos en las palmas de la mano, intentaba otros métodos, tal vez menos dolorosos, pero más sarcásticos. Se reía en su interior.
Lo había pillado cazando moscas contra el cristal de la ventana, distrayendo a todos sus compañeros. ¡Se iba a enterar!.
- … Como castigo, tienes que cazar 40 moscas y tres avispas, ordeñarlas y llevarme la leche a casa antes del “toque de oración” (muchos sabrán qué era esto)
A cualquiera le habría sorprendido y asustado una orden tan absurda, pero no al Riñones, con quien se regodeaba llamándolo borrego con tres erres, burro con v y mostrenco con dos enes.
El Riñones, otra cosa no, pero ingenio sí tenía. Lo agudizó; inventó un artilugio, raro por cualquier parte que se mirara, en el que pudieran entrar las moscas sin dañarse –ojo, que esto era importante- y a media tarde, en el estercolero de Pedro Maravillas, había duplicado el número exigido.
Peor eran las avispas. Consultó con Canito, que se conocía todos los nidos, igual de pájaros que de avispas. Con unos buenos guantes y una careta rota de nochevieja lograron cazar cinco.
Por más y más que preguntó, nadie en el pueblo supo explicarle cómo se ordeñaban.
- El muy cabrón –pensó- seguro que sólo lo sabe él.
Siete moscas y dos avispas perdieron la vida por falta de colaboración. Imposible encontrarle las tetas. Ante la imposibilidad de ordeñarlas, pasó todas a una caja de zapatos, le cogió a su madre un cazo pequeño y al oscurecer se presentó en casa del maestro. Golpeó la puerta con los nudillos. Le abrió Nunchi, la hija pequeña del maestro, tres años menor que él. Aunque le gustaba, bien sabía que no estaba a su alcance, por eso de la diferencia de cultura. Sin explicaciones, puso caja y cazo en sus manos y echó a correr. En la distancia le gritó:
- Que las ordeñe tu padre, que a mí no se me dejan.
Al poco, en la cocina, su madre, sin dejar de mirar a la mosca, gritó:
- Vete a la mierda!
D. Fede, bajó la cabeza y sintió el ridículo pesándole en los hombros.

Evaristo Hernández
Grupo B


Ella y yo

En el salón
Hay una persona
Y una mosca.

Issa


“Vete a la mierda”, gritó ella con desesperación a la vez que cerraba el ordenador con cierta violencia. Una vez más sobrevivo. Logro escabullirme. Huyo mareada pues he estado a punto de sufrir un traumatismo craneoencefálico. Recobró el vuelo incesante. Poco a poco la normalidad vuelve a mí. Aterrizo en la taza de café que había dejado abandonada. ¡Qué gusto saborear el borde! Estos restos dulces que encuentro en mi casa de acogida son un coctel de vitaminas, que me proporciona energía para continuar imparable mi camino. Revoloteo… Investigo… Planeo… danzo… exploro… ¡Qué gran mundo! O… ¿Qué pequeño mundo?

Pilar Sánchez 
Grupo B


Mosquicidio

-Vete a la mierda-, gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca. Sí, a la mierda, estoy harta de ti, porque verte merodear junto a mis tostadas me está sacando de mis casillas, hoy no lo aguanto. Hace un rato podrías ser tú, he visto cómo te posabas sobre el dodotis y te recreabas en ese “pastel de liebre”, ¡mira que he aguantado incluso entretenido a veces contemplándoos!, ¡anda que no he oído veces decir “te entretienes mirando una mosca”, o no es capaz “ni de matar una mosca”!, pero hoy voy a cometer un “mosquicidio”, seguro que en Google encuentro instrucciones para conseguirlo de forma segura y rápida. ¡Y que Dios me perdone!

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Vete a la mierda -gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca
¿No me digas que me das un ultimátum? Si no estás bien conmigo, prueba a irte con los niños, si te viene mejor, con ella. Podéis formar una familia estupenda.
Pero no me vengas con esa frase vacía, como si después de tantos años hubieras descubierto quién soy yo, quién eres tú, como si te hubieras caído de un guindo o te hubieras dado un golpe en la cabeza.
¡Vaya con tu crisis existencial! Yo lo llamo de otra manera.
Quieres atrapar tu juventud, vivir nuevas aventuras, sentirte deseado o deseable, o las dos cosas.
Me miras como si no me entendieras, como si te hubiera cogido un aire, ¿Seguro que te encuentras bien?
Es verdad, tú en una frase lo has dicho, pero es que hay que digerirlo, ¿eh?
Si no vas a decir nada, al menos mata a esa mosca de una vez, que me está poniendo tan nerviosa como tú.

Teresa Sanz
Grupo B


Era, él

¡Vete a la mierda! gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca.
Nunca había pronunciado antes esas palabras, pero la visión de ese insecto anodino, banal e insignificante, le recordó al más inútil de todos los seres vivos que había conocido y que habitaba postrado en su sofá desde hacia ya mas de 23 años, ¡vete a la mierda!! Repitió gritando con más fuerza en dirección hacia él.

Esther Yubero
Grupo A


Con motivo y sin razón

Vete a la mierda, gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca que se había posado en su foto de boda.
Se quedó inmóvil observándola, mientras un hilillo de sangre le corría por el labio y una gran pena oprimía su corazón.
-¿Han pasado ya diez años, ¿sabes? De los cuales nueve y medio han sido un constante infierno.
La mosca no se movía. Parecía hipnotizada por las palabras y el sufrimiento de Dolores.
-Cuando acepté casarme con él, yo creía que me quería. ¡Parecía tan encantador! Siempre atento a los pequeños detalles. Siempre dispuesto a complacerme, y, de repente, y sin saber por qué, un día se le soltó la mano y la boca. Y empezó el calvario. Yo siempre me decía a mí misma que no volvería a pasar, que él era bueno, que me seguía queriendo. Yo siempre lo justificaba, incluso me fui culpando a mí misma de sus desmanes.
-Lo he sacado de quicio, sin proponermelo. Tengo que estar más atenta a lo que digo y a lo que hago –me decía.
Pero, ¿sabes qué, mosca? ¡Que ya no aguanto más! Que se vaya a la mierda ese cabronazo, hijo de puta. Con lo que yo lo he querido y qué mal me ha tratado. ¡Se acabó! –dijo Dolores, mientras, con una rabia incontenible aplastaba a la mosca de un manotazo. El marco de la foto se volcó y a punto estuvo de romperse el cristal.
Dolores se puso a temblar cuando, de pronto, oyó la llave en la cerradura. Rápidamente, con un gesto tantas veces ensayado, se limitó las lágrimas, se levantó del sofá como un rayo y fue a recibirá a su marido.
Él la abrazó, mientras le ofreció un ramo de sus flores preferidas.
-¡Lo siento, mi amor! No volverá a pasar.
-¿Está ya la cena?
Ella se fue corriendo a la cocina, mientras sonreía, mientras sentía que la esperanza renacía, una vez más, en su corazón.
Intentó, sin éxito, alcanzar los platos. Se sorprendió y es que Dolores no se daba cuenta de que, momento a momento, sopapo a sopapo, se volví a más y más pequeña.

Pilar Ramírez
Grupo B


Asesinato

– ¡Vete a la mierda!–gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca. Eran demasiadas atenciones las que su marido le prodigaba para no alimentar a la serpiente de los celos.

Lolita, voló como el rayo hasta la ventana abierta de par en par perseguida por la mujer, y se lanzó al vacío atrayendo tras ella a su atacante con argucias y calculadas piruetas circenses. Conseguido su propósito, regresó al salón con las manos manchadas de sangre, y dijo satisfecha“¡Al fin solos!”. Luego, desnudándose de su versatilidad alígera llegó hasta el marido, entregado a Cincuenta Sombras de Grey, y se contoneó desvergonzada y provocadora por la página exaltada de erotismo. Él, arrebatado, atrajo hacia sí a Lolita. Entró en el dormitorio con ella. Y cerró la puerta.

Pepita Sánchez
Grupo B

Presentación del Libro Pláyade

La sesión del grupo B del pasado lunes la dedicamos al libro "Pláyade", editado por la Asamblea de apoyo a personas migrantes.
Dice así el texto de la contraportada del libro: "Quisimos denunciar este nuevo éxodo y acompañar en su viaje a las personas que, dejando sus casas, llegan a este "nuevo mundo" buscando sobrevivir. Salimos a la calle y les pusimos rostro, nombre, voz, sentimientos, recuerdos, esperanzas... la palabra, la imagen, el color, el trazo, la textura nos ayudaron a sentir, conocer, intentar comprender.".

En la sesión nos acompañó Fernando de Castro, Ferchu, integrante del taller de escritura y hombre comprometido con la causa de los refugiados.
Nos habló de su trabajo en varios campos y nos trasladó los testimonios de muchos migrantes a los que ha conocido en estos años.




En esta imagen se reproduce la ruta que han seguido muchas de las personas migrantes para llegar a Europa:




Estos son algunos de los textos del libro, el primero de Patricia Sánchez y el segundo de Purificación Calderón:

Nada. Mujer joven, estudiante, entre 15 y 19 años
 
Me llamo Nada y nado… Me llamo Nada y nado… 
Cuando daba clases de español esos juegos de palabras me hacían gracia. Me llamo Nada y nado… Me llamo Nada y nado… A Fátima le encantaban, siempre encontraba expresiones más complicadas, más divertidas… Nada está anonadada, Nada está anonadada… y lo decía con acento suave, bonito. Siempre fueron más bruscas las palabras en “occidental”… y reía haciendo ese molesto ruido con la nariz y padre aplaudía su audacia y me decía, aprende de tu hermana, sé lista, sé ágil de mente, sé más valiente. 
Para  qué quiero saber español le decía resentida…   
Fátima siempre era la primera, la primera en las clases de español, la primera a la que se le cayó un diente, la primera a la que le dieron un beso… Fátima siempre era la primera. Dicen que el gemelo que nace el último durante el parto es el mayor… pero hasta en eso tuvo que adelantárseme, nació la primera y siempre fue la primera, en todo… siempre 
Me llamo Nada y nado… Siempre fue la primera.   
La primera en sacar un sobresaliente, la que se ponía delante para afrontar los castigos cuando llegábamos tarde a casa sin derramar ni una lágrima, la primera en darse cuenta de que nuestra vida, nuestra relativamente acomodada vida iba a cambiar para siempre… 
Me llamo Nada y nado…
La primera a la que cortaron el pelo cuando los piojos nos invadieron tras la primera huida.
Esa fue la primera y la última vez que vi llorar a Fátima desde que empezara nuestra pesadilla. Cuando le cortaron el pelo.   
Y ya no lloró más… ni cuando perdió un zapato atravesando una asquerosa ciénaga maloliente, ni cuando me dio más de la mitad de ese trozo de pan mohoso que comimos a riesgo de caer enfermas, más enfermas, ni cuando cerró los ojos de madre y la dejamos en aquel camión donde hacinadas, y casi sin oxígeno escapamos sin rumbo hacia lo que sería un infierno mayor. 
Le cortaron el pelo y ya no lloró más… 
Fátima siempre era la primera. 
La primera en decirme que las cosas no volverían a ser como antes, la primera en arrastrarme cuando me negaba a seguir caminando, la primera que me gritó para que echara a correr cuando aquel hombre disparó a padre por estar demasiado cerca de la alambrada.
Me llamo Nada y nado… 
La primera en dejar que ese animal la tocara para ganarse un pasaje doble en esa desvencijada lancha que se había convertido en nuestra única esperanza…, la primera en caer cuando, negándose a ser humillada de nuevo fue empujada al agua… 
La primera en hundirse… 
Me llamo Nada y nado… Me llamo Nada y nado. 

Hamid. 13 años

Cuando le decía a mamá "dame la mano fuerte" y ella me la apretaba más, miraba a mi hermanita, que cogía mi otra mano mientras abría mucho los ojos, curiosa ante todo lo que ahora nos rodeaba: extraños árboles, extraños rostros, extrañas montañas.
En Siria, al atardecer, la luz intensa y naranja entraba cada vez más débil por el ventanuco que daba al patio. Rana jugaba con su muñeca, fuera, sobre la arena. Había un descanso, unas horas sin disparos, y la abuela había venido a vernos. El domingo anterior había sido el entierro de tres miembros de la familia y habíamos llorado mucho. La abuela me hizo prometer que cuidaría siempre de Rana. Cuando decía algo importante, achicaba los ojos y un montón de arruguitas se le hacían por la cara. ¿Estarán todavía vivos, ella y el abuelo?
Cuánto frío hace aquí... Apenas puedo caminar... Y he de cruzar este interminable lago cubierto por la bruma como si estuviera en un sueño. ¿Dónde estáis, mamá y Rana? Os vi por última vez en aquel puesto de frontera, cuando aquellos hombres y mujeres extranjeros —unos militares, otros periodistas— nos golpearon y separaron para siempre quizás sin saberlo. Tú, Rana, gritabas y llorabas con todas tus fuerzas por no querer soltarme. En aquel momento fue como si me cortaran el brazo; y sí, supongo que lo hicieron al arrancarme de vosotras. Luego, una mujer me dio una patada y me escupió, riendo a carcajadas como si estuviera loca. No me entendían, por más que me dirigía a ellos, y suplicaba y pedía por favor que me llevaran con mi madre y mi hermana. "No están tan lejos, están allí, allí, bajo los toldos de la plaza". Pero todo eran palabras extrañas dichas en bocas de perros y serpientes.
Luego, el camino ha sido muy duro, sobre todo desde que llegué al país de la bruma y la noche. Ya no lo llamaría "camino", sino viajar con el cuerpo y los ojos cerrados. Sí, el frio hinca sus dientes en mis piernas y brazos, algo parecido a la fiebre hace que tiemble, y continúo teniendo esas imágenes en la cabeza. Pero lo peor es encontrarme solo estos días o noches. Alargar el brazo y no encontrarlas a ellas, aunque fuera enfadadas conmigo, como sucedía a veces. Sigue avanzando, Hamid, entre brumas o entre serpientes, ellas están cerca.


Propuesta de escritura

Traza la biografía, el itinerario o la historia de alguna inmigración o de algún inmigrante.


Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:


Relato de inmigrantes
Día caluroso de Julio 2015, en Playa de Hierbabuena, Cádiz.Preciosa,baño estimulante,el agua estaba limpia,clara y temperatura fresca,para lograr que mis músculos se despertarán.Salgo del agua y me encuentro con un chico muy alto de piel muy negra, ojos de mirada profunda,pero muy triste.Me ofrece productos varios que lleva en una caja colgada del cuello,y una pulsera dorada de acero modelo Lotus, me dice.y con sumo cuidado la coloca en mi muñeca.y ahí sigue.Minutos de conversación,habla perfectamente Español.Me cuenta que es de Etiopía,en su país pudo trabajar de profesor, PERO las circunstancias le obligaron a salir y en CÁDIZ, lo que desea es poder VIVIR.Yo ahora cuando veo, tocó y siento mi pulsera rezó una oración,y confío que su deseo se halla cumplido.y su mirada siga siendo profunda PERO serena y menos triste.

Pepa AgustínGrupo B

Cosas de Federico

La sesión del grupo A del pasado lunes la dedicamos a la figura y la obra de Federico García Lorca
“Cosas de Federico” es un taller-exposición sobre diez objetos de Federico aparecidos dentro de una maleta enterrada en la Huerta de San Vicente: el babi escolar de Federico, su máquina de afeitar Gillette, una tacita de té, su carpeta de dibujos, dos de sus partituras, la pipa de un putrefacto, un libro de diapositivas de Nueva York, su mono de La Barraca, una carta de Miguel Hernández y unos crisantemos blancos.
Reproducimos la portada del diario "El ideal de Granada" donde se da cuenta del hallazgo:




Cuenta Santiago Ontañón la siguiente anécdota sobre Federico:

[...] En esa gran colmena de la Residencia de Estudiantes de Madrid vivía Federico con categoría de residente permanente en la época en que yo le conocí; salvo continuas ausencias en Granada o en el hotel de Málaga, en el cual ya he contado que le conocí por vez primera. Gozaba del cariño de todos y se le permitía alguna que otra locura, como aquélla en que, una noche, transformaron él y Salvador Dalí su habitación en balsa de naufragio y al amanecer empezaron a pedir auxilio por las ventanas haciendo señal con paños blancos y gritando "¡Socorro! ¡Auxilio" ¡Perdidos en alta mar!". Esto originó una alarma, un poco de escándalo y, ni que decir tiene, una reprimenda seria por parte del director. Pero él ya había llegado a esa situación maravillosa y dijeron simplemente: "Cosas de Federico". 

La compañía Intrussion Teatro, dirigida por Roberto García Encinas, realizó hace años un montaje teatral sobre la vida de Federico. El espectáculo se cierró con la canción "Federico", escrita por el propio Roberto e interpretada por Chema Corvo al piano y Mili Vizcaíno a la voz. Dejamos aquí el trailer de dicha obra teatral:






Propuestas de escritura

Recorrimos la vida del poeta y propusimos, entre otras, varias tareas: un anaglifo, un texto sobre el invierno a partir del verso "Yo quisiera quedarme desnudo como un cero y contemplar", una definición surrealista para los muchos términos también surrealistas con los que le definió el periodista Ernesto Jiménez Caballero o un texto sobre la infancia a partir de cinco palabras que contengan las letras de "Federico"


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


“Anaglifos y versos conversos.”

Federico,
Federico,
la gallina
y Gala desnuda.

*

Ay qué dramón, 
Ay qué dramón,
la gallina
y todos bizcos.

*

Braoadway 5 p.m.
Broadway 5 p.m.
la gallina
y Walt Whitman en Granada.

*

Ipotrocasmo, 
Ipotrocasmo,
la gallina
y el mote en los huesos.

*

Sobre papel Japón
una gallina,
por la madre de Dios!

*

Y en el invierno yo quisiera,
en el invierno yo,
ay, yo quisiera!.

*

¿No es verdad ángel de amor,
que en esta hirsuta mejilla,
apura más esta hojilla
-de Gillette-, y es la mejor?

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Recuerdos de la infancia

Recuerdo siendo muy crío como el frío llegaba muy pronto, se instalaba cómodamente en todos los rincones, dentro y fuera de las casas, siendo muy difícil desalojarlo. Era el sentimiento del frío consustancial a la mayor parte de las actividades que hacíamos los pequeños, pero recuerdo de una manera especial el frío intenso que pasábamos cuando acompañábamos a mi madre y mis tías al río para lavar las tripas de los cerdos en la época de las matanzas.

Regresábamos ateridos hasta las cejas, con los sabañones revueltos, las uñas tan doloridas que, al ponernos cerca de la lumbre, dolían de lo lindo. Los días de matanza nos echaba una mano mi abuela. Al vernos tan desvalidos, sacaba de un arca, especie de cofre gigante, el vino dulce para darnos un buen calentón y espantar al dichoso frío. También recuerdo que mi abuela gran devota de santos y vírgenes, era de oración fácil, disponiendo de rezos para pedir por todo y a todas horas. Al terminar las tareas del mondongo, ya calentitos, alrededor de la lumbre, rezábamos un credo, para que la humedad y las nieblas no echasen a perder el principal ingrediente del menú del próximo año.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Un recuerdo a Federico

He encontrado en “mi disco duro” un cuaderno de preparación de clase, el primero de tantos, paso sus hojas ya un poco amarillentas y me emociono ¡están tan grabados los recuerdos! que siento que aquel ayer es hoy. Y al azar me paro en una de ellas, hay dos lagartos verdes, el dibujo no era mi fuerte, pero para ellas, mis niñas de la escuela, era bonito, estaba bien, era una novedad ponerse en contacto con la poesía y, escrito con mi mejor caligrafía el poema de García Lorca “El lagarto y la lagarta”, a continuación los objetivos que quería conseguir y actividades que había que realizar. Pretendía despertar el gusto por la poesía, que descubrieran a través de ella sensaciones y sentimientos, que les llegase al corazón, que sintieran el ritmo y rima, la magia y el colorido que Federico nos ha regalado en tantas poesías que escribió para niños. ¡Y cuántas actividades a partir de ella!, pero ahora me lo salto.

En el “disco duro” conservo el recuerdo de que sus poesías fueron mis lecturas preferidas, tuve un libro “Federico García Lorca”, pastas azules, con él se despertó mi gusto por la poesía. Rubén Darío, Gabriela Mistral, Alberti... Gracias Federico porque me enseñaste a soñar, a ver más color en las cosas que me rodeaban, por eso en ese cuaderno que hoy he recordado apareces tú, me hiciste mucha compañía, contigo la poesía fue a mi escuela.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A

Espantapájaros

La sesión del lunes, 21 de mayo, la dedicamos a los espantapájaros. Hablamos en primer lugar del libro Tótem espantapájaros de Amalia Iglesias Serna, un trabajo poético de una manufactura exquisita. Los textos de este poemario representan, en forma de caligrama, espantapájaros. El mismo texto que nos mira desde la página color crema, la impar, lo hace desde el fondo de la página oscura de la derecha. El día y la la noche. La oscuridad y la luz. Todo cabe en este libro que recorre en su prólogo el interés del hombre por el tótem.




Transcribimos aquí uno de los poemas del libro Tótem espantapájaros, de Amalia Iglesias

I

Entre
tótem y
autómata
una zozobra
de marioneta,
virutas de tiempo,
invisibles hilos
de oro tiran
de ti hacia 
los bosques
sagrados de los druidas. Desde los serbales milenarios
el muérdago llega hasta tus brazos, se hace resina y ritual
para ahuyentar a la muerte. Entre
tótem y autómata la puerta propicia
para cambiar de ángel, el gigante de Cerne
Abbas tumbado en el campo de Dorset,
las cabezas vigilantes de los Moáis
en Rapa Nui, los cuerpos silueteados
al abrigo de las rocas, los monigotes
de la infancia y la caverna, y los
robots que aprenden a mirarte.
Entre tótem y autómata, el 
espantapájaros crucificado en el 
inmenso mar de trigo, el que siempre
te espera allí donde todo lo modela
el viento y tus pasos de niña no se 
apagan. Dentro de ti, tu icono y
escondite y madriguera.

Amalia Iglesias
Tótem espantapájaros




Dejamos también por aquí algunos de los textos que incluimos en la ficha de trabajo del taller:

Las urracas casi a diario vienen al lugar
pero no es suficiente y me cansa vigilar
solo, siempre solo.

Mi amiga era la luna pero el sol la deslumbró
por las noches hablábamos las cosas de los dos
luego, fui testigo, de lo solo que se queda el trigal.

Que triste suerte,
no poder siquiera moverme un poco al sur
hasta la luna, se quedó dormida
y la lluvia por el tejado rodó
y yo sin nada por hacer, eso me pasa por ser
un espantapájaros

De casimir inglés, con la corbata al revés
casimir que hace un siglo me heredó un difunto juez
y mi corbata, es banquete de ratas.

Mi sombrero es marrón y mi cabeza es un balón,
hace treinta y dos años una chica que pasó
hizo, con su mirada,
que en mi pecho palpitara un corazón.

Maldita suerte, no pude siquiera moverme ese día
quise decirte, desátame de esta estaca
que me amarra a este trigal,
y llévame junto a ti, son siglos los que llevo aquí,
y hasta hoy se que soy hombre y no mujer,

Pero nada es lo que pude hacer,
Eso me pasa por ser, un espantapájaros,
Siempre solo, siempre solo, siempre solo

(Basado en un poema de Margarita Betancourt)


Y aquí la versión de Ricardo Arjona:




Y el cuento "El espantapájaros que sólo quería llorar" de Alberto Quintanilla

Siempre se lo decía a sí mismo “tengo que aprender a escuchar más”. Era una especie de frase de autoayuda que le animaba para tratar de comprender mejor a los otros. Salió de la granja, deshabitada muchos años atrás, y echó un vistazo alrededor. Solo vio desolación y a aquel espantapájaros que seguía allí como un pelele sin vida y con múltiples desgarros en sus viejas ropas de granjero.
¿Cuántos años habían pasado? El número era lo de menos. Parecían haber sido una eternidad.
Recordó que siempre le había gustado viajar pero apenas conocía un pequeño puñado de lugares en el mundo. Se había dedicado a cultivar en aquella granja durante más de dos tercios de su vida. Luego lo dejó y trató de acomodarse en la ciudad pero tampoco hizo gran cosa, aparte de subsistir día a día en trabajos mediocres. Día a día. Mes a mes. Año a año. Vio la imagen de su espantapájaros con el sombrero ladeado y roído y volvió a pensar en sus carencias. Notaba que le faltaba algo y había muchos sueños que no había podido cumplir. ¿Falta de tiempo? ¿Le habría absorbido la rutina? Quizá había estado demasiado ocupado en tareas absurdas que él pensaba que le servirían algún día para algo. Bueno, para algo habían servido. A fin de cuentas esas ocupaciones le permitían pagar las facturas. Pero ahora no tenía tan claro que eso le hubiera compensado haber desperdiciado su vida.

Volvió a mirar a lo lejos, hacia más allá del horizonte de los campos que una vez sembraron trigo. Se quedo con los ojos fijos en el espantapájaros. Entonces se acercó un poco más hasta él. Descubrió que aquel muñeco de paja, ya sucio y desgastado, había ocupado todo su tiempo en alejar de sus tierras pájaros sombríos.
“Quizá este espantajo, si pudiera hablar, me diría la verdad”- pensó el granjero. “Quizá él haya sido más feliz que yo, porque ha aspirado el aire de la mañana, sentido el olor de los campos de trigo y el orgullo de haber espantado a aves agoreras cada día. Yo le obligué a hacer estas funciones. Siempre las mismas. Y las acató”.
Pero los pensamientos del granjero eran un autoengaño. Miró hacia el cielo y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ahora lo entendía. Aquel espantapájaros, que le había acompañado durante media vida, de haber podido solo querría llorar. El granjero nunca antes se había dado cuenta de ello porque le había ignorado demasiado… y ya era tarde para tratar de hacerle caso. Cayó de rodillas cubriéndose de barro, delante del muñeco, y se prometió a sí mismo que a partir de aquel día su vida estaría completamente enfocada a intentar aprovecharla de verdad… Cogería sus pocos enseres y descubriría el mundo que siempre había soñado, aunque sabía que ya era tarde y sería imposible ver todo lo que anhelaba…


Tarea de escritura

Escribe un texto sobre un espantapájaros. ¿Qué diría si hablara? ¿Qué ven desde el comienzo del día hasta la noche sus ojos de paja?



Estos son los trabajos recibidos hasta ahora:


Reflexiones de un espantapájaros

Hoy los he vuelto a contar y son ciento doce, si, exactamente ciento doce, esos son los surcos que tiene la era que me ha tocado vigilar.

Lo sé porque los cuento cada mañana; claro, como me paso todo el rato mirando al frente no puedo hacer otra cosa que no sea contar la cantidad de hendeduras que hay en el sembrado. Lo hago todos los días, cuando sale el sol vuelvo a enumerar los surcos con la esperanza de que hayan variado en cuantía, para cambiar más que nada, pero no, compruebo que el número siempre es el mismo; la verdad es que ya me resulta monótono, cansino, pero a falta de otros menesteres, pues eso, cuento líneas de tierra; menos mal, que al acabarse la era, después de atravesar el camino que rodea el pueblo se divisa una pequeña iglesia, tiene un campanario con campana, a cada hora se oye su tañido; las horas que más me gustan son las largas, las diez, las once, las doce, como tañe tantas veces, el sonido ameniza un poco mi inamovible existencia. Bueno he de decir que ha pesar de mi rutinaria y clavada vida, a veces tengo momentos en los que me divierto, sobre todo cuando van los niños a robar sandias

¡Ah! ¡Qué no he dicho que vigilo un sembrado de sandias! ¡pues sí!... Y eso me otorga cierta categoría, no como el espantapájaros de al lado que solo vigila un trigal, ¡él nunca tuvo aspiraciones!... Bueno, como iba diciendo, me lo paso muy bien cuando los zagales se llevan dos o tres sandias, destrozan otras tantas y salen corriendo entre risas buscando el amparo de un escondite que evite que el dueño del sandial los descubra; yo debería asustarlos, pues ese es mi cometido, pero cuando los veo tan felices me lo pienso y digo, ¡que va!, al fin y al cabo yo soy espantapájaros y no espanta niños, por lo que los dejos marchar sin ejercer la labor para la que se supone que estoy encomendado. Pero cuando llega la noche, los niños se han ido a dormir y la oscuridad me impide poder contar los surcos y ver el campanario, la tristeza me embarga, menos mal que al mirar al cielo y ver las estrellas estas me hacen sentir que existo y eso hace palpitar un poco mi ilusorio corazón.

Eugenio Madrid Jiménez 
Grupo A


Un espantapájaros elegante

Jamás pensé que iba a tener tanto éxito el espantapájaros que coloqué en el pequeño huerto del corral de la casa del pueblo. Procuré que fuera diferente a los que figuraban en otros huertos. Aprovechando que tenía trajes que ya no usaba, los rellené de paja y en una calabaza hueca, dibujé una cara perfecta, ojos, boca ,orejas y le coloqué un sombrero amplio para qué no le diera el sol de pleno, pues iba a pasar cinco meses a la intemperie.
He de decir que cada temporada le vestía con traje diferente, aunque los pájaros sabían que era Narciso, que así yo le llamaba.
Los pájaros al verlo tan elegante, se posaban en sus brazos extendidos, y le contaban historias, le alagaban diciéndole que era el más guapo de todos los espantapájaros de la zona. Narciso, se ruborizaba, le gustaba hablar sobre todo con los pardales y las palomas, a los grajos y a los cuervos les asustaba silbando como si fuera una máquina del tren.
Tenía hecho un pacto de no agresión con los pájaros amigos, les decía donde poder encontrar comida, en la nave de al lado, su amo guardaba trigo y cebada y siempre quedaba restos por el suelo y así tenían comida para todo el año.
Narciso, estaba muy orgulloso de sus trajes, y de ser amigo de muchos pájaros, y sobre todo el año que le nombraron espantapájaros del verano.

Luis Iglesias
Grupo B


ESPANTAPÁJAROS- ESPANTAHOMBRES

Pareces tan feliz al viento,
a todos los vientos, sol frío y escarcha…

Pareces tan triste viendo,
trigos frutos, aves, maíces,
tan siempre repetidos.

Eres un poco payaso,
como algunos hombres,
camuflado en humano cochambroso,
que da un poco de miedo,
clavado como aves de Magritte,
nos enseñas nuestra condición

Quisieras volar y posarte
en otras playas,
como nosotros, sí, como nosotros.

Emilia González
Grupo B


Espantapájaros

Soy un espanta pájaros cualquiera de un campo cualquiera de Castilla. Después de mucho tiempo, he dejado de plantearme si elegí esta profesión o fue ella quien me eligió a mí, porque cada vez importa menos.
El momento mejor del día para mí es el amanecer, todo empieza a despertar, el día empieza a despuntar y todo vuelve a cobrar vida después de la noche. En primavera y otoño, el campo huele a nuevo. También me gusta porque es el momento de más actividad, ya que mis “vigilados” los pájaros, también empiezan a despertarse y a buscar alimento.
No espero mucho del futuro, cada vez quedamos menos y esta empresa quiere reducir la plantilla, como todas. Se gastan cada vez menos en todo lo que tiene que ver con nuestra protección y formación.
La verdad es que eso tiene algo de positivo, porque nos han dejado de martillear con esas absurdas ideas sobre el trabajo en equipo. Se nota que les venden los cursos y no tienen ni idea de su contenido, porque ya me dirán qué hacemos nosotros con esas teorías de las relaciones, del equipo, de la implicación y no se qué más.
Nosotros estamos solos y espantamos, de ahí nuestro nombre.
A mí me parecía mucho más divertido al principio. Según pasa el tiempo, cada vez me pesa más la soledad. Cuando estoy triste, me vendría bien alguna palabra amable o una broma. Pero aquí no viene nadie en mucho tiempo y cuando vienen, se van enseguida y lo único que hacen el poco tiempo que pasan aquí es protestar porque no ha venido otra persona.
Cuando estoy alegre, no le puedo contar a nadie que me siento bien y cuando por algo me da la risa, mis carcajadas resuenan por toda la llanura, pero solo las mías, así todo tiene menos gracia.
Cuando hay una luna llena espectacular, un cielo azul sin una sola nube, cuando el trigo está dorado y ondea, esas cosas que tanto me gustan, no lo puedo compartir con nadie. Por eso he empezado a escribir.
La soledad se me ha metido tan dentro que en las escasas ocasiones en que coincido con compañeros en las reuniones de la federación de espantapájaros, que dada nuestra precaria situación laboral cada vez son menos frecuentes, cuando llevo un rato ya me quiero ir porque me canso de las tonterías de unos, de las historias de otros, de las intrigas y de las conspiraciones.
Es contradictorio que desee la compañía y la aborrezca rápidamente.
Lo que me espera no es mucho mejor. Quizá cuando me jubile me lleven a un desván a coger polvo y ni siquiera podré ver el campo.
A no se que nos pongamos de moda y nos restauren
No estaría mal. A los trillos les han convertido en mesas y les exponen por ahí.
Quedaría bien el museo del espantapájaros. Etiquétennos clasifíquennos y nos convertiremos en estupendo atractivo turístico. Es el futuro.

Teresa Sanz
Grupo B


1.892

La tarde en que llegué aquí, abrí los ojos de pronto y vi la hierba bajo mis pies, me desplazaba despacio, al son de los pasos del que me llevaba a cuestas. No tengo memoria de nada antes de eso, ni de mi fabricación, prenda por prenda, ni de la paja con que me rellenaron. Mi despertar fue repentino, no fue una adquisición paulatina de conciencia, como la que supongo tiene un niño, sino como un interruptor que se enciende, como entrar de lleno en una claridad. Me clavaron en la tierra recién arada y divisé el paisaje, un extenso campo de tierra removida se ensanchó ante mí y me abrumó la belleza de su planicie. Comprendí mi propósito tiempo después, cuando plantaron otro como yo unos metros más adelante, allá, en el límite donde, a distancia prudente de mí, se posaban los pájaros a robar las semillas recién plantadas. Supe que los alados ladrones nos temían.
Saber el porqué de mi existencia no me dio claridades sobre el cómo. Cada vez que divisaba un ave hambrienta, trataba de batir mis brazos para repelerla y me encontraba con la parálisis, ensayé un grito atemorizante y me encontré sin garganta y sin boca, las líneas que me pintaron a manera de labios carecían de funcionalidad. Tampoco podía bajarme de mi estaca para salir corriendo y ahuyentar a los pajarracos. Al cabo de un tiempo me conformé con estar allí, divisando el impetuoso germinar de las semillas y luego el lento crecimiento de los brotes que habrían de convertirse en maíz. Divisar las cambiantes tonalidades del campo eran un pasatiempo nada despreciable.
Las tardes son reposadas por estos pastos, los trabajadores que vienen a la plantación trabajan duro y con alegría; uno de ellos me da palmaditas en la barriga y me acomoda el sombrero. Me gusta ese hombre, tiene la piel oscura y una dentadura poderosa que le envidio, acepta de buen agrado las reprimendas del dueño y trabaja mejor, si es posible.
Hoy han venido por él, una multitud lo ha apresado malamente. No sé qué cosa habrá hecho el que solo sabe acariciar mazorcas y muchachas.
Desde mi altura lo distingo todo, y por primera vez lo maldigo. Mis ojos sin parpados presencian cada acto y mi cuello sin musculatura no me permite girar la cabeza para sustraerme de los sucesos. Lo llevan a rastras en medio de cantos y arengas. No lo han clavado como a mí, sino que lo han colgado de un árbol, la soga atada al cuello. Lo han izado en medio de un jolgorio del cual yo no fui objeto. Le han cercenado los dedos y los lugareños se los han repartido como souvenir.
Al avanzar la tarde, hasta el sol ha sido despiadado, la piel del hombre, negra brillante, se ha deslucido para dar paso a un color inquietante e insano.
Mientras yo espanto a los pájaros, éste los atrae. Aves carroñeras se posan sobre él, le revientan los ojos y con sus curvos picos le arrancan la carne como descosiendo un traje viejo. Hay otra carroña, la que viene a fotografiarse con el cuerpo y a darse festines de violencia con la alegría idiota del salvaje.
Yo, los brazos en cruz; él, las manos atadas a la espalda.
Parezco ser el único con capacidad para sentir espanto, ha de ser porque lo llevo en mi nombre y en mi sino. Aquella anatomía ha sido objeto de un ultraje para el que no hay calificativos. Y yo, pobre muñeco inmóvil, recibo más consideraciones.
Mañana vendrá otro a calarme el sombrero y temo que la historia se repita, aquí, a orillas del Mississippi.

Maritza García
Grupo B


Espantapájaros
dentro del pecho sientes
nido de alas.

Ignacio Aparicio
Grupo A


Espantapájaros

Ayer estuve en un taller, haciendo cosas útiles para utilizar en mi huerto y poder ahuyentar las aves que atacan mis sembrados.Antes los espantapájaros se hacían con un maniquí vestido con ropa vieja y pajas. Pero en este tema también hay una evolución y ahora es más útil hacerlos con botellas de plástico, latas de refresco y CD. El reflejo del sol en los colores de las latas que se han cortado en trozos y se han pegado en la botella de plástico y el ruido que el viento provoca sobre el rozamiento del metal, parece que molesta mucho a las aves, que siempre están dispuestas a buscar su alimento en sembrados y árboles. Siempre se buscan soluciones efectivas, para salvar lo que es de uno y con trabajo el buen labriego quiere proteger, pero las aves tienen licencia del Creador que siempre hemos leído en la Biblia: Tened plena confianza en el Padre, que cuida hasta de los pajarillos del campo. Pero somos hombres de poca fe y mucha necesidad.

Pepa Agustín
Grupo B


T R Í P T I C O
ESPECTATIVAS DE LOS ESPANTAPAJAROS
Aldea de Lambi, estado de Skkim (UNIÓN INDIA) primavera 1976

Fui creado a imagen de Narashima, un avatar de Vishnú(El que preserva el Universo). La factora de mi representación en cartón piedra, Shita, no era muy dotada para las manualidades y con la complicación de mis múltiples brazos y cabeza de león, no resulte muy agraciado de figura, por lo que una vez celebrado el festival religioso para el que se me elaboró, por misericordia, me depositaron en el mundo del olvido del cuarto de aperos y muebles en desuso de la casa de Shita. Y ahí quede yo, en el universo de las cosas inservibles.

Un buen día, Arjuna, padre de Shita, llego a casa muy preocupado por los destrozos provocados por las aves en un huerto y se acordó de mi existencia.

Lo primero que hizo Arjuna, fue quitarme mi cabeza de león y símbolo de mi más preciado don, la divinidad, sustituyéndola por otra, hecha de bolas de paja y trapo metidas dentro de un gran calcetín blanco, donde estaban esbozados unos nuevos ojos, nariz, y boca (no me pintaron orejas) y lo amarro a mi cuerpo, rematándolo con un viejo sombrero de paja. Después de sufrir aquella afrenta, poco importaba lo que de allí en adelante me sucediera.

Y así, me convertí en un espantapájaros, lleno de colores, con ocho brazos y desposeído de deidad, que en el bancal infundía pavor a las aves y recelo a las alimañas, hasta tal punto, que pronto me encontré, en la más absoluta de las soledades.

Con el paso de las estaciones, mis rasgos faciales iban desdibujándose en mi cabeza de trapo, hasta casi desaparecer en una imperceptible mueca.

Entonces, oré a mi padre Vishnú, para que me rescatara de aquel infierno y El, misericordioso, me envió un rayo que me volatilizó casi por completo y con mi muerte, alcancé la única manera digna de recobrar mi divinidad perdida.


Melanesia Austral, 22 de Mayo de 1616—Isla de Mota (actual Vanuatu)
Me encuentro en una isla a la que mi hacedor, Isacio de la Llave(teniente de navío perteneciente a la tripulación de la expedición que Pedro Fernández de Quirós, descubridor de la Terrae Australis) llego maltrecho tras caerse por la borda del barco en una tormenta y a la que llamó Mota a unas millas de otra mayor llamada Vanua Lava y habitada por nativos hostiles.

Yo soy producto de dos necesidades de mi factor, la de espantar aves de un pequeño huerto labrado para su aprovisionamiento y la de tener una figura cuasi humana con quien conversar al objeto de no perder la razón.

Me he quedado solo, pues mi creador ha podido ser rescatado de la isla por unos comerciantes Árabes que regresban navegando desde la india a su país y fueron desviados hasta Mota por una fuerte tormenta. Estoy muy asustado. Oigo tambores y canticos que, a juzgar por el sonido, cada vez más nítido, van aproximándose al lugar en el que estoy anclado.

Ya veo sus antorchas vienen hombres y mujeres de piel negra, semidesnudos, ambos de pelo rizado, algunos llevan huesos atravesados en su nariz u orejas. Creo que me prenderán fuego en cuanto me localicen. Tengo un miedo atroz.

Ya están delante de mí, comienzan a darme grandes voces, repiten casi constantemente la palabra “tótem” y mientras unos comienzan a danzar delante de mí, otros ponen a mis pies unos animales de grandes orejas que chillan mucho y a los que inmediatamente acuchillan. Encienden una gran hoguera. Estoy aterrorizado y si tuviera corazón, me habría dado ya un ataque.

Comienza a asar los animales sacrificados, siguen danzando y bebiendo e incluso algunos hombres y mujeres se retuercen juntos, abrazados y tirados por el suelo.

De repente todos paran, se inclinan ante mí y se ponen a comer los animales asados, beben y reinician sus canticos. Estoy perplejo y si no fuera por mi congoja, esto sería hasta divertido.

Cuando empieza a despuntar el nuevo día, cesan los tambores y todos callan. Un gran grupo de mujeres se acercan a mi (ya creo que me van a hacer,¡ lo que sea!) y me adornan con collares de flores…???. luego todos se vuelven a inclinar, corean un canto de despedida y se van…. ¡¡¡menuda noche!!

Sector Central Sur de la antigua Europa. Zona fértil, recuperada tras la guerra entre Comunidades. Año 2153 D.C

Soy el robot REPC19A53 de la serie CamperoIV, fabricado para patrullar valles o monte bajo, espantando aves o alimañas de las zonas de cultivo recuperadas tras la Gran Destrucción.

Para mi cometido, cuento con, tracción termo guiada, visión estereoscópica de 360º, comunicación directa con satélite posicional y transmisión continua de imagen al control de pantallas de la Cooperativa. Puedo reproducir de inmediato, una vez detectada la clase de animal amenazante, el sonido que característico de su depredador e incluso su olor y puedo llegar a abatir grandes animales mediante generador de ondas subsónicas.

Mi serie ha tenido tal éxito, que hace ya unos setenta años, hemos imposibilitado de tal manera el sustento animal, que algunos de ellos, (sobre todo las aves herbívoras) han empezado a atacar a otros animales e incluso a los humanos habitantes de las zonas rurales restringidas, para poder nutrirse.

Ayer, por un fallo en los sistemas de encriptado, he podido saber que los miembros del Consejo de la Zona Urbana Central han decidido abandonar los cultivos de mi sector para que sean comedero de aves y piensan eliminar todas las unidades de la serie Campero.

He pasado esta información a otros elementos de mi serie, con los que estoy conectado, para reunirnos en algún lugar de las montañas donde podamos abastecernos con facilidad de energía.

Mientras relato esto, huyo de la brigada de chatarreros que han enviado a destruirnos. Espero que me dure la batería hasta el lugar de encuentro. Fin de la transmisión.

Carlos García Riesco 
Grupo A


Nada "peor" que hacer algo sin ganas

Aquel espantapájaros del huerto de mi abuelo no servia para nada, casi siempre tenia una urraca posada en el sombrero. Parecía no poner ningún interés en lo que hacía.
Le veía cada vez que pasaba por allí, siempre con la misma cara, siempre con el mismo aspecto, siempre en la misma postura.
Nunca estaba triste, nunca estaba alegre. Te miraba y nunca me devolvías la mirada.
Un día al pasar, me pareció oírle silbar. Quizás fue el viento al rozar con su pata de palo.
Me acerqué y le oí susurrar: a mi siempre me han gustado los pájaros- me gustan incluso los córvidos-, aunque los gorriones son mis favoritos.
Entonces le dije: por eso te veo con tan poco interés en el oficio. Haciendo mal tu trabajo consigues tu objetivo.
Nada "mejor" que hacer algo sin ganas.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


El Espantapájaros

Amanece con vientos diversos que sacuden mi esencia,
me suben, me bajan, me quiebran y casi casi me arrastran
seguro estoy que de acabar con mi pobre existencia se trata.
Al final,las nubes se marchan llevándose al monstruo tras ellas.
Espantapájaros soy y mal amigo de huracanes y tornados violentos,
voraces, hambrientos de ruinas, destrozos, desolación y tristeza que arrasa con todo.
Trascurre el tiempo y tras la tempestad llega la calma.
El sol ilumina, calienta la tierra y mi sembrado
que da significado a mi ser, a mi presencia.
Agradezco la paz, el sosiego, el ritmo tranquilo, pausado y sereno
y la quietud de las largas siestas.
Al correr de las horas, la noche se acerca,
la luna me llama y converso con ella.
A veces, en la noche cerrada el búho también llega,
compartimos secretos, nostalgias , alegrías y alguna que otra tristeza.
Despuntando el alba, luna y búho se despiden y marchan.
La esperanza me anuncia que en este nuevo día, bandadas de pájaros vendrán del sur,
y traerán un soplo de vida a mi letargo y lento existir,
estaré bien atento con los ojos siempre abiertos,
para evitar que las aves terminen con el humilde sustento,
que creo que es de un hombre que un día llegó, aró, sembró, y se marchó…
Y por cierto, ¡nunca más por aquí regresó! Y a mí olvidado también me dejó….

Mª Nieves-C. Martín Magdalena
Grupo B


En busca del alma escondida

Nunca se quejó de lo tedioso que resultaba su trabajo, ni tan siquiera a su protegido el cuervo, al cual había adoptada al morir mamá cuerva de una pedrada asesina. Tampoco se quejaba del ninguneo a que era sometido por parte de su amo con respecto a su existencia. El amo nunca le dirigió una palabra amable, ni un gesto amigo, ni una mirada cómplice, en ningún momento, incluso cuando la cosecha granada y en sazón escenificaba un mar de amarillos soles que nublaban al astro rey del cielo, pues como siervo competente se había consolidado en la lluvia de veranos que habían sobrevenido uno tras otro sobre el plantío, su hogar, su sostén, su pequeño universo del que más allá de su horizonte, lo ignoraba todo

¿Qué era él, un utensilio práctico? ¿Un punto de apoyo en el que su amo delegaba responsabilidades? ¿Una caricaturesca versión del coco, dada su misión aterrorizante? Desde luego un ser humano no era, pues carecía de corazón, de sentimientos, y tampoco se atribuía un alma inanimada. “Claro, que si no tengo sentimientos, ¿cómo voy a saber si tengo alma?” se dijo pensativo. “Lo primero que tengo que averiguar es, si bajo esta escombrera de harapos se esconde algún sentimiento noble, y de ser así, el alma se manifestará por sí sola” Era importante para él encontrarse alguna cualidad afín a los hombres, dado que ellos le habían concebido a su imagen y semejanza. Tenía muchas dudas respecto a su anatomía.

Espantapájaros aguardó impaciente la visita que su protegido el cuervo le hacía a diario. Él, le ayudaría, era listo y eficiente. Una vez el amigo esperado se posó en su hombro, como era su costumbre, le hizo partícipe de su plan para husmear bajo su vestimenta en busca del alma escondida. Ambos se pusieron manos a la obra y tras mucho forcejear consiguieron arrancar una manga de la americana. El descubrimiento fue mayúsculo “!No tengo brazo!” dijo espantapájaros perplejo. Pero decidido a salir de dudas dijo a su ayudante “¡continuemos!” Cuervo, con inteligencia singular, picoteó el ajado cinturón que no tardó en caer a tierra junto con los pantalones “¡No tienes piernas!” repipió el ave de negro plumaje al ver su torso colgado en el aire “¡Qué fatal descubrimiento! ¿Quieres continuar o prefieres dejarlo?” preguntó cuervo conmiserativo. “Sigamos” dijo espantapájaros resignado a su suerte, pues visto lo visto, no deseaba seguir viviendo en el fraudulento cuerpo que le habían impuesto. “Si encuentro mi alma moriré feliz” confesó el protector a su protegido. Éste, solícito, le ayudó a deshacerse de los andrajos paupérrimos a los que estaba condenado y al desmayado sombrero que aleteaba sobre su cabeza. Espantapájaros cayó a tierra vencido, desaparecido del mundo y reducido a la nada. Ya en el suelo, resignado, sintió deslizarse por sus mejillas de paja unas gotitas de lluvia. Miró al cielo desdibujado de nubes y comprendió. “¡Estoy llorando!” dijo feliz a cuervo. “¡Sí, son lágrimas! ¡Tengo sentimientos! ¡He encontrado mi alma!”

Cuervo, que lo observaba expectante, se acercó a él con cautela, y de dos certeros picotazos le sacó los ojos.

Quería conservar cerca de su corazón lo que quedaba de su amado protector.

Quién puede asegurar; que este acto de amor filial de Cuervo hacia Espantapájaros, no ha sido interpretado equivocadamente cuando sentenciamos “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.

Pepita Sánchez
Grupo B


Tío Juan

Estaba oyendo al abuelo quejarse de cómo los grajos, “¡malditos grajos!”; hasta hoy sólo le había oído, era muy refranero, “cuando el grajo vuela bajo , hace un frío del carajo”, nunca maldecir de ningún ser vivo, pero aquel día cuando fue al huerto, todos los días iba, decía que había que hablar con el sembrao, animar a los tomates a que engordaran, con las lechugas, que buenas ensaladas nos daban, a las judías que se enroscasen bien a las guías, así iba recorriendo el huerto, creo que quería que su nieta de ciudad conociera valorase y amase al campo como él, volvía a recurrir a su filosofía y decía, “el ojo del amo engorda al caballo”; se encontró con que las cinco cerezas que cada día mimaba, ya las veía rojas y brillantes llevándoselas de regalo a la abuela, y ¡pobre! solo había huesos.

Aquella tarde le propuse hacer un espantapájaros, él era reacio, decía que más que a los pájaros asustaría a los niños, que eso era un adefesio que afearía al huerto, pero pudieron más mis arrumacos y lo que significaba para mí, me iba a sentir como un dios haciendo su muñeco de barro y, cuando lo acabase le daría mi soplo; también le hablé de Frankenstein, sí había oído hablar de él que era un monstruo, yo le conté que él era bueno, pero el que lo creó fue malo se asustó al verlo, no le dio cariño, ni nombre, lo abandonó, él se sintió huérfano, nadie lo quería, y al final se hizo malo, pero a él le gustaban las flores, los pájaros, la belleza que la naturaleza ofrece. No pudo más que decir que sí.

Pedí ayuda a Pedro, el hijo del vaquero de quien me había hecho buena amiga él me ayudaría a hacer el esqueleto, la tarea nos llevó unos días, no fue fácil, no me conformaba con un par de ramas entrecruzadas, yo quería conseguir que fuera lo más parecido a un hombre, con tablas conseguimos la estructura de un cuerpo, sus brazos por medio de ramas y gomas se articulaban, hacer la cabeza nos hizo sacrificar un balón, aprovechamos una bolsa de papel de la de la panadería, que bien se parecía al color de un hombre que ha pasado buenos ratos al sol, sobre ella con pinturas, papeles de colores, un vaso de plástico al que dimos la forma adecuada fuimos construyendo su cara, pelo íbamos a necesitar poco, pensábamos ponerlo un sombrero; en un cajón de la abuela había visto una especie de pelota de pelo, “lo usaba como postizo para hacerme el peinado de moda cuando era joven”, aceptó a dármelo ella estuvo dispuesta a colaborar, me dio permiso para revolver en los baúles del desván, encontré todo lo que necesitaba, lo vestimos de día de fiesta, estaría en el huerto como el que va a darse un paseo, allí quieto sin moverse porque se ha quedado extasiado contemplando los distintos colores que el paso de las horas va pintando a su alrededor, los cambios de olores, allí con sus gafas que desprendían destellos, no asustaría a los niños, ni era un adefesio, y esos destellos y su aire importante le ayudarían a cumplir su misión.

Con una cartulina hice un corazón, “te queremos, eres nuestro amigo”, que puse dentro de la camisa, soplé sobre él, no un soplo divino, pero sí muy tierno, no quería que se sintiera un Frankenstein, ni un hombre de barro, iba a ser tío Juan, seguro que de entonces en adelante un compañero para el abuelo que nunca se cansarías de oír sus batallitas y que yo cada vez que fuera al pueblo visitaría y con él recordaría la ilusión con que lo traje al mundo. En sus bolsillos no olvidé meter unos poemas por si algún día se aburría.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


DESBANDADA 

Epicentro del jardín
Sombrero de paja sin testa
Paladín del dominio del amo
Anodina presencia sin alma
Ninot campestre
Tótem del seco silencio
Atisbo de la nada
Prometeo anacoreta
Ausencia de sentidos
Jirones de tedio
Aspersor de sombras
Reloj de sol
Ornamento mutilado
Sacudida de alas.

Concha González
Grupo A