Mujer de verso en pecho

Este año estamos de fiesta, que no de siesta, y la razón es no es otra que esta: los cien años del nacimiento de Gloria Fuertes. Qué suerte.
Quienes hemos crecido con sus poemas le debemos mucho. Por eso desde el Taller de Escritura Creativa de la "Casa de las Conchas" nos sumamos a las celebraciones con unos textos de homenaje.



Échale un ojo a este hermoso documental sobre Gloria Fuertes. Así la conocerás con más detalle.
¿Sabes que José Hierro le dedicó un poema? Aquí lo tienes:

Hablo con Gloria Fuertes frente
al Washington Bridge

Pasea con el luto de viuda de sí misma,
payasa, miliciana,
entre los arces plateados de New Jersey
(o tal vez sean pinos, encinas, jaras y retamas
de Chozas de Sierra... Yo ya no sé).
La navaja del río corta pan y tomate
de la tarde que se evapora.

Don Gil, Jilguero de las calzas verdes,
asado con madera del cajón de la portería,
miraba compasivo
cómo acunan tus brazos esqueléticos,
mientras dan de mamar a la guerra de nunca,
teta arrugada, guerra guerreada,
y todo lo demás.
Y todo blanco y negro. Y desvaído.
Un hombre levantaba su cabeza de ortiga
en el menesteroso anochecer.
Mendigos con fusiles (que yo los vi pasar
porque tú los mirabas).
Y niños muertos que esquivabas para no pisarlos
en la calle de Atocha
(nunca los vi ni quise verlos),
y aquel puente estrechísimo que no es el más con más
de Nueva York, sino de nieve y de cellisca,
(yo lo he visto, y lo veo, y seguiré viéndolo,
con las mujeres de ébano y marfil arrugado,
porque era entonces todo blanco y negro).
Y ahora vuelve sin Filis, cabalgando su cáncer,
¡hasta mañana, Filis!

Más tarde, en tu memoria cristalizaban sombras,
entre los rascacielos de acero y miel:
sombras de mondas de patatas
que has olvidado, pues no quieres morir,
no queremos morir,
y fachadas de catedrales bordadas de palomas,
y que mañana no será otro día,
y otra sombra resbalando sobre una lágrima,
enhebrando una aguja, zurciendo una bufanda
a la sombra de una lenteja.

Esto es lo que Gloria opinaba sobre la poesía:

"Poesía cotidiana deber ser “al pan, pan y al vino, vino” (pero con belleza, que para eso es Poesía). Algo directo, emotivo con gracia. Demostrar que: Cualquier sentimiento, idea, tema, o cosa, tiene poesía. No hay nada antipoético en la vida (a no ser el verbo matar y sus derivados). Cuando la Poesía es clara, viva, jugosa –sin salirse del tiesto–, escrita con emoción y con gracia, es cotidiana y útil como un traje barato de diario. Cuando la poesía es así, llega a los superfinos, a los críticos, a los catedráticos y llega (¡oh milagro!) a la masa –no quiero decir masa–, a la mayoría, sin educación ni cultura, porque para sentir lo poético no hace falta ser bachiller. No es un problema educacional, porque hay cierto tipo de poesía con la que puede llorar o reír un analfabeto –te lo digo por experiencia propia–."

Y dejamos aquí, como botón de muestra, un poema de la escritora:

A veces quiero preguntarte cosas, 
y me intimidas tú con la mirada, 
y retorno al silencio contagiada 
del tímido perfume de tus rosas.

A veces quise no soñar contigo, 
y cuanto más quería más soñaba, 
por tus versos que yo saboreaba, 
tú el rico de poemas, yo el mendigo.

Pero yo no adivino lo que invento, 
y nunca inventaré lo que adivino 
del nombre esclavo de mi pensamiento.

Adivino que no soy tu contento, 
que a veces me recuerdas, imagino, 
y al írtelo a decir mi voz no siento.


Propuesta de escritura

Gloria Fuertes dice en un verso “A veces quiero preguntarte cosas”.
Y yo te pregunto: ¿te animarías a escribir un texto de homenaje a la poeta?

Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:



Gloria, a veces quiero preguntarte cosas

A veces quiero preguntarte cosas
y abro un libro para llamarte,
como si de una ventana se tratara
con portones y cristales.

Salen tus palabras a mi encuentro,
y me llevan hasta Marte,
si quieres, te cuento un cuento
de comba y de pati, de antes.

Cuando yo era más niña que ahora,
de coletas muy tirantes
conocí a doña Pito Piturra,
una mujer elegante.

Imaginaba que de mayor tendría
como ella, largos guantes,
los labios pintados de rojo
y en la cara dos lunares.

Tus poemas y tus cuentos,
meriendas de pan con chocolate.
Recitando tus poesías,
yo me fui haciendo grande.

Atrás quedan los veranos
de siesta y silencio implacables,
intercalando tus versos
con el calor de la tarde.

Doña Pito Piturra
tiene unos guantes,
mis coletas de niña
siguen tirantes.

Tina Martín Mora
Grupo A


Destino: La Gloria

A/A de Doña Gloria.

Distinguida Sra.:

Sí, me dirijo a Ud. Doña Gloria, “Gloria Nacional”, permítame este atrevimiento. Hoy se me ha presentado esta oportunidad, me han propuesto “escribir un texto de homenaje a la poeta” y, habiéndola conocido un poco, sé que realmente no lo considerará así, ni un atrevimiento ni un homenaje, por eso para mí es un placer hacerlo, me sale del alma.

¿Sabe que hubo un tiempo que me desayunaba, comía y cenaba, con “El hada acaramelada”?, a una de mis hijas le hizo sentirse ese hada, andaba por los cinco o seis años, se preparó su cesta, sus hermanos se aliaron con ella, le ayudaban a hacer cucuruchos que llenaban de papeles de colorines, su barita mágica, su gorro, todos los días desaparecía rápidamente el periódico, hasta el cartel de ¡todo gratis!, ¡todo gratis! ¡A cuántas niñas habrá hecho sentirse hadas, soñar con un mundo donde todo es posible!, ¡a cuántas les entraría la prisa por aprender a leer y así leer sus poesías!, ¡a cuántas se les despertaría el gusto por la poesía! Gracias Doña Gloria.

Y seguiría contándole que en Navidad fuimos a Belén con el camello cojito y…, y…

Pero no, no quiero cansarla, que tiene que estar muy a gustito, muy tranquila ahí, que habrá llegado cansada “del duro bregar” que dijo nuestro Unamuno, ya sólo le diré ¡cuánto me gustaría oír lo que le habrás contado a Dios!, porque ese “Breve diálogo celestial -Dios-.-Tú dirás Gloria-“, se habrá convertido en uno muy largo ¡Cuántas cosas habrá pedido!, aunque Dios no le ha hecho caso en todas. Pero siga, siga dando gloria, ternura, felicidad, ilusión.” Mi nombre me condiciona, / es dar Gloria, / es darme.

¿Puedo enviar un abrazo?, ahí va.

P.D. Seguro que en julio le harán una fiesta, por aquí espero que sí celebremos sus cien años.

Inés Izquierdo
Grupo A


Gloria gloriosa
Gloria sin gloria en tus días,
madrina de los niños gran luna,
confundida por los sin alma,
ardías dentro como un sol que esplende,
sola como sol de cegada luz
para la masa que no lee,
y menos poesía de mujeres;.
Los menos y mejores te aceptaron:
Aleixandre, Hierro,
mas no aparecías en los libros de texto,
de las sagradas facultades de letras.
Tuviste que morir y salir en la T.V.
Y pasó el tiempo,
olvidada igual que tus hermanas
en la belleza;
solo los niños amaban
tus palabras de ida y vuelta,
hacia almas puras.
Pero el sol quema si se sofoca
por esta sociedad de machos tristes,
vives brillante a pesar de ellos
es tu momento, Gloria:
la tan dolorida y sola
como buena y artista.
¡Al fin, Gloria llegaste hasta tu nombre!

Emilia González
Grupo B


Querida Gloria

Querida Gloria: disculpa mi atrevimiento. A decir verdad, no sé muy bien qué tratamiento he de usar contigo. Si bien es cierto que no te conocí personalmente, tus escritos, tu figura, tus palabras tan próximas y campechanas me parecen una invitación a alejarme de incómodos términos protocolarios. Déjame, pues, tutearte, aunque con el debido y obligado respeto, claro está.

Por favor, no me tomes por un chivato. Lo que sigue te lo revelo en la confianza de que siempre quedará entre nosotros. Hoy el profe ha hecho “novillos” y nos ha dejado solos en la clase. Eso no puede estar bien; al menos a mí no me lo consentían. Aunque te cueste creerlo, nos hemos portado correctamente. Hemos hablado, pero no alborotado; nada que ver con el desbarajuste que montábamos cuando el maestro en mi escuela salía a fumar un cigarro. Leímos poemas tuyos y textos de señores importantes referidos a ti. Si hubieras estado te habrías ruborizado un poquito por tanta alabanza hacia tu persona, hacia tu vida y hacia tus escritos. Yo (ya sabes, siempre tengo que dar la nota) traté de embarullar el ambiente y me dio por decir que en muchos de tus poemas para niños más que poeta eras ingeniosa, llena de lógica, decir llano y alma infantil. Sí, reconozco que tienes una forma de expresarte que hasta a mis niñitas chicas, que bien saben que los lobos están en los montes, los pollitos en el corral, los peces en el agua y los barcos en el mar, les encanta que se lo repita. O En mi cara redondita,/ tengo ojos y nariz, /y también una boquita/ para hablar y para reir… ¡De sobra los conocerás!. Es posible que a esta mentalidad mía la educaran para que se devanara con lo complicado, porque en lo complicado, me quisieron hacer ver, se hallaba lo valioso.

Para tu satisfacción todos cuantos hablaron te homenajearon, de forma sincera, sin duda, aunque quizá pretendieron dar por realizados los deberes propuestos por el maestro, que consistía en eso.

Bueno, Gloria, que ellos sí, pero yo no, y ahora tengo que discurrirte frases bonitas y sonoras que no se dejan atrapar, pues has de saber que la inspiración, sin ningún motivo aparente, se me ha enemistado de un tiempo a esta parte. Además, y no lo tomes como pretexto, he de acercarme a visitar a Alba que ya recita de corrido algunos de tus versos, y a Blanca a quien se le ilumina su carita de dos años cuando le leo: la pata desplumada/ como es patosa/ ha metido la pata/cua, cua,cua/ en una poza./ En la poza había un cerdito/ vivito y guarreando… ¿te lo sabes?; pues no sigo. Y no le voy a hacer el feo a Carmen, pobrecita, que abre sus ojos como platos cuando le canturreo: La gallinita/en el gallinero/dice a su amiga/ cuanto te quiero/ Aquí te espero/poniendo un huevo/me dio la tos/ y puse dos/… Por si no bastara, he de revolver entre las estanterías de casa para ver si encuentro un libro en el que una vez leí algo así como… A veces quiero preguntarte cosas/ y me intimidas tú con la mirada/ y retorno al silencio contagiada/ del tímido perfume de tus rosas. …
Disculpa, hoy imposible; otro día será. Y si por circunstancias no se me arreglara plasmártelo en papel, mira en mi interior, que te lo rezaré devotamente.

Un abrazo sincero, y muchas gracias por ayudar a hacer felices a mis niñas, a las niñas, a los niños y también a los mayores.

Evaristo Hernández
Grupo B


Consejos de la madre a G. F.
Si a tu marido quieres hacer feliz,
dale mucho regaliz.

Si quieres adelgazar,
desayuna un verso nada mas.

Si el amor lo ves lejano,
procura buscarlo temprano.

Si tu marido te hace enfadar,
en la comida, ponle mucha sal.

Si quieres tener un marido infeliz,
no le dejes escribir.

Luis Iglesias
Grupo B


Soledades para Gloria

Malos tiempos, amiga,
estos que te recuerdan.

Ya no hay sitio
para infancias, nos las han robado
o – no sé – las hemos perdido.

La maldita muerte
lo llena todo,
empoderada entre dimes y diretes
de dioses, santurrones,
patrioteros y extremistas
que se venden ¿sin saberlo?
al poderoso caballero.

Los pobres siguen siendo pobres,
analfabetos, incultos,
explotados y dominados por la tele de turno.

Y la poesía, ¡ay la poesía!
camina embozada – amiga –
escondiéndose de ser apedreada
por los pragmáticos y biempensantes
del informe y la abreviatura.

Ya no quedan sencillos, amiga.
Todo está lleno de soledades,
sí, soledades, como la tuya,
que buscan y buscan
ojos en los que mirarse y con los que mirar a la luna
y no encuentran más que ira,
ciega y muda.

Tal vez, algún día, la esperanza
recobre vida.

Mientras, nos quedan tus
miedos, tus neuras, tus rimas.

Javier Portilla Serrano
Grupo A


Sonrisa de poeta
Juegos de poeta
pintan pensamientos
de sueño y realidad.

La imagen de su vida
desnuda la palabra
con gracia depurada.

Un canto de inocencia
libera su expresión,
envuelta en sensaciones.

Irónico saber,
pulido entre sus versos,
dialoga con las cosas.

Su muerte despeinada
nos deja dibujado
un cálido fluir
de vuelo hacia la vida.

Sofía Montero 
Grupo B


Homenaje a Gloria Fuertes

Llega el momento de hacerle un reconocimiento a la escritora Gloria Fuertes. Recuerdo que con apenas siete años leía con entusiasmo las poesías que hacía para niños. Si tuviera que elegir un poema escogería "En las noches claras", Lo leí siendo niño con entusiasmo y lo releo ahora de adulto.
Con el paso del tiempo he leído algunos poemas de Gloria Fuertes con el mismo entusiasmo .
A Gloria  le deben ese reconocimiento que se merece y deberían poner una calle en su nombre para recordar su forma de escribir y su amor a la poesía.

David Álvarez
Grupo B


Carta a Gloria Fuertes en su centenario
Querida Gloria:

Tienes cara de abuelita dulce y cariñosa, pero se me antoja imaginarte, ante todo, impropia, que no idealizada y aséptica. Quiero imaginarte como persona de pies a cabeza, humana hasta la médula, con alegrías y penas, fuera de esa aura etérea que le endilgan a lo infantil. Fuiste mujer encorbatada y fumadora, de verso en pecho, de sonrisa desfachatada y voz ronca. Tu ternura era franca, sin plano ni esquema, sin envoltura ni etiqueta.

Cometiste el error, ¿fue un error?, de escribirle a los niños, y tus otros versos se perdieron en el olvido. Los adultos más adultos te enviaron al trastero, con tus rimas y tus sentimientos, a hacerle compañía a las muñecas viejas.

Pasa que muchos, al crecer, meten incluso al niño que fueron en un cajón para no acordarse más de él. Entonces, se pintan en su cabeza un niño que no existe ni nunca existió, incapaz de distinguir el bien del mal o siquiera comprender absolutamente nada. Es todo una falsedad. Los niños entienden, claro que entienden, y algunos con una sensibilidad que en los adultos se ha quedado abotargada. No se dan cuenta de que son ellos, los adultos de madurez en pecho, los que ya no se enteran de la mitad de las cosas. Han perdido el oído para la música, el tacto para sentir el viento y la gratitud para apreciar las historias sencillas. Se quedan esperando magnas revelaciones y la verdad más pura se les pasa por delante como un espectro.

Triste es su caso; hay que apiadarse de ellos.

Sin embargo, también les escribiste a los otros adultos, a los que han dejado el corazón a la intemperie. Sobre ellos cae tu poesía olvidada como lluvia caliente. Un vapor de tierra húmeda los envuelve.

Por eso salgo a la calle sin paraguas y te digo: gracias, Gloria, gracias por todo.

Se despide con cariño,

Otra escritora, impropia a su manera

Ismarie Díaz Flores
Grupo B


Homenaje a Gloria Fuertes
Acrósticos desde el corazón

G loria Fuertes, admirada mujer " de verso en pecho"
L a poesía cotidiana se encumbró en ti
O ¿ quién si no tu, supo hablar de las cosas como tú lo hacías ?
R ompiste moldes, creaste..
I mágenes sorprendentes, sonoridades saltarinas..
A lma de niña en tu grandullona presencia.


F uíste niña de posguerra y eso te marcó..Además,
U na muerte inoportuna, la de tu madre, descolocó tu vida
E ras una adolescente y la necesitabas más que nunca.Y te pusiste a inventar versos
R isas y lágrimas provocas con ellos..
T e fuiste hace unos años y dejaste un hueco irremplazable
E·res única y tu poesía: especial, llena de ternura, de música y de filosofía de vida; por eso 
S iempre permanecerás entre nosotros..¡ Gracias Gloria!

Rosa Celia González
Grupo B


Gloria reencontrada

La verdad ni me acordaba de ti, más allá de algunas desafortunadas imitaciones. Cuando vi tu nombre en la programación del curso me sorprendí; pensé: una boutade de Raúl. Además “Gloria Fuertes para adultos”, si definitivamente nos quiere tomar el pelo y esto enmascara una regresión a nuestra infancia, a la televisión de un globo, dos globos tres globos, a esos juegos a los que es tan aficionado Raúl.
Yo, lector, contumaz y empedernido, desde niño, no te había leído. Me gustaban Salgari, Verne, Defoe, Dickens, Dumas.
Te descubrí como escritora muchos años después cuando leia cuentos a mis hijos para que pudieran dormir y un día tras otro repetía los que había en tu libro “Cuentos para 365 días.”y les narraba las aventuras de tu diccionario estrafalario.
Mis hijos si te conocieron y aprendieron a leer con tus héroes : Calixto el calamar listo, Donosito el oso osado, el ciempiés futbolista y tantos otros, y se olvidaron de mis héroes de mares y países lejanos. Los tuyos los tenían más cerca en su imaginación.
Preparando la clase empiezo a leer cosas sobre ti, sobre tus libros y me va sorprendiendo, niña de los perdedores de la guerra que da clases en una Universidad norteamericana sin haber pasado por la universidad y que además tiene una producción literaria para adultos mucho más notable que para niños. Pienso que esa es la sorpresa de Raúl.
Llego a casa esta tarde y me pongo a leer “ Mujer de verso en pecho “ , uno de tus libros de poesía y poco a poco me va dejando impactado tus poemas con carga social que sería tan necesaria hoy, me golpean tus poemas de amor.
Levanto la vista y veo, en mi librería, un libro de cátedra con similar encuadernación a la del tuyo. Miro su título: . “ Lírica española de hoy” y observo una hoja doblada; abro el libro por esa marca y aparece tu nombre y debajo, subrayado, el título de un poema “CUANDO TE NOMBRAN”
Y los recuerdos se agolpan y las lágrimas pugnan por derramarse y repito con voz entrecortada este poema que empieza así:

Cuando te nombran.
me roban un poquito de tu nombre;
parece mentira
que media docena de letras digan tanto.

Yo memoricé este poema, yo me enamoré con ese poema; y se lo recite y se lo escribí cientos de veces a la persona amada.
Me acordaba de grandes poetas como Salinas, Neruda, Bécquer….y no me acordaba de ti
Tu te instalaste en mi vida en mayo del 81 y no te concedi importancia; tu eras tú poema quizás eso es lo que verdaderamente pretendías.
Dices en “ Mujer de verso en pecho”:

A qué sagrado desván irá el amor
cuando se nos oxida?

Te he vuelto a encontrar en estos versos , que cierran el círculo de aquellos que aprendí de memoria.
Valga esto como homenaje de un pobre lector a ti GLORIA.

Lucio Gómez
Grupo A


Todos con GloriaInspirado en el poema “Todos contra la contaminación” de Gloria Fuertes

Que tus pensamientos no caigan en el olvido.
Que tu literatura deje imborrable huella.
Que leer tus libros no sea nada aburrido.
Que tus palabras iluminen como una estrella.

(Gloria, hay que leerte en tu aniversario,
celebrar por todo lo alto tu centenario).

Que el tiempo no apague tu voz,
que, por favor, no sea tan atroz.

Que los niños aprendan tus versos,
que de tus poemas no se pongan a dieta,
y, sobre todo, que todos ellos
lean a la poeta.

Toñi Martín del Rey
Grupo A


La isla ignorada

                         Porque ser "Fuertes" no es cosa vana
                                 Ni tiro, ni veneno, ni navajas


En una isla ignorada residen tres reinas magas.

La primera has de saber que además de reina y maga, es por decisión un hada, un hada acaramelada. Como podrás suponer adora la mermelada. Aconseja  beber hilo a sus animales amigos que son todos pues no conoce enemigos. Tiene una cocinita grande por ser chiquita, donde a toque de varita, elabora comidita. Sencillos manjares para extraños paladares. Letrillas que casi siempre "estribilla". Una costumbre rarilla. Es curiosa esta chiquilla, piensa mesa, dice silla  y a tu alrededor despierta una brisa sin hebilla. Es mejor que las cosquillas.  Sabe uno y mil cuentos de risa, de esos que receta el doctor con un caramelo o dos.

La segunda es una oca y está terriblemente loca. Afirma ser un poemario. Un poemario sin breviario. A veces, para entender su raro vocabulario, no te queda mas remedio que acudir al diccionario: el diccionario estrafalario que custodia Don Hilario. Esta oca maga y real es un ansar sin pesar, una gansa que sin duda es tan gansa como mansa. En su vuelo hay elegancia sin nada de petulancia, bebe ser porque al crecer no perdió el plumón de la infancia. Siempre huele a jazmines y le gusta organizar festines. Unos son de altos vuelos, con clarines y violines que acarician los delfines. Otros son festejines de preciosos colorines. Los disfrutan muñequines apenas coronadines por tres o cuatro pelines.

La tercera, aunque no te lo creas, es una vaca. Una vaca que es la traca. Gorjea y canturrea ideas con zumo de seda y humo de  chimeneas. Tiene alergia a las penas y a las peleas. Nadie sabe si es  checa, polaca o austriaca. Dice llamarse Paca, pero como es tan flaca, flaquísima, flaca, en la isla la conocen como la vaca flaca.

Las tres llevan coleta , como las buenas poetas.  
Les encantan las glorietas aunque les den agujetas. Allí crecen versos fritos, lo mejor de lo mejorcito para conceder la paz al apetito mas exquisito. Dónde están es un misterio, parece que en cualquier sitio. Más si veis al dragón tragón arrastrar el barrigón y relamer con gustito sus mayúsculos colmillitos, seguidle el rastro un ratito. Os llevará derechitos. Luego probad un poquito.

Puede que para ti, ésto sean meriendas de duendes y duendas sin riendas.
Puede que para ti, ésto sean prendas a las que no atiendas por carecer de ostentosas prebendas.  
Más puede, que si las pruebas, te gusten más que las brevas, las tiendas o las estupendas haciendas.

En un globo encantado por el hechizo de un hipo sin prototipo, hay una isla ignorada.
Flota sin más flotador que el calzador del amor.
Es  una morada de innumerables ventanas, el caserón de la loca   la llaman. Allí habita la poeta de los niños que juegan sin meta y los adultos que no enterraron su cometa. Una poeta de guardia.  Una mujer de verso en pecho sin mas suelo que un invisible techo. Nunca está sola en la sala. Pecea como los ángeles   en un acuario sin adversario, erario o calendario. Con ella  tres reinas magas, de porte literario, celebran cada día su eterno aniversario. 

Burro o patán serás si a conocerla no vas.

Si pretendes acudir olvida el avión, vete en carro y prepárate para un buen cotarro. Pues alli, entre los cacharros hallarás momias con catarro,  pollitos miopes que cansados  de los golpes aprenden a ver con Don Lope, mas allá de su impuesto tope, perros que no saben ladrar pero si recitar. Entonan la  selva en verso con un verbo la mar de terso. También hay camellos cojos que galopan entre enormes fosos gracias a nuevos ojos y una pata  que siempre mete la pata y después siempre la saca y un domador que sin rubor sabe morder al león. Incluso un tigre al que ataron los bigotes para que no te acogotes

Burro o patán serás si a conocerla no vas.
¡A qué esperas! Coje el carro aunque todo sea barro.

Es fácil llegar a su puerta. La encontrarás siempre abierta.
Si te tienta cruzar el umbral, de la garra de la guerra te has de librar, y en eso, mi buen amigo,  nadie te puede ayudar. Se que acoquina con inquina abandonar el corral. Hace tiempo, que uniformados granjeros, nos repiten sin cesar, que un balón para jugar, es  matadero mortal. Unos días  refinado y otros días, los más, brutal. Su garra agarra y desgarra y cuanto más desgarra, más amarra. Más el verbo de un granjero también puede ser andrajero. Permítete al menos dudar. Acaso esa arenga  que tu decisión derrenga, no sea más que un estabulario de parvo parvulario. Hay mucho emisario que clama, más que declama, poemas de suburbio: entonces todo asusta. Es su resabio turbio el maná de los disturbios.

En una isla ignorada, vive  sin guardia, una poeta de guardia. Adora la mermelada. Huele a jazmines y le gustan los festines. Puede acariciar delfines y hablar con colorines. Tiene alergia a las cloacas donde se amontonan penas, peleas y ratas. Es "cangura para todo". Reparte golosinas por las sendas mortecinas. Cuando encuentra un globo roto le prepara un buen bizcocho, y si con eso no vale, como coser apenas sabe, se los lleva a la pájara pinta para que les trasfunda tinta o a Doña Pitu Piturra, que aunque es algo cazurra, nunca jamás les zurra. Burra y buena, la Piturra, les zurcirá una cena de esas que limpian las venas de confusas condenas.

En una isla ignorada vive por siempre sin guardia, una poeta de guardia. Una mujer con dos pechos. Repletos están de versos. Ninguno ileso. Ninguno preso.
Burro o patán seras, si a conocerla no vas.
Despues, si te tienta el umbral, piensa mesa, escribe silla. Es mejor que las cosquillas. Lo sabe cualquier Ardilla. Bueno, también su pandilla.

Ana Isabel Fariña
Grupo B

Paisajes del infierno

La sesión del taller de escritura del lunes pasado estuvo dedicada al infierno. Señala Sartre que "el infierno son los otros". Aldous Huxley, por su parte, se pregunta: "¿Y si este mundo fuera el infierno de otro planeta?". Y Francisco Hernández toma prestado de sí mismo un verso para titular un libro: "El infierno es un decir".

Marco Deveni, Roberto Fernández Retamar, Jorge Guillén, Dante Alighieri, Luis Buñuel y José Emilio Pacheco nos ayudan a desvelar las claves del infierno. Veamos este microrrelato de Pacheco titulado "Problemas en el infierno":

Una vez cada cien mil años los demonios autorizan ochenta suicidios en el infierno. Nadie sabe quiénes serán los elegidos, y todos los habitantes bullen en adulación para los torturadores, intrigas y mala fe entre los torturados. El sector radical de los ángeles ha hecho pública su protesta a fin de que Dios, en Su Infinita Bondad, presione a los demonios. Porque no está bien que a la tortura de la infinitud se añada el castigo mediante la esperanza.

Hace años, los componentes de la tertulia taller "Atril" se plantearon la posibilidad de escribir a cerca del infierno. Para ello reunieron una serie de textos que completaron con las maravillosas ilustraciones, a modo de tarot, de Luis de Horna. El resultado fue un libro con el título de "Paisajes del infierno":



Transcribimos aquí dos de los poemas del libro, uno de Michele Giocondo, titulado "HCOOH" y otro de Sonia Betancort titulado "Como una pluma":

HCOOH

A Beatrice P

“Por supuesto –me dije– pero, ¿por qué?” U. Eco

Hace frío aquí dentro, ay, mi dulce drosophila melanogaster, ángel de vientre lechoso que besabas la pulpa de la noche, prodigadora de consuelo, de larvas, de zumbidos de cópula, sombra, con todos tus ojos, adónde me llevas, a qué sitio sin la punzada del ácido en la boca ni ganglios donde buscar un corazón, yo que te seguí por entrar en la noche cálcica y húmeda y fermentada y larga, llena de sonidos y de jugos, a qué recintos de la fiebre me estás llevando, ángel platelminto en los túneles del alba, ángel gaseoso en este lado de los párpados, ácaro de mi vida y de mi muerte, anopheles que te comías el musgo celular de la memoria, que jugabas en la jungla viva por donde corre mi sangre, que incubabas en mi carne blanda el amor y la tristeza, sombra, sombra, yo quiero tu camino en la tierra, tu vuelo desordenado, tu miel, tu veneno, tu cuerpo tembloroso, tu cuerpo de oscuridad y nervadura, himenóptero bueno, ángel de los médanos, quiero volver contigo al charco y a la vaca, quiero probar contigo el óxido de todos los minerales y los años, y abrir la madera, saberla con la lengua, con los besos, volver a la casa que por nuestro mediodía fue sudor, cáscara y abdomen, ángel perdido, sombra, no quiero venir a esta madrugada ingrata, a esta calle donde el hombre esparce las rígidas rosas del frío, los alcoholes de futuro y de placenta, los frutos muertos y lavados, ay, mi dulce tábano de la noche, éntomon y pneuma, con las manos extendidas, adónde me estás llevando, a qué mar de pétalos de llanto, ángel quebradizo, laborioso ángel, criatura del tejido conjuntivo, por qué me devuelves al silencio, sombra, por qué me devuelves al silencio.

***

Como una pluma

Pide bueyes que le arranquen el corazón
mientras revuelve los infiernos.
Juan Gelman. Ovidio

Infierno:

diálogo de la conciencia
tristumbre
calles de mentira
que
además
no van a ningún puerto

taxis-abeja
que nos dejan
como en una letanía

miedo que abraza el miedo
de otro miedo mayor

perros ladrando adentro

el dolor de Gelman
y la vida que continúa
como si nada hubiera pasado

columpios rotos de un lado
sentirse perdido roto
de un lado
otra baja de amor
tú que no llegabas
y ahora
si te vas
romperé todas las puertas

la casa donde no quisimos estar
aquel inconfesable
que nos humilla
lo inevitable
cruel
como la jaula de un pájaro
lo que no me atrevo a decir
la decepción que callo

los ojos de un niño apoyados en la muerte

la desconfianza
la inseguridad
a borbotones
papá destruido lloraba
de camino hacia la playa

todos los grifos de la mala muerte
abiertos a un ritmo imparable

la inconsistencia de un futuro
derramado en semillas
el viejo que pide perdón
por este mundo habernos dejado
mundo
sin ninguna garantía
todos los despertadores
chirriando al mismo tiempo

el peligro a ambos lados de mi mano
la compañía que robustece mi soledad

la palabra gente

dormida
la gente confundiendo
televisión con astros

rota la unidad
una broma
pensar que tiene que ser una broma
porque tanta sombra es imposible

la palabra esclavizada
la distancia 
la cama que compartimos
con náusea
el asco

aquella crueldad con que mamá
nos dibujó
la primera mano sobre la cara

el ogro
el odio que es uno mismo
el suicidio
el deseo de matar
boicotear
al ser querido
el sueño 
en el que nos persiguen
y no podemos correr

la huida
la desvalentía
el coágulo de sangre
en mitad de una calle blanca

los ismos
la crítica
los hospitales
el hambre
los homenajes
la extinción
el fracaso
la bosa de este cuerpo

el infierno
se enciende y se apaga
aquí
su ritmo parece imposible
se eleva y cae
como una pluma



Propuesta de escritura

El poeta mexicano Francisco Hernández tituló uno de sus libros de poemas “El infierno es un decir”. Di, en forma de microrrelato, poema o texto descriptivo o reflexivo qué entiendes por infierno o cómo es. Procura evitar los clichés y los tópicos y proponer una idea original del infierno.

Y estos son algunos de los trabajos enviados:


El infierno solo existe en esta tierra

Hay en la vida muchos
infiernos, solo un cielo
de bondad y de paz,
de amor que da alegría;
belleza y horizontes,
ideales en fruto,
y rosas encendidas
fundidas con los hombres,
en sagrada unidad .

En los infiernos múltiples
se pierden los caminos
y domina el gran tedio,
la desesperación.
El yo se halla perdido
en agujeros negros
que fabrica el dolor,
cuervo que el corazón espanta,
porque a los otros no molesta,
separados y ausentes.
Esclavos sin conciencia,
patean las cabezas,
en las guerras inútiles
que traman sin cesar;
adoran al dinero
y el sol no los conoce,
feudales tecnológicos,
satanes disfrazados,
que ahogan dulces niños.

Emilia González
Grupo B


¡Qué infierno!

Lamentos de vida,
marchitada en mi camino,
desgarran ilusiones,
bloquean el sentimiento.
Mi angustia se dilata,
perdida en el error.
Minutos se derriten
de análisis sincero.
Deshecha por la idea, no lograda,
deshilo el pensamiento
para tejer momentos de placer.
La imagen del presente
se oculta en mi cerebro.
Descubro otro pensar
que invade mis sentidos,
rompe el infierno de vivir
recuerdos encarcelados.
Minutos de paz
en el rincón de mis deseos.

Sofía Montero
Grupo B


Infierno, con O de Olvido

Se precipita,
punzante,
desde tu boca el
vértice que forman
nuestros labios
en cada beso.

E intenta sujetar,
mientras cae,
las imperfectas esquirlas
de plata
que acusan mi rostro
febril.

Oculto
queda ya en
la tierra blanda, aún desnuda.
La misma donde reside
la yedra, de hojas caduca,
que acostumbra a escribir
con líneas torcidas,
el silencio abrupto
sobre los muros de
mi soledad,
dibujando en él,
algo así como
la sombra perfilada
de una guitarra sin cuerdas,
de un poeta sin palabras,
de un músico sin voz.

Infierno, con O de Olvido.
Lugar  donde
arrojaste mi nombre
y
nuestros besos,
rincón donde
de manera inexorable,
el recuerdo fue derrotado.
Estación de la que ya
nunca jamás
regresará el calor
a nuestros labios.

Tina Martín Mora
Grupo A


¿Qué infierno?



Un día, cuando eras niñas tú decías,
el cielo es para mí nata con fresas.
Hoy te pregunto ¿qué es el infierno?,
¿qué infierno?, si no existe.
No está en el fondo de la tierra,
ni el cielo en lo alto, allá, allá arriba.
El cielo y el infierno nos rodean,
lo hacemos nosotros cada día.
El dolor, el hambre, la injusticia,
la soledad, las guerras, la mentira,
esos son demonios, tenedores y tizones.
¿Quieres sacar a alguien de su infierno?,
acércate a él, ¡dale tu mano!

Inés Izquierdo
Grupo B


El infierno de cada día

Según se acercaba, notaba el calor que se hacía más y más intenso.
Abrió la puerta de casa y entró en el infierno.
El demonio esperaba para darle su merecido.







Pensamiento de Khaled, refugiado sirio: “Jamás pensé que el infierno pudiera congelarse”.

Toñi Martín del Rey
Grupo B


Infierno

Caminaba despacio porque quería retrasar la llegada a su destino. El sendero era estrecho y lleno de piedras que dificultaban su caminar. Las nubes habían ocultado el sol dejando un cielo gris que adelantaba lo que él se imaginaba que podría ser el lugar donde le habían enviado.

Después de mucho caminar al final llegó y lo primero que vio fue la entrada a una cueva, antes de adentrarse en ella se paró unos segundos para tomar aire y notó como un escalofrío le recorría todo su cuerpo, en ese momento supo que la eternidad a pesar de lo que le habían comentado sería un lugar demasiado frío para él.

Se adentró en la cueva y a pesar de que estaba demasiado oscuro, para su gusto, tenía la suficiente luz para ver donde estaba entrando. Era un lugar con un pasillo largo en el que se podían ver puertas que conducían a diferentes lugares, en su parte alta había un letrero que las diferenciaba unas de otras. Desde dónde estaba no podía distinguir con claridad los textos que había en las puertas, por lo que decidió coger una antorcha de las muchas que había por toda la pared y acercarla una por una a cada puerta.

Cuando sus ojos tuvieron la luz suficiente para poder ver fue leyendo todos los carteles para descubrir que cada uno te orientaba hacia donde debías ir en función de tu castigo. Los males que habías hecho en vida no todos eran juzgados de la misma manera y había estancias para penar de diferentes formas tus pecados. Aunque todas tenían en común un mobiliario muy austero, un olor ocre y la mirada triste de todas las personas que por allí habitaban.

Una enorme tristeza le iba invadiendo mientras se iba adentrando cuando oyó unas voces:

- Despierta, despierta, despierta…Son las 8 de la mañana y llegarás tarde a trabajar.

Al abrir los ojos sintió una gran alegría de no estar en el infierno y sólo haberlo vivido en sueños.

Mª José Marín
Grupo A


Maldito infierno

Ni rastro de llama, ni tan siquiera rescoldos humeantes. Y, desde luego, nada de violentas pasiones… No, nada de eso, el Infierno no es tal como nos lo han pintado…

Intemperie, intemperie y oscuridad glacial y pegajosa, oscuridad que se mete hasta la médula de nuestros huesos. Un páramo, feudo inexpugnable de soledad sanguinaria.

Pero… ¿y qué, de Satanás…? Inexorable, azota en vendaval, creciente, brutal y despiadado. Así, así aúlla el vendaval del tiempo, sediento de vida, desbocado en su furia por arrancarnos hasta la última hoja de juventud. Y, mientras tanto, gota a gota, hondo, muy hondo, en nuestro corazón, escuece el eco de los gusanos, removiendo dolorosamente epitafios, postales y fotografías en blanco y negro.

Así… así, al otro lado del cristal de cualquier asilo, al otro lado del jardín en que hoy juegan y ríen los niños, en ese fatigoso marchitar, va muriendo, a fuego lento, este maldito infierno de aferrarse a la vida, en el exilio de un pasado que no habrá de regresar.

Roberto Sánchez
Grupo A


Letanías del infierno

El coche está empotrado en la cerca de piedra de una carretera comarcal. El motor humea todavía y poco a poco se van recuperando los sonidos del campo. El conductor ha abierto los ojos pero no puede ver más que una luz negra, sin formas. Siente un dolor insoportable. Está aturdido, y no se puede mover. Ni un solo dedo. En estado de shock, confusamente recuerda. La despedida de su mujer, ¿o no se despidió?, el coche, la llamada, el golpe. Imágenes deshilachadas, fogonazos. Un dolor terrible, sin tregua. Firmó el documento, el testamento vital, cuando?. Su mujer no le dejó entregarlo. Se lo quitó, lo guardó en su bolso. Perdidamente enamorado, reconoce en su mujer ese defecto inadmisible, esa abominación espiritual: El dolor redime. Purifica. Valle de lágrimas. Camino de santidad. Es un lenguaje impío, para él. Letanías del infierno.

Guardó el papel en su bolso negro, granulado, con improntas de lunas en diferentes fases. El conductor está paralizado. Ciego. Desesperado. Se siente abandonado en esa carretera en medio de ninguna parte. El dolor, el dolor.

Ama a su mujer. Es la luz de su mundo. Moriría por ella. Días y días sin final. Atado a una cama, rodeado de cables, ciego, inmóvil, percibiendo vagamente su compañía. Su tutela. El documento está firmado. Es válido. La imagen de su mujer guardándolo en el bolso. Nadie es perfecto. Para empezar, un pequeño defecto de fábrica. Somos mortales. A él no le importa lo más mínimo. Ahora sería una buena noticia.

Si al menos le hubiera dejado entregar el documento. Está preparado para descansar en paz. La levedad de la tierra. Es lo único que desea en este momento. Este momento que es sólo dolor y desesperación. Oscuridad. A través de la cual se empieza a abrir una pequeña rendija. Se va acomodando la visión. Formas. Colores. El conductor empieza a moverse. Volviendo poco a poco a dominar su cuerpo, a tomar el control. Al alcance de la mano, su teléfono. Su teléfono. Junto al bolso negro, granulado, con improntas de las fases de la luna. Sobre el regazo de su mujer. Muerta.

Ignacio Aparicio
Grupo A


Una habitación en el infierno

En el almacén, queda alimento suficiente para los próximos doce años. Al doctor Brandon le consta. Como observador crítico del mundo, el doctor leyó las señales del inminente apocalipsis mucho antes de que llegara el Día Cero. No hizo nada por evitarlo. No escribió artículos que alentaran a detener la debacle. No habló sobre la carestía que se avecinaba. No alertó sobre los virus que se diseñaban en los laboratorios. No firmó las peticiones en contra de los campos de readiestramiento, como lo hicieran tantos otros de sus compañeros y hasta su propia hija. El doctor Brandon se acomodó en el resquicio más cálido del vientre del poder y asintió a todo lo que le pidieron. Por eso, fue uno de los elegidos para ocupar una habitación en el Infierno.

Él mismo ideó el nombre clave. Por aquel entonces, se desarrollaban múltiples proyectos secretos: misiles, plagas, cámaras de vigilancia ocultas. Cualquiera admitía el nombre clave Infierno, y sin embargo, este sería el lugar reservado a la élite. Cada cual tendría su celda privada en el refugio subterráneo, que contaría con provisiones para quince años, pozos protegidos de la contaminación, un sofisticado sistema energético y una red interna de comunicaciones. Funcionaría como una réplica de lo mejor del primer mundo, oculta en lo más profundo de las entrañas de la tierra. El doctor Brandon presiente que al tiempo que él elige los mejores pimientos en el depósito, afuera, los bombardeos continúan. Quizás Joseph, Rebeca y los niños sigan allá, afuera. O quizás no.

Solo aquellos en las más altas esferas podrían agenciarse un espacio. Por supuesto, podrían partir junto a sus seres queridos. El general Dungworth, por ejemplo, emprendería una nueva vida de la mano de su amante, Sunny, a la que había conocido en las Vegas. Brandon sonrió para sus adentros al enterarse. Una cosa era fingir ser un esposo ejemplar cuando el protocolo lo exigía y otra, muy distinta, quedarse encerrado con su mujer durante quince años, le había confesado Dungworth. El doctor Brandon tenía una perspectiva diferente. Él sí había amado a su esposa, fallecida hacía ya muchos años. Se llevaría consigo a sus dos hijos, jóvenes adultos, y a sus respectivas familias. Brandon estaba convencido de que todo lo que hacía venía justificado por la meta última de salvar a los suyos. Su hijo Joseph lo abrazó con lágrimas en los ojos cuando supo del refugio. Rebeca fue de otro parecer.

Todos los días el doctor Brandon revisa el sistema de comunicaciones. No es muy diferente a lo que era la Internet. De haberlo deseado, el doctor habría podido acceder a mil y una recetas de chuletón a la brasa. Sin embargo, no hay forma de establecer contacto con el mundo exterior. Enviar un mensaje a la superficie es un ejercicio fútil. El doctor Brandon sabe que, en teoría, podría comunicarse con los otros habitantes del refugio, con el general Dungworth, tal vez. En cualquier caso, no hay garantías de que el general haya sobrevivido. Brandon tampoco ha hecho esfuerzo alguno por averiguarlo. La evacuación no resultó como se había esperado.

Cuando su padre le contó del confortable destino que le esperaba en el centro de la tierra, Rebeca lloró de rabia. Lo llamó inmoral. Lo llamó monstruo. Ella era una idealista, como él lo había sido en su juventud. Ella siempre había sido muy distinta a su hermano Joseph. En tanto que este había conseguido un buen trabajo y formado una familia, Rebeca se la había pasado dando tumbos. Había estudiado en las mejores universidades, pero nunca se había casado, no tenía hijos y, en vez de un empleo formal, iba de un sitio a otro tratando de salvar el mundo. El doctor Brandon sabía que el mundo no tenía remedio. Lo que no sabía era que su propia hija echaría a perder sus planes. A pesar de todo, era la persona a la que más quería.

El doctor Brandon rebana con esmero los vegetales que trajo del almacén, siempre le gustó cocinar. Los olores que salen de la olla le despiertan sensaciones que creía olvidadas. Antes de descender a lo más profundo, él troceaba zanahorias mientras su esposa se acodaba en un sillón y los niños corrían por el vecindario. A veces Rebeca irrumpía en la casa, se acercaba a la olla y se sumergía en los aromas del guiso, miraba al doctor con ternura. Ahora, el calor que inunda la cocina distorsiona los objetos. El doctor Brandon observa el cuchillo que sostiene en la mano. Es un cuchillo de excelente calidad perfectamente afilado. Hasta en esos nimios detalles pensó el comité de diseño.

Con ese mismo cuidado, se estableció una fecha para la evacuación. Sabían que si esperaban a que ocurriera un cataclismo se corrían el riesgo de no conseguir escapar a tiempo. También comprendían que no podrían mudarse hasta no contar con los suministros suficientes. Fue así como se estipuló el Día Cero, día en que daría inicio el descenso. Una vez todo estuviera en orden, se bloquearían las puertas que separarían el caos del orden.

El doctor Brandon notificó a sus hijos. Rebeca le repitió que ni en un millón de años se iría a vivir allí. Intentó convencerlo de que desistiera de ser parte de aquella barbarie. El doctor Brandon se puso de rodillas, le aseguró que movería los hilos, que podría llevarse a alguno, a algunos de sus amigos activistas si era lo que deseaba, si al fin y al cabo, era a ellos a quienes ella consideraba su familia. Familia. La única palabra que aún significaba algo para el doctor Brandon. Rebeca no solo se negó, informó a los medios. Esa fue la catástrofe.

Salieron a relucir nombres, se desataron las protestas, los asesinatos. Hubo que adelantar las fechas, obviar la coordinación, hacerlo todo a la carrera. Al doctor Brandon lo sacaron de su casa en medio de una muchedumbre que gritaba y golpeaba su vehículo, entre disparos. No tuvo tiempo de llamar a nadie. La masa de los elegidos atravesó el umbral entre empujones, en medio de la oscuridad. Por un instante, el doctor deseó correr en la dirección opuesta, pero no pudo. Se cerraron las puertas.

Ahora el guiso burbujea, hierve. El doctor Brandon no baja la temperatura. Levanta el cuchillo más de lo necesario, como si de un teléfono se tratara, como si con él pudiera llamar a alguien. Así permanece por un lapso que se asemeja a la eternidad. Finalmente, lo coloca junto a los trozos de calabaza, echa estos a la olla y baja el fuego.

Mientras espera a que se cuezan las verduras, vuelve a revisar el sistema de comunicaciones. Lee en la pantalla: “Bienvenido, doctor Brandon. No tiene mensajes nuevos”. Cuando todo está listo, se sienta ante el plato de comida y repite esas palabras en voz alta: “Bienvenido, doctor Brandon”. Tras un breve silencio, añade: “Buen provecho, doctor Brandon”. Comienza a dudar del sentido de esa combinación de caracteres, de los sonidos que salen de su boca, “doctor Brandon”. Hace ya 1,092 días que nadie más pronuncia su nombre.

Ismarie Díaz Flores
Grupo B


Infierno Elegido

Ana no pretendía que nadie entendiera que vivía cómodamente en su infierno interior. Que era feliz jugando dentro de su territorio. Que su espacio lo había hecho propio y segura, podía caminar con los ojos vendados sobre sus caminos empedrados porque casi se sabía de memoria el laberinto que formaba sus calles estrechas y angostas. Sus plazas amplias y soleadas Sus avenidas con altas farolas que iluminaban las noches.

Pocos sabían que ese dulce infierno como a ella le gustaba llamarlo, realmente era el lugar donde él habitaba No podría haberlo denominado cielo, sonaba demasiado blanco , demasiado bueno . Y él y ella eran todo menos algo que despertase esa sensación de aséptico.

Lo suyo, su amor, era oscuro y ardiente. Estaba lleno de cuevas donde quedarse por horas , sin sentir nada más que el olor a tierra mojada, donde abrazados se llenaban mutuamente de esa humedad que hace reblandecer los huesos , hacer que el cuerpo se vuelva etéreo y al final fundirse en una misma materia sin saber dónde empieza el principio y el fin.

Algunas mañanas soleadas ese amor oculto, se hacía libre y se dejaba inundar por un mar embravecido donde la sal curaba heridas, antiguas y recientes. Pequeñas heridas que cubrían el alma de Ana. Herida por la ausencia, por la distancia impuesta por el destino y las circunstancias.

Bendita distancia pesaba muchas veces con la cordura que la ataba a su realidad, porque si no, en un arrebato de nostalgia todo su mundo hubiese saltado por los aires, hubiese dejado todo atrás para encontrase con ese hombre del que sólo conocía su imagen, sus palabras y si cerraba los ojos su olor a sal y mar.

No conocía nada más y nada menos. Para que más, se preguntaba y se sobresaltaba cuando se daba cuenta de que empezaba a hablar en voz alta y los pensamientos que ella había conseguido durante tanto tiempo resguardar, ahora se estaban volviendo furtivos y desobedientes y sin permiso se estaban haciendo delatores y los encontraba en sus ojos vidriosos llenos de deseo, los sentía en sus labios hinchados, podía tocarlos en sus manos hambrientas de caricias. Esos pensamientos se estaban volviendo rebeldes, no conseguía manejarlos a su antojo, sacarlos y meterlos de ese armario con cajones en que había convertido su mente.

Como podía guardar tanto sin sentir la asfixia de ese amor. Como revelarse? Se conocían hasta el extremo de haber llegado a esos recovecos que quedan ocultos y sellados. Se sabían de memoria el mapa de sus pieles, las palabras adecuadas para llevar al otro de un estado a otro y pasearse despreocupados por la sensatez y al poquito por la locura. Perderse en largas batallas dialécticas en que cada uno describía al otro sus mundos distantes. Tan diferentes y tan iguales. Que al final, exhaustos caían abrazados, parecían habitar bajo el mismo cielo, acortando la distancia, sintiendo que un océano no era capaz de separar sus almas.

Habían creado un mundo propio donde resguardarse cuando el resto fallaba.

Bueno, seguramente era Ana la que refugiada en esa irrealidad, vivía en su infierno elegido, porque el cielo en que sobrevivía no le era suficiente para ser feliz.

Olga Jerez
Grupo A


El infierno a veces

El infierno a veces no es ese lugar lleno de fuego donde hace tanto calor son casa donde cortan la luz y el gas en pleno invierno o campos de refugiados donde los niños mueren de frío.
El infierno a veces no es ese lugar donde reina un diablo rojo con cuernos y rabo es un país donde el diablo es rubio y alto y se ríe de personas con deficiencias físicas o denigra a las mujeres.
El infierno a veces no es ese lugar donde vas cuando eres malo sin importar tu genero, raza o religión es un mundo donde por la misma acción eres malo o no dependiendo de esos "detalles".
El infierno a veces no es ese lugar donde se acumulan almas son pasillos de hospital donde se acumulan cuerpos.

Beatriz Gorjón
Grupo B


El infierno es un cuento chino

Recuerdo al cura que me dio clase de religión, dijo muy claro "Dios es bueno y no puede permitir que nadie se condene". Al morir todos al cielo.
Con estas premisas, el limbo y el purgatorio, deben estar destinados a todas las personas que pasan desapercibidas, les falta algún tornillo o no son capaces de hacer mal a nadie.
El infierno, como tal infierno por deducción está aquí en la Tierra.

El infierno terrenal, lo sufren todas las personas que desde que nacen hasta que se mueren, pasan todo tipo de calamidades, enfermedades, vejaciones, maltratos, miserias, etc, etc...

Si esto es verdad, Dios no es justo, pues no se puede tratar a todos de la misma manera, habrá personas que disfruten en la tierra y en el cielo y otras no disfruten nunca.
A ver si en el cielo va haber niveles de confort, y los curas no nos lo están contando.

Para todo lo que no logramos entender, la iglesia saca de la manga la palabra "fe", y yo lo que es "fe" no tengo, y sobre la palabra "infierno", doy la razón a los chinos.

Luis Iglesias
Grupo B


El infierno

El infierno es la manzana que pudre el cesto
La maldición del lobo
El bautismo del rebaño
El coro de cuerdas que mutila el pulso
La plaga silente que castra la vida
El cepo furtivo que decapita brotes
El alambique funesto que endurece el vino.
La colmena donde se purga el polen.
El enjambre sacro que de la miel hace hiel, y del alma, arma caníbal.

"Bendito es aquel que vibra al escuchar su canto
y renuncia al artificio fugaz de un espejismo mundano
Bendito es aquel que sin dudarlo suma su voz a la Verdad de sus salmos
y amordaza la razón con fe
y encadena el corazón al pálpito de la palabra.
Bendito sea aquel que así hace
porque el paraíso vive en él
y eĺ , y solo él
conocerá sus manjares"


El infierno es la manzana que pudre el cesto
La maldición del lobo
El bautismo del rebaño
Un fuego cruzado de rezos
La legión de ritos que sostiene la batalla
El lupanar que prostituye al Verbo.
El altar proxeneta que consagra la ablación de lo ajeno.
El sermón que abandera la piedad y enfrenta los pueblos.
La noria que profana el curso de los ríos con giros de sangre y miedo

"Bendito es aquel que vibra al escuchar su canto
y renuncia al artificio fugaz de un espejismo mundano
Bendito es aquel que sin dudarlo suma su voz a la Verdad de sus salmos
y amordaza la razón con fe
y encadena el corazón al pálpito de la palabra
Bendito sea aquel que así hace
porque el paraíso vive en él,
y él, y solo él
conocerá sus manjares"


El infierno es la manzana que pudre el cesto
La maldición del lobo
El bautismo del rebaño.
La hierba estabulada que de un hombre hace un cobarde.
La llama que atormenta el día con el tridente bufo de una eternidad atormentada
El estribillo verdugo de un coro de cuerdas
Un fuego cruzado de rezos
La plaga silente que castra la vida

Benditos sean los sordos a la trompeta que endurece el vino
Porque ellos, y solo ellos
crearán el Paraíso.

Ana Isabel Fariña
Grupo B


Infierno

a David Martín Alberca

Es mi infierno no estar contigo, no ayudarme a ahuyentar todo aquello que me da miedo.
Es mi infierno no ganar batallas, no abrirme caminos, no mirar al frente. No cruzar fronteras. No descubrir mentiras.
Es mi infierno que no me guíes como mi estrella que eres, en tan malos momentos.
Es mi infierno David, no protegerte y dejar que otros te lastimen.
Es mi infierno no quererte y dártelo todo y más cuando digo y pienso.
Es mi infierno que no estés cuando apruebe y gane, de nuevo, y una vez más a tu lado.
Mi infierno de quererte y no estés.
De buscarme y preocuparme.
Es mi infierno, demostrarte que quiero pero no puedo.
Y entre todas estas palabras que arropo en estos versos, me queda decirte.

"Que sería mi infierno muchas veces si no llegas a estar ahí".
Te quiero David Martín Alberca.

Iria Costa
Grupo B


Desde el infierno

Siempre he pensado que el infierno lo tenemos dentro. Se presenta en forma de dilema. El infierno está edificado sobre sentimientos de lucha sobre qué camino tomar. Todos conocemos nuestro infierno de cerca. A veces aflora de repente y nos sorprende lo cerca que estaba. Se puede elegir cultivarlo y que crezca, o resistir y ponerlo en su lugar, lejos. El infierno va más allá de situaciones concretas – catastróficas, desesperadas – porque él mismo es el motor que las ha puesto en marcha.

Es paradójico, porque el nacimiento del infierno tiene mucha de la pasta que forma ese tipo de situaciones desesperadas. Ahora mismo me encuentro colgando de un pétreo precipicio y no se me ocurre otra cosa que ponerme a teorizar con pluma y papel. Pero me sirve para ordenar mis pensamientos.

Estoy en el mismo centro del infierno: este precipicio separa un abismo tentador, cómodo y cínico, de una superficie pedregosa, dura, empinada. Me da miedo aflojar los brazos. “¿Resistirá mi conciencia tal batacazo?”, me pregunto. Si acepto dejarme caer, no podré decir la tengo limpia; es probable que los remordimientos me acompañen siempre, aunque los domine con un nivel de vida con que jamás habría soñado. Si ocurre, la vida sigue. Eso está claro. Pero qué fácil es dejarse llevar.

Me están empezando a doler los dedos de tanto pensar y me cuesta mover las piernas para intentar incorporarme y volver a la senda recta... ¿Cómo he llegado a esta situación? Yo me había hecho una promesa a mí mismo: nunca repetiría los errores de siempre, de sobra conocidos. Si es que íbamos a hacer las cosas diferentes, yo el primero. Cuando empecé esta empresa, el infierno estaba lejos. Éramos inmunes. Ahora, todo encaja: el infierno solo se había disfrazado de promesas de cambio. Ya lo noto acariciando mis pies, empujándome a aceptar, a dejarme llevar, a asegurar mi futuro. Fácil, de golpe, sin más miramientos. Un leve movimiento de dedos y la inercia haría lo suyo…

Tiré la pluma en la mesa y me levanté, empujando la silla hacia atrás con un golpe seco. Me llevé las manos a la cabeza. Mis sienes palpitaban. Di vueltas en la habitación del todavía humilde apartamento. Suspiré y me apoyé en la mesa, mirando los papelajos desordenados que había encima: folletos encontrados en el buzón, folios manuscritos con los que intentaba ordenar mis ideas, tickets de la compra…

Si es que… ¿Para qué escribía? No tenía sentido divagar. O aceptaba la operación o me despedía. O caía o me incorporaba preservando una ética, pero iniciaba un enfrentamiento directo con todos, con el mundo. ¿De verdad no había otra salida? Estaba tan cerca del infierno… tiré todos los papeles al suelo con rabia. Solo uno quedó en la mesa, era un folleto empresarial al que no había prestado mayor atención:




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Ya me habían localizado.

Beatriz González
Grupo B


Cuentos cerrados.

La sed, la sed, la sed.
Siempre la sed;
sin principio ni fin,
ni antes ni después;
ni cerca ni lejos.
Para siempre.
Desde siempre.

Y tus ojos sin agua
y mi risa sin voz,
los labios sellados,
ciegos, huecos, sin tu sol.

Nunca, nunca más.
Ni antes ni después;
ni cerca ni lejos.
Nunca más.

Eterna vuestra ausencia,
las camas vacías,
los cuentos cerrados,
Pepa y Pocoyó enmudecidos.

Eterna, eterna sin más.
Ni antes ni después,
ni cerca ni lejos.
Por siempre jamás.

¿Infierno me dices?
Siempre
Nunca
Jamás
Silencio. Silencio. Silencio.

¿A qué más?

Javier Portilla
Grupo A