La princesa de Éboli. Guión literario

La sesión del lunes, 9 de marzo, la dedicamos al guión literario. Tuvimos como invitado a Adolfo Bellido Ramos, director y guionista de La princesa de Eboli, una película en fase de preproducción, desde julio de 2014, de la que nos contó algunos detalles y nos leyó el inicio.

Adolfo Bellido es director y guionista de cine. Ha trabajado como ayudante de dirección en series de televisión como “Cazadores de hombres” o “90-60-90” y películas como “Las tierras altas”, “Atasco en la nacional”, “Cartas de Sorolla” o “El síndrome de Svensson”. Ha ejercido labores de auxiliar de dirección en largometrajes como “La mala educación” (de Pedro Almodóvar), “Octavia” (de Basilio Martín Patino) o “Las cerezas del cementerio”. Adolfo es también coguionista y codirector del cortometraje en súper-8 “Sillas irreparables” y auxiliar y ayudante de dirección en numerosos anuncios publicitarios (Audi, Vodafone, Iberia). Ha trabajado en el ámbito del periodismo dirigiendo programas como “Estudio de cine” (en radio Manises) y ha coordinado festivales de cine y teatro. Es licenciado en Ciencias de la Información por el CEU San Pablo de Moncada (Valencia) y Master en Tecnologías Digitales Interactivas por la Universidad Complutense de Madrid. 



Adolfo propuso como tarea trabajar sobre el guión cinematográfico de John August para la pelicula Big Fish, dirigida por Tim Burton. Dicho guión está basado en la novela de David Wallacé. Estas son algunas de las tareas enviadas por los participantes en el taller:


Big Fisherman

Aunque no soy aficionado al deporte de la pesca, tuve ocasión hace años de conocer a una gran persona, gran compañero de trabajo y un excelente pescador.
Aprovechando las tardes que teníamos libres, trató de iniciarnos en su deporte favorito, ir a pescar al río Duero.
A mí en particular, me recomendó y el mismo me compró, una caña telescópica con mango de corcho, un carrete de la marca Michel, y una caja de anzuelos de distintos tamaños.
Nunca conseguí pescar ningún pez, ni pequeño, ni grande, me pasaba todo el tiempo colocando en el anzuelo el dichoso gusano, cada vez que miraba había desaparecido. Por su parte él, vadeaba el río, desaparecía, y al final de la tarde aparecía con un saco lleno de peces.
A los vecinos del bloque donde vivía, les repartía la mayoría de los peces que pescaba, otras veces los devolvía al río.
El día que murió, los amigos comentábamos en el tanatorio sus hazañas de pesca; la familia decidió incinerarlo y sus cenizas fueron esparcidas en el río Tormes, lugar donde pasaba largas horas después de su jubilación.

Luis Iglesias


El pez enorme
"Microguión" corto muy corto 

Es mediodía en una playa en el océano Pacífico…
La playa está de bote en bote… los niños juegan en la arena… jóvenes macizas doran sus pechos turgentes… los rayos del sol no deja de lamerlos… un señor calvo con barriga se acerca a la orilla… nota algo extraño… un fuerte olor…
Calvo con barriga: -¡¡¡Dios mío!!! Qué es aquello, a qué huele… diosmio diosmio… ¡Es un monstruo!
El olor se hace insoportable… un enorme pez se hace visible en el horizonte… mide 19 metros de alto, 25 de ancho y 100 de largo… avanza imparable… como una fuera borda… lleva la boca abierta… una enorme boca que engulle todo lo que encuentra a su paso… en unos minutos se merienda a todo bicho viviente… es igual que una gigantesca aspiradora pero en pez.
En la barriga del pez…. Todo es oscuro… negro… The end.

Vicente Martín


CORTE PARALELO A ...
18. INT 747 / VOLANDO - NOCHE


JOSEPHINE despierta de forma brusca. Aprieta la mano de WILL con fuerza. Una contracción es la responsable.

WILL, perdido en sus recuerdos, responde a su apretón con otro. Su infancia ha vuelto. Un par de sombras chinescas la han conjurado. No son como las que EDWARD, su padre, creaba para él. Éstas son huellas sin fantasía. Contornos sin magia. Perfiles huecos. Sin embargo es incapaz de despegar su mirada de ellas. Está hipnotizado.

WILL: ¿Ves ese chico Josy? ¿Le ves?

JOSEPHINE esconde su dolor. Puede que como en otras ocasiones la conversación consiga el milagro de absorberla. Puede que gracias a ella, olvide el relámpago que hace un momento la atravesó. Si lo hace, con el olvido, desaparecerán también las angustiosas anticipaciones, los inútiles juegos de presagios. Se repite: "no es nada". Se engaña. Argumenta para ella misma, sin demasiado convencimiento, que lo inesperado de la situación, los nervios, el miedo, así como la postura -esa postura permanente e incómoda que la ata al asiento desde hace horas- pueden ser la causa del grito de su cuerpo. Quedan dos semanas para el parto. Hay tiempo. Ese no es el lugar apropiado para traer al mundo una criatura. Si por alguna casualidad algo se complicara, sus inicios serían tortuosos. Adora al niño que lleva dentro. Desea tenerlo entre sus brazos, pintar sus días y sus noches con colores cálidos. Quiere que el primer soplo de vida que entre por sus ojos sea suave. Es importante para saber deslizarse. Ella lo sabe bien. Nació de un huevo que eclosionó en un nido donde no había nadie. Jamás conoció a sus padres. Aún recuerda el frio que la recibió, ese frio que la acompaña a todas partes. De no ser por la merina que la encontró habría muerto. Creció entre pastores y mastines, mucho establo y pocos pastizales. Sus alas se hicieron algodonosas. Tardó en descubrir que podía volar: despegar sus patas del suelo, y perderse en las corrientes de aire. Cuando lo hizo, el resto de las aves no entendía sus bálidos: su lenguaje. Le costó aprender que lo importante no es imitar, sino aprender a dibujarse. Por eso quiere llegar al río. Allí vive EDWARD, el abuelo de su retoño. Un hombre al que jamás ha visto. Un personaje que WILL ha recreado para ella en tantas ocasiones que forma parte de su plumaje. Un pez que siempre se supo grande. Un "bestia" que jugando atravesó las fronteras de cualquier pecera. Un "tigre" que supo defender sus agallas. Un "pez tigre" que hizo brotar el agua en los cauces más secos y fluyo con la sencillez del niño que ama sin saber que lo hace. Tiene que llegar al rio. Debe "desovar" en él. Puede que así la promesa que lleva en su vientre, se una al mago que se desvanece. Puede que juntos recuperen el anillo que desde hace tres años nada a la deriva de una noche monstruosa.

WILL: Cuando yo era un niño, mi padre iluminaba las paredes de mi cuarto con sombras parecidas a esas. Todas tenían una historia. Todas eran espectaculares. La que más me gustaba era la que llamábamos el cuento prohibido. Trataba de una bruja que cubría con un parche negro su ojo izquierdo. Era un ojo de cristal. Si mirabas dentro de él, podías conocer tu destino final: tu muerte. En él moraban todas las muertes de todos los seres.

La bruja pirata vivía en un pueblo llamado "Espectro". Sus habitantes eran siluetas sin luz. Fantasmas que sólo conocían las flores artificiales. Las naturales estaban prohibidas. Eran fugaces. El circo estaba proscrito. Era nocivo. Se alimentaban de lo que ellos llamaban "sus verdades". Jamás creyeron que un campo de narcisos pudiera florecer en un instante y perpetuar su fragancia una eternidad. Un día, un joven..

Un nuevo relámpago curva el cuerpo de JOSEPHINE. Una catarata se abre paso entre sus piernas. No puede engañarse. No llegará al río.

JOSEPHINE: William Bloom. ¡Ya!

WILL interrumpe su narración. JOSEPHINE ha dicho su nombre completo. Eso es muy extraño. Vuelve su mirada hacia ella. Se queda perplejo. JOSEPHINE suda como nunca lo ha hecho. Su cuerpo es un arco sobre un asiento. Respira sin compás. Lo primero que piensa es que Josy sufre un ataque de pánico. Que el terror que destila su cuento, la posee. A él, esa historia -su favorita-, también le daba mucho miedo. Cuando la escuchaba no dormía. Temía a la bruja. Temía a "Espectro ".

Las aguas que hace un instante se abrieron crecen rápidamente. Nota los pies húmedos. Recuerda que va a ser padre y grita desesperado:

WILL: ¡Un médico! ¡Por favor! ¡Un médico!

Dos AZAFATAS se acercan. Son hermosas. Muy hermosas. Deben de ser de Siam, siamesas. Lo sabe porque su padre le contaba una fábula de guerras, barcos y ... Se estremece. Son iguales, el mismo traje, la misma boca, la misma nariz, el mismo parche negro cubriendo su ojo izquierdo.

AZAFATA 1: ¿Qué sucede caballero?

WILL llora sin consuelo. Siente que el mundo se ríe de él. Asustado como cuando era un niño, grita:

WILL: ¡No quiero que mi hijo muera!

El agua continua creciendo.

AZAFATA 2: ¡Ah! Un parto. Tranquilícese joven. Dese, si quiere, un paseo. Al fondo del pasillo, junto a los baños, hay un saloncito. Pídale algo de beber al camarero. Y no se asuste por su tamaño. Es un gigante bueno. O si lo prefiere, acérquese a la cabina. Desde su ventana podrá observar los peces que nadan en el río que cubre el mundo entero. Si tiene suerte, verá emerger del fondo, aquel que todos buscan, el que nunca muerde un anzuelo, el...

WILL: El pez bestia.

AZAFATA 1: ¿Le conoce usted? ¿Le ha visto? Es afortunado. No es fácil.

AZAFATA 2: Quítate los zapatos y bucea. Yo ya lo he hecho. Está muy dilatada. El renacuajo estará aquí en poco tiempo.

Los zapatos quedan colgados en el respaldo del asiento delantero. Las AZAFATAS se sumergen. WILL es incapaz de articular palabra. Tampoco puede cerrar la boca. Lo que ve no puede estar sucediendo.

Por megafonía, el CAPITÁN indica que van a entrar en una zona de turbulencias y recomienda a los pasajeros que se abrochen los cinturones y mantengan la calma. Poco después el avión es papel en un tornado. La tormenta arrecia, y con ella, las aguas que les rodean se arremolinan. LAS AZAFATAS, intentan vadear los rápidos. No se las ve durante mucho tiempo. WILL continúa con la boca abierta. Tras una fuerte embestida, las AZAFATAS salen a la superficie. Una de ellas, lleva entre sus manos un bebé. Un bebé mudo.

AZAFATA 1: Ha sido fácil. Tenía prisa.

AZAFATA 2: No respira.

WILL: ¿Está muerto?

AZAFATA 1: Déjenos ver.

Sin poder hacer nada, WILL observa como las azafatas se quitan el parche y miran al recién nacido.

WILL: ¡Nooooooooooooo!!!!!!!!

AZAFATA 2: ¡Padres!

AZAFATA 1: Tiene algo en la garganta, está claro.

La AZAFATA 1 agarra a la criatura por los pies. La AZAFATA 2 agarra uno de los zapatos que quedaron colgados en el respaldo del asiento, y le golpea tres veces en el culo. De repente, se escucha un berrido descomunal, más fuerte que la tempestad que les rodea.

De la boca de la pequeña, sale despedido un anillo. La AZAFATA 2 lo recoge y se lo entrega a su padre. 

AZAFATA 1: Tenía un anillo en la garganta. Caballero, su niña será un pez grande. ¡Enhorabuena!

Al mismo tiempo, la AZAFATA 1, pone a la muñequita en los brazos de su madre. JOSEPHINE la besa. Huele a narcisos. Entonces comprende que ha llegado al río que el río esta siempre en todas partes.

El camarero un gigante bueno, asoma su cabeza desde el suelo. De un soplo, seca todas las humedades. En uno de sus dedos lleva una mantita y un pijamita para que la niña se tape. Poco después, la pequeña duerme sobre el pecho de su madre. WILL continúa de pie. No sabe qué decir. JOSEPHINE le aprieta la mano. Él la mira. Está preciosa. Mira también a su hija. Por primera vez, siente la voz del río.

JOSEPHINE: ¿Has pensado un nombre Willy?

WILL: Sara. Si te gusta, se puede llamar Sara. Significa princesa. ¿Qué te parece?

JOSEPHINE: Me gusta.

JOSEPHINE se vuelve hacia su niña y le susurra su nombre: princesa, mi princesa, princesita...

Las AZAFATAS, ya con los zapatos puestos, se aproximan una vez más. Son hermosas, muy hermosas. Llevan en las manos un paquetito minúsculo. Se lo entregan a WILL.

AZAFATA 1: Es un regalo nuestro para la pequeña. Si un día, el desamor la ronda, lo necesitará. El desamor es un pozo donde viven todas las muertes. El mundo se achica tanto, que casi desaparece. Hay que cegarle, para aprender a ver de nuevo.

AZAFATA 2: Ella lo entenderá, no se preocupe.

WILL lo agradece, y lo abre. Dentro de la cajita, hay un parche, un parche negro.

Ana Isabel Fariña


Big Fish

SECUENCIA 1 INT / FONDO DEL RÍO / DÍA / 1975
Un banco de peces nadan con tranquilad hasta que se dispersan sobresaltados hacia derecha e izquierda. Segundos después un pez de grandes dimensiones se acerca hacia donde ellos se encontraban. Allí se pueden ver numerosos anzuelos dispuestos para ser picados por ellos.


SECUENCIA 2 INT / CASA / 1985
Un padre cuenta un cuento a un niño que está en la cama quien escucha con atención.

SAM
Mi padre me había hablado numerosas veces de ese increíble pez y al principio yo no pensaba que existiese hasta que me enseñaron una foto de él y empecé a creer. Ese día decidí que ese gran pez, tarde o temprano, tenía que ser mío.

SECUENCIA 3 INT / FONDO DEL RÍO / NOCHE  / 1975
Mientras, el gran pez sigue nadando en las profundidades del río.


SECUENCIA 3. EXT / HOGUERA DE ACAMPADA / NOCHE / 1985
Un hombre en un campamento de Boys Scauts  cuenta una historia a un grupo de niños vestidos de indios que, excepto uno, escuchan con atención.

SAM
Desde que me enteré de su existencia, estuve día y noche obsesionado con la idea de pescar al gran pez. Transcurrieron muchos años, pero por fin, lo conseguí. Un día, pescando en el río y, aburrido porque nada picaba ningún anzuelo, algo empezó a tirar con mucha fuerza. Vi al “Gigante” pez y era de este tamaño. No os exagero. Un bicho más grande que esa tienda de campaña. Nunca había visto nada igual.

NIÑO
¿Y lo pescaste de veras?

SAM
No del todo. Bueno sí, pero antes de que escapase y siguiese nadando, me dejó este anillo de oro en la mano. Y es tan mágico como el del Señor de los anillos. Os lo juro.


SECUENCIA 4  INT / CASA DE LOS DONALD / NOCHE / 1995
Mientras la madre de Richard está dándole los últimos retoques a su hijo para asistir al baile de fin de curso, el padre cuenta una historia a su chica que está esperando en el salón. Richard se desespera.

SAM
Y lo creas o no, el pez era enorme, de unas dimensiones desorbitadas. Pesaría una tonelada.

RICHARD
Siempre está igual. ¿Es que no puede dejar de intentar sorprender a todas mis amistades?

LUCIE
Tranquilo, hijo. Sólo quiere ser amable.

RICHARD
¡Ay! mamá, que me pinchas (…) Pero ¿qué quiere?, ¿ligar con ella? Dile que se calle de una vez.

SAM
Y como no podía retener el sedal de la caña, me tiré a por él y lo tuve en mis brazos. Lo tuve en mis brazos durante unos segundos. Luchamos cuerpo a cuerpo…

MARY
¿Y qué pasó? ¿Le atacó?

SAM
No, sólo que, como estaba resbaladizo, se escapó y salió huyendo más rápido que un rayo. Pero me dejó este anillo de oro que, aunque no lo creas, es mágico.


SECUENCIA 5 INT / BARCO / NOCHE / 2010
Es la fiesta de pedida de mano de Richard y Sofie. El padre de Richard da un discurso que aburre a su hijo y decide marchase. Al salir por la puerta se encuentra con su madre. Ésta se dirige a su marido para que deje de hablar.

SAM
Porque mi hijo ha sido tan especial como aquel pez que todos habéis conocido como una leyenda “El gigante” y que yo tuve la suerte de pescarlo en una ocasión. Tristemente se escapó dejándome este anillo que lo he llevado siempre como prueba de su existencia.

RICHARD (a su novia)
Tengo que tomar el aire un rato, luego te veo.

SAM
Algunas personas no se creen que me lo diera él, pero cuando le digo que es mágico y le enseño sus poderes, entonces no pueden negarme que lo que les estoy contando es tan verdadero como que yo estoy delante de ellos.

LUCIE
¿Ya te vas hijo? ¿Ni siquiera el día de tu fiesta te quedas?

RICHARD
No lo aguanto más. Siempre con la misma historia.

SAM
Y vamos a brindar todos para que mi hijo sea tan feliz con su futura mujer como lo he sido yo con esta preciosidad que tengo delante y tan mágica como el anillo que me regaló “El gigante”.

(Besos y aplausos del público)


SECUENCIA 6 EXT / EL MUELLE CERCANO AL BARCO-RESTAURANTE / NOCHE / 2010
Richard y su padre discuten.
           
SAM
¿Acaso te aburría el discurso que estaba dando en tu nombre para dejarme allí solo?

           
RICHARD
Mira papá. Estoy harto de esta historia. La he oído miles de veces desde que era pequeño. ¿No podías dejar de hablar de ella ni siquiera el día de mi fiesta de pedida de mano? No puedo soportar a ese maldito pez eternamente.

SAM
¿Pero si es una historia real?

RICHARD
Yo sí que soy real y siempre te has interesado más por ese maldito animal que por mí, tu propio hijo. A cualquier persona le vas hablado de él. Se ha convertido en una obsesión. El pez, el pez. ¿No te has parado a pensar que a lo mejor yo tenía otras necesidades y que quería escuchar otras cosas de boca de mi padre que no fueran el “Gigante pez”?. De fútbol, como todos los niños, de las preocupaciones del colegio, de mis primeras chicas…

SAM
¿Qué me quieres decir? ¿Acaso te avergüenzas de mí?

RICHARD
Sí, papá, me avergüenzo de ti y estoy deseando perderte de vista y perder a ese maldito “gigante” de mi vida. Menos mal que me voy lejos de aquí con Sofie y no tendré que volver a soportar a ese pez nunca más.
           

SECUENCIA 7 INT / OFICINA (PARÍS) / DÍA / 2015
Richard habla por teléfono sobre trabajo mientras mira el correo. Ve una carta que ha llegado de su casa y empieza a leerla.

RICHARD
No. Nos asombra que no le haya llegado el proyecto todavía. Lo enviamos la semana pasada. Debe haber sido un error. De todas formas, tenemos la versión definitiva preparada para el final de esta semana. Se la haremos llegar en cuanto esté lista.


SECUENCIA 8 INT / CASA DE LOS RONALD / NOCHE / 2015
La madre de Richard habla por teléfono mientras el padre se prepara un Sándwich.

LUCIE
¿Qué tal hijo? Nosotros muy bien. Tu padre aquí está, preparando un sándwich
vegetal. Sigue a rajatabla las indicaciones del médico. Comida sana, deporte. Está en plena forma.


SECUENCIA 9 EXT / PISCINA DE LOS RONALD / NOCHE / 2015
Padre nada en la piscina  y cuando mete la cabeza bajo el agua se imagina pescando y retrocede al momento en que estuvo a punto de pescar al gran pez.


SECUENCIA 10 EXT / RÍO / DÍA / 1975
El hombre estuvo a punto de cazar el gran pez y éste, antes de escapar, le dejó un anillo dorado que se puso en el dedo.

(Voz en off)
Vaya, hoy no quieren picar. Pero qué es esto que tira con tan-ta fu-eeer-za. ¡Oh, Dios mío!¡ Es él!¡Es él! ¡Por fin te tengo! ¡No vas a poder escapar!¡Después de tantos años detrás de ti! ¡Oh! ¡Cómo pesas! ¡Qué no hagas tanta fuerza! ¡Mierda! ¡No te puedes ir ahora y dejarme así! ¡Que nadie te ha visto! ¡Van a pensar que estoy loco!

SAM
¿Eh? ¡El anillo! (…) Me viene como anillo al dedo.


SECUENCIA 11 INT / HOSPITAL / DÍA / 1975
La madre de Richard está dando a luz. El niño nace y sale despedido resbalando por el pasillo hasta que una enfermera consigue frenarlo.
           
MÉDICO
¡Empuje más fuerte!, ¡más fuerte! Ya está aquí. Una vez más.

LUCIE
¡Aaaaahhhhhh!

MÉDICO
¡Qué alguien detenga a ese niño!

ENFERMERA
¡Vaya fuerza que tienes, eh, chiquillo! Eres el bebé más guapo que he visto nunca.


SECUENCIA 12 INT / CASA DE RICHARD EN PARIS / DÍA / 2015
Richard y su mujer embarazada llegan a casa cargando con la compra. Al entrar, ella coge el teléfono que está sonando y se lo pasa a Richard que cambia el semblante al recibir malas noticias. Tiene que volver a EEUU y ella decide acompañarlo. Llama a su trabajo para comunicar su ausencia.

SOFIE
¿Diga?

LUCIE
¿Está Richard?

SOFIE
Sí, sí está. Ahora se pone. Es para ti.

RICHARD
¿Sí? ¡Hola Mamá! Sí, sí. ¿Y qué tal está? Bien, en cuanto pueda estaré allí.

SOFIE
¿Qué ocurre?

RICHARD
Es mi padre. Está enfermo. Tengo que volver a casa. Voy a llamar al trabajo para comunicarlo.

SOFIE
¿Qué tal se encuentra?

RICHARD
No muy bien.

SOFIE
Yo te acompañaré.

RICHARD
No es mejor que no vengas y descanses.

SOFIE
Richard, quiero estar contigo.


SECUENCIA 13 INT / AVIÓN / NOCHE / 2015
Mientras Richard y su mujer van en avión, éste ve a un niño que hace figuras chinescas con las manos y le recuerda a su niñez cuando su padre le enseñaba a hacer esto mismo contándole historias


SECUENCIA 14 INT / CASA DE LOS DONALD / NOCHE / 1985
El padre de Richard le cuenta una historia antes de que este se duerma

SAM
Era un lobo muy feroz que se comía a todos los niños que no se querían dormir por las noches.

RICHARD
Papá, eso son bobadas. Yo ya soy mayor y no creo en esas tonterías .

SAM
¡Cómo te oiga tu madre!

RICHARD
Cuéntame ese cuento de tanto miedo de la bruja malvada que adivinaba el futuro.

SAM
Está bien. Érase un grupo de chicos que decidieron ir al bosque a buscar a la bruja.


SECUENCIA 15 EXT / BOSQUE / NOCHE / IMAGINARIO
Un grupo de 5 chicos va caminando con linternas hacia la entrada de una casa donde vive una mujer que parece adivinar el futuro de las personas. Dos de ellos deciden escapar a causa del miedo. Los otros tres permanecen en el lugar, pero sólo uno se dirige hacia la casa y le recibe una anciana con un parche en el ojo. Habla con ella y le dice el futuro de los otros dos quienes salen corriendo. El protagonista se queda con ella y ésta no le puede decir nada de su futuro

NEAL
¿Estás seguro de que es por aquí?
           
PETER
Claro que sí. Todo el mundo sabe que es al final del bosque.

BILL
Yo tengo miedo es mejor que nos demos la vuelta.
           
ROSS
Mira ahí está la valla. Detrás se ve su casa.

BILL
Pues mi madre me ha dicho que esa señora se come a los niños metiéndolos en una cazuela ardiendo.

PETER
No digas bobadas. Eso son cuentos para asustar a los niños.

ROSS
Lo único que yo sé es que las personas del pueblo tienen miedo de acercarse a ella porque normalmente le da malas noticias.

PETER
Pues yo necesito verla.

BILL
Pues vete tú, yo te espero aquí. Prefiero no saber nada de mi futuro.
           
PETER
Haz lo que quieras.

RACHEL
Ten cuidado, por favor.

BILL
Yo me quiero ir a mi casa. No quiero ser un sabroso cocido mañana por la mañana.

RACHEL
Vámonos, yo tampoco quiero estar aquí.

(En la puerta de la casa de la bruja)

PETER
Hola, me llamo Peter. Sólo quería saber si las historias que cuentan sobre ti son ciertas. He venido con mis amigos para comprobarlo. Queremos saber si eres capaz de adivinar el futuro.

ROSS
¿La has visto?

PETER
Sí, existe de verdad.

ROSS
¿Y cómo es?

(La bruja se deja ver asustando a los chicos. Se levanta el parche y deja ver dos escenas futuras de los dos chicos)

NEAL
Dios mío. Me voy a morir. Si lo sé, no vengo.

ROSS
Y yo también. ¡Vámonos de aquí! No quiero saber nada más. La gente tenía razón.

PETER
¿Y a mí no me dices nada? ¿No has podido ver nada de mi futuro en tu ojo?
Enséñamelo, enséñamelo

(La bruja se levanta de nuevo el parche pero no puede verse nada)

PETER
Ves, no hay nada interesante que ver. No has podido adivinarlo.


SECUENCIA 16 INT / CASA DE LOS DONALD / DÍA / 2015
La madre abre la puerta y entran Richard y Sofie.
           
LUCIE
¡Hola, Richard! ¿Habéis venido?

RICHARD
¡Hola mamá!

LUCIE
¡Qué alegría veros después de tanto tiempo!


SECUENCIA 17 EXT / FUERA DE CASA DE LOS DONALD / DÍA / 2015
Madre e hijo hablan del padre en el jardín de la casa.

LUCIE
Tu padre está ahí arriba, en su habitación.

RICHARD
¿Y cómo sigue? ¿Igual? ¿Sigue con su historia del pez?

LUCIE
Ya sabes cómo es. Sigue con sus cosas, pero ahora como no está tan bien… Te ha echado mucho de menos Richard, ¿sabes? No tenías que haberlo dejado así.


SECUENCIA 18 INT / EN LA COCINA DE LOS DONALD / DÍA / 2015
Richard encuentra al médico que lo trajo al mundo y le presenta a su mujer. Habla brevemente con él y su madre le pide que le suba la medicina a su padre.

MÉDICO
¡Pero mira quién está aquí!

RICHARD
¡Hombre, Doctor Raymond! ¿Cómo está?

MÉDICO
¡Cuánto tiempo sin verte, hijo!

RICHARD
Sí, mucho. Mira esta es Sofie, mi mujer.

MÉDICO
Encantado. ¡Uhmm, embarazada! Va a ser una niña preciosa.

SOFIE
¿¡Una niña!?

MÉDICO (a  Sofie)
Es un poco serio y refunfuñón pero es un buen chico.

LUCIE
Toma dale esto a tu padre para que se lo tome y vete a verlo. No te espera. Le vas a dar una gran sorpresa.


SECUENCIA 19 INT / PASILLO Y HABITACIÓN DEL PADRE / DÍA / 2015
Richard va subiendo las escaleras y viendo las fotos de su infancia y juventud hasta llegar a la habitación de su padre
           
RICHARD
¡Papá!

SAM
¡Hola, hijo!

(Saludo con la mano por parte de Richard)
           
SAM
Tengo unas ganas de beber agua…

RICHARD
Espera, no te preocupes, yo te la doy.

RICHARD
Estaba muerto de sed  (…) Pensaba que no te iba a volver a ver nunca más.

RICHARD
Pues aquí me tienes.

SAM
Cuando te fuiste me dijiste unas cosas que no he podido olvidar.

RICHARD
Lo siento.

SAM
No creo que fuera tan mal padre para ti. Solo quería contarte historias fantásticas para que tuvieras una infancia feliz y no pensaras en los problemas que tenían algunos niños de tu edad.

RICHARD
Lo sé papá. Ahora ya ha pasado mucho tiempo y eso ya no importa.
Mamá me ha dado esto para ti

SAM
¡Oh, no! ¡Sabe a rayos!

RICHARD
Venga, tómatelo, te hará bien.
           
SAM
No sé si tu madre quiere ayudarme a curar o matarme directamente. Bueno, y ahora siéntate y cuéntame cómo te ha ido tu vida.

RICHARD
No hay mucho que contar, llevo una vida normal. Trabajo, familia.

SAM
Me ha dicho tu madre que vas a ser padre.

RICHARD
Sí, ahí andamos, un poco asustados. Ya sabes, padres primerizos.

SAM
No hay que asustarse. Un hijo es lo más maravilloso que te puede ocurrir en tu vida.

RICHARD
Ya.

SAM
Y no te preocupes, no creo que seas tan mal padre como yo.

RICHARD
A  lo mejor lo soy peor. Yo no creo que pueda contarles a mis hijos esas historias que tú me contabas a mí. Para eso hay que valer.

SAM
No es tan difícil.

(Tose)

RICHARD
Papá, toma, límpiate.

SAM
Basta con que le des pequeñas pinceladas a la realidad como yo hice con la historia del pez.

RICHARD
Ya estamos con el maldito pez.

SAM
Escucha Richard, ahora que has vuelto, quieras o no, tendrás que escuchar la historia completa antes de que sea demasiado tarde. Sé que un día, cuando yo no esté, me lo agradecerás. Y tu hijo también.

(Richard abandona la habitación de su padre y sale al pasillo)


Toñi Martín del Rey

El sueño de la esposa del pescador

El lunes pasado la sesión giró en torno a la fantasía y el deseo. Para ello tomamos como punto de partida el famoso grabado de Katsushika Hokusai "El sueño de la mujer del pescador", un referente del arte erótico.

El poeta Orlando González Esteva señala en su artículo "Amores bestiales":

El sueño de la mujer del pescador, el famoso grabado de Katsushika Hokusai (1760-1849), cumple doscientos un años, y uno no sabe qué admirar más, si el poder sugestivo de la obra, donde se contempla a dos pulpos sosteniendo relaciones íntimas con un ser humano, o el título que acabó adjudicándosele, un título capaz de excitar la imaginación del más apático. Hokusai no dio nombre al grabado y algunos críticos e historiadores prefieren identificarlo con frases más escuetas: Joven buza y pulpos o La buscadora de perlas y dos pulpos. Son títulos conformes a una realidad milenaria: no es raro que la mujer japonesa bucee en busca de algas, mariscos y ostras, constantes de la dieta nacional, o en busca de perlas, mientras su marido pesca mar adentro. Internet ofrece fotografías y testimonios filmados de algunas pescadoras de perlas contemporáneas y, como antaño, semidesnudas.
El grabado de Hokusai, cuyo punto de partida puede haber sido la historia de Tamatori, una princesa que ayuda a su esposo a recuperar la perla que le ha robado el rey de los mares –un dragón al frente de un ejército de criaturas marinas, entre ellas, un regimiento de pulpos–, ha atraído a escritores, músicos, escultores y pintores occidentales, entre los que figuran desde Auguste Rodin y Pietro Mascagni, a cuya ópera Iris pertenece el “aria della piovra” o “aria del pulpo”, hasta Pablo Picasso y Salvador Dalí. Pero ha sido la psiquiatría la que más ha hurgado en la obra de Hokusai para ilustrar el poder de la vida inconsciente, la significación de los sueños, el carácter tentacular de los deseos reprimidos, el rol de la fantasía y la fiera pulsión animal que subyace en lo humano, donde la zoofilia es agua que aún mueve molinos.
El sueño de la mujer del pescador ocupa un lugar de privilegio en la historia del arte erótico. No ha perdido un ápice de su don para turbar –y, en ocasiones, ofender al desavisado pudibundo– ni para espabilar a quien no teme dejarse arrastrar por lo que la obra aventura. Pero de ser despojada del nombre que la tradición le impusiera y por el que ha llegado a identificársele se vería privada de buena parte de su encanto, de aquella dimensión que la rescata de un erotismo extravagante, rayano en lo grosero. Tan importante como lo que Hokusai muestra es, para quien sabe que un título puede enriquecer una obra o atentar contra ella, la palabra “sueño”.



El objetivo de la sesión era reflexionar sobre el mundo de los sueños (el psicoanálisis, Freud), la fantasía y el deseo. Esta obra de Hokusai ha inspirado a grandes pintores y grandes escritores y -como nació sin nombre- recibió varios títulos.

Propuesta de escritura
¿Qué títulos le pondríais vosotros a dicha obra? ¿Qué otros posibles sueños eróticos -entre la fantasía y el deseo- pudo tener la joven protagonista, una buscadora de perlas japonesa, esposa de un pescador?

Estos son los trabajos de algunos de los participantes en el taller


El sueño del pescador

Se acerca y juntos nos dirigimos a la minka. Corro la fusuma para cerrarla, observando el exterior, nadie se ha percatado de nuestra ausencia en la playa.
Me espera junto al futon extendido en el tatami. Cuidadosamente retiro el kakebuton y coloco la makura. Cojo un paño de seda y le vendo los ojos antes de desnudarme. Comienzo a desvestirle lentamente, se estremece al sentir mis manos, frías de pasar horas bajo el agua, sobre su torso, y ronronea al sentir mis dedos recorriendo su columna vertebral hasta posarse en sus caderas. Sus manos me buscan aferrando mi cuerpo contra el suyo. Me separo apartando su cuerpo de forma violenta, la sorpresa le hace llevarse las manos al vello que tiene sobre los ojos. Impido que se lo quite y hago que se tumbe. Me obedece a regañadientes más por la evidente excitación que por seguirme el juego.
Comienzo a recorrer su cuerpo con mis labios, remarcando el camino con mis uñas. Mis dientes le arrancan un grito de sorpresa al cerrarse sobre uno de sus pezones. Cuando lo repito con el otro, el grito se convierte en un gutural sonido brotado de su pecho. Rodeo de besos su ombligo y comienza a temblar. Me buscan sus manos y respondo guiándolas por mi propio cuerpo. Se me escapa un gemido indiscreto y su cuerpo se revoluciona ante él. Bruscamente me aparto y uno nuestras humedades comprobando que encajan a la perfección. Comenzamos a movernos al ritmo. Me encuentro al borde del abismo y sé que me acompaña.
Entonces noto una sacudida, muy distinta a la que esperaba, en el hombro. Mis ojos enfocan la cara de mi shujin, que acaba de llegar a la playa con su barca y me mira desconcertado. Sacudo la cabeza y me deshago de los restos de mi fantasía extramarital. Mi marido me deja y vuelve a la barca donde ayuda a su compañero, el objeto de mis deseos ocultos, a descargar los aparejos.

Suspiro frustrada. No me siento culpable y menos después de que mi shujin me confesara que fantasea que es un pulpo que me penetra con todos sus tentáculos. Al menos mis fantasías son lógicas.

Leticia Vicente


Distintos sueños eróticos

Recuerdo que en una reunión variopinta de amigos, en los que había un poco de todo, personas serias, cachondos, pirados, salidos y salidos del todo.
Teo, un poco salido, comenzó diciendo que el siempre soñaba lo mismo, que todas las noches nada más acostarse, empezaba a soñar con tres mujeres distintas, con las que pasaba unas noches bárbaras.
Chema, que era algo mas vergonzoso, nos decía que él disfrutaba soñando todas las noches que cogía su Honda y se iba hasta Alicante para ver amanecer frente al mar.
Aquí, empieza una pequeña discusión entre ambos, para ver quién de los dos decía la verdad y quién fantaseaba más.
Teo, zanjó el tema diciéndole a Chema, que ayer mismo y dado que las mujeres con la que estaba eran un poco peleonas, le llamó para que le echara una mano, y que su contestador automático le comunicó que había salido con la moto para Alicante.

Luis Iglesias


La cala blanca y los peces de colores

Una arena blanca, fina, casi ceniza se oculta a los pies de un acantilado. La vegetación verde y frondosa es testigo de una naturaleza que se despeina. La mar recibe el reflejo de un cielo sin nubes, vacío, desnudo. La luz es clara, tan clara que amenaza con romperse y esparcirse en el aire convertida en millones de partículas de zafiros y diamantes. Las olas melodiosas y tímidas visitan la rada, van y vienen, vienen y van en una monotonía que es un canto al sosiego, a la paz, a la sensualidad, al placer. Su tacto es suave, aterciopelado, pura tela de algodón blanco que suaviza la arena y la acicala.
Alba aparece con la espuma, la mar la empuja, la arroja a la cala que la acoge. Un vestido blanco, seda fina, se adhiere a la piel, marca una figura torneada, esbelta, bella… parece agotada, sin fuerza, aunque su rostro refleja la ternura de la rosa. Se recuesta boca arriba con los ojos cerrados para que el sol no la ciegue, la arena blanca, fina, casi ceniza hace de lecho, necesita descansar. El pezón derecho asoma libre, como una fresa en azúcar. Alba duerme, la arropa la brisa.
El mediodía da paso a la tarde. El aire transforma su aliento en silbido. La mar escucha, se acerca. El agua contempla la figura que yace recostada, obra de arte irrepetible de la naturaleza. Poco a poco se aproxima. Cada empuje la acerca más… el deseo despierta. La rodea milímetro a milímetro. Sus primeras gotas mojan los dedos del pie. El impulso arrecia. No hay marcha atrás, el goce se precipita irremediablemente. Alcanza los tobillos, las piernas, una espuma blanca los cubre. No hay resistencia. Nada impide. Nada limita. Los peces de colores la ven y la desean. “Verdeazul” no duda, un salto certero lo coloca sobre el pezón descubierto. Sus labios carnosos en forma de “o” comienzan una succión lenta, profunda, matizada, cierra y abre los ojos, solo instante de respiro y el deleite invade los contornos. Es un ternerito sobre el seno de una madre nueva, un cordero de nieve adherido a la mama apetitosa.
Las olas ganan terreno, el vestido de Alba deja al descubierto sus caderas. El monte de Venus recibe los primeros empujes ondulados de un ritmo eterno, música que nunca cesa y que embruja, herencia de las sirenas míticas. Está húmedo, cálido… Se entrega.
Más peces la rodean. “Pequeñogrisperlaca” frica con dulzura el clítoris. Ninguno como él conoce sus secretos. Siente como se estremece todo el cuerpo, oye unos jadeos largos, intensos. Entonces él también se estremece y segrega su néctar gris perla.
“Verdeazul” cede su puesto a nuevos peces, son “añil”, “naranja” y “dorado”. Todos con el mismo mimo, con el mismo cuidado retozan en el mismo seno. “Amarillochillón” y “rosapálido” encuentran otro fruto Idéntico. La tensión enmascara el placer que está a punto de estallar. Sabores penetrantes, inmensos, completos.
"Rojo" se sumerge en el "orto". La vulva es ahora de "Verdeazul" y de "Verdinegro y de "Azulmarino”. El juego continua, la danza aprendida: succión, frotamiento, mimo, suavidad, fuerza, fuego, calor. Verdeazul entra y sale, entra y sale, entra y sale… su cuerpo endurecido, no deja huecos... el movimiento suave del comienzo crece… un lubricante espeso, tibio, le facilita su inclusión, más ritmo, más dentro, más y más profundo… cada vez más pasión....entra y sale, entra y sale, entra y sale… Uno y otro y otro… Succiones, frotamientos, caricias... placer sin miedo, sin límites, sin leyes ni remordimientos…
El cuerpo de Alba se convierte en una sinfonía de sensaciones, emociones... su goce es pleno. Los estremecimientos se suceden, los jadeos se unen a las olas, a los rayos solares que diligentes lamen el sudor que salpica la cara de Alba... Alba... Alba.... ahhhhhhhhhhhhh!... sus brazos, sus ingles, su vello…abandonada, su cara dibuja una sonrisa de satisfacción.
Atardece, el mar mece, relajado, los ecos del placer, una luna aparece y sonríe. Las olas se retiran. Los peces de colores también. Se sumergen. Nadan hasta lo más hondo, hasta lo más profundo. Alba va con ellos. El sueño es profundo.

Vicente Martín


Despeinada por la libido

Fantasía de sensaciones
arde en su rostro.
Esposa en soledad,
goza entre sollozos
con la viscosidad del amante,
abrazado a su piel.
Tentáculos de miel
destronan su vagina,
lamen su cuerpo,
acarician sus senos.
Presa del deseo,
se disfraza de sueños
donde habita la libido,
dueña del sentir y del instinto.

Sofía Montero García


Canibalismo porno-gore

Él me come y yo me muero viva.

Elena Vicente


Un sueño

Echaba los cordeles al agua, miraba al horizonte.
Soñaba con que algún día viviría al lado del mar,
En una casa de madera y tejas, expuesta al olor de la sal.
Escribiría unas páginas de su libro y descansaría echando la siesta.
Soñaba con esos ojos azules, que cada noche, se aparecían en sus sueños,
esas manos que la tocaban y la dejaban con ganas de querer más.
Unían sus piernas durante el acto sexual.
La encantaba, ojalá pudiera ser así de simple.
Acostarse cada noche con aquel hombre que la volvía loca que había conocido en el naufragio
del barco.
Durante unos instantes corrió la brisa marina, tenía los ojos cerrados y poco a poco los fue abriendo.
Era fascinante seguir soñando e imaginando, incluso en los sueños más eróticos.
El paisaje era similar a las novelas que ella leía sobre asesinatos y crímenes en Suecia la colección de Camilla Lackberg.
Notó un aroma que le resultó familiar, y acto seguido unas manos que la acariciaban.
No era ningún sueño, no lo había soñado, aquel hombre que tanto deseaba estaba allí, observándola.
La habían quedado muchas ganas desde la última vez.

Iria Costa


La buscadora de sueños

Avanzaba hacia la playa solitaria sorteando los resecos arbustos que, como mudos testigos, se asomaban al sinuoso y serpenteante camino que moría, al igual que las mareas, en el viejo empalizado de madera.
Envuelta en una liviana túnica de lino, se movía sigilosa, intentando que su presencia no fuera advertida. Como cada noche desde que se había producido el casual encuentro, llegaba anhelante a la nocturna cita.
Apenas hacía dos semanas que había acudido, como acostumbraba, a ese mismo lugar a esperar a su marido, viejo pescador que faenaba en aquellas tranquilas aguas. Paseando, jugaba a esquivar los suaves envites de las olas moribundas que en postrer esfuerzo hasta sus pies llegaban. En un momento que su recuerdo no lograba precisar, sintió un brillante destello y un fuerte empellón que la derribó boca abajo sobre la suave arena. Aturdida, intentó reaccionar y ponerse en pie, pero una presión, más constante que ruda, la mantuvo sobre la húmeda esterilla. Intentaba recuperar la calma cuando comenzó a sentir un suave cosquilleo que, desde sus finos tobillos, ascendía por sus largas y bien contorneadas piernas. Incapaz de resistirse, se fue abandonando a la enervante caricia que, al amparo de la cara interior de sus tersos muslos, buscaba de forma inequívoca esa parte de su anatomía que su viejo marido había bautizado como la Concha de Miel.
A la vez, sentía cómo unos fuertes y poderosos brazos la abrazaban y acariciaban con estudiados movimientos todos los rincones de su rotunda y voluptuosa anatomía. No hubo parte alguna que no fuera sometida a tan dichosa tortura. Volteada, sintió el roce de la arena en su espalda y, a la vista de la inquisidora luna, sus enhiestos pechos apuntaron hacia el cielo, retando al infinito. Embriagada de deseo, sentía cómo un vibrante y voraz apéndice , que le parecía de húmedo algodón, se abría paso entre sus labios carnosos buscando impúdicos su lengua.
A medida que su excitación iba en aumento, su voluntad de resistencia se empequeñecía y su único deseo era que la caricia llegara, por fin, a la delicada gruta y, abriéndose paso, apagara el fuego que consumía sus entrañas. Abandonada por completo al goce no pudo reprimir, en el supremo instante del orgasmo, un grito que rasgó la noche y ahuyentó al agresor. Aún aturdida y avergonzada, intentó incorporarse poner orden en sus ropas y sus ideas.
A partir de esa noche, su vida se había reducido a dejar pasar los días, las horas, esperando la llegada de la noche y el encuentro con su furtivo amante.
Hacía dos noches que su amante no había acudido a la cita, pensaba taciturna, anhelando su llegada mientras rememoraba los últimos embates amorosos.
Si no acude esta noche, se dijo, iré a su encuentro. Esperó vanamente la deseada presencia. Y no pudiendo contener más su deseo, decidida, se despojó del vestido leve y, abrazada por la noche, se fue sumergiendo en las tranquilas aguas en busca del amoroso bautismo.

Fernando de Castro


El sueño del animal mitológico

Un marido inoportuno y despistado y ella tan insomne y obediente. En las noches de tormenta cuando los dioses vuelcan su furia sobre la tierra, el marido se ocupa de sus negocios y la abandona. Entonces La Ninfa se prepara, se coloca un rosario de perlas en la vagina para acudir al reclamo y se tumba en la orilla a esperar al Dios de las profundidades. Siente placer con un simple movimiento de piernas pero, el éxtasis se refleja en su rostro cuando un ser con torso de humano y cola de pez, emerge y extrae las perlas de su interior una a una.

Antonia Oliva


La Perla

He buceado en mis anhelos. Ha sido un viaje temerario y sincero. Sin bombas de oxígeno, sin snorkels, sin trajes de neopreno. El océano es oscuro. Cuanto más te sumerges, se vuelve más negro.
Me dijeron: "No lo hagas. Conocerás el infierno." Y lo conocí.
Fué un infierno pleno. Su fuego, el abrazo firme que deshizo mi cuerpo.
¡Hay tantos universos!
Flui entre sus mareas. Fui marea. La luna marcó el compás, la cadencia ondulada que me dejó sin aliento. Solo muere el que esta vivo, solo vive aquel que ha muerto.
Mi verdugo fue un pulpo, un molusco invertebrado al que me dí por completo. No le llamé. Al menos, no lo recuerdo. Yo jugaba con las algas. Él buscaba alimento. Apareció entre las rocas. Me regaló su reino. Un palacio con tres corazones y ocho cetros. Conocí su cama. La dibujó con tinta en mis ojos, en mi boca, en mi sexo, en mis senos... Al principio fue un boceto, un esbozo blando que ahuyentó al cancerbero, un bosquejo suave con el que cubrió mi lienzo. Todas mis puertas se abrieron. El hielo se derritió. Sin fronteras, se desbordó el rio: el manantial que vivía preso, el hijo de la caricia y el beso. Su calidez despertó el corcel que moraba en cada cetro. Su blancura agitó su paso. La marcha se hizo segura, el trote vehemente, la zancada fuerte. Eran ocho alazanes y un solo jinete. Fue un galope libre. No hubo atajos. El tiempo se hizo vapor, el espacio un recuerdo. Recorrimos el mundo que se escondía del mundo. Al rozar el horizonte, otra puerta se abrió. No hay confines en la perla que habita el océano, en la esfera nacarada que vive lejos del hielo.
Lento nació el sosiego.
He buceado en mis anhelos. Ha sido un viaje temerario y sincero.
Hoy he vuelto.
Miles de gusanos bailan seguros alrededor de un árbol prohibido, un manzano eterno. Temen la inmensidad del infierno.

Ana Isabel Fariña


El sueño de la esposa del pescador

Miao Miao, la esposa del pescador, llevaba recogiendo alimentos marinos para su cocina durante horas. Era un día soleado y con un calor asfixiante que hacía que la poca ropa que aún le quedaba se le pegara al cuerpo. Menos mal que el agua marina y la brisa que, de vez en cuando, corría le había ayudado a soportar mejor sus tareas domésticas. Sin embargo, el calor había contribuido a que, poco a poco, se hubiera ido desprendiendo de sus ropajes superiores hasta quedarse con una leve camiseta blanca que se pegaba a su figura y resaltaba sus pechos redondos y elevados. La falda no se había atrevido a quitársela por si, casualmente, alguien la veía, pero, igualmente, estaba mojada y hacía que se trasparentasen sus delgadas extremidades inferiores.

Tenía que agradecer que este calor soporífero hubiera coincidido en festivo, día en que, sólo él, su marido, se empeñaba en trabajar. Adoraba el mar y por ello trabajaba un día sí y otro también sin tener en cuenta las fiestas ni los días de descanso necesarios para cualquier ser humano.

Ella conocía esta característica en el trabajador pescador, pero nada pudo hacer cuando su padre concertó la boda a cambio de una dote considerable. De nada sirvieron sus lloros y que le repitiera a su padre, una y otra vez, que nunca se sentiría atraída por un hombre que le doblaba la edad. Lo que no conocía, y jamás hubiera imaginado, era que su marido hacía tiempo que había abandonado cualquier actividad que no fuera la pesca mar adentro. Lo único que hacía, y exclusivamente por necesidad, era alimentarse y dormir las horas necesarias para emprender el viaje hacia el mar nada más despuntar el primer rayo de sol en el cielo.

Miao Miao, quien nunca había sentido ni un ápice de amor por el que fuera su esposo, suspiraba, sin embargo, por un poco de atención hacia su persona pues no se sentía apreciada ni amada por el pescador sino, todo lo contario, abandonada, descuidada, desabrigada. Su imaginación de jovenzuela le había llevado a soñar, tanto dormida como despierta, con que su marido la poseía una y otra vez llevado por la falta de ella en alta mar. Desgraciadamente, y a pesar de los negativos sentimientos que sentía hacia él, alguna vez se había sorprendido esperándolo de forma ardiente e insinuante en la orilla de la playa. No obstante, el pescador no mostraba hacia ella ningún síntoma de deseo.

Ese día, agotada y sofocada, y aprovechando que nadie la veía y pudiera decirle al esposo la osadía que ésta se había permitido, decidió sentarse unos minutos a descansar en una zona rocosa que se encontraba a unos metros de ella. Allí, también crecían unos altos juncos y plantas acuáticas que hacían del paisaje algo misterioso. En pocos pasos se encontraba en el lugar. Se sentó y empezó a refrescarse el rostro, el cuello, el torso, las caderas, la entrepierna, con el agua que las olas acercaban hasta sus pies de manera escalonada.

De repente, se sintió observada. Tuvo esa sensación extraña en la que la presencia de algo que no podía describir la observaba con intensidad. Levantó su cabeza, miró al fondo del mar, pero su marido no podía ser, pues no divisaba ni siquiera un punto lejano de la barca con la que diariamente se adentraba en el mar para realizar sus quehaceres. Miró hacia el otro lado, hacia los juncos, y tampoco apreció nada allí. Sin embargo, notaba algo. No alcanzaba a ver nada, pero algo había que le inquietaba. Se levantó lentamente de la roca y, un poco asustada, se dirigió hacia las plantas con el temor de encontrar algo extraño que la pusiera en peligro, pues no había ni un alma por los alrededores que la salvara en caso de necesidad. Súbitamente, percibió que unos ojos la miraban con vigor. Se fijó y pudo distinguir la imagen de una cabeza y un fornido torso masculino, musculoso, fuerte. A pesar de su miedo, se sentía atraída por esa imagen, que distaba mucho de la de su esposo, y avanzó lentamente hacia ella. Cuando estuvo en frente de la imagen, ésta separó los juncos y la invitó a pasar con unos movimientos de cabeza. La vehemencia con la que la miraba la atrajeron hacia él y, en vez de correr, que es lo que le decía su cabeza, se acercó pausadamente hasta que los juncos se cerraron detrás de ella.

En ese momento percibió la imagen entera. No se trataba de un hombre, sino de un híbrido, mitad hombre, mitad serpiente. Pero una serpiente extraña con pies, varios pies, muchos pies, como si de un ciempiés se tratara. No, pero en realidad, no eran pies sino piernas; no tampoco; una especie de brazos, muchos brazos. Ni siquiera eso; era lo más parecido a los tentáculos de los pulpos que el pescador había traído a casa tantas veces y que ella había cocinado de mil formas.

Se asustó y sintió el impulso de salir corriendo, pero sus pies no respondían y parecía que habían echado raíces en la arena, unas raíces que no la dejaban moverse y que la acercaban cada vez más a ese ser fantástico, atrayente, misterioso y extraño al mismo tiempo, que ejercía sobre ella una fuerza sobrenatural.

Esa cosa también se acercó a ella pausadamente, clavando su fogosa mirada en ella, mostrándole una amplia sonrisa que la hizo calmar lentamente. No se escuchó ninguna palabra entre ellos. Inesperadamente, él le acarició la mejilla con un tentáculo. Estaba húmedo, era algo viscoso y resbaladizo, pero al entrar en contacto con su piel desnuda, despertó en ella una excitación incontrolable dormida durante sus años de matrimonio.

El extraño ser le apartó su pelo húmedo de delante de la cara llevándolo detrás de la cabeza con otro tentáculo. Juntó todo su cabello en una coleta con otro y, mientras tiraba fuertemente de su cabeza hacia atrás, la acercó de forma brusca hacia él con otro tentáculo y, en un santiamén, le arrancó la ropa mojada de su cuerpo dejándola desnuda. Fue todo muy rápido y a ella apenas le dio tiempo a reaccionar, pero a partir de ese momento se abandonó dejándose hacer. Se dejó llevar porque sabía que lo que le estaba haciendo esa criatura era lo único que experimentaría en toda su vida.

Mientras pensaba todo esto, la cosa empezó a acariciarla por todo el cuerpo con sus múltiples tentáculos. Le tocaba suavemente los pezones, alrededor del pecho, el cuello, le masajeaba los pies, le estimulaba el clítoris, le rozaba partes que nunca hubiera sabido que existían si no hubiera sido por él, mientras que al mismo tiempo le susurró algo incomprensible en su oído y acercó la boca a la suya, apenas sintiendo un roce, e inesperadamente, introdujo la lengua humana en su boca entrelazándolas ambas, humana y sobrehumana. Aquel intercambio de fluidos le pareció arrebatador y todo sumado, besos y caricias, hicieron que ella cerrara los ojos con intensidad, se relajara olvidando totalmente su miedo y empezara a gemir encharcándosele el alma de placer.

En un segundo sintió un movimiento brusco y repentino y notó cómo él entraba en ella. No sabía qué tentáculo había utilizado en esta ocasión, aunque tampoco se molestó en averiguarlo pues empezó a notar unos lentos balanceos sobre ella que poco a poco iban ganando rapidez al mismo tiempo que un placer inesperado subía en forma de espiral desde su estómago hasta su garganta. Transcurrieron muchos minutos así y en todo este tiempo ella únicamente se mordió los labios. No podía soportar tal torrente de intensidad en esos movimientos que hacían que se tensaran los músculos del ser que tenía sobre su cuerpo. En un momento él empezó a cabalgar con más intensidad; sus gemidos y resoplidos se unieron a los de ella hasta que los dos chillaron al mismo tiempo y tras unos segundos, él salió de ella, rozó nuevamente todas sus partes con sus tentáculos y se tumbó a su lado.

Cuando, unos instantes después, tumbada entre los juncos, Miao Miao abrió los ojos para mirar a su amada criatura, ésta había desaparecido y, aunque alzó levemente su cabeza para buscarlo, supo que no lo encontraría. Se había marchado para siempre. En los ojos de ella se podía adivinar un brillo especial que denotaba una felicidad absoluta que rápidamente se transformó en una humedad que brotó de sus ojos en forma de dos lágrimas y que, calientes, recorrieron suave y lentamente sus mejillas. Ni siquiera había tenido la oportunidad de decirle a su extraña criatura que le había hecho la mujer más feliz del planeta.

Toñi Martín del Rey


Sorberé hasta tu alma

Voy a aferrarme a tu coño como si no hubiera mañana. Sé que te resistirás y tu sabes que no podrás evitarlo. Mis tentáculos asirán con fuerza cada una de tus extremidades, para ofrecerte abierta y entregada a mi boca sedienta. Sé porqué lo haces, porqué te resistes. Deseas el placer animal que sólo yo puedo darte, pero tratas de negarte ese derecho, avergonzada ante mi cefalópoda bestialidad. Prometo no aliviar la presión cuando ceda tu resistencia, para que mantengas la pantomima cuando explotes en mi estoma. Taparé tu boca con otro de mis apéndices, que tus gemidos no te delaten y cuides tu imagen de hembra mancillada. Pero los dos sabemos que eres una viciosa indómita que mueres porque esta bestia extraiga tus jugos. Aún queda libre un último tentáculo, que utilizaré para profanar tu orto; te arquearás y tú misma empujarás tu sexo a mi boca, entregándote. Mi única duda es si, cuando ejecute mi perverso regalo, asomará antes a tu rostro la sorpresa o el orgasmo.

Miguel Ángel Pegarz


De tu monte... ríos que van al océano

Venus. Quisiste ser libre.
Aquella tarde,
conseguiste desenredar de la red del pescador
tus largos cabellos dorados.
Huiste, dejando tras de ti,
tus huellas marcadas sobre la arena y
el tacto de sus ásperas manos.

Desnuda,
paseas hoy tu cuerpo cálido y húmedo a la vez,
avanzando indómita sobre el lienzo donde descansa el acantilado.
Ofreces tu cuerpo al mar, una vez más,
mientras contemplas absorta tan bello atardecer y,
cierras tus ojos,
abres tus brazos y te entregas al amante que
te espera en la profundidad del Océano.

Tú,
tan bella aún,
sostienes con tus manos su torso húmedo
llevándolo hacia tu voluptuosidad,
invitándole a sumergirse en tus labios.

Recorres el mapa de su piel con tu boca,
mientras él, tu amante,
perfila con sus dedos todo tu cuerpo
hasta detenerse en tus senos de diosa,
la misma diosa que le entrega el magma
que brota del volcán ardiente que esconde en su cuerpo.

Venus. No eres libre.

Tu calor hizo hervir sus frías aguas
en el momento en que tu amante
fundió en tus entrañas su lanza,
cual lámina de metal
a la que da forma el forjador a partir del intenso fuego.
Te llevó hasta el fondo del Océano
donde aún permanecen enredados,
entre las ramas de las algas,
tus largos cabellos dorados.

Venus,
sabes que ahora eres suya,
del descansar de su cuerpo
cuando yació sobre tu monte
y apagó tu fuego intenso.

Tina Martín Mora


Mar de fondo

Brama el mar
a los pies del acantilado.
Rompen la olas
Como nunca antes lo hicieron
Intentando decir algo.
En su interior,
Venus gime de placer
En brazos de su amante.

Tina Martín Mora

Palabra sobre palabra

La sesión del lunes 23 de febrero la dedicamos a las palabras. El taller se inició con el álbum ilustrado La gran fábrica de las palabras, una historia de amor en la que las palabras tienen sus valor y su precio.
En la ficha de trabajo reunimos textos de Víctor Moreno, Juan José Millás, Pablo Neruda, Manuel Vicent, Jesús Marchamalo y Mario Benedetti.


Francisco Vila Guillén


Reproducimos aquí el articuento de Millás titulado “Palabras”:

Si al abrir la boca, en lugar de palabras, nos salieran libélulas, estudiaríamos entomología para conocernos mejor. Pero las palabras son también formas biológicas perfectamente articuladas que segregan ideas como las serpientes veneno o las abejas miel.
El entomólogo de las palabras es el lexicógrafo, al que no es raro ver en las esquinas armado de una red con la que atrapa voces que luego ordena, al modo de una colección de insectos, en el interior de un volumen. La diferencia entre el diccionario y las cajas de escarabajos atravesados por un alfiler es que en un buen diccionario de uso las palabras se mantienen vivas. Las hay con cabeza, tórax y abdomen, o con caparazón, artejos, aguijones y labros. Muchas poseen unas formaciones oscuras que al levantarse con el misterio de las faldas dejan ver esa suerte de lencería fina, los élitros, con los que vuelan alrededor de los labios de las mujeres y los hombres antes de diluirse en el aire como el hielo en agua.
Hay palabras que dicen lo contrario de lo que significan y palabras que aun no significando nada consiguen atravesar la barrera de los dientes y aletear como un pájaro ciego durante unos instantes ante nuestros oídos. Algunas viven siglos y otras desaparecen a las 24 horas de ser alumbradas. Muchas sólo nacen para fecundar el lenguaje, por el que son devoradas una vez cumplida su función reproductora. A ciertas voces, después de haber sido encerradas dentro de una definición, se les escapa el significado, como el jugo de una fruta abierta, y cuando vuelves a usarlas no tienen sentido o han adquirido uno nuevo y sorprendente.
Un diccionario, pues, viene a ser un terrario en el que en lugar de ver salamandras o ranas o tritones vemos la palabra “salamandra”, la palabra “rana”, la palabra “tritón”, incluso la palabra “palabra”, mostrándonos sus hábitos significativos o formales, sus articulaciones, su extracción social, sus intereses.
Aguilar acaba de publicar el de Manuel Seco, que constituye hoy por hoy el mejor zoológico de términos vivos conocido. Al recorrerlo, uno se da cuenta de que estamos hechos de palabras, como la Biblia o el Quijote, a cuyo lado debería de haber siempre un diccionario.


La tarea de escritura que propusimos fue: escribe un texto inspirado en alguna de estas expresiones:

1. Pedir la palabra
2. Dejar a alguien con la palabra en la boca.
3. Ni media palabra.
4. Tomar la palabra.
5. No tener más que palabras.


Y estos son los trabajos de algunos de los participantes del taller:

Palabras

Palabras voladoras
idea, viento, platón.

Palabras soñadoras
caballo de cartón.

Despalabras
desarraigo, desesperanza, desamor.

Palabras rotas acabadas en to
ma, arreba, terremo

Enpalabras
Enternecido, ensueño, enamorar

Palabras bellas
a la amanecida.

Palabra dios
creación.

Palabras infierno
estrangular, decapitar, apátrida.

Palabras sin gloria
sacacorchos,

Palabras viajeras
esperanza, sonrisa, chucuchú.

Palabras sin palabras que esperan en una estación.

Aronbanda


Consejo de poeta

La noche más breve del año estaba a punto de terminar. Los primeros rayos de sol se agolpaban frente a las puertas del salón esperando el permiso para poder entrar y disolver el esperado baile de graduación. Carlos y Laura, mientras tanto, permanecían sentados junto a la banda cuando empezó a sonar la canción de despedida.

– Oh Laura, ¡no sabes cuánto me gusta esta canción! La habré escuchado miles de veces tumbado en mi cama o en el coche; en la oficina y también cocinando. Podría deletrear, si tú me lo propusieras, todas y cada una de las palabras que dan forma a los versos que argamasan, a su vez, sus cinco estrofas y su estribillo. Podría reconocer, en medio del tumulto que acompaña a una furibunda tormenta, su base melódica y sus acordes. Podría contártelo todo acerca de su gestación en un pobre y rudimentario garaje de Los Ángeles y decirte que, como sucede tantas y tantas veces, todo fue una graciosa casualidad, quizá una simple señal del destino. En fin, ya sabes cómo es esto, el genio les pilló trabajando y, bueno, de ahí esta exaltación de los sentidos que tuvieron a bien compartir con el mundo entero. ¿No te gusta?

Pero Laura ya no estaba allí para responderle. Carlos recorrió el salón con desespero y preguntó a unos y otros sin esperar una respuesta. Exhausto, tras más de treinta minutos de intensa búsqueda, volvió a sentarse junto al escenario, sobre el que la banda recogía ya todos sus bártulos. El guitarrista, viéndolo triste y meditabundo, abandonó la tarea y se sentó en la silla que antes había ocupado Laura.

– En un beso, sabrás todo lo que he callado.
– ¿Bruce Springsteen?
– No, Pablo Neruda. Y créeme, sabía más del amor que tú y que yo.
– Que yo seguro.

Juan José Nieto Lobato


La lavadora de palabras

Lavó y centrifugó " Me haces tilín" hasta que salió " Libre te quiero"
Desde entonces, vigilan juntos las mareas.

Elena Vicente


El ilusionista de palabras

No tenía más que palabras.
Al fin y al cabo, a eso se dedicaba: a moldearlas hasta que adquirían en matiz que deseaba y a unirlas a su antojo. Las decía y las grababa en tinta o en pixeles, esperando que cumplieran el propósito que buscaba. Y dichas o escritas, lo cierto es que ahí quedaban. Con el significado esperado en la superficie y el significado más puro y verdadero bien escondido. Y, con toda su alma, esperaba que siguiera oculto, pues, como un ilusionista maquilla su arte, él maquillaba con palabras grandilocuentes, llenas de sentimientos e ideales de virtud, aquello que no le quería decir en voz alta, aquello que ni se atrevía a formularse en lo más intimo de su ser, aquello sobre lo que se mentía hasta a sí mismo, la peor clase de mentira que existe ya que se corre el riesgo de acabar creyendo que la farsa es la propia realidad. Y por falta de valor, falta de honor, lo guardaba incluso de su conciencia sepultado bajo mil palabras bien dichas.
¿Qué iba a hacer? No tenía más que palabras. Como un diccionario, sin nada detrás del vacuo significado semántico.
Y, realmente, en cuanto ella quiso romperse en mil pedazos en vez de ir sufriendo la lenta agonía de saberlo sin saberlo, y buscó la realidad tras sus bonitas palabras, se dio cuenta de que eran infértiles y vacías, como él. Porque habían quedado marcadas en ella, que se las había creído esperando, deseando, que él no fuera de esos que miran a los ojos y mienten y engañándose, sabiendo la verdad, había dejado que él se la ocultara con sus agridulces discursos. Clavadas en su memoria y en su alma, le evidenciaron, al término, la hipocresía de él y el autoengaño de ella.
Y es que de poco sirve poseer todos los vocablos cuando se es alguien cuya palabra carece de valor.

Leticia Vicente


No tener más que palabras

Mi idea es un pincel de sensaciones,
un juego de conceptos
que brota en la mirada del otro.
Miles de palabras
revolotean entre mi piel,
gritan en la mente
para llenar el vacío
que roba mis silencios.
Fuente de sonidos
se preña de letras
en el papel de la ilusión.
Palabra tras palabra,
trenzada en mi pensamiento,
vive con su imagen
acariciando el gesto.
Tacto y olor
se unen a la metáfora
barnizada de color,
rincones de la magia
en el sentir de mis días.

Sofía Montero


Palabras sobre Palabras... Epigramas
(Palabras amontonadas)

La Palabra sin compromiso es como un Dios sin alma.

Llanto en el parto: primera Palabra.

¿Cómo soportar el peso de las Palabras que , aun, no hemos aprendido a pronunciar?

Era tan pobre que no tenía más que Palabras.

Me dejo con la Palabra en la boca: atragantado.

Era tan pobre , de espíritu, que ni Palabras tenía.

La ultima Palabra siempre queda por decir.

Uso la Palabra rompecabezas... Y sangre.

De la A a la Z : distancia por recorrer, Palabras por inventar.

Cambio Palabras por... No tuvo más que decir.

Word y world ... Una Palabra contiene a la otra

¿Cuantas Palabras son precisas para hacer verdad de una mentira.?

Invento la Palabra océano para ahogar las Palabras que hieren.

Pa... Y no dijo ni media Palabra.

Al pie de la Palabra .... La coma.

De boca cerrada no salen Palabras.

La ultima Palabra esta, aun , por decir.

En boca cerrada ...se agolpan Palabras.

¡Palabrota! grito: y la Palabra lloro.

Palabrero: dicese del artesano que, utilizando la Palabrería, es capaz de inventar historias y componer versos.

Palabrería: conjunto de reglas, métricas y Palabras, usadas por el Palabrero en su hacer (afán)

El silencio no es la ausencia de todo, pero de Palabras si.

Me hizo un regalo: me dio su Palabra.

Las Palabras olvidadas, esperando ser borradas , se agolpaban ante el portón del que colgaba un cartel , que decía: cementerio de palabras......

Se quedo sin Palabras : se le mudo hasta la cara .

El ciego vislumbra Palabras que el necio no es capaz de imaginar.

No hay Palabras mal dichas ... Si la pronuncias bien.

La mortaja fue la Palabra... FIN

Fernando de Castro


Dicciófago
(Sobre la expresión “ni media palabra”)

A Bruno, desde muy pequeñito, le encantaban las palabras. Le daban igual sustantivos que adverbios, adjetivos que preposiciones, Bruno era insaciable. Cuando aprendió a leer, tardó poco en descubrir el diccionario. Devoró con fruición una palabra tras otra. Ahora tiene un empacho léxico terrible; pero es normal, no dejó ni media palabra.

Miguel Angel Pegarz


Comanda
Sobre la expresión “tomar la palabra”

Sírvase usted a servirme una ensalada de verbos,
pero por bien de mi estómago, contróleme los adverbios.
Para plato principal, unos buenos sustantivos.
Tráigalos usted al punto, con tres o cuatro adjetivos.
Y de postre, si le queda, alguna preposición.
Y para regarlo todo, una buena puntuación.

Miguel Angel Pegarz


Un hombre de Palabras
Sobre la expresión “no tener más que palabras”

Marco había perdido su empleo, no tenía ya techo, su dinero se acababa y apenas conseguía algo que comer. Así que tomó su mochila y se echó al camino, para pasar su vergüenza donde nadie le conociera. Se cruzaba con mucha gente y veía a mucha otra. Y fuese a él o a otros, la mayoría no sabía que decir. Marco no tenía más que palabras, pero, ante lo que pasaba frente a sus ojos, tuvo una idea. Extendió su manta en el suelo y comenzó a desperdigar sus palabras por ella. Poco a poco, la gente se fue acercando; primero a curiosear, luego comenzaron a animarse y a comprarle sus palabras. Marco tenía la que cada uno precisaba.
No le ha dado para hacerse rico, pero ahora vive en una pequeña casita a las afueras, y tiene algo que llevarse diariamente a la boca. Y, además, vive en una ciudad mucho más feliz.

Miguel Angel Pegarz


Pedir la palabra
(Sobre la expresión “pedir la palabra”)

En la tribu de los onovaris nacen sin nombre. Les llaman por el nombre de su madre, seguido de la palabra hijo, y el ordinal si procede. Cuando alcanzan la adolescencia comienzan a vivir casi independientes de sus progenitores, en un gran pabellón en un extremo del poblado. Éste tiene una balconada desde la cual los chicos son observados por sus mayores. Allí sucede su vida durante dos años.
Cuando el miembro de la tribu en cuestión alcanza los diecisiete años lunares, vuelve a sus padres y pregunta si es digno de que le presenten ante el Consejo de Ancianos. Es entonces cuando en joven onovari pedirá la palabra al consejo.
El Consejo se tomará el tiempo que considere necesario para otorgar esa palabra, meditando cual ha de ser. Una vez que al joven le sea dada la palabra, por ella será conocido hasta el fin de los días.

Miguel Angel Pegarz


Palabras Mortales
(Sobre la expresión “dejar a alguien con la palabra en la boca”)

René había empleado toda su voluntad en vencer sus miedos e invitar a Eloísa a tomar un café. Aunque no las tenía todas consigo, aceptó.
Llevaba los dos días que mediaban entre la solicitud y la cita rumiando las mil cosas que quería decirle y no había encontrado valor ni ocasión. Veía a Eloísa especialmente guapa esa tarde, lo cual no le facilitaba las cosas. Temblaba como un flan y hasta tartamudeaba mientras charlaban de intrascendencias, que le servían para dejar hueco en su boca para las palabras que realmente quería pronunciar. Las palabras se iban acumulando en la boca de René, hasta el punto de que no necesitaría ya valor, pues tenía la boca llena hasta tal punto que su discurso caería solo. Justo cuando iban a brotar de sus labios como un torrente, Eloísa recibió una llamada, se disculpó, y se fue precipitadamente. René tuvo que tragar saliva, y con ella todas las palabras que inundaban su boca; tantas que se atragantó con ellas. Por guardarlas demasiado tiempo, acabaron por ahogarle.

Miguel Angel Pegarz


Pedir la palabra

Se suele pedir la palabra cuando se quiere dar una opinión, y puede ser a favor o en contra de lo que se haya escuchado; pero siempre con respeto y tratando de aportar algo útil, y así se tendrá en cuenta lo dicho.
Las palabras bonitas, siempre se agradece escucharlas, por lo que se debe fomentar su utilización, pues aportan alegría y satisfacción a las que personas que son dirigidas.
Las palabras llamadas "feas", se utilizan para desacreditar, descalificar, crear polémica y nunca van acompañadas de soluciones.
El cantante Patxi Andión, en una canción, decía: "Odio a los que regalan palabras como si fueran flores".
Hay que pedir la palabra, para callar a los demagogos y a los vendedores de humo, porque últimamente proliferan en todos los medios.
Curioso el caso de un oftalmólogo (brusco y patoso, al dar el resultado a los pacientes; les decía: "Vd. tiene cataratas", "Vd. tiene miopía", les metía el ombligo para dentro) . El novio de Ana ,sabedor de esta fama, le solicitó le diera por escrito el resultado de la revisión de su novia y así poder comunicárselo el mismo.
El resultado de lo que ocurrió fue lo siguiente: ! Cariño, eres miope!.
La contestación de Ana, fue: ! Si cariño, soy tu ope!.

Luis Iglesias


El Faro

Pedí la palabra y me la dieron. Tomé la palabra y la usé. Fue un instante, una minúscula eternidad que aún recuerdo. Creía ser pintor.  Mi voz la tintura con la que dibujar retratos, conceptos, paisajes. Todos, incluso los mas pequeños, grandes, muy grandes. Me dejaron con la palabra en la boca. A los pocos minutos, cuantos me escuchaban abandonaron la sala. Mientras se iban repetían: "No tiene más que palabras". No había desprecio en su afirmación, si acaso, un oscuro desencanto. Me quedé sólo. Poco después,  el encargado, el que yo suponía encargado, un hombre de mirada viva y verbo corto, me indicó la salida.  Bajé por la escalera exterior. La arena estaba fria. No llevaba calzado. El camino fue largo.
Cuando llegué a casa mi aspecto debía ser lamentable. Nadie dijo ni media palabra.
No cené. No dormí. No entendía. Si yo tenía palabras, si en mi garganta vivía  el color ¿por qué los ancianos que moraban en el faro  no querían escucharlas?
Al dia siguiente, volví.
Pedí la palabra y me la dieron. Tomé la palabra y la usé. Fue un instante, una minúscula eternidad que aún recuerdo. Creía ser compositor. Un compositor magistral. Mi voz era música viva, sólo sabía de Arte. Me dejaron con la palabra en la boca. A los pocos minutos, todos los que me escuchaban abandonaron la sala. Mientras se iban repetían "No tiene más que palabras". No había  desprecio en su afirmación, si acaso, un oscuro desencanto. Me quedé  sólo. Un hombre de mirada viva me indicó la salida. La arena estaba fria. El camino fue largo.
En casa nadie dijo ni media palabra. No cené.  No dormí.
Repetí el mismo ritual durante años y siglos.
Un día,  el encargado, ese hombre parco en palabras, me acompañó a la salida. "Les falta alma". Eso fue lo que dijo, lo juro. Lo dijo y desapareció tras el portón. Me quedé solo. La arena estaba fría.  No llevaba calzado. El camino fue mas largo de lo habitual.
Cuando llegué a casa estaba como yo, vacía.
El eco de la palabra alma me arrulló durante años y siglos.
Olvidé quién me habían dicho que era. El desierto es duro. El aire borra las huellas. No hay mapas que marquen rutas. No hay rutas que guien pasos. No hay pasos que tracen destinos, no hay partituras, no hay nada.
Una noche, llamaron a mi puerta. Era el encargado. Estaba agotado. Le acompañaban un león y un lobo. Ambos de un tamaño descomunal. Tenían un ojo azul y otro amarillo. Una rareza. No tuve miedo.  Curiosamente, no me sorprendió cuando las bestias tomaron  la palabra. Era su hablar melodioso y pausado. Conversamos. El tiempo fluyó sin notarlo. Mientras, en la habitación de al lado, el hombre dormía.
Cuando despertó, nos pusimos en camino. Fue un camino corto. Apenas duró un instante.
El portón que yo conocía estaba roto. Muchas manos habían forzado su entrada. La explanada que rodeaba el faro estaba rodeada por miles y cientos de guerreros que pugnaban por imponer su color y su canto. Había sangre. Había cuerpos decapitados. Había jaulas que ardían, hogueras que se alimentaban de las voces capturadas. Voces que se nutrían de tinturas adulteradas, de notas disonantes y opacas. Los que aún sobrevivían, se afanaban por avanzar, por poseer un palmo mas de terreno. Debían  llegar a lo más alto. Desde allí, conquistada la luz, obrarían el milagro. Una sola voz. Un solo canto.
Me quedé sin palabras.
Alguien apretó mi mano. Era uno de los ancianos. No estaba sólo  No estábamos solos. La duna era un alfombra tejida con la tristeza de cientos y miles de bestias, un puñado de humanos y nueve de los  que antaño, con razón, no me escucharon. Todos tenían un ojo azul y otro amarillo.
Juntos iniciamos un largo viaje. Un viaje que dura siglos.

Es fácil perderse en la forma, convertir los fonemas en grafías desprovistas de sustancia, trasformar el alma en arma. Babel es una torre que se construye cada día. Sus paredes son vistosas, promesas de oro y lapislázuli. Mas algún dia, la palabra renacerá, sus tinturas serán tan variadas como francas, sus notas claras. Entonces si, entonces se diluirán los muros y la barbarie conocerá su fin.

Ana Isabel Fariña


Un ritmo

No tengo más que palabras y silencios. Y solo con eso me basta, no necesito más para tener ritmo. Luz, Pasión, Azul, Macedonia, Golondrina, Cúrcuma, Magia, Amor, -silencio- Para tenerlo todo, tiempo -silencio- Violín, Cien, Bailar –silencio- Lo real y lo irreal, -silencio- Boom, Zelandia, Loa, Lalalá -silencio- Viajar, -silencio- Lila, Pedro, Violeta –silencio- Trè bien, -silencio- René, L´amour, Au Revoir ,-silencio- Alegría, Alegría soplo de Mar -silencio- Encontrar Abril, perder Lluvia –silencio- Xenopsyla, Listeria –silencio- Más allá la Estrella –silencio- Mamá Materia –silencio- Tocar el Cielo, saltar por los Aires –silencio- Siempre nos quedarán las palabras. Son solo palabras, palabras entre silencios.

Antonia Oliva


LITTLE KING

A las 7:00 de la tarde, como todos los días, salí del trabajo. Lejos de ser normal, ese día fue diferente a los demás pues sentía un hambre perruna. Mis tripas rugían de la misma forma que el león de la “Metro Golden Mayer” en una sala de cine al inicio de una película.

Como, raro en mí, no tenía ningún compromiso y no debía correr para llegar a ningún lugar, me disponía a entrar en la pastelería de debajo de la escuela y, de esa forma, engañar a mi estómago hasta la hora de la cena. Repentinamente me detuve en seco al pasar por una marquesina y toparme de bruces con la imagen de una superhamburguesa gigante a un precio irrisorio: 1,99 euros. Este anuncio lo había visto miles de veces por toda la ciudad sin prestarle mucha atención ya que nunca me han llamado mucho ni este tipo de comida ni estos restaurantes de multinacionales que salen en todos los medios de comunicación y son adorados por miles de personas de todas las edades. Pero esta ocasión era diferente porque el hambre hacía estragos.

Inmediatamente vinieron a mi recuerdo esos anuncios televisivos de la empresa que había visto, por activa y por pasiva, en los que los alimentos caen del cielo a una velocidad pausada, casi flotando, como si cayeran en un mullido colchón que los hace rebotar una y otra vez. El pan, la hamburguesa, el queso, los pepinillos, la cebolla y la lechuga fresca, fresquísima e incluso, el ketchup y la mostaza, parecían un conjunto de plumas que caen balanceándose y llenando lentamente el espacio hasta alcanzar su destino final.

La boca se me hizo agua en ese momento. No hacía más que salivar y, sin dudarlo un momento, me dirigí al restaurante más cercano para degustar esa maravilla que me ofrecía la vida. Además, con ese nombre, Big King, me imaginaba un milagro culinario. Por fuerza, tenía que tratarse del número uno de las Hamburguesas.

Todo el camino hacia el restaurante no pensé nada más que en el momento en que introdujera los alimentos en la boca y pudiera degustar tal mezcla de sabores y sabrosos ingredientes tomando contacto con mi paladar.

Al entrar y observar la gran variedad de menús y posibilidades que se podían adquirir me quedé impresionada. Sin embargo, no me dejé apabullar ni distraer por semejante expositor y sin vacilar un instante pedí a la chica de sonrisa “profident” una Big King, que era mi principal objetivo. Ella muy amablemente me preguntó si quería acompañar la hamburguesa con algún otro producto: patatas fritas, alguna bebida, un helado u otro postre, pero imaginando el tamaño de la Big King, supuse que no podría meter nada más en el estómago si no quería salir de allí quejándome por la hinchazón de barriga.

A los pocos minutos tenía ante mí una bandeja con una caja de cartón que contenía mi pedido. “Muchas gracias y que la disfrute”, añadió muy sonriente la jovencísima chica.

Tras un rápido “gracias”, me senté ansiosamente en una solitaria mesa mientras iba tarareando la conocidísima canción del italiano Umberto Tozzi, que conocía de memoria, y que había servido de banda sonora a otra publicidad de la misma multinacional para anunciar un menú especial que, sin duda, sabía a gloria. “Gloria, faltas en el aire, falta tu presencia, cálida inocencia, faltas en mi boca…” Y cuando ya iba por el segundo “Gloria” me detuve en seco al abrir la caja y ver la hamburguesa que tenía delante. Se detuvo hasta la música en mi cabeza, como si alguien hubiera empujado la aguja de un tocadiscos y la canción se hubiera quedado en suspenso de repente. ¿La superhamburguesa gigante que había visto en la foto de la marquesina era la miniatura que tenía ante mis ojos o, por algún motivo inexplicable, me había equivocado de multinacional? Miré con disimulo el logotipo que estaba impreso en la caja y levanté la cabeza para observar que todo a mi alrededor me indicaba que no; no me había equivocado de restaurante. Estaba en el punto exacto.

¡Qué desilusión! ¡Con el hambre que yo tenía! Me comí con desgana la hamburguesa y, cuando acabé, me di cuenta de que no se había saciado mi hambre. Así que, con tristeza y desencanto, me acerqué de nuevo al mostrador y pedí otra Big King. A lo mejor, con otra más, me iba a casa y no tenía que preparar la cena de ese día.

La amable y sonriente dependienta me comentó: “¡Ah! repite usted nuestra hamburguesa. Esta buenísima ¿verdad?”

En ese momento no pude articular ni media palabra. Tan asombrada estaba de su comentario que de mi boca sólo pudo salir un tenue gruñido que ella interpretó como una rotunda afirmación. ¿Qué le podía decir a ella? Su trabajo era intachable y no tenía la culpa del engaño perpetrado por sus jefes. Su labor era vender el mayor número posible de superlativas hamburguesas, por decir algo, y así lo hacía.

Me comí el segundo ejemplar de hamburguesa y al salir del local, decidí no volverme a dejar llevar por la engañosa publicidad ni consumir ese tipo de comida minimalista, y no por las formas geométricas que caracterizan a este tipo de cocina, no, sino por la mínima cantidad de la que se puede disfrutar al módico precio de 1,99 euros x 2. Bien pensado, por ese precio, la próxima vez que tuviera hambre, aunque tuviera que desplazarme un poco más, me iría a comer una superhamburguesa producto “made in Spain” a cualquier local de barrio como el “Gema”, al “Gigantes” o al “Superbestias” donde, parece ser, las hamburguesas no se las salta un gitano. Y seguramente, la relación calidad-precio no me defraudaría ni me dejaría sin palabras.

Toñi Martín del Rey


Pedir la palabra

Yo era la rara, la rara de la clase.
Cuando el profesor salía por la puerta, se formaba un barullo impresionante en clase.
Todo el mundo hablaba, comentaba, decía.
Y yo, yo...callada tomaba apuntes o añadía algo de las últimas explicaciones.
En cuanto entraba el profesor, el barullo seguía revolucionando el aula.
Yo, esperaba, a que todo el mundo se callara.
Y entonces levantaba la mano, con la intención de pedir la palabra.
Hacía turnos enteros, esperaba incluso varias horas.
Hasta que el profesor, paraba el barullo y decía: "Adelante, Iria, cuando quieras".
Menos mal- pensaba- menuda tortura de clase.
¿Acaso no he esperado lo suficiente para pedir la palabra?

Iria Costa

Pido la palabra…
Buenos días…
Pido la palabra…
Hoy me pido la palabra,
La palabra medida,
La palabra diferenciadora
La palabra que defina
Que me defina
Que distinga.
Palabra que se deja
Palabra que no llora
Que suena y sueña
Que canta y baila
La palabra nunca dicha
Y la que provoca dicha
Palabra y palabras
Enunciadas para rimar y no rimar
Pero que acarician
Que no insultan
Que no mienten
Que aman sin pronunciarse
Y que cuando se pronuncian
Evocan la ternura de las estrellas
O la mirada de la luna en febrero
Palabras que son olas en playas desiertas
Abiertas al sol de mayo

¿Quién me da la palabra?
Pido la palabra
La palabra deseo
La palabra anhelo
La palabra vida
Y transparencia
Y Dios y libertad y justicia y humanidad (tal vez esta no, ¿acaso humanidad ofrece algo? Lo tendrían que de mostrar)
Pido la palabra que libere
Que permita volar, convertirse en nube, convertirse en lluvia y en mar y en tierra
Palabra que sosiegue que deje dormir, dormir, dormir… solo dormir
Pido la palabra que deje dormir en paz… que bese la frente
Que dulce, suave acaricie el brazo y mire a los ojos y empape la yema del dedo con una lágrima
Solo una lágrima
Solo una palabra
O un suspiro
Un rumor
Niebla, humo, polvo, nada…
No, nada no
Ni silencio
Una palabra, tal vez:
Amor

Vicente M. Martín


Minerva

No sabía que las palabras, si no están convenientemente utilizadas, pueden dar lugar a una gran confusión. Hasta en el juego de la mentira, todo puede llegar a parecernos un cristal que refleja todo lo que nos gustaría ver, asomándonos cerca y lejos, difuminando nuestra imagen hasta convertirla en la imagen que ni nosotros mismos reconocemos. Un paso, sólo uno, fue el que dio Minerva aquella tarde frente al cristal de la cafetería donde se despidió de la persona más importante de su vida, utilizando palabras sin vocales, sin acentos, sin sonido.
Escapaba de su vida. Había encontrado la brújula que le indicaba el Sur, aquel sitio al que tantas veces quiso regresar. Se despidió de Mario diciéndole un hasta siempre, prometiéndole que algún día volvería a por él, tal vez cuando, de nuevo, las golondrinas regresaran de Malabo. Le cerró los ojos poniendo sus labios en ellos y sin más palabras que pronunciar, se marchó dejando un halo del color del azahar de limonero tras de sí.
Mario le perdió la pista. Minerva se asomó aquella tarde a la esquina de la calle que confluye con el camino que lleva hasta la carretera principal, aquella por donde los coches se escapan y no vuelven en mucho tiempo y, cuando lo hacen, regresan con esas mismas personas ya transformadas en otras, diferentes en pensamiento y en mirada. Como decía… Minerva, asomó la cabeza, agitó su mano derecha y desapareció.
No supo decir nada. Perdió las palabras. Enmudeció. Sus labios no articularon movimiento alguno. Sus brazos se agitaron brevemente al verla partir, hasta que desapareció en un espacio breve de tiempo, tiempo que no consiguió detener, como no consiguió detener sus pasos, esos que la llevaron hacia el coche con el cual se perdió en el horizonte. Corrió tras ella, tras el coche, inalcanzable. Gritó por fin su nombre cuyas letras quedaron sueltas en el viento que, estoy seguro, atravesaron los cristales de sus ventanillas cerradas…
¡M I N E R V A…!
Y así fue. Minerva recogió las palabras que fueron llegando una a una a través de las ventanas del coche. Las guardó y atesoró como el regalo más preciado que pudo recibir aquella tibia mañana del mes de marzo, las envolvió en un pequeño trozo de papel que llevaba en su bolso y, tal como si las planchara, las guardó dentro de su libro favorito que le acompañaría en aquel largo viaje.
La plaza quedaba en silencio tras la despedida del ronco sonido del motor de aquel Citroen C6. Sólo se escuchó una palabra a lo lejos, un nombre propio con gafas y bigote, un nombre que había sido todo y, ahora, era tan sólo eso, una palabra de cinco letras, tres de ellas vocales. Y el viento, borró las consonantes, y el nombre se convirtió en un sonido del que sólo un pequeño rastro quedó sobre los cables de la luz que recorrían el largo de la carretera.

Tina Martín Mora