En la onda

Aún resuenan en la sala de Fondo Local de la biblioteca de la Casa de las Conchas las ondas que quedaron prendidas en el mar de folios durante la última sesión del taller de escritura.
En esta ocasión pusimos la oreja en la radio y hablamos de su vínculo con la Literatura. Recomendamos para abrir oído los artículos "La radio y la Literatura", de Ricardo Bada, y "Poesía y radio" del Ojo Crítico.
Abrimos la emisión del taller con un fragmento de la entrevista de Isabel Ruiz Lara, directora del programa "Tres en la carretera" (Radio3) a José Antonio Mesa Toré. En dicho especial, titulado "La radio en la poesía" el poeta presenta su antología sobre la poesía en la radio.



Foto y dibujo de Ismael Marcos
(Pincha en la imagen para ampliar)


Hablamos de la importancia de la radio en las Vanguardias y de cómo desde la Generación del 27 hasta hoy han sido muchos los poetas que han dedicado unos versos a este maravilloso invento.
Recordamos cómo fue la llegada de la radio a nuestras vidas, las sintonías y las voces que quedaron grabadas en los microsurcos de nuestro cerebro y leímos algunos poemas como "Ondas de radio" de Raymond Carver que dedica a Antonio Machado:

Ha dejado de llover y sale la luna.
No sé nada de ondas
de radio. Pero supongo que se transmiten mejor
después de haber llovido, con el aire húmedo.
En cualquier caso, ahora puedo coger Ottawa, si quiero, o
[Toronto.
Últimamente, por la noche, me sorprendo a mí mismo
interesado en la política canadiense
y en sus problemas internos. Es verdad. Antes solía buscar
sus emisoras de música. Me sentaba aquí en el sillón
y escuchaba, sin hacer nada ni pensar en nada.
No tengo tele y ya no leo
los periódicos. De noche pongo la radio.

Cuando llegué a este lugar estaba intentando alejarme
de todo. Especialmente de la literatura,
de cómo te atrapa y sus consecuencias.
Un deseo en el alma de no pensar.
De quedarme quieto. Y a la vez
un deseo de ser estricto, sí, y riguroso.
Pero el alma también puede ser una afable hija de puta,
no siempre es de fiar. Y no lo tuve en cuenta.
Le hice caso cuando me dijo: Mejor cantar a lo que se ha ido
y no volverá que a lo que sigue ahí
con nosotros y seguirá ahí mañana. O no.
Y si no, da igual.
Tampoco importa mucho, dijo, si un hombre no le canta a
[nada.
Ésa es la voz que escuché.
¿Es posible que alguien piense así?
¿Da todo igual, realmente?
¡Qué absurdo!
Pero pensaba estas estupideces de noche
cuando me sentaba en el sillón y escuchaba la radio.

Entonces, Machado, ¡tu poesía!
Era un poco como el hombre maduro que se enamora
de nuevo. Una cosa digna de atención;
desconcertante, también.
Se me ocurren tonterías como colgar tu retrato de la pared.
Y llevarme tu libro a la cama conmigo,
dormirme con él a mano. Una noche
pasó un tren por mis sueños y me despertó.
Lo primero que pensé, con el corazón acelerado
allí en el dormitorio a oscuras, fue esto:
No pasa nada, Machado está aquí.
Y me volví a dormir.

Hoy me llevé tu libro cuando fui a dar
un paseo. “Presta atención”, dijiste,
cuando alguien se preguntó qué hacer con su vida.
Así que miré alrededor y tomé nota de todo.
Luego me senté con el libro al sol, en mi sitio
junto al río, desde donde puedo ver las montañas.
Cerré los ojos y me puse a escuchar el sonido
del agua. Luego los abrí y empecé a leer
“Abel Martín”.
Esta mañana pensé mucho en ti, Machado.
Espero, incluso a pesar de lo que sé de la muerte,
que hayas recibido el mensaje que te envié.
Pero da igual si no es así. Que duermas bien. Descansa.
Antes o después espero que nos encontremos.
Entonces podré decirte estas cosas personalmente.

O este otro poema de Juan Larrea cuyo título "T.S.H." significa "Telegrafía sin hilos" (una manera muy común de titular sus poemas a la radio entre los vanguardistas) y que contiene un mensaje en morse que os invitamos a descifrar:

En las antenas
se abaten las bandadas mensajeras
y oigo el pío pío de los pájaros tristes
En la infinita noche de los auriculares
brilla de débil voz de las estrellas fugaces
El silbato de un tren prófugo
lejanamente
me dice adiós.
América
silba en inglés un cake walk
una voz me llama desde las estrellas
.--.-…-..-.--.-.-..-….--.-..---….…
Te reconozco en la voz, estrella mía
Una noche
a la fatua luz de las candilejas
junto a la concha encendida
me inundaste
de las claridades de tu voz
Te reconozco en la voz, estrella mía.

Ahora
asomado al brocal de esta noche
oigo tu tosecilla rebelde
y tu voz
que distingo
entre todas las voces.

Europa y América cantan a dúo

Oceanía, la nadadora,
empina su vocecilla engolada

Yo sólo oigo la voz de mi estrella

En los aires
las palomas se enredan las alas
en los invisibles cables.


Centramos la mayor parte del taller en Ramón Gómez de la Serna, el "arcángel de las ondas", quien convirtió sus participaciones en Unión Radio Madrid en un auténtico laboratorio de ensayos para su creatividad. "Hay que añadir a las musas otras más, Radiona, la musa de las ondas" señaló en una de sus greguerías. Hablamos del libro "Greguerías onduladas", un trabajo que recoge gran parte de esa dedicación del escritor a la radio. Muchos de sus trabajos fueron publicados en la revista "Ondas". Y disfrutamos con el homenaje hecho al "El circo de las ondas", de Ramón Gómez de la Serna, quien incluso en los pitidos y "parásitos radioeléctricos" veía y oía todo un repertorio de números circenses. Por último recordamos un episodio muy divertido de la radiodifusión española recogido en el artículo "Historias de la radio: Luis del Olmo y el poema de Yurguin Murguin"

Y para rematar este post, que aún no es postcad, recomendamos el relato "Cambio de luces" de Julio Cortázar, una historia en la que una oyente de radio, Luciana, se enamora de la voz de un actor de seriales radiofónicos. Esta le escribe cartas y él se enamora pero su encuentro en la realidad desdibuja la imagen que cada cual se ha forjado del otro. Y recomendamos también "La radio enorme", un cuento de John Cheever que Laura Di Verso resume  así: "Una pareja joven de la alta sociedad estadounidense compra una nueva radio ante el deterioro de la anterior. De manera incomprensible, empiezan a escuchar lo que ocurre en la casa de cada uno de sus vecinos a través de sus distintas emisoras".


Propuestas de escritura

1. Durante la sesión propusimos continuar el siguiente inicio "Cuando cambié el dial de la radio se oyó..."
2. Y para casa sugerimos escribir un poema, relato o minificción sobre la repercusión que la radio tuvo en nuestras familias.


Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:


El amante de los miércoles

Abrazada a su Loewe Opta, Ella tuvo que admitir que los miércoles, al buscar su voz a través del dial, rejuvenecía. Las orugas de la rutina se transformaban en mariposas lujuriosas, paseándose a sus anchas del estómago a su entrepierna sin ningún pudor, abriéndose el escote debajo del mandil, y soltándose el pelo para el encuentro entre las ondas con su amante. Como siempre, al volver el marido, la radio se convertiría en calabaza, y Ella se abrocharía hasta el último botón de la blusa, para no dejar a la vista ningún atisbo del tsunami que todavía luchaba por salir.

Carmen Pedrero Robles
Grupo A


Interferencias

Una bobina de alambre y varios cables más metidos en una caja de zapatos llevaron por primera vez a mi casa el sonido de las ondas. Papá, que era un hombre habilidoso y muy interesado en cualquier tecnología a su alcance, había construido una radio de galena con los mínimos elementos necesarios, pero suficientes, y nos la regaló a mis hermanos y a mí. La instalamos en la habitación de las chicas y la cuidábamos como un tesoro. Por las tardes, al salir de clase, llevábamos a nuestros amigos a escuchar el sonido que salía de aquella caja de cartón, que nos convertía en los más afortunados del vecindario. Seguíamos un ritual absurdo pero imprescindible en aquella época de la infancia tan rodeada de misterios: nos sentábamos en círculo alrededor de la radio y apagábamos las luces para escuchar en silencio las pocas emisoras que se podían captar. No es que la ausencia de luz favoreciera la nitidez del sonido, pero si estimulaba la capacidad de atención. Y en aquel ambiente mágico recibiendo voces y música, mi hermano se tiraba pedos ante el regocijo de unos cuantos y el enfado de otros. Él los llamaba interferencias. 

Maxi Moreno
Grupo B


El «parte»

En casa no daba el presupuesto para todos los días, pero sí para que uno a la semana papa (entonces se decía papa, no papá) se permitiera el lujo de ir al bar del pueblo, a «oír el parte». Lo mejor era en verano porque me llevaba con él pese a que ya del cielo se había ido el sol. Me dejaba en la calle, a la puerta, jugando con otros niños de mi edad, cinco, seis años, Manolito, Rober, Tete… Menudo bien lo pasábamos, que habían desaparecido ya el frío y los barros del invierno. Papa me dejaba con los amigos y se metía para adentro ya con la petaca en la mano.
Hablamos de los años cuarenta y pocos, la posguerra, miseria, privaciones. El del bar no era el único aparato de radio que había en Castillejo; tenían también el señor cura y el señor médico, pero ellos en su casa. El señor maestro, no, él era de los fijos en el bar, uno más en el corro que se formaba en torno al «arradio», como se decía. Y otro tanto el señor alcalde.
Poder jugar en la calle después del toque de oración, era una suerte. Pero tocaba cuando tocaba; solo si mama se dejaba ablandar y hacía un aparte a su reniego del «…estás echando a perder al niño, Manuel». Aquellos momentos, no sé si alguien los disfrutaría más que yo, difícil. Aunque a mí lo que más me gustaba era asomarme a la ventana del bar y ver a los hombres envueltos en el humo azul de los cigarros, con la mirada fija en la lucecita amarilla del aparato colocado en alto sobre una palomilla de madera, muy serios todos, las bocas abiertas, redondas. Imaginaba yo que los oídos atentos.
Lo que dijera el tío de la voz ronca que hablaba por el chisme, vete a saber; el caso es que al acabar el «parte» la gente se metía en discusiones que a veces se prolongaban y el señor maestro, don Agapito, era entonces el que solía llevar la voz cantante. Para nosotros fenomenal, pues más duraba la fiesta. Luego, cuando todo había terminado, papa me cogía de la mano y a todo correr para casa, que seguro mama iba a protestar porque tenía que volver a calentar la cena.
Muchas veces me pregunté si se escucharía mejor abriendo la boca y mirando a la luz como hacían los mayores, pero no llegué a preguntarle a papa. Todos los tiempos no son iguales y por entonces había que no solo honrar padre y madre, sino guardarles respeto. Eso incluía no preguntar tonterías, por ejemplo. Y tratarlos de usted, claro.
Hay quien sostiene que no, que contar de los años niños no rejuvenece, pero allá cada cual, a mí me funciona. Pues eso.

Pascual Martín
Grupo B


La radio

A Antonio Machín le estoy escuchando
Una canción a través de las ondas,
Se escucha bien, aunque mucho te escondas
Dos gardenias para ti está cantando.

Cambiando de emisora estoy buscando
Hallar algunas historias redondas
Mucho mejor si son algo cachondas,
Porque reír un rato estoy ansiando.

Me apetece ahora dormir un poco,
Encuentro música clásica suave
Y me adormezco escuchando barroco.

En este aparatito está la clave
Pon lo que quieras sin comerte el coco,
Porque tienes en tu mano la llave.

José Luis Fonseca
Grupo A


La radio

- Ayer - 
Fuiste la ventana abierta 
por donde me asomada cada mañana 
para descubrir un mundo 
nuevo, diferente al mío.   

Fuiste la banda sonora   
de las largas tardes familiares 
alrededor de la camilla, 
en la cálida cocina. 

Fuiste el sueño del adolescente 
que enamorado de una aterciopelada voz 
daba rienda suelta a su imaginación, 
descubriendo un platónico amor.   

Fuiste la gran compañera 
de miles de emigrantes 
que dejaron su casa y su patria, 
en busca de una vida mejor.   

 - Hoy - 
Eres indispensable por 
acompañar a los solitarios 
ser bálsamo para los enfermos, 
y consuelo de los desesperados. 

- Gracias - Por ser la generosa amiga 
que regala entretenimiento y sabiduría 
a quienes a través de las ondas, 
te escuchan cada día.   

Marian Pérez Benito
Grupo A


Las ondas están que arden

Prendí la radio,
era pequeña para soltar tal llamarada
de palabras.
La tertulia estaba caliente.
El tema era incendiario…
Demasiados pirómanos para un sólo
bombero.

Eva Hernández
Grupo A


Discos solicitados

Mi madre friega los platos y me los va pasando para que los seque. «Y ahora escucharemos “Adoro” de Armando Manzanero…». Me mira y dice sonriente: «me chifla ese bolero». Han comenzado a sonar las primeras notas cuando el locutor añade: «este disco solicitado está dedicado a José Arturo por quien más le ama, María Julia». La sonrisa de mamá se convierte de golpe en una mueca y la veo sujetarse al borde del fregadero mientras se tambalea. Se vuelve desconcertada y me pregunta: «¿Ella?». Yo abato la cabeza reconociéndolo.
«¡Con cualquiera menos con una Monterrey! La lealtad a la familia está por encima de todo. ¿Acaso no te lo hemos repetido siempre?». El dedo de mi padre se cierne sobre mi cabeza. Yo callo y espero. «¿No sabes que ellos delataron a tu abuelo, al padre de tu mamá? ¿No te lo hemos contado cien veces?». «Julia no tiene la culpa…», me atrevo a decir cuando mi padre se ha detenido a considerar el siguiente paso. «¡Por encima de mi cadáver! ¿Me has oído? ¡Ya puedes ir sacándotela de la cabeza!». No dice más y sale furioso del cuarto.
Bajo el volumen del transistor para que nadie en la casa pueda oír la dedicatoria. «Para Julia de quien ya sabe, “Amor imposible” del dúo Ábaco». La imagino llorosa cuando suenan los últimos versos de la canción:

Solo deseo la muerte
si tu amor tengo prohibido
muero si no puedo verte
pero ni muerto te olvido.


Pepe Lorenzo
Grupo B


“La noche es Radio”

- ¡Buenas noches escuchantes!
- Habéis sintonizado Onda Radio, son las tres de la mañana, os habla la voz amiga de Rosendo Pozo, dispuesta a acompañaros en un viaje de tres horas por los momentos mágicos, únicos y más personales de la noche.
- Acercaos a la ventana y contemplaréis la primera maravilla, una luna plana que ribetea de blanco las solitarias nubes de este cielo rotundo salpicado de estrellas, que nos rodea mientras la ciudad duerme.


Una música suave acompaña el silencio de la voz. El saxofón inicia un fraseo que induce a la melancolía. Así transcurren unos minutos sugerentes, alargados por la ausencia de las palabras.

- La luna y la música nos han introducido en el espíritu nocturno. Amigas y amigos de la noche, trabajadores, noctámbulos, insomnes, estudiantes y profesores, sanitarios, enfermos, policías y guardas, transportistas y todo el grupo de amantes de la noche y de la radio. ¡¡Comenzaaamos!!. ¡Tres horas de radio para acompañaros!.

Una batería inunda las ondas mientras un dúo de guitarras punteadas por virtuosos cambian el tono y levantan el ánimo.

- Hoy tendremos varios invitados, con los que trataremos de cine, músicas alternativas, la problemática de los jóvenes en los pueblos y de rutas en algunas localizaciones de nuestro país.
- Por supuesto, también contaremos con las llamadas de las y los escuchantes que os decidáis a compartir vuestras opiniones.
- ¡Arranca vuestro programa de la noche!. ¡Arranca “La noche es Radio”!.

La sintonía del programa nocturno envuelve los saludos de los participantes, que hablan en segundo plano mientras la atmósfera del programa va instalándose al otro lado del micrófono……

***

Así puedo resumir muchas horas de radio escuchadas a lo largo de años de estudio, de preparar oposiciones, de organizar clases, de pasar un rato con amigos o con familia o simplemente de leer y disfrutar de la noche en compañía de una voz amiga.

Manuel Medarde
Grupo A


Clara Wieck

La radio me ha permitido conversar con el pasado. Los libros también, por supuesto, pero la voz cálida y sugerente del locutor, sus historias, sus propuestas de escucha, una sonata de piano, siempre me han despertado la imaginación hasta el punto de creerme yo también en ese universo personal del músico, del escritor, hasta el punto de llegar a entablar un diálogo con ese compositor, creador, científico. Como el programa homónimo, he podido cruzar a través del espejo de las ondas hertzianas para conseguir lo imposible de conocer esas vidas. Y me han hablado a través de la química del yodo y la plata de antiguos daguerrotipos; me han hablado con sus miradas de tiempos duros y vidas de escarcha e intemperie, de locura y muerte; me han hablado con sintaxis armónicas, belleza y color, alteraciones blancas, melancolía y cadencias.

Esto es lo que me contó Clara Wieck Schumann en nuestro encuentro íntimo. Yo la escuché con admiración y tristeza. Ella, ya mayor, cansada, me miraba con sus azulísimos ojos, su lánguida sonrisa, su pálida piel, sus finísimas manos de pianista consumada, la mejor de su tiempo. Sus pupilas me pedían un poco de consuelo, el consuelo del presente, el consuelo de la vida.

Me dijo:

Esperar, esperar la luz del genio y su voz rebelde, que no es la voz del padre, después el contrapunto y el tálamo. Acostumbrarme a ocho cunas como ocho octavas, entre oberturas y adagios, al preñado baúl viajero, después, al satén negro. Tocar. Eso, sí. Mas, ¿por qué esperar la música o el paraíso del silencio? Esperar el aplauso, quizás al admirado maestro del dedo roto, sus partituras, sus prodigios, el mercurio. Rescatar sinfonías de frías aguas, su olvido, y un cuerpo hecho para la gloria y la tragedia. Tocar. Mas, ¿por qué esperar la corona y los honores? Esperar la mirada ausente, la belleza frágil, el sublime alivio, la locura en re menor. Después, el abismo. Tocar. Mas, ¿por qué esperar la conmoción del amor en la vitrina? ¿El talento? Esperar la euforia de la primavera, el diario compartido, la intimidad de las mariposas, las manos mágicas. Tocar, siempre tocar, en aquellas veladas que hechizaban, las sonatas del venerable amigo de largas barbas, que eran flores, y los besos furtivos de la musa o de la compasiva muerte. Tocar, llorar, nicht mehr. Mas, ¿por qué esperar el Parnaso o el laurel? ¿Por qué habría de esperarlo yo, mujer?

Marisa Sánchez García
Grupo C


Historias de un idilio interminable

Apareció en mi vida… llegó a mi casa, sin avisar. No sabía en ese momento de su existencia. Tampoco a los 6-8 años te iban a dar explicaciones, al menos en aquellos tiempos nadie lo hacía.
Mi padre compró “una radio”. Un aparato de radio. Objeto extraño, nunca visto.
Al encenderla nos acercamos para escuchar, mirar y averiguar cómo podía ser que un aparato hablase.
En la parte posterior, arriba, tenía un orificio rectangular, por donde los hermanos nos afanábamos en mirar para descubrir los a los “hombrecillos pequeños” que tenían que estar dentro… Hasta que el pequeño preguntó: “mamá, aquí no caben, ¿cómo han podido entrar?” El resto, al entender lo absurdo de la pregunta nos conformamos con la carcajada contagiosa y ahí quedó el misterio. Aceptamos lo inexplicable, ya convencidos que del aparato que no iba a salir nadie.
Se colocó en una pared del comedor, en una pequeña repisa, colocada solo para ella.
Cerca de esa pared colocó mi abuelo su silla para poder acercar mejor la oreja al escucharla.
Desde allí, mi joven madre, mientras cosía, por las tardes, escuchaba las radionovelas, y por la noche, resumía cada capítulo a mi padre y yo podía seguir las desventuras de sus protagonistas (pocas veces eran vidas alegres las que se contaban) con mi disgusto si algún capítulo se saltaban. Así conocí a “Ama Rosa” (y la inigualable voz de Juana Ginzo),” Lucecita” o “Simplemente María”, ésta, con más de 500 capítulos de 1 hora. emitidos, por ejemplo.
A cada hora se trasmitía desde Radio Nacional “el Parte” y a las 12 del mediodía “El ángelus” haciendo sonar las campanas de alguna iglesia previamente grabadas.
En los años 60, por la noche, ya tarde, y con un volumen muy, muy bajito, recuerdo a mi padre sintonizar, o a veces solo intentarlo, sin conseguirlo, Radio Pirenaica ó la BBC de Londres, con las noticias que emitían en español y que yo no entendía el por qué de ello.
Pasados los años, a mediodía o por la tarde, siempre había alguna vecina algo sorda que por el patio de la casa nos obsequiaba con el “Consultorio de Elena Francis” en el que a las mujeres, sobretodo jovencitas, aconsejaba cómo ser buena esposa y ama de casa…
Ah! Y los famosos concursos de todo tipo, en los estudios de las emisoras, con público en y en directo
Siguieron pasando los años y ya no pude separarme de un aparato de radio, donde se me ofrecía, música, teatro… (Aún recuerdo, las noches de conciertos emitidos en directo y también teatro) en momentos difíciles para acceder a ellos de otra manera.
Y sigo teniendo un aparato de radio en cada habitación de mi casa. El cariño se mantiene, pero la pasión ya se acabó. “Cambia, todo cambia…” decía en una canción Mercedes Sosa. ¿Habré cambiado yo o ella?

J. Haro
Grupo C


Familia en círculo
es la hora del parte
todos escuchan

Algo se escucha
sonidos de las ondas
interferencias

Alfredo Domínguez
Grupo B


Apagón

Cuando cambié el dial de la radio se oyó un ruido blanco como el que hacía la tele hace muchos años después de la carta de ajuste, cuando se acababa, como decíamos.
Algo extraño pasaba. El móvil no funcionaba, ni internet, ni el ordenador, ni ninguna aplicación. La tele tampoco, ni los canales tradicionales ni los otros. El fijo tampoco daba señal ni nada. La luz se había cortado en el edificio y en la calle.
Era 26 de marzo de 2020. Ya llevábamos unos días confinados y yo estaba sola. Ante semejante abismo, no se me ocurrió otra cosa que abrazar a mi perro, asustada, temiendo que las peores pesadillas conspiranoicas pudieran cumplirse.

Teresa Sanz
Grupo C


Una fiel compañera

La radio para mí siempre ha sido una fiel compañera. Mi madre me cuenta que ya en la cuna me la dejaba cerca y yo me quedaba tranquila.
En los años de internado era imprescindible. Nos acompañaba en los recreos, los fines de semana, escuchábamos música, novelas y hasta por la noche , cuando ya teníamos que estar dormidas, la escuchábamos de forma clandestina. Recuerdo que en alguna ocasión cogimos radio andorra y allí estaban criticando al rey. Le llamaban reyezuelo de la Zarzuela. Fue la primera vez que escuché una crítica pública sobre él.
El 23 de febrero del 81 nos pasamos toda la noche con la radio pegada a la oreja y al día siguiente en clase nos enteramos a través de la radio de cómo iban saliendo los diputados del congreso.
Me acompañaba en mis pausas de estudiante, a media mañana o a media tarde.
Desde que empecé a trabajar y a vivir sola poner la radio es una de las primeras cosas que hago al entrar en casa.
Recuerdo que en mi primer destino laboral, Ciudad Rodrigo, se cogían bastante mal las emisoras españolas y yo lo encontraba muy extraño. Descubrí que se cogían muchas emisoras portuguesas en las que ponían muy buena música.
Con la radio me levanto y con la radio me acuesto. Lo primero que hago al despertar es poner la radio. De momento no la escucho por el móvil, así que tengo una en cada dependencia de la casa.
Es buenísima contra el insomnio. A mí me aparta de lo que no me deja dormir y me arrulla. Las excepciones a esto son programas de miedo o aquellos en que la gente cuenta sus penas como el famoso “hablar por hablar”
Conozco la programación de la Ser de cualquier día y a cualquier hora y bastante de la de Radio Nacional.
Reconozco que siento afecto por algunos de los locutores, presentadores o colaboradores a los que sigo y me hace gracia cuando cuentan cosas de su vida. Ahora que no tengo actividad laboral se han convertido en algo parecido a compañeros de trabajo, de mañanas o de tardes. Personas de las que sabes pequeñas cosas a diario.
La radio me permite acceder a muchísima información de la actualidad, contenidos culturales y literarios, música, es una gran ventana abierta al mundo.
Todavía no he asistido a un programa de radio en directo, pero todo se andará. 

Teresa Sanz
Grupo C

En un jardín hay una flor

Esta semana la sala de Fondo Local de Biblioteca de la Casa de las Conchas se llenó de flores, árboles, fuentes y mariposas. De la nada, como en el Génesis, se crearon jardines de todo tipo. Unos interiores, como los del alma; otros botánicos, otros jardines del recuerdo en los que un día fuimos felices. Otros tantos románticos y algún que otro edén. Nos adentramos en el tema con el poema de Mario Benedetti "A la izquierda del roble" que habla del Jardín Botánico Profesor Atilio Lombardo, de Montevideo.

Después atravesamos la verja de un jardín muy especial con el álbum ilustrado El jardín de Babai, de Mandana Sadat, una adaptación de un cuento oriental que se lee de izquierda a derecha (en lengua castellena) y de derecha a izquierda en persa, en una narración complementaria. Las ilustraciones van conformando una magnífica alfombra oriental, un hermoso tapiz.


El artículo titulado "Los seis jardines literarios más reconocibles (de los Capuleto al Edén)" nos sirvió para reflexionar sobre los jardines y el sentido simbólico de dicha palabra. Otro excelente artículo titulado "Los libros se adentran en los jardines" y firmado por Andrea Aguilar nos ayuda a repasar las últimas publicaciones relacionadas con los jardines como Recuerdos de un jardinero inglés, de Reginald Arkell (Periférica) o Aún no se lo he dicho a mi jardín, de Pia Pera.

Paseamos por algunos jardines poéticos como el de Jorge Luis Borges, el de Bertold Brecht y el de Gloria Fuentes en ese orden:

Zanjones,
sierras ásperas,
médanos,
sitiados por jadeantes singladuras
y por las leguas de temporal y de arena
que desde el fondo del desierto se agolpan.
En un declive está el jardín.
Cada arbolito es una selva de hojas.
Lo asedian vanamente
los estériles cerros silenciosos
que apresuran la noche con su sombra
y el triste mar de inútiles verdores.
Todo el jardín es una luz apacible
que ilumina la tarde.
El jardincito es como un día de fiesta
en la pobreza de la tierra.


***

Nubes a la deriva, continentes
sonámbulos, países sin substancia
ni peso, geografías dibujadas
por el sol y borradas por el viento.
Cuatro muros de adobe. Buganvillas:
en sus llamas pacíficas mis ojos
se bañan. Pasa el viento entre alabanzas
de follajes y yerbas de rodillas.
El heliotropo con morados pasos
cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta:
el fresno –y un meditabundo: el pino.
El jardín es pequeño, el cielo inmenso.
Verdor sobreviviente en mis escombros:
en mis ojos te miras y te tocas,
te conoces en mí y en mí te piensas,
en mí duras y en mí te desvaneces.


***

En mi jardín

Sobre el césped los árboles me hablan
del divino poema del silencio.
La noche me sorprende sin sonrisas,
revolviendo en mi alma los recuerdos.
¡Viento! ¡oye!
¡espera! ¡no te vayas!
¿De parte de quién es? ¿Quién dijo eso?
Besos que yo esperé, tú me has dejado
en el ala dorada de mi pelo.
¡No te vayas! ¡alegra más mis flores!
Y sé, tú, viento amigo mensajero;
contéstale diciendo que me viste,
con el libro de siempre entre los dedos.
Al marcharte, enciende las estrellas,
se han llevado la luz, y apenas veo,
y sé, viento, enfermo de mi alma;
y llévale esta «cita» en raudo vuelo.
...Y el viento me acaricia dulcemente,
y se marcha insensible a mi deseo...


Pusimos un poco de luz en este último jardín de Gloria Fuertes con el libro Ver la luz de Emma Giuliani, un libro poético y conmovedor.

Y por último recorrimos el libro Jardín Gulbenkian de Juan Antonio González Iglesias, un libro "Entre el ecologismo sin homilía y el minimalismo botánico" tal y como señala Luis Bagué en su artículo "Hedonismo ascético". Dejamos aquí una de las flores de dicho jardín, el poema "Nova sint omnia" (Renuévese todo, Santo Tomáss de Aquino) que dedica a Isabel Moreno Ferrero:

Como lugar en el que no entra el odio
se proyectó el jardín, sin que ninguno
seamos conscientes de esas protecciones
que nos brinda su espacio. En la acotada
foresta está previsto, sin que conste
en ningún plato, que los mil asaltos
del mundo que profanan la pureza
de nuestro corazón, no ya excluidos
pero en suspenso sí, queden el tiempo
que pasamos. Suenen las pisadas
sobre el solar que fuera reservado
para el silencio. Canta en la distancia
el tren que cruza Normandía. Aquello
que aquí se dice quede para siempre.
Una conversación, un monosílabo.
Trazamos el jardín, con un perímetro
como el de los antiguos templos, limpio
de acciones previas nuevo si es posible
después de tanto que nos ha pasado
a cada uno de nosotros. Grande
es el empeño de trazar recintos
donde Adán o Epicuro se solacen,
donde cualquiera de los ciudadanos
se siente a respirar para que curse
la sangre a lo demás acompasada.
Pensó algo de esto el arquitecto y algo
el paisajista. Todo, sí, el poeta
lo intuyó y el mecenas que lograron
ser, después de los años, jardineros.
Ancho lugar en el que cada cosa
sea matinal, igual que el tren que cruza
como una miniatura la distancia.
Momento de pensar en la liturgia
católica del día de Año Nuevo.



Propuesta de escritura

1. En el taller propusimos crear un jardín en forma de poema, cuento o microrrelato.
2. Para casa propusimos una canto elegíaco al jardinero o jardinera de dicho jardín, al estilo de Columela, escritor agronómico, que siguió el dictado de Virgilio de "cantar las gestas de jardinería con el mismo entusisamo con que otros cantaros a los héroes", como señala J.A.González Iglesias en el poema "El gentil Columela".

Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


La sonrisa

Abrí la puerta del jardín y… aquello se veía ciertamente obra del Supremo Jardinero; qué belleza, qué profusión de luz y buen aroma, qué paz y bienestar al sol amable de una mañana radiante. Tomé del brazo a Eva y pasamos al interior. Allí, en medio de todo, estaba el manzano con sus frutos en sazón, brillantes, invitadores, jugosos que se los adivinaba; ya nos había dicho Él.
Alargó Eva la mano para tomar uno de los frutos prohibidos. Traté de contenerla pero fue un instante apenas. Me miró como no lo había hecho jamás desde que se me dio por compañera. Y sonreía. Cómo podía yo imaginar que alcanzase a sonreír así una mujer. Me desarmó, cedí al embrujo. Ahí es donde aprendí que un hombre tiene sus debilidades.
Mientras comíamos de la manzana por turno, alcancé a razonarme que las cosas no suceden por azar. Una manera quizá de tranquilizar la conciencia, pero es muy posible que efectivamente todo estuviera escrito. Y si es así, quién es uno para arruinar el guión. Para cambiar la historia del mundo, me refiero. La duda es si todo esto lo entenderán las generaciones venideras.

Pascual Martín
Grupo B


La segunda maravilla del mundo.

Dos amigos, Nebo y Mardoqueo, vecinos de Babel, comentan alegremente, que van a tener trabajo próximamente.
Uno es albañil y el otro jardinero.
A Nabucodonosor se le ha ocurrido hacer un precioso jardín en esta ciudad, a orillas del Éufrates, como prueba de amor hacia su esposa Amitis.
Nebo el albañil, ha visto los planos y le han parecido muy originales. Es un edificio de varios pisos, lleno de terrazas y balconeras, que deberán llenarse de arena, y allí vosotros deberéis plantar árboles, arbustos y flores.
Mardoqueo asiente, diciendo que llevarán cantidades de tierras fértiles, para rellenar aquellas terrazas y así poder plantar palmeras de todos los tipos. Estas plantas son muy vistosas, algunas producen dátiles, otras cocos, y algunas son estériles pero muy bonitas y se aprecian a larga distancia.
Nebo comenta que van a fabricar un depósito de agua en lo alto del edificio, y desde allí descenderán varios arroyos para regar todos los jardines. Estar cerca del Éufrates, y habiendo desarrollado un sistema de noria para la subida del agua, siempre la tendremos en abundancia.
El edificio y los jardines podrán contemplarse desde el exterior a gran distancia, comentan los dos amigos con alegría, así todo el pueblo podrá disfrutar de ellos.
Los dos amigos al cabo de un rato, se encontraron con otro grupo de personas de su misma edad y condición, y todos ellos se pusieron a comentar con alegría el futuro halagüeño que les esperaba, en vistas a la construcción de los nuevos jardines.
Gracias a ellos, los habitantes de Babilonia y todos sus visitantes, pudieron disfrutar de los jardines más bellos de la historia.
Todavía por entonces hablaban el mismo idioma, todavía no se les había ocurrido comenzar a construir la famosa "Torre".

José Luis Fonseca
Grupo A


Jardín sumergido

La chica me llevó a la parte posterior del chalet, al lado contrario de la piscina. Era toda una pared acristalada en la que apenas se distinguía la puerta que daba acceso al jardín exterior. El día tenía una luz brillante, un poco extraña, que reverberaba en las flores y los árboles como en un cuadro digital con los colores alterados, a la vez naturales y falsos, se diría que impresionistas pero modificados por un editor fotográfico. Como si, fuéramos donde fuésemos en todo aquel conjunto residencial, nunca dejáramos de saltar de un cuadro a otro. Igual que en las piscinas de “El nadador”.
El jardín y el bosque -álamos altísimos, árboles de huerta cargados de diferentes frutas luminosas, tilos gigantescos, abetos arcaicos- parecía moverse hacia el interior de la casa. Cómo no recordar “Macbeth”.
La chica me cogió la mano y traspasamos la puerta de cristal. En el exterior el perfume era suave y a la vez intenso, ligero y embriagador, como un aire acogedor y familiar en el que flotara, sutilmente, una indefinible amenaza.
Empezamos a recorrer el jardín y la arboleda.
-Mis padres perdieron la razón cuando murió tu hermana. Se sintieron culpables y se obsesionaron buscando alguna forma de redención -me dijo la chica-. En su enajenación, me culparon a mí. Tendría que haberme ahogado yo, en lugar de ella. Era como una extraña posesión maligna, es lo que yo he llegado a pensar con los años, después de todo lo que pasó. Me cortaron el pelo como lo tenía ella, me pusieron su ropa, que habían pedido a tus padres, me empezaron a llamar por su nombre. Al final, me abandonaron. Se fueron de aquí y no he vuelto a saber de ellos.
-Vamos -me dijo- te quiero enseñar algo. Cruzamos el jardín y paseamos entre los árboles. Nos acercamos a un tilo, asombrosamente frondoso y dominante, pero al mismo tiempo maternal, como si fuera la hermana mayor de aquel pequeño bosque.
Junto al tilo había una lápida con un nombre.
- ¿Ves? Aquí estoy enterrada yo -dijo la chica-.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Mi jardín

Abierto de par en par. Así es como vistieron mi jardín, sin puertas ni ventanas. Dejé todo el peso en sus alas. Ellas, con sus lenguas, las mariposas de alas transparentes, diseñaron cada surco, acompañando a cada flor y planta (en ramilletes o dormidas en semillas) al lugar donde enraizarían sus pies para el resto de sus días…Unas abejas por aquí…Escuadrones de gorriones zapadores construyeron puentes acolchados con el musgo de las piedras donde afinar su canto en la mañana, y esponjar su plumaje al amparo del agua antes de comenzar sus prácticas de vuelo diarias…Una pareja de colibrís por allá… Unas y otros, dejaron, eso sí, la improvisación al viento, desnudando obsceno a las aromáticas hierbas de su lencería perfumada: Albahaca, Hierbabuena, Romero, Tomillo, y a la luz del Sol, el latido para bombear la savia impaciente por las venas de los Robles, las Encinas con sus huesudos dedos, Sequoias altas y delgadas como mi Madre, Olivos e Higueras, Naranjos, Limoneros, Cerezos y Magnolios, Almendros, Manzanos de Avalon y Sabinas… Una lagartija tomando el sol… Los cactus también tienen su particular lugar defensivo en mi Edén, ahuyentando al granizo, a la tormenta y a la pena. Los más delicados utilizando sus corazas de espinas, poetas enamorados de las rosas más esquivas. No faltan las románticas Camelias, ni la Dama de Noche, ni el sutil jazmín, los Lilos o la impetuosa Madre Selva…Todo un caos ordenado y hermoso, como un cielo estrellado…Una estrella fugaz. Pide un deseo…Luciérnagas, Mariquitas voladoras, Libélulas, Moscardones campeones de Sumo, Moscas, Mosquitos…

Carmen Pedrero
Grupo A


El jardinero ucraniano

Hasta hace poco más de dos semanas generaba vida. Creaba espacios donde predominaba la mezcla de los distintos colores, abundando, sobre todo, el verde. Colocaba flores al lado de flores, plantas al lado de plantas, y árboles que darían sombra y oxígeno a quienes se acercaran a ellos. El olor a naturaleza era mi perfume preferido. Construía jardines y espacios verdes para que las personas pudieran pasear rodeadas de belleza y para relajarse de la agitación profesional. Creaba lugares para que las parejas expresaran su amor y para que los niños pudieran jugar rodeados de naturaleza. Me inventaba espacios para la reflexión y para que la ciudad respirara oxígeno. Todo tenía sentido.
Hoy ya no tengo unas tijeras de podar ni tierra en mis manos, sino pólvora, un fusible de asalto y balas, muchas balas. Me han instruido para matar. Tengo que defenderme porque a alguien del país vecino y sin escrúpulos se le ha antojado que así sea.
Ya no construyo. Creo muerte de la que brotará tristeza y odio. Participo de la destrucción de mis propias creaciones. Hago florecer el odio en mí mismo y lo siembro en los demás. Tengo que mantener vivo lo nuestro a base de matar, de destruir, de acabar con todos aquellos que quieren enterrarnos.
Cada día veo como desaparece lo humano con cada grito descarnado, con cada bala, con cada bomba, con cada sirena… Ya nada tiene sentido: no hay alegría en los parques y jardines, solo muerte y destrucción; el gris predomina frente al verde y el negro frente al marrón; ya no se ven nubes, sino humo; ya no se oye el agua de las fuentes o los gritos de alegría de los niños, sino los silbidos de las balas, que tocan melodías de odio y muerte. Siempre he pensado que una vida sin plantas, sin flores o sin árboles no podía tener sentido. Hoy estoy convencido de ello.
Hace tres horas he cosechado mi última muerte. Miré fijamente al chico ruso y, sin que él me viera, le disparé a la cabeza. Acerté. Cayó desplomado. No podrá volver a su casa. No verá a sus padres o a su pareja, tampoco a sus hijos, si los tenía. Quizá ni su familia entierre el cuerpo.
Ya llevo tres días sin contar mis muertos. Más inhumano no me puedo sentir. ¡Me es imposible explicar con palabras la sensación que tengo cada vez que acabo con la vida de alguien o cada vez que me entero de que algún vecino ha quedado inmóvil en el suelo! ¡Solo levanto la cabeza para apuntar!
Aunque ya nada parezca tener sentido, excepto la muerte, el odio o el rencor; aún florece una semilla verde en mi interior. Semilla que brota en mí el deseo de despertar de este mal sueño y contemplar el final de esta pesadilla para volver a crear esos espacios verdes donde las personas podamos tener un poco de vida y dignidad.
A pesar de que me están intentando robar el amor a la vida, a lo nuevo, a la creatividad y a mi trabajo, no me van a poder quitar la libertad de decidir sobre qué quiero en mi vida. Crear desde la nada era mi motivación, añadir belleza a lo bello mi pasión. Pasear por lo creado mi orgullo. Contemplar en silencio mi trabajo era mi humildad. Volveré a cosechar vida.
Soy Dimitri y mato en Kiev.

José Carlos Arroyo Sánchez
Grupo C


La batalla

El comandante revisa sus tropas formadas en hilera. Son escasas pero los aceros bruñidos, las junturas engrasadas y las maderas pulidas le provocan una sensación de orgullo y seguridad. Cree que cuenta con fuerzas suficientes para combatir al enemigo cuyos troncos forman una avanzadilla que oye crepitar afuera. El sol se ve oscurecido por la tupida maraña de elementos dispuestos a la lucha mientras el viento aúlla entre las hojas afiladas. Dispone al destacamento más aguerrido en el carro, aunque pequeño, debe estar compuesto por los más fuertes y bizarros pues el primer choque siempre es encarnizado y violento. Ha seleccionado al pesado azadón, al hacha temeraria, a la feroz guadaña y al persistente serrucho.
Avanza hasta el fin de la explanada de grava y coloca a la azada en vanguardia, y esta, con gran determinación, progresa golpeando con recios mandobles. De vez en cuando debe detener el avance ante el muro inexpugnable que forman los enemigos. Interviene entonces el hacha con inclementes mazazos que reducen a los más bravíos a míseras astillas. Hay todavía tarea para el serrucho que cercena los tocones rebeldes y los vástagos semiocultos. En el instante en que se han debilitado las energías del contrincante y ya solo menudos brotes oponen resistencia, le llega el turno a la guadaña que con rítmicos vaivenes deja el camino expedito a las herramientas ligeras.
Carga las víctimas en el carretillo y acumula los cadáveres aún sangrantes en una esquina del jardín donde, sin ceremonia ni clemencia, serán incinerados.
Ahora es el tiempo del humilde sacho, y de la pala, y del rastrillo que, poco a poco, irán labrando la tierra, domesticando sus terrones en regueras y arriates.
Cuando tras mucha brega la tierra está esponjosa, pelada y hambrienta es la hora de esparcir las semillas y que la calderilla y la regadera den de beber a los suelos resecos por tantos soles y vientos.
Solo queda esperar y vigilar que las tropas enemigas no se infiltren entre los surcos de salvias y crisantemos, que la tenaz zarzamora se retire de los bancales de piracanta y acebo, que las ortigas y malvas se agosten ante lirios, pensamientos y clavellinas. Y, finalmente, que el muro de romero proteja a las delicadas rosas y a las exuberantes hortensias.
En ese momento el comandante descansará y sentado en el poyo de piedra mirará con calma el jardín y respirará satisfecho, pues sabrá que, de nuevo, habrá triunfado la primavera.

Pepe Lorenzo
Grupo B


JARDÍN DE ANTAÑO Y OGAÑO
(Entremés galante levemente osceno)

Telón
Acto l (Antaño)

Bardo:
En el jardín de las esperanzas
un jardinero se echó a llorar,
tan triste llanto el hombre tenía,
que el propio sol se negó a brillar.

Todas las flores de aquel vergel,
le consolaron con sus colores
y le dijeron : ¡Ya es primavera!
¡No llores más por un mal de amores!

Y el jardinero muy emocionado
y confortado por el cantar,
para su amada , clamando al cielo,
y por volverla a recuperar,
en un poema lanzó un conjuro,
tan colorido y primaveral,
que al escucharlo entre el mar de flores,
el propio viento lo fue a llevar.

Acto II (Ogaño) 
Rapero

Llegó a la niña ese conjuro
con el lamento de aquel doncel,
Pero la moza, está de resaca
y rompe el poema de forma cruel.

La dulce joven que militaba
en las tendencias del porvenir,
mandole al viento a tomar por culo
y con gran morbo se fué a vestir.

Un gran escote, tacón y medias
puso en sus labios rojo carmín,
la falda corta, las uñas largas,
con top muy corto y rojiza crin.

Metió en su bolso (Relator):
Metió en su bolso
unas camperas y algo de costo
pasao de fecha,con un librillo para fumar
e ibuprofeno en un frasco angosto
y unas braguitas color de mar

Unas esposas con espolones,
el candado de la moto,
jabón íntimo pa el toto
y una tira de condones.
Líquido para lentillas
dos tijeras y un exvoto,
de un san Judas entre ardillas
y el resguardo de la loto.
Tablet, talonario de recetas
un tubito de pastillas,
combinao de peladillas
garrapiñadas y unas galletas
La cartera de tarjetas,
llaveros de calavera,
una caja de cerillas
arco iris de bandera,
los ligueros de puntillas
y elevadores de tetas.
Un satisfayer por si las moscas,
con las cremitas de lubricar,
y un joyerito con un collar,
de piedras verdes, bastante toscas.
Linterna a rosca de dos posturas
por si la hubiera que utilizar,
un pack de harina de rebozar
el par de gafas con rayaduras
el cortauñas de limas duras
y un set entero de maquillar.
Y aunque hay más cosas.
en ese bolso,
ya me he cansado de enumerar.

Dueto: 
Relator Rapero:

Se echó a la calle
con las amigas.
Tomó cien copas,
se puso a mil.
Y la encontraron
mamada y sola
en los arriates
de otro jardín. Bis

Telón

Carlos García Riesco
Grupo A


Jardín interior

Entrar en mi jardín interior, es un auténtico laberinto,. Quiero ver hacia donde voy y que espero, pero cada vez el laberinto me estresa y me ahoga.
Retomo la lectura de Siddhartha. (Hermann Hesse) El, lo deja todo recorre el camino un camino angosto ¿Qué busca?. No lo sabe hace preguntas que no tienen respuestas. Al final del camino encuentra a un barquero sencillo.(Vasudesa).todos tenemos dentro un Vasudesa que cuando lo escuchamos nos recuerda las cosas que vale la pena luchar, nos recuerda que están en la conquista de nuestros propios miedos y limitaciones. Pero sobre todo nos hace vivir, soñar y experimentar siendo viajeros eternos buscadores da las causas de la vida más allá de miedos y limitaciones.

Josefa Redondo
Grupo A


El jardín de Ignacio

A orillas del Tormes duerme un jardín abandonado, jardín que en otros tiempos fue el sueño de un jubilado charro que se llamaba Ignacio.
Cada tarde desde su jubilación él paseaba por la ribera, y siempre terminaba en el final del camino, que era un barranco con las mejoras vistas de la ciudad. Desde este mágico lugar se deleitaba cada atardecer disfrutando con sus diferentes tonalidades carmesí.
Visita tras visita a ese jirón tormesino, lo fue haciendo suyo y dedicó las horas de asueto a realizar su jardín secreto, para observar el rio y sentir el arrullo de sus aguas.
En el árido promontorio trazó con extrema delicadeza ayudado por la arquitectura natural, parterres, caminos, escaleras, un mirador, incluso un cenador para dos…
Allí crecieron cactus entre amapolas silvestres y convivían dalias con claveles, rosas y adelfas. Cada estación tenía su pulso en el jardín colgante, obsequiando al visitante con una belleza singular. El otoño era mágico fundiéndose los dorados del sol con las hojas que se resistían a caer. La primavera te envolvía de aromas penetrantes y el viento soplaba sin piedad, mezclándose con el trino de algunas aves originando una sinfonía deliciosa. En verano el calor se disipaba y los cantos de grillos y chicharras se sucedían explosivos. Ignacio amaba su jardín y poco a poco por el boca a boca y el auge del senderismo muchos caminantes se acercaban al lugar y él lo mostraba como el mayor tesoro que pudiera tener. Orgullo de jardinero, pasión por su paraíso, pero el tiempo devoró la vida. Ignacio murió y aunque se pretendió mantener el lugar por todas las gentes que hasta allí paseaban el jardín también murió. Se fue marchitando poco a poco. Hoy queda la huella de ese jardinero entregado a un trozo de tierra que hizo que sus últimos años tuvieran un sentido.

Pilar Sánchez
Grupo B


Jardín del alma

Quiero ser jardinera,
cuidar mi alma,
como jardín en primavera.

Apartar las piedras,
mover la tierra,
arrancar las malas hierbas.

Enterrar con mimo semillas nuevas,
regarlas con agua fresca,
y esperar que broten sus bellas perlas.

Cuidar con delicadeza,
las flores nuevas
esperando que arraiguen
en mi tierra entera.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Jardín poético

En este jardín tuyo y mío,
los versos más hermosos
cada mañana,
te escribiré.

Entre pareados y aleluyas,
cubiertos de amapolas y margaritas,
te buscaré.

Entre tercetos
rodeados de lirios y buganvillas,
te soñaré.

Entre cuartetos
al lado de jacintos y narcisos,
te añoraré.

Entre redondillas
enredadas en hiedra y madreselvas,
te embrujaré.

Entre serventesios
unidos a las flores del romero,
te dibujaré.

Entre coplas
adornadas con blancas orquídeas,
te desnudaré.

Entre seguidillas,
con fragancia de violetas,
te inventaré.

Entre quintetos,
a la sombra del cilantro,
te adoraré.

Entre las liras,
con olor a menta,
te evocaré.

Con el soneto,
impregnado de hortensias y azucenas
por siempre,
te amaré.

Marian Pérez Benito
Grupo A


El jardinero

Era una persona dotada de mucha sensibilidad, mucha paciencia y mucha constancia. Siempre decía que nada se conseguía en un día y sin esfuerzo. Por eso dedicaba a su jardín lo mejor de su persona. Preparaba, sembraba, quitaba malas hierbas, limpiaba, recortaba, podaba, regaba y solo cuando lo que tenía pensado hacer estaba terminado, se sentaba a contemplar su obra. Era entonces cuando contaba las rosas del rosal blanco o del de color fuego, las que estaban abiertas y las que se abrirían al día siguiente. Es como si hiciera un inventario de su jardín. Conseguía tenerlo limpio, ordenado y perfectamente simétrico, como le gustaba.
Seguro que si hubiera tenido oportunidad y formación suficiente, hubiera disfrutado de la poesía y de cualquier forma de arte, porque en lo suyo, era un artista.
Quizá la vida es una metáfora de la jardinería. ¿cuántas cosas no se consiguen con trabajo, paciencia, quitando de aquí y poniendo de allá?
El jardín le echó de menos cuando se fue y nunca ha vuelto a ser el mismo, como nos ha pasado a los que queríamos a este jardinero, pero seguimos adelante con las enseñanzas que nos dejó y siempre conservaremos un bonito recuerdo y una rosa para él.

Teresa Sanz
Grupo C


Jardín

Abrí la verja del jardín y lo primero que escuché fue el rumor de la fuente, la primavera estaba en todo su esplendor. El olor de las plantas me invadió. Había rosas de todos los colores imaginables, hasta azules y negras, procedentes de injertos. Las rojas, mis preferidas, además, olían como cualquiera se imagina que pueden oler las rosas. Había petunias, gladiolos, claveles, margaritas y otras tantas especies cuyo nombre no sabría especificar. Para enmarcar las flores había vegetación verde, setos, árboles y mucho césped. En el césped, muchísimo trébol, me senté como era mi costumbre y empecé a buscar tréboles de 4 hojas. Encontré bastantes y me hizo ilusión. En el centro del jardín, al lado de la fuente, había 2 bancos de madera y 2 mesas de piedra y otros 2 bancos, a modo de pequeño merendero.
Me senté en un banco de madera y me puse a tomar café mientras leía, 2 pequeños placeres que juntos se multiplican y si se está en un jardín, para mí constituyen un trocito de felicidad.
Así pasé la mañana, mientras mi perra iba y venía, jugaba y entraba y salía de la fuente.
 
Teresa Sanz
Grupo C

Ophelia

Propuesta de escritura

El lunes pasado, tras la presentación del libro "Dolencia" de Hélia Correia propusimos escribir un texto en torno a Ophelia




Ophelia, de John Everett Millais


Estos son los trabajos recibidos hasta ahora:


Para Ophelia

¿Que hiciste Ophelia, qué hiciste?
Te cegó el amor, te cegó la pasión, te engañaron, fuiste la víctima inocente en un mundo de hombres enloquecidos.
¿Quién te retorció el alma?
Tu imagen bordeada de flores en el agua heladora de aquel riachuelo, pálida, lánguida, flotando en el más allá, es un símbolo de la mujer engañada en un mundo pensado por y para hombres.
¡Despierta Ophelia!
Vuelve a nosotros y disfruta del mundo cambiante en el que podrías revelarte contra el destino que William te asignó.
¡Sal del agua Ophelia!

Manuel Medarde
Grupo A


Ofelia

¿Tuve alguna vez en las manos mi destino? ¿No fueron siempre los deseos de otros los que marcaron mi rumbo? Primero mi padre, venerado Polonio, aunque más atento a mi honra y a sus ambiciones que a las ansias de mi corazón. Luego mi hermano, querido Laertes, siempre desconfiado, teniéndome por una niña que debía guiar por este proceloso tránsito que es la vida. Y cuando creí que, por una vez, era mi propia voluntad la que marcaba los derroteros de mi existencia: Hamlet. El príncipe abrumado, la flor y esperanza del reino, que jugó voluble con mi inocencia y mis deseos. Fui, al final, marioneta –también él– de las intrigas de la corte y de los intereses del rey. Y el amor se marchitó sin haber, apenas, florecido.
La muerte de mi padre a manos del príncipe agostó la alegría de mi corazón y la cordura de mi mente.
Ahora, sobre esta frágil rama de sauce, veo pasar lirios y violetas, margaritas y narcisos, arrastrados todos por el río que mi llanto hace medrar. Si me dejara ir en dulce indolencia… las flores se engarzarían en mi cabello mientras navegamos juntas hacia el olvido.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Ophelia

He visto varios cuadros de Ofelia, una mujer bella, muy atractiva, pero con el rostro triste. Llama mi atención la exquisitez de su vestimenta y lo espectacular del paisaje que la rodea, siempre lleno de flores.
Ofelia es fruto de la imaginación de Shakespeare, y sus retratos fruto de la imaginación de los pintores que la representaron.
Su único mérito es haber tenido una relación con Hamlet, y su triste final el haber subido a un árbol con las ramas poco resistentes.
Su mérito para el recuerdo: murió joven y hermosa, sublime nos la imaginamos, y primorosa nos la representan en los cuadros.
Destaca la pintura de John Everett Millais, en la que podemos apreciar un conjunto de flores con gran simbolismo, la transparencia del agua, y el verdoso paisaje de alrededor.
Hay múltiples cuadros que representan a Ofelia, muchos espléndidos. Todos representan a una mujer hermosa, todos han pensado en una mujer encantadora.
Yo también al pensar en mujeres que admiro, siempre mejoran, siempre ganan en belleza cuando las imagino.

José Luis Fonseca
Grupo A


Para Ophelia

En el manso río de jardín boscoso,
flotando sobre el agua cristalina,
la nívea tez, cual porcelana china,
discurriendo en el ensueño luctuoso.

Ojos azules con el brillo acuoso,
labios con trazas de la rosa fina
y el reflejo de sorpresa genuina
en la boca abierta.Y ese rostro hermoso.

Vestida de gasas, tul y pedrería
collar de violeta, ortiga y camelia
cual diosa flotando en perenne agonía

La infausta doncella que tú fuiste un día
trocaste en sirena, amorosa Ofelia,
en tu lecho de agua y de amores vacia.

Carlos García Riesco
Grupo A


OPHELIA

Everet Millais, ayer soñé contigo, estabas en tu butaca leyendo a Shakespeare; paras tu lectura, cierras los ojos y recuerdas a Ofelia. La historia te cautiva de tal manera que piensas cómo plasmar en tus lienzos la belleza y la muerte.
Coges tus bártulos y te encaminas hacia el lago, lentamente cierras los ojos con el viento suave y el sonido del agua se te aparece Ofelia tumbada rodeada de vegetación, su vestido repleto de flores aumenta su belleza y su paz. Sus manos abiertas hacía el universo parecen decir: “ya estoy preparada, allí donde sea encontraré el amor”

Josefa Redondo
Grupo A


OFELIA

Hundida
absorta en las fauces
del hombre rapaz
me reconozco

Rasgada suelta
a dentelladas
he salvado mi urdimbre
huyo límpida

Pero el desvarío persiste
la luz es dolorosa
el ritmo entreverado
me reconozco
al fin lo inmerecido se descarna

Descubierta, enmudecida
regreso a tu líquida garganta
esta vez me asimilo distinta

Floto en tus aguas
y aunque ya muerta
aun así
soy yo quien te socorra

2 DE Julio 2010

Me desincorporé
de tu vida

En mi desvarío
creo haber llegado
a un cauce

Es hondo y oscuro
ese pasaje

Estoy desnuda
frente al río

aun no me es dado

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


Ofelia revisitada
(Divertimento -es un decir- en un Acto)

Hamlet y Ofelia dialogan sobre sus respectivos roles de género, y deciden que será ella quien luche por el trono, mientras que Hamlet se ocupará de las tareas domésticas y los hijos, cuando vengan.
Ofelia, debido a su habilidad política y capacidad estratégica se hace con la Corona, pero por poco tiempo, porque su hermano Laertes le disputa el reino cometiendo todo tipo de crímenes abominables. Mata a la madre de Hamlet al tener conocimiento de que mantiene relaciones carnales con Polonio, el padre de la reina Ofelia y su propio padre, lo que provoca la locura del príncipe consorte, y su consiguiente muerte al ahogarse en un lago en cuyas aguas prístinas se estaba mirando mientras pronunciaba su famoso soliloquio sobre el ser y el no ser.
Ofelia, enajenada por la muerte de su amado Hamlet se enfrenta a Laertes con la intención de matarlo, y cuando estaba a punto de asestarle el golpe definitivo es atacada a traición por Berta Duguesclin, legendaria criminal y Guardia de Corps de Laertes. Es famosa la frase de Berta Duguesclin cuando hunde el puñal en el pecho de Ofelia: “Ni quito ni pongo hembra, pero ayudo a mi varón”.
En definitiva, por mucho que Hamlet y Ofelia cambiaran sus papeles tuvieron el mismo y trágico destino final. Ser o no ser hombre o mujer no les salvó de la desgracia y la muerte, que estaba escrita en la afilada pluma de su asesino, William Shakespeare.

Post Scriptum

Laertes y Berta Duguesclin contrajeron nupcias e inauguraron un largo periodo de Paz y Amor, conocido por los historiadores como la Edad de Oro, turnándose paritariamente en el trono -como Rey y Reina- todos los años, y llevando a su escudo de armas la leyenda “Tanto monta, monta tanto”.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A

Manual de Instrucciones. Grupo C

La sesión de hoy del taller de escritura (Grupo C) ha sido muy instructiva pues la hemos dedicado a dar algunas instrucciones para lo cotidiano.
Cortázar sabía mucho de instrucciones. Por eso acudimos a sus Historias de cronopios y de famas para aprender a subir una escalera, a cantar, a llorar o a darle cuerda al reloj. Veamos cómo hay que proceder para llorar de forma correcta:

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos. (Instrucciones para llorar)




(Pincha en la imagen para ampliar)


Antes de dar cuerda a un reloj es preciso escuchar algunas consideraciones previas. Oigamos a Julio Cortázar:



Ahora sí podemos darle cuerda al reloj, después de saber qué significa en nuestra muñeca este objeto:

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.  (Instrucciones para dar cuerda a un reloj)

Hablamos de la vida, de la rutina, de cómo las acciones que nos acompañan en nuestro latir cotidiano están impregnadas de literatura, de arte. Y convertimos unas fichas de bricolaje en recomendaciones de uso práctico: "Instrucciones para reír correctamente", en lugar de para clavar correctamente o "Hacer una falsa introspección", en lugar de una falsa vidriera. "Arreglar muebles desencolados" se convirtió en "Arreglar amores desconsolados" y "Retapizar una silla" pasó a ser "Retapizar una vida".
Gustavo Martín Garzo también se sumó a esta fiesta con un texto en el que nos ofrece las claves para despertar el gusto por la lectura en los niños: Instrucciones para enseñar a leer a un niño

Recomendamos, por último, la entrevista que Joaquín Soler le hizo a Julio Cortázar en el programa "A fondo". No os la perdáis. Podéis verla aquí

Propusimos como tarea escribir un texto a la manera de Julio Cortázar y combinar en él ternura e ironía, banalidad y poesía, humor y cotidinaneidad. Y dejamos como sugerencia algunos títulos por si la inspiración no nos alcanza:

Instrucciones para coser un botón
Instrucciones para poner la lavadora
Instrucciones para planchar una corbata
Instrucciones para programar el vídeo
Instrucciones para fregar un suelo
Instrucciones para tirar de la cadena
Instrucciones para apagar el televisor
Instrucciones para saltar a la comba

Estos son los trabajos enviados por algunos de los participantes en el taller:


Instrucciones para escoger una novela en la biblioteca pública

Párete delante de la puerta de entrada y respira hondo para relajar tus músculos y tu mente. Abre la puerta y mantén silencio. A partir de este momento, conviene que seas lo más discreto posible, aunque siempre habrá alguien que te mire. La mejor forma de que deje de hacerlo es que tú también le mires.
Una vez salvado este primer contratiempo, que espero no haya distraído tu atención del propósito que llevas, dirígete lentamente hacia la sección de novela y al género que tengas pensado. Enseguida verás que hay varias estanterías llenas de libros. No te agobies, es normal, es una de las características de las bibliotecas públicas. Están pensadas para eso.
Si te encuentras tranquilo y con el cuerpo recto, dirige tu mirada hacia los libros. Están colocados de canto. Es ahí donde verás el color, el título de la novela y el nombre de su autor. Es muy importante que prestes atención a la parte inferior. Comprobarás que hay una serie de letras o códigos. Identifica tres letras en mayúsculas: son las tres primeras iniciales del apellido del autor. Si has llegado hasta aquí, enhorabuena, vas muy bien.
Ahora, si diriges tu mirada hacia ambos lados de la novela, comprobarás que están ordenadas por orden alfabético según el apellido del autor. Esto es crucial, pues te facilitará mucho la búsqueda. Pero no solo eso, sino que también leerás nombres de varios autores. Esta acción es fundamental para que te familiarices con sus nombres. Si no conoces a alguno, no te preocupes, suele pasar, hay que ir poco a poco.
Es necesario que, si quieres ver las novelas que hay en la parte de abajo de la estantería, dobles tus rodillas en noventa grados para que tu cuerpo descienda sin sufrir lesiones en la espalda. Ellas lo saben, pero no te lo pueden decir, pues su lenguaje es escrito. Además, de esta forma las podrás mirar de frente, algo muy importante, pues quizá una de ellas forme parte de tu vida durante los próximos días, espero que no semanas.
Cuando ya tengas localizado al autor en cuestión, lee el título en el canto. No tengas prisas, la novela no se moverá de allí hasta que tú decidas que lo haga. Si esta es tu decisión, coloca uno de tus dedos en su parte superior, lo más cerca posible del canto. Haz fuerza hacia a ti, aunque no mucha, pues entonces la novela entenderá que la deseas con pasión e irá volando hacia ti. Muchas de ellas son caprichosas y si notan en exceso tu fuerza se sentirían muy tristes si las vuelves a dejar en su sitio. Si lo haces bien, notarás que se levantará un poco por la parte contraria a la del dedo. Eso es que se ha puesto contenta porque ha sido elegida.
En este momento tendrás que cogerla con mucho cuidado y mirar bien la portada. Lo que pasa en tu mente ahora es normal, no te preocupes. Estás especulando sobre el contenido. No tengas prisas, disfruta del momento. Ya la tienes en tus manos y nadie te la quitará. Si te atreves, pero solo si te atreves, piensa en lo contento que estaría el autor o la autora si te estuviera observando.
Cuando hayas disfrutado lo suficiente de este bello momento, hayas identificado qué editorial ha apostado por publicarla y hayas comprobado su grosor, tendrás que girarla para ver la contraportada. Este paso es, quizá, el más importante, ya que, si lees con mucha atención las frases que hay escritas, una detrás de otra y haciendo todo lo posible por entender lo que dicen, te decidirás por ella o volverás a colocarla en su sitio.
La siguiente acción es crucial y, si la haces bien, mejorará enormemente tu experiencia. Llega el momento de abrir la novela. Para ello, levanta la portada con mucho cuidado. Verás que la primera página está en blanco. No es que la novela esté vacía, sino que esta página es una protección interior de lo que te encontrarás a continuación. Las editoriales la colocan para que te familiarices con el tacto del papel. Es recomendable que acaricies esta página en blanco, incluso que la huelas. Abstente de lamerla, no es necesario que le des rienda suelta al sentido del gusto.
En la siguiente página estará el título de la novela. En condiciones normales coincidirá con el de la portada. Si no fuera así, tendrías un serio problema, pues una novela con dos títulos es algo, de momento, imposible. No se ha dado ni en las de ciencia ficción. Si esto ocurriera, tendrías que informar urgentemente a algún bibliotecario.
En el caso de que ambos títulos coincidan, gira esta página disfrutando otra vez de la textura del papel. Las siguientes páginas te ofrecerán información técnica sobre la novela. Son como su carné de identidad. Casi nadie las lee, pero son cruciales, sin ellas no habría novela. Queda a tu elección si las echas un vistazo o no.
Ahora, prepárate para ver la primera página del primer capítulo. Tendrás que comenzar a leer para que compruebes si el lenguaje utilizado es de tu agrado. Conviene que sepas que al autor le costó mucho esfuerzo escribir esta primera frase y que estuvo varias semanas, quizá meses, pensando cómo escribirla.
Si te ha gustado, es muy recomendable que te sientes un momento a leer un poco más. Es probable, a muchos lectores experimentados les pasa, que no necesites hacerlo, pues ya te has quedado absorto con esa primera frase, y tu mente y tu corazón hayan decidido que es la novela elegida.
Si este es el caso, dirígete lentamente hacia la mesa donde está sentada la persona encargada de la biblioteca. Con la voz muy baja, pero que te pueda oír, dile que te la llevas y dásela un momento. Te la devolverá, no te preocupes. Podría ser que él o ella te diga algo sobre la novela o sobre el tiempo que te la prestan. Haz caso de lo que te diga y, si te queda alguna duda, pregúntale. No te pasará nada por preguntar, créeme.
Ya estás en el último paso. Ahora, tan pronto como salgas de la biblioteca, ten presente que tu vida cambiará un poco o, quizá, mucho. Eso ya es cosa tuya. Cualquier recomendación anularía tu sorpresa, tu imaginación o tu libertad. Recuerda, eso sí, llevar la novela en tu mano con mucho cuidado, pues las hay que tienen muchas ideas dispuestas a salir volando de sus páginas al más mínimo descuido por tu parte.
¡Buena elección!

José Carlos Arroyo Sánchez
Grupo C


Instrucciones para beber agua

Para beber agua no es preciso tener sed. Los urólogos recomiendan últimamente beber sin ganas para conservar sanos los riñones. La forma más sencilla es hacerlo con un vaso, que conviene esté limpio. El llenado del vaso puede realizarse desde una botella, fuente o grifo, siendo recomendable que el agua esté fresca. Puede realizarse de pie, pero sentado es mucho más gratificante. El siguiente paso es colocar el borde del vaso, vertical y boca arriba, entre los labios juntos e inclinar ligeramente el vaso hacia los labios mientras estos se separan un poco y la cabeza se inclina un ángulo idéntico al del vaso. Cuando note que el agua empieza a entrar en la cavidad bucal relentice el movimiento inclinatorio. Evite sorber o derramar parte del contenido del vaso. En el momento en que no desee más agua retome la verticalidad de la cabeza y del vaso. Vacíe el vaso y colóquelo donde corresponda para un próximo uso. Para más detalles utilice este video tutorial

https://www.youtube.com/watch?v=qHqDpUpbpJI

Hay otras formas mucho más primitivas, es reseñable por su eficacia la que utiliza el botijo y que ocupará otra instrucción también con vídeo tutorial. No lo intente sin verlo integro, corre riesgo de atragantarse o empaparse la pechera, además de convertise en el centro de todas las bromas innecesariamente.

Enrique Martínez
Grupo C

Pasillo o ventanilla

En la sesión de hoy, los integrantes del grupo C del taller de escritura creativa de la Casa de las Conchas se convirtieron en pasajeros de clase preferente que aguardaron en en andén de la biblioteca la llegada de su tren.
Por la estación, casi primaveral, transitaron diferentes trenes. Todos ellos puestos en circulación por la Revista Litoral que dedica uno de sus monográfico a este medio de transporte.
Con el billete de la mano fuimos haciendo trasbordos de un tren a otro, primero la música, luego la poesía y por último la prosa.
Nuestro destino, el disfrute.




En el libro Adjetivos sin agua, adjetivos con agua de Javier Peñas Navarro encontramos varios poemas sobre el tren. Estos no forman parte de la revista pero merecían estar aquí:

VII

A VECES
llegan trenes
como una tormenta no esperada
y llueven recuerdos de maletas
antiguas
y alguien viene a abrazarte
con las manos llenas 
de tierras olorosas de antes
y volvemos a casa mirándolo todo
con ese frescor que dan las violetas
con esas pupilas que prestan los viajes...

XIII

A LOS TRENES TAMBIÉN LOS JUBILAN
cuando tienen fiebre de años
en las ruedas,
cuando el óxido borra el brillo
del cristal de la frente
y empequeñecen los latidos del corazón
de acero.

En el muelle están los viejos trenes,
jubilados, cansados, casi muertos.
El último de todos
es un tren de tantos colores
que parece de juguete,
de fantasía que le pintaron los poetas
porque se enteraron de que nunca
anduvo.
Los poetas le bautizaron con el nombre
Sueño,
antes de que los ángeles vinieran
y se lo llevaran, igual que a los niños
que nacen muertos,
al Limbo,
antes de que los ángeles se lo llevaran
en una túnica de nieve.
Sueño ya está en el Limbo
mientras los trenes viejos
sufren una vejez de hierros...
Sueño no envejecerá
si los poetas lo adornamos
de flores
y de montañas azules
y de estaciones con mucha gente,
porque su alma de viento
la transportaron unos ángeles
al Limbo.

Hace años hice una versión, o perversión del soneto X de Garcilaso de la Vega. Las mismas ninfas que él veía en las orillas del Tajo yo las vi en un tren AVE, en clase preferente. Este fue el resultado de aquel fortuito encuentro. Tampoco está en la revista pero lo traemos aquí como pieza curiosa:

AVE
(versión del soneto XI de Garcilaso de la Vega)

Hermosas ninfas que, en el tren dormidas,
en sueños suspiráis enamoradas
y en clase preferente acomodadas
imagináis pasajes de otras vidas;

desamores de vueltas y de idas
sin rumbo, ni transbordos, ni paradas,
atrás las pertenencias mal halladas
en las consignas de las despedidas;

dejadme un rato imaginar besando
vuestros labios, llorar y consolarme
en el final de un túnel, ya deseando

reclinar mi triste asiento y entregarme
al vaivén de este tren -ahora volando-
o aguardar mi destino y despertarme.


Mencionamos también el cuento de Peter Bichsel "El horario de los trenes" y que transcribimos aquí:

Conocí a un hombre que sabía de memoria el horario de todos los trenes. Su mayor placer era todo lo referente al ferrocarril y se pasaba las horas muertas en la estación contemplando la llegada y la salida de los trenes.
Observaba maravillado los vagones cargados, la fuerza de las locomotoras, las ruedas gigantescas, los pasajeros que subían y bajaban, los revisores y el jefe de estación de uniforme.
Conocía cada uno de los trenes. Sabía de dónde venía y hacia dónde iba. A qué hora llegaba a cada una de las estaciones y con qué otros trenes empalmaba en cada uno de los enlaces.
Sabía el número de los trenes, qué días salían, si llevaban literas, coches cama o coche restaurante. Sabía qué trenes llevaban correo o vagón mercancías y cuánto costaba un billete en primera o en segunda, para Frauenfeld, para Olten, para Niederbipp o cualquier otra ciudad por desconocida que te parezca.
No iba al cine, ni al bar, ni salía de paseo; no tenía ni radio, ni televisor; no leía periódicos, ni libros, ni revistas e incluso, si hubiera recibido cartas, ni siquiera las habría leído.
Le faltaba tiempo para todas estas distracciones, porque él se pasaba todo el día en la estación, y sólo cuando cambiaba el horario en junio o en octubre, no se le veía durante algunas semanas. Se quedaba en casa sentado a la mesa y se aprendía el nuevo horario de memoria, de la primera a la última página; se fijaba en los cambios introducidos y se alegraba cuando no había modificaciones.
Sucedió un día que alguien le preguntó la hora de salida de un tren. Entonces se puso radiante y quiso saber con precisión cuál era el destino de su viaje. Y no dejó marchar a su interlocutor hasta que le hubo dicho la hora de llegada, el número del tren, el año de fabricación de la locomotora, el número de vagones que llevaba, los enlaces posibles; le explicó también que con aquel tren se podía llegar hasta París, la estación en que convenía apearse, y todas y cada una de las características de las estaciones del recorrido…
Tanto que el pobre hombre perdió su tren. Si alguien lo dejaba plantado y se marchaba antes de haberle podido soltar toda la retahíla de sus conocimientos, nuestro hombre se ponía furioso, lo insultaba y lo seguía gritando: — ¡Usted no entiende ni gorda de ferrocarriles!
Sin embargo, por extraño que parezca, nuestro hombre nunca había subido a un tren. Era algo —decía- que carecía de sentido. Porque él ya sabía de antemano dónde iba a llegar, a qué hora y cuáles eran las estaciones y características del tren.

Con el epígrafe de "Besos de ida y vuelta" encontramos en la Revista Litoral textos que hablan de despedidas y regresos. Aquí dejamos un par de muestras como "La despedida" de José María Merino y "El regreso" de Sara Mesa:

El tren empieza a moverse. Se va evaporando es somnolencia que todos sentisteis al ocupar los asientos, efecto de la desazón de ir al frente, recién reclutados, en una guerra interminable donde es habitual la pérdida de un vecino, de un amigo o de un familiar. Parece que en el andén hay mucha gente que ha venido a despediros, pero tú sigues sentado: estás demasiado lejos de tu pueblo como para que alguien pueda conocerte y no tienes ganas de ver a a nadie. Entonces los compañeros te avisan: “Oye, una mujer grita tu nombre”. Te asomas a la ventanilla y ves acercarse a una vieja desconocida y estrafalaria, que corre animosa voceando un nombre como el tuyo mientras agita un largo paño blanco.
“¿Es tu abuela? te preguntan. De repente, esa vieja vocinglera te aterroriza. “No la conozco no sé a quién busca, dejadme en paz”, respondes y vuelves a tu asiento, esperando que el tren te aleje de ella, cada vez más temeroso de que nunca puedas regresar a tu casa.

***

Hace tiempo que escondieron la foto. Dicen que estoy demasiado mayor y que ver esas cosas me hace llorar. Pero yo he pasado por todo el siglo XX e incluso más allá, dura como una roca, con los ojos cerrados, el corazón encogido y las palabras anudadas en el estómago, incapaces de brotar pero claritas, claritas. Tengo 98 años y creen que ya no valgo –loca, sorda y muda–, porque me paso media vida acostada, alimentándome de papilla, con la única compañía de una mujer que va cambiando el rostro tres veces por jornada.
Y me esconden la foto. Pero aprieto los párpados y puedo verla igual, ahí metida, no sólo la imagen, no sólo el beso, no sólo la alegría del reencuentro –¡cuánto, cuánto te eché de menos! –, el alboroto en la estación –¡habías sobrevivido! –, el ambiente de fiesta. No sólo eso, sino también la tristeza posterior, los días difíciles, las pesadillas, el sexo oscuro, los partos solitarios, las arrugas, el silencio, la enfermedad, Spot el perro. Todo ahí, todo dentro, todo desenrollándose otra vez porque volvías en tren y no habías muerto. Pobrecilla, susurran. Ellos no saben cuánto llevo dentro.


Citamos el libro de Clara Obligado Petrarca para viajeros, una novela que recibió el premio de Novela Breve "Juan March Cencillo". Dice así el texto de contraportada (o de cuarta de cubierta, como diría un editor):

En un verano cualquiera, dos jóvenes coinciden en una estación de tren y emprenden un viaje que resultará, para ambos, transformador. Se buscan y se desean. Se cruzan. Se sueñan. Sucede en la Europa actual y en la memoria de los raíles. Como en los destinos de los personajes, la trama pone en contacto lo real con lo idealizado, el arte con la vida, el pasado con el presente de Europa. Petrarca para viajeros es una historia de amor y también una profunda reflexión sobre lo que se mira pero no se ve, la historia de un continente y sus actuales tensiones.

El título del libro, así como la historia de los dos protagonistas principales de la novela, parten de este excelente soneto de Petrarca en la versión de F. Maristany:

Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenóse al alma mía.

Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.

Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros y mi llanto.

Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan sólo lo comparte.

Clara Obligado cuenta al final de la historia como empezó a escribir esta novela en Buenos Aires en el verano/invierno de 2008 y lo terminó de corregir el verano pasado en Francia. En medio publicó un libro magnífico El libro de los viajes equivocados reconocido con el Premio Setenil. En ese libro Clara convirtió en cuento dos historias desgajadas de su novela y que recuperar ahora su perfil novelesco original.
 
Publicamos por último dos microrrelatos sobre el tren, incluidos en el epígrafe "Trenes fantasmas". El primero, titulado "El expreso" es de Pere Calders. El segundo es de Jacques Stemberg y su título es "El castigo":

Nadie quería decirle a qué hora pasaría el tren. Lo veían tan cargado de maletas que les daba pena explicarle que allí nunca había habido ni vías de tren ni estación.

***

Aquí los delitos son muchos pero el castigo es único , siempre idéntico. Se coloca al condenado ante un túnel interminable, entre los rieles de una vía férrea. A partir de ese momento el condenado sabe lo que le espera. Huye, porque no tiene más que esa oportunidad. Alucinación, porque el túnel no tiene fin.
El condenado corre hasta perder el aliento y después la vida.
Sin embargo, se puede afirmar que nunca tren alguno fue lanzado por esa vía.

Y para terminar recomendamos la novela Paradoja del interventor de Gonzalo Hidalgo Bayal y la película Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo, una adptación del libro homónimo del escritor y que podéis ver en este enlace 


Propuesta de escritura

Escribe un texto de formato libre sobre una experiencia real relacionada con el tren o sugiérenos un viaje por la vía de la ficción.

Y estas son las tareas recibidas hasta ahora:


Narcisismo en el tren

Intentar que no me importaran las cosas que me importan había sido mi objetivo durante los tres últimos meses. Esto es lo que me repetía cada martes tan pronto como me sentaba en mi vagón preferido, el de atrás. Estaba convencido de que, si me lo reproducía en mi mente durante la hora y media que dura el viaje desde Salamanca hasta la estación de Chamartín, sería capaz de hacer caso a Bruno, mi terapeuta por recomendación.
¡Más equivocado no podía estar!
Estoy seguro de que mi depresión es por una cuestión de narcisismo, pero él insiste en que es lo contrario, que será mi narcisismo el que solucionará mi problema. No nos pondremos nunca de acuerdo.
Me espera cada martes, de once a doce en su consulta, con un mechero, un cincel y un martillo para esculpir en mi cerebro que tengo que prenderle fuego a mi deteriorado estado de ánimo. Defiende concienzudamente que tengo que importarme mucho a mí mismo, cuanto más mejor. Lo que pasa por alto es que, si continúo dándome importancia, seguiré alimentando mi narcisismo, que es quien me ha provocado este infarto del alma.
He intentado hacerle caso y lo que he conseguido es estar peor, aunque él lo ve como parte del proceso. Estoy agotado de mí mismo, muy cansado y ya no sé qué más hacer para salir de este deteriorado estado de ánimo. Soy como un tatuador mental intentando grabar en mi mente la imagen de que puedo conseguir darme esa importancia y, así, dejar de pensar en suicidarme. Ya no me digo que debo darme esa importancia, sino que me repito, una y otra vez, que puedo dármela. Me libero a mí mismo del deber de hacerlo y me autoengaño convenciéndome de que puedo conseguirlo. Insisto en mí mismo como si fuera un Dios, como si pudiera y quisiera superar la pérdida de Lucía, que falleció hace poco más de un año. Estoy realmente agotado.
Un tumor hepático agresivo, rápido y exigente acabó con su vida en pocas semanas y ha deformado la mía hasta convertir mi existencia en una severa agonía sin sentido. Nos quedaron muchas cosas por hacer y por decirnos, mucho amor por darnos, muchos momentos por vivir y recordar, y dos hijos por tener y criar.
Esos son los dardos que me lanzo una y otra vez a mí mismo alimentando mi narcisismo y, por supuesto, mi depresión. Pienso que la vida ha sido injusta con Lucía y que lo es ahora conmigo, aunque tengo claro que la vida no es justa ni injusta, simplemente es. Pero nada tiene sentido sin ella. Cada mañana pienso en tirarme delante de este tren y acabar con todo. Ese es el narcisismo que me victimiza ante la dura tristeza de esta vida sin sentido que ya no sé cómo afrontar.
Cada martes la veo a través de la ventana, en la línea del horizonte que se desplaza tan rápido como el tren, mientras pienso en lo que le voy a contar a Bruno. Hoy le diré que estoy harto y muy cansado por exigirme ser feliz. Le propondré que voy a permitir que me atraviese esta maldita tristeza. Así, cuando desaparezca, podré comenzar a crearme una nueva vida y sentirme un privilegiado por haber compartido mis últimos ocho años con Lucía. Si fuera bueno en su tarea, aprobaría mi propuesta, pero no lo hará. Me dirá que me comprometa con él en hacer algo que me guste, en salir con amigos o en que tenga alguna cita. Me dirá, sobre todo, que me aleje de la tristeza, a pesar de ser un sentimiento auténtico y real, porque esta alimenta mis ganas de suicidarme.
Por mucho que él insista en que tengo que ser feliz y rehacer mi vida, me niego a olvidarme de Lucía. Solo me queda deambular por la vida agarrado a mi tristeza y sobrevivir para no olvidarla. Ya no sé cómo hacerle entender que prefiero estar con ella en ninguna parte, que en alguna parte sin ella. Esto es lo que realmente importa y no mi vida, a pesar de no ser lo que él defienda. Y es que no pueden dejar de importarme las cosas que me importan.
Quizá le diga que esta será mi última sesión. Creo que ni me escucha. Supongo que lo hace para no alimentar mi narcisismo o para aumentar el suyo, no sé. Dice que él es el especialista, pero, por mucho que se empeñe, el que más sabe de mi vida soy yo mismo. Solo yo sé lo que siento y lo que la echo de menos. Quizá sea el tren el que más me ha ayudado…
Precisamente por eso, por echarla de menos cada día y por sentir su pérdida, le diré que hoy acabo con la terapia y que aplazo mi suicidio para otra vida, pues ¿qué sería del recuerdo de Lucía y de lo que alguien siente por ella si yo no existiera, aunque esta sea la mayor muestra de narcisismo?

José Carlos Arroyo
Grupo C


El bolsillo izquierdo

Cuánto adoraba escucharle hablar de sus viajes en tren. Del placer de sentarse junto a la ventanilla y ver el paisaje acercarse, desfilar ante sus ojos, pasar…El tiempo marchaba tan despacio hasta su vuelta y se hacía tan pesado el día a día, que cuando llegaba con su equipaje cargado de postales con lugares preciosos y toda su ropa polvorienta, ella esperaba pacientemente junto a la puerta de su cuarto a que se aseara para poder escuchar de su boca cada momento que vivió en su ausencia. Aquel hombre que dormía en el hotel de su padre le había robado el sueño y su alma volátil desde que llegó, hace ya tres años. Soñaba despierta a todas horas, con que un día ella sostendría su maleta verde y él la llevaría de la mano a la estación. Esperaría juntos en el andén para coger un tren a cualquier parte. El billete en el bolsillo izquierdo del abrigo justo al lado del pecho para que no se pierda. Deseaba tanto que hubiera un túnel en aquel trayecto para poder por fin ser valiente y en aquella oscuridad en suspenso, poder besar esos labios inflamados de historias, de viajes y de tantas palabras que hacían que su pecho doliera de la emoción. El traqueteo del vagón sobre unos railes interminables y su mano guiándole por los pasillos de ese tren, qué podría ser mejor.
Un día él ya no volvió. Sólo billete de ida. Una postal de un océano en calma con un adiós y un beso escritos en minúscula y un mar de lágrimas borrando la tinta y su sueño para siempre. En aquél momento, su alma volátil detonó bajo el bolsillo del abrigo, justo en ese lado delpecho.

Mamen Somar
Grupo C


Escala HO

La idea de comparar la vida con un viaje en tren no es original. También se ha comparado con el curso de un río que es un tren sin cambios de agujas. Quizás sea mas útil compararla directamente con la máquina del tren. Esta comparación contiene todos los elementos necesarios. Cada cual es de algún modelo de locomotora de los que había cuando nació. En mi caso, en 1957 la mayor parte de las máquinas eran de vapor quemando carbón, a lo más que podía aspirar era a ser un modelo Talgo de la época.
El siguiente elemento importante es el maquinista o el fogonero, cada cual según su personalidad. Hay quien alterna las dos personalidades e incluso realiza funciones de revisor o buhonero. Una vida da mucho de sí.
No podemos olvidar las instalaciones fijas. Las vías tienen su importancia pero las estaciones son las que marcan la diferencia. La que más quiero es la estación del Norte de Valencia, pero hay otras que me gustan mucho: la de Almería es un bombón. Algunas han muerto como la de Aragón de Valencia, otras están jubiladas como la de Atocha en Madrid, convertida en un jardín tropical. Las hay imponentes como la de Francia de Barcelona, otras pequeñas como la de Aldealengua, que en este momento disfruta de una jubilación parcial, un tren diario en cada sentido.
¿Qué decir del material rodante? No es lo mismo arrastrar un pesado convoy de mercancías que un ligero talgo. Algunos convoyes precisan de dos locomotoras para moverse con seguridad.
Con todo esto vamos viviendo y evitando averías, accidentes y descarrilamientos.
Yo, desde la atalaya de mis años, he encontrado la locomotora perfecta, la diesel 1957, RENFE. Es una reproducción a escala H0 de una que fue muy común en toda España, todos recordamos una máquina imponente de color verde con una lista amarilla y el techo gris cruzando los pasos a nivel de nuestras ciudades. Cada día me doy una vueltecita por mi maqueta, yo soy el maquinista y el fogonero, el mecánico y el ingeniero, vamos que hago lo que quiero. La única estación la decoré a mi gusto, con todos los personajes, incluso el perrillo que mea en una farola. El convoy es cada vez más corto, últimamente saco sola la máquina con mucha frecuencia.

Enrique Martínez
Grupo C


Vida en el tren

He pensado muchas veces que la vida en el interior del tren va más lenta, que lleva otra quietud que por unas horas vives otra realidad.
La primera verdad es la que experimentas dentro del vagón con los pasajeros que te rodean y la segunda la que tu vives fuera de él.
El objetivo del viaje aún está por empezar.
Cuando miras por la ventana de ese cajón que te transporta, el mundo va con otra prisa, tanto que tus ojos no pueden descansar. Las vías parecen hilos finos que no se distinguen bien, los coches vuelan sobre ellas, a esto lo llaman alta velocidad.
En cualquier lugar con esa rapidez el liquido de las tazas estaría antes en el suelo que en tu boca, se diría que están clavadas.
En los trayectos largos puedes pasar por muchas fases: dormir, leer, hablar por teléfono, hablar con el compañero de viaje…..
La impresión es de morar dentro de una vida no programada, no buscada, la suerte o el azar decidirá por ti como pasar ese recorrido encerrada.
Llegas a tu destino, sales de tu gusano de alta celeridad y comienzas con esa finalidad, con esa realidad que programó tu travesía.
Piensa que el viaje acaba y que volverás al cajón unas horas y recordarás con reposo y a toda rapidez lo vivido. El tren con inmediatez como sucede con las comunicaciones hoy día llegará puntual y listo para otro viaje y vuelta a empezar.

Ana Isabel Diéguez
Grupo C


Un viaje soñado deja de serlo

Sí, era uno de esos destinos que sueñas, porque la posibilidad de realizarlo la ves como imposible. Al menos con las circunstancias que vivía.
Pero surgió… Con una llamada… ya organizado y un par de semanas antes de comenzarlo.
Me llamó mi hermana, con la que había compartido hasta útero materno y con la que estaba un poco distanciada (creo que las primeras peleas las tuvimos ya antes de nacer).
Me dijo: “Este año vamos a Perú, con destino a Machu Pichu. ¿Quieres venir y así compartimos habitación?” (¡Alarma! pero solo escuché el nombre de la Montaña Vieja de los Incas y no lo pensé más.
Arreglé lo relativo al trabajo y la familia me vió con tal determinación, que tenía todo preparado (menos el pasaporte que lo renové el día anterior a la salida) para pasarme la primera semana de diciembre en ese viaje solo planeado en mis ensoñaciones.
Vuelo Madrid- Lima (una de las ciudades más peligrosas del mundo, nos dijeron, según qué barrios)
Varios vuelos para ir ganando altitud a diferentes ciudades con la maravilla de los Andes debajo, para que nuestro organismo se fuese adaptando hasta los 2700 m de las montañas que queríamos disfrutar, hasta que al cuarto ó quinto día llegamos a Cuzco, la Ciudad Imperial.
A Machu Pichu sólo se pude llegar en tren y sólo desde Cuzco.
Salimos temprano para llegar a la terminal de Ollantaytambo, a varios kilómetros de la ciudad, y coger el tren que nos llevaría hasta Aguas Calientes, conocido también como Machu Pichu pueblo.
Entrar en ese tren es ya todo un espectáculo, con vagones amplios, y grandes ventanas panorámicas en los laterales y el techo, por lo que puede disfrutarse durante todo el trayecto del magnífico paisaje que nos espera.
Se pone en marcha y discurre entre enormes y verdes montañas del Valle Sagrado de los Incas.
Desde la ventanilla se observa en casi la totalidad del recorrido la ribera del río Urubamba, con pequeñas poblaciones y animales domésticos pastando libremente.
Justo al frente, al otro margen del río, vemos en algunos tramos el Camino Inca, que otra manera de llegar al mismo destino que el tren, pero caminando.
Es un paisaje, cuanto más se sube más envolvente y sobrecogedor.
El tren llega a su destino y si hay algo mágico y majestuoso en esos parajes nos espera al día siguiente, que amaneció despejado y luminoso para el disfrute de todos los sentidos.
Pero ese tramo, desde Aguas Calientes al enclave arqueológico, se realiza en bus, no en tren. Por lo que la historia de mi SOÑADO viaje en tren ha de terminar aquí.
El regreso a Cuzco es de la misma manera, en tren, pero contarlo sería otra historia completa por arte y gracia de mi hermana gemela. Otro día

Julia Haro
Grupo C


Catarro de vías altas

Parece ser que tengo las vías altas congestionadas por unos viajeros gorrinos que han asaltado mis defensas. Quizás, me dijo el médico, ayudados por alguna que otra agresiva bacteria que se ha colado de rondón por las ventanillas de mi cuerpo vacunado. El caso es que la temperatura de mi locomotora se ha disparado y en esa tesitura ya no sé si voy o vengo, y mejor me quedo quieta, en la cama, en vía muerta, contemplando el cielo nublado. Por fin, llueve. Una buena noticia en esta estación invernal del año 2022, dónde los telediarios emiten las imágenes de trenes atestados de gente huyendo de la guerra y de andenes habitados día y noche por personas que esperan para salir y dejar atrás el horror. Ventanilla o pasillo, da lo mismo.
Nada que ver con esos trenes que parten de Delhi hacia Calcuta y luego vuelven. Vuelven, sí. La desesperanza empieza cuando no cuentas con un tren de regreso. Vagones ocultos bajo el peso de miles de personas laboriosas con sus hatillos, maletas, animales o lo que fuera o fuese, trenes lentos, a su manera festivos, donde caben dos caben diez. Hombres cabalgando sobre los vagones por las llanuras indias.
La duermevela de la fiebre me hace pensar que tengo un haiku a las tres de la mañana. Doy la luz y escribo: 

en el desierto
el humo blanco del tren
se ve de lejos


Bebo agua, apago la luz y sigo durmiendo. Qué bien se está en mi nido, calor e intimidad. Siempre me ha dado reparo dormir en el tren. Dormirse en un... ¿como se llamaba?, compartimento, vaya un palabro, aquello podía traer problemas de todo tipo. Dormida estabas indefensa y expuesta así que, a no ser que viajara en coche cama (wagon-lit) mejor despierta. Una auténtica tortura. Ahora cuando no puedo conciliar el sueño, por un lo que sea u otro, me acuerdo de esas noches en vela y me digo: dejate de tonterías y duérmete: puedes. Me viene otro haiku a la cabeza. Repito operación:

bola sonora
está pasando un tren
ensordecedor.


Me gustaría añadir 'un tren moderno' pero ya no sería un haiku. Me levanto y voy a por el paracetamol a la cocina. Me lo tomo. Vuelvo a mi asiento. Cierro los ojos y veo aquel ferrocarril de madera, viejo y sin adornos, que me acercó al mar. No tenía compartimentos. Apago la luz. Próxima estación Torrelavega.

Fin del trayecto: la soledad.

Araceli Sebastián
Grupo C