Hasta (casi) cien bichos. Literatura y humor

La sesión de esta semana estuvo dedicada al humor, al absurdo, al disparate. Y nos reímos y mucho pero llegamos a la conclusión de escribir historias humorísticas es un asunto muy serio.
Tomamos como referencia algunos álbumes y libros destinados para niños como La aventura formidable de un hombrecillo indomable de Hans Traxler, Finn Herman de Mats Letén, El libro de los guarripios de Arnold Lobel y Hasta (casi) 100 bichos de Daniel Nesquens publicado por la Editorial Anaya. Gemma Lluch escribió en la revista Babar una reseña de este libro. 



Destacamos este párrafo:

¿Qué hacen de esta obra un placer altamente recomendable? Los juegos de palabras (“El mapache no tiene nada que ver con el sioux, ni con el cheyene, ni con el navajo. Tal vez, algo, pero muy poco, cogido por el cuero cabelludo, con los pies negros”), la deconstrucción de definiciones (“Esta claro que el Nueve es un número. Un adjetivo-nombre numeral que designa siempre, aproximadamente diez cosas”), las asociaciones de ideas que creía imposibles (“La Nutria es un animal carnívoro que habita preferentemente en las aguas dulces. Ya sean de río, de pantano, de marisma, de laguna, de botella. Cosa que le viene de perlas para cuando tiene sed.”), la mezcla de referencias tanto literarias como geográficas o cinematográficas (“La versión cinematográfica del murciélago es el Vampiro”), la mezcla imposible de lenguaje técnico y sabiduría popular (“Este quiróptero caza emitiendo un sonido muy agudo que nosotros no podemos oír, ni siquiera poniendo la oreja encima de las vía del tren.”) y sobretodo la destrucción de tópicos o los absurdos cuya documentación transforma en cuasi verosímiles que transitan por todo el libro. O el humor (“Esto significa que si alguna cadena de televisión consigue filmar este carnívoro vivérrido tiene la obligación de pasar las imágenes en horas de máxima audiencia. Entre las 3 y las 4 de la madrugada, y por el UHF.”), un humor inteligente, difícil de encontrar, que te sitúa la sonrisa en la boca, en el ánimo y en el cerebro.

Dejamos por aquí algunos textos de dicho libro:

Bisonte

El Bisonte es un rumiante americano que vive cerca de las vías de los trenes, pero no pita.
Este bóvido parecido al toro tiene poderes insólitos y siempre sabe qué tren va a llegar a su destino con retraso, incluso antes de que salga de su estación de origen. Y si hay algún médico entre el pasaje.
El bisonte todavía no se cree que el hombre ha pisado la luna. Este asunto es constante en sus tertulias, junto con la permanente duda de saber la fecha exacta de la muerte de Toro Sentado, que imprevistamente murió de pie.
El bisonte se parece al dromedario en que también nene un abultamiento en la parte alta del lomo, pero a diferencia del animal que habita en el norte de África, la giba, la chepa, la joroba del bisonte es producto de algo que ha comido y le ha sentado mal.
Bisontes, lo que se dice bisontes, no habrá más de cinco mil millones. Seguro. El bisonte es al toro lo que la cebra al caballo, o algo así. ¿Sabrá el bisonte de la existencia de San Andrés de Teixidó? ¿Y de la Santa Compaña? ¿Y que el bandido Fendetestas es uno de los protagonistas de El bosque animado?

Jaguar

Jagüar yu?
El Jaguar es un mamífero carnicero félido, con las uñas agudas y retráctiles, que vive en América. A pesar de vivir en este continente jamás ha estado en una entrega de Oscars.
Una tarde de principios de septiembre el jaguar corrió al quiosco más cercano a comprarse el primer fascículo de Inglés para tontos. A finales de noviembre desistió.
Es muy habitual confundir un jaguar con un chevrolet, o con un guepardo. Para no caer en esta equivocación les recomendamos el canal temático de televisión Todo jaguar T.V., 24 horas dedicadas a este mamífero de tan mal genio. Qué desayuna el jaguar, qué almuerza el jaguar, qué merienda el jaguar, qué cena el jaguar, qué pesadez, qué bicarbonato…
El jaguar combina las habilidades de la pantera, del tigre, del guepardo. Es una bala corriendo y no para hasta que se encuentra un semáforo en rojo. El jaguar, a diferencia de los humanos, suele respetar los pasos de cebra.

Japuta

La Japuta es un pez pelágico del Mediterráneo de color negruzco, aplastado y de forma ovalada. es algo feo, tiene muy malas pulgas y vive en aguas poco profundas. A la japuta le podrían haber designado con otro nombre más decoroso: jamera, jabrón, jarica, zorraja… Cualquier nombre menos esta designación rayana en lo soez, en el mal gusto.
Así pasa, que la japuta tiene que ir por el fondo del mar con la cabeza agachada. Pusilánime. No se atreve a hablar con nadie. Con la mirada baja, como buscando caracoles. Y la pescan. Desde el barquito, el pescador andaluz de rostro moreno, lanza su sedal y la captura. Y la japuta no dice ni que sí ni que no. No dice esta boca es mía y este cebo es suyo. Cuando el pescador, con un cigarrillo a medio consumir en los labios, la vende en la lonja, le cambia el nombre. La llama de cualquier manera menos japuta. Chicharro, mojarra, pelaya, castañeta, sorel, pez espada, zapatero, a tus zapatos.
“Oh qué linda palometa. Me la llevo entera”, dice una señora esbelta, blanquecina, con el pelo cayéndole sobre la espalda. “Qué jurel más fresco”, señala el propietario de un chiringuito de playa, con una panza que parece un luchador de sumo. “¡Mira, mamá, una japuta!”, exclama un niño, de piel suave y rosada. ¡Plaaf! “No se dice japuta, se dice castañola”, dice la madre mirándose la mano.

Mencionamos varios artículos que reflexionan sobre el humor como "Literatura y humor" de Paulina Juszko (poeta, narradora y ensayista argentina) publicado en "Las nueve musas", "El humor y la literatura. Una cuestión muy seria" de Borja Alonso (químico, nutricionista, polifriki) publicado en "Caja de letras" y "Cómo escribir historias disparatadas" de El Asombrario & Co. publicado en el blog de Escuela de Escritores.

Y para ensayar con nuestro propio humor hablamos y practicamos el limerick, una forma lírica tradicional del pueblo irlandés instituída por el poeta Edward Lear. Un ejemplo de limerick, del libro "Niños raros" es el titulado "El niño koala":

Hay en Australia un extravagante koala
que cuando estornuda dice en alto: ¡hala!
Es alérgico y adicto
a las hojas de eucalipto.
Aquel koala que a los troncos escala.

En el primer verso presentamos al personaje (ficticio o real), en el segundo indicamos alguna peculiaridad o característica del personaje (o también alguna situación curiosa en la que se ve envuelto), en el tercer y cuarto verso desarrolamos dicha peculiaridad o característica (o mostramos la reacción que produce su comportamietno) y en el quinto verso cafificamos al personaje o expresamos el resultado de su acción o la reacción que ha producido. Veamos algún otro ejemplo de El libro de los Guarripios de Arnold Lobel, traducido por Miguel Azaola: 

Un cerdo algo viejo escribía
historias de noche y de día
y con sus colores
disfrutaba horrores
pintando los cuentos que hacía.

Había un cerda en Tudela
que hacía pastel de ciruela.
¡Y cuántos vecinos
-marranos, cochinos-
comían pastel de la abuela!

Un cerdo andrajoso y reviejo
cocía en la calle un pellejo.
El guiso apestaba,
pero a él le gustaba
aún más que el suflé de cangrejo.

Hablamos también de Jorge Llopis y sus libros, un autor que escribe para adultos y que maneja mejor que nadie la parodia, la ironía y el humor. Algunos de sus libros son Las mil peores poesía en lengua castellana o La rebelión de las musas. Dejamos aquí una muestra de este último libro:

Los nativos de Corfú
se tratan de tú a tú.

En cambio, los de Haití,
se tratan de ti a ti.

y es que la vida es así,
en Haití y en Corfú,
o en Corfú y en Haití.

Pues, por ejemplo, en Corfú,
los morrongos hacen ¡fu!

y los gatos de Haití,
hacen al tocarlos ¡fi!

Sin embargo en Alcalá,
los gatos que hay por allí,
dicen que ni ¡fu! ni ¡fa!

Los clarines de Haití
hacen todos ¡tararí!

En cambio, los de Corfú,
hacen todos ¡tururú!

Y es que la vida es así, 
en Haití y en Corfú,
o en Corfú y en Haití.

Unos a César Cantú
le llaman César Cantí;
otros a Jacques Tatí
le llaman Jacques Tatú.

En Haití, berbiquí,
pero en Corfú, berbicú;
los primeros, maniquí;
los segundos, manicú.

Y es que la vida es así,
en Haití y en Corfú,
o en Corfú y en Haití.

En Haití crece el bambú
y en Corfú, el ajonjolí.

Sin embargo, en Alcalá,
ni ajonjolí ni bambú,
ni pepinillos, ni ná.



Propuesta de escritura

Escribe un texto humorístico que nos despierte una sonrisa o una carcajada. Puede ser un microrrelato, un relato o un poema.


Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


¡A las armas, que viene el enemigo!

El subteniente García irrumpió súbitamente en el despacho del coronel Palacios de Villafranca al grito de – “¡A las armas, que viene el enemigo!”. Sin inmutarse, el coronel procedió a atarse los relucientes zapatos de charol negro, se sonó las narices con un estruendo de artillería pesada, trasegó de golpe la copa de coñac que siempre tenía preparada encima de la mesa de formica de su despacho, solemnemente se ajustó la guerrera, colocó sus medallas en la pechera y con voz cortante le dijo al subalterno – “Me voy a orinar”. Las cataratas del Niáraga sonaron al otro lado de la puerta, en la que un letrero indicaba – “Aseo privado del coronel Palacios de Villafranca”, aunque el subteniente llegó a vislumbrar una cama de un metro cincuenta, una camilla, dos butacas, una librería, un equipo de música que quitaba el hipo y una silla con un revoltijo de de lencería fina. Al salir, sin mediar palabra, el coronel recogió las llaves de seguridad de una cajita plateada, se aproximó a la caja fuerte disimulada detrás de un cuadro que representaba una escena de la batalla de Lepanto, tecleó un número de cincuenta y tres dígitos, giró las tres llaves y con energía digna se su graduación, abrió la puerta. En el interior había tres estantes, el primero de los cuales contenía una serie de sobres con llamativos sellos de color rojo: “SECRET”, “TOP-SECRET”, “ULTRA-SECRET”, “ULTRA-TOP-SECRET”, “SECRETÍSIMO”, “ULTRA-SECRETÍSIMO”, “ABRIR SOLO EN CASO DE GUERRA”,… el segundo estante contenía un montón de pequeños ingenios electrónicos: pen-drives, interruptores digitales, teléfonos inteligentes, teléfonos superinteligentes, teléfonos superdotados, tablets, trasmisores,… y el tercer estantes contenía objetos diversos. El coronel Palacios de Villafranca recogió algunos de estos últimos y los colocó sobre la mesa, los observó detenidamente, calibró cuáles serían los más necesarios y seleccionó entre ellos las armas más adecuadas: el tabaco, el mechero, dos envases con cremas, una toalla y la caja de preservativos, y se dirigió nuevamente hacia el aseo. Mientras traspasaba la puerta ordenó al subteniente García – “Dígale al enemigo que pase al aseo” – y se adentró en su particular campo de batalla dispuesto a realizar varias escaramuzas conjuntas.

Manuel Medarde
Grupo A


Y vinieron los sarracenos…

El 23 de mayo del año 844 los sarracenos al mando de Abderramán II derrotaron al rey Ramiro I hijo de Alfonso II el Casto.
La narración para la época fue más o menos como sigue: cayeron muchos de los nuestros a causa de los pecados por ellos cometidos, maltrechos y heridos los demás, nos dimos en huir y sin orden llegamos al Collado que llaman Clavijo.

Un escudero bastante leído, mandó el siguiente reportaje a sus familiares y amigos:

Yo estaba a Dios rogando
y vi las flechas pasando.
Todos los moros corrían
y los cristianos huían.
Vienen con el mazo dando.

Al apóstol invocamos
y en su nombre luchamos.
La batalla se perdió
y el apóstol no acudió 
¡Hay que folgarse! cómo estamos.

Hay espías en cada esquina,
que podrían ser mi ruina.
No hay todavía Inquisición
pero ya no tienen compasión
Empiezo a oler a chamusquina.

Os cuento este relato
desde el anonimato.
No puedo decir mi nombre
por mucho que os asombre.
No quiero quedarme chato.

José Luis Fonseca
Grupo A


Declaración

Mire usté señore juece, me he atrevido a escribir esta declaración porque en el RUDI estamos haciendo un curso de escritura en Lectura Fácil , que quiere decir que tienes que escribir pa que lo entienda to dios y además, explicar las palabras raras. Por ejemplo, RUDI que no creo que usté sepa qué carajo es. (¡Se me acumula el trabajo! RUDI son las iniciales –las letras por las que empiezan– de Residencia Urbana para Deficientes Intelectuales. (Deficientes somos los que estamos a falta de un hervor –eso me decía mi madre–. Intelectuales no sabría bien decirle. Carajo se me ha escapado que bien dice la Mamen, la monitora de Lectura Fácil, que no se pueden escribir tacos. ¡Ay, como cuesta escribir correctamente! Correctamente quiere decir bien).

Bueno, a lo que iba, que quiero contarle lo que sucedió de verdad de la buena. Estaba yo con la Olga, una compañera del RUDI (ay dios, que en este mismo instante me acuerdo que ya no se llama así, que ahora es el DUPPFD, Domicilio Urbano Para Personas Funcionalmente Diversas, pero pa mí que es mucho más fácil decir lo de RUDI) y va y me suelta: “¿Por qué no me depilas tú las axilas? (Esos pelillos que quedan debajo del nacimiento del brazo). Es que el chino de abajo me casca treinta euros”. Y luego siguió con el rollo de siempre, que si la sociedad capitalista, que si tráfico de dinero hacia el extranjero, que si la política expansiva de China… (Expansiva es cuando te pones en el balcón a tomar el sol). Y siguió: “Que si luego viene Hing (que es el chino de abajo) y le compra nuestro piso a la Generalitat y luego nos echan a la calle pa hacer un piso turístico. (Que es un piso que los turistas usan pa el despiporre. Despiporre es una juerga desorbitá. Bueno, ya me cansé de dar explicaciones).

Tuve que decirle a la Olga que sí porque me iba a acabar explotando la cabeza, lo mismo que cuando me dio el brote, que estaba yo en segundo de la ESO y me iba requetebién y de golpe, sin avisar, pues el brote esquizo (que se te va la cabeza mucho, mucho).

Pues eso, que nos pusimos a lo de la depilación. Mientras ella se expandía en bikini en el balcón yo calenté la cera, pues fría no sirve pa na. Cogí un palito y le puse un poco de cera en el sobaco (los pelitos de antes), pero como la Olga es una exagerada, se puso a hacer aspavientos (o sea, a gritar y a bracear como una loca. Perdón, persona con cordura diversa, que yo soy muy políticamente correcta). Y en uno de estos braceos mandó el cuenco de la cera a tomar por c, volando hacia la calle. El tarro cayó sobre el pararrisas de un coche (el cristal que va delante, no sé de qué le viene el nombre), y se hizo añicos (que no son años pequeños, sino trozos chicos, chicos). La cosa no quedó allí que el tarro rebotó y fue a car sobre el pie de el Hing, que estaba sentado delante de su bazar-salón de belleza. Los chinos deben ser muy sensibles a la quemazón pues se puso a berrear como una oveja, a gritar cosas en chino y alguna palabra en otros idiomas como “collons” y “putas”. (Me dijo la Mamen que si tenía que poner tacos los envolviera con comillas que así hacían un efecto más fino). El chino echó a correr despavorido (sin echar vapor) dando alaridos (como ladridos, pero de persona humana). El pobre iba tan atolondrao (como un pollo sin cabeza) que dobló la esquina (es una forma de hablar: le dio la vuelta, no la torció) y como iba a toa hostia se dio de bruces (en tos los morros) con el mosso de escuadra Bofarull que tiene fama de quisquilloso (no es que le gusten las quisquillas, es que no aguanta ni una avispa en los cojo, testígulos).

En refinitiva, señore juece (ya ve que soy feministe y no me someto a la discriminación machista) que Bofarull detuvo a Hing dos veces, primero lo paró en la calle y luego se lo llevó a comisaría. Y le ha dicho que lo va a deportar (que es mandarlo a su país haciendo deporte, es decir, corriendo a toa leche).

En concusión (dice el diccionario que es una exacción arbitraria hecha por un funcionario público en provecho propio. ¡Yo no puedo explicar más!), señoría (una cosa entre señora y señorita), que digo yo que podía usté hacer el favor de sacar al chinito del trullo que, al fin y al cabo primero, no ha hecho maldad ninguna y está el negocio desatendido que tengo que ir hasta la Diagonal pa comprar el tabaco.

Quede usté en buena salud mientras nosotras aguardamos (esto lo he copiado y no sé muy bien que es lo que tenemos que guardar) su sentencia. Ya veo que hace lo mismo que mi abuela que era muy sentenciosa.

Fdo. Francisca Briones Iglesias

Texto inspirado en la novela: Lectura Fácil de Cristina Morales. Premio Herralde de Novela 2018 y Premio Nacional de Narrativa 2019.

Pepe Lorenzo
Grupo B


El abuelo Macario

En estos tiempos, cualquiera, incluso el más pesimista, confía en vivir noventa y más años en sana salud. Es más, noventa ya van pareciendo pocos a más de uno. Un caso especial es el de Rubén Carcelo, a quien le ha dado por decir que para él habrán de ser ciento diecisiete; lo afirma en plan jocoso pero en su fuero interno confía en alcanzar esa meta. Lo calla prudente como es lógico; no está de más la sensatez cuando dejas de ser niño y estás a punto de ingresar en la Universidad. Menuda montarían los escuchantes, podría ser tomado por el pito (cuadrado) de un sereno.

Pero él bien sabe. Un par de años llevaría su abuelo Macario (en realidad era bisabuelo) sin pregonar la broma de que pensaba celebrar… pues eso, el ciento diecisiete aniversario de su venida al mundo. Un par de años de mudez como se dice, cuando lo va a ver un día al pueblo y se lo encuentra en el portalillo, sentado al sol en su sillón favorito de mimbre de Villoruela. Parecía un poco tristón, moquicaído, el periódico a un lado y tiempo no habría tenido de leerlo de pe a pa como a él le gusta. De modo que le ofreció sentarse con él un ratillo. «¡Ah!, por mí encantado, Rubencito. Y hablamos de…».

Eso estaba claro, habría de “darle clase” una vez más de nuevas tecnologías, su pasión. Qué cabeza la del abuelo, a sus años. De modo que sacó el móvil, mientras le aceptaba una pastilla juanola. «Para mí no hay otra medicina, hijo, las tomo desde que tengo uso de razón y ahí se acaban todos los males». Fueron casi dos horas hasta que los avisaron para comer. Todo resultó que mejor imposible. Al terminar, el abuelo Macario parecía otro y se soltó aquello tan guay de: «Hay que ver qué adelantos, lo que llegaremos a ver. No sabes cómo te agradezco, Rubencito, que me saques de ignorancias. Pero me daría rabia que lo hubieras hecho por lástima, porque sabes que pasado mañana Dios mediante cumplo los ciento diecinueve. El tiempo es que se ha puesto a correr como loco».

Pascual Martín
Grupo B


Texto corto de humor

Para largo el espagueti y para corto el macarrón, pero la mejor “pasta” la que se gasta; en viajes y tapeos en mesas animadas, ¡eso no falla…!
Atrás se levanta una mano, disiente el caballero, no pasa nada, usted lo gaste donde le de la real gana, que eso es la democracia. ¿ Y tú, en que te gastas la “pasta”.

María Victoria Guinaldo
Grupo B


Bizcocho rápido en tiempos de crisis*

*Receta escrita a mano y hallada por casualidad entre las páginas de un ejemplar del famoso libro de recetas de cocina de Karlos Arguiñano “Cocina Día a Día”.

Ingredientes:

— 3 huevos
— 200 gramos de azúcar
— 170 gramos de harina
— Cien gramos de aceite de girasol (en su defecto de oliva)
— Un yogurt natural o de limón
— Un pellizco de sal
— Un sobre de levadura Royal
— Vivir en una comunidad de propietarios bastante numerosa

Preparación:

1º- Durante los dos meses anteriores al día elegido para hacer el bizcocho procurar mantener una relación amable y cercana con todos los vecinos que sea posible, prodigando sonrisas y siendo amable abriendo puertas y ascensores, sobre todo a la gente mayor, mostrando vivo interés por la salud y sin perder ripio, siempre que se pueda, de lo que llevan en las bolsas con la compra.

2º- Una hora antes de empezar a hacer el bizcocho, hacer una lista de los vecinos a los que se va a solicitar una ayudita para sacar la empresa adelante. Es importante clasificarlos, ayudándose de la intuición, en función de la pinta de desprendidos que tengan.

3º- Hecha la lista, coger los únicos “ingredientes de cosecha propia” que se precisan para hacer el bizcocho: un bol y una bolsa de plástico.

4º- Llamar a la puerta del vecino más tacaño y pedirle un pellizco de sal. Es poca cosa, no se negará. Basta con que te lo ponga en la mano. Cuando cierre la puerta, echar la sal en el bol y dejar el bol en el rellano de la escalera entre piso y piso.

5º- Afrontar la operación “huevos”: Llamar a un vecino y pedirle un huevo, con la excusa de que tienes todos los ingredientes a falta de ese huevo y que sin él se echará todo a perder. Presionarlo si se resiste, diciendo que es un bizcocho para un mercadillo solidario o similar. Si el vecino se muestra agradable y participativo, es importante mostrarse simpatiquísimo. Cuando te dé el huevo, ir al rellano y echarlo en el bol, tirando la cáscara en la bolsa de plástico. Repetir la misma operación para conseguir los otros dos huevos.

6º- Una vez que se tienen los tres huevos, meditar cuál de los tres vecinos se ha mostrado más risueño.

7º- Llamar a la puerta de un vecino, uno de esos con los que te llevas bastante bien, y pedirle medio vaso de azúcar. Poner cara de agobio, que se vea que es una cuestión de vida o muerte. Si te lo da, le dices que te has equivocado por un lapsus y que lo que quieres es medio vaso de harina. Cuando llegue con la harina, le dices que no tienes claro lo que te falta pero que esa misma noche le devolverás los vasos. Le sentará mal, pero por no agriar la relación de vecindad no te dirá nada. Es más, te dirá que no te preocupes. Luego ir al rellano y echar el azúcar y la harina en el bol.

8º- Volver a llamar a la casa del vecino que se mostró más risueño al darte el huevo y pedirle aceite de girasol. Si no lo tiene, se lo pides de oliva. Ahora la excusa es que tú tienes pero hace tanto que no lo usas que huele a rancio y se te puede echar a perder el bizcocho. Luego ir al rellano y echar el aceite en el bol.

9º— Llamar a casa de una vecina, tiene que ser vecina y muy mayor, y pedirle el sobre de levadura Royal. Es imposible que no lo tenga. Pregúntale por el reúma y ofrécele un manta. Se queda muy bien y ella se sentirá muy feliz aunque seguramente tendrá sesenta mantas en los altillos.

10º.- Llamar a la casa del vecino tacaño y pedirle la batidora. Te la dejará. Al fin y al cabo él no pierde nada y hace un favor. Le das mil gracias con la promesa de devolvérsela en un rato como los chorros del oro.

11º- Buscar un enchufe en el rellano de la escalera o por donde están los trasteros del edificio. Es un sitio oscuro pero siempre hay alguno. Batir todos los ingredientes durante tres minutos hasta que la masa esté en su punto.

12º- Llamar a casa del vecino cinco estrellas, ese con el que mejor te llevas y al que más has adulado en los dos últimos meses, y decirle que tienes el bizcocho hecho pero que no te funciona el horno. Pídele con descaro que te lo hornee. No dar un paso atrás y a ser posible entrar derecho a la cocina dando por hecho que te va a hacer el favor. Darle palique mientras tú mismo pones el horno para que no se tenga que molestar. Luego te sientas en una silla de la cocina y, con suerte, te sacará una cerveza.

13º- Cuando salte la alarma del horno, sacar el bizcocho, dar las gracias al vecino y volver a casa.

Importante: para volver a hacer otro bizcocho de estos, esperar que pasen por lo menos dos años, salvo que te hayas mudado a otro edificio.

Óscar Martín
Grupo A


En campaña

La democracia pragmática y asimétrica actual, indica que la atonía transitoria regresiva nos llevará a una interfase persistente y deteriorada.
Ante la convergencia exógena, hemos de compensar esta contingencia arrítmica.
Pueblo llano: Apelo a vuestra perspicacia; ¡Votad a mi fáctico partido!
(Ovaciones sistematizadas y hurras planfetarios: ¡CLOC, CLOC, CLOC;BEE, BEE, BEE !)

María Luisa Fidalgo
Grupo B


Poseído por Cupido

¡Atiéndame! hermosa dama
Solo quiero alabar vuestra belleza
sin que por ello pierda la cabeza
ni quiera con vos compartir cama.

Ya sé que piropear está prohibido
En este mundo por leyes compungido
Que no está bien visto
Que un hombre os tire el pisto.

Pero ¿qué queréis? si vos me provocáis
a ese cuerpo serrano
quisiera meterle mano
pues de mi lo peor sacáis.

A la policía voy a entregarme
ya no puedo controlarme
En un instante voy a morderos
Como se muerde a los corderos.

¡ZAS! Sonaba tremendo guantazo
Mientras yo caía a vuestro regazo.
He muerto, lo se
Me habéis zurrado, lo se.

“Contesta voz de hombre”
Levantaos del suelo caballero
Dejad de rebuznar
Que hacer saña con vos no quiero
Os lo advierto, os vuelvo a derribar

Tal vez la obscuridad de la noche
os ha nublado el juicio
y os ha metido en este picio
del que no saldréis sin reproche.

¿Cuánto vino habéis bebido?
que se os ha subido el Cupido
no habéis visto que soy hombre
So pollino, de mente pobre

“El protagonista desde el suelo contestaba”
Perdonadme campeón
Esa larga cabellera
Y al trasluz la capa falda pareciera
Se me ha nublado la razón

¡ay! Que tragedia la mía
Que confundí un boxeador,
lo quise llenar de amor
Y al instante al suelo caía.

Juan Manuel Elvira
Grupo C


!Joder con los abuelos!

Agapito, había sido pastor toda su vida. Pastor de los de antes, cuando estaba en la finca, salía antes del amanecer para el campo y cuando volvía ya había anochecido, y luego tenía que ordeñar y preparar el establo. La mujer siempre le acompañó en sus labores, hasta que empezó a tener hijos, nada menos que ocho. Con el paso de los años, 6 hijos hicieron distintas carreras y se fueron a vivir a la ciudad, los otros dos estaban solteros y se quedaron en el pueblo con la labor y las ovejas. Consiguió hacer un gran patrimonio, de fincas, ganado, pisos y dinero en efectivo.
Agapito cumplía años el día de Navidad, y allí estaban todos los hijos con las mujeres para celebrar los 90 años de Agapito. Al terminar la cena y en los brindis correspondientes de felicidad, amor y prosperidad para el próximo año, Agapito se puso de pie y con la copa en la mano, dijo a todos los presentes unas palabras.
“Hijos, tu madre y yo, vamos teniendo una edad y os vemos a todos contentos y felices, pero ninguno de vosotros tiene hijos, que como deberíais saber a tu madre y a mi nos encantan lo niños, y hasta ahora no tiene pinta esto de que conozcamos a ningún nieto antes de morirnos. Por eso os debemos decir que hemos estado haciendo testamento y todos nuestros bienes los hemos dejado para que se lo repartan los nietos que tengamos, cuando hayamos fallecido los dos.
Pasó un año, y llegó de nuevo el cumpleaños de Agapito, y allí estaban todos, habían nacido 4 nietos y dos nietas, los solteros estaban casados y tenían a las mujeres embarazadas de varios meses.
Pero lo que no sabían los hijos, era, que el testamento de Agapito y su mujer, contenía una cláusula, que les quedaría a todos con la boca abierta.

Luis Iglesias
Grupo B


Una pareja de urbanitas

Una pareja de urbanitas, se fueron con su tienda de campaña a pasar un fin de semana a los Picos de Europa. 
Después de un agradable viaje de tres horas, decidieron hacer un alto en Arenas de Cabrales y después de un suculento almuerzo en el que no faltó el queso y el jamón, regado con unos culines de sidra escanciados con mucho arte por el tabernero, la pareja se dispuso a buscar un lugar en el monte para montar su tienda canadiense de cuatro plazas. Con bastante habilidad la tienda quedó dispuesta para pernoctar en ella. La pareja marchó a dar un paseo por tan idílico lugar y entre charlas y risas caminaron por senderos y riscos. 
Llegaron a un valle desde el que se veía, majestuoso el Naranjo de Bulnes. Era tal la belleza del lugar que invitaba a la calma y a la serenidad pero ese momento se rompió de repente al aparecer unas vacas que no habían visto hasta entonces. Al percatarse de la presencia de los jóvenes una de ellas, con unos cuernos enormes, salió corriendo hacia ellos. El joven despavorido le gritaba a la joven: 
- Corre, corre que nos coge el toro y parece bravo. 
En la carrera perdieron sus mochilas, gafas y gorros. Entre los gritos de ellos y los mugidos de los animales apareció el pastor y con mucha guasa dijo: 
- ¡Pero hombre! ¿no le ve las tetas?. Es solo una vaca lechera. 
Estos jóvenes de capital, no tienen ni idea de nada. Un toro bravo ja, ja, ja 

Marian Pérez Benito
Grupo A


Limerick

Érase un caballo de nombre Alazán
que le gustaba a rabiar el mazapán,
se lavaba la cara en una palangana
cuando le daba la real gana
y así, provocaba la ira de Damián.

Un elefante muy elegante
en la trompa se ponía un guante
porque sentía frío
al atravesar el gran río
por el largo puente colgante.

La rana Adita
en la tarta puso una velita
para celebrar su santo
cantando con voz de espanto,
y amenizar así la veladita.

Marian Pérez Benito
Grupo A


La gallina Caponata

La gallina Caponata con su copete de nata,
no quiere bailar bachata.
No quiere ir en avión
y tener un subidón.
Dónde voy, por favor?
Qué gran preocupación! El mundo está a mi alrededor!!
Y en el redil cacareando le dice a su vecino Fernando:
en Utah hay mucho hijo puta,
en Ottawa o Aconcagua que más da si beben agua,
en Brasil se alumbran con candil,
y a contrapaso un kéfir en vaso, por si acaso…
Y viajando? Veré a alguien meando?
Mi gallina Caponata, olvidaste bailar bachata.
Eres gruñona y protestona. Con tu plumaje y testosterona,
a veces gritas, a veces lloras. Que sepas que no estás sola.
De Gran Bretaña a Mauritania yo vuelo a España.
Entre mus y ajedrez, sólo fue un traspiés,
Qué más da si bien o mal o si me caes fenomenal.
Compañera serás en Wuhan o en el Alcaraván.
En Corea entre hojalata, tu tozudez te delata.
No vayas a Japón, ahí no saben comer jamón.
Deme billete a Australia, dice al comprar en Italia,
así quito mi grillete y hago un nuevo amiguete.
Eres flor y nata, si sales de tu “quadrata”.
En este amanacer, no me seas canciller,
que vienes de Mujer.
No grites, mutiladora! canta un ave cantora.
Y sin rectificación, sal de tu sillón,
la televisión te resta inspiración.
Navega en tu fragata con o sin pirata,
deja subir a esa linda mulata igual a ti Caponata,
con sus ojos de gata en tu mundo de regata.
Con fusa o semifusa,
un grito a una rusa, tampoco tiene excusa.
Gallina Caponata por favor!!! baila más bachata.
Es una invitación a la globalización.

Lydia Merchán
Grupo A


Reducción al absurdo

Y subí a mi vagón de tren, según el billete mi asiento estaba invertido, a la marcha ¡claro!, quién habría diseñado algo así.
Cuando sales de la estación, estás llegando; por la ventanilla, el mar desemboca en la montaña, el día tiene forma de luna y el sol oscurece el amanecer.
Se empeñan en hacernos creer, que el tren hace chu, chu, chu...y que el revisor tiene bigote, y que el tipo de la maleta blanca está marginado en el mundo marketing del los equipajes y que siempre hay un señor de negocios hablando de precios, o una abuelita hablando por teléfono cuchi ,cuchi , cuchi, al nieto, por un móvil pic , pac, pic, pic... , a ritmo perfecto de dedo barra muñón, o el joven de talla "oversize" por naturaleza o por moda que se mira de perfil el tatuaje de pavo real incrustado en la sien derecha justo por encima de la dilatación, o un hombre con gafas de sol en día nublado, después de su cita a ciegas previa a una noche de lujuria entre melena aleonada y ojos atigrados en el ecosistema de las sábanas( ¿o es sabana?), o la mujer camello que mastica chicle a ritmo de bachata y además, el niño con carita de conserje que llegará a "ceo" de la multinacional " Meteverso" y sus conferencias serán pura poesía.
Y yo, desde mi rincón de pensar, en medio de aquella jungla, haciendo reducción al absurdo en un asiento contrario a la marcha.

Guadalupe Sanchón
Grupo C


Otro jueves por la mañana

El Señor Calabaza se levanta pronto por la mañana. Hoy es jueves. Es el día de la colada, del paseo por el río y volver al bar y tomarse una copa de vino mientras juega a las cartas con sus viejos (casi centenarios) amigos.
Sale de su cama matrimonial semi-vacía, y se apena por la huida de Carmina, que le abandonó tras decidir que no soportaba la posibilidad de morirse oliendo los pies del anciano. El pobre señor se levanta lentamente, se ducha con gran dificultad (el agua a temperatura media, lo justo para que el baño se llene de vapor) y vuelve al cuarto para vestirse. Se pone unos calzones de su talla, pero tan grandes que parecen enormes, con cuadros grises y rosas. Eran los calzones de los jueves, y los favoritos de Carmina. Abre el segundo cajón de la mesita, y ahí observa su variedad de calcetines, que varían entre los distintos tonos de negro. Elige su color predilecto para el jueves; negro. Después, se aproxima al armario, y entre los muchos pantalones de traje escoge el ocre claro. ¿La camisa? Una de cuadros blanca y azul claro, acompañada, cómo no, de una gabardina larga negra, a juego con los calcetines. Coge su bastón de madera clara (el de los paseos por el río, porque se camufla mejor con los tonos del paisaje) y tras elegir una gorra, regresa al baño para cuidar de su puntiagudo bigote.
Camina muy lentamente hacia la lavandería. Su andar es tan lento que, en los pasos de cebra, los coches le pitan, pero a Calabaza le da igual. Cuando le gritan que se vaya a un asilo, hace oídos sordos, aunque le duela la fracesita. Su querida Carmina siempre le decía lo mismo cuando se enfadaba con él.
Cuando llega a la lavandería, a unos diez minutos de su casa, ha pasado una hora. Cruza el umbral del pequeño local, y sonríe, feliz. El dulce olor de la ropa limpia, el rum rum de la lavadora… A sus espaldas, alguien carraspea, pero el señor Calabaza sabe, sin necesidad de darse la vuelta, quién es.
-Buenas, señora Rucumbú.
-Buenas, señor Calabaza. Camina usted tan lento como siempre.
Calabaza finge que no la escucha y se acerca a la lavadora número tres a vaciar su saca. A su lado, la señora Rucumbú hace lo mismo.
Tras indicar el programa, ambos vuelven a sus asientos, los mismos que todos los jueves, y la señora Rucumbú inicia su monólogo rutinario.
-Ay, señor Calabaza, esta sociedad cada vez está peor. Estaba ayer en el supermercado, ¿no? Y como usted sabrá yo tengo un dolor de pies horribles, por lo que no puedo aguantar mucho tiempo de pie. Pues que estaba de las últimas de la cola, y de verdad que yo quería esperar la cola, pero es que de repente empezó a dolerme muchísimo el lateral izquierdo del calcáneo, a la vez que la córnea del ojo izquierdo, y la rótula de las piernas derecha, la primera costilla flotante, la tercera falange del anular de la mano derecha y la séptima vértebra. Y ya lo sabe usted, yo me llevo muy bien con la Pili, y siempre me atiende primero porque conoce mi condición. Sabe usted qué enfermedad digo, ¿verdad?
Calabaza asiente distraído, sin prestar mucha atención a la señora que dice estar enferma y lo único que le pasa es que está vieja. Mira alrededor de la lavandería, y al fijarse en las lavadoras, le llama la atención que en la de Rucumbú haya una nariz y un par de ojos dando vueltas y más vueltas. Sin embargo, no le presta mucha atención, porque una vez Rucumbú estuvo desvariando media hora sobre un nieto y lo guapo que era, y porque con su monólogo no hay quien le pregunte algo.
-Pues llegan dos jovencitas, que, ¡ay, Calabaza, si las vieses! ¿De estas jóvenes que parece que no tienen padres, con el pelo chillón y con agujeros en la cara? Las típicas que enseñan las tetas en el Congreso, vamos. Pues van ellas y me dicen cuando la Pili se pone a atenderme que me estoy colando. ¡Y encima me tratan de usted, como si fuese yo una vieja!
-Es que de verdad, desde luego con el tiempo todo empeora. Oye, Rucumbú…
-Pues por culpa de esas jóvenes tuve que esperar cinco minutos más la cola, y empezaron a hincharme los pies. Encima luego la rótula debió salirse del sitio, porque escuché como si crujiese, y me dolía todo muchísimo. Pues mira tú, que el dolor no se iba y acabé llamando al médico de cabecera. Le conté todo lo que tenía, que si el dolor de espalda, que si el dolor del calcáneo, el de la falange, el del ojo, ¡y va él y me dice que esos dolores son normales! ¿Le parece a usted normal? Yo con esos dolores que casi me muero y el médico que no tengo nada. Cualquier día me encuentran muerta en casa por algún cáncer que ese inepto no vio. ¡Diez años de carrera que hizo y para nada!
Calabaza sigue ignorándola en su parloteo, concentrado en los dos ojos azulados que giran y giran y giran y giran en la lavadora, casi hipnotizado por ellos y por la pequeña nariz que no sabe de qué es. Está contento también porque aunque Rucumbú sea muy pesada, es su amiga desde hace años, y verla quejándose de todo siempre es señal de que no está tan mal como dice estar.
-…y Bolita de Nieve se puso a jugar con la lana la muy mala. Me enredó todo el ovillo. Y el otro día se subió en la encimera y se puso a comer el atún de mi ensalada. ¿Y qué hice yo? ¡Pues lo mismo que mi padre conmigo! Le pegué una buena cachetada, pero me miró con sus ojitos azules y me sentí fatal. Pues eso, que hoy tengo que ir al veterinario con ella . Está en la cajita esta del suelo. Me agacharía, pero con el dolor de espalda…
Calabaza no escucha sus últimas palabras. Se ha quedado en la descripción de los ojos del gato, y el hecho de que aún no oyó ni un maullido desde que la señora llegó a la lavandería. La nariz que gira y gira y gira, de repente, se parece muchísimo a la de un gato, y al mirar el tiempo que queda en la lavadora, el hombre ve que aún quedan unos quince minutos.
-Rucumbú, escucha, que tu gato…
-Mi gato va a estar perfectamente. Es imposible que tenga enfermedades. Le doy estos cereales que aparecen por la televisión.
-Pero … que no digo eso…
El señor hace todo lo que puede para que le escuche, pero la señora sigue hablando sin que nadie le preste atención, mientras que los ojos y la nariz siguen girando, y girando, y girando, y girando. Calabaza acaba rindiéndose, y deja a la señora con su interminable (y aburrido) monólogo. El señor conoce CD con más silencios que los que da esa mujer.
Tras lo que parece ser una eternidad, ambas lavadoras pitan. El señor rápidamente coge su ropa y la guarda en la saca.
No la va a llevar a la secadora; la puede tender en su casa.
Se cuelga el saco del hombro, y se pone a irse, cuando algo interrumpe su camino; Rucumbú no puede abrir su puerta.
-Espera, Rucumbú, que la ayudo yo.
Mientras él se aleja, la señora empieza a sacar su ropa lentamente y meterla en la saca. Entre todas las camisetas, la bata, el mandilón, los pantalones, las enormes bragas y los sujetadores, saca lo que Calabaza no sabe qué es, por lo que se da media vuelta para enterarse. Su sorpresa es enorme al ver la reacción de la señora.
-Pero ¿esto qué es? No recuerdo tener una boa de pelo.- Rucumbú saca lo que parece ser una bufanda, y al encontrarse con los ojitos y la nariz, grita horrorizada. -¡Bolita!, ¿qué te ha pasado? Esta cosa no eres tú, tú estas en la… -Mira la maleta de transportes, que está vacía.-¡Ay, Dios. mío, que te metí en la lavadora!
La señora abraza llorando esa cosa mojada, que parece una bufanda gorda, mientras el señor Calabaza por fin inicia su paseo de los jueves.
Lentamente, muy lentamente, se dirige al río. En algunos momentos cruza los pasos de cebra en rojo, porque sabe que no le van a atropellar. Cuando pasa al lado del asilo, saluda a Carmina y a sus amigas, que apenas le reconocen. Al pasar por el colegio, mira a los niños con una sonrisa, porque los envidia.
No llega hasta el río hasta que no pasan al menos dos horas, y entonces piensa qué sería de Bolita y de su dueña.
Gira al final del paseo y continúa caminando, hasta volver a la calle de la lavandería. A sus espaldas oye un golpe sordo, y un montón de gritos de la gente de alrededor. Se da media vuelta y se encuentra en el suelo a la señora Rucumbú, llorando y gritando, rodeada de un charco rojo y con las piernas en una posición casi imposible. Se acerca a ella, lenta, muy lentamente, y se detiene a la distancia justa para no mancharse con la sangre sus zapatos de charol.
-¡Vaya, señora Rucumbú! Menuda coincidencia encontrarnos de nuevo. ¿Ya te dijo algo el veterinario?
Pero Rucumbú sigue llorando en la misma posición, pidiendo que alguien la ayude, mientras casi todo el vecindario pasa a su lado sin decirle nada.
-Me tomaré eso como un no.-Hace una pausa. - Se quedó el día bonito, ¿eh? Aunque tiene pinta de que tienes algo en las piernas, ¿no te dijo nada el médico de cabecera? - La anciana se limita a seguir llorando entre la sangre de sus piernas rotas.-También me tomaré eso como un no. Bueno, espero que tengas un buen día. Nos vemos el jueves.
El señor Calabaza se aleja lenta, muy lentamente de Rucumbú, y se dirige al bar de todos los jueves a tomar algo y jugar a las cartas con sus amigos.
Al día siguiente, la portada del periódico es la noticia de una anciana que intentó suicidarse después de matar accidentalmente a su gato al meterlo en la lavadora. Sus salvadoras fueron dos jóvenes con el pelo verde y rosa y varios piercings en la cara, conocidas por su activismo por el medioambiente y la igualdad.

Sofía Sánchez
Grupo C


El Bucle

Me encuentro en lo más intrincado del tupido bosque de una imponente montaña.
Estoy al borde del precipicio tratando de que alguien me preste atención (aunque me la
venda), aburrido de un mundo lleno de estupidez.
Trato de hallar el porqué, de esa sensación perennemente disruptiva en mi alma (sin entrar
en detalles de mi cuerpo y su función digestiva), y discernir qué es lo que le falta o le sobra
a mi vida.
He comprado un altavoz con el que lanzo al viento, cuestiones existenciales de primer
orden y otras subordinadas pero no de menor interés,como: ¿Dónde están mis amigos?
¿Donde?(¿quien falta por pagar?) ¿ Que hago aquí, a que he venido realmente?. ¿Me está
poniendo ojitos la mujer de Paco? ¿Por qué no consigo tomar lo justo en las fiestas? ¿Hay
alguien que me entienda?
Abducido por mi propio discurso y urgido por una imperiosa necesidad fisiológica, me
extravío, tropiezo y quedo pendiente del borde del acantilado, aferrado a una débil rama.
Pero no suelto aún. Tampoco el altavoz, por el que pido auxilio.
El tiempo comienza a parecer eterno y mis necesidades más urgentes.Mi brazo y mi tripa
empiezan a congestionarse pero, ¡no debo soltarme!
Por fin aparecen dos personas, van de verde, me hablan y no entiendo; solo estoy
pendiente de las señas que me hacen, me exhiben una factura insatisfecha de un club de
alterne de carretera. ¡No puedo más! Supongo que me piden la documentación y trato de
buscarla. ¡Grave despiste!
Caigo como mecido por el viento, aferrado a mi altavoz y me suelto. ¡Al fin!¿Habrá algo
después?
Estoy perdido en un extraño horizonte de color café. Trato de encontrar a alguien que me
socorra .Entre las pardas nubes, logro divisar a dos seres vestidos de blanco, de un blanco
resplandeciente, Les llamo en alta voz y se acercan.
Con gestos de evidente repugnancia,se ponen mascarillas y me piden que baje el tono y
apague el altavoz.
Me observan y se miran con cara de asombro. Me ruegan que permanezca alejado.
Consultan un libro de registro.
Tras una búsqueda minuciosa, uno le dice al otro: el sordo ha vuelto a morirse antes de
tiempo, hay que mandarlo para abajo otra vez.
Me siento catapultado de nuevo al bosque de la montaña y...
Un sueño muy interesante.Siga usted apuntándolos, don Cosme. Terminó la sesión.
-Perdone doña Ana, pero se habrá dado cuenta, que lo que me atormenta y trato de extraer
de todo esto es : ¿Qué le falta o le sobra a mi vida?. ¿Podría aclararme algo al respecto?
-En lo que se refiere a su vida, no puedo aventurarle nada, pero creo que esa noche
debería de haber ido al servicio, antes de acostarse.
Sin embargo en su sueño hay algo que sobraba claramente desde el principio
-¿Qué es doctora?
-El altavoz. Medítelo detenidamente. Son ochenta euros. Hasta el lunes que viene.

Calgari
Grupo A

Escribir en voz baja

Escribir en voz baja, así definía Wislawa Szymborska su manera intimista de escribir. Y ese título es el que eligió Oriol Prat, escritor y profesor en la Facultad de Filología de Salamanca, para las sesiones del taller de escritura de la semana pasada.

Oriol trabajó con una selección de poemas de diferentes autores. Entre ellos un poema de William Carlos Williams titulado "Solo para decirte"  y con "La mujer de Lot" de Wislawa Szymborska. Estos textos sirvieron de inspiración  para las dos tareas planteadas, una durante la sesión y la otra para casa. Reproducimos aquí ambos textos:



Wislawa Szymborska. © Kim-Manresa


Solo para decirte

Me he comido 
las ciruelas
que había
en la nevera
y que
probablemente
guardabas
para el desayuno
Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías.


La mujer de Lot
(Versión de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia)

Tal vez miré hacia atrás por curiosidad.
Pero además de curiosidad pude tener otras razones.
Miré hacia atrás porque me dio tristeza la escudilla de plata.
Por distracción: amarrándome el cordón de la sandalia.
Para no mirar más la nuca justa
de mi marido, Lot.
Por la seguridad repentina de que si yo muriera,
él no se detendría.
Por la desobediencia natural de los humildes.
Escuchando cómo nos perseguían.
Conmovida por el silencio, pensando que Dios cambiaría de idea.
Nuestras dos hijas se perdían ya tras la colina.
Sentí la vejez en mí. El alejamiento.
Lo inútil de viajar. Sueño.
Miré hacia atrás mientras ponía mi hatillo en el suelo.
Miré hacia atrás preocupada por el siguiente paso.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratones de campo y polluelos de buitre.
Ni buenos, ni malos; simplemente lo vivo, todo,
brincaba y se arrastraba por un temor colectivo.
Miré hacia atrás por soledad.
Por la vergüenza de huir a escondidas.
Por las ganas de gritar, de regresar.
O porque justo entonces se soltó el viento,
desató mi pelo y me levantó el vestido.
Sentí que me veían desde los muros de Sodoma
y se morían de risa, una y otra vez.
Miré hacia atrás llena de rabia.
Para gozar plenamente su ruina.
Miré hacia atrás por todas las razones mencionadas.
Miré hacia atrás sin querer.
Fue sólo que una roca giró gruñendo bajo mis pies.
Que una grieta de pronto me cortó el paso.
En la orilla un hámster agitaba las patas delanteras.
Y entonces ambos miramos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
arrastrándome y trepando
hasta que la oscuridad cayó del cielo,
y con ella grava ardiendo y aves muertas.
Por falta de aliento varias veces perdí el equilibrio.
Si alguien me hubiera visto, pensaría que bailaba.
Es posible que haya tenido los ojos abiertos.
Que haya caído mirando hacia la ciudad.



Propuestas de escritura

1. Escribe una nota póetica para la nevera al estilo de William Carlos Williams. Cuida la sencillez del mensaje.
2. Escribe un texto al estilo de "La mujer de Lot". Puedes inspirarte en algún personaje bíblico o mitológico o también hacer la versión de algún mito.


Reflexiones de Moisés desde el monte Nebo

Por qué me elegiste a mí,
por qué dirigiste hacia mí
tu mirada.

Yo vivía feliz,
por lo menos eso creía,
en mi morada.

Lo tenía todo,
todo lo que necesitaba;
fortuna, poder
y una familia
que me amaba.

Yo vivía feliz,
o eso creía,
hasta que me hiciste ver,
que todo lo que tenía
no me lo merecía.

Todo lo que tenía
lo había encontrado
sin yo quererlo,
ni merecerlo.

Fui un niño abandonado,
que quiso la fortuna
que fuera encontrado
y rescatado
en las aguas del Nilo.

Mi madre adoptiva
me rescató,
mi madre biológica
me amamantó.

Alguien me hizo ver
que otro era mi destino,
que otro era mi deber.

A partir de aquel día
todo en mi vida cambió;
y también todo
lo de mi alrededor.

Liberé a tu pueblo Señor,
lo liberé de la esclavitud,
lo conduje con gran amor
a través del desierto.

Casi todo fueron calamidades,
casi todo fueron penalidades.

¿Por qué nos elegiste?

Desde entonces sufrimos
y me temo que seguiremos sufriendo
generación tras generación.

José Luis Fonseca
Grupo A


Culebreaba en mi peine un cabello
largo, vigoroso, oscuro.

Supe que solo podía ser tuyo,
un hilo con que atar los recuerdos
que desenredé con muchos recelos,
mis dedos trémulos en esa temible dentadura.

Dudé si arrojarlo al inmundo aliento de la basura.
resolví, al final, pegarlo en el espejo del baño,
para verlo cuando mirara al extraño
en que tu ausencia me ha convertido.

Lo dejé allí por si un día yo lo necesitaba,
o quizás tú, si alguna vez regresaras.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Un postit en la nevera

“Compra tú el vino rosado,
la nata montada
y el sirope de caramelo.

Yo me encargo del resto.
¿Prefieres Brownie de postre
o tocinillos de cielo?

Cenaremos en el porche
y si hace malo…,
bueno, entonces ya sabes, mi amor”.

Óscar Martín
Grupo A


El ciego de Jericó

Sobre una costra de tierra reseca
flanqueada de esqueletos de profetas
y mil calaveras apuntando al cielo;
junto a un cauce casi yermo,
por donde fluye un hilo de vino viejo,
tañe el ciego la frase que lo habita,
una y otra vez, una y otra vez,
sin que el lento goteo de monedas estériles
modifique un átomo de su plana existencia.

Es parte del paisaje de una trascendencia marchita.

Y de pronto un susurro,
y un temblor lejano,
y un bisbiseo,
y un crepitar.

Y luego un como zumbido de enjambre entusiasmado
que despierta al tañedor de su postración secular
alterando el metal de su desvencijada voz,
dando al traste con sus palabras gastadas,
sacudiéndolo y estremeciéndole
un pálpito, una intuición colosal, ¡una esperanza!

Es una Esperanza que pasa.
Pasa una vez y no volverá a pasar.
El ciego lo sabe. Lo ve.

Mira a su alrededor:
ahora el cauce se desborda,
la tierra se empapa,
la hierba crece,
los terrones se mullen,
y los profetas no son esqueletos
sino carne plena cantando a coro
con mil calaveras transfiguradas
que aclaman la venida de la Gracia.

Y un grito que no empieza
en la boca del ciego,
(el grito simplemente lo atraviesa
como un cuchillo de Humanidad)
ni acaba aquí o allí,
porque rompe el velo del firmamento
y alcanza a lo más Alto,
truena y todo lo dispone
para que lo más pequeño
sirva de ocasión a lo más grande:

—¡Hijo de David, ten compasión de mí!

Se envisca entonces el enjambre
revolviéndose ante el grito
en chirriante aspaviento
de mezquinas recriminaciones
al tañedor del aire nuevo.

Pero, ay, el grito se vuelve poderoso,
y martillea altanero,
sin descanso,
como aldaba furiosa, desatada,
sobrepujando a la inquina del enjambre.

Vuela el grito
y sabe cuál es su recompensa.

Vuela un instante
pero podría volar mil años
si hiciera falta.
Vuela y llega.
Y descansa solo
cuando sirve a su cometido:
Abrir el escandaloso baile
de la miseria abrazada con la Gracia.
Baile que desde entonces no se acaba
y al que la Gracia, sin cesar, nos llama.

Óscar Martín
Grupo A


Post-it

Quiero hablarte
la candidez de tu rostro me lo impide.

Hurgo entre mis bolsillos
vacíos de vicio.

Husmeo entre tu ropa descolocada
ya no huele a ti.

Mis resecos labios gritan
tu nombre en silencio.

Mis dedos ansiosos garabatean
irritantes palabras:

Bajo a buscar tabaco.

Tomás García Merino
Grupo B


Cita a ciegas

Gabriel, por qué fuiste con el chisme?
Triste y resignado espero.
Cuándo? Dónde? Cómo?
Amén, mi única respuesta.
Mirar arriba o recibir castigo o huir.
Abro mapa de prosa, tendré que aprender jeroglíficos?
Sabes que en mi Torá no me va el poliamor.
Amén, mi única respuesta.
Del susto perdí mi cepillo.
Debajo de mi túnica sólo pienso en tu boca,
en perder mi brújula, perderme en la punta de mis ganas
y en cada uno de los nos inciertos de la ley contigo.
Amen, mi única respuesta.
Incendia tus ojos conmigo en Babel.
Hogueras de risas alforjadas, sobrarán cinchas,
pegaré tus lunares borracho al verte.
Seis iris hacia el infinito seremos
Amén, mi única respuesta.

Nota en la nevera:
Os dejasteis la puerta abierta.
Siento incomodar.
Sirva la nota de recibo.
Arcángel San Gabriel.

Lydia Merchán Yuste
Grupo A


Aracne

Rompí con la tradición familiar.Nunca quise ser pastora de ovejas. Los dioses me otorgaron manos ágiles y una mente en la que no dejan de surgir imágenes bellísimas.
Estiro la lana en hebras finísimas, giro la rueca, me sitúo ante el telar y mis manos comienzan a bailar.Se suceden las horas, una tras otra, pero el tiempo no existe; sólo mi tapiz, sólo mi imaginación.
Los dioses del Olimpo, incluso su esposa, Hera, conocen las aventuras amorosas de tu padre, Zeus. Él mismo no las ha ocultado.
Destruíste mi tapiz.
Me condenaste a tejer una y otra vez la misma tela.
A lo largo de esta década he comprendido el gran error que cometí, intentando igualarme a tí.
He comprendido, he aprendido y me he arrepentido.
Y ahora Atenea, inventora del bordado, protectora de los artesanos, diosa de la sabiduría, defensora de la inteligencia frente a la fuerza bruta, te pregunto:
¿Es propio de una gran diosa con tamañas cualidades el ser cruel y vengativa eternamente?
¿Eres más feliz, más protectora, más sabia, más inteligente, recordando el castigo que me infringiste?
En una ocasión fuiste compasiva conmigo, evitando mi muerte.
¡Apelo a tu clemencia! Si decides devolverme mi forma humana, dedicaré mi vida entera a venerar a los dioses y reparar la ofensa cometida.
Si no es así, aceptaré humildemente mi destino.

María Luisa Fidalgo
Grupo B


Nota en la nevera

Cuando mires la nevera
vas a encontrarla vacía,
no hay nada en la estantería,
ni tampoco en la fresquera.

No hay ni gota en la aceitera.
Me he comido la sandía,
me he bebido la sangría,
he apurado la lechera.

Todo me lo he acabado,
el pan, la carne, la fruta,
el embutido, el pescado.

Como soy un hideputa
ni dinero te he dejado,
y emprendo una nueva ruta.

Manuel Medarde
Grupo A


22

Esta mañana soleada del mes de Abib me encuentro deambulando por el monte Moriah cuando veo encaminarse hacia la cumbre a un anciano acompañado de un niño, entre nueve y once años, un grupo de sirvientes y un asno cargado de leña. Con el natural recelo me escabullo entre los roquedos, sin perder de vista en ningún momento el deambular de esa extraña cuadrilla. Llegados a mitad de la ascensión veo con perplejidad que los sirvientes descargan la leña y el anciano la pone sobre los hombros del niño, tomando a continuación un cuchillo y el fuego necesarios para ofrecer un sacrificio. Ambos continúan la ascensión, dejando el asno atado a una acacia y al resto de las personas almorzando, una buena comida a base de pescado asado con hierbas, pan ácimo, lentejas, yogur, nueces e higos secos. Intrigado, intento permanecer oculto mientras voy acercándome a la pareja, hasta llegar a su proximidad justo en el momento en que puede escucharse la siguiente conversación:

- “¡Padre!”
- “¿Qué quieres hijo mío?”
- “Llevamos el fuego y la leña; pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”
- “Dios se proveerá del cordero para el holocausto, hijo mío”

Estas palabras espolean todavía más mi curiosidad por el afán que puede haber traído a ese muchacho espabilado y a ese hermético padreabuelo hasta estos páramos pedregosos en las tierras de Judea. Una vez llegados a la parte más alta, veo con estupor que el anciano, parsimoniosamente y en silencio, con mano experta levanta un altar, prepara la leña, ata a su hijo y lo pone encima de la leña. Cuando finaliza, levanta el cuchillo para sacrificar al niño y yo me quedo paralizado por el horror, hasta tal punto que al oírse una potente voz proveniente de una nube negra y amenazadora, que grita –“¡Abrahán, Abrahán!”-, pierdo el control y me precipito desde la roca en que me había encaramado, cayendo en un matorral en el que me quedo enredado, temblando atemorizado. Sin alterarse, el anciano a punto de convertirse en parricida, responde:

- “Aquí estoy”.

La voz proveniente del nubarrón oscuro dice:

- “No lleves tu mano sobre el muchacho, ni le hagas mal alguno. Ya veo que temes a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu hijo único”

En ese momento es cuando el anciano levanta la vista y clava sus ojos en mí, los entorna ligeramente y con un leve gesto me trasmite lo que va a suceder a continuación. Se aproxima, me agarra por los cuernos y de un golpe certero me secciona la yugular. Mientras me desangro, poniendo como corresponde ojos de carnero degollado, pienso con tristeza:

- “¿Es que este Dios del tal Abrahán no tendrá otra cosa en que entretenerse?”.

Manuel Medarde
Grupo A


La Adúltera 

Amé y me amaron,
Yo, al menos, lo creí así
pero no me perdonaron
que fuera por ahí dejando
esposas heridas y ultrajadas.

Ante un tribunal me llevaron
para juzgarme, sin piedad.
Me condenaron a morir
lapidada, ante la chusma
un radiante día de abril.

Pero ese día estando todo
dispuesto para cumplir la sentencia
apareciste Tú, mi adorado Jesús,
tus ojos me miraron
con un infinito amor.

En la arena escribiste
con un palo de abedul
que quien esté libre de pecado,
tire la primera piedra
y nadie osó a tirar ninguna,

Se fueron retirando, avergonzados
con sus manos vacías
a sus casas frías,
mientras Tú me abrazabas
y exhortabas a cambiar de vida
para seguir el camino de la virtud.

Prometí seguir tu camino
de bondad y rectitud,
pues después de esta lección
solo puedo ofrecer al prójimo,
tus enseñanzas de amor.

Marian Pérez Benito
Grupo Ä


Reivindicación de Pandora 

Era bonita, elegante y tentadora y no supe por qué me la entregaban.
No sospeché que era parte de una venganza.
Para que sirve una caja si no es para transportar algo o guardar alguna cosa.
Aquel dios con alas me dijo que no la abriera. Viniendo del Olimpo- pensé yo- se trata de algún regalo envenenado.
No quise jugar a su juego, a la obediencia ciega, a la sumisión eterna.
Los misterios están para tenerles miedo o para despejarlos, y yo dotada con lógica e inteligencia, no podía vivir con la incertidumbre, con la oscuridad.
Descorrer el telón, abrir la ventana, atravesar el umbral y despejar las dudas: afrontar la libertad.
Y la abrí, la cajita, la abrí.
Aparecieron sombras, miedos, sufrimiento ¡¡y la muerte¡¡.
El precio de ser desobediente y libre.
Querían que permaneciéramos en la infancia eterna, en la inocencia estúpida.
Pandora, liberadora de sombras y miedos. .
Prometeo robó el fuego y yo acabé con las mentiras

Firmado: Pandora

Aurora Martín Fiz
Grupo C


Nota (This is just to say de W C Williams)

Esto es sólo para decirte
que desobedecí
a quien me urgió a escribirte
- carta de despedida -
… sólo para decirte
que aún no he encontrado el modo
-ni el sentido- para decirte adiós.

¿Has hallado reposo?
¿Llega hasta ti mi ser cuando te nombro
a veces en voz baja?

Sólo me habla la luz.
La acojo y luego cierro
los ojos, y te acojo.
Mas siento que no puedes
tomar mi mano a ti
tendida, y permanece
callada, solitaria.

Marian de Vicente
Grupo B

¿Es el enemigo? Literatura y guerra

La sesión del taller de escritura de ayer estuvo dedicada a la guerra. No a la guerra culturales tan de actualidad en estos tiempos sino al conflicto bélico y su reflejo en la literatura.
Recomendamos para situral el tema los artículos "Escrituras al pie del abismo: literatura y periodismo durante la gran guerra" de Luisa Pousa y "Poemas de la Primera Guerra Mundial" de Felipe Botero.
Hablamos de cómo la guerra ha sido contada en muchas novelas y en muchas películas para adultos pero también en la literatura infantil y juvenil encontramos grandes libros como o "El enemigo" de Davide Cali y Serge Bloch (Puedes ver la historia aquí). o "La garra de la guerra" de Gloria Fuertes, magníficamente editado por Media Vaca y con un trabajo gráfico escepcional por parted de Sean Mackaoui. 



¿Caben las dimensiones de una gran guerra en el estrecho envase de un haiku? Claro que sí. Prueba de ello son los libros "Haikus de guerra" y "Cien visiones de guerra" de Julien Vocance, publicado por Renacimiento. Un libro, este último, que nos deja escenas como:

Sin duda la muerte
abrió estos inmensos surcos
cuyas semillas son hombres

Quince días a ras de suelo,
mi ojo conoce los más leves montículos,
las mínimas hierbas.

De noche, en un hoyo,
frente a un inmenso ejército,
dos hombres.

También hablamos del libro "Si me quieres escribir" (Canciones políticas y de combate de la guerra de España), una recopilación de canciones que republicanos y falangistas cantaron durante la guerra civil española.
Y dedicamos un buen rato al libro "La guerra" de Ana María Shúa, editado por Media Vaca, un interesante trabajo en el que la escritora aborda un tema complejo como éste desde muchos puntos de vista y con gran ingenio. Dejamos aquí algunos microrrelatos de dicho libro:

El engaño

Dice Sun Tzu que todo el arte de la guerra se basa en el engaño. Y el escalón supremo es someter al enemigo sin luchar. El engaño conduce a la sorpresa y la sorpresa conduce a la victoria. Quien no sea capaz de engañar y por lo tanto sorprender, nunca logrará sobresalir en el arte de la guerra, de la escritura.

La Cruzada de los Niños

En 1212, motivados por los inspirados sermones de un niño alemán y un niño francés, treinta mil niños europeos se lanzaron a luchar contra los infieles por la restitución de Tierra Santa. Muchos días y noches de oración a las orillas del Mediterráneo no lograron que se abrieran sus aguas. Casi la mitad de los niños desertó, casi la mitad murió de hambre, enfermedades y penurias. Los dos mil restantes lograron embarcarse hacia Medio Oriente y fueron vendidos como esclavos a los turcos por los patrones de los barcos. A los analfabetos se los empleó en tareas agrícolas, en las canteras y las minas. Los que sabían leer y escribir trabajaron como traductores. A uno de ellos se atribuye la invención de este relato, que la mayor parte de los historiadores consideran falso, erróneo o legendario.

El largo sitio

El sitio se hace muy largo. Es imposible aislar absolutamente una ciudad. A través de túneles, de puertas ocultas, de guardias sobornados, persiste un módico comercio que aporta los víveres necesarios para la subsistencia de sus habitantes. El sitio se eterniza. En el campamento del ejército enemigo se reemplazan algunas tiendas de campaña por viviendas de madera, todavía precarias. Los oficiales y algunos soldados toman mujeres de la región, se encariñan con sus hijos bastardos. Una generación más tarde las razones del sitio se han olvidado y un nuevo barrio, como un anillo concéntrico, rodea a la ciudad. Se destruye la muralla y se construye otra, que proteja a los nuevos pobladores. Otro ejército le pone sitio a la ciudad.

Como intuíamos que la sesión sería un poco oscura decidimos comenzar con humor, de la mano de Miguel Gila y su sketch "El enemigo":




Otro texto que destacamos en la ficha de trabajo fue el microrrelato titulado "La televisión" de Benito Martínez:

"El soldado me mira antes de disparar. Es sólo un instante, y me mira con esa cara de vidrio oscuro que tienen los soldados antes de disparar. El estudiante extiende los brazos en un gesto instintivo e inútil. Lo van a matar, se da cuenta y trata de detener el tiempo extendiendo los brazos hacia adelante. El soldado tiene el fusil automático listo y apunta al estudiante, que extiende los brazos. En ese momento se puede pensar que el estudiante ya está muerto, pero no; hay una larguísima fracción de segundo entre un momento y otro. Los dos se han quedado mirándome desde la pantalla del televisor, el matador y su víctima, bajo un sol que no he visto nunca.
El soldado dispara, pero no lo vemos. gracias al anuncio del nuevo detergente.

Transcribimos aquí, por último, el poema "Nanas de la metralla" de Félix Grande, un texto que escribió el veinticuatro de enero de 1977. Esa misma noche se había producido la matanza de los abogados laboralistas de Atocha. El poema se lo dedica a Concha Zardoya y está inspirado en las "Nanas de la cebolla" de Miguel Hernández. Félix Grande lo escribe para su hija, Guadalupe Grandes:

Tiene once años.
La vida de mi hija
tiene once años:
una fuente de asombro
con once caños.

Esta mañana
le asombró lo que llaman
la raza humana.

No los comprende.
No comprende a los lobos,
no los comprende:
¡amada esa ignorancia
que la defiende!

De punta a punta
piensa en la mala muerte
y me pregunta.

Ella no entiende el crimen
y yo tampoco.
Hay algo purulento
y sucio y loco.
Pero no puedo
decirle ni siquiera
que tengo miedo.

Trato de distraerla
con gran cuidado.
Después me encierro solo,
desesperado.

Penosa ciencia
la de ir zurciendo rotos
a su inocencia.

De madrugada
me levanto a mirarla
de madrugada.
Su rostro es un milagro
sobre la almohada.

Beso su pelo
mientras hiede en mi boca
mi desconsuelo.

Camino y humo.
Por mi largo pasillo
camino y humo.
¿Voy a llenar la casa
de miedo y humo?

¿Cómo una perra
va a preñarse de miedo
toda la tierra?

Hay, hija, una desgracia
llamada España;
siempre frente a la sombra
de la guadaña.

Desde albos soles
van cayendo a la sombra
los españoles.

Me encierro en mi despacho:
libros, carpetas...
¡Ay, pueblo tan llorado
por los poetas!

¡Ay pueblo inmenso
en tantos epitafios
y en tantos versos!

Mala noche esta noche,
malo este día;
mala historia esta historia
mala, hija mía.

Cuando despiertes
tendré quizás que hablarte
de nuevas muertes.

En la cuna del pánico
tu padre estaba.
Con sangre de tabaco
se amamantaba.

(Y el lento horror
de espiar el lento ruido
del ascensor)

Estos últimos tiempos
de mala entraña
un ascensor no deja
dormir a España.

¡Historiadores
cuánto han de preocuparos
los ascensores!.

Mi niña está durmiendo
tiene en la cara
la verdad más profunda,
la paz más clara;

los dos caminos
que están cegando ahí fuera
los asesinos.

España está llorando
lágrimas viejas
que ruedan y se filtran
entre las tejas.

Los lagrimones
llenan baños, pasillos,
habitaciones.

La vieja y triste España
tan triste y sola,
otra vez en el ojo
de la pistola.

Otra laguna
de sangres apagadas
bajo la luna.

Odian el sol, la vida,
los grandes bienes,
el amor que te tengo
y el que me tienes.

Esto es horrendo.
No lo comprendo, hija,
no lo comprendo.

Duérmete, niña. ea,
duerme, mi niña.
La cosecha de muertos
crece en su viña.

Duerme en tu nido :
tu padre está velando
despavorido.

Duerme tú sola.
Duérmete, niña, ea,
duerme tú sola
mientras pasa esta noche
tan española.

Duerme, amor mío :
mi corazón te arropa
lleno de frío.


Tarea de escritura

Propusimos escribir sobre la guerra en un sentido amplio; sobre algún hecho real e íntimo que nunca saliera a la luz, sobre nuestra visión particular de la guerra, sobre las consecuencias que deja una guerra en un país... Dimos libertad para que poder escribir un poema, una secuencia de haikus, un microrrelato, un cuento. Lo que a cada cual le pidan el cuerpo y las palabras.


Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:

La petaca

Toda la vida la conocí en poder de mi abuela Isabel. Y la abuela no fumaba, pero cada vez que tenía ocasión la sacaba del baúl. «Mírala, Carlitos, preciosa, ¿no te parece?». Yo decía que sí, que me gustaba, repujada en cuero, adornos de plata. Y entonces ella decía: «Pues será para ti cuando yo muera, aunque parece que eso de las petacas va dejando de llevarse, ¿no?». «Sí, pero no importa, abuela, basta que sea suya…». «Bueno, mía no, de tu abuelo, Dios lo tenga en gloria. Pero por nada del mundo me desharía de ella en vida, la trajo cuando vino de la guerra».
Era siempre lo mismo: la destapaba con mimo, olía despacito y rápido la cerraba. «Que no se le vaya el aroma, hijo, no sé si es Ideales, o Picadura, pero qué más da. Tu abuelo se la cambió a uno del otro bando un día que no tocaba disparar y tampoco había mandamases por allí. Ellos estaban en un pueblo y los otros en el de enfrente, el río de por medio. Se pusieron de acuerdo a voces los unos y los otros y bajaron a bañarse en el piélago. Hicieron buenas migas, tu abuelo le dio al otro un mechero muy bonito que tenía y el otro le regaló la petaca».
La abuela Isabel era despierta como nadie, en eso todos estaban de acuerdo. Pero dejó este mundo sin resolveruna tremenda duda: «Yo no sé, Carlitos, a ver si cuando te hagas mayor, eres capaz tú de averiguar el porqué de las guerras. Dos hombres que no se han visto nunca, que nada tiene el uno contra el otro y que los ponen a cada cual en un bando y ¡hala!, que ese es tu enemigo y a ver si lo matas». Menudos encargos la abuela, los años que han pasado y estoy pensando que igual tengo yo que pedir lo mismo a uno de mis nietos cuando me toque abandonar este valle de lágrimas. Y le dejarle la petaca.

Puré de lentejas

Es posible que lo peor de la guerra sea la posguerra. La que pasó Pablito por lo menos fue mala de veras. Un día llegaron al pueblo los tíos de Madrid, la tía Montse y el tío Antonio. Eran gente de posibles, para ellos ningún problema el dinero; no es que les sobrara, pero Isabel se podía permitir el lujo de traerle a su hermana (la madre de Pablito) el racionamiento completo de la semana: leche en polvo, aceite una panilla, puré de lentejas y otras cosas; ellos lo reponían luego comprando al estraperlo. «Nada más…» dijo la tía Montse a la madre de Pablito «que si te parece un día pones para cenar el puré de lentejas que a mí es lo que más me gusta. Con ese tocino rancio vuestro debe estar de maravilla».
Hermana rica y hermana pobre, ya se entiende, aunque se querían de veras. Pero la madre de Pablito aquella noche, apenas si probó el puré. Lo explicaba ella cuando se marcharon los forasteros. «Yo es que no pude con él, se me puso un nudo aquí en la boca del estómago... Menudo invento llamar puré de lentejas a lo que no es más que harina de algarrobas, lo que le echamos al ganado. A los de Madrid los engañan como a chinos».
Al niño Pablito que se dice, hoy don Pablo Fierro Lomeras, a punto ya de jubilarse de su cátedra en la Universidad y acostumbrado a mirar el revés de las cosas, le parecía en aquellos tiempos(y aún le sigue pareciendo en la actualidad), que ser pobre y de pueblo no deja de tener sus ventajillas.

Pascual Martín
Grupo B


Campos de arroz
soldados escondidos
fango en los pies

Alfredo Domínguez
Grupo B


Game over

Solo me queda una vida y ese cabrón quiere acabar con ella. Me tiene atrapado, las balas silban cerca de mi cabeza. Me sudan las manos. Tengo que tener sangre fría y pensar cómo puedo librarme de él. Es él o yo. Me arrastro por el fango y consigo llegar a un nuevo parapeto. Esta carcasa de tanque de combate me protegerá mejor y desde aquí puedo ver a mi enemigo. La suerte me ha sonreído, he encontrado una granada de mano junto a la cadena. Mi corazón se acelera, no puedo fallar. Arranco la anilla y cuento: uno, dos, …
Todo está negro, me giro y veo a mi padre con el enchufe de la mano.
—¡Papá!
—¡Ponte a estudiar ahora mismo! ¡Se acabó jugar con la videoconsola!

Tomás García Merino
Grupo B


Mudos

En la calle, junto al trasto sin ruedas en chatarra está un hombre arrodillado en el suelo, inclinado hacia adelante, encogido de hombros, absorto y con gesto desencajado, aprieta los puños sobre sus muslos. Una mujer yace a su lado boca abajo, la cubren las ramas caídas de un árbol, leña menuda a modo de rito funerario hindú, huele a carne quemada.
En la casa Katarina quiere llorar, no le quedan lágrimas, le pesa el silencio y la oscuridad, tiene frío. Los cristales se enojaron por la guerra y han reventado, a la anciana le zumban los oídos.
“Anoche no vino Mirko a darme la cena y mis pastillas ¿le habrá pasado algo?. Intento incorporarme, no puedo, hace años que no puedo...”
Las bombas han dejado las puertas de las casas abiertas, casas desnudas e indefensas, violadas sin permiso.
“Entra el gato de mi vecina, se acurruca a mi lado, se hace un ovillo y ronronea. Oigo el llanto de un niño, llama a su madre. Otra vez el silencio de plomo y muerte. ¿Porqué no viene Mirko?. Mis sábanas se están mojando, tengo sed, ya no se oye al niño y huele a quemado, huele a carne quemada. Oigo pasos, hay alguien en mi cocina, trastea por los armarios. ¡Mirk..! no, ¡calla!, no son los pasos de mi hijo, las pisadas furtivas se alejan”.
En la calle Mirko está lívido, lleva horas en cuclillas junto a la mujer de trapo, de vez en cuando se lleva la mano a la frente, no puede llorar.
En la casa una niña rubia está ahora parada en la puerta frente a la anciana, los brazos de títere le cuelgan inertes, ha enmudecido, tiene el rostro ensangrentado, pero lo ignora, mira a la anciana sin verla.

Aronbanda
Grupo B


Guerra de letras

El mariscal de Campo Alonso Pedrarias Ñíguez, marques de Boca Castañal, había logrado convertir a su heterodoxa compañía de letras latinas en una auténtica máquina de batallar. Para ello necesitó de tres largos años, durante los cuales supo inculcar los conceptos básicos de la guerra, como son la táctica, la disciplina, el valor y la fe en la victoria, hasta a la más apocada de las tildes. Y ejercía sobre todos sus soldados caligráficos un liderazgo podríamos decir mesiánico, de suerte que la confianza mutua y la fe ciega se cruzaban desde la tropa al caudillo y desde el caudillo a la tropa formando estrechísimo y feliz lazo. Pero el día de la batalla contra la fortaleza de las letras griegas, bien defendida por las huestes del afamado general Cleándridas, al contemplar desde la trinchera los enjambres de alambradas que habrían de atravesar hasta alcanzarla y al intuir los nidos de ametralladoras que a buen seguro se escondían tras las aspilleras de sus formidables muros, tuvo por primera vez nuestro mariscal la mala premonición de que en aquella ocasión no saldría vencedor. Mas la suerte estaba echada. Había recibido del Estado Mayor de la Real Academia de las Letras Latinas orden irrevocable de atacar al amanecer. Y quedaban solo dos minutos para que despuntara el alba. No quedaba, pues, sino arengar a sus fieles y aguerridas letras, mil seiscientas dos exactamente, para insuflarles arrojo y determinación en pos de la victoria.

—¡Letras latinas! —clamó Pedrarias con ardor— Hoy os contemplan desde los cielos literarios un millón de libros ávidos de otorgar los laureles de la gloria eterna a la lengua que por hacer gala de mayores virtudes en el campo de batalla así lo merezca. ¡Sólo espero que sepáis comportaros como dignas hijas de Horacio, de Ovidio, de Séneca, de Tácito, de Petrarca, de Dante, de Cervantes, de Shakespeare, de Molière y de tantos otros padres amorosos como habéis tenido! ¡Demostremos a esas letrillas griegas que Febo es más que Apolo y Marte es más que Ares! —y luego de callar un momento para aspirar aire, añadió con todas sus fuerzas—: ¡Latinis Litteris, ad victoriam!

—¡Ad victoriam, ad victoriam, ad victoriam! —y las voces de más de mil gargantas se hicieron oír en la fortaleza griega como un trueno que avisa de la peor de las tormentas.

Un instante después, el mariscal dio orden de salir de las trincheras y las letras latinas salieron en tromba de sus parapetos avanzando al principio de forma abigarrada, formando largas y complicadas palabras, algunas inteligibles como “quebrantahuesos”, “idiosincrasia” o “desoxirribonucleico”, otras inverosímiles, como “treñecoteplétora”, “carpamascalbastra” o “druciplinantema”, pero las más de ellas sencillamente impronunciables, como “wlestrehtrp”, “trleprlensitprossils”, “sefgtaghatrhuíoptenq” o “repacqtlheccquieplipor”, lo cual obedecía a una táctica de defensa en el avance largamente ensayada. Sin embargo, en cuanto el batallón de letras latinas estuvo a tiro de ametralladora, el general Cleándridas dio orden de disparar. A pa tir d aq el i sta te las let a lat nas e pezaro a caer na t as ot a, ab iéndo e g andes claros do de poco a tes abía u ejécito q e ava zaba inexo ab e. A pe ar e que el mari cal Alo so edrarias log ó reag upar a sus let as en va ias ocasi nes e inc uso udo ca biar de tá tic asta t es veces, pasadas do oras no había log ado ava zar má de do cie tos met os, se arándole aún otro uatrocie to de los muros e a fo taleza, habie do pe di o ara e tonce la itad de sus let as. En cualquier cabeza sensata, y llegada tal situación, lo razonable hubiera sido ordenar la vuelta a las trincheras, pero aquel mariscal y aquellas letras estaban hechas de una pasta que no conocía las palabras “retirada” y menos aún “rendición”, por lo que, después de reponer fuerzas durante una hora, se lanzaron a un furibundo ataque con el que lograron llegar a los pies de la fortaleza, tan cerca que ya quedaban fuera del alcance de las ametralladoras, limitadas completamente éstas por hallarse emparedadas en las aspilleras. Poco después, las indómitas letras latinas lograron abrir un boquete justo en medio de la fortaleza, por donde entraron las trescientas que aún permanecían en pie, haciendo tal escabechina sobre las hijas de Homero, de Sófocles y de Eurípides, que no quedo letra sobre letra en aquella fortaleza, y no quedándole al malhadado de Cleándridas otras salida honrosa que darse muerte clavándose una épsilon en la garganta.

Óscar Martín
Grupo A


Micro ensayo sobre la Guerra.

No a la Guerra, dijeron todos menos uno.
Dos no riñen si uno no quiere, afirmaron, y perdieron la guerra.
Putin está a favor del pacifismo en todo el mundo, menos en Rusia. Sigue en esto a Sun Tzu -citado por Ana María Shúa en su microcuento “El engaño”- para quien “todo el arte de la guerra se basa en el engaño, y el escalón supremo es someter al enemigo sin luchar”.
Y sí, claro que la Guerra es lo peor que le puede pasar al ser humano. Precisamente.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


¿Qué es la guerra?

La guerra es el llanto de una madre,
también es el llanto de un padre,
de un hermano, de una prima, de un cuñado,
de una novia, de un hijo, de una hija,
de un amigo, de un socio, de una maestra,
de un primo, de un novio, de una vecina,
de un maestro, de una amiga, de un compañero,
de…
de…
de…

La guerra es un sinsentido.
La guerra es el llanto de una madre,
la guerra es el llanto de una madre,
la guerra es el llanto de una madre,
la guerra es el llanto de una madre,
la guerra es el llanto de una madre,

Manuel Medarde
Grupo A


Avancen

Me arrastro sobre la tripa mientras las hierbas rozan mi nariz. Me aferro a su débil aroma para alejar el hedor a pólvora, a carne quemada y a podredumbre. Un obús estalla a mi derecha y el barro me salpica la cara. Después del estruendo se abre un silencio hueco que, al poco, rompe un quejido lastimero. “Avancen, avancen”, escucho detrás de mí. Me muerdo el labio y cierro los ojos, debo ignorar la llamada de auxilio. Me obligo a pensar que no es la voz de James, ni tampoco la de Zurdo, los únicos amigos que me quedan en el pelotón. Extiendo los brazos y repto, trato de aturdir mis oídos con la vieja oración de mi abuela: “Perdona nuestras afrentas y franquéanos la puerta de tu reino…”.
La noche se ilumina con los disparos de la artillería. Lo suficiente para descubrir un suelo plagado de estacas y alambradas. Hay también algunos cuerpos inmóviles cosidos a ellas en posturas indignas. Uno me requiere con la mirada vacía de sus ojos quietos. “Avancen, avancen”, la voz del teniente responde a la pregunta muda del soldado muerto. Oigo el repiqueteo de una ametralladla barriendo el campo a unos pasos de mí. Entonces noto un impacto en la espalda, pero estoy seguro de que no he sido herido. Quizás una esquirla ha impactado en los correajes del uniforme. Una humedad se extiende por la pernera del pantalón. A pesar del terror sé que no me he orinado. Palpo la pierna hasta que siento un reguero de agua saliendo de la cantimplora. Ha muerto por mí y se desangra sin queja. Sienta la boca seca como lija y froto sus paredes con la lengua. La saliva, aunque ácida y ardiente, me provoca un alivio momentáneo. Me viene a la memoria el pozo en el corral de casa y creo escuchar el chirrido de la garrucha. Recupero el sabor metálico de aquella agua, y su frescura.
“Avancen, avancen”. He debido detenerme demasiado porque la orden me llega desde muy cerca. El fuego enemigo ha arreciado y también los gritos de dolor. “Hoy es el día”, el pensamiento me cruza la mente como un rayo y veo el rostro dolorido de mi madre. Avanzo con la certidumbre de que, ahí delante, la muerte me está aguardando.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Nocturnidad

Se acostaban juntas todas las noches. Madre e hija dormían siempre vestidas, por si acaso. El ejército franquista tenía la mala costumbre de entrar en las casas y ponerla patas arriba. Lo hacían con nocturnidad para que la acción fuese más terrorífica. Sacaban a sus moradores a la calle y la emprendían con los muebles, los enseres y, especialmente con los colchones, a los que les tenían una querencia especial. Desde hacía un tiempo ellas se tumbaban encima de jergones porque los colchones habían recibido tantas cuchilladas de las bayonetas que habían perdido su forma y su utilidad. No se molestaban en recoserlos porque al día siguiente podían ser destrozados de nuevo. Buscaban personas y armas escondidas, decían. Así, noche tras noche, requetés, regulares y moros desfilaban por las habitaciones como si fueran suyas, rompiendo todo cuanto encontraban a su paso y apropiándose de aquello que les apetecía.

Haría cinco minutos que se habían metido en la cama cuando sonó el pasador de la puerta. Tenían que mantenerla abierta día y noche por orden gubernamental. Despertó a su madre y se levantaron de un brinco. Fueron a la cocina y se encontraron con un grupo de aldeanos vestidos de militares abriendo la alacena. Esta vez los conocían a todos. Eran vecinos, amigos, compañeros. Pero su visita no era de cortesía. Unos, cogieron a la madre por la cabellera y de un tirón la llevaron al patio. Ella se vio rodeada por el resto… Otra noche más en vela.

Maxi Moreno
Grupo B


Guerras internas

En medio de la batalla, la guerra va por dentro.
La lucha contra el miedo, ellos o yo; contra el dolor, malditos pies, estos si que me van a matar; contra el hambre, las tripas mantienen su propio bombardeo.
La lucha contra el frío, la incertidumbre… contra el deseo de estar en cualquier parte menos aquí.
Las trincheras no son buen sitio para que duerman ni la conciencia, ni la consciencia.

Eva Hernández
Grupo A


Entrañas sangran
gritos entre metralla
en las trincheras.

Dolor y hambre
los soldados esquivan
la noche eterna

M. Pilar Sánchez
Grupo B


Laputa triste

Hinchados de orgullo declararon ser los mejores de todas las islas por las
que pasó Gulliver. La propaganda aseguraba que eran la única tierra que se conocía
más allá de las fronteras del libro y que eso se debía a la pasada grandeza que
estaban destinados a recuperar.
Sitiaron Laputa al grito de Make Lilliput Great Again.

César Aponte
Grupo C


Guerra fue mi palabra

Desde su ventana ve, en la terraza de enfrente, ondear una bandera de Ucrania, eso, además de las constantes noticias, hace que los horrores de esa guerra estén muy presentes en ella. Guerra, una palabra que desde pequeña empezó a rechazar, ¡la guerra era mala!
Recuerda.
Un día en el colegio el maestro que nos daba Lengua, que le gustaba hacernos jugar con las palabras, nos propuso elegir la palabra que más y, menos nos gustara, diciendo el porqué. Con la que más me gustaba dudé, ni siquiera me acuerdo cuál elegí, entonces, quizá tarta, era muy golosa, además significaba fiesta, un regalo, hoy me resultaría más fácil, pero esa no es ahora la cuestión. La que no dudo que menos, fue guerra, ¿por qué?
Cada verano en el pueblo, en casa de los abuelos, nos reuníamos los primos, recuerdo a la prima Marta, a mí me parecía que nadie la quería, la tía Pilar siempre decía: No me dejéis con esta niña que da mucha guerra, me vuelve loca. A algunas vecinas oí decir, ¡pero qué guerra da esta niña!, pobre Martita, llegó a creerse que era una niña mala, yo sabía que no, que solo hacía trastadas, como todos, pero como decía mi madre, “coge mala fama y échate a morir…” Y Marta se convirtió en una niña triste, fue esa palabra la que la marcó. Ya habíamos oído hablar de la guerra, de los que murieron, de los que tuvieron que salir. De ella decían que daba mucha guerra, ¿era una forma de llamarla mala? Sin saber de los horrores de la guerra, desde entonces esa palabra no me gustaba. Por eso la elegí.

Inés Izquierdo
Grupo A


Morir en el frente

No era infrecuente que la cartera, en su reparto, saludara a Natalka. Golpeaba con los nudillos en la puerta, la entreabría e intercambiaban una breve salutación. Esta vez, además, traía para ella una carta con dirección mecanografiada y el escudo nacional. Aquellas letras tan alineadas e iguales generó en en ambas inquietud. Una y otra reconocían la letra desigual de familiares y amigos repartidos por toda la geografía.

Apoyada contra el fregadero Natalka sintió flaquear sus fuerzas, cuando comenzó a leer aquella carta, mientras un sudor frío, muy frío, perlaba su frente. Inconsciente, se secó con el dorso de la mano.

Apenas amanecía y la estación se había llenado de jóvenes, solos unos, acompañados otros. Caras serias, ojos llorosos. Suspiros compungidos de las madres. Dolor hiriente en el alma de jóvenes esposas. En un extremo del andén, un grupo lloraba canciones que enmascaraban un profundo abatimiento. A lo lejos, aproximándose, un potente foco viajaba a lomos de de un caballo de estruendo y hierros. Redujo, para terminar deteniéndose junto al andén, emitiendo un fuerte resoplido. Unos hombres vestidos de militar y armados con subfusiles descendieron y, gritando una lista de nombres, los apremiaron a subir sin dilación.

De nuevo en marcha, abarrotado por jóvenes que ocupaban hasta el espacio más incómodo existente. Solo se oía el silencio, envolviendo el traqueteo de aquel viejo tren, atravesando valles, gateando montañas. Cada rostro reflejaba la terrible tristeza que empapaba el pensamiento. Si acaso, alguna fugaz sonrisa, apenas perceptible. Lejanos sonidos de cañón, olor a pólvora, más próximos e intensos al avance de la bestia.

Tres meses de miedo en la mirada, de olor ácido de sangre y putrefacción; el recuerdo permanente de su madre, ya vieja, de su esposa tan joven, y de su pueblo. Y, en aquel campo de muerte permanente, aún la vida seguía para Yure. Decían los jefes que la victoria estaba cerca.

Había amanecido brumoso. El frío penetraba en los cuerpos de los soldados agarrotando todas las articulaciones. Un extraño nerviosismo envolvía el ambiente, reflejado en los bruscos movimientos y gestos desairados de los mandos. Nadie lo comentaba abiertamente, pero el enemigo había roto las defensas. Melodía violenta de disparos. Cuerpos tendidos. Ayes desesperados. Tras una roca, Yure giraba a uno y otro lado la ametralladora, repartiendo al azar la muerte capaz de destruir muchas vidas en vida. En el fragor del combate advirtió que su vista se nublaba y su rígido uniforme se empapaba de un líquido rojizo y pegajoso. Se llevó la mano al costado y una culebrina de calor dibujó caminos hasta el suelo. Con dificultad logró extraer de uno de sus bolsillos la foto de una cara sonriente, que apretó contra el pecho.

La cartera entregó, en silencio, aquella carta con dirección mecanografiada, y membrete con el escudo nacional. Natalka la abrió impaciente, y sin apenas tiempo de leerla, se derrumbó golpeando con fuerza su cuerpo contra el suelo.

“En la tumba de un soldado
una esposa que aún recuerda
su pasión,
unas flores ha dejado
y musita con nostalgia
una oración”.
(canción)

Evaristo Hernández
Grupo B


Cúpula de Genboku y el "monumento de las mil grullas"

Cuando visite la llamada “Cúpula de la bomba atómica “, el memorial de la PAZ de Hiroshima, aunque soy reacia a creer en fenómenos paranormales o sensoriales - más allá de los que inequívocamente objetivan los sentidos - los objetos y fotografías que allí se pueden observar recobran vida en ese escenario de muerte , hablan directamente y sin paliativos del horror de la guerra, de un horror que cala en los huesos y te hace sucumbir en segundos en un estado de profunda tristeza , penetras en las ropas quemadas que conservan todavía la forma de los cuerpos disueltos , sintiendo en tu piel aquella tremenda desgracia (el día 6-8-1945 a las 8,15 hora locales Estados Unidos lanzo sobre la población civil japonesa la primera bomba atómica , en un segundo de tiempo real, la temperatura alcanzo un millón de grados centígrados de modo que muchas personas se disolvieron , se evaporaron en el aire, murieron más de 250.000 personas ) sobrevivieron muy pocos , uno de ellos fue el ingeniero Yamaguchi que pese al agraves quemaduras consiguió sanar y destino su vida a sembrar la paz , no tuvo tanta suerte Sasaki Sadako, pero sus preciosas grullas de origami se han convertido en un símbolo de la Paz .
Desde entonces tengo las grullas de origami colgadas en un lugar bien visible de mi salón, para recordar que la PAZ NO SE IMPROVISA y que es TAREA DIARIA DE TODOS, (“Monumento de las Mil Grullas””, Los estudiantes de Hiroshima que acuden al parque en cada excursión suelen llevar ristras de mil grullas de papel para colocarlas en el monumento. Cuando la bomba atómica cayó sobre Hiroshima, Sasaki Sadako tenía dos años. Después le fue diagnosticada leucemia. Fallecería tras 8 meses de lucha contra la enfermedad. Sasaki, que tenía fe en la antigua creencia de que se curaría si creaba 1.000 grullas de origami, llegó a hacer hasta 1.300 utilizando incluso el papel de las medicinas que tomaba. Consternados por su muerte, sus compañeros de escuela propusieron que se erigiera una estatua para recordar a los niños que habían fallecido a consecuencia de la bomba atómica, y todas las escuelas del país colaboraron reuniendo fondos para la estatua que se puede visitar en el memorial de la paz de Hiroshima) PORQUE TODOS PODEMOS SER “UN POQUITO YAMAGUCHI “.

Maria Victoria G.L
Grupo B


"La guerra es para mí
vacío inmenso de negrura"

personas achicando con cucharitas de [té

hombres con mangueras de bomberos
llenando de sangre
hundiendo el barco."

Rosalía Pérez
Grupo B


Noche estrellada 1889

El muchacho jugaba a lanzarse la pelota encima de la mesa de castaño del patio con su primo. Debajo de la parra solos. Jugaban con la mirada puesta en la charla de la comida.

- Pero ¿soltó el mauser o no? El abuelo Jorge ha dicho que sí, yo paso, no sé de qué va… (primo one) - Que sí, que sí, no quiso apretar el gatillo contra ellos y salió huyendo, me lo dijo la abuela.- (primo tuu)

 - Porque hay que partir que si no, no nos volvemos a ver en años. Cuando vamos al cementerio dejamos las flores en la entrada,” para todos son”. Y cuando marchamos del pueblo, paramos el coche debajo del cartel y también “para todos” dice mamá. 

- Estoy harto de oir todos los que murieron por culpa del “no disparo”. Pues tío, todo el pueblo se puso delante de la puerta y no les dejaron entrar a casa para subirles al camión. El silencio y la mirada conjunta les hizo retroceder, me dijeron. Las casas en la noche con ellos dentro y los otros fuera, ardieron. 

Mucho antes, las madres paseaban a sus dulces criaturas orgullosas bajo la luz de abril de 1889, después de que alguien esa noche pintara la noche estrellada. Ese día las dos habían llegado a dormir tres horas seguidas tras el alumbramiento. No pudieron asistir a las clases de la matrona juntas, aún no existían. Pero si coincidieron en el mismo mes y sólo con cuatro días de diferencia. Los números no traicionan. Los números cuentan, tanto los de unos como los de otros. Son objetivos. Son pura ciencia empírica. No fallan! Pero las madres de la Tierra, los Padres de la Tierra, interpretan los números, cambian sus etiquetas. Sin embargo, estas primerizas estarían ya conectadas de por vida, con o sin números. Tenían tanto en común. En un futuro asistirían en una sala de cine asombradas a la mayor antítesis de la historia. 

-Oye! No te quedes con la pelota todo el rato, macho, que morrazo! Y eso que todavía no tienes ni pelusilla.- La historia siempre se repite, jugaban con una pelota hinchable del mundo (la de geografía aseguró que con este método aprenderían) Lo único que querían estos primos era jugar y hacer el payaso con movimientos estilosos y elegantes, con sus botas negras idénticas de caña alta y sus uniformes de domingo. Se reencarnaron en ellos, dos personas a la vez. Subían y bajaban de la escalera con una soltura y palabrería exagerada típica de líder supremo, con el bigote tiznado de café de puchero. 

Ese domingo en el pueblo, cansadas las criaturas de tanto jugar y con la pelota convertida en bola de cristal, medio redactaban los deberes de primo one: hay lideres supremos en todo el globo terrestre , mira aquí en Corea uno definido, en Rusia otro, en EEUU otro, en España otro, en Ucrania quien sabe, en África en todos lados y mandados por otros, en Italia otro, en Francia otro, en el sudeste asiático perdida la cuenta, en América norte y sur según te sacas la picha y levantas la tapa aparecen…como dice el novio de mamá al cantar en la playa de Bolonia “en las antípodas todo es idéntico, idéntico a lo autóctono” Pero como dice mi abuela: “la mancha de mora, con mora se quita” Habrá que confiar en el ser humano. Siempre habrá un bebé que nacerá y borre, provocando risas con elegancia y extinga en minutos fugaces llenos de genialidad y arte, lo que otro bebé provoque con su genocidio particular en cualquier país. Viceversa y viceversa. Lo que sí que tenemos que disfrutar primo, es que bebe Hitler murió en mil novecientos cuarenta y cinco y bebe Chaplin en navidad treinta y dos años después. Aunque a algunos les asome el hueso nasal entre la tierra de la cuneta aún, lo que no haré de mayor es cortar alas. 

Esa noche en Madrid de mil novecientos setenta y cinco primo tuu escribía la crónica y esquela escondida en Mundo Obrero. En la universidad, ha caído con un astra en la mano un hombre que se hizo el sordo a la orden de disparo de su compañero de uniforme gris. 

RIP primo one.

Lydia Merchán Yuste
Grupo A


La vida sigue

En casa nunca se hablaba de la guerra. Apenas era una referencia para situar en el tiempo algún hecho. Esto ocurrió antes de la guerra o después de ella.

Con el paso de los años, poco a poco, fui conociendo algunos detalles de esa guerra que marcó tanto la vida en Valencia. Eran datos incompletos, casi nunca contados por los implicados directamente y con la advertencia posterior de no hablar de ello fuera de casa.

Fue en los paseos que hice con mi padre después de morir mi madre, cuando ya era octogenario, en los que me transmitió una sensación diferente de la guerra. La guerra no es un instante épico y glorioso, ni un comportamiento heroico o sacrificado. Las guerras son largas y mientras duran la vida continúa. Las personas trabajan, tienen hijos, hacen planes. Los muchachos viven su adolescencia, eso sí, en un ambiente sordido y terrible.

En aquellas rutas por la ciudad me contaba los recuerdos que le iban viniendo a la mente. De los primeros días de la guerra son las imágenes de los “paseados” la noche anterior, tirados en las posiciones más grotescas. Cerca de su casa, en el Paseo de la Petxina más allá del Matadero Municipal iba con sus amigos de quince años para ver el espectáculo. También de esos primeros momentos me contó la quema de la iglesia de Sant Joan del Mercat. Por la puerta que da a la actual plaza de Brujas, que en aquellos años era mucho mas pequeña, un miliciano salió llevando el cepillo y lo echó al suelo, al romperse dejó escapar las monedas para regocijo de todos los niños y muchachos que allí estaban.

Consiguió un trabajo como mancebo en la incautada farmacia Lizandra, según relató otro día. En esa época fue feliz a pesar de hechos como el bombardeo que una mañana mató un gran número de personas en las próximidades de su trabajo. Mientras me contaba los hechos quiso enseñarme las huellas del bombardeo en la fachada del Ayuntamiento. Venciendo mi incredulidad, allí pude ver las marcas de la metralla en los sillares.

También era posible ir a la playa y a las piscinas aunque la guerra estuviese cada vez más cerca. Desde la piscina del Balneario de las Arenas junto a la playa del mismo nombre, me contó como veían pasar hacia la ciudad los obuses que lanzaba un barco de guerra mientras, junto a su amigo Juan, permanecía en posición de cuerpo a tierra.

La muerte de su hermano tres años mayor que él en el frente en octubre de 1938, supuso un fuerte golpe para toda la familia; la entrada de las tropas de Franco y comprobar la alegría que manifestaban algunas personas de su entorno, una gran decepción.

El fin de la guerra no supuso el fin de las desdichas que se prolongaron años. Mientras hacía el servicio militar en el cuartel de Paterna, bien entrados los años cuarenta, escuchaba las descargas que cada madrugada anunciaban el alba.

Enrique Martínez
Grupo C


Tragedia en el mercado

Aquel jueves 25 de mayo de 1938, a las 11 de la mañana, no sonaron las alarmas en Alicante. Los 9 aviones italianos entraron por el interior, provocando la mayor tragedia producida hasta entonces en esa ciudad.
Los cadáveres, entre los escombros, se multiplicaban. Un hombre buscaba desesperado a su mujer porque sabía que estaba en el mercado esa fatídica mañana y, sin darse cuenta, se fijó en una niña que parecía dormida. La tocó y sintió su pulso acelerado. La cogió en brazos y la llevó a la Casa de Socorro. Era mi madre.
Fue de las pocas personas que sobrevivieron a su pesar. Tenía apenas 11 años y nunca dejó de buscar a su madre. Ahora soy yo la que indago entre los escombros para encontrar a mi abuela y mi madre pueda descansar en paz.
Más de 300 cadáveres fueron a la fosa común, estaban destrozados. Casi 90 bombas cayeron aquella dolorosa mañana sobre el mercado de Alicante a traición. Las alarmas no sonaron al entrar los aviones por el interior y no por el mar, matando sin remedio a mujeres indefensas y a niños.
Mi madre se salvó y toda su vida se la pasó buscando a la suya sin lograrlo. Ahora yo voy a seguir su ejemplo hasta dar con ella.

JB
Grupo C


Con las armas de hoy, hubiese ganado muchas de las batallas que perdí ayer.

Ramón Sánchez Rodríguez
Grupo B


Nana

Duerme, mi niño, duerme 
un sueño dulce y tranquilo 
que sopla viento del norte 
y deja frío el espíritu. 

Duerme, mi niño, duerme 
que tu padre marchó a la guerra, 
a luchar contra un enemigo 
por tener distintas ideas. 

Duerme, mi niño, duerme 
que la guerra no hace a los hombres 
ni más cobardes, ni más valientes, 
solo oscurece sus almas para siempre. 

Duerme, mi niño, duerme 
que tu padre desde la trinchera 
verá la estrella que hicimos nuestra, 
aquella noche de primavera. 

Duerme, mi niño, duerme 
que lucharemos en todos los frentes 
para que nunca sufras, 
la sinrazón de la guerra. 

Marian Pérez Benito
Grupo A


Si vis pacem para bellum.

Si quieres la paz, prepara la guerra. Presume de fuerza, para no hacer uso de ella. Las dos frases son perfectas para mantener la paz; pero revisando la historia y a los que las dijeron, observo que las utilizaban para atemorizar, para que no les atacaran a ellos, pero no para dejar de ser atacantes. Julio Cesar al que se le atribuyen, por lo menos la primera, pues hablaba en latín, preparó la guerra, tanto la preparó que al final la provocó en dos ocasiones: primero en las galias y luego entre ellos: de “bello Gallico” y de “bello Civili”. Tuvo la suerte de ganar en las dos. En la primera con cuatro legiones fue capaz de derrotar a unos ejércitos muy superiores en número, tuvo que valerse de artimañas, estrategias, engaños, alianzas, sobornos y múltiples astucias, hasta conseguir derrotar a todos los galos.
Fueron muy crueles los antiguos romanos; inventaron o por lo menos patentaron y promocionaron la crucifixión, probablemente la peor forma de morir que existe, la más abominable, la más dolorosa.
También se le atribuye a Julio César la frase “Homo homini lupus”, aunque en realidad lo afirmó sin ningún género de dudas el filósofo inglés Tomás Hobbies, pero tampoco parece que sea original de Hobbies. Algunos se lo atribuyen a Séneca.
Para mí la peor es “Homo homini Deus”. Cuando el hombre se atribuye o se convierte en Dios, entonces se produce la gran catástrofe. Entonces todo le es permitido. Entonces siente el poder y la posibilidad de jugar, torturar y matar a otros hombres, como hacían los antiguos dioses Grecorromanos.
Siempre que un hombre se crea investido por el poder divino se creerá con derecho a todo.

José Luis Fonseca
Grupo A


Día D. 6 de junio de 2014

Desembarco en Normandía. Parece que el engaño a Hitler, con la “Operación fiambre” había convencido al Alto Mando alemán de que se haría por Sicilia. Los carros estaban preparados en sus transportes, miles de soldados, decenas de miles, de los Aliados iban a tomar la playa, sin esperar excesiva resistencia. Bien, eso podría haber pasado algún día, pero no esté día. Este día D es el día del Desastre. Se subestimó a la Abwher, servicio de espionaje germano, cuyo mando ostentaba el siempre asturo general Canaris. La playa estaba minada, y detrás de esas minas se encontraban dispuestos batallones enteros de infantería, artilleria y carros pesados de combate.En unas horas el ejercito aliado había sido desmembrado. Literalmente, las minas antipersonas habían cumplido su cometido al pie de la letra. La retirada fue lenta. Mientras retrocedían hacia los transportes los soldados americanos, ingleses y de otros países, aparecieron surcando el firmamento los cazas de la Luftwaffe de Goëring. Las bajas fueron incontables, y las naves de transporte sufrieron grandes perdidas, hundidas.
Ahora quedaban todas las esperanzas depositadas en el frente oriental. Después del desastre de Stalingrado, ahora en poder nazi, con presencia de la española Divisón Azul de forma destacada en la vanguardia, el dictador José Stalin continuaba con sus purgas. Cada vez los oficiales del Estado Mayor soviético eran menos, tanto en número como en experiencia. Los Stuka habían mermado su capacidad, y los cielos más al Este del Volga eran terreno vedado para ellos. Polonia seguía siendo nazi, y la ofensiva alemana para invadir Filandia desde Sucecia estaba en el aire, pero era previsible.
Así están las cosas, en el Pacífico Japón sigue hundiendo destructores estadounidenses y torpedeando con éxito los fondos marinos. No hay manera, dice el Pentágono. Roosveelt está desolado, a punto de la agonía, esperando la muerte . Las miradas ahora se dirigen a Truman, quien se siente incapacitado para dar luz verde al “Proyecto Manhattan” . Siguiendo el consejo de múltiples científicos con fines pacifistas, su intención es la de enterrarlo, con o sin Roosvelt. La bomba atómica queda en el aire.
En el Sur, la Italia fascista resiste. España estudia abandonar su neutralidad. Parece ser que Hitler le cederá territorio francés para instaurar un potente protectorado en Marruecos. Francia está en horas bajas. La Resistencia ha visto delatadas antes las autoridades colaboracionistas de Vichy a muchos de sus miembros, que han sufrido juicios sumarios.
Con todo esto, en unos meses acabará la Guerra. El último en rendirse fue Winston Churchill en su búnker . Tenemos ya un nuevo mapa europeo. El Tercer Reich, el de los mil años, es un hecho.

Javi Martín
Grupo 


Cosas que me contaron

Mis abuelos eran reacios a hablar de lo que habían conocido en su pueblo durante la guerra civil española. Pero no podían por menos contar algunos hechos que se habían producido y las personas que habían intervenido en ellos. Personas con nombre y apellidos, no tenían nada de nada, y de golpe aparecen haciéndose con grandes propiedades.
Desaparecen algunos vecinos de la noche a la mañana, solo por la noche se oían ruidos de camionetas y voces por las calles, cuando todas las puertas de las casas y las ventanas estaban cerradas a cal y canto.
Se llego a conocer las cunetas de las carreteras a las salidas del pueblo donde enterraban a las personas que mataban por la noche.
Las personas asesinadas, no tenían ninguna ideología política, simplemente eran denunciadas por sus propios vecinos, como venganza y por hacerse con sus propiedades.
En muchos casos, para que no les conocieran en el pueblo de donde eran, se intercambiaban con gente de otros pueblos.
Muy nombrado el caso de un vecino que se fue a matar personas a la localidad de Béjar, haciendo barbaridades, contadas por sus propios compañeros de matanzas, mató sin piedad a una familia y sus hijas pequeñas, apoderándose de todo lo que tenían.
A la vuelta a su localidad, tenía dos hijas mellizas, y sin saber porque, enfermaron y murieron a los pocos días. Hoy día toda la familia ha huido del pueblo.

Luis Iglesias
Grupo B


Entre trincheras

Estoy cansada y no quiero estar aquí.
Sé que tú también estás cansada,
hasta las narices de toda esta mierda.

Todo es sangre y polvo.
Lágrimas y cenizas.
Gritos tras las trincheras,
ahogados tras las balas.

En medio de esta absurda guerra,
solo somos meras hormigas.
Bichos aplastados bajo la suela
de una bota militar.

La rabia maneja los tanques.
La tristeza navega ríos de sangre.
La alegría desaparecida en combate.
Y el miedo haciéndose cada vez más fuerte.

Tú estás en medio de la batalla.
Pidiendo que todo acabe.
Que paren de hacernos daño.

Hasta que apareces tendida
en medio del desierto.

Inerte.

Es una guerra constante.
Entre el ser y el pretender ser.
Queriendo huir de nosotras mismas,
pero sin ser capaces.

Estoy agotada
y casi no me quedan fuerzas.
Parar esto lleva mucho tiempo
y nosotras somos ceniza.
Solo queda la huida.
Piénsalo.

Nuria Fernández
Grupo C