Escribir a diario

La sesión del lunes, 14 de marzo, la dedicamos a los diarios, esos lugares resguardados con llave, o sin ella, a los que confiamos nuestros secretos, nuestras desgracias, nuestros sentires.
¿Quién no ha dejado parte de su vida en un diario?
Tomamos como referencia dos libros espléndidos, ambos con forma de diario; uno duro, real como la vida y la muerte, descarnado, Diario de una enfermera, de Isla Correyero. El otro sólido, como el hormigón, lleno de vida, de rutina, de entrega, de oficio, de resignación, una vía de escape para dejar a un lado el mosaico de ladrillos y respirar mirando el horizonte, Diario de un albañil, de Santos Jiménez
Dejamos aquí varios ejemplos de ambos:

Diario de una enfermera



28 de septiembre de 1993

Inclino la cabeza para que nadie sepa que ya no soy
humana.
Debemos pasar inadvertidos.
Todos los enfermeros
provenimos de una raza
de autómatas.
Afuera, llueve sobre la Clínica.
Un polvo pegajoso, negro
y denso, cubre los coches
y los impermeables.
Dentro, cada gramo de antibiótico es aplicado con
indiferencia.
Un buscador de oro recorre
la zona de los mortuorios.
Los científicos vacían a los animales.
Ya no conozco a nadie que pueda ser humano.
¡Hay tanta muerte y tanto
olor a muerte!
Esta mañana han enterrado
a un mono y a un hombre…
Aquí sólo existe la lluvia negra de la muerte en los pasillos.


La ambulancia
15 de abril de 1994

Me han elegido para entrar en la muerte de una niña.
La ambulancia transcurre por la carretera con su memoria de meteorito. De Madrid a Gerona nos ganará la noche.
Yo controlo los brazos de la enferma desnuda y reviso el pliegue cabalístico y frágil de su garganta afónica.
El suero cae buscando la vena azul de su radiografía.
Brilla el oxígeno sobre mis guantes blancos y dibuja inscripciones en mi nariz poética.
El misterioso conductor nos mira desde el poniente imán de su espejo difuso.
Los cohes que cruzamos van vivos de miradas poderosas.
Se agradece la marcha vigilante que, de pronto, sobre el cristal central,
la nieve nos choca como un sueño.
Yo comienzo a temblar porque mi enferma me ha hecho una caricia sobrehumana.
Sus ojos de dolor de cuatro años están terriblemente abiertos y distintos.
Tengo su mano agonizante y fría sobre mi muslo tenso y absoluto.
Me pide a su mamá, su voz de agua: agua, agua.
Dieta absoluta son ya las lejanas órdenes del médico.
Agua y amor me pide la que muere.
De una bolsa de suero glucosado le doy a la privada criatura un sorbo,
un sorbo lento.
Traga,
traga,
mi amor,
mi amor,
mientras me acuesto a su lado
besándonos, me muere.
La ambulancia prosigue su camino hacia un lugar que no existe en el mundo.
La madre esperará cien noches, aterrada,
en la terraza.


Diario de un albañil (cuarta de cubierta)



Las horas
Catorce de enero

Amo algunas horas del día:
Las siete de la tarde,
la una cuarenta y cinco,
las doce menos veinte...
Amo el sábado entero
sin dejar de molestarle
ni un solo segundo
Con mi amor de adolescente;
las once de la mañana del domingo,
la una en punto de la madrugada.
Amo las horas mullidas de nieve
cuando la campana blanca
suena a odre repleto.
Las ocho y dieciséis
Escuchando a Morente,
las diez y veintiuno
sobrecogido de evidencia
ante don Antonio Machado.
Las once y nueve,
las nueves menos cuarto.
Amo las doce adormecido
en sus alas redondas y flotando
bajo un cielo de hielo.


Nombré con su nombre a la belleza
cuatro de enero
                                                                                     
¿Estaréis manchados desde el nacimiento
con el estigma del olvido,
polvorientos versos de obra,
de pie de obra y de mano,
de mano de obra barata?
¿Seréis capaces de llevar
escondida entre el yeso y los escombros
una brizna de belleza, sólo una
pura y  pálida candela?
¿Saldréis algún día de los restos
de papeles de estraza y luciréis
en papeles de china y verjurados?
¿O estaréis desde vuestro nacimiento
secos como arroyos extremeños?
Versos de pie de obra y amasados.


Tarea de escritura

La tarea propuesta consistió en escribir las anotaciones semanales de un diario. Pero poniéndose en la piel de un enterrador, de un asesino, de un astronauta, de un capitán de submarino, de un náufrago, de un loco, de un maltratador, de una mujer maltratada, de un refugiado, de un traficante de armas, de un jubilado, de un estafador, de una prostituta, de un traficante de niños...


Y estos son algunos de los trabajos enviados por los participantes en el taller:


Sentir el tiempo

Las horas se deshojan
para dormir un recuerdo.
Árboles desnudos
desvelan el sentir
que rompe mi nostalgia.
Columpios de un ayer
coordinan el momento,
articulan mi cuerpo.
Minutos equilibran
bordillos en mis pies.
El sol mezcla sus rayos con la brisa
para sentir el aroma de mis pasos.
Alimento mi vida
con el latir de mi existencia.
La tarde se mece de cultura,
anida en las miradas,
vive en la palabra
que acaricia la noche.
Posada en el recuerdo,
desnudo mi yo
para soñar un deseo.

Sofía Montero


Diario semanal desde "El Limbo"
Mi situación personal la considero como si estuviera en "El Limbo". Me explico: no soy estudiante, ni trabajador, ni parado, ni jubilado, ni prejubilado.

Mi empresa realizó un ERE, y a mí me afectó por la edad, me indemnizó y me paga la S.S. hasta que decida jubilarme.

Entonces decido dedicarme a ocupar el tiempo libre, en aficiones o tareas que cuando trabajaba no podía. Así visto, me he creado obligaciones fijas, me levanto sobre las 6 de la mañana, leo los correos, la prensa, voy a visitar diariamente a mi padre a la residencia, compras diarias, paseos, lectura de libros, algún pequeño viaje cercano en tiempo bueno.

Otras dependen de actividades culturales de la ciudad, teatro, música, presentación de libros, amigos. El diario, podía ser:

Lunes: Taller de escritura creativa en casa de las Conchas, por la tarde.
Martes: Cine en la Biblioteca Torrente Ballester, por la tarde, con mi mujer.
Miércoles: Café tertulia con los amigos, después se acoplan las mujeres.
Jueves: Alguna actividad programada, o cine.
Viernes: Café tertulia con los amigos, Trota-viernes, alguna actividad cultural, acompañado de las mujeres o amigos.
Sábado: Cada 15 día actividad de teatro o música en Casa Lis, fútbol, amigos, alguna excursión programada.
Domingo: Misa en al residencia, comida con hijos, amigos o tarde en casa, leer prensa , alguna película, el día más tranquilo.

Moraleja: En la vida hay que disfrutar día a día de las cosas positivas, ya que lo bueno no dura eternamente.

Luis Iglesias


El último paso

Lunes 14 marzo 2036
He pasado mi primera noche en la residencia en la que, por fin, el “cabrón de mi yerno” me ha depositado. Apenas he dormido 3 horas, tuve que desconectar el “sonotone”, el compañero de cuarto resoplaba como olla a presión. No sé cómo se llama, me lo dijeron pero se me ha olvidado. Solo recuerdo que me advirtieron que es muy tranquilo, que apenas habla, que está demenciado… ¡Es fácil que yo termine así!

Hoy el día amanece gris, no podía ser de otra forma, iré al desayuno, veremos cómo va.

Suspendo la sonrisa
cae la taza
bailo la danza gris
que deja sal negra al secarse
necesito ir directamente al wáter viciado
ya no me repaso

¡Cuánto tiempo sin poner una palabra sobre el papel! Quiero abandonarme de una vez a ello, veo que sigo diciendo ideas sin ningún sentido, ¡ese es mi arte!

El café ha sido un desastre, supongo que tendré que acostumbrarme.
Echo de menos a Nina ¡mi nietita!… Era algo que tenía que pasar. No quiero quejarme.

Derecho izquierdo
siempre bordeando los extremos
hincando las uñas vegetales en las esquinas para
quemar unas naves que llevarán la incertidumbre
al desembarco en el barro cocido de figuras deformes

La comida, bueno, ha sido pasable: macarrones, pollo y fruta. Después de la siesta he estado paseando por el jardín, tampoco lo he visto mal, bastante cuidado. He buscado un lugar tranquilo para poder pensar y escribir, lo he encontrado, más adelante lo describiré.

El reloj rasga la tarde
en un anochecer gris
de terciopelos roídos
de sillas que cojean
que son solo desechos

Es la hora de dormir desconecto el “sonotone” para que mi “compa”, que me mira desde la lejanía de su cama y de su mente, no me despierte: “no hay mal que por bien no venga”. Hasta mañana.

Martes 15 marzo 2036
Debían ser las tres de la mañana, fue un sobresalto repentino, mi corazón parecía querer saltar del pecho. ¡Algo no iba bien! Al encender la luz y mirar a la cama del acompañante… ¡había terminado de irse! Si dijo algo no lo pude oír. Pulsé el timbre de la alarma.

Fue un soplo frío
Llegó su hora
despacio
¡qué poco le faltaba para terminar de irse del todo!
lágrimas ancianas que se niegan brotar
solo un gesto arrugado y reflexivo
se cuelga de la luz
es un parpadeo indiferente definido helado yerto…

El día pasó con el recuerdo del trauma vivido. He tomado ración doble de pastillas y he dormitado todo el día. Esta noche no me acostaré con el silencio, dejaré conectado el “sonotone”.

Miércoles 16 marzo 2036
El día amanece despejado, claro, la primavera se acerca indefectiblemente (es bonita esta palabra, me gusta… total, ¿quién va a leer esto? ¡me encanta ser barroco!) Sigo manteniendo la costumbre de despertarme como las gallinas.

Videojuegos trasnochados
en mensajes interrumpidos
para liberar temblores que anudan dedos
atar piernas en huesos gastados
arrastrar recuerdos como hojas caídas de otoño
mirar las ramas desnudas
cimbreadas por el viento
e intoxicarse con el tiempo caducado

He recibido un mensaje de mi hija, si el sábado hace bueno, me traerá a Nina (es lo único que me da vida) La tarde la he completado en el rincón favorito del jardín, entre pinos, sin escribir apenas, ha empezado a hacer fresco, me he ido al pabellón iba a ser la hora de la cena. Todavía no me han destinado un nuevo compañero de habitación ¡mejor! así no duermo con el silencio.

Jueves 17 marzo 2036
En el desayuno una “loca” le ha lanzado la taza del café a una ancianita simpática y amable que no se mete con nadie, de milagro no se la estampa en la cabeza, dijo que la estaba mirando mal… ¡esto empieza a no gustarme!

Trozos de colores
con soportes de líneas
fue un aire
disuelto
pálpito de hálito momificado

La tarde se vuelve gris, unas gotas de lluvia besan el suelo, humedecen la tierra seca. Me gusta como mojan mi cabeza y ruedan por mi cara como lágrimas. Tendré que ir al edificio, se está calando el cuaderno y yo.

Descoso botones apretados
que los siento en la garganta
aferrados a la lengua
destinados a temblar
a desaparecer con el eco
de una inalcanzable bruma

Después de cenar me he notado más cansado que habitualmente ¡qué se puede esperar con 81 años! He ido a la sala de la televisión un rato, luego me he venido al cuarto, aprovecharé que, de momento, lo tengo solo para mí.

La fantasía de fantasmas
se filtra en las sábanas
como sueños que flotan
con una levedad de despedida,
de ausencia que la boca aprisiona y devora

El sueño se va apoderando de mis fuerzas, lo dejo hasta mañana…

Viernes 18 marzo 2036
Me he despartado raro, son las tres y veintiseis de la mañana, claro me dormí demasiado pronto… parece que me duele el brazo izquierdo y el pecho… ¡Ufff! esto me suena a infarto… no voy a pulsar la alarma… ¡algún día tenía que llegar! “Ciao”… fue bonito mientras du…

 * * *

Este cuaderno fue encontrado encima de la mesilla de la habitación 9 de la residencia de ancianos “San Braulio”, perteneció a Marco Vento, de 81 años, hallado muerto en su cama el viernes 18 de marzo de 2036, apenas llevaba 5 días… “Se fue para acompañar al invierno” se oyó decir a una ancianita menuda que miraba desde la puerta de la habitación en la que se había alojado.

M. Venttini


Diario de un delirio

Hoy

Desde que he descubierto sus intenciones, puedo protegerme. La ignorancia es la cadena que arrastra un preso que no sabe que lo es, el alimento de una guillotina sutil e insaciable. No hay piedad. Todos perecen en su boca. Tengo que ser cautelosa. Ninguno de los dos debe sospechar que lo se. Dada la fuerza de su macabro y obtuso deseo, tardarían poco en diseñar otro patrón. Mi abuela era modista. Se que hay distintas formas de coser un ataúd. Es imposible asegurar que el niño que vive en la escalera pueda avisarme de nuevo. Los pequeños son traviesos y caprichosos. El hecho de estar muerto, no cambia su condición. Podría decidir no volver a hablarme o trasladar su existencia fuera de esta casa. Nadie sabe las obligaciones que soporta un difunto. Tampoco los peligros que lo acechan. ¿Y si falleciera? No creo que sea descabellado plantearse esa posibilidad. El mundo invisible existe. Un lugar en ninguna parte de paisajes y costumbres desconocidas. La resurrección y la reencarnación son una misma cosa. El comienzo causal de nanopartículas en otros universos. Ese es el significado real de un rosario. Lo normal es llegar a ellos cruzando un tunel o una laguna, pero hay puertas espaciotemporales escondidas en los rincones más insospechados. En ocasiones, una extraña combinación de factores, las abre. No es lo más habitual, pero sucede. Con tantos mundos paralelos, circulares y perpendiculares, es inevitable que en algún punto se rocen. Otro tipo de seismo. ¡Es tan complejo el ovillo con el que se dibujan y se borran las claves! Si el crio pereciera ¿Qué sería de mí? Poder hablar con él ha sido mi salvación. Ese chiquillo ve y escucha cuanto sucede incluso antes de que suceda. Entiende lo que nadie comprende. Cuando deja de jugar a las canicas o se cansa de pintar en las paredes, me cuenta algo. A veces son cosas divertidas, como lo que piensa mi perro cuando ve a los humanos cambiarse de ropa tantas veces, o lo que significa el llanto de la bebé de la vecina cuando la bruja de mi madre le hace carantoñas con su estúpida voz de falsete. No me puedo permitir confiar en la suerte. El azar no existe. Si quiero sobrevivir, tengo que mantenerme alerta. Vigilar. Vigilar constantemente. Omitir algún detalle, forzará el cerrojo, hará una fisura en mi escudo de protección. Seré presa fácil. Los buitres no perdonan los descuidos. Moriré. No será envenenada por su comida. No la pruebo. Pero ¿y el aire? La guadaña siempre nos conduce al mismo puerto. Odio el mar. Su fondo es oscuro porque allí se sepultan sueños y esperanzas que no florecieron. Soy joven. Aún no tengo 30 años terrestres. Debo protegerme del aire.

Hoy

Esta noche no hubo luna. Ha llovido hasta las 6,37. He tomado dos litros de café. Me queda poco tabaco. La bolsa de mis provisiones esta bajo mínimos. Procuro controlar mi hambre, pero no siempre me sale. El estómago es un león salvaje. Siempre está de caza. ¡Maldita sea! Tendré que salir. Me jode. Aún no puedo estar en dos partes. Si salgo, mi cuarto queda indefenso. Normalmente duermo cuando ellos no están. Menos mal que trabajan. Esas horitas son mi descanso. Tendré que sacrificarlo y arriesgarme. El super no está muy lejos. El estanco si. ¿Tengo dinero? Llevaré la tarjeta. Tengo que organizarme. Ellos salen a las 8. El super abre a las 10. Si pongo el despertador a las 11, puedo dormir 3 horas. Una siesta de mañana. Como no tengo que cambiarme, puedo estar en el hiper a las 11,17. Compro rápido.

De regreso, puedo conseguir el tabaco en la gasolinera. Son majos los chicos que la llevan. Yo creo que les caigo bien. El nuevo me pone ojitos, yo hago que no lo veo. ¡Pobre! Si el supiera de mi calvario...

¿Por qué me pasa esto? ¿Qué les he hecho para merecer este tormento? ¡Basta! No debo perderme en lamentos. Son una trampa. Tengo que ser fuerte. Antes de la una puedo estar en mi cuarto de nuevo. Puedo comer en el camino y acostarme nada más llegar. No notarán nada. Es fácil.

Hace tiempo que no veo al niño muerto. ¿Se habrá muerto?

Hoy

No sonó el despertador. Fijo que han hurgado en las tripas de mi móvil. Yo lo puse en hora. Mi sueño es ligero. Tenía que haberlo escuchado. Cuando desperté, ya estaban de vuelta. ¡Qué situación! Me llamaron para comer. Fue difícil controlar al león. Olía divinamente. Me costó, pero lo conseguí. Grité que no tenía hambre y bebí como si no hubiera mañana del grifo del baño. Mientras, dejaba correr el agua de la ducha e intentaba pensar. Es cierto que si te esfuerzas consigues lo que deseas. Reconstruí los hechos paso por paso. Fingieron que se iban. Esperaron en el portal o en el coche o en cualquier barucho pijo (el lugar es lo de menos), pasado un tiempo regresaron, subieron a mi cuarto y ... ¡Serán hijos de puta! Habrán leído mis correos, mis conversaciones... Antes de dormir no puse el patrón. Estaba en abierto. Fue un error. Pero ¿cómo iba a esperarme esta cabronada? Claro que ésto que acabo de decir es absurdo. La pregunta correcta es ¿cómo fui tan gilipollas que no supe ver antes de que sucediera que podía pasar? ¡Qué asco! ¡Qué asco! ¡Qué...

La cosa es seria. Casi seguro que además de fisgonear, han intervenido el terminal de algún modo. Eso de que no entienden de tecnologías... A otro perro con ese lomo... Murphy tiene razón: si algo va mal puede ir peor. La tostada siempre cae al suelo del lado de la mantequilla. Estoy mas jodida que ayer. No tengo tabaco. No tengo comida. El león me asedia y mi vínculo virtual con el mundo exterior se ha quebrado. Mis padres, mis propios padres lo han estrangulado. Debería de haber una ley que limitara la reproducción, que esterilizara obligatoriamente a animales de este tipo que tienen crías solo por el placer insano que les produce martirizarlas.

Hoy, un poco más tarde creo

Después de mi atroz descubrimiento, tenía unas ganas inmensas de escupirles a la cara que los había pillado, pero consideré una baza más inteligente, disimular y permitir que disfrutaran de su trofeo. Ir de tonta, esa me pareció la única carta gloriosa de mi baraja. Todo el mundo sabe que cuando el adversario se solaza en sus logros, se relaja. Todo el mundo sabe que la estrategia más elaborada, siempre tiene una falla. Tenía que encontrarla. Me mojé el pelo como si me lo hubiera lavado y bajé. Ni rastro del pequeño. La escalera estaba tan desierta como yo. Comenté que iba a dar un paseo. No preguntaron nada. Ese hecho confirmó mis deducciones. Si ya no me cuestionaban, era porque suponían que con el localizador que habían instalado en mi móvil, estaba controlada. Por un momento, viví un ataque de vanidad. Soy inteligente. Mucho mas inteligente que la media y por supuesto que ellos. ¿Será eso lo que les jode? La envidia es madre de grandes desastres. Una coneja que solo tiene hembras que la perpetuan. Corriendo más que caminando, llegué al super. ¡Qué paraiso! En las ramas de sus estanterías brotaban manjares exquisitos. No me podía permitir finuras. Llené la cesta de pan de de pueblo y de molde, chorizo del barato, jamón york de oferta, donuts de chocolate, empanadas de bonito y carne, copas dalki, yogures y plátanos. No pude contener al león.

Rugía con la fuerza de mil de su especie. Si no le daba algo inmediatamente, lo que iba a suceder era terrible, se comería mis visceras una a una. Aguanté hasta llegar a la caja número 3. Una ballena vaciaba su carro. A juzgar por la carga, debía de tener una camada de cachorros pequeños muy amplia. Me dieron lástima. Crecerían y entonces si eran algo listos, estarían solos en un laberinto lleno de conejas. En lo que la chica de pecas pasaba la exquisita compra de la mujer-cetáceo por las retinas artificiales de una máquina de penúltima generación, engullí dos empanadas y un par de donuts. Deseaba estar fuera y hacerme una docena de bocatas. La ballena me miró de arriba abajo y de abajo arriba. La cajera también. No eran miradas limpias. Si uno se fija con detenimiento, se puede percibir la suciedad de las pupilas. Una mácula diminuta e imborrable que desnuda a su portador. Tenía tanta hambre que achaqué ese hallazgo a sus haceres turbios. ¡Idiota! No supe leer. La premura de la subsistencia, nubló la interpretación adecuada de ese código universal y arcano que descifra con una exactitud indubitable las intenciones. Ellas estaba implicadas. Querían mi destrucción.

Antes de llegar a la gasolinera, todo lo ingerido era una sombra en la sabana. El félido que había estado a punto de devorarme dormía. Compré varias cajetillas de fortuna. Nunca había visto al hombre que la custodiaba. No me gustó. Me observaba con condescendencia. Como si supiera algo que yo no sabía. Eché de menos al joven que me ponía ojitos. Fumar me tranquilizó.

Al llegar a casa, entendí. En el espejo de la entrada, detrás de las flores con las que mi madre-madrastra esconde el hedor de su villanía, estaba el niño. A voces, me pidió que vomitara. La náusea fue instantánea. Según ma vaciaba, supe que no había comida sana. La intriga desbordaba las paredes de lo que llamaban mi casa. Se había trasformado en una conspiración universal. Quienes no participaban de ella, desaparecían. Perdí el conocimiento y me vi. Un cuerpo joven que yacía sobre sus propios humores rodeada de conejas que mis progenitores acariciaban y alimentaban con mis días no vividos. Mi asco crecía. El vestíbulo se inundaba. Una chica pecosa navegaba sobre los lomos de una ballena. El hombre de la gasolinera, entre risas, compartía un pitillo con mis padres. Hacían volutas de humo que se unían en el aire. Tres cuerdas de una misma soga. Un cancerbero indestructible. Luego desaparecí.

Hoy del tantos del cuantos del no se qué

No sé dónde estoy. La habitación es blanca y fría como la nieve. Hay una ventana muy grande por la que podría entrar la luz. Unas rejas gruesas y cuadriculadas la frenan. Siempre hay fronteras para quien quiere vivir a raudales.

Entra mucha gente. Todos visten igual. Yo no entiendo lo que dicen. No me importa. Me gustaría hablarles, tal vez alguno conociera mi idioma. No puedo. Me cosí la boca para no comer. Es falso que haya que alimentarse. A veces me pinchan en el brazo. He comprobado que poco después duermo en paz. Si pudiera pedirles algo, les pediría que lo hicieran más a menudo. Es bonito cerra los ojos y encontrar al niño. Por ahora, sólo él me aprecia. Ha construido una escalera con mis pestañas. Se sienta en sus peldaños diminutos y me habla de cosas grandes. Antes de irse me asegura que pronto terminara todo. Alguien vendrá a rescatarme. Esa esperanza es mi único alimento.

Hoy del cuantos del tantos del no se qué

Ha venido un chico nuevo a ponerme la inyección. Desde el principio supe que no era uno más. Canta todo el rato. Me guiñó un ojo y lo supe. Es el joven de la gasolinera. El que me ponía ojitos. Viste como visten aquí. Hace lo que hacen aquí, que no se bien qué es. Fijo que es para camuflarse. Pronto seré libre. Estoy convencida de que ha venido a salvarme.

Ana Isabel Fariña


Diario

Día 29 del primer invierno en Cicely
No he dormido nada. No me acostumbro a vivir en una cabaña aislada en el bosque. A pesar de todo Alaska no me defrauda.

Magie ha insistido en que le eche un vistazo al tío de Ed. Se trata nada más y nada menos que del chamán de la tribu así es que supongo que será algo diferente a los típicos mocos, sarpullido o dolor de hombro. En cuanto llegue Magie iremos en el helicóptero por que el acceso a pie hasta allí es imposible para nosotros. La estoy esperando mientras escribo y me tomo un café.

Los indios enferman diferente. No se si podré plantarle cara a la brujería. Intentarle curar será todo un reto para mí, apartar esa pátina de herrumbre y llegar a la diana. No se si me va a dejar, tal vez su fuerza interior se interponga entre mis manos y su piel. Desde luego tendrá que querer él, de lo contrario no podré hacer nada.

Presiento que nos está esperando, escucho la llamada en mi interior. Estoy muy excitado.

Oigo el motor. Ya está aquí.

Día 31 en Cicelly
Fue algo increíble, fue un viaje a otra dimensión. Mis manos supieron dónde tocar y qué hacer. Es como si una fuerza ajena me dirigiera. El gran jefe no paró de cantar sus rezos en toda la revisión por lo que me costó bastante auscultarle. Excepto esto, el diagnóstico estaba claro.

Aterrizamos al amanecer en una explanada rodeada de pinos. Nos esperaba el comité de bienvenida de la tribu que cubría la cumbre con su piel morena.

El Chamán hablaba nuestra lengua aunque la mayor parte del tiempo permaneció en su mundo, ya más el otro que este. Nadie sabe su edad pero es muy viejo, lo que le ocurre es la vejez. Él mismo ha considerado que ya ha llegado el momento de marcharse.

Día 33 en Cicelly
Ed ha venido a casa a contarme que su tío ya se encuentra con sus antepasados. Debió de tomar camino a Kuxlá, la Montaña lejana, durante la noche.

Esta mañana cuando el poblado despertó, percibió su ausencia: los niños habían enfermado, los perros se subían a los árboles y los caballos giraban en torno a sí mismo y daban coces. Se encontraban indefensos contra los espíritus malignos. Creo que, con todos mis respetos, este medio pájaro, si que contenía la furia de sus dioses.

Mañana celebrarán la ceremonia de despedida de ciclo y con toda seguridad algún otro miembro sentirá la llamada chamánica

Día 34 en Cicelly
Magie vino anoche a traerme unos disco clásicos en versión jazz que estuvimos escuchando mientras cenábamos carne de alce con rábano picante. Después fumamos tabaco y bebimos wisky oyendo saltar las chispas del fuego. No hubo más que risas y charla junto a la chimenea.

Me he despertado reclinado sobre el sillón en el suelo cuando casi se habían consumido todas las brasas, y con la cabeza de Magie apoyada sobre mis piernas.

He cargado con su cuerpo y lo he tumbado en la cama. A juzgar por su cara seguro que sueña con liberar a algún grizzly de la trampa de un cazador.

Día 35 del primer invierno en Cicely
Ha venido Sue Ellen a la consulta. El problema es el de siempre, Patrick el empleado del bar y Logan el policía no son partidarios de usar preservativos. Ambos se han juntado en la sala de espera y se han enzarzado a puñetazos y es que los dos están enamorados de la misma chica. Les he insistido en que se respeten los días, de lunes a miércoles Sue es para Patrick y de jueves a sábado para Logan y por supuesto en que usen condón.

Vaya problema que tienen y yo no se lo puedo solucionar al completo. Tal vez le podría presentar a alguien, aunque no se me ocurre a quien.

Día 10 de la primera primavera en Cicely
Gracias a la tía Edith, estos últimos días mi trabajo se ha basado en escuchar como le silba el pecho a más de la mitad de la población de Cicely. Ya han llegado las alergias tal como pronosticó Chris en la radio local. Al parecer se han triplicado desde que René construyó el invernadero.

La tía Edith donó los arbustos y plantas de su jardín a René cuando murió hace tres años. Estos fueron transportados en camiones desde la zona de los lagos, dónde ella residía, hasta aquí.

La parte positiva de la mudanza es que René no ha vuelto a sufrir vómitos y que ha pasado de ser un hombre solitario a exhibir un carácter afable con todos.

Hemos tomado un trozo de su pastel en el jardín al finalizar la consulta y no podíamos parar de reír especialmente con las fotos de su tía en el invernadero disfrazada de cazador.

Antonia Oliva

Tu voz me dio la piel

La sesión del lunes, 7 de marzo, estuvo dedicada a la escritura monosilábica. En su libro "Verbalia" Màrius Serra afirma que fue Albert Rossich el primero en citar ejemplos monosilábicos entre los trovadores, como Cerverí de Girona, pero sitúa la formalización del artificio en la literatura catalana del siglo XVII. La práctica monosilábica habría nacido, según Rossich, para demostrar que el reproche de lengua corta que los castellonistas dirigían al catalán era, en realidad, una ventaja.
Entre los ejemplos citados en "Verbalia" está el del valenciano Benet Altet y Ruate, autor en 1858 de un poema monosilábico de 77 octavas (616 versos) en catalán titulado Deu y lo mon, también practicó el monosilabismo en castellano, firmando como Benito Altet. Según Carbonero, el 4 de abril de 1884 publicó este poema –cuya ortografía actualizó- en el periodo valenciano El Zuavo. Su título es "Al pie de la cruz":

Ved al pie de la Cruz a la sin par,
A la que fue tan fiel a su gran Dios,
Que des que vio la luz fue de El en pos,
Cual va de sol a sol el Rhin al mar:

La que le dio su pan y dio su lar,
Y, lo que es más, a luz le dio por nos,
¿Y yo, a quien don tras don, ¡oh Dios! dais Vos,
No más que hiel y Cruz os he de dar?

No ha de ser ya cual fue; de hoy más en vez
De la Cruz y la hiel, que es un dar vil,
Os he de dar sin fin gran loor y prez,
Y que por mí os lo den cien y cien mil.
¡Oh! buen Dios que por mí os veis en Cruz,
Y sois mi paz, mi bien, mi “Pan”, mi luz!


En su libro "Berenice" Jesús Urceloy incluye un texto titulado "Soneto sin Fo (Darío)" dedicado a su colega y amigo Luis Felipe Comendador. Un claro ejemplo, más cercano en el tiempo, de lo que pueden dar de sí los monosílabos:

Tu y yo: la faz sin fe, ni fú ni fa,
con los pies por un bar que ya no ves,
con un sin, sin un con, ni mal ni al bies,
sin fa, sin mí, sin re, sin do, sin la.

Sin un fan con un fin, sin cha cha cha
por la piel, sin un pis pas en los pies,
y del sol que se va del dos mil es
al dos mil seis tú y yo: pues na de na.

Y con Dios en el fiel
con tu tris tras por él,
y por mí que no sé, no sé si su…

Al ras un gol ya me has
si en el fin –por no más-
de un él y un yo no doy ya más que un tú.




Tarea de escritura

La tarea propuesta en la sesión fue doble: escribir un texto monosilábico con el mayor número de monosílabos de los que te adjuntamos en esta lista (para realizar en el taller) y escribir un texto libre, no monosilábico, en el que puedes emplear los monosílabos que desees. No es necesario ajustarse a los incluídos en la lista que proponemos:

a
ar
ay
bar
be
bien
bit
cal
ce
con
cual
da
de
di
diez
Dios
don
dos
e
eh
el
él
en
fiel
fin
fuel
fui
gas
gris
hay
haz
hoy
i
la
las
lo
los
luz
mal
mar
me
mes
mi
miel
mil
ni
no
nos
o
os
par
paz
pe
pie
piel
pis
plas
por
pro
que
res
ron
sal
se
sed
ser

sin
so
sol
sos
soy
su
tan
te

tos
tras
tren
tres

u
uf
un
ve
ven
ver
vi
vil
yo
zas
zen


Y estos son algunos de los trabajos enviados por los participantes en el taller:


Sentir el tiempo

Las horas se deshojan
para dormir un recuerdo.
Árboles desnudos
desvelan el sentir
que rompe mi nostalgia.
Columpios de un ayer
coordinan el momento,
articulan mi cuerpo.
Minutos equilibran
bordillos en mis pies.
El sol mezcla sus rayos con la brisa
para sentir el aroma de mis pasos.
Alimento mi vida
con el latir de mi existencia.
La tarde se mece de cultura,
anida en las miradas,
vive en la palabra
que acaricia la noche.
Posada en el recuerdo,
desnudo mi yo
para soñar un deseo.

Sofía Montero


Hoy te vi

La luz de hoy me fue bien.
Te vi. A ti, mar.
¡Ay! Mi sed de sol.
Verte y ser yo,
sin mal, con paz.
La sal rozaba mi piel.
Tu olor entraba en mí.
Ven, yo te doy mi don:
Siempre te seré fiel, pues
tras de ti no hay más fin.

Toñi Martín del Rey


Ven sin más

Ven sin más con sed de mí.
Di que sí.
Que hoy al fin vas a ser
mar sin sal, pez sin red.
Y yo voy a ser en ti
flor de luz, luz de tu fe.

Maritza García Toro


No sos más

Hoy no das al sol tu faz,
hoy el mal fue en ti.

Al son de un vals vil,
la hiel crió al fin.

Y por huir,

fiel a tu plan sin fe,
la hoz vio su prez.

¿Qué voz guió tu sed?

¿Quién fue el cruel juez
que tan gris rol te dio?

¿Qué don es criar sal
en un ser sin paz?

Hoy te ven sin pan,
con cruz.

Y la luz no es más que un haz ruin
que no ve ya tu tez,
pues ya no sos más.

¿Qué es lo que ves, di?

En el fluir de mar,
en pos de la flor,
a ras de cal.

¿Quién te va a guiar?

Si no hay Dios, ni fe
con el que por su pie se va.

Maritza García Toro



Mira el mal

Mira el mal,
que has hecho a
esta persona,
que llegue la paz..

Además me voy a ir
en principio como
unos tres días para
desconecta ,
además cogeré el tren
para viajar.

Tu no me vas a acompañar,
después del mal que hiciste,
a lo mejor me quedo por lo
menos un mes....

David Álvarez


Poema con monosílabos

Quiero luz en mí,
no del sol,
que la luz sea tan sin color, solo amor,
a él a ellos ,a ti,
a mi niña interior

Que me salgan las cuentas
de la vida en más,
subir ya del pozo
hasta la alegría

Que vuelvan las fuerzas
y broten como yerbas poderosas
esta primavera
sin venenos ni azúcar mentiroso.

Emilia González


Mi ser y yo

Diez por diez,
en mi piel.

Mar de sal,
sol de paz.

Té de tos,
luz de sol.

Con mi pie
voy muy bien.

Mes a mes,
mil y tres.

No fui yo
quien lo vio.

Él si es
quien yo se.

Bien, bien ,bien,
si soy fiel.

Ya no hay más,
¡Ja, ja,ja!

Sofía Montero


En el bar de Fran

Es un bar con poca luz, en el cual la sed se apaga con vino, cerveza y con ron, se juega al tute, al mus, al parchís o al dominó, se oye música de jazz, blues y pop rock; por la tarde el café solo o el te con limón y miel lo mejor, la gente se ríe con sus monólogos, los jóvenes bailan y se besan sin rubor.
Por eso y por mas cosas, ven y veras, como también a ti, te gustará el bar de Fran.

Luis Iglesias


Fui o no fui

¿Por qué no fui?

Tal vez si hubiera ido todo habría cambiado.
Pero no fui.

Ahora me despierto y el “NO” aprieta el costado y golpea al corazón.
La ley del viento no la he escrito.

No he asfaltado las calles ni he plantado las estrellas.

Solo he escrito la palabra: NO
y la he pegado a mi pecho.

¿Por qué no fui?
No creí.

En el río solo flota un “no” encadenado,
se esconde cada vez que asoma la Luna.

Cada día me arrojo al “no” como a una tumba de tierra negra y fría.
El Sol no atiende mi congoja.
Voy a correr tras el tiempo.
Voltear el reloj para que la arena repita su caída.
Quiero robar el instante del “SI”.
Quiero quemar el “NO” con el petróleo que construye asfaltos.

Vivir do, Vivir re, Vivir mi, Vivir fa, Vivir sol, Vivir la, Vivir SÍ.
Notas musicales del SER.

¿Seguro que no fui?
Quizás todo fue un sueño y SÍ fui,
SÍ… SÍ… SÍ…

FUI

M. Venttini


El swing del Zar

En un ring de hiel y miel,
el ras de mi ser, lo da el pie
que con pus en el hoy y cal en su paz,
va en pos de la luz sin sed de un bien y un mal.
Un swing sin red. El swing de un zar.

En un ring de hiel y miel
el ras de mi ser, lo da la piel
que no es tez ruin, ni faz de ley gris,
y cual flor de mar
su don da sin dar,
ni ver a quién da.
Un swing sin cruz. El swing de un zar.

En un ring de hiel y miel
el ras de mi ser, lo da el pie
que con el hoy en un vals y un gran sol en su lar,
va en pos de la luz sin sed de un bien y un mal
Un swing sin red. El swing de un zar.

En un ring de hiel y miel
el ras de mi ser lo da la piel
que no es hoz cruel con la voz sin riel
y cual flor de mar
su don da sin dar,
ni ver a quién da.
Un swing de vid y pan. El swing de un zar.

En un ring de hiel y miel
el ras de mi ser, lo da el fiel de un pez,
que con sal o sin sal, es dios sin prior y rey sin ley
Mies de luz que se da sin dar.
Don sin sed de bien o mal.
Un swing sin zar. El swing de un zar.

En un ring de hiel y miel
el ras de mi ser, lo da el fiel de un pez
que en un tren de cal
y en el riel de un vals
es flor de mar

Ana Isabel Fariña

Antología soterrada

La sesión del lunes, 29 de febrero la dedicamos a Manolo Hernández y su libro de poemas "Antología soterrada". Manuel Hernández Sánchez (Salamanca, 1945-19919) dejó a su muerte repentina más de doscientos poemas que había ido escribiendo a lo largo de su vida, pero fundamentalmente entre 1965 y 1980.
Después de haber realizado estudios de Derecho y de Letras, de haber soñado con ser torero, de vivir en varias ciudades, volvió a Salamanca en donde pasó los últimos años de su vida.
Sus poemas, de un penetrante lirismo, parecen inspirados por una necesidad profunda, por un inexplicable deseo de pervivencia más allá de la muerte que siempre imaginó que lo visitaría temprano.
Esta Antología soterrada constituye una selección de entre lo que estaba oculto a los ojos de los demás guardado, celosamente, la muestra poética de una creación literaria marcada por la pasión y el dolor.


Mª Teresa Hernández señala en el prólogo:

“Por debajo de su risa fácil, de su predisposición al chiste, a la broma, que constituían su personalidad más superficial a la que accedíamos todos, había en él un hondo malestar, un profundo descontento, una alma sensible que, con los años, derivó hacia la desesperación más absoluta”

A través de la lectura de sus poemas y de sus textos en prosa, puede advertir que Manolo había sido un poeta con la conciencia lúcida de serlo, pero también con el pudor extremo de mostrarlo.
Percibió la realidad, la misma que veíamos nosotros, de manera diferente. Penetró a través de la palabra en la esencia de las cosas, de los sentimientos, y la vida fue para él un dolorido sentir.
Al final claudicó, se abandonó a la desventura aunque mantuvo sus poemas como aquel acto de creación en el que había depositado su alma generosa y soñadora.
Al ojear sus manuscritos, más de doscientos textos poéticos en prosa y en verso, encontré una extraña confesión íntima:

“una de las cosas que pienso hacer es escribir, antes de morirme, al menos un libro (…), empuñar la apunta húmeda de tinta y (…) escribir sin miedo, con el corazón encima del papel y cara al viento”

Señalamos aquí dos poemas sobre los que vamos a trabajar posteriormente. En ambos Manolo señala como fuente de inspiración la noche. Manolo vivió la noche y amó la oscuridad, la soledad y la luna. Y toda esa cosecha de la luna la dejó escrita en sus versos:

La noche es un enorme ojo árabe,
es la sustancia de lutos perdidos,
es la locura cercana, el jarabe,
es la melancolía del que sabe
emborracharse del azul dormido.

Es un dolor azul, incomprendido
es una piano de teclas calladas
es la calma de verte intranquilo
es el pozo nostálgico del sino,
guitarra junto a la pared, cansada.

Es el nicho, es la calma fechada
es la barba profética de Cristo
es atajo de pechos, es cascada
azul sombre mi alma emborrachada
de bohemia, mujer y caminos.

* * *

En los sueños hay sitio para trenes y barcos,
para rectos rieles montados en las olas
y sirenas de bruma en paisajes de nieve,
para pinos caducos y abedules perennes.
En salinas praderas paseándose el lucio,
en mis sueños hay sitio para verme en la muerte.

Con la muerte se acaban los sueños de las nubes,
mas estoy tan cansado de soñar sin dormir
que a veces yo quisiera acabar con los sueños,
alejarme despacio.

Con la muertes, se acaban los sueños de las nubes.




Gustavo Martín Garzo nos enseñó que existen palabras para el día y palabras para la noche. Nosotros nos vamos a detener en estas últimas que son las que nos interesan para la literatura. Manuel Hernández señala en un poema: “Hay un noche triste y alegre / según quien la calza”. Piensa en la noche -tal y como tú la calzas- y realiza esta doble tarea:

1. Escribe un texto que comience: “En los sueños hay...” y que recoja un inventario de cosas propias del sueño.
2. Escribe un texto en la línea de Manuel Hernández que comience: “La noche es...”


Y estos son algunos de los trabajos enviados por los componentes del taller de escritura:


La noche

La noche es la doncella virgen que amamanta a un día muerto.
Tiene la luz de los cuentos acurrucada en sus senos.
Dunas de turmalina donde se tejen los sueños.
Tapices de alto rizo que conjuran la voz del miedo.
Vampiro de muerdo artero.
Siempre es fétido el aliento de su lecho.
Frío el tacto de sus sábanas de acero.
Duro su salmo monótono. Responso simple de trama lúgubre e hilo infecto.
Sin el néctar azabache, un eco sin fundamento pudre el paso sereno.

La noche es doncella virgen que porta auroras en sus senos.
Es su calostro inocente quien ahuyenta los espectros.
Fantasmas que devoran caminos para vomitar infiernos.

La noche es la dama del lago que vela a los crisantemos
Tiene el agua de la vida enredada en su cabello.
Almohada de plumón negro
donde la pasión es madre de los juegos más secretos.
El beso profundo.
El sudor de los cuerpos.
Misterio donde los sordos despiertan de su silencio: continuo letargo pétreo;
los mudos entonan duetos: canto eterno sin carcelero,
y los ciegos, entre la hebras de un lienzo negro, conquistan el universo

La noche es dama de un lago de crisantemos
donde vibra el color del fuego.

El enigma de Prometeo

La noche es brújula de ébano inmaculado y negro.
Aguja que en un laberinto de pantanos y desiertos
muestra al hombre su sendero.

Sueño azabache sin ecos de acero.
Juego enredado a la luz de unos senos.
Cadena de pasos sin carcelero.
Pincel que dibuja estrellas con los pigmentos del cieno.
Universo sin más secreto que el sudor de un dueto ciego
hebras que en un lienzo negro, despiertan de su letargo pétreo,
y se entregan al rumor del fuego

La noche es brújula de ébano. Cuentos de un telar sin miedo

Aguja que en un laberinto de manzanas y espejos
ve como se ajan la orzas de los veleros.

La deriva es su puerto.
El soñador se convierte en guerrero.
El plumón se endurece. Se secan los senos.
La piel se hace coraza. Máscara de credo ajeno.
Los espectros vomitan infiernos
El agua se estanca alrededor de un muerdo. No hay fuego.

Hay madrastras entre los crisantemos que confunden al viajero.

Ana Isabel Fariña


La noche

En los sueños hay tristeza y alegría, ilusiones y fracasos, recuerdos y esperanza. Deseos de que algunos sueños se cumplan y que otros sean irreales, de que amanezca pronto y aparezca el sol por la ventana, con fuerza en sus rayos, y borre la parte triste de lo soñado, sobre todo aquello que nos hizo levantar sobresaltados.

La noche es oscura, misteriosa, silenciosa. A veces puede ser triste o alegre. Ideal para una cena romántica, para una reunión de amigos, para contemplar las estrellas, para amar sin prisas, para escribir, para jugar al parchís en familia, para descansar.


Haiku
Te vi de noche,
hablamos largamente,
se hizo de día.

También hay noches en blanco, larguísimas, apenas dejan ver el nuevo día.
A todos los que trabajan de noche, para que la vida siga "Buenas noches".

Luis Iglesias


La noche


La noche es un inmenso y dulce hospital,
si no nos clavan azules alfileres
sujetando la vida con veneno
y no nos dejan marchar sobre el denso blanco,
bajo la misteriosa luz nocturna
que nunca ofende con la falsa
verdad del sol, violento y salvaje.
La luna está más cerca y nos conoce
y, suave, por la ventana entra,
con quietud de cándido buitre,
que nos lleva las almas a la nada
si no han podido ver las estrellas.

Emilia González Fernández


Libertad dormida

Arco iris de sueños
alimenta los sentidos.

Fantasma de ilusiones,
libera los deseos,
desnuda el pensamiento.

Sensación de libertad
deforma el presente
con un mar de pasión
que duerme en el silencio.

Vuelo de emociones
en el diseño de la mente.

Sofía Montero



Nocturno

Quiero vivir en sigilos de la noche
cortando las estrellas con mis pupilas ardientes.

Penetro en la tez de mi penumbra,
desnuda voy al mar,
al mar de mis deseos.

Nocturno que me envuelves:
rompe mis recuerdos,
mécete en mis sueños,
vuelve a mí
junto al silencio.

Sofía Montero
Parte del poema, con el mismo título, pertenece a mi libro “Ojal para la magia”


Sueño breve

Bogar a remo en el centro de la pompa irisada, tintineo lento al ritmo de la mano que la mece y me eleva.
Navegar sobre los tejados anónimos y poseerlos.
Buceo en rosas y naranjas en el vacío que me diluye.

Aronbanda


La noche

testigo mudo
espejo opaco de luna nueva
la mano dormida que mece la cuna
silencio atento al crepitar leve
en blanco de ti.

agua de luna llena
tu mano dormida que me repasa
silencio de amantes exhaustos
blanca de ti.

Aronbanda


En los sueños hay...

Besos rotos aún dormidos,
la cara de mi mejor amigo,
un sentimiento que aún y todavía no he sentido.

Dolor si se va alguien querido.
Las sábanas que aún están dispuestas y que se llevan malos recuerdos.
Su mirada, su pelo, su olor, su colonia
que aún de mi memoria no se ha ido.

Besos sobre mi piel, sobre mi pelo,
que pintan el paisaje de las huellas
en la nieve del caminante que va por el paisaje invernal,
donde predominan los pinos, el olor, el silencio...

Dónde...estás tú.

Iria Costa


La noche es...

En una noche de sábanas y amor jurado.
La lluvia cae y el ruido sobre la acera invita a adentrarse en la misma desde los profundos sentimientos.
Te observo, cálidamente.
Eres, hasta este momento, mi gran tesoro.
Dibujo en tu mejilla un beso en forma de corazón.
La lluvia cae, e invita a conocer más la noche.
El reflejo de la luna sobre el río cuando cae la lluvia.
Y el silencio dejan la noche entrar.

Iria Costa


La noche

Cae la noche sobre el bosque,
cuando no existe un solo ruido
que pueda explotar la tranquilidad.

Dejo mis últimas pisadas y el sonido de los árboles aporta
la tranquilidad.

De los helechos que se mueven suavemente dibujando el sonido que aún se aleja.
Respiro profundamente y la calma me inunda.
En este bosque de los sueños, en este bosque donde todo fluye.

Iria Costa


La noche


Se refleja la luz de la luna en el agua del mar.
El reflejo y la silueta de dos amantes que ya recorrieron la playa.
El sonido del mar, las olas que dibujan la figura de los pies al caminar.
De golpe el mar rompe con sus olas en las rocas.
Se oye el sonido y el cantar de alguna sirena.
Al fondo, muy lejos, las luces de un barco.
Estoy sentada frente al Cementerio inglés, playa de Camariñas, Costa de la muerte.
Oigo los susurros de aquellos que perecieron en aquel accidente del Serpent.

Voy abriendo los ojos,
y poco a poco la niebla
que proviene del mar
de la espesura, avanza.

Avanza en mis recuerdos,
avanza mi amor
que quedó cuando éramos pequeños.

Iria Costa


En los sueños hay un río largo, rojo y largo,
cuando llega al corazón de piedra se desborda.
Es un río largo, rojo y largo,
desemboca en los ojos
y se hace lágrima.

M. Venttini


La noche es la farola con la bombilla rota en la que el poeta se apoya y aspira un beso hecho verso.

​M. Venttini​

Al alimón. La escritura de tú a tú

La sesión del día 22 de febrero fue muy especial. En ella decidimos hermanar el Taller de Escritura Creativa de la Casa de las Conchas (Salamanca) con el Taller de Escritura del Centro Cultural Tomás y Valiente de Fuenlabrada. Y para ello propusimos una sesión sobre escritura colaborativa que titulamos "Al alimón".



Pablo Neruda y Federico García Lorca pronunciaron en una ocasión un discurso a dos voces. Así explica el poeta de Granada la cuestión: "Existe en la fiesta de los toros una suerte llamada "toreo al alimón" en que dos toreros hurtan su cuerpo al toro cogidos de la misma capa". Eso es lo propusimos en ambos talleres, escribir de tú a tú en un mismo texto.

La editorial Tragaluz convocó en 2014 el II Concurso de escritura Tragaluz: Alimón.
Tomamos como referencia la explicación de su web para ilustrar la tarea que realizaremos de forma conjunta, dos a dos, los participantes de ambos talleres.

“Escribir al alimón, es escribir en conjunto con alguien más. Como táctica de creación literaria implica que dos personas ponen sus plumas al servicio de una misma idea. Grandes autores han hecho el ejercicio de escribir con sus pares y los resultados han sido textos que parecen obra de un “tercer personaje”. Quizá uno de los mejores ejemplos es el de Honorio Bustos Domecq, el autor nacido de la escritura al alimón entre dos muy buenos amigos: Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

Sabemos que un texto al alimón queda bien cuando no es posible identificar quién lo escribió, sino que los estilos se combinan para dar origen a una historia que no sería posible sin dos personas pensando en ella.

Escribir en conjunto es una experiencia que enseña y que saca lo mejor de cada autor. Inviten a un amigo, a una amiga, al novio o la novia, a un familiar o a un colega, a quien quieran, para que los acompañe en este ejercicio creativo. Escribir entre dos, un hombre y una mujer, será un juego divertido. Desde ya esperamos sus propuestas. Las puertas están abiertas para que seas el próximo autor de Tragaluz”.


Esta fue la tarea de escritura:

Escribe tres líneas de un poema, un cuento o un microrrelato y piensa en un posible título para dicho trabajo. Te asignaremos a un compañero del otro taller que tendrá que continuar tu texto. Él hará lo mismo y tú tendrás que cerrar la historia que él te plantee.
Es importante ser lo más fiel posible al estilo del texto que tengáis que continuar, de manera que parezca una sola voz.
Grandes autores han hecho el ejercicio de escribir con sus pares y los resultados han sido textos que parecen obra de un “tercer personaje”. Quizá uno de los mejores ejemplos es el de Honorio Bustos Domecq, el autor nacido de la escritura al alimón entre dos muy buenos amigos: Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

Y aquí está el resultado: en primer lugar colgaremos los trabajos titulados e iniciados en Fuenlabrada y continuados en Salamanca. Más adelante colgaremos el resto de trabajos.


Noche en vela

Surge la luna llena
tras las cumbres desgastadas
de las viejas montañas.

Despierta el pensamiento
con su blanco anochecer,
vela el paisaje
en el cielo de la luz,
donde sueñan las estrellas.
Imagen de nácar
en la cúpula del sueño.

Máximo Rodríguez Rodríguez y Sofía Montero García


Noche de príncipe


- Papá. ¿Por qué entierran hoy una sardina?
- Porque enterrar a una Ballena sería más difícil y costoso.
- ¡Ah… claro!
-Luego en casa te lo cuento más despacio. Átate bien el zapato, que te vas a pisar el cordón.


¡Pero papá, no ves que hoy llevo mocasines y estos no tienen cordones!

- No me haces ni caso, te dije que recortaríamos una sardina y la quemaríamos en el patio del colegio, que para hacer una ballena no había suficiente cartón.

-Cuando lleguemos a casa voy a decir a mamá que siempre me das respuestas tontas y además conduce más despacio que está lloviendo.

Jesús Martínez Armero y Luis Iglesias


El juego


El aprendiz sacó el cuaderno y anotó. Mientras tanto, el resto escuchaba con atención al maestro como una bandada de pájaros embelesados con un canto desconocido.
El aprendiz volvió a pensar. Entonces formuló la pregunta.


-¿Qué ideograma se emplea para representar la palabra “jardín”?

El maestro alzó la mirada.

-Piensa que un jardín necesita tener un jardinero que sea como una madre que cuide y juegue con sus hijos.

Pilar Rodríguez de Tembleque y Óscar Fernández


Final o comienzo

La mañana se despertaba con un gélido tono gris. Damián caminaba despacio perdido en un torbellino de sentimientos. Todo volvía a empezar de nuevo…
Se sentó en una roca del acantilado y se inclinó sobre las aguas que había dejado la marea. Salió el sol pero su rostro se reflejó absolutamente gris. Damián, asustado, tocó el agua. Estaba fría.

Inés Fernández Orellana y Emilia González Fernández


Cita a ciegas

Tres líneas ahora es mucho, pero me lleva a pensar en aquello del grano y el granero.
Mira a ver qué se te ocurre, mi querido compañero.

Principio quieren las cosas. Una gota de agua es poca cosa, pero muchas, forman el mar.
Y en el mar viven sirenas. Yo vi una que me miró, me sonrió y con su sonrisa me hizo soñar.

Eugenio Blázquez Sánchez y Ramón Sánchez Rodríguez


Flores de otoño
Ya estoy muerto. Tan sólo el recuerdo es lo que soy. Estoy muerto, sí, aunque mis ojos glaucos sigan mirando hacia aquella dirección.
Mas la esperanza ilumina los días y sus noches trascurren calmadas. Los recuerdos se buscan en un baile infinito sin pausa. La muerte no es nada, es tan sólo el comienzo de algo, esperar, buscar, encontrar al final del viaje del cosmos… ¡más allá del confín de la nada!

Concepción Rodríguez Dorado y Mª Nieves-C. Martín Magdalena


Imagen crucial

Fue verte y derrumbarse todos mis cimientos
todas las esencias de flores desparramarse,
todos los besos borrados de golpe.
La luz fundirse en negra noche
mi voz muda, guardada.

Teñida de silencio y soledad.
Las lágrimas no filtran la mirada
que se desvía en un porqué sin respuesta.
Nacen los reproches,
mueren los recuerdos
y el fuego que calienta la ilusión
ya es solo ceniza confundida
en la arena de una playa sin nombre.

Manuel Espejo Jurado y M. Venttini


Tú, escritorzuelo, y yo

Matemáticamente imposible.
Dos manos no suman una pluma
Y la tinta de dos almas no puede restarse

Más si las premisas cambiasen
Y dos plumas, en el aliento de una mano bicéfala, volasen
Y dos almas desnudas, sin los grilletes del miedo, se rozasen,
tal vez, la tinta que su fugaz coito engendrase
fuera sangre de unicornio
que en blancas llanuras de aire cabalgase
y el sacramento matemático
sin apenas resistencia, se doblegase.

Irene Aparicio López y Anabel Fuentes


El Silencio de los Peces

Hay tanto ruido, tengo tanto miedo, la vida es tan complicada... Dentro de mí ser se abre un abismo de larga duración, una compleja marea de pensamientos inconexos. Si pudiera saber quien soy de verdad... podría encontrar el camino de vuelta a casa.

La pitonisa, abrió los ojos. Su mirada fue un dedo largo que cerró los labios de aquella señora de cabello rojo, palabras enmarañadas y retina seca. Era una mujer madura que sentada en el punto más extremo de la diagonal del tablero, acudía al misterio. En su bolso había una arenilla de esperanza y un yunque de recelo. Olía a mar.

Resultaba fácil saber qué quería: escobar los temores que amasó en su pupila, escuchar el silencio que vive más allá de los sentidos y deshacer el maleficio del laberinto que no tiene salida.

Con suavidad, levantó el pañuelo de terciopelo negro que cubría la esfera. Lo colocó sobre el mantel de hilo blanco que vestía la camilla. Cuando todo estuvo en equilibrio, la bola rodó sola por la superficie hasta encontrar su sitio: el centro de un cuadrado suave y oscuro que nublaba la circunferencia de hebras lechosas.

El globo de cristal de roca despertó de su letargo.

Dentro había una niña. Tenía el pelo lleno de caracolas color grana. Jugaba en un jardín. Perseguía las pompas de jabón que caían desde un árbol desnudo. Casi todas se deshacían antes de que la chiquilla pudiera alcanzarlas. Cuando sucedía, se paraba un momento minúsculo. En un instante diminuto, la brisa traía un nuevo orfeón de burbujas. Su alegría infantil era una catarata fecunda.

Sin saber cómo, una sombra trepó por el tronco y escondió el cofre de las canicas acuosas. Las ramas se llenaron de capullos. Eran enormes. Desprendían un aroma intenso. El jardín se encogió.

Cuando las flores se secaron, la hierba creció gris y dura; y la pequeña, se convirtió en una vaca de piel carmesí que comía de ese pasto y lo rumiaba.

Llegó la tormenta. La acompañó un aguacero furioso y ciego. La becerra púrpura estaba a punto de ahogarse. El árbol se quebró. Parte de su tronco, cayó cerca de la res. Se aferró a él con la boca, con la cola y con las patas.

La marea subía y bajaba sin ritmo.

Un tsunami la lanzó a una playa. No había hierba. Solo arena y un baúl de madera tan pequeño que apenas se veía. Lo pisó. Al hacerlo, la cerradura cedió y comenzaron a salir notas de colores líquidos. Se elevaban. Se unían. Se separaban. Mezclaban sus tinturas y estallaban. La orilla se sembró con sus cristales rotos. Una enorme ola barrió los vidrios. Otra los devolvió convertidos en una pecera del tamaño de la esfera.

Dentro había una anciana. Tenía el pelo rufo y nadaba. Parecía un pez.

Luego todo desapareció.

La habitación olía a salitre.

Después de un tiempo, imposible decir cuánto, la señora de cabello rojo se puso el abrigo y se levantó. Tenía el cuerpo lleno de lágrimas. La pitonisa la acompañó hasta la puerta. Antes de despedirla le susurró: "Eres la hija y la madre del agua donde nadas"

Mientras la mujer de retinas secas descendía por la escalera, la maga pudo ver como en cada peldaño quedaban restos de hierba gris. El acuario esférico que hasta ese momento dormía en el abismo de un monótono trino seco, bostezaba.

"¡Cuánta caracola de mar encalla en tierra árida!" pensó, y cerró su pecera.

Teresa Amado y Ana Isabel Fariña


Acuérdate

De la voz del arroyuelo
del murmullo de la acequia
del silencio clandestino

del feroz crujir de sus pisadas
del estruendo de nuestra respiración
del aullido de los perros

Tras la huida ganamos libertad
recuperamos futuro
pero perdimos memoria

¿Recuerdas?

Enrique Barragán Sánchez y Paz Mateos Corbella


Muerte de un jilguero

Mami, mami, no canta el jilguero
¿está triste por su ala rota?
Lástima, su alegre trinar no volverá.

Partió el jilguero
madeja de color
destino en vuelo.
Se escapó en una tarde,
en una tarde azul
a los pies de una nube.
Ahora canta en las acequias,
eco rumor del agua,
por las mañanas.
Volverá a visitarte:
que te encuentre dormida,
sonriente en la niebla silenciosa
al llegar el alba

María Luisa Montero Fernández y Fernando de Castro Cardoso


Bosque

Juana vivía en el bosque con sus dos hijas, Ana y María, en una cabaña de madera sin agua ni luz. En esa época era lo normal; no había agua ni luz en la mayor parte de los pueblos y ni Juana ni sus hijas, habían conocido otro modo de vida. A pesar de la precariedad del lugar, vivían tranquilas y contentas; las niñas, aún pequeñas , inundaban todo con su alegría y el lugar era muy agradable, con otras cabañas cercanas que las hacían sentirse seguras. Se despertaban temprano, con los primeros rayos de sol que se colaban en la cabaña, entre algunos desvencijados tablones. El clima era cálido en la isla, aunque en la época de lluvias tenían que ingeniárselas para que el agua no les inundara todo.
Cerca había un hermoso manantial así que no tener agua no era un grave problema.
Juana, viuda hacía unos años, a su marido se lo habían llevado unas calenturas, afrontaba la vida con coraje, decidida a sacar adelante a sus hijas. Detrás de la cabaña tenía un amplio huerto en el que cultivaba todo tipo de legumbres y verduras y con estos productos y las ovejas y gallinas que criaba iban tirando. Todos los jueves, mientras las niñas acudían a la escuela, Juana acudía al mercado del pueblo dónde tenía un humilde puesto de venta y, una pequeña clientela que esperaba siempre la llegada de sus frescos productos.
Aspiraba, lo más pronto posible, a poder mudarse a una casa del pueblo cercano, con más comodidades, dónde sus hijas dispusieran de su propio cuarto y un lugar adecuado para estudiar. Quería que tuvieran un mejor porvenir que el suyo y estaba seguro que lo conseguiría..
Había oído hablar de que la luz eléctrica y el agua corriente no tardarían en llegar al pueblo cercano y eso, pensaba, sí que debía ser la felicidad… Soñaba con ese día todas las noches, imaginándose esa nueva vida y siempre se dormía con una plácida sonrisa…

Mª Josefa de Dios Borrego y Rosa Celia González


Al alba

Hora tras hora, luna tras luna, soleá tras soleá hasta que nace el alba y la luz azul y blanca me roba las palmas, me desarma la memoria y me grita su palabra de verdad.
“Tú ya no estás”
Tu partida ha dejado un vacío irremplazable en mi existencia.
Mis ojos persiguen tu silueta tornada casi imperceptible.
Mis manos aún intentan retener tu marcha sin lograr, siquiera, aferrarte.
Araño mis recuerdos.
La aurora me confirma tu ausencia.
Sin embargo, espero con ansia la llegada del ocaso.
Cierro los ojos. Presencio tu tímido regreso.
Una vez más puedo vivirte entre mis brazos.

Enrique Gamella Rodríguez y Toñi Martín del Rey


Encuentro

Acabo de coger el metro, no llevo destino premeditado. Me gustaría encontrarme con Adela, amiga de la infancia, de la que tengo muy buenos recuerdos. Era morena.
Como estará mi amiga Adela, ¿habrá cambiado? Era morena. Todavía la recuerdo en mis sueños; su forma de ser. El otro día pasé por el parque donde solíamos jugar después de clase. Y allí estaba. Igual de morena. Hablamos de amigos que tenemos en común y queremos hacer una reunión para revivir los viejos tiempos del pasado.

Leandro Robles García y David Álvarez Sánchez


Atrapado


Camina descalzo hacia el balcón. Todos duermen en esa noche profunda. Pisa con firmeza. La luna creciente brilla con disimulo. Tiene los ojos cerrados pero ve la niebla. El viento está en calma. Él tiembla.
Posa sus manos sobre la barandilla. Está fría. Sus dedos se aferran con fuerza. Las nubes blancas navegan por el cielo. El vaho de su boca se pierde en la oscuridad de la noche. Las estrellas lo observan. Él abre los ojos.
La ciudad resplandece bajo la luz de las farolas. Todo está en silencio. Se sube sobre la barandilla y suspira. Mira por última vez hacia las estrellas, ocultas bajo la niebla. El vacío lo llama. Se imagina que unas alas brotan de los músculos de su espalda.
Ahora es libre. Sonríe.

Sara Montoro Valdaracete y Daniel Ruiz


A voleo

Suelto mis pensamietno
lleguen donde lleguen,
a voleo, los libero.


Al volteo, los maleo,
los agito y los salteo,
en una sartén de abismo
sin red de protección.

Y al jaleo, los recibes,
viajados navegantes
sin orégano ni especia
mis pensamientos libres.

Carolina Escudero Viyuela y Carmen Álvarez


Soledad

Solo, serpenteas siguiendo sinuosa senda.
Solo, susurras soltando sonidos sibilantes.
Solo, saltas sorteando surcos soterrados.

Solo, salpicas salvajes sensaciones sombrías.
Solo, sientes salados silenciosos sollozos.
Solo, suplicas sedosas sulfúricas simbiosis.
Solo, sorprendes solícitas seducidas sábanas.
Solo, sueñas sumisos sacrificiales senos.
Solo, sufres secretos satánicos sudores.

Tamara Carrascosa Lozano y Dionisio Alonso Gutiérrez.


Entre tú y yo

Cayó de rodillas a los pies del arlequín con los brazos en cruz pidiendo a gritos socorro.El arlequín se arrodilló un instante a la altura de sus ojos y le maquilló.
Luego emborronó su propia mueca y sonrió.

Vicente Sánchez Aguirre y Consuelo Vicente Matos (Aronbanda)


Vaina

La mujer caminaba bajo el cielo invernal de Febrero en compañía de reflexiones profundas. De pronto, aquel corredor irrumpió con la fuerza de un destructor y, como una cáscara vacía, continuó su trote indiferente.
Aquella imagen, junto a otras muchas oníricas, golpeaba su entendimiento. La estela del deportista sobre la hojarasca de un impertérrito suelo, la luz inocua de unas nubes sin sol; todo parecía sacado de una película inverosímil y lenta, muy lenta. “Vaina” como una crisálida, mitad mujer y mitad insecto, yacía envuelta en un estuche que la naturaleza había preparado con suma perfección. ¿Sería aquél misterioso corredor el señor de las crisálidas? Quizá nunca alcanzaría una respuesta. Miles de plumillas minúsculas seguían adhiriéndose a las paredes de aquel envoltorio que palpitaba levemente al ritmo de su respiración entrecortada. Un sobrecogedor escalofrío zahirió sus terminaciones nerviosas para acabar en un tenue parpadeo y con los ojos bien abiertos. Todo se volvió esclarecedor por un instante. Le esperaba una muerte dulce, eclosionar de aquella “Vaina” para volver a nacer, en algún parque de Febrero, en mitad de ninguna parte.

Rosa Márquez Navarro y Chema García


El desorden de la prisa

Agarro mi mochila atropelladamente. La cierro y espero no dejarme nada. Sólo puedo desearlo, porque no tengo tiempo.
Salgo corriendo con los pantalones aún desabrochados.

No llevo el móvil en el bolsillo. Va a estar vibrando todo el día hasta morir.
Ruedo como una bola con pelos, no se hacia dónde.
Siento que me he dejado la cabeza en alguna parte.
Tengo dos minutos, un ascensor colgado y sesenta escaleras. Las subo de dos en dos.
Al entrar, como había dejado la ventana abierta, las hojas se han esparcido por el cuarto, la tinta se ha derramado
y van entrado palomas a lanzar dardos al blanco.

Rebeca Magán y Antonia Oliva


Mi ciudad y la tuya

Fuenlabrada con tantos sabores de otras tierras, abanico multicolor de costumbres, alegre, abierta a la diversidad, creativa.
Sí, las ciudades, como las personas, mienten. Venden al mundo una cara fresca y bien lavada para que las visiten y, de ser posible, se queden a vivir aunque sea solo por un tiempo. Siempre que sea para contribuir a la economía, claro. La capital lo tiene fácil con sus fuentes, museos y aires cosmopolitas. Los estudiantes de intercambio sueñan con perderse en sus calles.
“Madrid, ah, Madrid”, se dicen y apenas perciben el rumor de aguas escondido en su nombre, tan nubladas están sus mentes con imágenes de paseos por el Retiro. ¿Qué pensarán al oír “Fuenlabrada”? A falta de otras imágenes, acaso imaginarán solo dura piedra tallada. Por eso en el anuncio del piso siempre incluyo esas líneas de mi propia cosecha para convencerles de que Fuenlabrada los acogerá en su pequeño crisol de razas.
Un par de días después de publicar el anuncio recibí tres correos de estudiantes interesadas en alquilar el piso. Una me ha preguntado por el servicio de calefacción. Ya quiero ver qué cara pone cuando descubra que sí, hay calefacción, pero no agua caliente. Otra quiere saber cuán lejos está Fuenlabrada del Prado… Mi niña, que perdida estás. La tercera hace muchas preguntas inteligentes y pretende que baje el precio. Por lo visto es la única que se entera, así que, sin duda, a esa no se lo voy a alquilar. En cuanto a las otras, que vengan, vean y aprendan.
Fuenlabrada con sus muchos sinsabores, abanico multicolor de malas costumbres, desdichada, encerrada en sí misma, ignorada. Mi ciudad.

Mª Ángeles Díaz González e Ismarie Díaz Flores


Luna y las estrellas

Cada noche me esperas mirando las estrellas y la luna a través de esa ventana del dormitorio. Yo siempre me pregunto a quién miras, si a ella o a tus sueños perdidos. O simplemente, ¿al vacío de la noche? ¿Al tiempo que no volverá?
¿Al sentimiento perdido oculto en las estrellas?
La luna y las estrellas.
Fue una noche de amor eterno.
Ese sentimiento de amor que aún perdura.

Marta Moreno Domínguez e Iria Costa


Cítricos

Al alimón y a la naranja,
al pomelo y… ¡vale ya de frutas!
Vida ácida que escuece en las heridas
.
Ardor sobre carne viva.

Y, pese a todo: dulzor de mandarina
Coqueta fragancia de bergamota
Indefinible agridulce de uchuva
Amargo frescor de agraz.

¡Vale ya de frutas!
Dulceamarga, cáustica
Avinagrada, aceda, acidulada.
Savia cítrica que ennoblece la vida.

Ana María Matesanz de Francisco y Maritza García Toro


A media voz

Junto a tu voz, la mía. Y entre los dos, Castilla,
cobertor de tomillo, jaras y espigas.
Caudales dibujados con nieve derretida,
al azar caprichoso de sus montañas vivas.


Por viento, un sonoro lamento gaditano
que al ver las mieles de su locura derretidas,
campos de trigales recorre por Castilla
para poder acariciar tu voz de bandida
junto a la mía.

Lidia González de la Fuente y Cristina de Miguel Martínez


Mar sin memoria
Se limitó a abrir la ventana. No era una necesidad imperiosa lo que sentía. Simplemente era el ahogo en su memoria por aquellos textos inacabados sobre sus mares rotos.
Un viento frío del nordeste le recordó el último temporal, cuando las olas de los celos se encresparon y azotaron con fuerza el corazón. Un mar de dudas fue aquel poema que comenzó con música de endecasílabo y acabó en pie quebrado.
Cada recuerdo es un mar aunque también hay mares sin memoria.

Tino González Vega y Marcos Alonso Iglesias


El último sueño

Me llamo Felipe. Soy el espinosaurius más pequeño del valle. Hoy es un día especial. Celebramos la fiesta de la Primavera y tengo que presentarme correctamente acicalado para la ocasión.
Eusebia es enorme y no sabe que existo pero hoy cambiará todo, se ha emocionado con la corona de flores que le he dejado esta mañana en la entrada de la cueva central. El Gran Mago me ha asegurado que en cuanto se la ponga para la fiesta de esta noche, caerá rendida a mis pies.

Mª Gema García Martínez y Andrés Santos


A Rubén Darío

Y quedó sellado en “Grandes escritores”
tu poesía intemporal
y tu marea de letras.

Brindo por las largas horas
en las que he olvidado
mi pesar gracias a tus versos.

Mª Gema García Martínez y Andrés Santos


Romper el hechizo

En la luz de su boca
vive
un secreto sin herida,
el regalo
de respuestas
sin frontera.


En el mar de sus ojos
muere
un suspiro sin válvula
el sueño
de una noche
sin promesas.

En la mies de sus manos
brilla
un poema sin palabras
el fruto
de una tierra
sin cosecha.

En el vals de su alma
crece
una flor sin sombra,
un hechizo
hecho trizas
sin respuesta.

Mari José Palacios y Raúl Vacas


Tarea de escritura conjunta entre los miembros del Taller de Escritura Creativa de la Casa de las Conchas (Salamanca) y del Centro Cultural Tomás y Valiente (Fuenlabrada)


Cristal de sueños


Espejos de cielo
iluminan la mirada
en el balcón de los recuerdos.

Años de dura lucha
corazones palpitando
añoranzas que se fueron.
Cuando volvimos a vernos
lo comprendí,
solo nos queda
vida que vivir.

Sofía Montero García y Máximo Rodríguez Rodríguez.


Días de viento y lluvia
Disfruto los días que amanece lloviendo.
Después de desayunar tranquilamente, cojo la cámara de fotos y me acerco al centro de la ciudad. Por la zona de la catedral, el viento y el frío suele aumentar considerablemente y allí se producen las mejores fotos. Es la lucha del ser humano contra los elementos.
El otro año me premiaron una foto digna de ver, una instantánea preciosa, llovía a mas no poder, y capté a una mujer sujetando el paraguas completamente dado la vuelta con una mano, la otra mano sujetaba la falda como podía, todo reflejado en un charco enorme en el que había perdido un zapato en una alcantarilla. ¡Qué foto!

Llegué a casa, cargado de ilusión cono siempre, mi cámara y yo. Abrí el cajón del aparador y la coloqué en su sitio, entre algodones.
Iba a hacer la comida, me di cuenta de que había un mensaje en el contestador telefónico. ¡Qué raro! ¿Quién sería?
No me acordaba ni dónde estaba la tecla para oírlo. ¡Aquí, ya está!
- Estimado Señor Iglesias, le llamamos del Ayuntamiento. Soy el Delegado de Cultura. Este año para las Fiestas, queremos hacer un concurso de fotografía. Me han enseñado una foto magnífica que hizo usted, la que mereció un premio.
Nos gustaría poner su foto en la carátula del concurso. Cuando tenga un rato pase por el Ayuntamiento, primera planta, pregunte por Martínez. Un saludo.
Me emocioné tanto que se me saltaron las lágrimas. Abrí el cajón y me la quedé mirando.

Luis Iglesias y Jesús Martínez Armero.


El maletín

Después de acudir al entierro de su padre Rafael visitó la ahora vacía casa de sus padres.
Le sorprendió el desorden que reinaba en el hogar, pero le sorprendió más encontrarse un maletín lleno de dinero debajo de la cama de matrimonio.
Después de acudir al entierro de su padre Rafael visitó la ahora vacía casa de sus padres.
Le sorprendió el desorden que reinaba en el hogar, pero le sorprendió más encontrarse un maletín lleno de dinero debajo de la cama de matrimonio

Billetes Republicanos. Cientos de papeles con el rostro impreso de una mujer. Mira de frente con el gesto calmado y la frente despejada. Cientos de rostros que miraban a Rafael al unísono.
No pudo cuantificar el dinero que había allí, y menos aún hacer la conversión a la moneda actual.
Sacó todo los billetes. En el fondo del maletín, encontró un carnet con el nombre de su padre. 1937. Burgos. Volvió a leer. Burgos, 1937. Zona nacional. Rafael guardó uno de los billetes y cerró el maletín bajo llave.

Óscar Fernández y Pilar Rodríguez de Tembleque


Concesionario

Mi coche está pidiendo que lo jubile. Entro en una de las grandes casas de esas criaturas metálicas que brillan como demonios. Un joven atractivo me atendió ¿Teníamos que hablar de vehículos?
Matías que así se llamaba el vendedor, se prestó a contarme todas las ventajas que conseguiría con mi compra. Con un dulce acento argentino me explicaba detalladamente los extras del automóvil y hasta los “plus” que quería incluirme en cada uno de ellos me sonaban a gloria. Después de media hora de charla, no tenía muy claro si quería un nuevo coche o llevarme a aquel susurrador de poesía conmigo. Quedé en pasarme en un par de días, tenía que consultarlo con mi marido le dije, algo que lógicamente no haría.
Al final lo que se planteaba como una aburrida tarde, se había convertido en una divertida “cita”. De ilusión también se vive.

Emilia González Fernández e Inés Fernández Orellana.


Por techo el cielo, por cama el suelo

Con una maleta vieja casi vacía de objetos, pero llena de ilusiones, caminó por el desierto.
Atrás dejaba el ruido de las metralletas, la persecución y … los seres queridos.
Le acompañaba por el día un sol abrasador y por la noche una posada sin puertas, que tenía por techo el cielo y por cama el suelo.

Con los ojos cerrados, Samir miraba su cielo de espejos rotos. Llegó exhausto, aquella debería ser la última duna, gateó por ella, esperaba el paraíso y ...

Ramón Sánchez Rodríguez y Eugenio Blázquez Sánchez.


Desasosiego

Siempre corriendo con prisa acelerada. Su existencia desconoce significados como: calma, sosiego, quietud, tranquilidad, pausa, descanso, serenidad… Mientras soy observador de esa carrera alocada, siempre me hago la misma pregunta, ¿en busca de algo o huyendo de qué?
Ella ama la libertad y yo la intento cautivar pensándola a mi manera. Y me canso y ella sigue igual: mi existencia.

Mª Nieves-C. Martín Magdalena y Mª Gema García Martínez.


Perdido, olvidado
Acurrucado bajo la encina pregunté a las ramas
por qué la lluvia secó mis ojos.
Un verderón solitario me contestó con un suspiro y voló.

Voló sí, para aumentar mi tristeza y…
su ausencia que aún dolía en el alma;
El corazón se aquejaba y dejaba abrazar
por los aromas del campo,
por la luz vespertina y acaramelada
por su voz rota en el silencio
y la mirada perdida en otro camino,
en otra senda por la que nunca transité,
en otro espacio donde tú, ya no existías.

M. Venttini y Manuel Espejo Jurado.


Endecha

Es mi dolor tan grande porque el tuyo, mi bien, no cesa. Porque te veo bailar entre heridas muertas. Porque no encuentro melodías que te alejen de esa eterna Galilea. Alas de cuervo te cobijan.
Son mis pasos tan lentos porque los tuyos, mi niña, están llenos de cadenas. Porque tu esperanza esta presa. Porque no encuentro la clave que disipe el humo que de tu cama hizo trinchera.
Alas de cuervo te cobijan.

Los cuervos levantaron el vuelo y se alejaron abandonando el graznido lúgubre y entonando un canto nuevo porque el día apuntaba radiante sobre los montes azulados que todavía guardaban el brillo de las estrellas.
La niña saltó de la cama y se calzó las sandalias rojas que auguraban un largo y dichoso verano. Corrió a desayunar bajo la parra, la rodaja de pan con miel brillaba dulce y sabrosa, los amigos bajaron la calle corriendo con sus bicis hasta pararse delante de la casa pero la niña no hizo caso de sus llamadas y buscó en su cuarto el libro que quedó abandonado sobre la mesilla la noche anterior.
La cueva de Aladino guardaba los tesoros de Simbad, la puerta de Alicia, los zapatos de Cenicienta y el lobo de Caperucita. Sin duda habían empezado las vacaciones.

Ana Isabel Fariña y Teresa Amado.


Alfileres en la mano

Suaves al tacto redondo y plateado,
fresco metal y cosquillas
Si aprieto fuerte sangre fácil.

Delgados y punzantes como dardos
aguijón que causa mil heridas,
cuando te desprendas de la trémula mano,
¿te hundirás discreto en el barro,
o acaso arrancarás la espina?

Paz Mateos Corbella y Enrique Barragán Sánchez.


Abismo

He acercado a tu voz,
recién nacida,
la mirada abisal en donde sueño,
en donde sueño siempre.

Sueño, sí,
despierto, dormido
sueño siempre, sueño y…
tu voz creo oír
no entrecortada, sino firme
una voz que me llega
¡ánimo, ánimo!
No desfallezcas
y tu voz, me despierta.

Fernando de Castro Cardoso y María Luisa Montero Fernández.


¿Viaje?

Rodrigo y Álvaro llevaban muchos años ahorrando para llevar a cabo ese viaje soñado que ahora iba, por fin a materializarse. Tenían todo preparado, ya solo faltaban tres semanas pero, no sabían por qué, se sentían nerviosos e inquietos, con el presentimiento de que algo iba a impedírselo. Rodrigo y Álvaro soñaban con ir al Caribe para poder disfrutar de la playa, el aire, el sol, el mar, la gastronomía y visitar todas las islas.
Cuando ya tenían los billetes de avión, una noche su padre se puso muy enfermo. Lo ingresaron, no sabían qué tenía. Le hicieron pruebas y le detectaron un cáncer de páncreas, le dijeron que viviría como máximo un mes.
A ellos, al oír esto, se les vinieron los sueños abajo.

Rosa Celia González y Mª Josefa de Dios Borrego.


Volvió para quedarse

Eran las cuatro de la madrugada de una noche invernal. Sonó el teléfono. Ramiro no quería levantarse de la cama. Hacía frío y la calefacción llevaba estropeada ya una semana. Ante la insistencia del timbre telefónico, abandonó su lecho y levantó el auricular: “¿Si?” Una voz al otro lado susurró: “Ya está aquí”.
¡Ya está aquí! respondió Ramiro con la mirada perdida en un rincón de su memoria. Colgó el auricular con un ademán mecánico mientras empezaba a dibujar unos ojos y unos labios en aquel rincón vacío que comenzaba a tener vida. Cuando completó aquel retrato su sombra se despegó del cuerpo muerto de Ramiro, se acercó despacio al teléfono para marcar sin ganas y al sentir que descolgaban al otro lado del hilo decir: “Ya estoy aquí. Y he vuelto para quedarme”

Toñi Martín del Rey y Enrique Gamella Rodríguez.


Tiempo atrás

Cojo el metro en Sol. Cuando estoy en la taquilla me encuentro con un amigo que trabaja en esta misma estación, mientras espero a que llegue el tren recordamos buenos momentos vividos tiempo atrás. Hablamos deprisa queriendo hacer del tiempo un espacio más largo, mientras el tren se acerca.
Hola David, acabo de encontrarte en la Puerta del Sol, me has parecido una persona extraordinaria. Es maravilloso descubrirte, después de tanto tiempo transcurrido. Hablamos de cosas de hoy, como si fueran de ayer. Con una gran sonrisa, y lo importante, el fuerte abrazo, que hizo que pasaran varios trenes.

David Álvarez Sánchez y Leandro Robles García.


La travesía

El sol brillaba con tanta fuerza que le hería los ojos y le abrasaba la piel. No podía más. Caminó a duras a penas a través de aquellas cavidades de roca oscura y se derrumbó sobre el suelo. Estaba exhausta.
Observó el corte del brazo derecho con atención. No parecía profundo, pero cada vez que una gota de sudor lo surcaba sentía un escozor insufrible. Se echó un poco de agua para limpiar la sangre y se puso en pie. Podría aguantar el dolor.
Se acercó al borde del precipicio recogiéndose el cabello. Ante ella se extendía un enorme y rocoso desierto. Pero no se iba a dar por vencida... Ella nunca se daba por vencida.

Gritó con el deseo de librarse del cansancio y que las fuerzas volvieran a su escuchimizado cuerpo. No tuvo suerte.
Suspiró resignada y comenzó su descenso por aquel enorme precipicio.
Nunca hubiera imaginado que en la tierra hubiese algo más que cuevas, así que cuando supo de aquel misterio que todos porfiaban por ocultar, no dudó en abandonar su triste vida y lanzarse a una nueva.
Con esos pensamientos continuó bajando más segura de sí misma. Hasta que lo vió. Era muy pequeño y tenía algo en la espalda. ¿Con qué clase de seres compartía planeta?
Sin mover un solo músculo lo examinó con detenimiento. Flotaba en el aire. ¿¿Cómo podía ser aquello?
Lentamente la boca del personaje se abrió. No pudo por más que cerrar los ojos. Quiso resistir pero le fue imposible.
Se encontraba mucho mejor. Ya no le dolía nada. Abrió los ojos pero todo estaba oscuro, como en la cueva.¡ No podía ser! ¿tanto esfuerzo para nada?
Pero lo volvió a ver. Allí estaba otra vez aquel ser. La miraba con profundos ojos que parecían leer su alma. Apartó la vista y prestó mayor atención a la oscuridad. A lo lejos aparecían unos puntos blancos que le resultaron de lo más extraño.
Todo era diferente pero estaba dispuesta a descubrir su nueva vida. Ahora sabía que después de aquello nunca podía darse por vencida.

Daniel Ruiz y Sara Montoro Valdaracete.


Valentina

Tiene el balcón lleno de flores. No hay invierno en su mirada
Antes de que la escarcha fuera agria, hizo de sus manos tijeras y podó, uno a uno, los muebles de su casa
Fue la Noche de San Juan. La tierra se hizo lava. Entre sus cenizas anidó la savia
, en la muerte de su pecho revivió un sonido. El sonido rítmico de la sangre.
Sus pulmones se expandieron de golpe, en el cénit del noveno salto sobre la hoguera.
La sal del mar deshizo el rencor que se aovillaba en su regazo, lloró y lo devolvió a las aguas.
Después volvió a esa casa vacía y recogió la única pertenencia que quedaba: una maleta de cuero, marrón, rectangular.
En el asa que su mano sujetó con firmeza había además una etiqueta en la que se leía un nombre, Valentina.
La tinta estaba fresca.
Aquella maleta era el esqueleto de una nueva identidad.
Hoy, un chal en el que se entremezclan el violeta y el azul reposa sobre piel, aún, desnuda.
Hoy, tiene el balcón lleno de flores. No hay invierno en su mirada.

Anabel Fuentes e Irene Aparicio López.


Warning

Aviso a navegantes:
habrá un próximo derribo;
agárrense las promesas.

Hay moros en la costa
piratas en el Caribe,
vigilados estamos
¿dónde darán que no duela?
Seremos creyentes pero no ciegos
para no verlo,
fingiremos sordera
para no oírlo,
viviremos mejor sin saberlo.

La ignorancia
da tranquilidad a los necios
que ausentes de todo,
llevan vida de contento.

Carmen Álvarez y Carolina Escudero Viyuela.


Charcos


El carámbano oculta el agua en las roderas del camino. Un grupo de niños sale corriendo de una iglesia cercana. La catequesis ha acabado en esa tarde fría y dominical de invierno. Pese a ello, estoy sentado en el banco de la plaza y observo a esos niños que, insensibles a los aguijones del gélido viento, juegan, aprovechando la escasa media hora de luz que queda.
Sigo esperando, como cada tarde, a que aparezcas doblando la calle y, juntos, vayamos a tomar el café. Escucharte, admirar tu sonrisa. Yo juego con tus dedos clandestinamente y tú me sonríes cómplice.
Sigo esperando ese café, que ya no llegará jamás. Ahora, solo un recuerdo inmortalizado, como los charcos helados en esta tarde fría de invierno.

Dionisio Alonso Gutiérrez y Tamara Carrascosa Lozano.


La maleta

Cuando llegó a su nuevo destino dudó si abrir aquella maleta, no quería desenterrar su pasado.
Decidió tirarla al mar, allí en la isla.

Pasaron los días pero aquella maleta no dejaba de aparecer una y otra vez en sus sueños. Se preguntaba ni no habría vuelto a equivocarse una vez más.
En una noche de insomnio se dirigió al lugar donde la había arrojado, y allí estaba en la orilla devuelta por las olas. Con paso vacilante y tembloroso se dirigió hacia ella, y aunque dudó decidió abrirla. Unas lágrimas acompañadas de una ligera sonrisa aparecieron en su rostro.
Al abrirla observó que no sólo entonces había tirado su antiguo pasado. Con él también arrojó sus nuevos sueños e ilusiones ahora recuperados.

Consuelo Vicente Matos (Aronbanda) y Vicente Sánchez Aguirre.


La regla
Siempre existe una primera vez, salvo en aquella tarde que se convirtió en la excepción para que se cumpliese la regla.

Fue un año especial. Fue el año que nevó en Abril. Nevó en Abril y todo cambió. Nadie encontró el primer síntoma, tampoco explicar si el cambio fue sutil o repentino. Lo que sí pudieron comprobar los habitantes de Hiroshima aquel Agosto de 1945 es que aquel año fue diferente. ¿Será porque nevó en Abril?

Chema García y Rosa Márquez Navarro.


Lamari

—Te cambio el anillo por una piedra auténtica de Lanzarote y te regalo esta crema de tamaño familiar del mar muerto
—O si prefieres, te mejoro la suerte con un espejo roto
—¡Míra aquí, cómpramelo! es un perro muy mono que si le tiras del rabo, salta por las ramas.


Antonia Oliva (Para Rebeca Magán)


Amor tras la puerta

Domingo de modorra. Las mantas atrapan como arenas movedizas. En los cristales de la ventana se acumula el vaho de la mañana, afuera llueve. Suena el telefonillo. Lo ignora. No espera a nadie.
Seguro que se han equivocado. Cierra los ojos, pero vuelve a sonar el telefonillo. Quería que el sonido de la lluvia fuera más fuerte que el del timbre. Se tapa la cabeza con las mantas refugiándose en su cueva. Ahí está sola con su oscuridad y su silencio. Afuera la vida puede esperar. Ella ya la ha esperado demasiado.
Le parece sentir una suave presión sobre un hombro. No, es su imaginación amodorrada. Vuelve a sentirlo, ahora con un leve zarandeo y la manta le libera la cabeza,
La luz que se filtra por las rendijas de la persiana apenas le muestra el rostro sonriente de él.
-¡Feliz cumpleaños, dormilona!
Tendrá que salir de la cueva y celebrar su vida un año más.

Maritza García Toro y Ana María Matesanz de Francisco.


La biblioteca

Llena de libros estuvo siempre. Libros antiguos, modernos algunos ya en el depósito. Muchos estuvieron olvidados, y algunos se fueron sacando para leer de vez en cuando.
Yo era usuaria causal, todos los Lunes asistía y prestaba algún libro o revistas. Fue en ese momento, cuando me di cuenta que la lectura era mi gran pasión. Me sentaba siempre en el mismo sitio 3-4 libros de mi mano. Y entonces se me cruzaron aquellos intensos ojos azules que me cautivaron...

Eran azules como el mar, el mar que se encuentra en la lejanía y se une al sol en el ocaso.
Siempre vuelves para verlo como si fuera algo trayente, yo lo llamo mágico.
Cuando pasó por mi lado se me cayó el libro al suelo, él muy amablemente me lo devolvió y yo como una idiota sólo se me ocurrió decirle que me recordaba a los príncipes de los cuentos y películas infantiles.
Tan guapo, tan gallardo y con esos ojos azules, porque hay que recordar que todos los príncipes tienen los ojos azules, por lo menos los de mi tiempo. Un tiempo olvidado por los videojuegos y los ordenadores.
El se echó a reír y dijo: Me han dicho muchas cosas pero nunca que me parecía a un príncipe de cuento. De ahora en adelante lo tendré en cuenta e iré salvando a princesas en apuros, como tú.
Inclinó la cabeza y prosiguió su camino, pero siempre recordaré esos ojos cautivadores que busco en cada novela romántica que devoro con pasión.
Porque hoy soy una lectora nata. Devoro libros, los días y las noches desaparecen.
En cada libro busco mi alma, mi corazón, mi pasión, mi perdón, mi odio y mi deseo de paz y esperanza.
Cuando me pongo triste siempre leo El camino de Delibes. Cuando estoy enamorada Alicia en el país de las maravillas y cuando odio alguna trilogía de vampiros con mucha sangre.
Leo todo lo que cae en mis manos, da igual el estilo. Lo que tiene más mérito es la historia, ya que sin ella, el mundo se quedaría en el olvido. Las luchas entre hermanos y que hubo guerras que duraron muchos, muchos años.
Es una llamada de atención a esos jóvenes que han nacido en la era de los móviles y la tecnología. Aunque mi deseo es que ellos nunca lo vivan, que sólo lo vean en la televisión.

Iria Costa y Marta Moreno Domínguez.


Lo justo

Apenas despertar, sintió la punzada en el estómago. En la gaveta de la mesita de noche guardaba la lista de las tareas por hacer. Más que una lista parecía un manual de instrucciones, escrito por otra persona que no era ella misma y para otra persona que tampoco era ella. Un procedimiento justo y necesario, como se dice maquinalmente en misa: le habían regalado un día más.
Todos los días son regalos y es maravilloso el despertar a la vida, con sus luces y sus sombras, pero vida.
Lo hay en los que quisiera salir corriendo, aburridos, tristes, atareados, pero en su mayoría son alegres, afortunados.
En su lista de quehaceres está lo obligado, el trabajo, responsabilidades y también lo de su cosecha, sus preferencias, sus gustos. La música, el arte, leer, escribir, salir y su lista sería sin fin, en su procedimiento justo y necesario.

Ismarie Díaz Flores y Mª Ángeles Díaz González.


Lejano amor
El soplo del viento se llevó tu amor,
lo arrastró a un cortado infinito,
atraído por una mezcla de verdor,
crecido en los árboles de tu corazón.

Las hojas dejaron su infinita estela.
Diáfanas caricias quebrando el vacío
espirales al unísono,
tú y yo.
¡Refléjate en el río!
Recuérdame en silencio,
vuélvete brisa.
Apacigua el alma y la pluma
amor lejano.
Amor de dos.

Cristina de Miguel Martínez y Lidia González de la Fuente.


Agenda

10 empiezo a sentir
12 no puedo comer
15 me he olvidado de quién eres

17 paseo por el parque sin saber por qué.
19 me dirijo a un banco y espero
20 no hay nadie
21 no cenarás conmigo pero no importa
22 se está muy bien solo
23 mi cama es más grande sin ti. No te necesito.
24 Lloro. Te echo de menos.

Andrés Santos y Lourdes Melchor del Águila


Última cena

Estábamos cenando, nos miramos y sonreí, sin embargo puso una cara extraña y empezó a toser. Antes de que pudiera reaccionar y llamar por teléfono a urgencias, se murió. Se quedó allí, tieso, con la comida en la boca, prometiendo que ese verano visitaríamos Tierra Santa. ¡Era tan católico! Ojalá el deseo de recorrer tan emocionante destino le sirviera para hacer méritos a ojos celestiales y sumar puntos a su favor en el dulce tránsito, tan doloroso en sí.
A mí, después de pasar diez años, me persigue la imagen de Fermín con la tortilla entre los labios.

Maite Ortega y Margarita Fernández Zuñiga.


Títulos de crédito

Nunca más supe de ella. Apareció un instante en la escena final, entre los curiosos que miraban la escena del crimen. Con el fundido en negro desapareció.
Han pasado treinta años. La sala- aquel esplendoroso Cine Shamghái- hoy da sus últimos estertores. Pronto pasará a ser templo de consumo de alguna multinacional francesa.
Yo aguantaré estoicamente los últimos meses hasta mi jubilación, esperando poder reponer en breve aquella espléndia película. Tal vez ese día, tras los cientos de metros de cinta que han pasado por mis manos a lo largo de todos estos años, pueda descubrir por fin el secreto de: “MEI LING, LA ESCLAVA DEL ARROZAL“.

Marcos Alonso Iglesias y Tino González Vega.


Pleamar

Te busco en la otra orilla,
sobre el horizonte
pero tu voz no me alcanza.


Camino por tu ciudad
con pasos invisibles
pero sigues demasiado lejos.

Te llamo en sueños,
sin pisar las grietas
pero eres piedra sin memoria.

Te busco en cada verso ,
entre las letras del abismo
pero tu abrazo ya no me espera.

Mi última frontera
será tu silencio.

Raúl Vacas y María José Palacios