II Certamen de Escritura Creativa "Casa de las Conchas"

Finalizado el plazo de admisión de textos en el II Certamen de Escritura Creativa del “Taller de la Casa de las Conchas”recordamos que desde el martes 28 de enero hasta el sábado 1 de febrero a las 20.00 h, los participantes del taller podréis leer las obras y votar las tres que a vuestro juicio son mejores, con tres, dos y un punto. Esa votación se enviará a Raúl Vacas mediante un mail. Indica el número de texto y el título, por favor. Y en el asunto del email especifica que se trata de la votación.
El lunes 3 de febrero, Raúl hará públicos los tres textos con mayor puntuación.

¿Se puede no participar y votar? Sí
¿Se puede participar y no votar? Sí
¿Puedo votarme a mí mismo? No


Texto 1: Frío

El silencio era ensordecedor, desesperante. El silencio lo envolvía todo con tanta autoridad que Eneas Kait creía que iba a perder la razón, la poca razón que todavía debía quedarle. Cada día lo mismo, exactamente el mismo silencio que le atormentaba. Nadie respondía a su llamada de auxilio y a ese silencio atronador se unía un creciente miedo a la soledad y una inconmensurable desesperación al saber que casi no había posibilidad de retorno. Pero lo que estaba a punto de acabar con su efímera esperanza, con el hilo delgado que le unía a la cordura, fue el frío. Un frío mordaz que le hacía tiritar como si tuviese espasmos. Un frío gélido que inundaba su habitáculo, ahora que veía el lejano amanecer del sol sobre el horizonte terrestre desde su cápsula espacial.

Jaume Castejón
Grupo B


Texto 2: “1942”

Aquel invierno una epidemia de tifus había acabado con cientos de compañeros. Veíamos sus cuerpos hacinados en fosas comunes que nosotros mismos habíamos cavado. Montañas de huesos congelados que sentíamos que nos miraban mientras pasábamos a su lado cargando traviesas sobre las vías heladas. Sus cuerpos estaban roídos por el frío y el virus. Si algún resquicio de fe quedaba vivo por entonces, se desmoronaba al ver aquella escena. Nosotros hablábamos con naturalidad de la muerte, quizá por eso no teníamos miedo. Todos, en el fondo, sabíamos que tarde o temprano descansaríamos allí, junto a aquellos huesos.
A pesar de eso, yo jamás perdí la esperanza de seguir vivo. Cuando el frío atroz de diciembre me congelaba los párpados produciéndome un dolor de cabeza insoportable, quizá a consecuencia del nervio trigémino, me aferraba con naturalidad a la vida y apretaba los dientes con fuerza. Tiritaba porque sabía que el traqueteo de los músculos de la mandíbula mejoraba la circulación de la sangre. Aún no ha llegado el momento, solía decirme a mí mismo y recordaba las clases de neurología, en la Facultad de Medicina de Varsovia, en las que el Profesor Wasilewski nos explicaba que el hipotálamo era la glándula que mantenía calientes los órganos vitales del cuerpo, sacrificando las extremidades si era necesario. Recuerdo que las llagas agrietaban como un mapa de ríos mis manos y que no sentía mis pies. No había restos de sangre en las heridas de mi cuerpo porque el tejido de mi piel estaba congelado.
Mientras volvíamos al barracón del lager, en silencio, como una piara de cerdos, bajo la atenta mirada del Kapo, escuchábamos a algunos compañeros delirar por las altas fiebres, pero nosotros solo pensábamos en el plato de sopa y el trozo de pan que con un poco de suerte nos esperaría.
Por la noche, antes de dejar caer mi esqueleto en el catre, repetía tres veces en silencio, a modo de ritual, las últimas palabras que me había dicho mi hija antes de llegar al campo de concentración de Sachsenhausen:

Papá, te encontraré.

Alfredo PérezGrupo B

Texto 3: Nochebuena

Noche gélida como vienen siendo las de los últimos días; incluso el aceite se ha helado en la despensa. Invierno duro como no recuerdan los más viejos del pueblo. Pero la Nochebuena siempre llenó de felicidad la casa de Alvarito, y si vas a ver, abrigados como están todos, el frío es llevadero.
Siete años Alvarito ya, uso de razón. Rosauri, de solo cuatro, se ha dormido en la camilla y mama (en aquellos tiempos se decía mama, no mamá) le tiene echada por encima la pelliza de papa, la de cuello de piel de lobo. Y queda Toñito, cinco meses, pero ese sí que no pasa frío, metido en la cuna.
La cena va terminando. Hasta un poco de turrón ha salido a la mesa este año.
—La mama, hijo —dice sentencioso el padre— sabe estirar el dinero como nadie. Ya lo has visto, alubias de color sin llorarle la grasa, lo mejor para el frío; y pan lo bastante, y turrón de postre. Aguarda, verás...
Sale a la puerta, y alcanza del tejado un chupitel de hielo. Parece cristal de transparente, se lo da y continúa diciendo:
—Lo que hace mama son verdaderos milagros, Alvarito, porque turrón en casa de pobre...
Papa es de aleluyas, se dice el niño. Una suerte, porque aprendes mucho; aunque a papa no siempre le entiendes.
—¡Hala, mis hombres! —dispone mama cuando vuelve de la cocina—, daos prisita que se acaba la lumbre y las horas que son no es para gastar más leña en la chimenea. Ni aceite del candil.
—Bueno, pero antes de irnos a la cama —opone papa—, quiero que veáis una cosa.
Lo trae a la mesa. Lo que sea, viene envuelto en papel de periódico.
—Tengo yo aquí... fíjate, Alvarito. Ahora como no hay trabajo en el campo con las heladas, se me ocurrió un día...
Un aparato redondo. De chapa, lleno de agujeros por arriba, qué cosa más rara. Y le cuelga como una cuerda con dos puntas.
—Esto es un estilo al brasero de cisco. ¿Sabes cómo te digo, hijo?
Alvarito lo sabe. Rosauri hubiera dicho que también; la señora Basilisa, la vecina, saca un brasero a encender todas las mañanas a la calle. «Yo no podría sin este calorcito por la noche».
—Pues brasero lo llamo yo lo mismo —dice papa—. Ya veréis qué bien cuando se invente la electricidad.

Pascual Martín
Grupo B


Texto 4: Frío en las entrañas

Siete de la mañana. Levanto la persiana. Me dejo abrazar por el paisaje aletargado y me envuelvo de nostalgia.
Me siento vulnerable estos días. Todo lo que acontece encaja en la desnudez que me rodea, como si se tratase de una prolongación de mí ser. El invierno elimina todo lo superfluo y deja vía libre a la verdadera esencia.
Un frío poderoso inunda mis entrañas, recorre mis venas y todo mi cuerpo se estremece. Siento el tiritar del corazón. Mi alma es gélida, igual que la naturaleza que me rodea, jugando las dos entre la realidad y el ensueño.

Pilar Sánchez
Grupo B


Texto 5: ¡Qué frío!

20 de enero. ¡Qué frío! Esta noche la nieve ha caído sobre Salamanca, poquita, pero suficiente para hacer que los cuerpos se estremezcan. El mío no notará mucho la diferencia porque el frío nunca me abandona. Se instaló en mí aquel 29 de septiembre en que lucía el sol y aún permanecía la temperatura veraniega, pero mi cuerpo recibió en su interior ese aire gélido infinito, que siempre me acompaña. La calidez de los muchos sentimientos con los que convivo no alcanza a contrarrestarlo y, a veces, me paraliza. Sí, me detiene en el tiempo, en aquella losa fría, en aquel plástico cubierto de sangre, en tu cuerpo helado, en tu rostro de niño sin vida.

Maxi Moreno
Grupo B


Texto 6: Reproches

Él

Furioso. ¿En qué tablas de la ley figuran esas que infrinjo continuamente? ¿Por qué cambian tan rápido que nunca alcanzo a redimir mis pecados? ¿Qué severo tribunal presides en el que invariablemente resulto penado?
¡Así no me encontrarás! Frío, frío.

Resentido. ¿Qué hace de mi familia una conjura de radicales? ¿Por qué sus opiniones son siempre desafortunadas o absurdas? ¿Qué dios concedió a tu madre el don de la infalibilidad?
Frío, frío.

Ignorado. ¿Por qué ha de tener todo su momento y ser inescrutable para mí? ¿Por qué siempre llego tarde, demasiado pronto o, cuando acierto, rompo, con algún gesto inocente, la atmósfera propicia? ¿Por qué casi nunca llego al instante adecuado para el sexo?
Frío, frío.

Ofendido. ¿Qué volcán expulsa sus fétidos vapores por nuestro inodoro y se calma con solo bajar la tapa? ¿Qué carísimas esencias se escapan de un tubo de pasta dentífrica que yace, casi exhausto, con el tapón abierto? ¿Qué geometría se desgarra si un pobre calcetín descansa exangüe en la alfombra del dormitorio?
Frío, muy, muy frío.


Ella

Frío. Perdiste la alegría, la que nos hacía reír con cualquier tontería. Descuidaste apoyar mis proyectos, compartir mis sueños como cuando eran de ambos. Ya no recuerdas que el sexo es algo más que una descarga. Se te extravió la ternura.
¡Así no aciertas! Frío, frío.

Recóndito. Se desvaneció tu gusto por la conversación, por la disputa amable, por la simple comunicación. Te encierras en un infranqueable silencio, huraño hasta la hostilidad, o las discusiones se transforman en refriegas con lluvia de proyectiles de rencor, granadas de mano enemiga e iracunda, bombas lapa de veladas amenazas y una apoteosis final de obuses de amargura.
Frío, frío.

Insano. Tu memoria ha entrado en declive. ¡No encontrarías unos calcetines sin mi guía! No recuerdas el nombre de algunas de mis amigas más íntimas, las que, según tú, me soliviantan. Olvidaste nuestro último aniversario. Podría perdonar tus despistes, aunque siempre se conviertan en desplantes cuando afectan a mi familia. Podría perdonar tus olvidos, pero…
Frío, frío.

Oscuro. Me preocupa tu selectiva ceguera. Ves polvo en mis zapatos, pero no que los estoy estrenando, o que llevo torcidas mis gafas y no que me corté la melena. No sé qué ruina nos acecha que te prohíbe halagarme con un obsequio, aunque sea insignificante. ¿Y las caricias? Triste ley que te impide prodigarlas como antes..
Frío, muy, muy frío.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Texto 7: Frío industrial

Apenas siento mis latidos, la temperatura de mi cuerpo no llega a treinta grados, mis dedos están azules, en pocos minutos habré muerto.
Era mi primer destino, la culta y fría Salamanca, para un almeriense era un gran cambio. La ciudad se negaba a verme, llevaba tres días bajo una espesa niebla, no veía más allá del halo de las farolas.
Suena el teléfono, son las tres de la madrugada, mi primer caso, la niebla sigue mandando, hace un frío de muerte. Un cuerpo flotando en el pantano, cerca de Guijuelo. Bajo del coche, la forense espera, apenas puedo hablar, siete grados bajo cero. El fiambre era muy conocido, empresario del cerdo, 42 años, viuda y dos hijos. Primer análisis: pequeño corte en la yugular, hematomas en los tobillos, ni una gota de sangre queda en su cuerpo.
Primeros interrogatorios en una fría sala de la policía local, todo apunta a asunto de cuernos, la víctima era de bragueta fácil. El marido despechado de una búlgara impresionante, primer sospechoso. Esto está hecho. Pero, el sospechoso tiene buena coartada y respaldada por varios testigos.
En las oficinas de la fábrica del difunto interrogo a todos los empleados, los pies congelados, las orejas tiesas, el frío es mi compañero. Alguien miente. Islandia aparece en demasiados documentos. El capataz me confirma que están luchando por un contrato de exportación. ¿Qué se lo impide?, qué no, ¿quién? Otro empresario aspira al mismo contrato. Una joyita, extorsión, chantaje, violencia de género, drogas…Propietario de un matadero, una flota de camiones y una empresa de frío industrial.
Reúno pruebas, los dos empresarios cenaron juntos esa misma noche. No entro en calor. Me presento en las oficinas del sospechoso. El frío es mi único compañero. No está en las oficinas, me acompañan hasta el matadero. Cientos de canales de cerdos flanquean nuestro camino, me imagino a la víctima, colgada, desangrándose entre estos cadáveres de cerdos. Una luz ilumina una gran cámara frigorífica atestada de cerdos descuartizados, una pila de cabezas dirigen sus fríos ojos hacia mí. Un escalofrío recorre mí cuerpo. Siento un golpe en la nuca.
Apenas abro los ojos, las pestañas congeladas, una taquicardia, convulsiono, me agarro con fuerza a un jamón helado, una cabeza de cerdo rueda sobre mis piernas. Estoy encerrado, me muero de frío. Mi primer caso, mi último caso, el frío…
Paseo por la playa, el sol baña mi piel, estoy muerto.

Tomás García Merino
Grupo B


Texto 8: Frío interior

“ No se tiene frío en invierno, sino un día de verano junto al mar. 
¿Dónde fue? ¿Dónde sentiste más frío en tu vida?” 
Ingeborg Bachmann en Malina


Hay un frío que nada tiene que ver con la temperatura exterior, un frío que llega de repente y abarca todo el cuerpo, desde lo más profundo de un alma que se siente abandonada.

Este frío que sientes hago mío:
Poso mi mano
sobre tu mano helada.


A veces llega el frío con aviso
y nos pilla vestidos, con tristeza
casi serena ya por esperada.
A veces llega el frío por sorpresa
y coincide con nubes de verano.
A veces llega el frío en pleno agosto
y nos pilla extrañando, junto al mar,
al Mar de los inviernos,
ese lugar y tiempo
en que todo el amor lo caldeaba.

Marian de Vicente
Grupo B


Texto 9: El regreso

Aquel otoño gélido y lluvioso,
sintió en su alma un frío de nostalgia,
necesitó volver, ver si la vida
le había traicionado los recuerdos,
y se subió en un auto…
quizá siguiera allí de profesor...

Y contempló ciudades
ceñidas de horizontes violeta,
fatalmente abrazadas por las nubes de siempre,
entre el sueño y la pobre tierra fría,
antaño otra mirada las hizo literarias.

La belleza en harapos de la ciudad romana
se hizo presente al fin,
era hermoso respirar frío anhelante,
los fantasmas prendidos de la ausencia.

Vagaba por la calle buscando viejas pistas,
discurrían las gentes con ateridas caras,
tras del escaparate de alguna librería,

Pessoa la miraba:

“No hay futuro, ni regreso ni mar donde morir”…
Lo descubrió de pronto, reclamo en la memoria,
brillaban los neones del hotel…

El no estaría allí…

Su pasión era un círculo muy frío,
un encrespado muro amable que albergaba
cierta complicidad..

Al fin compraron libros y manoplas de punto,
hablaron de cerámica y de literatura,
la soga estaba tensa,
tan próxima a soltarse pero no pudo ser.

De pronto sintió pánico
de subir la escalera de aquel hotel maldito,
llovía lento entre briznas de nieve,
y un velo indescriptible borraba los paisajes.

Emilia González
Grupo B


Texto 10: Tomada

Me duelen los dedos. Intento moverlos dentro de las botas. Primero encojo el meñique, después los demás, hasta llegar al gordito. Intento desentumecerlos. Me han dicho que lo haga a menudo, que además, me viene bien mantener la movilidad, sobre todo en las manos, que se volverán torpes.
Hoy tengo frío, más frío de lo normal, más que otras veces. Me duele la piel, me duele hasta el pelillo suave y tímido de mi piel, al erizarse, cualquier roce, cualquier caricia; quizás tenga fiebre ya que estamos a finales de agosto y aunque las noches se han vuelto frescas, no es para que me encuentre así, ni siquiera ahora, que siempre tengo frío.
Aunque sé que el jodido es el otro, el que me da miedo.
Me he ido acostumbrando a que los calcetines tupidos de lana nunca lleguen a calentarme del todo, a la doble capa de mantas al principio de la noche, hasta que por fin mi cuerpo entra en calor después de un día casi completo, con sus más de doce horas de frío; a los gorros, al forro polar en verano, a tocarme y helarme a mi misma con estos dedos de témpano.
De vez en cuando me acuerdo de Scott y su gente, en la antesala, en esa mierda de espera que nos es común a todos cuando lo vemos venir. En el frío polar, en el cero absoluto, en la ausencia.
Sé que el jodido es el otro, el que me da miedo.
A veces siento calor, a veces exudo calor pero sin embargo sigo teniendo frías las manos y los pies. Sé que si solo fuera eso... pero sin embargo, algo tan simple o tan tonto como sentir este frío, es lo que más me devuelve a la realidad, lo que me obliga a no perder de vista al lobo, lo que me recuerda que algo no va bien. La pelea perdida de antemano, entre prefijos y sufijos de origen latino que colman el espacio de mi mesilla de noche, allí, donde vuelve el otro frío.

Libertad Luengo
Grupo A


Texto 11: Ella

Camino solo unos pasos más,
la dolían los pies y tenia las piernas llenas de moratones.
Se adentró en lo profundo del bosque y recorrió unos cuantos kilómetros.
La ultima paliza la dejo estancada contra la esquina de la escalera que bajaba del salón al comedor.
Pero ya no soporto ninguna más, dejo de sufrir y de dar explicaciones a quien no entendía.
Dejo de llamar al Servicio Protector de la Mujer y de buscar respuestas a preguntas que no tenían explicación.
Dolorida busco un refugio para poder pasar la noche.
Empezaba a oscurecer y sintió frío de nuevo.
Se autoabrazó. Tres, dos uno, un coche de Policía Local.
Se introdujo y lo explico detalladamente: no volvería con ese hijo de puta.
Sería una superviviente que lo contaría y podría llevar una vida tranquila.

Iria Costa
Grupo B


Texto 12: Pérdida

Cuando entró a su casa después de ocho meses dormida entre las sábanas del hospital fue inevitable
que únicamente recordara, como una cicatriz, el olor de las amapolas de su jardín. Un perro
doméstico, casi famélico, lamió sus tacones color azul marino y se postró como un consuelo, quizás
el único, que pudiera esconder su soledad.
Lo abrazó con ternura, no por cariño, sino por incertidumbre, y cruzó con el chucho los cristales
rotos del pasillo. Lo primero en irse fueron los nombres de las cosas que tocaba, seguidos
obedientemente por los cuadros y los libros de las enredaderas. Los recuerdos se mudaban a una
aldea glaciar en el hemisferio sur del cerebro, de esas en las que no hay teléfonos.
No había nada de malo en avergonzarse, pero cayo enferma, desconocida entre las memorias, como
cayó su vida. En las mesillas había retratos de otros tiempos, con otros rostros extraños, pero
familiares. Algunos la retaban con la certeza de ganar, otros simplemente desaparecían entre la
maleza. Reconoció, entre los espejos, uno de ellos: una niña de posguerra y una anciana juntas en
su pueblo natal.
En las horas siguientes, se ha buscado en los armarios, se han recorrido todos los cajones, e incluso
se han desparramado los papeles, y desesperadamente se ha encontrado la miseria en una fotografía,
una de la niña de antes, pero ya no niña sino mujer, y en una de las habitaciones contiguas de ese
suelo que estaba pisando, con un bebé sonriendo entre sus brazos. Sea lo que sea lo recordado, ya
no estaba en la punta de la lengua.
Entró en la habitación de la fotografía, una oscura y vacía, con una cuna sin niño. Con juguetes
esparcidos por todo el suelo y una luz encendida en la mesilla, quizás, para ahuyentar a los
monstruos y las pesadillas. Se vuelven las nanas, se vuelven los cuentos para dormir, se vuelve la
ternura entre la cuna. Y todo ello se recuerda en un bebé sin nombre, pero con los mismos apellidos;
y la Luna en la ventana parece alzarse como un poema de amor que solía saberse, pero que ya se ha
olvidado.
No cayeron lágrimas esa noche, ni la noche siguiente ni la siguiente a esta, pero en lo más profundo
de su memoria aún tenía guardado el recuerdo eterno de esa fotografía. Y el perro volvió a chuparle
los tacones.

Alejandro López
Grupo B


Texto 13: Como Pez en el Agua

Aquella mañana de enero, Don Eloy Ache, se puso un jersey de algodón y salió del apartamento cerrando la puerta tras de sí. Al ir a coger el ascensor se encontró con su insufrible vecina que subía.

–Buenos días Don Eloy. ¿Qué, a dar su paseíto?
–Así es, Doña Julia. Y usted, ya veo, de pasear a su Beki.
–Sí, se pone insoportable si no sale. Debería usted abrigarse más. Hace un frío infernal.
–Sorprende que usted lo diga. Cuando lleva en ese abrigo un cementerio de animalitos sacrificados.
–Usted tan agrio como siempre. Tonta de mí que le tengo consideración –dijo la mujer irritada. Don Eloy entró en el ascensor murmurando jocoso “¡Que hace un frío del infierno, lo que hay que oír! Sabrá ella la climatología que habita el inframundo. Son ganas de desbarrar”.

Don Eloy Ache, congeniaba muy bien con el frío. Pero no con un frío cualquiera, tenía que ser un frio muy frío. Madera de mártir no tenía, pero sí razones que no voy a desvelar porque se acabaría el cuento. Hacía la friolera, y nunca mejor dicho, de sesenta años que se conocían y se encontraba muy cómodo en su compañía. No en vano había sido su compañero más cercano, el más entrañable y el más fiel de todos los fríos que había conocido en su vida. Tenían tanto en común... Don Eloy Ache sabía, que el frío y él, estaban hechos el uno para el otro; y en reconocimiento a su amistad, se sometía gustoso a sus rigores. En cambio el frío infernal de doña Julia, no era su infierno ni el de las personas que no eran Doña Julia. Por contra, maldecía los veranos. Conocía los estragos que había causado en aquellos afines a su delicada naturaleza y escapaba de él como de la peste. Ese sí, ese era el infierno de Don Eloy y de aquellos que no eran Doña Julia. Porque Doña Julia tenía los términos frío, calor, invertidos. El rey sol, no el francés, el astro incandescente del gran complejo universal que sobrepasaba los cuarenta grados, ese sí, ese era su pesadilla, tanto que tomaban el chocolate de espaldas. Claro que Don Eloy Ache, lo tomaba frío.

Fue pisar la calle y una piel de plátano se cruzó en su camino. Don Eloy, con su pie del cuarenta y seis, cayó como una apisonadora sobre el desperdicio. Don Eloy, salió disparado como una bala para ir a estrellarse contra el muro de hormigón de un convento. Un ruido de cristales rotos restalló en la calle. El pobre Don Eloy Ache, quedó hecho añicos de hielo sobre la helada acera.

Pepita Sánchez
Grupo B


Texto14: Bajo un manto blanco

Las marcas de sus pesados pies quedaban impresas en la nieve a cada zancada que daba. No estaba acostumbrado a correr, al menos no en los últimos tiempos, desde aquel lejano día en que un granjero de la zona lo sorprendió intentando robar una oveja de su corral.
Jadeaba sin cesar y le dolía el costado, pero no podía aminorar la marcha sino quería acabar acribillado a balazos por aquel tipo de la escopeta que le acechaba desde hacía un par de horas. No tenía la menor idea de quien era, pero desde el primer momento en que cruzaron sus caminos se dio cuenta de sus macabras intenciones.
Se había criado en aquella inhóspita tierra, siempre flanqueado por enormes montañas de interminables cimas blancas, pero, por primera vez en su vida, sintió verdadero pánico. La ansiedad invadió su cuerpo, provocando que su sistema de orientación se colapsara por completo y obligándolo a correr a ciegas mientras rezaba por divisar algún lugar familiar que le permitiera reorganizar su huida. La brutal ventisca y el medio metro de nieve que cubría aquella zona tampoco ayudaban en la tarea.
Mientras corría, y a pesar de lo frenético de la situación, meditaba sobre su existencia. Los recuerdos se agolpaban furiosos en su cabeza, dibujando un amplio esbozo de su larga vida. Huérfano desde que tenía uso de razón, había pasado sus días deambulando de un lugar a otro, evitando molestar o ser molestado y sobreviviendo gracias a su inteligencia e instinto. Hacía ya tiempo que había desistido en la tarea de encontrar sus raíces, por mucho que a veces el deseo de saber quién era en realidad aguijoneara con fuerza su yo más profundo. La soledad había sido su única compañera, discreta e inspiradora, siempre dispuesta a confirmar la realidad de su existencia.
Fue el barranco el que por fin detuvo sus pasos. Y la bala que pasó rozando su cabeza la que le llevó a tomar la decisión. No sobreviviría para abrazar de nuevo a su amada soledad, pero, quizás sí lo hiciera en el recuerdo de aquellas pocas personas que se habían cruzado en su camino en los últimos siglos. Mientras se precipitaba en el abismo, el último Yeti vivo deseó que el manto blanco que le esperaba abajo fuera lo suficientemente grueso para que nadie jamás encontrara su cuerpo.

Jorge Martín
Grupo B


Texto 15: ¿Quién dijo frío?

Todas las rendijas sin excepción eran visitadas por el cortante y gélido frío de la mañana.
¡Sin paños calientes!
El frío le calaba y se le colaba a Vicky cual fina bruma en todos los espacios ‘interestelares’de su cuerpo diminuto.
Ateridos y tensados todos los músculos de la cara y el cuello ; ateridos y tensados todos los músculos de los brazos y manos; ateridos y tensados los músculos de … ¡todos !
¡Todos los músculos ateridos!
Procedía a saltar y correr para calentarse con la poca energía que tenía.
Corría.
Corría.
Saltaba.
En los semáforos se re-congelaba de nuevo.
En una espera y de manera casual apareció un perrito que vagabundeaba por allí.
Aterido de frío y con todos los músculos de su cuerpo tensos. ¡Todos!
Bueno, ya somos dos, se dijo Vicky con mucha guasa. Lo llamó suavemente y el se aceró de manera tímida y sumisa.
Lo abrazó. Y él se dejó querer.
Los fríos desaparecieron como si no existiera frío en el mundo.

Ismael Marcos
Grupo B


Texto 16: Haiku

Con los carámbanos
reflejando las estrellas
la nochevieja

Alfredo Domínguez
Grupo B


Texto 17: La trinchera

Ypres, frontera franco-belga. Enero de 1916.

Llevo más de un mes en esta trinchera. Con la llegada de las primeras heladas, el frio era otro compañero. Al principio era duro, pero llevadero. Las lluvias lo convirtieron en doloroso. La ropa mojada y casi congelada era un enemigo más. Aumentó el agua y la trinchera se llenó de barro, a día de hoy nos llega a las rodillas. La tristeza que me provocaba la muerte de algún compañero cercano, se ha tornado en alegría por poder quedarme con su par de calcetines secos. El frío que invade mi cuerpo ha llegado al corazón, ya no siento ni los pies ni las emociones, ya no siento. Mi cabeza sólo piensa en él y sueño con un lugar cálido y seco, aunque sea la muerte.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Texto 18: Frío 

Frío el del recién nacido
al abandonar el cálido vientre de la madre
y enfrentarse a un mundo desconocido.

Frío el de los padres
al soltar la mano del hijo
al comenzar la etapa de estudiante primerizo.

Frío el del adolescente
que se siente solo
e incomprendido.

Frío el del hogar vacío
cuando los hijos
abandonan el nido.

Frío el de los esposos
que comparten un amor marchito.

Frío el del anciano
abandonado por quienes tanto ha querido.

Frío ante la intolerancia, la prepotencia y la soberbia.

Frío el de la noche
en una patera llena de gente
en medio del mar, huyendo de la guerra.

Frío al mirar el camino recorrido
y ver que está más cerca
el final que el principio.

Frío el beso de la madre
en su despedida al comenzar
su viaje de ida y nuca más, de vuelta.

Frío el vivir sin sueños que cumplir.

Frío cuando nadie recuerde que has vivido
y como tantos otros, pasaste inadvertido.   

Marian Pérez Benito
Grupo B                      


Texto 19: Frío

Dime ¿cómo podré combatir el frío de tu mirada?
¿Cómo podré calentar la losa, helada por tus desaires, que me aprisiona?
¿Cómo podré volar deshaciendo el gélido hálito que tejes sobre  mi con tu sonrisa fría?
¿Cómo podré  caminar bajo un tórrido sol con el alma helada? 
Dímelo. Tú lo sabes

Ramón Sánchez
Grupo B


Texto 20: Enero en Salamanca sin calefacción

Toc, toc, toc.
Voooy, voooy.
Tap, tap, tap.
Brrr, brrr, brrr.
Thh, thh, thh.
Queee quieeeres , brrr.
Aaaazucar, aaaceite, thh.
Tap, tap, tap. Brrr, thh.
Toooma.
Graaacias.
Brrr, brrr, brrr
¡Clac!
Tap, tap, tap.
Thh, thh, thh.
¡Joio tembleque!

José Luis Fonseca
Grupo A


Texto 21: Frío

Frio, mucho frio.
Y aquella noche llegó ese frío, ese que congeló su vida.
En una habitación de hospital, donde en una blanca cuna estaba aquella niña, había mucho amor, mucha ilusión esperando su llegada. Llegó acompañada de blancos e invisibles copos de nieve que danzaban, jugueteaban con ella, querían llevársela con ellos. ¡Era tan dulce, tan tierna aquella niña! La calidez que había en aquella habitación, manos expertas y ganas de vivir, les derritió, pero aquella niña estaba marcada. Ese frío la acompañó, se había encaprichado de ella, - muchos problemas de salud-, aprendió a luchar contra el frío, una lucha mansa, tranquila, refugiándose en todo lo bueno que había a su alrededor, sentirlo y aprovecharlo, vivir intensamente, dando mucho amor a cuantos la rodeaban, transmitir su paz y serenidad, dejar muy llenos de ella.
Y el frío llegó y, esa noche ella se acurrucó en él, ya no tuvo compasión de ella, y con él se fueron muchos sueños por cumplir. ¡Qué duro el frío de la muerte! ¡Cuánto frío dejó!

Inés Izquierdo
Grupo  A


Texto 22: El frío peor

Mi casa fría, la mañana helada, la pereza de salir de la tibia calidez de la cama junto con la pereza infumable de la ducha que adormece mis sentidos, consuelo de brasero, fuera, cristales helados, días de sabañones incipientes, día álgido y glacial, tintinear de dientes, insensible invierno crudo y mortal. Unas alas invisibles rozan mi cara y penetran en mis huesos cuando camino por la calle compañía.
Pero el más terrible frío invernal o las bajas temperaturas de la meseta castellana y la cencellada más cerrada y blanca no me asustan.
Existe un frío más veraz que el físico, la escarcha inflexible que se siente como nieve en las uñas ante arte la noticia inesperada de una desgracia, entonces es cuando el corazón se congela y se hace difícil respirar, tu alma se congela raudo como en un golpe seco de hielo, también duele en la medula el frío de la soledad, severo y personal entumecimiento que deja tu cuerpo en la agónica travesía del abandono del abuelo y el frío de la traición que dura mucho mas que una estación, o la ingratitud, aderezado con la soberbia vileza que te arrastra a la ira.
El frío del desamor, el de la soledad, el de una pérdida,
Sin duda ese frío es el más soberbio y riguroso, el que mas duele, el que más destempla, ese es el frío infinito, el frío de la bajeza humana, ese, es el frío de la muerte.

Esther Yubero
Grupo A


Texto 23: El frío

Los inviernos ahora nada tienen que ver con aquéllos de mi infancia en los que el frío era mucho más riguroso. Recuerdo , en alguna ocasión, haber visto la ropa congelada, muy tiesa, en el tendedero exterior de casa, lo que provocaba nuestras risas infantiles y otro recuerdo instalado en mi memoria, es el de haber caminado, anclada a la mano de mi padre, sobre el río ¨” candado” ( porque en Salamanca el río no se hiela, el río “se canda”), eso sí, con unas buenas botas katiuscas , un gorro de lana , tejido por mi madre , guantes que aliviaban apenas las manos entumecidas y una amplia bufanda, enroscada a mi cuello y que camuflaba mi rostro casi por completo. Y veíamos también carámbanos afilados, adornando algunas fachadas, lo que les daba un aspecto mágico..En aquéllas ocasiones, el frío era una fiesta .También las nevadas eran mucho más copiosas, podíamos hacer grandes muñecos de nieve en alguna de ellas y batirnos a “bolazos”entre risas y estruendo …
Ahora ya no hace frío, como el de antaño, el cambio climático es evidente, aunque algunos se empeñen en negarlo..pero del frío que apenas se habla es de otro, más íntimo y doloroso y que puede darse en cualquier estación del año: es el FRÏO que también se instala en el corazón, cuando la vida empieza a declinar, y notas el alma aterida y te das cuenta de que no existen guantes ni gorros que puedan devolverle el calor de antes. Sí, en el invierno del corazón hace mucho frío...¿será mi destino perecer en el hielo?

Rosa Celia González
Grupo B


Texto 24: Un frío despertar

A falta de una hora para amanecer, entre los pequeños agujeros de la persiana se perciben los rayos de la farola de enfrente. El silencio envuelve toda la habitación… “parece que hace frio”, piensa inconsciente desde lo más profundo de su ser, a la vez que un escalofrío le recorre el cuerpo. Involuntariamente la ropa de cama descendía con suavidad sobre el álgido suelo, seguramente debido a la patada que propino al hombre que le perseguía durante toda la noche. La verdad es que estaba resultando una emocionante aventura. Esta vez el frío comenzó a recorrer cada rincón de su cuerpo, como la corriente recorre el cableado por el que circula. Abrió los ojos y, como una centella, recogió las mantas y las colocó cuidadosamente sobre su cuerpo. En pocos segundos comenzó a sentir ese placer inexplicable que ofrece la calidez de su cama y continuó con su carrera. Estaba segura de acabar con el hombre malo.
A lo lejos, una dulce aunque latosa voz retumba en su cabeza.
¡Levanta!
¡Levanta ya o llegarás tarde al cole!
Desperezándose, asoma con temor entre las cálidas mantas. Primero sus ojos, luego su nariz. El frío le estaba dejando la punta de la nariz helada… pensó “¡pobre pinocho! ¡Lo duro que sería tener su nariz fría! y volvió a cubrir su cara con su placentera sabana. Otra vez esa voz:
¡Levanta. Es tarde!
Ya no sólo sus ojos y su nariz asoman asustados entre aquel amasijo de mantas. La boca hace su entrada, expulsando el aliento… una, dos y hasta tres veces el vaho que sale de sus entrañas, similar al humo de la chimenea del vecino. Vuelta atrás su cuerpo luchando por salir, pero su mente por quedar acomodada en su acogedora cama. El frío entumecerá su cuerpo a pasos agigantados. Se encuentra inerte, esta situación no se puede alargar. El tiempo pasa y hay que tomar una dura decisión, que afectará a su futuro porvenir. En ese mismo instante decidió que el cole ya no sería igual, necesitaría unos años para ir integrando su vida académica al gélido invierno…Y grita: ¡qué duro es el frío invierno!

Josefina Félix Iglesias
Grupo A


Texto 25: El frío

Escribir para un concurso, sobre el frío. Por fin pasaré toda la noche de fiesta. Estrenaré mi vestido de gala rojo y con un buen canalillo. La tarde se empeña en estropearme la ilusión. No lo va a conseguir. Cae el primer copo de nieve, le siguen más y más..., el frío es intenso, la nieve se hiela. Pero yo erre, que erre con mi vestido y mis zapatos de tacón. Riña con mi madre: -mamá que no hace frío, en la discoteca hace calor. -Pero hija esos tacones...)
Me fui con el enfado de mi madre, yo insistiendo que no hacía frío. Después de mucho tiempo puedo decirlo, ya lo creo que hacía frío. A mi madre le seguí insistiendo en que no pasé frío.

Josefa Redondo
Grupo A

Anatomía sensible

La sesión del lunes la dedicamos al cuerpo. Recorrimos de la mano de la literatura nuestra anatomía, del talón a la frente. Luchamos cuerpo a cuerpo con la palabras que nombran o adjetivan el cuerpo. Que escribiríamos sobre una axila? Tomamos como referencia el libro de Andrés Neuman titulado "Anatomía sensible", un ejercicio de prestidigitación literaria donde se mezclan géneros muy diversos.
Contrastamos los textos de Neuman con los de Grassa Toro en su libro "Este cuerpo es humano" y remitimos a los lectores y escritores curiosos al monográfico de la Revista Litoral dedicado al Cuerpo.




Destacamos la curiosa forma en que Judith Bosch escribe sobre el cuerpo en su libro "Aperitivos tóxicos y otros relatos". Veamos algunos ejemplos:

Capitalismo hepático

Aquel ribosoma, cansado de formar parte de un órgano comunista, gritó a viva voz: “¡quiero mi propia célula privada!”.
El cáncer fue fulminante.


Burocracia y neurotransmisores

Axón1: Abrir mano.
Axón2: Pero… ¿por qué?
Axón1: Eso es pensamiento y lo lleva otra sección; tú, comunica.
Axón1: Estirar codo.
Axón2: Estirar codo.
Axón1: Cerrar mano.
Axón2: Cerrar mano.
Axón1: Flexionar codo.
Axón2: Pero… ¿por qué?
Axón1: ¡Y a ti qué más te da! Tú, comunica.
Axón1: Rotar codo.
Axón2: Rotar codo.
Axón1: Apretar gatillo.
Axón2: Apretar gatillo.
Axón1: ¡Un momento!
Pero ya era demasiado tarde.

Y reivindicamos la belleza interior frente a la exterior como una manera más plena de conocer nuestro cuerpo. Así lo hizo también Baldomero Fernández en su poemas "Soneto a tus víscera":

Harto ya de alabar tu piel dorada,
tus externas y muchas perfecciones,
canto al jardín azul de tus pulmones
y a tu tráquea elegante y anillada.
Canto a tu masa intestinal rosada
al bazo, al páncreas, a los epiplones,
al doble filtro gris de tus riñones
y a tu matriz profunda y renovada.
Canto al tuétano dulce de tus huesos,
a la linfa que embebe tus tejidos,
al acre olor orgánico que exhalas.
Quiero gastar tus vísceras a besos,
vivir dentro de ti con mis sentidos...
Yo soy un sapo negro con dos alas.

Yo también aporté un texto personal titulado "Las manos" para completar este atlas anatómico literario:

Tal vez lo más valioso de mi cuerpo sean las manos. Unas manos que se aferran al cuerpo y que conocen la caricia exacta, el apretón sincero.
Me gustan las prendas hechas a mano, las palabras manoseadas, las manos capaces de hacer magia, las manos que operan, los mano a mano.
No me gustan las manos que manipulan, ni las manos de hierro, ni las manos largas o las manos blandas como las de los hombres sin hueso. Tampoco me gustan los besamanos.
Me gustan las manos limpias, las manos llenas de chapapote, las manos pintadas de blanco solicitando el vuelo de la paz, las manos que hacen música en el manubrio, la mano izquierda.
No me gustan los que roban a manos llenas, los que untan la mano, los que se traen entre manos maniobras extrañas, los que levantan la mano (y no para hablar). No me gustan las bombas de mano.
Me gusta ser mano en el juego, echar una mano, estar siempre a mano, ponerme en buenas manos. Me gusta la mano que mantiene, la mano que turba, la mano que manufactura, la mano bien metida en la falda, la mano que da vida a unas sombras, el equipaje de mano.
No me gusta echarme las manos a la cabeza, la mano dura, ir de mano en mano como la falsa moneda, ni llegar a las manos o a manotazos. Y tampoco me gusta estar a trasmano.
Me gusta tener siempre a mano un periódico para buscar en los anuncios por palabras, alguna oferta de segunda mano: se necesita mano de obra para construir un sueño a medida. Se ofrecen manos para manicura. Empresa líder en el sector busca amanuense para escribir un manifiesto contra la mano siniestra. Recibimos con la mano abierta, de antemano. Abstenerse todos aquellos que se lavan las manos.
Pero también te quiero a ti por tus manos. Y con la mano en el corazón, y con palabras de Benedetti, te pediría una y otra vez la mano: “Tus manos son mi caricia / mis acordes cotidianos / te quiero porque tus manos / trabajan por la justicia”


(A los amigos de “A mano cultura” de Salamanca)


Propuesta de escritura:

Te proponemos dos tareas, a elegir:
1. Piensa en una parte interna de tu cuerpo y escribe un texto elegíaco.
2. Escribe un diálogo entre dos partes de cuerpo (una interna y otra externa)


Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Verde

Anoche, cuando he hablado contigo,
me he dado cuenta de un hecho extraordinario:
de entre los colores de tu mirada,
un verde profundo, eléctrico,
me ha envuelto
y me ha encadenado a ti, un instante.
Y desde el agujero abierto bajo mi cuerpo,
suspendido en la dulzura de tu encanto…
me he dejado,
me he propuesto zambullirme en esos ojos,
en ese verde encadenante,
mientras me he ido abandonando,
lentamente,
en tus aguas oculares.
Sólo ha durado un segundo,
pero ahora te busco cada noche,
cada día,
para volver a sentir la experiencia
de nadar
en los verdes mares de tu mirada.

Jaume Castejón
Grupo B


Anti-elegía a mi próstata

He aprendido a temerte, oculta e insidiosa próstata. Tiene tu nombre una sonoridad antipática y hostil, como imperiosa orden de un temible cosaco.
He encontrado versos dedicados a casi todos los órganos, vísceras y apéndices del cuerpo: al amoroso corazón, a los valientes riñones, a la sensible nariz, a la lengua cantarina… pero a ti, ni un halago, ni un reproche, ni una mención siquiera.
Hace quince años quizás yo no fuera enteramente dichoso, pero cuando aquel hombre, con solo tocar mis pies, anunció tu estado quejoso e inflamado, no pude adivinar el calvario, íntimo y progresivo, al que me habías condenado: la aniquilación lenta y sibilina de mi bienestar físico.
Todo empezó con un ligero escozor, una leve incomodidad que los médicos decidieron combatir con cápsulas, tras una vejatoria -y quizás para ellos, libidinosa- exploración de mi ano. Te aplacaron un poco, pero injuriaron otras partes de mi organismo, absolutamente inocentes y desprevenidas, ajenas por completo a tus asechanzas.
Y más tarde esa humillación constante contra el flujo de la orina. Estrechaste el caudal hasta convertirlo en reguerillo ínfimo y entrecortado.
Y conforme pasaron los años creció tu alevosa amenaza sobre la acobardada vejiga. Llegaste a torturarme hasta extremos indignos, propios de alguna bárbara prisión. Me obligabas a dormir intermitentemente. Al principio, una vez te bastaba para hacerme patente tu crueldad, pero luego, pareciéndote que me acostumbraba a tus tormentos, girabas la rueda del potro para que mis viajes al baño se repitieran dos o tres veces en la mitad del sueño.
El doctor, ésta vez, empleando su ominoso dedo nada más que para mostrarse imperativo, me alistó en una lucha corajuda contra tu perfidia y armó contra ti, una artillería de pastillas de calibre diverso. Parecieron acobardarte un tanto, aunque a costa de aumentar los daños colaterales.
El galeno entonces confesó su impotencia. Se acabaron las medicinas, me dijo. Ahora ya estáis solos ella y tú.
Solo nos queda una batalla, un duelo a muerte: Extirpación si venzo yo, una esquela si eres tú la ganadora.

Pepe Lorenzo
Grupo B


EL CUERPO DEL DIA-LOGO.

En conversa-acción:
El inquieto Ojo se fija en un Hueso:
-Eh tú, ¿ Qué miras?.
Este impertérrito responde:
-Lo dura que es la vida.

******

Ante todo esto, la temblorosa Mano que sostiene, observa como el Corazón exclama excitado:
-¡¡¡ Ten cuidado!!! , que no se te escurra entre…

-Mejor te lo mando y lo lanzas lejos.

******

Cuando el Pan-creas observó cerca a la Nariz, proclamó:

-Siente, siente la dulzura de la vida…

Y esta con olfato respondió:

-Y tú, huele, huele la fétida humareda de la muerte.

******

Aquel Pulmón “embronquiano” y divertido, ve pasar a la articulada y jadeante rodilla:

-Chhssss. Abreté y deja que salga…

Y esta que se para sorprendida:

-¿Seguro? ¿En carne y hueso?

******

Mas he aquí al impetuoso Pie que en un cruce veloz con una Neurona…:

-Eeehhh guapa!!! ¿Cómo andas?

Eléctrica e impetuosa responde:

-… como siempre campeón, de Cabeza.

******

Aquel Óvulo indeciso le contaba en confianza al dedo Indice derecho:

-Sabes, tengo miedo de salir…

Este se yergue orgulloso:

-¡UUUUMMMMM! Si quieres, te indico el camino.

******

-Y la Historia, la conexión, la intercomunicación entre nosotros, continúa cada segundo, cada minuto, cada hora,…en todos y cada uno de los momentos de la vida- expone la sabia Boca al delgado Intestino.

-Es cierto- le responde con cierta acidez en su carácter-cuánta verdad expresas… y lo que tardamos en digerir, en asimilar lo que necesitamos, y en desechar lo que ya no vale.

Maria Jose Arrojo
GRUPO B


Diálogo entre el cuello y el hombro

Me viene a la mente una historia que contaba mi abuelo Bernabe cuando eramos niños, y nos sentábamos a su lado en la camilla de la casa del pueblo, en las largas horas de los inviernos de hace bastantes años. Empezaba diciendo: “A que no sabéis porqué....”, y aquí comienza la historia de la relación del cuello y los hombros.
“A que no sabéis porqué los ricos tienen el cuello largo y los pobres el cuello pequeño”.
Y nos lo contó cientos de veces, diciendo que se distinguía muy bien un rico de un pobre, los ricos tienen el cuello largo y los pobres apenas tienen cuello y este está muy pegado a los hombros.
Cuando le preguntábamos, que nos lo explicara, nos decía siempre, que era muy fácil entenderlo, pues a lo largo de la historia los ricos cuando preguntaban a sus hijos si querían comer jamón, todos decían !Si! !Si!!Si!, levantando el cuello todo lo que podían, mirando los jamones que estaban colgando en la cocina, y así se les fue estirando cada vez más.
Los hijos de los pobres, cuando su padre les decía si querían un trozo de pan para merendar, decían “bueno” “bueno” “bueno lo que usted diga padre”, encogiendo el cuello entre los hombros.
¿ Sigue hoy habiendo cuellos largos y cuellos cortos ? ¿Que pensáis ?

Luis Iglesias
Grupo B


Podríamos ser de otra forma

Me despierto con la ilusión de que esta noche pasarán los Reyes Magos. Pongo los pies en la alfombra, me incorporo e inmediatamente calzo las zapatillas y camino hacia el cuarto de baño con la premura del primer pis mañanero. Por el camino noto un regusto a camembert de Normandía procedente de mis pies.
Al desayunar, me agrada el aroma del café, pero las tostadas con aceite no me saben a nada: Sigo percibiendo el sabor a queso.
En la bañera me enjabono con gel de baño de fresa, y percibo la sensación de meter una fresa dulzona y aromatizada en la boca, pero sin tragarla. Disfruto del sabor pero sin comerlo. Al salir percibo el suelo frío, duro y con un cierto sabor ligeramente salado, sin terminar de identificarlo.
Al secarme aprecio unas zonas sonrosadas en el centro de las plantas de los pies, que identifico como papilas gustativas. Me miro al espejo, saco la lengua y está lisa y de color pardo.
Ante esta situación, lo primero que se me ocurre es ir a pasear por la orilla del mar. Ahora además del frescor del agua y el contacto con la arena noto su sabor; sabor salado intenso que me cansa al poco tiempo y tengo que salir. No es tan bueno como pensaba.
Paseo descalzo por la pseudo-playa de un pantano y aquí aguanto varias horas percibiendo un sabor neutro, con ciertos matices que no sabría describir.
Camino descalzo sobre la hierba, notando que sabe a ensalada sin aliñar. Noto un dulce mentolado, y al levantar el pié ,veo un caramelo a medio chupar que se me ha pegado.
Voy a la rioja y me invitan a pisar uvas a la antigua usanza. Esto supone una pequeña orgía para mi: se combinan gusto, tacto y frescor; tres sensaciones difícil de procesar al unísono. Me relajo y me dejo llevar. Las sensaciones ascienden por los nervios sensitivos, llegan a la médula y de allí al cerebro, donde impactan en la corteza cerebral, produciéndome una ligera sensación de mareo. sigo pedaleando hasta el agotamiento. Pierdo el conocimiento y me despierto, esta vez de verdad.
Al despertarme recuerdo haber leído que algunos insectos tienen células gustativas en las patas, por lo que al pisar una superficie dulce, ya la están saboreando antes de probarla.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


El corazón

Un nuevo amanecer de esperanza. Esperanza en  que te vas a poner bien, esperanza de poder darte un beso, esperanza de darte un abrazo físicamente y decirte que te quiero.
Van a quitarte el tubo.  Molesta un poco en la garganta, tienes que respirar sin ayuda. Hazlo despacio, poco a poco. ¡Cómo me gustaría saber  escribir y expresar todos los sentimientos, de amor, de dolor, por tantas ausencias!
A ti se te rompió el corazón, a mí se me rompió  el alma.

Josefa Redondo
Grupo A


Dónde está el alma

En una relajación vi mi corazón y le pregunté:
- ¿Tú eres el que nos haces sentir las emociones?
- ¡No!  Yo no. Es el cerebro el que me transmite como una descarga las sensaciones. De ahí viene el dolor, el ahogo, la opresión… según el sentimiento.
- Y el alma… ¿dónde está?  ¡Cuántas veces decimos cómo me duele el alma!
- ¡Pero niña! ¿Qué preguntas haces? El alma es inmaterial. Dónde está ni se sabe. Solamente decimos que la sentimos.
Si los que me leéis sabéis la respuesta, me gustaría que me lo explicarais.

Josefa Redondo
Grupo A


El Hígado de Eva

Ocupas por designación divina el Olimpo del Hipocondrio. En tu anonimato, te alzas poderoso protegiéndome de la bilis de la ira y los requiebros del alma. Vives viviendo en mí, como el casco de un guerrero. Hermano protector de la Biliar y confidente leal de este estómago delicado que sólo se alimenta de manzanas. Metódico, depuras mi sangre del pecado original y de sombras, prolongándome el hilo de la Vida en la curvatura del tiempo. Así es como te acojo, abrazándote sin poderte tocar , sintiente, como el hijo que nunca tuve- aunque inventen que tuve cientos- llenando ese espacio diafragmático hasta alcanzar una ausente quinta costilla que Dios nunca quitó a Adán, sino a mí.

María del Carmen Pedrero
Grupo A


¡Ay, la mano izquierda!

Dicen que eres muy necesaria en muchas situaciones. Desde luego. Llevabas una vida ajetreada, siempre con la derecha ocupada en sostener a todo el cuerpo. Te tocaba coger la comprar, abrir las puertas pesadas, agarrarte a la barra de los vagones del metro, o del autobús urbano. Por cierto, daría para un buen tratado de mala educación lo que no hacen muchos fulanos y fulanas, no ceder nunca el sitio en los asientos reservados. Pero al tema, tú mano izquierda hacías función de siniestra y cuarto y mitad de diestra. Cuando Athos, el perro familiar, tiraba con fuerza te tocaba a ti sufrir. Y así, querida mano, un día no pudiste con él, te fuiste al suelo y te rompiste el “segundo metacarpiano derecho”. Sé que volverás, dicen que en poco más de 2 semanas. Quiero creérmelo. Vuelve, los demás miembros del cuerpo te necesitamos.

Fdo. Tu corazón, que también queda a la izquierda.

Javi Martín
Grupo A


Diálogo entre la boca y el estómago 

Estómago —Podías dejar de roncar ya de una vez, ¿no?
Boca: —¿Y yo qué culpa tengo? ¡Si soy la primera que lo sufre! Si estos aires me secan la lengua y la campanilla y es un asco.
E —Pues haz algo, yo qué sé. Ábrete y ciérrate unas cuantas veces, a ver si te callas.
B —Lo que es como no quiera el Amo no hay nada que hacer. De todos modos te veo de muy malas pulgas esta noche.
E —Pues sí. Si te digo la verdad, hasta los mismísimos estoy. ¡Todos los viernes es lo mismo! Se mete el Amo esa pedazo de ensalada de lechuga, berros, queso y anchoas, que es que no sé cómo me cabe dentro y luego me toca a mí estar cuatro o cinco horas para deshacerlo todo, y es que no puedo. ¡Los berros no hay quien los deshaga! Y las anchoas me provocan un ardor que empiezo a estar fastidiadísimo.
B —Pues un poco paciencia, hombre. ¡Que tú puedes con todo lo que te echen!
E —¡Y unas narices! Al final siempre acabo la faena con la ayuda del Almax.
B —Eso es verdad. Pero mira, reconozco que a mí el saborcillo del Almax hasta me gusta.
E —Ya, claro. Pues sabes lo que te digo, que ahora mismo voy a regurgitar esta mierda de berros y anchoas que no hay quien los deshaga.
B —¡No, por favor! Que me llenas de jugos ácidos repugnantes y encima se me quedan los dientes superásperos. ¡Venga, hombre! ¿Cómo no vas a poder con ellos?
E —Si no es que no pueda, que con un par de horas más podría. Pero es que estoy harto y el Amo tiene que aprender que no me puede hacer esto todos los viernes. ¡Hale, prepárate que va todo p´arriba!
B —¡Agg, qué asco! Y encima has despertado al Amo.
E —Ya está. Ahora a por el Almax. Por cierto ¿qué hora es?
B —Yo qué sé.
E —Pregúntaselo a los ojos, que habrán visto el reloj-despertador del Amo.
B —Pregúntaselo tú.
E —No me fastidies, que tú los tienes al lado. Si se lo pregunto yo, despierto a todo el mundo.
B —Vale…. Dicen que las cuatro de la madrugada. Vaya horas de despertarle.
E —¡Cojonudo! A ver si así aprende. Y qué, ¿ha cogido ya el Almax?
B —¡Ay, no, qué horror! Ha cogido la sal de frutas. A mí no me gusta nada; es como una ración doble de babas.
E —Pues a mí me encanta. Ayuda mucho más que el Almax. En fin, a ver si terminamos esto de una vez y nos tranquilizamos todos. Buenas noches.
B —Buenas noches.

Óscar Martín 
Grupo A


Oigo pero no entiendo

¡Me habéis vuelto a engañar! Continuamente caigo en la trampa y no escarmiento. Quiero entender con claridad y vosotros, mis oídos, me negáis el derecho a interpretar con lucidez aquello que oigo. Mi vida se complica más cada día por vuestra culpa. Voy por la calle, escucho mi nombre y rápidamente me doy la vuelta con una gran sonrisa esperando saludar a algún amigo, pero me encuentro con un completo desconocido con el brazo en alto parando un taxi.
¿Qué debe pasar en los conductos que van de mis adornadas orejas al mondo cerebro? ¿Qué misterioso mecanismo cortocircuita el flujo de las ondas que hacen inteligibles los mensajes? Parece como si un universo de fuerzas ocultas se hubiese conjurado para entorpecer mis relaciones sociales.
La disfunción entre el oír y el entender me lleva a situaciones de todo tipo, en algunas ocasiones divertidas pero en otras, absurdas. Como cuando interpreté que la hija de mi amiga Conchi iba a celebrar su ‘poda’ en la sierra de Madrid y le pregunté qué se iba a podar ¿tal vez el cabello? O la vez en que Joan me contaba lo bien que se lo pasó en una playa en la que había mucha ‘pluma’. Por fortuna, no hice ningún comentario hasta que el hilo de la conversación, que versaba sobre el mal tiempo, me hizo comprender que se refería a la bruma, no al ambiente gay. En otra ocasión hice el ridículo halagando innecesariamente al anfitrión del cóctel porque la jefa de protocolo me indicó que le diera una ‘coba’, cuando en realidad me pidió que le acercara una copa. En fin…
Vivo en perpetua inquietud porque no puedo fiarme de vosotros, mis oídos. Al final tendré que aplicaros un severo correctivo, porque sé que hay una solución que pasa por el otorrinolaringólogo que, si no es definitiva, al menos puede amortiguar los efectos de lo que a todas luces es una sordera incipiente. Me presentaré ante el especialista y emplearé los ‘aminuncas’ con los que convivimos todos aquellos que hemos pasado la ‘cierta edad’. Le diré: doctor a mí nunca me había ocurrido pero últimamente oigo fatal. Sé su respuesta y su prescripción… Pero ¿Cómo conjugar el uso de audífonos con vuestros adornos en los lóbulos de las orejas? ¿Encontraré pendientes que combinen con esos endemoniados artilugios?

Maxi Moreno
Grupo B


Masa viscosa
numerosos canales
plato de sesos

Alfredo Domínguez
Grupo B


Elegía a mis ojos
Órganos semi interiores

( Unos pocos milagros de luz ) 

Al nacer se abrieron poco a poco,
verían nebulosas, quizá
un reflejo de luz en la ventana,
blancura rara de sol en los visillos.

Más tarde la cal de las casas,
la leche, la nieve, las margaritas,
las sábanas, el vestido del domingo,
los helados de nata, las nubes blancas,
las páginas de cuadernos desafiantes,
los gatos blancos, el blanco de otros ojos,
el extraño toro blanco con su antiquísimo mensaje.
también el regalo de las rosas blancas
las perlas, los infinitos tonos de los hielos,
las cencelladas tan artísticas…

Lo tantísimo blanco y sus colores interiores
que, desplegados, me revelan todo un mundo,
variaciones de la luz, cómo no amar mis ojos
y el mundo reflejado en otros ojos
que no es el mío.

Y el misterio del negro de la noche
que revelarme no podéis, como yo misma,
y que quizás entienda
cuando alguien os cierre, ojos del alma.

Emilia González
Grupo B


Este corazón

A este corazón, que no es mi corazón,
que lentamente su ritmo se apagaba.

Alguien que mucho lo quería,
gritó un -¡No!, no te puedes marchar
y, aunque yo no oiga tus latidos
como al acurrucarme en tu pecho oía,
debes seguir latiendo, dando vida-.

Y ese corazón no dejó de latir,
y al ritmo de su tac, tac,
yo digo ¡gracias, gracias!

¡Él me ha dado vida, doble vida!
vivo mis ilusiones y las suyas,
siento sus sueños como míos,
soy portador de su fuerza y energía.

Este corazón
me ha enseñado a amar la vida.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Un día en la oficina

OJO IZQUIERDO: Dime, me has llamado ¿no?

ESTÓMAGO: Si, te he llamado. Quiero decírtelo yo, antes de que te enteres por cualquier neurona chismosa. Te he denunciado al cerebro.

OJO IZQUIERDO: ¿Cómo?, otra vez no. ¿Qué ha pasado ahora?

ESTÓMAGO: Llevo unos días revuelto, esto es un no parar, los jugos se me revelan, los niveles de acidez se disparan, no es el mejor clima para estar asentado y relajado.

OJO IZQUIERDO: Bueno, es que ha empezado la nueva temporada de “The Walking Dead”, y la verdad, ayer vi cuatro capítulos seguidos.

ESTÓMAGO: Y tu ojo derecho ¿¿no puede echarme una mano?, no sé, ¿echar un vistazo a las palomitas o algo así?.

OJO IZQUIERDO: ¡Uf!, de ese no esperes nada, ya sabes que es un ojo vago.

ESTÓMAGO: Ya, pero esto es demasiado. Y ayer igual, a primera hora, sin nada dentro, me tuve que hacer un nudo…

OJO IZQUIERDO: Era el primer día en ese trabajo nuevo, y fue ver la cara del jefe…Lo siento, poco a poco se irá relajando.

ESTÓMAGO: No había acabado de desatar el nudo cuando empezaron a invadirme miles de mariposas…

OJO IZQUIERDO: ¡Jo!, es que es tan guapa. Fue verla y me quedé pasmado.

ESTÓMAGO: Pues esto hay que controlarlo, de lo contrario me saldrá una ulcera y te pasarás todo el tiempo viendo prospectos de medicinas. Yo ya te aviso.

OJO IZQUIERDO: Tomo nota, gracias.

Tomás García Merino
Grupo B


La izquierda

Soné que mi pie izquierdo
estaba carcomido
enfermo
inútil

Mi corazón
desde la misma postura
desestima
esa revelación

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


Gemelas

Las siete de la mañana, no se si podré esta vez seguir el ritmo, hace ya tiempo que siento unos pinchazos que me paralizan y tengo que dejar de caminar. Ya estamos poniéndonos en pie, ¡eh! Mi querida rodilla izquierda, despierta, ¿cómo estamos esta mañana? Ayer fue un día muy duro, yo aún estoy apenas recuperándome pero, ya ves, nuestro amo y señor no nos deja descansar lo suficiente. Espero que esta vez me eches una mano, mejor dicho un pie, te necesito mi querida rodilla izquierda.
Siento el aire fresco de la madrugada como una bofetada y es que no entiendo por qué este hombre tiene que correr con unos pantalones tan cortos, con las heladas que estamos teniendo este mes de Diciembre. Apenas llevamos unos minutos y ya voy sintiendo ese hormigueo que precede a los pinchazos, a pesar de que soy la derecha, que se supone que tendría más fuerza, y tengo los mismos años que mi gemela izquierda, estoy más castigada, no se si podré continuar, ¡ Ayyy! Algo se me ha roto, ¡Para por favor! ¡No puedo más! creo que me voy a desmayar del dolor.
No se cuanto tiempo ha pasado, estoy tumbada en una cama que desconozco, me han puesto una especie de vendaje; a mi lado preocupada, mi gemela izquierda; me pregunta si me duele mucho, está triste por mí, pero yo la tranquilizo, le digo que no es nada. En ese momento, una mujer con bata blanca entra en la habitación, en sus manos una jeringuilla conteniendo un líquido amarillento, noto el pinchazo y poco a poco me voy adormeciendo.
Las siete de la mañana, me encuentro en plena forma, hace un día espléndido, ya se barrunta la primavera. Seguimos corriendo, corriendo, corriendo…

María Dolores Marcos
Grupo A


Diálogos del cuerpo

Estómago. Estoy encogido, contraído, hecho una bola. Llevo así más de 2 semanas desde aquella tarde...

Boca. ¡Estamos apañados! A mí me han dicho los de arriba que estamos todos en alerta. Yo me muevo poco para hablar, pero para comer, nada de nada. Me llega la orden de tomar algo de líquido, pero ahí abajo lo expulsáis todo y así es dificilísimo mantener el equilibrio!

Estómago. Tengo aquí en este hueco que soy yo mismo tantas cosas que digerir, que no puedo ni pensar en la idea de ingerir nada más de fuera. Noto que el corazón anda también acelerado, pero por más que he intentado, no quiere hablar conmigo par a contarme qué pasa.

Boca. Por aquí las cosas no andan mucho mejor. Los ojos se humedecen y lloran cada dos por 3.

Estómago. Hasta mañana. A ver si esta noche dormimos...

Teresa Sanz
Grupo B


Anatomía de un brazo

El brazo es una prolongación del bolígrafo con el propósito de dejar unas líneas escritas. En consecuencia escribe fragmentos, ideas o sentimientos.

Duele. Alargado pero útil.
Poco movible pero siempre es práctico.
Desde el cuello del húmero,
va bajando al codo.
y estirando el antebrazo
pasando por miles de venas
de músculos y de huesos que todos juntos forman una estructura perfecta.
Estoy escribiendo unos versos y ya me duele el antebrazo.

Iria Costa
Grupo B

Literatura y moda

El lunes pasado nos pusimos nuestras mejores galas para ir al taller de escritura creativa. El tema lo requería, la moda.
Vimos desfilar por la biblioteca trajes y vestidos con la firma de Balenciaga o Cocó Chanel pero también diferentes textos extraídos del último monográfico de la Revista Litoral titulado "Moda. El arte de lo efímero".




Dejamos aquí algunos textos de esos textos:

La tela de Penélope o quién engaña a quién, de Augusto Monterroso

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.
Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.
De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.

El abrigo, de Luis Mateo Díez

El día que llegué a la oficina, un martes de noviembre de mil novecientos cincuenta y seis y, al colgar el abrigo en el perchero, su cuello quedó desprendido del resto como si, al fin, la polilla hubiese facilitado su definitiva decapitación, el dolor me hizo reconocer que las prendas familiares siempre mueren en el corazón de los humildes.
Tres generaciones yacían suspendidas en el perchero asesino y el calor de las mismas se fue desvaneciendo en el paño hasta enfriar mis manos y dejar en el tacto un maltrecho estertor de inviernos y orfandades.”

Las tejedoras, de Julio Cortázar

Las conozco, las horribles, las tejedoras envueltas en pelusas,
en colores que crecen de las manos del hilo
al cuajo tembloroso moviéndose en la red de dedos ávidos.
Hijas de la siesta, pálidas babosas escondidas del sol,
en cada patio con tinajas crece su veneno y su paciencia,
en las terrazas al anochecer, en las veredas de los barrios,
en el espacio sucio de bocinas y lamentos de la radio,
en cada hueco donde el tiempo sea un pulóver.
Teje, mujer verde, mujer húmeda, teje, teje,
amontona materias putrescibles sobre tu falda de donde brotaron tus hijos,
esa lenta manera de vida, ese aceite de oficinas y universidades,
esa pasión de domingo a la tarde en las tribunas.
Sé que tejen de noche, a horas secretas, se levantan del sueño
y tejen en silencio, en la tiniebla; he parado en hoteles
donde cada pieza a oscuras era una tejedora, una manga
gris o blanca saliendo debajo de la puerta; y tejen en los bancos,
detrás de los cristales empañados, en las letrinas tejen, y
en los fríos lechos matrimoniales tejen de espaldas al ronquido.
Tejen olvido, estupidez y lágrimas,
tejen, de día y noche tejen la ropa interna, tejen la bolsa donde se ahoga el corazón,
tejen campanas rojas y mitones violeta para envolvernos las rodillas,
y nuestra voz es el ovillo para su tejido, araña amor, y este cansancio
nos cubre, arropa el alma con punto cruz punto cadena Santa Clara,
la muerte es un tejido sin color y nos lo estás tejiendo.
¡Ahí vienen, vienen! Monstruos de nombre blando, tejedoras,
hacendosas mujeres de los hogares nacionales, oficinistas, rubias,
mantenidas, pálidas novicias. Los marineros tejen,
las enfermas envueltas en biombos tejen para el insomnio,
del rascacielo bajan flecos enormes de tejidos, la ciudad
está envuelta en lanas como vómitos verdes y violeta.
Ya están aquí, ya se levantan sin hablar,
solamente las manos donde las agujas brillantes van y vienen,
y tienen manos en la cara, en cada seno tienen manos, son
ciempiés son cienmanos tejiendo en un silencio insoportable de tangos y discursos.

Hilando, de Claudio Rodríguez
("La hilandera de espaldas", del cuadro de Velázquez)

Tanta serenidad es ya dolor.
Junto a la luz del aire
la camisa ya es música, y está recién lavada,
aclarada,
bien ceñida al escorzo
risueño y torneado de la espalda,
con su feraz cosecha,
con el amanecer nunca tardío
de la ropa y la obra. Este es el campo
del milagro: helo aquí,
en el alba del brazo,
en el destello de estas manos, tan acariciadoras
devanando la lana:
el hilo y el ovillo,
y la nuca sin miedo, cantando su viveza,
y el pelo muy castaño
tan bien trenzado,
con su moño y su cinta;
y la falda segura; sin pliegues, color jugo de acacia.

Con la velocidad del cielo ido,
con el taller, con
el ritmo de las mareas de las calles,
está aquí, sin mentira,
con un amor tan mudo y con retorno,
con su celebración y con su servidumbre.


Propuesta de escritura

Elige alguno de estos cuadros y viste a sus personajes: 

1. "David" de Miguel Ángel
2. "Desayuno sobre la hierba"de Edouard Manet
3. "El nacimiento de Venus" de Botticelli
4. "La Venus de Urbino" de Tiziano 
5. "Maja desnuda" de Goya
6. "Mujer desnuda" de Toulouse Lautrec
7. "La venus del espejo" de Velázquez
8. "La creación de Adán" de Miguel Ángel




(Pincha en la imagen para ampliar)


Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


El traje de Adán

Estoy desnudo y semi recostado con una actitud de pereza sublime. No se si me interesa que me toque el dedo de Dios. Estoy muy agusto aquí, medio tumbado. En cuanto me toque me voy a tener que levantar. Yo no me quiero levantar, pues a continuación no se qué es lo que va a pasar.
! Vaya ! , me ha tocado y ahora tengo que vestirme.
Estoy valorando diversos tipos de hojas para confeccionarme un modelito, pero con los atributos que tengo me basta con una hoja de olivo.
El tal Miguel Angel debió de quedarse sin pintura y terminó con una pincelada. He sabido que a David también le ha dejado muy escaso de atributos, y en este caso no sería por falta de mármol.
Volviendo a la moda: me decanto por hojas grandes que sintonicen con la naturaleza, y que cubran gran parte de mi cuerpo, así los que me vean podrán imaginar lo que quieran. Pruebo varios tipos de hoja y me decido por las de parra y morera, pues las de higuera me provocan sarpullido.
Modelito: dos hojas unidas por delante y dos por detrás, atadas por lianas finas en los laterales y otra unión por debajo que pueda quitarse con facilidad. Compruebo lo bien que me quedan mirándome en el reflejo del agua.
Me he aficionado y tengo varios modelos y tamaños. Tengo uno de parra y otro de morera: moda de primavera.

José Luis Fonseca
Grupo A


All Star Street Style

Querrías verme como a la Maja, la de Goya, desde ese plano tan masculino en el que él solo y para sí la ha ido despojando de sus ropas, porque en realidad está vestida, porque hace frío y un corpiño ceñido a una camisa y a una enagua de lino blanco ribeteada le cubre el cuerpo, porque la insinuación está tan solo en su forma de imaginarla, en el ansia del guerrero. Pero yo estoy aquí, medio acurrucada, ausente, mi cuerpo no está terso, ha vivido, y tampoco te invita a nada. A medio vestir, porque tengo tantas cosas que resolver a lo largo del día que, al ponerme las medias me he quedado absorta, alejada de todo, de ti por supuesto, ajena; pensando en qué será lo más cómodo para salir corriendo de casa. Al final, creo que elegiré el vestido gris ceñido de punto y mis Converse.

Libertad Luengo
Grupo A


Consolando a David

Lo siento, David, te había reservado el Ministerio de Arte y Sapiencias. Era ideal para ti, tan blanquito que se te ve, tan guapo y seductor. No interpretes que me vuelvo atrás de mi decisión mirando a evitar la competencia en este campo; es que tal y como se han puesto las cosas, tu vestimenta no me parece adecuada para jurar o prometer el cargo ante el Rey; ten en cuenta que hasta Pabli se presenta con chaqueta. Hay además bastantes mujeres y Carmina (ya sabes cómo es ella para las cuestiones de género) podría tomarlo por donde quema; huelga decir que me refiero a lo incorrecto en el vestir, no aludo a tu anatomía.
Tampoco interpretes un «adiós muy buenas», por favor; si te vistes, podríamos pensar en algún otro cargo de responsabilidad. No veas la cantidad de dinosaurios que aún quedan y que podrías dedicarte a cazar a pedradas. A ti eso se te da.
Un abrazo.

PS

Pascual Martín 
Grupo B


Mujer desnuda. Toulouse-Lautrec
–¿Regresar a Lesmont? –musita mientras alza las medias hasta sujetarlas con las ligas.

Se demora un momento sopesando sus dos vidas, la resignada y miserable de su remota aldea o ésta de derroche y disipación en París. Recuerda la pobre casa en que nació, sus padres afanosos y tristes, su hermana tullida y desamparada. Mientras se coloca las bragas y el sostén de encaje recuerda sus manos cuarteadas por el agua helada del río. Revive estremecida el frío y la humedad de los días de colada en sus orillas. Introduce los brazos y luego la cabeza para asentar la camisola en los hombros. Admira un momento sus hermosas puntillas. Ahora puede vestir las ropas más lujosas, comer en los restaurantes más caros, pasear en carruaje por los bulevares más elegantes…

–Y entonces, ¿por qué la angustia oprime mi pecho?

Se detiene otra vez. Sentada en la cama, medita; el dedo sellando su boca

–¿Merece la pena reír las estupideces de un borracho presuntuoso? ¿Soportar sus torpes caricias, que son como lija en mi piel? ¿Su saliva repugnante y pegajosa quemando mis mejillas?

Se viste la blusa y la abotona lentamente. No puede evitar un rictus de desagrado cuando sigue enumerando:

–Y tolerar su grosera intimidad. Sus fétidos sudores impregnando mis sábanas. Su ultrajante torpeza. La hosquedad de su sexo, duro, exigente y mezquino.

Sostiene en el aire los zapatos puntiagudos y acaricia con deleite el tacón finamente esculpido como si fuera una estatua. Se los calza y camina hasta el espejo. Estudia su cara con detenimiento. Descubre manchas y arrugas, pequeños estragos que las cremas apenas pueden esconder.

–¿Cuánto tiempo queda?

Se levanta apresuradamente e intenta borrar con un manotazo esos pensamientos que, cada vez con más frecuencia, conspiran para torturarla. Elige un sombrero de coloridas plumas, toma al paso su gabán y escapa corriendo a la calle.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Del desayuno sobre la hierba. Edouard Manet

Manet, francés, siglo XIX, catalogado como pintor impresionista, las mujeres francesas siempre han sido muy liberales y los hombres más recatados, de ahí el cuadro, pero si tuviera que vestirlas usaría el traje típico de la sierra de Salamanca, y así no se cogerían un constipado.

Luis Iglesias
Grupo B


“Joven Desnuda” de TOULOUSE LAUTREC

La muchacha se sentía dolorida y confusa. Azorada, recogió las medias del suelo y cubrió sus piernas con prisa; pareció entrar en calor.

Se incorporó sin ganas, abandonó el hermoso kimono de seda sobre el perchero y recogió una a una las prendas de su humilde vestuario colocadas, con el mimo de quien sólo tiene lo que gasta, a los pies del diván: las polainas, la blusa de hilo basto, las enaguas, la tosca falda de lana marrón, el chaleco deslucido… Cuando terminó de calzarse las botas, cogió cuatro de los cinco francos que el viejo dejó entre las sábanas al terminar, se los guardó en la faltriquera y salió apurada de aquel cuarto oscuro y maloliente, jurándose a sí misma que “eso” no volvería a ocurrir.

Bajó corriendo la rue Lepic hasta la place Blanche y entró en la farmacia justo antes de que monsieur Feraud cerrara sus puertas; pasaban las siete de la tarde. Agradecida por la deferencia de aquel hombre, recogió las medicinas de su madre enferma y pagó lo que se debía. Ya sólo le quedaba una moneda en el bolsillo.

Al salir de nuevo a la calle, se dió de bruces con el crudo y húmedo invierno parisino que la carrera anterior le había ocultado; se arrebujó más aún en su capa y, desesperada, fue consciente de dos cosas: tendría que encargar leña para la estufa y nunca, !nunca¡ podría abandonar la casa de Madame Roussel.

Romy Martinez
Grupo A


La colcha de Doña Josefa

Doña Josefa Bayeu, a la sazón esposa de Goya, estaba ya harta. Y no porque, tarde tras tarde, aquella esbelta mujer se apoltronara desnuda en su propio diván para ser inmortalizada por su marido. No, esa no era la razón. Los celos no tenían cabida en aquella casa, el Arte estaba por encima de cualquier banal sentimiento humano.

Lo que Josefa no soportaba era el estado en el que aquel sudoroso cuerpo dejaba con sus posados la colcha de seda que su madre le había regalado en sus nupcias. Una colcha que había abrazado los cuerpos de incontables generaciones de Bayeu, incluidos sus benditos padres y abuelos, y que con gran mimo y cuidado había sobrevivido a los años conservando en todo momento su esplendor original. Ahora los colores se veían ligeramente ajados, y la inigualable seda comenzaba a perder la suavidad natural que una vez poseyó.

Era cierto que el diván estaba próximo a la chimenea, que permanecía encendida por orden de Don Francisco para acomodar de la mejor manera aquel cuerpo desnudo, pero, ¡por Dios, cómo sudaba aquella mujer! Cada gota que caía de su axila y se fundía con el desgraciado tejido era como un alfiler que se clavara en el delicado cuerpo de Josefa.

Y esa fue la razón del ultimátum.

- Francisco, querido, sabes que no me gusta entrometerme en tus quehaceres artísticos, pero, ¡o vistes a esa mujer o te vas a pintarla a la pradera de San Isidro!

- Pero querida, es un cuadro de interior, y aquí la luz es perfecta… además, es un desnudo, no creo que fuera demasiado decoroso hacerla posar desnuda en un lugar público…

- ¡Me da igual la luz y su decoro! O le plantas encima algo de ropa o se acabó el pintar bajo este techo… ¡Y no se hable más!

Y así, la maja desnuda cubrió sus vergüenzas para pasar a la posteridad por partida doble. Todo por la gloria y supervivencia de la colcha de los Bayeu.

Jorge Martín
Grupo B


El hat-trick de David

Todo empezó el lunes de la semana pasada. La imponente escultura del David apareció cubierta por la camiseta de la Juventus. Los guardas de seguridad afirmaron no oír nada durante toda la noche y garantizaron que los sistemas de alarma habían permanecido activos sin detectar nada extraño. Las cámaras de seguridad acabaron por confirmar que nadie había profanado la galería desde que se cerraran las puertas al público la tarde anterior.

La opinión pública se hizo eco de la noticia, que rápidamente invadió las redes sociales propiciando mil y un comentarios. A nivel local, lo que más molestó no fue que alguien hubiera burlado la seguridad del museo poniendo en riesgo la integridad de su más preciado tesoro, sino el hecho de que hubieran optado por la zamarra de la Juve en vez de la de la Fiorentina.

El martes la cosa fue a peor. A pesar de que la sala había sido sellada a cal y canto, custodiada por varios guardas en cada puerta, el David apareció de nuevo vestido con la camiseta, a la que ahora acompañaban el pantalón y las medias oficiales del equipo Juventino. Nadie se explicaba lo sucedido. La revisión de las cámaras confirmaba una y otra vez que el David seguía desnudo, pero la realidad de su nuevo atuendo era indiscutible al mirarlo cara a cara.

El miércoles se calzó las botas, y el jueves su postura había cambiado para aparecer ante todos celebrando un gol y señalándose el número 10 de su dorsal. Tanto la dirección del museo como las autoridades locales intentaron por todos los medios acallar la extravagante noticia, pero fue en vano. Pietro, uno de los celadores de la galería y tifosi de la Juve desde su más tierna infancia, sucumbió al amor por los colores subiendo a su cuenta de Twitter una foto del David goleador. Por supuesto fue denunciado de inmediato por quebrantar la orden interna del museo, pero su despido se convirtió en una temporal tourné visitando los platós de televisión de toda Italia.

El viernes el desastre se consumó. David había abandonado su pedestal para siempre. Así, sin dar explicaciones. Los rumores de su inminente fichaje por la squadra turinesa no se hicieron esperar, cifrando su traspaso en unos doscientos millones de euros.

Esa misma noche se hizo efectiva la cláusula, y el sábado David debutó con su nuevo equipo en el campo del Udinese. Debido a su bajo estado de forma al no haber completado ni un solo entrenamiento, el míster le dio los últimos treinta minutos del partido, suficientes para que marcara su primer hat-trick: dos contras y uno de cabeza a la salida de un córner. Algunos periodistas dicen que el gesto que dedicó a las cámaras tras su primer tanto iba dedicado a la Piedad.

El domingo, los dirigentes del museo, tras digerir el mal trago por la repentina pérdida de su estrella, decidían a contrarreloj quién o qué ocuparía el desierto pedestal que yacía abandonado en la sala principal. La sorpresa se desveló el lunes, cuando los primeros visitantes del museo pudieron observar una imponente escultura barroca de una Madonna de Bernini. Las malas lenguas dicen que la dirección del museo ha impuesto una cláusula de mil millones de euros, por si acaso.

Jorge Martín
Grupo B


Orden inverso

El sonido del teléfono alteró la quietud en el taller de costura. Era el mismísimo Giorgio Armani -el gran jefe- al aparato para confiarme un apasionante proyecto. Quería que me ocupara yo personalmente de una exposición que nos había encargado la Camera Nazionale della Moda Italiana para dar visibilidad al sector. Y me planteaba una propuesta rompedora. Se trataba de vestir al David de Miguel Ángel. Y no sólo de eso, si no de mostrarlo mandando un mensaje al mundo. Era el mayor reto al que me podía enfrentar. Primero entré en pánico, pero al momento tuve el mayor subidón que he sentido en mi vida.

Reuní a todo el equipo del atelier para empezar a pergeñar las piezas que cubrirían el cuerpo del joven de 5,16 metros de altura y 5,5 toneladas de peso. Buscamos todas las imágenes del pastor marmóreo, desde todos los ángulos posibles, para estudiar ese cuerpo casi perfecto, que se ha convertido en el canon de la belleza universal. Miguel Ángel Buonaroti estuvo meses estudiando el bloque de mármol de carrara y cuatro años esculpiéndolo, mientras que nosotros contábamos con apenas unas semanas para vestirlo.

Decidimos utilizar los modelos de la última colección de la marca. La idea era clonar al David en diversas figuras realizadas en una resina ligera que imita fielmente la apariencia del mármol y ataviarlo con piezas que se iban a superponer en cada una de las copias hasta llegar a la última en la que aparecería completamente equipado, luciendo un conjunto completo de GArmani. La elección de la ropa no fue complicada puesto que jugábamos con los elementos de una sola serie. La elección de la gama de color tampoco supuso gran problema, porque nuestra marca se decanta principalmente por los grises oscuros y el negro absoluto.

La exposición se iba a realizar en las diferentes estancias del palacio de la Cámara Nacional de la Moda Italiana. El planteamiento de la muestra era un recorrido por las diversas efigies del David, que se iniciaba con la desnudez, como encarnación de la sencillez y la inocencia y finalizaba con una vestimenta completa, como personificación del progreso y la sofisticación.

Primero le pusimos un calzoncillo slip negro de algodón puro orgánico. A la segunda escultura le añadimos una camiseta en tejido de ondas horizontales, confeccionada en punto Jacquard, de corte relajado, que contrastaba con la representación de la fortaleza, la ira, la libertad, la tensión y la fuerza contenida, de la imagen del héroe bíblico. El pequeño error anatómico confesado por el propio Miguel Ángel quedaba oculto a la vista con esta prenda.

La tercera estatua lucía, además, unos pantalones deportivos de punto a rayas, con ceñidor elástico en la cintura y cierre de botón y cremallera. La cuarta, recogía la esencia G.A con la prenda que ha escrito su historia: la chaqueta, con un modelo recuperado del archivo histórico de la casa y reinterpretado en clave actual. Una prenda confeccionada en lana virgen bicolor de efecto punto con cuello alto acanalado, bolsillos aplicados y costuras visibles. Todas las piezas de ropa jugaban con los tonos grises.

Una vez cubierto completamente, el emblema de Florencia debía hacer honor a la sofisticación del atuendo masculino italiano, como símbolo universal de la elegancia. Removimos todos los books y los cajones para encontrar los complementos adecuados. Al quinto David le pusimos botas de piel de becerro estampada inspiradas en la ropa militar, como muchas de las prendas más utilizadas en el armario masculino. Al sexto, un cinturón reversible de piel. Al Séptimo, una mochila de un solo tirante de piel de becerro. Y al octavo, unas gafas de sol oscuras de acuerdo con el legado estilístico exclusivo de Giorgio Armani, que ofrece una silueta irresistiblemente masculina.

El día anterior a la apertura de la exposición no me sostenían las piernas. Como comisaria de la muestra era responsable no solo del éxito de un acto cultural de primer orden, también lo era del acierto en la idea que se lanzaba al universo. El mundo entero estaría pendiente de la capacidad de la industria de la moda, en general, y de nuestra firma, en particular. Pero sobre todo en cómo se utilizaría al David de Miguel Ángel, la escultura más importante de todos los tiempos, símbolo de belleza y de libertad. De repente, supe que nos habíamos equivocado en el planteamiento.

Para la inauguración me vestí con mi mejor traje y me adorné con los más vistosos complementos. Nadie había visto la exposición al completo, únicamente los montadores y yo sabíamos qué había en las salas de la Cámara. Las puertas se abrieron al público y a las autoridades, quienes pudieron admirar en las diferentes estancias la colección de estatuas ordenadas inversamente a la idea inicial, pasando del vestido, en sus diferentes fases, a la desnudez. En la última estaba el David, tal como lo creó su autor, situado en el centro. A su alrededor, en el suelo, aparecía la siguiente inscripción: David no mejora con la ropa. Miguel Ángel no quiso vestirlo ¿Por qué íbamos a hacerlo nosotros?

De repente, todas las miradas se dirigieron a mí.

Maxi Moreno
Grupo B


Venus de Botticelli
Bajo el Farol

Alemania 1943. Un cabaret de la ciudad de Colonia se ve asediado por jóvenes soldados que entre ofensiva y retirada, buscan un paliativo a los desgarros del combate. Agitación, alegría, exabruptos llevados al caos, es el sentir de estos supervivientes de barro para los que su quebradiza existencia, mañana puede ser blanco seguro de una bala asesina.
Mientras en el camerino, la de Botticelli, tras abandonar su concha marina, decide si ponerse la gabardina beige y tocarse la cabeza con la gorrita que tanto le gusta a Hans Leip o el uniforme blanco de la marina con la gorra cartagenera que tanto juego le da a la bella Dietrich. Tras una decisión meditada, se decanta por un escotado vestido de raso negro que realza su tez nacarada y la desnudez de sus hombros. La falda, bajo la rodilla, muestra una abertura sugerente dejando al descubierto la recta vertical de la longitud de sus piernas. Y al no estar habituada a llevar ropa interior, decide prescindir de ella. Con exquisita suavidad va deslizando las medias de seda sobre su piel desnuda para después ajustarse el vestido. Se mira en el espejo y sonríe “Perfecto” dice para sí. Elige unos zapatos negros de tacón de aguja y sale al escenario para seducir a los vocingleros muchachos que esperan impacientes en una atmósfera viciada de tabaco y vapores de alcohol. Pasa indiferente ante la Cruz Gamada, se sitúa bajo la luz macilenta de un farol y enciende un cigarrillo con estudiada provocación para soliviantar a los soldados. Éstos, enardecidos de entusiasmo, alagan la vanidad de la diosa con requiebros no exentos de malicia. La delicada mano de la diosa se aferra al farol, mientras su cabello de oro, con ondulaciones marinas, baja en cascada por la pendiente de su espalda hasta rebasar el canal de su cintura. De sus labios de coral, surge una canción que los combatientes corean anegados sus ojos en lágrimas. Añoranza, temor, esperanza contristan sus corazones por la esposa, novia, o madre que sufre y reza en la distancia.

“Cuando llega un parte
y debo marchar,
sin saber querida
si podré regresar…
Y sé que me esperas
siempre fiel,
bajo el farol, frente al
cuartel…
Lili, mi luz de fe.
Eres tú, Lili Marlen.
Eres tú, Lili Marlen.”

Pepita Sánchez
Grupo B


Desayuno entre la hierba
Edouard Manet

Entre árboles
dos parejas descansan
ellas desnudas

Alfredo Domínguez
Grupo B


Adán, mensajero de Dios

Aunque visiblemente reposado y pasivo ante su creación, como cualquiera que nace sin elegirlo, Adán apunta con su dedo a Dios, y le dice:
Tú sabes muy bien que no soy perfecto, así que quita esa cara de satisfacción.
¿Qué voy a hacer cuando me expulses de El Paraíso que también has hecho aparentemente inalterable?
¿Cómo sabes lo que ocurrirá? Si obedeces mis designios tendrás una vida sin altibajos. ¿Si me has hecho a tu semejanza, cómo no voy a saber lo que tienes en tu cabeza? Me pintas todo como ideal para que yo crea en tu superioridad, y en la mía, y luego me pones las trampas, para humillarme. Hasta tú caerías en esos artilugios, sabes muy bien lo que significa el poder omnipotente y el placer sin límites…
Luché tanto con ese arcángel en la pre-creación, para que me eligieras a mí como el primer hombre, el primer padre y patriarca de la raza humana, y resulta que el papelito que voy a hacer no es nada agradable: voy a perder toda mi imagen de perfección ante mis hijos. Y después me vas a reclamar que ¿por qué le hice caso a Satán? No tienes autoridad moral…No quiero ser un títere de tus designios. Necesitaré un poco de libertad, aunque después sé que con lo de los mandamientos la culpa nos va a corroer…
Pero ahora quiero ir más allá. Si me toca vivir fuera de El Paraíso, ni desnudo, ni ingenuo, ni pendejo puedo ir por la vida. Ya será suficiente con ser un proscrito y un emigrante. Ahora dime ¿los ropajes y atuendos bien enmascarados, no los irás a convertir en un pecado?, porque eso es lo único que vamos a tener para ocultarnos mejor y ostentar la estética de las emociones.
¡Oh, Adán e hijos! Ciertamente hemos hecho descender para vosotros (el conocimiento de la confección de) vestidos para cubrir vuestra desnudez, y como adorno: pero el vestido de la consciencia de Dios es el mejor de todos. En esto hay un mensaje de Dios para que el hombre pueda tenerlo presente.
¡Ah sí, es muy fácil decirlo, angelitos! No va a ser pecado, pero nos va a estar vigilando. Si me han creado para sufrir, lo que quiero decir es que aunque esté por el piso, siempre voy a poder mostrarme superior con las modas, el maquillaje y los flequillos bien cortados, repitiendo que “la vida sigue” y “qué se le va a hacer”. Por lo menos eso me compensará.
Por cierto, Dios, lo de maquillaje lo dice la mujer que hay en mí. No era difícil adivinar que me la vas a arrancar de adentro y presentármela como una compañera, para que yo me crea que en la vida no estás solo. Bueno, tengo que reconocer que lo del pene y la cavidad vaginal fue genial, pero eso no me va quitar la soledad y el desvalimiento. Tengo que inventármelas toda la vida para aliviarlo, ¿voy a tener que creer en eso que llaman amor? Son temas complicados de dilucidar…
Por eso, los trapos y las tendencias, las modas, me van a hacer sentir que pertenezco a algo más que a unas cuantas personas que siempre te van a mentir y te van a decir que luces bien. Yo creo que hasta poder me pueden dar, si logro tener las que valen lo que el oro, o hago algún sacrificio abismal. Porque la vida se trata de sacrificios, ¿no?

Fin de mundo...

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


La mujer desnuda de Toulouse Lautrec

Te veo pensativa, con las medias negras. Levántate. Ve en busca de tu amado.
Ponte el vestido blanco de organdí con puntillas y transparencias. ¡Suelta tu melena al viento!
Te encontraste con Bécquer. Os mirasteis.
Te preguntó:
- ¿Quién eres tú?
Sólo le pudiste decir:
-Soy la mujer la mujer que te ama. La mujer que conoce  tu  espíritu dolido ¡Deja que me acerque a ti! Soy Elisa mujer casada y bien casada hasta que tus ojos penetraron de tal forma que dejé de pensar en mí para pensar sólo en ti. Tu sensibilidad me atrajo como un imán. Sé  que nunca serás mío y créeme que lo siento. Tu amor es de otra, a la que hiciste tu musa.
Estando a tu lado paseando por el parque de María Luisa dijiste:
-¡Silencio!¡ Es el amor que pasa!
Te pregunté:
-¿Qué es poesía?
 Sin pensártelo contentaste:
-Poesía eres tú.
 Y mis labios quedaron cerrados pero mi corazón henchido.
 Hoy te busqué. No te vi. Recordé los paseos a la orilla del Guadalquivir apoyándonos en el árbol recitabas las poesías que en la noche las musas traían a tu memoria.
 Después de un tiempo, todo se desvaneció.

Josefa Redondo
Grupo A


Mujer desnuda -de ser (de Toulouse Lautrec)

Lo valoré,
reflexioné sobre ello,
medité:

Adolfo Domínguez, Giorgio Armani, Coco Chanel, Oscar de la Renta, Jean-Paul Gaultier, Carolina Herrera, Christian Dior, Amaya Arzuaga, Ralph Lauren, Pierre Gardin, Agatha Ruiz de la Prada, Paco Rabanne,… y el sastre de la esquina, también.

Asenté mi cuerpo,
lo cubrí, lo disfracé,
lo disfrutaron;
en carne y hueso,
lo experimenté:
faldas, blusas y blusones,
pañuelos y pantalones,
chaquetas y vestidos,
bragas, calcetines, calzoncillos;
jerséis y camisetas,
zapatos, collares,
bolsos y chancletas,
pajaritas, abrigos y fulares;
medias con brillantinas,
corbatas con malabares,
camisas de seda fina,…

¿Y para qué?.
¿Para que Ves –t- ir?
¿para qué?,

Si en la desnudez
me siento inocente, libre,
real, auténtica,
en la dicha y el goce
de Ser.

YO; sin ahora, sin ayeres,
ni mañanas, ni después. 

Vestida de sublime Desnudez.

María José Arrojo 
Grupo B


Noche de bodas
Mujer desnuda de Lautrec

Mientras Emilia se desnuda lentamente piensa que es una mujer poco agraciada. Se ve bajita ­­­-apenas supera el metro cuarenta - y delgaducha -no llega a los 40 kilos-. Su pequeño torso, ligeramente cargado de espaldas, muestra su vientre marchito y los muslos redondeados. Con su flequillo enmarañado, el cuerpo fláccido y las medias negras a punto de caer a los tobillos como única vestimenta, la joven recién casada- todavía casta y pura-, espera sobre un viejo y raído diván la visita de su esposo para pasar el mal trago de la noche de bodas.

Al oír sus pasos subir por las escaleras mira resignada hacia la puerta, sabiendo que no puede huir del destino que le espera junto a un hombre que no conoce, fruto de un matrimonio concertado, y obligada a casarse porque su afeado aspecto, su escasa cultura y, sobre todo, las deudas de su padre no le dejaban más opción.

La puerta se abre y antes de que su marido entre se recuesta y apaga la luz. El hombre forcejea con el picaporte y consigue entrar a duras penas. Emilia oye como se desploma. Se levanta asustada y se recuesta contra él. Tiene la cara pálida y no le encuentra el pulso. Horas después el medico dictamina que ha fallecido presa de un ictus fulminante.

Por suerte, ha venido su madre rápidamente para consolarla y prometerle, que una vez pasado el luto, le volverá a buscar un nuevo esposo.

Manuel Vara
Grupo A


Desayuno sobre la hierba

Soy una mujer sin nombre. Sin embargo, podría decir que me conoce mucha gente. Aparezco desnuda en el cuadro “Desayuno sobre la hierba” de Monet. Los hombres que me acompañan en el cuadro están vestidos, ¡qué casualidad! El pintor podría habernos dejado a todos desnudos o a todos vestidos. Estoy cansada, por no decir harta de que me miren con esos ojos de lascivia tanto mis amigos, los del cuadro, como todos los turistas que me miran desde fuera.
Un día me cansé y cuando más me abrumaban con sus flashes un grupo que casi podría definir como una manifestación de turistas japoneses, me salí del cuadro.
Regresé a los 3 días, después de haber comprobado cómo se viste la gente en estos días, en el año 2020 cuando va al campo. Volví al cuadro vestida con un chándal y unas deportivas. Me siguen mirando más que a los otros.

Teresa Sanz
Grupo B


Cita al desnudo

“Puedes conseguir lo que quieras si vistes para ello” Edith Head ( diseñadora).

Sentada en el borde de la cama llevaba ya un buen rato pensando, había vestido sus piernas con unas medias negras, transparentes, que le subían por encima de sus rodillas y acababan en unas anchas ligas bordadas con motivos florales. Esa elección había sido relativamente fácil pues casi siempre solía ponerse ese tipo de medias. Lo difícil venía ahora, se preguntaba cómo vestiría su delicado cuerpo, qué clase de tejido acariciaría cada rincón de su piel. No podía descuidarse, era su primera cita y muy importante ,tenía que causar buena impresión.
Miró el reloj de pared que tenía enfrente, tenía tiempo suficiente, exactamente dos horas y quince minutos para el encuentro. Se levantó despacio de la cama y se dirigió hacia el armario ropero dónde la esperaban colgados en sus respectivas perchas, una serie de vestidos, pantalones, blusas, faldas y toda clase de vestimenta dónde poder elegir. Miró, remiró y volvió a mirar las ropas que habitaban aquel armario pero no acertaba con la indumentaria adecuada, no encontraba en ninguna de sus prendas esa magia que, a veces, veía en las ropas que vestían esas mujeres glamourosas que salían por televisión.
Después de probarse una y otra vez todo el vestuario, se rindió, ya no le quedaba tiempo, su cita estaba a punto de llegar. Pensó que quizás a él no le importaría excesivamente el atuendo con el que ella se vistiera, al fin y al cabo,no llegaría ni a diez minutos el tiempo en el que permanecería vestida. Sonó en ese momento el timbre, se dirigió con paso firme, como si de un desfile de moda se tratase y con su cuerpo desnudo, le recibió. Lejos de asombrarse, el hombre sonrió, la abrazó y se fundieron en un largo y apasionado beso.

María Dolores Marcos
Grupo A


Desayuno en la hierba

Y me puse las braguitas esas que te llegaban al ombligo, y unos calcetines super largos de invierno calentitos tipo peluche. Unos pendientes, me recogí el pelo y me puse esa diadema echa de flores de nenúfar. Me puse un buen sujetador y añadí un vestido largo que pasaba de las rodillas. Además me puse un colgante que estilizaba el cuello. Como era primavera, y abundaban las flores por campos y ríos decidí darle un toque muy personal. Así rompía el estilo de la época, completamente.

Iria Costa
Grupo B