Versiones, diversiones y perversiones de la Literatura

La última sesión del trimestre la dedicamos a la metaliteratura, toda esa literatura que tiene por objeto dialogar, recrear, parodiar o informar sobre la propia literatura, ya sea acerca del algún escritor o escritora, un movimiento literario, una circunstancia letrada o la propia historia de la literatura como es el caso del libro "Manual de Literatura para Caníbales", una obra amena y sagaz que repasa, a modo de manual, las diferentes corrientes literarias de nuestro país en clave de canibalismo. Serán los distintos miembros de una saga, la familia Belinchón, los cronistas de esos acontecimientos literarios desde su propia visión y experiencia. Esta novela tiene su continuidad en la más reciente "Señales de humo" también del mismo autor, Rafael Reig.
Mostramos aquí una reseña de Ricardo Senabre:




Pero continuemos hablando de versiones de textos. Hace años escuché en la voz de Quico Cadaval la historia de "Tristán García", un relato escrito por Álvaro Cunqueiro e inspirado en la leyenda de Tristán e Isolda, una leyenda con base grecolatina pero que nace en la Edad Media y se extiende por toda Europa. Richard Wagner convirtió en ópera esta historia de amor.
Aquí dejamos la versión gallega de este romance:

Este Tristán del que cuento, nunca supo por qué le habían puesto Tristán en el sacramento del bautismo, ni conocía a nadie que se llamara como él. Un tío suyo de Soutomaior, que trabajaba como camarero en un restaurante muy famoso de Lisboa, le decía que en Portugal conocía a dos o tres Tristanes, y todos ellos eran de la aristocracia. Tristán fue a cumplir el servicio militar a León, y allí, en un quiosco compró La verdadera historia de Tristán e Isolda con los amantes muy abrazados en la portada, por una peseta y cincuenta céntimos. Al fin iba a saber quién era aquel Tristán cuyo nombre llevaba. Cuando llegó al terrible final de la historia, con la muerte de ambos enamorados, Tristán García no pudo evitar las lágrimas. Y dio en imaginar que andando por el mundo encontraba una mujer llamada Isolda, y ambos se gustaban, se hacían novios, se casaban, y vivían muy felices en la aldea cercana a Viana do Bolo de donde Tristán era natural. A todos sus compañeros del Regimiento de Burgos 38 les preguntaba si había en sus pueblos una muchacha que se llamase Isolda. No la había. Había alguna Isolina suelta, pero Isolina no era lo mismo que Isolda. Tristán se lamentaba consigo mismo de no dar con una Isolda, porque si no la encontraba en León, donde había tanta familia, ya no la encontraría nunca, dedicado a la labranza en su aldea de Viana do Bolo. 
Un día lo mandó llamar un sargento que se llamaba Recuero. 
-¿Tú eres el que anda buscando una Isolda? Pues en Venta de Baños hay una viuda de este nombre. 
-¿Joven o vieja? –preguntó Tristán emocionado.
-¡No lo sé! ¡Es churrera! –le contestó el sargento.
Tanto tenía metida en su magín la novela famosa nuestro Tristán, que no pudo dudar un instante de que aquella Isolda de Venta de Baños fuese joven y hermosa, y si era churrera, podía seguir con el negocio en Viana, o en Orense capital, donde servían chocolate con churros en los cafés. También consideraba Tristán que si la viuda era vieja, lo más seguro era que tuviese una hija o sobrina joven que se llamase como ella. Tuvo un permiso, y con veinte duros que tenía ahorrados, tomó en León el tren para Venta de Baños. Ya en aquel empalme, preguntó por la churrería de la señora Isolda. Estaba allí al lado, y la señora Isolda despachando churros a un señor cura. Era la señora Isolda una anciana con el pelo blanco, con hermosos ojos negros, la piel tersa, las manos muy graciosas echando azúcar y envolviendo los churros en papel de estraza. Tristán vaciló en dirigirse a ella, pero ya había gastado cincuenta y cuatro pesetas en el billete de ida y vuelta. 
-¡Buenos días! ¿Es usted la señora Isolda?
-¡Servidora! –respondió la amable viejecita sonriendo-. ¿Cuántos le pongo?
-¡Es que yo soy Tristán! ¡Venía a conocerla! 
La viejecita cerró los ojos, y se agarró al mostrador para no caer. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. 
-¡Tristán! ¡Tristán querido! –pudo decir al fin-. ¡Toda mi juventud esperando a conocer a un mozo que se llamase Tristán, como el de Isolda! ¡Y como no venía me casé con un tal Ismael!
Tristán saludó militarmente y se retiró hacia la estación, a esperar el primer tren para León. Cuando llegó y subía al vagón de tercera, apareció la señora Isolda, quien le entregó un paquete de churros. No se dijeron nada. Cosas así sólo pasan en los grandes amores.

Uno de los grandes libros de versiones, o mejor aún, de perversiones literarias es "Las mil peores poesías de lengua castellana" de Jorge Llopis, un libro audaz y lleno de humor donde la parodia y la sátira se convierten en herramientas literarias de primer orden.
Ofrecemos aquí una pequeña perla de este gran libro, una parodia de una serranilla del marqués de Santillana:

[...] Pero el Marqués era un verdadero poeta. Para entretenerse quizás, o como solaz y diversión mientras descansaba de tareas más engoladas y acartonadas, don Iñigo escribió una serie de serranillas, poemitas que, por su brevedad y sencillez, nadie pensó que podían compararse con los grandes poemas que escribía a la sazón. Pues mira por dónde esas distracciones poéticas del Marqués son, en realidad, las que más valor tienen dentro de su vasta producción, y las que hoy recordamos todos con una sonrisa, reflejo acaso de la satisfecha y rutilante de aquel vate bien comido y mejor bebido.
Así es la vida.

SERRANILLA NAVIDEÑA

Por Navacerrada,
serrana yo vide
gorda e colorada.

Montaba un borrico,
vestía un refaxo
que exhalaba un rico
regustillo de axo:

corpiño e faldeta
tenida de azul,
con su camiseta
e su canesul.

Por Navacerrada
miréla, miréla
con la mirada.

E yo colegía,
viendo tal primor,
que non la vestía
don Christián Dior.

Vila que partía
e como un pelele,
por saber do iría
yo le pregúntele:

Si marchas quizás,
¿do irás, girasol?
¿Do vienes? ¿Do vas?
¿Do, re, mi, fa, sol?

Non “me” contestóme
mas la su mirada
desencuadernóme.

Hoy es Nochebuena
-dixe- serranilla,
e tengo una cena
con pavo e morcilla.

Daréte el asado
que te he susodicho,
e Un cerdo cebado
(con perdón sea dicho)

Daréte unas sopas
que dan calorías,
e después tres copas
de González Byass.

Creo, en poridat,
que te ofrezco, niña,
buena Navidat.

Otros la disfruten
-dixo-, caballero;
la cena es de buten,
mas cenar non quiero.

Non por etiqueta
rechazo el yantar;
es que estoy a dieta
por non engordar.

“¿Non vendrás, chiquilla?!
“Señor, non iré.”
“Adiós, serranilla”
“Adiós, don José”

Por Navacerrada,
serrana yo vide

que non comía nada.

Y ofrecemos por último un fragmento de una versión políticamente correcta de "Caperucita Roja", escrita para no herir la sensibilidad de las personas políticamente correctas cuya piel se eriza de horror ante la crueldad de muchos cuentos clásicos. James Finn Garner incluye esta historia junto a otras muchas versiones de cuentos en su obra "Cuentos infantiles políticamente correctos":

Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un libo que le preguntó qué llevaba en la cesta.
-Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es –respondió.
-No sé si sabes, querida –dijo el libo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.
Respondió Caperucita:
-Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial –en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello un línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.
Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
-Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
-Acércate más, criatura, para que pueda verte –dijo suavemente el lobo desde el lecho.
-¡Oh! –repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
-Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
-Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva.
-Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
-Y.. ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes! [...]


Tarea de escritura

Propusimos como tarea hacer una versión, diversión o perversión de una historia conocida real o de ficción, ya sea leyenda, novela, romance, cuento clásico o acontecimiento histórico.


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta el momento:



La verdadera historia del flautista de Hamelin

Cuando era pequeño, me contaron la historia de un flautista que tenía propiedades mágicas, con solo soplar la flauta. Ocurrió la historia en un pequeño pueblo de Alemania llamado Hamelin.

Había tenido lugar una plaga de ratas, lo que hacía insoportable vivir, y para solucionar el problema, estaban un día reunidos en el Ayuntamiento toda la corporación municipal al mando del alcalde, y fuera todo el pueblo gritando enardecidos, para ver que soluciones iban a tomar.

Apareció un forastero de aspecto estrafalario con una flauta colgando del cuello, que se había enterado de lo sucedido en Hamelin. Entró en el Ayuntamiento y dirigiéndose al alcalde y a todos los allí presentes, les dijo que a él le llamaban “El flautista mágico”, porque tenía propiedades mágicas con su flauta y que les solucionaría el problema, con la condición que le tenían que dar un millón de florines.

Todos estaban de acuerdo, pensando que no lo podría conseguir, y por lo menos el pueblo no podría decir que la corporación municipal no había intentado solucionarlo.

Soplando la flauta, con una melodía deliciosa, empezó a recorrer el pueblo, y ante la sorpresa de todos los lugareños, comenzaron a salir ratas de todas las casas, hasta que no quedó ninguna, llevándolas hasta el río donde se ahogaron todas.

Con el objetivo realizado, el llamado flautista de Hamelin, acudió a ver al alcalde para que cumpliera la promesa de darle “el millón de florines”.

El alcalde y sus concejales se rieron del flautista y le echaron del consistorio, diciéndole que era una broma lo de la recompensa.

El flautista sin protestar, ni hacer frente al alcalde, se fue del pueblo.

A los pocos días, cuando ya todo el mundo se había olvidado del flautista y de las ratas, una mañana según estaba amaneciendo, se empezó a oír una música por todo el pueblo, allí estaba el flautista, con su sonido embriagador y mágico, comenzaron a salir todas las mujeres de sus casas, y siguiendo al flautista desaparecieron del pueblo.

Me contaba un viejo del lugar que ninguna mujer ha vuelto, y ese es el motivo por el que en el pueblo solo hay hombres.

Luis Iglesias 
Grupo B


“Don Quijote, 3ª Parte."

Capítulo I En el que se presenta a nuestro caballero, el buen Alonso Quijano, jubilado de una antigua Caja de Ahorros, y se explica cómo se le secó el cerebro de leer todos los libros de autoayuda –por millares- que caían en sus manos.

Capítulo II. De cómo D. Alonso, dado que andaba holgado de tiempo, y con algunos dineros en la cartilla, decidió salir al mundo para ocuparse de todos aquellos que tuvieran dificultades en vivir su vida, superar sus propios retos, o vencer cualquier obstáculo que pusiera trabas a su felicidad.

Capítulo III. Que habla de cómo, no considerando suficiente tan altas metas, D. Alonso se propuso eliminar el sufrimiento del mundo, si bien consideró, prudentemente, que este último objetivo quizá tendría que ser aplazado por algún tiempo.

Capítulo IV. Que presenta a Sancho, portero del inmueble donde reside nuestro héroe, comedor y bebedor, hombre sencillo y de corazón noble, pero poco proclive a considerar la bondad como una característica natural del ser humano, al tanto como estaba de casi todos sus pecados en leguas a la redonda. Razón por la cual rechazó la propuesta de nuestro héroe, aduciendo, con su pachorra habitual, que “esto no lo arregla ni Dios”.

Capítulo V. Donde conocemos a Dulcinea, mujer de la calle, que interpeló a D. Alonso en la esquina del bar de copas “Paraíso”, regentado por la pareja de aquella, y de cómo D. Alonso cayó –platónicamente- rendido a sus encantos.

Capítulo VI. Donde sabemos que D. Alonso intenta convencer a su dulce amada de que abandone el “Paraíso”, conversación que llega a los oídos del dueño del local con resultados muy perjudiciales para ambos.

Capítulo VII. Que cuenta cómo, después de salir del hospital, D. Alonso entabla conversación con dos ancianos, vecinos de su inmueble, surgiendo en la charla el deseo de estos de subir andando a la Montaña del Pico, reto que ya consideraban imposible de cumplir, visto que estaban a punto de ingresar en un asilo.

Capítulo VIII. De cómo D. Alonso les convence para que lo intenten, “porque nunca es tarde para superarnos, y lo importante no es la edad cronológica, sino la juventud de espíritu”. Y de las fatales consecuencias que tal consejo tuvo para todos, visto que los deudos de sus vecinos no apreciaron la buena intención de nuestro héroe.

Capítulo IX. Donde se cuenta cómo, después de su segunda salida del hospital, D. Alonso es auxiliado por Sancho, su portero, y por María, una joven vecina miembro de la ONG “Kilómetro Cero”, quienes le dieron compañía y cariño para que su convalecencia fuera lo menos penosa posible, aunque llegados a este punto el entuerto ya tenía muy mal arreglo, como se verá en el siguiente y último capítulo.

Capítulo X. Donde se relata el triste final de esta historia, con la muerte por consunción y melancolía de nuestro caballero, confortado siempre por María y Sancho, deudos que fueron a partes iguales de la herencia de nuestro héroe, el cual no olvidó legar también una cantidad en metálico a su amada Dulcinea, que le sirvió a ésta para independizarse y montar una peluquería.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Los hábitos de Doña Inés
(o Doña Inés: operación bikini)

(Diálogo entre Don Juan y Doña Inés que comenzó con la llegada de un extraño olor a "barbacoa", procedente del otro lado de la orilla de un río).



Don Juan :

- ¿No es verdad Angel de Amor
que en esa apartada orilla
se están asando costillas
y hasta aquí llega el olor?

Doña Inés:

- Callad, por Dios, oh Don Juan
que no podré resistir
ese olor sin sucumbir
a comérmelas con pan.

Don Juan:

- Ese aroma que el aire llena
malo es para la salud
métetelo en la testuz
piénsalo fría y serena
y el vino que te hace amena
y atraviesa con ardor
tu garganta sin pudor
que con él hoy cantaría
¿No es cierto paloma mía
que es también de lo peor?

Doña Inés:

- Ah, callad por compasión
que oyéndoos me parece
que el viento vuestra voz mece
y me susurra la OMS.

Es tal la preocupación
por mi operación bikini
que idos podéis con la Trini
y yo esperaré al Niutón.

Mientras, para ahogar mi pena
nadaré hasta la otra orilla
y un par de esas costillas
regaré con cariñena.

...

(Se embargó Inés de emoción
con el vino y las costillas
y hoy ya no está la chiquilla
a tono con ese amor
de Juan, esbelto y lozano,
pues en su cuerpo serrano
y con todo su esplendor,
se aprecian unas repisas
que podrían mover a risa
si no le dieran dolor
cuando hoy piensa que una pieza
podría ser mejor que dos.

Y así viéndose en el espejo
las manos en la cabeza
se dice el bikini es mierda
es mejor el bañador.)

( O quizá un refajo... o dos!)

Mercedes González
Grupo A


CAPÍTULO VI

No se dio a tonta ni a sorda el ama, quien tenía gana de quemallos por echallos del mundo, y asiendo con grande priesa casi ocho libros de una vez, los arrojó por la ventana. Por tomar muchos juntos se le cayó uno a los pies del cura.

—¡Válame Dios! —dijo éste dando una gran voz— que aquí está. Alabado me lo tienen, tanto el señor don Quijote como un muy grande amigo mío llamado Cervantes, más versado en desdichas que en versos. Lágrimas llorara yo si tal libro hubiera mandado quemar. Hago cuenta que he hallado un tesoro. Precio más haberlo encontrado que si me dieran sotana de lana fina de Florencia. Digoos verdad, maese barbero, que por su estilo es este el mejor libro, el más único de cuantos de este género han salido a la luz del mundo, aunque habrá que saber perdonar que incluya algún texto de poesía, notorio es que hacerse poeta es enfermedad incurable y pegadiza.

—No —dijeron la sobrina y el ama—, no hay que perdonar a ningún libro, porque todos han sido dañadores.

—Dad al fuego con desotros, éste es nada mentiroso —insistió el licenciado Pero Pérez, que así se llamaba el cura—. Solo diré por no hacer relación detallada de sus bondades, que textos y agudezas recoge de notables caballeros no andantes sino sosegados; de la misma manera que de virtuosas damas y doncellas de grande fermosura. De todos ellos me veo en la precisión de ocultar los nombres, pero tened por muy cierto que ganadores del Premio Nobel habrán de tenelles envidia a todos y cada uno.

—Mire vuesa merced, pecadora de mí —repuso el ama dando muestra de grande sentimiento—, que verdad es como nací para morir, que estos malditos libros de caballería...

—Teneos, señora —interrumpiola el cura— éste no es libro de caballería, el miedo turba los sentidos y hace que las cosas no parezcan lo que son. Éste libro ni siquiera existe. Os habré de decir lo que debiera callar si pudiera; lo que habrá de ser, pues siempre se cumple lo dispuesto por el destino. Éste libro será imprimido en felicísimos y venturosos tiempos que han de venir, sin que pueda yo precisar cuántos siglos hayan de transcurrir, pero siempre lo bueno se hizo esperar. Sé que parece cosa de misterio, pero no es tiempo aún del Taller de Las Conchas, en la muy noble y leal ciudad de Salamanca. Ni aun fuera bien que vos lo entendiérades; llegará el momento como digo, en que el libro salga a la luz y entonces, el que no lo haya leído vaya haciéndose cuenta que no ha leído cosa de gusto.

Estando en esto, oyose dar voces a Don Quijote...

Pascual Martín 
Grupo B


La fénix de los ingenuos

Un metaescrito manda hacer Raulante
tarea que, aplicada, yo acometo
tratando de escribir un gran soneto
que me eleve a poetisa en un instante.

He de imprimir un ritmo trepidante
a este poema que tomo como reto
confiando en que no oponga Lope veto
a que emule su verso esta aspirante.

Con esta explicación que os estoy dando
quizá haya recorrido ya un buen trecho...
Levanto la cabeza suplicando

a quien dispuesto a analizar el hecho,
estas letras esté supervisando,
que emplee como ojo crítico el derecho.

Mercedes González
Grupo A


El lobo y los siete cabritillos

En la escuela toca representación de un cuento, y la maestra distribuye entre los niños los distintos personajes. A David de cinco años le toca representar al lobo.

El lobo que se hace pasar por la madre de los cabritos, que tras comer huevos crudos y embadurnarse una pata en harina, consigue engañarlos para que le abran la puerta y así poder comerlos. después de comer, más bien tragar, seis cabritillos; pues uno se escondió en el reloj; se echó la siesta con un sueño tan profundo que le abrieron la tripa con unas tijeras, le metieron unas piedras y le volvieron a coser, todo ello sin despertarse. Se despierta de la siesta con sed va a beber al río, cae al agua y se ahoga.

No se que pasó por la cabeza de aquel niño, pero a media función se levantó y se negó en redondo a continuar en el papel del lobo. La maestra le intentó convencer de que sólo era un cuento, que no era real, pero no hubo manera de hacerle cambiar de opinión.

Repasemos: a David no le gustan los huevos crudos, tampoco la carne cruda de cabrito, no tiene estómago para tanta carne, y por supuesto no le hace ninguna ilusión que le abran la tripa con unas tijeras y se la llenen de piedras, para terminar ahogándose en el río o en un pozo, pues existen dos versiones del final del cuento, muriendo el lobo de todas maneras.

David como mucho hubiese pasado por disfrazarse de lobo y espolvorear harina blanca en una mano. Probablemente con eso hubiese bastado, pero él se metió tanto en el papel, lo sintió tan real, que renunció a continuar.

Aquel día perdimos un gran actor.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


Pájaros muerto en la cuadra de la casa de Juan Ramón en Moguer

“…Y yo me iré””…Y se quedarán los pájaros cantando”

Tú decías, Juan Ramón, obseso de tu eternidad,
que te irías para siempre ,pero deshecho en palabras
pervives, léase tu presencia en Moguer y en tus libros
por el mundo…
Viajo y te visito en tu hermosa casa, que tiene hasta
cuadra, como si fuera cuchitril de Platero.
Cuadra llena de paja en el suelo, y allí lo ví,
gorrión muerto como un reclamo contradictorio.
Esta vez, despanzurrado y mudo, no has dejado
memoria de tus trinos, gorrión…solo tú, entre la paja y la nada,
trinos callados sin copista…
No se quedan todos los pájaros cantando.

Emilia González
Grupo B


Historia de las historias que nunca ocurrieron

Estaba completamente atónito y sorprendido, por fin el sinnúmero de largas horas de estadía en la Biblioteca Nacional de Madrid había dado sus frutos. Tenía en mis manos un manuscrito fechado en 1897, que contaba diversos hechos sobre la conquista de Borinquén (Puerto Rico)y que constaba de un libro con la historia y organización social de los indios Tainos, así como una especie de enigmático Anexo que contenía, entre otras rarezas,  una relación cronológica con los enlaces de los pocos supervivientes de la nobleza taina, desde poco antes de la llegada de los conquistadores, hasta fechas cercanas a la perdida de la soberanía española de esa Perla de las Antillas.
Durante gran parte del Anexo, se hacía referencia a la profecía del gran Bohique(Sumo sacerdote, Relator de la historia taina y medico tribal)   Boyaquebana ,sobre la venida de extraños que dominarían la isla y ostentarían el poder del Gran Cacique durante siglos, por lo que era necesario guardar la línea más pura de descendencia entre la aristocracia y preservar los derechos de los descendientes de Aquieybana(Gran Cacique, especie de Rey de la isla a la sazón), casado con Anacaona princesa de Jaragua. Se entendía por tanto, el sentido del anexo ,cuyo objeto era reflejar  los linajes , constatando los matrimonios establecidos entre los miembros de la nobleza Taina, desde  poco antes de 1492 hasta 1897.
Durante incontables días plagados de dudas y muchas noches de insomnio, repletas de litros de café preparados por la Sra. Pilar, dueña de la pensión de la calle Fuencarral 17,en la que vivía a pensión, fui atrapado por el estudio de dichos documentos de manera febril tratando de desvelar su contenido.
Destacaba entre ellos la genealogía de Aquieybana, Supremo Cacique o rey de los Tainos a la llegada de los españoles a Borinquén. Pasadas las grandes epidemias de los primeros años y a punto de morir Aquieybana, la reina Anacaona designó a uno de los  hijos habidos de su unión con el ( no tenía por qué ser el primogénito y sí ser hijo de la reina, pues la herencia se transmitía por línea materna) Mantaquibana, que así se llamaba el designado, hubo de casarse con la princesa caribeña Cata Calamari  de los Caribes(enemigos acérrimos de los Tainos), al objeto de establecer una alianza militar frente a los Españoles, lo cual no gustó entre los escasos supervivientes de la nobleza Taina, ya que así el próximo Gran Cacique sería sin duda mitad Caribeño y los puristas no consideraban eso buena idea, pero dadas las circunstancias, pareció que esa unión política estaba justificada en ese momento. En contra de todo ello estuvo el segundo hijo de la reina, Autanquibana, casado con una aristócrata  taina hija del Gran Bohique, lo que provocó un  cisma dinástico entre la elite Taina que según los documentos en mi poder duraba hasta el momento en que se terminaban dichas crónicas.
Sin dudarlo, me puse en contacto con el Prof.  Gordo Colón,  de la Universidad de Ríos Piedras de Puerto Rico, como mayor experto en la materia,  poniendo a su disposición el contenido del libro y Anexo objeto de mi hallazgo. Meses después y cuando ya creía que habían caído en saco roto mis demandas, recibí una carta del Prof. proponiéndome viajar a Puerto Rico para verlo y ponerme al corriente sobre la investigación llevada al efecto en base a mi descubrimiento y el resultado de sus pesquisas.
Sin dudarlo, tomé el primer avión que pude con destino a San Juan, entusiasmado e intrigado por el contenido de la carta del Prof.  Gordo Colón.  Durante el trayecto no dejaba de martillear en mis sienes un párrafo en particular de su carta “ de ser correctas nuestras averiguaciones, los datos genealógicos abocarían a una sorprendente conclusión”. Estaba ansioso por llegar y poder saber en qué podía terminar todo aquello.
Tuve un  doble cálido recibimiento,  por  una parte la elevada temperatura húmeda y penetrante de la bella Borinquén  y por la otra el profesor y su sequito que, después de las presentaciones de sus colaboradores y un frugal almuerzo, me llevo a su biblioteca y sin muchos preámbulos, fue desgranándome uno a uno, los hitos  alcanzados en su investigación.
De todo ello resultaba, que la rama del primogénito de  Aquieybana,  Mantaquiebana , se habría extinguido sobre 1901, con el ultimo casamiento de su descendiente directo Alonso  Liébana  López con la aristócrata  taina Antonia Molla Sánchez, que no tuvieron hijos y por tanto la descendencia del segundo hijo de Aquieybana,   Autanquibana, había reclamado y obtenido del Gran Consejo Taino, el reconocimiento como legitimo sucesor de los títulos y honores correspondientes  a su nobleza, así como la jefatura del Consejo de Caciques(algo así como la jefatura de una casa real). Dicha herencia, había recaído en la persona de Arturo López Mayagüez, que casó con Altagracia Marien Ferias y que tuvieron un único hijo David López Marien que a su vez, casó con Guadalupe Rodríguez Cáceres, mujer esta de origen naborí( tainos agricultores y no aristocráticos), con lo que el Gran Consejo no estuvo de acuerdo y debido a ello tuvo que emigrar a Nueva York con su mujer, donde viven en la actualidad y de cuya unión nacieron tres hijas .
En ese momento el Prf. Gordo Colon, hizo un silencio como premeditado, una pausa que se me antojó interminable y cuando yo, ya estaba a punto del ataque apopléjico, me desveló el nombre de las niñas" Leslie, Jennifer y Lynda" y me gritó casi me aulló un ¡comprende usted! Quede perplejo, pues en realidad no comprendía nada y no era consciente de la supuesta importancia de esos nombres. Resulta, prosiguió el Prf. que recae en manos de la señora Guadalupe  Rodríguez la designación de la futura reina Taina de Borinquén y que por tanto, ¡podría llegar a serlo J. Lo!
Cualquier persona normal hubiera comprendido al instante, pero para una rata de biblioteca como yo, no muy  al tanto de los ecos sociales, tal revelación me dejó absolutamente frio.  J.Lo, comprende, repetía el profesor una y otra vez cual si fuera un mantra y algo fuera de si.  No tuve más remedio que preguntar qué significaban esas siglas.
De repente, el profesor ceso en su actitud y mirándome come si estuviera viendo aterrizar  una nave espacial en el jardín de su casa , me espetó significa ¡Jennifer López! amigo mío.
Ahora fui yo el que, golpeado por tamaña revelación, no acertaba a decir palabra, pero cuando el profesor puso delante de mí una foto de ella, simplemente ataviada de vaqueros y camisa blanca, no me quedo otro remedio que pensar: tanto esfuerzo de años para descubrir que “ la que es Reina, es una Reina aunque no la designe su madre”

Carlos García Riesco 
Grupo A


Caperucita y su abuela marchosa

Era Caperucita una niña especial, diferente, difícil de encajar dentro de los cánones normales de las niñas de su edad. Había nacido en un ambiente literario, donde los libros campeaban a sus anchas por toda la casa. Compitió a nivel personal para aprender a leer lo antes posible y a fe que lo consiguió, contando con la inestimable ayuda de su abuela, su mejor entrenadora.

Por tanto, desde muy pronto, Caperucita fue llenando su cabeza, siempre cubierta con su caperuza roja, de historias, de creatividad, de imaginación, excelente caldo para que, en cualquier momento, pudieran desencadenar en una aventura.

Para ello, se encargaría de echarle una mano su querida abuela, sin la cual, la vida de la niña sería plana como lo eran la mayoría de las vidas de sus compañeras de clase.

Era su abuela una abuela especial, nada que ver con las abuelas normales y corrientes. Vivía en un bosque, alejada del mundo, se movía en bicicleta cuando el tiempo se lo permitía. A pesar de sus muchos años, seguía conduciendo su modelo descapotable, con el que al pasar, siempre dejaba una polvareda de comentarios cuando se acercaba a la ciudad.

A pesar de que gozaba de una salud envidiable, los fríos del invierno le pasaron factura, poniéndole el freno de mano, dejándola tumbada en la cama por un tiempo, para ella demasiado largo. Una tarde, al salir del colegio, Caperucita cogió su bici, compró en el supermercado cosas que en casa de su abuela podrían ya escasear y se fue a verla. En mitad del recorrido, un lobo con pinta de marujón, le interceptó el paso.

Le preguntó demasiado, preguntando sin ton ni son. Mala táctica para un depredador que llevaba mucho tiempo estudiando cómo zamparse a su abuela. Puso en marcha Caperucita el reloj de la imaginación, invitando al lobo a saborear algunos de los manjares de la cesta, regados con un buen vino. A la segunda copa, el lobo deliraba, así que la nieta le envió un whatAapp a su abuela, que saltó de la cama, cogió su “escarabajo” y llegó en un plis plas a su encuentro.

Se subieron al coche, ¡adiós fiebre! y se fueron los tres de marcha.

A partir de ese día, gracias al “colocón”, el lobo jamás volvió a tener pensamientos asesinos, carnívoros hacia su abuela.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Otra manada

Aquella zagala, de rubios cabellos de tez nacarina, que vivía en Gubbio, muy próximo a Asís,
cerca del convento donde un “dulce” monje de “alma de querube y lengua celestial” llamado Francisco, que a todos llamaba mi hermano, mi hermana la piedra, mi hermana la flor, y mi hermano el lobo, me contó una historia.
Por aquellos lares todos se quejaban del “terrible lobo, el lobo de Gubbio”, así lo llamaban,
que todas las noches, según me contaba, con un gran sigilo, nadie lo veía, ni perros guardianes, ni hombres con estacas que iban en su busca atacaba ovejas, las descuartizaba, quedaba su sangre, quedaba su piel.
Su perro “Berganza ”que así lo llamó, un fuerte mastín, que una noche oscura junto a su cabaña, tras un fuerte trueno allí apareció, los ojos brillaban, su cola movía, ella lo miraba y lo acarició.
“Tú serás mi amigo, me acompañarás, veremos al lobo y lo venceremos”.
El perro escuchaba, sintió que la oía y tras un ladrido, le comenzó a hablar.
Los dos sorprendidos, ¿qué estaba pasando?, ¿aquello era un sueño o era brujería?
Y empezó un coloquio, aquella zagala le contó sus penas, cabritillos muertos , corderos sin madre, nadie con el lobo podía terminar, ni el fraile Francisco aunque lo intentaba recorriendo valles al lobo encontró.
Y aquí habló Berganza, le propuso un plan: “Dejemos a todos irse tras el lobo, nosotros quedemos junto a los rebaños, si bien escondidos tras los matorrales”.
Y se hizo la noche, y salió la luna , se oyeron susurros, llegaron tres hombres, con grandes cuchillos.
Se oyeron balidos, la luna se esconde le duele la sangre, Berganza valiente ataca a los hombres, defiende al rebaño.
Aquella manada que no son de lobos, eran malos hombres que atacan, destruyen, que engañan, hay que descubrirlos, hay que destruirlos,  que no haya más Gubbio.  

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Mis lagartos

El lagarto está contento,
la lagarta está cantando,
han encontrado en el río
un anillo plateado
y ya se podrán casar
el veintinueve de mayo.

Y formarán el cortejo
hormigas con lazos blancos,
mariposas de colores,
pájaros revoloteando,
las flores con sus aromas,
y el sol mandará sus rayos.

Y cuando llegue la noche
la luciérnaga brillando
les llevará a su rendija,
¡qué felices van cantando!

La luna también sonríe
y las estrellas brillando.
El lagarto y la lagarta
¡ese día el sí se han dado!.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A