Más por menos

La última sesión del año 2107 la dedicamos a la minificción. Después de explicar algunas cuestiones relativas al género y de ofrecer una serie de claves leímos y comentamos algunos textos de la ficha como el prólogo bonsai que Clara Obligado hace en la antología Por favor, sea breve de la editorial Páginas de Espuma:




Pulidos como una sentencia, como una piedra devuelta por el mar, los relatos mínimos se asemejan a la fotografía, al haiku, al poema. Aunque parecen sencillos de escribir, su minúscula composición exige pericia, ingenio, un oficio impecable, economía, máxima tensión.
Es en los intersticios de la prosa donde fraguan su sentido, sólo en la relectura se encuentra el eco de su verdadera voz. Son vértigo, seducción, vislumbre; el lector debe rematar su efecto, entrar en un proceso de3leciado de lectura desentrañadora y reiterada. Y resumirlos en sumarles palabras.
Recorren todos los géneros, todas las técnicas; se apoyan en otros textos, tejen vínculos con otras formas: son juego, poema, sentencia, bestiario, chiste, novela, fábula y hasta aviso clasificado. Todo vale cuando se trata de ganar tiempo.
Hay en su espíritu de fragmento una rebelión contra la literatura convencional, y en su transgredir los tópicos una ironía sobre nuestra época. Así se alzan contra la verborragia, la avalancha informativa, la vacía superabundancia de nuestra cultura. Estas inflamaciones de lo breve son asalto poético, efecto instantáneo, golpe al mentón.
Ya los conocía el Oriente, donde recorren los siglos. En castellano los escribieron. Darío, Jiménez o Cortázar, y Borges editó la primera antología del género. A partir de Monterroso los encontró la crítica: hoy en día, quienes los practican saben ya que se juegan la vida en cada línea.
Los textos hiperbreves, relatos mínimos, ficciones súbitas, relatitos, textículos, ultracortos, microscópicos, bonsái o como quieran llamarse con el cada vez más difícil de la literatura, el viaje a la semilla, el salto sin red, la pulpa, el no va más de la brevedad. Y para terminar ya con esta larga presentación permítaseme una cita: la brevedad, como decían los clásicos, es la madre del ingenio.


Y paseamos también por esta breve antología de minificciones. Los textos están tomados de los libros La mano de la hormiga; Por favor, sea breve y Por favor, sea breve 2


Mi abuela

A mi abuela, en el pueblo, todos la llamaban loca cuando se ponía a decir:
-Yo vieron subir la luna y nos me duele el fondo de los ojos.
Ahora lo dicen mis hijos, y les dan cinco en literatura

Imeldo Álvarez


La montaña

El niño empezó a treparse por el corpachón de su padre, que estaba amodorrado en su butaca, en medio de la gran siesta, en medio del gran patio. Al sentirlo, el padre, sin abrir los ojos y sotorriéndose, se puso todo duro para ofrecer al juego del hijo una solidez de montaña. Y el niño lo fue escalando: se apoyaba en las estribaciones de las piernas, en el talud del pecho, en los brazos, en los hombros, inmóviles como rocas. Cuando llegó a la cima nevada de la cabeza, el niño no vio a nadie.
–¡Papá, papá! –llamó a punto de llorar.
Un viento frío soplaba allá en lo alto, y el niño, hundido en la nieve, quería caminar y no podía.
–Papá, papá!
El niño se echó a llorar, solo sobre el desolado pico de la montaña.

Enrique Anderson Imbert


Contiguos

Estaban tan acostumbrados a vivir juntos, a mirarse de cerca, que si se veían en la calle se turbaban.

Adolfo Bioy Casares


Lo real y lo imaginario: las trampas mito-lógicas

Un padre y una madre centauros contemplan a su hijo, que juguetea en una playa mediterránea. El padre se vuelve hacia la madre y le pregunta: ¿debemos decirle que solamente es un mito?

Kostas Axelos


El pozo

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.
Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en su interior. Este es un mundo como otro cualquiera, decía el mensaje.

Luis Mateo Díez


Historia fantástica

Contar la historia del día en que el fin del mundo se suspendió por mal tiempo.

Augusto Monterroso


El globo

Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño.

Miguel Saiz Álvarez


Génesis

Contó los días. Eran siete.
En el primero, conectó los cables y dio luz a la casa.
El segundo día arregló el calefón y tuvo agua cliente y fría. Aprovechó el tercero para plantar flores en el jardín.
El cuarto, instaló luces con células fotoeléctricas en el parque que se encendían y se apagaban solas durante las cuatro estaciones. El quinto día fue al acuario, compró peces tropicales y los dejó en una gran pecera para que se reprodujeran. También llevó a la casa pájaros, gallos y gallinas. En el sexto, recogió un perro y una perra de la calle. Por la tarde, contrató a una mujer como sirvienta y al marido como jardinero.
El séptimo día despertó contento mirando la pecera, escuchando el canto de los gallos y los pájaros, mientras Eva le traía el desayuno a la cama y Adán cortaba el pasto del jardín.

Héctor Manuel Román


Despertar

Despertó cansado, como todo los días. Se sentía como si un tren le hubiese pasado por encima.
Abrió un ojo y no vio nada. Abrió el otro y vio las vías.

Norberto Costa


La carta 

Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolios y, antes de comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio.

Luis Mateo Díez


Numeración incorrecta

"Un día me compraré un caballo de éstos. Rosa y con alas", dice la niña y señala, en el libro abierto sobre sus muslos, la foto de un flamenco. El hombre, alentado por tanta inocencia, se quita la chaqueta, estrecha su acercanza y escarba los bordes de la hoja sesgada mientras le explica que alguien arrancó una página entre definición e imagen, que después del doce no viene el quince y que imagínate si Genghis Khan hubiera dominado Mongolia sobre un ave de tan frágiles patas. Como si la niña no supiera. Como si no apretara en su puño la hoja extirpada. Como si las cosas no pudieran ser de otra forma.

Isabel González


Cerramos esta entrada con el cuento de navidad de Auggie Wren, de Paul Auster. Es el final de la película Smoke. Este cuento puede servirnos de patrón para la tarea de escritura encomendada para las vacaciones.




Tarea de escritura:

Escribe un microrrelato sobre la Navidad. Procura evitar los tópicos.


Estos son algunos de los relatos recibidos hasta ahora:


Navidad negra

Abrió la ventana del salón, ya avanzada aquella noche de frío e insomnio.

Los vio trepar a la ventana de un piso frente al suyo, eran tres jóvenes que, entre risotadas, estaban rasgando la efigie en tela del Niño Jesús, prendida en la ventana de un primero donde sabía que vivía una anciana vecina.

Entrecerró la ventana obligado por el frío y el asco.

-Ja ja ja…¡Que carcas! -llegó a entreoír-, seguro que son fachas.

Su asco aumentaba mientras ellos culminaron su tarea nocturna tirando la tela al suelo… la impotencia le ahogaba mientras se alejaban los modernos sujetos.

Lo denunciaría, con pocas esperanzas porque ¿Qué habían roto aquellos bárbaros?.

Emilia González
Grupo B


Otra Navidad

Los días antes de Navidad, la terminal de “llegadas” del aeropuerto estaba colapsada de gente esperando los vuelos procedentes del extranjero. Miles de personas aguardan a sus seres queridos aparecer para abrazarlos después de un largo año. La misma imagen se repite en la terminal de “salidas” al final de la navidad, silencio y lágrimas en los ojos en las despedidas.

Luis Iglesias
Grupo B


Pastorcillo cuatro

Dicen que la práctica religiosa no hace mal a nadie, pero puedo demostrar con pruebas que eso no es cierto. Hace un año por estas fechas mi cuñado interpretaba el papel de pastorcillo cuatro en el belén viviente de su pueblo, con tan mala suerte que se le vino encima parte del decorado, causándole la muerte en el acto.

Poli Rubia
Grupo A


Cuento de navidad

Soy médico, un buen médico, aunque no he hecho carrera ni la haré –ya he cumplido los cincuenta y cinco-, no tengo don de gentes.

Me casé hace un año con una mujer mucho más joven que yo, hermosísima, hija única de una familia de tronío, realmente adorable. Se enamoró locamente de mí, nadie sabe por qué.

Mi suegra me odia con un refinamiento propio de un sicópata, y sé de lo que hablo. Mi mujer me pide paciencia, le tiene miedo. Ha venido a pasar las Navidades en casa. Ahora duerme en la habitación del niño, junto a la cuna, donde hemos instalado un sistema de vigilancia. Miro la pantalla del móvil. Una imagen nítida. El niño duerme plácidamente. Mi suegra está incorporada en su cama, le mira con una expresión horrible, alarga un brazo y se lleva la mano al pecho, gime. Tengo que actuar con la mayor celeridad, es cuestión de vida o muerte. Voy hacia el pasillo y encuentro a mi mujer junto a la puerta del bebé. Cojo los abrigos y la llevo al ascensor. Vamos a tomar una copa, tu madre está con el niño, tenemos la alarma en el móvil. Se deja llevar.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Soneto a la Navidad

Qué bonitas que son las Navidades,
arbolitos y luces de colores,
el niño Dios, la vaca, los pastores,
y los hombres de buenas voluntades.

Suegras y bendiciones celestiales,
los niños destrozando los jarrones,
borracheras y broncas y tostones,
parientes y daños colaterales.

Pero aguantas carretas y camiones,
buscando de Cupido la morada,
acechando el mejor de los turrones.

Promesa de los reyes cabalgada,
entre brindis, sonrisas y achuchones,
Nochebuena feliz, con la cuñada.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Sabor a Nochebuena

Siluetas de luz cuelgan sobre el asfalto. Encuentro de voces armonizan las calles; se felicitan y abrazan a lo largo de la noche. En casa, junto al calor, alimentos, diálogo y canciones acompañan al portal en una larga velada.

Sofía Montero García
Grupo B


Una Navidad imborrable


Oí ruidos y encendí la luz. Miré el reloj. Las siete en punto.
Bajé, sigiloso, las escaleras. De la sala de estar emergía una luminosidad intermitente. Empujé la puerta entreabierta. Mi padre colocaba los últimos adornos en el árbol.
“¡Feliz Navidad!”, me dijo. “Diles a mamá y a Jorge que bajen. Me gusta que desayunemos todos juntos”.
“Claro, papá”, contesté después de un minuto paralizado ante aquella escena.
Volví sobre mis pasos, subí las escaleras y, envuelto en una sensación extraña, observé las dos maletas, listas, al lado de la cama. Saqué las toallas de playa, bañadores, protectores solares…y los devolví a su sitio.
Me senté en el suelo y recordé: diez años ya que mamá se enamoró de otro hombre y nos abandonó. Mi hermano se había casado y cientos de kilómetros nos separaban. Hoy empezaban mis vacaciones estivales y prometí a papá que las disfrutaríamos juntos.
Cerré los ojos y comprendí entonces la fragilidad de la memoria y el poder del olvido.
Bajé de nuevo. Me acerqué a él, besé suave su frente y, haciendo un esfuerzo para evitar que la tristeza nublara mis ojos, le abracé: “Feliz Navidad, papá. Feliz Navidad. Te quiero. No lo olvides nunca, por favor, no lo olvides nunca.”

José Manuel Romero
Grupo A


Dulce navideño

Contemplo el Sol y la tierra llana,
espigas de trigo serán harina
cerdos descansando bajo la encina
toros y vacas color avellana.

Veo del almendro su flor temprana
la remolacha será azúcar fina
todo lo tengo ya en la cocina
colocado en platos de porcelana.

Leche, manteca y harina empalma
distribuyo la almendra a discreción
lo mezclo con amor y mucha calma.

Lo más parecido a la creación
toque de canela alegra el alma
el único, el inefable polvorón.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


Mi perrita Lola

Hoy me traen a Lola vestida con un trajecito de lana con la figura de Papá Nöel; se acerca, me huele,me reconoce y salta hacia mis rodillas demostrándome cariño y pidiendo una caricia que siempre recibe. Casi inmediatamente corre hacia la cocina donde tiene agua y comida, pero su comidita la rechaza e incluso la tira al suelo de un manotazo; entonces acude a mi me acaricia la pierna y me mira con cara de pena.
Lola ha conseguido lo que todos deseamos: casa, comida y cariño. Además es feliz al desconocer los peligros de comer grasa y sal, por lo que adora el paté.
He visto la película " La Gran Comilona" y tampoco quiero que muera de un atracón, pero de vez en cuando te daré, de vez en cuando Lola te daré paté, porque te requetechupeteas y porque eres feliz ignorando que te vas a morir.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


Montó en trineo

Navidades rodeada de blanco. Blanca nieve salpicada por pinos verdes, de vez en cuando algún trineo. Esa blancura la ponían las blancas sábanas, las blancas paredes, las blancas batas, los pinos verdes también batas, de cirujanos y enfermeras, los trineos las camas camino de realizar un TAC o al quirófano, los carros de curas, porque estas navidades las ha pasado en el hospital. Pero como era Navidad siempre había un hueco para la esperanza.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


A veces, la Navidad pasa de largo

El pequeño viste pantalones desgastados, gorra, abrigo remendado, zapatos viejos, y un par de guantes por los que se escapan algunos dedos con sus uñas sucias.

A lo lejos, divisa la silueta de una dama. La envuelven luces de colores intermitentes. Se mueve al son de cancioncillas que le resultan familiares. Avanza rodeada de niños alegres y risueños que la jalean y le tienden sus manos.

Algunas madres cogen a sus hijos en brazos, los levantan a su paso y los acercan para que la gran dama los acaricie, bese y se funda en un abrazo.

Poco a poco, el pequeño ve cómo la distancia que lo separa de aquella silueta se acorta. Crece en él el ansia por tocarla, besarla y abrazarla como hacen los demás niños. Canturrea canciones oídas en labios de sus padres y abuelos; en su hogar, en días señalados. Es feliz.

Ante la proximidad de aquella figura que ahora se muestra en contornos perfectamente definidos, el pequeño rompe del todo la distancia, extiende sus brazos, intenta rozar su mano pero la gran dama, altiva, voltea la cabeza en ademán de desprecio, se inclina, abraza a un niño, acaricia el rostro de otro, se aleja y continúa su camino, triunfante, envuelta siempre en luces de colores intermitentes, al son de las mismas canciones, repartiendo sonrisas.

Entonces oye, susurrante, la voz de su madre: “la Navidad, ya sabes, es esa gran dama engalanada que pasa de largo delante de los niños pobres”.

José Manuel Romero
Grupo A


El regalo extraviado

Se le encendió la bombilla muy pronto este año. Tendría bastante tiempo para diseñar y personalizar su regalo. Con tiempo, se puso manos a la obra. Buscó fotos, pensó frases alejadas de los tópicos, compuso y descompuso escenas familiares. Sorteó con relativa facilidad los ataques tecnológicos, publicitarios, lo asediaban con ofertas que cambiaban de un día para otro. Estaba orgulloso de su resultado final.
El día que pulsó el intro para enviar su trabajo para que se lo imprimieran, sintió un gran escalofrío por todo su cuerpo, ¡lo había conseguido!.
Puntualmente fue informado del viaje de ida y vuelta de su regalo. Con tiempo suficiente, el regalo llegó a su destino. Recogido el paquete, nunca supo por quien. Después del largo viaje, se perdió entre los entresijos de la oficina.
En el momento de intercambiar los regalos, su regalo tan original se había esfumado como lo harán las hojas del calendario que con tanto mimo diseñó.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Alfred

Juliette vivía sola en Arlés. Hacía un año que había puesto fin a una relación y aún no había superado las consecuencias. Una mañana el oncólogo la llamó para citarla. Le confirmaría la existencia de un tumor, a la vista del resultado de la última prueba concluyente realizada.
Al salir de la Clínica no quería más que llegar a casa y tumbarse a esperar a que su aliento dejara de fluir.
No podía serenar sus emociones. De repente, recordó un día en que jugaba con su hermano. Su Alfred querido, su hermano mayor adorado, modelo a imitar y protector, había logrado encontrar la pieza del cerebro extraviada.
Al acoplarla, una corriente luminosa se propagó por todo el muñeco y sonó una musiquilla lo cual Juliette celebró levantando las manos triunfal.
Esta imagen consiguió alejarla por unos minutos de la fatalidad. Acto seguido se incorporó y retomó su vida.

Antonia Oliva
Grupo B


Empatía

Es el día de Nochebuena por la tarde, pasea sin prisa, cenan en casa de sus cuñados. Le encanta la Navidad. Las calles están tan bonitas, ricos dulces tradicionales, villancicos, regalos debajo del árbol, cenas familiares, todos son buenos deseos y felicitaciones. Es como un paréntesis en el que paran los malos pensamientos y el corazón de la gente esta lleno de bondad. Una sonrisa asoma a sus labios sin querer. Ve una tienda abierta, mira el horario, aún quedan cinco minutos para que cierren, entra. Ya no hay clientes, solo las dependientas afanadas en colocar, que la miran con cansancio.

- Todavía está abierto, ¿verdad? - dice mientras desdobla un jersey.

Beatriz Gorjón Martín 
Grupo A


De Navidad el espíritu

Un espíritu inunda las calles de la ciudad cuando se acercan las fechas navideñas. Un espíritu de luces, de colores, de felicitaciones, de buenos deseos... Un espíritu de paz. Un espíritu de amor. Podría decirse que sobrevuela la tierra un ángel.

Un ángel que cae desde la altura cuando se detiene a mirar los caídos.

Mercedes González
Grupo A


El otro espíritu navideño

Un mal matemático se perdió entre los números y, habiendo comenzado diciembre contando con positivos enteros, se dejó llevar por el "espíritu navideño" porque todo invitaba a ello.

Ahora tararea esta compleja canción:

Es de mis males el colmo
de enero en el calendario
pedirle peras al olmo
contando en imaginarios.

Mercedes González
Grupo A


Navidad – Reencuentro

Desde que murieron mis padres, la navidad es diferente.
Yo traté de reproducirla con mi propia familia pero los tiempos, las costumbres, las personas y las percepciones cambian con el paso del tiempo o eso pensaba yo.
La palabra que más me sugería la Navidad era “el Reencuentro” viejos y nuevos amigos, amores, el preceptivo familiar que, aun siendo un clásico, no dejaba de tener sus peligros a medida que crecían los cuñados, espigaban los sobrinos, y envejecían los progenitores.
Pasados los años, sustituidos algunos cuñados, fallecidos incluso, algunos buenos amigos y antiguos amores, y aun con la alegría de ver la siguiente generación en los hijos de mis sobrinos, aun así, no fui consciente de lo que de joven me sugerían esas fechas, hasta que, mi única hija, no pudo-quiso, asistir a la cita esa Navidad. Casi no hubo fiesta para mi y solo su promesa de venir después de fin de año atemperó mi espíritu y me llevó a pensar que cualquier época es Navidad si hay esperanza y deseo en el Reencuentro.

Carlos García Riesco
Grupo A

Flor de azar

La sesión del lunes pasado ocurrió por casualidad, ¿o fue por causalidad? Entre estas disquisiciones nos movimos. Hablamos del azar, de la casualidad, de la búsqueda y de la serendipia. Y el tema dio de sí y de no.
Gracias a la serendipia, palabra que nos gusta, hoy disfrutamos de muchos avances científicos. La penicilina, la fotografía, el velcro... son solo algunos ejemplos de descubrimientos casuales. O quizá causales, pues son muchos los científicos que analizan pormenorizadamente las causas de las cosas y los efectos que producen esas causas. Y en esa búsqueda, y en esa forma de mirar, a veces salta la liebre y nos topamos con un gran hallazgo.

Nos acercamos a la casualidad de la mano del amor. Ay, esos amores a primera vista. O esos amores a los que perseguimos y se malogran de la forma más ridícula.
Buen cortometraje el que disfrutamos antes de pasar a los textos. Aquí lo dejamos, para disfrute del común. Su título "Convergentes". Su autor Alejandro Portaz.

Por cierto, una buena amiga tiene una bicicleta igual a la de la protagonista. Qué casualidad.





La casualidad es la semilla de la flor de azar, título que le dimos a la sesión.

Qué hermoso el texto de la Szymborska (versión Abel A. Murcia) en el que nos cuenta cómo es el "Amor a primera vista": 

Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.

Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.


También hablamos de la película "La casa Emak Bakia" de Óscar Alegría y de la importancia del azar y la búsqueda en el guión. Aquí puedes ver el trailer.

Leímos algunos textos como el de Eduardo Sáenz de Cabezón en el que se nos explica el origen de la palabra "serendipity", relacionada con la historia "Los tres príncipes de Serendip". Y también el poema "Seguro azar" de Pedro Salinas.


Propuesta de escritura:

Escribe un texto que gire en torno a las dos palabras que obtendrás al azar tras arrojar dos dados al tapete. Dichas palabras no tienen que aparecer solamente enunciadas sino que constituirán el núcleo del relato o el poema. 
Destácalas en negrita siempre que las menciones en tu texto.


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Efectos físicos de la química amargo-nostálgica

Al parecer, me había levantado con el pie cambiado, sin nada en la nevera, forzoso era salir a tomar algo fuera.
Una vez aseado, me decidí por una librería café, cercano a la casa en la que me hospedaba y que excitó mi curiosidad el día anterior. No había mucha gente y el aroma a café y chocolate, mezclado con el olor a libro viejonuevo, azuzó mi sensación de hambre.
No caí en la cuenta de que el chocolate que se me ofreció, como especialidad de la casa, era puro negro y al primer sorbo, sentí una ola de amargor que resbalaba por mi garganta, para alojarse en mi interior. No era esa mi expectativa y dude en anularlo y pedir otra cosa. Resolví tomarlo.
Momentos después y con el estómago protestando, decidí aventurarme por las repletas y tórridas calles de Cartagena de Indias.
Sin rumbo fijo, con la camisa como una húmeda, segunda, pegajosa piel y mi digestivo recordándome lo equivocado de ciertas decisiones, de repente, me encontré ante la muralla de la ciudad y supe, con certeza, adonde se dirigían mis pasos.
Subí la rampa hasta lo alto de la muralla encaminándome al Café del Mar y La busqué, con la emoción de la primera vez, anhelando que se materializara allí mismo. De repente, un océano de nostalgia me invadió, golpeando de forma inmisericorde mí atribulado espíritu y mi maltrecho cuerpo.
Los siguientes minutos, me dedique a deshacerme en disculpas y repartir algunas propinas, para que las empleadas del café, limpiaran las consecuencias de los efectos combinados del amargor del chocolate, la amargura de mis recuerdos y la nostalgia de su ausencia

Carlos García Riesco
Grupo A


Deseo

Esa tarde cuando llegue a su casa,toque como siempre el timbre, y pensé hoy preferiría que me ofreciera un café de cafetera express al consabido instantáneo.
Una densa niebla, había convertido lo que fue cálida mañana soleada de otoño, en una desapacible y gélida tarde, ambiente frío y rodeado de sombras.
Antes de que abriera la puerta de su domicilio,yo percibí ese rico aroma que desprende el café cuando bufa por la cafetera express, y sentí una sensación cálida, reconfortante.
Estaba cansado de su rapidez a la hora de prepararme el café.
Necesitaba un cambio.Me saluda con el rutinario beso de costumbre. Confío que mi deseo, sea no solo un aroma imaginado. Pueda saborearlo y disfrutar.

Pepa Agustín González
Grupo A


Ganar

Aquí estoy al lado de la chimenea, observando el fuego cargado de energía, calentita, abrigada, hipnotizada por su luz, por el movimiento de sus llamas.
Aquí estoy en silencio conmigo misma, con el único sonido del chisporroteo de la combustión de la leña.
Aquí estoy con los pensamientos que pasan por mi mente, uno de ellos es el recuerdo de un juego de cuando era pequeña: " caliente, caliente que te quemas”, su finalidad era quemarse porque significaba que habías ganado. Ahora de mayor me planteo que es más agradable y efectivo estar caliente porque, a veces, ganar es perder.

Luisa Sánchez Mayorga
Grupo A


Espeso y amargo

Qué amarga es la existencia
cuando la mente se congela
en la espesa arboleda
de encinas y cipreses
y se pierde entre la niebla.
Camino por el parque
con mi amarga pera,
aún sin madurar,
sobre mis espesos labios.
Mastico y saboreo
su amargo zumo
que hiere mi espeso caminar.
Amarga tristeza
merodea en mi sentir.
Sola, ante el paisaje,
libero el pensamiento
de espesas sensaciones
para volver a un dulce sueño.

Sofía Montero
Grupo B


Dale fuerte, hombre

Paseando por la ribera del Tormes, encontré un niño gritando; gritaba fuerte, a pleno pulmón. El niño se había encaprichado con no se qué, y su padre le contestó fuerte también: !cállate de una vez hombre!. El niño gritaba cada vez más fuerte y su padre le dio un azote, pero el niño no callaba.

Nos congregamos un grupo de hombres y animamos al padre: !dale fuerte hombre, dale fuerte! (en la cabeza para que no cojee dijo el gracioso de turno). El hombre le dio un azote fuerte y el niño se calló.

Nada como un azote fuerte, dijimos todos los hombres recordando los que habíamos recibido en nuestra infancia.

¿Nada como un azote fuerte para hacerte hombre?.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


¡Qué fuerte!

Caminaba deprisa el hombre del sombrero gris, cuando recibió un fuerte golpe sin saber de dónde le había venido. Pronto sintió un fuerte dolor en el costado, cayendo el pobre hombre al suelo. A pesar de ello, el hombre se hizo el fuerte.

Miró hacia arriba, topándose con su socio, un hombre atlético, de complexión fuerte, todo un tipo fuerte. Una escena muy fuerte, en la que el hombre tumbado tenía muy pocas posibilidades de salir airoso. A pesar de ello, se levantó, recogió el sombrero, confiando en su fuerte carácter, para enfrentarse a aquel hombre que lo había derribado con un fuerte gancho de boxeador experimentado.

Se hablaron muy fuerte los dos hombres, intentando convertir cada uno la calle en su fuerte inexpugnable. Se conocieron en un club de ciclismo, donde había que pedalear fuerte, para subir pendientes muy fuertes. Para el hombre del sombrero la informática era su fuerte, para el otro su fuerte eran las matemáticas. Pronto, su amistad se fue haciendo cada vez más fuerte, por lo que decidieron montar juntos un negocio de cambio, aprovechando que el euro estaba en aquel tiempo muy fuerte.

Aquella mañana de viento fuerte, el hombre atlético se dio cuenta que su socio había metido la mano en la caja fuerte.

-Es muy fuerte lo que me estás contando, dijo el hombre del sombrero.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Soluble / Espeso

—Te he mandado llamar, Panoramix, porque el centurión Langelus necesita algo que solo tú le puedes proporcionar, la pócima mágica. No temas, druida, te garantizo que no habrá problema para los galos; nuestras guerras ahora son con otros pueblos. He venido expresamente de Roma...

Era en el campamento romano de Baborum. El senador, toga blanca de franjas púrpura y calceus negro, hablaba con una elocuencia de las de nada podérsele negar. Y que «ningún problema para los galos», repitió dando toda suerte de seguridades. Además Roma sería generosa; el senador mostró la henchida bolsa de cuero conteniendo los solidus de oro.

Llegados al acuerdo, hizo su entrada en la estancia el centurión, casco imperial, armadura segmentada, grebas y zapatos de suela pesada. El druida extrajo del interior de su blanca túnica los dos frascos y puso el de color negro en manos de Langelus.

—Entero, centurión, es muy espeso y huele a demonios, pero has de tomártelo hasta la última gota.

Parece mentira cómo a un recio centurión romano pueden venirle esas arcadas; hubo de agarrarse a la mesa para no caer al suelo.

—Muy bien, Langelus. Ahora, habrás de beber íntegro el contenido de este frasco verde. Se trata de hacer la pócima soluble para que pueda ser asimilada por tu organismo.

Aquí, todo cursó más en orden y transcurridos apenas dos minutos Langelus ya levantaba con solamente sus dedos índice y pulgar la pesada mesa de roble. Inflando pecho, la sonrisa no le cabía en el rostro. Una discreta seña al decurión a la puerta y este la pasó a un soldado que la esperaba, quien sin demora partió a lomos de caballo. Las órdenes eran esperar a Panoramix en el camino de regreso a la aldea; un mandoble certero y su cabeza rodaría por el suelo. La bolsa volvería al centurión y a él se le abonaría una sustanciosa suma; los sueldos en la Legio V Alaudae no eran precisamente generosos.

Panoramix apartó a un lado su barba de un blanco níveo procediendo a guardar las monedas al interior de su túnica. Con un ademán indicó a los romanos que tomaran asiento mientras él permanecía en pie y:

—Senador... centurión... os daré las últimas instrucciones. La poción mágica, la espesa, mantiene su efecto durante años y años. El brebaje del frasco verde tiene la virtud de hacer la pócima soluble como ya dije, pero ha de ser ingerido cada cuatro semanas pues en caso contrario la pócima solidifica y se transforma en un cuerpo extraño que crece y crece sin parar dentro del intestino. En el futuro a eso lo van a llamar cáncer. Pero ningún problema, yo estaré pendiente y cada sexto día de la luna me dirigiré al bosque de carnutes, cortaré el muérdago con la hoz de oro y enviaré un nuevo frasco al campamento. ¿Entendido?

—Entendido —repuso el senador.

Langelus, no pronunció palabra. Al centurión le había huido el color del rostro y le cubría una mortal palidez. Panoramix dio media vuelta y se dirigió a la puerta de la tienda con ese paso suyo tan mesurado, apenas un leve agitarse de la roja capa, ¿cuántos años podría tener? Se volvió a punto ya de salir.

—Centurión... siento mucho si en algo cambian tus planes. No temas por lo que a mí respecta, cada cuatro semanas enviaré sin falta un emisario con el nuevo frasco verde. Aunque no estaría de más, que fueras pidiendo a los dioses me concedan larga vida.

Y levantó su mano en alto.

—Valete, hijos de Roma.

Pascual Martín
Grupo B


“Una lágrima”

Hace tres días que no deja de pensar en ello: si le hubieran dicho que un simple “mordisquito” en el lóbulo de su oreja le iba a producir ese efecto instantáneo, no se lo hubiera creído. Pero el caso es que fue así, sin transición: llegó por detrás, sintió su cercanía, su olor, notó que se inclinaba hacia ella y – de repente – esa corriente que recorrió absolutamente todo su cuerpo cuando notó el roce de sus dientes en la oreja. Fue tan brutal y tan instantáneo que no pudo evitar que su cuerpo dejara escapar una lágrima de placer que – lentamente – fue resbalando entre sus muslos.

Javier Portilla 
Grupo A


Instantáneo- nostalgia

Lucho contra el recuerdo de ver esa instantánea sacada una tarde con tu Canon nueva que me lleva más allá del momento actual. Frente al mediterráneo,
Todo es triste, todo duda, todo es nostalgia sin ti.
La distancia me invade y por un segundo, mi café instantáneo, ya tibio, solo me evoca a la nostalgia de no tenerte cerca.
Es en este instante que me ocupa la añoranza de no sentirte más que este momento de distancia que no me devuelve ni me devolverá jamás ese tiempo, en cualquier instante me ataca la nostalgia de no saberte cerca nunca más. Salgo a la calle, otro día , otro día más sin tu presencia, y lo peor de todo es que no volverás,
Lo instantáneo de lo que siento, es fugaz, efímero, y la nostalgias que desatas en mí es todo un antagonismo, es eterno y no acabará, nunca.
La nostalgia me acompaña. Y como un juego del azar, instantáneamente se acaba apresurado dejando ese rastro de vacío con el que me encuentro cada día.
No volverás, por que en un solo instante perdiste la vida en una mañana fría. Yo aquí me quedo con la nostalgia que no será solo un momento, que me acompañara para siempre.
Volveré, a ese café instantáneo, que rápido se acaba pero me quedaré con la nostalgia eterna que aquel momento me produjo, y mirando la foto de aquel día, volveré a sentirme como siempre, sin ti.

Esther Yubero
Grupo A


La plantación

Ricardo contemplaba desde los amplios ventanales del salón su plantación de café. Sus guardaespaldas hacían guardia delante de su hogar. Sus trabajadores se dirigían en fila, disciplinados, hacia el cafetal. Ricardo fumaba compulsivamente. Cualquier persona adivinaría rápidamente que estaba muy nervioso. Se había quedado solo. Su mujer y sus hijos habían huido a Bogotá y él dudaba si lo mejor era seguir sus pasos.

La guerrilla nunca le perdonaría que hubiese entregado a los paramilitares una lista con los nombres de sus simpatizantes en el pueblo. En venganza alguien había colocado un artefacto explosivo en su coche. Por suerte para él el mecanismo falló y solo le hirió en una pierna. En ese momento iba solo en el coche y Ricardo no dejaba de preguntarse que podría haber pasado si hubiesen estado con él su mujer y sus hijos.

Ricardo apuró el cigarrillo mientras examinaba el rostro del guardia que estaba más cerca de la casa. Era un joven pulcramente vestido y del que no se fiaba. Estaba gastando todo el dinero que sacaba del café en gente en la que no confiaba.

No, aquello no podía continuar. Tenía que buscar a alguien que administrase sus propiedades.

Óscar Fernández
Grupo B


Caliente domingo divagando espesa

Hoy he despertado más tarde de lo habitual. Más tarde y algo espesa. No suelo levantarme tarde. Me encantan las primeras horas del día. Pero hoy no tengo ganas de salir de la cama, ¡está tan caliente!

Presto atención al sonido del viento tras la ventana y oigo cantar tímidamente a un pájaro ¡sólo uno!... Me acuerdo de que hoy tiene previsto hacernos una visita una chica ciclogénicamente explosiva que se llama Ana. Me levanto y me asomo a la ventana. El viento parece ser más leve a juzgar por el movimiento de los árboles, que lo que me había parecido por el sonido que hace al rebotar sobre las paredes del patio. Decido entonces que, puesto que el tren de Ana aún parece estar lejos de esta estación, saldré a recibirla con la esperanza de que su efusividad no me pille de lleno y desprevenida. Quizá la respuesta esté en el viento pero esa respuesta no quiero ser yo al salir volando y aterrizar quien sabe dónde... :)

Pero hay un importante y previo ritual con el que he de cumplir. Caliente, no espeso...

Luego me dirijo a la cocina. Allí me preparo un caliente y humeante café con leche y unas apetitosas tostadas a las que pongo mantequilla y mermelada, ambas espesas. Hay pequeños placeres en la vida por los que merece la pena vivir. Uno es sin duda, desayunar con la calma del domingo. Otro despertar al ritmo de tu propio biorritmo, léase sin despertador. Esto se lo he dicho a mi perra junto con la palabra "paseo" envuelta en alguna parte de la frase o del párrafo -ya no me acuerdo- con que la he obsequiado. A juzgar por su excitación, juraría que estaba de acuerdo conmigo. Es una cosa que me gusta de ella: no suele contradecirme. ¡Incluso me atrevería a afirmar que a veces incluso me quiere!... No sé, no estoy yo para meterme ahora mucho en el alma perruno...

Acompañada por mi expectante compañera, me he aseado y la he adornado a ella con ese arnés que con tanto anhelo espera que le ponga en la puerta. También luce un collar que, en solitario, se me antoja algo sobrio; máxime teniendo en cuenta que si sólo llevara éste, mi perra cual Scooby Doo podría hacerme sentir a mí rauda y volátil al más puro estilo de Shaggy.

Ambas hemos salido a la calle dispuestas a atravesar media ciudad de camino al río. La mañana espesa. El viento caliente para esta época del año.

Y he aquí otro de los placeres de los que una puede disfrutar en una mañana de domingo: ver cómo las calles despiertan, cómo se desperezan, cómo poco a poco se pueblan. Se coloca el pobre en la iglesia, en los bares se colocan las mesas, los turistas más tempraneros van tomando posiciones... Atravesar las calles del centro cuando aún no están tan espesas, ni tan calientes puede ser, pienso, para cualquier moderno zen una forma ideal de practicar la meditación. Ideal para abstraerse y dejarse llevar por el aquí y el ahora...

Ya bajo el puente, robusto y casi intacto tras tantos años, tantas idas y venidas, tantas sequías y crecidas; observo el agua cristalina que fluye no espesa. Ni caliente. También los colores de otoño, la catedral algo tristona, que tiene hoy de fondo unas grises pero no lo suficientemente espesas nubes, y los patos; espesos fuera del agua, ligeros navegando en ella... calientes dentro y fuera.

La perra olfatea y trota feliz. Y entonces pienso en tí. Mi mente vaga y de repente una espesa niebla la cruza, tornando en frío mi corazón caliente.

Ya en la tarde, el domingo discurre a su ritmo espeso y también caliente,(no en vano tengo la calefacción puesta).

Salgo a visitar a mi madre en esta tarde espesa antesala de un lunes que a priori, no sé si será caliente. La amiga Ana parece ahora estar más cerca. Sopla algo más fuerte -se ve que tiene buenos pulmones.

En el camino, no sé muy bien por qué, me acuerdo de mi hermano, de ese al que casi pierdo este año. Y ahora que no fumo, recuerdo aquellos enormes cigarros que nos preparábamos, cuando nuestra madre no estaba, con papel de estraza enrollado y que soltaban aquel humo tan espeso, allí, al amor de la lumbre tan caliente. He pensado que no me importaría ahora fumarme uno.

Volviendo a casa, se ve que Ana aparte de silbar, se debe estar duchando y no ha cerrado la mampara. Llueve.

Ya en casa, recuerdo casi por casualidad o causalidad que quizá debería escribir algo con dos palabras que casual o causalmente son caliente y espeso. Y me decido a dejarlas en estas líneas, convergentes... convergiendo.

Mercedes González
Grupo A


Soluble a la soledad

Manuel salió a pasear aquella tarde como de costumbre. Siempre iba solo y solo volvía, pues no era persona que se diera a compañerismos ni a citas horarias. Vivía solo, hablaba solo y mantenía su soledad bien alimentada. Allá donde iba procuraba no hacerse notar. Pasar de perfil ante el mundo era su objetivo. Cualquiera diría que se había hecho soluble al viejo proverbio que dice “el buey solo bien se lame”. Había nacido para vivir en comunidad y nunca soportó el estrés, ni el venga usted mañana, ni el chantaje del si tú me das yo te doy. “Demasiado honrado para una causa perdida” dijo el mundo. Pero él se hizo fuerte, soluble en sus principios y se refugió en su pueblo natal donde su retiro le permitía vivir imantado a una soledad de eremita.

Esa tarde, como queda dicho al principio, salió a caminar por el campo, le atraía su apacible silencio, su quietud, se sentía afín a la naturaleza porque sabía que él era soluble a la tierra y a ella se daría en su momento. Quiso el azar que se encontrara con el párroco del pueblo, hombre muy en su papel de conducir a su rebaño con buenos consejos, el cual le dijo “No es bueno que el hombre esté solo” a lo que él respondió. No estoy solo señor. No estoy solo porque no existo. Soy producto de su imaginación, una idea soluble a la mente de un escritor que en mí se recrea. Vea señor párroco la página siguiente: Fin

Pepita Sánchez 
Grupo B


Café solo

La ronca voz del camarero interrumpió mis pensamientos y me hizo volver a la realidad.

Qué va a ser, dos instantáneos descafeinados como siempre?

-No, hoy tomaré un café solo, gracias.

Me había sentado en la misma mesa de siempre. ¡Habían pasado tantas cosas alrededor de aquella mesa! Allí fue donde nos conocimos, donde surgieron las primeras caricias furtivas. En esa mesa creció nuestro amor hasta hacerse inmenso y en esa misma mesa recibí el sms que cambiaría para siempre mi vida: Lo siento Rubén, Adrián se ha suicidado, procura venir cuanto antes.

Poli Rubia
Grupo A


El hombre del café

Hace muchos años viví una temporada en París. No estaba bien, no acababa de reconciliarme conmigo misma por cosas que habia echado a perder, por las que no habia luchado lo suficiente. Y pensé que marcharme lejos ayudaría. No fue así.
Vivía en un apartamento muy cerca del Barrio de los Pintores, era pequeño y muy viejo pero lo compensaba con unas grandes ventanas por las que entraba una luz maravillosa desde primera hora del dia. Cada mañana salía a pasear y todos los dias terminaba en un café lejos ya del centro de Montmartre donde la afluencia de los turistas ya no era tan numerosa. Tenía terraza, apenas tres mesitas de madera con sillas a juego ya bastante gastadas por el tiempo. Si tenia suerte y habia alguna libre me quedaba allí, contemplando, durante horas incluso, como pasaba la gente. Gente feliz, gente triste, gente con prisa, turistas, autóctonos...
La mayoria de los dias fuera estaba ocupado y entraba dentro. Era mas bien oscuro, con uces amarillaas enfocadas hacia el techo lo que le daba un ambiente muy acogedor, suelos y techos de madera, escasa decoración en las paredes y las mismas sillas y mesas que fuera. Pedia un café espresso y leía un rato o escribia divagaciones en un pequeño cuaderno que llevaba siempre encima. Con el paso de los dias me di cuenta que habia un hombre sentado siempre en la misma mesa y que ya estaba allí cuando llegaba y allí seguía cuando me iba. Era un hombre de unos sesenta y cinco años, pelo blanco, gafas con montura de pasta marrón y siempre con un jersey gris de diferentes modelos. Estaba allí sentado y no hacía nada, simplemente miraba su café. Y así durante horas, sin moverse más que para levantar el brazo para que el camarero le trajera otro café o levantar la mirada para pillarme casi siempre mirándolo. Y así pasábamos las mañanas, él mirando su taza y yo mirándolo a él. Sabía que no estaba bien lo que hacía pero no podía evitarlo. Tenía una serenidad que me atraía, cuando su sus ojos se encontraban con los míos era como meterse en un mar azulísimo y totalmente en calma, yo quería quedarme allí para siempre. Su cara no mostraba ningún signo de que me viera pero en sus ojos si había una leve señal de reconocimiento. Nunca hablamos, ni siquiera nos sofreímos. Solo estábamos allí, los dos solos, compartiendo un espacio, él metido en sus pensamientos y yo disfrutando de la extraña tranquilidad que me daba mirarlo.
Un día llegué al café y no estaba, se habrá retrasado, pensé. Y me quedé en mi mesa, esperando que llegase, volviendo la cabeza cada vez que escuchaba abrirse la puerta, pero nunca era él. Volví al café día tras día pero ya nunca lo encontré, incluso le pregunté al camarero con mi deficiente francés pero lo único que conseguí fue un encogimiento de hombros.
Y me marché de París y aun ahora ,a veces, muchos años después pienso en el hombre del café y en la serenidad de su mirada azul.

Beatriz Gorjón Martín
Grupo A


Ni café ni chocolate espeso

Contemplaba un cielo lleno de negros y espesos nubarrones, los observaba llena de tristeza y dolor, porque no eran precursores de un chaparrón, esos chaparrones que lavan el ambiente, que empapan la tierra, a los que sigue un sereno cielo azul, ese negro espeso se debía a una gran explosión, en una fábrica de fertilizantes se había originado un incendio, un incendio provocado que había causado una decena de muertos y muchos heridos.

No se había recuperado de la impresión vivida, se encontraba en una zona próxima, había acudido a pasar la tarde al chalet de Marta, una buena tarde comenzando ante una taza de café, ¡vaya dilema a la hora de elegir el tipo de café! aquel día Marta había recibido un pedido de cápsulas de nespresso, ¡madre mía lo que había allí!, café ristreto, café arpeggio… Se le vino a la memoria el aroma del café que hacía la tía Luz, un café de puchero en el que se metía un tizón, café puro le llamaba ella, no pudo menos de decirle que prefería un chocolate espeso con unos buenos picatostes o un buen batido bien espeso. En ese momento coincidieron sus carcajadas con la primera explosión y no hubo café ni chocolate espeso.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


A la enfermedad

Las últimas semanas
fueron terriblemente duras
Muchísimo dolor
se me concentró en la zona.

No sentía absolutamente nada
cuando iba al baño.
Era horrible.

Lágrimas, dolor, lágrimas y más lágrimas.

"Soy una chica fuerte-me dije"

Y lo era, hasta el médico me lo dijo
Pasaban los días, las horas, las semanas.
Y un buen día, viendo la TV, supuró, olía fatal.
y empezaron a brotar lágrimas de nuevo.
Tuve mucha suerte. Ese mismo día me operaron.
Pasé la noche en la UCI, le dije a mis padres que estaba bien.
Y el dolor había desaparecido.
Al día siguiente, ,me subieron a planta.
Empecé con las curas, más lágrimas.
"Soy fuerte"- me decía.
Demasiado fuerte - me decía mi voz.
Al quinto día, me dieron el alta.
A base de antibióticos y calmantes.
Es una triste historia que he querido
contar y no me ha pasado hace mucho.

Fue una gangrena de Fourlnier no una hemorroides como me dijeron al principio.

Iria Costa
Grupo B

La cárcel

El lunes pasado nos asomamos al interior de las cárceles para descubrir las historias que se esconden tras los barrotes.
Hablamos de Nelson Mandela, de Miguel Hernández y de Marcos Ana, seudónimo de Fernando Macarro, preso que más tiempo pasó en las cárceles franquistas.
Si hablamos de las cárceles fue para profundizar en la idea de libertad, una palabra que la mayoría disfrutamos a diario.

Sofía Jack nos enseña en su ilustración que la imagen de un preso, con atuendo típico, puede albergar en su sombra a una cebra.


Sofía Jack


Comentamos en poema de Miguel Hernández "Las cárceles":

I

Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,
van por la tenebrosa vía de los juzgados:
buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,
lo absorben, se lo tragan.

No se ve, que se escucha la pena de metal,
el sollozo del hierro que atropellan y escupen:
el llanto de la espada puesta sobre los jueces
de cemento fangoso.

Allí, bajo la cárcel, la fábrica del llanto,
el telar de la lágrima que no ha de ser estéril,
el casco de los odios y de las esperanzas,
fabrican, tejen, hunden.

Cuando están las perdices más roncas y acopladas,
y el azul amoroso de las fuerzas expansivas,
un hombre hace memoria de la luz, de la tierra,
húmedamente negro.

Se da contra las piedras la libertad, el día,
el paso galopante de un hombre, la cabeza,
la boca con espuma, con decisión de espuma,
la libertad, un hombre.

Un hombre que cosecha y arroja todo el viento
desde su corazón donde crece un plumaje:
un hombre que es el mismo dentro de cada frío,
de cada calabozo.

Un hombre que ha soñado con las aguas del mar,
y destroza sus alas como un rayo amarrado,
y estremece las rejas, y se clava los dientes
en los dientes del trueno.


II

Aquí no se pelea por un buey desmayado,
sino por un caballo que ve pudrir sus crines,
y siente sus galopes debajo de los cascos
pudrirse airadamente.

Limpiad el salivazo que lleva en la mejilla,
y desencadenad el corazón del mundo,
y detened las fauces de las voraces cárceles
donde el sol retrocede.

La libertad se pudre desplumada en la lengua
de quienes son sus siervos más que sus poseedores.
Romped esas cadenas, y las otras que escucho
detrás de esos esclavos.

Esos que sólo buscan abandonar su cárcel,
su rincón, su cadena, no la de los demás.
Y en cuanto lo consiguen, descienden pluma a pluma,
enmohecen, se arrastran.

Son los encadenados por siempre desde siempre.
Ser libre es una cosa que sólo un hombre sabe:
sólo el hombre que advierto dentro de esa mazmorra
como si yo estuviera.

Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
no le atarás el alma.

Cadenas, sí: cadenas de sangre necesita.
Hierros venenosos, cálidos, sanguíneos eslabones,
nudos que no rechacen a los nudos siguientes
humanamente atados.

Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,
tenso, conmocionado, con la oreja aplicada.
Porque un pueblo ha gritado, ¡libertad!, vuela el cielo.
Y las cárceles vuelan.

Y leímos el texto que Francisco Sueiro publicó en la revista Barbacana con el título de "La cárcel":

La lluvia cae, como en todas las historias en que la tarde es gris. Llueve.
La lluvia cae, como los barrotes de la ventana. En la ventana hay barrotes, como en todas las cárceles. Unos barrotes negros que caen de arriba a abajo, o suben de abajo a arriba, depende por dónde se miren.
Si estás fuera de la cárcel ves unos barrotes negros, decorativos, característicos –puesto que no hay cárceles sin barrotes–.
Si estás dentro de la cárcel, te jodes.
Te jodes, porque estás preso, y como todos los presos, no puedes salir.
Te reúnes por las tardes –porque también hay tardes en las cárceles– y juegas al mus, al tute, y al dominó.
Decía que si estás dentro de la cárcel ves mejor los barrotes porque están más cerca.
Son unos barrotes negros, cilíndricos, que cruzan la ventana.
En verano, cuando el sol abrasa –como todos los veranos–, en el patio de la cárcel se juega al fútbol. También se toma el sol, y, si se tercia, un bocadillo. En la cárcel también hay bocadillos: los hay de queso, de salchichón y de un jamón atocinado, del que se cae la grasa derretida por el pan, por culpa del sol
–que es ardiente– y del jamón –que es grasiento–.
La vida del preso es una vida muy puta.
Bueno, quiero decir muy mala, porque no sé cómo es la vida de puta, porque nunca he sido puta.
Preso sí.
Si eres preso lo pasas muy mal. Es mentira eso que dicen, que a los presos les tienen como a reyes, con televisión y todo.
Si eres preso sólo ves la televisión un rato después de comer y otro rato antes de acostarte. Ser preso es algo así como ser niño pequeño: nunca te dejan hacer lo que tú quieres.
Si tiene mujer, puedes verla todos los días,
Pero si además de tener mujer eres preso, sólo puedes verla los domingos.
El domingo es el día más bonito en una cárcel.
Hay días soleados, cachondos, días de alegría y de placer.
Pero ninguno es como el domingo.
El domingo, si eres preso, te levantas como todos los días: con mucho cuidado y sentándote antes sobre la cama.
A las once y media, después de desayunar, –si has desayunado, si no antes– viene un cura viejo, muy majo, que es de un pueblo de Burgos y que hace unas misas muy bonitas.

A las doce es la misa en el patio de la cárcel. Entonces, los presos dejan de jugar al fútbol, por respeto, y porque no queda sitio en el patio.
Algunos oyen misa.
Otros no, porque no pueden –están sordos– y entonces sólo la ven.
Yo conozco a un preso que dice que es comunista y que no va a misa porque no le sale de los cojones.
Decía que dios es un invento, y que todos los que oyen misa son unos gilipollas.
Si eres preso y no eres comunista ni sordo, los domingos oyes misa en el patio de la cárcel.
Mi amigo el comunista, los domingos, nos invita a un puro. Los puros se los regala un tal Fidel Castro, que es una especia de santo que tiene colgado en la pared de su celda. Dice que vive –mi amigo no, el santo– en una isla que está rodeada de mar con agua caliente.
Yo no me lo creo. En la cárcel no hay mar. El agua caliente sale en un chorrito pequeño por las mañanas, cuando te levantas; aunque creo que también sale aunque te quedes en la cama.
Los domingos también tenemos reunión con el sicópata, que es un señor que ha estudiado mucho y que se reúne con nosotros y nos pregunta qué tal estamos y si tenemos algún problema.
Cuando le decimos que estaríamos mejor fuera, se ríe y pone cara de cabroncete. El sicópata es el que me ha dicho que tengo muy buen talante para escribir y que cuando salga me puedo dedicar a ser historiero.
No sé si algún día saldré de aquí.
En la cárcel todos los presos han hecho alguna burrada, pero somos muy buena gente.
A mí me encerraron paro matar de una pedrada a un camionero que no me dejaba pasar con el burro por el camino, porque tenía aparcado el camión.
Yo ya he dicho que podían hacer los camiones más delgados, y así cabríamos todos, pero no me han hecho caso.
Dice mi mujer que si me porto bien me soltarán antes.
Yo no sé si quiero salir de aquí…
Dicen que en el pueblo han hecho una mina muy grande, y que han escarbado todos los campos y que me han tirado la casa, y que ahora mi mujer vive con su hermana.
Ayer me dijeron que al burro lo ha pillado un tráiler y que lo ha matado –el tráiler al burro–.
No, yo no sé si quiero salir de aquí.


Propuesta de escritura

1. Escribe un telegrama, o una carta, desde la prisión. Puedes dirigirla a alguien que le preste oídos y voz.
2. Escribe un texto libre -valga la redundancia- sobre la libertad


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:



Libertad aprisionada

Rostro amanecido
vive entre barrotes,
acaricia el pensamiento
con nuevas sensaciones.
La noche ciñe su manto,
habita en la celda aprisionada.
Palabras congeladas
que oprimen sentimientos
fermentan en su piel.
Justicia y libertad
invaden un espacio,
roto de emociones.
La angustia florece
con pétalos rasgados
que gritan a la vida.
Amarga realidad
vivida en el presente.

Sofía Montero
Grupo B


Navidades

Señor juez:

Yo no celebraré la Navidad este año. No la celebraré al modo tradicional, quiero decir. Pero no le remuerda la conciencia, señoría, se está relativamente bien aquí dentro. Aunque hay de todo, suele reinar la camaradería entre los reclusos, y en cuanto a la relación con los guardianes, tampoco hay queja; ahora incluso nos dicen internos y nosotros a ellos funcionarios.
Repito, por mí no le remuerda la conciencia. Otra cosa es cómo pueda sentirse su señoría por saber fuera y en libertad, al verdadero asesino, su hijo.
Con todos mis respetos. ¡Feliz Navidad!

Inocencio Pardal

Pascual Martín
Grupo B


La cárcel es mi casa

Han pasado cuarenta años desde que entré por primera vez en una cárcel y me parece que fue ayer. Todo empezó con unirme a malas compañías que me convencieron como ganar dinero fácil. Atracos a oficinas bancarias con apenas medidas de seguridad, hizo que viviera un tiempo sin trabajar, pero el dinero se acaba y hay que volver a delinquir, hasta que un día te pillan y acabas en prisión.

Aquí empezó mi calvario de todos estos años, conocí distintas cárceles, gente de todo tipo, revueltas en prisión, y cada vez que terminaba una condena, salía y al poco tiempo, volvía a entrar, las amistades desaparecen, la familia te va olvidando y eres como alguien que tiene la lepra, molestas en todos los sitios, estás desubicado en la sociedad.

Los años pasan muy deprisa y eres mayor para todo, la ilusión es algo que desaparece y no ves nada que te haga más feliz que volver a la cárcel, donde ya tienes un sitio, casi hasta te respetan los más jóvenes.

Es triste y doloroso pensarlo, pero donde me encuentro más a gusto es dentro de la cárcel.

Luis Iglesias
Grupo B


Mi hogar

Aquellos días los recuerdo como los peores de mi corta vida.

Estaba dentro de una unidad penitenciaria. No colaboraba con nada ni con nadie, esperaba juicio pero sin esperanzas, tengo que reconocer que la primera vez que me dieron alas estaba esperando volver a las andadas, y así fue, (mi familia confiaba en mí más que yo) así que otra vez me encontré allí dentro pasándolo mal. Pero después de un tiempo dentro te encuentras mejor cada vez, hasta adquieres una vida social completa al crear contactos con los que preparar el próximo delito compartido, que siempre da más ánimos y así, se fueron acumulando condena tras condena, a fuerza de reincidencias, eso se convirtió en mi nuevo capitulo, ya jugaba entre dos ligas. Pero mientras los años pasaban yo, de alguna manera fui cambiando y las condenas cumpliéndose.

22 años estuve así que me sirvieron para limpiar mi cuerpo del maldito veneno que me internó, y no sé como, de repente me convertí en un buen chico, deseoso de que pasara rápido el tiempo para por fin disfrutar de todo lo que existe fuera de este mundo que yo conocía .

Y llego ese día: estaba tan contento que lloraba ante la más mínima expresión de afecto por parte de mi familia, la que siempre fue un gran apoyo para mí. Aún así, Tardé poco en darme cuenta de que no sabía a que dedicar ese tiempo y esos paseos que antes no tenía. Mi mente me alertaba ante cualquier persona susceptible de ser atracada pero luchando conmigo mismo dejaba pasar esas oportunidades, para no defraudar a nadie.

Tardé poco en darme cuenta de que no sabía a que dedicar ese tiempo y esos paseos que antes no tenía. Mi mente me alertaba ante cualquier persona susceptible de ser atracada pero luchando conmigo mismo dejaba pasar esas oportunidades, para no defraudar a nadie.

Hasta que ocurrió algo en mi anodina vida: Me encontré con uno de esos amigos que dejas por el camino, uno de esos que comía pipas conmigo en el banco del parque del barrio, él, había pasado episodios muy similares a los míos, celebramos el encuentro con cervezas, pero eso fue al principio, después no sé muy bien que pasó, solo se que amanecí de nuevo a disposición judicial, y de ahí, otra vez dentro, esta vez fue muy diferente, estaba bien, era como mi casa, estaba cómodo a base de años de ocupar ese papel y conocía al dedillo oportunidades y vida carcelaria pero aquella jugarreta también acabó, y la condicional se me otorgó en poco tiempo.

Otra vez fuera, otra vez siendo menos y no sabiendo ni siquiera como usar el mando de la TDT o un móvil, un simple móvil que mis hermanos se empeñaron en regalarme.

Cogí el coche de mis padres aunque no tengo carné para hacerlo y pasé a toda velocidad por un control policial, no tenia nada que perder así que no me detuve y me di a la fuga provocando una persecución que acabó como no, en detención, y de nuevo regresé, a mi hogar, al que yo creía mi hogar.

Ingresé en un programa de reinserción social que me gustaba y pude conocer a gente nueva, diferente, aunque con vidas paralelas a la mía, en poco tiempo un juez me concedió el tercer grado.

Esta vez, a través de ese móvil descubrí un mundo nuevo, conocí gente por Chat, y además podía ser quien quisiera y tener el pasado que yo creyera oportuno con cada nuevo colega de Chat y aprovechándome de esta nueva herramienta inventé una nueva vida nada parecida a la realidad, jugué a ser otro, me sentía importante, aunque como estas cosas nunca acaban bien, llegue a tener sentimientos nuevos por alguien a quien sin pretenderlo hice mucho daño, volví a sentirme pequeño, creo que nunca había hecho tanto daño a nadie en mi vida como le causé a ella. Aquello acabó como era de esperar, no quería volver a chatear con nadie jamás en mi vida, sin eso, ¿Qué otra cosa podía hacer?

Estaba tan perdido y desesperanzado que me pareció que lo más coherente en mi situación era armar otra fechoría para regresar, esta vez en cambio, algo en mí había cambiado y decidí que seria cosa mía y que yo ya no podría volver a hacer daño a nadie.

Ideé un plan, un entupido plan, yo solo, fui, a coger la piedra más grande que encontré en los jardines del parque y fui caminando con ella en las manos hasta el centro. Calle peatonal y en la penumbra de la noche directamente me dirigía al escaparate de la joyería más prestigiosa de la ciudad y con todas mis fuerzas lancé el improvisado proyectil contra él. El escaparate pareció no haber sufrido impacto alguno, ni se movió, pero un montón de luces centelleantes parpadeaban frenéticas en el interior y supe que solo tenía que esperar a la patrulla para llevarme de nuevo a mi hogar.

Intento de robo con fuerza, no estaba mal, o eso creía yo, lo hice, me senté en el suelo hasta que en apenas 3 minutos mas tarde aparecieron; las cosas no salieron como las esperaba, lo primero que vi fue a Alfredo bajarse del coche oficial sonriendo. El policía que tantas veces me había esposado en mis traslados al juzgado o directamente desde el lugar de autos me conocía bien y se había convertido en algo parecido a un colega de corredurías por la vida.

Ese día Alfredo sonreía y me miraba con ojos pícaros, era raro y la imagen podía resultar hasta cómica, yo allí, solo, esperando, sin apenas una bolsa o mochila para guardar mi supuesto botín, simplemente esperando a que me detuvieran. Alfredo me dijo: que estas haciendo chico, valora lo que tienes, vete a casa, vete con tu familia y tu nueva vida, con esta tontería de la piedra y con tu actitud haré un informe favorable y esta vez no te servirá de nada.

Su compañero escuchaba divertido, no lo conocía, debía ser un novato.

Alfredo seguía soltándome su verbal reprimenda, charla que no olvidaré: disfruta de lo que tienes y pasa pagina, no hagas más tonterías, tu casa y tu vida están aquí afuera ahora, el sitio donde siempre debiste estar. Tienes salud y aún algo de la juventud que los barrotes te quitaron, vete a casa hijo, conoces a mas de 400 hombres que matarían por escuchar esa frase, “vete a casa”

Tras la perorata y comprender en verdad la estupidez fallida que acababa de protagonizar, y a falta de más ideas absurdas y descabelladas, regresé a casa, abracé a mi madre y me puse a llorar.

Ahora lucho como todos por ser feliz, tengo amigos nuevos, una casa donde me espera mi chica, un ramillete de hermanos encantadores que me adoran, y sobre todo... Tengo un móvil.

Gracias Alfredo

Esther Yubero
Grupo A


La libertad

“La libertad, amigo Sancho es uno de los mas altos dones que a los hombres dieron los cielos”.

Es obvio que Cervantes disfrutó, aún entre rejas, pues padeció años de prisión en los Baños de Argel, Sevilla…Terribles estancias de los barrotes.

Su alma libre, capaz de parir parte del Quijote entre esas rejas, hace que sus héroes respiren la libertad de los caminos y de la naturaleza y alimenten así su verdadero ser como El Quijote o la pastora Marcela, defensora de su propia libertad y abogada defensora del resto de las mujeres…

Es proverbial la liberación de los galeotes al verlos presos en santo error

Es obvio que como sus personajes citados, no solo necesitaba liberarse de cadenas pues la sociedad de su tiempo propició su fracaso y ahogo vital

Quizá los hombres de nuestro siglo, esclavos de los móviles y de esas cadenas

poderosas e invisibles de eso que se llama lo “ políticamente correcto”, no detectemos otras formas de ahogo el alma entre redes invisibles n troquelando los espíritus a un móvil pegados, uniformemente explotados por la publicidad. quizá da miedo reivindicar ese valor esencial de la libertad porque da miedo la soledad que conlleva el exilo interior

Nos tememos que las ventajas evidentes que suponen las redes sociales obvian los valores esenciales por automatismos tecnológicos que han matado

la capacidad crítica. Ojalá los jóvenes nos hagan recuperar con anhelo cervantino la verdadera libertad, empresa difícil, a fe…

Mientras tanto la lectura de lecturas esenciales, podría ayudarlos.

Emilia González
Grupo B


En la cárcel

Poeta Octavio Paz:

Estimado poeta Octavio Paz le escribo esta carta desde las celdas de esta cárcel , le voy a expresar en estas líneas como ha sido mi vida aquí desde que llegue en total sinceridad mi vida es un infierno tener que convivir con gente que no estoy augusto , le voy a contar como llegue aquí le cuento por culpa del que creí que era mi amigo estoy metido en la cárcel el me tendió una trampa todavía recuerdo el día que le dije que me gustaba una chica al que consideraba que era mi amigo también le gustaba la misma chica , cuanto me arrepiento de haberle hecho ese favor al que consideraba que era mi amigo fue en el aeropuerto de Barajas cuando veníamos de viaje antes de embarcar en el aeropuerto me dijo que si le podía guardar cocaína en la maleta yo le dije que no , minutos de llegar a la sala de embargue me pito la maleta llena de cocaína , intente demostrar que la cocaína no era mía a raíz de eso me condenaron por unos veinte años llevo de condena unos diez años espero que con estas líneas usted pueda entender mi situación y me pueda ayudar , le saludo atentamente.

David Álvarez
Grupo B


Pequeño amigo

Pequeño amigo: dolorosamente alegre me despido. Mañana, cuando vuelvas a posarte en mis barrotes, mi alma habrá volado al infinito. Antes de mi adiós definitivo, permíteme agradecer el preciado regalo de tu visita diaria.

Gracias por cada vuelo que te trajo hasta mi celda, juguetón y juvenil primero, severo y más pesado ahora. Tu compañía fue recreo en las interminables horas de soledad entre estos muros.

Alentaste mi existencia con tus trinos, y en tu voz cantarina hallé consuelo al abrumador castigo del silencio

Por ti supe que hay un sol que luce más allá de la angustiosa penumbra que me envuelve.

Mañana seré libre, pero dime: ¿qué se siente al cruzar el cielo entre las nubes?. ¿Cómo es el piar de tus polluelos?. ¿y el calor del cariño de tu amada? ¿Y dónde duele el dolor de las ausencias?. Demasiadas preguntas para hacerte, aunque… hace tanto que me veo en este estado, que he olvidado si vivo muerto o solamente sueño.

Dolorosamente alegre me despido, mi pequeño compañero de la vida. Mañana a tu llegada estaré libre. El carcelero me ha dicho que esta noche, otra bestia a la cual llaman verdugo, hará justicia cumpliendo la sentencia, que tranquilizará el dormir de muchas gentes. Acallarán como puedan sus conciencias, hasta olvidar que han matado a un inocente.

Pequeño amigo: a nadie tengo para dar mi nada. Me van a regalar la muerte, sin que estos letrados ignorantes sepan que no hacen más que liberar mi alma. Cruzará también el cielo entre las nubes y en alguna encontrará acomodo. Si la encuentras, tal vez sea gorrión como tú eres. Tómalo y llévalo contigo a descubrir qué se siente siendo libre.

Evaristo Hernández
Grupo B


Libertad

Miedos que son prisiones.
Cárceles de cristal,
con angustias que te arrastran,
con mentiras sin piedad.
Esa marcha inconsciente,
esa conciencia vital .
Ese confort que te atrapa
y no te deja avanzar.
Ese entrar en el todo
y no poderlo alcanzar.

Libertad...
Acógeme en tu seno,
hazme en tu pecho vibrar,
que vibrando en pecho ajeno
me sienta con libertad.
Límpiame las heridas,
hazme reír y llorar,
para poder algún día
amar y dejarme amar.

Luisa Mayorga
Grupo A


Carta desde la prisión

Señor Director:
Me dirijo a usted, con plena confianza de que estudiara está petición.
Hoy es lunes y añoro mis talleres de escritura, que cuando era libre podía acudir y suponían un gran estímulo para mi.
Creo que poder realizar esa actividad aquí en la cárcel,ayudaría a un grupo de presos, que se está interesado en poder acudir a ese taller.
Le saluda atentamente.Eugenio,he perdido temporalmente mi libertad, pero no, mi deseo de seguir con mis BUENAS costumbres.
Agradezco la atención que está dedicando a esta carta y confío sea posible y afectivo darle el seguimiento oportuno y favorable para mí y un BUEN grupo de presos.

Desde mi celda, un sincero saludo.Eugenio.

Pepa Agustín González
Grupo B


Sr. Ministro (Telegrama desde la cárcel)

Estar preso por haber dicho lo que pienso no ha rebajado para nada mi listón personal. Estoy comprobando en mis carnes la sentencia de D. Quijote “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos…” Sin libertad no hay educación, sin educación no conseguiremos ciudadanos libres. Privado de libertad física, sigo creciendo como persona, aumentando mi compromiso para defender la libertad de pensamiento. De rejas para dentro, la oscuridad, la sinrazón, todo lo invaden, pero detrás de los barrotes, el pequeño resquicio de cielo azul que se cuela, riega mis ansias de libertad. Llenando cárceles y vaciando aulas, solo conseguirá atormentar, torturar, reprimir, llenar de sufrimiento a muchas personas, pero no conseguirá formatear mi personalidad.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Carta desde la cárcel a un amigo imaginario

"Mi querido amigo:

Me ha sido muy grato recibir tu carta interesándote por mi situación. Y agradezco mucho tener a través de ti noticias del exterior. Me alegra mucho saber que estás bien.

En cuanto a mí, he de decirte que atrás han quedado los primeros tiempos en esta prisión. Atrás los primeros miedos, las primeras incertidumbres, los primeros llantos y los insomnios primeros.

Todo ello ahora se me antoja lejano con el transcurrir del tiempo. Pues a pesar de que el tiempo transcurrido desde que estoy aquí, no es mucho, sí ha sido en mi dolor, casi eterno.

No es tan relevante para mí todo lo acontecido, como la amargura del encierro. Y nada como la profunda angustia, me ha hecho llegar tan lejos. Entre los muros de esta cárcel, nada me es propio y, sin embargo, nada me es ajeno. Comienzo a intuir quien soy y sólo al dolor se lo debo. Aquí mi amor es más grande porque, entre los muros, siento más intensamente.

En mi imaginación, un inalcanzable cuadrado azul puede ser un inmenso cielo.

El ínfimo conjunto de estrellas que se asoman a través de la ventana de mi celda, se me antojan el gran universo. Las miro y, gracias a ellas, viajo al más apartado de los astros. Ya no me compadezco.

Dejo transcurrir el día con sus ruidos, sus tareas, rutinas y devaneos. Es la noche a la que aspiro, porque en ella libertad encuentro. Hago abstracción del ruido: me sumerjo en el silencio. En ella, la imaginación extiende sus alas y me hace libre como el viento.

Es en la noche cuando el horizonte se amplía hasta el infinito traspasando todos los muros, todos los hombres, todas las cadenas... y el alma vuela libre. ¿Quién o qué puede encerrar un alma?

Dirás que he perdido el juicio si te confieso que a veces, entre las cuatro paredes de mi celda, me ha parecido vislumbrar la más absoluta libertad.

Luego viene el sueño tras los sueños - siempre es útil soñar- que me ayuda a hacer más llevadera la, a veces, inevitable tristeza.

Como ves, en esta tiránica soledad, he encontrado bondades.

Un simple rayo de sol incidiendo en la pared al amanecer, el canto casual de un pájaro, una bandada de estos cruzando el cielo del patio o una mariposa blanca que se cruza en mi camino al mediodía; puede ser un gran acontecimiento para mí. Incluso a veces, las interpreto como maravillosas señales, porque siendo la vida tan triste y compleja, estos pequeños matices son todo un acto de amor.

En los momentos de debilidad en que el dolor por las ausencias trata de cegarme, me aferro a esos breves pero grandes momentos. Ellos me ayudan a no dejarme vencer por la desesperanza.

En este lugar sombrío están presentes todos los vicios. También todas las virtudes. Todo cuanto a nivel humano, acontece fuera, acontece aquí dentro.. Así, al lado de la tiranía, la hipocresía, la traición o el odio; he podido contemplar la compasión, la sinceridad, la lealtad y el amor. Al lado de la maldad, la bondad.

He aprendido a limitar mis deseos y mis aspiraciones, de tal suerte que cualquier acontecimiento alegre puede parecerme un enorme regalo. No sólo he experimentado entre estos muros las más altas cotas de sufrimiento, también he sentido un agradecimiento profundo por los detalles pequeños, por los alegres momentos...

Aún mantengo cierto orgullo. Mi amor propio que no me ha abandonado hasta ahora, no me ha permitido sumergirme en el lodo, no me ha dejado hundirme por completo.

De alguna manera, algo he ganado con esto. Puedo en ocasiones consolarme, aferrándome a la idea de que tal vez nada sea perdido: si ninguna llave puede encerrar un alma; tras los tiempos de dolor y oscuridad, quizá sólo pueda brillar la alegría.

Desde aquí salgan a través de esta carta mis mejores deseos para tí.

Un abrazo muy fuerte."

Mercedes González
Grupo A


La cárcel

¡Qué difícil es ponerse ante un folio en blanco para escribir de un tema en el que nunca se ha pensado y del que no hay vivencias ni experiencias personales! Para hacerlo hay que recurrir a conocer y oír a quienes sí conocen ese mundo, esa vida, allí han dejado parte de ella, o la han dejado, pero en ningún caso ha sido una vida estéril, nos han dejado el legado de su paso por allí, por la cárcel.
Pienso en los miles, millones anónimos, unos, pobres maleantes que una cadena de circunstancias y otros, crueles asesinos, les ha llevado allí, pero no son esos, en los que pienso ahora sino en aquellos que sus ideas de uno u otro índole les ha privado de libertad, de vivir, a los que quiero recordar, esos que a pesar de los horrores sufridos, han sido capaces de encontrar allí inspiración y nos han dejado su pensamiento, su obra.
Me pongo a hacer un repaso y encuentro a personajes de todo tipo: S. Pablo, Tomás Moro, Fray Luis de León, S. Juan de la Cruz, Cervantes, de ella ha escrito “Donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido tiene su habitación”, Quevedo, Dostoieski, Solzhenitsyn, Miguel Hernández, Marcos Ana…
Todos ellos con sus ideas jugaron un papel muy activo, en su momento, en el aspecto político, o en el religioso, y esas ideas, sus ideales, su verdad, su concepto de justicia, de compromiso les llevó a la cárcel y en algunos casos a la muerte y fueron fieles a ellas.
Para todos ellos, por su ejemplo y su obra, ¡gracias!

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


La cárcel

Aunque veo el azul del cielo solo a través de los barrotes sucios y fuertes de la celda que ocupo, no me siento preso. Vuelo. Tu recuerdo me pone alas para sentirme libre.

Ramón Sánchez Rodríguez
Grupo B


La cárcel 

Nadie nunca podrá negar que aunque amordacen la voz de un ser vivo exento de libertad, su lucha no cesa. Si hasta un vegetal se retuerce en su tallo para enmendar el sometimiento.

Mi vida vale lo que valen mis ideales, yo soy mis ideales, vivo en ellos y aquí, en la privación absoluta, son todo mi yo. Querrían borrarlos pero los barrotes no los pueden socavar, los retienen frescos en la bruma y, en ocasiones te permiten arrojar palomas de papel que puede que lleguen tan lejos cómo nunca imaginaras. Pero tu no lo sabrás, te conocerán y el tiempo hará justicia a los puños cerrados y dislocados por la fuerza, pero eso tu no lo sabrás por que ocurrirá cuando ya hayas muerto.

Las rayas y la sal son las cicatrices que quedan en la piel de la celda por cada día de ida a ninguna parte con la losa del tiempo transcurrido sobre los hombros sin abrazo alguno. Las paralelas dan una perspectiva del mundo de color cada día más alejada, son el telescopio que te acerca aquello que se distancia y te cambia la percepción que hace empequeñecer los recuerdos que guardas en una cajita dorada donde albergas además los sueños que morirán contigo y se enterrará junto a ti.

¡Quien va a restituir las pupilas derretidas, desfondadas de paisaje, rellenar las cuencas y esculpir el horizonte opaco de un zombie!. Nadie nunca lo ha logrado.

Antonia Oliva
Grupo B


Carta de una mujer fiel

Madrid 25/11/2017

A su Majestad el Rey:

Hallándome presa en la cárcel, me dirijo a Su Majestad para ponerle al corriente de mi situación. Mi nombre es Justa Concausa, natural de Salamanca y tengo cuarenta y cinco años. Llevo dos entre rejas tras ser declarada culpable de matar a mi esposo. Me condenaron a veinte años de prisión y es por ello que hoy me encuentro privada de libertad. El hombre con el que me casé era influyente y poderoso, siempre encantador en el escaparate social, pero un maltratador en potencia tras el matrimonio. Huelga decir que era un cobarde con un acusado sentido de inferioridad masculina que le superaba. Era como un ladrón que roba a viejecitas indefensas porque el resto de la humanidad le viene grande. Con esto quiero decirle que precisaba apalearme, vejarme, herirme sicológica y físicamente para aliviar su decrépito ego que cada día le exigía más. Esto sucedió durante diez largos y traumáticos años sirviéndose de la amenaza de estas palabras: “Lo que pasa en el dormitorio se queda en el dormitorio”. Viendo que se me escapaba la vida decidí que tenía que luchar. De morir o vivir hice mi causa.

Aquella tarde llegó temprano. Fue entrar en el dormitorio y ver el vestido sobre la cama denunciando mi salida, lo que provocó su ira. Se dirigió al armario y cogiendo el palo de golf que utilizaba para golpearme, vino hacia mí. Entonces mi mano se deslizó bajo la cama hasta asir el atizador de la chimenea que previamente había escondido. No llegué a utilizarlo porque el maltratador tropezó con la alfombra y cayendo contra la esquina de la cómoda se desnucó. Esto fue lo que alegué en mi defensa al declarar, la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Claro está Majestad, siempre ateniéndome fiel a sus palabras: ”Lo que pasa en el dormitorio se queda en el dormitorio”.

Apelo a la benevolencia de su Majestad, porque sé que es usted un hombre piadoso.

Le saluda atentamente. Justa Concausa.

Pepita Sánchez
Grupo B


Copacabana

Abuelo, por qué arañas los barrotes?
Abuelo, por qué extiendes los brazos? Tus manos nunca fueron alas

Abuelo, porque no puedo sentirte
abuelo, sólo quedará tu butaca, vacía,
y en el estante
trozos de tantas familias, y rupturas, y tazas,
y cuadros de vírgenes, y películas del oeste mal dobladas, y la colcha de lana del salón,
y no los toques, que se rompen
y no me toques,
que me quiebro
me quiebro en navidad con la nieve besando los barrotes
abuelo, si salieras.
abuelo, sal.

Fuera espera Copacabana.

Leyre León
Grupo B


La cárcel

¿Qué es del hombre que añora los campos y las flores, las montañas y los ríos, el día y su crepúsculo, la vida y el tiempo? Ahora soy un preso, encadenado a cuatro paredes frías roídas por el tiempo de quienes habitaron este espacio. Si tan solo pudiera conformarme por un paisaje inventado en el opuesto de mi ventana ¡pero no!, mi ventana la viste el muro de otra celda vecina. ¡Me están robando la capacidad de imaginar!

Aquí no hay atmosfera sino un vaho de soledades. Humanidades decrépitas que han sido usurpadas del tiempo. Cuerpos que envejecen al ritmo de la oscuridad; aquí no hay sol que indique el paso de los días, todo es un presente que no acaba, un presente que no fluye, un triste vagabundear por las horas que no existen.

Cárcel es lo mismo que soledades, habitares sin habitantes, vacíos cuerpos sin almas. Somos la expresión máxima de la rutina; ¡se nos ha robado la capacidad de reinventarnos!

El hombre sin su libertad no es más que una masa pensante, ¿hasta cuándo? Hasta que se agote el lenguaje y la mente se vacíe y le demos la bienvenida al automatismo sinérgico de los movimientos pletóricos de la esperanza. Allí donde hemos fijado la luz, el día donde todo acabará por fin y tendremos de nuevo la bienvenida al mundo, renaceremos, retornaremos a la vida y abandonada vida. Solo le temo que el habito de las costumbres no me cale fuerte y me conforme con ser un abandonado preso y que ese día quizás sea este mi mundo y aquel la nueva cárcel y de nuevo, hasta el fin de los días, continúe siendo un condenado en una cárcel distinto: el mundo.

David Vélez
Grupo A

Estar en las nubes

Ya ha llovido un poco desde la última sesión, la del lunes pasado. Se ve que hablar de las nubes e invocarlas ha dado resultado. Y como estuvimos un buen rato en las nubes nos dio tiempo para acariciarlas y hacerles cosquillas.
Hablamos del libro "El pastor de nubes" de Pedro Villar Sánchez, publicado por la editorial Kalandraka. También mostramos el maravilloso libro "A cloud" de Katsumi Komagata. Y el pequeño álbum "La fábrica de nubes" de Arianne Faber.


Nubes. Rafael Baraja


Mostramos un buen repertorio de textos finalistas en la Primera Edición Internacional de Microrrelatos de Prisa Radio (2013). De todos ellos destacamos los titulados "Salida de emergencia", "Certeza fatal" y "Yo no voy"

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Tenía las manos húmedas y el aire artificial le irritaba la garganta. Consultó el reloj. Disponía aún de cincuenta minutos para disfrutar de su soledad portátil en aquel paréntesis a ocho mil metros de altura. Abajo aguardaba el pasado recalcitrante que volvería a pegarse a su piel e impregnar la ropa con el rancio hedor gris de la rutina usada, adueñándose de nuevo de todos los rincones de su espíritu. Por la ventanilla se divisaba el mar azul que brillaba hasta el infinito. Se desabrochó el cinturón, salió al pasillo y comenzó a gritar.

José Ignacio Cebeiro. España

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión; como de costumbre, Fred dormía en su asiento. Por su trabajo viajaba frecuentemente; sin embargo, quería cambiar de oficio porque tenía un sueño repetitivo: el aeroplano se estrellaba contra un promontorio. Aunque él miraba el accidente desde lejos, siempre despertaba bañado en sudor. Aquel día, en algún instante, a pesar del profundo sueño, Fred creyó oír la voz del piloto pidiendo calma a los pasajeros, ordenándoles ajustarse los cinturones y tomar la posición de choque. Entonces abrió los pesados párpados y sonrió. Recordaba que en el sueño repetitivo salía vivo del percance; por eso cerró sus ojos para continuar durmiendo.

Víctor Manuel Arguedas Ramírez. Costa Rica

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Los soldados se amontonaban, sentados sobre los bolsos y con los fusiles apretados entre las piernas. Sus conversaciones eran apenas un murmullo ahogado, acallado por las voces enérgicas de los suboficiales. De pronto sentí un clic, una mano se apoyó suavemente en mi hombro y me obligó a mirar hacia atrás: le vi la cara transpirada, los ojos húmedos, sangrientos y la pistola negra y brillosa con el martillo del percutor listo para disparar, apoyada en la sien. "Yo no voy, me dijo". Y disparó".

Gabriel Sagastume. Argentina


Dejamos aquí un cortometraje titulado "A Cloudy lesson", que recoge muy bien el espíritu de la sesión:



Y para dejar un buen sabor de boca en el cielo del paladar sembramos por aquí dos poemas, uno de José Emilio Pacheco titulado "Nubes" y otro de José Hierro titulado "Las nubes"

En un mundo erizado de prisiones
Sólo las nubes arden siempre libres.
No tienen amo, no obedecen órdenes,
Inventan formas, las asumen todas.
Nadie sabe si vuelan o navegan,
Si ante su luz el aire es mar o llama.
Tejidas de alas son flores del agua,
Arrecifes de instantes, red de espuma.
Islas de niebla, flotan, se deslíen
Y nos dejan hundidos en la Tierra.
Como son inmortales nunca oponen
Fuerza o fijeza al vendaval del tiempo.
Las nubes duran porque se deshacen.
Su materia es la ausencia y dan la vida.

José Emilio Pacheco

Inútilmente interrogas. 
Tus ojos miran al cielo. 
Buscas detrás de las nubes, 
huellas que se llevó el viento.
Buscas las manos calientes, 
los rostros de los que fueron, 
el círculo donde yerran 
tocando sus instrumentos.
Nubes que eran ritmo, canto 
sin final y sin comienzo, 
campanas de espumas pálidas 
volteando su secreto,
palmas de mármol, criaturas 
girando al compás del tiempo, 
imitándole la vida 
su perpetuo movimiento.
Inútilmente interrogas 
desde tus párpados ciegos. 
¿Qué haces mirando a las nubes, 
José Hierro?

José Hierro


Propuestas de escritura

1. Escribe un texto a partir de la expresión “Estar en las nubes”. Puedes darle el matiz que te parezca oportuno.
2. Escribe un texto a partir de la frase: Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión...


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


La isla más remota del mundo

Después de 32 horas interminables de vuelo, siempre por encima de las nubes, paradas en aeropuertos y cambio de aviones: !Por fin había llegado Luis a la Isla de Pascua!. La idea de conocer el lugar más remoto del mundo, era un sueño conseguido, programado y pensado desde hace tiempo. Al bajar del avión le colocaron el collar típico de flores de la isla. Se instalo en una cabaña al lado del mar, alquiló una bicicleta para recorrer la isla, ver los volcanes, sus playas paradisiacas, se fotografió con los moais, conoció los bailes ancestrales de los nativos, le pintaron la cara con los colores típicos en la cena de gala de bienvenida, todo fue como un sueño. Las fotografías maravillosas y la experiencia vivida, inolvidable.

Me dice mi hijo: ¡Aún hoy ya de vuelta, estoy en las nubes!

Luis Iglesias
Grupo B


Siluetas de algodón

“Estar en las nubes”
para sentir su llanto
de lluvia en el cristal,
sus blancas siluetas,
viajeras del azul,
su rojo atardecer
en un cielo misterioso.
Vuelos de algodón
se tiñen de gris,
humedecen mi piel,
bañan mis sentimientos,
preñados de agua
en la nebulosa faz de la tierra.

Sofía Montero
Grupo B


Malos tiempos

Pabli regresa con las ovejas contento, feliz. Corren malos tiempos, miseria y privaciones, pero él hoy ha cumplido siete años; uso de razón, como dice don Agustín, el señor maestro. Además, vuelve con tres corderitos recién nacidos, y eso para casa de pobre representa mucho.

San Isidro —se dice—. Eso es cosa de San Isidro, seguro. San Isidro siempre miró mucho por los labradores, también por los pastores y zagales; lo dice mama. No se le ha ido de la cabeza la tarde aquella, jueves como hoy, pero de hace tres semanas; los jueves por la tarde no hay escuela y Pabli echa una mano a mama, por lo general con las ovejas. Aquella tarde mama le propuso que las llevara al Teso Marzán. Cuando llegó, navegaban el cielo nubes blancas de buen tiempo; no llovería, no, con lo que lo estaba necesitando el campo. Llamó su atención sin embargo una nube de las más pequeñas.

Había un cielo encalmado pero la nube, te fijabas y no paraba de cambiar en los bordes. Acabó cogiendo forma de oveja; de oveja, pero color blanco limpio, de cordero joven. Es entonces cuando se dio cuenta de que había estado pensando en ello antes de que la nube cambiase; o sea, lo había pensado él primero y luego sucedió. De modo que por sí o por no, probó a intentar bajarla al suelo. Y resultó, vaya si resultó. La nube-oveja se instaló entre las ovejas de verdad, entre la Paloma y la Veranda, y se movía con ellas.

Lo extraño es que llovía. Mejor dicho, no llovía, pero como si lloviera debajo de la nube. La nube se arrastraba entre las ovejas y tras ella iba dejando un rastro de tierra mojada. Le costó bien poco desgajar otros pedazos de las nubes que flotaban en el cielo y formar más nube-ovejas para bajarlas al rebaño.

Nadie alrededor, pero así y todo se llevó a los animales a la parte allá de la ermita no siendo que apareciese algún mayor; los mayores, cualquiera sabe en qué pueden dar cuando un niño hace algo que a ellos no les cuadra. Se asomó al ventanuco de la ermita formando pantalla en el cristal con las manos para quitar el reflejo, y allí estaba San Isidro, igual que siempre, de rodillas y rezando. Pero que él había metido mano, fijo.

Seis años entonces. Hoy, ya se dijo, siete; uso de razón. Pabli regresa con las ovejas bien comidas, al Teso Marzán le ha nacido hierba toda la que puedan apetecer. Hay que arrearlas incluso y que no paren; si no, se empanzonan. Llega al pueblo con el sol cayendo, aunque todavía queda luz en el cielo. Podrá salir a jugar un rato con los amigos hasta el toque de oración. Y mejor todavía, porque ve venir a mama al encuentro.

—Muy bien, Pabli, mi niño, tres corderines más, y mira qué guapos. Deja, que me llevo yo el ganado, tú quédate jugando. Qué hombre tengo yo en casa, siete años. Qué sería de mí sin tu ayuda, hijo; tú y tu hermanita sois los que me dais fuerza, que murió papa en la guerra y como quien dice se llevó la llave de la despensa.

Venían corriendo Manolo, y Lucas, y Josemi. Lucas traía bajo el brazo la pelota de goma de auto, la cuadrada. A veces botaba mal, pero eso qué importa.

Pascual Martín
Grupo B


Cuando despertó y miró alrededor, todo seguía igual. La habitación del hospital, con su techo y sus paredes blancas, parecía que hubiera estado allí desde que abrió los ojos por primera vez, y en una habitación casi idéntica a ésta, un grupo de personas con mascarillas, y tapadas de arriba a abajo con telas extrañas, la miraban fijamente.
Cuando hubo aprendido a comprender las palabras, le habían explicado que ella era una niña especial, que era tan dulce que no podía tocar ni ser tocada por los demás, porque se derretiría, y que por eso, de ahora en adelante, ella y la gente que tuviera a su alrededor tendrían que taparse la cara y las manos con mascarillas y guantes, así como sus cuerpos con batas.
También le habían dicho que debería estar
toda la vida en esas habitaciones, blancas, cerradas, que la gente mayor llamaba de hospital, estancas.
Únicamente, cuando se quedaba sola en la habitación, podía quitarse la mascarilla, los guantes y la bata en los sitios propios para ello, y estar a solas con su cuerpo y el camisón que usaba para dormir. Le gustaba palparse y besarse, porque el tacto era totalmente distinto al tacto del plástico que estaba obligada a llevar cuando estaba con los demás.
Otro pasatiempo que le gustaba era acercarse a la ventana, y observar el cielo plagado de nubes.Mirando de arriba a abajo, perpendiculares a esas nubes, había gente en la entrada del hospital.Gente que lloraba, reía y se abrazaba.Llegó a imaginar que eran el tacto, las lágrimas y el calor de esa gente lo que formaba las nubes.Las nubes estaban hechas de emociones y sensaciones, para poder ser vistas y disfrutadas por la gente que, como ella, no
podía sentir aquello por ella misma.
Una lágrima corrió por su mejilla y cayó al alféizar de la ventana.Esa lágrima nunca llegaría a formar parte de una nube.

Ricardo Paternina
Grupo A


La fábrica de nubes

"Desde niño, Juan Pastor había mostrado una natural predisposición por lo inútil, como llamaba su padre a todo aquello que no tuviera aplicación inmediata y práctica.

De naturaleza sensible y dado a la ensoñación, pasaba grandes ratos observando el ir y venir de las nubes bien tumbado en la hierba cuando iba al campo o bien, desde la ventana de su habitación o de su aula en el colegio. En cualquier momento, cualquier lugar se podía virtualmente convertir en su observatorio particular.

Ningún cirro, cúmulo, nimbo o estrato, ni ninguna de sus posibles combinaciones; escapaba al minucioso estudio y análisis de Juan. De tal suerte que podía predecir, casi con total seguridad, que tiempo iba a hacer en las horas próximas a su observación: si una nube se le antojaba con forma de globo, podía asegurar que haría viento o nevaría en breve; si la nube era baja y como humo, llovería sin duda; si el cielo aparecía nubosamente jaspeado, el viento que soplaría sería fresco…

Pero, sobre todo, ninguna de esas formaciones nubosas escapaba a su viva y despierta imaginación.

Y así, en función de su estado de ánimo, podía ver formas animales, formas vegetales o incluso minerales formas flotando vaporosas en el cielo. Tampoco se habían escapado a su imaginativa visión algunas naves espaciales ni algún alado y fantástico unicornio blanquiazul.

Había reparado también en cuán esquivas eran las nubes, pues cuando claramente era para él visible una imagen con una bien delimitada forma, ésta evolucionaba y pasaba a convertirse en otra. Este hecho le contrariaba profundamente a veces y le llevaba inevitablemente al secreto deseo de poder atraparlas y hacer que permanecieran a su antojo y por el tiempo que él quisiera, con la forma por él deseada.
De hecho, Juan Pastor quería ser “cazador de nubes”.

Un día, sumido en sus quiméricos pensamientos, recordó aquella vieja fábrica que había visto en una visita que hicieron con el profesor él y sus compañeros de clase. Y su imaginación comenzó a dispararse. De repente, se le ocurrió la disparatada idea de que si él era capaz de ver en las nubes formas de todo género, naturaleza y aspecto, quizá fuera porque esas nubes antes de llegar a serlo, habían sido otra cosa. Quizá antes habían sido pájaros, quizás peces, quizás aviones… cualquier cosa antes de ser vapor de agua al vuelo.
Tal vez para convertirse en esas formaciones capaces de volar o navegar por el cielo, esos animales o esos objetos que él veía allí arriba; habían sufrido un proceso de transformación en una fábrica para, posteriormente, ser arrojados en forma de vapor de agua por la chimenea hasta la atmósfera. ¿Por qué no? – Se decía.
De ese modo, pensó, cualquier animal o cosa susceptible de ser aprisionada, poseída o cazada en la tierra; una vez procesada, podría pasar a campar a sus anchas y moverse con entera libertad en el cielo.
Porque si algo daba Juan por cierto, era que sus amadas nubes eran libres… maravillosa y completamente libres. No podían ser atrapadas. Se movían. Se desvanecían. Iban… venían… reían o lloraban cuando querían…
Por tanto, habiendo comprobado tantas veces que, estando ellas arriba, nunca sería capaz de modelarlas o retenerlas como anhelaba, pensó que si su hipótesis fuera cierta, podría darles forma desde abajo.

Así, en su delirio, se decidió a probar suerte con una oveja y con ella, se dirigió a la vieja fábrica. ¡A la fábrica de nubes!

Entró con el animal e introdujo a la ovejita en la máquina (la máquina de hacer nubes) y acto seguido, salió y mirando al cielo esperó. Al cabo de pocos minutos, pudo comprobar maravillado, como salía por la chimenea un vaporoso y blanco cúmulo más grande pero casi idéntico en forma a la oveja con la que había entrado en la nave. Sin embargo, había en ella una diferencia que le inundó el corazón de alegría e hizo que sus ojos brillaran de una forma especial por la intensa emoción que le embargó en aquel mágico instante: la ovina nube le sonreía mientras se alejaba moviendo su pata anterior derecha a modo de saludo o de alegre despedida. ¡Su anodina oveja terrestre era allá en lo alto, una oveja feliz!

Ni corto, ni perezoso, decidió probar con otras cosas y con más animales.

A la oveja, le siguió una vaca que, en breves instantes la chimenea devolvió a Juan convertida en una increíble formación estratocumúlica en forma de vaca, a la que seguía retozando alegremente, una formación algo más pequeña pero de las mismas características, que le hizo exclamar exultante: ¡un ternero!. Recordó entonces, que le había parecido que la vaca estaba muy gorda cuando la dejó en la máquina de hacer nubes. Seguramente se le había desprendido allí la cría y ahora ambos, también felices, danzaban por el cielo mirándole desde allí y alejándose agradecidos.

Corrió por más animales y así, entraba un león y salía un cumulonimbo con una gran melena al viento sonriendo orgulloso.

Entraba un elefante y aparecía un gris nimboestrato con forma elefantil que felizmente hacía caer desde su trompa, abundantes gotas de agua.

Luego, metió un cerdo “ibérico” y, curiosamente, mientras esperaba que saliera una nube de un color grisáceo más o menos intenso; apareció una de color de rosa, muy contenta, eso sí. Este hecho, le dejó perplejo. Sin embargo, como estaba tan emocionado con el experimento, decidió que ese fenómeno lo estudiaría al día siguiente con más calma. Y siguió afanosamente con su tarea.

Vió fascinado como cualquier pájaro, grande o pequeño, se convertía, tras su paso por la fábrica, en un ave majestuosa en el mundo de las nubes. Ya se transformara en cirro, cúmulo o estrato, era asombroso ver la evolución de su vuelo en el abierto y celeste espacio.

Fue más tarde cuando comenzó a llevar algunos de sus juguetes a la fábrica de nubes, viendo de este modo convertido su amado castillo de Playmobil, en un vaporoso y nacarado castillo blanco a través de cuyas ventanas salía de vez en cuando sonriendo algún fantasma mientras, moviéndose fantasmalmente por la bóveda celeste, soplaba y junto con las ráfagas de viento, soltaba agua a bocanadas.

Por último, en un alarde de aplomo, valentía y generosidad, decidió meter su tesoro más preciado en la máquina de hacer nubes. Nada más y nada menos, que su barquito, aquel que le habían dejado los Reyes Magos un año en la casa de su abuela. Ese barco con velitas blancas que a veces miraba embobado imaginándolo surcando los mares y en el que él partía hacia mundos desconocidos y lejanos.
¿Por qué no dar a su barquito la oportunidad de ser libre vuelto nube?

Con él y un cubo de agua, entró en la fábrica. Vertió el agua e introdujo el velero en la máquina de hacer nubes. Salió y esperó. Esperó más que otras veces y, cuando comenzaba a impacientarse, vio como el vapor comenzaba a salir por la chimenea...
No podía apartar los ojos de aquella maravilla ondulatoria que iba, poco a poco, formándose hasta convertirse en un auténtico mar de nubes que se movía, acompasadamente, como si del agua de un inmenso océano se tratara.

Atónito y maravillado sin conseguir apartar la vista de aquella increíble formación nubosa, vio como de pronto, emergía un gran velero blanco que parecía navegar triunfante contra viento y marea. Pero más tarde pudo ver como otras amenazantes formaciones más oscuras lo hacían desaparecer.
Horrorizado, corrió a buscar una linterna y entró rápido como un rayo para depositarla en la máquina.
Asombrosamente, al poco rato comenzó a ascender desde el tubo de la chimenea una forma también tubular y nubosa que semejaba un faro. En cuanto se hubo formado, sin que Juan comprendiera muy bien cómo, el sol se interpuso y arrojó una potente luz que hizo al barco perfectamente visible de nuevo. Y, perfectamente visibles, unas enormes franjas de colores que parecían confeccionadas con grandes hilos luminosos, formaron un espectacular arcoiris.

Fue tal el impacto que causó esa imagen en nuestro protagonista, que hizo que éste bruscamente volviera de su ensoñación y ya en la realidad, una idea se fijaba en su cabeza: No sería cazador sino "supervisor de nubes", el mejor de los oficios, como había oído decir a alguien en una ocasión.

Y no sería un supervisor cualquiera. Sería farero. De ese modo, podría guiar a los barcos perdidos en la noche a llegar a buen puerto. Y un faro sería un lugar privilegiado donde podría ser feliz mirando al cielo.

Cuentan que nunca hubo meteorólogo tan preciso en sus predicciones como Juan Pastor. Y que su amor por las nubes sirvió de inspiración a todos cuantos su historia conocieron."

Mercedes González
Grupo A


Quisiera estar en las nubes

Quisiera estar en las nubes para no saber que todavía se trafica con seres humanos.
Quisiera estar en las nubes para no enterarme de que las guerras matan a miles de inocentes.
Quisiera estar en las nubes para no oír los lamentos de los campos de refugiados en las noticias.
Quisiera estar en las nubes para no ver que el pantano de la almendra se está secando.
Quisiera estar en las nubes para no comprender por que mi madre pone su crema hidratante sobre el espejo.

Esther Yubero
Grupo A


¿Cuánto vale una nube?

Papá, papá ,gritaba el niño, mientras su padre ojeaba el periódico sin prestarle atención.
-Papa, hazme caso por favor.
-Dime, que ocurre ahora.
-Necesito cosas que ya no uses para montar un mercadillo.
-Y, ¿a quien se las vas a vender?
-Pues a los vecinos.
-Celia, grito el padre, ¿oyes lo que dice tu hijo?

La madre asomo la cabeza por la puerta de la cocina,¡a ver ¡ ¿Qué dice?

-Que quiere montar un mercadillo para vender cosas viejas a los vecinos.
-Bueno, pues dejale, mejor eso a que se pase las horas muertas con el dichoso telefonito.
-Pero, ¿Quién le va a comprar nada, desde luego este hijo tuyo tiene la cabeza llena de nubes.
-Claro, eso es, pensó el muchacho,venderé nubes.

Subio a su habitación e hizo un cartel en el que se podía leer en grandes letras negras-SE VENDEN NUBES, LAS ENTREGAMOS A DOMICILIO.PEDIDOS AQUÍ.

Clavo el cartel a la puerta de casa y se sentó a esperar. La primera en pasar fué la vecina del tercero, una vieja refunfuñona que vivía con tres gatos.

-Señora, señora, le vendo una nube. Se la dejo bien barata.
-Para nubes estoy yo. Bastante tengo con las que hay en mi cabeza, de buena gana te las regalaba todas.
-Despues paso el cartero
-Señor, le interesaría comprar una nube.
-¿Una nube?, ven mira, dijo mostrándole la mochila. Todas estas nubes tengo que repartir hoy.

Siguió pasando gente durante toda la tarde, y cada cual se inventaba una excusa para no comprarle nada.

A punto estaba ya de subirse para casa, cuando se le acercó un mendigo.

-Dime chaval, ¿ a cuanto están las nubes?
-Pues eso depende.
-Y de que depende.
-Pues del tipo de nube que quiera comprar, aquella de allí con forma de autobús es mas cara que la pequeñita que hay al lado y que parece una pera.
-De acuerdo,pues entonces dime ¿Cuánto vale aquella de allí?, La que parece una cama.
-Esa vale dos euros.
-Vaya por Dios, tan solo me queda uno con cincuenta.¿ Te hace?
-De acuerdo y ¿Dónde la tendría que enviar?
-Mira, ves aquel puente al final de calle, pues allí duermo todos las noches.Pero la necesitaría para hoy mismo.
-De acuerdo la tendrá esta misma noche.

El niño se fue muy contento a la cama pensando en el buen negocio que había hecho e intento no quedarse dormido. Cuando vió que sus padres dormían, se levanto de la cama y descalzo , para no hacer ruido, salió a la calle. Notaba el frio suelo calando sus pies, pero eso no le impidió caminar hasta el puente donde dormia el mendigo. Encendió la linterna y alumbró su cara .El mendigo dormia plácidamente, con una enorme y apacible sonrisa.

Apagó su linterna y volvió caminando tranquilo hacia su casa, satisfecho de que su primer pedido hubiera llegado a tiempo a su destino.

Poli Rubia
Grupo A


La fábrica de nubes ESE ESE

Echaba de menos Berlín. Hacía ya seis meses que se trasladaron a vivir al campo y aún no era capaz de acostumbrarse a esa eterna sensación de soledad. Se sentía perdido dentro de esa enorme casa llena de largos pasillos y habitaciones inmensas. También echaba de menos las tardes de juego con los amigos. Lo más parecido a un amigo que tenia aquí era su perro Orson, un viejo San Bernardo que su padre le había regalado al cumplir seis años. Además de Orson estaban papá, mamá y Clara. Clara había sido maestra antes de ingresar en el partido y ahora se dedicaba en cuerpo y alma a taladrarle la cabeza todas las mañanas con aburridas lecciones de cálculo, geometría, ciencias naturales, geografía, literatura y ortografía. Pasaba las tardes mirando el enorme patio que se veía por la ventana del salón. Aplastaba su naricilla chata contra el cristal y dejaba volar su imaginación. De pronto le crecían alas y podía volar tan alto que la casa solo era un minúsculo punto sobre el suelo o se convertía en un experto capitán de barco o un intrépido explorador adentrándose en las selvas más inhóspitas. Pero el habitual sonido de disparos le devolvía de nuevo a la realidad, y la realidad no era otra que la triste y desvencijada ventana. Tras la ventana una valla de espinos, tras la valla cientos de seres famélicos ataviados con idénticos trajes a rayas, tras las rayas los guardias con sus perros, tras los guardias dos hileras de sucios barracones, tras los barracones una fabrica y tras la fabrica una enorme chimenea vomitando humo día y noche.

-Papá, preguntó un día el niño, ¿Por qué la chimenea nunca deja de echar humo?
-Verás, la fábrica tiene unas enormes calderas que tienen que estar encendidas las veinticuatro horas , nunca se pueden dejar apagar.
-Y en esa fábrica, ¿Qué fabricáis?

- El padre dudó un momento, la pregunta le había pillado desprevenido. Pues fabricamos nubes. Podemos elegir el tamaño, el color e incluso la forma. Supongamos que queremos tener una nube con forma, que se yo, de paraguas mismamente, pues los fabricantes de nubes que son esos hombres con trajes a rayas introducen un paraguas en la caldera, el paraguas se quema y se convierte en humo y ese humo sale por la chimenea siendo ya una nube con forma de paraguas.

-¿Y se pueden hacer nubes con forma de oveja?
-Pues claro que si, se pueden hacer nubes con la forma que tu desees. Dime ¿Qué forma te gustaría que tuviesen mañana las nubes.
-Pues me gustaría que tuviesen forma de elefante
-Vaya un elefante, veremos que se puede hacer.

Al día siguiente el padre hizo traer un elefante del zoológico mas cercano y ordeno a los prisioneros que lo pasearan por delante de la ventana por la que se asomaba el niño. Después lo introdujeron en los hornos y así el niño tuvo sus nubes con forma de elefante.

Durante los días siguientes desfilaron por la ventana leones, cuervos, loros, cerdos y toda clase de bicho viviente, que se trasformaban en nubes por arte de magia para disfrute y fascinación del niño. Era tal la afición del niño a observar las nubes que se levantaba todas las noches a mirar por la ventana y cuando los potentes focos iluminaban la chimenea podía ver un león devorando a un cerdo, un cuervo y un águila volando en el cielo o un paraguas rodando por el suelo bajo un aguacero infernal.

Pero un día el niño dejó de mirar por la ventana. El padre al verlo tan triste se preocupó muchísimo y pensando que estaba enfermo hizo venir inmediatamente a todos los médicos del campo, los cuales le examinaron concienzudamente y le hicieron toda clase de pruebas llegando a la conclusión de que no padecía ninguna enfermedad.

Pero pasaban los días y el niño no mejoraba. Ordenó el padre que trajeran a un famoso médico judío que se encontraba internado en el campo. Isaac, que así se llamaba el médico, paso un largo rato charlando con el niño.

-Y bien preguntó el padre: ¿Qué le pasa a mi hijo?
-Su hijo está enfermo de pena señor y además tiene un miedo terrorífico a mirar por la ventana y ver las nubes.
-Y eso, ¿por qué?

Pues parece ser que hay noches en las que ha visto salir por la chimenea cientos de nubes con forma de niños gritando.

Poli Rubia
Grupo A


Caminando de nube en nube

Me fui por las nubes a caminar, ante la falta demasiado larga, de nubes de algodón bajo el cielo azul. Cuál sería mi sorpresa que pronto me fui cruzando con la realidad que había dejado aparcada en tierra, por repetitiva, cansina. Puigdemont paseando por Bruselas, los concellers dispuestos a acatar el 155 con tal de salir de la cárcel, Trump lanzando su melena implantada hacia la chepa, PDFs de mis recibos bancarios, la terrible sequía unida a la contaminación, me impidieron disfrutar de un placentero viaje entre las nubes, desde un tiempo a esta parte convertidas en depósitos digitales.

De golpe, apareció una nube diminuta en el horizonte. Últimamente las únicas nubes que veo son las de Forges que diariamente intenta regar con ellas “el país” sediento. Fue tan grande la ilusión que me produjo, que pronto vi cómo se transformaba en pez, en león, águila, a medida que iba creciendo. Estaba tan entusiasmado ante la posibilidad de lluvia, cuando se coló El Tiempo de una cadena televisiva, bajándome bruscamente de las nubes.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Estar en las nubes

Aquella muchacha se pasaba el día devanando nubes, como grandes madejas, blancas, grises o teñidas con los colores del atardecer.

Era despistada por naturaleza y solía olvidarse del objeto de las compras y muchas veces de mirar escaparates, actividad obligatoria en estos tiempos; vamos que era una chica rara.

También imaginaba a través de las nubes las formas de belleza que no existen en este mundo en que la gente suele mirar de tejas para abajo. Las nubes le servían de techo como paraguas de consuelo.

Un día me contó por qué las nubes eran su refugio y ,a la vez, sus colegas tan fieles como pasajeras.

Siendo niña se perdió en un campo de trigo y, en lugar de sentir miedo, miró hacia arriba y vio un trozo de cielo de azul resplandeciente y sintió que se diluía en una felicidad extática, su yo desapareció por momentos y, más tarde, sintió pavor bajo el cielo desnudo.

Emilia González
Grupo B


Mi hija,esta en edad de total adolescente.Todos los días he de rescatarla,para que tome tierra.Esta en otra galaxia,yo le digo que baje, estar en las nubes, hay momentos que viene muy bien,viajar y pasear por esa zona,pero de manera tan habitual,hay días que me desquicia,
Me dice, que yo no la entiendo,yo trato de hacerle entender, que no es cuestión de entendimiento.Lo que debe hacer es bajar y VIVIR el momento,x aquí, con los, terrícolas.Confio que sea una etapa corta, hay días que mantener una conversación con ella, es como hablar con una desconocida.

Pepa Agustín González
Grupo A


Lluvia

- Papá, ¿por qué llueve?
- A ver... ¿Cuáles son tus nubes favoritas?
- Las blancas, las que parecen conejitos blancos o algodones de azúcar.
- Pues eso mismo le pasa a mucha gente. ¿Ves aquel hombre de ahí delante que está limpiando la calle? Pues hay personas como él que cuando vienen los nubarrones, las nubes oscuras, se suben a unas escaleras gigantes que llegan hasta el cielo. Allí se ponen a limpiarlas usando mucho agua que luego cae hasta la tierra. Por eso llueve...
- Ah... Claro.

Sin tiempo para pensar más, la pequeña se alejó corriendo hacia el hombre.

- ¡Gracias por estar en las nubes!
- De nada... -sonrió confuso el barrendero.

Enrique Rodríguez González
Grupo A


Las nubes

Te fuiste y te buscaba en las nubes,
y quería subir a las nubes,
estaba flotando, subía, subía
¡y llegué a las nubes!
Ya estaba más cerca de ti
y yo te miraba y tú sonreías
y ya cuando te iba a tocar, te desvanecías.
Y otra vez a subir, a soñar
que en las nubes a ti te veía,
que otra vez caprichosa una nube
con hilos de lágrimas a ti te tejía
yo miraba, miraba, miraba
y sí te veía, siempre sonreías,
y alguna vez allá entre las nubes,
un ¡mamá!, oía.

Inés Izquierdo
Grupo A


Nubarrones

Entre el “PIB per cápita” y el “efecto frontera”, la mañana se ha nublado. ¡Mi reino por un café! Me vuelvo a ir a las nubes, incapaz de sujetarme a esa pantalla que me interroga en silencio. Floto, soy un globo que se eleva sobre los yacimientos de empleo, la baja densidad de población y los entornos rurales. Oscuros nubarrones que exigen respuestas, pero ¿tiene que ser hoy? La verdad es que prefiero andar por las nubes, dejar vagar melancólica la mente, un paseo por el bosque otoñal, un vinito compartido, los amigos, el disfrute de tu piel, las cosas buenas de la vida. Suena el teléfono: “Dicen que si has mandado el orden del día de la reunión, que no les ha llegado”. La realidad manda. Fuera, las nubes grises amenazan lluvia.

Javier Portilla
Grupo A


Volviendo de las nubes

Siempre he pensado que estar en las nubes es estar ensimismado, dejándote llevar por la imaginación, que la mente divague a su aire saltando de un pensamiento a otro. En esos momentos si estas solo la cosa va bien, pero si estás acompañado, el resto de la gente se da cuenta que te has marchado, que ya no estás con ellos por la cara de bobalicón que pones, mirada perdida , rostro relajado y ajeno a lo que se cuece a tu alrededor.
En ese momento paro la imagen, me recreo en ella y empiezo a dar marcha atrás, voy volviendo fotograma a fotograma desde el momento en que estoy, hasta el momento en que desaparecí.
Estuve en las nubes y he vuelto.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


Placidez

De vez en cuando estoy en las nubes, en ese limbo onírico entre la vigilia y el sueño, ese estado de quietud creativa, esa pequeña muerte para renacer de nuevo; ingrávido, ligero, vaporoso como las nubes que pinté con esmero.

Celaje caminante,
místico y etéreo.
Terreno en la azotea
de formas caprichosas.
Espejo de colores,
que vibran en el cielo.

Luisa Sánchez Mayorga
Grupo A



Estar en las nubes

Buscando entre las nubes de amaneceres olvidados encontré:
certezas transitorias,
charcos secos de sueños,
títeres con nudos de conciencia,
escarcha de plastilina,
relámpagos de anhelos vetados,
palabras esculpidas en océanos
y pavesas de dudas estancadas.

Beatriz Gorjón Martín
Grupo A


Estar en las nubes siendo nube


Estoy en las nubes. Es hermoso estar aquí arriba. Grandioso. Creo estar en las nubes pero al sentirme tan enorme y mirarme, lo que veo es que soy una nube inmensa, gloriosa, sublime, esponjosa, húmeda y tibia. ¿Cómo me he formado? Todo lo que yo estaba siendo allí abajo como humana (carne, huesos, sentimientos y fatigas) ha ido perdiendo densidad y se ha establecido cierto desorden, las distintas fracciones entremezclándose: algunas moléculas procedentes del hígado se han juntado con el sentimiento de impotencia, y a este grupo se han unido partículas de artrosis rotuliana; el agradecimiento ha rodeado fragmentos de piel del abdomen; la culpabilidad se ha entrelazado con tejidos de mucosas y más tarde se ha adherido a células del ventrículo izquierdo.


La ascensión ha sido grata, sutil. Y darme cuenta de lo que soy aquí arriba, un despertar. Observo que todo es homogéneo ahora, no se distinguen tejidos ni estructuras ni sensaciones. Se ha amalgamado la masa con todos los ingredientes y ha crecido. La tarea está hecha y sólo queda estar aquí, observando inmensidades abajo y también arriba. Me he subido a las nubes. Soy nube y no alcanzo a apoyar mis plantas en el suelo.

Manuela Sánchez
Grupo B


Un paseo por las nubes

No sabría precisar cuanto tiempo duró su paseo por las nubes pero cuando volvió en si, le costó cinco segundos retomar la realidad. Quien sabe a dónde se habría marchado, qué lugar sería el explorado, si le habría aportado algo o perdería, si ahora sería alguien distinto, quien sabe. Es su espacio impenetrable, el que habita, en ocasiones, durante una franja atemporal en la que vaga sin saber por ni para qué, y no se da ni cuenta de que existe.
No se pierde o sí se pierde por que yo no le encuentro. Será que se marcha tras de una estela o, que las nubes de algodón amortiguan el golpe o quizás, que las distancias por el cielo son más cortas. Será eso.

Antonia Oliva
Grupo B


De viaje a Nubeland

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión.
Din don.. el comandante les agradece la confianza depositada en su compañía aérea y les da la bienvenida a Nubeland. Una vez aplicado el aerosol antigravedad, la azafata les hará entrega del kit con las pinturas que han seleccionado. Comprueben que están correctamente identificadas con sus nombres.
Don din… aviso para los pasajeros que tengan conexiones con otros destinos, permanezcan sentados y con el cinturón abrochado.
Din don din …¡atención, preparados, listos….! en breves momentos cederá el bastidor del aparato y serán depositados en el kilómetro cero. No olviden encajarse las gafas de oxígeno y esperamos que disfruten del espectáculo interactivo. ¡Ya!

Antonia Oliva
Grupo B


Estar en las nubes

Al bajar por las escaleras me dirijo al comedor para escribir. En ese mismo instante enciendo el ordenador, abro el archivo Word de Windows y no se me ocurre nada para escribir. Me levanto de la silla para ir hasta la ventana. Saco la mano para ver el tiempo que hace en la calle y me quedo mirando el cielo. Va a llover. Hay una gran borrasca. Cojo un papel para escribir un texto de las nubes, en ese mismo momento le doy vueltas a la cabeza. Estoy en las nubes, no consigo concentrarme para escribir en la hoja.

David Álvarez
Grupo B


Nubes

¡Lunares del cielo! ¡Burbujas entre burbujas! 
Composición compleja del aire
Un tejido denso del suspiro del viento
El aliento del tiempo
¡Que se derramen lágrimas desde los ojos del cielo!
¿Por qué habitas en el aire cuando tu hermana la niebla viven en el roció, alimenta los climas húmedos y fríos de las montañas?
¿Qué plantas riegas, que ciclo de la naturaleza mantienes? 
No veo a quienes debas bañar con tu soledad. ¡Etérea!
Por eso, cuando te sientes sola, te recoges a ver como las flores, los árboles, los sembrados y los prados abrazan a la niebla, y tú, queriendo que te quieran, derramas tu sangre hacia nosotros.
Pero, hay veces ha sido tanta tu búsqueda, tu soledad, que más que alimento, desatas una gran tempestad.
Ten presente agobiada nube, que al salir el sol, tu naturaleza se sublima. Pero tranquila, que el agua se evapora para formar un cendal de nube y retornarás de nuevo a conformar los cielos, flotando en el tapete del firmamento, añorando el día de volver a caer en búsqueda del abrazo tierno del verde suelo.
Niebla, aunque tu destino sea el mismo, desear algo y ver como se agota, estás simulando nuestra naturaleza humana. Comprenderás por fin, que los hombres somos como las nubes, tenemos que caer para poder elevarnos y que nuestra naturaleza es etérea como la vuestra, pero que al final vuestro espíritu se renueva en nuevas nubes y el nuestro quizás no. 

David Vélez
Grupo A


Una camilla en las nubes

Le gustaba visitarla. 
Los ratos que pasaba con aquélla mujer, tan mayor que rozaba el siglo de vida, disipaban todos los nubarrones que podían oscurecer la suya, recién estrenada. 
Cada vez que aporreaba la aldaba de su vetusta casa, una voz cantarina y luminosa le saludaba desde el fondo del largo y oscuro pasillo de su bajo interior izquierda. 
Envuelta en su bata azul, sentada en su escaño de espaldas a un ventanuco que sólo los días claros aseguraba algo de luz natural y tras una camilla floreada, estaba siempre ella: magnífica, recibiéndola con sus enormes ojos redondos, como llovidos del cielo. 
Allí a su vera, calor de hogar, vaciaba su alma entre la risa y el llanto, ante sus atentos ojos calmos. Todas las penas que arrastraba se desvanecían de un soplo, como las bocanadas del humo de su pipa. Y los grises y amenazantes cúmulos de sus experiencias amargas se tornaban en livianos cirros, blancos y transparentes, transportándola a paraísos lejanos en donde reinaba el sosiego. 


Le tranquilizaba estar en las nubes. 
Por eso necesitaba estar con ella. 
Medio siglo después, aún la extraña, entre las formas algodonosas que dibujaba el humo de su pipa.

Concha González
Grupo A


Entre Nubes

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Si quien la mira es Violeta
Siempre ve una piruleta
Y si la mira Miguel
En sus formas ve un pastel
Más si quien mira es Carmelo
Lo que ve es un caramelo

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Si quien la mira es Griego
Nunca verá un cocotero 
Si quien mira es Siberiano
Nunca jamás ve un castaño
Si del Quebec es quien mira
Lo que no ve es una encina

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Si quien la mira es Gepetto
Ve de Pinocho el careto
Si es Caperucita quien mira 
Solo ve a su abuelita
Más si quien mira es Sherck
La ternura de una ogra
es lo único que ve

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Si la mira el joven Rafa
Nunca ve a una jirafa
Y si la mira Enriqueta
Jamás ve a una mofeta
Más si quien mira es Samuel
Es el dragón con dos alas 
lo que nunca jamás ve

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Yo la veo
Tu también 
Y ahora dime Mariposa
¿Cuándo miras
tu qué ves?

Ana Isabel Fariña
Grupo B