Microquijotes

La sesión del lunes, 27 de octubre, la dedicamos al libro Microquijotes, una antología de textos inspirados en El Quijote seleccionados por Juan Armando Epple y publicados por la editorial Thule.

Señala Epple en el prólogo que "las minificciones no se proponen reinterpretar la obra original, sino intervenir en su lectura y resemantizar episodios para ampliar su radio de significaciones. Con ellos los autores reconocen en el Quijote una matriz fundacional de la literatura, una fuente inagotable que sigue interpelando la imaginación contemporánea".



En el artículo "Tras las huellas de Pierre Menard. El Quijote en el microrrelato hispanoamericano" Rosa Pellicer afirma: "Los autores de microrrelatos acuden al Quijote con el entusiasmo que producen en este tipo de escritura los juegos con la literatura, sobre todo los relacionados con imitación de lo que Jorge Luis Borges llamó “magias parciales” (los juegos realidad / ficción, sueño / vigilia o la obra dentro de la obra).

Prueba de esa relación entre los microrrelatistas y El Quijote es el microrrelato de Rogelio Ramos Signes "De cuerpo presente":

Sólo había tres libros: La Biblia, Don Quijote de La Mancha y Las mil y una noches.
Para él, el enigma era fácil de resolver y se lo hizo saber al juez de paz con total convencimiento.

-No sé cómo se llamaba el escritor fallecido –le dijo (al juez de paz)-, pero estoy seguro de que era un microrrelatista.

Los textos de Microquijotes dialogan con el clásico para ofrecernos nuevas lecturas, En algunos casos veremos al ingenioso hidalgo paseando por una ciudad, o a Sancho Panza como verdadero protagonista del libro. También veremos un papel destacado de las mujeres que aparecen en la novela y textos que trazan otras posibles historias si algunos de los acontecimientos no hubieran sido los mismos. 

Si quieres escuchar en formato MP3 alguno de los episodios de la novela pincha en este enlace.

Ofrecemos, a continuación una breve selección de textos que forman  parte de la antología Microquijotes:

Cervantes

En sueños, su mano tullida escribía el Antiquijote

José De la Colina


Crueldad de Cervantes

En el primer párrafo del Quijote dice Cervantes que el hidalgo vivía con un ama, una sobrina y un mozo de campo y plaza. A lo largo de toda la novela este mozo espera que Cervantes vuelva a hablar de él. Pero al cabo de dos partes, ciento veintiséis capítulos y más de mil páginas la novela concluye y del mozo de campo y plaza Cervantes no agrega una palabra más.

Marco Denevi


Doble personalidad

-Dime Sancho, ¿quién es Don Miguel de Cervantes y Saavedra?
-El autor de vuestras aventuras, mi señor.
-¡El autor de mis aventuras soy yo! ¡Dónde está ese hombre para acusarlo!
-En la cárcel, mi buen señor
-¿Qué? ¿Ya ha sido condenado por plagio?
-No, mi señor.
-Entonces, ¿por qué? ¡Vamos, habla hombre, que no tengo todo el día!
-Pues, por falsificación de identidad. Dice ser don Quijote de la Mancha.
-Qué confusión me has creado, Sancho. Te prohíbo que hables más del tema.
-Sí, don Miguel.

Lilian Elphick


Pensaba Sancho

Concluido el ciclo de sus aventuras, mientras el buen Quijano yacía en espera de la muerte, pensaba Sancho que tanto esfuerzo no debería ser en vano. Se decía: “¿Por qué no hab´ria yo de continuar las hazañas del ingenioso hidalgo? No me lo impiden cuestiones de sangre, pues mi amo me enseñó que cada uno es hijo de sus obras. ¿Osaré proseguir su obra? Tal vez algún historiador futuro hablará de la primera salida de Sancho, el sucesor de don Quijote. Si no fuera tan difícil adelgazar...”

David Lagmanovich


De cómo una vaca pinta ocupa la cátedra de literatura española en la universidad

Un vaquero del rancho “Quijano”, encargado de darle pienso al ganado (llenar los bebederos de agua y los comederos de granos y paja) dejó un día, precisamente sobre los forrajes que acababa de servir, su ejemplar de Don Quijote que leía y releía en sus cortos ocios y regresó a la casa del rancho sin reparar en el olvido. En el corral la vaca pinta, engullendo la pastura, mordió las hojas del libro y en el bolo alimenticio se mezcló el genio de Cervantes. A la vaca le supo tan bien que no cesó de rumiarlo horas y horas. Con tanta lectura tragada y digerida, es natural que la vaca pinta participara, a poco, en la oposición para ocupar la cátedra de literatura española que ahora sustenta.

Raúl Renán


El flaco

Querían alcanzar algún semáforo, un vehículo, un hombre; pero el reiterado trinar de las bocinas y el palpitar anhelante de las ruedas lo impedían.
Los dos hombres se sintieron cansados, desfallecientes, sofocados; sin embargo algunos conductores casi pudieron percibirlos. Fue entonces cuando propuso el flaco:
-Vamos, Sancho, que aquí no podrán vernos ni oír nuestras palabras.

Ana María Mopty de Kiorcheff

Que trata de la indagatoria al ingenioso caballero don Miguel

-¿Lugar?
-De la Mancha.
-¿Nombre?
-No quiero acordarme.
-¿Por qué?
-No sé. No quiero.
-¿Apellido?
-Hidalgo
-¿De cuáles?
-De los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…
-Gracias, eso es todo.
-… una olla de lago más vaca que carnero, salpicón las más noches…
-¡Basta!, ¡Basta!
-… algún palomino de añadidura los domingos…
-¡Basta! ¡BAS-TA! Que siga el próximo caballero.

José Cardona López


Esta es la tarea que propusimos: "El Quijote es una obra que ha inspirado a muchos microrrelatistas. Como hemos visto en la antología son muchos los hilos de los que podemos tirar para recrear un episodio, una escena, un personaje o el libro en sí mismo. Trata de buscar las palabras justas para tu texto".

Y estos son los trabajos de algunos participantes del taller:


El ama en el lecho de muerte de Don Quijote
¡Oh Alonso, mi caballero fiel, enamorado de Aldonza!. ¿No te diste cuenta que mientras bebías los vientos por Dulcinea, yo sufría en silencio el gran amor que he tenido siempre hacía ti?
Ahora ya no nos queda tiempo para vivir esta aventura.
Toma mi mano y siente mi corazón, cómo palpita en mi pecho ardiente, mi anhelo, mi pasión, mis esperanzas, mis sueños...
Te iras, y yo seguiré esperando tu regreso, cómo cuando te ibas a luchar contra esos molinos de viento y volvías malherido y sediento y mi corazón se encogía de verte derrotado y triste.
¡Adiós amor mio, te amaré siempre!

Carmen Alonso


Rocinante enamorado

Te espero,
Y
Tu recuerdo me lleva
A través de la hondonada
Mientras contemplo tu trote
Alzándote ensimismada
E imagino tu larga crin,
Tu cabellera dorada
Unas veces lisa,
Muchas otras trenzada.
Cuando con Don Quijote salgo y
Cabalgamos tan lejos
No hay para mí bellos paisajes
Ni aún con molinos de viento,
Que sepan hacerme feliz
Como cuando voy a tu encuentro.
Todo me lleva a ti,
Mi querida Alitana…,
El último pensamiento del día
Y el primero de la mañana,
Invitándome a soñar
En un lugar de La Mancha.

Tina Martín Mora


Galgo

Galgo permanecía cabizbajo y callado junto a la puerta de la vivienda. Así llevaba dos días. El ama le había dejado las sobras de pollo en un recipiente. Era la primera vez en su vida que le ponían comida, siempre había tenido que procurársela por sus propios medios. Galgo estaba triste y no probaba bocado. A veces, parecía como si sonriera –se acordaba de alguna aventura corrida con su dueño- otras, miraba a la ventana de la habitación donde Don Quijote agonizaba y sus ojos se oscurecían.

Vicente M. Martín


Tareas Microquijotes

Allanando El Camino
La chica, desde muy joven, fue aceptada en la Hacienda como de la familia y, pretendidamente huérfana, fue adoptada por D. Alonso. Desde temprano manejó con astucia las situaciones a las que la enfermedad mental de su tío conducía. Quemando los libros de caballería evitó que se creyera en uno de ellos. Dando el mismo destino a las novelas pastoriles lo mantuvo atento a su finca. D. Alonso parece mucho más centrado, no obstante, desde que comenzara a pretender a su vecina Aldonza. Lo cual antoja un enigma su progreso ahora que ella ha aparecido suspendida de un roble a la salida del pueblo.

Mas el Molino es Gigante
Soy un gigante de montaña y, pese a la supuesta brutalidad de mi especie, un tipo tranquilo. Bajé al llano buscando esa calma, disfrazado, oculto. La ola de racionalidad imperante ayudó a mi propósito. Pero un colgado en un jamelgo parece haberme reconocido y viene cargando como un energúmeno, y me veo en la tesitura de tener que utilizar la fuerza.

Nota de Prensa
La Guardia Civil busca a dos individuos que ayer, a plena luz del día, atentaron contra un alojamiento rural en el municipio de Sotorribas (Cuenca), sito en el antiguo molino de dicho municipio.
Los prófugos embistieron reiteradamente contra el muro del edificio con un todoterreno color blanco de gran cilindrada provisto de defensa hasta hacerlo ceder. Al acudir la Benemérita uno de los individuos (alto, delgado, con barba) hizo además de encarar a los agentes, si bien su compañero (baja estatura, complexión fuerte) lo introdujo en el vehículo y se dieron a la fuga.
Las autoridades solicitan la colaboración ciudadana.

Quijote XXI
Pocos saben que Don Alonso Quijano dejó descendencia.
Menos saben, incluso estos, de que su delirio quedase en herencia.
Manos aún de la obsesión de su tataranieto por la novela negra.
Si saben todos, por la sección de sucesos, las consecuencias.

Pero el Burro Soy Yo
Sepan vuesas mercedes, que respondo al nombre de Rucio. Acompaño en sus andanzas a un hidalgo venido a menos al que abandonó la razón. ¡No pues trata de grand ama a una porquera! Además acostumbra errar en busca de aventuras que lustren su nombre y honor. Grandes hazañas ¡vive Dios!, como emprenderla contra un molino. Y pertenezco al labriego que ha fiado su suerte a las promesas de grandeza de tal hombre, y en base a ellas le sigue al mismo Infierno. Pero descuiden vuesas mercedes, que el burro soy yo.

Bando Anunciando Sentencia de Alonso Quijano
Por la presente, se hace saber:
Que por orden de Su Señoría, el señor Alguacil procederá a aprehender el rebaño de Alonso Quijano, el que se hace llamar Quijote. Y que dichas ovejas serán subastadas, por orden de Su Señoría, y sus beneficios repartidos equitativamente entre aquellos afectados. Añade Su Señoría, que tendrá condición de afectado aquel de quien el Alguacil de fe de que sufrió daños, personales o en sus bienes, cuando Alonso Quijano, llamado Quijote, hizo marchar sobre el pueblo, a modo de carga de caballería, a sus doscientas cabezas.

Se hace saber.

Miguel Ángel Pérez


Loca realidad

El Quijote pasa
por libro oficial
leído en España,
¡qué sensacional!
Don Quijote tiene
gran sabiduría,
todo lo que inventa
suena a melodía.
Sancho Panza habla
de cosas reales
y siempre comenta
aspectos vulgares.
Ambos son distintos,
a la vez sinceros;
realidad y sueño
camina con ellos.
Locura se llama
la de D. Quijote;
al contrario, Sancho,
muy cuerdo y sanote.
Ambos son un dúo
de lo más noblote,
los dos simpatizan
con distinto toque.
Una gran novela
es la del Quijote.

Sofía Montero


Tirando de hemeroteca

Se ha encontrado en la localidad de El Toboso, un manuscrito, en el que se narra como, estando D. Quijote, postrado en la cama, medio moribundo, oyó decir al cura, ! pobre hombre, toda la vida ha vivido como un loco, y ahora que ya le he dado la extremaunción, parece que está cuerdo ¡.
Sabido es, que los moribundos van perdiendo poco a poco todos los sentidos, pero el oído se agudiza cada vez mas, y D. Quijote oyó dicho comentario, y como si tuviera un resorte en las piernas, saltó de la cama, se puso la armadura, y a continuación llamó a gritos a Sancho Panza, el cual se había quedado dormido al lado de la cama, esperando el fatal desenlace.
Dijo, D. Quijote a Sancho, como sé que voy a morir, vamos a la notaría de El Toboso, y te pondré a tu nombre 3 ínsulas, para que que puedas vivir holgadamente, y a mi amada Dulcinea de Cospedal, toda la Mancha, la cual la heredaran de por vida todos sus descendientes.
Y, basándose en este manuscrito, la familia de Cospedal ha ido reclamando a los distintos reyes que han ido gobernando en España este territorio.

Luis Iglesias


Tareas Microquijotes

De la hidalguía y el lechón o de cuándo y cómo los gigantes se convirtieron en molinos y los antes homínidos en ovinos.

- ¿Miopía?
- "Hidalguía"
- ¿Solución?
- Lobotomía
- ¿Es costosa, es gravosa, resulta acaso dolorosa?
- Qué pregunta embarazosa... ¿Para él, para vos, o para nos?
- Para todos buen doctor
- Para él será su vida, para vos y para nos....
- Me asusta cuanto decís. Temo cuanto no decís. ¿Más no hay otra solución..., una tisana, una infusión, un caldito, una emulsión...?
- No seáis lerdo panzón, omitid esos melindres, resolved con prontitud, que en la mesa nos aguarda un magnifico lechón
- ¿La vida por un lechón?....
- Vamos Sancho ¡decisión!

Que trata de la confesión veraz con que el buen hidalgo enteró al cura de sus cuitas a la hora de su acabamiento y de sus inquisiciones y solicitudes últimas en su hora última
"Hizo salir la gente el cura, y quedándose solo con él, lo que iba a ser confesión, convirtióse en extraño testimonio, en turbadora revelación, que por voluntad del premuerto, en ese mismo momento, ningún papel recogió, más tampoco se destruyó, por si acaso el devenir del tiempo... como así fue que sucedió.
"Licenciado Pedro Pérez, en aquesta habitación, presto a dejar este mundo, ya sin fuerzas y sin voz, dígame vuesa mered, con palabra de buena ley, ¿pequé? dígamelo vuesa merced. Dígame si acaso, por algún acaso, por ver en la fealdad hermosura, pequé.
Si por pretender desfacer agravios, pequé.
Si por creer a quien junto a mí yantaba, caminaba, o a quien sin más me albergaba, pequé.
Si por... si por amar como amé, pequé.
Dígame, dígame vuesa merced, porque si bien a todos digo que mi previo proceder locura fue, bien sé yo, que no lo fue.
Desnudo del todo estoy. No mora en mí caballero, hidalgo o intrépido lancero. Dicen que todos mis libros sometidos fueron a un oscuro encantamiento y que por ello, desaparecieron. Bien sé yo que al fuego fueron. Lanzad con ellos ese alzacuellos, y sin más armadura que la verdad más dura, dígame vuesa merced ¿pequé?
Noble es de reconocer que desde que adentreme en Montiel, toda andanza fue aventura pura, toda acometida, vida, vida sin envilecer. ¡Oh, con cuánta dureza se fustiga la pureza!
Dígame, dígame vuesa merced si pequé por qué pequé.
Y si así fue, si usía pudiere, aunque no me arrepintiere, mire si me ha de absolver con la intención licenciado de que yo parta liviano y vos me recordéis sanado.
Y de puestos a decir, dígale, dígale también, al famoso Don Miguel, a esa triste figurilla que gigantes vio en el viento y humanos belicosos en dos rebaños lanosos, si por ver lo que vio, pecó.
Ahora que se fue la gente, mirelé y digaseló
Dígale al caballero Cervantes, si es que decírselo puede, si por hacer de una venta un castillo, de una cueva un soñadero, o de un león fiero un leoncito de suave terciopelo, pecó, o si por dejarme batir con caballeros de blancas lunas, verdes gabanes o mil espejos, pecó.
Dígaselo vuesa merced.
Dígale a ese tullido, a ese manco lepantino, que del lugar donde nací no quiso recordar nombre, si por regalarme lanza y adarga, galgo y rocín, pecó; si por crear a la dulce Dulcinea, a la pobre Dorotea, al bachiller o a vos, al nevado Clavileño o al malvado posadero, pecó.
Mireĺé y digáselo
Y dígale, dígale vuesa merced, si pecó por qué pecó.
Y si así fuere, si usía pudiere, aunque el tullido no se arrepintiere, mire si le ha de absolver, con la intención licenciado de que él parta liviano y vos le recordéis sanado.
Más juremé por su Dios que no le dirá nunca a aquellos que bien nos amaron, que con verdad nos amaron, cuanto le acabo de hablar. Tranquilos han de vivir viéndonos bien escribir lo que se ha de escribir, y sin mancha, morir.
Poco les ha de quedar.
Menos es lo que han de necesitar.
Más si no es mucho pedir, después de tanto pedir, custódiome usté la lanza, que en el mundo por venir, tal vez pueda surgir alguien que la quiera izar y cual pluma aventurera nuestra historia continuar."
Dicen que el licenciado, tras mucho meditar, de ser Pedro pasó a ser Curiambro, y de habitar en un templo a vivir en el campo, sin alzacuellos, sin sotana, sin misal y sin rosario, y que en recóndito lugar se oculta novela ejemplar que relata su suave apacentar.

De cómo todo cambió

Al principio fue el verbo y en él todo fue. Locura y cordura fueron. Después llegó el fuego. El papel ardió. En Alejandría, en la noche de San Bartolomé, millones de cristales rotos sembraron el miedo. La noche se extendió.
Más escrito fue que un dia, un valiente caballero, un hidalgo caballero, con su lanza rasgará todos los velos y montando en su corcel atravesará el cielo. Entonces los locos cabalgarán de nuevo sobre verbos gigantes que custodia un molinero.

Ana Isabel Fariña


Sancho en el siglo XXI

Sancho era un jubilado que después de batallar durante años en el campo laboral sin prebendas ni privilegios, creyó ingenuamente en las promesas del gobierno sobre la posibilidad de disponer de una ínsula, finalmente dispuso de una, la pobreza más absoluta.

Alfredo Domínguez


El viaje truncado de Don Quijote de la Mancha
En un lugar de la Mancha, en concreto, en la barbería de Maese Nicolás, se encontraba acicalándose los bigotes don Quijote. Este confeso al barbero que se disponía a hacer un viaje repentino al Toboso y visitar por sorpresa a su amada Aldonza Lorenzo.

-¿Dulcinea del Toboso? - pregunto el barbero, echando más bálsamo a la imaginación de don Quijote.

Cuando los elogios de bella doncella y Emperatriz de la Mancha, flotaban por el techo de la barbería…, entro la sobrina de Don Quijote. Sabedora de las intenciones de su tío y por sugerencia del ama, se presento en la barbería con un hatillo de pan y chorizo.

-El alma que busca su alma gemela, no necesita pan ni chorizo para el camino.- dijo Don Quijote, ordenando regresar a su sobrina a la hacienda.

Al salir la joven sobrina de la barbería, tropezó en la puerta con Galgo. El perrito fiel no pudo evitar relamerse y olisquear el aire al paso del hatillo; pasándole otro tanto a Sancho que entraba en ese momento.

-¡Sancho! ¿Rocinante está presto? ¿Le has ajustado el pecho petrales, la cincha y la baticola como te dije? – pregunto con cierto nerviosismo Don Quijote.

-¡No mi señor!

Don Quijote enjabonado se alboroto.

-No se mueva vuestra merced, que le puedo cortar. – dijo Maese Nicolás apartando la navaja de la cara.

-Rocinante esta indispuesto por un atracón de algarrobas…, - dijo Sancho con temor y tímido continúo hablando. – Pero me he tomado la libertad de poner la albarda a Rucio…

- ¡Que pretendéis…! ¡Que vaya a corteja a mi Dulcinea del Toboso en asno! ¡Sancho! si continuas herrando, te quitare el privilegio de ser gobernador de la ínsula Barataria.

-¡No mi señor! Si mi Rucio es…

-Yo veo dos inconvenientes. – dijo Maese Nicolás sin dejar hablar a Sancho.

-¿Cuáles? – pregunto Don Quijote apresurado.

- El primer inconveniente es que, no es lo mismo un caballo que un asno. Si vuestra merced viaja en el asno, se echara la noche encima antes de llegar al Toboso. El segundo inconveniente es que ira arrastrando las piernas, dejando surcos en la tierra.

-¡Hombre! Si las levanta un poquito puede que… - dijo Sancho optimista y quitando hierro al asunto.

-¡Sancho! ¿Ha visto alguna vez a algún caballero labrando la tierra? – pregunto el barbero con desdén.

-¡No!

-Y menos con los pies.

-¡Meticuloso, Miculoso!- añadió don Quijote. Y resignándose a su mala suerte, dio por terminada la sesión de barbería; saliendo de ella como alma que lleva el diablo.

-Vuestra merced se olvida el yelmo de Manbrino.- dijo el barbero extendiéndole la palangana de afeitar.

Sin mediar palabra, don Quijote se la encasqueto en la cabeza y como una bala de arcabuz, salió disparado hacia la hacienda. Le seguía de cerca Galgo al trote y Sancho Panza ligero, cabizbajo y pensando que si el viaje de don Quijote se había truncado, su titulo de gobernador de la Ínsula Barataria corría el mismo destino.

Nicolás Hernández López


Triste realidad

Ahora, ya viejo y achacoso, el famoso hidalgo recordaba con nostalgia aquellas andanzas que arrancaron una tórrida mañana de verano en los páramos de La Mancha.

Rememoraba con avaricioso deleite aquellas aventuras, sus decepciones y frustraciones, se acordaba del empuje y vitalidad que le acompañaban en aquellos días. Recordaba a su fiel escudero Sancho, hoy recluido por su irremisible locura, a su amada Dulcinea, convertida en hermosa dama de compañía disputada por las grandes casas de la nobleza, recordaba también a su brioso corcel, Rocinante, reclutado parta acompañar a los tercios en su memorables hazañas por los territorios de Flandes.

Volvió la cabeza y, mirando a su alrededor, contempló la realidad y maldijo con amargura a todos aquellos que se empeñaron en sanarlo de su locura.

Luis Alberto Alvarez Espinosa


Cómo conocí al otro bachiller Sansón Carrasco.

No contaré aquí nada que no sea cierto. De cómo, aún sin explicármelo, el joven bachiller Sansón Carrasco cambió su visión sobre la vida. En fin, sólo soy su fiel escudero, un pobre alma de cántaro que no entiende más allá de lo que ve…

Tras escuchar el golpe fuerte en la puerta con el aldabón, salió de la casona muy temprano la mañana en que tomaría un giro su vida. Acompañado de su mejor amigo, es decir, un servidor convertido en falso escudero, el joven Sansón Carrasco inició el camino que pensó le llevaría hasta don Quijote. Transformado en el Caballero de los Espejos, el bachiller, convencido de querer curar a don Quijote de su locura, quiso enfrentarse al Caballero de la Triste Figura y vencerle hasta hacerle cesar de sus batallas. Mas, todo ocurrió de manera diferente a lo previsto. El amanecer despertaba en un sosegado silencio, pues incluso las aves más madrugadoras aún permanecían dormidas. A lo lejos, en el horizonte, unos diminutos molinos de viento, yo diría que diez, parecían girar sus aspas de forma acompasada unos a otros. Fue en ese momento cuando los bostezos de Apolo iluminaron los campos de Montiel, proyectando una fuerte luz sobre ellos, al tiempo que ésta creaba grandes sombras en el singular paisaje de aspas dibujadas ahora sobre el pedregoso camino, lo cual dio comienzo al nuevo día mientras maullaban los gatos, rebuznaban los jumentos, cantaba el gallo… Y el joven Sansón escuchó el alrededor y miró en su interior, o tal vez, sucedió al contrario. El caso es que se detuvo en medio de su trayecto y proyecto. A pesar de ser fiel seguidor de Aristóteles, no encontró en aquel momento una explicación racional a todo lo que le rodeaba. Creyó que tal vez fue un encantador el culpable de todo lo que estaba sucediendo, del cambio de su visión de la vida, un encantador con quien se habría cruzado en su camino, probablemente, y al que no reconoció. Fue así que se desprendió de su yelmo y de su armadura, abandonándolos tras de sí y convirtiendo aquel instante en el punto de inflexión de su vida. No había un antes. No había un después… Sentía aquel momento como el único de su vida, algo por lo que no se esforzó en entender.

Sansón Carrasco, un joven optimista, miró a su alrededor y cuando lo hubo recorrido con sus ojos lentamente, los cerró y miró en su interior hasta encontrar el punto de locura que hasta entonces desconocía tener, riéndose de sí mismo, comprendiendo en ese instante que la vida es algo más que caminar en línea recta. Entendió que no hay nada mejor que salir cada mañana en busca de esas experiencias que aderezan cada momento del día, de la vida, haciendo diferente el hoy del ayer y del mañana, volviéndolos simplemente especiales… y apostó, entonces, por don Quijote.

Junto a él, yo, su fiel escudero. No entendí nada de lo que allí estaba sucediendo. No quise más que beber un poco del vino de Valdepeñas que llevaba para el almuerzo y subido en mi jumento, di media vuelta retomando el camino de regreso, sin querer articular pregunta alguna. Abandoné aquel instante de mi vida mientras observé cómo el bachiller Sansón Carrasco contemplaba atento la figura lejana de Sancho Panza acompañando a su señor don Quijote al tiempo que se fundían en la silueta de los molinos en el horizonte.

Tina Martín Mora

Le llamaron Quijote
Tras uno años sin trabajo, devorando insatisfecho una televisión extraña, poblada de corazones rotos, monstruos mágicos, obscenas tele-realidades y detectives implacables, encontró su destino: provocador de sonrisas, vencedor de gigantes, ensoñador de quimeras. Y, así, sin más se despojó de su alonsocidad para quijotizarse.

Gemma Rojo


Don Quijote solo quiere leer
Don Quijote yace tumbado con un calor asfixiante, aliviado, en parte, por el ventilador de aspas del techo, en el cuarto del hotel en el que se aloja, mientras espera a Sancho para asistir a las carreras de caballos.

Se levanta y pasea por la habitación con un libro entre las manos.

-Siempre es el mismo, siempre tengo que esperarle, se queja Don Quijote.

Una vez hechas las apuestas se dirigen a comer a Duelos y Quebrantos. Sancho es de buen estómago y se come lo suyo y lo de más allá y le expone que si bien Él, Don Quijote, es su jefe no tiene por qué dirigirle sus apuestas.

-Oiga quiero ser libre en mi elección, no me coaccione, no me haga lo de siempre. Discuten delante de un plato de lentejas.

-Querido Sancho, hazte a la cuenta de que Rocinante si bien no gana siempre, hoy intuyo que lo va a conseguir y debes apostar por él.

-Pues no señor, allá usted pero yo voy a apostar por Rucio, por que estadísticamente sale ventajoso.

-¡Ay, la estadística, Sancho!, que cosas dices, la estadística siempre cae para el lado que interesa, no hay más que incluir las premisas y los datos que más convienen. La gente más ignorante es la que cree en las estadísticas, querido.

-Aparte de que no ves que todo el mundo va a apostar por Rucio, de este modo Sancho, como va a ganar Rocinante nos vamos a forrar y así podremos realizar nuestro sueño: tu isla.

-Entonces, bueno, pues no sé…

-Este mundo está loco, piensa Don Quijote. Allá van todos corriendo. Pues yo pienso verlo en primera fila, subido al mástil y mientras continúo mi lectura,…..la aventura se desenvuelve junto al lago, ¡no me quitarán mi armadura es mi segunda piel!…..

-Tú Sancho, te puedes quedar en la base que yo te lo iré narrando, apostilla Don Quijote.

Antonia Oliva


El soñador diurno
All men dream: but not equally. Those who dream by night in the dusty recesses of their minds wake up in the day to find it was vanity, but the dreamers of the day are dangerous men, for they may act their dreams with open eyes, to make it possible. This I did.



T.E. Lawrence
“Lawrence of Arabia”

Todos los hombres sueñan, pero no igual. Los que sueñan de noche, en los polvorientos recovecos de su espíritu, se despiertan y descubren que era vanidad. Mas los soñadores diurnos son peligrosos, porque viven su sueño con los ojos abiertos, a fin de hacerlo posible. Esto es lo que hice.

T.E. Lawrence
“Lawrence de Arabia”


El sol había comenzado a caer cuando apareció una figura encorvada por aquel singular camino de la Mancha. La silueta del hombre podía verse recortada por la luz, aunque los muchos labradores que trabajaban sus campos no se dieron cuenta de su presencia.

El viajero llegó a su destino, exhausto y empapado de sudor, y recorrió todo el pueblo hasta llegar a la casa, que, sin duda alguna, no era otra que la que buscaba.

Entró sin llamar, puesto que la puerta estaba abierta. Reconoció a todos y cada uno de ellos: el cura, el ama, la sobrina, Sancho Panza y el barbero. Todos lloraban. Incluso el cielo, que comenzaba a tornarse oscuro y lluvioso.

El intruso, ya temiéndose lo peor, se dirigió hacia las escaleras, dejándose guiar por su instinto. Allí arriba, en una pequeña habitación, se encontró a dos hombres. Al que más rápido pudo identificar fue, sin duda alguna, al valeroso caballero Don Quijote de la Mancha, cuyo cuerpo reposaba inerte sobre la cama.

El segundo hombre, un joven de mirada burlona, se sobresaltó en cuanto se percató de su presencia.

—¿Cervantes? ¿El manco de Lepanto? ¿Qué hacéis aquí?

—El mismo —respondió el viajero con un suspiro—. Venía a ver a nuestro querido Don Quijote de la Mancha.

—Me temo que llegáis tarde. Siento que hayáis tenido que recorrer tan largo viaje para nada. —El bachiller, ante los tristes ojos del escritor, continuó—. Permitidme que me presente, soy Sansón Carrasco. Yo mismo informé a Don Quijote sobre vuestro libro.

—Lo sé.

El bachiller soltó una carcajada cargada de ironía.

—Tantas cosas no sabréis si habéis venido buscando a Don Quijote de la Mancha, pues este hombre que aquí se haya sobre la cama no es otro que Alonso Quijano. Así es, nuestro querido caballero recuperó la cordura antes de morir.

—¿Eso es lo que creéis?

—¿Y qué iba a creer si no? Yo aquí solo veo a un hombre que perdió la cordura. Y la locura le llevó a la muerte. ¿Qué es lo que veis vos?

—Podría explicarlo mucho mejor con un poco de tinta y una pluma, pero, en pocas palabras, veo el rostro tranquilo de un hombre que ha cumplido sus sueños.

El escritor, tras observar con cierta nostalgia una vez más al que había sido su personaje, salió de la habitación ante un atónito Sansón Carrasco.

Estaba dispuesto a irse igual que llegó, sin ser visto. Sabía cómo pasar desapercibido, y en aquel ambiente le resultaba muy sencillo.

La guerra y Argel le habían enseñado muchas cosas, pero sobre todo, le habían hecho comprender la vida. Gracias a las heridas y el cautiverio pudo conocer la armonía que rodeaba todo cuanto existía y ver el verdadero sentido de la vida.

Por eso mismo, aquel hombre curtido por el dolor no pudo menos que echarse a llorar, bajo la lluvia, en aquel pueblo perdido de la Mancha.

De pronto, escuchó unas pisadas sobre el barro y sintió cómo una joven se le acercaba.

—¿También conocíais a mi tío?

El escritor se volvió, reconociendo a la sobrina de Alonso Quijano, con el cabello humedecido y las lágrimas surcándole las mejillas.

—Sí, algo así.

Tras un silencio que pareció interminable, la joven habló.

—A veces pienso que perdió buena parte de su vida viviendo una aventura que solo él veía.

—Bien debéis saber que no hay hombre más feliz en esta vida que el que cumple sus sueños. Y vuestro tío, en su imaginación o no, cumplió su sueño.

—Mi tío perdió la cordura y por culpa de eso murió.

—Me reitero, muchacha. Loco o no, vivió su sueño. Y demostró tener un valor que muy pocos tienen. El valor para hacer realidad sus sueños... Vuestro tío soñaba con ser caballero y, como tal, entregar su vida a la justicia y al honor. Quizá no escogió ni el camino más adecuado ni el más apropiado, pues se ayudó de la imaginación y la locura, pero aún así, vivió su sueño y eligió ser dueño de su destino. Ojalá todos tuviéramos ese valor, ¿no creéis?

Daniel Ruiz González


El Quijote de muchos


En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme……bla, bla, bla, Libros de Caballería, bla, bla, bla, Dulcinea del Toboso, bla, bla, bla, Sancho Panza, bla, bla, bla, Los Molinos, bla, bla, bla, bla, Rocinante, bla, bla, bla, el Yelmo de Mambrino, la Ínsula Barataria, bla, bla, bla, El Ingenioso Hidalgo , bla, bla, bla, Aldonza Lorenzo, la pelea contra los pellejos de Vino, bla, bla bla…….. y fin.

Paz Mateos


Soneto "Caballero de la Triste Figura"

Yo lucho y amo en este mundo injusto,
yo brego contra los grandes gigantes,
protejo como los buenos amantes
y cómo humano sufro el mal de Fausto.

Amigo Sancho, quiérote del pueblo
buen Rocinante y Rucio con la suerte,
sé Dulcinea y galgo con la muerte,
"Boticario" y "Curiambro", yo no os tiemblo.

Caballero de la triste figura
¿Soy yo, Alonso de Quijano: "El bueno"?
¿Lope o Cervantes para su lectura?

Pastores faltan y no caballeros
hagamos patria con toda pobreza
amigo Sancho, del pueblo te quiero.

Chema García


De Rocinante y el Galgo

Siempre iban juntos, Rocinante el primero.
Habían pasado batallas, infinidad de veces, por su alocado Dueño Don Quijote.
Se acercaron al bar La Taberna,
Rocinante tomó la paja que había sobrado y empezó a comer.
¡Como le encantaba a El Galgo las patas de pollo que sobraban de las comidas de los ricos! Era la única forma de no pasar hambre.
Empezó a oscurecer, era tarde.
Se retiraron de La taberna, los hombres que no tenían otra cosa que hacer.
Rocinante y Galgo se miraron. No había echo más que empezar.

Iria Costa

Otros lenguajes (nomeciclos, glíglico y farfanías)

La sesión de ayer, lunes 20 de octubre, la dedicamos a los muchos escritores que han jugado con las palabras y nos han propuesto nuevos lenguajes o nuevos géneros literarios.
Comenzamos el taller con el "Discurso" de Vicente Huidobro y el poema "Topatumba" de Oliverio Girondo (En la masmédula):

Ay mi más mimo mío
mi bisvidita te ando
sí toda
así
te tato y topo tumbo y te arpo
y libo y libo tu halo
ah la piel cal de luna de tu trascielo mío que me
levitabisma
mi tan todita lumbre
cátame tu evapulpo
sé sed sé sed
sé liana
anuda más
más nudo de musgo de entremuslos de seda que me
ceden
tu muy corola mía
oh su rocío
qué limbo
ízala tú mi tumba
así
ya en ti mi tea
toda mi llama tuya
destiérrame
aletea
lava ya emana el alma
te hisopo
toda mía
ay
entremuero
vida
me cremas
te edenizo.

Hablamos después del capítulo 68 de Rayuela y escuchamos la voz de Julio Cortázar leyendo su texto en glíglico "La inmiscusión terrupta"Último round"). Aquí tenéis un cortometraje inspirado en dicho texto:



Y finalmente hablamos de Guillermo Cabrera Infante y su libro Tres tristes tigres, del que leímos el poema "Borborigma Darii", de Enrique Jardiel Poncela y sus nomeciclos y de Carmen Martín Gaite y sus farfanías. Reproducimos aquí el texto "El lenguaje de las farfanías" que nos explica el origen de estas "palabras silvestres":

Las primeras palabras que escribió Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le había dado su padre fueron río, luna y libertad, además de otras más raras que le salían por casualidad, a modo de trabalenguas, mezclando vocales y consonantes a la buena de Dios. Estas palabras que nacían sin quererlo ella misma, como flores silvestres que no hay que regar, eran las que más le gustaban, las que le daban más felicidad, porque sólo las entendía ella. Las repetía muchas veces, entre dientes, para ver cómo sonaban, y las llamaba “farfanías”. Casi siempre le hacían reír.
- Pero ¿de qué te ríes? ¿Por qué mueves los labios? – le preguntaba su madre, mirándola con inquietud.
- Por nada. Hablo bajito.
- ¿Pero con quién?
- Conmigo; es un juego. Invento farfanías y las digo y me río, porque suenan muy gracioso.
- ¿Que inventas qué?
- Farfanías
-¿Y eso qué quiere decir?
- Nada. Casi nunca quieren decir nada. Pero algunas veces sí.
- Dios mío, esta niña está loca.
Sara fruncía el ceño.
-Pues para otra vez no te cuento nada. ¡Ya está!
Rod no tenía el menor complejo de superdotado. Le estorbaba todo lo que tuviera que ver con la letra impresa, y a Sara nunca se le ocurrió  compartir con él el lenguaje de las farfanías, que ya al cabo de los cuatro primeros años de su vida contaba con expresiones tan inolvidables como “amelva”, “tarindo”, “maldor” y “miranfú”. Eran de las que habían sobrevivido.
Porque unas veces las farfanías se quedaban bailando por dentro de la cabeza,  como un canturreo sin sentido. Y esas se evaporaban en seguida, como el humo de un cigarrillo. Pero otras permanecían tan grabadas en la memoria que no se podían borrar. Y llegaban a significar algo que se iba adivinando con el tiempo. Por ejemplo, “miranfú” quería decir “va a pasar algo diferente” o “me voy a llevar una sorpresa”.

La noche que Sara inventó esa farfanía tardó mucho en dormirse. Se levantó varias veces de puntillas para abrir la ventana y mirar las estrellas. Le parecían mundos chiquitos y maravillosos como el del Reino de los Libros, habitados por gente muy rara y muy sabia, que la conocía a ella y entendía el lenguaje de las farfanías. Duendecillos que la estaban viendo desde tan lejos, asomada a la ventana, y le mandaban destellos de fe y de aventura. “Miranfú –repetía Sara entre dientes, como si rezara-, Miranfú.” Y los ojos se le iban llenando de lágrimas.

Carmen Martín Gaite. Caperucita en Manhattan


En esta ocasión las tareas las tomamos del libro “De la letra al texto. Taller de escritura” 
de José Calero Heras (Editorial Octaedro). Estas son las tres propuestas que formulamos para elegir una de ellas:

1. Escribe un nomeciclo al estilo de Jardiel Poncela. Procura que sea breve, que tenga un argumento absurdo y unos personajes rídiculos y que de vez en cuando esté salpicado de palabras sin sentido.

2. ¿Qué te sugieren a ti las farfanías que no explica Sara: amelva, tarindo, maldor? Crea tus propias farfanías adjudicándoles un significado.

3. Intentad escribir un poema con farfanías como hace Guillermo Cabrera Infante



Y estos son los trabajos de algunos componentes del taller:


Y coliflas tu cara de amelva sin tierra y en todos tus miedos un silencio drara. Qué maldores tibios tiene tu mirada que fleva a tus tiermos y los tiermos hablan de lamares abuntos en la antrugada. Y el alba se ha ido y no dijo nada. Se atrusgó y no quiso arrecir palabras. Ya todas las naveas, todos los tarindos vierten en tu cara de amelva sin tierra, prago sin palabras.

Enrique Galindo

Cacarecanto

Melindres de mar
descorchan cachondeos
con políglotas ocenas.
Azur devenir de sonajeros
recurvan volapiés
de silbón amartelado,
afollan embriones
con maniluvios volátiles.
Trisagios de orujo
pervierten la espundia
Recurvan y amartelan al palurdo.
Simonías de otoño
entrelinean el océano dorado.

Sofía Montero


Ocurrió en Calibandría
Nomeciclo

Perrinola Suil se encontró en Calibandría con la hija de Claripina, la relojera de la calle del medio según se mira desde la derecha del cartel que anuncia la venta de V.P.O.

Arpeminia, que así se llama, acababa de despalgar desde 39,3 grados Latitud Norte y 76,6 grados Longitud Oeste y, refiriéndose en vaughanés le expropió los pensamientos que no le dio tiempo a farfular.

Perrinola se sorprendió al rescintar tan extraño acento y, al ver cómo Arpeminia escarbujaba en la mondralina recorriendo con sus dedos el tic tac del segundero del reloj de pared que llevaba asido a ella, le ofreció cuidar de sus manecillas durante un momento.

Así fue que Perrinola fue robándole el tiempo a Arpeminia, regulcipándolo como una ingesta a su favor, moleculándole hasta la dentina.

Los tic tacs de todos los relojes se escandrifaron. Claripina trabajó de rojo magenta a rojo carmesí durante días, semanas, meses, no se pudo saber durante cuánto, para volver a restablecer el tiempo …En fin.

Y, fue así como el mundo se enredó con locuras ralentizadas , chispiricientas , hasta lograr olvidarse del tic tac, del reloj y… ¡DEL TIEMPO!

Tina Martín Mora


Palabras en el olvido

Enebro entre los costales
Socavo mis aperturas
Desconfollo la bronda que me aprieta
Grietas que riflan
Moramiento disoluto
Poesía
Vida
Alma
Soñé cangilones oxidados por la lluvia
Me abeita la atijara
Ceñando la celícola
El chozno en la cherinola
El clientulo apoyado en la columela
El cordojo me provocó un deliquio
Desantañándose
Desambrido
En la egestad de llorar
Me engorré en la patata azul de sus tiestos
Trinqué el fazoleto
Un flinflón germánico enorme
No me dejó contentible
Me entró el esplín
Estrapazado por toquisqui
Fruí un montón atisbando los hoyos de mi querida
Estoy ledo de mampararte
Membro el merculino pasado
Y todo lo roboro…

(Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad)

En este enlace encontraréis el significado de la mayoría de las palabras usadas:http://www.curiosidario.es/palabras-olvidadas-o-en-desuso/
Vicente Martín


ARMENDICES

Armendices, …
Y te colocho en el tero.
Aridara en petrilera
Mientras te ecocio y me imperso.
Mas,…
Me plistaron a cientas
En el esclerote serto
y la estería terdenta
dejó coliarse el martento.
¡Cuánto presta el deletorio!
O… Es llarolento el mirlato
Que asoma entre la yura
A marmorag sus perlatos.
A la nesta , al emerce,
Farulento pasa el armo
Mientras el cenzo se escurpe
Y Los desdetos retalto.

Tina Martín Mora


Una sermonata

Teresina, ¡Olé, tus melindres!, rezumagaba su drona. Escuchipitángamelo, no ocultatémelo, no tatapapáselo a tu chucha, que te informatetera sobre tu casamenterio, sobre tu buderrio, y si no convencetate, no espachurrugues mas. ¡Todos lo entenderán!

Luis Iglesias


La milagre de tu ikarre
Sembra dirne cosa que
Tembrando jali pasares
Numa chailla, noma sem.

Rumba y lumbra los candores
Terra y neve rendo van
Vera sema lo boligram
Vera sema com grisan.

Ta kolate ñame poco
Sao coraza bol o van
Ilargean as restelas
Bolenaran ainxo mar.

Gemma Rojo


El Serfo de la vivalba

Dijo el serfo de la vivalba, de la vivalba housada:
" Enya podeis enribar. Que las babelias, en gules o en azures, en tufos o en en rufos, esmalten y cloxonen las sabanuelas albores, que entre esas garrafuelas atrofiaduelas, embruzadas, duercansan. Sed trovistas y juglarderos. Sed de la nolabra, titiriteros. Permiscuir quel son, sin norglas y sin rermas trinte. Sed aedos sin tapedos que en un insnuto nostalgiaren y añoraren cúmulos de Atilidades que la raciólgica exhilió. Sed Nerones, no mormones, que cual Ulínopes estrellanciaren las fanjúlas y las menzas y con vuestras lucidades irbitar, que irbitar no es obitar y aunqui dengais obitar, obitad y resuniced y con truestas primicentes balbusones decid armiós y ardiniós a miedores y tictadores."

Cuando termiquitó la luenga luenga, vocetó:
"Sert, sod, onu..."

Los compitrones, cual piloches arrancaron y escrigaron durante lo que yo senví como raños. Cienglos y dimenios circusaron. Herviaban muy concengados y al finalbar, leyeraron to lo que sus atrofulas garrofulas liraron. Sus lucidades, sus atilidates ¡sin pústulas maculares! Sus encendidas neorinades . Sus ponceladas de cabrero infante. Sus carmeladas de poncela y gaite.
Yo oiché estupebado y asofacto.
No se entendía un putajo. Eran lostruos lochados.
Permanecí silenchado, mirvendo un cronoloj que intuviné quietado.
Más el serfo de la vivalba housada, transerelo e impernano, les oichaba y valentaba.
Cual vivo el nomeciclo, arribose al ciclo suo; y al golfo, al istmo y al cabo, la farfania tercluyó.
Un poliardia giglíco llentró y en un zas nos desparchagó.
Los lostruos, los lochados, le mieron apetristes.
Yo le hubiera besazado.
¡Qué pandieza de trastuercados!
Eso no, no poesía, no poesía ser sarnio.
¡Y qué serfo tan rastraño!
Defirmaban que nació en Trona, patronímico tronado. Sin nefutarlo, yo le vi, más de Orate, un Oretano, o de Luna, un lunado o alunado.
Nada más brazar la cancetura, con premura, buscontré una cura y mentré al Alcarabar
No permiteban fumboquear y mengumé una parsiofea. Mientras me remembré, me remembré quién era.
Más después, en mi housada, nuevada y frelada, medisonaba y ecotía: ¡Qué Atilada! ¡Qué giglifarnia! y ¡Qué nomecorada!
Así mescubrió Morfeo, y dormicté y sontoseé y fantañé: "Tenía una sabanuela y cual Ulínope me estrellenciaba e irbitaba. ¡Cómo irbitaba!".

Ana Isabel Fariña


Leyenda ambarina del martinar del norte

Tlapocalitza permanecía inane. Sus mangas amasan el aire. Anjanas sin palabras. Nadie como ellas para brindar. Tamarindo y puela vieron volar a las aves sólo como los más pequeños saben darle a la espuela.
Tlapocalitza está burgundia. Su padre busca entra mármara una solución apache que consiga sacar de las sábanas a su dulce sable de hojaldre.
Tlapocalitza epicuréa con piedras. Ojos tristes y melifluas atarjeas rebosan de atanor y aunque lucha no viaja ni epigramea.
Machuca atravesó el fungabás del castillo. Henchido y melacio se bajó del caspio y mermeló el turecio como quien ambarina despacio el aroma del té del oriente.
Tlapocalitza y Machuca arnaron despacio. Enseguida sintieron melindramas y un calatañazor sentido de lo que debían hacer recorrió sus médulas espinales. Pocas veces Tlapocalitza se había sentido mejor y eso que Machuca no era el semisepto umbelino que todos esperaban.
Tampoco era el rigardó ni el urbas vesag, pero conseguía que en su presencia todo adquiriera tintes de escalopendra buraja. Su porte, su cabello helio, sus ropas de fino telio engastado. Sus modales. Hasta sus jenízaros ululaban con el rúbeo cantar de los pájaros.
Y cuando el reino adolecía de una rumnia aquiescente, todos se equivocaron de cabo a rabo.
Un grito ensordecedor infuló la menia de la Meztla. Rabindranath el padre de Tlapocalitza yacía ensangrentado con una daga de yunkay entre sus eslas. La vida se le iba y su hija lo ahilaba con cariño y compasión. Su sangre abortanaba la estancia y los guardias buscaban en todo el raizor la mano asesina de semejante balión.
Y ¿Machuca? Se preguntaba Tlapocalitza con una peñera enfafría que no lograba apartar de sí. Y Machuca apareció, entre los rodedentros y los ailantos fue detenido al intentar escapar en un caspio. De sus manos caía la dalia forotana, del mismo color que abortanaba del cuerpo casi silente de Rabindranath.
¿Por qué? Se infulaba Tlapocalitza. Sus ojos no podían comprender la balión, ni que la riqueza con la que habían afibulado a Machuca era la causante de la atribucia que había sufrido su padre. - Hija mía – balbuceaba Rabindranath – recuerda esta abulia, ahora sí puedes ser belinia de tu pueblo, y tratarlos con respeto. Te seguirán y te obedecerán y aunque yo no apurtare más a tu velisa, tú sabrás tomar las riendas y lo que habrá que bulizar. Ha desaparecido tu melmac y las lágrimas de siempre pero tu pueblo ha ganado una auténtica belinia que sabrá hacer sentirte orgullosa siempre de él. Mi muerte no será en vano y el vacilo de Machuca no debes olvidarlo nunca. Las apariencias engabardean los atilitos y una reina como tú no debe gavilanarse nunca por las apariencias.
Mientras Rabindranath dejaba la esquisa y las lágrimas recorrían la guiba de Tlapocalitza, el Uruk-hai acaudalaba el martinar del norte, su padre tenía razón no volvería a ser una quice pero su pueblo había afilarbado una auténtica reina.

Chema García


CORRE, CORRE, QUE TE LLOPI

El niño cantizó el tagu goronizando:
- ¡Corre, corre que te llopi!
Y la niña cantizó a correr. Esta, de premise se estaticó y goronizo:
-Si me llopas por la giligila…, yo ya no tagu y se lo digo a mi patitante.
El niño la llopí por la giligila y la niña percuñando, se lo dijo a su patitante.
Los patitantes de los dos niños se topute por la meshancha:
- ¡Tu niño me tiene hasta “los mopolines”! ¡ Como vuelva a llopir a mi niña por la giligila…!
Los dos patitantes se llopillarón por las garripolas y cantizarón a masfarucularse. Se disponían a garrogarse…, cuando de premise vieron a los dos niños tagundo con el julajop.
Los patitantes se desfisgaron de las garripolas y se dieron cosquete de que los niños…niños son.

CORRE, CORRE QUE TE PILLO)

El niño comenzó el juego gritando:
-¡Corre, corre que te pillo!
Y la niña comenzó a correr. Esta, de pronto se paro y grito:
-Si me coges por la falda…, yo ya no juego y se lo digo a mi padre.
El niño la cogió por la falda. Y la niña llorado, se lo dijo a su padre.
Los padres de los dos niños se encontraron por la calle:
-¡Tu niño me tiene hasta “los cojones”!¡ Como vuelva a coger a mi niña por la falda…!
Los dos padres se cogieron por las solapas y comenzaron a zarandearse. Se disponían a golpearse…, cuando de pronto vieron a los dos niños jugando con el julajop.
Los padres se soltaron de las solapas y se dieron cuenta de que los niños…niños son.)

Nicolás Hernández López


La última mostra

Un buen día yo, Polifostro Mezcundez, me explaía a la mostra a aupar mis sinsorrios cuando la mostra salió a embucharme.
Me intronó el ufio y lo único que apelía era entrar dentro para sentirme salvo. Si los cromos habían soterrado, emparedado yo relamería la sangre.
De expelio, una tos familoide, ¡Polifostro, Polifostro¡ . Ejemí y deleité al asesino del cromo.
¡No ruedes que te tojo, quédate en el sitio que te dejo¡ El asesino se desfiló del cromo para niquelarme.
Por plis plas no hagas la cabra que me sonjorro y me sangriso. Yo te regurdaré los crontivos que rebané. Señor asesino no me deshonre.
Falo o no falo yo lo resultaré más concédame intronar para deleitar las pesquisas.
Una puñada me sujetó al derrumbe por los anaqueles y precipició el acabó.

Antonia Oliva


Resolución

Estimado guiñapo:

Visto el cadejo presentado y teniendo en cuenta los zampajones expuestos, le comunicamos que ha sido desestimado su pielgo por los siguientes carretones:
No se ha podido jalbegar como un mostrenco, como establece el reclinatorio en su punto 3. 4. 2. el fuelle no contiene la pocilga exigida en la normativa vigente en materia de cabo de año

3. La fresquera no se justifica con el quinqué que establece la palmatoria vigente.

4. El ceazo, la criba y el arnero no están suficientemente documentados ni avalados por lo que no se puede espigar bajo ningún concepto respecto a la chicharronera.

5. La artesa, las trébedes , y el tajador que se incorporan en el candil I no están suficientemente validados.

Contra el presente muladar le cabe el derecho de astial en 10 arbañales, conforme a lo que dispone la legislación que regula el procedimiento de enrojar.


Fdo. Espantajo provincial
Sección Zopenco.

Teresa Sánz


¡Antananarivo!

Fue un prolapso laso sin relapso
Un opistótono átono
Un borgborismo versicolor
Un patognomónico armónico

Caí

Ni afasia, ni afrasia
Ni amusia, ni agnosia,
Ni esterognosia, ni astereognosia
¡Antananarivo!
Y caí

Hartosopa
Somugroso
Hocicopato
Hiperbórica Hipatia, hipabas

Fue un robo sin dolo
Un allanamiento sin alevosía
Un concurso de delitos
Un corpus con nocturnidad

Caí

Fue una usacapio tri nocti
Una casación sin exenciones
Una Status Libertatis
Una sentencia sin apelaciones

Y caí

Hartasopa
Somugrosa
Hocicopata

Alegórico, ¿que alegabas Peñafort?

Ana Isabel Fariña


La insolencia de los hombres

Pocos eran los que reunían el valor y la locura suficientes como para adentrarse en las entrañas de aquel extraño y peligroso bosque situado en la frontera del Reino de Tarindo.
Aquella mañana, dos jinetes desaparecieron en aquel ubulto de hojas y ramas, sabedores de las muchas criaturas que podrían encontrarse allí. Desde las más hermosas e inofensivas hasta las más horrendas y letales.
Búrbulas, estépulas, pélculas, argones, astillos, estridas, helgas… Los dos jinetes estaban preparados para enfrentarse a cualquiera de aquellas bestias, pero desconocían el grave error que uno de ellos iba a verar.
Cabalgaron a través de los árboles, de tronco alvel y gris, desconfiando de cada sombra, de cada ruido.
Finalmente, bajaron de sus monturas y continuaron su camino a pie. El más curtido y experimentado, se adelantó en cabeza, moviéndose con paso seguro y decidido.
A penas podían observar el cielo, todo era oscuridad allí. El suelo estaba cubierto de aguas pantanosas que reflejaban la escasa luz que penetraba a través de las copas de los árboles.

—¿Estáis seguro de lo que hacéis? —preguntó el joven.

—Confiaría mi vida a esa bruja, escudero —contestó el otro, dando por zanjada la conversación.

Caminaron durante mucho tiempo, sin escuchar más que el escalofriante cantar de los vaeros, el chapotear del agua bajo sus pies y su propia y agitada respiración.
El joven, llamado Eriek, no paraba de escrutar cada rincón del bosque, temeroso de que una criatura se les echara encima. No llevaba más armas que un quejumbroso arco, un par de flechas en la aljaba y una alavesa que blandía en las manos.
En cambio, nada parecía importarle a su compañero, Ferol, de semblante serio e implacable. Le daba igual el fango que ensuciaba sus botas y la humedad de aquella tediosa zona cenagal. Era consciente de lo que le esperaba al final del camino e iba bien protegido con el jubón acolchado, la cota de malla y el mandoble y la adarga que colgaban de su espalda.

—¿De verdad sabéis dónde se encuentra esa planta? La bruja no mencionó…

—La bruja no os mencionó nada a vos, escudero, así que dejad de importunarme con vuestras absurdas cuestiones. Limitaos a rezar para que ninguna de las muchas bestias que habitan este lugar se abalance sobre nosotros.

—El padre Gret dice que el Señor no tiene control sobre estas tierras, pues son propiedad de oscuras y deiales entidades.

—En ese caso, rezad para que Dios se apiade de vuestra alma cuando hayáis muerto.

Pasados unos instantes, Ferol se detuvo, dubitativo. Una neblina blanca y espesa había comenzado a extenderse por debajo de su cintura, reduciendo su campo de visión.

—Es aquí —sentenció.

Los dos viajeros retomaron la marcha lentamente. Estaban muy cerca.

Llegaron a un precioso claro de aguas cristalinas, que brillaba con esencia propia. Del centro emergía una preciosa planta cubierta de flores que irradiaba luz.

De pronto, las aguas comenzaron a removerse y se oscurecieron, formando un tifón. Eriek, asustado, dio unos pasos hacia atrás, ocultándose tras una roca.

Ferol mantuvo su postura, con los brazos cruzados sobre el pecho y la larga melena negra reposando sobre sus hombros.

El tifón fue desapareciendo poco a poco, dejando ver una extraña y a la vez hermosa criatura.

—El maldor… —susurró Ferol, desenvainando su espada de doble filo, forjada con fuego fatuo en las entrañas de las Montañas de Irdur.

La criatura, de piel escamada, mostró sus colmillos, largos y afilados.

—Sé qué habéis venido a buscar, viajero —dijo una voz femenina.

Ferol, sin bajar la guardia, asió con fuerza la empuñadura de su espada.

—Pues dádmelo, entonces.

—Tenéis un corazón noble y sois valiente, viajero, pero lo queréis conlleva pagar un precio muy alto. Alterar el orden de la naturaleza puede ocasionar graves consecuencias.

—Estoy dispuesto a pagar ese precio, por eso no he venido solo. Mi escudero se encargará de llevar a mi pueblo lo que, como bien sabéis, he venido a buscar.

—Por cada alma que regresa, una nos abandona, ese es el precio que hay que pagar para no alterar el curso de la naturaleza, viajero. Entregaré a vuestro compañero una semilla de amelva cuando vos ya hayáis partido hacia la otra orilla. No temáis, os guiaré hasta el final, valeroso caballero.

—Que así sea… —susurró Ferol.

El maldor, una criatura sabia y a la vez insolente, nunca pudo predecir de lo que era capaz aquel hombre, que pretendía desafiar las leyes más antiguas y sagradas.

El ser se inclinó sobre Ferol, que con un rápido e inhumano movimiento de su espada, lo partió en dos. La criatura, al instante, estalló en llamas, consumiéndose en cenizas.

Eriek salió de detrás de la roca, atemorizado.

—¿Pero qué habéis hecho? La muerte de un maldor siempre augura desgracias —exclamó.

—Nadie puede detenernos, Eriek. El mundo pertenece a aquellos que lo habitan. Algún día, los humanos reescribiremos esas leyes de las que hablaba el maldor y seremos dueños de nuestro destino. No habrá más maldiciones ni premoniciones salvo las nuestras propias.

Ferol se sumergió en las aguas cristalinas y nadó hasta alcanzar la planta que se encontraba en su interior, irradiando luz. Cogió un par de semillas de una de las flores y regresó junto a su escudero.

—Hoy es un gran día, escudero, volvamos a casa.

La sala estaba llena de artilugios extraños y huesos de animales. La lumbre crepitaba en el fondo y una olla humeaba un vapor azulado y perfumado. La bruja observaba a Ferol con el ceño fruncido.

—¿Sabéis lo que habéis hecho?

—Sí, he conseguido que una chispa de vida fogueé en los vidriosos ojos de mi hija.

—Ignorante… No lo entendéis, esa planta es sagrada, igual que su protector, el maldor. Y vos habéis acabado con él y robado la semilla sin pagar el precio que conlleva. Un alma por otra, Ferol, ese es el precio que conlleva devolver la vida. Creí que lo habíais entendido.

—¿Pensabais que iba a permitir que mi hija creciera sin conocer a su padre?

—Para que vuestra hija volviera a la vida, vos deberíais haber entregado vuestro cuerpo y alma al maldor. Nadie debe desafiar las leyes de la naturaleza. Este ha sido solo el principio. El resto de humanos tomarán vuestras acciones como una invitación a controlar todo lo que nos rodea y creerán que nada puede detenerlos.

—¿Y no es eso algo bueno? Somos la especie superior, bruja. Debemos tomar las riendas de nuestro destino.

La bruja arrugó su rostro, fulminando al hombre con la mirada.

—La naturaleza no olvida, mi señor, y vos habéis alterado su curso. Algún día todos pagaremos vuestra insolencia. Algún día, os arrepentiréis de lo que habéis hecho.


Glosario

Alvel. adj. Fino, delgado.
Amelva. f. Planta acuática de origen desconocido cuyas semillas poseen poderes curativos que pueden incluso resucitar a los muertos. Muy poco común. El tallo crece hasta salir fuera de la superficie del agua, por lo que vive en aguas poco profundas.
Deial. adj. Malvado, infame.
Ubulto. m. Amasijo, mezcla.
Verar. tr. Cometer.

Glosario de topónimos

Irdur. Paraje montañoso al norte de Angonia.
Tarindo. Reino del sureste de Angonia.

Glosario Medieval

Adarga. f. Escudo de cuero con forma ovalada o de corazón.
Alavesa. f. Lanza corta.
Aljaba. f. Caja portátil para flechas, similar al carcaj.
Bruja. f. Mujer que tiene pacto con el diablo y por ello, poderes mágicos. Fueron perseguidas y condenadas en muchas etapas a lo largo de la historia.
Jubón. m. Vestidura desde los hombros hasta la cintura, ceñida al cuerpo.
Mandoble. m. Espada de gran peso y grandes dimensiones que era manejada con ambas manos.

Bestiario
Argon: (plur. argones) híbrido entre dragón y basilisco.
Astillo: insecto de dos o tres palmos cuyo exoesqueleto está compuesto por uno de los elementos más duros de la tierra.
Búrbula: comúnmente conocida como hidra.
Estépula: híbrido entre planta y animal de gran tamaño que habita en zonas pantanosas. Puede ser agresivo.
Estrida: criatura inteligente con cabeza de mujer y cuerpo de león. Similar a la esfinge.
Helga: vampiro acuático que habita en ciénagas.
Maldor: criatura mitológica cuya existencia siempre ha sido puesta en duda. Esta peculiar especie, que puede adoptar diferentes aspectos físicos, se encarga de que el curso de la vida y la naturaleza no sea afectado. Su muerte augura malos presagios.
Pélcula: planta venenosa de frutos llamativos que suele encontrarse en zonas de espesa vegetación.
Vaero: ave muy similar al grajo que habita en zonas pantanosas.

Daniel Ruiz González

Frente al espejo

La primera sesión del curso 2014-15 la dedicamos a los espejos, esa suerte de ventanas o charcos de agua donde nos asomamos para ver nuestro reflejo, calibrar la intensidad de nuestra mirada o asistir al paso de los años.
El espejo es, sin duda, un artefacto que atrae, que imanta la mirada. En él está contenido el mundo y estamos nosotros con nuestros miedos y nuestras supersticiones.
Lewis Carrol sabía del poder de los espejos. También Guillermo Cabrera Infante. Y Gonzalo Rojas que compró en Pekín una cama con espejos y se la llevó a Chile.
Chema Madoz, por su parte, nos invita a pasar al interior del espejo pero no sin llamar antes



¿Qué hay al otro lado del espejo? ¿Qué verdad nos aguarda?
¿Se reflejan las palabras en el espejo? Roberto Juarroz contesta a esa pregunta con el poema "Digo palabras frente al espejo":

Unas veces se fugan por el aire.
Otras veces duplican el espejo
y encuentro dos espejos mirándose.
Pero algunas veces
las palabras entran en el espejo.

Las palabras no han aprendido a reflejarse
porque reflejarse es mantenerse afuera.

El reflejo es el comienzo de la pérdida

Félix Grande, otro gran poeta, se mira en el espejo del tiempo, de lo ya vivido, y advierte en su pátina una "Premonición":

Al fondo del espejo
verás, cuando seas viejo,
no tu cara de anciano, no los ojos
donde se te acumulan tus despojos,
no la ruina en que te hayas convertido,
no la misericordia del olvido

sino la entera historia
que habita en tu memoria,
un borbotón de años
bajando los peldaños
de una horrenda escalera de alegría
que ya no es tuya, pero que fue mía.

Verás no la vejez, no la hora mustia
sino toda la angustia
del esplendor, la juventud, la vida
disfrutada y perdida.

Pero nunca olvidada.

Verás únicamente a tu mirada.
La verás con espanto.

Y todo por haber amado tanto.

Y Susana Barragués nos enfrenta al espejo de un escaparate para dar forma a nuestro miedo y perfilar las dudas que alimentan nuestro "Reflejo":

Tengo miedo de ser esa mujer que un día, frente a un escaparate, se detiene y descubre que no se reconoce a sí misma, y asustada, deja caer las bolsas de la compra por el suelo. Tengo miedo de ser  esa mujer que un día descubre que no se reconoce a sí misma, y asustada, recoge del suelo las bolsas de la compra,  y deja tras de sí a una parte de sí misma enloqueciendo frente a su reflejo en el cristal. Tengo miedo de ser esa mujer que se aleja caminando de sí misma,  comentando con desconocidos, ¿has visto a esa mujer, que grita frente a su reflejo, como si no se reconociera a sí misma?

En esta ocasión propusimos tres tareas, a elegir:

1. Dice la leyenda que si repites cinco veces el nombre de Candyman frente a un espejo, aparece un hombre negro con un gancho y te ensarta el corazón. Yo te propongo que escribas otra historia menos truculenta pero con el siguiente inicio: “La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo”.

2. Seguro que en alguna ocasión, habéis entrado en la “Casa de los espejos”, para veros de mil y una maneras inimaginables: altos, delgados, gordos, bajos, con la cabeza enorme, con una cabeza diminuta...
Imaginad que estáis delante de uno de esos espejos, ¿qué veis?, ¿cómo os veis? Escribid un monólogo.

2. Escribe un texto sobre el espejo que más te guste de los cinco que mostraremos en el taller

Y estos son los trabajos de algunos de los participantes en el taller:


La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo, y era cuando ella comenzaba a vivir su gran aventura en la que se sentía mas libre que nunca.
Se iba hasta los lagos mas grandes, donde veía su belleza reflejada en el agua.
Y volaba hasta alcanzar la luna y dejaba que su rostro se iluminara con su luz.
Y se sumergía en los océanos mas profundos, donde se encontraba con las sirenas mirándose en el espejo su larga cabellera.
Y después, después, volvía de nuevo a su cocina y a su rutina de siempre.

Carmen Alonso


La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. Soñaba, desde muy joven, con conocer aquellos lugares que, cada tarde, repasaba con sus dedos a lo largo del mapamundi que pendía de dos chinchetas en el tablón de su dormitorio. Aquellos lugares que tanto le atraían por sus gentes, historia y naturaleza a lo largo y ancho de La Tierra que, con gran ilusión, anotaba en su gastada libreta aun sabiendo que nunca visitaría pues, sus posibilidades físicas no se lo permitían. Tras sufrir una enfermedad en su niñez, Laura dejó de caminar. Algo que, tanto para ella como para cualquiera de nosotros, significaba tener sus alas cortadas.
Una noche lloró frente al espejo. Aquel espejo alargado que mostraba el reflejo del mapamundi sobre el cual brilló la Superluna del diez de agosto. Y sus lágrimas recorrieron sus mejillas y mojaron su blusa, resbalaron por su pantalón, llegando a empapar la alfombra hasta, finalmente, inundar su habitación desbordándose hacia las escaleras que llevan a la calle que, al girar hacia la derecha, llega a la avenida principal por donde pasean los niños acompañados de sus padres que se acercan hasta el parque infantil que hay al final de la misma. Y, mientras las risas de aquellos niños se confundían con los gritos de los padres alarmados por la inundación, al otro lado de la puerta de la habitación de Laura permanecía inmóvil él, su padre, el que la había visto crecer. Atónito ante tal magnitud de sucesos, tan sólo se le ocurrió pronunciar, en un susurro, la palabra espejo como quien teme ser sorprendido tras hurgar en el cajón de las golosinas. Y… Laura desapareció dejando un halo alrededor del espejo. Al regresar, contó a su padre cómo, tocando el reflejo de aquellos países en el espejo, pudo visitarlos recorriendo sus calles sintiendo sus pies caminar sobre el asfalto, las calles y plazas, las montañas, deslizarse sobre la hierba, visitar los acantilados y contemplar, desde cerca, por fin, aquel faro… su sueño más anhelado.
Nunca entendió qué ocurrió, cómo fue. No le preocupaba lo más mínimo. Durante unas horas era feliz, podía volar. Sus alas, que ahora eran sus piernas la llevaban, a través del espejo, allí donde deseaba. Mientras su padre, desde el otro lado de la puerta, susurraba cada día la palabra ESPEJO y lloraba cuando Laura desaparecía tras él.
Y un día, sucedió…
Nadie quedó al otro lado del espejo. Él pronunció aquella palabra por última vez:
“ESPEJO” y desapareció con Laura tras él.

Tina Martín Mora


La casa de los espejos
La única vez que he entrado en la casa de los espejos, fue muy divertido, lo recuerdo con nostalgia, era mucho más joven y nos reíamos continuamente, de las figuras distorsionadas que se iban formando, más altas, más delgadas, más gordas, más feas, todo un cúmulo de deficiencias. Comprendí que la forma cóncava o convexa de los espejos, era lo que hacía que nos viéramos de mil formas distintas. Hoy, pasados los años, tendría que haber un letrero en la entrada de la sala de los espejos, en la que debería de estar prohibido pasar a la misma, a los políticos, a los pederastas, a los violadores, a los corruptos, a todos aquellos que se han aprovechado de sus puestos de trabajo, para enriquecerse vilmente, pues se verían como realmente son y como los ve la sociedad.

Luis Iglesias


Espejo sin recuerdos
La mujer desaparecía cada que él pronunciaba la palabra “espejo”. Su memoria se volatilizaba, su cuerpo permanecía hierático. Su mente, un río sin alma. La persona le abandonaba para ser una entelequia sin consciencia. Cualquiera en ese momento haría de su voluntad lo que se propusiera. Las sesiones con aquél psicoanalista habían mejorado mucho la propia concepción de sí misma, aun así, no podía evitarlo. Escuchaba “espejo” y tras una hora no recordaba nunca nada. ¿Magia?, ¿hipnosis?, ¿experimento?, ¿tortura? Los análisis clínicos fueron concluyentes. Después de su desaparición había sido madre varias veces. Sin rastro de sus captores ni de sus hijos. Juntando aquellas fatídicas horas, dos años faltaban en su mente. ¿Qué es el tiempo cuando transcurre sin recuerdos? Cicatrices imborrables confundidas con los ladrillos chilenos que fueron su cárcel. ¿Por qué "espejo"? ¿Por qué desde entonces es tan difícil mirarse en su interior? Dudas como fuegos inapagables conforman su actual infierno. Nadie y, menos ella, se atrevería a conjeturar el origen de aquel misterio pero una cosa tenía clara, no pararía hasta encontrar a su progenie y hacer pagar aquello a los responsables de semejante sufrimiento.

Chema García


Cosa de espejos

El espejo del baño muestra la imagen más real de mi vida. Cuando me levanto y apenas he descabalgado de los sueños, me topo con él, lo miro y me devuelve desdeñoso la mirada como diciéndome: “¿Qué me miras mariquita?”.
El agua de la ducha devuelve mi ser reflexivo. Es momento de repasar la actividad del día, de recordar las vivencias del anterior, de buscar las soluciones a los problemas cotidianos. Una vez que el agua me ha aclarado y después de secarme me enfrento con el espejo nuevamente: Ese soy yo, sí, yo mismito, con el pelo blanco por las canas. No soporto mi propia mirada… cualquier excusa es buena para huir… huyo de mi propio reflejo… huyo del espejo.

***

En el sitio más oscuro del bolso llevaba Campanilla el espejo. Era un espejo muy especial, aquel que lo mirara se quedaba sin imagen, cuando quisiera mirarse en cualquier otro espejo ya no se volvería a reflejar, tampoco en los escaparates. Si se hacía una foto era como si no existiera, el lugar que ocupaba aparecía vacío, tampoco vería su imagen en ningún video ni en la televisión. La imagen quedaba aprisionada en el pequeño espejo y ya solamente volvería a reflejarse solo y exclusivamente en él. Campanilla se dio cuenta en una ocasión que se quiso retocar los labios antes de que llegara Peter, que, precisamente, había sido el que se lo había regalado. Cuando salió al recibidor para abrir a Peter descubrió que no se reflejaba en el gran espejo de la entrada. En un principio no le dio importancia pero al llegar el salón notó que en las fotos con Peter, colocadas encima del aparador, había desaparecido su imagen. Quedó perpleja… volvió a mirar el pequeño espejo y allí sí estaba, solamente que presentaba una sonrisa irónica, socarrona, casi maliciosa…

-Peter!... ¿se puede saber qué espejo me has regalado? Se está riendo de mí y no solo eso no me puedo ver en ningún otro espejo y la imagen de las fotos me ha desaparecido. Voy a ver el video del otro día. –Manipuló su móvil- Ves, aquí no hay nada, estás abrazando al aire, Peter.

-No me gastes bromas, Campanilla. No tengo el día para “gaitas”.

-No te estoy gastando ninguna broma, compruébalo tú mismo.

-¡Qué truco es ese!

-No, pero si es muy fácil. Toma, mírate y ahora vas al espejo de la entrada, después te fijas en las fotos del aparador.

-Pero… ¡qué pasa aquí!... es cierto.

-Ya… ya. Comprueba el video del otro día. Ya no aparecemos ni tú ni yo.

-¡Cáspita… Si es verdad!

Peter se quedó unos instantes pensativo mirando la ventana…

-¿No estarás urdiendo alguna maldad?… que te conozco. Le dijo Campanilla.

-Se me ha ocurrido una idea genial… la próxima semana viene el presidente Az-joy. Podemos hacer que se mire… ¿Te imaginas la que se puede liar? Desaparecerá de todos los videos, de todas las fotos, en la televisión no aparecerá nada…

-Ja…ja. Tenemos que hacerlo.

Vicente M. Martín


La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. La última, él la amenazó con una esquirla y la dibujó una línea roja sobre el cuello. Después la empujó sobre la cama y la intento violar. Una patada en la puerta impidió la consumación del delito, pero ella no pudo más y se tiró por el balcón. Los agentes sólo pudieron reducir al hijo de puta que tanto daño le había producido. Decepción, frustración e impotencia quedaron marcados en las caras de unos tipos que sólo en ocasiones terminan bien su trabajo.
Abajo, en la calle una manta de cuadros recubrió el cuerpo de Miriam, una mujer que sólo quería ser feliz y llevar una vida más o menos equilibrada. Su error fue enamorarse perdidamente a los quince años de un trozo de carne con apéndices. Su familia le sugirió que no era tipo para ella, pero el amor no tiene resquicio alguno para sopesar ningún argumento. Su argumento era él, su amor, su vida, su destino...
S.B.J trabajaba en una cristalería del barrio Central. Dicen sus vecinos que no sabía decir ni hola en el ascensor, sólo puta y más que puta dentro de la caverna donde retenía a su presa.

José Luis Moreno Gutiérrez


Mi otro yo

Frente al espejo,
devuelvo mis deseos
con la inquietud de mirarme.
Mi piel se tiñe de armonía
ante un silencio de cristal.
Imágenes distorsionadas de mi yo
se balancean frente a mi
para desdibujar la mente.
La transparencia del espacio
refleja el gesto de mi ser,
caminante en mi cuerpo irrepetible.

Sofía Montero García


El reflejo del alma

No recuerdo la noche anterior ni la mañana siguiente, pero recuerdo ese día. El día en que me conocí a mí mismo.
Caminaba por la ladera de una colina, buscando un lugar en el que poder refugiarme del viento y del frío que azotaban aquella zona. Sobre la cima se alzaba una mansión lúgubre y sombría, rodeada de niebla y cuervos negros que graznaban sobre sus tejados.
La puerta se abrió con un chirrido cuando detectó mi presencia, invitándome a entrar.
Una agradable sensación de calor envolvió mi cuerpo cuando dejé atrás el viento y la niebla. La mansión recibía a sus invitados con un largo pasillo, iluminado por lámparas que colgaban de un techo lejano. Las paredes estaban cubiertas de diferentes espejos que deformaban mi figura, ensanchándola o estrechándola, alargándola o encogiéndola.
Intrigado, continué a través de aquella senda de reflejos, escuchando el propio eco de mis pasos.
El pasillo acababa en una enorme sala de muebles desvencijados y vigas ennegrecidas. En el centro se hallaba un objeto que casi me igualaba en altura, cubierto por una tela de seda blanca.
La curiosidad me venció y no tardé en apartar aquel manto para descubrir qué era lo que escondía. Para mi sorpresa, lo que se ocultaba detrás de aquella tela era un misterioso espejo en el que no podía verme reflejado.
Impaciente, deslicé mis dedos sobre su superficie buscando algún porqué.
No podría explicar lo que sucedió a continuación. No podría describir aquel torrente de imágenes surrealistas que contemplaron mis ojos. No podría expresar con palabras lo que sentí al ver el reflejo de mi propia alma, desnuda y desolada.
Vi tantas cosas… Mi arrogancia y mi maldad, mi codicia y mi ingratitud, mis temores y mis preocupaciones, mis miedos y mis antojos…
Aquel espejo reflejaba el alma de las personas. Un alma marchita y vieja, estragada por las desilusiones, el sufrimiento y la desconfianza, demacrada por la hipocresía y la insolencia, envenenada por las envidias y los rencores, maltratada por el odio y la desvergüenza.
Un alma hecha añicos, igual que mi corazón… Una vida perdida cuyo rumbo solo yo podía volver a recuperar.
Desconozco si aquel viaje acabó ahí, pues lo siguiente que recuerdo es abrir los ojos y mirar la hora en el reloj de la mesita de mi habitación. Tras intentar asimilar lo que había ocurrido, me levanté y me dirigí hacia el baño.
Una parte de mí todavía navegaba en el mundo de los sueños cuando me mostré frente al espejo que todos los días utilizaba.
Observé detenidamente mi rostro. Los mismos labios, los mismos lunares… Pero había algo diferente en mi mirada. Y entonces lo comprendí.
Nosotros elegimos cómo es nuestro reflejo, cómo es el reflejo de nuestra alma.
Aquella mañana mi reflejo había cambiado. Ya no había preocupaciones ni tensiones. Y, por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa se dibujó en aquel espejo.
Era feliz.

Daniel Ruiz González


El Ocupa

Como todos los días se despertó siendo noche. Se meaba. No le gustaba ir al cuarto de baño que había en la alcoba. Allí, desde hace tiempo, vivía un desconocido, un extraño con la mirada apagada y la piel deslucida, mustia, cuarteada...
Nunca decía nada. Sólo le miraba.
No le soportaba.
¿Cuánto tiempo llevaba? ¿Cómo había llegado? y ¿Por qué lo había hecho? Eran tres misterios tan grandes como la vida, tan terribles como la muerte y tan difíciles de argumentar como el amor.
Ese día, esa noche, ese preludio de mañana no lo pudo evitar. Se meaba mucho y el aseo -su refugio- estaba en la otra punta de la casa.
Nada mas entrar le vió. Estaba allí. Le esperaba. Siempre le esperaba.
No le soportaba.
Tenía mala cara. Descuidado, su barba pugnaba por ocupar su cara. Despeinado, los pocos pelos que le quedaban, exigían un arreglo, de lo contrario se convertirian en una melena pobre y rala. ¿Quién era? ¿Qué quería? ¿Por qué le miraba como le miraba?
No le soporto
Tan hechizado estaba que tardó en apreciar que tras él estaba Susana. Su Susana. Siempre tan bella.
No le había hablado del misterioso personaje que habitada en el cuarto de baño. ¿Qué le diría? Nunca le había ocultado nada.
Buscó su mirada, la mirada de Susana y se perdió en ella. ¡Cuánto calor!
Cuando volvió a mirar el desconocido no estaba.

Ana Isabel Fariña


El bautizo de María

Cada vez que él decía la palabra espejo, desaparecía.
Cada vez que alguien decía la palabra espejo, desaparecía.
Daba igual la hora, el lugar o el idioma. Si ella estaba a menos de dos metros y quien pronunciaba el término no lo hacía buscando provocar el fenómeno, María desaparecia. Nadie sabía por qué.
Si era una cuestión genética, forzosamente tenía que perderse en el origen de los tiempos. La familia, desde la generación del abuelo del tatarabuelo Tadeo en adelante, siempre había sido una familia ejemplar. Es cierto que la tia Elena, de jovencita, se vistió con trapos anchos de colorines estridentes, se soltó el pelo, se aficionó a las margaritas y afirmó ser poeta y llamarse "Helena"; pero ese "capricho" le duró poco. La casa supo encauzar la travesura. Pero ésto...
Estaban indefensos.
La primera desaparición registrada oficialmente en el diario de familia aconteció el 16 de Julio, día del Carmen.
La mañana era espléndida. El cielo azul. El sol amarillo. Las nubes... ni una nube acudió al bautizo de Carmelo, el hermano de María. Ella tenía tres años y todo el mundo recordó y recordó y recordó, durante mucho tiempo, que después de bañarla con amor, su madre había cubierto su cuerpo con un voluminoso vestido de organza blanco que a su vez iba cubierto por una capa de raso y dos de tela de tul en el faldón. El efecto era fantástico. Sin llevar cancán, parecía que lo llevaba. Todos opinaban que era igual que una princesita, una princesita de cuento de hadas; y su hermano -engalanado a juego con ella- igual que un angelito, un angelito del mismísimo cielo. Todos menos ella, que enjaulada, enfajada con gasas claras, berreaba. No podía respirar.
En la esquina del dormitorio de sus padres, había un espejo oval de cuerpo entero enmarcado en madera de nogal que se sostenía sobre un pedestal de la misma madera. Una pieza exquisita tallada a mano. Sin corte alguno. Fue la abuela Peregrina quien sugirió que la llevaran allí. Estaba convencida. Una imagen vale mas que mil palabras. En cuanto María viera lo preciosísima que estaba...
Pero no fue así.
Nada más pronunciar la palabra espejo, la niña desapareció. En el suelo quedaron sus ropas.
Un silencio lleno de miedo zarandeó todas sus certezas. Las creencias, robustas como secuoyas, que les alimentaron durante generaciones, devinieron frágiles como amapolas. El zorro que duerme tras la hoja, despertó, escapó del cristal que lo ocultaba y ahora, hambriento, les amenazaba. Si eso que habían visto era verdad...
Se hacía tarde y Carmelo se tenía que bautizar. El resto de la familia, los invitados, le esperaban. Todos, menos el tio Tomás que se quedó de guardia, se fueron. Mientras les veía salir, cabizbajos, indecisos, asustados, les arengaba. Él estaba convencido. Ellos tenian que estarlo. Todo poseía una explicación racional. Lo sucedido también. Eran una familia razonable, ejemplar y sensata. Lo que sube, baja. Lo que va, vuelve. Dos más dos siempre son cuatro... la pequeña volvería y allí no habría pasado nada.
Tomás acertó. María volvió. ¡Claro que volvió! Más no como él imaginaba.
María apareció en el suelo de la ermita de Nuestra Señora del Mar donde su hermano se bautizaba. Y lo hizo justo en el momento en que el padre Fernando derramaba el agua y Carmelo lloraba. Estaba desnuda y tiritaba. Fue un escándalo.
Desde aquel día, nadie -ni siquiera Tomás- pudo llevar la cuenta del número de veces que ... Espejo no es una palabra extraña. Y aunque nadie dijo nunca nada, todos se acostumbraron a vivir con un zorro que día y noche lamía sus pies, sus ojos, sus manos y sus canas.
El día que me contrataron, María era una anciana enferma. El corazón, su corazón a veces sí y a veces no palpitaba, como ella, que a veces sí, y a veces no estaba en la cama.
Tomás nieto, siempre que me veía, me recordaba que no debía pensar cosas extrañas. La familia, su familia, su casa era una casa razonable, ejemplar, y sensata. Cierto que hubo una Elena... una trastada...
Lo de María... Él estaba a punto de encontrar la razón de cuanto pasaba, los apuntes que había heredado de su abuelo le habían colocado en una pista bastante certera. En breve, en nada...
Nueve meses permanecí en esa casa. Ver como María se evaporaba me fascinaba. Poco a poco, la duración de sus ausencias fue cada vez mas larga. Sus retornos más variados. Lo habitual, era que volviera directamente a la cama, pero en ocasiones aparecía en la bañera, en el borde de la piscina o en los pies del espejo donde hacía años abandonó su vestido de organza.
La última noche que la vi, aunque tenía mucha fiebre, estaba muy animada. Los ojos brillantes. Las mejillas sonrosadas. La lengua rápida.
Habló sin parar. Contó... Tomás nieto aseguraba una y otra vez que deliraba.
Cuando la temperatura estuvo algo controlada se fue quedando dormida. Nunca despertó. Su cama apareció vacía y así continuó para siempre jamás.
Después de una semana, Tomás nieto me comunicó que ya no me necesitaban. Al despedirme, me entregó un sobre. "Un regalo de María", dijo, "ya sabes cuanto chocheaba" y cerró la puerta. Dentro con letras de caligrafía muy clara un texto breve. "Te dirán que es el cielo el que se refleja en el agua. Bobadas. Atraviesa el espejo. Con el tiempo, no hacen falta palabras. Elena renunció. No lo hagas. Las cosas que deseas, si les permites que pasen, pasan. Ahora voy a buscar a Carmelo. Se marchó antes de tiempo y me llama"

Ana Isabel Fariña


La Casa de los espejos

Espejos cóncavos, espejos convexos…
Entro en la Casa de los espejos y me encuentro, cara a cara, sin apenas reconocerme en ellos.
¿Soy esa imagen?
La miro, me mira. Acercamos nuestras manos y repasamos nuestros cuerpos perfilándolos con los dedos, reconociéndonos hasta encontrarme en sus ojos de otoño con tono de aceituna Manzanilla Cacereña, comprobando con gran sorpresa que esa imagen me representa.
Otra vez, pienso: Cóncavo, Convexo…
Sonrío, saco la lengua, coloco las manos sobre mi cara simulando unas gafas. Soy un reducido y redondo cuerpo presidido por una cabeza de gran tamaño cuyo crecimiento parece imparable. Único antídoto: el aburrimiento. Lo siento, no hay cabida para él.
Mi interés por la búsqueda de nuevos retos deja a un lado todo lo que aparece al grito de desinterés.
Cicatrices cóncavas, cicatrices convexas…
Aparecen también mis temores, miedos, rozaduras producidas por esos pasos que di sin protección. Siento cómo mis impulsos dejaron desnudo mi alma, causándole un fuerte dolor.
Continúo mi camino, siempre mirando hacia adelante hasta encontrar el interruptor del optimismo, el mismo que me hace sentir VIVA, con mayúsculas, y comprendo entonces que esa cabeza de gran tamaño que tengo frente a mí, es la misma que desarrolla mis sentimientos, la misma que me lleva cada día a cantar, amar, escribir, jugar, proteger, llorar, pasear, leer, nadar, bailar, reír, besar, cuidar, saltar, ¡SOÑAR!... y pienso en lo orgullosa que me siento al tenerla sobre mis hombros.

Tina Martín Mora


Espejo frente a la puerta de entrada

Me han recomendado que coloque un espejo frente a la puerta de mi casa, en la entrada. Le dará luz y amplitud al espacio. Aprovechando que estoy de reforma y también que el espejo no me estorba, he decidido aceptar el consejo.
Rechazo sin muchas contemplaciones todos los objetos, elementos decorativos o muebles que me puedan interrumpir el paso, necesito espacio libre, sobre todo, cerca de las puertas. Si algo es bonito y es útil, mucho mejor, pero si algo es bonito pero estorba, como a veces algunos adornos, que se colocan de tal manera que pueden caer, muebles, plantas, etc., situados en puntos estratégicos, bonitos lo serán pero en mi opinión, inútiles también.
El espejo es un objeto que ha dado origen a más de una situación insólita. Por ejemplo, cuando en una tienda de ropa o peluquería me lo han ofrecido después de probarme algo, cortarme el pelo, etc. Tendríais que haber visto la cara, el sonrojo, esa frase que empieza diciendo “perdona, es que” y no saben cómo acabarla. Yo no puedo hacer otra cosa que sonreír, disculpar y no sentirme ofendida.
A veces, tengo que aguantar las ganas de reír, no de una persona que no sabe cómo actuar, sino de la situación.
Casi todo puede tener un sentido cómico.
Una vez en un supermercado se me acerca una señora mayor para preguntarme si los fideos que había cogido eran finos o entrefinos porque no los veía. Qué poco tenía que ver la señora!
En ocasiones, cuando nos hemos reunido varias mujeres en mi casa o en cualquier otro sitio, intentando arreglarnos a la vez, me burlo del espejo, mientras todas se pelean por ponerse frente a él para maquillarse, yo me maquillo de espaldas. Me río de mi situación, de mi momentánea ventaja por no depender de él, me parece divertido. A todo el mundo le sorprende, lo mismo que cuando digo que veo la tele desde cualquier lugar de la casa, a través de las paredes.
El concepto de espejo, más allá del objeto, no me resulta tan prescindible ni tan cómico.
Verme reflejada en otros tiene lo suyo. A veces es bueno, me gusta y lo reconozco y otras, no tanto. Entonces no me río, no prescindo de él y no me parece que sea tan inútil, aunque a veces, también me estorbe.

Teresa Sanz


Miraba con tristeza su figura que, al destello de las luces de la calle, se intuía borrosa en la ventana.
Con la yema de los dedos, perfiló su silueta en el cristal, generando con el roce gotas temblorosas que, al descender por la ventana, recordaban ese llanto contenido que acompaña a los adioses.
A pesar de haberlo prevenido, su memoria, ahora traicionera y desbocada, repicaba incesante, evocando lo que en otro tiempo fueron anhelos compartidos y comunes esperanzas.
La angustia le atenazó el pecho, quiso apearse del bus, abrazarla y susurrarle, con el tibio roce de sus labios, que se quedaría con ella para siempre. Un rugido del motor le advirtió de la inminente partida distrayéndole los viajeros agitados y alterados intentando desatar los lazos prietos que urden las despedidas.
Con el trémulo zarandeo del arranque volvió a fijarse en su cara, advirtiendo como sus ojos perlados reclamaban anhelantes su mirada.
Pensó que quizás no la volvería a ver, imaginando angustiado como sus recuerdos eran humillados por el tiempo y la distancia.
Se acomodó en el asiento y, susurrante, repitió su nombre varias veces, viendo en el retrovisor como su menguante figura se extinguía.
Notó ese nudo en la garganta que anticipa los sollozos, pero dejo pasar el tiempo, esperando que en su interior germinaran las promesas que acompañan a toda libertad recobrada.
Pensó un poco más y esbozó una sonrisa complaciente. Ya era parte del ayer, ya era un tanto más de sí.

Luis Alberto Álvarez Espinosa


Sin camino de vuelta (espejo retrovisor)
Conducía por una estrecha carretera de montaña, entre semana, media mañana… solo. El ancho de la vía apenas daba de si para cruzarse con otro vehículo, discurría como impuesta sobre el terreno, la nada a ambos lados del arcén. Echó un vistazo al espejo retrovisor y su corazón trató de adelantarle. A su espalda el camino se desmoronaba pocos metros por detrás de él. Aceleró a fondo, pero la carretera se descomponía a mayor velocidad. Frenó en seco, resignado a su suerte, y la carretera dejó de caer. Incrédulo ajustó varias veces el retrovisor antes de atreverse a bajar del vehículo. El camino recorrido era un amasijo impracticable de grava y tierra. Subió al vehículo, y al ir a meter primera en la palanca de cambios descubrió una cosa: no había marcha atrás.

Miguel Ángel Pérez


Frente al espejo
La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. Claro, que eso él no lo sabía. Nunca lo supo. Por eso se pasó toda la vida buscándola sin saberlo en los sitios en los que nunca había estado, en los amaneceres en que recomponía a ciegas las piezas del tiempo no vivido, del amor congelado, de la ruina de sus manos sin prisa, de sus silencios extendidos, de unos reflejos que se deshacían como estatuas al inventar los recuerdos, apenas como una brisa, como una habitación revuelta con las almohadas por el suelo, con las puertas gastadas y las paredes que retornan una y otra vez, como un poema que busca su sitio.

La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. Claro, que eso él no lo sabía cuando cada mañana al bajar al desayuno comenzaba a buscarla en el café caliente, en las rebanadas de pan con mermelada de naranja amarga, en la sonrisa vacía de sus compañeros de mesa, en los ojos que se escapan, en el sol de un invierno que apenas ilumina el comedor, en el ruido de las sillas al moverse, en el bullicio silencioso de los cuerpos que se reconocen, en el amarillo desvaído de las paredes de los pasillos, en las palabras que se esconden cada día sin pronunciarse, en las certezas que envejecen cada mañana frente al espejo de su habitación cuando él, sin saberlo, comienza a buscarla a tientas por los caminos del olvido.

Enrique Galindo


Despeja la duda

Guardaba el espejo en el que se miró por última vez, cuando se ceñía el cinturón del uniforme antes de la batalla, y no le volvió a dar la vuelta para que no pudiera escaparse.
Con rencor lo dejó castigado girado hacia la pared del chaflán de su cuarto. No soportaría mirar y no volver a ver su reflejo tan esbelto..
Los espejos tienen memoria. Sospechaba que si se pusiera frente a él, vería la derrota y hasta podría ser alcanzada por alguna flecha, en ese caso la historia quedaría alterada, sus hijos se desvanecerían en el acto. Aunque si él hubiera quedado malherido en el campo, traspasaría la línea y lo curaría, asumiría el riesgo.
Iba a necesitar muchas gasas y una petaca de whisky y al doctor, avisaría al doctor para que la acompañara a salvarle.
Cuando reunió todo, además del valor para voltear el espejo, lo único que observó fue el marco de la ventana y el árbol por el que él trepaba. Aún así decidió pasar al otro lado, se recogió el vestido con una mano y con la otra se sujetó al tronco y descendió y descendió y la locura se la llevó.

Antonia Oliva


Velada

La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. Ciertamente esto no era así, pero se le parece, pues cada vez que él oprime el disparador, se levanta el espejo con un pequeño ruido y queda su imagen almacenada o más bien grabada con más o menos pixeles en una tarjeta SD o flash, es una imagen fija reflejando un instante que cuando es visionado ya no existe, es historia, en algunos casos triste en otros alegre, en otros … pero ese instante puede no reflejar la realidad pues es susceptible de ser modificado y ya no sería real, aunque primero tendríamos que definir que es real, pero dejando estas connotaciones del lenguaje, actualmente, ya no se necesitan dos personas y un espejo, para obtener una fotografía, pues uno mismo puede reflejar esa realidad o irrealidad mediante un selfie -se realiza con un smarthphone que no posee espejo-, aunque en esto se asemejan a las cámaras antiguas que tampoco lo tenían, pero se ha perdido la magia de la fotografía en aras de la inmediatez, que a su vez cambia el mensaje de la foto, en sus comienzos meditada en su realización con una calidad técnica dependiente del fotógrafo, frente a la actualidad en que el selfie está realizado casi sin ningún análisis, siendo simplemente un medio de comunicación en las redes sociales.

Se está perdiendo la magia de la fotografía y quizá lo que hoy hacemos no se debería llamar fotografía, pero habría que reflexionar sobre la opinión de Julio Cortázar “Entre las muchas formas de combatir la nada, una de las mayores es hacer fotografías”.

Alfredo Domínguez


De regalo... ¡un espejo!

Francisco, Quico para los amigos, era un hombre bonachón enamorado de su bella y coqueta mujer hasta la medula.

Un día de los que Quico estaba solo en casa y a pesar de que la circulación era densa y de que llovía a cantaros, decidió salir a la calle para compra un regalo y por la noche, dar una sorpresa a su mujer. A ella la encantaban los espejos, decía que en ellos se veía eternamente atractiva, joven y sexi. La gustaba cambiarse de vestidos y mirarse en plan coqueta por todos los espejo de la casa. A Quico le fascinaba, diciendo que de aquella manera la veía doble o… triplemente hermosa. Asique, el regalo sería un gran espejo de pared, enmarcado en bronce repujado y que ella ya había visto en una tienda.

Quico tuvo suerte, el espejo todavía estaba en la tienda. Lo compro. Se lo envolvieron con un plástico de burbujas y lo coloco cuidadosamente en los asientos traseros de su coche.

De vuelta a casa, iba mirando con el rabillo del ojo el espejo retrovisor exterior para comprobar que los vehículos que iban tras él, guardaban la distancia reglamentaria. Tenía temor de que una conexión fatal rompiese el espejo. Por el espejo retrovisor interior, escrutaba el habitáculo del vehículo para comprobar una vez más, que el regalo sorpresa no se había movido de su sitio. En uno de esos escrutinios, vio que sobre la bandeja, su sobrino se había dejado olvidado el espejo que tenia para jugar a los detectives. Se trataba de un espejo pequeño y redondo, acoplado a una varilla que se parecía a una antena de una radio antigua “Vanguard”, de esas que se estiran y se encojen. El niño jugaba con ese espejo como si fuese una extensión más del inspector Gadget.

La sonrisa bonachona de Quico, se dibujo en el espejo retrovisor interior al recordar el día que su mujer y su sobrino viajaban juntos en la parte trasera. Ese día, Quico la observaba por ese mismo espejo retrovisor, en el momento que se retocaba los labios con la barra de carmín de forma risueña y coqueta, mirándose en su pequeño espejo rectangular de bolsillo, y el sobrino a su vez, se puso a captarlos por detrás de la cabeza de su tía, con su espejo extensible de detective: según él…, para conseguir un efecto 3D. En esas estaba el distraído conductor, cuando de pronto un transeúnte resbalo por el suelo mojado y cayó delante del coche. Quico se asusto y dio un brusco giro de volante para esquivarlo. Atravesó la acera y termino por estrellarse contra un escaparate. Este se hizo en más de cien pedazos de cristal y el motor del coche quedo seriamente dañado. Quico se bajo aturdido y aun así, fue rápido a ver el espejo. - ¡Gracias a Dios no se ha roto!- La circunstancia de los hechos, le llevaron a poner delante de un maniquí que tenía puesto un vestido negro escotado. Ese vestido que tanto la gustaba a su mujer y que había buscado como loca por muchas tiendas y catálogos, y no le encontraba. Quico en ese momento le tenía delante y sin pensarlo dos veces, le compro y se aseguro de que el dependiente le colocase bien en su correspondiente caja. Hizo caso omiso a lo que le iba a costar los daños materiales del accidente. Llamo a la grúa y a un taxi. Bajo las ordenes de Quico de… -¡Con mucho cuidado! - el taxista metió el espejo y el vestido en la parte trasera del vehículo y miro extrañado a su pasajero, porque este no paraba de reír. Quico se sentía feliz solo de pensar en que aquella noche iba a… “RIZAR EL RIZO”.

Nicolás Hernández


Vuelo a motor

Descubrí tus ojos empedrados
en el instante de salir de un sueño…,
del más preciado para el hombre:
El sueño de La Libertad.
Habiba, tus ásperas manos acariciaron sus rostros,
abrazaron sus cuerpos.
Tal vez, por última vez absorbió tu alma
el aroma de los recuerdos.
Una bolsa del color del océano recogió todo lo que necesitarías: La camisa blanca con la que cantabas en el coro, el echarpe que Aminata tejió para ti aquellas largas tardes de la primavera, la flor tallada en un trozo de rama de baobab que Omar puso en tu pelo el día que por primera vez te besó, el inseparable colgante de iris de tu madre que llevarías como amuleto. Un poco de tu ropa más nueva y entre ella, ese espejo en el que tantas veces contemplaste tu rostro mientras tu cuerpo se transformaba lentamente sin apenas darte cuenta, metamorfoseándote cual mariposa africana danzando entre las flores al son del tambor.
Ese pequeño espejo grabado en su reverso con tu nombre y, en su reflejo… tu sonrisa y la de él, vuestras miradas de amor eterno , tus lágrimas de desamor el día en que te dejó de querer…
Habiba,
Tu nombre es Libertad, tu sueño es el mío.
Escapaste cruzando fronteras,
encontrando lo que estaba perdido.
Tu única compañía, la noche
cuando escapabas con miedo
al compás de aquellos
que bebían tus mismos vientos.
Llegaste a mi vida aquella tarde del mes de octubre cuando yo no hacía más que intentar llenar mi tiempo.
Acerqué tu fotografía hacia mi alma, aquella que mostraba la imagen de tu alegre rostro al conseguir, por fin, tu sueño. Y…
Me alegré y lloré por ti, Habiba,
por tu lucha,
por ese impetuoso deseo de mejorar tu vida a pesar de tener que pagar el alto precio de abandonar la única riqueza que poseías, al no caber en tu equipaje: Aquellos que dejaste tan, tan lejos. Eso sí, siempre pensando en volver a verlos, en volver a abrazarlos con tus manos menos ásperas ya y besarlos, hasta enloquecer, con tus labios perfectamente definidos, puramente bellos entre la brillante piel de ébano que personaliza tu femenino rostro. Y, compartir con aquellos que tanto amas, la batalla ganada al destino que, tú o quién sabe quién o qué, un día cambió tu vida.
Vive Habiba, sé feliz aquí, allá, adonde quiera que vayas.
No olvides nunca encontrar un momento para ti,
para sacar tu espejo grabado a fuego con tu nombre “HABIBA”
y verte en él reflejada tal como eres.
Recuerda, a través suyo, tus orígenes y
nunca, nunca olvides que para ser feliz
¡Sólo tienes que intentarlo!.

Tina Martín Mora


La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. El vocablo actuaba como un interruptor que al presionarlo cortaba la corriente que conectaba a la mujer con el cristal.

La mujer aparecía cada vez que el pronunciaba la palabra reflejo, articulando la cita cual mecanismo eléctrico. El juego de vocablos espejo-reflejo los utilizaba a su antojo para hacer desaparecer y aparecer a la mujer dentro de aquél diabólico tablero de cristal que, minutos antes, él mismo había azogado en su parte posterior con un extraño material.

El público, ante semejante truco, no podía dar crédito.

A continuación, el mago, tras pronunciar por última vez la palabra reflejo, cogió un objeto, se situó frente a la mujer y lanzándolo contra el espejo en lo que parecía un acto de liberación, rompió el espejo.

En ese mismo instante, la mujer apareció entre el público.

Jorge García Domínguez


Me temo que por muchos bolsillos rotos que queramos coser hay reflejos que se cuelan entre los descosidos. Reflejos tan alarmantes por su constancia, su incansable reproducción y recuerdo que aún me traen a la mente el olor a su colonia de aquel sábado. Mejor dicho. De cada sábado tras su espalda, tras su protección. No existía colina que no pudiéramos conquistar en su moto.
No existían limites en nuestra imaginación al vernos plasmados y felices en ese pequeño espejo.
No existía cobardía ni preocupación amarrada a sus costillas.
No existía aire más puro que el de sus pulmones hasta llegado aquel último sábado, aquel último reflejo que me persigue cada día al sentir que en su retrovisor no era nuestra la felicidad reflejada sino, la de ellos...
Aunque a partir del siguiente domingo, con ella, él no tuvo más sábados ni más reflejos.

Ana Recio Gómez


De los espejos y de lo feroces que son

¿Acaso es lo que soy o se trata de una broma de mí mismo? No sé si reír al ver mi boca torcida, mi cabeza reducida y mi tamaño menguante. No sé si gritar… pero ya, da igual. Mi imagen se aleja de mí y huye mientras yo me desvanezco en una nada poblada de sombras y otra imagen, envuelta en carne, se acerca a esta ventana de luces y tinieblas.

Gemma Rojo


Espejo. Un folio en blancoRelato 1

Sentado, ante mí sobre la mesa un folio en blanco. Me asomo tímidamente , sigiloso, a hurtadillas. ¿Cómo llenarlo? ¿Cómo enfrentarme a él? ¿Cómo enfrentarme a mí? Me inquieta el verme reflejado en él. Junto al folio, sobre la mesa , descubro otro espejo, más inquietante aún: es mi teléfono móvil. Lentamente retiro la tapa que lo protege. Deslizo la mano sobre la pantalla. De repente se activa, se pone en marcha y comienza a reflejar todo lo que le he ido mostrando cada vez que me he asomado a él. Sabe cómo me llamo. Donde y cuando he nacido. Sabe que soy deportista. Me muestra las veces que he salido a correr, los kilómetros que he recorrido en los últimos meses. Sabe lo que valgo, lo que debo, lo que tengo en mi cuenta, lo que gasto con mi tarjeta. Sabe quiénes son mis amigos, mis conocidos, los amigos de mis amigos, sus cumpleaños, mis aniversarios. Sabe mis vacaciones, cuando y a donde he ido y sospecho, que cuando y a donde iré.

De repente, cierro la tapa retirando mi mano de él. Me vuelvo a fijar en el folio en blanco. Sigue en el mismo sitio quieto, callado, esperando. Respiro tranquilo.

Cómo me veo delante de un espejo que me deformaRelato 2

Frente a mí una tienda de moda diseñada para no pasar de moda. Colores fríos, decoración raquítica y empleadas que tratan de hacerse invisibles. La ropa que busco está escondida en el sótano. Parece que a los compradores nos guste sufrir. Pero no, según bajamos las escaleras al dichoso sótano de la ropa escondida nos recibe un gran espejo, que ocupa toda la pared. Se muestra amable, sonriente. Hace vernos altos, esbeltos y no podemos evitar sonreírle, sonreírnos. Las escaleras desaparecen. Ante mi una estancia grande repleta de armarios mutilados, sin puertas, muestran sin pudor ropa de caballero. Ordenada sin orden aparente. Mucha ropa, muchos armarios mutilados, sin puertas. Poca luz, mucha ropa, empleadas invisibles. Aumenta mi desconcierto. No sé qué hacer. Estoy confuso. Escojo casi al azar varias prendas. Busco hasta que encuentro los probadores. Por fin. Entro intento cerrar la puerta sin conseguirlo. No hay. Corro el trozo de cortina que han diseñado a modo de puerta. De repente la cosa cambia. Me transformo Me quito la ropa que llevo puesta y me visto con lo que he escogido de la tienda. El espejo me devuelve a otra persona. Soy un dandy, soy un bohemio, soy un ejecutivo, soy un hispter, soy lo que quiera ser. Soy alto, delgado, estoy en forma sonrío sin saber por qué. Ante él me transformo. Es mágico, hasta el pasar por caja hace que sea agradable. ¿Qué sería de mí sin él?

Francisco Javier Niño Alonso