Un as en la manga

El lunes pasado, día 19 de diciembre, montamos una timba en la Sala de Fondo Local de la Biblioteca Pública de la Casa de las Conchas.
La sesión del taller estuvo dedicada a las cartas, de ahí el título "Un as en la manga". Francisco de Quevedo, invitado a la partida, nos regaló unos versos del todo oportunos: "Este mundo es juego de bazas / que solo el que roba, triunfa y manda".
Hablamos del libro de Carles Cano "Cartes" y de diferentes poemas visuales de Joan Brossa, Chema Madoz y García de Marina.




Pero también hablamos del trabajo "La sota tuna. Los naipes como procedimiento de creación literaria y representación del caos" de Carlos González Sanz (Instituto Aragonés de Antropología) donde encontramos un romance que nos permite contar una historia con las figuras de la baraja española, así como la historia de "La baraja del soldado".
Disfrutamos, a continuación, con algunos poemas relativos a las cartas, como el que Pablo Neruda tituló "A la baraja":

Sólo seis oros,
siete
copas, tengo.

Y una ventana de agua.

Una sota andulante,
y un caballo marino
con espada.

Una reina bravía
de pelo sanguinario
y de manos doradas.

Ahora que me digan
qué juego, qué adelanto,
qué pongo, qué retiro,
si naipes navegantes,
si solitarias copas,
si la reina o la espada.

Que alguien mire y me diga,
mire el juego del tiempo,
las horas de la vida,
las cartas del silencio,
la sombra y sus designios,
y me diga qué juego
para seguir perdiendo.


Recordamos el trabajo que Leopoldo María Panero hizo en "El tarot del inconsciente anónimo" publicado por Valdemar. Y jugamos una partida con el "Juego de cartas" de Max Aub, una novela baraja de la que estudiosos como Julio Borrego Nieto, Jesús Fernández González, Luis Santos Río y Ricardo Senabre afirman en el libro "Cuestiones de actualidad en la Lengua Española" (Ediciones Universidad de Salamanca):

Pero existe un espléndido ejemplo de “novela interactiva” avant la lettre, anterior al desarrollo y la pujanza del orbe informático: Juego de cartas, de Max Aub, publicada hacia 1964. La obra se presenta como un conjunto de 104 cartas contenidas en un estuche de cartón. Carta tiene aquí el doble valor de “naipe” y “misiva”, porque, en efecto, cada carta “naipe” tiene al dorso una carta “misiva”. Es una novela epistolar acerca Máximo Ballesteros, muerto en circunstancias poco claras. Algunos autores de la cartas piensan que se ha suicidado; otros sospechan que ha muerto a manos de su mujer por un asunto de celos; el médico estima que se trata de un fallecimiento por trombosis. Los puntos de vista de los distintos firmantes acerca de Máximo Ballesteros difieren hasta extremos inconcebibles. Como se trata de un juego (`conjunto`) de cartas (`misivas`), pero las cartas son también naipes, se puede jugar, y el autor ofrece las reglas. Según la disposición con que vayan saliendo y disponiéndose las cartas después de barajarlas y repartirlas, aparecerá una silueta diferente del muerto. También aquí se pone en tela de juicio el principio de autoría y se concede al destinatario un papel relevante en la interpretación del texto, al mismo tiempo que éste aparece como un encrucijada de lecturas posibles. El autor explica cómo deben repartirse los naipes y añade: “Puede variar el juego desde el principio dando dos o tres cartas, a gusto de los jugadores, con la seguridad de que el resultado será siempre diferente”. Y remata: “Gana el que adivine quién fue Máximo Ballesteros”. Pero nadie ganará, porque la realidad es caleidoscópica y huidiza; o mejor, hay tantas realidades como perspectivas.



Dejamos aquí por último una baraja de poesía visual contra la violencia de género ilustrada por Edu Barbero:






Propuesta de escritura

En esta ocasión la propuesta de escritura fue doble. Así cada cual elige a qué le apetece más jugar:

1. Escribe un texto relacionado con alguna carta o algún palo de la baraja. También puedes mezclar diferentes figuras en una historia.
2. Imagina una timba de cartas que reúne a un grupo de gente. Las apuestas en la partida son importantes. Unos ganan y otros pierden. Pero no sólo se pierde la partida. Hay quien pierde la dignidad, quien pierde una joya de valor, un coche, una casa, una familia. Cuenta las circunstancias de un perdedor.

Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Cartas caras

La timba es en el Gali, aquél bar lúgubre, bello, decadente y luz, al que acuden desde hace años todos los miércoles.

Alba llega tarde, por las clases de la Universidad. Está contenta, jovial, hermosa. El curso le está encantando, las clases de literatura estadounidense del XX la tienen ensimismada. Se ha pasado el camino pensando en Gatsby, fantaseando con su amistad, acompañante de fechorías, libre, disfrutona, felices años XX.

Saluda a sus amigas. la llaman guapa, pendeja por llegar tarde, malvada por estar tan bonita. Le preguntan por Markel, por su próximo viaje juntos a Cerdeña. “Al lío nenas, que hemos venido al póker”.

Ángela reparte cartas. Ella llegó la primera. Pidió su té negro, se sentó en la mesa, esperó al resto con la mirada aterrizada en el horroroso día, en las ganas que tenía de ver a su gente para callar un poco el ruido.

Primera mano. Ángela pone mala cara, siempre lo hace, no puede evitarlo pese a que todas sus amigas le han repetido mil veces que no, que no se puede poner esas caras jugando al póker, jugando a nada, o el de enfrente, o la vida, te ganan seguro.

Irene es distinta. La esfinge del grupo. En cartas, en todo. Coge sus cinco, las revisa concentrada, mira a Alba y le tira un beso. Todas saben que el beso puede ser cualquier cosa, ir para repóker o para nada. Muralla Irene, besos y abrazos aun cuando todo se va a la mierda. Siempre detrás de ella para que diga, cuente, se deje.

Carmen pide dos. Siempre pide dos, maldita sea. Dos cañas, dos vestidos, dos libros, dos cartas. Mira que le han dicho que el impar es el bueno, el uno con uno, el dos y uno. Pero nada. Pide dos.

Así pasan el resto de la tarde. Entre tés, cañas, risas, historias. El Gali se va llenando de gente, van siendo las 23.00. Vuela el tiempo como siempre vuela desde que se juntan. Gana más Irene. Ríe más Alba. Equilibra Carmen, que gana dos partidas. Agradece Ángela, que según llega la hora de la despedida empieza a sentir la punzada del enemigo. “Ya va a venir” se dice, “ya viene”, pero como siempre, en la única cara que sabe ocultar, camufla, esconde, juega al póker mejor que ninguna.

Se despiden en la puerta. Se besan, se abrazan, se verán el fin de semana. Ángela dice que no sabe si podrá. Pone cara. La increpan con todo el cariño del mundo. “Siempre igual Anyi, con lo que disfrutas luego”

Subiendo las escaleras el ruido ya es angustia, desesperación, súplica. Abriendo la puerta, la punzada es terror. La voz débil dice “¿Marcos? ¿hola?”. Se oye la televisión en el salón, pero no hay nadie. Va hacia la cocina, allí sí está él. Hola de nuevo. Nada de nuevo. Los fogones encendidos, la cocina guerra mundial para un solo plato, con un huevo y unas pocas patatas fritas.

El miedo muta a rendición. Escondiendo el temblor se acerca, le da un beso. Él, algo esquivo se deja hacer.

- Sabes que prefiero que cenemos juntos, Ángela.
- Lo sé cariño, perdona, ahora hago algo mejor. Se gira hacia el frigorífico. La cara es terror, las manos viento.

Néstor Valverde
Grupo A


La última partida
Todas las tardes después de comer, tenía la costumbre de ir al bar, reunirse con los amigos y echar una partida al mus. Era una manera de matar el tiempo una vez alcanzada la jubilación. En el pueblo donde vivía no había muchas otras alternativas. A la vez que jugaban, comentaban las noticias de los periódicos o de lo que acontecía en el pueblo.
Siempre que jugaba, repetía las mismas frases con su compañero: "Si en el mus quieres ganar, no te canses de pasar", "Esta vez, la chica no me la quita nadie", "Córtalo, tengo jugada para todo", "Déjame hablar a mi, que este juego lo gano yo solo", "Pásate, que ya verás si lo cortan como caen".
Cuando los contrincantes cogían mejores cartas, se calentaba enseguida, en cuanto le envidaban, les decía: "Un envite no, tienen que ser los dientes de un choto".
Si era mano y tenía juego, ya le conocían, echaba " órdago ", aunque no tuviera treinta y una, "El que tenga valor que lo vea".
Aquel día fatal, mientras jugaba, la última frase que dijo lo recuerdan sus compañeros: "No tengo juego", cayo desplomado, hincó la barbilla sobre el tapete verde de la mesa.
Llamaron al médico del pueblo, el cual acudió en unos minutos, pero no pudo ser, este certificó un posible infarto.
Al día siguiente del entierro, a la misma hora de todos los días, allí estaban los compañeros en el bar, buscaron un sustituto y este puso una condición:
"De acuerdo yo juego, pero sino os importa cambiamos de mesa"

Luis Iglesias
Grupo B


Timba de cartas
Copas en el juego
se mezclan con bastos,
espadas alegres,
oros son de espanto.

La baraja sirve
para ilusionarnos,
con ella sentimos
emoción y llanto.

Si pierdo en el juego,
me paso por alto
ver como los otros
se alegran un rato.

Partida perdida
es un sobresalto,
alguien gana alegre
mientras le miramos.

El que menos tantos
tenga registrados
en lista con nombres
de juegos marcados,
será el vencedor,
es el que ha triunfado.

Sofía Montero
Grupo B


TRAMPAS.

Los amigos de toda la vida jugamos la timba anual por estas fechas. En términos de dinero y fama, el único que ha conseguido el éxito ha sido Alberto. Los demás somos gente sencilla, común y corriente. Hipotecas, matrimonios, hijos.

Alberto ha ganado millones a espuertas. “For Art”, su empresa de inversiones en Arte, ha sido como todo el mundo sabe, la mayor estafa piramidal de nuestro país, Bancos aparte.

La historia es conocida. Después de varios paseíllos a los juzgados, Alberto ha quedado libre por “defecto de forma”, y con todos sus millones a salvo a nombre de testaferros; su mujer, y este su más viejo amigo, principalmente. Me he dejado liar, como siempre, como cuando de niño robó el cáliz de la parroquia del padre Natalio, y yo casi me la cargo por cubrirle las espaldas.

Solo una sombra en el horizonte de Alberto. Su tendencia –por el momento superada- a la bebida. Angela, su bellísima esposa y buena amiga mía, ya le ha dicho que no le vuelve a pasar una.

Alberto solía perder en la partida, lo que supongo que era de algún consuelo, para nosotros, sus colegas más o menos fracasados. Hasta que un día nos dimos cuenta de que hacía trampas. Para hacerse perdonar los millones, digo yo. Es un granuja simpático. Aun así, o precisamente por eso, nos sentó fatal, y casi estuvimos a punto de expulsarle de la timba. Ahora gana de vez en cuando.

Yo suelo servirle su cerveza sin alcohol, y pongo sobre la mesa mi vaso de Cruzcampo con un chorrito de ginebra. A veces me dejo llevar por la ensoñación del crimen perfecto. Le cambio los vasos, y después de tomar el primer trago vuelve a recaer en la bebida. Yo ya me he ido, porque tengo que hacerme cargo de los niños, que la puñetera de mi ex mujer me tiene acogotado; de modo que no presencio mi proprio crimen. Con la boca ya caliente, Alberto pide en la cena una cervecita –sólo una-, y el resto de la panda no consigue impedirlo. Así que, lo típico, otra cerveza, una copa. . . y una caída en picado de la que ya no se va a recuperar. Su mujer le abandona, y la fama de estafador que tiene no le reporta precisamente compasión. El patrimonio y el dinero ya está a nuestro nombre. Voy a recoger a Angela, que da una conferencia sobre “Arte y Mecenazgo” en el Círculo Cultural de Emprendedores, y aparco mi Dubai “Concorde” junto a la esquina donde acostumbra a pedir Alberto. No me reconoce. Le tiro unas monedas al plato, como la calderilla de intereses con la que engañaba a los incautos que desplumó, y paso de largo. Es en este punto de mi desvarío cuando se me aparece la imagen del padre Natalio, que en paz descanse, y se me cae la cara de vergüenza.

Y me voy corriendo a recoger a los niños, que la última vez la puñetera de mi ex mujer me los dejó en la calle.

Ignacio Aparicio
Grupo A


Buen naipe

Me pongo a escribir con el ánimo bajo, ¿cómo se podría estar sino el día después de Navidad, cuando ya has recogido la bajilla buena, la cubertería, que está en su caja esperando los grandes acontecimientos, cuando ya hasta se han terminado los restos de la cena de Nochebuena y la casa , tu vida ha vuelto a la rutina?, el Belén y los adornos siguen, por costumbre estarán hasta el día después de Reyes, y ¡volverán a guardarse en las mismas cajas, en el mismo altillo!, a los que esperabas vinieron, ya se han ido, ¡la vida es así!, esta es la frase consuelo. Todo resultó como esperaba, bien la alegría de la llegada, bien la cena, bien los regalos, las risas, los villancicos, ¡por eso no me gustan estas fiestas, la diversión está programada, se sabe cuándo va a terminar!, al día siguiente alguien tiene que ir a trabajar. ¡Ha sido demasiado barullo para que dure tan poco!

Y en este estado de ánimo doy marcha atrás, me voy a mi niñez, a recuerdos que me cambien el ánimo, no se debe uno permitir estar así, como decía mi paisana Santa Teresa “no estés triste nunca, que es pecado estar triste”. Y me acuerdo de mi casa, de mis padres, de mis juegos, ¡ah! al pensar en juegos no puedo menos de sonreír, me he acordado de cuánto me gustaba jugar con mi padre a las cartas, ¡ya tengo el tema para “Un as en la manga”.

Tendría tres, cuatro, cinco años, años cuarenta, por aquel entonces en mi casa no había ningún libro de cuentos de esos que los padres leen una y otra vez, pero había una baraja de cartas, ¡y vaya si supo mi padre sacar de allí historias y juegos!, se convirtieron en uno de mis juguetes preferidos, mi padre recurría a ellas en esas largas tardes de invierno y recuerdo, siempre que yo estaba malita.

Al principio el juego era hacer montones de las del mismo palo, llegar a aprender a contar las diez, los oros eran mis preferidos, del orón, as de oros, tengo el recuerdo de que brillaba mucho, la familia de las copas tampoco estaban mal, la copona me parecía muy grande, las espadas no me gustaban, la espadona me parecía que me podía cortar, que pinchaba, el bastón tenía muchos colorines y me gustaba. Hacíamos bodas, se casaban las sotas, que hacían de princesas con los príncipes que iban a caballo, los ases eran los curas y los reyes los padres, los demás los invitados. Yo aprendí a inventar historias de esas bodas.

Aprendí a jugar a la brisca y, para saber si había ganado, a contar hasta cuarenta, no sé si tardé mucho, ni cómo, pero aprendí los valores de las cartas y a contar de verdad.

Jugábamos a la raposa, ahora pienso en él como un juego tan tonto, que he llegado a pensar que lo inventaría mi padre: Se repartían las cartas boca arriba y a quien llegara el cuatro de oros, esa era la raposa, ganaba. Quien perdía daba un garbanzo, eso era nuestras fichas, nuestras monedas. Recuerdo la emoción con que esperaba que llegara a mi montón. Acabo de mirar en google, ¡vaya sorpresa!, sí existe la raposa como juego de cartas.

Este rato que he estado recordando, jugando con mi padre, me ha servido como entonces para ponerme contenta, mi ánimo está muy lejos de ese con el que estaba hace un rato.

Mi gusto por las cartas se despertaría entonces, me gusta jugar a las cartas, diría que es un juego muy completo: desarrolla la atención, la intuición, los valores de saber ganar y perder, entretiene, ¡dicen que para los mayores es un buen ejercicio!, por eso lo practico. Me gusta cuando alguien me dice “¡Tienes muy buen naipe!”

Inés Izquierdo
Grupo A


¡Maldito cero!
Perdóname, perdóname y vuelve a perdonarme, porque todos los perdones del mundo son insuficientes. Soy una cobarde, me siento indigna y débil. No puedo humillarme más ante ti. Si fuera un animal inclinaría la cabeza para ofrecerte mi cerviz y darte la oportunidad de rematarme y, aún así, no sería suficiente penitencia para mi pecado. Pero hasta para eso soy cobarde…

Me aterra volver a contarte que lo he perdido todo y que, nuevamente, te he arrastrado en mi caída.

Era mi noche de suerte. Sabes que eso sólo ocurre una vez en la vida y pensé que esa era la ocasión. Presentía que era mi oportunidad: el corazón, el alma, la cabeza me decían “vuelve a doblar: es tu tirada”. Y en un “no va más” se truncaron mis sueños y nuestro futuro. Esa apuesta se llevó todo nuestro capital: la entrada para el coche, el aval que nos dieron tus padres para el piso… Nos hemos quedado en la calle, otra vez.

¡Qué ilusa! Quería llegar a casa con un dineral y decirte: “¡cariño! Se han acabado nuestros problemas. .. He ganado… Por fin, la ruleta me ha devuelto la fortuna… Y revivir aquellos días en que la suerte estaba de mi lado y nos permitíamos pequeños lujos a costa del azar. Estaba decidida a hacer de aquella partida la última de mi vida, a no volver a jugar nunca más, como te había prometido en mil ocasiones. Y, una vez más, te he dado la espalda.

Empecé ganando mucho dinero, apostaba y repetía ganancias. Como siempre, la avaricia se despertaba y se iba haciendo más grande con cada par-impar, falta-pasa, rojo-negro… Porque ya sabes que siempre juego con poco riesgo. La cantidad inicial se había triplicado, el montón de fichas crecía sobre la mesa. Hubo un momento en que pensé en detenerme y conformarme con los beneficios obtenidos, pero la codicia había tomado las riendas iniciando su proceso irreversible. ¡Era mi noche de suerte! Empecé a subir los envites y a perder. Par-impar, falta-pasa, rojo-negro… Volví a doblar: negro y volví a perder: rojo… Y así hasta que la apuesta era el resto. ¡Maldito Cero!

Te mando esta carta porque no me atrevo a mirarte a los ojos y decirte todo lo que te he escrito en estas líneas. No puedo, ni quiero enfrentarme a los reproches que me estarán esperando, tanto los tuyos como los de toda nuestra familia, a las recomendaciones de procederes o a los vaticinios de un futuro incierto. Pero, sobre todo, soy incapaz de enfrentarme a tu mirada, a tu silencio.

Me acuso de coger un dinero que no era sólo mío. Te lo devolveré. Te prometo que lo haré. Porqué estoy segura de que la suerte volverá a cambiar y llegará, por fin, mi momento. Algún día, la Fortuna recordará mi cara y me saludará haciéndome ese guiño especial que modificará mi universo… Y el tuyo, si quieres. Vivir ese instante compensará cualquier sinsabor anterior, incluyendo tu dolorosa pérdida.

M. Maximina Moreno
Grupo A


Las circunstancias de un perdedor
Hace unos veinte años, aproximadamente, un familiar empezó a jugar a las cartas. Fue un amigo suyo quien le incitó a jugar. Recuerda que por las noches tenia que llamar a programas de concurso .

Al principio no le daba importancia, pero estaba enganchado al juego. En una ocasión perdió 600 €.

Como no tenía ese dinero tuvo que pedir a familiares, y a punto estuvo de perder su casa. Un día reacción y gritó en voz alta: "¡Tengo una adición al juego! Necesito ayuda."

David Álvarez Sánchez
Grupo B


Cómo hacerme rico con una baraja española
Una tarde de ocio y luz, ante una baraja española reflexionaba de qué forma podría hacerme “de oro” haciendo uso de sus cartas. Lo primero que se me ocurrió pensar fue en participar en alguna timba en la que se jugase al Póker, Mau-Mau, Tute, Giley, etc., etc., en cantidades fuertes. En una partida de esas “si tienes buen naipe”, se puede ganar mucho dinero. Pero el azar es caprichoso y la suerte no siempre sonríe. Hay partidas en las que la diosa fortuna se pone de tu lado y las ganancias se incrementan de forma fabulosa, pero en la última mano se acepta un envite fuerte, da la espalda la suerte y se pierde todo. También se producen situaciones en las que el enardecimiento es tan grande, que se acepta cualquier postura, pensando que ganas, y se pierde. Decididamente no me convenció el procedimiento adecuado para lograr mis fines.

Como el campo de la imaginación es muy grande, y aquella tarde el tiempo no apremiaba, concebí un sistema en el que utilizando todos los palos de la baraja y algunas cartas de ellas podría conseguir “todo el oro del mundo”. Pensé que consiguiendo el cofre donde se guardaban todos los oros de la baraja, conseguiría mi objetivo. El plan tramado consistía en hacerme con un bastón para que me ayudase a realizar el camino hasta el tesoro; y que mejor bastón –pensé- que “un bastó grande y fuerte”, por lo que elegí el “AS DE BASTOS”. Para vencer a los enemigos que me encontrase en el camino y luchar contra los avatares del itinerario necesitaba un arma sólida y fuerte por lo que cogí “EL AS DE ESPADAS”. Posiblemente durante el trayecto en alguna ocasión tuviese miedo a los peligros de la empresa y para vencer ese miedo me tomaría “TRES COPAS”, que me envalentonasen, por lo que elegí esa carta. Con esas tres cartas, llegaría a lograr mi objetivo: hacerme con todos los “OROS”.

Ramón Sánchez Rodríguez
Grupo B


El golpe

Uno de julio. Año inespecífico de la década de los noventa. Queda inaugurada la sobremesa estival del “Baratito”. Hora, tres y media de la tarde. Juego, “Remigio”, como en cualquier pueblo serrano que se precie. Normas, las de siempre: cinco jugadores; cien pesetas al marcharse de la mesa; a la tercera partida perdida, se abandona el juego; un único ganador que recauda entre cuatrocientas o quinientas pesetas diarias. Toda una fortuna para esos adolescentes en aquellos tiempos. En la mesa, cuatro gallitos de corral que se ven comer el mundo, el verano y a alguna incauta: Pablo Numan, Roberto Refor, Jaime Din y Martín Brando. Junto a ellos, el menos agraciado, Daniel Depito, con unos cuantos kilos de más. Los otros cuatro se fijan en él no sintiéndole un rival de altura. Por cierto, Dani también es bajito.
Comienza la timba. Cartas escondidas, tríos y cuartetos del mismo número o palo, alguna escalera, comodines que no aparecen, mentes que cuentan para llegar a setenta, pocos secos. Pablo, mientras suma puntos, mira y remira a la joven que, en la otra mesa, se entretiene con el mismo juego, pero sin apostar. Todavía le queda espacio para ella en su intensa retina azul. ¡Ay! Laura Bocal. Hace años que sueña con ella. Todos los veranos, ella se convierte en un proyecto que no logra alcanzar. Laura tiene unos labios que invitan a comerlos. ¡Qué ganas de probarlos! Pero este año es diferente. Se siente con posibilidades. De este verano no pasa, seguro. Vuelve a la partida con un seco que deja a todos con la boca abierta. ¡Hala! Un chinito para cada uno. A ver si se lleva todo el bote.
Poco a poco los participantes van abandonando la partida con cara de decepción. ¡Cómo es posible que a Pablo siempre le toquen los comodines! Al final quedan Dani y él. Dos a uno, perdiendo Dani. Para el duelo de titanes se hace un corro alrededor de la mesa. Casi todas las chicas desean en secreto que gane Pablo. Ellos, en cambio, y Laura también, ansían una victoria para Dani. Pero esta vez Pablo se lo juega todo a una carta, espera pacientemente y, zas, justo la que necesitaba. Pone las cartas boca arriba y seco; Dani a casa. El bote es suyo. Sonríe y mira a Laura con satisfacción.
-          Empezamos bien el veranito, ¿eh? Voy a ser un as del Remmy. Ya veis, hoy la suerte está echada.
En ese momento, mientras pasa su brazo por el cuello de Dani, Laura exclama “Afortunado en el juego, desafortunado en amores”. Tras darle un apasionado beso en los labios añade:
-          “Vamos, Dani, que nosotros nos apuntamos otro tanto”.
Con cara de póker, Pablo recoge su baraja marcada y la mete en su mochila con intención de repetir la jugada al día siguiente. Mientras cierra la cremallera a su amargo triunfo recuerda la frase tantas veces repetidas por quien le inició en el mundo de los naipes, su abuelo Melchor: “Las cartas y las mujeres, se van con quien quieren”.

Toñi Martín del Rey
Grupo B

Decidme cómo es un árbol

La sesión del lunes 12 de diciembre estuvo dedicada a Marcos Ana, quien moría hace un mes en Madrid, Fernando Macarro Castillo, más conocido como Marcos Ana (seudónimo formado con los nombres de sus padres), fue y es un poeta español nacido en la pedanía de San Vicente, del municipio de Alconada (Salamanca), el 20 de enero de 1920, aunque vivió su infancia en Ventosa del Río Almar (Salamanca). Su intensa biografía le ha hecho convertirse en uno de los símbolos de la cultura antifascista.



Saramago, buen amigo de Marcos, dice de él lo siguiente: "Hay personas que parecen no pertenecer al mundo y al tiempo en que viven. Marcos Ana es una de esas personas. Como tantos de su generación, arrastrados por prisiones del fascismo español, sufrió lo indecible en el cuerpo y en el espíritu, escapó in extremis a dos condenas a muerte, es, en el mayor sentido de la expresión, un superviviente. La prisión no pudo nada contra él, y fueron 23 los años que estuvo privado de libertad."

Transcribimos aquí algunos de sus poemas más conocidos, "Decidme cómo es un árbol" y "Mi corazón es patio" dedicado a su amiga María Teresa León:

Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto del río
cuando se cubre de pájaros,

Habladme del mar, habladme
del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves,
como la choza de un pobre.

Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor, no lo recuerdo

¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mis losas?

Veintidós años... Ya olvido
la dimensión de las cosas,
su olor, su aroma... Escribo
a tientas: “el mar”, “el campo”...
Digo “bosque” y he perdido
la geometría del árbol.

Hablo, por hablar, de asuntos
que los años me borraron
(no puedo seguir, escucho
los pasos del funcionario).


La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.
Soñé que el mundo era
un redondo espectáculo
envuelto por el cielo,
con ciudades y campos
en paz, con trigo y besos,
con ríos, montes y anchos
mares donde navegan
corazones y barcos.
Pero el mundo es un patio.
Un patio donde giran
los hombres sin espacio.

A veces, cuando subo
a mi ventana, palpo
con mis ojos la vida
de luz que voy soñando.
y entonces, digo: “El mundo
es algo más que el patio
y estas losas terribles
donde me voy gastando”.
Y oigo colinas libres,
voces entre los álamos,
la charla azul del río
que ciñe mi cadalso.
“Es la vida”, me dicen
los aromas, el canto
rojo de los jilgueros,
la música en el vaso
blanco y azul del día,
la risa de un muchacho…

Pero es soñar despierto
mi reja es el costado
de un sueño que da al campo.

Amanezco, y ya todo
—fuera del sueño— es patio:
un patio donde giran
los hombres sin espacio.

¡Hace ya tantos siglos
que nací emparedado,
que me olvidé del mundo,
de cómo canta el árbol,
de la pasión que enciende
el amor en los labios,
de si hay puertas sin llaves
y otras manos sin clavos!
Yo ya creo que todo
—fuera del sueño— es patio.

Un patio bajo un cielo
de fosa, desgarrado,
que acuchillan y acotan
muros y pararrayos.

Ya ni el sueño me lleva
hacia mis libres años.
Ya todo, todo, todo,
—hasta en el sueño— es patio.
Un patio donde gira
mi corazón, clavado;
mi corazón, desnudo;
mi corazón, clamando;
mi corazón, que tiene
la forma gris de un patio.

Un patio donde giran
los hombres sin descanso.


Y dejamos aquí también la canción que hizo Extremoduro a partir de uno de sus poemas:





PROPUESTA DE ESCRITURA

Escribid un texto (relato, carta, poema) inspirado en Marcos Ana o en alguno de sus textos.


Estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:


"Adagio a mi país" 
Andrés Calamaro

En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor...
Dice mi padre que ya llegará
desde el fondo del tiempo otro tiempo
y me dice que el sol brillará
sobre un pueblo que él sueña labrando
su verde solar.

En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor.
Tú no pediste la guerra,
madre Tierra, yo lo sé.
Dice mi padre que un solo traidor
puede con mil valientes,
él siente que el pueblo en su inmenso dolor
hoy se niega a beber de la fuente clara
del honor.

En mi país somos duros,
el futuro, lo dirá.
Canta mi pueblo una canción de paz,
detrás de cada puerta está alerta mi pueblo
y ya nadie podrá silenciar su canción...
y mañana también cantará.

En mi país, qué tibieza,
cuando empieza a amanecer.
Dice mi pueblo que puede leer
en su mano de pueblo el destino
y que no hay adivino ni rey
que le pueda marcar el camino
que va a recorrer.

En mi país, qué tibieza,
cuando empieza a amanecer.



Esta canción me hizo recordar las penurias sufridas por las guerras sin razón, por las personas como Marcos Ana, que por su ideología fueron encarceladas, por todos aquellos que padecen persecución injustificada, por la privación de libertad, por los derechos pisoteados, por...
Solo por eso, merece la pena recordarlo, para que no vuelva a ocurrir.

Luis Iglesias
Grupo B


Poema a Marcos Ana
Alma de poeta,
libertad sentida,
espíritu del bien,
paz inagotable,
sensibilidad perenne,
coherencia en la mirada.

Tu muerte hizo presente
un bálsamo de amor,
fluido entre la piel
que abrazó la vida,
rota por un mundo aprisionado.

La tierra que habitaste
añora tu presencia.
Pensamientos sellados
en el latir de tu recuerdo.

Sofía Montero
Grupo B


Homenaje a Marcos Ana
Marcos, donde quiera que estés, aunque ya resides en los aires de tu excelente poesía:

Cuando de más jóvenes paseábamos la plaza mayor de Salamanca, nos quejábamos continuamente del estado de cosas. Parecía que andábamos libres, pero estábamos presos en el aire cuadrado de la plaza bajo el ojo implacable del reloj.

Tú, entre aparentes muros, habitabas una paradójica libertad de espíritu, como un Quijote moderno, lleno de ideales que nos has dejado en herencia. Tú, castellano sereno, fuerte y cabal, te has convertido en otro de nuestros modelos de vida, en esta Edad Media tecnológica que nos oprime pero que vamos a combatir en lo que tiene de falta de libertad.

Paradójicamente ahora tienes más vida en el espíritu de todos nosotros, hombre brillante y bueno, gracias porque nos reconcilias con lo mejor de la humanidad.

Un abrazo fraternal de todos los que amamos la poesía, que es vida y no sólo estética.

Emilia González

Grupo B


Haikus

A Marcos Ana


Todo es frío
sin abrazos de madre
le queda soñar.


Ni árbol ni mar
él ve desde su celda
espera la paz.


Lee un libro
añora su encuentro
con amor y flor.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Sin descanso

Un enrejado sin vida por ventana
Y dos puños que se aferran
Han olvidado como es un árbol

Dedos sin delito esculpen rayas
cruzan otra, quizás la última
incertidumbre y esperanzas

Losas y algún libro armado con llanto seco
Guardas sin alma que acallan voces sin dueño
Por que se vive con los actos despojados del sujeto
Y no se muere, solo se mata al cuerpo

Los poderosos, no lo son tanto
El corazón, se refuerza si resiste
pero el pensamiento es libre,
se escapa entre las rejas y las armas no le alcanzan

Antonia Oliva
Grupo B


La decisión de Lanuda

Lanuda era una oveja como todas las demás. Ahora que lo pienso con más calma, era un poco diferente a las otras. Lanuda era una oveja inteligente a la que le gustaba observar y reflexionar en lo que veía cada día. Sus balidos sonaban diferentes a los de sus compañeras de viaje. Y eso producía cierto malestar en el rebaño, pues cada vez que emitía uno, no recibía nada más que miradas de desdén. Y esas miradas dolían, la avergonzaban, la hacían sentir fuera de lugar, distinta. Y además de estas rarezas, era negra. La única oveja negra de todo el rebaño.
Todos los días, al despuntar el alba, se dejaba llevar por la fuerza de sus colegas. Cientos de bolas de lana se movían al unísono en la misma dirección, sin levantar siquiera la cabeza para contemplar lo que había a su alrededor. Ella seguía el camino que marcaba el grupo, alzando la vista hacia el conjunto de árboles distante, el río que se divisaba a lo lejos, el dragón blanco que se movía en el cielo hasta convertirse en un elefante o la puesta de sol que se escondía en el horizonte.
Su ensimismamiento hacía enfadar a Lucho, el perro que las perseguía mostrándoles con sus fauces y ladridos el camino adecuado que debían seguir.
Cuando sus compañeras notaban que Lucho se comportaba de forma más agresiva con ellas, se enfadaban con Lanuda a quien echaban la culpa de sus desgracias: “Pero, ¿qué haces? ¿estás loca?”; “Nos vamos a meter en un lío por tu culpa”; “¿Es que siempre tienes que dar la nota? ¿tan difícil es no rebelarse a las órdenes de Lucho?”; “Obedece y déjanos vivir tranquilas”. Y entonces Lanuda agachaba la cabeza y, sin entender qué mal hacía, seguía al grupo para que no se enfadaran más con ella.
Una noche de insomnio nuestra ovejita negra no paró de darle vueltas a la cabeza. No comprendía por qué siempre tenían que comer la hierba más verde, beber el agua de los riachuelos más frescos, recorrer los caminos marcados por otros viajantes. ¿Por qué les estaba prohibido probar las flores que crecían en los campos a los que no tenían acceso? ¿Por qué no podían explorar otros caminos desconocidos? ¿Tan peligroso sería? Y lo que es más, ni siquiera podía entender por qué sus amigas temían tanto al perro pastor que les daba órdenes. Mientras a ella no le afectaban los ladridos, a sus compañeras se le metían en los huesos; se les congelaba el alma. Lanuda sabía desde hacía tiempo que los perros ladradores, eran poco mordedores.
En estos pensamientos estaba cuando un nuevo amanecer alcanzó el cielo y vio cómo, algunas de sus colegas, se desperezaban para ponerse en marcha de nuevo. “Ya no puedo más; otro día igual”- pensó. El rebaño se puso en camino siguiendo los ladridos de Lucho, que obedecía a su vez a los silbidos de un humano llamado Ceferino. Lanuda ese día estaba distraída; no oía o no quería oír los ladridos y silbidos que escuchaba lejanos. Poco a poco, ensimismada en sus pensamientos y en las imágenes que se grababan en su retina, se fue quedando rezagada. Pasó de las primeras filas del rebaño a la parte central. De ahí, al final y, por último, sin apenas darse cuenta, se quedó sola.

Cuando se percató de su aislamiento se asustó un poco. Sin embargo, se dio cuenta de que no añoraba a ninguna de sus compañeras. Con el rebaño se había sentido siempre presa. Por eso no corrió a buscarlas. Por primera vez en su vida, sintió que respiraba mejor. Su cuerpo estaba relajado. Sabía que a partir de ahora podría ir más allá, exploraría otros caminos, otros paisajes, probaría otras hierbas. No volvería a sentir miedo. Supo que finalmente había conseguido su libertad.

Toñi Martín del Rey
Grupo B

Por los pelos

El lunes pasado llegamos por los pelos al taller de escritura creativa. A pesar del puente de la Inmaculada Constitución allí nos presentamos unos cuantos valientes recién salidos de la peluquería para hablar de vellos y cabellos y lucir permanentes, cardados, tirabuzones y melenas al viento.

Comenzamos nuestro repertorio de textos en Garcilaso y acabamos con la Microlocas y su magnífico libro "Pelos". Para los que no os vimos el pelo aquí tenéis un extracto del libro. Disfrutadlo.
¿Que quién más nos acompañó el lunes en el salón de belleza? Pues Lope de Vega, Miguel Hernández y Pablo Neruda. Y Aurora Guerra, poeta y dermatóloga, de la que comentamos con pelos y señales su artículo "La alopecia en la literatura".



Y cómo no, hablamos de la película de Patrice Leconte "El marido de la peluquera". Yo mismo me confesé alma gemela de Antoine aunque conmigo no viva ninguna peluquera.

Incluímos en la ficha de trabajo el soneto XXIII de Garcilaso. En él hay un endecasílabo digno de un buen spot publicitario. Así lo afirma Juan Antonio González Iglesias en su artículo "Salicio vive en el tercero izquierda": "«El cabello... / que el viento mueve, esparce y desordena». Breve y bello como un anuncio de champú, este endecasílabo nos trae muchas cosas. Es el carpe diem de Horacio y el collige, virgo, rosas de Ausonio transmutados en soneto perfecto (En tanto que de rosa y azucena). Es la iconografía de la mujer renacentista, emblema de humanidad, tan visible como en la Venus de Botticelli (contemporáneo de nuestro poeta). Superando a la pintura, la cámara poética saca tres instantáneas del cabello que amamos (mueve / esparce / desordena) y las pone en acción. Y atentos: en una gradación ascendente, el desorden es lo más valorado. Que estemos hablando de estética (y hasta de cabello) no le quita ninguna importancia, más bien al contrario (en el fondo estamos hablando de moral). El desorden es bello como la arruga es bella. ¿Cultura visual? Intensidad de spot, fuerza de corto, eso hay que pedirle al soneto."

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, ante que el tiempo aireado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudara la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre


Miguel Hernández nos ofreció el texto en el que se refiere al caracolillo que tenía en el pelo Josefina Manresa:

Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;            
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo.
           
¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,            
enmienda de marfil y de artificio
ser de tu capilar borrasca anhelo.
           
No tienes más quehacer que ser hermosa,
ni tengo más festejo que mirarte,            
alrededor girando de tu esfera.

Satélite de ti, no hago otra cosa,
si no es una labor de recordarte.            
-¡Date presa de amor, mi carcelera!

Y por último, Pablo Neruda nos confesó en secreto que le hubiera gustado ser nuestro peluquero, bueno, de una mujer, en realidad:

ME FALTA tiempo para celebrar tus cabellos.
Uno por uno debo contarlos y alabarlos:
otros amantes quieren vivir con ciertos ojos,
yo sólo quiero ser tu peluquero.
En Italia te bautizaron Medusa
por la encrespada y alta luz de tu cabellera.
Yo te llamo chascona mía y enmarañada:
mi corazón conoce las puertas de tu pelo.
Cuando tú te extravíes en tus propios cabellos,
no me olvides, acuérdate que te amo,
no me dejes perdido ir sin tu cabellera
por el mundo sombrío de todos los caminos
que sólo tiene sombra, transitorios dolores,
hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.

Pasamos al secador y nos llevamos de lectura algunos microrrelatos de "Pelos" y el inicio de la película El marido de la peluquera:

Consulté con la almohada y me casé con el hombre adecuado. Dejé que escogiera mis amigos, el nombre de mi hija, mi amante. Seguí sus consejos hasta que anoche, cuando le pregunté de qué color teñirme el pelo, me dijo “blanco”. Soy joven, y más que un tinte, necesito otra almohada. En mi cabeza brota una cana.

"Consejos". Teresa Serván

La barca de Carlos Frontera
Tu barba se cree ingobernable. La simple cercanía de mi mano la violenta. Dentro, algo se mueve. Los pelos se tornan púas e intentan herirme cuando, amablemente, acerco la cuchilla. Ya es tarde. Ahora, sobre tu barba, gobierno yo.

"La barca de Carlos Frontera". Isabel Wagemann

Recogido para la horca, pelucón para la guillotina, desfilado para la cruz. Para la hoguera, cardado; para el gas, volumen; permanente en la electrocución. Si te lapidan, algo sin complicaciones; si te fusilan, flequillo con movimiento. Recuerda: inmersión con efecto mojado. Recuerda: veneno con mechas de color azul. Si asfixia, trenzas; si desmembramiento, corte asimétrico. Si vienes tú, descabellada.

"Peinados para la muerte". Isabel González

“Cabellos de fuego líquido, melena carmesí, bucles rojos como las brasas de tu m irada, mataría por acariciar tu melena, sirena del Averno, diosa vikinga, ojalá pueda morir aspirando el dulce perfume de tu pelo ardiente”. El estudiante rebelde estruja el papel que ha estado escribiendo, hace una pelota y lo lanza a la cabeza de la pelirroja de la primera fila gritando “¡Empollona zanahoria!” y sintiendo un profundo e inconfesable agujero de tristeza en el estómago.

"Adolescencia". Eva Díaz Riobello







Propuesta de escritura

Gloria Trevi debía de tener alguna fijación (que no fijador) con el pelo. ¿Recuerdan las canciones “A mí me gusta andar de pelo suelto” y “Me solté el cabello”? 
No le gustaban un pelo la cola de caballo ni las trenzas, está claro.
A ti no te va a quedar más remedio que cogerle gusto al pelo pues te proponemos escribir un texto a partir de las expresiones:

- Por los pelos
- Así nos luce el pelo
- De medio pelo
- Pelillos a la mar
- Echar una cana al aire
- Hasta los pelos
- Pelos de bruja
- A pelo
- Ni un pelo de tonto
- No tener pelos en la lengua
- No verle el pelo
- Pelos de punta
- Soltarse el pelo
- Tomar el pelo
- Donde hay pelo hay alegría


Y aquí tenemos algunos textos recibidos hasta ahora:


¿Me regalas unos pocos pelitos?
Soy Ana, doña Ana para mis vecinos del tercero B, yo vivo en el tercero A; vinieron a vivir aquí hace siete años, un traslado, cuestión de trabajo; la buena relación de vecindad surgió muy pronto, sin querer ser entrometida, pero recordando lo duro que resulta vivir en ciudad nueva, sin familia ni amigos, que a mí me tocó vivir, pensé, volviendo a recordar mi experiencia, lo bien que viene una buena vecina, así que les visité, fue muy agradable, Maru y yo sintonizamos rápidamente, quizá vio en mi a su madre y yo en ella a mis hijas, ese día me contó lo más importante para ellos, estaba embarazada.

A los pocos meses nació Sandra, a Maru le faltaba experiencia, que fue supliendo con mucho cariño y dedicación; pasó el tiempo de su baja por maternidad y, llegó el momento de incorporarse al trabajo, le costó dar ese paso, una señora cuidaría de la niña, me pidió que pasara de vez en cuando a verla, los lazos de vecindad se convirtieron en lazos de amistad, de verdadero cariño. Viví y disfruté con el crecimiento de Sandra, una niña encantadora, pasé a ser su abuela número tres.

Aquella tarde el timbre sonó con demasiada insistencia, tras la puerta apareció una Maru descompuesta, mire doña Ana, era una carta de Alejandro, su marido, -Se va, dice que se va-

Han pasado tres años. Esta tarde como tantas otras, Sandra, que ya tiene seis años, ha venido a casa, hemos visto un libro juntas y, de pronto:

-¿Me regalas unos pocos pelitos?-

-Pelos míos, ¿para qué?-

-Ayer oí hablar a mamá con Olga y le decía: Lo que tienes que hacer es echar una cana al aire, tienes que empezar a salir, ¡que ya está bien!, mamá contestaba no puedo y, lloraba.

-¿Cómo va a poder echar canas al aire si mamá no tiene canas?, pero si tú me das unas pocas de las tuyas, ya podrá echarlas y volver a reír, quiero hacer ese regalo a mamá, ¿me las das?-

Me corté un mechón que metí en una cajita.

No sé cómo sería la explicación al regalo, pero el timbre volvió a sonar insistentemente, Maru me dio un fuerte abrazo y la vi sonreír.

Inés Izquierdo
Grupo A


Mi pelo (canción)

Mi pelo me lo robaron estando romería
mi pelo me lo robaron, anoche cuando dormía
¿ Donde estará mi pelo? (bis)
¿ Donde estará mi pelo? (bis)
Me dicen que me quitaron los pelos que relucían,
creyendo que eran de oro de limpios que los tenía,
¿Donde estará mi pelo? (bis)
Donde quiera que esté, mi pelo es mío
porque con el me crié allá en el río
si lo llego a encontrar vendrá conmigo
en mi cabeza, y por el camino.
Le digo por el camino, hablando con los romeros
que llevan sobre su pala, mi nombre grabado a fuego
En mi pelo gasté una fortuna
y en mis noches de amor, llevé la luna
preguntando busqué por todas partes
y por fin lo encontré, en una esquina.

Luis Iglesias
Grupo B


Pelillos a la mar

Pelillos a la mar, y yo me pregunto, a qué Mar? Y de qué pelos Yo me imagino dos pelos atrevidos, intrépidos y aventureros que por la fricción con un sombrero Panamá se entrelazan en el ala, comienza el vuelo. Pero un día la gravedad les favorece, y caen al suelo, donde se encuentran con un zapato, que será su vehículo en este trayecto peliagudo. Somos dos pelos libres, dos pelos y ningún destino. Que suertudos estos pelos, que llegan paseando a una playa y notan la humedad en su cuerpo, que responde con un tembleque provocando un giro, un bucle un rizo bello. Y hasta aquí este pequeño viaje, ustedes decidan a que mar llegan estos pelos.

María Vaquero
Grupo B


Soltarse el pelo

Las perspectivas de futuro no eran nada halagüeñas en la posguerra. Y mucho menos para una familia campesina pobre y numerosa que vivía en un pequeño pueblo de Teruel.

Margarita era la única mujer de cuatro hermanos. Como sus padres tenían poco para comer y no querían que sus hijos pasaran las mismas penurias que ellos, decidieron meter a los dos hijos varones más pequeños en el seminario y a su hija en un convento.

Era un convento de clausura de Barcelona, en el que Margarita ni pasaba hambre ni pasaba frío. Sin embargo, quería ver más allá de su habitación, de las estancias comunes, del claustro, del jardín y del muro que separaba su mundo del exterior. Envidiaba a las hermanas que habían elegido libremente aquella estricta forma de vida. Pero, ¿qué podía hacer? No sólo temía el escándalo que podía provocar si dejaba la orden, sino que también se preguntaba de que podría vivir allá fuera.

A los treinta años decidió quitarse el velo, soltarse el pelo, e iniciar un nuevo camino.

Óscar Fernández
Grupo B


Rizos de la noche

El aire roba mis sentidos.
Muerta la tristeza,
suelto mi pelo
para sentir la vida,
libre al caminar.

La luna peina mis enredos,
despierta sensaciones,
acaricia el negro rizo
que ilumina mis recuerdos.

Vientos de humedad
desnudan mi rostro,
muestran la raíz de mi cabello,
cubierto por el tinte de un anochecer.

Sofía Montero
Grupo B


Así nos luce el pelo
Llegaba a casa y en la cara se le notaba el cansancio de toda la mañana. Toda la mañana en el colegio y un rodeo para volver, no quería llegar, todo era mejor que enfrentarse, en este último día de trimestre a la mirada inquisitiva de él.

Llegaba y siempre oía lo mismo: diario hablado de RNE son las dos de la tarde la una en Cana

No hacía falta decir nada, el silencio comiendo llegaba a ser sobrecogedor, solamente tintineo de los cubiertos y el fin run de la radio. Y la cara le delataba ,era transparente no podía engañar a nadie y cuando terminaban y le presentaba las notas los dos sabían lo que había; uno sabía que había suspensos y el otro sabía las palabras que iba a pronunciar: así te luce el pelo.

Llegaba a casa y en la cara se le notaba el estrago de la noche, la piel grisácea y macilenta por no dormir, por fumar, por el exceso de bebida.

Procuraba no hacer ruido, pero cuando subía, los escalones de la buhardilla no dejaban de gemir; pero daba igual él estaba despierto; se escuchaba : son las cinco de la mañana las cuatro en Canarias y se metía en la cama y se cobijaba debajo de las mantas y esperaba cinco, diez veinte minutos y se abría la puerta de su habitación y él le agarraba del dedo gordo del pie y le decía arriba está todo por hacer y se hacía el dormido y roncaba pero no le valía para nada. Cuando se ponía en pie oía: así te luce el pelo y empezaba otro día.

Cuando llegaba a casa se le notaba la frustración de tener que estar un día más solo con él y no oia nada y echaba de menos la radio y el diario hablado y las horas y se sentaban a la mesa uno enfrente de otro y ni comían; solo se decían uno al otro así nos luce el pelo.

Lucio Gómez
Grupo A


Pelos de bruja
Una pareja se asomaba a una ventana del hotel Larbello de Coimbra. Era primavera y un perfume fresco se extendía en el aire. Ella le miraba, él veía

cómo comenzaban a caer las primeras gotas de una lluvia fina y aromática como un perfume del más allá.

La joven tenía un pelo largo y espeso, oscuro, dividido en dos trenzas semi deshechas…Maquinalmente comenzó a deshacer del todo su cabello, sujeto injustamente. La lluvia se espesaba como una melena transparente.

Un golpe de brisa alborotó el pelo de la muchacha que se impregnaba de flores misteriosas que no se veían

_Vaya pelos de bruja.

Al rozarle en las mejillas él se volvió al rostro de ella y le besó un mechón de pelo…Después los labios. La joven dejaba que su pelo volara empapándose,

no hizo señas de querer recoger aquel reclamo.

Los dos se echaron a reír y desaparecieron del marco de la ventana, mirándose a los ojos, ya con prisa y complicidad.

Emilia González
Grupo B


Las manos que mecen las tijeras

Después de meses con el pelo largo acudo a la peluquería.
-Hola buenas, venía a cortarme el pelo.
-Espere un momento que le lavo el pelo. ¿Cómo quiere usted que se lo corte?
-Muy corto, por favor.
Mientras me corta el pelo la peluquera me dice:
-Usted tiene el pelo estropeado.
-Sí, llevaba mas de cuatro años sin contarme el pelo.
-¿Le gusta como le queda?
-Sí, me gusta mucho así de corto. Ah, y ya que estamos, ¿me podía afeitar la barba?
-Espere un momento que ahora viene el barbero y él se encarga.

David Álvarez
Grupo B


Por los pelos
Llega a casa y se sirve un trago, un hielo. Se deja caer en su vieja butaca de cuero. “Tengo que conseguirlo”, se dice, "mañana tengo que conseguirlo”, se dice; “mañana voy a conseguirlo”, se dice. Cierra los ojos, imagina la escena. En ella lo consigue, todo resulta, sale victorioso. O no victorioso, pero sale, se marcha, todo se acaba.

El día amanece pronto, traidor. Suena el despertador y él aun está marchando al sueño. Se levanta con la cara hinchada, el estómago revuelto de nervios. Le preparan una cafetera a la que no puede esperar, y se enciende dos cigarros antes de los primeros sorbos. Se ducha, no canta. Ya no canta en la ducha desde la época noruega. Se afeita, se viste. Traje azul oscuro, camisa blanca, corbata granate. No está de humor para más.

La mañana es deshonesta. El sol radiante, do mayor, el frío tan intenso que entumece la piel. Irá andando al trabajo pese a la baja temperatura. Le vendrá bien despejarse un poco, prepararse. Refuerza estrategias por el camino, rememora escenas que han de servirle para sustentar, sostener, mantener el tono, no dudar. Va hablando por lo bajo, tan concentrado que no ve, no escucha. Lástima que el trabajo esté tan cerca, se dice.

Entra en su despacho. Revisa los informes, toma notas, dibuja bocetos.

A media mañana es la hora. Reúne a toda la junta directiva en la mesa de reuniones.

-La empresa es vuestra, me marcho- dispara su boca antes de que ni siquiera el último en entrar haya tomado asiento.

Hay un silencio incómodo, al que le siguen risas, primero leves, después carcajada general.

Él mira a cada uno de los siete reunidos a los ojos. A las dos hermanas, al secretario, los otros tres que son nuevos. Y a ella, sobre todo la mira a ella, tan delgada, tan bella, tan fina, con una sonrisa medida que permita que se siga riendo, aunque ella lo hace mucho menos que el resto. En el transcurso de esas miradas no deja de repetirse “vas a conseguirlo, vas a conseguirlo, vas a conseguirlo”. Pero no lo consigue, cierto que por los pelos, pero no lo consigue. La mirada de ella ha vuelto a vencerle.

- Claro que era una broma, cómo voy a daros mi maldita empresa, panda de vagos y vagas-
- Empresa, jajajajajaja, lo de empresa ha sido lo mejor, Felipe. Cómo te pareces a tu padre-

Néstor Valverde Merlo
Grupo A


Viejo sin un pelo de tonto
En un viaje de vuelta a salamanca, recogí a un hombre que hacía autoestop, pero no iba solo, en la cuneta, un poco más allá, había dejado su carga: varias gallinas y unas cuantas docenas de huevos, que tuvimos que colocar para que no se rompieran. Me recordó a esas situaciones de pelicula cuando la "tía buena" enseña la pierna y luego aparece el resto de sus acompañantes.
Desde luego el hombre no tenía ni un pelo de tonto, pero si le sorprendió que una mujer y tan joven le hubiera recogido, pero claro, entendió y así me explicó que yo había percibido su buen pelaje ¡jajaja!. Lo que yo vi fue un inofensivo anciano sin huevos de ningún tipo.

Luisa Sánchez Mayorga
Grupo B


Me enteré... por los pelos
¿Creías que no me iba a enterar? ¡Me tomas el pelo, entonces!¡Anda ya! Así nos luce el pelo.
Se me pasó alguna vez por la imaginación, eso sí, que pudieras estar” echando una cana al aire” pues hacía tiempo que no te "dejabas ver el pelo”, siempre encontrabas alguna excusa cuando pretendía quedar contigo….Y "no tengo un pelo de tonta” Qué te crees. Pero confiaba en ti a pesar de todo… Y se me “ ponen los pelos de punta” solo de pensar que si te hubiera pillado “a pelo”con esa pelandrusca de pelos de bruja, podría haber cometido una barbaridad.
Y no, ya no admito eso de “ pelillos a la mar”, como me has dicho en otras ocasiones. Pero esta vez has superado mis límites y me tienes “ hasta los pelos”.y, aunque dicen que “donde hay pelo hay alegría”, no estoy de acuerdo, a mi este asunto lo que me trae es dolor. Y no me voy a callar, “no tengo pelos en la lengua”, ya me conoces—y no me voy a “cortar un pelo” esta vez—Voy a publicar en Facebook la guarrada que me has hecho, que comprueben tus conocidos el tipo de persona que eres y no quiero saber nunca más nada de ti. Aléjate de mi vida para siempre.

Rosa Celia González 
Grupo B


Siento decírtelo pero la relación entre tu y yo no está bien. En esta última época me siento agobiada contigo. A penas abro los ojos al despertar ya noto tu presencia invadiéndome y asfixiándome y no dejándome respirar. También al acostarme tengo esa misma sensación, y por el día la única solución que se me ocurre para poder soportarte es atarte. Lo he pensado mucho y a pesar de que llevamos mucho tiempo juntos no veo otra alternativa que acabar de una vez contigo…
María salió del cuarto de baño y apresuradamente fue hacia la cocina, quería acabar cuanto antes con esa situación. Tomó unas tijeras que previamente había afilado y de un solo tijeretazo acabó con él, porque estaba hasta los pelos del pelo. Ahora su melena luciría corta.

María José Marín
Grupo B


Por los pelos

Frente al espejo, preparándose para el que sería uno de los días más felices de su vida (eso decían), se acarició el pelo. Su larga melena fascinaba al que la veía. En su boda decidió llevarla suelta y sin florituras en lugar de seguir antiguas costumbres. Tampoco se pondría vestido de cola y zapatos de tacón. Un sencillo vestido floreado, con escote y cintura de avispa estaba bien. Se contempló: ¡se sentía guapa!

Muy lejanos le sonaban los movimientos de la familia entregada a los preparativos. Ella había pedido estar sola, en esa habitación de la que ahora se despedía. No se llevaría nada para sentir que un trocito de ella, una preciosa etapa de su vida seguiría allí. Y abstraída en sus pensamientos no escuchó la voz de su madre diciendo que junto con su padre y hermanas se iban caminando a la Iglesia; que no les hiciera esperar demasiado.

Cuando escuchó las campanadas del reloj del salón se sobresaltó y lanzando una última mirada al espejo, salió dando un portazo.

A la puerta de la Iglesia, el novio fumando nervioso, la gente murmurando en corrillos, los padres pensando en ir a buscarla… Y ella aparece corriendo, melena al viento, y riendo con la satisfacción de haber llegado a su boda aunque fuera por los pelos. Una mirada de reproche de su novio la inquieta pero enseguida le regala una sonrisa; su melena lo fascinaba, lo volvía loco y ella lo sabía pero no podía sospechar hasta que punto.

Terminada la celebración, él se sintió más dueño de ella y ella presintió una mengua de su libertad.

Poco a poco comenzaba la transformación de dos seres como tantos en esta Tierra. Él se hallaba fuerte en la debilidad de ella y la consideraba como un trofeo merecido y suyo, solamente de su posesión. Lentamente la fue limitando, primero le sugirió con cierta imposición que no llevará el pelo suelto porque podía levantar malos deseos en los varones del pequeño pueblo, a eso se unía el no llevar escotes ni faldas cortas o ropa ajustada. Sus relaciones más íntimas siempre comenzaban quitándole horquillas y liberando su pelo del “maldito recogido”, pero un día le pidió un poco más: para su mayor excitación necesitaba arrastrarla tirando de su melena (siempre sobre una alfombra) y ella cedió ante su lujuriosa mirada. La realidad fue a peor cuando alguien le habló en el bar de la preciosa mirada de su mujer y él imaginó cómo ella le habría mirado; al llegar a casa la abofeteó, ella lloró en silenció y él le suplicó perdón. Lo perdonó, ¡terrible error! porque tuvo que hacerlo muchas veces más.

Y ella ¿Cómo vivía todo esto? ¿Qué pasaba en su interior?

Su vida fue recogiéndose como la de un caracol en el invierno. Metida en su concha-casa pasaban los días sin apenas comunicación con la gente. Pero tuvo el valor de inventar una vida digna: leía mucho, escuchaba radio, cultivaba su huerto, tomaba el sol, disfrutaba viéndose bella (cogía el secador y sentía su melena libre al viento) pero sobretodo imaginaba otras realidades. La que más le gustaba recrear era el día de su libertad, si llegaba. Luchaba por esa libertad de la única manera que le habían enseñado: “ante los imposibles solo la oración puede hacer el milagro” le había dicho una vez su madre. Y cada noche ella repetía su oración: “Señor Dios, quién quiera que seas, creo que tienes poder. No te pido nada malo para mi marido, solo poco mal y buena muerte, rapidita si puede ser. No quisiera pedirte esto pero se trata de mi vida o la suya. No puedo más, confío en ti”. Y cada día se levantaba con la esperanza de que algo ocurriera.

Llegó el día. Un precioso día de verano llegaron unos vecinos alarmados sin saber cómo decirle que a su marido se le había disparado la escopeta de caza y estaba muerto. Fingió un pequeño drama ¡Lo había imaginado tantas veces que tenía todo perfectamente dispuesto!

Para prepararse para el sepelio había pedido estar sola en esa habitación de la que ahora se despedía. No se llevaría nada para no recordar el dolor. Se contempló y rememoró la chica ilusionada del día de su boda. Decidió no seguir la tradición y se vistió con su sencillo vestido floreado, con escote y cintura de avispa. ¿Y la melena? Cogió las tijeras y se hizo un precioso corte, guardó todo su pelo en una bolsita y cuando miró el reloj… uff… salió corriendo hacia el cementerio. De nuevo llegó por los pelos porque en ese momento estaban metiendo la caja en el nicho, se adelantó y le lanzó la bolsita con su melena para que eternamente la disfrutara. Ante la sorpresa de todos se dio la vuelta y salió tan deprisa como pudo, nada le importaba.

Llegó a la estación y por los pelos se subió al tren que la llevaría a una nueva historia en libertad.

Paloma Rodríguez Prieto
Grupo B


Ni un pelo de bruja
La reina con todo su séquito de amas y doncellas, protegidas por el mejor batallón de exploradores del Imperio Hermético, a cuyo mando va un gallardo capitán de ferocidad legendaria, llega a la laguna misteriosa, la laguna de la eterna juventud según los informes del Consejo de Augures, Magos y Druidas que asesoran al Imperio. Es el momento álgido en que se cumplen todos los requisitos que determinan los Astrólogos y el Círculo de Sabios Inescrutables que acompañan a la comitiva real.

El agua milagrosa de la laguna –bajo las irrepetibles condiciones que en ese preciso instante se producen- rejuvenece y da lustre a la piel de quien se sumerge en ella, dejándola sonrosada, fresca y sin rastro de pelo alguno, como si fuera el cutis de un bebé.

Amas y doncellas cubren cejas y pestañas, así como la hermosísima cabellera de la Reina –la bella, delgadísima, casquivana y olvidadiza reina- de una fina película de sebo de jabalí, para proteger esas pilosidades regias que son una de las mayores gracias entre las muchas que adornan su proverbial belleza.

Todos los miembros del séquito, y los soldados de la temible Guardia al mando del joven y bravo capitán, se retiran a los linderos del bosque. La reina quiere disfrutar de ese momento a solas, y relajarse después del baño en el lecho de rosas y perfumadas sedas que las doncellas ya le tienen preparado.

El baño es revitalizador, y como si de una poción mágica se tratara, provoca en la Reina un hervor de sangre renovada, al tiempo que hace refulgir su cuerpo desnudo como si emitiera un halo marmóreo y deslumbrante. La reina sale del agua, y se tumba en el tálamo, adormecida en una especie de éxtasis mágico. Se rasca ligeramente el cuero cabelludo –el sebo de jabalí le produce algunos picores-, y se estira en el lecho dispuesta a disfrutar de su regenerada e inmarchitable belleza. Pero los picores son insidiosos. Y por momentos, insoportables. De modo que la desmemoriada reina, que tampoco tiene entre sus escasas virtudes morales el don de la paciencia, no se lo piensa dos veces, y acercándose de nuevo a la laguna mágica, se lava el pelo y la cara, desprendiéndose de aquella repulsiva película de grasa.

Por un instante, toca el cielo. Hasta que ve su imagen en el espejo de las aguas misteriosas, y no se reconoce. La cabeza es una bola blanca, íntegramente calva.

Unos segundos después se oye un grito que retumba más allá de los confines del Imperio Hermético.

El primero que acude es el gallardo y feroz capitán, seguido de toda la guardia. Ve una mujer esquelética y totalmente lampiña, fantasmal, y poseída por una agitación histérica, que no para de gritar frases ininteligibles y blasfemas. El joven y bravo capitán, momentáneamente desconcertado, pregunta por su Soberana, pero aquella aparición demoníaca no deja de chillar y agitar espasmódicamente unas extremidades de una delgadez cadavérica. El capitán no pregunta una segunda vez, expeditivo y salvaje como es, y corta el cuello de la Bruja con su poderosa espada. La cabeza cae al agua, y con la muerte, sus facciones se suavizan y serenan, al tiempo que la cabellera que flota en el lago rodea y acaricia su rostro, como una melena suavemente mecida por la brisa.

Es entonces cuando el joven, romántico y enamorado capitán descubre, horrorizado, la imagen de su adorada, idolatrada reina.

Ignacio Aparicio
Grupo A


Ni un pelo de tonto
Para aquel que escucha

Por los pelos, la vida
que demasiadas veces
se nos reviste
de "rexistencia"

Y con los pelos de punta
se aferra la muerte
que la imagino calva
pero con dientes

Por los pelos,pasa el aire
de los gemidos de los valientes
y de año en año,el agua brota
en forma de sol paciente

Y con los pelos de punta,
compañerito,
te sigo amando,
alma creciente.

Tania Hermida
Grupo A


Donde hay pelo hay alegría

Mario se encontraba triste. No podía entender el motivo de su situación. No había hecho nada malo. Alguna vez no había querido compartir sus juguetes con los demás, pero eso lo hacían casi todos los niños. Y ninguno estaba pasando las navidades como él.
La verdad es que los médicos y enfermeras se esforzaban mucho por hacer más agradable la Navidad. Pero ésta no era como las anteriores. Sí, hacía calor en el hospital, pero el ambiente estaba frío. Se cantaban villancicos, pero sin alegría. Esos días se comían menús especiales, pero siempre dentro de las comidas permitidas. Nada de gominolas, caramelos o turrón de chocolate, como otras veces…
Clara, la mamá de Mario, se acercó y le dijo una vez más:
-          “Hijo, tienes que escribir la carta a los Reyes Magos. No lo has hecho todavía y no sabrán qué traerte”.
Encima de la mesilla había catálogos de todas las jugueterías de la ciudad, pero este año Mario no quería un Scalextric, el barco pirata de Playmobil, una PS4, una bicicleta, el móvil de última generación que tenían todos sus compañeros de clase, o el Halcón milenario de Star Wars. No, este año, no había en ningún catálogo lo que él deseaba con todas sus fuerzas.
-          Mamá, es que no quiero nada de eso.
-          ¿Y qué quieres entonces?
-          No puedo decírtelo. Si te lo digo, ya no será un secreto para los Reyes Magos.
-          Hijo, yo no se lo voy a decir a nadie más. Ni siquiera a tu padre. Será un secreto entre los Reyes, tú y yo. Pero me gustaría saber algo. Todos los años pides un montón de cosas y éste nada.
-          Es que, además, me da vergüenza decírtelo.
-          ¿Por qué, mi amor? No tienes que avergonzarte de compartir los secretos conmigo.
-          Es que lo que quiero, es imposible.
-          Nada es imposible en este mundo.
-          Mamá, es que yo…, yo sólo quiero volver a tener pelo, como todos los compañeros de mi clase. Quiero ser un niño normal.
La madre, con lágrimas en los ojos y los pelos de punta, le dijo:
-          Lo tendrás. Claro que lo tendrás.
El día 6 de enero, cuando los niños se acercaron al árbol para recoger los regalos que los Magos de Oriente habían dejado para ellos, sólo había un paquete para Mario. Él lo cogió, se lo llevó al pecho abrazándolo con esperanza y suspiró hondo antes de romper el papel. Cuando lo abrió, vio dentro una peluca de su personaje favorito, Jack Sparrow. Los ojos de Mario se abrieron con asombro mientras sus labios cubrieron toda su cara. Se acercó a su madre, la abrazó con fuerza y le dijo:

-          Gracias, mamá. Ya tengo pelo que ponerme hasta que regrese el mío. Voy a ser la envidia de mi clase.
Su madre añadió para sí:
-          Claro que sí, mi amor; donde hay pelo, hay alegría.

Toñi Martín del Rey
Grupo B