Ayer no hubo taller de escritura creativa porque nadie se acercó a la Sala de Fondo Local. La tarde vestía un ropaje extraño. Tampoco había Sala de Fondo Local, ni siquiera Biblioteca. El día era plomizo y gris vanguardia y las mentiras caían del cielo como lluvia mansa ¿Es la escritura un engaño? ¿El escritor miente? ¿Nos engaña la memoria? ¿Qué matices -si los hay- diferencian a la mentira del engaño? ¿Por qué no hay que asociar la ficción y la mentira en el mismo campo semántico? Todo eso nos preguntamos en una sesión que sí exitió como también existió todo lo demás. Trataba de engañaros.
Así es. La sesión de esta semana estuvo dedicada al engaño y la mentira en la Literatura, como tema y como trasunto. Dijo Antonio Machado; "Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía: / también la verdad se inventa". Y de eso hablamos de mentiras y de fantasías. Salieron a relucir el pastor mentiroso, de Pinocho, las liebres que corren por el mar y las sardinas que lo hacen por el monte, el ratoncito Pèrez, los Reyes Magos, el día de los Inocentes. De las mentiras que trataban de salvaguardar la fantasía y la ilusión de los niños o que nos interpelaban para señalar esas "mentirijillas" con las que convivíamos a diario. De las mentiras para aparentar. De las mentiras para gastar una broma. Las otras grandes mentiras las fuimos descubriendo después como muestra Lupe Estéves en su espectáculo "Donde siempre, siempre". Dos artículos intereseantes sobre el binomio "mentira y cuento" son el escrito por Ricardo Gómez y titulado "Literatura, mentira y ficción" y otro firmado por Estrella Ortiz titulado "Cuentos: la verdad de las mentiras". Andrés Neuman no estaría muy de acuerdo con la afirmación de Gómez: "En cualquier caso, partiendo de algo real o imaginario, construimos una especie de andamiaje que es mentira en el sentido de que nunca las cosas ocurren tal y como las cuenta una única persona, porque los hechos siempre tienen distintas caras. A esta mentira blanca es a lo que damos en llamar ficción." Estrella Ortgiz, por su parte nos señalará las trampas de la memoria que barniza con su pincel mentiroso la realidad: "las dificultades que tiene la memoria para continuar fiel a un hecho del pasado, y cómo el recuerdo se va llenando de polvo y olvidos involuntarios: “si la memoria no me engaña…” Y sí, la memoria engaña irremediablemente. En castellano la palabra mentira proviene de la raíz latina mens, mente. La mentira, pues, se identifica como un producto de la mente, o lo que es lo mismo, de la imaginación." Clara Obligado afirma a este respecto: Nada de lo que recordamos es verdad. Nada de lo que imaginamos es mentira
Hablamos del arte del engaño, de la mentira literaria y de escritores o artistas que pasaron a la historia con una identidad, y una obra incluso, inventadas. ¿Existió Isidoro Capdepón? ¿Has leído la poesía de Emiliano Sandoval y Lindoré? ¿Existieron Marcelo Chiriboga y Jusep Torres Campalans? ¿Existe Violeta C. Rangel? Quizá en los archivos del padrón no, pero sí en la literatura y el arte.
Luis Mateo Díez en un artículo titulado "La condena del mentiroso" publicado en los años ochenta: "Siempre fui, y de ello me vanagloriaba, un embustero pertinaz, con el inocuo agravante de intentar llegar a convertirme en un embustero divertido. Nada en la vida me satisfacía más que aquella fabuladora reconversión de medias verdades sospechosas, de esquinadas certezas inciertas, de bondadosas memorias malévolamente simuladas. Y puedo jurar que tengo conciencia de no haber perjudicado a nadie, de ser un mentiroso apacible y hasta querido como tal, aunque, eso sí, cada vez más disparatado y menos discreto. Un embustero de tomo y lomo predispuesto -como el pastorcillo de "que viene el lobo"- a caer en mi propia e ingenua trampa."
Dedicamos una atención especial a Joan Fontcuberta, un prestigioso fotógrafo que reflexiona en sus obras sobre los peligros de la credulidad. Yo tuve lo suerte de conocer, de primera mano, su exposición "La sirena del Tormes". Otro de su proyecto titulado "Sputnik" causó un gran revuelo en los años 90.
Recomendamos en la sesión libros como "La verdad de las mentiras" de Mario Vargas Llosa, "La literatura como mentira" de Giorgo Manganelli o "El arte del engaño" de Daniel Tubau y el artículo "La pasarela de los escritores falsos" de Xavi Alén (Jot Down) en el que descubriremos al escritor ecuatoriano Marcelo Chiriboga, al pintor Jusep Torres Campalans, inventor del cubismo, y a Jeremiah Terminator Leroy, apóstol del nihilismo grunge.
Cerramos esta entrada con dos poemas, el primero de Ida Vitale y el segundo de Mario Benedetti. ¿Será que en Uruguay reflexionan más sobre la mentira?
La mentiraVuelan fronteras de un país
cuyo falso centro está en nosotros
que quién sabe dónde estemos.
El norte está en el sur,
este y oeste se confunden,
el sur se pierde entre la bruma
y dentro lo más vivo es la mentira.
¿Quién no tiene un cachorro de mentira?
¿Quién no le da su fiesta acostumbrada,
lo impone en campo imaginario?
¿Quién no draga o airea
su mínima mentira, sea gris o grandiosa,
y la lleva
donde los pájaros, las mariposas vuelan,
verdaderos, cada uno a lo suyo?
Y cuántos
celan la mentira del otro
mientras sin malicia los mira
la honestísima muerte.
Últimas palabras
Hay mentiras que vuelan como albatros
y otras que vibran como colibríes
embustes enormes como aconcaguas
y otros pequeñísimos como tréboles
suele mentirse como se respira
como se pestañea o se estornuda
mentir en el amor es más difícil
porque en el beso suenan las alarmas
la verdad es tan pulcra tan extraña
como el atajo que atraviesa un bosque
no obstante lo peor lo imperdonable
es mentir en momentos decisivos
por ejemplo en las últimas palabras
Propuesta de escritura:
Hoy vamos a contar mentiras, tralará. Escribe un texto en el que la mentira tenga una consecuencia o una repercusión. Falsea una historia real y trata de convencernos de que todo fue cierto. Inventa a un escritor falso y escribe uno de los textos de un libro que nunca publicó porque no existió. Haz una loa o un elogio a la mentira.Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:
Dinero fácil
“Mentía únicamente a la hora de la verdad”.
Isidoro Capdepón Fernández.
“Miento, luego existo”.
Ramón Gómez de la Serna.
Ayer por la tarde iba yo paseando con mi galguita Nare por la calle Los novios -así se llamaba antes, ahora no lo sé, tendría que mirarlo-, cuando se me acercó una señora -no diría elegante, pero muy estilosa sí- y me preguntó si no me importaba hablar un momento con ella. Bueno, la verdad es que sí me importaba, dado mi carácter solitario, misántropo y algo esquizoide -si digo yo esto, ¿qué dirán mis amigos? -, pero le contesté que no, que no me importaba, ese es otro problema que tengo, los reflejos condicionados de la (vieja) buena educación.
Me paré, aunque mi mecanismo de defensa automático activó enseguida la mirada, en busca de una línea de fuga.
La mujer, guapa, mediana edad, vestida de una manera informal, en contraste con su perfume que me pareció un tanto agresivo, me miró, hizo un ademán de saludar a mi perrita -que tiró para atrás, es más miedosa que yo-, y habló.
-Disculpe por interrumpirle, no le voy a entretener mucho tiempo. Depende de si le interesa a usted, o no, lo que le voy a proponer (¿proposiciones?, pensé yo, uy, uy). Mire, estamos buscando modelos de la tercera edad, somos una agencia publicitaria, la mejor, a riesgo de parecer presuntuosa. Trabajamos para las grandes marcas, todo tipo de anuncios en los medios más potentes. Mi propuesta es que trabaje con nosotros como modelo, tiene usted algo especial, le pagaremos bien, simplemente tendrá que viajar de vez en cuando y posar para nuestros fotógrafos. Son los mejores, y saben tratar a la gente, estoy segura de que la experiencia le resultará muy agradable. ¿Qué me dice?
Lo primero que me vino a la mente -ahora lo estoy reelaborando, con tiempo para pensar, pero en ese momento fue un flash- fue “Night on Earth”, aquella maravillosa película de Jim Jarmusch -me he acordado del nombre a la primera- que contiene varias historias, una de las cuales protagoniza una muy joven y hermosa -qué ojazos- Wynona Ryder, que maneja un taxi nocturno en una gran ciudad americana, no recuerdo cuál. Bueno, se sube al taxi Gena Rowlands -me ha costado recordar el nombre, igual que el de su marido, John Cassavetes, pero lo he conseguido sin tirar de Google- que por alguna razón se fija en la chica que lleva el taxi, y tiene el impulso de preguntarle si le gustaría actuar en alguna película. Gena, bueno su personaje, es productora, o tiene relaciones con grandes compañías cinematográficas, y ha visto en Wynona -su belleza, su desparpajo, la fotogenia de sus ojos en el espejo retrovisor, lo que sea- grandes posibilidades. Y eso, le propone, como a mí esta mujer que me ha asaltado -quizá no sea esa la palabra- en medio de la calle, que pruebe en el mundo de la interpretación, cine, Hollywood y todo eso.
Wynona se queda un poco sorprendida o perpleja -igual que yo- y al principio no sabe qué contestar. Gena Rowlands -qué pedazo de actriz- insiste, sin presionarla demasiado, pero insiste, hablando de las posibilidades que se le abren en la vida, una oportunidad que seguramente no se le va a volver a presentar. Bueno, los que hemos visto la película ya sabemos lo que pasó, Wynona le dice que le gusta su trabajo, y que prefiere seguir llevando su taxi (por las noches, en una macro urbe norteamericana cualquiera).
Yo le dije a la señora más o menos lo mismo.
El dinero siempre es importante, sobre todo cuando no lo tienes. Mi pensión me da para llegar a fin de mes, sin demasiadas alegrías, pero, bueno, me da (y cuando no, trapicheo con algunos recuerdos de familia, por su valor sentimetal). Aparte, lo que ya he dicho, soy una persona solitaria, un misántropo, quizá cosas peores, quién sabe. Los cambios me asustan, en fin, aunque creo que lo que me decidió desde el primer momento fue mi perrita. No tengo con quién dejarla, es muy nerviosa y asustadiza, incluso cuando salgo de casa a dar una vuelta y no la llevo conmigo la oigo lloriquear tras la puerta.
Le dije a la señora que no. Ella se despidió dándome las gracias por haberla escuchado, se ve que también es una persona educada. Lo que me decepcionó un poco es que insistió menos que Gena Rowlands, no sé cómo decirlo, me sentí rechazado, otra de mis neurosis, no me falta de nada. Y cuando seguí mi camino con Nare pensé durante unos momentos que me había equivocado, podía volver atrás, llamar a la mujer antes de que desapareciera, decirle que, bueno, podíamos probar. Pero en seguida volví a mi ser. Pensé: yo no soy Wynona Ryder. La inseguridad, la poca autoestima, en fin, otra ocasión frustrada de demostrarle al mundo lo que valgo. La historia de mi vida.
Ignacio Aparicio
Grupo A
Juan y José
Juan conoció a Soraya en las circunstancias más normales. Recién llegado a la ciudad por motivos de trabajo, se acercó a la biblioteca para recoger algún libro que leer. Allí coincidió con ella en el mostrador. También quiso el destino que volvieran a coincidir en el autobús, donde empezaron hablando de los libros que habían recogido. Se cayeron bien y un par de encuentros después, azares del destino, intercambiaron los teléfonos. Juan no sabía nada de Soraya y Soraya no sabía nada de Juan, solo que tenían gustos parecidos, lo pasaban bien juntos y estaban en disposición de iniciar una relación, que prometía ser larga y gratificante. Poco a poco se fueron conociendo mejor: de donde era él, de donde era ella, por qué razones había acabado cada uno en aquella ciudad, en qué trabajaban, qué amigos iban haciendo, qué familia tenían, etc…
Pasados los días y los meses, Juan y Soraya eran una pareja estable y sin sobresaltos. En una ocasión, Juan se puso algo más trascendente, buscó un momento apropiado y le dijo a Soraya que tenía que revelarle un secreto. Ella tuvo un instante de inquietud, que se transformó en sorpresa cuando, creyendo conocer todo la referente a Juan, este le confesó que tenía un hermano gemelo llamado José, con el que había perdido la relación por una cuestión de herencia y un lío de faldas. Pasada la perplejidad de conocer un secreto que había tardado meses en desvelarle, ella consideró que era algo ajeno a su relación en la que Juan siempre era sincero y franco.
Dos semanas después de esta revelación, estando sentada en una terraza, Soraya vio pasar a Juan, aunque apreciaba algo diferente en el peinado, la ropa y la actitud general. Le llamó, pero él no contestó y se diluyó entre la gente de la calle. La situación se repitió unos días después, en el mismo lugar en el que ella solía tomar su café de media mañana, pero esta vez Soraya abordó al que parecía Juan y le preguntó directamente por su extraña actitud. A pesar de que algo sospechaba, no dejó de sorprenderle la respuesta —Me llamo José, debe haberse confundido con mi hermano gemelo.
Este primer encuentro no tuvo ninguna trascendencia, pero en la siguiente ocasión, fue José quien abordó a Soraya e inició una conversación que se alargó más de lo esperado. Soraya quedó impactada por la situación, estaba con un doble exacto de Juan, pero más extrovertido, simpático, aunque algo menos culto y menos leído, pero con mejor paladar para la música y la bebida, por lo que no dejaba de ser una auténtica tentación. Afortunadamente, la relación con Juan, tratándose de dos profesionales liberales, con horarios amplios, le daba libertad para hacer su vida independiente durante muchas horas al día. En esas circunstancias sucedió lo que parecía inevitable, Soraya inició una relación con José, no muy exigente pero muy satisfactoria. José resultó ser un buen amante, con juegos y entretenimientos diferentes y hasta cierto punto, más divertidos y atrevidos que los de Juan. Así pasaron bastantes semanas, en las que Soraya disfrutaba algún rato a lo largo del día, fundamentalmente dedicado al sexo con el hermano divertido y algo calavera, y el resto del día a partir de media tarde con el hermano más formal y sensato. Por fortuna, Juan no sospechaba nada, ya que, aparte de notar más contenta a Soraya, no se había producido ningún cambio en su relación con ella. Todo lo achacaba a que el trabajo iba bien y no tenían preocupaciones especiales. Ella era feliz y nunca se había sentido tan viva y animada. Le hubiera gustado mantener indefinidamente aquella mentira, que no perjudicaba a nadie y tan positivamente influía en su vida.
Algunas veces, Soraya tenía momentos de zozobra, temiendo que todo se descubriera y su relación con Juan naufragara. No quería eso, Juan no dejaba de crecer como persona y a pesar de su punto serio, era un compañero casi perfecto. No quería perder a Juan, pero se resistía a renunciar a los momentos en compañía de José. Todo iba perfectamente y la mentira se sostenía bastante bien. Pero la vida está llena de sorpresas y lo inesperado puede brotar en cualquier sitio y en cualquier momento. Un día, al regresar a casa, el armario de Juan no tenía la puerta completamente cerrada y Soraya decidió hacerlo, aunque observó que uno de los pantalones de Juan no estaba bien colgado. Al colocarlo, notó que había algo en uno de los bolsillos y, para su sorpresa ya que Juan no fumaba, comprobó que se trataba de un mechero. ¡El mechero de José, con el que encendía un cigarrillo después de hacer el amor!
Soraya esperó sentada en el sofá, bebiendo un vermut, a que llegara Juan. Le enseñó el mechero y le interrogó con la mirada. Antes de escuchar la respuesta ya sabía cual iba a ser, no en vano había convivido bastante tiempo con Juan y con José.
—En realidad no tengo ningún hermano gemelo.
Manuel Medarde
Grupo A
Ángela
Ante todo, espero que, al recibo de la presente, te encuentres bien.
No te lo vas a creer, pero otra vez la bendita Cristina ha tenido a bien privarnos del fin de semana, a cuenta, dice, de terminar la presentación que necesitan los jefazos para convencer a los clientes esos de la bebida carbónica de que abran con nosotros una cuenta de publicidad.
O sea, que el fin de semana que tanto habíamos esperado se ha venido abajo y no podremos pasarlo juntos.
Te juro que últimamente pienso muchas veces en dejar este trabajo en el que no puedo ni siquiera planear unos días con la persona que más me apetece estar.
Pero también pienso que en nuestros proyectos de futuro entran dos empleos y una situación económica suficiente para educar a nuestros hijos con lo mejor que podamos conseguir para ellos.
Dale recuerdos a tu madre de mi parte y dile que echo mucho de menos verla y disfrutar de su paella de marisco, ahí en Denia.
Y dile que no me critique mucho. Que tenga un poco de compasión de esa novia que tienes desde hace tanto, pero que siempre está tan ocupada que no tiene tiempo ni de fijar definitivamente una fecha para la boda.
Te quiere.
Angela
¿Cómo va todo, Antoñito guapo?
Todavía estoy flipando en colores con el recuerdo de lo bien que nos enrollamos el puente de Los Santos. Vaya fiestuqui guay.
Antes de que Gonzalo nos presentara no me imaginaba que todavía pudiera quedarme enganchada tanto de un tío.
Y te aseguro que no fueron ni la priva ni la farlopa (bien guapa, por cierto), las que me hicieron fijarme en ti. Mas bien es ese estilo que te gastas entre desinteresado e interesante lo que me atrajo. Esa manera que tienes de pasar de los malos rollos y de los compromisos que a tanta gente le encarcelan la vida.
Y, ahora que ya te he piropeado, te cuento lo jodido: no vamos a poder escaparnos a Ibiza el finde como habíamos quedado.
Una movida chunga en el curro, que ya te contaré, no me va dejar moverme de aquí.
O sea, que por esta vez no vamos a poder lanzarnos a quemar la noche mediterránea.
Pero todo se andará porque me tienes loquita y no pienso dejarte escapar.
Un montón de besazos.
Te llamo.
Angela
Hola, Luis cielo.
Menos mal que al final a la jefa no se le ha ocurrido hacernos trabajar este fin de semana, como me temí que pasara, y que además he podido anular la cita que tenía con Mamen para ir a Denia. ¿Te acuerdas que te hablé de Mamen?
Y menos mal que después de tanta incertidumbre al final hayas podido venir a Madrid.
Si estás aquí el viernes a última hora, te espero despierta porque no pienso privarme ni un solo rato del placer de estar contigo, de charlar contigo, de compartirlo todo contigo.
Nada hay que me guste más que curiosear juntos las librerías de viejo de la Cuesta de Moyano la mañana del domingo.
Me encantan el Prado y sus maravillas cuando las puedo contemplar a tu lado escuchando tus comentarios sobre la pintura de los clásicos.
Y adoro elegir una obra de teatro o una sesión de jazz en el Café Central para disfrutarlos al alimón.
No creo que haya nada mejor que todo eso, si exceptúo el terminar esas deliciosas jornadas haciendo el amor plácidamente, solitos tú y yo.
Con muchísima impaciencia.
AngelaCarlos Coca Senande
Grupo A
ALTER
Como todos sabemos hay una réplica de nosotros mismos a la que podemos recurrir ocasionalmente incluso para que nos suplante si viene al caso.
Sin embargo hoy no sé qué pasa, que llamo a gritos a Alter y no responde. Es extraño porque siempre acude a mi llamada al instante, a veces se retrasa diez minutos en lo que la sustancia que dice que es se apodera de mi cuerpo y hace lo que le pido, es decir, cosas que no me apetece hacer a mí. Pero llevo un rato llamándole incluso con nombre y apellido: Alteeer!!! Egoooo!!!!
¿ Qué le habrá pasado? Quizás se haya confundido y se haya metido en otro cuerpo….¡ la que habrá liado! Pero…. ¿ y si se ha muerto?
Me tiene desesperada, ya no tengo ninguna confianza en él y cuando venga le voy a poner muchas restricciones. Como me canse le voy a someter a un proceso de hipnosis y me hago yo el Alter Ego suyo, a ver qué pasa.
No puede ser, acabo de ver una nota que me ha dejado escrita, dice que me ha suplantado del todo y que se va donde siempre quise ir yo, que se atreve, y que me deja solo, qué miedo….
Pilar Sánchez Barbero
Grupo A
Comandante Castañeda
Querido mío, te cuento que, hace aproximadamente unos quince días, me cité en un céntrico bar de la ciudad con un compatriota nuestro, hasta ese momento desconocido por mi, que me escribió mediante una de mis redes sociales, diciéndome que tenía información importante que compartirme respecto a ti, D'Artagnan.
Acudí a la cita puntualmente, quedamos en La Casa de las Conchas a las once de la mañana y, en medio de la algarabía cotidiana de las callejuelas del centro de esta bellísima ciudad donde me encuentro, entre turistas y locales, nos dirigimos al café Novelty. Era un día gris, caía una llovizna ligera y hacia un poco de frío. En la Plaza Mayor se celebraba un acto de la policía salmantina y eso parecía aumentar el número, de por sí siempre grande, de personas que frecuentan el corazón de Salamanca los fines de semana.
Entramos al café, nos sentamos en una de sus mesitas laterales y comenzamos a hablar. Yo me pedí mi copa de vino rosado de siempre y él se tomó primero un café y luego una cerveza. Al poco tiempo de comenzar a hablar, el acto de los policías en la plaza culminó y pronto el café quedó repleto de oficiales con sus trajes de gala, sus trajes cotidianos y algunos, hasta con los trajes históricos que habían lucido en el acto recién celebrado. Me alegré en ese momento de haber ganado una mesa, pues pronto estaba todo repleto de gente, no quedó ni una mesa vacía, ni un banco en la barra disponible
El sujeto se presentó como un antiguo asesor de un rival tuyo de aquellos lejanos años de poder del partido hegemónico, tú bien sabes de lo que hablo.
Me dijo que tenía información delicada acerca de ti. Me soltó esta frase así, a quema ropa y, por supuesto, ganó en ese momento de inmediato mi toda mi atención. Me dijo que seguías siendo un espía cubano, que nunca habías dejado de trabajar para la Habana y que tenía pruebas al respecto que este antiguo rival tuyo le había entregado antes de morir. Yo en ese momento le pregunté cómo es que me había localizado y qué esperaba a cambio de esa información. A lo primero contestó que me había localizado por medio de un contacto de mi hermano, camarada del partido y a lo segundo dijo que nada, que no esperaba nada a cambio de esa información, que sólo quería cumplir la última voluntad de ése tu antiguo rival. Ya sabes de quién hablo D'Artagnan….
Entre trago y trago de café y luego de cerveza, me dijo que todos estos años de tu vida publica y política, que si te pones a contar son ya casi cincuenta, habías sido un infiltrado en las altas esferas de la política mexicana. Que aquellos rumores de tu roja juventud, de la traición a tu padre en sus tiempos al frente de la cancillería mexicana para traficar armas a la guerrilla Nicaragüense y de las sospechas de que tu madre era una espía soviética, habían resultado verdad absoluta. Aseguró que nunca habías renunciado al partido socialista, como se creía, y que durante tu tiempo de canciller con Fox, te habías dedicado a compartir información con la Habana y que, esto es tal vez de lo más grave de todo, que estuviste involucrado en la planeación de los atentados a las Torres Gemelas. Que nunca buscaste en realidad lograr aquellos famosos acuerdos migratorios, The Whole Enchilada y que fuiste el instigador de Vicente para el histórico “Cenas y te vas" con el que tristemente pasó a la historia. Aseguro también, sin ningún empacho, que tu gestión al frente de la campaña de Anaya fue igual una mentira del tamaño de una catedral y que tú, espero estés sentado mientras lees esto querido, que tú filtraste la información de la llamada Estafa Maestra con la que perdió toda posibilidad de ganar la presidencia y que lo obligó a exiliarse a EUA para evitar la cárcel.
Al final, después de todas esas mentiras y patrañas que contó de ti D'Artagnan, y de las cuales no presentó prueba alguna, dicho sea de paso, se limitó a sonreír enfáticamente y, después de levantar su copa de cerveza y chocarla contra la mía de rosado, y brindó a tu salud; “Por el comandante Castañeda”. Dijo riendo. Yo me quedé muda ante tal escena, entonces, el muy cínico se puso de pie, metió la mano a uno de los bolsillos de su chaqueta y sacó una fotografía descolorida y arrugada que puso sobre la mesa y luego se marchó diciendo que la cuenta estaba pagada. En la fotografía, pese a las manchas del tiempo y la distancia D'Artagnan, se alcanzan a ver tú y Fidel en mitad de lo que parece ser un campo de tiro. La imagen no puede ser más comprometedora, vas vestido de militar y llevas una arma al hombro, no tendrías allí más de dieciocho años y él luce en todo el apogeo de su madurez, con su negra y larga barba y un puro en mitad de su sonrisa retorcida y socarrona.He guardado la foto en uno de mis cajones, escondida entre mi ropa interior, allí donde espero que nadie la encuentre jamás y te prometo querido que nunca, nunca publicaré esto. Nadie nunca sabrá que jamás has dejado de ser El Comandante Castañeda.
Lo prometo D'Artagnan, este secreto me lo llevo a la tumba.
Fragmento tomado de los DIARIOS DE VIAJE de la autora, días antes de su misteriosa desaparición en la Ciudad de Salamanca, en la región de Castilla y León, España.
Esperanza García
Grupo A
La mentira
La vi en tus ojos,
no era necesario
que me hablaras.
Hay verdades que duelen
y mentiras que se dicen
para no hacer daño.
¡Tú callaste tu verdad!
¡Yo jugué con el engaño!
Pasaron los años,
y con ellos
nuestro amor de mentira.
P.G.
Grupo C
Rumore, rumore, rumore...
He escuchado a una vecina
que decía, que contaba
que la del cuarto pensaba
que la Mari no cocina;
Que si espera en una esquina
a que llegue algún cliente
para que le clave el diente
al cuello y a la cartera
y no es que yo esto lo viera
son rumores de la gente.
¿Sabías que la Carmina
ha cambiado de marido?
Es que el anterior se ha ido
con una chavala china.
Me lo ha dicho una sobrina
que se lo dijo su novio,
no lo sé seguro, es obvio,
pero te apuesto que es cierto
y si no, pues me divierto
así salgo de este agobio.
Son rumores solamente
pero vamos, me los creo,
ni siquiera me planteo
que son cuentos de la gente.
No creo que nadie invente
cosas así, al buen tun tun,
y cuando suena el runrún
seguro que son verdades
pero espera, ¡No te enfades!
Que tengo chismes aún.
Mira, juro que no miento,
solo digo lo que escucho
y aunque lo exagero mucho
es verdad lo que te cuento.
Espera y mientras me ducho
te digo lo de la Elvira
¿Tú sabías que suspira
por el hijo de la Inés?
a su lado un niño, ¿Ves?
Si es que parece mentira.
¡No soy una mentirosa!
¡Vamos, vaya atrevimiento!
Solo digo lo que siento
¡Vete un poco al cuerno, hermosa!
¡Ah! Y te digo otra cosa:
¡Cuídate de los rumores!
porque tu amiga Dolores
no veas como te pone
te quiere, sí, se supone.
No quiero yo esos amores.
Me voy a hacer la comida
que ya me has entretenido
después llega mi marido
y cree que he estado dormida.
Es que no me da la vida,
eso que estoy aquí sola
te invito a una merendola
y nos ponemos al día.
¡Adiós, adiós, Alegría,
me ha gustado la parola!
Aurora Zarco
Recuerdos de la infancia
Cuando era niño, recuerdo un día en el pueblo de mi padre, que después de cenar me entró un retortijón y salí al corral sujetando el vientre con la mano izquierda, a la vez que tomaba una vara de mimbre con la derecha. La vara o el palo o algo similar había que llevarlo cuando ibas a hacer “aguas mayores” al corral, para espantar a las gallinas que inmediatamente te iban a acosar por querer ser las primeras en comer caliente.
Estaba yo manteniendo el equilibrio en cuclillas, cuando vi moverse una figura negruzca que saltaba por los tejados colindantes, y que en un momento se paró: me miró con unos ojos rojos y penetrantes a la vez que brillantes, de tal forma que me dejó helado; se me cortó el flujo de la deposición y me quedé paralizado. Tras unos instantes que me parecieron horas, en los cuales hasta las gallinas se quedaron petrificadas, la figura negra comenzó a moverse; me pareció que tenía brazos y piernas y que estaba desnudo, era del tamaño de un niño grande, más o menos de mi edad, pero absolútamente negro y sin arrugas; con los ojos de un rojo intenso que parecían dos ascuas después de haber soplado sobre ellas. Se puso erguido sobre las piernas y caminando por el tejado saltó hacia dentro del corral, pasó a mi lado y desapareció de inmediato.
Cuando pude recobrar la compostura me limpié el trasero con un trozo de papel higiénico marca “el Elefante”, que solo limpiaba por una cara, pues la otra era como de plástico. Dejé que las gallinas pudieran cenar con tranquilidad y me fui corriendo a contarle a mis abuelos que había visto al Demonio.
Mi abuelo me comentó que habría sido algún gato negro y grande, que podría haberse puesto a dos patas y que contaba con la agilidad suficiente que yo describía. Yo, a pesar de que me tranquilizó y que me sentía muy protegido ante su presencia, me acosté convencido de que aquella noche había visto a Satanás.
José Luis Fonseca
Grupo A
Frank Stein filósofo
“La mentira -como la caridad bien entendida- empieza por uno mismo.”
Frank Stein
La conocida frase del filósofo de origen judío, nacido en Allegheny, Pensilvania, hermano de la novelista, poeta y mecenas de arte contemporáneo Gertrude Stein -inmortalizada en un retrato de Pablo Picasso-, resume de alguna manera su “Corpus” filosófico, que señala “el mecanismo biológico de supervivencia” como el motor principal de los actos humanos, superior y a la vez subyacente, a las “Bellas Palabras” (“Beautiful Words”, título de su Tratado fundamental).
Ambas estrategias, la mentira, la caridad bien entendida, así como otros impulsos básicos: la procreación, la acumulación de bienes -“Property eagerness”-, el impulso identitario, o la violencia como “ultima ratio”, proveen al individuo, y por elevación a sus organizaciones sociales, de las herramientas necesarias para su preservación individual y colectiva –“Supremacist Preservation”, en palabras del filósofo-.
Centrándonos en la Mentira –“Essential Lies”, segundo tomo de sus Obras Completas- Frank Stein viene a afirmar que no hay mentiras buenas y malas, sino mentiras eficaces y mentiras estériles, ninguna de las cuales, en su opinión, tiene un contenido moral, sino que deben valorarse únicamente en función del resultado, esto es, el éxito o el fracaso de la preservación del individuo y su grupo.
Y para tener éxito esta “Mentira Ganadora” -“Winner Lie”- debe empezar por el autoengaño, individual y social, de modo que se presente como verdad “ab initio”, porque tanto el individuo como el grupo necesitan creer lo que les conviene creer para asegurar su supervivencia, o según el dicho populista “Hay que decirle a la gente lo que la gente quiere oír”.
En resumen, Frank Stein lo que hace es desarrollar las ideas darwinianas, no de la supervivencia del más fuerte -simplificación muy extendida, pero falsa-, sino de la supervivencia adaptativa, aquella que obliga a sumarse siempre al colectivo ganador.
Richard Dawkins, en “El gen egoísta”, desarrolló y actualizó las líneas esenciales de esta tradición evolucionista y filosófica.
(Siguen referencias, bibliografía y links, que desarrollan y amplían este resumen, necesariamente escueto, redactado por IA, que a su vez toma como fuente una suma, abigarrada y extensa, de artículos publicados en Wikipedia).
Ignacio Aparicio
Grupo A
El disfraz de la mentira
En un pequeño pueblo,
La gente hablaba de un elixir mágico que prometía
curar cualquier enfermedad. La noticia se esparció como pólvora, llenando los corazones de los enfermos de una esperanza renovada.
Cada día, los habitantes acudían al mercado, ansiosos por comprar esa poción milagrosa. Sin embargo, el vendedor, con una sonrisa engañosa, sabía que el elixir era solo
agua coloreada. Aún así,
disfrutaba de ver como la
fe de la comunidad florecía. La mentira disfrazada de esperanza, se convirtió en el refugio de aquellos que anhelaban un cambio. En su búsqueda, ignoraron la cruda realidad que los rodeaba.
Leonor Martin Merchán
Grupo A
Verdad-Mentira
Cuando tu miras, lo que yo miro, miramos lo mismo, pero vemos distinto. Parte de una canción de un grupo argentino, que actuó en la plaza de los bandos de Salamanca, hace bastantes años.
Si en vez de usar el verbo mirar, lo cambiamos por otros verbos distintos, nos hace pensar lo diferentes que somos, incluso en temas triviales.
Ocurrió de Verdad:
Tengo la costumbre de jugar a la quiniela de fútbol desde hace bastante tiempo, con un amigo que vive en Burgos, cada uno hacemos una quiniela distinta y nos la enviamos al móvil, antes de que empiecen los partidos.
Puedo decir que hasta ahora no hemos tenido premios dignos de mencionar, salvo un jueves, en los partidos de Copa de Europa, que al llegar a casa por la noche y mirar la quiniela, comprobé que tenía acertados los 14, habiendo fallado el número 15. La quiniela prometía, habían salido 6 doses, 4 equis y cuatro unos.
Hablé con mi amigo, dándole la noticia, y durante la noche yo estuve, despertándome continuamente para comprobar, si ya habían colocado el recuento del escrutinio, tanto en la televisión, como en el ordenador.
A las 5 de la mañana, en un fichero del ordenador, aparece la quiniela millonaria que tanto estábamos esperando. Calculadora en mano, sume todas la cantidades premiadas, dividido entre y dos y descontando el 20% para Hacienda. Nos quedaban a cada uno, 120.000 euros, y aunque eran horas intempestivas, la noticia no podía demorarse y le llamé para darle la buena nueva.
Alfredo, más prudente que yo, no encontraba en su ordenador el resultado del escrutinio.
A las siete de la mañana, en aquella época otro amigo y yo, salíamos andar unos 8 km, y a la vuelta a casa, mi mujer me dijo, que Alfredo había llamado varias veces, comentando que donde yo había visto los resultados era una página pirata, y que el verdadero premio son 500 euros para repartir entre los dos.
Luis Iglesias
Grupo B
Mentiras
I
Al mirar hacia atrás comprendí
la gran mentira de la vida.
Te ofrece besos y caricias,
te convierte en ninfa
y en diosa poderosa.
Te hace sentir eterna
bella, reina y señora.
Que desilusión descubrir
al llegar al final del camino,
que la gran verdad de la vida
ha sido una piadosa mentira.
II
Me quisiste pero
ya no me quieres.
No te atreves a decirlo,
te lo guardas dentro.
Sin mentir, me mentiste
porque la verdad duele
y deja huella en el alma,
de quien amado ha sido.
Más el que huye
porque engaña,
no merece, ni siquiera,
el olvido de quien
abandonado ha sido.
*Sacado del poemario de Lorenzo Balmes
Marian Pérez Benito
Tres Avemarías
Me hicieron creer que me saldrían manchas blancas en las uñas por no decir la verdad, que lo del 6 de enero debía creérmelo para no jugarme las sorpresas. Antes de vestir el traje de marinero me hicieron contarle a un hombre con sotana negra las veces que manifesté lo contrario a lo que sabía, creía o pensaba, y encima me hizo rezar por ello. Y mira que antes había vivido en mi pueblo un niño que llegó a escribir que “la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre… ha inventado todos los cuentos” Él decía que no sabía muchas cosas, pero sabía bien de todos los cuentos.
También tuve que tragar con lo de las cigüeñas y las semillitas. Me engañaron en lo de las bases científicas de la vida, con lo de que llegaban a ser piadosas aquellas maneras de enmascarar la veracidad. Y seguí creciendo, luchando y firmando públicamente que los amores tenían que ser sin falsificación alguna. Hasta Hacienda se esmeraba en que fuera correcto con los números y, de no hacerlo, ya no había avemarías por medio. Las penitencias eran económicas y con purgatorios en forma de intereses de demora. Luego me hice mayor, me apunté a un taller de escritura y me ha tocado escribir sobre lo mismo, aunque bien lo podría haber hecho sobre los políticos, las redes sociales y todas las formas actuales que llenarían las uñas de manchas blancas a sus protagonistas. Id en busca del cojo, que no sé si seréis capaces de atraparme antes que a él. Aunque solo ha habido algo en lo que no he hablado con sinceridad. Todo lo demás ha sido y sigue siendo cierto.
Lo que menos me gusta de todo esto son las palabras embustero, patrañero, fulero, bolero, cuentista, farolero, falso. Volveré a creer en los Reyes Magos y en los capazos de la cigüeña. La inocencia pudo ser también aquella pequeña toquilla blanca de flecos en la que se acunaron mis primeras felicidades.
Francisco Antonio Martín Iglesias
Grupo A
Déjate de cuentos
Érase una vez un mayordomo de palacio al que la reina le encomendó la misión de llevar a su hija hasta la hechicera del bosque para que esta le proporcionase a la niña una poción mágica para su mal de pulmones. En un descuido del sirviente la niña se perdió y ni la niña ni el hombre volvieron jamás a palacio. El mayordomo quedó proscrito en el bosque bajo amenaza de pena de decapitación si volvía a aparecer.
La niña de tez blanca fue encontrada por siete extraños y deformes hermanos de pequeña estatura que vivían de forma marginal fuera de los dominios de la reina. Llevaron a la niña a su diminuta casa donde vivían hacinados y esta fue utilizada como criada durante años. Barría, cosía, fregaba y cocinaba sin parar hasta que los hermanos volvían de su trabajo en la mina y si en alguna ocasión por cualquier razón no encontraban a su vuelta la casa limpia y la comida a punto la niña era encerrada el resto del día en un cuarto oscuro.
No muy lejos de allí vivía otra niña solitaria, la cual tenía en buena compañía a un lobito bueno que conoció cuando aún ambos eran cachorros. Saltaban alegres y jugaban con palos y piedras. Cuando la niña fue creciendo lobito bueno seguía a la niña siempre en sus paseos por el bosque para protegerla.
Por allí merodeaba a menudo el proscrito, que para sobrevivir se había convertido en cazador y ladrón, por esos días ya contaba con antecedentes por el robo del zapato de cenicienta y la varita mágica del hada madrina, gracias a la cual consiguió su escopeta. Además de ladrón y pendenciero, tenía la fea costumbre de vituperar y vilipendiar a otros personajes de cuento: “que si la madrastra era mala, que si la reina era una bruja y además celosa…”. Era un personaje con mucho cuento que sabía venderse bien y presumía de haber salvado al abuelo de la niña de rojo de un lobo feroz, cuando era el mismo el que entraba de noche a robar en la casa de un pobre anciano que vivía solo y no podía defenderse pues permanecía postrado en su cama hasta que llegada la mañana la niña de caperuza roja iba a levantarle, asearle y darle el desayuno.
Una mañana la niña de capucha roja le dijo a lobito;
- Corre, adelántate hasta la casa de mi abuelo. Me ha puesto un whatsapp y dice que le duele mucho la tripa pues está nervioso pues ha oído ruidos esta noche en casa y cree que hay ladrones que han entrado a robar.
La sensación del abuelo era cierta, la primera vez que oyó ruidos habían entrado a robar Hansel y Gretel, que al caer la noche sintieron mucha hambre. Hurgaron en la olla de las longanizas, tomaron un trozo de pan de la despensa y prosiguieron su camino en busca de una casa con padres.
Cuando el lobo bueno llegó a la casa el cazador andaba buscando sustento en la cántara de la manteca que contenía algunas viandas.
Al oír el aullido del lobo salí corriendo, tropezó y la escopeta se disparó sola alcanzándole en una pierna -justo castigo para el malo del cuento-.
El animal se recostó al lado del abuelo para calmarle. Juntaron lomo con lomo y este le dijo:
- Lobito, lobito, que ojos más grandes tienes.
- Para vigilarte y cuidarte mejor.
Ni que decir tiene que los chismes que difundía el cazador llegaban a los oídos de la gente aburrida del pueblo, entre otros ya mencionados, también decía que una niña a la que el puso de mote Cenicienta tenía una madrastra mala que era una abusadora y tenía a la niña todo el día limpiando y viviendo entre cenizas, cuando la verdad es que la madre había adoptado a la niña con todos los papeles en regla y con mucho amor cosía para ella trajes de princesa para las fiestas de disfraces del cole.
También el maldito cazador tapaba con frecuencia los abusos del príncipe del reino vecino, que tenía la mala costumbre de envenenar con un preparando a base de burundanga a niñas y jóvenes a las que ofrecía apetitosas manzanas para luego besarlas sin su consentimiento cuando se quedaban dormidas.
Y colorín colorado, déjate de cuentos se ha acabado.
Grupo B
La loba del cuento
De hoy no pasa, se dijo.
Recolocó sus pechos en el corsé rojo y con fingido gesto desvalido, atravesó la pista, sorteando un ciento de cuerpos celestes en movimiento.
Él estaba al final de la luz, con su aire despistado habitual y la mirada ausente. Algo que la invitaba una y otra vez a querer comérselo.
-Perdona, me podrías indicar la salida, me encuentro bastante mareada.
-Por supuesto, deja que te acompañe, dijo. (Al tiempo que la tomaba entre sus brazos, evitando que cayese a sus pies).
Con aire infantil y una estudiada caída de párpados, se dejó llevar.
En un giro el neón iluminó su sonrisa lobuna, se pudo ver como se vanagloriaba de su perspicacia. Mientras el chico repetía “respira, respira, tranquila... casi estamos fuera”.
Eva Hernández
Respiro, pestañeo, estornudo.
Mario Benedetti en su poema Últimas palabras, que aparece en el final de la introducción semanal del blog, dice que se miente como se respira, como se pestañea, como se estornuda. Y que es imperdonable mentir cuando uno emite las que pueden ser sus últimas palabras. Pues eso.
La verdad es que no sé qué contar, señor, y no comprendo qué hago aquí, ni por qué se me investiga. Es cierto que yo conducía el coche que atropelló a ese chico, pero es que él se me puso delante, saltó, perdóneme, pero creo que saltó delante buscando suicidarse. Ya ve que no traté de huir y que intenté ayudar, que llamé a una ambulancia y a la policía, que estuve junto al chico todo el tiempo y que aguanté su mirada vidriosa, incluso sus insultos, con la poca voz que tenía, que creo que ya estaba preparando su estrategia para culparme por la vergüenza que debía sentir al no haber muerto como pretendía. Al mismo tiempo que la ambulancia llegó también la policía y todos se dieron cuenta de mi afán por ayudar, por colaborar en el atestado y en que se aclarase todo. No comprendo cómo han dicho que estaba nervioso y alterado cuando soy una persona calmada, creo que no he hiperventilado en mi vida, y cuando es la primera vez que tengo un problema con la justicia. Bueno, la segunda, porque hace muchos años dijeron que conducía bebido y que iba a no sé qué exageración de velocidad que midió el radar. Pero ya pagué mi deuda con la justicia y con el tiempo recuperé mi carné de conducir. Estoy limpio. Tengo intactos mis derechos civiles.
Tampoco es cierto que yo insultase al policía que me detuvo. Ya sé que la que vale es su declaración, pero eso es algo que nos deja indefensos, que si le caes mal al agente o tiene prejuicios contra los que llevamos el pelo tan corto como yo, pues imagínese. Le dije que no era necesario que me sujetara o que me empujase hacia abajo la cabeza al entrar al coche de la policía, que estuvo a punto de lesionarme el cuello, cuando yo ni pestañeaba, y él reaccionó mal, me llamó “escoria”, lo que también quiero ahora denunciar ante usted, señor, y me amenazó con ponerme las esposas si no me callaba. Por supuesto, yo no estaba hablando.
Y, finalmente, de pasar dos noches en el calabozo, que es el lugar más frío del mundo, tengo un catarro que me sangra la nariz cada vez que estornudo. Y no es porque me meta nada, que lo dejé hace mucho tiempo, pero, perdone señor, es que las cárceles y calabozos de este país dejan mucho que desear.
He sabido que el chico declaró barbaridades en mi contra, que me lo ha dicho un amigo que tengo en los juzgados, pero yo le digo a usted que se abalanzó contra mi coche y que si salió disparado fue por el salto que dio contra el parabrisas, que me lo dejó destrozado cuando intentó suicidarse. También es mala suerte que me eligiese a mí al volante. Sé que está en la UCI y que la cosa está chunga, pero no comprendo cómo aun así mantiene una versión que no se sostiene. Yo es que no entiendo a la gente.
Grupo A
¡Cuánto invento!
Mintió cuando le robó el chupete a su hermanita pequeña, y sollozaba "mío, mío, e mío". Mintió cuando se despertó mojado, el pijama mojado, en la cama mojada, y lloraba gritando "yo no he sido, yo no he sido". Mintió cuando llegó a casa con un balón nuevo y decía que se lo había encontrado en el callejón del Tuerto. Mintió cuando presumía de que era huérfano de padre o de madre o de hermana, a la que engañaba con chuches a cambio de tocarle por debajo de la falda. Mintió cuando escondió las notas y dijo que todavía no habían salido. Mintió cuando llegó a casa, su aliento con olor a cigarrillos y él insistía "que no, que lo juro, que yo no fumo". Mintió cuando desaparecieron las mil pesetas de la lata del Colacao, las que guardaban sus padres para imprevistos. Mintió cuando besó a Rebeca, a Susana y a Consuelo, y a las tres les decía lo mismo. Falsificó el carnet para entrar en la disco. Mintió cuando se llevó el coche sin permiso. Y con él, a Rebeca, y le mintió y la convenció para hacerlo. Que no pasaba nada, se mentía a sí mismo. Mintió cuando le dio el "sí, quiero", joven e ignorante. Eso fue delante del cura y de todo el mundo. Mintió en su currículum. “¡Qué más da un currículum!” Mintió a su jefe cuando se despertaba a las diez. A su mujer le mintió mil veces. Que si esto, que si lo otro, que si una reunión del partido. ¿El Mercedes? Que se había convertido en un empresario con recursos. ¿Las vacaciones de lujo? ¡Qué menos! Mintió sobre las medidas de seguridad de aquel pobre trabajador que cayó de tres metros. Le mintió a su segunda mujer con su sensibilidad para la música, el arte y los libros. Me diréis que eso es mucho, pero pasa. Le mintió a Hacienda cada año. Falseaba documentos, permisos. Mentiría a sus amigos. No sé si ellos también mentían. Calumniaba a diestro y siniestro cuando alguien ponía sus mentiras en tela de juicio. Bulos, todos bulos. Falsedades, envidias. Más tarde incurriría en perjurio ante el juez con tal de librarse de una pena por sus delitos. Si se libraba, quizá, con el tiempo, podría llegar a ser diputado.
Mintió, mintió, mintió, mintió.
Pero, si os fijáis bien, aquí, en realidad, la única que miente soy yo. Lo anterior es un simple personaje ficticio, verosímil, quizá, pero ficticio. ¡Cuánto invento!
Marisa Sánchez
Grupo C
Mentirse
Observó su mentira,
desde el amanecer del olvido,
triste y deshabitado,
corazón solitario.
Y vivió su propio engaño,
el mundo,
donde se mecen,
los deseos de felicidad,
la indigencia
y el desatino.
Su autorretrato,
de lenguaje
con palabras vacías.
Su humillada existencia,
eran caminos recorridos
entre vallas de espinos.
Limpia senda,
ocaso de la nada.
Sintió, la vida perfecta,
y ajena.
Su propia mentira.
Un llanto amarró su corazón,
y sus lágrimas,
eclipsaron
la noche de suspiros.
Paseó su mentira,
entre gritos y aspavientos,
fingió un amor de silencio.
Y atrás quedaron la ventana del adiós,
y sus sueños,
que de mentira fueron.
Le avisaron del peligro...
cuando el tren decidió
la parada del tiempo.
Elegir entre la distancia y
la tristeza.
Abrigar los abrazos,
cobijarse,
bajo las brasas
de mantenerse en la mentira
o ser uno mismo...
Y como el árbol,
sintió la verdad de sus raíces,
fortaleza de lo cierto.
GuADAlupe
Grupo C
Galletas de mantequilla
Mi abuela es mi persona favorita. No sé cómo lo hace, pero siempre saca la mejor versión de mi misma. Sabe tantas historias que podría alimentar a cualquiera con independencia de su credo culinario.
El martes por la tarde cuando llegué a casa estaba haciendo galletas de mantequilla. Mis favoritas. El olor es suficiente para despertar el hambre de vida.
Dejé la equipación deportiva en la escalera y me dirigí a la cocina. Allí estaba ella limpiando las huellas que deja el arte de la repostería
- Hola Abu
- Hola tesoro. ¿Qué tal las piruetas?
- Difíciles como siempre, pero posibles, creo
- ¿Ya sabes cuándo será la exhibición?
- El 11 de Junio
- ¡Anda! El día de tu cumpleaños
- Si Abu, el día de mi cumpleaños
- Al final ¿Suelo o pelota?
- Los dos. Suelo individual y pelota en equipo
- Vas a tener que entrenar mucho
- Lo sé Abu, lo sé. Oye ¿Has escuchado las noticias?
- ¿Las noticias?
- Si, lo de las elecciones americanas
- Algo he oído
- Es tremendo ¿no crees?
El horno pitó. La última tanda de galletas estaba lista
Cuando fui a buscar la bandeja que usábamos siempre, ví que estaba ocupada y que, junto a ella, la paellera y la olla rebosaban galletas
- Has hecho muchas Abu
- Sí, he hecho muchas
- ¿Y eso?
- Me entretuve pensando, rumiando historias. Pero no te preocupes cariño, las comeremos todas
- Pero Abu…
- Puedes compartir con el equipo
- Si Abu… pero… ¿y en qué pensabas
- En muchas cosas Candela, en muchas cosas., pero sobretodo en el Minotauro
- ¿En el Minotauro?
- Si, ya sabes, ese monstruo hijo del engaño que se alimentaba de carne humana
- ¿El que mató Dédalo?
- No Candela, Dédalo construyó el laberinto donde encerrar el fruto de la mentira. Acabó con él Teseo, el hijo del Rey de Atenas. Un héroe que se ofreció como sacrificio y al que Ariadna ayudó entregándole un hilo con el que marcar el camino de salida si su gesta tenía éxito.
- Es verdad, es verdad ¿no fue el mismo que después abandonó a la joven en la isla de Naos?
- El mismo ¿Una galleta?
- Están buenísimas como siempre. Pero Abu ¿Por qué te has acordado de esa historia?
- No lo sé. Me acordé sin más
- Abu ¿No crees que estaría bien que en algún lugar del universo Ariadna nos regalara un hilo con el que poder encontrar el camino a….. ¡las galletas de mantequilla! Jeje… - y con tres galletas en las manos empecé a hacer malabares-
- ¡Pero Candela…! Si esa joven existiera es posible que tuviera la madeja llena de nudos, y entonces
- ¿Entonces qué?
- Entonces nada. Por cierto, Candela, te llamó Nilo. Olvidaste el móvil. Le dije que cuando llegaras lo llamabas
- ¿Nilo?
- Si. Me cae bien ese muchacho ¡Es tan patoso!
Ana Isabel Fariña
Grupo B
Un encuentro de verdad
El salón del hotel era un tanto hortera, repleto de cortinas y floreros, pero había algo bueno: camareros que no dejaban de pasar con bandejas de bebidas y algo de comida. Allí estaba Carlos Luis en la fiesta de antiguos compañeros de estudios del colegio, después de haber soportado discursos, saludos efusivos, incluso sonoros, y alguna canción desafinada de la época juvenil. Iba ya por su tercera copa y al darse la vuelta para seguir mirando a Raquel, que siempre le gustó, y que con el paso del tiempo le seguía pareciendo guapa y aún más atractiva, se encontró de bruces con aquel compañero que siempre lo sabía todo y del que no recordaba su nombre.
- Hola, ¿qué tal te va la vida? Veo que no me recuerdas, soy David.
- Ah claro, ya me acuerdo, tu fuiste el más listo, el que lo sabía todo., ¿qué tal?
- Muy bien, la verdad. Trabajo en el banco “Contigo hasta el final”, en el departamento de inversiones de alto riesgo. Me va genial. Cada día hay más gente que cree que puede hacerse rico o muy rico e invierte su dinero de forma desaprensiva: el banco y yo nos quedamos con su dinero, poco a poco, unas veces y en un santiamén, otras.
Carlos Luis, dio un trago largo a su vaso, comió un canapé y, sin saber muy bien de donde salían sus palabras, se metió de lleno en su papel. – terminé los estudios y mis ilusiones se han hecho realidad, como si fueran estrellas enviadas para mí. Con mi curriculum logré un buen trabajo; sin que me costara una especial atención me casé con una mujer estupenda, disfruto de la vida a cada instante; además, viajes y amigos. En fin, un sueño atravesando la realidad. Se despiden. David tiene prisa por reunirse con la mujer que le acompaña.
En la mesa de al lado hay una bandeja, busca un aperitivo y encuentra al simpático y gracioso de la clase: Méndez. – Oye, le dice, te he visto hablando con el más listo, no le hagas caso, es un fantasma, siempre dice que es el más feliz; nada de lo que te haya contado es verdad.
La fiesta se va apagando. Carlos Luis sigue bebiendo. Poco a poco, todos abandonan la fiesta, con sus parejas o en grupo. Vamos al Diablo Rojo, allí habrá más copas, dice alguien al salir.
Carlos Luis está cansado y un poco bebido. Decide volver a casa dando un paseo. Y lo hace despacio, resignado, le gustaría no llegar nunca. Le espera una fría habitación en un piso que comparte con personas a las que detesta. Otro fin de semana solo. El lunes volverá al trabajo mal pagado que ahora tiene; a soportar al inane y fatuo de su jefe y a escuchar sus bobadas del fin de semana en su chalet, rodeado de su familia y amigos.
Se despierta sobresaltado por unos ruidos extraños. Se levanta. Ya ha amanecido. En el salón la luz azul de la mañana se cuela por los ventanales, todo le parece luminoso y claro Se sienta, revuelve los folios que la noche anterior había escrito con letra apresurada y casi ilegible. No reconoce su escritura. Los lee despacio, Descubre que ahí está el comienzo de una historia que navega por su cabeza y que le angustia desde hace tiempo: la verdad y sus mentiras.
Toni Romano
Grupo C
Verdades y mentiras
No quiero verdades como puños, ni quiero oír la simple y cruda verdad.
No vengas con ella por delante, pues seguro que alguna espina me traerá
Yo no creo que la verdad me haga libre aunque venga de la boca de un chaval.
No la quiero ni pura ni desnuda porque ya sé que es amarga la verdad
Y, por favor, no me la digas toda, ni me digas nada más que la verdad
Consabido es que no tiene remedio, o acaso ya te olvidaste de Serrat.
Y al igual que el viejo Sabina, si tengo que elegir, entre todas tus vidas escojo
la de ese viejo truhan y embustero que se puso la patraña por sombrero
Por eso, sin dudarlo, te ruego: cuéntame la mentira más piadosa y quizás
vuelva creer en las hadas, en los Reyes Magos y en el barco de Simbad
Y si por cansancio ante mi insistencia acabaras rendido a mis antojos
a pies juntillas me creeré todo cuanto salga de tus labios hechiceros
Ya sabes lo que te pido: miente aunque la nariz te crezca, miente como hay dios,
miente como un bellaco, como una rata o miente como mienten todos los boleros.
Miénteme y dime que todavía me quieres. Que me quieres como te quiero yo.
Que me estuviste esperando todos estos años, ¿recuerdas a Johnny Guitar?
Di que aún me amas y que, aunque lo intentaras, no me conseguiste olvidar
Que algo tuyo se quedó siempre a mi lado, que nunca te llegaste a marchar.
En verdad, en verdad te pido miente, miénteme sin mesura, miénteme más y más.
De verdad, de verdad miente, miénteme sin medida, miénteme sin parar.
Miente, miente, miente, miénteme más, mucho, mucho, mucho más.
Pepe Lorenzo
Grupo B
La danza de las mentiras
“La verdad, a pesar de la vivacidad de su mirada,
concentraba en su rostro todas las arrugas cosechadas
por los primeros descendientes de Adán.
No en vano lidiaba a diario con tanto embuste.
Ella solo era una y las mentiras muchas.”
(Raclós Àragíc, dramaturgo. Wien 1953)
Asistía a aquel baile invitada como acompañante por mi prima Alethea, que a veces se empeñaba en llevarme de carabina disuasoria, en actos sociales de obligada asistencia.
A pesar de mi ceguera de nacimiento, ella recurría a mí, por mi facilidad para captar y valorar las conversaciones de fondo, que comúnmente revolotean en todo evento que se precie de tal nombre, para luego explayarnos ella y yo en posteriores ocasiones cuando quedábamos para confrontar los hechos.
Alethea, había recibido el convite para el baile que, bienalmente, celebraba la RAMUME(Real Asociación Mundial de la Mentira). Por tratarse de ella, y de lo que representaba, su asistencia era obligatoria por mera regla protocolaria no escrita.
Y allí estaba yo, en medio del jolgorio típico de este tipo de reuniones con mis antenas desplegadas, para captar el mayor número posible de comentarios y conversaciones de los asistentes. Conocía la mayoría de los timbres de las voces que podía escuchar, así como sus nombres y cargos.
Llevaba ya rato oyendo minucias, cuando comenzó el baile. Las conversaciones entre parejas o corros, fluían en corrientes de informaciones más desinhibidas y acordes con la catadura de los promotores de la fiesta. Algunas despertaron mi curiosidad. Parecía como si estuvieran compitiendo para ver quién decía la mentira más grande o elaborada y que, de paso, menospreciara las actividades de sus oponentes.
Puse mi atención en la conversación de la mentira piadosa y la patriótica:
–Piedad: Estoy excitadísima, ya tengo a gran parte de la humanidad convencida de que todo sufrimiento tiene su razón de ser. Dentro de poco, los tendré rezando para agradecer por cada mala noticia.
–Patri: ¡Ando yo empeñado en que el mundo crea lo imposible! Por ejemplo, que empleamos sus impuestos de forma apartidista y transparente.
Mientras Piedad sonreía con condescendencia, se les unió Conspiranoia, que iba tocada con un sombrero de aluminio y un traje de tela de Faraday, donde llevaba prendidos diversos emblemas del estilo lo inverosímil es lo cierto, o cambiemos la mentiras del poder, por el poder de las mentiras. Nada más llegar les espetó:
–Veo que seguís tramando minucias, cuando en realidad podíamos contar verdades que nadie cree. La forma piramidal de construir, la enseñaron los marcianos a los hombres. Desde una base en el fondo del mar, entrenaron a tortugas gigantes, que fueron las que las construyeron.
Piedad y Patri le iban a contestar a Conspiranoia, cuando apareció Descarada y comentó:
–¿ Estás loca? ¿Marcianos? Es evidente que desconoces que la ONU está controlada por una nave sita en la cara oculta de la Luna. Eso es más creíble que tus tortugas marcianas.
En ese momento Alucina y Desmedido se unieron al grupo. Alucina habló:
–¿Estáis seguros de que alguno de vosotros realmente exista? ¿No pensáis que tal vez yo sea la única mentira real en esta fiesta?
–Bueno, aquí nadie te quita el mérito de vivir en tu propio engaño, dijo Desmesurado, pero ninguno es capaz, como yo, de convencer a la humanidad de que los malos siempre reciben su castigo. La gente no hace nada contra los malos, solo espera a que alguien les dé su merecido.
–No hace falta ser tan exagerado, intervino Piadosa, yo los he convencido de que existe el amor verdadero y cuando no lo encuentran se sienten culpables.
Hubo un murmullo de general admiración, que fue roto por la llegada al corro de Marchante que dijo:
–No quiero minusvalorar vuestros logros, pero soy el responsable de que la gente use desodorantes de olor a limones del caribe, del bótox y el retinol para detener la vejez o del gin-tonic con arándanos y semilla de cardamomo e incluso de la viagra sin deseo. Básicamente inventé la tontería y encima me pagan ¿Quien puede superar eso?
Intervino entonces Esperanza, que vestía un precioso traje color esmeralda y el reflejo de su nombre pintado en el semblante. Hasta ese momento había permanecido sopesando los argumentos de unas y otros y comunicó lo siguiente:
–La verdad es que tienen mucho mérito vuestras aportaciones a la confusión humana pero, yo soy la única que, fuertemente respaldada por mis primos Perjurio y Desinformado, ha logrado que los humanos crean que va a haber un cambio cada vez que hay elecciones. Soy la mentira que sostiene a los gobiernos del mundo entero.
De pronto todos comenzaron a hablar a la vez y entre el barullo solo pude oír algunos retazos de las afirmaciones de Conspiranoia:¡La tierra es plana!¡los vigilantes desviarán el asteroide! También de Patri: Llevo milenios consiguiendo que los humanos den la vida en conflictos de intereses espurios, haciéndoles creer que es por amor a su patria.
Sobre el general parloteo se oyó la voz de Alucina:
–¿Y si en realidad…todo esto no fuera más que otra mentira? O peor aún,¿Y si nosotras somos … una parte de la verdad?
Entonces, hubo un carcajeo general, pasado el cual, Omisión, por alusiones intervino y dijo:
–No soy cómplice de nadie ni de nada, solo me limito a callar.
En ese momento mi prima Alethea, se acercó al corro, y los saludó diciendo:
–Queridas amigas, ¿seguís creyendo que la humanidad va a ser tan estúpida, que nunca se de cuenta de la esclavitud a la que la arrastráis?
Entonces Raquítica, una liliputiense muy maquillada, que tenía más soberbia qué tamaño, y a la que por su absoluto mutismo yo no había percibido, arrastró sus deformes piernas, supongo que para ponerse ante Alethea y le dijo:
–¿En verdad te crees única?¿ No te das cuenta que no interesas a nadie? Eres implacable, rigurosa, inflexible y a veces cruel. Tan…directa y aburrida. A los humanos les gustan las cosas más…especiadas. Todos sabemos que solo duras unos minutos antes de que alguien te adorne, te suavice, o te convierta en meme. Dando la espalda a Alethea, arengó sus compañeras y les gritó:
–¡Dejemos a esta perdedora a solas y vayámonos a brindar con agua de la fuente de la eterna juventud! Todos los concurrentes prorrumpieron en vítores y aplausos ante la diatriba y posterior propuesta de Raquítica.
Alethea esbozó una amplia sonrisa y dirigiéndose al grupo sin amilanarse les dijo:
–No olvidéis nunca que, solo hace falta una pizca de mí para haceros desaparecer, o bien para triunfar, pues solo revestidas de verdad alcanzáis vuestro propósito. Me odiáis porque dependéis de mi existencia.
La advertencia resonó como un mazazo que provocó un clamor de silencio en la estancia, por lo que pude oír perfectamente los pasos de Alethea acercándose hacia donde yo me encontraba. Fue entonces cuando di por concluida la audiencia.
Ráclos Aragic Roisec Jr. Budapest 2024/11/11
Mentiras
Miénteme, engáñame con la verdad, la razón.
Así te pierdes por la boca, pero te salvas por el corazón.
Los Suaves
A veces lanzo al aire una mentira muy descarada. Hay que tener la mirada serena y la sonrisa socarrona, ese punto de confianza en uno mismo que permita dudar a la otra persona. Ahí radica la belleza de la mentira bien contada: el aplomo del gesto y el poso de una verdad plausible que ejerza de base.
Sin embargo, a mí no me gusta contar mentiras. Yo prefiero las medias verdades. Esas que te salvan de desnudarte con una verdad dolorosa. Por eso ahora noto la tensión en la comisura de los labios y el remolino en las entrañas, debatiéndome entre la mentira pura y dura y la verdad a medias, porque la verdad no está entre mis opciones.
—Estate tranquilo: estoy convencida de que nunca encontrarán el cuerpo sin ayuda.
Él parece liberarse de un peso invisible al escuchar mis palabras, completamente ignorante de que ya he contactado de forma anónima con la policía.
Grupo C
Mentira dulce
Mentira que aprovecha no es pecado.
Esta frase de mi madre me ha sido muy útil para diferenciar las mentiras más reprobables de aquellas que en base al fin que persiguen, no lo son tanto. No sé si ya conocía esta frase cuando ocurrió lo que relataré a continuación, pero quizá hubiera actuado de la misma forma.
Empezaré por decir que me encanta el queso, en cualquiera de sus variedades. Sin embargo, la tarta de queso me parece un invento extraño. El queso no es dulce. Lo meten en una masa dulce y le quitan su sabor. Además, esa masa puede tener textura de flan, lo que hace que para mí sea directamente incomestible. En contadísimas ocasiones, he podido disfrutar de una buena tarta de queso, con sabor a queso de verdad. En esos casos, los golosos protestan porque la tarta de queso sabe mucho a queso, valga la contradicción. Será que no les gusta. Puede pasarles lo que a mí con la cerveza, que como no me gusta, la tomo con limón. También está el caso de los que prefieren el chocolate blanco al negro. Pienso que no les gusta el chocolate, porque el blanco no tiene esa categoría.
Dejo a un lado las discusiones culinarias y me centro en lo que quiero contar.
Hace muchos años yo estaba estudiando en Madrid y volvía a casa los fines de semana. En una ocasión, mi madre me anunció con su tono habitual de darme una sorpresa que había comprado una cosa muy rica para mí: una tarta de queso. Era la primera vez que ella la veía. Entonces no eran nada habituales. No las ponían en los restaurantes y al menos yo, no había escuchado hablar de ellas.
La probé y no me gustó. No sé cómo no me lo notaron en la cara, porque me han dicho que soy bastante expresiva cuando algo no me gusta.
El caso es que mentí miserablemente para no defraudar a mi madre. Lo peor fue la consecuencia de aquella mentira: un montón de tartas de queso que me comí con la misma resignación otros tantos fines de semana.
Pasado un tiempo, mi madre dejó de llevar a casa aquellas tartas, quizá porque las dejaron de llevar a la carnicería donde las compraba.
Cuando yo me había olvidado de aquel episodio, en el cumpleaños de una de mis hermanas, volvió a aparecer la tarta de queso, esta vez casera. Reaccioné instintivamente y dije sin contemplaciones que no me gustaba. Mi madre se dio cuenta y a partir de entonces, tenemos una anécdota divertida para contar.
Yo aprendí la lección: no he vuelto a mentir sobre lo que no me gusta comer. Quien me conoce, ya sabe que soy muy rara para los postres y no intenta agradarme con ellos.
Teresa Sanz
Grupo B
Carne rebozada para cenar
En la cocina hace frío. Ayer de tarde hacía calor, pero hoy me he levanté aún medio enredado en las sábanos y no pensé en el frío que calaría las paredes de la casa al llegar las nueve y media de la noche.
Me senté en una silla de madera mucho más rígida de lo que parecía a golpe de vista y esperé. Diez minutos, veinte minutos, treinta minutos. Media hora. Mi estómago crujía al compás de las agujas del reloj. ¿Cuándo se iba a abrir la puerta? Tendría que haberse abierto hace ya… media hora. No podía esperar más.
Me levanté y caminé. La nevera podría haber sido Japón y la silla España. Abrí la puerta del electrodoméstico y me golpeó en la cara un frío más frío que el del resto de la casa. Un tupper con filetes rebozados. Esa fue la promesa de la cena. Busqué y rebusqué entre la leche fría, el caldo comprado, el embutido abierto, la fruta poniéndose mala y no encontré nada.
Di media vuelta y abrí la puerta del armario. Macarrones, macarrones, macarrones. Pota, agua, hervir, sal. Sartén, nata, queso rallado. Colador, plato hondo, tenedor mezclar. Abrir boca, macarrón, masticar. Baño, cepillo, pasta de dientes, agua. Pijama, ropa en la silla, cama deshecha. Manta, calor. Una de la mañana, foto en la mesita, una esquela doblada. La certeza de que no volverá.
Grupo C