Qué mejor manera de presentar al autor al que dedicamos la sesión del taller de escritura que con uno de sus textos. "Sólo los lectores de Borges tienen patente para pasear tigres en sus versos" dice en uno de sus aforismos nuestro demiurgo. Él, como buen lector de Borges, ejerce esa patente. Juan Antonio González Iglesias, gran amigo del poeta, se pregunta si "el tigre que es metáfora no lo será de la propia obra del autor", un escritor que se mueve despacio entre la fragilidad del tiempo.
Pérez Estrada es un autor difícil de calificar. Para unos un demiurgo por su capacidad para crear mundos, para otros un peón caminero por cuánto desbroza y allana. La mayoría lo nombra como el gran fabulador por su imaginación desmesurada. Ana María Moix dice que es el gran transgresor porque transitó todos los géneros pero también cuestionó su sentido y sus fronteras. Él necesitaba escribir sin atender a un envase, en absoluta libertad.
Te recomiendo tener a mano la dirección de la página web de la Fundación Rafael Pérez Estrada. En ella no sólo encontrarás más datos sobre este malagueño de culto sino información sobre las muchas actividades que organiza, entre ellas un certamen literario.
La brevedad en poesía me recuerda la inexplicable y surrealista sensación de andar con una estrella en un zapato. Es decir, conviene a lo poético (al menos en mi caso y en este momento) esa sensación agridulce, de paladar japonés, que atribuyo a llevar una estrella en un zapato.
Manifiesto en la actualidad un interés por la expresión en el marco compartido de una emoción muy sutil, distinta incluso de lo emocionante. Elijo la emoción eléctrica a la explicativa, pues esta última exige un complicado y difícil sistema de comprensión, que obliga a quien le queremos comunicar lo inexplicable a adoptar la postura de perpetuo pensador o de La mujer sentada de Copi. Sin embargo, la brevedad no es didáctica, lo didáctico conviene a la extensión y acaba por ser narrativo y no poético.
Hay modos de brevedad canónicos.
No me refiero a la sentencia ni al epigrama, ni siquiera al epitafio (no puedo soslayar esta frívola actitud: «Los muertos analfabetos aprenden a deletrear en los epitafios»), me estoy refiriendo al haiku y la greguería. El haiku tiene en su contra la dependencia de una forma muy frágil y a la vez muy exigente. No sólo debe sujetarse quien lo intenta a la receta de 5-7-5 sílabas, sino que habrá de proveerse de ciertas imágenes representativas del tiempo y el lugar donde se desea situar la belleza brevísima del poemilla; y tiene a su favor la capacidad de provocar inmediatas emociones, tal vez por ello muchas de mis brevedades se sostienen en el biombo de seda añeja de un haiku libre.
La greguería, más próxima a lo narrativo, depende (a posteriori, por descubrimiento crítico) de una fórmula que es como una ecuación muy tensa. A la greguería le ha sobrado prisa e ingenio, y le ha faltado la visitación del ángel de la poesía. Mas nada tengo contra lo inmediato si al hallazgo se añade esa perfección aproximativa que sólo el esfuerzo logra.
Cioran ha proclamado con urgencia la necesidad de introducir el suspiro en la economía del intelecto.
Hay unidades gramaticales y unidades de voz, que, al menos en mi caso, implican la emoción poética, o la provocan. Recuerdo haber oído en una emisión de Radio Nacional, el resultado de un jurado de hombres de letras, reunidos para decidir cuál fuera la palabra miss de nuestro idioma. La ganadora fue «alba», Sin embargo, cada uno de nosotros tiene su predilecta: ángel, espejo, arco, espada, luz, iris... son las mías. Ante ellas, la imaginación responde urgente. Mas lo terrible de estas palabras es su significado.
Y como muestra de dicha brevedad un pequeño ramo de palabras frescas:
La greguería es la idea hecha trapecio.
La luna es la imperfección de la oscuridad
La nube es el alma del algodón
La mano humedecida con la lluvia tiene tacto de arco iris
El espejo es una instantánea del río
Con el ángel caído empieza la gravedad
La radiografía del ángel es transparente
El recuerdo de Narciso es húmedo
Al unirse, los amantes hacen calco de su cuerpo.
La muerte, pececillo de plata del olvido.
Cuando el agua quiere volar se hace cascada.
¡Qué redundancia, llueve sobre el mar!
La O es un beso sin sentido
Cantaba pompas de jabón
Propuesta de escritura
1. En el taller hicimos una tarea rápida que tomamos prestada de una entrevista que Jesús Aguado le hizo al poeta y que fue publicada en el libro "El levitador y su vértigo" publicado por la editorial Calambur. Reproducimos aquí la última pregunta de dicha entrevista:
J. Por último, Rafael, me gustaría proponerte un ejercicio de imaginación que me ha inspirado la lectura de un libro de antropología. Una tribu amazónica estudiada por Marcel Sorel celebra todos los años la fiesta de «la imagen del pájaro boó». Ese día se congregan los miembros de la misma y por turnos enumeran a voz en grito las características de este ser de hecho inexistente. Cada uno se las inventa, pero levan tantos años entusiasmados con este ritual que ya nadie recuerda que se están refiriendo a un animal imaginario: todos creen saber cómo es, es decir, todos tienen experiencia del mismo (lo han visto, lo han presentido, incluso lo han cazado): nadie es consciente de que las cualidades que atribuye al pájaro boó le definen más a él que al pájaro. Gracias a este ejercicio de imaginación comunitaria, en las que todos desnudan su alma ante todos (conjurando, como en las modernas terapias de grupo, inclinaciones agresivas o meramente negativas), el grado de armonía de la tribu, afirma Sorel, es mucho mayor que el de sus vecinas, y la cohesión del grupo ante las amena-zas contra su integridad (guerras, enfermedades, misioneros, aculturación...) es casi indestructible. ¿Podrías describirme tú al pájaro boó?
R. Es un pájaro nacido del espejo y de la luz y su característica principal es que al volar no deja sombra sobre ningún territorio.
Y tal y cómo hizo Jesús Aguado con él propusimos en la sesión describir brevemente dicho pájaro.
2. Para casa el encargo fue otro: Rafael Pérez Estrada fue un gran inventor de oficios imposibles: “resucitador de rosas”, “pesador de lluvias”, “cazador de lunas”. Escribe tú también la historia de un oficio imposible. Te dejamos aquí una muestra:
Domador de sombras
También la luz en África está hecha de barro. Como un grito sólido y espeso cae sobre la plaza. En ella, el domador de sombras, un pícaro muy eficiente, muestra su arte por escasas monedas. Quién no adquiere una sombra por un precio asequible. Es fácil. El domador las dobla, cruza y empaqueta. Después, de regreso a Londres, si liberas una de estas sombras, las noches de invierno tendrán un aire exótico y las verás bailar en las paredes del salón, invitándote a volver a África.
Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:
El soplador de nubes
Sólo en las más altas montañas de la geografía terrestre moran los últimos sopladores de nubes. Desde tiempos ancestrales dominaban este arte milenario transmitiendo su sabiduría a las generaciones venideras. Antaño eran cuatro grandes familias: los exhaladores de las tierras del norte, expertos en la formación de grandes cúmulos de nubes; los bufadores de las cordilleras del este, quienes poseían el récord de potencia de soplido, responsables de la formación de cirros. Por otro lado estaban los resopla-estratos de las cumbres del sur, famosos por su mal genio; y por último los venteadores del oeste, autores de las mayores precipitaciones producidas.
Los sopladores de nubes competían entre sí en la escultura de atardeceres, en la talla de figuras mitológicas mullidas, o bien en la manipulación de los rayos del sol formando las más bellas escenas en los amaneceres.
Esta distribución estuvo establecida durante siglos, pero la globalización ha propiciado que los diferentes linajes establezcan lazos entres sí, dando lugar a nuevas formaciones híbridas como cirroestratos, cirrocúmulos, estratocúmulos, nimboestratos, que dibujan cielos nunca antes vistos.
Cuando los ánimos están tranquilos disfrutamos de anticiclones de preciosos cielos despejados, sin embargo, la armonía existente en tiempos pasados ha desaparecido dando lugar a términos desconocidos en muchos parajes, tales como, ciclogénesis explosiva o reventón húmedo provocando profundas preocupaciones en el mundo de la nefología.
Pero los peores fenómenos se producen cuando todas las familias se enfrentan entre sí provocando tornados e incluso huracanes si nadie media en sus conflictos.
Es por eso que propongo la creación del oficio de “terapeuta de soplador de nubes” con el fin de mediar en los enfrentamientos existentes en las distintas familias y de esta manera, podamos disfrutar de más cielos equilibrados.
El reciclador de números
No recuerdo exactamente cuál fue el primero, sin embargo todavía siento la sensación que tuve al entrar por primera vez en una administración de lotería de la mano de mi padre.
Había multitud de números abandonados en los rincones de la estancia. Sietes, ochos, cincos, ceros; había doces, quinces, y también me llamó la atención un setecientos setenta y siete.
Aquel fue el primer día que decidí recogerlos y buscarles una utilidad.
Desde entonces los regalo para buenas causas, cuando alguien necesita abrazos y solo recibe uno, le doy un ocho. Igual ocurre con los besos, las muestras de cariño, las notas de agradecimiento, la autoestima.
Tengo muchos treces, muchos onces y me faltan muchos sietes, cincos me quedan muy pocos y quince no tengo ninguno.
Cuando veo tristes a los estudiantes porque no van a llegar a la nota, les regalo un uno o un dos, porque más no sería justo.
Ahora estoy especializándome. Hago un máster donde nos enseñan a reciclar símbolos matemáticos. Son menos abundantes y más difíciles de conseguir, porque tienen mucho más poder. Así podré multiplicar las sonrisas, sumar abrazos.
Cuando aprenda a restar aprovecharé para disminuir enfados, gritos y peleas. Si veo a alguien con un ocho de enfado le restaré con un cinco; quedará un poco molesto, pero será llevadero.
La parte más difícil es la división, aunque me parece la más importante, porque quiero dividir las injusticias, la ira, la envidia, la avaricia hasta dejarlas en uno o dos como máximo.
Mi sueño sería encontrar el número Pi, pero es tan valioso, que no lo he visto nunca. Es el unicornio de los números.
Por cierto, ¿tienes algún número por ahí que te sobre? Prometo cuidarlo bien.
Grupo B
El autónomo rico
Irrisorias cuotas de la seguridad social, escaso IRPF, impuestos indirectos bajos, salarios muy inferiores al SMI…
Todo esto lo soporta (como el IVA que luego repercute) el autónomo, ese que no es un empresario empobrecido del IBEX 35. ¡Así, rico, facturando millonadas como peluquero, quiosquero, y demás privilegiados, vivo yo también! Los demás todos currando para mantener a unos autónomos tan, tan ricos que han comprado tres superpoderes.
Sus tres superpoderes, envidiados por todos los empleados: Los autónomos no necesitan vacaciones, no enferman nunca, y se jubilan mayores porque son avariciosos y quieren exprimir más y más a un sistema al que no aportan más que miseria.
En sus antípodas: asesor de ministro, pobre (pero honrado).
Javi Martín
Grupo A
Forense de conciencias
El mío es un oficio en extinción. Primero porque los cuerpos no quieren saber nada del fallecimiento de sus espíritus, menos problemas tengo, dicen, yo no te he llamado, dicen, así que por tu cuenta y riesgo; en segundo lugar, porque es muy difícil, si no imposible, detectar cuando el espíritu -el alma, la conciencia, llámenlo como quieran- ha pasado a mejor vida. Las señales son confusas: pasar horas viendo la tele sin pestañear, rellenar en bucle la última copa, oír voces en sueño locutando partidos de fútbol sin solución de continuidad; en fin, tener el corazón partido, pero aparentemente vivo, con electrocardiogramas normales, si acaso cripto latidos indetectables, etc., etc.
Como decía, es un oficio en extinción, ya vamos quedando pocos, los jóvenes no quieren saber nada, cosas de viejos, dicen, el espíritu, el alma, la conciencia, cosas pasadas de moda, antiguas, sin sentido para el presente y mucho menos para el futuro. No cotiza en bolsa, cero rentabilidad, nada que llevarse a la boca, dicen.
Yo también me siento extraño; más que superfluo, inútil, acabado. Me elevo, sobrevuelo el planeta, veo el espíritu de Gaia, que creíamos omnipotente, igualmente debatiéndose entre la vida y la muerte …
Quizá sea verdad lo que afirma la nueva especie post humana, y nuestra conciencia ya ha desaparecido en la Nueva Era de una Inteligencia Superior.
Nunca lo sabré, ¿quién puede hacer la autopsia de su propio espíritu, alma, conciencia, llámenlo como quieran?
Ignacio Aparicio
Grupo A
El robador de dioses
Tenía el alma sucia y un entrecejo siempre encrespado, allá donde iba su olor aturdía a los niños, llegó el día en que, entró, rápido miró a ambos lados y eligió...
Uno a uno fueron cayendo...ya solo quedaba el humo.
Teresa Fernández Pacheco
Grupo B
Farera de sueños
La única condición para esta encomiable tarea era que, desde la puesta de sol hasta el amanecer, no se podía dormir. Tenía que emitir dos destellos cada treinta segundos, sin tregua; algo singularmente agotador cada solsticio de invierno. Estas fulgurantes ráfagas traspasaban las espesas pesadillas y llenaban de miel los sueños del resto de los mortales. Los resplandores en la oscuridad llenaban las fuentes de oníricas siluetas, donde bebían los poetas; y colmaban de anhelos las sábanas, para los amantes de la noche. Con las primeras luces del alba, la solitaria vigía dejaba de atender el faro, pues se caía de sueño.
Jesús García Espinosa
Grupo A
Mecánico de prisas absurdas y agobios innecesarios
Lágrimas de desesperación por no llegar a tiempo a la cita con el estilista, cabreo de órdago por perder miserablemente el tiempo esperando en la cola de correos para recoger una multa, gritos de angustia al romperse la rodilla por intensificar el entrenamiento en el gimnasio creyéndose un joven de cincuenta años.
Esas son, entre otras, las prisas absurdas y agobios innecesarios que recolecto diariamente para llevarlos a mi taller mecánico. Allí las transformo en el más potente y eficaz combustible que ha existido nunca. Gasolina que alimentará el estómago agradecido de motores y turbinas; flotará por los intestinos de tornillos, cadenas y bujías de los vehículos más veloces que hayan existido nunca.
Bólidos que desafían las leyes de la física para superar incluso la velocidad de la luz y embarcarse en carreras de duración infinita, sin meta ni final. Es una competición que no está escrita en el tiempo ni tiene lugar en un espacio concreto. Lo único que se sabe con certeza es que todos los vehículos acabarán estrellados. Con muchísimo dolor veo cómo se convierten en chatarra en cuestión de milisegundos. Entre lágrimas flotan los recuerdos de los meses e incluso años que dediqué a prepararlos y convertirlos en las máquinas que fueron, criaturas que cuidé y mimé cuando estaban en mi taller.
Qué le vamos a hacer. Es parte de mi oficio, que no solo alimenta mi estómago sino también mi alma, afortunadamente, puesto que siempre fue vocacional ser mecánico de prisas absurdas y agobios innecesarios.
Maite BT
Atrapador de silencios
Se trata de un joven paciente, concienzudo, honrado y orgulloso de su oficio. Noctámbulo, porque en plena noche es cuando puede desempeñar con mayor éxito su trabajo.
Al atardecer, ya prepara, con mimo, su equipo: El cazamariposas y distintas botellas de cristal transparente. No necesita nada más.
Espera tranquilo a que caiga la noche y el silencio absoluto haga acto de presencia. Entonces levanta con determinación su cazamariposas y en un instante se apodera del silencio. Enseguida lo introduce en la botella de cristal más adecuada a su tamaño, coloca su tapón de rosca y lo etiqueta como es debido.
Así actúa una y otra vez, una y otra vez, hasta que comienza a clarear. Es en ese momento cuando da por terminada su tarea, hasta el día siguiente.
Cada domingo, la gente se agolpa ante su puesto en el Rastro. El género desaparece antes de media mañana.
Todos desean llevar a sus vidas, aunque sea un poquito de ese silencio.
M.L Fidalgo
Grupo C
Truncador de planes
Saqué el título hace muchos años en la Universidad de Salamanca, no sin esfuerzo puesto que había muchas materias que requerían prácticas aquí y allí a fin de conseguir detectar a tiempo para analizar, priorizar y desempeñar el trabajo necesario, utilizando toda la delicadeza de la que era capaz.
Había que actuar rápidamente porque caso a caso había urgencias en muchos casos y debía evitar las consecuencias.
Las consecuencias eran lacrimógenas, depresivas y algunas más graves
Al terminar los estudios rápidamente tuve una de las intervenciones más dolorosas por las consecuencias inmediatas donde había demasiadas personas implicadas.
Me sentí ridícula, un poco perversa, y como primer caso en el que tuve que intervenir, me dejó una huella lacrada y supe que ese tipo de decisiones no volvería a truncar y sondeé en otros territorios más jocosos.
Carmen Lazcano Urbieta
Grupo A
El restaurador de sueños interrumpidos.
-Buenos días.
-Buenos días.
- ¿Es usted el restaurador de sueños?
-El mismo que viste y calza.
-Verá usted, yo soy viuda y estuve muy unida a mi madre, que falleció hace 10 años. Hace 8 días soñé con ella, era una mujer joven y bella, pero sí, sí, ¡era ella!; con actitud algo altiva, segura de sí misma, y con esa mirada que todo lo escruta; pasé caminando cerca y ni siquiera me miró. Entonces decidí volver para reencontrarme con ella, para poder abrazarnos, para poder hablar de cuánto la quería. Y cuando caminaba radiante a su encuentro, me desperté. ¡Horror!, me desperté por un dolor en la pierna.
Intenté volver a dormirme y retomar el sueño, pero nada, nada de nada. Ni siquiera me pude dormir debido al desasosiego que me produjo el no haber concluido con aquel tan ansiado reencuentro.
-Entonces, aquí estoy dispuesta a hacer lo que sea para volver a restaurar aquel sueño.
-Perfecto, está usted en el lugar y con la persona adecuada.
-Acompáñeme a esta sala que tengo acondicionada al respecto.
Entramos en una habitación con luz tenue, en la que se escuchaba una música suave y agradable que te inducía a cierta serenidad.
-Siéntese en ese sillón, le dije a la señora. Una vez sentada y en posición cómoda, me acerqué por detrás, sujeté su cabeza con mis dos manos; con los pulgares en la región occipital y los dedos índice, medio y anular en ambos parietales, quedando los dos meñiques flotando.
Ambos cerramos nuestros ojos y esperamos que se produjera la conexión.
Esta se produce; ella se duerme y yo me meto en su sueño. Entonces lo reconduzco hasta el momento en que ella ve a su madre y permanezco en silencio. Me separo y observo como su cabeza se inclina hacia adelante, con lo que retiro mis manos y la dejo dormir.
Al cabo de 30 minutos se despierta radiante y me cuenta que ha recuperado el sueño y que pudo abrazar a su madre una vez más; pareciéndole incluso más real que en el antiguo sueño interrumpido.
Se marchó dando otra vez las gracias y dejando una buena propina.
Al cabo de unos minutos suena el timbre de la puerta y aparece un caballero preguntando por el restaurador de sueños Interrumpidos.
José Luis Fonseca
Grupo A
¿Un oficio baladí?
Nadie como él conoce el siroco, la tramontana, el levante, el ábrego, el solano y el nordés. Él es quien anota el color del céfiro cuando silba entre las agujas del pino, y su textura, su estrépito… su aroma. Escribe en su cuaderno de papel cebolla la fuerza de la galerna, la intensidad de su llanto, la tristeza de su grito…
Él, el último censador de vientos, guarda memoria de bailadores remolinos y de aromáticas brisas, de sosegadas mareas y airados cierzos.
Y sabe, con absoluta seguridad, que el día en que muera, el oficio lo hará con él y, entonces, el aire se detendrá y jamás, jamás volverá a recuperar el movimiento.
Pepe Lorenzo
Grupo B
Vigilante de sueños
Se movía por los territorios oníricos con gran soltura y era capaz de desplazarse por los sueños ajenos sin ninguna dificultad. Descubrió que poseía esta destreza cuando nació su primer hijo, el bebé lloraba mucho y las noches eran un tormento para sus padres. Realizadas varias consultas a distintos pediatras no obtuvieron respuestas concretas y mucho menos soluciones eficaces, hasta que se dio cuenta que el niño sufría pesadillas. En una de las incontables noches insomnes, sin saber cómo, logró acceder a los sueños del crio, colarse en la pesadilla y suprimir los aspectos que le atormentaban, así como introducir variantes que le tranquilizaban. Luego ensayó esta habilidad con otros miembros de su familia, y comprobó que le resultaba muy sencillo. Decidió dedicarse profesionalmente a esta tarea y, a día de hoy, es un prestigioso profesional. Nunca cedió a las tentadoras ofertas recibidas para utilizar su don en el sentido malicioso, es decir, colarse en los sueños de otras personas para producirles pesadillas y de esta manera desestabilizarles.
Sembrador de concordia
Permanecía siempre atento a los detalles que denotaban bondad, generosidad o altruismo en alguna de las personas que le rodeaban, cuando los detectaba, recogía una muestra y la llevaba a un huerto donde las sembraba y procuraba todos los cuidados necesarios para su cultivo y posterior recolección. En los últimos tiempos las cosechas no habían sido buenas debido a la escasez y mala calidad de las semillas. Se devanó los sesos tratando de encontrar un remedio para este problema y, finalmente, decidió abonar el huerto con un concentrado de empatía que resultó sumamente eficaz, también esparció por el huerto un herbicida para impedir el brote de algunas malas hierbas como los egoísmos y las intolerancias, que robaban luz y nutrientes a los sentimientos sembrados. Gracias a estos cambios las cosechas mejoraron ostensiblemente.
Jesús Pablo Pérez Matilla
Grupo B
Guía de sueños
Ayer me echaron del trabajo. En parte, me sentí aliviado: el síndrome del impostor llevaba años detrás de mí, como una sombra que no se despegaba ni un solo segundo.
Llegaba a mi oficina, me sentaba en mi mesa de despacho y empezaban a pasar clientes y clientes. Tenía una breve charla de 20 minutos con cada uno, me pagaban y se marchaban.
– Quiero montar una librería –me dijo Susana Pérez el jueves.
– Quieres, pero ¿es tu sueño? –le respondí.
Así comenzó una de las conversaciones que más me ha marcado sobre los sueños de mis clientes. No, no era su sueño. Era el de su tío, que murió dos días antes de que ella se graduara de económicas en la Universidad.
Y de manera muy sencilla, en una breve conversación, conseguí disuadir a Susana Pérez de montar una librería.
Ella salió de mi despacho, se fue a su casa, salió al balcón y saltó al vacío.
Antes, había dejado todo listo para que su hermano no tuviera que rebuscar entre sus cajones para encontrar sus papeles. La policía encontró un folio bien doblado encima de la mesa. En él Susana había dejado indicado dónde tenía sus ahorros –especificaba que había ahorrado durante diez años para montar una pequeña librería en la ciudad–; la clave de su móvil y de su correo electrónico; los papeles del seguro de decesos para que se hicieran cargo de todo; una nota escrita a mano y con letra muy cuidada: “Un ataúd cualquiera, me da igual. Quiero que me incineren así que de poco vale la caja que se va a quemar conmigo”; los números de teléfono de las personas a las que había que avisar… El último teléfono de la lista había sido escrito rápido, con las manos temblorosas y a lápiz. Al lado de los nueve dígitos aparecía escrito: “La guía de sueños”.
* * *
Hoy he ido a recoger mis cosas a la oficina y he tenido una agradable charla con mi jefe, que me ha abierto los ojos y me ha aclarado el motivo por el que sentía que estaba fallando en mi trabajo.
– Las motivaciones no son menos importantes que los sueños. Los sueños son los que nos impulsan a crecer y a ser lo que queremos ser, pero las motivaciones son lo que nos hace levantarnos cada día la cama y continuar. Las motivaciones son a corto plazo; los sueños, a largo.
MAGF
Grupo A
Creadores de bulos
Deporte con participación masiva entre los políticos, aunque yo he detectado casos aislados dentro de la familia y los amigos. El único antídoto hasta ahora eficaz es el silencio.
Luis Iglesias
La alfombra mágica
Entre la bruma que despiden las nubes sobre las montañas, cinceladas de sombras, atravesando frondosos bosques de laurisilva , donde apenas traspasa el sol el pensamiento, envuelto en algodón blanco, regado con lágrimas que caen no se sabe de dónde, acaso de alguna puerta que sin querer quedó abierta, o de algún alma que se quedó en el camino cuando viajaba en la alfombra mágica que se dirigía hacia el cielo.
P.G.
Grupo C
Clasificadora de sonrisas
Clasifico sonrisas por su brillo
alguna vez también por su color
me fijo en su destello, en su calor,
alguna me la guardo en el bolsillo.
Seleccionarlas es algo sencillo:
Aquella que se cuele en mi interior
y no provoque ni un leve temblor
se queda descartada en el pasillo.
La que pasa la criba la almaceno
en un estante enorme de metal
que tiene espacio libre para rato.
Alguna vez las limpio y las ordeno
pues ellas son lenguaje universal
y desde luego, el traje más barato.
Aurora Zarco
Grupo B
Comprador de sueños
Soy comprador de sueños
en color y en blanco y negro.
Con ellos ocupo los anaqueles
oxidados por el tiempo.
Los guardo y ordeno con esmero,
los de los niños sin zapatos, primero
y a continuación:
los de las mujeres sin voz.
Los de la gente corriente.
los del soldado sin convicción,
los del poeta desconocido
y los del anciano vencido.
Con estos tengo suficientes…
Para vender los tuyos
depositar en los brazos de Morfeo.
Pagará con monedas
de olvido y miedo.
Marian Pérez Benito
Grupo A
Desanudador de vendas
El protocolo de la luz
Recostado en un sillón estéril, se oye el crujir del papel camilla bajo su cuerpo y que hace el sillón más que estéril, inútil en su incomodidad. Allí, tendido bajo una luz pálida que apenas vislumbra por su dolencia, se encuentra un hombre que respira entrecortado mientras aprieta los bordes del sillón entre los puños. Cierra los ojos. A su lado a la derecha, unos dedos sumamente delgados palpan su barbilla –proceda- se escucha de manera sepulcral. La asistente pellizca el contramuslo del paciente y en mitad del grito esos dedos incisivos se introducen con agilidad por la boca sin temor a que los dientes de manera voluntaria cierren banda al enemigo. Se deslizan suave por la garganta, rasgan hasta la nuca. Un poco más arriba, rozando el cerebelo con el índice es cuando se detiene y con un giro solemne, deposita en el lóbulo occipital, su dedo corazón. El nudo se desata. Cae la venda suave como el filo de un cuchillo rozando la sien, el hombro agarrotado. Ondea hasta llegar al suelo. Se retiran los dedos de la boca que se cierra lentamente. La barbilla tiembla. Pasos que se alejan –dejémosle su tiempo, sigamos el protocolo de la luz- susurró la asistente. Una puerta que se cierra.
Recostado en un sillón estéril, tendido bajo una luz cegadora, se encuentra un hombre que llora como un niño al poder ver al fin la cruda realidad.
La venda, en el suelo, aun se mueve.
Grupo C
Jefe de Protocolo en el Reino de los Cielos
Cuando falleció, después de una vida ejemplar, en la que desempeñó durante más de cuarenta años el cargo de jefe de protocolo en diversos organismos, subió directamente al Cielo y fue a presentarse delante de San Pedro.
—Debido a la jubilación de nuestro anterior jefe de protocolo, tras cinco mil ochocientos años de servicio, hemos decidido nombrarte sucesor en el cargo —dijo, sin más preámbulos, el guardián de las llaves.
—Eternamente a su servicio —respondió, movido por su buena disposición para ser útil a los demás.
Después de una celestial toma de posesión del cargo, comenzó rápidamente a desempeñar las funciones inherentes al mismo. La etapa inicial fue muy placentera, ya que la colocación de los serafines, querubines y tronos en la primera jerarquía estaba perfectamente organizada desde el principio de los tiempos. De la misma manera, las dominaciones, virtudes y potestades en la segunda jerarquía y los principados, arcángeles y ángeles en la tercera jerarquía, tenían sus puestos, cada vez más alejados de Dios, asignados e inamovibles. Tampoco tuvo problema con la colocación, en los actos solemnes y cualquier otro evento celestial, de Jesucristo, la Virgen y los apóstoles, que tenían puestos fijos y preferentes, bien señalizados por cartelas de oro con sus nombres.
Los problemas comenzaron a surgir con la situación que deberían ocupar los santos y las almas buenas que habían llegado ya al Reino de los Cielos y la que deberían ocupar los que se iban incorporando cada día en buen número. Era muy difícil valorar los méritos celestiales para asignar a cada uno su puesto correcto. Cada llegada de nuevos admitidos producía un desplazamiento a zonas más alejadas de Dios de muchos buenos miembros celestiales con una larga trayectoria en el Reino de los Cielos, pero que se veían adelantados por la llegada de los nuevos ingresos cargados de santidad. Casos muy comentados fueron el de la madre Teresa de Calcuta, que produjo el corrimiento a peores posiciones de cuatro mil millones de santos y almas buenas de probada benignidad, y el del papa Juan Pablo II, que solo desplazó a unos cuantos centenares, que se sintieron muy molestos, si es que en el Reino de los Cielos existe ese sentimiento.
El jefe de protocolo se encontraba desbordado, perdía luminosidad y su color blanco se iba apagando por momentos. Dada la situación, el empeoramiento de esa alma buena y el incipiente “descontento” entre los pobladores del Reino, con la clarividencia propia de su categoría, San Pedro decidió relevar al jefe de protocolo con todos los honores y un ascenso en el escalafón e implantar un programa informático de probada eficacia en temas de protocolo, que resolvió el problema durante media Eternidad.
Manuel Medarde
Grupo A
Oficios que parece que no existen
Creo que hay oficios que parece que no existen, pero no es cierto. Menciono algunos: recolector de recuerdos, instructor de vagos, sazonador de insulsos, mezclador de ideas, apisonador de angustias, comparador de metáforas, distribuidor de sonrisas, visitador ético, pescador de agua…pero el que más detesto es el de cortador de alas. Los cortadores de alas abundan y se dedican a procurar que no volemos . Son enemigos de las ilusiones y de los sueños. En cuanto ven que alguien va a emprender el vuelo, ¡zas!, se acercan ( normalmente por detrás) y le cortan las alas con un par de tajos. Por eso yo creo que hay que volar alto, para que no te alcancen…
Pilar Sánchez Barbero
Grupo C
El untador de sueños
Du tarea comienza cuando se pone el Sol.
Cargado con un ligero maletín, recorre las calles, y camuflado entre las sombras , penetra en la viviendas , en los dormitorios evitando a los insomnes.
Antes de comenzar y de forma sigilosa, comprueba la temperatura y la respiración para asegurarse de que de verdad, están dormidos, momento en que de u maletín, saca la loción de los sueños, y con mucho cuidado va untando la mente, procurando no dejar ningún surco al descuido, para evitar las pesadillas....
E.R.A
Grupo B
Aromatizador de besos
Oficio noble y sutil, nacido entre el aliento vital y la memoria de la piel. No usa bálsamos dermatológicos ni sofisticados perfumes. Su arte es dar color, intensidad, textura, urgencia, pasión, encanto, magia, cosquilleo, consuelo, a los besos para transformarlos en auténticos destellos de lo absoluto.
Para lograrlo, debe hacer arqueología de la memoria, bucear en las grandezas y miserias de sus involuntarios clientes, analizar cuidadosamente sus deseos, sueños y expectativas. Su oficio es añadir inevitabilidad a todo lo que se sella con un beso: el beso amante debe contener la mezcla justa de chocolate negro, canela y frutos rojos, para intensificar el deseo; el beso afable en la mejilla ha de oler a lavanda y limoncillo; un beso tierno en la frete, a sábanas limpias y cuadernos escolares; el beso en la mano, a mediodía y zumo de pomelo; un cálido y sensual beso en el cuello requiere el Claro de Luna de Debussy junto con el aroma almizclado de los jazmines frescos; el beso de despedida, tan melancólico y viajero, debe oler a vapor ferroviario, pecho de madre y tarta de frambuesa.
Y así, en el venerable oficio de perfumar los besos, cuando paseamos nuestra soledad en tardes nubladas, algunos percibimos que el mundo huele mejor.
Grupo B
El recolector de suspiros
Al despuntar el alba, Ricardo se despierta y empieza para él un nuevo día de trabajo.
Coge su mochila cargada con un libro, unos tarros de cristal y sale de casa. Se encamina a su cafetería de confianza y pide un café para llevar.
Su primera parada es un parque cercano, se sienta en un banco y comienza a leer hasta que alguien se posa a su lado.
En ese momento, coloca un tarro de cristal abierto sobre el banco y espera pacientemente a que esa persona suspire. Entonces lo atrapa y cierra el tarro que se torna en un color, cada vez distinto, dependiendo del sentimiento que entraña el suspiro recolectado. Así: la ilusión se tiñe de rojo, la inquietud de amarillo, la alegría de naranja, el anhelo de verde, la serenidad de azul, la tristeza de índigo y el desencanto de violeta.
Esta misma operación la repite en distintos escenarios, a saber: a la orilla del mar, en una cafetería, a la puerta de un cine, un teatro e incluso esperando el autobús, en un paso de peatones... Siempre alerta, siempre esperando a ver el alma de la gente transformarse en un suspiro.
Luego, en los días de lluvia se lanza a la calle y espera a que el astro sol nos honre con su presencia. Entonces, abre los tarros de cristal y libera los suspiros recolectados que, al mezclarse en el cielo, forman un bonito arcoíris provocando que la gente al verlo continúe suspirando.
Verónica. S.S.
Grupo C
Imaginador de naturaleza
Sé que mi oficio es caduco y acabará siendo enterrado por capas de cemento y alquitrán.
Eran pocos los que recordaban una época anterior, cuando el ser humano respiraba aire puro y vivía en sintonía con animales y plantas. Cada año había algún grupo que contrataba mis servicios —viejos nostálgicos de las historias que les contaban sus abuelos— para redescubrir la ciudad que habitaban.
—Esas grúas torre que rasgan las nubes ahora son jirafas en busca de acacias —dije antes de continuar con el recorrido alrededor de la megalópolis urbana.
A la pregunta de qué eran esas altas construcciones de cristal y cemento, les respondí que los más altos eran secuoyas, pero también había ceibas, cedros, pinos e incluso grandes dragos.
Justo al cruzar una de las calles —un frondoso camino atestado de arbustos y lianas— nos encontramos con un terrible tráfico. Para nuestra tranquilidad, solo se trataba de ancestrales bisontes en proceso de migración —y alguna que otra gacela sin cuernos de seguridad—.
Observaron que los semáforos eran alargados crotones y que los conos de tráfico, equináceas. Miraron al cielo, sorprendidos por los cables de alta tensión, que resultaron ser serpientes que se mordían la cola y eran demasiado vagas como para moverse.
Por último, pasada la luz del atardecer, las farolas se convirtieron en grupos de luciérnagas que alumbraban el bosque el cual dejaría de existir en cuanto yo no lo imaginara.
Mencey Guerra
Grupo A
Cargos imposibles
Solo en la soledad de mi habitación, cansado de ver en la televisión estampas de muerte y destrucción, hambruna y miseria, aquí y allá, mis párpados, cansados, querían cerrar las ventanas de sus ojos. Apagué la televisión con el mando a distancia y me acosté. Y pronto soñé con hacer un mundo mejor. Y me puse al mando de la ONU y de la OTAN, y sustituí como presidente de los EEUU al soberbio Donald Trump. Y hasta conseguí el apoyo del cielo a mis encomiables deseos. Los hombres, llenos de odio y, acaparadores de poder y riquezas, soñaban con venganzas, donde la guadaña de la muerte segaba vidas en Ucrania, en Palestina y en tantos otros lugares de este nuestro planeta llamado Tierra. Ocupé, con responsabilidad y acierto, unos cargos imposibles que solo mis sueños podían darme. Destruí todas las armas, repartí las riquezas, corregí las injusticias, ofrecí ayuda… Y hasta mi Dios quedó tan satisfecho de mi labor, que deseó mi continuidad en los cargos.
No, no quiero despertar. No debo romper mis sueños. Como decía Calderón de la Barca: “…que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Si es que es tan bonito soñar…
Valentín M.
Grupo C
¿Una labor de construcción etérea?
Es un artesano invisible que modela paisajes sentimentales en el vasto universo de la mente humana.
"El arquitecto de las emociones", como un jardinero de sentimientos, cultiva la alegría, poda la tristeza y siembra la esperanza en cada rincón del corazón.
Fernando Nieto
Grupo A
El Sesador de Nubes
Guarecidos en las faldas de las más altas montañas del macizo montañoso y dedicados a observar la venida de cirros, estratos, cúmulos o nimbos, viven algunos seres humanos que, gracias a su arrojo, consiguen determinar, aun a riesgo de sus vidas, el sexo de las nubes.
Son conocedores del deseo de todas ellas por perpetuarse y permanecen muy atentos al desarrollo de la orgía, en la que se entremezclan este tipo de formaciones, en sus hábitats naturales de apareamiento.
Cuando los rayos empiezan a caer sobre las faldas de las montañas, los sesadores, en el corto espacio de tiempo que tardan en llegar los atronadores gritos orgásmicos de la celestial coyunda, verifican (con un porcentaje ínfimo de error) que la nube que se encuentra debajo es de sexo femenino y que su carga negativa será atraída por el efecto imán de la carga positiva de la corteza terrestre.
A partir de ahí, el sesador enrutará las nubes femeninas para la primordial tarea de la producción de lluvia y dejará a las nubes zángano masculinas libres para vagar sin nada que hacer, hasta que surja la ocasión de reintentar una nueva procreación.
El sesador, en su terrenal ignorancia, siente envidia de la ociosidad del trueno y discrepa de la diferencia de roles que el cielo atribuye a las nubes en función de su carga eléctrica y su sexo.
Compara lo que él cree libertad celestial masculina, con la dureza de la vida del macho en la montaña, sobre todo cuando hay una familia de centauros que alimentar.
Tan solo el eco comprende la verdadera naturaleza del celeste grito y, por eso, lo difunde en rumores sucesivos para que su amenaza no caiga en el olvido.
Calgary
Grupo A
Cultivador de rocío
Cada amanecer Blas extendía sus redes de seda sobre el campo dormido. No atrapaba mariposas, ni libélulas, ni siquiera sueños, ni ilusiones sino gotas de rocío nacidas del suspiro nocturno de la tierra.
Blas, era el último cultivador de rocío, guardián del agua que aún no sabe que lo es. Pensaba que cada gota tiene un alma distinta, cada una tiene una misión que afrontar, un camino que recorrer. Antes que el sol se encendiese en el horizonte recogía las redes y las escurría en tarros de cristal, que luego vendía en el mercado semanal. No tenía muchos compradores, algún jardinero que quería flores frescas, algún viajero que no quería olvidar un territorio descubierto, algún poeta que necesitaba inspiración…
Una mañana Blas no regresó a recoger más rocío, quedaron las redes extendidas intactas y en cada hilo una gota suspendida que no evaporó jamás.
M. Pilar Sánchez
Grupo B
Oficio imposible
Se busca cambiador de luna.
Condiciones: persona alta, pero no altiva; pues debe relacionarse con estrellas.
Motivada, sistemática y muy puntual.
Se encargará del cambio exacto de las fases de la luna.
Descansará en cuarto menguante.
No necesaria experiencia, pero sí mucha ilusión e imaginación.
Ana Calvo
Taller C
Sin oficio y con beneficio
Me gustaría imaginar un mundo sin oficios, porque cualquier oficio, por imaginado y loco que sea, atrofia el cuerpo y la personalidad, como cuando se practica un solo músculo. Tener un oficio implica un proceso de especialización y, por tanto, una renuncia a la universalidad de lo humano y a su innata curiosidad.
Me gustaría que nunca nadie preguntara a un niño: ¿Qué quieres ser de mayor? Porque ser mayor no es desarrollar ningún oficio, a no ser que este sea el de inventar su vida.
Me gustaría que existiera una escuela que enseñara a las personas a ser autónomas, lo que no significa, pese a lo que se cree, ganar dinero, sino poder producir todo aquello que necesitan: construir una casa, cultivar un huerto, coser la ropa, arreglar ventanas, resolver problemas afectivos, guardar sus ganancias y ser los jueces de su vida.
Me gustaría que hubiese un mundo donde el trabajo no se comprara ni vendiera, donde no hubiera profesiones que rompieran la fraternidad del ser humano. Me gustaría que existiera un mundo donde no hubiera artistas, ni poetas, ni payasos y todos supiéramos reír y cantar nuestras canciones.
Me gustaría imaginar que todos salimos de las fábricas, donde nunca vemos, ni es nuestro, aquello que fabricamos, y volvemos a ser artesanos que dan vida en un taller pequeño a lo que necesitamos.
Grupo B
Empaquetadoras de besos
Son mujeres de mediana edad, con exquisita capacidad de observación e interpretación. Y con la suficiente experiencia para decidir si un beso es tan memorable como para ser empaquetado y conservado en el cuarto rojo de los besos. Siendo en sus inicios una profesión exclusiva del sexo femenino, cada vez son más los hombres que opositan para optar por desempeñar tan magno oficio.
Las empaquetadoras de besos, también, dependiendo de su nivel, no todas logran alcanzarlo; son las encargadas de etiquetarlos y catalogarlos por secciones. Así cuando usted vaya a buscar el beso que necesita no se lleve el equivocado. Sería nefasto desenvolver un beso erótico y lascivo, pensando en la memoria de su padre…
Eva Hernández
Sirena productora de perlas
Existe un oficio antiguo, ancestral, que es el de sirena. Las sirenas originales, clásicas que pueblan los siete mares y cuyo oficio es cantar. Cantar y atrapar marinos y pescadores; atraerlos con la belleza sublime de su canto y de sus largas y brillantes cabelleras del color de los corales. Atraerlos con sus voluptuosos torsos desnudos, poseedores de redondos y suaves pechos, expuestos al sol, al aire y a la espuma de las olas. Atraer a los hombres con el ondeante nado de sus fabulosas colas de pescado y sus risas cristalinas que resuenan a lo lejos, entre las notas de sus canciones imposibles.
Sin embargo, hay otro tipo de sirenas. Ese otro tipo es el de las sirenas cuyo oficio es llorar, sí, llorar para que de sus lágrimas broten perlas del mar. Estas sirenas, no son otras más que aquellas que, debido a que cayeron en la trampa seductora de algún príncipe traicionero y desmemoriado, quedaron varadas en alguna playa desierta del mundo, enredadas entre las verdes algas y el oscuro sargazo, sin sus colas de pescado y mudas. Perdidas y humilladas.
A estas pobres sirenas varadas, su padre Poseidón les otorga una segunda oportunidad, devolviéndolas a sus hogares, allá en las profundidades marinas, para dedicarse a llorar sus penas y sus amores perdidos. Les otorga una segunda oportunidad de vida, para que de sus lágrimas, bellísimas perlas broten. Estas perlas, alargadas como auténticas lágrimas, luego, serán guardadas en multicolores estuches de concha nácar y cuidadosamente escondidas entre las chimeneas submarinas, para que, algún día, un afortunado pescador de perlas las encuentre y cambie su destino de pobreza y miseria, en fortuna y riqueza.
Bello y noble oficio.
Grupo A




