Literatura y denuncia

La segunda sesión del taller de Escritura Creativa de la "Casa de las Conchas" la dedicamos al compromiso del escritor. A su deber de asistir al espectáculo diario de la realidad y de reflexionar, por escrito, sobre las circunstancias que marcan o determinan dicha realidad.

A día de hoy muy pocos escritores se han pronunciado públicamente, ya sea en una conferencia o en un artículo de prensa, sobre la situación económica y social en la que vivimos. Apenas las voces de Juan José Millás, Luis García Montero, Antonio Gamoneda, Juan Carlos Mestre, José Luis Sampedro y algún otro.

Federico García Lorca, un claro ejemplo de lucha y compromiso, nos ofreció muchos textos para reflexionar en este sentido. Desde su alocución al pueblo de Fuente Vaqueros hasta Poeta en Nueva York, un libro que nos habla de la soledad y el abandono, del deseo, de la muerte, del poder y la injusticia, de la explotación de los más débiles, de la discriminación por razones de sexo o raza.

En la primera semana de noviembre de 1929 Federico escribió a su familia para contarles, al pie de la noticia, el espectáculo del crack del 29:

Estos días he tenido el gusto de ver... (o el disgusto...) la catástrofe de la bolsa de New York. Claro que la bolsa de New York es la bolsa del mundo y esta catástrofe no ha significado nada económicamente, pero ha sido espantosa. Se han perdido ¡12 billones de dólares! El espectáculo de Wall Street, del que ya os he hablado y donde están las centrales de todos los bancos del mundo, era inenarrable. Yo estuve más de siete horas entre la muchedumbre en los momentos del gran pánico financiero. No me podía retirar de allí. Los hombres gritaban y discutían como fieras y las mujeres lloraban en todas partes; algunos grupos de judíos daban grandes gritos y lamentaciones por las escaleras y las esquinas. Ésta era la gente que se quedaba en la miseria de la noche a la mañana. Los botones de la Bolsa y los bancos habían trabajado tan intensamente llevando y trayendo encargos, que muchos de ellos estaban tirados en los pasillos sin que fuese posible despertarlos o ponerlos de pie. [...] 

La tarea que propusimos en el taller fue la siguiente:

¿Has estado en Nueva York? Si es así olvida lo que sabes de dicha ciudad. Si no has estado mejor aún. Te proponemos visitar una ciudad (puede ser Nueva York u otra) a través de la imaginación o del recuerdo. ¿Qué contarías si estuvieras allí? 
Imagina una situación difícil. Tú eres el único testigo y estás ahí para contarlo. 
Utiliza la descripción y la comparación.

Estos son algunos de los resultados:


Postal enviada por F.G.Lorca a sus padres: 

Queridos padres: La crisis que está sufriendo N.Y. es terrible, la bolsa se ha hundido y mucha gente al perder todos sus negocios, sus ahorros, se están suicidando, se tiran desde las ventanas de los rascacielos, la miseria está en todas las esquinas. espero que esto no llegue a nuestra España. Os quiero. Federico.

Luis Iglesias



Llegamos a Antigua el tiempo estaba suspendido, ruinas y decrepitud junto a edificios coloreados reflejo del poder económico y eclesiástico. Parecía abandonada no se veía gente, cuando aparecen desconfían, no nos hablan, quizá parecemos confidentes, por fin nos dirigen la palabra para indicarnos, que no podemos subir al Volcán de Agua pues está la guerrilla, es un polvorín que va a estallar, cuando la naturaleza nos lo confirma con el rugido del volcán que definitivamente, nos hace desistir del intento de visitarlo. Nos queda un poso agridulce, que nos obligará a volver.

Alfredo Domínguez





He comenzado a acercarme a esta ciudad por sus intestinos. Ayer, mientras bajaba las escaleras del metro, un niño le decía “¡bombón!” a su madre. Luego, en el vagón, otro lloraba gritando “¡al aire, al aire!”, como si fuera la voz de todos los pasajeros.

Elena Vicente

Querida Sylvie,

Te habrás enterado de la triste noticia de la muerte de estos dos jóvenes de origen africano hace unos días aquí en Clichy sous Bois…ya sabes, aquellos adolescentes, quienes, acorralados por la policía en una persecusión, se refugiaron en una central eléctrica y allí se electrocutaron…Pues en este suburbio de París donde vivían los chavales, no tardó en escucharse un grito de venganza al unísono, y en busca de justicia, los jóvenes, debería decir los olvidados de esos barrios, se sublevaron por centenares para escupir a la cara del país su odio, su resentimiento, su rabia, después del crimen perpetrado en contra de sus ángeles negros. Y empezaron a romperlo todo…a devastarlo todo…los coches, los escaparates, las fábricas, las escuelas…todo lo que se cruzó en su camino. En este sitio desolado Sylvie, el día pasó a ser noche en cuestión de horas. Desde entonces la calle ha perdido su color y se ha convertido en piedra, fuego y humo negro. Los vecinos, asustados, temorosos, han bajado sus persianas como un velo sobre su dolor y su miseria, con la pequeña esperanza de que una tregua haga entrar en razón a esas pandillas de críos desesperados, tan desesperados, demasiado desesperados…

 Sara Pérez



Hola amigo Federico:

Te escribo desde Ponferrada, en un bar cerca de la Pza. Lazúrtegui, me he parado a tomar un café. Ya nos quedan 200 kmts. para llegar a Santiago. Hoy quiero comer en Cacabelos y dormir en Villafranca, eso si nos dejan porque la calle está llena de gente manifestándose. Parece ser que son mineros, les han cerrado las minas y exigen un puesto de trabajo… Suenan sirenas por todas partes y los petardos no dejan de estallar… Hay un montón de Policías que han saltado de 10 furgones con unas enormes porras y escopetas de pelotas de goma… lo mejor será salir corriendo de aquí... Ya estoy en Camponaraya, después de huir como pude de Ponferrada, no sin antes notar como una pelota de goma acariciaba “cariñosamente” mi oreja derecha, allí los he dejado entre golpes y gritos… ¡el asunto se pone verdaderamente serio! Te seguiré contando cuando llegue a Villafranca.

Un abrazo

Vicente Martín

Queridos Alfredo, Mariano y Cayo

(Lamento mucho que os encontréis en el apartamento; no decaigáis, vendrán vientos más favorables...) Como sabéis, estos días me encuentro en Madrid. Tengo una costumbre casi enfermiza de recorrer los mismos rincones cada vez que vengo y observar los cambios que se van produciendo. Llego a una exactitud tan precisa que voy enumerando los establecimientos y hasta algunos grafitis decentes antes de llegar a ellos. En ocasiones algunos han desaparecido y me pregunto la causa, igual que cuando fui al mercado el mes pasado y no estaba Doña Merche en su banqueta, cargada de boletos… Divagaciones aparte, contaros que hoy, mientras caminaba a la Estación me han sobrevolado unas grullas viajeras, esas que anuncian el invierno desabrido. Como si fueran aviones de combate han dejado caer sus desechos naturales sobre algunos políticos que regresaban al Congreso. Los transeúntes nos hemos mirado incrédulos ante la lluvia certera que han descargado sobre ellos. Los guardaespaldas han hecho ademán de volar tras ellas para solicitarlas una explicación, pero todo ha sido inútil; han proseguido su vuelo, impertérritas al clamor desatado. Mientras limpiaban su indumentaria, un viejo desdentado y resuelto les ha gritado: - ¡De la Gloria también cae mierda! Algunos de los allí presentes, hemos hecho una mueca con cierta ironía y hemos seguido cada uno a lo nuestro, pensando tal vez, en nuestra mierda, la que no ha dejado de caernos hace ya tiempo.

 José Luis Moreno Gutiérrez

Salamanca ya no está, se ha caído. Estoy un poco triste por ello, pero no demasiado. Ahora cuando paseo por las calles me siento más acompañado, sin gente, en el vacío. Salamanca se ha movido de sitio, ahora esto es un solar, con matojos y piedras grandes en las que me siento a comer un bocadillo y a mirarme los pies. Ya no te veo ni veo a nadie, solo a mí mismo andando y tumbándome en la carretera. Se me hace corta la noche aunque oigo el aullido de los lobos y siento las cosquillas de las hormigas en los brazos. Ahora ya no hay nadie en Salamanca. Te quiero.

 Alberto Sánchez

Todavía recuerdo aquel hecho como uno de los más extraños que me han sucedido nunca. Salí medio adormilada de La casa de las Conchas para dirigirme al Alcaraván café. Es algo que solía hacer cuando los apuntes y el silencio de la biblioteca me sumían en ese estado de sopor en el que las letras se empiezan a entremezclar y el cuello pierde su firmeza. El leve alboroto del Alcaraván y el dulce aroma a café recién hecho me devolvían la vigilia y la concentración. Llegué como tantas otras veces y me senté en una de las primeras mesas. Saqué los apuntes y bolígrafos, y cuando levanté la cabeza quedé petrificada ante mi visión. Tanto que cuando el camarero me preguntó que quería tomar, tuvo que repetirlo hasta tres veces para que yo me cerciorara de que alguien me estaba hablando. De pie en la barra, charlando tranquilamente se encontraban dos antagónicos personajes. El primero, elegante, con su traje gris y pajarita, sus pequeños rizos cuidadosamente peinados y su pose erguida, interesante. El segundo, inmensamente gordo. Tanto que daba la impresión de que con un pequeño empujoncito podría salir rodando la calle abajo. No vestía, sin embargo, sus estrafalarias túnicas de colores, ni llevaba sus gafas de sol artísticas. Pero su calva y sus grandes dimensiones le hacían inconfundible; al menos para alguien que pasa media vida pegada al televisor... Me froté los ojos con incredulidad e intenté procesar en mi mente aquella imagen: No podía ser cierto, y aún así, lo era: me encontraba ante Federico García Lorca y King África. Aquella reunión me parecía rocambolesca, y sin embargo, emanaba ese grado de confianza que sólo se alcanza tras muchos años de estrecha amistad. Mientras les veía hablar y gesticular, no paraba de preguntarme “¿qué pueden tener en común?¿de qué hablarán?” El uno, una eminencia dentro de la poesía española, el otro, caricatura desenfadada de las canciones del verano. García Lorca, genio de la retórica, músico de la lengua y malabarista de palabras. King África, cuya mayor aportación al lenguaje ha sido añadir cuatro o cinco “oes” a la palabra “bomba”. Y sin embargo, allí estaban: tomando café juntos, conversando, riendo... Intenté aguzar mi oído para escucharles, a la vez que disimulaba dirigiendo mi mirada hacia mis apuntes. No estaban demasiado lejos, pero su tono de voz no era muy alto, por lo que sólo pude captar fragmentos de sus conversaciones... Les oí hablar sobre Argentina, país donde ambos habían vivido; también intercambiaron experiencias de sus viajes por el mundo, contando anécdotas, impresiones sobre lugares y personas que habían conocido... ojalá pudiera haber oído mejor toda la conversación. Luego adoptaron un tono más crítico, comentando la situación política actual, mostrando su desacuerdo con la desmejora de la educación pública; para poco después pasar a hablar de música, rimas y versos y perderse en ese tema durante el resto de la conversación. No puedo negar que me impresionó el innegable talento de King África para las letras. Partiendo de su imagen en televisión, nunca lo hubiera imaginado. Es curioso cuánto puede cambiar una persona detrás de las cámaras... Prendida en estos pensamientos y reflexiones estaba, cuando los dos personajes estrecharon manos, se dieron una palmada afectuosa en el hombro y se dispusieron a abandonar el local. Y así les vi salir, sonrientes, alejándose en silencio, ajenos a la marca imborrable que acababan de dejar en mi memoria. Desaparecieron tras el umbral de la puerta, y el bar quedó sumido, por unos minutos, en un silencio mágico.

Alicia Alonso

Aún convaleciente en casa de Jag Budha Magar. Me encuentro bien aunque no puedo -o no quiero- recordar lo sucedido. Me recogió una caravana de yak que transportaba sal cruzando la cordillera. Recuerdo el rostro afable y preocupado del niño que tiraba del yak sobre el que yo iba tumbado, se llamaba Khem. Con ocho años Khem ya tenía grandes responsabilidades entre otras la de cuidar de que yo no me cayera y alimentarme. Recuerdo el sabor de la mantequilla, el retumbar de los cuencos y los mantras o canciones que me hacían levitar y provocaban en mí un estado de exaltación espiritual curativa. Nemasté
Antoine

Antonia Oliva

5 comentarios:

  1. Me ha gustado especialmente el texto de Sara Pérez.

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    1. Gracias, lo tomaré como un aliciente para seguir escribiendo!

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  2. Me gusta también mucho el comienzo del texto de Alicia, aunque después parece como si la escritura se hubiese precipitado empujada por la original idea. Dicho con todo el cariño y sin ningún ánimo de ofensa, desde quien no lo hace mejor.
    Y me gusta del texto de Antonia el toque de atención sobre cómo se carga responsabilidades a los niños en otras culturas precisamente con la imagen de lo que parece ser un sherpa, una profesión cargada de responsabilidad y siempre olvidada.
    PD: Me veo muy solo aquí en los comentarios

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  3. Gracias Cybrghost! Agradezco la sinceridad. Sí, creo que soy demasiado impaciente, y muchas veces empiezo bien pero luego me precipito...

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    1. Pues si sabes que falla tienes el primer paso para corregirlo :-)

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