Frente al espejo

La primera sesión del curso 2014-15 la dedicamos a los espejos, esa suerte de ventanas o charcos de agua donde nos asomamos para ver nuestro reflejo, calibrar la intensidad de nuestra mirada o asistir al paso de los años.
El espejo es, sin duda, un artefacto que atrae, que imanta la mirada. En él está contenido el mundo y estamos nosotros con nuestros miedos y nuestras supersticiones.
Lewis Carrol sabía del poder de los espejos. También Guillermo Cabrera Infante. Y Gonzalo Rojas que compró en Pekín una cama con espejos y se la llevó a Chile.
Chema Madoz, por su parte, nos invita a pasar al interior del espejo pero no sin llamar antes



¿Qué hay al otro lado del espejo? ¿Qué verdad nos aguarda?
¿Se reflejan las palabras en el espejo? Roberto Juarroz contesta a esa pregunta con el poema "Digo palabras frente al espejo":

Unas veces se fugan por el aire.
Otras veces duplican el espejo
y encuentro dos espejos mirándose.
Pero algunas veces
las palabras entran en el espejo.

Las palabras no han aprendido a reflejarse
porque reflejarse es mantenerse afuera.

El reflejo es el comienzo de la pérdida

Félix Grande, otro gran poeta, se mira en el espejo del tiempo, de lo ya vivido, y advierte en su pátina una "Premonición":

Al fondo del espejo
verás, cuando seas viejo,
no tu cara de anciano, no los ojos
donde se te acumulan tus despojos,
no la ruina en que te hayas convertido,
no la misericordia del olvido

sino la entera historia
que habita en tu memoria,
un borbotón de años
bajando los peldaños
de una horrenda escalera de alegría
que ya no es tuya, pero que fue mía.

Verás no la vejez, no la hora mustia
sino toda la angustia
del esplendor, la juventud, la vida
disfrutada y perdida.

Pero nunca olvidada.

Verás únicamente a tu mirada.
La verás con espanto.

Y todo por haber amado tanto.

Y Susana Barragués nos enfrenta al espejo de un escaparate para dar forma a nuestro miedo y perfilar las dudas que alimentan nuestro "Reflejo":

Tengo miedo de ser esa mujer que un día, frente a un escaparate, se detiene y descubre que no se reconoce a sí misma, y asustada, deja caer las bolsas de la compra por el suelo. Tengo miedo de ser  esa mujer que un día descubre que no se reconoce a sí misma, y asustada, recoge del suelo las bolsas de la compra,  y deja tras de sí a una parte de sí misma enloqueciendo frente a su reflejo en el cristal. Tengo miedo de ser esa mujer que se aleja caminando de sí misma,  comentando con desconocidos, ¿has visto a esa mujer, que grita frente a su reflejo, como si no se reconociera a sí misma?

En esta ocasión propusimos tres tareas, a elegir:

1. Dice la leyenda que si repites cinco veces el nombre de Candyman frente a un espejo, aparece un hombre negro con un gancho y te ensarta el corazón. Yo te propongo que escribas otra historia menos truculenta pero con el siguiente inicio: “La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo”.

2. Seguro que en alguna ocasión, habéis entrado en la “Casa de los espejos”, para veros de mil y una maneras inimaginables: altos, delgados, gordos, bajos, con la cabeza enorme, con una cabeza diminuta...
Imaginad que estáis delante de uno de esos espejos, ¿qué veis?, ¿cómo os veis? Escribid un monólogo.

2. Escribe un texto sobre el espejo que más te guste de los cinco que mostraremos en el taller

Y estos son los trabajos de algunos de los participantes en el taller:


La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo, y era cuando ella comenzaba a vivir su gran aventura en la que se sentía mas libre que nunca.
Se iba hasta los lagos mas grandes, donde veía su belleza reflejada en el agua.
Y volaba hasta alcanzar la luna y dejaba que su rostro se iluminara con su luz.
Y se sumergía en los océanos mas profundos, donde se encontraba con las sirenas mirándose en el espejo su larga cabellera.
Y después, después, volvía de nuevo a su cocina y a su rutina de siempre.

Carmen Alonso


La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. Soñaba, desde muy joven, con conocer aquellos lugares que, cada tarde, repasaba con sus dedos a lo largo del mapamundi que pendía de dos chinchetas en el tablón de su dormitorio. Aquellos lugares que tanto le atraían por sus gentes, historia y naturaleza a lo largo y ancho de La Tierra que, con gran ilusión, anotaba en su gastada libreta aun sabiendo que nunca visitaría pues, sus posibilidades físicas no se lo permitían. Tras sufrir una enfermedad en su niñez, Laura dejó de caminar. Algo que, tanto para ella como para cualquiera de nosotros, significaba tener sus alas cortadas.
Una noche lloró frente al espejo. Aquel espejo alargado que mostraba el reflejo del mapamundi sobre el cual brilló la Superluna del diez de agosto. Y sus lágrimas recorrieron sus mejillas y mojaron su blusa, resbalaron por su pantalón, llegando a empapar la alfombra hasta, finalmente, inundar su habitación desbordándose hacia las escaleras que llevan a la calle que, al girar hacia la derecha, llega a la avenida principal por donde pasean los niños acompañados de sus padres que se acercan hasta el parque infantil que hay al final de la misma. Y, mientras las risas de aquellos niños se confundían con los gritos de los padres alarmados por la inundación, al otro lado de la puerta de la habitación de Laura permanecía inmóvil él, su padre, el que la había visto crecer. Atónito ante tal magnitud de sucesos, tan sólo se le ocurrió pronunciar, en un susurro, la palabra espejo como quien teme ser sorprendido tras hurgar en el cajón de las golosinas. Y… Laura desapareció dejando un halo alrededor del espejo. Al regresar, contó a su padre cómo, tocando el reflejo de aquellos países en el espejo, pudo visitarlos recorriendo sus calles sintiendo sus pies caminar sobre el asfalto, las calles y plazas, las montañas, deslizarse sobre la hierba, visitar los acantilados y contemplar, desde cerca, por fin, aquel faro… su sueño más anhelado.
Nunca entendió qué ocurrió, cómo fue. No le preocupaba lo más mínimo. Durante unas horas era feliz, podía volar. Sus alas, que ahora eran sus piernas la llevaban, a través del espejo, allí donde deseaba. Mientras su padre, desde el otro lado de la puerta, susurraba cada día la palabra ESPEJO y lloraba cuando Laura desaparecía tras él.
Y un día, sucedió…
Nadie quedó al otro lado del espejo. Él pronunció aquella palabra por última vez:
“ESPEJO” y desapareció con Laura tras él.

Tina Martín Mora


La casa de los espejos
La única vez que he entrado en la casa de los espejos, fue muy divertido, lo recuerdo con nostalgia, era mucho más joven y nos reíamos continuamente, de las figuras distorsionadas que se iban formando, más altas, más delgadas, más gordas, más feas, todo un cúmulo de deficiencias. Comprendí que la forma cóncava o convexa de los espejos, era lo que hacía que nos viéramos de mil formas distintas. Hoy, pasados los años, tendría que haber un letrero en la entrada de la sala de los espejos, en la que debería de estar prohibido pasar a la misma, a los políticos, a los pederastas, a los violadores, a los corruptos, a todos aquellos que se han aprovechado de sus puestos de trabajo, para enriquecerse vilmente, pues se verían como realmente son y como los ve la sociedad.

Luis Iglesias


Espejo sin recuerdos
La mujer desaparecía cada que él pronunciaba la palabra “espejo”. Su memoria se volatilizaba, su cuerpo permanecía hierático. Su mente, un río sin alma. La persona le abandonaba para ser una entelequia sin consciencia. Cualquiera en ese momento haría de su voluntad lo que se propusiera. Las sesiones con aquél psicoanalista habían mejorado mucho la propia concepción de sí misma, aun así, no podía evitarlo. Escuchaba “espejo” y tras una hora no recordaba nunca nada. ¿Magia?, ¿hipnosis?, ¿experimento?, ¿tortura? Los análisis clínicos fueron concluyentes. Después de su desaparición había sido madre varias veces. Sin rastro de sus captores ni de sus hijos. Juntando aquellas fatídicas horas, dos años faltaban en su mente. ¿Qué es el tiempo cuando transcurre sin recuerdos? Cicatrices imborrables confundidas con los ladrillos chilenos que fueron su cárcel. ¿Por qué "espejo"? ¿Por qué desde entonces es tan difícil mirarse en su interior? Dudas como fuegos inapagables conforman su actual infierno. Nadie y, menos ella, se atrevería a conjeturar el origen de aquel misterio pero una cosa tenía clara, no pararía hasta encontrar a su progenie y hacer pagar aquello a los responsables de semejante sufrimiento.

Chema García


Cosa de espejos

El espejo del baño muestra la imagen más real de mi vida. Cuando me levanto y apenas he descabalgado de los sueños, me topo con él, lo miro y me devuelve desdeñoso la mirada como diciéndome: “¿Qué me miras mariquita?”.
El agua de la ducha devuelve mi ser reflexivo. Es momento de repasar la actividad del día, de recordar las vivencias del anterior, de buscar las soluciones a los problemas cotidianos. Una vez que el agua me ha aclarado y después de secarme me enfrento con el espejo nuevamente: Ese soy yo, sí, yo mismito, con el pelo blanco por las canas. No soporto mi propia mirada… cualquier excusa es buena para huir… huyo de mi propio reflejo… huyo del espejo.

***

En el sitio más oscuro del bolso llevaba Campanilla el espejo. Era un espejo muy especial, aquel que lo mirara se quedaba sin imagen, cuando quisiera mirarse en cualquier otro espejo ya no se volvería a reflejar, tampoco en los escaparates. Si se hacía una foto era como si no existiera, el lugar que ocupaba aparecía vacío, tampoco vería su imagen en ningún video ni en la televisión. La imagen quedaba aprisionada en el pequeño espejo y ya solamente volvería a reflejarse solo y exclusivamente en él. Campanilla se dio cuenta en una ocasión que se quiso retocar los labios antes de que llegara Peter, que, precisamente, había sido el que se lo había regalado. Cuando salió al recibidor para abrir a Peter descubrió que no se reflejaba en el gran espejo de la entrada. En un principio no le dio importancia pero al llegar el salón notó que en las fotos con Peter, colocadas encima del aparador, había desaparecido su imagen. Quedó perpleja… volvió a mirar el pequeño espejo y allí sí estaba, solamente que presentaba una sonrisa irónica, socarrona, casi maliciosa…

-Peter!... ¿se puede saber qué espejo me has regalado? Se está riendo de mí y no solo eso no me puedo ver en ningún otro espejo y la imagen de las fotos me ha desaparecido. Voy a ver el video del otro día. –Manipuló su móvil- Ves, aquí no hay nada, estás abrazando al aire, Peter.

-No me gastes bromas, Campanilla. No tengo el día para “gaitas”.

-No te estoy gastando ninguna broma, compruébalo tú mismo.

-¡Qué truco es ese!

-No, pero si es muy fácil. Toma, mírate y ahora vas al espejo de la entrada, después te fijas en las fotos del aparador.

-Pero… ¡qué pasa aquí!... es cierto.

-Ya… ya. Comprueba el video del otro día. Ya no aparecemos ni tú ni yo.

-¡Cáspita… Si es verdad!

Peter se quedó unos instantes pensativo mirando la ventana…

-¿No estarás urdiendo alguna maldad?… que te conozco. Le dijo Campanilla.

-Se me ha ocurrido una idea genial… la próxima semana viene el presidente Az-joy. Podemos hacer que se mire… ¿Te imaginas la que se puede liar? Desaparecerá de todos los videos, de todas las fotos, en la televisión no aparecerá nada…

-Ja…ja. Tenemos que hacerlo.

Vicente M. Martín


La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. La última, él la amenazó con una esquirla y la dibujó una línea roja sobre el cuello. Después la empujó sobre la cama y la intento violar. Una patada en la puerta impidió la consumación del delito, pero ella no pudo más y se tiró por el balcón. Los agentes sólo pudieron reducir al hijo de puta que tanto daño le había producido. Decepción, frustración e impotencia quedaron marcados en las caras de unos tipos que sólo en ocasiones terminan bien su trabajo.
Abajo, en la calle una manta de cuadros recubrió el cuerpo de Miriam, una mujer que sólo quería ser feliz y llevar una vida más o menos equilibrada. Su error fue enamorarse perdidamente a los quince años de un trozo de carne con apéndices. Su familia le sugirió que no era tipo para ella, pero el amor no tiene resquicio alguno para sopesar ningún argumento. Su argumento era él, su amor, su vida, su destino...
S.B.J trabajaba en una cristalería del barrio Central. Dicen sus vecinos que no sabía decir ni hola en el ascensor, sólo puta y más que puta dentro de la caverna donde retenía a su presa.

José Luis Moreno Gutiérrez


Mi otro yo

Frente al espejo,
devuelvo mis deseos
con la inquietud de mirarme.
Mi piel se tiñe de armonía
ante un silencio de cristal.
Imágenes distorsionadas de mi yo
se balancean frente a mi
para desdibujar la mente.
La transparencia del espacio
refleja el gesto de mi ser,
caminante en mi cuerpo irrepetible.

Sofía Montero García


El reflejo del alma

No recuerdo la noche anterior ni la mañana siguiente, pero recuerdo ese día. El día en que me conocí a mí mismo.
Caminaba por la ladera de una colina, buscando un lugar en el que poder refugiarme del viento y del frío que azotaban aquella zona. Sobre la cima se alzaba una mansión lúgubre y sombría, rodeada de niebla y cuervos negros que graznaban sobre sus tejados.
La puerta se abrió con un chirrido cuando detectó mi presencia, invitándome a entrar.
Una agradable sensación de calor envolvió mi cuerpo cuando dejé atrás el viento y la niebla. La mansión recibía a sus invitados con un largo pasillo, iluminado por lámparas que colgaban de un techo lejano. Las paredes estaban cubiertas de diferentes espejos que deformaban mi figura, ensanchándola o estrechándola, alargándola o encogiéndola.
Intrigado, continué a través de aquella senda de reflejos, escuchando el propio eco de mis pasos.
El pasillo acababa en una enorme sala de muebles desvencijados y vigas ennegrecidas. En el centro se hallaba un objeto que casi me igualaba en altura, cubierto por una tela de seda blanca.
La curiosidad me venció y no tardé en apartar aquel manto para descubrir qué era lo que escondía. Para mi sorpresa, lo que se ocultaba detrás de aquella tela era un misterioso espejo en el que no podía verme reflejado.
Impaciente, deslicé mis dedos sobre su superficie buscando algún porqué.
No podría explicar lo que sucedió a continuación. No podría describir aquel torrente de imágenes surrealistas que contemplaron mis ojos. No podría expresar con palabras lo que sentí al ver el reflejo de mi propia alma, desnuda y desolada.
Vi tantas cosas… Mi arrogancia y mi maldad, mi codicia y mi ingratitud, mis temores y mis preocupaciones, mis miedos y mis antojos…
Aquel espejo reflejaba el alma de las personas. Un alma marchita y vieja, estragada por las desilusiones, el sufrimiento y la desconfianza, demacrada por la hipocresía y la insolencia, envenenada por las envidias y los rencores, maltratada por el odio y la desvergüenza.
Un alma hecha añicos, igual que mi corazón… Una vida perdida cuyo rumbo solo yo podía volver a recuperar.
Desconozco si aquel viaje acabó ahí, pues lo siguiente que recuerdo es abrir los ojos y mirar la hora en el reloj de la mesita de mi habitación. Tras intentar asimilar lo que había ocurrido, me levanté y me dirigí hacia el baño.
Una parte de mí todavía navegaba en el mundo de los sueños cuando me mostré frente al espejo que todos los días utilizaba.
Observé detenidamente mi rostro. Los mismos labios, los mismos lunares… Pero había algo diferente en mi mirada. Y entonces lo comprendí.
Nosotros elegimos cómo es nuestro reflejo, cómo es el reflejo de nuestra alma.
Aquella mañana mi reflejo había cambiado. Ya no había preocupaciones ni tensiones. Y, por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa se dibujó en aquel espejo.
Era feliz.

Daniel Ruiz González


El Ocupa

Como todos los días se despertó siendo noche. Se meaba. No le gustaba ir al cuarto de baño que había en la alcoba. Allí, desde hace tiempo, vivía un desconocido, un extraño con la mirada apagada y la piel deslucida, mustia, cuarteada...
Nunca decía nada. Sólo le miraba.
No le soportaba.
¿Cuánto tiempo llevaba? ¿Cómo había llegado? y ¿Por qué lo había hecho? Eran tres misterios tan grandes como la vida, tan terribles como la muerte y tan difíciles de argumentar como el amor.
Ese día, esa noche, ese preludio de mañana no lo pudo evitar. Se meaba mucho y el aseo -su refugio- estaba en la otra punta de la casa.
Nada mas entrar le vió. Estaba allí. Le esperaba. Siempre le esperaba.
No le soportaba.
Tenía mala cara. Descuidado, su barba pugnaba por ocupar su cara. Despeinado, los pocos pelos que le quedaban, exigían un arreglo, de lo contrario se convertirian en una melena pobre y rala. ¿Quién era? ¿Qué quería? ¿Por qué le miraba como le miraba?
No le soporto
Tan hechizado estaba que tardó en apreciar que tras él estaba Susana. Su Susana. Siempre tan bella.
No le había hablado del misterioso personaje que habitada en el cuarto de baño. ¿Qué le diría? Nunca le había ocultado nada.
Buscó su mirada, la mirada de Susana y se perdió en ella. ¡Cuánto calor!
Cuando volvió a mirar el desconocido no estaba.

Ana Isabel Fariña


El bautizo de María

Cada vez que él decía la palabra espejo, desaparecía.
Cada vez que alguien decía la palabra espejo, desaparecía.
Daba igual la hora, el lugar o el idioma. Si ella estaba a menos de dos metros y quien pronunciaba el término no lo hacía buscando provocar el fenómeno, María desaparecia. Nadie sabía por qué.
Si era una cuestión genética, forzosamente tenía que perderse en el origen de los tiempos. La familia, desde la generación del abuelo del tatarabuelo Tadeo en adelante, siempre había sido una familia ejemplar. Es cierto que la tia Elena, de jovencita, se vistió con trapos anchos de colorines estridentes, se soltó el pelo, se aficionó a las margaritas y afirmó ser poeta y llamarse "Helena"; pero ese "capricho" le duró poco. La casa supo encauzar la travesura. Pero ésto...
Estaban indefensos.
La primera desaparición registrada oficialmente en el diario de familia aconteció el 16 de Julio, día del Carmen.
La mañana era espléndida. El cielo azul. El sol amarillo. Las nubes... ni una nube acudió al bautizo de Carmelo, el hermano de María. Ella tenía tres años y todo el mundo recordó y recordó y recordó, durante mucho tiempo, que después de bañarla con amor, su madre había cubierto su cuerpo con un voluminoso vestido de organza blanco que a su vez iba cubierto por una capa de raso y dos de tela de tul en el faldón. El efecto era fantástico. Sin llevar cancán, parecía que lo llevaba. Todos opinaban que era igual que una princesita, una princesita de cuento de hadas; y su hermano -engalanado a juego con ella- igual que un angelito, un angelito del mismísimo cielo. Todos menos ella, que enjaulada, enfajada con gasas claras, berreaba. No podía respirar.
En la esquina del dormitorio de sus padres, había un espejo oval de cuerpo entero enmarcado en madera de nogal que se sostenía sobre un pedestal de la misma madera. Una pieza exquisita tallada a mano. Sin corte alguno. Fue la abuela Peregrina quien sugirió que la llevaran allí. Estaba convencida. Una imagen vale mas que mil palabras. En cuanto María viera lo preciosísima que estaba...
Pero no fue así.
Nada más pronunciar la palabra espejo, la niña desapareció. En el suelo quedaron sus ropas.
Un silencio lleno de miedo zarandeó todas sus certezas. Las creencias, robustas como secuoyas, que les alimentaron durante generaciones, devinieron frágiles como amapolas. El zorro que duerme tras la hoja, despertó, escapó del cristal que lo ocultaba y ahora, hambriento, les amenazaba. Si eso que habían visto era verdad...
Se hacía tarde y Carmelo se tenía que bautizar. El resto de la familia, los invitados, le esperaban. Todos, menos el tio Tomás que se quedó de guardia, se fueron. Mientras les veía salir, cabizbajos, indecisos, asustados, les arengaba. Él estaba convencido. Ellos tenian que estarlo. Todo poseía una explicación racional. Lo sucedido también. Eran una familia razonable, ejemplar y sensata. Lo que sube, baja. Lo que va, vuelve. Dos más dos siempre son cuatro... la pequeña volvería y allí no habría pasado nada.
Tomás acertó. María volvió. ¡Claro que volvió! Más no como él imaginaba.
María apareció en el suelo de la ermita de Nuestra Señora del Mar donde su hermano se bautizaba. Y lo hizo justo en el momento en que el padre Fernando derramaba el agua y Carmelo lloraba. Estaba desnuda y tiritaba. Fue un escándalo.
Desde aquel día, nadie -ni siquiera Tomás- pudo llevar la cuenta del número de veces que ... Espejo no es una palabra extraña. Y aunque nadie dijo nunca nada, todos se acostumbraron a vivir con un zorro que día y noche lamía sus pies, sus ojos, sus manos y sus canas.
El día que me contrataron, María era una anciana enferma. El corazón, su corazón a veces sí y a veces no palpitaba, como ella, que a veces sí, y a veces no estaba en la cama.
Tomás nieto, siempre que me veía, me recordaba que no debía pensar cosas extrañas. La familia, su familia, su casa era una casa razonable, ejemplar, y sensata. Cierto que hubo una Elena... una trastada...
Lo de María... Él estaba a punto de encontrar la razón de cuanto pasaba, los apuntes que había heredado de su abuelo le habían colocado en una pista bastante certera. En breve, en nada...
Nueve meses permanecí en esa casa. Ver como María se evaporaba me fascinaba. Poco a poco, la duración de sus ausencias fue cada vez mas larga. Sus retornos más variados. Lo habitual, era que volviera directamente a la cama, pero en ocasiones aparecía en la bañera, en el borde de la piscina o en los pies del espejo donde hacía años abandonó su vestido de organza.
La última noche que la vi, aunque tenía mucha fiebre, estaba muy animada. Los ojos brillantes. Las mejillas sonrosadas. La lengua rápida.
Habló sin parar. Contó... Tomás nieto aseguraba una y otra vez que deliraba.
Cuando la temperatura estuvo algo controlada se fue quedando dormida. Nunca despertó. Su cama apareció vacía y así continuó para siempre jamás.
Después de una semana, Tomás nieto me comunicó que ya no me necesitaban. Al despedirme, me entregó un sobre. "Un regalo de María", dijo, "ya sabes cuanto chocheaba" y cerró la puerta. Dentro con letras de caligrafía muy clara un texto breve. "Te dirán que es el cielo el que se refleja en el agua. Bobadas. Atraviesa el espejo. Con el tiempo, no hacen falta palabras. Elena renunció. No lo hagas. Las cosas que deseas, si les permites que pasen, pasan. Ahora voy a buscar a Carmelo. Se marchó antes de tiempo y me llama"

Ana Isabel Fariña


La Casa de los espejos

Espejos cóncavos, espejos convexos…
Entro en la Casa de los espejos y me encuentro, cara a cara, sin apenas reconocerme en ellos.
¿Soy esa imagen?
La miro, me mira. Acercamos nuestras manos y repasamos nuestros cuerpos perfilándolos con los dedos, reconociéndonos hasta encontrarme en sus ojos de otoño con tono de aceituna Manzanilla Cacereña, comprobando con gran sorpresa que esa imagen me representa.
Otra vez, pienso: Cóncavo, Convexo…
Sonrío, saco la lengua, coloco las manos sobre mi cara simulando unas gafas. Soy un reducido y redondo cuerpo presidido por una cabeza de gran tamaño cuyo crecimiento parece imparable. Único antídoto: el aburrimiento. Lo siento, no hay cabida para él.
Mi interés por la búsqueda de nuevos retos deja a un lado todo lo que aparece al grito de desinterés.
Cicatrices cóncavas, cicatrices convexas…
Aparecen también mis temores, miedos, rozaduras producidas por esos pasos que di sin protección. Siento cómo mis impulsos dejaron desnudo mi alma, causándole un fuerte dolor.
Continúo mi camino, siempre mirando hacia adelante hasta encontrar el interruptor del optimismo, el mismo que me hace sentir VIVA, con mayúsculas, y comprendo entonces que esa cabeza de gran tamaño que tengo frente a mí, es la misma que desarrolla mis sentimientos, la misma que me lleva cada día a cantar, amar, escribir, jugar, proteger, llorar, pasear, leer, nadar, bailar, reír, besar, cuidar, saltar, ¡SOÑAR!... y pienso en lo orgullosa que me siento al tenerla sobre mis hombros.

Tina Martín Mora


Espejo frente a la puerta de entrada

Me han recomendado que coloque un espejo frente a la puerta de mi casa, en la entrada. Le dará luz y amplitud al espacio. Aprovechando que estoy de reforma y también que el espejo no me estorba, he decidido aceptar el consejo.
Rechazo sin muchas contemplaciones todos los objetos, elementos decorativos o muebles que me puedan interrumpir el paso, necesito espacio libre, sobre todo, cerca de las puertas. Si algo es bonito y es útil, mucho mejor, pero si algo es bonito pero estorba, como a veces algunos adornos, que se colocan de tal manera que pueden caer, muebles, plantas, etc., situados en puntos estratégicos, bonitos lo serán pero en mi opinión, inútiles también.
El espejo es un objeto que ha dado origen a más de una situación insólita. Por ejemplo, cuando en una tienda de ropa o peluquería me lo han ofrecido después de probarme algo, cortarme el pelo, etc. Tendríais que haber visto la cara, el sonrojo, esa frase que empieza diciendo “perdona, es que” y no saben cómo acabarla. Yo no puedo hacer otra cosa que sonreír, disculpar y no sentirme ofendida.
A veces, tengo que aguantar las ganas de reír, no de una persona que no sabe cómo actuar, sino de la situación.
Casi todo puede tener un sentido cómico.
Una vez en un supermercado se me acerca una señora mayor para preguntarme si los fideos que había cogido eran finos o entrefinos porque no los veía. Qué poco tenía que ver la señora!
En ocasiones, cuando nos hemos reunido varias mujeres en mi casa o en cualquier otro sitio, intentando arreglarnos a la vez, me burlo del espejo, mientras todas se pelean por ponerse frente a él para maquillarse, yo me maquillo de espaldas. Me río de mi situación, de mi momentánea ventaja por no depender de él, me parece divertido. A todo el mundo le sorprende, lo mismo que cuando digo que veo la tele desde cualquier lugar de la casa, a través de las paredes.
El concepto de espejo, más allá del objeto, no me resulta tan prescindible ni tan cómico.
Verme reflejada en otros tiene lo suyo. A veces es bueno, me gusta y lo reconozco y otras, no tanto. Entonces no me río, no prescindo de él y no me parece que sea tan inútil, aunque a veces, también me estorbe.

Teresa Sanz


Miraba con tristeza su figura que, al destello de las luces de la calle, se intuía borrosa en la ventana.
Con la yema de los dedos, perfiló su silueta en el cristal, generando con el roce gotas temblorosas que, al descender por la ventana, recordaban ese llanto contenido que acompaña a los adioses.
A pesar de haberlo prevenido, su memoria, ahora traicionera y desbocada, repicaba incesante, evocando lo que en otro tiempo fueron anhelos compartidos y comunes esperanzas.
La angustia le atenazó el pecho, quiso apearse del bus, abrazarla y susurrarle, con el tibio roce de sus labios, que se quedaría con ella para siempre. Un rugido del motor le advirtió de la inminente partida distrayéndole los viajeros agitados y alterados intentando desatar los lazos prietos que urden las despedidas.
Con el trémulo zarandeo del arranque volvió a fijarse en su cara, advirtiendo como sus ojos perlados reclamaban anhelantes su mirada.
Pensó que quizás no la volvería a ver, imaginando angustiado como sus recuerdos eran humillados por el tiempo y la distancia.
Se acomodó en el asiento y, susurrante, repitió su nombre varias veces, viendo en el retrovisor como su menguante figura se extinguía.
Notó ese nudo en la garganta que anticipa los sollozos, pero dejo pasar el tiempo, esperando que en su interior germinaran las promesas que acompañan a toda libertad recobrada.
Pensó un poco más y esbozó una sonrisa complaciente. Ya era parte del ayer, ya era un tanto más de sí.

Luis Alberto Álvarez Espinosa


Sin camino de vuelta (espejo retrovisor)
Conducía por una estrecha carretera de montaña, entre semana, media mañana… solo. El ancho de la vía apenas daba de si para cruzarse con otro vehículo, discurría como impuesta sobre el terreno, la nada a ambos lados del arcén. Echó un vistazo al espejo retrovisor y su corazón trató de adelantarle. A su espalda el camino se desmoronaba pocos metros por detrás de él. Aceleró a fondo, pero la carretera se descomponía a mayor velocidad. Frenó en seco, resignado a su suerte, y la carretera dejó de caer. Incrédulo ajustó varias veces el retrovisor antes de atreverse a bajar del vehículo. El camino recorrido era un amasijo impracticable de grava y tierra. Subió al vehículo, y al ir a meter primera en la palanca de cambios descubrió una cosa: no había marcha atrás.

Miguel Ángel Pérez


Frente al espejo
La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. Claro, que eso él no lo sabía. Nunca lo supo. Por eso se pasó toda la vida buscándola sin saberlo en los sitios en los que nunca había estado, en los amaneceres en que recomponía a ciegas las piezas del tiempo no vivido, del amor congelado, de la ruina de sus manos sin prisa, de sus silencios extendidos, de unos reflejos que se deshacían como estatuas al inventar los recuerdos, apenas como una brisa, como una habitación revuelta con las almohadas por el suelo, con las puertas gastadas y las paredes que retornan una y otra vez, como un poema que busca su sitio.

La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. Claro, que eso él no lo sabía cuando cada mañana al bajar al desayuno comenzaba a buscarla en el café caliente, en las rebanadas de pan con mermelada de naranja amarga, en la sonrisa vacía de sus compañeros de mesa, en los ojos que se escapan, en el sol de un invierno que apenas ilumina el comedor, en el ruido de las sillas al moverse, en el bullicio silencioso de los cuerpos que se reconocen, en el amarillo desvaído de las paredes de los pasillos, en las palabras que se esconden cada día sin pronunciarse, en las certezas que envejecen cada mañana frente al espejo de su habitación cuando él, sin saberlo, comienza a buscarla a tientas por los caminos del olvido.

Enrique Galindo


Despeja la duda

Guardaba el espejo en el que se miró por última vez, cuando se ceñía el cinturón del uniforme antes de la batalla, y no le volvió a dar la vuelta para que no pudiera escaparse.
Con rencor lo dejó castigado girado hacia la pared del chaflán de su cuarto. No soportaría mirar y no volver a ver su reflejo tan esbelto..
Los espejos tienen memoria. Sospechaba que si se pusiera frente a él, vería la derrota y hasta podría ser alcanzada por alguna flecha, en ese caso la historia quedaría alterada, sus hijos se desvanecerían en el acto. Aunque si él hubiera quedado malherido en el campo, traspasaría la línea y lo curaría, asumiría el riesgo.
Iba a necesitar muchas gasas y una petaca de whisky y al doctor, avisaría al doctor para que la acompañara a salvarle.
Cuando reunió todo, además del valor para voltear el espejo, lo único que observó fue el marco de la ventana y el árbol por el que él trepaba. Aún así decidió pasar al otro lado, se recogió el vestido con una mano y con la otra se sujetó al tronco y descendió y descendió y la locura se la llevó.

Antonia Oliva


Velada

La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. Ciertamente esto no era así, pero se le parece, pues cada vez que él oprime el disparador, se levanta el espejo con un pequeño ruido y queda su imagen almacenada o más bien grabada con más o menos pixeles en una tarjeta SD o flash, es una imagen fija reflejando un instante que cuando es visionado ya no existe, es historia, en algunos casos triste en otros alegre, en otros … pero ese instante puede no reflejar la realidad pues es susceptible de ser modificado y ya no sería real, aunque primero tendríamos que definir que es real, pero dejando estas connotaciones del lenguaje, actualmente, ya no se necesitan dos personas y un espejo, para obtener una fotografía, pues uno mismo puede reflejar esa realidad o irrealidad mediante un selfie -se realiza con un smarthphone que no posee espejo-, aunque en esto se asemejan a las cámaras antiguas que tampoco lo tenían, pero se ha perdido la magia de la fotografía en aras de la inmediatez, que a su vez cambia el mensaje de la foto, en sus comienzos meditada en su realización con una calidad técnica dependiente del fotógrafo, frente a la actualidad en que el selfie está realizado casi sin ningún análisis, siendo simplemente un medio de comunicación en las redes sociales.

Se está perdiendo la magia de la fotografía y quizá lo que hoy hacemos no se debería llamar fotografía, pero habría que reflexionar sobre la opinión de Julio Cortázar “Entre las muchas formas de combatir la nada, una de las mayores es hacer fotografías”.

Alfredo Domínguez


De regalo... ¡un espejo!

Francisco, Quico para los amigos, era un hombre bonachón enamorado de su bella y coqueta mujer hasta la medula.

Un día de los que Quico estaba solo en casa y a pesar de que la circulación era densa y de que llovía a cantaros, decidió salir a la calle para compra un regalo y por la noche, dar una sorpresa a su mujer. A ella la encantaban los espejos, decía que en ellos se veía eternamente atractiva, joven y sexi. La gustaba cambiarse de vestidos y mirarse en plan coqueta por todos los espejo de la casa. A Quico le fascinaba, diciendo que de aquella manera la veía doble o… triplemente hermosa. Asique, el regalo sería un gran espejo de pared, enmarcado en bronce repujado y que ella ya había visto en una tienda.

Quico tuvo suerte, el espejo todavía estaba en la tienda. Lo compro. Se lo envolvieron con un plástico de burbujas y lo coloco cuidadosamente en los asientos traseros de su coche.

De vuelta a casa, iba mirando con el rabillo del ojo el espejo retrovisor exterior para comprobar que los vehículos que iban tras él, guardaban la distancia reglamentaria. Tenía temor de que una conexión fatal rompiese el espejo. Por el espejo retrovisor interior, escrutaba el habitáculo del vehículo para comprobar una vez más, que el regalo sorpresa no se había movido de su sitio. En uno de esos escrutinios, vio que sobre la bandeja, su sobrino se había dejado olvidado el espejo que tenia para jugar a los detectives. Se trataba de un espejo pequeño y redondo, acoplado a una varilla que se parecía a una antena de una radio antigua “Vanguard”, de esas que se estiran y se encojen. El niño jugaba con ese espejo como si fuese una extensión más del inspector Gadget.

La sonrisa bonachona de Quico, se dibujo en el espejo retrovisor interior al recordar el día que su mujer y su sobrino viajaban juntos en la parte trasera. Ese día, Quico la observaba por ese mismo espejo retrovisor, en el momento que se retocaba los labios con la barra de carmín de forma risueña y coqueta, mirándose en su pequeño espejo rectangular de bolsillo, y el sobrino a su vez, se puso a captarlos por detrás de la cabeza de su tía, con su espejo extensible de detective: según él…, para conseguir un efecto 3D. En esas estaba el distraído conductor, cuando de pronto un transeúnte resbalo por el suelo mojado y cayó delante del coche. Quico se asusto y dio un brusco giro de volante para esquivarlo. Atravesó la acera y termino por estrellarse contra un escaparate. Este se hizo en más de cien pedazos de cristal y el motor del coche quedo seriamente dañado. Quico se bajo aturdido y aun así, fue rápido a ver el espejo. - ¡Gracias a Dios no se ha roto!- La circunstancia de los hechos, le llevaron a poner delante de un maniquí que tenía puesto un vestido negro escotado. Ese vestido que tanto la gustaba a su mujer y que había buscado como loca por muchas tiendas y catálogos, y no le encontraba. Quico en ese momento le tenía delante y sin pensarlo dos veces, le compro y se aseguro de que el dependiente le colocase bien en su correspondiente caja. Hizo caso omiso a lo que le iba a costar los daños materiales del accidente. Llamo a la grúa y a un taxi. Bajo las ordenes de Quico de… -¡Con mucho cuidado! - el taxista metió el espejo y el vestido en la parte trasera del vehículo y miro extrañado a su pasajero, porque este no paraba de reír. Quico se sentía feliz solo de pensar en que aquella noche iba a… “RIZAR EL RIZO”.

Nicolás Hernández


Vuelo a motor

Descubrí tus ojos empedrados
en el instante de salir de un sueño…,
del más preciado para el hombre:
El sueño de La Libertad.
Habiba, tus ásperas manos acariciaron sus rostros,
abrazaron sus cuerpos.
Tal vez, por última vez absorbió tu alma
el aroma de los recuerdos.
Una bolsa del color del océano recogió todo lo que necesitarías: La camisa blanca con la que cantabas en el coro, el echarpe que Aminata tejió para ti aquellas largas tardes de la primavera, la flor tallada en un trozo de rama de baobab que Omar puso en tu pelo el día que por primera vez te besó, el inseparable colgante de iris de tu madre que llevarías como amuleto. Un poco de tu ropa más nueva y entre ella, ese espejo en el que tantas veces contemplaste tu rostro mientras tu cuerpo se transformaba lentamente sin apenas darte cuenta, metamorfoseándote cual mariposa africana danzando entre las flores al son del tambor.
Ese pequeño espejo grabado en su reverso con tu nombre y, en su reflejo… tu sonrisa y la de él, vuestras miradas de amor eterno , tus lágrimas de desamor el día en que te dejó de querer…
Habiba,
Tu nombre es Libertad, tu sueño es el mío.
Escapaste cruzando fronteras,
encontrando lo que estaba perdido.
Tu única compañía, la noche
cuando escapabas con miedo
al compás de aquellos
que bebían tus mismos vientos.
Llegaste a mi vida aquella tarde del mes de octubre cuando yo no hacía más que intentar llenar mi tiempo.
Acerqué tu fotografía hacia mi alma, aquella que mostraba la imagen de tu alegre rostro al conseguir, por fin, tu sueño. Y…
Me alegré y lloré por ti, Habiba,
por tu lucha,
por ese impetuoso deseo de mejorar tu vida a pesar de tener que pagar el alto precio de abandonar la única riqueza que poseías, al no caber en tu equipaje: Aquellos que dejaste tan, tan lejos. Eso sí, siempre pensando en volver a verlos, en volver a abrazarlos con tus manos menos ásperas ya y besarlos, hasta enloquecer, con tus labios perfectamente definidos, puramente bellos entre la brillante piel de ébano que personaliza tu femenino rostro. Y, compartir con aquellos que tanto amas, la batalla ganada al destino que, tú o quién sabe quién o qué, un día cambió tu vida.
Vive Habiba, sé feliz aquí, allá, adonde quiera que vayas.
No olvides nunca encontrar un momento para ti,
para sacar tu espejo grabado a fuego con tu nombre “HABIBA”
y verte en él reflejada tal como eres.
Recuerda, a través suyo, tus orígenes y
nunca, nunca olvides que para ser feliz
¡Sólo tienes que intentarlo!.

Tina Martín Mora


La mujer desaparecía cada vez que él pronunciaba la palabra espejo. El vocablo actuaba como un interruptor que al presionarlo cortaba la corriente que conectaba a la mujer con el cristal.

La mujer aparecía cada vez que el pronunciaba la palabra reflejo, articulando la cita cual mecanismo eléctrico. El juego de vocablos espejo-reflejo los utilizaba a su antojo para hacer desaparecer y aparecer a la mujer dentro de aquél diabólico tablero de cristal que, minutos antes, él mismo había azogado en su parte posterior con un extraño material.

El público, ante semejante truco, no podía dar crédito.

A continuación, el mago, tras pronunciar por última vez la palabra reflejo, cogió un objeto, se situó frente a la mujer y lanzándolo contra el espejo en lo que parecía un acto de liberación, rompió el espejo.

En ese mismo instante, la mujer apareció entre el público.

Jorge García Domínguez


Me temo que por muchos bolsillos rotos que queramos coser hay reflejos que se cuelan entre los descosidos. Reflejos tan alarmantes por su constancia, su incansable reproducción y recuerdo que aún me traen a la mente el olor a su colonia de aquel sábado. Mejor dicho. De cada sábado tras su espalda, tras su protección. No existía colina que no pudiéramos conquistar en su moto.
No existían limites en nuestra imaginación al vernos plasmados y felices en ese pequeño espejo.
No existía cobardía ni preocupación amarrada a sus costillas.
No existía aire más puro que el de sus pulmones hasta llegado aquel último sábado, aquel último reflejo que me persigue cada día al sentir que en su retrovisor no era nuestra la felicidad reflejada sino, la de ellos...
Aunque a partir del siguiente domingo, con ella, él no tuvo más sábados ni más reflejos.

Ana Recio Gómez


De los espejos y de lo feroces que son

¿Acaso es lo que soy o se trata de una broma de mí mismo? No sé si reír al ver mi boca torcida, mi cabeza reducida y mi tamaño menguante. No sé si gritar… pero ya, da igual. Mi imagen se aleja de mí y huye mientras yo me desvanezco en una nada poblada de sombras y otra imagen, envuelta en carne, se acerca a esta ventana de luces y tinieblas.

Gemma Rojo


Espejo. Un folio en blancoRelato 1

Sentado, ante mí sobre la mesa un folio en blanco. Me asomo tímidamente , sigiloso, a hurtadillas. ¿Cómo llenarlo? ¿Cómo enfrentarme a él? ¿Cómo enfrentarme a mí? Me inquieta el verme reflejado en él. Junto al folio, sobre la mesa , descubro otro espejo, más inquietante aún: es mi teléfono móvil. Lentamente retiro la tapa que lo protege. Deslizo la mano sobre la pantalla. De repente se activa, se pone en marcha y comienza a reflejar todo lo que le he ido mostrando cada vez que me he asomado a él. Sabe cómo me llamo. Donde y cuando he nacido. Sabe que soy deportista. Me muestra las veces que he salido a correr, los kilómetros que he recorrido en los últimos meses. Sabe lo que valgo, lo que debo, lo que tengo en mi cuenta, lo que gasto con mi tarjeta. Sabe quiénes son mis amigos, mis conocidos, los amigos de mis amigos, sus cumpleaños, mis aniversarios. Sabe mis vacaciones, cuando y a donde he ido y sospecho, que cuando y a donde iré.

De repente, cierro la tapa retirando mi mano de él. Me vuelvo a fijar en el folio en blanco. Sigue en el mismo sitio quieto, callado, esperando. Respiro tranquilo.

Cómo me veo delante de un espejo que me deformaRelato 2

Frente a mí una tienda de moda diseñada para no pasar de moda. Colores fríos, decoración raquítica y empleadas que tratan de hacerse invisibles. La ropa que busco está escondida en el sótano. Parece que a los compradores nos guste sufrir. Pero no, según bajamos las escaleras al dichoso sótano de la ropa escondida nos recibe un gran espejo, que ocupa toda la pared. Se muestra amable, sonriente. Hace vernos altos, esbeltos y no podemos evitar sonreírle, sonreírnos. Las escaleras desaparecen. Ante mi una estancia grande repleta de armarios mutilados, sin puertas, muestran sin pudor ropa de caballero. Ordenada sin orden aparente. Mucha ropa, muchos armarios mutilados, sin puertas. Poca luz, mucha ropa, empleadas invisibles. Aumenta mi desconcierto. No sé qué hacer. Estoy confuso. Escojo casi al azar varias prendas. Busco hasta que encuentro los probadores. Por fin. Entro intento cerrar la puerta sin conseguirlo. No hay. Corro el trozo de cortina que han diseñado a modo de puerta. De repente la cosa cambia. Me transformo Me quito la ropa que llevo puesta y me visto con lo que he escogido de la tienda. El espejo me devuelve a otra persona. Soy un dandy, soy un bohemio, soy un ejecutivo, soy un hispter, soy lo que quiera ser. Soy alto, delgado, estoy en forma sonrío sin saber por qué. Ante él me transformo. Es mágico, hasta el pasar por caja hace que sea agradable. ¿Qué sería de mí sin él?

Francisco Javier Niño Alonso

21 comentarios:

  1. Carmen Alonso:
    Extraordinario, Carmen. Estrenando el blog del curso, con fantasía, breve fantasía… para nada me importaría acompañarla en sus desapariciones… ¡solo acompañarla! ¡sin tocar! Je…je.
    Enhorabuena “campeona”.


    Tina Martín:
    Espléndido inicio de taller Tina. Tu texto me ha gustado. Evadirse de la realidad y soñar es lo que nos queda muchas veces cuando las circunstancias no son como desearíamos. El espejo se presta a ello: “tiene algo mágico”.
    “Mientras su padre, desde el otro lado de la puerta, susurraba cada día la palabra ESPEJO y lloraba cuando Laura desaparecía tras él.” También hay ternura, mucha ternura…
    Tienes un puesto ganado en el “círculo creativo”. Enhorabuena y bienvenida.

    Luis:
    Muy comprometido con la realidad… ¡muy bien! Pero no nos vendría mal algo de fantasía. Eres valiente, me gusta. Enhorabuena.

    Chema García:
    Profundo, Chema, me gusta: ”¿Qué es el tiempo cuando transcurre sin recuerdos?” Me hace pensar en el “alzheimer”… Genial, enhorabuena.

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    1. Vicente:
      ¡Muchísimas gracias! Es todo un privilegio para mí poder compartir mis pensamientos contigo y con el resto de escritores que formáis el taller. Acabo de empezar este proyecto y ya me siento más grande.
      Tus escritos me encantan. Tienen la chispa que encienden las farolas de los sueños...Geniales.
      Al resto de los escritores que habéis compartido: ¡Enhorabuena!
      Sólo os pido que me dejéis beber de la fuente de vuestra creación, la que saciará mi sed creativa...

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    2. ¡Hey!... muchas gracias Tina "Tienen la chispa que encienden las farolas de los sueños". ¡Qué bonito!... Gracias.

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    3. Gracias Vicente por tu ánimo y tu acompañamiento.
      Te invito a desaparecer y viajar en mi coche de caballos iluminado por una luna sonriente y una lluvia de estrellas con sabor a caramelo.

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    4. Acepto...

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  2. Jose Luis:
    Terrible... la puta realidad de una sociedad en la que se prefiere consumir y consumir y consumir en vez de educar, educar y educar. Tremendo texto José Luis... De vez en cuando beber un vaso de realidad no está mal, pero la política nos hace atragantar. Más educación y quien no merezca la libertad que no la tenga.

    Sofía:
    En tu línea... después del texto de José Luis. El contraste es llamativo. Muy bien.

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  3. Animo compañeros, esto se va animando, no acaba nada más que empezar y los nuevos son fenomenales. Os animo a todos a participar, nos lo pasaremos muy bien.

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  4. Venga compañeros animaros, que esto tiene muy buena pinta, y no acaba nada mas que empezar. Me gusta mucho los nuevos que se han animado y los veteranos que no pierden el paso. Un abrazo a todos

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  5. Vicente M. Martín12 de octubre de 2014, 8:54

    Daniel Ruiz:
    Bien está lo que bien acaba, me gusta tu texto y los finales felices. Muy bien escrito. Enhorabuena y bienvenido al taller.

    Ana:
    Los viejos del lugar ya saben de “mi devoción” por tus escritos. Tú me dices que exagero, que eres “ñoña”, los viejos del lugar también saben que eso no es verdad, que la realidad es que eres una escritora genial y una “poeta” como la copa de un pino de Oregón (aunque también dices que no eres mucho de poesía). Ana, para mí tus escritos son sencillamente “perfectos”, escritos con sentimiento, con sensibilidad, con la maestría que solo las personas tocadas con la varita de la genialidad son capaces… aclarados estos extremos, vamos a lo que nos “ocupa”…
    “¿Cuánto tiempo llevaba? ¿Cómo había llegado? y ¿Por qué lo había hecho? Eran tres misterios tan grandes como la vida, tan terribles como la muerte y tan difíciles de argumentar como el amor.” VIDA… MUERTE… AMOR… ahí está todo solo son tres palabras… tres palabras en las que entra todo. De momento yo me quedo con dos, Vida y amor no para descubrir su misterio ni buscar argumentos lógicos, sino para disfrutarlas y sentirlas con toda su plenitud… la tercera terriblemente llegará y espero que me encuentre con una sonrisa y un pensamiento: ¡“que me quiten lo “bailao”!”…
    Perfecto Ana… espero este año seguir disfrutando de tus escritos como de la vida y del amor.

    Tina:
    ¡PRECIOSO!... ¡Pisando fuerte! Con pasión, con sentimiento.
    “…hasta encontrarme en sus ojos de otoño con tono de aceituna Manzanilla Cacereña”… Bonito, me fijaré el próximo día en esos ojos otoño con tono de aceituna Manzanilla Cacereña.
    Presiento que este año voy a disfrutar mucho en el taller…
    “…No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre”… W.Whitman.
    Enhorabuena otra vez Tina. Gracias.

    Teresa:
    Eres una mujer valiente, eres una mujer encantadora y eres una persona fantástica. Escribes con el corazón, maravillosamente. Tienes todo mi reconocimiento y mi admiración. Enhorabuena.
    “El concepto de espejo, más allá del objeto, no me resulta tan prescindible ni tan cómico.
    Verme reflejada en otros tiene lo suyo. A veces es bueno, me gusta y lo reconozco y otras, no tanto. Entonces no me río, no prescindo de él y no me parece que sea tan inútil, aunque a veces, también me estorbe”. ¡Grande, Teresa!

    Luis Alberto:
    Me gusta tu texto, muy bien escrito. La nostalgia y las despedidas son muy literarias. Aunque en la ventana está el reflejo echo de menos el espejo… (disculpa la rima ha sido completamente voluntaria). Enhorabuena y bienvenido al taller.

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  6. Vicente M. Martín13 de octubre de 2014, 7:47

    Ana:
    "El bautizo de María"... Apabullante, Ana. Incondicional a tus textos. Enhorabuena y gracias.

    Miguel Angel:
    No me convence mucho, puedes hacerlo mejor, pero que mucho mejor. Ánimo y no decaigas.

    Enrique:
    Impecable, Enrique. 100% pura poesía. Me gusta mucho. "...en las palabras que se esconden cada día sin pronunciarse, en las certezas que envejecen cada mañana frente al espejo de su habitación cuando él, sin saberlo, comienza a buscarla a tientas por los caminos del olvido..." Enhorabuena.

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    1. A mi tampoco me convence, de verdad, hay que pulir como transmitir cómo está en mi cabeza. Ahora que pueda hacerlo mucho mejor... eso ya se verá. No decae, no decae.

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  7. ¡Cuidado podría estar duplicado!

    Daniel Ruiz:
    Bien está lo que bien acaba, me gusta tu texto y los finales felices. Muy bien escrito. Enhorabuena y bienvenido al taller.

    Ana:
    Los viejos del lugar ya saben de “mi devoción” por tus escritos. Tú me dices que exagero, que eres “ñoña”, los viejos del lugar también saben que eso no es verdad, que la realidad es que eres una escritora genial y una “poeta” como la copa de un pino de Oregón (aunque también dices que no eres mucho de poesía). Ana, para mí tus escritos son sencillamente “perfectos”, escritos con sentimiento, con sensibilidad, con la maestría que solo las personas tocadas con la varita de la genialidad son capaces… aclarados estos extremos, vamos a lo que nos “ocupa”…
    “¿Cuánto tiempo llevaba? ¿Cómo había llegado? y ¿Por qué lo había hecho? Eran tres misterios tan grandes como la vida, tan terribles como la muerte y tan difíciles de argumentar como el amor.” VIDA… MUERTE… AMOR… ahí está todo solo son tres palabras… tres palabras en las que entra todo. De momento yo me quedo con dos, Vida y amor no para descubrir su misterio ni buscar argumentos lógicos, sino para disfrutarlas y sentirlas con toda su plenitud… la tercera terriblemente llegará y espero que me encuentre con una sonrisa y un pensamiento: ¡“que me quiten lo “bailao”!”…
    Perfecto Ana… espero este año seguir disfrutando de tus escritos como de la vida y del amor.

    Tina:
    ¡PRECIOSO!... ¡Pisando fuerte! Con pasión, con sentimiento.
    “…hasta encontrarme en sus ojos de otoño con tono de aceituna Manzanilla Cacereña”… Bonito, me fijaré el próximo día en esos ojos otoño con tono de aceituna Manzanilla Cacereña.
    Presiento que este año voy a disfrutar mucho en el taller…
    “…No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre”… W.Whitman.
    Enhorabuena otra vez Tina. Gracias.

    Teresa:
    Eres una mujer valiente, eres una mujer encantadora y eres una persona fantástica. Escribes con el corazón, maravillosamente. Tienes todo mi reconocimiento y mi admiración. Enhorabuena.
    “El concepto de espejo, más allá del objeto, no me resulta tan prescindible ni tan cómico.
    Verme reflejada en otros tiene lo suyo. A veces es bueno, me gusta y lo reconozco y otras, no tanto. Entonces no me río, no prescindo de él y no me parece que sea tan inútil, aunque a veces, también me estorbe”. ¡Grande, Teresa!

    Luis Alberto:
    Me gusta tu texto, muy bien escrito. La nostalgia y las despedidas son muy literarias. Aunque en la ventana está el reflejo echo de menos el espejo… (disculpa la rima ha sido completamente voluntaria). Enhorabuena y bienvenido al taller.

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  8. Vicente M. Martín14 de octubre de 2014, 6:32

    Antonia:
    Frente al espejo no despejo las dudas y frente a tu texto me surgen algunas… no obstante todo lo que escribes me gusta.
    “Aun así decidió pasar al otro lado, se recogió el vestido con una mano y con la otra se sujetó al tronco y descendió y descendió y la locura se la llevó.” Contundente el final. Enhorabuena Antonia, otro curso más para disfrutar.

    Alfredo:
    Bravo Alfredo, defendiendo el arte de la fotografía… la verdad la fotografía como el espejo tienen mucha “magia”, además la fotografía es un “arte”. La frase de Cortázar, preciosa… ¡grande Cortázar y grande tú Alfredo! Enhorabuena… este taller “promete”.

    Nicolás:
    Simpático tu texto, muy simpático… algunos retoques y perfecto. Enhorabuena Nicolás y bienvenido al taller.

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  9. Gracias Vicente con críticos así, merece la pena escribir. Estoy de acuerdo contigo, este año empieza con fuerza, ¿acudirá también Ventini?

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  10. Cualquier día nos hará alguna visita... gracias "anónimo".

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  11. Tina, "vuelo a motor":
    Intenso Tina. Nostalgia, sueños, belleza, poesía.
    "Descubrí tus ojos empedrados
    en el instante de salir de un sueño…,
    del más preciado para el hombre:
    El sueño de La Libertad." ¡Precioso!
    A este paso nos quitas el puesto de alumnos aventajados y solo en una sesión... ¡je...je! Grande Tina. Enhorabuena.

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  12. Jorge:
    Ingenioso truco. Magnífico "micro". Enhorabuena

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  13. Vicente M. Martín20 de octubre de 2014, 8:22

    Ana Recio:
    Intenso, bello y perfumado por un destino que convierte trágicos los reflejos de un espejo retrovisor...
    "Me temo que por muchos bolsillos rotos que queramos coser hay reflejos que se cuelan entre los descosidos."
    ¡Bonito! Me gusta. Enhorabuena, Ana Recio

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  14. Gemma:
    Precioso breve. Me gusta. Enhorabuena.

    Francisco Javier:
    Me gustan tus dos textos... quizás más el primero que el segundo. En el primero veo el contraste de la alta tecnología, todo lo puede, todo lo sabe y la soledad creativa del artista... el folio. ¡Tenemos tantos reflejos en nuestras vidas...! Enhorabuena.

    ¡Vaya nivelazo que está tomando este taller y solo en una sesión. Gracias por poder disfrutar de vuestros textos. Gracías Raúl por estar ahí...

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  15. CARMEN: Soñar nos hace libres.

    TINA: Un texto delicioso, al que quizá pudieras pulirle el final. Me gusta y me produce extrañamiento ese contraste entre la consecución del sueño y la catástrofe de la inundación en paralelo. Muy original, con un punto desconcertante.

    LUIS: Esos individuos, y muchos otros con menos nombre, que nos cruzamos cada día, son capaces de hacer que veamos la realidad a través de su deformación y así nos embaucan.

    CHEMA: Un estilo curioso el de tu relato, que mezcla una gran crudeza con un marcado lirismo. Interesante propuesta, muy distinta.

    VICENTE: Tu primer texto es de un costumbrismo sabor café. El segundo me gusta mucho la primera parte, antes del diálogo. Me parece que encierra una gran metáfora y que te queda un texto redondo. Aprecio un cambio a partir de ahí como si los textos hubieran sido escritos por separado o algún resorte hubiese saltado en ese momento cambiando la idea.

    JOSE LUIS: Un relato duro con estilo de nota de prensa. Me gustó.

    SOFIA: A mi los versos a veces se me escapan. Trataré de reelerlo para cogerles el sentido. La forma es hermosa.

    DANIEL: La primera frase es para enmarcar. Me pierdo un poco en la crudeza del reflejo (no tiene nada bueno) y su felicidad posterior, aunque l entiendo el sentido y la metáfora el buena.

    ANA: Tu primer texto hermoso, sin más aditivos. Un texto estupendo en forma y fondo. El segundo creo que se te ha sobrecargado por momentos.

    TINA: Bien llevada la reflexión.

    TERESA: Al margen de cuestiones formales, nos aportas una visión francamente interesante que ninguno podríamos abarcar sin tu ayuda.

    LUIS ALBERTO: Un texto que destila amargura hasta ese final esperanzado que, quizá, sea demasiado rápido para que el protagonista no recaiga.

    ENRIQUE: Me gusta mucho cómo has estructurado tu texto.

    ANTONIA: Huele a clásico. Me gustó.

    ALFREDO: La frase de inicio obligado, característica de muchos concursos, hace que a veces queden textos estupendos a los que l primera frase les estorba, como una especie de verruga. Es lo que en mi opinión le pasa a tu reflexión, hermosa y concisa.

    NICOLÁS: Has conseguido una historia realmente sorprendente.

    Luego sigo, demasiados textos para analizarlos todos juntos. Y todos merecen la máxima atención. Todos los comentarios están hechos desde mi opinión y gusto más personal, y desde mi carencia de conocimientos técnicos. No los toméis muy en serio.

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  16. TINA: Una buena riqueza léxica y un tono dulce para un relato duro.

    JOSÉ: Buen juego buscándote otro resorte, aunque al final le tengo que dar otra vuelta.

    ANA RECIO: Me gusta mucho la primera frase. De esas contundentes.

    GEMMA: Una imagen muy lírica que quizá se te haya quedado un poco corta, yo le echaría unas lineas más.

    FRANCISCO JAVIER: (Relato 1) Quizá debieras utilizar menos el móvil. En los folios es más difícil descubrirnos. (relato 2) Quizá no seamos, pero parecer también es importante para uno mismo.

    Y doy por concluido mi repaso a vuestros textos. Muchas gracias a tod*s por dejarme leerlos.

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