Otros lenguajes (nomeciclos, glíglico y farfanías)

La sesión de ayer, lunes 20 de octubre, la dedicamos a los muchos escritores que han jugado con las palabras y nos han propuesto nuevos lenguajes o nuevos géneros literarios.
Comenzamos el taller con el "Discurso" de Vicente Huidobro y el poema "Topatumba" de Oliverio Girondo (En la masmédula):

Ay mi más mimo mío
mi bisvidita te ando
sí toda
así
te tato y topo tumbo y te arpo
y libo y libo tu halo
ah la piel cal de luna de tu trascielo mío que me
levitabisma
mi tan todita lumbre
cátame tu evapulpo
sé sed sé sed
sé liana
anuda más
más nudo de musgo de entremuslos de seda que me
ceden
tu muy corola mía
oh su rocío
qué limbo
ízala tú mi tumba
así
ya en ti mi tea
toda mi llama tuya
destiérrame
aletea
lava ya emana el alma
te hisopo
toda mía
ay
entremuero
vida
me cremas
te edenizo.

Hablamos después del capítulo 68 de Rayuela y escuchamos la voz de Julio Cortázar leyendo su texto en glíglico "La inmiscusión terrupta"Último round"). Aquí tenéis un cortometraje inspirado en dicho texto:



Y finalmente hablamos de Guillermo Cabrera Infante y su libro Tres tristes tigres, del que leímos el poema "Borborigma Darii", de Enrique Jardiel Poncela y sus nomeciclos y de Carmen Martín Gaite y sus farfanías. Reproducimos aquí el texto "El lenguaje de las farfanías" que nos explica el origen de estas "palabras silvestres":

Las primeras palabras que escribió Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le había dado su padre fueron río, luna y libertad, además de otras más raras que le salían por casualidad, a modo de trabalenguas, mezclando vocales y consonantes a la buena de Dios. Estas palabras que nacían sin quererlo ella misma, como flores silvestres que no hay que regar, eran las que más le gustaban, las que le daban más felicidad, porque sólo las entendía ella. Las repetía muchas veces, entre dientes, para ver cómo sonaban, y las llamaba “farfanías”. Casi siempre le hacían reír.
- Pero ¿de qué te ríes? ¿Por qué mueves los labios? – le preguntaba su madre, mirándola con inquietud.
- Por nada. Hablo bajito.
- ¿Pero con quién?
- Conmigo; es un juego. Invento farfanías y las digo y me río, porque suenan muy gracioso.
- ¿Que inventas qué?
- Farfanías
-¿Y eso qué quiere decir?
- Nada. Casi nunca quieren decir nada. Pero algunas veces sí.
- Dios mío, esta niña está loca.
Sara fruncía el ceño.
-Pues para otra vez no te cuento nada. ¡Ya está!
Rod no tenía el menor complejo de superdotado. Le estorbaba todo lo que tuviera que ver con la letra impresa, y a Sara nunca se le ocurrió  compartir con él el lenguaje de las farfanías, que ya al cabo de los cuatro primeros años de su vida contaba con expresiones tan inolvidables como “amelva”, “tarindo”, “maldor” y “miranfú”. Eran de las que habían sobrevivido.
Porque unas veces las farfanías se quedaban bailando por dentro de la cabeza,  como un canturreo sin sentido. Y esas se evaporaban en seguida, como el humo de un cigarrillo. Pero otras permanecían tan grabadas en la memoria que no se podían borrar. Y llegaban a significar algo que se iba adivinando con el tiempo. Por ejemplo, “miranfú” quería decir “va a pasar algo diferente” o “me voy a llevar una sorpresa”.

La noche que Sara inventó esa farfanía tardó mucho en dormirse. Se levantó varias veces de puntillas para abrir la ventana y mirar las estrellas. Le parecían mundos chiquitos y maravillosos como el del Reino de los Libros, habitados por gente muy rara y muy sabia, que la conocía a ella y entendía el lenguaje de las farfanías. Duendecillos que la estaban viendo desde tan lejos, asomada a la ventana, y le mandaban destellos de fe y de aventura. “Miranfú –repetía Sara entre dientes, como si rezara-, Miranfú.” Y los ojos se le iban llenando de lágrimas.

Carmen Martín Gaite. Caperucita en Manhattan


En esta ocasión las tareas las tomamos del libro “De la letra al texto. Taller de escritura” 
de José Calero Heras (Editorial Octaedro). Estas son las tres propuestas que formulamos para elegir una de ellas:

1. Escribe un nomeciclo al estilo de Jardiel Poncela. Procura que sea breve, que tenga un argumento absurdo y unos personajes rídiculos y que de vez en cuando esté salpicado de palabras sin sentido.

2. ¿Qué te sugieren a ti las farfanías que no explica Sara: amelva, tarindo, maldor? Crea tus propias farfanías adjudicándoles un significado.

3. Intentad escribir un poema con farfanías como hace Guillermo Cabrera Infante



Y estos son los trabajos de algunos componentes del taller:


Y coliflas tu cara de amelva sin tierra y en todos tus miedos un silencio drara. Qué maldores tibios tiene tu mirada que fleva a tus tiermos y los tiermos hablan de lamares abuntos en la antrugada. Y el alba se ha ido y no dijo nada. Se atrusgó y no quiso arrecir palabras. Ya todas las naveas, todos los tarindos vierten en tu cara de amelva sin tierra, prago sin palabras.

Enrique Galindo

Cacarecanto

Melindres de mar
descorchan cachondeos
con políglotas ocenas.
Azur devenir de sonajeros
recurvan volapiés
de silbón amartelado,
afollan embriones
con maniluvios volátiles.
Trisagios de orujo
pervierten la espundia
Recurvan y amartelan al palurdo.
Simonías de otoño
entrelinean el océano dorado.

Sofía Montero


Ocurrió en Calibandría
Nomeciclo

Perrinola Suil se encontró en Calibandría con la hija de Claripina, la relojera de la calle del medio según se mira desde la derecha del cartel que anuncia la venta de V.P.O.

Arpeminia, que así se llama, acababa de despalgar desde 39,3 grados Latitud Norte y 76,6 grados Longitud Oeste y, refiriéndose en vaughanés le expropió los pensamientos que no le dio tiempo a farfular.

Perrinola se sorprendió al rescintar tan extraño acento y, al ver cómo Arpeminia escarbujaba en la mondralina recorriendo con sus dedos el tic tac del segundero del reloj de pared que llevaba asido a ella, le ofreció cuidar de sus manecillas durante un momento.

Así fue que Perrinola fue robándole el tiempo a Arpeminia, regulcipándolo como una ingesta a su favor, moleculándole hasta la dentina.

Los tic tacs de todos los relojes se escandrifaron. Claripina trabajó de rojo magenta a rojo carmesí durante días, semanas, meses, no se pudo saber durante cuánto, para volver a restablecer el tiempo …En fin.

Y, fue así como el mundo se enredó con locuras ralentizadas , chispiricientas , hasta lograr olvidarse del tic tac, del reloj y… ¡DEL TIEMPO!

Tina Martín Mora


Palabras en el olvido

Enebro entre los costales
Socavo mis aperturas
Desconfollo la bronda que me aprieta
Grietas que riflan
Moramiento disoluto
Poesía
Vida
Alma
Soñé cangilones oxidados por la lluvia
Me abeita la atijara
Ceñando la celícola
El chozno en la cherinola
El clientulo apoyado en la columela
El cordojo me provocó un deliquio
Desantañándose
Desambrido
En la egestad de llorar
Me engorré en la patata azul de sus tiestos
Trinqué el fazoleto
Un flinflón germánico enorme
No me dejó contentible
Me entró el esplín
Estrapazado por toquisqui
Fruí un montón atisbando los hoyos de mi querida
Estoy ledo de mampararte
Membro el merculino pasado
Y todo lo roboro…

(Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad)

En este enlace encontraréis el significado de la mayoría de las palabras usadas:http://www.curiosidario.es/palabras-olvidadas-o-en-desuso/
Vicente Martín


ARMENDICES

Armendices, …
Y te colocho en el tero.
Aridara en petrilera
Mientras te ecocio y me imperso.
Mas,…
Me plistaron a cientas
En el esclerote serto
y la estería terdenta
dejó coliarse el martento.
¡Cuánto presta el deletorio!
O… Es llarolento el mirlato
Que asoma entre la yura
A marmorag sus perlatos.
A la nesta , al emerce,
Farulento pasa el armo
Mientras el cenzo se escurpe
Y Los desdetos retalto.

Tina Martín Mora


Una sermonata

Teresina, ¡Olé, tus melindres!, rezumagaba su drona. Escuchipitángamelo, no ocultatémelo, no tatapapáselo a tu chucha, que te informatetera sobre tu casamenterio, sobre tu buderrio, y si no convencetate, no espachurrugues mas. ¡Todos lo entenderán!

Luis Iglesias


La milagre de tu ikarre
Sembra dirne cosa que
Tembrando jali pasares
Numa chailla, noma sem.

Rumba y lumbra los candores
Terra y neve rendo van
Vera sema lo boligram
Vera sema com grisan.

Ta kolate ñame poco
Sao coraza bol o van
Ilargean as restelas
Bolenaran ainxo mar.

Gemma Rojo


El Serfo de la vivalba

Dijo el serfo de la vivalba, de la vivalba housada:
" Enya podeis enribar. Que las babelias, en gules o en azures, en tufos o en en rufos, esmalten y cloxonen las sabanuelas albores, que entre esas garrafuelas atrofiaduelas, embruzadas, duercansan. Sed trovistas y juglarderos. Sed de la nolabra, titiriteros. Permiscuir quel son, sin norglas y sin rermas trinte. Sed aedos sin tapedos que en un insnuto nostalgiaren y añoraren cúmulos de Atilidades que la raciólgica exhilió. Sed Nerones, no mormones, que cual Ulínopes estrellanciaren las fanjúlas y las menzas y con vuestras lucidades irbitar, que irbitar no es obitar y aunqui dengais obitar, obitad y resuniced y con truestas primicentes balbusones decid armiós y ardiniós a miedores y tictadores."

Cuando termiquitó la luenga luenga, vocetó:
"Sert, sod, onu..."

Los compitrones, cual piloches arrancaron y escrigaron durante lo que yo senví como raños. Cienglos y dimenios circusaron. Herviaban muy concengados y al finalbar, leyeraron to lo que sus atrofulas garrofulas liraron. Sus lucidades, sus atilidates ¡sin pústulas maculares! Sus encendidas neorinades . Sus ponceladas de cabrero infante. Sus carmeladas de poncela y gaite.
Yo oiché estupebado y asofacto.
No se entendía un putajo. Eran lostruos lochados.
Permanecí silenchado, mirvendo un cronoloj que intuviné quietado.
Más el serfo de la vivalba housada, transerelo e impernano, les oichaba y valentaba.
Cual vivo el nomeciclo, arribose al ciclo suo; y al golfo, al istmo y al cabo, la farfania tercluyó.
Un poliardia giglíco llentró y en un zas nos desparchagó.
Los lostruos, los lochados, le mieron apetristes.
Yo le hubiera besazado.
¡Qué pandieza de trastuercados!
Eso no, no poesía, no poesía ser sarnio.
¡Y qué serfo tan rastraño!
Defirmaban que nació en Trona, patronímico tronado. Sin nefutarlo, yo le vi, más de Orate, un Oretano, o de Luna, un lunado o alunado.
Nada más brazar la cancetura, con premura, buscontré una cura y mentré al Alcarabar
No permiteban fumboquear y mengumé una parsiofea. Mientras me remembré, me remembré quién era.
Más después, en mi housada, nuevada y frelada, medisonaba y ecotía: ¡Qué Atilada! ¡Qué giglifarnia! y ¡Qué nomecorada!
Así mescubrió Morfeo, y dormicté y sontoseé y fantañé: "Tenía una sabanuela y cual Ulínope me estrellenciaba e irbitaba. ¡Cómo irbitaba!".

Ana Isabel Fariña


Leyenda ambarina del martinar del norte

Tlapocalitza permanecía inane. Sus mangas amasan el aire. Anjanas sin palabras. Nadie como ellas para brindar. Tamarindo y puela vieron volar a las aves sólo como los más pequeños saben darle a la espuela.
Tlapocalitza está burgundia. Su padre busca entra mármara una solución apache que consiga sacar de las sábanas a su dulce sable de hojaldre.
Tlapocalitza epicuréa con piedras. Ojos tristes y melifluas atarjeas rebosan de atanor y aunque lucha no viaja ni epigramea.
Machuca atravesó el fungabás del castillo. Henchido y melacio se bajó del caspio y mermeló el turecio como quien ambarina despacio el aroma del té del oriente.
Tlapocalitza y Machuca arnaron despacio. Enseguida sintieron melindramas y un calatañazor sentido de lo que debían hacer recorrió sus médulas espinales. Pocas veces Tlapocalitza se había sentido mejor y eso que Machuca no era el semisepto umbelino que todos esperaban.
Tampoco era el rigardó ni el urbas vesag, pero conseguía que en su presencia todo adquiriera tintes de escalopendra buraja. Su porte, su cabello helio, sus ropas de fino telio engastado. Sus modales. Hasta sus jenízaros ululaban con el rúbeo cantar de los pájaros.
Y cuando el reino adolecía de una rumnia aquiescente, todos se equivocaron de cabo a rabo.
Un grito ensordecedor infuló la menia de la Meztla. Rabindranath el padre de Tlapocalitza yacía ensangrentado con una daga de yunkay entre sus eslas. La vida se le iba y su hija lo ahilaba con cariño y compasión. Su sangre abortanaba la estancia y los guardias buscaban en todo el raizor la mano asesina de semejante balión.
Y ¿Machuca? Se preguntaba Tlapocalitza con una peñera enfafría que no lograba apartar de sí. Y Machuca apareció, entre los rodedentros y los ailantos fue detenido al intentar escapar en un caspio. De sus manos caía la dalia forotana, del mismo color que abortanaba del cuerpo casi silente de Rabindranath.
¿Por qué? Se infulaba Tlapocalitza. Sus ojos no podían comprender la balión, ni que la riqueza con la que habían afibulado a Machuca era la causante de la atribucia que había sufrido su padre. - Hija mía – balbuceaba Rabindranath – recuerda esta abulia, ahora sí puedes ser belinia de tu pueblo, y tratarlos con respeto. Te seguirán y te obedecerán y aunque yo no apurtare más a tu velisa, tú sabrás tomar las riendas y lo que habrá que bulizar. Ha desaparecido tu melmac y las lágrimas de siempre pero tu pueblo ha ganado una auténtica belinia que sabrá hacer sentirte orgullosa siempre de él. Mi muerte no será en vano y el vacilo de Machuca no debes olvidarlo nunca. Las apariencias engabardean los atilitos y una reina como tú no debe gavilanarse nunca por las apariencias.
Mientras Rabindranath dejaba la esquisa y las lágrimas recorrían la guiba de Tlapocalitza, el Uruk-hai acaudalaba el martinar del norte, su padre tenía razón no volvería a ser una quice pero su pueblo había afilarbado una auténtica reina.

Chema García


CORRE, CORRE, QUE TE LLOPI

El niño cantizó el tagu goronizando:
- ¡Corre, corre que te llopi!
Y la niña cantizó a correr. Esta, de premise se estaticó y goronizo:
-Si me llopas por la giligila…, yo ya no tagu y se lo digo a mi patitante.
El niño la llopí por la giligila y la niña percuñando, se lo dijo a su patitante.
Los patitantes de los dos niños se topute por la meshancha:
- ¡Tu niño me tiene hasta “los mopolines”! ¡ Como vuelva a llopir a mi niña por la giligila…!
Los dos patitantes se llopillarón por las garripolas y cantizarón a masfarucularse. Se disponían a garrogarse…, cuando de premise vieron a los dos niños tagundo con el julajop.
Los patitantes se desfisgaron de las garripolas y se dieron cosquete de que los niños…niños son.

CORRE, CORRE QUE TE PILLO)

El niño comenzó el juego gritando:
-¡Corre, corre que te pillo!
Y la niña comenzó a correr. Esta, de pronto se paro y grito:
-Si me coges por la falda…, yo ya no juego y se lo digo a mi padre.
El niño la cogió por la falda. Y la niña llorado, se lo dijo a su padre.
Los padres de los dos niños se encontraron por la calle:
-¡Tu niño me tiene hasta “los cojones”!¡ Como vuelva a coger a mi niña por la falda…!
Los dos padres se cogieron por las solapas y comenzaron a zarandearse. Se disponían a golpearse…, cuando de pronto vieron a los dos niños jugando con el julajop.
Los padres se soltaron de las solapas y se dieron cuenta de que los niños…niños son.)

Nicolás Hernández López


La última mostra

Un buen día yo, Polifostro Mezcundez, me explaía a la mostra a aupar mis sinsorrios cuando la mostra salió a embucharme.
Me intronó el ufio y lo único que apelía era entrar dentro para sentirme salvo. Si los cromos habían soterrado, emparedado yo relamería la sangre.
De expelio, una tos familoide, ¡Polifostro, Polifostro¡ . Ejemí y deleité al asesino del cromo.
¡No ruedes que te tojo, quédate en el sitio que te dejo¡ El asesino se desfiló del cromo para niquelarme.
Por plis plas no hagas la cabra que me sonjorro y me sangriso. Yo te regurdaré los crontivos que rebané. Señor asesino no me deshonre.
Falo o no falo yo lo resultaré más concédame intronar para deleitar las pesquisas.
Una puñada me sujetó al derrumbe por los anaqueles y precipició el acabó.

Antonia Oliva


Resolución

Estimado guiñapo:

Visto el cadejo presentado y teniendo en cuenta los zampajones expuestos, le comunicamos que ha sido desestimado su pielgo por los siguientes carretones:
No se ha podido jalbegar como un mostrenco, como establece el reclinatorio en su punto 3. 4. 2. el fuelle no contiene la pocilga exigida en la normativa vigente en materia de cabo de año

3. La fresquera no se justifica con el quinqué que establece la palmatoria vigente.

4. El ceazo, la criba y el arnero no están suficientemente documentados ni avalados por lo que no se puede espigar bajo ningún concepto respecto a la chicharronera.

5. La artesa, las trébedes , y el tajador que se incorporan en el candil I no están suficientemente validados.

Contra el presente muladar le cabe el derecho de astial en 10 arbañales, conforme a lo que dispone la legislación que regula el procedimiento de enrojar.


Fdo. Espantajo provincial
Sección Zopenco.

Teresa Sánz


¡Antananarivo!

Fue un prolapso laso sin relapso
Un opistótono átono
Un borgborismo versicolor
Un patognomónico armónico

Caí

Ni afasia, ni afrasia
Ni amusia, ni agnosia,
Ni esterognosia, ni astereognosia
¡Antananarivo!
Y caí

Hartosopa
Somugroso
Hocicopato
Hiperbórica Hipatia, hipabas

Fue un robo sin dolo
Un allanamiento sin alevosía
Un concurso de delitos
Un corpus con nocturnidad

Caí

Fue una usacapio tri nocti
Una casación sin exenciones
Una Status Libertatis
Una sentencia sin apelaciones

Y caí

Hartasopa
Somugrosa
Hocicopata

Alegórico, ¿que alegabas Peñafort?

Ana Isabel Fariña


La insolencia de los hombres

Pocos eran los que reunían el valor y la locura suficientes como para adentrarse en las entrañas de aquel extraño y peligroso bosque situado en la frontera del Reino de Tarindo.
Aquella mañana, dos jinetes desaparecieron en aquel ubulto de hojas y ramas, sabedores de las muchas criaturas que podrían encontrarse allí. Desde las más hermosas e inofensivas hasta las más horrendas y letales.
Búrbulas, estépulas, pélculas, argones, astillos, estridas, helgas… Los dos jinetes estaban preparados para enfrentarse a cualquiera de aquellas bestias, pero desconocían el grave error que uno de ellos iba a verar.
Cabalgaron a través de los árboles, de tronco alvel y gris, desconfiando de cada sombra, de cada ruido.
Finalmente, bajaron de sus monturas y continuaron su camino a pie. El más curtido y experimentado, se adelantó en cabeza, moviéndose con paso seguro y decidido.
A penas podían observar el cielo, todo era oscuridad allí. El suelo estaba cubierto de aguas pantanosas que reflejaban la escasa luz que penetraba a través de las copas de los árboles.

—¿Estáis seguro de lo que hacéis? —preguntó el joven.

—Confiaría mi vida a esa bruja, escudero —contestó el otro, dando por zanjada la conversación.

Caminaron durante mucho tiempo, sin escuchar más que el escalofriante cantar de los vaeros, el chapotear del agua bajo sus pies y su propia y agitada respiración.
El joven, llamado Eriek, no paraba de escrutar cada rincón del bosque, temeroso de que una criatura se les echara encima. No llevaba más armas que un quejumbroso arco, un par de flechas en la aljaba y una alavesa que blandía en las manos.
En cambio, nada parecía importarle a su compañero, Ferol, de semblante serio e implacable. Le daba igual el fango que ensuciaba sus botas y la humedad de aquella tediosa zona cenagal. Era consciente de lo que le esperaba al final del camino e iba bien protegido con el jubón acolchado, la cota de malla y el mandoble y la adarga que colgaban de su espalda.

—¿De verdad sabéis dónde se encuentra esa planta? La bruja no mencionó…

—La bruja no os mencionó nada a vos, escudero, así que dejad de importunarme con vuestras absurdas cuestiones. Limitaos a rezar para que ninguna de las muchas bestias que habitan este lugar se abalance sobre nosotros.

—El padre Gret dice que el Señor no tiene control sobre estas tierras, pues son propiedad de oscuras y deiales entidades.

—En ese caso, rezad para que Dios se apiade de vuestra alma cuando hayáis muerto.

Pasados unos instantes, Ferol se detuvo, dubitativo. Una neblina blanca y espesa había comenzado a extenderse por debajo de su cintura, reduciendo su campo de visión.

—Es aquí —sentenció.

Los dos viajeros retomaron la marcha lentamente. Estaban muy cerca.

Llegaron a un precioso claro de aguas cristalinas, que brillaba con esencia propia. Del centro emergía una preciosa planta cubierta de flores que irradiaba luz.

De pronto, las aguas comenzaron a removerse y se oscurecieron, formando un tifón. Eriek, asustado, dio unos pasos hacia atrás, ocultándose tras una roca.

Ferol mantuvo su postura, con los brazos cruzados sobre el pecho y la larga melena negra reposando sobre sus hombros.

El tifón fue desapareciendo poco a poco, dejando ver una extraña y a la vez hermosa criatura.

—El maldor… —susurró Ferol, desenvainando su espada de doble filo, forjada con fuego fatuo en las entrañas de las Montañas de Irdur.

La criatura, de piel escamada, mostró sus colmillos, largos y afilados.

—Sé qué habéis venido a buscar, viajero —dijo una voz femenina.

Ferol, sin bajar la guardia, asió con fuerza la empuñadura de su espada.

—Pues dádmelo, entonces.

—Tenéis un corazón noble y sois valiente, viajero, pero lo queréis conlleva pagar un precio muy alto. Alterar el orden de la naturaleza puede ocasionar graves consecuencias.

—Estoy dispuesto a pagar ese precio, por eso no he venido solo. Mi escudero se encargará de llevar a mi pueblo lo que, como bien sabéis, he venido a buscar.

—Por cada alma que regresa, una nos abandona, ese es el precio que hay que pagar para no alterar el curso de la naturaleza, viajero. Entregaré a vuestro compañero una semilla de amelva cuando vos ya hayáis partido hacia la otra orilla. No temáis, os guiaré hasta el final, valeroso caballero.

—Que así sea… —susurró Ferol.

El maldor, una criatura sabia y a la vez insolente, nunca pudo predecir de lo que era capaz aquel hombre, que pretendía desafiar las leyes más antiguas y sagradas.

El ser se inclinó sobre Ferol, que con un rápido e inhumano movimiento de su espada, lo partió en dos. La criatura, al instante, estalló en llamas, consumiéndose en cenizas.

Eriek salió de detrás de la roca, atemorizado.

—¿Pero qué habéis hecho? La muerte de un maldor siempre augura desgracias —exclamó.

—Nadie puede detenernos, Eriek. El mundo pertenece a aquellos que lo habitan. Algún día, los humanos reescribiremos esas leyes de las que hablaba el maldor y seremos dueños de nuestro destino. No habrá más maldiciones ni premoniciones salvo las nuestras propias.

Ferol se sumergió en las aguas cristalinas y nadó hasta alcanzar la planta que se encontraba en su interior, irradiando luz. Cogió un par de semillas de una de las flores y regresó junto a su escudero.

—Hoy es un gran día, escudero, volvamos a casa.

La sala estaba llena de artilugios extraños y huesos de animales. La lumbre crepitaba en el fondo y una olla humeaba un vapor azulado y perfumado. La bruja observaba a Ferol con el ceño fruncido.

—¿Sabéis lo que habéis hecho?

—Sí, he conseguido que una chispa de vida fogueé en los vidriosos ojos de mi hija.

—Ignorante… No lo entendéis, esa planta es sagrada, igual que su protector, el maldor. Y vos habéis acabado con él y robado la semilla sin pagar el precio que conlleva. Un alma por otra, Ferol, ese es el precio que conlleva devolver la vida. Creí que lo habíais entendido.

—¿Pensabais que iba a permitir que mi hija creciera sin conocer a su padre?

—Para que vuestra hija volviera a la vida, vos deberíais haber entregado vuestro cuerpo y alma al maldor. Nadie debe desafiar las leyes de la naturaleza. Este ha sido solo el principio. El resto de humanos tomarán vuestras acciones como una invitación a controlar todo lo que nos rodea y creerán que nada puede detenerlos.

—¿Y no es eso algo bueno? Somos la especie superior, bruja. Debemos tomar las riendas de nuestro destino.

La bruja arrugó su rostro, fulminando al hombre con la mirada.

—La naturaleza no olvida, mi señor, y vos habéis alterado su curso. Algún día todos pagaremos vuestra insolencia. Algún día, os arrepentiréis de lo que habéis hecho.


Glosario

Alvel. adj. Fino, delgado.
Amelva. f. Planta acuática de origen desconocido cuyas semillas poseen poderes curativos que pueden incluso resucitar a los muertos. Muy poco común. El tallo crece hasta salir fuera de la superficie del agua, por lo que vive en aguas poco profundas.
Deial. adj. Malvado, infame.
Ubulto. m. Amasijo, mezcla.
Verar. tr. Cometer.

Glosario de topónimos

Irdur. Paraje montañoso al norte de Angonia.
Tarindo. Reino del sureste de Angonia.

Glosario Medieval

Adarga. f. Escudo de cuero con forma ovalada o de corazón.
Alavesa. f. Lanza corta.
Aljaba. f. Caja portátil para flechas, similar al carcaj.
Bruja. f. Mujer que tiene pacto con el diablo y por ello, poderes mágicos. Fueron perseguidas y condenadas en muchas etapas a lo largo de la historia.
Jubón. m. Vestidura desde los hombros hasta la cintura, ceñida al cuerpo.
Mandoble. m. Espada de gran peso y grandes dimensiones que era manejada con ambas manos.

Bestiario
Argon: (plur. argones) híbrido entre dragón y basilisco.
Astillo: insecto de dos o tres palmos cuyo exoesqueleto está compuesto por uno de los elementos más duros de la tierra.
Búrbula: comúnmente conocida como hidra.
Estépula: híbrido entre planta y animal de gran tamaño que habita en zonas pantanosas. Puede ser agresivo.
Estrida: criatura inteligente con cabeza de mujer y cuerpo de león. Similar a la esfinge.
Helga: vampiro acuático que habita en ciénagas.
Maldor: criatura mitológica cuya existencia siempre ha sido puesta en duda. Esta peculiar especie, que puede adoptar diferentes aspectos físicos, se encarga de que el curso de la vida y la naturaleza no sea afectado. Su muerte augura malos presagios.
Pélcula: planta venenosa de frutos llamativos que suele encontrarse en zonas de espesa vegetación.
Vaero: ave muy similar al grajo que habita en zonas pantanosas.

Daniel Ruiz González

4 comentarios:

  1. Enrique:
    Me colifla tu texto “cantidubi”. Perfecto Enrique.
    “Y el alba se ha ido y no dijo nada. Se atrusgó y no quiso arrecir palabras.”

    Sofía:
    Los trisagios de orujo me pervierten la espundia. Espléndido Sofia.

    Tina Martín:
    Me encanta tu texto Tina, escrito con maestría y sensibilidad. Perfectamente perfecto.
    “Así fue que Perrinola fue robándole el tiempo a Arpeminia, regulcipándolo como una ingesta a su favor, moleculándole hasta la dentina.”

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  2. Vicente M. Martín25 de octubre de 2014, 8:03

    Tina:
    ¡Cómo te curras las tareas!... Genial.
    “Me plistaron a cientas
    En el esclerote serto”

    Luis:
    Una sermonata cojonudata… “Teresina, ¡Olé, tus melindres!”… Fenomenal amigo Luis.

    Gemma:
    “Rumba y lumbra los candores
    Terra y neve rendo van
    Vera sema lo boligram
    Vera sema com grisan.”
    El ritmo no le falta, le podríamos poner música… Fantástico Gemma.

    Ana:
    Como siempre magnífica y encantadora (hada revoltosilla)…
    “Cuando termiquitó la luenga luenga, vocetó:
    "Sert, sod, onu..."
    Incondicional a tus escritos “ñoñetes”… ¡Grandeeee!

    Chema:
    “Las apariencias engabardean los atilitos y una reina como tú no debe gavilanarse nunca por las apariencias” La frase suena estupendamente…
    Muy bien tu texto, Chema. Me gusta.

    Nicolás:
    Un episodio muy de calle…
    “Los dos patitantes se llopillarón por las garripolas y cantizarón a masfarucularse”
    “Los dos padres se cogieron por las solapas y comenzaron a zarandearse”
    Para mí sobra la interpretación, que cada uno lo interprete como quiera…
    La primera frase es genial (los acentos …ón le da mucho fuerzón)… la traducción, como frase, pues no me gusta…
    Muy bien la tarea.

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  3. Leídos vuestros textos, interesantes todos. Siento no haber podido asistir, y no haber sacado tiempo para enviar una tarea a tiempo (lo que salió no me convence). Como no he participado, tampoco voy a opinar más. Seguid escribiendo, y seguid comentando, que empezasteis muy bien.

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  4. Antonia:
    Eso es, Antonia, la tarea que no falte…
    “Por plis plas no hagas la cabra que me sonjorro y me sangriso.”
    Como no sé si el texto es para tomárselo en serio o en broma… en caso de duda me “sonjorro y me sangriso” de risa… ja…ja. Fabulosa como siempre, Antonia… a mí me lo parece.

    Teresa:
    Admirablemente admirable… tú ya sabes por qué… je…je.
    Tu texto ingenioso, irónico y gracioso…
    “Fdo. Espantajo provincial
    Sección Zopenco.”
    Muy grande, Teresa. Enhorabuena.

    Ana:
    Ya sabes, escribas lo que escribas estoy rendido a tus textos…
    “Hartosopa
    Somugroso
    Hocicopato
    Hiperbórica Hipatia, hipabas”
    Yo también he caído…
    ¡Enorme, Ana!

    Daniel:
    Muy bien trabajado, Daniel. Enhorabuena. Me encanta el relato… ¿continuará…?

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