A otra cosa, mariposa

La tercera sesión del taller la dedicamos a nombrar los objetos y las cosas. Y para ello convocamos sobre el folio a Pablo Neruda, a César González-Ruano, a María José Ferrada y a Mari Ángeles Pérez López, todos ellos poetas de la materia.

De la mano de Francisco Pino aprendemos que aunque las cosas tengan ya su nombre, su palabra, escribir nos permite "darles nuestro significado, aquél que me las haga entender tal y como yo las entiendo o me las figuro. Es decir, que debemos desconcertarlo todo para concertarlo con nosotros mismos”.


El lenguaje de las cosas, María José Ferrada, El jinete azul


Pablo Neruda, nuestro diógenes poeta, nos sitúa con su mirada de ganzúa ante las cosas en una de sus odas. Jorge Luis Borges, con su tacto de ciego, hace inventario de objetos y les rinde tributo en su poema "Las cosas":

El bastón, las monedas, El llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde

una ilusoria aurora ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,

ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

Y también Carlos Bousoño nos dejó en herencia un poema que exalta la permanencia de las cosas, incluso en medio de la oscuridad:

Vosotras, cosas, duras y reales,
escándalo en la luz y permanencia
sutil. Profunda es vuestra ciencia
de estancia lenta en frescos manantiales.

Porque brotáis de chorros virginales
y la honda vida recibís de herencia.
¡Manad, manad, callados inmortales,
manad y dadme ser, amor, presencia!

Manad, callada piedra, azul montaña,
súbita cresta del amor, hondura
de luz enorme. Dadme ser, entraña

donde pueda beber la honda bravura:
realidad que subleva su maraña

total, contra le enorme noche oscura.

Charles Simic, premio Pulitzer en el año 90, conoce el secreto de las cosas y nos lo explica en uno de sus pensamientos: "Nombramos una cosa y luego otra. Así es como el tiempo entra en la poesía. El espacio, por otro lado, existe en virtud de la atención que dedicamos a cada palabra. Cuanto más intensa nuestra atención, más espacio, y hay mucho espacio en las palabras." Y también María José Ferrada nos desvela algún que otro secreto en su maravilloso libro "El lenguaje de las cosas": 

Las cosas duermen,
sueñan pequeños sueños
y despiertan.
A veces incluso les da por hablar,
y es un idioma que parece un zumbido
o un pestañeo.
Por eso dentro de la casa hay un secreto.

“Ffrrrrr srrsrsrs jjajajja trrrrrrrr
Frrrrrrrr zzzsrrrrrrrr”.
Suena el secreto de las cosas.


Volvemos de nuevo a Simic para formular nuestra tarea de escritura. Dice el poeta en su libro "El monstruo ama su laberinto": "Oí hablar de un mentalista capaz de leer los temores de una cerilla encendida al entrar en una casa a oscuras”.
Pensemos por un momento que somos ese mentalista y que estamos en disposición de conocer y dar voz a los sentimientos de los objetos. Lancemos pues nuestras hipótesis fantásticas y busquemos en las respuestas el modo de renombrar y revivir los objetos: ¿Cuáles son los temores de una cerilla encendida en una casa a oscuras? ¿Con qué soñará una batidora enchufada a la red eléctrica? ¿Por qué los frigoríficos suspiran hondamente en medio de la noche? ¿De qué se sonrojan los interruptores de las regletas de la luz? ¿Reconocen los picaportes de las puertas nuestra piel? ¿Qué hará la cama con los sueños no soñados? ¿Qué clase de ideas tendrán las bombillas?

Dejamos aquí los resultados de vuestras indagaciones:


De puertas y amores

“Era extraño aquel hombre,
o como tal lo tomaron,
porque besaba todo
lo que hallaba a su paso”

El hombre extraño, Silvio Rodríguez


Hay puertas de todo tipo: altas como para pasar por ellas a caballo, bajas como para pasar por ellas en secreto, ataviadas con listones para fiestas, ornamentadas con finas tallas, abandonadas, descascaradas y agrietadas, desgonzadas. Las hay abiertas, las hay cerradas, clausuradas o tapiadas, y por allí entró y salió gente con mayor o menor gracia, con mayor o menor prisa.
Pero, hubo una puerta en particular, una humilde puerta de aula, que mereció los amores de Lucas: ese joven indócil que nos alejaba a cabezazos cuando se agitaba, que se balanceaba y movía sus manos en extrañas piruetas para reconfortarse cuando el mundo lo agobiaba, que nos dirigía esa mirada difusa con la que miraba sin vernos.
Esa puerta atrancada y desobediente que se hacía forzar cada mañana, a la que había que abrir con fuertes sacudidas y giros de llave; que cedía suavemente a los aceites con que la engrasaban, solo para rechinar días después en una queja lánguida. Esa puerta de barniz tosco y grueso aplicado con el desamor de alguien que a todas luces no conocía el oficio. Esa puerta esperaba a Lucas. Y él lo sabía. La caricia suave, que yo creí que desconocían sus manos, la recorría al inicio del día y su beso tierno la despedía cada tarde.
La puerta se estremecía. Me pareció oírla crujir alguna vez, como conmovida hasta su fibra más profunda en la que aún latía su corazón de árbol. Y en las noches, seguro, su suave crepitar no era el efecto físico de expansión y contracción de la madera por acción del frío. No, era su suspiro de remembranza.
Debe ser difícil ser una puerta de madera. Haber pertenecido a la tierra, haber vivido concurrida por aves e historias traídas por todos los vientos. Haber sido horadada por bichos, hogar de todo lo viviente. Y de pronto, ser arrancada y recortada para quedar por siempre inmóvil. Porque es distinta la inmovilidad de un árbol a la de una puerta: el árbol prolonga sus raíces en la tierra húmeda y alarga sus ramas abarcando el mundo, mientras la puerta está circunscrita a su marco.
Por eso Lucas, que conocía la soledad de no tener raíces, la amaba; y lo hacía con ese amor misericordioso del que vibra con la misma pena.
Hoy no sé dónde andarán Lucas y sus besos; hace unos años lo llevaron atravesando puertas hacia rumbos más lejanos. Pero, la puerta sigue allí en su estática perpetuidad, reviviendo el rastro invisible de aquellos labios, con esa memoria implacable y atemporal que solo tiene la corteza de un árbol.

Maritza García Toro


¿Qué clase de ideas tendrán las bombillas?

La noche mece sus sueños
para dormir recuerdos
con diseños de un espacio,
dorado en su latir.
Bombilla de ideas
despierta el pensamiento
hacia la luz,
brilla en mi piel,
centellea en mi mente
para iluminar palabras en la mirada.
Voltaje de pasiones
dialoga con sonidos,
anclados en la voz de un despertar,
textura de calor
que anuncia la mañana.

Sofía Montero García


¿Qué piensa un radiador cuando le sacan el aire?

Yo, me considero que soy un buen radiador, y aunque algunos lo pongan en duda, deben saber que también tengo mi corazoncito ; y me molesta que el pesado de la casa, sin avisarme, sin contar conmigo, nada más acabar el verano, me introduce una moneda de peseta, en la única ranura que tengo, la gira, y espera a que la válvula haga, sssssuis..ssuuuiss..ssssuis y luego gluuuu....gluuuu...gluuuuu; no sabe que me está removiendo las tripas y que por eso echo una bilis negra hasta que me canso y luego ya sale más clarita. Por el día empiezo a notar un calor insoportable y por la noche me vuelvo a enfriar, !Así que cojo unos catarros de aquí te espero!.
Esto es señal de que ha empezado el invierno, y aquí en Salamanca, todos sabemos que dura ocho meses, y termino agotado.
El otro día, me mandó un whatsapp un primo mío que tengo en Alicante, y me decía que me fuera con él, que allí solo se trabajan 3 meses y los otros 9 meses son de descanso. ! Y me lo estoy pensando!

Luis Iglesias


¿Conoce el espejo la fecha de mi muerte?

Si está tan aburrido de mi cara como yo, no me extraña su comportamiento. Es cruel y despiadado. Comenzamos nuestra relación en la juventud y me devuelve la vejez, sin que en él se refleje el paso del tiempo. No es justo.
Parece un cristiano viejo: “Quien dice la verdad ni peca ni miente”. Falso. La fe no regala la veracidad y el pecado es opcional. No debía ser tan arrogante. La imagen no es verdadera o falsa, real o irreal sino subjetiva, contaminada tanto por la mirada del observador como por la respuesta del azogue.
Tampoco hay que acercarse demasiado o interrogarlo con dureza. Nos mostraría su interior. En la esquina inferior derecha, la taza, lugar de éxitos y fracasos, de reflexiones profundas. El pensador se está aliviando. A su lado, no sabemos qué piensa el bidet de su inventora. Intuimos su hastío.
Al margen izquierdo se asoma la bañera con su gran boca y su mensaje oculto. Si resbalas, puedo ser mortal.
En el centro, abajo, el lavabo. Resignado al jabón, mocos y pasta de dientes. Una perspectiva imposible sólo plasmada en el lienzo.
Al retirarnos, cambia la percepción del contenido. Volvemos a aparecer y el diálogo no ha alterado, mejorado, el resultado del acto de mirarnos. Seguimos en nuestra mismidad recíproca.
Sé que la sabe pero está apuntada al otro lado y no tengo la edad, vigor, curiosidad, ganas o necesidad de sumergirme en esa líquida superficie.
Puede que el tiempo la haya borrado.

Dionisio Alonso


¿Qué hará mi cama con mis sueños no soñados?

El artesano hace mi cama con cuidado y laboriosidad, se concentra. En la pared de su taller cuelgan los sueños, fruto de su anterior trabajo perfeccionista y laborioso, hay un sueño recién acabado a sus pies. No importa cuán bueno sea el sueño, sólo valdrá la pena si me es útil.
Subo y bajo por el aire por el hueco de un ascensor luminoso, no sé a dónde voy, soy aire, gas, bostezo, me diluyo, estoy perdida. Ya no recuerdo nada, he perdido mi memoria.
Mi cama se traga los sueños no soñados que son aburridos, se estira y registra la almohada por ver si quedó por ahí algún sueño perdido.
Un hombre y una mujer alzan sus copas, sellan su amor, ella va de blanco y azul, pura y espiritual, él libre e indómito viste anárquicamente, como el loco. Se miran a los ojos, sus copas brindan como símbolo de la unión de sensibilidad y acción, equilibrio y pasión, unión perfecta de lo terrenal con lo espiritual.
Pasé toda la siesta en un duermevela y mi cama me susurraba al oído sueños no soñados deseados. El toro bravo está en un corral, han prohibido la fiesta, lo devuelven al campo, sin plaza ni torero.
Mi cama se muda a la biblioteca en señal de protesta. Por el camino toma el chocolate negro de los sueños no soñados, se lo ha dado la chica de azul turquesa que portaba en su vientre un caracol y sonreía.

Aronbanda


Una bolsa “asombrolsa”

No era solo una bolsa
Era una bolsa “asombrolsa”
Me la dieron en el súper.
La llevaba cargada hasta arriba
Y se quejó
Vaya si se quejó
Me dijo que era un capullo
Que la iba a reventar
No me lo podía creer
¡Una bolsa que me hablaba!
Y hasta me insultaba
Al llegar a casa y vaciarla
Me advirtió
Que no se me ocurriera usarla para basura
No soportaba los reciclados
Que ya llevaba nueve
Y con esos tenía suficiente
Era una bolsa filosofa
Me iba a enseñar a entender la vida
¿Será posible?
Lo es
Tres cosas me dijo que necesitaba para ser feliz
Calma, inteligencia y orden.
Sí que es “asombrolsa”
Mi bolsa.

​M. Venttini​


La bailarina
(Sueños de una batidora)

"Siempre lo he sabido. Toda danza es baile de hoja caduca. Todo movimiento el hijo de un espacio de arenas. Allí, los ríos maman de las manecillas de un reloj invisible y siniestro. Nada calma su sed de tiempo.
Nunca lo he dudado, para la simiente y el fruto, la finitud es la sombra más clara: la silueta de una profecía fría que se abraza a su savia. Un día la puerta del abismo se abre, el silencio deja de ser compás y su grafía se convierte en pausa de un ritmo sin aliento. Caronte navega sin clave. La música cesa.
Conozco el escenario donde actúo, el espejismo donde giro y duermo. Conozco su batuta, el bastoncillo rutinario que seca "la gracia del agua": los sueños. Aquí, la fantasía es locura. El mundo un desierto. Malviven los mudos. Sobreviven los ciegos. Los herejes están desterrados o muertos.

Últimamente, un terremoto sacude las cocinas. Su hipocentro: un deseo.

Vormark ha descubierto un intérprete virtuoso. Lo ha presentado en sociedad. Todos quieren poseerlo. Su propiedad es la llave del prestigio, la garantía del éxito. Puede entonar a dos voces. No desafina. Desconoce el error. Trabaja solo. Su ejecución tiene un trazo ligero, su acabado es impecable. Ninguna melodía culinaria se le resiste. Lo más burdo y lo más elaborado cobran vida en su garganta de acero: la Varoma inoxidable. Es un artista limpio, rápido y versátil.

Cazos, cazuelas y chinos; licuadoras, picadoras y morteros son sepultados bajo los escombros que se desprenden al pronunciar su nombre: Thermomix.

El hecho de que mi creador me dotara de un motor robusto, un mecanismo preciso y un cuerpo compacto, no son elementos suficientes para eludir la fuerza de su honda expansiva. Suponer que "el programa" de limpieza en el menaje, afectará a todos sin rozar mi existencia, es una presunción absurda. Afeŕrarme a ella, una esperanza sin fundamento que firma mi sentencia. Cuando un reinado nace, la destrucción impone su hambre.

Si no pongo remedio, un día, en un instante, abandonaré mi camerino: este armario blanco y acogedor donde ideé tantas coreografías de frutas, legumbres, harinas, aceites, especias y sales. Un día, en un instante, conoceré la laguna sin clave. El telón subirá pero no seré baile. Una barca de plástico reciclable me guiará por el inframundo. El punto limpio y la basura son los nombres del puerto desde el que los buques se dirigen al feudo de Hades. Si me descuido seré sombra errante. Tengo que prepararme.

Recuerdo que poco antes de que el primitivo cuenco de piedra desapareciera de los hogares, habló de una "rama de oro". La escondía una sibila: "La sibila de Cumas". Era el precio que debían abonar los vivos por eludir el exilio y atravesar el infierno sin que sus nueve brazos de lodo los atrapasen. Lo pagó. Lo escuché cantar durante días y noches una endecha tierna y salvaje. Nunca lo encontraron.

Su proeza me conmovió. Heredé su mantra: "lo semejante atrae a lo semejante."

Yo no sé cantar. Lo mío es el baile. Desplazar mis cuchillas por una superficie, acariciar una melodía dibujar con un roce sabores únicos para uno o varios comensales.

He visto bailar a las ramas de los árboles. Es una danza de ciclos perennes, a veces tierna y a veces salvaje. Puede que el ritmo lo marque la vidente anciana que vive en el aire.

Tengo que prepararme. Hacer que mis cuchillas giren. Convertir mis vueltas en aire. Conjurar a la nube que guarda los sueños. Dejar que "la gracia del agua" mane. Vestir de luz mi camerino. Tejer una rama áurea, una batuta de savia dorada, una varilla tierna y salvaje. Puede que el barquero la acepte. Tal vez, la sibila sea el misterio que hace que mi corazón florezca con cada paso de baile.

Siempre lo he sabido. Quienes me rodean, nunca vieron más allá de la finalidad prosaica de mi uso. Un objeto inanimado que simplificaba su vida.

Nunca lo he dudado, he sido el reflejo de sus minúsculos afanes. Jamás conocieron el calor de mi entrega cuando el vaso de plástico me recibía para convertir las notas en nanas, valses, polcas, mazurcas o tangos fugaces.

Conozco el escenario donde actúo. Un espejismo duro de muros de acero. Un espacio abrazado a un reloj donde los ríos se secan persiguiendo el tiempo. Un desierto donde el horizonte se perfila con la absurda crueldad del triunfo, del prestigio, del aplauso ajeno.

Hoy bailaré de nuevo. Nadie me verá hacerlo. Será una danza de agua y viento."

Cuando Carmen fue a buscar a la batidora con la intención de desecharla, el armario estaba vacío. En su lugar, había un pendiente de oro con forma de rama. Nadie lo entendió. Hubo recriminaciones e improperios. La confusión duró poco. Entre humanos, el olvido es caballo de trote ligero.

Soy el hijo de Vosmark: la forma que viste un deseo, el epicentro del terremoto que asola las cocinas. Hoy vivo en el camerino que heredé de una bailarina. Un armario que cuando duermo, me cuenta cuanto os cuento. Nadie ve más allá de mi uso.

Un día, en un instante, me desplazará otro ingenio: un objeto con más habilidades. Tal vez sea un hermano. Tal vez un extraño. Una vez presentado en sociedad, renacerá el ansia de poseerlo. Más reluciente, más limpio, más rápido y más versátil prometerá prestigio y tiempo. Tengo que estar preparado. El capricho juega con esos seres que se dicen animados y se enredan en minúsculos afanes con los ojos vendados. La sed es su estado. La finitud, su condena.

Ana Isabel Fariña


¿Qué siente el piano cuándo se desangra?

Hoy sé que soy un piano. El día en el que me probaron por primera vez, tuve claro durante unos instantes que mi vida iba a ser larga pero bastante dolorosa.

Me construyeron con mucho mimo y cuidado, utilizaron diferentes tipos de materiales y consiguieron crear una armonía tan precisa entre las piezas, que al mover mis numerosas articulaciones me sentía como un deportista de élite: preparado para salir corriendo.

Pero no fue el caso, después de un largo viaje metido en una caja acolchada, me izaron por los aires y me colocaron en un escenario.

El silencio al apagarse las luces fue estremecedor, no estaba acostumbrado y como quien no quiere la cosa, al tensar mis piezas por la angustia, una tecla se balanceó y repartió por la estancia un sonido que me heló la sangre. Pregunté asustado, quién era y me respondió que DO.

DO, nombre corto y fácil de aprender, sílaba que compone palabras tan dispares como DOrmir o DOlor, nombres tan comunes como DOmingo o tan poderosos como DÓlar, pero también forma parte de un monosílabo que se divide en DOs.

Me gustó DO, pero su sonido fue tan efímero, que la angustia volvió, dos teclas se movieron simultáneamente y gritaron a los cuatro vientos: “Yo soy RE”, “Yo soy MI”.

Se notaba que se complementaban muy bien, juntas consiguieron crear, en cuestión de segundos, el comienzo de algo… una melodía, una canción…

RE, la que REparte para todos, la que REpite las veces que haga falta, la que dicta las REglas en el grupo, RE es REcta y quizá su fallo está en que mira mucho el REloj.

MI, sin embargo, es MImosa, un poco MIedosa, aunque le gusta rodearse de MIsterios a los que MIra con la ayuda de RE, es decir REMIra y REMIra hasta que ve.

DO, RE, MI, los mezclé y MIRÉ DOnde ellas me dijeron. De repente se oyó a FA, era caótica, estaba nerviosa, siempre señalando los FAllos, las FAltas, obsesionada con los FAdos portugueses que expresan mediante sus letras el FAtalismo y la frustración…

Y así, de repente, como para contrarrestar el pesimismo, salió SOL. Estaba orgullosa de ser SOLtera, años atrás estudió SOLfeo y formaba parte de la CLAVE DE SOL. Su comida favorita era el SOLomillo con patatas comido en SOLedad, SÓLo se acompañaba de las demás notas cuando su tono agudo SOLtaba algún quejido equivocado, entonces agarraba a las otras de la mano y formaba un SÓLido equipo, ordenando a cada nota en el pentagrama como correspondía y pegándolas con pegamento SOLuble, de ese de quita y pon.

LA surgió de la nada, tenía los LAbios pintados y LAs uñas LAcadas, disfrutaba tomando el sol como una LAgartija y añoraba su pasado como aprendiza de “LAzarilla de Tormes”.

Y finalmente llegó SI. Era SIlenciosa y SIbilina, sonreía cuando subía hasta las nubes y una vez allí SIlbaba y esperaba ansiosa la respuesta a esa pregunta que formulaba una y otra vez, en el fondo creía que el eco respondería con su propio nombre.

Lo curioso de mi historia es que cada fin de semana al abrirse el telón, yo siento unos dedos que tocan esa parte tan delicada en mí. De inmediato las notas se ordenan y salen orgullosas para perderse por los rincones de la estancia. Ellas se repiten una y otra vez, a mí me desconciertan y, mientras eso sucede, los humanos escuchan lo que ellos llaman música.

Sin embargo para mí, cada nota que se evapora, es sangre que pierdo. Me desangro ante vuestros ojos mientras me aclamáis y me aplaudís.

Chus García


¿Qué ha perdido el agujero del bolsillo?

El agujero del bolsillo ha perdido una moneda y las llaves. Hasta hace un momento estaban con él. Ahora, el agujero se encuentra solo. No entiende como han podido desaparecer pero cree que ha sido culpa suya.

Óscar Fernández


¿Sabe un fósforo encendido de pensamientos?

Al filo de abandonar mi adolescencia; no hago otra cosa que estar encerrado en mi habitación. Habitación construida en el sótano de la casa. Fue un capricho concedido por parte de mis padres, como otros tantos más a raíz de la manifestación de mi enfermedad. No he escatimado en ocupar el gran espacio y la he decorado y he puesto en ella lo que se me ha antojado: una amplia cama, armarios que reposan sin quejarse repletos de ropa, dos confortables sillones delante de una enorme pantalla de plasma, un futbolín, una mesa larga rectangular preparada como si fuese a dar un banquete diario y el mueble más emblemático para mí es: una estantería cargada de trofeos. Porque a donde había una competición, de lo que fuese... ¡ahí estaba yo! Mi trofeo preferido es una estatuilla de bronce oscuro en forma de jugador de béisbol, con bate incluido y la peana es de mármol puro donde tiene gravado mi nombre y la fecha de cuando junto a mi equipo ganamos la liguilla del primer curso de instituto. Son muchas las ocasiones que hablo con él. Le tengo adoptado como si fuese mi talismán del la buena suerte. Le acaricio, le froto como si fuese la lámpara de Aladino. Me conformaría con que me concediese un deseo. Deseo que susurro constantemente caminando en círculos por mi habitación, y es… ¡VIDA! Sobre la mesilla siempre hay un paquete de tabaco y una caja de fósforos. No fumaba mucho y lo hacía de forma furtiva por no molestar a mis padres. Ahora simulo fumar con un cigarrillo entre mis labios. Enciendo un fósforo, ¡pero ni le arrimo!, me limito a preguntarme… ¿cuántos pensamientos puedo crear en mi mente en lo que dura encendido? A duras penas he logrado formar uno y de inmediato se desvanece al unisonó de la muerte del aura de la llama. Cuando menos lo espero, aparece en mi habitación el señor de las preguntas. No sé si es a propósito, pero le gusta hacerlo cuando estoy solo en casa. Siempre me aborda con la misma parafernalia y sin más lejos, esta mañana:

- Estas muy serio, triste, yo diría melancólico. ¿Te duele algo? Si no te duele nada… ¿Por qué no sales a la calle? Tienes que ser feliz, tienes que reír, tienes que reír, tienes que… - no le dejé terminar de hablar.

-¡No me duele nada y me duele todo! ¡Te quieres callar! Tú no eres mi siquiatra. Tú eres…, “entre comillas”, el amigo vecino de mi padre, que se cuela en la cocina a la hora de tomar café. Estoy harto de que me digas que fulanito corre un maratón con una sola pierna, que a menganita la falta las dos y salta a la comba. Lo primero que hago antes de levantarme, es mirarme la pierna que me falta. La que nada mas de que me diagnosticaron el cáncer me cortaron y aun así…, me sigue doliendo. En su lugar pongo una ortopédica de fibra moderna que yo llamo “la pata de palo”. A continuación subo la escalera del sótano agarrándome a la barandilla… y sonrió….y le doy los buenos días a mis padres…y de alguna manera me siento bien de poder hacerlo. Pero sabes… ¿Qué?... Hace algo más de una semana me dieron los resultados de la última resonancia magnética que me han hecho y la putada es que la metástasis se extiende por el tórax, abdomen… por todo el cuerpo. Me han dado dos meses de vida. Y tú me vienes a decirme lo bien que huelen las flores del jardín de mi madre o las patatas fritas… (Valga la redundancia) recién fritas… ¡Vete a tomar por el culo! Y déjame solo para que pueda encontrarme a mí mismo.

El señor de las preguntas o… “entre comillas”, el amigo vecino de mi padre, se desmorono como una hoja de lechuga lacia y sin atreverse a mirarme ni a mediar palabra, subió la escalera de mi habitación a gatas. Me quede expulsando aire de regocijo y encendí un nuevo fósforo, diciéndome a mí mismo en términos filosóficos, si sería capaz de formular dos pensamientos antes de que se apagase. Esta vez la vivaracha llama fue benévola conmigo y como si entendiese cuales eran mis necesidades, me dejo completar dos pensamientos. Primero pensé en coger mi trofeo…o… talismán de la buena suerte…pero… ¿Dónde estaba la buena suerte?...le metería en una mochila y le llevaría al campo de béisbol del instituto. Haría un agujero en el suelo hasta llegar al infierno, le taparía de tierra y que me esperase allí durante muchos años. A continuación pensé y era lo más realista y acertado, que en lugar de entérale, le pondría en la vitrina colectiva de uno de los pasillos del instituto, en concreto al lado de la foto donde me encuentro con mis compañeros de equipo. Y así, las generaciones venideras me recordarían…Y el fósforo exhaló una diminuta estela de humo…

Nicolás Hernández López


En la noche

A mitad de la noche , mientras duerme, me saborea la boca , necesito comer algo.
Me levanto a mitad de la noche de la cama , voy hacia la cocina , cuando estoy en la cocina abro la nevera , veo que no hay ningún alimento que me guste , entonces se me ocurre hacerme con la tostadora una tostada y con la batidora un delicioso pastel.

David Álvarez


A otra cosa, mariposa
¿Qué pensará la última pieza de fruta al cogerla del frutero? - ¡Vaya! Llegó mi hora

¿Qué dirán las palabras de un libro antes de abrirlo?
- Vamos, vamos. Que ya viene. Colocaos.
- No puede ser, capitán. No nos da tregua. Así nunca conseguiremos crear la historia perfecta.
- Venga, venga. Todos a sus puestos. Dejad la historia perfecta para otro momento. Está ávido de lectura. Hay que hacer lo que se pueda para satisfacer sus ansias.
- Pero, mi contrato decía que…
- Déjate en paz de contratos. Ya está aquí. Ha cogido el libro y se está sentando en el sofá. No hay más tiempo.

Toñi Martín del Rey


Discusión interna

Alfredo: Hoy el despertador ha amanecido con la boca abierta, sin duda ahora sé a quién le cuenta la almohada todos mis problemas. Jodida cotilla, éstas almohadas de hoy en día no saben guardar secretos. Ayer me acosté con una copa de menos, culpable sin duda de no haber solapado todos los llantos de mi muebles reumáticos. Con temblores acusados rebusco por todo los cajones de la casa. Las paredes están mirándome, el grifo llora de la risa, los fogones se relamen juguetones, la casa entera está susurrándome. Por pura inercia, como un alcohólico que encuentra un vaso de agua, encuentro mi cajetilla de cigarros.
Cigarro:"seré el siguiente".
Esta frase lleva rondándome toda la noche. No era un grito de miedo ni un lamento a destiempo. Era la aseveración de un hecho inevitable. Por eso, cuando sufrí el tirón que me separó de mis hermanos, no derramé una lágrima, permanecí seco. Es curioso cuando estamos a punto de morir, como se intensifican las emociones, las sensaciones, los sentimientos. Yo estaba siendo quemado vivo literalmente. y sin embargo no podía dejar de notar la suavidad de aquellas manos agrietadas, la mirada anhelante sobre mi cuerpo, cada surco de aquellos labios, que se cernían sobre mí apasionados.
Y el olor, ¡ah! el olor; suave mezcla de sudor frío, loción de afeitado y un poco de perfume del día anterior. En el olor era realmente donde descubrí en aquellos instantes últimos de mi vida lo que era realmente el amor. Pues era entonces cuando se mezclaban nuestras esencias, casi podía acariciar con mi humo su pelo. Y era esto el amor, la sensación de tener todos tus sentimientos contenidos en los últimos instantes, fundiéndose como mi humo en mis intentos desesperados por rozar su cabello.
Y era una muerte tan llena de vida.

Carlos Hurtado


¿Cómo se siente un mortero?

¡Feliz! Desde que alguien supo sacar la música de su alma.

Lourdes Hernández


¿Existe lo que no vemos?

No, no existe. Un día cualquiera, insospechado, me aproximé despacio para sorprender y, no había nada.
En verdad, no necesitaba más, en mis tres dimensiones y media disponía de todo lo que quería para vivir. Pero algo que no puedo precisar, la escarcha emergida de entre la niebla, la alarma súbita de un sueño, la mirada precisa y certera, el viraje de ángulo de perspectiva o que saqué un pie fuera del limbo, me hizo despertar al inconformismo.
Descalza y tatuada con las formas y el fondo, intenté no canturrear, sin aroma ni deslumbrar, atravesé mi apegado espacio vital y traspasé el umbral de lo inexistente. Procuré que mi llegada no se pudiera prever, que no se esperara por que podrían ubicar “lo que no vemos”.
Algo me pareció atisbar pero estaba vuelto, vacío, hueco, un sin abismo insondable, un agujero etéreo, destellos imaginarios, sombras entre sombras. No podía no verlo, no había nada.

Antonia Oliva


El espejo

Todos los días, permanecía en silencio. Callado. Ante mis asombrosos pensamientos.
Entonces, venía ella. Y la observaba, tomando referencia de su hermosa belleza.
Se lavaba, me miraba, o al menos eso parecía.
Se maquillaba, me miraba y ante mi asombro siempre era yo.
Había otros espejos en la casa.
¿ Por qué me elegía a mí?
Luego, llegaba ese, ese que la hacía suspirar.
Gozaba sintiendo cada centímetro de su piel.
- Realmente, ¿soy hermosa?- dijo en alguna ocasión.
A mi me gustaría decirla todo lo que siento y siempre he sentido.
Pero tan solo soy un espejo o lo que queda de él.

Iria Costa


El picaporte

La niña ha crecido con una pregunta rondándole por la cabeza: ¿reconocerían los picaportes quien los abría?
Igual parece una cuestión extraña, pero es que la mayor afición de la niña es observarlo todo y cuestionarlo. Y en particular su obsesión es observar la puerta del fondo del pasillo. No sabe que guardaba detrás, no la han llevado jamás y es demasiado pequeña para accionar el picaporte. Sin embargo, con el tiempo, observando desde el otro lado del pasillo, se ha hecho una experta en aquel manillar dorado: si entra mamá no chirría, con su hermano se produce un extraño quejido y para su padre se abre rápida acompañado de un leve cras. Sin duda el picaporte tiene que reconocer la mano que lo toca.
La niña, cuando nadie mira, se acerca, se estira lo máximo, apoyándose sólo en la puntera de sus zapatos de charol. Espera el día que su mano alcance su objetivo y descubrir cómo responde su amigo a su mano.

Leticia Vicente

8 comentarios:

  1. Maritza García:
    “La caricia suave, que yo creí que desconocían sus manos, la recorría al inicio del día y su beso tierno la despedía cada tarde.”
    “Por eso Lucas, que conocía la soledad de no tener raíces, la amaba; y lo hacía con ese amor misericordioso del que vibra con la misma pena.”
    Estreno portentoso y vibrante. Me gusta. Has sabido dotarlo de la magia que tienen las cosas cuando se miran con ternura y delicadeza. Bravísimo y correctísimo.

    Sofía:
    “La noche mece sus sueños
    para dormir recuerdos
    con diseños de un espacio,”
    Palabras que se mecen, iluminan y seducen. Requetebién.

    Luis:
    “Yo, me considero que soy un buen radiador, y aunque algunos lo pongan en duda, deben saber que también tengo mi corazoncito”
    Sencillo, breve y muy correcto como las cosas que a diario se nos escurren entre los dedos y hacen que la realidad transpire la “belleza de las cosas simples”. Extraordinario.


    Dionisio:
    “La fe no regala la veracidad y el pecado es opcional”
    Ironía, humor y filosofía… el espejo sabe todo pero calla. Superbién.

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  2. Aronbanda:
    “Mi cama se traga los sueños no soñados que son aburridos, se estira y registra la almohada por ver si quedó por ahí algún sueño perdido.”
    Yo creo que tu cama juega al parchís con tus sueños no soñados…
    Imaginación y ensueño, me gusta Aronbanda. Superguay.

    Ana:
    “Un espacio abrazado a un reloj donde los ríos se secan persiguiendo el tiempo. Un desierto donde el horizonte se perfila con la absurda crueldad del triunfo, del prestigio, del aplauso ajeno.”
    “Hoy bailaré de nuevo. Nadie me verá hacerlo. Será una danza de agua y viento."
    No importa con lo que te atrevas, la poesía lame cada palabra escrita hasta formar un texto cuidadosamente exquisito, igual que un orfebre delicado cuando se recrea en la obra y plasma su interno repleto de arte y belleza. Maravilloso.

    Chus García:
    “El silencio al apagarse las luces fue estremecedor, no estaba acostumbrado y como quien no quiere la cosa, al tensar mis piezas por la angustia, una tecla se balanceó y repartió por la estancia un sonido que me heló la sangre. Pregunté asustado, quién era y me respondió que DO.”
    Original y bello tu texto, me gusta. Un recorrido de notas definidas y juguetonas que alimentan el corazón de tu piano. ¿Cuándo se desangra tu piano, acaso no se siente hueco o se siente cargado de melodía?. Fantástico.

    Oscar:
    “Ahora, el agujero se encuentra solo.”
    Bonito “micro”. Todos tenemos un agujero por donde perdemos muchas cosas, por eso los agujeros siempre se sienten vacíos y solos. Estupendo, Oscar.

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  3. M. Venttini: tus comentarios son maravillosos. Sabes ver más allá en cada texto y tienes la disposición de personalizar cada historia.

    Gracias por ser tan detallista, por leernos y por escribir!

    Chus García

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Chus, es bonito sentirse reconocido, eso anima.
      Deberíamos animarnos todos más, ¡es tan sencillo! y ayuda a no sentirse solo y eso, es mucho. Gracias otra vez. (alguien me dice que soy "gracioso", es que, ¡cuesta tan poco decir: gracias!)

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  4. Nico:
    Yo dejaría hablar más al fósforo, seguro que tiene muchas cosas que decir, mucho más que las desgracias… Repasa la gramática: “el leísmo”… “Le tengo adoptado como si fuese mi talismán del la buena suerte. Le acaricio, le froto como si fuese la lámpara de Aladino.” “¡pero ni le arrimo!” “¿Dónde estaba la buena suerte?...le metería en una mochila y le llevaría al campo de béisbol del instituto. Haría un agujero en el suelo hasta llegar al infierno, le taparía de tierra.”
    Yo le daría unas cuantas vueltas más a tu texto (cuida acentos y sentidos de la frase)
    Por lo demás, eres un valiente por atreverte con la tarea. Fenomenal.

    David:
    Está claro, David. Una buena tostada de la tostadora y un buen batido de la batidora y a seguir durmiendo que viene un maravilloso día de otoño del “veranillo de San Martín” y hay que disfrutarlo a tope.


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  5. Toñi Martín:
    A todos nos llega la hora… al cigarro de Alfredo también (ver texto de Carlos Hurtado)
    “Así nunca conseguiremos crear la historia perfecta.”
    Es curioso tu libro, las palabras realmente son mágicas. Buen trabajo Toñi.

    Carlos Hurtado:
    “Hoy el despertador ha amanecido con la boca abierta, sin duda ahora sé a quién le cuenta la almohada todos mis problemas. Jodida cotilla”
    Muy potente y correcto tu texto. Buen comienzo de taller.
    “Y era una muerte tan llena de vida.”

    Lourdes:
    A tu mortero si le dejan solo la “te” le quitan el “mor-ro”… ¡Es una broma!
    Es un breve brevísimo breve pero cargado de poesía. Bravo Lourdes.

    Antonia:
    “No podía no verlo, no había nada.”
    Estoy contigo, no existe lo que no vemos. A veces lo que vemos tampoco existe, al menos nos gustaría que no existiera… (me temo que eso es otra historia).
    Genial amiga Antonia, Genial.

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  6. Venttini muchas gracias por tu dedicación a la lectura de los texto, gracias por ver más allá.

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  7. Venttini muchas gracias por tu dedicación a la lectura de los textos. Gracias por ver maa allá.

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