Haikus en el corredor de la muerte

La sesión del lunes, 14 de diciembre, la dedicamos al haiku. Pero en esta ocasión no pusimos la vista y el oído en el espectáculo de la naturaleza. Las ranas, libélulas, mirlos y otra fauna proclive al hábitat del haiku dejaron paso a otros haikus, los escritos por reos japoneses condenados a muerte. Hablamos en primer lugar de la tradición que existe en Japón en torno a la muerte y de cómo existen distintas palabras para nombrar la forma en que uno muerte, si es de forma natural, si es en el ejercicio de la guerra o si es una muerte por amor. También nos referimos al libro Poemas japoneses a la muerte, de Yoel Hoffmann en el que se recogen textos escritos por monjes zen y poetas del haiku en el umbral de la muerte.

En la contraportada de Haikus en el corredor de la muerte podemos leer:
"¿Estás preocupado porque te hallas a punto de morir dejando tantas cosas inacabadas? Entonces sé valeroso, y compón un poema sobre la muerte." Así resumía Lafcadio Hearn (1850-1904) la actitud tradicional japonesa frente al final de la existencia, acudiendo al consuelo de la poesía, dejando un haiku como mensaje último de quien sabe llegados sus últimos momentos [...]"





Incluimos en la ficha un artículo de Antonio Colinas que escribió para elcultural.com y que también reproducimos aquí:


En nuestros días la poesía se ve sometida, en lo que al tratamiento de los temas se refiere -es a la vez un don y una condena- a la provisionalidad y a la anécdota del instante. Amplía y enriquece así su campo de expresión siempre que no caiga en lo fácil y en lo epidérmico. Pero la tradición nos demuestra que la poesía es un género literario que fundamentalmente ha atendido a una serie muy concreta de temas, porque así lo exigía la importancia de los mismos: el amor, la muerte, el tiempo, lo sagrado, los momentos estelares de la Historia... Esto es lo primero que pensamos al reparar en el libro que hoy comentamos y, que ya desde su título, nos remite a la muerte como tema central.

Pero qué duda cabe que éste -como el del amor- es un tema de temas, pues se presta a multitud de interpretaciones, por más que la gravedad del mismo sea obsesiva para los seres humanos, quizás el más esencial. A veces, nace alejado de consideraciones meramente religiosas o metafísicas y alude a la muerte como una presencia tan brusca como cruel. Pienso ahora no sólo en este libro, Haikus en el corredor de la muerte, sino en Tengo una cita con la muerte (Poetas muertos en la Gran Guerra), seleccionados y traducidos en su día por Borja Aguiló y Ben Clark (Linteo, 2011). Pero si en éste la muerte llega como un honor tardío para reconocer la obra de los jóvenes soldados-poetas, en los haikus pone de relieve una tradición japonesa: la de que la persona que va a morir (condenada a muerte por ahorcamiento) deje, como mensaje último, un poema que, a la vez, debe someterse -lo que supone un segundo reto- a la forma extremadamente sintética y fulgurante del haiku.

Diríamos por ello que la poesía, ya como fenómeno anímico, se ve sometida a una prueba especial: la de dar con la dignidad y corrección de su factura en ese momento extremadamente grave que es el de la muerte, pero no una muerte que se ve venir con calma y resignación por edad o enfermedad, incluso la del suicida, sino con la brusquedad del que ha sido condenado a muerte. Tienen así estos versos el carácter de testamento en los límites, revelado desde una lucidez final que desea ser transformada en arte. El condenado se ve obligado a sintetizar no sólo lo que él siente en esos momentos finales sino incluso a resumir lo que piensa de la vida, de sus seres queridos (“Día de la madre,/cerrando mis ojos/ veo a mi madre”, o : “No sabe mi hijo/que estoy condenado a muerte”) y sabiendo incluso de qué poco sirven estas palabras últimas porque, escribe otro de los autores, “la verdad no la puedo decir”.

Por tanto, la prueba de escribir poesía y hacerlo por medio de sólo 17 sílabas resulta de una intensidad especial. No sabemos si los condenados poseían el don de ser poetas, pero deben serlo en ese momento que precede a su muerte. Ese poema-testamento se escribe en una situación límite en la que todo “empieza a derrumbarse” y los minutos que quedan son como un “estruendo primaveral”, donde “no se tiene mañana”. Quizás de la lucidez última nace ese fulgor que es consustancial a la poesía verdadera, pues ésta brota del hondón del subconsciente. Así el condenado siente el calor de “un fuego para difuntos”, “un sudor otoñal”, “como si se rompiera/la luna” y siente “tibio/el patíbulo”.

Estamos, pues, ante un libro extremadamente original, por grave y desgarrador, síntesis de lo que la poesía puede ser para un humano en el momento más violento: el que vive un condenado a muerte. Estos testimonios poéticos hacen alusión a ese momento concreto, pero nos lleva a considerar que el de la muerte es un tema que está presente en todos los tiempos y en no pocos poetas, como testimonio frente al enigma más perturbador de la vida.

De ello es una buena prueba ese tanka a la muerte que el poeta Raizán escribió en el siglo XVIII antes de su agonía: “Raizán ha muerto/ para pagar el error/ de haber nacido:/no culpa a nadie de ello,/ ni guarda ningún rencor”. En testimonios como éste y en otros no menos acusados, como los de los condenados, se nos demuestra que la poesía puede llegar a ser la más esencial muestra de lo vital. Brilla incluso en estos casos una sabiduría que sobrevuela y vence incluso a la misma muerte.

Esta es una breve selección de textos sobre el libro:

El último haiku a la agonía
¡Despejado cielo
invernal!
No tengo dónde agarrarme.

Shoodoo
(ejecutado a los 63 años)

Aunque trata de hablar, no le salen más palabras.
Las últimas palabras interrumpidas, el último poema.
“En invierno está despejado y no hay nubes a las que entregarse. En u nos instantes seré colgado en el vació” –pensará el autor.
Tratando de apartar de su mente la imagen de su ejecución en la horca, se percibe un ansia inefable hacia la vida misma.


Ocaso invernal.
Deseo de amar a 
cualquier persona.

Fuuru
(ejecutado a los 27 años)

La víspera de la ejecución, a las nueve de la noche, el autor pidió escuchar la quinta sinfonía de Mendelssohn. “Al terminar de escucharla, la auténtica tristeza y la soledad me van a rodear. Todo mi cuerpo es ahora como agua caliente dentro de un recipiente de cristal muy fino”, dice el final de su última carta. “Quisiera cerrar mi vida con algunas palabras ingeniosas, pero no se me ocurre ninguna buena frase”.


Como yo,
imprudente y pobre,
mosca invernal.

Takeo
(ejecutado a los 61 años)

El autor insistió en su inocencia en 1975 y su caso fue tratado también en la Dieta, pero finalmente fue ejecutado en la horca.
Dentro de la exposición “Pinturas de vida”, que reúne haikus, dibujos y cuadros pintados por los condenados a muerte, que recorrió todo Japón desde 1997, sus cuatros budistas fueron los que mayor reconocimiento obtuvieron.


Nombre de mi hijo/a,
lo escribo y borro,
noche larga.

Hoomei
(ejecutado a los 39 años)

El criminal también tiene hijos. El hijo del criminal no es hijo de la culpa. Pero la ausencia del padre pesa directamente sobre los pequeños hombros del hijo, los problemas económicos y la angustia por la falta del sostén mental.
Su padre, sin fuerza, se disculpa solo en la cárcel. Con una pluma, con un lápiz, con lágrimas. Escribe y borra y el nombre de su hijo/a.

En japonés no existe diferencia entre el género femenino y el masculino, por lo que no podemos saber si se trataba de un hijo o de una hija.


Viento otoñal.
Lejos del corazón
está mi esposa.

Hakuyoo
(ejecutado a los 27 años)

Esposa separada, esposa que se fue. Esa esposa ya ni vendría a ver el autor ni le escribiría. A tal 

esposa antes de la maldecía, odiaba y guardaba rencor… al final del odio por su amor mismo, el autor llegó a un estado transparente. El kigo común aki no haze (viento otoñal), aquí suena fresco.


En la ventana de la celda
a una hormiga confieso
mi arrepentimiento.

Yoshimitsu
(ejecutado a los 77 años)

Hormiga, araña, pájaro o cucaracha. Además, moscas y mosquitos, que molestan a los condenados dentro de las celdas. Los condenados cantan a esos pequeños animales que entran en su vida cotidiana.
Habrá alguna verdad, la que pueda contarles simpatizando sólo con esos seres vivientes que no pueden hablar ni tienen ninguna fuerza.


Golondrinas,
palomas y gorriones,
adiós.

Kikusei
(ejecutado a los 43 años)

Empezó a escribir haikus hacia los 40 años, tras entrar en la cárcel. No podía leer ni escribir a esa edad. Por primera vez tomó la pluma y luchó contra las letras porque quería escribir haiku y comunicarse con la gente que disfruta escribiéndolo. No será un murmullo sino un grito ese “adiós” si es de un poema hecho por tal persona.


¿En qué consistió la propuesta de escritura de la sesión? En escribir un haiku donde se refleje la realidad de la cárcel.

Estos son los haikus de algunos de los participantes en el taller de escritura:


Haikus de la cárcel

Pena y dolor
gritan entre mis venas,
espacio gris.

*

Encarcelada,
la libertad se esconde,
mis pasos duermen.

*

Versión 1
En el silencio,
presa de libertad,
la luz despierta.

Versión 2
En el silencio,
presa de libertad,
la luz se apaga.

Sofía Montero García


Haikus de la cárcel

Versión 1
Hambre y miseria
Una grande y libre.
Gritan mi nombre.

Versión 2
Hambre y piojos.
Una, grande y libre.
Gritan un nombre.

Versión3
Hambre y piojos.
Una, grande y libre.
Lista de nombres.

*

Versión 1
Cielo cárdeno,
Aire espeso negro.
Olor a berza.

Versión 2
Techo mugriento,
Aire denso, ahogo.
Olor a berza.

Versión 3
Techo sucio,
Aire denso, ahogo.
Olor a berza.

Dionisio Alonso


Haikus en mi prisión

Rayo de un día más
que te cuelas por el aire enjaulado
tibio a mi nariz llegas.

Zumba la mosca cómplice ahora
viva en la celda en mi oreja revolotea
Zum zum segundo a segundo.

Aronbanda


Haikus


Versión 1
Los ojos tristes
un rincón de la celda
lleno de lágrimas.

Versión 2
Ojos resecos
y un rincón de la celda
lleno de lágrimas.

​M. Venttini​


Haikus en el corredor de la muerte

Perder la vida,
sin poder defenderme,
me da rabia.

Esta soledad,
me mata lentamente,
ya queda poco.

Luis Iglesias


Haikus

Versión 1
Cinco barrotes,
Me miran noche y día.
Son insaciables. 

Versión 2
Cinco barrotes,
Un camastro deshecho,
Puerta candada.

Ramón Sánchez


Realidad carcelaria
Haikus

Cristal y hierro
oscura transparencia
ansia de vida

Cuatro paredes
evasión o locura
una realidad

Ayer un día
hoy es la noche oscura
perdida en vida

Hielo con niebla
tenebrosa oscuridad
al otro lado

Gorrión en vuelo
libertad bien amada
aquí encerrado

Alfredo Domínguez


Haikus en la cárcel

Versión 1
Miro la luna.
Cuando desaparezca,
llegará la noche.

Versión 2
Luz de la luna,
cuando desaparezcas
se hará de noche.

Óscar Fernández


Haikus desde la prisión

Versión 1
Corredor frío
miradas tras las rejas
llave en el cerrojo


Versión 2
Corredor frío
cerrojo que se cierra
cuerpo entre rejas

*

Entra en la celda
con su perfume seco
hoja de otoño

*

Copo de nieve
derritiéndose lento
sobre mi mano

*

Versión 1
Olor a flores
cruzando el presidio.
Cierro los ojos

Versión 2
Olor a flores
entrando en el presidio.
Cierro los ojos

*

Verano ardiente,
entre tanto aquí dentro
barrotes fríos

*

Sol en la cara
Pasos en la gravilla.
La puerta se abre

Maritza García


Haikus

Versión 1
No habrá más pan
migado en mi ventana
¡pobre avecilla!

Versión 2
En el alféizar
barrotes, pan y nieve
Un pardal come.

*

Versión 1
Florece el árbol
Hojas nuevas sin nombre
El cuervo anida

Versión 2
Brotan las hojas
verdes. No tienen nombre
Vuelo de cuervos

Versión 2A
Los nidos llenos
Petirrojos sin nombre
Celda ciento uno.

*

Versión 1
El hombre avanza
El pasillo es estrecho
Vuelo de buitres

Versión 2
El joven camina
La garganta es estrecha
Cruje una rama.


Versión final
Un preso camina
El páramo es frío
Cruje una rama

*

Siempre la cárcel
El rio y sus orillas
Dos uniformes

*

Versión 1
El mundo quieto
Soga: cruce de cuerdas
Sol. Mar. Espuma.

Versión 2
Campos de trigo
Soga: cruce de cuerdas
Grano maduro

Ana Isabel Fariña


Haikus en el corredor de la muerte

Ratas que corren
Suciedad en la celda
Deseo de muerte

*

Fría familia
Abandono de todos
Ojos húmedos

*

Cielo radiante
Ínfimo en mi ventana
Noche perpetua

Toñi Martín del Rey


Haikus en el corredor de la muerte

Pies arrastrados
sólo regresan cuerpos
a la celda gris.

*

Por los barrotes
un rayo gris de luna
me da esperanzas.

Leticia Vicente


Muerte en la cárcel

Un hombre muerto
Cada cual en su celda
Ruido de latas

*

Habla en soledad
Sentado mira al suelo
Ya llega el día

*

Yace esposado
Las seis en el reloj
Entran dos hombres

Antonia Oliva


Haikus en el corredor de la muerte
Que oscuridad,
me sentía solitario
bajo la penumbra.

*

Al caer la luz,
se acerca la muerte
próximamente.

Iria Costa

1 comentario:

  1. Haikus desgranados entre los dedos como gotas de lluvia... sueños que buscan nubes para cruzar el cielo y llegar al mar a alimentar la poesía.
    Genial el taller de escritura creativa de la casa de las conchas... Gracias Raúl.

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