Lenguaje SMS y tuit

La sesión del lunes 15 de abril la dedicamos al lenguaje SMS y a la red social Twitter, ambas cuestiones muy aprovechables para el terreno literario.
El director de la RAE anunció hace tiempo la incorporación al diccionario de los términos "tuitear", "tuit", "tuiteo" y "tuitero". Desde mucho antes muchos usuarios de twitter y de otras redes sociales han aprovechado estas nuevas formas de comunicación para hacer literatura.
Hablamos de un libro de Daniel Aldaya llamado SMS, de Héctor Abad Faciolince y su tuiternovela y sobre el libro "Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado" en el que José Luis Cuerda reúne sus mejores tuit, aunque él prefiere llamarlos "inteletos", palabra muy utilizada en Albacete para designar los pensamientos y ocurrencias.
He aquí algunos:

Los saltamontes no son guapos de cara; pero tienen un cuerpazo

Si sigues a Jesús, mira a ver a dónde va
La coliflor cruda se cree muy superior a todos nosotros.

Ha empezado la primavera. ¿Ni siquiera tendrán en cuenta esta evidencia?

La vida es amiga mía y enormemente generosa.

Aún a sabiendas de que la luz no cura la ceguera, hay que seguir remando entre la claridad y lo oscuro.

No hay más verdad que la suma de las verdades a las que van accediendo los tiempos.

De cuando lo que quieres decir, la realidad te lo convierte en maldecir.

También existen los excesos de carácter. Es decir, la impúdica exhibición del fantoche que llevamos dentro.

Un globo, sea del color que sea, en vuelo libre contra el cielo, esté raso o nublado, puede insinuar tantas cosas...

Cuando era niño las grandes obras de ingeniería me daban miedo y el circo, también. Y dormirme. Hoy me da miedo el dolor.

La tontería bien entendida da muchas satisfacciones a quien la posee y a quien la contempla.

Si uno ha de dar en tonto de remate, mejor a largo plazo que caer en la improvisación.

La lluvia que se queda en los charcos, no sabe lo que se pierde.

En la página Micro Literaturas  podéis leer algunos microcuentos tuiteros muy interesantes.
Y aquí os dejamos las tareas realizadas por algunos participantes en el taller. En esta ocasión propusimos escribir algún tuit empleando únicamente monosílabos, siguiendo el ejemplo de los sonetillos de José Hierro (Di fe de mí y sé que fui, no sé hoy lo que soy) y de Abelardo Guzmán (La tos nos da a los dos ya. Paz, ve, haz té con ron). Pero también ofrecimos la posibilidad de escribir un tuit libre, sin restricción alguna.
Aquí está, como señala muy bien Miguel Ángel Pérez, la "trinoteratura":


LENGUAJE SMS Y TWEET

Abril, paseo, sol y un café. Solo prejubilados.

***

Por la noche me arropo con la sombra
y me tropiezo con los adoquines
despegados que ruedan la locura
de querer subirme a una farola.

***

Monosílabos
Uf, que bien, por fin vi la luz, sol y mar, bar y ron.

Vicente M. Martín


Don de dos
En un bol, pan. En un bol, té. ¿Qué es? Es pan con té. En un bol, tú. En un bol, yo. ¿Qué es? El don de dos. Un par.

¿Qué es?
Un pie, dos pies, tres pies... ¡un cien pies!

Paz
Si soy fiel a mí. ¡Qué paz!

Dios
Hoy vi a Dios en el bar. Oí su voz: ¡S.O.S.! y me fui.

Olvido
En el bar, ron. En el ron, tú. Tú que te vas. En el bar, ron. En el ron, paz. Paz gris. Paz de hoy. Mi paz.

Tal cual
Ni soy Sol, ni soy Mar, ni soy Luz, ni soy sal. Soy lo que ves, tal cual. No hay más.

Res sin voz
Si me da su luz, soy sol. Se me da su sal soy mar. Si me da su piel soy dios. ¡Ay! Res sin voz, ¿qué sos vos?

Tai chi
A mil por mil va al tai chi. Me da que no se le da bien. Me da que se le da mal.

Cajón de sastre

Entre tanto turista, resulta difícil encontrar un viajero.

Los turistas son como los eucaliptos. Fáciles de plantar, de crecimiento rápido y acción devastadora. Lo secan todo.

Los viajeros….. los viajeros son como los carballos, como los tejos centenarios, como las secuoyas. Alargan y unen sus raíces sin conocer su destino.

Es millonario, me dijeron. Le conocí….. Un pobrecito poseído por el dinero y sus protocolos.

La mayor de las ambiciones: no ser ambicioso.

Dicen que no veo porque en vez de sus gafas uso mi caleidoscopio. Me gusta más. Tiene más colores.

Llevaba tantas fajas y corsés; que se le quedó el corazón de avispa.

Lo peor de la gente que se dice buena es que se ahoga en sus vapores de pureza y si no eres como ellos….. ¡Tecrucifican! Así todo junto.

Nació entre tantas normas que el cerebro se le quedó sin aire y creció unido a su silla de ruedas.

Me gusta dormir. Necesito dormir. Da igual el lugar. Siento que dormir es volver a casa.

Colón, colón; una puerta se cierra. Colón, colón; son dos vueltas de llave. Colón, colón; la maldición del lobo, el bautismo del rebaño.

Decir es un verbo ligero, tercera conjugación. Vivir también, pero no es lo mismo.

El miedo siempre complica, porque el miedo siempre disfraza. Sólo hay peleles en Venecia.

Decir es hablar palabras: Aire, brisa, viento.

Gritar hablarlas más fuerte: Galerna, ciclón, tornado.

Saber es un infinitivo. Un verbo; segunda conjugación. Ni aire, ni viento, ni tornado, ni tiempo.

Sólo el desierto es fértil. Sólo en el desierto hay oasis.

Alguna vez me gustaría poder empezar algo sin arrastrar los flecos de lo que hice hace un instante o un millón de ellos. Entrar en un vagón sin maletas y viajar.

Admiro a los caracoles. Allí donde están, está su casa. También a las tortugas.

Hizo todo lo que le dijeron que debía. Fue todo lo que le dijeron que fuera…. Y entre tanto hacer y tanto ser se le olvidó quien era y lo que quería hacer.

Cuando las normas se multiplican tanto que la voluntad se ahoga, hay que ser valiente para respirar.

Es un hecho; la memez compartida produce una sinergia de efectos exponencialmente demoledores.

Disfrazó sus sentimientos. Escondió sus pensamientos. Vivió travestido pero nadie le identificó. ¡Había tantos!

Le dijeron: “no seas puta” y se fueron a vender lo que tenían. Trabajo lo llamaron.

Dicen que la aurora esta hecha de huesos y cenizas resucitados. Debe de ser cierto. Es tan humana…

“Ser o no ser”, pero ¿cómo ser?

¿Querrá el pardal ser halcón? Preguntó la lechuza al búho y se quedaron sin dormir.

Tras millones de silencios, cayó Babel con sus galas, y como en un cuento, se entendieron. Se entendieron porque se sintieron.

Hay veces que un concepto equivocado te tiene prisionero toda la vida. ¿Cuántas cadenas llevaré yo puestas?

Ana Isabel Fariñas


Falso auténtico
Fiel a mí, no fui yo.

Desamor
Y fue gris la luz del Sol sin ti.

Cambio de pareja
Paz sal de mi, ven Mar.

Amor de pago
De dos a tres, no hay más que tú.

Complétame
Sin ti no soy yo

Fanatismo
A la Paz de Dios, vi un gran mal.

* * *

EL dinosaurio (enésima perversión)
Cuando se despertó el Dinosaurio, él no estaba allí.

Sin cuentos
Te quiero contar una historia, pero no nos queda tiempo.

Miguel Ángel Pérez


Soy tu piel, tú mi hiel, 
me fui por fin al tren, 
que mal te vi, vil y gris
sed de mi, sed de ti.

Di dos o di tres
que mas da
un, dos y tres
tris, tras y se va.

Por fin fui fiel
ya sin ti, ya ves
que bien hoy vi
el gris de tu piel vil.

Ron de miel te di
tra de ti, me fui
y no te vi
ven a mi.

Carmen Alonso


Diez mal, dos bien. Sed de luz en mi piel.
Miel de dos ha de ser. Ven a mí y sin ver.
Soy tu ser. Y sin ti voy muy bien.
Hoy muy mal voy sin él. Yo no voy tras de él.

Sofía Montero

Escribir para espantar los miedos

En la sesión del día 18 de marzo hablamos de la escritura como herramienta para conjurar los miedos.
¿Cómo son nuestros miedos?, ¿cuáles son las cosas que nos aterran?, ¿nuestros miedos de ahora son iguales a los miedos de infancia?
Tomamos como referencia dos grandes libros publicados en la editorial Páginas de Espuma y los analizamos en el taller. Por un lado Casa de muñecas de Patricia Esteban Erlés (con ilustraciones de Sara Morante) y para completar el tema Ajuar funerario de Fernando Iwasaki

Reproducimos a continuación dos cuentos de Iwasaki, uno de ellos nos sirvió para enlazar su libro con el de Casa de muñecas de Patricia.


Día de difuntos
Cuando llegué al tanatorio, encontré a mi madre enlutada en las escaleras.
–Pero mamá, tú estás muerta.
–Tú también, mi niño.
Y nos abrazamos desconsolados.

La casa de muñecas
La compré en una tienda de antigüedades porque me fascinó su desmesurada ambición por la miniatura.
Cada habitación era de una riqueza maniática, pues en los baños se veían los tubos abiertos de pasta de dientes, sobre las mesas se deshojaban cuadernos garabateados con letras minúsculas y en la cocina distinguí una alacena colmada de botes y conservas con etiquetas miniadas por un artista dementes. Pero lo más asombroso fue descubrir otra casa de muñecas dentro de la casa de muñecas, minuciosamente decorada como una pesadilla. Lo único que me chocaba era la infinita tristeza de las figuras que la habitaban. Me la llevé a casa y la instalé en mi dormitorio, sobre la mesa de caoba maciza.
Aquella noche me despertó una luz asmática y di un salto tremendo cuando advertí que el resplandor provenía de la casa de muñecas. Corrí hasta la mesa de caoba y contemplé aterrado cómo brillaba el interior de la diminuta casa de muñecas que estaba dentro de la casa de muñecas, mientras todas las figuras de la casa corrían hacia la habitación maldita. No me di cuenta cuando entraron en mi cuarto.
La policía ha levantado el cadáver y busca en vano pistas por el suelo. Sin embargo, nadie ha reparado en la nueva habitación de la casa de muñecas. La figura no me hace justicia, pero la mesa de caoba es igualita.

Y dejamos aquí una entrevista a Iwasaki en www.literaturas.com.
Y esta fue la propuesta de escritura: Imagínate por un momento en tu propio velatorio. Alrededor hay muchos amigos y familiares. Todos piensan que estás muerto pero tú sigues ahí, con los ojos cerrados pero oyendo todo lo que dicen. Cuéntanoslo.
El libro de Patricia nos sirvió para meter los miedos dentro de casa. Hablamos de la simbología de la palabra casa y de cómo el miedo es diferente en cada una de las estancias.


Reproducimos a continuación algunas de sus ficciones:

Intimidad con el muñeco
Jugamos. Yo le arranco sus ojos azules y los coloco en la palma de mi mano, como si fueran canicas. Él me cuenta qué ve.

La traidora
Cuando por fin junté el valor para despedirme le conté a mi muñeca que nos quedaban pocas tardes de juego. Por primera vez desde que la conocía guardó silencio. Esperé un tiempo prudencial. No reaccionó y entonces le susurré muy trágica que había escuchado al doctor decirles a mis padres que me estaba muriendo de tuberculosis. Tuberculosis, silabeé. Me quedaré muy flaca y escupiré sangre en el pañuelo sin parar. Ni siquiera cumpliré once años. La muñeca asintió, negligente, y volvió los ojos helados hacia algo que estaba situado a mi espalda, quizás en dirección a la estantería de mi hermana pequeña. Aquella misma noche, mientras me acostaba, le confesé a mi madre con una extraña voz de adulta que había decidido con cuál de mis juguetes quería ser amortajada.

Cineclub
Nos gusta filmar películas pornográficas en nuestro dormitorio. Como cuando estábamos vivos.

Carne fresca
Me gusta abrir el frigorífico y que tú estés ahí.

Y dejamos aquí una entrevista con Patricia y con Sara en la revista www.culturamas.es
Y esta fue la propuesta de escritura: ¿Cuál era el rincón de tu casa que más miedo te daba? ¿Recuerdas cuáles eran tus miedos en la infancia?


Aquí están algunos de los trabajos de los componentes del taller de escritura:

La cama
Nunca quería irse a dormir. Su habitación, su cama, era tierra enemiga. Tierra donde solían acampar los hijos de los hijos de los hijos de las sombras con sus hijos.
En cuanto cerraba los ojos, les oía.
Al principio, entre susurros, se limitaban a contar sus gestas; pero luego, en poco tiempo se emborrachaban con sus triunfos, todos macabros; y a voces, exhibían sus trofeos. Ella no quería ser uno de ellos.
Por eso, cuando sus inconscientes padres la obligaban a acostarse; cuando aterrada se quedaba sola en aquel país tan hostil, cubría su suelo y su cielo con muñecas y peluches. Después, sin hacer un ruido, se escondía entre ellos.
Sabía que no podía descuidarse; pero tal vez así, oculta como estaba; si el sueño la vencía; las sombras y sus hijos no la encontraran.

El Funeral
He visto un muerto. Un muerto muerto.
Me llamaron. Fui. Le vi. No le conocí.
Un muerto es un durmiente que duerme sueños fríos.
Su cuerpo se pudre. Fermenta a la vista de todos.

He visto un muerto. Un muerto muerto.
Me llamaron. Fui. Le vi. No le conocí.
Cuatro calvarios entonaron un Réquiem: “Eco de Ecos”.
Enterrar es olvidar. Olvidar es fácil.

He visto un muerto. Un muerto muerto.
Me llamaron. Fui. Me vi. No me conocí.

Su familia rogó una oración por el eterno descanso de su alma.
Mi familia rogó una oración por el eterno descanso de mi alma.

“Padre…Ave…Gloria…AMEN
Padre…AveGloriaAMEN
PadreaAveGlorAMEN
Padreveriamen
Padr

El cuarto oscuro
Las hermanitas les dijeron en el cole, que si eran malas las llamas del infierno las consumirían eternamente. Para que lo comprendieran bien; bajaron las persianas, cerraron la puerta, y cuanto todo estuvo en silencio, les hablaron de un precipicio inmenso donde Dios arrojaba a los malvados. Estaba lleno. Allí, unos seres monstruosamente crueles, empuñando tenedores gigantes les obligaban a caminar sin detenerse a través del fuego. Un fuego que nunca se extinguía porque un reloj maldito le azuzaba sin cesar, mientras sus dos manecillas repetían incansables “para siempre, para siempre, para…”. Cuando levantaron las persianas, apenas quedaban supervivientes. ¡Benditas sean!

La pesadilla
Lo peor de sus pesadillas, no eran las pesadillas, que eran terribles. Tampoco, ese momento de despertar repentino y sudoroso, casi sin aire; donde los monstruos que vivían debajo de su cama y le buscaban para devorarle, -fugaces-, eran sustituidos por una estela de pánico de duración incierta.
Lo peor de sus pesadillas era el pis. Sí, el pis. Porque cuando emergía del terror y por fin se consideraba a salvo de esas bestias insaciables que corroían su descanso, su cuerpo ¡ay su cuerpo!... su cuerpo reclamaba con urgencia un baño; y el baño estaba en los confines de la casa.
El camino era extremadamente peligroso. Conocía bien la noche. La oscuridad era una boca hambrienta que vomitaba personajes siniestros con dientes y dedos afilados.
Si en un acto de valentía, conseguía sacar las manos de debajo de las mantas y llegar al interruptor que él sabía sobre la mesilla, junto a su cama; entonces, sólo entonces lo que le ocurría tenía solución; porque tras una luz llegaría a otra, y tras esa a otra y luego a otra y a otra… y a otra más; hasta que finalmente con el trayecto despejado, el pis quedaría fuera de su cuerpo, donde mamá decía que debía de estar: en el baño. Luego volvería tiritando a su cama dejando todo como estaba: iluminado. A la mañana siguiente, mamá le reñiría: “¡las lámparas! ¡las bombillas! ¡las lámparas!” pero eso, eso sería mañana. Además mamá era tan buena que mientras le reñía, le besaba. Si pudiera ir a su cama…, allí seguro que no pasaba nada.

El miedo
Nunca me ha gustado que me llamen cobarde. Me da miedo, mucho miedo que la gente piense que hay algo o alguien capaz de atemorizarme. Por eso estoy aquí, escondido, vigilando todo lo que dicen de mí; dilucidando lo que dicen, lo que piensan. Lo que piensan sobre mí. Porque no me gusta, nunca me ha gustado que me llamen cobarde. A mí; no hay nada, no hay nadie capaz de atemorizarme.

Las muñecas de porcelana
Siempre aborrecí las preciosas muñecas de porcelana engalanadas con encajes. Tan inexpresivas con esos ojos tan grandes. Verlas me producía un escalofrío inexplicable. Eran tan frías como la piel de la serpiente. Extendían sus brazos para abrazarme, pero yo sabía que ese abrazo llevaba veneno. El veneno del almidón que abullona la tela para disimular que tras él, en lugar de corazón hay látex.

El vino
Debajo de mi casa, en el sótano; guardan mis padres el vino. ¿Por qué lo tendrán allí? El sótano es un lugar opaco y tenebroso donde sólo hay ruidos raros. Los hacen los fantasmas.

El dentista
Tuvo la terrible mala suerte de que sus dientes nuevos brotaran sin orden. Los caninos, excesivamente altos, ocupaban espacios que no debían y los incisivos se apelotonaban en la entrada girando sobre ellos mismos, como si su máximo interés fuera supervisar la amígdala, esa amígdala que tantas veces se inflamaba. Un hombre de bata blanca y sonrisa ordenada, sentenció: ”tiene solución” Desde entonces cada dos semanas, cada mes a lo sumo, se repetía la tortura del alambre. Daba igual que él llorara o vomitara.

La tormenta
Siempre tuvo pánico al trueno. Desde niña, el rayo la obsesionaba. No podía ser bueno algo que si te tocaba, te mataba.
Cuando decidió ir a la verbena, nadie esperaba que…
Cuando estalló la tormenta, sus padres fueron a buscarla. Nadie imaginó que a la puerta de su casa, el rayo la esperaba. Saco las llaves y antes de que entrara, cuando su mano giraba…
Siempre tuvo razón; si te tocaba, te mataba.

Ana Isabel Fariña

Miedo, mi miedo
Perdido…
me persigue el MIEDO,
me atenaza la garganta con su manto de sombra oscura…
corro sobre arenas blandas que sujetan las piernas…
Grito: “¡NO PUEDO MOVERME!”
Me hundo en un agujero negro, sin fondo…
MIEDO… MIEDO… MIEDO.
Veo la cabeza como rueda, entre las piedras, empujada por aguas enfurecidas de color pardo-ocre.
Fantasmas multicolores, con sonrisas retorcidas, esperan entre una niebla blanca… muy blanca.
El corazón salta en el pecho en palpitaciones descontroladas,
el estómago se encoge,
el pecho está a punto de estallar…
el esfínter se dispara…
MIEDO… mi miedo…
oscura angustia,
ansiedad sin límite arropada por las sábanas de noches sin luna.
Vómitos lascivos de mil sensaciones recogidas día a día de una sociedad torpe.
Recuerdos genéticos heredados de ancestros en los que la vida era como una bocanada de humo agrio…

¡ME TRAGO EL MIEDO CON UNA TAZA DE CAFÉ Y UNA MAGDALENA!

Me fui
SÍ, SÍ…
¡ESTOY MUERTO!!!!!
¿Acaso ya importa algo?

Vicente M. Martín


Recomposición
Pedí en una de mis últimas recaídas que no me dieran sepultura, ni siquiera que se me incinerase. Me daba horror pensar que mis restos pasasen a constituir materia sobre materia pretérita. Al final, decidí lo que mucho tiempo atrás había sopesado, no sin ciertos ambages dada la anormal resolución final de mi existencia. Solicité que mis restos fueran a parar a la Universidad de Medicina a efectos de que mis órganos pudieran servir a futuros especialistas en seguir investigando diversas patologías, aún incipientes en su curación. Conmigo llegarían tarde, pero al menos, los que viniesen a éste jodido mundo tendrían más posibilidades de llegar a ser un viejo de verdad.
Hoy no he podido levantar mi cabeza como de costumbre. Al hacerlo se me ha ido el cuerpo entero como una pluma levantada por el aire. La sensación ha sido muy placentera. No escuchaba nada, no me dolía nada, nada me importaba. Nada de nada.
Si pude ver junto al plafón de la lámpara del techo, abajo, en el suelo blanco de una habitación mi cuerpo tendido sobre un féretro normal y corriente. A los lados, las luminarias eléctricas encendidas. Una de ellas, no funcionaba con normalidad hasta que se apagó. Comprobé, mientras me desplazaba con levedad a la altura de mi cara como el olor de mi cuerpo se mezclaba con la fragancia empalagosa de las flores y coronas que detrás de mí, ofrecían sus epitafios a los vivos que al otro lado del cristal observaban otro muerto más.
Observé sus caras y rápidamente comencé a buscar. Encontré las caras que deseaba encontrar. Mi viuda, ya de una manera oficial, rodeaba con su brazo a mis hijos, que abrumados aguantaban los besos y caricias de los presentes. Aquellos, que tiempo atrás venían al Hospital y me daban ánimos, señalando incluso la disputa de un partido de tenis en cuanto saliese del centro. No estimaban los muy necios, al menos un cierto periodo de rehabilitación para darle a una pelota. Al fin y al cabo, los enfermos crónicos sabíamos muy bien que cuando empezaban a ponernos fechas para celebrar todo tipo de eventos, nuestro final estaba a los pies de la cama.
Mientras unos murmullos y brazos sin rostro me animaban a desplazarme por otras dimensiones, observé ya desde cierta distancia a unos niños que jugaban con los que habían sido mis hijos, disputándose un globo de color verde mientras mi viuda sonreía y atendía con diligencia a las personas que iban abandonando la sala. Los vivos tienen premura en atender a sus vivos que han dejado en su hogar, ver a la persona amada antes de ir cenar o bien llegar a su casa para descansar y ver su programa favorito.
Cerré los ojos y me deje llevar sin cadena alguna, pensando en lo que podría empezar a partir de lo acontecido y pleno de júbilo al saber que la vida que había dejado volvería a recomponerse milagrosamente…

José Luis Moreno Gutiérrez


Una sombra en el corazón
Entre once y trece años teníamos todas. Yo era la más joven. Aquella tarde fuimos otras dos amigas y yo a celebrar los doce años de María. Era la primera vez que iba a su casa y no podía imaginar en ese momento que iba a volver muchas veces más, que se iban a crear con ella y con sus padres lazos que hasta hoy siguen muy fuertes. Quizás fue ese día el que selló nuestra profunda amistad.
Después de merendar con tarta y velas nos sentamos las cuatro en la hierba primaveral del bosque que tocaba la urbanización y empezamos a hablar de la existencia de los espíritus. Un tema que era capaz en aquel tiempo de ponerme el pelo de punta. Imaginarme que pudiese haber por allí almas errantes, en pena, en busca de salvación, u otras malísimas intentando dañar a los que seguíamos en el mundo de los vivos, me horrorizaba.
A María en cambio le encantaba el tema. Y se divertía mucho contando historias improbables, viendo el impacto que podían tener en mi yo interior.
El hecho es que esa tarde María nos habló de la sombra negra, con un cuchillo en una mano, que se subía cada noche al desván de la morada.
Los padres de María habían comprado aquella casa hacía unos meses, era uno de esos chalés recientes en las afueras de la ciudad, un adosado de tres plantas que daba a un tranquilo bosque, ‘ Le bois de St Jean ‘, donde niños, adolescentes y familias podían disfrutar de todas las estaciones del año sin temor a los coches, y lejos del bullicio de la ciudad.
María nos contó, pues, esa tarde, cómo, cuando por la noche estaba acostada en su habitación de la última planta, y también lo estaban su hermano y sus padres y todo quedaba entonces en silencio, de pronto oía crujir cada uno de los escalones de las escaleras de caracol (desde abajo del todo hasta arriba del todo) con pasos pausados y lentos, hasta que por fin veía pasar delante de su puerta entreabierta aquella sombra que se subía por la pequeña puerta hacia el desván y allí parecía quedarse hasta el día siguiente.
Me acuerdo haber tenido en ese momento los ojos inyectados de lágrimas ácidas, sufrir cada escalón donde la veía mentalmente subir, no poder aguantar la visión, no querer siquiera imaginarme quién sería ese fantasma, por qué venía cada noche, con un cuchillo, a casa de mi amiga y sobre todo, confiar en lo más hondo de mi ser, en que aquella aparición no tuviese ninguna mala intención en contra de María.
Bien se puede comprender el pánico que sentía cada vez que, al hacerme muy amiga de ella, iba a dormir a su casa y me tocaba a veces, por una razón u otra (detrás de las cuales sospechaba a veces María de mandarme aposta y a modo de prueba), subía a buscar algo a la habitación o esperaba por la noche sola durante el rato en que mi amiga terminaba de cepillarse los dientes en el cuarto de baño contiguo.
Yo nunca vi a la sombra negra. Pero la presentía, la sentía en cada uno de mis poros en alerta, la intuía impasible y cruel.
Hoy María ya no está. Hace mucho, muchísimo que se fue.
No sé si la aparición oscura tuvo algo que ver. Siempre me lo he preguntado.
Sus padres vendieron la casa como para deshacerse de la tristeza de la pérdida de su hija. Y luego se separaron, para no tener que compartir ese dolor eterno.
La casa sigue en pie. Allí tienen que vivir otras gentes, otras familias.
A veces me pregunto si sigue allí el espectro. Si cada noche sigue subiéndose al desván.
Yo, después de todo esto, me aferré a la idea de que María pudiese, igual que la sombra, venir a visitarme por las noches. Nunca la he visto. Pero la intuyo, la presiento, sé que está muy cerca. Los primeros años de su ausencia me fijaba mucho en las señales que me mandaba del más allá, para saludarme, para significarme el recuerdo de su amistad. Señales a veces tan personales que a mí me convencieron de su supervivencia.
Hoy en día y después de haber cambiado decenas de veces de vida y de casa, cuando estoy sola, incluso cuando estoy acompañada, y de pronto me parece ver pasar una sombra en el pasillo o asomarse furtivamente detrás de la puerta, pienso que a lo mejor es ella. Cuidándome.
He crecido, ya no tengo los once años de entonces, hoy día he aprendido a vivir con esas sombras y ya no me dan miedo. No tanto.

Sara Pérez


El puto pájaro disecado
El puto pájaro disecado. Ese puto pájaro disecado con los ojos de cristal amarillos, que ya hace falta tener mala hostia para ponerle a un pájaro los ojos amarillos. Si por lo menos hubieran sido cada uno de un color, habría tenido un toque ridículo y yo no me habría muerto de miedo cada vez que tenía que ir al cuarto de los trastos a por algo. Algo que me mandaban por supuesto, yo allí jamás hubiera "motu propio".
El cuarto de los trastos era, como muy bien indica su nombre, un cuarto que sobraba en mi casa, y era donde mi madre daba rienda suelta a su síndrome de Diógenes. ¿Por qué cuarto de los trastos, en vez de trastero? Vaya usted a saber, yo lo que sé es que a mí me daba pánico entra allí y ver aquella perfecta definición de pajarraco mirándome con cara de mala hostia y ojos de “ten cuidado y no me pierdas de vista, que voy a por ti”.
Afortunadamente, el pájaro desapareció de casa, yo he crecido, y ya no me da miedo... Siempre y cuando no tenga que entrar en el cuarto de los trastos, no vaya a ser que su fantasma esté allí esperándome.

Elena Vicente


Los últimos recuerdos
Noto que me escurro, me estoy marchando y todos ahí sin saber que aún no me he ido.
Me recuerda a cuando de pequeño mi madre alborotaba por toda la casa mientras nosotros nos despertábamos y desde la cama seguíamos sus pasos. Mi hermano y yo jugábamos a Empujones y en una ocasión me hice una pitera de la cual he conservado la cicatriz hasta ahora. Los domingos cuando nos llegaba el olor a masa frita ya no podíamos seguir más tiempo acostados y salíamos corriendo escaleras abajo. Mi hermana pequeña se quedaba llorando arriba con mi padre por que también quería bajar.
Hay demasiada luz ahora mismo en la cocina y no acierto a perfilar las figuras de mi familia. Mi hermana mayor ha abierto la ventana para que se marche el humo y yo me esfumo hacia la luz y los dejo allí a todos comiéndose los buñuelos con miel.

El cuarto oscuro
Paso por delante del cuarto oscuro de mi abuela pero si canto, el canto me protege y no me pasará nada.
Oigo pasos, estoy sola viendo la peli de El Resplandor, pero si cuento hasta cincuenta, el contar me protege y no me pasará nada.
El pasillo es largo y me meo pero si rezo, el rezo me protege y no me pasará nada.
El miedo es oscuro y nunca entraría sola pero si canto, cuento o rezo lo distraigo y me cuelo.

Antonia Oliva


Miedos insuperables
Durante mi infancia, sin motivo aparente, soñaba que caía al patio interior del edificio. Tenía algo de sórdido. Su tenebrosidad, sus losetas de azulejo ladrillo siempre sucio y su reja central le daban un aspecto de patio carcelario con fregonas. Quizá fuese eso. Pero el caso es que al menos un par de veces por semana sentía una realísima sensación vertiginosa mientras me precipitaba, por la parte que da a la terraza de mis progenitores. Lo he recordado hoy. He vuelto por última vez a casa de mis padres, después de muchos años. Y aunque es obvio que mi cabeza deambulaba por otros territorios, alguna neurona díscola me lo trajo a la cabeza, con un pensamiento: “Debes enfrentarte a tus miedos si quieres superarlos”. De repente, tal vez porque no iba a tener otra ocasión, he vuelto a la terraza y me he asomado a ese patio. La teoría sobre los miedos es una patochada, pero ya no puedo confirmarlo.

Tentando el mal
Siempre he creído que El Mal nos acecha en la oscuridad, en forma de espíritus resentidos que la luz reprime. La conclusión no es gratuita; siempre he sentido admiración por lo oculto y soy un gran estudioso de la materia. Superada la fase de estudio y enunciación, no queda sino llevarlo al terreno del empirismo. Por eso he decidido venir a esta casa abandonada y deambular a oscuras toda la noche. Tras un par de horas he tropezado, son resultado de fractura de tibia y peroné. Al final tuve mi fenómeno para anormal.

Ni muerto calla
Ha pasado por aquí Acisclo, el tío abuelo del pueblo. Creo que no le veía desde la adolescencia, porque desde que falleció la abuela, allí no volvimos. También Carlos y Rufo, yo pensaba que esto ni fu ni fa. Y no han venido Adolfo y Néstor, con ellos si contaba. Ha pasado también Rosa, sin su novio ¡A buenas horas la pillo sin él! Mi padre se ha asomado un par de veces, no adivino si está enfadadísimo o hundido. Y aquí al lado, todo el rato, mi madre, preguntando continuamente porqué he tenido que hacerlo y qué ha hecho ella para merecer eso. Parece que ni muerto voy a librarme de sus broncas.

Miguel Ángel Pérez


Queria un muñeco que no se riese.
Por la noche cuando me iba a la cama mis muñecas tomaban vida. Su risa no me dejaba dormir.
Yo me tapaba con el embozo de la sábana la cabeza y de vez en cuando miraba hacia el armario donde todas las noches las metia, porque ellas se ponian a jugar y no me dejaban entrar en sus juegos.
El rincón donde estaba el armario me producía terror. La claridad que entraba por la ventana proyectaba unas sombras sobre él que parecia que todo se movia y se alargaban hasta que alcanzaban los pies de la cama.
El dia de Reyes llegó Nacho, un muñeco grande, con mofletes y serio. Este es el que yo queria.
Por las noches yo le dejaba sentado en una silla frente a mi, velando mis sueños y las muñecas ya no alborotaban, sabian que Nacho se enfadaría con ellas.

Carmen Alonso

Aprender a mirar

La sesión del día 11 de marzo la dedicamos al haiku. Aprendimos a mirar con los poetas de 5 a 11 años que forman parte del libro La inocencia del haiku (Selección de poetas japoneses menores de 12 años) de Vicente Haya, un excelente libro publicado en la editorial Vaso Roto.


Vicente Haya señala en el prólogo: "Un verdadero haijin (poeta de haiku) lo primero que debe hacer es buscar la inocencia dentro de sí. Solo o con ayuda. El haiku que hacen los niños puede ayudarnos a encontrarla. El haiku no son solo palabras. La mirada limpia es esencial, el saber estar sin esperar nada es esencial, la ausencia de juicio al género humano es esencial. Todo es necesario en el haiku. Los niños nos enseñan también a seleccionar de entre la infinidad de objetos poéticos que nos rodean los asombros más elementales, los que pasan más desapercibidos. Todo merece un haiku, pero hay asombros más imperceptibles que otros. Se trata de que nuestra atención sea plena y eliminemos los obstáculos entre nuestra percepción y eso que hay ahí fuera y se llama “mundo”. En cierta ocasión escuché a un anciano pintor decir: “Si fuéramos capaces de percibir de un golpe todo lo que hay ahí fuera reventaríamos”. Por eso se nos da la oportunidad de hacer un proceso, de seguir un camino de agigantamiento, una vía para aumentar nuestra capacidad de sentir. Sentir más, ser más lo de fuera y menos lo que ahora somos [...]"

Y estos son algunos haikus de los participantes en el taller:

La lagartija
fijada en la rendija,
tomaba el sol.

En lo más alto
del cielo estrellado
brilla la luna.

Ramón Sánchez Rodríguez


Fregando el suelo,
durante la mañana,
! Que tranquilidad¡.

El Vaticano,
lleno de cardenales,
¡Ché, qué bonito!

Los dos hermanos
practicaban natación
en la piscina.

Luis Iglesias


El arco iris
Sale y el sol pasea
Con un paraguas

Mi perro quiere
Azúcar, lo encuentra
Y nieva en casa

Si Adrián riega,
El diluvio mundial
Llega a casa

Cuando las nubes
Lloran, las botas de agua
Cantan contentas

Mi hermano manda
Mis padres también mandan
Y yo ni caso

Mil hormigas hacen
Un desfile de modas
Por mi pasillo

Esa abeja
Tiene en vez de culo
Una inyección

Un rayo de sol
Va a ganar la carrera
A Usain Bolt

Las casas pareadas
Son siameses
De hormigón

En la camilla
Ato juntos zapatos
Y caminos

A mi hermano le
Salen los dientes que
Se caen del abuelo.

Mi perro tiene
Un arma letal en el
Culo, sus pedos.

Mis cinco dedos
Juegan con el sol, pero
No lo atrapan.

El aire canta
En mi oreja, pero no
Sé que me dice.

Elena Vicente


Lavo los platos
después de la comida,
luego la siesta.

Truenan los cielos,
relámpagos eléctricos
rompen la paz.

Es un encanto
ver jugar a los niños
mientras sonríen.

Vicente M. Martín


Sobre escenas cotidianas

Ropa mojada
ondea a sol y viento
en la terraza.

Sobre fenómenos sorprendentes de la Naturaleza

A la primera
las flores del almendro
retan al frío.

Salta la rana
y se hace invisible
en un solo ‘croac’

Sobre los niños

Al sol del parque
alegre escandalera
montan los críos.

Cabeza abajo
sus primeras lágrimas
vierte al mundo.

Miguel Ángel Pérez


Luz de interior
florece en la mirada,
duerme en la sombra.

Trigos de luz
alumbran la mañana
con el silencio.

En mi almohada,
cristales de la noche
lucen llorando.

Lápiz de cielo
camina con el tiempo,
guardián de luz.

Sofía Montero García


Tarde de lluvia
Solo por la avenida
Camina un perro

Alguien pequeño
Asoma la cabeza
La madre empuja

Termina el día
De color rojo y azul
Se tiñe el cielo

Fresas maduras
Olor a ropa limpia
Comer miel con pan

Noche de lluvia
La pizarra resbala
Nacen los ríos

Antonia Oliva


Corazón roto
Araña tejedora
vuelve a mi vida

Haciendo café
los ruidos de la casa
anuncian el día

Recordándote
Atravieso el arco iris
muy suavemente

Lourdes Hernández


Camino lento
por el camino largo
de los almendros

Después de comer
se adormece en el sofá
la tele puesta

El niño ríe
los dos pies metiditos
en el charquito

Ana Isabel Fariña


El niño canta
Ya suspira cansado
Duerme tan feliz

Tiene cosquillas
Ríe a carcajadas
Queda sin fuerzas

Corre el balón
Regatea el niño
Contento corre

Como el pulpo
Extiende ocho brazos
Mamá en casa

Sentado lee
Extendidas las piernas
Está abstraído

Vuela un avión
Corren los cochecitos
Jugando se ríen

Abre y cierra
Masticando chuleta
Traga la boca

Color de barro
Rabiosa la lluvia
Devora árboles

Sara Pérez

Literatura y mitología

La sesión del día 4 de marzo la dedicamos a dos autores que incorporan elementos de la mitología y todo tipo de guiños a los clásicos en sus obras: Álvaro Cunqueiro y Antoni García Llorca.
Hablamos de El salvajede Antoni García Llorca, un libro sorprendente que tiene mucho que ver con la Odisea de Homero y que recibió el Premio de Literatura Juvenil Gran Angular en 2009. El jurado de dicho premio afirmó que "la novela fue seleccionada entre las más de 200 participantes por ser un libro que sabe mostrar con gran brillantez de lenguaje imágenes crudas sin perder la ternura”.

Con relación a Cunqueiro hicimos un recorrido por su estilo y por su obra y señalamos algunas de las características de su literatura, como la extraordinaria capacidad para humanizar a los grandes héroes de la literatura clásica y de la mitología y situarlos en su Galicia querida o su capacidad para evocar escenarios que, sin conocerlos de primera mano, se asemejan a los reales (como sucede con la Bretaña que recrea en Las crónicas del Sochantre).

“En la aspereza de la vida cotidiana, soñar es necesario” decía Cunqueiro. De modo que algunos tardaron muy poco en darle forma, por escrito, a sus sueños. Estas son las tareas propuestas:

Tarea 1
Álvaro Cunqueiro se propuso escribir un libro de memorias que contase la historia de un hombre pero no tal y como la había vivido sino como la había imaginado. Nunca escribió dicho libro pero sí pensó en el título "Ceniza en la manga de un viejo".
Tomamos como referencia este título y ponemos la mirada en un hombre viejo, él será el protagonista de nuestra historia. Y mucho mejor aún si ese viejo es un personaje de la mitología traído a nuestro entorno, a nuestra ciudad, a nuestro siglo, humanizado y desprovisto de su halo mítico. Tal vez Zeus o Vulcano, por poner un ejemplo, podrían ser ese viejo del que nos proponemos hablar.


Tarea 2
Escribimos un texto libre pero que trate de uno o varios personajes mitológicos revisados y puestos al día. ¿Quién sería hoy día Caronte o Hades? ¿Podríamos encontrarnos en el supermercado a Atenea? ¿Y si el arquitecto de nuestro edificio fuera Dédalo? ¿Qué ocurriría si nos encontráramos a Polifemo en el supermercado El Árbol?

Y estos son algunos trabajos de los participantes en el taller:


Restablecimiento del orden cósmico 

Eros, fuerza del amor universal, responsable de la creación y el orden en el cosmos, ha bajado a las fiestas de Chueca con plumas y plataforma. Sonríe viendo su victoria.

Elena Vicente 


EROS (Dios del Amor)

Fuego,
en el tronco de una historia,
ramifica mi yo,
despeinado por la hierba acurrucada del paisaje.
EROS,
perdido entre mis dedos,
duerme con el viento de un viejo atardecer.
La hierba alborotada
gime en el silencio de la noche,
junto al Dios del Amor,
en mi regazo,
entre mis sombras,
con la luz de un nuevo pensamiento.

Sofía Montero García


Dentro de un laberinto

Apretaron el timbre de la sucursal y al momento la luz verde apareció reflejada en el piloto. Entraron los dos, Teseo Martín Canijo, electricista jubilado y natural de Burguillos del Cerro y su esposa, Ariadna López Barragán, modistilla y ama de casa; natural de Villafranca de los Barros. Ambos se conocieron, hace ya ni se sabe en la Feria de ganado de Zafra, cuando las familias iban a la compraventa de animales para poder vivir. Ella se enamoró de él una tarde en que le vio subirse a una morucha vieja y hacer el pino sobre las astas del animal. Después vino el protocolo correspondiente: noviazgo, boda y trabajo a destajo hasta ver la jubilación. Los hijos no vinieron al mundo porque ella padecía endometriosis uterina, por lo que se tuvieron que contentar con dispensar su amor a varios sobrinos que vinieron al mundo.

El buen humor y la galanura de Teseo para con los demás se había perdido con los años. Las vilezas le habían predispuesto a estar siempre en alerta. Esta vez, no iba a permitir la mala jugada que le habían hecho los de la Sucursal. Ariadna, jugando con un hilo sobre su dedo, intentaba calmar a su marido acariciándole la palma de las manos. El asentía con la cabeza como cuando los caballos de carreras están detrás de las puertas, nerviosos, dispuestos a salir a galopar sobre la hierba.

Preguntó a Socorro, la que siempre ponía al día su cartilla cuando acudía a la sucursal, indicándola la intención de rescatar el depósito de las participaciones preferentes que les había confiado. Había escuchado en televisión que podría tratarse de una estafa, puesto que no estaba cubierto por el Fondo de Garantía y ahora con la crisis, la rentabilidad que le ofrecían se esfumaba de un plumazo. El sistema financiero estaba bloqueado y las soluciones a los afectados podrían no verse ni a largo plazo. Señaló con su índice la mesa de su compañero Alberto; el responsable comercial de productos financieros. Teseo le espero, mientras recordaba las palmadas en la espalda y la vajilla que les regalaron aquella Navidad. Mientras se acercaba a la mesa le reconoció de inmediato. Aquel hombre dejó parte de sus ahorros de toda la vida por un producto que ni ellos sabían cómo venderlo, pero la codicia exacerbada de algunos poderes es implacable. Al fin y al cabo él era un simple eslabón más de una cadena infinita, donde su voz no tendría eco alguno. Pensó en darle varias opciones posibles, una de ellas, esperar a ver como procedían otras entidades ante el problema o vislumbrar una hipotética disposición extraordinaria por parte del Gobierno. Teseo escucho con atención los argumentos expuestos y al final un resuello desesperado vino a poner punto y final a la conversación. Sabía que su patrimonio y por consiguiente parte del trabajo de la familia estaba en manos de una empresa en la cual había confiado demasiado.

Mientras Ariadna le recuperaba con palabras y le devolvía a la vida, una masa corpulenta y con olor paso a su lado y le palmoteo la espalda. Cabizbajo aún de lo acontecido, subió la mirada y se encontró con el director de la sucursal que le recordó en voz alta que tenía al descubierto unos cuarenta euros de la cuenta de la Asociación y que debía de regularizarla. De inmediato, apartó enérgicamente la mano de su mujer y se fue hacía el director, que ya presentía sobre su cogote el hálito venenoso de Teseo. A continuación, el orden y el silencio de la sucursal se transformaron en una pista donde hombres y mujeres intentaban aplacar al hombre que sin vacilar saltaba y descendía de las mesas como un mozalbete. La corpulencia tiene también sus miserias y en uno de los virajes del Director en busca de la salida, el bolsillo se encariño con el cajón del archivo que dejo al descubierto unos paños menores repletos de caras de Bob Esponja, que Teseo inmediatamente asocio a los dulces del expositor de la panadería. En el suelo y vencido, mientras en derredor la gente trataba de mantener el orden, Teseo se arrodillo y cogiéndole por las solapas le espetó:

- ¡Ya estamos los dos al descubierto!, mañana prepárame lo poco que me queda para llevármelo a otro sito…

Mientras la policía entraba en la sucursal y se lo llevaban del brazo, algunas personas que esperaban la cola, dieron media vuelta y abrazaron a Ariadna, que desconsolada jugueteaba nerviosa con el hilo sobre su dedo.

José Luis Moreno Gutiérrez


Siempre hay ceniza en la manga de un viejo

Siempre hay ceniza en la manga de un viejo que fuma y que siempre ha fumado.
Siempre hay vida en los ojos de un viejo que vive y que siempre ha vivido.

Así era Zeus, el panadero del pueblo que siempre hizo pan, siempre fumó y siempre vivió.

De sus infinitos amores, le quedaron al menos siete hijos. Todos bastardos. Todos curiosamente criados al abrigo del horno donde trabajaba.
Consideraba Zeus que la culpa de cuanto le había sucedido en la vida, se escondía en el nombre; en su nombre, en el nombre que sus pomposos progenitores le regalaron: Zeus….
Si se hubiese llamado Tomás –como el cura-, a lo sumo, hubiera sido incrédulo; pero así…. ¡qué podía hacer!...
“Es por el nombre” –repetía- cuando algún paisano le recriminaba su proceder.
“Ha sido el nombre” –insistía- cuando alguna de las mozas, amadas por él, depositaba a la puerta de su tahona, una canastilla; donde envuelto en mantillas de lana, dormía el fruto de su ardor sin freno.
Hasta el día de su muerte, estuvo convencido de un hecho. Las palabras son las responsables de todo. Ellas hacen a las personas y a las cosas lo que son.
Por eso; a sus hijos, procuró darles nombres sin evocación trascendente. Era lo mínimo que podía hacer por ellos.
A la primera la llamó Margarita, al segundo Segundo; a los gemelos Frutos y Frondoso; a la quinta Rosa, a la sexta Rocío y al pequeño, que llegó en la edad tardía, Silvestre Benjamín.
¡Querido Zeus!
Personalmente, jamás se planteó si el cachorro que berreaba en el umbral de su casa era o no era suyo. Fueron siete como podrían haber sido mil siete. Las razones de su ciega aceptación eran dos, las dos tan inocentes como todo lo que hacía; y se las exponía con franqueza a cualquiera que le preguntara:
- Una: Los indicios. Existían indicios más que razonables de que realmente lo fuera.
- Dos: Las probabilidades. Si no lo era, lo podría haber sido. De hecho, cualquier retoño –afirmaba con aplomo y sin pretensión alguna-, cualquier retoño podría haber sido suyo, dado que cualquier manceba podría haber sido su amada. Eran todas, tan exquisitamente bellas, que yacer con una u otra, resultaba –en su caso- una cuestión más azarosa que volitiva. Él, las hubiera cortejado a todas. Él, las hubiera vestido a todas de harina y besos. ¡Maldito Nombre!
Verle pasear por el pueblo con su prole fue durante años cosa de no perderse.
Verles juntos repartiendo el pan, fue durante años, cosa de buscar, no sólo por conformar entre todos una estampa pintoresca, sino también, y sobre todo, por el pan.
El pan de Zeus era el mejor pan del mundo.
Cuando se le preguntaba cuál era el secreto de su aroma, de su sabor, de su textura; Zeus siempre contestaba: “Amor. Solo Amor. Mucho Amor”
A día de hoy, por extraño que parezca, estoy convencida de que decía la verdad.
Zeus amaba lo que hacía.

Amasaba la harina con el mismo mimo con el que se acaricia al ser que se idolatra. Media el agua necesaria con idéntico esmero. No había en su hacer ni más ni menos levadura; ni más ni menos sal, que la que demandaba cada hogaza. Hogaza que siempre crecía única en su horno de leña, adquiriendo tamaños y formas tan caprichosas, tan exquisitas, tan variadas; que resultaba imposible resistir la tentación de querer no una; ¡todas!

¡Querido Zeus!

En los muchos años que le regaló la vida, nunca permitió que alguna se quemara; jamás dejó una a medio hacer y en ningún momento las preparó con la desgana propia del hacer por obligación o de la rutina vacua.
El día que se supo su muerte; todo el pueblo lloró.
“Amar es un arma que desarma” afirmó mi tio Tomás en la homilia de despedida.
Cuando el cortejo le acompañó al camposanto, toda su familia le arropaba.
Cuando el cortejo regresó del camposanto, todo el pueblo arropaba a la familia.
Como no podía ser de otra forma, cortejo y familia nos reunimos tras el sepelio alrededor de la cocina de Zeus. Allí, compartimos durante horas, durante muchas horas, dolor y recuerdos; mucho dolor y muchos recuerdos; vino y pastas, mucho vino y muchas pastas.

Yo, que no tuve más remedio que ir con mi tío Tomás, pude comprobar en ese largo rato de comunión, que la locura que todos habíamos achacado a Zeus durante su exuberante vida; no era tal. Las palabras hacían a las personas y a las cosas lo que eran.
Las pruebas estaban bien a la vista.
Ante la multitud que no cesaba de acudir, Margarita, su hija mayor, indecisa, no sabía si llorar a placer su pena –que era muy grande-; o contenerse, y sonreír, y animar a la gente que se acercaba triste, muy triste, a mostrarle sus sentidas condolencias.
Segundo, desde la sombra, la auxiliaba; y de vez en cuando la decía “sonríe” y de vez en cuando la decía “llora”. Y si Margarita, aturdida, se liaba en los decires, o tardaba en los callares; tomaba su puesto y conversaba generoso con el lugareño que había acudido a consolarles.
En medio; los gemelos, Frutos y Frondoso; sobreponiéndose al infinito pesar que les embargaba, cosechaban las loas de sus paisanos. Célebres por el éxito de su cadena de restaurantes en varias capitales y el estreno de su último programa de cocina en la tele, su presencia, su presencia de famosos; hacía olvidar a muchos,-momentáneamente al menos-, el aciago por qué del encuentro.
Por su parte, Rosa; su bella Rosa, la intocable Rosa; con su bonito vestido asalmonado, su romántico aroma femenino, y sus afilados aguijones afilados; en su máximo esplendor; sin darse cuenta, destrozada; destrozaba a cuantos tenían el atrevimiento de acercarse y acompañarla en el sentimiento.
Menos mal que pegadita a ella, estaba Rocío. En ella recalaban todos los quebrados por punción, y ésta, con sus preciosos ojos -siempre húmedos-, y su maravillosa voz de membrillo -siempre fresca-, en un suspiro, con un suspiro, les recomponía, y conseguía, sin esfuerzo alguno, que olvidaran la reciente noche que una espina, o un millón, les habían provocado .
Del Benjamín, mi esposo, poco puedo contarte. No estuvo.
Apareció una mes después de conocer la noticia, más asilvestrado que nunca, repitiendo a diestro y siniestro que quería cambiar, que quería ser panadero. Que le llamáramos Honorato. Ya se le pasó.
Te cuento todo esto, porque estoy muerta de miedo. Mañana me ingresan en el hospital para parir a mis dos hijuelos. Por lo visto, no quieren salir.
Sé que son dos niñas.
Me repito que todo irá bien. Sé que todo irá bien
Pero, necesito un nombre. Dos nombres. Y tienen que ser….

¡Querido Zeus! No hay nombres intrascendentes. Todas las palabras cumplen siempre su destino.
El día de mi boda, mientras todos bailaban; Zeus, el mismo del que te hablo, me dijo “Miranda, soy viejo; siempre hay cenizas en la manga de un viejo. Las mías, las acumuló mi nombre. Me hubiera gustado llamarme Andrés y ser simplemente un hombre. Un hombre sin cenizas”.
Cuanto más se acerca el momento del parto, más recuerdo ese momento, esas palabras. Yo también quiero que mis pequeñas vivan y mueran ajenas al sabor de la ceniza en sus prendas. Por eso, busco un nombre; dos nombres. Y los tengo que encontrar antes de mañana.
En ese momento rompió aguas.

Horas después berreaban Venus y Minerva. Dos nombres que su madre consideraba el mismo nombre; al haber observado ella en repetidas ocasiones, que Amor y Sabiduría eran dos palabras que cuando se escribían bien tenían las mismas letras y cuando se pronunciaban adecuadamente, idéntico sonido. Todo el pueblo porfió que tenían los ojos de su abuelo Zeus y mientras lo hacían, Miranda sonreía satisfecha. Ya no tenía miedo. Sabía que si tenían sus ojos –por mucho que el viejo panadero le hubiera dicho un día, en una fiesta- sus mangas serían viejas, estarían ajadas, serían muy viejas y estarían muy ajadas; pero jamás habría ceniza en ellas (a lo sumo la del tabaco).

El panadero
Ana Isabel Fariña


El viejo Poseidon-is

Amanecía en Itaca-i, población de 682 habitantes, a 320 kilómetros al oeste de Atenas-u, (importante ciudad a orillas del mar Abierto, de 1,5 millones de habitantes). Itaca-i está rodeada de frondosos bosques de pinos, robles y castaños centenarios. El lugar ideal para encontrar paz y disfrutar de la naturaleza.
El viejo Poseidon-is despertaba.
-¡Qué extraño…, he dormido de un tirón, no me duele nada, me encuentro bien! ¡Vaya día precioso para un paseo por el bosque!
Poseidon-is, de 70 años, llevaba 10 años sin trabajar; durante 35 años fue jefe adjunto de control presupuestario para una multinacional de seguros y reaseguros (nunca le gustó su trabajo). Al jubilarse había vendido el piso de la ciudad y junto con unos ahorros de Vulcani-a (su esposa desde hacía 42 años) y suyos, habían adquirido una casa con un jardín en Itaca-i. En el jardín se había preparado un cobertizo que poco a poco iba mejorando y en el que guardaba todas sus cosas. Porque a Poseidon-is le gustaba la química y era un verdadero apasionado de la alquimia; en su pequeño ordenador guardaba toda la información que había conseguido encontrar, lo que le hacía un verdadero experto. El jardín estaba completamente repleto de plantas aromáticas y medicinales: romero, lavanda, tomillo, mejorana, albahaca…
Tenían una hija, Venusi-a, estaba soltera, trabajaba de encargada en un centro comercial de Atenas-u. Poseidon-is y Vulcani-a iban de vez en cuando a visitarla y pasaban algunas temporadas con ella. Entonces Poseidon-is disfrutaba con sus largos paseos a orillas del mar Abierto. No sabía por qué… pero el mar ejercía sobre él una atracción inexplicable. En uno de aquellos interminables paseos, en los que se adentraba por los acantilados más recónditos, había encontrado una extraña alga de color morado… enseguida le había llamado la atención, con mucho cuidado la recogió y guardó en una bolsa de plástico que solía llevar en su mochila.
Cuando llegó a Itaca-i, preparó un recipiente para secarla. Antes había sacado unas fotos para ver si podía identificarla por internet. Hasta el momento no tenía noticias ni de la clase ni de la especie… La dejó que secara. En una de las cocciones que solía realizar de vez en cuando, para experimentar, le echó un poco del alga seca; aquello se puso de todos los colores… para terminar en un dorado brillante… Poseidon-is quedó maravillado.
-¡Guau... esto sí que es una pócima mágica!... Lorio, ahora te toca a ti.
Lorio era el conejo de indias que siempre probaba todas las experimentaciones, el pobre ya estaba para pocas. Transcurridos unos días pudo comprobar que Lorio había cambiado, saltaba y corría por toda la jaula… en su mirada se le notaba vida.
-¡Es increíble, no puede ser! -No se resistió… Tomó un pequeño trago -¡Qué rico está, sabe a chocolate con caramelo! Esto lo tiene que probar Aquiles-is…
Aquiles-is era el compañero inseparable de Poseidon-is desde que llegó a Itaca-i, pero llevaba seis meses que ya no salía de casa, afectado por un mal en los pulmones que no le permitía dar ni un paso. Poseidon-is le iba a ver 3 días a la semana.
-Eso te pasa por haber fumado -le decía.
Ayer le había llevado en un frasco muy pequeño su poción de alga morada.
-¿Qué es esto, parece oro líquido?- le había dicho.
-Es mi último experimento… y a Lorio le ha sentado de maravilla.
-Bueno, total para lo que me queda.
-Ya estamos lloriqueando… te queda lo que tú quieras que te quede…
Hoy Poseidon-is se encontraba de maravilla, había dormido de un tirón y se estaba preparando el desayuno. Había sonado el timbre, Vulcani-a había abierto. Aquiles-i apareció en la puerta de la cocina.
-¡Aquiles-i!, tú por aquí… -Poseidon-is no salía de su asombro.
-¡Vamos… vamos! que hace un día maravilloso y tenemos que aprovecharlo.
-¿Cómo estás?...
-No me ves… ¡de maravilla!... esa alga tuya es milagrosa.
-Ya veo…
Aquiles-is y Poseidon-is se adentraron en el bosque centenario de castaños correteando y bromeando como dos niños.

Vicente M. Martín


The Ares Job

Escupí la sangre que me llenaba la boca para poder hablar.
- Dime al menos como te llamas. Un hombre merece saber quién acaba con su vida.
- Rodolfo Ares Santos Mendoza. ¿Contento?
- ¿Quién te manda? ¿Escobar?
- No hermano, no me manda nadie, voy por mi cuenta.
- ¿Eres consciente que esto desencadenará una guerra?
- ¡Claro pendejo!. Por eso lo hago, yo vivo de esto.
Una detonación fue lo último que oí en mi vida.

Miguel Ángel Pérez


Carlitos = Polifemo

Tanto en la mitología griega como en la vida diaria, a veces se encuentran algunas similitudes. Cuentan que Polifemo, un ciclope de gran tamaño y dotado de un solo ojo, se enamoró de Galatea, la cual “bebía los vientos” por Aci, hjo del Dios del Pan. Poseidón, padre de Polifemo, al darse cuenta de la desgracia de su hijo y dado que tenía poderes ilimitados, decidió cambiar a su hijo de pais, de siglo, de nombre y de imagen, apareciendo como por arte de magía en el siglo XXI, en Madrid, con el nombre de Carlitos: 20 años de edad, una estatura de 1,80 m y ojos azules, tercer hijo de un matrimonio de la capital.

El secreto era que solo el sabía que, de los dos ojos que tenía colocados en la cara, solo veía con uno, como un buen ciclope.

El carácter de Carlitos, un poco introvertido, le hizo ser un gran aficionado al cine, donde se sentía más realizado. De hecho, tenía por norma ser el primero en acudir todos los martes, día del espectador, al Cine Rex. Esta semana, la película era "Espartaco”.

Ya tenía comprobado que el mejor sitio era en mitad del anfiteatro, donde percibía el sonido envolvente de todos los altavoces. Una vez sentado, siempre en la misma butaca, comenzó a llegar gente, ocupando todos los asientos del cine menos la butaca situada a su derecha.

Se apagaron las luces y, cuando ya estaba empezando el NODO, vió como se iban levantando los espectadores de su fila, abriendo paso a una señorita alta, rubia y con una abrigo de pieles en las manos, la cual se sentó en la única butaca libre que estaba a su lado.

Al poco de estar sentada, dicha señorita se levanta y, acercándose a Carlitos, le susurra unas palabras que no olvidará en su vida:"Perdone, ¿me puede echar un ojo al abrigo? ¡tengo necesidad de ir al lavabo!". A lo que Carlitos responde todo apenado: "Señorita, lo siento, pero si hago lo que usted me dice y le echo un ojo al abrigo ¡no podré ver la película!. El final de lo que ocurrió lo contaré otro día.


Vulcano= Paco el Herrero

El nombre de Vulcano me ha hecho recordar con nostalgia a mi abuelo Paco. Paco “el herrero”, como lo llamaban en el pueblo. Tenía una fragua cerca de la casa donde vivía con su familia. Su vida según pude ir oyendo y viendo, no fue fácil. Pronto se quedó sin padres y siendo el mayor de los cuatro hermanos, dos hombres y dos mujeres, los sacó adelante con mucho trabajo y sacrificio.

En el pueblo era muy apreciado, hablaba poco, trabajaba mucho y hacía todos los favores que le solicitaban. De los cinco hijos que tuvo, solo dos mujeres lograron sobrevivir, el resto por enfermedades que hoy se curan sin problemas, falleció.

En la fragua hacía todo lo relacionado con el hierro: rejas, ventanas, carretillos, cerraduras con llave, etc, Siendo ya mayor ideó una máquina limpiadora de trigo y cebada, usando un juego de poleas y una manivela, por lo que le consideraban un artista en todos los pueblos de los alrededores.

"¡Tu abuelo es demasiado!", esta frase la oía decir a mucha gente.

Me acuerdo de verle vestido con una capa típica salmantina y un bastón hecho por él mismo que, en realidad, al abrirlo era una espada. Era muy cariñoso con sus nietos.

Cuando por la edad tuvo que dejar de trabajar, y con ayuda de unos ahorrillos que había conseguido, se unió a mi otro abuelo, pues eran de la misma edad, este de profesión agricultor, y montaron un negocio de gallinas ponedoras. El negocio montado con toda ilusión fracasó, pues las gallinas se empezaron a morir y tuvieron que dejarlo.

Volvieron a coincidir los dos abuelos en varias ocasiones en casa de mis padres, pues es sabido que, entonces, no tenían pensión alguna y una vez que daban todo lo poco que tenían a los hijos, estos les atendían hasta que Dios se los quería llevar.

Podría contar mil anécdotas, pero esto para otro día.

Luis Iglesias


Neptuno en la pescadería

Son las cuatro de la tarde y el joven Neptuno no ha podido pegar ojo durante la hora de la siesta. ¿El motivo? Han abierto una nueva pescadería en el barrio.
Neptuno siempre amó el mar y a todas sus criaturas. De niño vivía en un pueblecito de la costa de Valencia, y todas las tardes salía a pescar con su padre Saturnino. Él fue quien le enseñó a amar y respetar el océano, y a tomar de él sólo lo necesario para alimentarse, sin dañarlo.
Lamentablemente, por motivos de trabajo, se tuvieron que trasladar a Salamanca, donde rehicieron su vida en torno a la agricultura y la ganadería.
Pero Neptuno nunca dejó de interesarse por el mar y la pesca, y siempre que tenía la oportunidad se pasaba por las pescaderías del mercado central. Sus conocimientos eran extraordinarios e inagotables. Podía reconocer cualquier pescado de sólo un vistazo, identificando su clase, especie y procedencia. No sólo diferenciaba el fresco del congelado, sino que sabía el número exacto de horas que llevaba fuera del agua con solo olerlo. Y en sus ojos era capaz de ver si el animal venía del mar o de una piscifactoría.
Es por ello que la noticia de tener una pescadería nueva al lado de casa le mantenía tan excitado.
En cuanto dieron las cinco, Neptuno partió raudo y veloz hasta encontrarse frente al impecable escaparate del nuevo establecimiento. Un letrero brillante anunciaba “Pescadería El Javi”.
Toda la ilusión con que Neptuno había entrado en el lugar, se fue poco a poco esfumando, según observaba el género… casi todos los productos eran congelados, y muchos de los rótulos inducían a engaño. Pronto vio como el pescadero intentaba estafar a una ingenua clienta, vendiéndole pescado congelado como si fuera fresco.
Esto provocó que una chispa de ira saltase dentro de Neptuno. Y es que éste era bien conocido entre su familia y amigos por su mal temperamento… Incluso sus hermanos Plutón y Júpiter, a pesar de su fuerte carácter, le temían. Solían llamarle “Poseidón”, aludiendo a que parecía poseído durante sus ataques de furia.
Neptuno observó la escena con los músculos en tensión pero sin decir nada. Cuando la ilusa clienta abandonó el local y el tendero se dirigió hacia él, no pudo más que dirigirle una desafiante mirada.
-¿Puedo ayudarle en algo?- dijo el pescadero.
-Sin duda. Me gustaría saber por qué este letrero dice “Emperador”, cuando se trata de Pez Espada.
El tendero desplegó la más amplia de sus sonrisas mientras contestaba:
-Pero señor, ¿no sabe que se trata de dos nombres distintos para el mismo animal?
La llama de la cólera prendió una mecha dentro de Neptuno, augurando una ineludible explosión. Si el pescadero hubiera conocido a su vecino, sin duda habría sabido identificar el temblor premonitorio de su párpado derecho y habría rectificado hasta el confín de su pensamiento para evitar la hecatombe que se iba a producir. Pero no, no le conocía.
Neptuno rompió en un súbito y colérico grito, agitando sus brazos amenazantes.
-¿A mí me va a decir un simple pescadero inútil que el Emperador y el Pez Espada son los mismo?
Su voz, profunda y atronadora resonó en todo el local, haciendo vibrar los cristales y los frascos de las estanterías.
-¿A mí, que he surcado los mares, que sé dónde desova el salmón y dónde se esconde el Akame?
Los gritos continuaron durante treinta interminables minutos, haciendo correr el pánico en la calle y provocando una inaudita sacudida de atunes, bacalaos, lubinas y langostas, que se agitaban entre el hielo como si estuvieran vivos. Al fin llegó la policía para llevarse a Neptuno. Éste les miró con incredulidad. ¿Por qué no se preocuparían de condenar a estafadores como ese pescadero, el lugar de perseguirle siempre a él? Ya sabía lo que iba a suceder ahora. Una nueva sarta de sesiones con el psiquiatra. Estupendo.

Alicia Alonso


El Tuno Caronte

Caronte estudia Traducción e Interpretación en Salamanca y procede de Galicia. Tiene 30 años, de estatura más bien corta pero con unos ojos tan vivos que hablan y absorben todo lo que ven y lo que no ven lo intuyen, como nieto de Meiga que es. Hubiera sido un buen estudiante si no le hubiera ido tanto la farra.
Superadas las duras pruebas de ingreso, físicas, hepáticas, noctámbulas y de afinamiento entró en la Tuna Universitaria cuyo espíritu absorbía y devolvía aumentado pero, ocurrió un hecho que hizo alterar su viveza.
Había conocido a Tormes, el Barquero del Río, de numerosas juergas que allí se celebraron y llegaron a trabar una gran amistad. Un día de tormenta, misteriosamente, un rayo destrozó el barco y Tormes falleció abrasado. Los Tunos acudieron a tocar al funeral del Río y Caronte infundió a sus canciones un tono siniestro que quedaría adherido a él para siempre.
Dieron en considerarlo el Tuno de los funerales y dicen que las tétricas melodías que araña a su laúd ayudan a descansar a los muertos.

Antonia Oliva


Los viajes de Ulises

Penélope nunca había perdido la esperanza de acabar un día el libro que escribía y reescribía sentada contra el cerezo de flores blancas, en lo alto de la colina.
Cada primavera volvía con la convicción íntima de que un día las flores volverían a recobrar el color rosa de hacía unos años.
De muy pequeños Ulises y Penélope se habían dado al pie de ese mismo árbol su primer beso, fresco y suave como la piel de las ranas que se deslizaban entre sus manos a orillas del río que murmuraba secretos, y desde ese instante los pétalos blancos se habían vuelto rosas.
En las ramas quedaron suspendidas las promesas que se hicieron entonces.
El viento, lancinante, amenazante, se había llevado a Ulises y su familia, por una noche fría, y sólo quedó de él la estampa de la estrella amarilla cubierta de polvo y arena delante del portal de su casa.
Fue aquel día que Penélope empezó a escribir. Y desde entonces no dejó de hacerlo. Pero no podía resignarse a poner un capítulo final, no le convencía ninguno, cada día hacía y deshacía el hilo de la trama.
Fueron días de silencio, de miedo, de tristeza sin fondo.
«Hay guerras que a veces no se ganan», pensaba los días en que el sol se ponía su traje gris.
Los besos de Ulises debajo del árbol los había cambiado por los brazos de Vicente, más tarde había intentado olvidarlos con los labios de Cirilio en los pasillos descoloridos de la universidad, pero le habían dejado un sabor agrio y sin futuro.
Un día la luz de las estrellas blancas de la bandera azul, blanca y roja, bailando en el cielo sin manchas le habían devuelto la esperanza.
Era el mes de mayo, vestida de sus vaqueros oscuros y su camisa de florecitas rojas, se acomodó contra el árbol con su pluma y su libreta azul. Al llegar le había llamado la atención el tamaño de las cerezas aún verdes claras, « este año tienen un aspecto de frambuesas », pensó.
El día era claro y dulce. Mientras dejaba mariposear sus pensamientos le llegó a la boca el sabor de una cereza que acababa de liberar su jugo. Levantó la cabeza y presenció maravillada como se coloreaban las cerezas antes de color verde.
Fue tan repentina la sensación de placidez que sin proponérselo empezó a andar en dirección del pueblo. El instante se hizo eterno y bello. Sólo se oían sus pasos en el pavimento Se quedó parada. Ulises estaba sentado en el patio, bajo la bóveda florecida, delante de su casa.
Se le veía cambiado, sus ojos verdes claros habían perdido la inocencia. A través de ellos lo podía leer todo.
Le habían pervertido el alma, maltratado los ideales, quebrantado a veces el ánimo.
Pero seguían firmes el recuerdo y los sueños de antaño.
Penélope se acercó, le sonrió, y sin decir nada le cogió de la mano.
Empezaron a andar lentamente por el camino, bajo el sol de la mañana.
Era por fin la hora de cerrar el capítulo.

Sara Pérez

La parodia literaria

La sesión del lunes 18 de febrero la dedicamos a la parodia literaria.
Una parodia es una recreación satírica que caricaturiza o interpreta con humor otra obra, ya sea desde la emulación o a través de alguna alusión irónica.
Reproducimos, a continuación, dos ejemplos:

Serranilla navideña

Por Navacerrada,
serrana yo vide
gorda e colorada.

Montaba un borrico,
vestía un refaxo
que exhalaba un rico
regustillo de axo:

corpiño e faldeta
tenida de azul,
con su camiseta
e su canesul.

Por Navacerrada
miréla, miréla
con la mirada.

E yo colegía,
viendo tal primor,
que non la vestía
don Christián Dior.

Vila que partía
e como un pelele,
por saber do iría
yo le pregúntele:

Si marchas quizás,
¿do irás, girasol?
¿Do vienes? ¿Do vas?
¿Do, re, mi, fa, sol?

Non “me” contestóme
mas la su mirada
desencuadernóme.

Hoy es Nochebuena
-dixe- serranilla,
e tengo una cena
con pavo e morcilla.

Daréte el asado
que te he susodicho,
e Un cerdo cebado
(con perdón sea dicho)

Daréte unas sopas
que dan calorías,
e después tres copas
de González Byass.

Creo, en poridat,
que te ofrezco, niña,
buena Navidat.

Otros la disfruten
-dixo-, caballero;
la cena es de buten,
mas cenar non quiero.

Non por etiqueta
rechazo el yantar;
es que estoy a dieta
por non engordar.

“¿Non vendrás, chiquilla?!
“Señor, non iré.”
“Adiós, serranilla”
“Adiós, don José”

Por Navacerrada,
serrana yo vide
que non comía nada.

Jorge Llopis
Las mil peores poesías de la lengua castellana.


Contra Neruda

Puedo escribir los versos más tontos esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La carne está pasada,
y tiritan, ah, zulos, los gauchos, a lo lejos”.

El viento de la estufa gira en el ciento y ladra.

Puedo escribir los versos más viejos esta no, ché.
Yo la anudé, y a veces pues yo también me enquisto.

En las noches como ésta la obtuve entre mis ubres.
La lamí tantas Lourdes bajo el pelo infinito.

Y yo me guiso, a veces ella y la lotería.
Cómo no haber tirado sus grandes cheques fijos.

Puedo zurcir los memos más fofos esta software,
etc.

Gonzalo Escarpa
Introducción general a los peligros de la poesía


En dicha sesión aludimos, también, al libro Antología Modelna en el que se incluye un artículo de Melchor Fernández Almagro

Este es un fragmento de un artículo de Melchor Fernández Almagro (España, Madrid, núm. 378, 14 de julio de 1923) en el que se convoca, a modo de broma o parodia, una plaza de poeta nacional. Tiene su gracia.

SE NECESITA POETA NACIONAL

[...] A tal efecto, Señor, el ministro que suscribe tiene el honor de someter a la aprobación de Vuestra Majestad el adjunto proyecto de decreto. Madrid, etc.

Artículo 1º. Se crea la plaza de poeta nacional con la categoría de jefe de Administración de primera clase.
Art. 2º. La plaza habrá de proveerse en virtud de oposición ajustada a las bases que este Real Decreto establece.
Art. 3º. Para tomar parte en la oposición habrá que acreditar los siguientes extremos:
a) Ser español castizo.
b) Tener más de sesenta años de edad, bien entendido que ésta será dispensada la aspirante que muestre en su obra poética el grado de vetustez que el Tribunal estime suficiente.
c) Conocer por entero las obras completas de don Adolfo Bonilla San Martín, suma española del humano saber.
Art. 4º. Se reputará mérito preferente la posesión de condecoraciones y de premios obtenidos en cualquiera clase de certámenes oficiales: Academias, Sociedades Económicas, etc., etc.
Art. 5º. No serán admitidos de ninguna manera los poetas resellados y mestizos.
Art. 6º. La oposición comprenderá los tres ejercicios siguientes:
a) Composición de una poesía, a ser posible en octavas reales, en la que se cante el mayor número posible de glorias nacionales.
b) Improvisación de una poesía civil, con libertad de metro.
c) Lectura de un soneto –inédito o no- con trema necesariamente marcial.
Art. 7º. El Tribunal que ha de juzgar los ejercicios estará compuesto por el excelentísimo general Carracido, presidente; don Francisco Rodríguez Marín, don Julio Cejador, don Leopoldo Cano –poeta castrense- y don Sinesio Delgado –poeta civil-, vocales. Suplentes, señor marqués de Laurencín y don Melitón González.
Art. 8º. El poeta nacional, una vez en funciones de su cargo, tendrá derecho al haber de 12.000 pesetas anuales y al uso del uniforme que en su día se establezca al detalle, sobre las bases siguientes: guerrera roja, pantalón amarillo, un par de alas doradas sobre los omoplatos, casco con una gran pluma de la Corona y calzado de reglamento.
Art. 9º. Serán obligaciones del poeta nacional: Asistir puntualmente a la oficina del Estado Mayor general; concurrir a los combates de gran uniforme y con la lira de ordenanza; improvisar cuantas poesía le ordene la superioridad; poner en verso las disposiciones oficiales que se estime oportuno; levantar el ánimo de los generales, jefes, oficiales y clases de tropa con versos adecuados a la calidad de cada cual; leer en alta voz, cuando las circunstancias lo permitan, cuentos del señor Rodríguez Martín y poesías del señor Cavestanay para honesto esparcimiento de la tropa, etc.
Art. 10º. Las oposiciones darán comienzo el día 10 de julio próximo.

Se propusieron dos tareas, a elegir:

1. Piensa en un texto (poema, cuento o inicio de una novela) y trata, desde la parodia, de proponer otra lectura diferente.
2. Escribe un texto según lo acordado en alguno de los tres puntos del Art. 6º del decreto por el que se solicita un poeta nacional. El titular del mejor ejercicio podrá aspirar a la plaza de poeta nacional.

Estos son algunos de los trabajos de los participantes en el taller:


“Nada te turbe, todo se olvida; la virtud: paja
 El poder no se muda, la picaresca todo lo alcanza
 Quien oro tiene, diamantes gana. Tú roba y calla.”

* * *

Cuando sólo el escándalo
mover a un pueblo consigue,
no es cuestión de festejalo
que igual de dormido sigue.
Tiempo es ya de meditalo
si el progresar se persigue
No confundamos, hermanos,
gritamos con despertamos.

* * *

Que por mayo era por mayo
cuando aprieta la “caló”,
cuando los hombres prescinden
del abrigo y del jubón,
cuando los espejos gritan:
¡te has puesto gordo cebón!.
Sola yo, ante mis mantecas
proclamé con fuerte voz:
“sin chocolate mañana,
sin helado, sin jamón.
Sean tristes mis yantares
y  alegres mis caminares.”
“Imposible”, dijo el gato
y tumbose un rato al sol.

* * *
No es ilustre Don Cervantes
por ser manco de Lepanto;
si no por ser un andante,
caballero sin quebranto,
que en molinos, ve gigantes,
y acomete sin espanto
la batalla del  narrar
¡cuán más dura que el matar!

* * *

Con aire marcial, el cabo Marcial
razona ante Amada, su bien amada
el grandioso por qué de la cruzada
Dios, sangre, tierra, libertad ¡crucial!

Con igual aire, en otro aire, Marcial
otro Marcial, narra a su bien amada
el grandioso por qué de la cruzada
Dios, sangre, tierra, libertad, ¡crucial!                   

Desde su palco, alejado del lodo
un batuta de oro, orquesta bien creso
la escena de los rivales Marciales

Y ríe, y brinda ¡por Dios!  y ¡por todo!.
Sabe que el que perviva, será preso
de un eco, de un aire, “de los cruciales”.

Ana Isabel Fariñas


Canción del pirata (acabado)

Con cien cañones por banda,
(Aunque treinta no funcionan
y por babor se escora)
viento en popa a toda vela,
(Una tajada en mesana
y la jarcia hecha trizas
que más trapo no nos queda
se perdieron en la liza)
no surca el mar si no vuela
(Vuela a puerto si es que llega
que ya flota a duras penas)
un velero bergantín.
(¡vaya pena da el pobrín!)
Bajel pirata llamado
por su bravura el temido,
(Más por hacer chanza, digo)
en todo mar conocido
(¡Para aventura estamos
con esta mierda balandro!)
del uno al otro confín
(¡si llegaremos por fin!)

Relato inspirado por la “epopéyica” forma de narrar el incidente de la Isla de Perejil de Federico Trillo, que no se por qué, supongo que por la pompa, y por la distancia entre hecho y estilo, me trajo esto a la cabeza.

Miguel Ángel Pérez


Romance de la pija, pija

La pija acudió a misa
Con su abrigo de visón.
El mendigo la mira, mira
El mendigo la está mirando.
Centelleante entre la muchedumbre
La pija reparte moneditas
Y luce orgullosa anillos y collares
Regalando generosa sus dientes brillantes.
-Huye pija, pija, pija
Si vinieran los indignados
Harían con tu bolso dorado
Cuerdas para ahorcar tu sonrisa.
-Mendigo, déjame que dilapide
Cuando vengan los indignados
Tú seguirás cortado y recortado
Con la moral por los suelos.
-Huye pija, pija, pija
Que ya se avecinan sus lamentos.
-Mendigo, déjame, no manches
Mis ideales de grandeza y realeza.

Venían numerosos los indignados
Reclamando su parte del tesoro.
Arodillado delante de la iglesia
Renuncia a luchar el mendigo.
Por el barrio manifestaban
Por sus derechos los indignados
Los carteles en alto
Y los puños levantados.

Cómo se ríen los dirigentes,
¡Ay cómo se ríen en sus palacetes !
Por la calle taconea la pija
Con un mendigo en sus arcas.

Delante de la iglesia lloran
Pidiendo justicia los indignados.
La noche los acuna, acuna,
La noche los está acunando.

Sara Pérez


Se presenta soneto (marcial) para optar por la plaza de POETA NACIONAL
Noticia 17 julio 2002
Las Fuerzas Armadas españolas, en una operación relámpago que comenzaba a las 6.17 horas de hoy, han desalojado la Isla de Perejil y han restablecido el control español de la zona. Los seis soldados marroquíes que habían invadido Perejil fueron detenidos, puestos en manos de la Guardia Civil y devueltos a Marruecos poco después.





La reconquista de perejil

Otra vez nuestro ejército ha escrito
una gloriosa página en la historia.
Marruecos ha invadido, con euforia,
la isla de Perejil;¡un delito!
Algo que para España es inaudito.
Siempre permanecerá en la memoria,
¡para Federico Trillo la gloria!
Se celebrará conun monolito:
en oro los nombres de los soldados
que participaron en el combate:
“al norte de la islafueron lanzados,
Bien armados,consu boina granate.
Los marroquíes fueron desalojados”.
Victoria que deseamos se acate.

Vicente M. Martín