Ficción breve y relato

La sesión del lunes, 29 de noviembre, la dedicamos a la ficción breve y al relato. Nos asomamos, como por el ojo de una cerradura, al universo de Pereira, uno de nuestros grandes escritores.
Cada cual eligió uno de los sesenta y cuatro caballos y galopamos juntos por el folio.



Sesenta y cuatro caballos
Antonio Pereira
Selección de Úrsula Rodríguez Hesles.
Prólogo de Juan Carlos Mestre.
Colección Calambur 20 años, 144 págs. 12,00 €


Antonio Pereira nombraba lo que importa, la condición de cuanto alegre hace causa con lo luminoso. A nadie que haya leído alguno de sus libros le habrá resultado indiferente la emoción compasiva con que subraya cada una de sus líneas la peripecia humana.

Juan Carlos Mestre

Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo, 1923 - León, 2009) se dio a conocer como poeta, aunque pronto le siguió su labor narradora; y de la simbiosis de ambas formas de escritura consiguió extractar con su inteligente humor y delicada socarronería cuentos y relatos, todos ellos poéticas piezas de cuidada expresión a la altura de los grandes narradores universales de lo breve. No en vano, cada vez es más frecuente que se reclame su figura entre aquellos lectores y creadores del microrrelato, que ven en su obra uno de sus solitarios precursores. Pereira es uno de esos artistas que, distante de posturas academicistas y casi sin proponérselo, dejó humildemente un legado cuyo radical magisterio consistió en descubrirnos la natural precisión semántica y emocional con la que nos hablan las palabras cuando éstas son el verdadero hogar de lo que se cuenta. Esta antología, que toma su título de uno de los poemas de Antonio Pereira, ofrece un selecto paseo por una obra urdida con un original y sutil talento poético-narrativo.

Como adelanto, les ofrecemos los poemas que abren y cierran la antología:

Sesenta y cuatro caballos

Los Pereira (o Pereyra) que salen en las enciclopedias heráldicas se nos hacen algo molestos a quienes somos sus parientes de la rama pobre, y es por lo tacaños y esa manera que tienen de saludar, como si diesen los buenos días desde encima de la montura.
Ellos descienden derechamente de don Gonzalo Pereira, pero poco se parecen al antepasado dadivoso.
Lo escribió Pedro de Bracelos: Que teniendo el don Gonzalo treinta y dos caballos, en un solo día regaló todos a distintas personas. La cosa huele a invención y adorno.
Pero sigue la Crónica con que en ese mismo día los volvió a comprar don Gonzalo, aquellos treinta y dos caballos, para así poder regalarlos a otras tantas personas de su estima, y entonces el caso se hace creíble, porque a los bebedores del anochecer nos resulta más fácil aceptar lo enorme que lo mediano.

Oración

Señor ya sabes mis cuidados con el butano y los grifos
todo lo cierro bien pero es difícil desentenderse
inspecciono la antena
las macetas con tantas criaturas que por debajo pasan
sufro mucho Señor
y aunque te agradezco no haberme hecho cirujano
ni conductor del autobús escolar
te pido que un ratito te quedes responsable
que aguantes todo esto mientras voy a un recado
y cualquier día no vuelvo.

Información tomada de la página de la editorial Calambur

Y estos son algunos de los trabajos de dicha sesión, cuya propuesta de escritura fue continuar el verso (y para ello cada cual elegía el género) del protagonista de uno de sus cuentos:


LENTA ES LA LUZ DEL AMANECER EN LOS AEROPUERTOS PROHIBIDOS

Una vez estaba en la taberna el poeta inspirado haciendo su papel de poeta inspirado. Todos los respetamos mucho en sus esperaras de la voz misteriosa, aunque nunca se le haya visto una página terminada. Vino un parrouqiano de la taberna con la alegría lúcida d elos primeros vasos, y fisgó el renglón que campeaba en la hoja:

Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos.

El verso hermoso, todavía único, con que iba a arrancar el poema.
El parroquiano suspiró:
–Es un buen empiece, poeta. Pero ahora qué.


Lenta pero no calma –contestó Miguel- es la actividad continua de un aeropuerto prohibido, llena de misterio, que siendo real conduce a la muerte.

Alfredo Domínguez

“Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos”
Aires de quietud
caminan en la piel
para quitar palabras,
para soñar silencios.
Mientras,
el viento aletea
en la pista de una espera,
como la luz de un largo amanecer.

Sofía Montero García

Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos…
Él traía la noticia clavada en su pensamiento. Malas cosas son esas de los tumores del alma.
Ella esperaba en la sala de espera sin esperanza de aquel aeropuerto sin megafonía, aferrada al último rayo de luna.
La luz de amanecer no pidió permiso para llegar cuando de la barriga del avión bajó el miedo. Otra vez.
Lenta luz con olor a dolor.

Felipe Cortés

Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos porque allí donde la noche se ha entregado al pecado, al pecado carnal para más señas, se produce un despegue lento del día, las miradas se despiertan obnubiladas, alteradas, buscando la luz abrasadora que las guíe y que, paradójicamente, te conduzcan de nuevo al camino de lo profundo y la oscuridad, una oscuridad cautivadora y terrible.

Alberto Sánchez




Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos. Se empezaban a escuchar unos rumores aquí y allá, las quejas de niños hambrientos, aquí y allá el despertar dolorido de unos hombres amontonados desprendiéndose malamente de sus sueños penosos, aquí y allá sombras esparcidas que se echaban a correr en busca de su propia realidad.
Fuera, a lo lejos, iniciaba, eterno, su canto el pájaro.

Sara Pérez

Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos.
Aeropuertos cerrados por falta de llegada y salida de aviones.
Aeropuertos cerrados por falta de pasajeros.
Aeropuertos abiertos a la especulación de los políticos de turno.
Aeropuertos con una niebla densa de corrupción, que nadie sabe por qué no desaparece, ni cuando el cielo está despejado.

Luis Iglesias

LENTA ES LA LUZ DEL AMANECER EN LOS AEROPUERTOS PROHIBIDOS, cuando la lluvia ha mojado la pista rota. Ángel, como todos los días, camina despacio por el borde del cemento agrietado, entre los matorrales, siempre mirando hacia el cielo... Aquel avión que el 15 de septiembre de 1998 tenía que aterrizar ¿llegará algún día?... Unas gotas de agua resbalan por la cara de Ángel, vuelve a llover.

Vicente M. Martín

-Es un buen empiece poeta. Pero ahora qué-
-Ahora esperamos a que amanezca un poco más y que la claridad nos guíe a solicitar licencia para el aeropuerto- replicó con sorna el poeta. Asintió satisfecho el parroquiano –Bien pues. Así tendremos un señor aeropuerto, no uno forajido-. Dejó volar la mirada el poeta por la puerta entreabierta.-Pues sí. Ya sólo nos faltarían los aviones- suspiró.
-¡Ay poeta!¡Que te me vas por las nubes!¿Aún no sabes que eso es secundario?-

Miguel Ángel Pérez

Lenta es la luz del amanecer en los aeropuertos prohibidos.
Si cruzas la puerta de la cantina cuando están cerrando, te ofrecerán el penúltimo sorbo de oscuridad de una botella de vino tinto.
Tómate esta botella conmigo.

Antonia Oliva

-Ahora, la vida -le respondió.
Cerró el cuaderno y lo dejó en la mesa junto con el bolígrafo. Salió de la taberna, compró un billete de avión, y nunca más se supo de él. El pobre parroquiano está ahora sentado en la mesa, inspirado, con el bolígrafo en la mano, esperando que alguien ocupe su papel.

Elena Vicente


Otra de las tareas propuestas fue continuar alguno de los posibles inicios destacados en negrita. Esta propuesta forma parte del libro De la letra al texto (taller de escritura), de José Calero Heras (Editorial Octaedro):


Cuando iba a meterlo en el horno, el pollo me miró a los ojos y dijo: ¡Por lo que más quieras! ¡Sácame ese limón del culo!. Luego me estriño y mi carne no resulta tan jugosa como debiera. Coge esa manzana tan brillante que tienes en el frutero; pélala con cuidado y disponla con mimo en mi interior. Acompáñala de tres ciruelas y seis almendras. A continuación, déjame reposar sobre un suave lecho de cebolla y patata. Emborráchame con vino blanco y déjame sudar unos 90 minutos.
Después disfruta. Yo también lo haré.
Y así fue.

Toda la casa olía a azufre. El Diablo estaba sentado en mi sillón, frente al televisor; y lloraba copiosamente. Me conmovió. ¡Tan feo! ¡Tan grande! ¡Tan frágil!
Me senté a su lado.
Cuando el telediario terminó, se volvió hacia mi; con una pezuña secó las lágrimas que surcaban su rostro, con la otra, agarró su tridente, y usándolo a modo de bastón, se levantó.
¡Cuánta maldad! dijo y desapareció.

Me quedé dormido en el taxi. Cuando desperté estaba rodeado por cuatro indios sioux. Fumaban una pipa que olía a Semana Santa. Supe que mi pasión había llegado y recé. Cerré los ojos y recé como no lo había hecho desde mi infancia. Mi plegaria: ¡Por Dios, Jesús, si es posible que pase de mi este cáliz! ¡Por Dios, Jesús, si es posi
Sonó el taxímetro.
“Diez euros”
Abrí los ojos.
Los indios no estaban.
El taxista era mi abuela que me acunaba.

La ancianita, sentada a mi lado en el autobús, se encendió un puro y, después de escupir en el suelo, le gritó al conductor:
“¡Estúpido hijo de Adán! Recuerda y haz lo que tu sabes.”
El conductor paró.
El autobús se volvió nube y de la saliva de la anciana creció un dragón que miraba con mi mirada.
No hizo falta decir nada.
Subí al Dragón y volamos alto y bajo; lejos y cerca; rápido y despacio…. Todo a la vez.
Crucé el horizonte y vi que el conductor de autobús viajaba a mi lado cabalgando un elefante blanco que miraba con su mirada.
Y es que cuando uno para…. más aún cuando uno recuerda….

Había llegado mi hora. Cerré los ojos y oí el chirriar de la guillotina al caer hacia mi cuello. Entonces supe que no quería que mis hijos me vengaran. Era inocente. Todo el mundo lo sabía. También los que me mataban.
Entonces con la fuerza que da la desesperación, la fe y la rabia; se obró el milagro.
Mi cabeza cayó y al posarse en el suelo, mi boca tuvo fuerza para gritar: ¡NO QUIERO VENGANZA!
Me han hecho una estatua. Ahora me visitan, me lloran y se matan.

El maitre me invitó a la cocina, donde dos tipos me sujetaron mientras otro me echaba aceite, ajo y perejil. Al principio me hizo gracia. Yo iba disfrazado de pato Donald y me parecía la puntilla de un día de carnaval perfecto. En la mesa del restaurante me esperaba Miny y aún quedaba tanta noche….
Un segundo después me di cuenta de que la broma no era broma. En la parrilla del fondo de la cocina, yacía  un hombre trinchado  con su acompañamiento de verdura y el pinche acababa de pasar a mi lado con una bandeja coronada con la cabeza de un joven rubio y sonrosado al que algún comensal también había rechazado por estar poco hecho…, por no saber a nada….
Viendo que no tenía salida, comenté: “Tal vez el problema radique en el especiado. La carne humana sino se salpimenta con sal del Himalaya y pimienta de Cayena azucarada no sabe a nada. Más aún, debe ser sal del Himalaya rosada conseguida en la bahía de Cádiz y Pimienta de Cayena dulce del volcán azul que sostiene el atolón del pacífico”
Se hizo el silencio.
Un instante.
Dos…
Y de repente….. se oyó: ¡Qué las busquen! ¡Qué las traigan!
La cocina se paró. El restaurante cerró.
Desde entonces sigo aquí. Esperando… Vivo. Enjaulado. ¡Ay Miny!!!!!!!

El acomodador del cine encendió su linterna. Un reguero de sangre apareció a nuestros pies y lo seguimos. “Es sangre de soñador” dijo. “Será difícil encontrarle”. Avanzamos lentos. Todos los que nos rodeaban eran sospechosos. Nadie. Nada. Abandonamos la sala.
Entonces, el acomodador sacó del bolsillo de su pantalón viejo una brújula y ordenó: ¨Por allí”. Yo le seguí.
Como si de una película de aventuras se tratara; un túnel. Nada más atravesarlo un puente. Caminar por él era difícil.
Casi habíamos conseguido cruzarle cuando el acomodador gritó: ¡Salta!
No tuve tiempo de pensar. Salté.
El abismo me esperaba. Todo era silencio. Me recogió el agua.
Ahora no sangro y de vez en cuando, cuando el acomodador me llama, le acompaño al cine; él enciende su linterna y yo le digo al soñador que no se sabe: “Mira es sangre… será difícil encontrarle… “

Me perdí en el bosque y se hizo de noche. Alguien o algo me tiró del bajo del pantalón.
Miré. Y allí estaba Pulgarcito con sus miguitas de pan dispuesto a rescatarme.
Esto te lo digo a ti, pero no se lo digas a nadie.

Ana Isabel Fariña Fernández



      Me perdí en el bosque y se hizo de noche. Alguien o algo me tiró del bajo del pantalón. Era un duende con cara de pocos amigos. -Esto es una fiesta privada y no tiene invitación-. Cerré los ojos incrédulo y al abrirlos sólo recuerdo ver dos gorilas de un solo ojo agarrándome uno por cada brazo.

Cuando iba a meterlo en el horno el pollo me miró a los ojos y me dijo:¡Por lo que más quieras!¡Que soy hijo único!¿No le enseñas a tus hijos que hay que cuidar y mimar a los animales?.
Tenía razón, así que lo senté a la mesa con nosotros. El pequeño me quedó delicioso.

      El acomodador del cine encendió su linterna. Un reguero de sangre apareció a nuestros pies y lo seguimos. Nos llevó a la primera fila. Una mujer de mediana edad y un chico yacían con la cabeza colgando y orificios de entrada en la sien y el pecho respectivamente. Se sacudió la cabeza y simplemente dijo: “Ya avisé que este 3D era demasiado realista, pero nadie escucha al acomodador”.

      Había llegado mi hora. Cerré los ojos y oí el chirriar de la guillotina al caer hacia mi cuello. Entonces paró en seco, a pocos centímetros de mi cuello. Me solté, bufé y me fui. Ya les avisé que podían ejecutarme, pero que ahora o nada.

      El Maitre me invitó a la cocina, donde dos tipos me sujetaron mientras el otro me echaba aceite, ajo y perejil. Ya me habían avisado que la nouvelle cusine costaba un ojo de la cara, pero no pensé que fuera el mío.

      Toda la casa olía a azufre. El diablo estaba sentado en mi sillón frente al televisor, viendo “Sálvame”. Se giró y me dijo: “Disculpa tío, se nos fue la luz abajo y estoy aquí con el cursillo”.

Miguel Ángel Pérez


Había llegado mi hora. Cerré los ojos y oí el chirriar de la guillotina al caer hacia mi cuello. Entonces, como suele decirse, toda mi vida pasó ante mis ojos: mis padres, mi infancia en Galicia, mis sesiones con el logopeda... Mis amigos, mi carrera, mis primeros escarceos por Chueca... luego mi elección como presidente, mi benevolencia ante los adinerados, mis políticas de recortes en servicios sociales, los miles de desahucios perpetrados bajo mi mandato, la represión y censura que impuse sobre la población. Un corte limpio y mi cabeza rodó por el suelo; sólo tuve tiempo para un último pensamiento: "quizás tengan razón, quizás lo merezco".

Cuando iba a meterlo en el horno, el pollo me miró a los ojos y dijo: "¡Por lo que más quieras!, ¡ni se te ocurra cocinarme sin un poco de ajo y perejil! ¿O es que no ves al Arguiñano?
Solté la bandeja sobresaltada y cayó al suelo estrepitosamente. Comprendí lo que mi hijo trataba de decirme. Me quité el delantal y salí de casa en dirección a la consulta del psiquiatra.

Alicia Alonso




Cosas de mayores

El Sr. Luis tiene casi 87 años, está ciego desde hace cinco y un poco sordo. Cuando sale de casa se pone el "aparato del oído" para no perderse nada de lo que la gente hable. En casa sin el aparato oye perfectamente. Ha cogido la costumbre de acudir todos los miércoles al centro de salud a tomarse la tensión y a que le pesen. Hasta ahora, siempre le decían lo mismo: que estaba perfectamente y que no se preocupara tanto, pero a él esto tan simple le servía para salir de casa, echar un parlado con los vecinos y contarse alguna que otra anécdota. La otra semana le ocurrió algo inesperado y que ya está contando a todos los que le preguntan por su salud. Sucede que en algunas ocasiones, los médicos y las enfermeras, cogen vacaciones y son sustituidos por otros profesionales que no conocen personalmente a los pacientes. Como todos los miércoles el Sr. Luis acudió a su revisión particular, la nueva enfermera le tomó la tensión y amablemente le dice lo que siempre le gusta escuchar. Está como un chaval de 18 años, su tensión es de 12-7 y como no le hacía más caso, le dice a la enfermera que si no le pesa, que la otra enfermera siempre lo hace. La enfermera se acerca al Sr. Luis y le da un beso en cada mejilla citándole para la próxima semana. El Sr. Luis se fue para casa todo contento, esta enfermera le gustaba más que la anterior, había entendido que le besara en lugar de que le pesara y ya tenía algo para contarle a los vecinos.

Luis Iglesias

La mirada del escritor: el haiku

En la sesión del día 22 de octubre hablamos de la importancia que para un escritor tiene el trabajo con los sentidos. Nos centramos en la mirada y trabajamos el haiku

La mejor definición de haiku fue, probablemente, la de Bashô, el monje viajero: “Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento”
Un haiku trata de describir de forma muy breve una escena, vista o imaginada. El haiku, por tanto, aspira a captar el momento, el aquí y ahora, de una forma tan radical que los límites entre el observador y lo observado, el sujeto y el objeto se disuelven.
El haiku ha sido entendido generalmente como la transmisión de una sensación, hasta el punto de conocerse como "la poesía de la sensación", de ahí que deba alejarse del pensamiento discursivo y evitar la transmisión de conceptos o deducciones.

Y para acompañar la teoría y la práctica del haiku acudimos a un libro excelente, Nieve de Masence Fermine del que Bernardo Pivot (Bouillon de culture) dice lo siguiente:



Os dejamos aquí un fragmento del libro:

Estalla el jarro de agua
(ha helado esta noche)
Me despierta

Bashô

̶ ¿Qué es la poesía?  ̶ preguntó el sacerdote.
̶ Es el misterio inefable  ̶ contestó Yuko.
Una mañana, el ruido de la jarra de agua al estallar hace germinar en la mente una gota de poesía, despierta el alma y le transmite su belleza. Es el momento de decir lo indecible. Es el momento de viajar sin moverse. Es el momento de ser poeta.
No adornar nada. No hablar. Mirar y escribir. En pocas palabras. Diecisiete sílabas. Un haiku.
Una mañana, nos despertamos. Es el momento de retirarse del mundo para que nos sorprenda mejor.
Una mañana, nos tomamos tiempo para vernos vivir.

Y aquí una muestra de los haikus de los componentes del taller:

Sus manos ligan
la masa que promete
olores dulces

TREN
Suena el móvil
conversación banal
tonto infinito

Un viento canta
palabras imposibles
en oído ajeno

Perro con tierra
en el hocico, terror
en el jardín

La mala leche
me sonroja la cara
y se agria

Un kaki esconde
una estrella naranja,
dulce de invierno

Elena Domínguez


Paisaje luz
nebulosa mirada
la oscuridad

Este haiku refleja el recuerdo de unas briznas mojadas en la Farrapona, donde las gotas de agua de los tallos irradiaban los rayos de sol, era tal la luminosidad que hacia que no pudieras fijar la mirada, creando una nebulosa que no te permitía observarlos con detalle  y te hacia cerrar los ojos y permanecer en  la oscuridad para tratar de fijar la imagen.

Las hojas caen
el otoño ya llegó
a cobijarse

Ya llovizna
puede diluviar
inundación

Suena el reloj
son veinticuatro
serán las horas

El relámpago
anuncia el trueno
brillo cegador

Corrí raudo
aterido de frío
llegué helado

Hice la foto
admiré el resultado
satisfacción

Casi tropecé
casi ni me amilané
casi me forjé

Naturaleza
hay seres animados
brota la vida

Cae la tarde
horizonte fundido
llega la noche

Casi drogado
maravilla natural
era admirable

Piedra tosca
vallado simétrico
son Las Arribes

Verde semáforo
cruzo la carretera
paran los coches

Cauteriza
cura y no se infecta
una herida

Música sólo
sonido agudísimo
el chelo vibra

Triste música
lluvia en los cristales
melancolía

Fuego lento
cariño de una madre
tradiciones

La mies seca
trillando una parva
los labradores

Viento seco
el frío de Castilla
brasero al rojo

Buen aroma
caldo de cultivo
una esencia

El sueño llega
sin preguntar acoge
soñar y dormir

Lápiz en ristre
pensamiento grácil
el manuscrito

Coloco el libro
en el atril vertical
transformación

Veo la foto
recreo el paisaje
soñar olvidar

Los trazos simples
en pintura rupestre
es arte abstracto

Una utopía
realidad posible
huir de ahora

Oigo el ring ring
será el despertador
nuevo día

Soplar aire
flauta travesera
fluye el sonido

Piano sólo
un pulso en el teclado
nota musical

Un gorgorito
las cuerdas vocales
trino operístico

Dulce sonido
clavecín barroco
dieciocho

La mandolina
es cuerda pulsada
sonido agudo

Alfredo Domínguez


Personas tristes
caminan con pancartas
por los recortes

Luis Iglesias


Es Abril. Llueve
Se besan sin paraguas.
El perro ladra

En un semáforo
se arrullan dos palomas
Los coches pasan

Dos Arco Iris.
Horizonte, sol y agua
Es sólo uno.

Entre la ropa
saquitos de lavanda
Olor a infancia

El bebé llora
Los abuelos le acunan
¡Ssss! Todo pasa

El cielo es azul
Estoy despedido... y el
cielo sigue azul

Falta la nieve
Tengo turrón y pasas
Belén sin casa

Es leche recién
ordeñada... ¡Abuela!
¡Cuánta escarcha!

Dicen el cielo
es azul. Miro bien, y hoy
es rosa... rosa.

Sonido de mar
Aroma de castañas
Duermo en casa

Caen las hojas
sin miedo; tal vez saben
que siempre vuelven

Entre tejados
una luna redonda
se asoma... lejos

Otra vez verde
el árbol me cobija
Tengo más canas

En la cocina
de lumbre hubo calor
Llora la dama

Isabel Fariña


Pálidas nubes
Disimulan la noche
En mi ventana.

(Anoche al acostarme, por efecto de la luna, las nubes se veían blancas, aunque fuese noche cerrada. Tengo la suerte de ver el cielo desde la cama).

Alfombra seca
De hojas amarillas
Decora el suelo

Inspirado en una fotografía mía  (aunque no están secas)

Mano de chico
Finiquita inocencias
Bajo una blusa

Inspirado en este poema 

Hoja en la hierba
Ha cambiado el jardín
Con verde en verde

Inspirado en esta foto

Entre las Conchas
Da sombra a ideas
Árbol de luz.

Inspirado en las lámparas de la sala donde hacemos el taller, que deja nuestros cuadernos en penumbra.

Reja de alambre
Sabiduría oculta,
Encierra libros.

Inspirado en las estanterías de la sala del taller.

Miguel Ángel Pérez


Patio de niños
Uno sale corriendo,
Huele a casa.

Bailan las notas
Do re mi fa sol la si,
Pasa un ángel.

Canta riachuelo
Gotea la hoja verde
El sol como Dios.

Sara Pérez


Dormir la mente
con mi piel en la sombra,
en un silencio.

Azul de luz
sin nubes de algodón,
postal de cielo

Duermen los sauces,
amanecen las hojas,
alfombra verde.

Sofía Montero


Algunos haikus
escritos por la tarde
con un café.

Estaba allí
la frente despejada
soñando amor

Palabras huecas
y un hondo sentimiento
selló mi boca

Abrí la puerta
para que entrara el viento,
borró mi pena

Cerca del mar
paseé la nostalgia
de no tenerte

Lluvias de otoño
dejaban en el aire
olor a tierra

Dame tu mano
caminaremos juntos
hasta la playa

Piel de manzana
que acarician mis dedos
hipnotizados

Vicente Martín


Restos humanos
como si no lo fueran
porque son humo


Lo que me has dado
es una bofetada?
No, una mentira.

Paz Mateos


Corazón roto
araña tejedora
vuelve a mi vida

Has venido hoy
adoro este momento
te esperaba ayer

Maravilloso
lo que vives cuando lees
un solo haiku

Lourdes Hernández


Alzo la vista,
veo que me observan
sus ojos chinos.

Este es mi boli,
cabeza corrompida
que ya no escribe.

Desparramarme
por cuerpos y gargantas
y que me beban.

Las utopías
ya se han conseguido en
Berlín y Moscú

Embadurnarte,
morderte los deseos
y que me dejes.

Alberto Sánchez


Escucho música
volumen elevado
tocan la puerta

Con dos amigas
entre copas y risas
pasa la noche

Suena el teléfono
resbala el suelo y caigo
se han confundido

Persona oscura
de aquí en adelante
no te conozco

Voy, vengo, vuelvo
y de nuevo lo intento
sigo a mi sombra

Antonia Oliva

Literatura y denuncia

La segunda sesión del taller de Escritura Creativa de la "Casa de las Conchas" la dedicamos al compromiso del escritor. A su deber de asistir al espectáculo diario de la realidad y de reflexionar, por escrito, sobre las circunstancias que marcan o determinan dicha realidad.

A día de hoy muy pocos escritores se han pronunciado públicamente, ya sea en una conferencia o en un artículo de prensa, sobre la situación económica y social en la que vivimos. Apenas las voces de Juan José Millás, Luis García Montero, Antonio Gamoneda, Juan Carlos Mestre, José Luis Sampedro y algún otro.

Federico García Lorca, un claro ejemplo de lucha y compromiso, nos ofreció muchos textos para reflexionar en este sentido. Desde su alocución al pueblo de Fuente Vaqueros hasta Poeta en Nueva York, un libro que nos habla de la soledad y el abandono, del deseo, de la muerte, del poder y la injusticia, de la explotación de los más débiles, de la discriminación por razones de sexo o raza.

En la primera semana de noviembre de 1929 Federico escribió a su familia para contarles, al pie de la noticia, el espectáculo del crack del 29:

Estos días he tenido el gusto de ver... (o el disgusto...) la catástrofe de la bolsa de New York. Claro que la bolsa de New York es la bolsa del mundo y esta catástrofe no ha significado nada económicamente, pero ha sido espantosa. Se han perdido ¡12 billones de dólares! El espectáculo de Wall Street, del que ya os he hablado y donde están las centrales de todos los bancos del mundo, era inenarrable. Yo estuve más de siete horas entre la muchedumbre en los momentos del gran pánico financiero. No me podía retirar de allí. Los hombres gritaban y discutían como fieras y las mujeres lloraban en todas partes; algunos grupos de judíos daban grandes gritos y lamentaciones por las escaleras y las esquinas. Ésta era la gente que se quedaba en la miseria de la noche a la mañana. Los botones de la Bolsa y los bancos habían trabajado tan intensamente llevando y trayendo encargos, que muchos de ellos estaban tirados en los pasillos sin que fuese posible despertarlos o ponerlos de pie. [...] 

La tarea que propusimos en el taller fue la siguiente:

¿Has estado en Nueva York? Si es así olvida lo que sabes de dicha ciudad. Si no has estado mejor aún. Te proponemos visitar una ciudad (puede ser Nueva York u otra) a través de la imaginación o del recuerdo. ¿Qué contarías si estuvieras allí? 
Imagina una situación difícil. Tú eres el único testigo y estás ahí para contarlo. 
Utiliza la descripción y la comparación.

Estos son algunos de los resultados:


Postal enviada por F.G.Lorca a sus padres: 

Queridos padres: La crisis que está sufriendo N.Y. es terrible, la bolsa se ha hundido y mucha gente al perder todos sus negocios, sus ahorros, se están suicidando, se tiran desde las ventanas de los rascacielos, la miseria está en todas las esquinas. espero que esto no llegue a nuestra España. Os quiero. Federico.

Luis Iglesias



Llegamos a Antigua el tiempo estaba suspendido, ruinas y decrepitud junto a edificios coloreados reflejo del poder económico y eclesiástico. Parecía abandonada no se veía gente, cuando aparecen desconfían, no nos hablan, quizá parecemos confidentes, por fin nos dirigen la palabra para indicarnos, que no podemos subir al Volcán de Agua pues está la guerrilla, es un polvorín que va a estallar, cuando la naturaleza nos lo confirma con el rugido del volcán que definitivamente, nos hace desistir del intento de visitarlo. Nos queda un poso agridulce, que nos obligará a volver.

Alfredo Domínguez





He comenzado a acercarme a esta ciudad por sus intestinos. Ayer, mientras bajaba las escaleras del metro, un niño le decía “¡bombón!” a su madre. Luego, en el vagón, otro lloraba gritando “¡al aire, al aire!”, como si fuera la voz de todos los pasajeros.

Elena Vicente

Querida Sylvie,

Te habrás enterado de la triste noticia de la muerte de estos dos jóvenes de origen africano hace unos días aquí en Clichy sous Bois…ya sabes, aquellos adolescentes, quienes, acorralados por la policía en una persecusión, se refugiaron en una central eléctrica y allí se electrocutaron…Pues en este suburbio de París donde vivían los chavales, no tardó en escucharse un grito de venganza al unísono, y en busca de justicia, los jóvenes, debería decir los olvidados de esos barrios, se sublevaron por centenares para escupir a la cara del país su odio, su resentimiento, su rabia, después del crimen perpetrado en contra de sus ángeles negros. Y empezaron a romperlo todo…a devastarlo todo…los coches, los escaparates, las fábricas, las escuelas…todo lo que se cruzó en su camino. En este sitio desolado Sylvie, el día pasó a ser noche en cuestión de horas. Desde entonces la calle ha perdido su color y se ha convertido en piedra, fuego y humo negro. Los vecinos, asustados, temorosos, han bajado sus persianas como un velo sobre su dolor y su miseria, con la pequeña esperanza de que una tregua haga entrar en razón a esas pandillas de críos desesperados, tan desesperados, demasiado desesperados…

 Sara Pérez



Hola amigo Federico:

Te escribo desde Ponferrada, en un bar cerca de la Pza. Lazúrtegui, me he parado a tomar un café. Ya nos quedan 200 kmts. para llegar a Santiago. Hoy quiero comer en Cacabelos y dormir en Villafranca, eso si nos dejan porque la calle está llena de gente manifestándose. Parece ser que son mineros, les han cerrado las minas y exigen un puesto de trabajo… Suenan sirenas por todas partes y los petardos no dejan de estallar… Hay un montón de Policías que han saltado de 10 furgones con unas enormes porras y escopetas de pelotas de goma… lo mejor será salir corriendo de aquí... Ya estoy en Camponaraya, después de huir como pude de Ponferrada, no sin antes notar como una pelota de goma acariciaba “cariñosamente” mi oreja derecha, allí los he dejado entre golpes y gritos… ¡el asunto se pone verdaderamente serio! Te seguiré contando cuando llegue a Villafranca.

Un abrazo

Vicente Martín

Queridos Alfredo, Mariano y Cayo

(Lamento mucho que os encontréis en el apartamento; no decaigáis, vendrán vientos más favorables...) Como sabéis, estos días me encuentro en Madrid. Tengo una costumbre casi enfermiza de recorrer los mismos rincones cada vez que vengo y observar los cambios que se van produciendo. Llego a una exactitud tan precisa que voy enumerando los establecimientos y hasta algunos grafitis decentes antes de llegar a ellos. En ocasiones algunos han desaparecido y me pregunto la causa, igual que cuando fui al mercado el mes pasado y no estaba Doña Merche en su banqueta, cargada de boletos… Divagaciones aparte, contaros que hoy, mientras caminaba a la Estación me han sobrevolado unas grullas viajeras, esas que anuncian el invierno desabrido. Como si fueran aviones de combate han dejado caer sus desechos naturales sobre algunos políticos que regresaban al Congreso. Los transeúntes nos hemos mirado incrédulos ante la lluvia certera que han descargado sobre ellos. Los guardaespaldas han hecho ademán de volar tras ellas para solicitarlas una explicación, pero todo ha sido inútil; han proseguido su vuelo, impertérritas al clamor desatado. Mientras limpiaban su indumentaria, un viejo desdentado y resuelto les ha gritado: - ¡De la Gloria también cae mierda! Algunos de los allí presentes, hemos hecho una mueca con cierta ironía y hemos seguido cada uno a lo nuestro, pensando tal vez, en nuestra mierda, la que no ha dejado de caernos hace ya tiempo.

 José Luis Moreno Gutiérrez

Salamanca ya no está, se ha caído. Estoy un poco triste por ello, pero no demasiado. Ahora cuando paseo por las calles me siento más acompañado, sin gente, en el vacío. Salamanca se ha movido de sitio, ahora esto es un solar, con matojos y piedras grandes en las que me siento a comer un bocadillo y a mirarme los pies. Ya no te veo ni veo a nadie, solo a mí mismo andando y tumbándome en la carretera. Se me hace corta la noche aunque oigo el aullido de los lobos y siento las cosquillas de las hormigas en los brazos. Ahora ya no hay nadie en Salamanca. Te quiero.

 Alberto Sánchez

Todavía recuerdo aquel hecho como uno de los más extraños que me han sucedido nunca. Salí medio adormilada de La casa de las Conchas para dirigirme al Alcaraván café. Es algo que solía hacer cuando los apuntes y el silencio de la biblioteca me sumían en ese estado de sopor en el que las letras se empiezan a entremezclar y el cuello pierde su firmeza. El leve alboroto del Alcaraván y el dulce aroma a café recién hecho me devolvían la vigilia y la concentración. Llegué como tantas otras veces y me senté en una de las primeras mesas. Saqué los apuntes y bolígrafos, y cuando levanté la cabeza quedé petrificada ante mi visión. Tanto que cuando el camarero me preguntó que quería tomar, tuvo que repetirlo hasta tres veces para que yo me cerciorara de que alguien me estaba hablando. De pie en la barra, charlando tranquilamente se encontraban dos antagónicos personajes. El primero, elegante, con su traje gris y pajarita, sus pequeños rizos cuidadosamente peinados y su pose erguida, interesante. El segundo, inmensamente gordo. Tanto que daba la impresión de que con un pequeño empujoncito podría salir rodando la calle abajo. No vestía, sin embargo, sus estrafalarias túnicas de colores, ni llevaba sus gafas de sol artísticas. Pero su calva y sus grandes dimensiones le hacían inconfundible; al menos para alguien que pasa media vida pegada al televisor... Me froté los ojos con incredulidad e intenté procesar en mi mente aquella imagen: No podía ser cierto, y aún así, lo era: me encontraba ante Federico García Lorca y King África. Aquella reunión me parecía rocambolesca, y sin embargo, emanaba ese grado de confianza que sólo se alcanza tras muchos años de estrecha amistad. Mientras les veía hablar y gesticular, no paraba de preguntarme “¿qué pueden tener en común?¿de qué hablarán?” El uno, una eminencia dentro de la poesía española, el otro, caricatura desenfadada de las canciones del verano. García Lorca, genio de la retórica, músico de la lengua y malabarista de palabras. King África, cuya mayor aportación al lenguaje ha sido añadir cuatro o cinco “oes” a la palabra “bomba”. Y sin embargo, allí estaban: tomando café juntos, conversando, riendo... Intenté aguzar mi oído para escucharles, a la vez que disimulaba dirigiendo mi mirada hacia mis apuntes. No estaban demasiado lejos, pero su tono de voz no era muy alto, por lo que sólo pude captar fragmentos de sus conversaciones... Les oí hablar sobre Argentina, país donde ambos habían vivido; también intercambiaron experiencias de sus viajes por el mundo, contando anécdotas, impresiones sobre lugares y personas que habían conocido... ojalá pudiera haber oído mejor toda la conversación. Luego adoptaron un tono más crítico, comentando la situación política actual, mostrando su desacuerdo con la desmejora de la educación pública; para poco después pasar a hablar de música, rimas y versos y perderse en ese tema durante el resto de la conversación. No puedo negar que me impresionó el innegable talento de King África para las letras. Partiendo de su imagen en televisión, nunca lo hubiera imaginado. Es curioso cuánto puede cambiar una persona detrás de las cámaras... Prendida en estos pensamientos y reflexiones estaba, cuando los dos personajes estrecharon manos, se dieron una palmada afectuosa en el hombro y se dispusieron a abandonar el local. Y así les vi salir, sonrientes, alejándose en silencio, ajenos a la marca imborrable que acababan de dejar en mi memoria. Desaparecieron tras el umbral de la puerta, y el bar quedó sumido, por unos minutos, en un silencio mágico.

Alicia Alonso

Aún convaleciente en casa de Jag Budha Magar. Me encuentro bien aunque no puedo -o no quiero- recordar lo sucedido. Me recogió una caravana de yak que transportaba sal cruzando la cordillera. Recuerdo el rostro afable y preocupado del niño que tiraba del yak sobre el que yo iba tumbado, se llamaba Khem. Con ocho años Khem ya tenía grandes responsabilidades entre otras la de cuidar de que yo no me cayera y alimentarme. Recuerdo el sabor de la mantequilla, el retumbar de los cuencos y los mantras o canciones que me hacían levitar y provocaban en mí un estado de exaltación espiritual curativa. Nemasté
Antoine

Antonia Oliva

De la anécdota al texto

La primera sesión del taller de Escritura Creativa de la "Casa de las Conchas" estuvo dedicada a Vicente Huidobro pero también a Ignacio Sanz quien convirtió una anécdota sobre el poeta chileno en un libro delicioso "Una vaca, dos niños y trescientos ruiseñores".
La tarea propuesta en la sesión fue parodiar el "Discurso" de Vicente Huidobro que reproducimos aquí:

Discurso

Señores y conciudadanos

La Patria en solemifados momentos me elijusna para directar sus destídalos y salvantiscar sus princimientos y leguicipios sacropanzos.

No me ofuspantan los bochingarios que parlatrigan y especusafian con el hambrurio de los hambrípedos.

No me ofuspantan los revoltarios, los infiternos descontifechos que amotibomban al poputracio.

No me ofuspantan los sesandignos, los miserpientos, los complotudios.

La patria me clamacita y yo acucorro a su servitidio cual bien patrófago porque la patria es el prinmístino sentimestable de un coramento bien nastingado.

Si los dineoros de la Naciatra se perdisquean, no os inquiurbéis. 
Ellos estaranguros en mis bolsefos. No os inquiurbéis por tan ponsoca.

Risodantamos! Carcajadamos de los ambrífogos! 
No manifustran escopitrallas. Las armifuegas están guarditas en mis casuertas.

Risodantemos, amiguiñores, de los inocingenuos y visiocardios profetistófalos de una imgualticia imposibrante.

Marchifundiemos resultigrados al solipondio que es sacrifento para el patrímano por nuestra patria, por su estuandilla glorifaciente.

No temiscuad, amiguiñores, los legideales de nuestra patria son sacropanzos. Os lo promturo.

Este caotitorio del momestante como intelento con mi solsofa muy prontigüedo domifarré.


Y estos son algunos de los trabajos:

Loa aguimos, Es inbombecicle lo que tesá sadampo en Señapa, no domepos guesir zrudacos de zabros, nemetos que zaher galo. Los cotilipos nos motan el lepo de morfa quesdadara. Mavos a jenardos de tonquenclaniopes y egixir pesrrombasididales. Loso zahen que quetorrar y quetorrar en nadisad, ecuzadión y tulruca, galo dunfatenmal rapa el sedallorro de un sapi...

Vicente Martín

A los que paranabra el moneyón El moneyón que atesarras y te quema, non te es necedible. Ese moneyón, si tu no lo donadas se extravierde. Nein nein sex avarista y donada. Donada no aislo lo que te paranabra si no plus lo buenario y necedible . Sex generante más anonicero y de este mirar el globo volteará. Multigen mellora. Mellora y adiós de hambraqua. Otros gens odiocios. Plisavor reflexiente. No multi atesarramos tu suertra.

Antonia Oliva

Chereos enfillans moas,
A partir d’hauyur vus depimando rescumpecplimenter acoc eceas suguant noremes :
-saltar pedunrant sesums secondes suen votres licamats chacani jiour el redesveiperllertar.
-mancogercer trois paquets dou frigoanmidinoselas porau dedejesaneryunar
-boir la televue juhasqueta non poupovoirder más.
-laverse los piepiedes quatrons foces les jiours.
-cantar emo portugais trecimas foces les semainas.
-plorar, rirer, critar, danbaiserlar comto popouver, comdo vouquer.
Maperois, pare densuma totou, ¡setrer feliceux !

Sara Pérez

Espinado Carballero:
Me obligo en la visión de frontarme opuestamente a sus argumentos. No sólo me atractiva usted, parece horribilar cosas como su asunto, aún cuando en número sido, totaliza las veces del mucho parecer. Así que no personalice los hechos y demagogie con personalidad, moquee reconocimiento con boniato, ¡llame narices! Que el carisma de aporte no solea el estrabismo. Si evitan las gafas de reconocimiento, aluda al menos la visión. Esos esperpentos jóvenes no parecen camisas vivas, si no un estado decadente que fantochea asunciones. Y así podría eternarme por temporizar el respeto largo, pero voy a más limitando mis peticiones. Bañe a otro novio y espéjeme a mí, que es su antítesis corriente su cuenta física.

Miguel Ángel Pérez

Estimañoras y ñores hoy masva a especuliar breso ciloe y tiarre, nuvoe para digna del llerta de lecratu y escriratu creavati. Cuan disícil es para nau prirame ocaonsi de ditarser y a no contirlover en rericato de polititrocas. Crisispación es una constracción de dos térnosmi que normaltemen a corriscindir y procarvote malífugos penmiensatos que procavoran pereso accionestua que conciriandu al amobis. Tranlidadque y sogosie en toses motesmen. Sarpen y recacitarpa para etarvi furostu ererros.

Alfredo Domínguez

Queridos fideles:

Debido a la alternancia galvánica de estos tiempos ambivalentes y contrastantes, en la peritación me veo de colegir auspiciamente los contornamientos y pensadoras que nos truellen desde los mas laxos latres de la liticia y politismos. Muchos son los emborronados en remijar los peltrafios de su pleasmo en medio de la rucamba, sin el mínimo musratamiento hacia los pistiños y pistiñas, que uno bartugualla es, pero también cuidadoso en texturas rasteales. Otros se engañufan desde los timbales, y ahí, oh Sian en las suturas, corra usted a devengar que fastinerías, teslataciones y otros mundrungos sucederán. Así pues, presordeño trasversas advientes para todos los que no colijan los sones precintados y precantados, en la esperanza de que cuchullan de una vez por todas de la hacinera fácil de dancear al tristrás que mas les temple en ese momento.

Elena Vicente

Queridos compatriotas:

Os quiero decir algo referente al tema tan tratado estos días relacionado con el quedarse o el irse: El que quiera quedarse que se quede y el que no quiera que se vaya, porque no queremos que nadie esté donde no quiera estar. Ahora bien, quiero que sepáis que querer quedarse es querernos, y querer irse es no querer quedarse, y el que eso quiere, ni se quiere ni nos quiere, ya que no querría eso de querer lo contrario, porque quedarse es también querer al que se quede. Quiero añadir, desde esta mi posición, que yo me quedo, ya que os quiero y siempre os he querido y os querré siempre, y quiero a esta tierra y quiero que siga siendo querida por mí y por todos vosotros, y no me quedaré quieto ante el que, sin querer o queriendo, quiera hacerla daño; así pues, todo aquel que quiera a esta tanto como yo la quiero, quiero que me acompañe en este camino y se quede. Sé que es difícil querer que alguien quiera lo que no quiere querer, pero el que no quiera querer, que se vaya. Yo, como ser magnánimo que soy, le seguiré queriendo y querré siempre que regrese y si el querer vuelve a él, quiero que vuelva. A veces, el querer, es solo querer querer, así pues el que quiere, quiere; por tanto, a todo aquel que no nos quiere, quiero decirle que se esfuerce por querernos, ya que existe poca diferencia con el querer auténtico. Quiero terminar con un deseo final: que os queráis unos a otros como yo os quiero, y que el que no quiera, que lo intente, o, al menos, que se quiera a sí mismo, y si no pues nada, que en realidad me da igual todo esto que os he dicho.

 Alberto Sánchez Sánchez ("Las cosas del querer")

Extracto del discurso de Yjora: (cotilipo gollega):
Tomepro arbicam ñapaes, is golle la derpo, on braha dosrapa, on braha tegen que sepa breham, on braha edina sin daenvivi, dosto dranten dadnisa tisgra y oncicadue tisgra. Eh chodi. (Vavi Ñapaes)

 Luis Iglesias

Lo que pasa en la calle

El rap y la poesía se unen para dar forma a un taller cuyo principal objetivo es tomar conciencia de nuestra voz y nuestra visión poética o crítica de la sociedad.
El poeta y el rapero dan forma a su descontento social en forma de poema o de canción, ambos marcan su territorio, lo hacen suyo, expresan con su arte su visión de la realidad, se miden con otras voces críticas, se hacen ver y escuchar.
También el poeta y el músico están atentos, como el sociólogo o el periodista, a lo que ocurre en la calle. La literatura es un reflejo de la realidad o una forma de evasión de esta.
Son muchos los artistas que han prestado su mirada o sus oídos a la calle. Octavio Paz la refleja de este modo en su poema “La calle”:

Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.

La calle es sinónimo de vida. En ella están presentes todos nuestro miedos pero a la vez todas nuestras aspiraciones. Los deseos de invisibilidad o de notoriedad pública se entretejen en los ánimos de los individuos. La calle se convierte en espejo pero también en laberinto o escaparate.

El escritor Baldomero Fernández Moreno hace un retrato mucho más estético de la calle, un lugar dotado de una inercia particular: la calle empuja y arrastra, ya sea para bien o para mal:

La calle, amigo mío, es vestida sirena
que tiene luz, perfume, ondulación y canto.
Vagando por las calles uno olvida su pena,
yo te lo digo que he vagado tanto.

Te deslizas por ella entre el mar y la gente,
casi ni la molestia tienes de caminar,
eres como una hoja marchita, indiferente,
que corre o que no corre como quiera ese mar.

Y al fin todas las cosas las ves como soñando;
el hombre, la mujer, el coche, la arboleda.
El mundo, en torbellino, pasa como rodando.
Tú mismo no eres más que una cosa que rueda.


Aquí están las miradas de los miembros del taller a la calle:



La calle es espejo de esperanza
En la calle yo te busco cada día.
La calle huele a fragancias de recuerdos y a pétalos de sueños.
Un día soñé con la calle y quise no despertar por no romperlo
Si la calle tuviera alas yo la buscaría en el azul de tu infancia.

Ramón Sánchez Rodríguez


La calle es la sangre de la ciudad
En la calle navego hasta el corazón
La calle huele a pan, periódico y café
Un día soñé con la calle y me desperté en el parque
Si la calle tuviera alas evitaría el callejón sin salida

Alex Rae


La calle es cárcel y libertad.
En la calle vivo y muero.
En la calle huele a perfume y a mierda de perro.
Un día soñé con la calle y me volví loco, y aún no sé si es de ilusión o de miedo.
Si la calle tuviera alas tristemente me dominaría el miedo a caer.

Miguel Ángel Pérez


Después de arrojar un dado (con diferentes palabras) sobre la mesa cada participante del taller tuvo que incorporar al texto que escribió sobre una determinada imagen dichas palabras.




Cruce de destinos

Con las palabras: hachazo, lunar, limón, nana y abeja


Era ya de noche. Había una luz lunar al fondo de la calle.Tomé mi primera curva, aún sentía el dolor del hachazo que había recibido en la pierna derecha la noche anterior.El coche se desvió cuando al tomar la curva, puse en la radio la nana que de niña había escuchado tantas veces.Olía a limón, mi olor favorito, único e indiscutible.Pude acercarme al semáforo y diferenciar el color que marcaba el semáforo.El puente de hierro me esperaba. Allá al otro lado.Dónde me dirigía. ¡Puta abeja!


Iria Costa





La inhumanidad humana
Con las palabras: golpe, cuchillo, vientre, heridos y lunar


¿Por qué tengo que ser yo
el testigo de la inhumanidad humana?
¿Por qué tengo que ser yo
quién ve el golpe del cuchillo en el vientre?
¿Por qué tengo que ser yo
quién ve esos heridos?
El lunar que crece en la cara
podría significar la muerte.
¿Por qué tengo que ser yo
el testigo de la inhumanidad humana?


Alex Rae






Sin título

Con las palabras: limón, caballo, cárcel, golpe y panadera


Pastillitas de limón para mi amor, que me de besos de amor, y cuando te canses dehaberme besado te subas conmigo a lomos de mi caballo y los dos desnudos por la playa con las olas que nos irán salpicando pero tengamos cuidado que tanto amor no nos lleve a la cárcel de la posesión y tanto y tanto amor de golpe, nos puede dejar hambrientos y desfallecidos no perdamos el sentido, no olvidemos al menos ver a la panadera que pan y amor han de ir juntos para andar por buen camino.


Asunción Merchán






Disyuntivas urgentes

Con las palabras: tren, lunar, cuchillo, dolor, vientre.


Habiendo perdido mi tren, me hallo en esta encrucijada, que se clava como un cuchillo en mi vientre, provocando tal dolor en mis entrañas que no deseo otra cosa más que perderme en el vacío lunar.


Miguel Ángel Pérez







15 Palabras para la vida
Arboles/silencio/luz/basura/testigo/vacío/esperanza/sombras/llaves/cielo/publicidad/arte/regreso/solidaridad/arcos



Los árboles alcanzan el cielo
mientras la calle se sumerge en el silencio.
La luz de la puerta brilla
contra la basura de la vida.

La soledad del testigo
se refleja en el parque vacío
pero sigue la esperanza,
aunque el hombre deje su sombra.

Los candados quedan sin llaves
y el cielo se despoja de nubes.
La publicidad de volar se tiende.
¿Lo que pinta esa casa es arte?

El regreso a la cafetería,
solidaridad y bollería
y arcos sin porquería


Alex Rae





Fotografías: Iñaki Sánchez


También los novelistas saben matemáticas

Vargas Llosa, Saramago, Cortázar, César Aira, Jiménez Lozano, Camilleri, Cunqueiro, Haddon, Jorge Volpi, Almudena Grandes, Bernardo Atxaga, Javier Cercas, Luis Goytisolo, Martin Amis, Kundera, Dan Brown, Stieg Larsson, Pynchon, Landero, José Luis Sampedro, Günter Grass, Delibes, Swift, Italo Svevo, Maurois, Unamuno, Pérez Reverte, Naipaul, Böll, Jardiel Poncela, Bolaño…, más de ciento treinta novelistas han utilizado las matemáticas en sus obras de diferentes e insospechadas maneras.

Sacando a la luz estas presencias matemáticas, interpretándolas y comentándolas, el autor ha escrito un libro insólito y atractivo con cuya lectura no sólo ampliamos la comprensión y el disfrute de las novelas, sino que también descubrimos un mundo de inesperadas relaciones con el arte, con la historia y con la vida humana en general.

Un libro tan ameno y sorprendente que se lee como una buena novela.


El libro También los novelistas saben matemáticas de José del Río Sánchez, publicado en marzo de 2010 en la editorial Akrón, sorprende. A mí me ha llamado especialmente la atención porque, al igual que le ocurre a mucha gente, las matemáticas me aburren y me sentí reflejada al instante cuando leí un párrafo de la obra que dice literalmente: “Nadie es inmune a los números y precisamente quienes huyen de ellos, quienes los odian, quienes no saben analizarlos, son los más fáciles de encauzar por las rutas que otros determinan”. Quizá esto es lo que me ha sucedido, sin yo quererlo, sin saberlo, me han encauzado hacia fragmentos extraños, escritos con un lenguaje serio que no les hace perder agilidad y amenidad, y que me han descubierto cómo esta disciplina -compleja y difícil- se camufla en textos que a todos nos resultan familiares. Porque el autor repasa –imitando una novela de suspense- una amplísima lista de obras de la Literatura Universal. Con ellas describe la forma en que los escritores han usado las matemáticas para rescatar tesoros, hallar rutas, ejecutar o resolver asesinatos, planear venganzas, comunicarse con el ser amado, ocultar enigmas o descifrar misterios, algunos de los cuales nos han tenido en vilo durante las horas, días o semanas que han durado deliciosas lecturas de Saint-Exupéry (El principito) Martin Amis (El libro de Rachel) José Luis Sampedro (Congreso en Estocolmo) Almudena Grandes (Castillos de cartón) Mugica Lainez (El escarabajo) Saramago (La caverna) o Vargas Llosa (Pantaleón y las visitadoras) por citar sólo algunos que nos han cautivado con su prosa y que José del Río repasa de manera minuciosa. Lector voraz a juzgar por el número de libros que analiza, es también un investigador detallista y curioso y esa curiosidad la transmite haciendo que este ensayo resulte tan apasionante como la mejor y última novela de intriga que se haya publicado y que no puedas dejar de leerlo aunque sus páginas (256) tengan plétora de números, teoremas, gráficos y dibujos, acompañados de unos textos que no hacen sino “sumar interés”.

Fátima H.

Del Río Sáchez, J. (2010). También los novelistas saben matemáticas. Editorial Akrón(Léon), 256 páginas.


Decía Remigio González “ADARES” en uno de sus poemas: Estudio álgebra / para salir con bien / de este atropello.Vamos a ver qué tal salís de este atropello matemático y literario. Contesta en cinco o seis líneas a cada una de estas preguntas:¿A qué huele el número π? ¿Qué textura tienen las raíces cuadradas¿ ¿Cuál es la forma de un polinomio?






¿A qué huele el número pi?

La primera sensación que nos viene a la memoria , es el olor a matemáticas, a la voz del pollito queriendo llamar la atención de su madre, al olor dejado en la atmósfera por un hombre que acaba de pasar, a alguien que se lleva las manos a la cabeza y se frota, a un niño corriendo al lavabo, a tratar de volar sobre el agua, a las construcciones en lejanos países, a bandidos del mar, a pasos de mujeres cerca de una obra, a tener la cabeza en su sitio, a comida rápida, a procurar que los partidos lleguen a su fin, a mofarse de frases dichas con desdén, a las clases de la infancia saliendo al encerado, a profesor de matemáticas.


¿Qué textura tiene la raíz cuadrada?

Me imagino a un médico pasando consulta en un hospital, estudiando el electro del paciente, sus constantes vitales, sus alteraciones a lo largo de un periodo, su posible tratamiento.Otras veces veo a un arquitecto trabajando en su mesa, diseñando edificios, puentes, gasolineras, aplicando sus conocimientos matemáticos, para dar forma a los tejados, protegerlos contra el viento, la lluvia, la nieve, buscando el equilibrio de las formas, reduciendo costes, aplicando la imaginación.


¿Cuál es la forma de un polinomio?

Primero construiría una frase, después una segunda, y así hasta tener consistencia lo escrito, cuando tuviera una idea prefijada, las movería todas y esperaría a ver que sale. Si están bien formadas, saldrá una idea buena, que se puede llevar a la práctica, si las frase están mal hechas, el resultado será ilógico.


Luis Iglesias



¿A qué huele el número “pi”?
El número “pi” huele a oro… a incienso… a mirra… a “reyes magos” reconvertidos en matemáticos… pero sobre todo huele a incienso.


¿Qué textura tienen las raíces cuadradas?
Las raíces cuadradas están hechas de finos hilos dorados, elaborados directamente por el Sol, multiplicando a la Luna y dividiendo a la Vía Láctea.


¿Cuál es la forma de un polinomio?
La forma del polinomio es incógnita, solo se despeja cuando un viejo “plumín” moja su punta oxidada en el tintero olvidado de aquel pupitre del “Fray Luis”, hoy arrinconado y roído por la carcoma… entonces aparece en la esquina izquierda un corazón atravesado por una flecha y una leyenda: te quiero vida.


Vicente M. Martín



¿A qué huele el número Π?
La señora Robinson estaba preparando la barbacoa en el jardín de su casa. Celebraban el cumpleaños de su hijo Jimmy de ocho años de edad. Había aprobado todas las asignaturas menos las matemáticas. No comprendía que podían hacer por él todos esos números. Así que la señora Robinson partió el queso gruyere en formas parecidas al número Π. Todos los platos estaban cubiertos de quesos en formas de Π, así el símbolo –al comerlo- se integraría con sus vísceras, llegarían a formar parte de lo mas interno de su cuerpo y por qué no de su mente.

¿Qué textura tienen las raíces cuadradas?
Las raíces cuadradas eran hilos de algodón que quedaban bordadas en amplias telas blancas. Eran colores suaves, armónicos pertenecían todos a la misma gama. Se empleaban para bordar sábanas, manteles, dando al ajuar un toque contemporáneo.

¿Cuál es la forma de un polinomio?
Los números son como las personas, con sus distintas formas, distintas significaciones y según como las relaciones el resultado es siempre distinto. Hay reglas a seguir, unas sencillas, otras complejas donde el razonamiento interviene sobre manera.
Según los místicos los números tienen alma hasta en eso nos parecemos.


Carmen María Juanes



¿A qué huele el número Π?
A carbonilla. Todo el departamento, todo el vagón de 3ª clase, los asientos de madera corridos, las cortinillas, las ventanas abiertas... todo olía a la carbonilla que por ellas entraban.
Se habían levantado casi de madrugada, preparando los últimos detalles, repasando una y otra vez para no olvidar nada y llegaron a la estación, por lo menos, con una hora de adelanto.
¡Qué excitación, qué alegría! Todavía quedaban horas y horas por delante pero al poco rato de ponerse el tren en marcha, se empezaban a sacar los bocadillos, la tortilla, el chorizo, la navajita para repartirlo con el pan... “Si gustan...” no, no gracias, tome Vd. de lo que nosotros traemos, a lo mejor a la niña le apetece; bueno, venga, probaremos de todos de todo, es mejor compartir... Y así se establecía el primer contacto. Los niños empezaban a correr y a empujarse por los pasillos del vagón, mientras los mayores intercambiaban impresiones y lugares de destino.
Cuando el transcurso de las horas hicieron monótono y cansado el viaje y los párpados de la niña comenzaban a cerrarse, el estridente silbido de la locomotora: Pí, Pí, Piiiiiiii, le recordaron de pronto a María que, además del ansiado mar, también le esperaban otras obligaciones no tan agradables. Y antes de dormirse, el olor a carbonilla impregnándolo todo, creyó escuchar que los railes del tren repetían una y otra vez, una y otra vez: 3,14,16 ; 3,14,16 ; 3,14,16.....

¿Qué textura tienen las raíces cuadradas?
Y allí estaban, como cada verano, en el cuartito de la pensión familiar que les guardaban como una joya porque tenía un balcón con persiana verde que daba directamente sobre la playa.
Y el rito se repetía inmutable. Su padre la despertaba como un gorrión alborotado: Mari, Mari, levanta! Que ya empieza a salir el Sol.
Después de desayunar, recogían los bañadores, las toallas y los inevitables cuadernos y libros.
Se dirigían ligeros a los balnearios públicos de madera que, como enormes barcazas, se adentraban en el agua porque allí se estaba muy fresquito y mientras algunas personas mayores tomaban baños medicinales en las cabinas de ambos lados, podían sentarse en sus bancos para repasar la lección del día y abrir los cuadernos de ejercicios. María sabía que no podía fallar porque si lo hacía todo bien, más pronto podría ir a bañarse, ese era el trato; así que con el dedo sobre las costuras del bañador que sostenía en sus rodillas, repasaba las puntadas: una para abajo, \ al centro, otra para arriba / un poquito a la derecha, luego un pespunte largo------- Vaya! Era fácil recordar la “raiz cuadrada”, lo difícil sería solucionarla cuando le estamparan los números.

¿Cuál es la forma de un polinomio?

Creo recordar que un polinomio es el conjunto de dos o más elementos, no estoy segura ya que las matemáticas siempre se me atragantaron y, aún ahora, me siento en guerra total con los números: yo no los quiero y ellos se vengan en justa correspondencia.
Desde luego, lo que sí siento como cierto es que los veraneos con mi padre siempre fueron un verdadero “polinomio”

Mari Cruz Domínguez



¿A qué huele el número Pi?

Por más que la profesora le hablase de un griego clásico llamado Pitágoras, él no podía evitar pensar en esos arcos que custodian la entrada de los templos japoneses. Y su olfato se veía invadido por un aroma de maderas nobles y orquídeas regadas por la lluvia. Hasta que una voz imperativa le despertaba de sus ensoñaciones y al abrir los ojos descubría que el aroma procedía de la colonia de la profesora, que le gritaba muy cerca con cara de pocos amigos.

La textura de las raíces cuadradas

Marco observó con curiosidad aquel extraño símbolo que reposaba sobre la mesa, esa especie de V con larga cola. Lo tocó. Tenía un tacto extraño, viscoso y resbaladizo. Lo recorrió con su dedo y se miró la mano. No manchaba. Al fin, se armó de valor y decidió saciar su curiosidad. Se lo llevó a la boca y le hincó el diente. Su inmediata cara de asco lo delató. No le había gustado nada, le produjo la sensación de estar masticando tierra húmeda. Así que lo escupió y nunca más se le ocurrió probarlo.

La forma de los polinomios

Reunida esta comisión ha decidido dar respuesta definitiva a la cuestión de los polinomios y zanjar el agrio debate en que se ha convertido. Revisadas las distintas propuestas hemos decidido:
1.- Que la forma de varios poliedros a forma de dados presenta grave riesgo de pérdida de un trozo de polinomio, por lo que la rechazamos.
2.- Que el sistema de un asemejo de contador con mecanismo de relojería es complejo y delicado, y caro de mantener. Rechazado.
3.- Que el ábaco modificado no resulta mal sistema, mas conlleva el pago de derechos al Gobierno Chino, que lo ha patentado.
4.- Que la representación por grafemas es del todo demodé y no debe persistir.
Dejándonos esto sin opciones propuestas, esta comisión se ve obligada a tomar una resolución alternativa y vinculante:
“La forma natural de un polinomio es la de un Cubo de Rubik, en el que se representen en cada cara constantes y variables, de combinación mediante los correspondientes giros”.
La decisión de esta comisión es soberana y no cabe contra ella apelación.

Miguel Ángel Pérez



¿A qué huele el numero π?

Huele a añejo, al mar soleado, mezclado con la fragancia de los olivos, donde lo soñó Arquímedes.


¿Qué textura tienen las raíces cuadradas?

Tienen el tacto frío y metálico del acero, cortantes y agudas. Porque no son sino el instrumental con los que se trinchan los números, tan brutales como el cuchillo del carnicero y tan precisas como un escarpelo. Los abren en canal, para ver qué tienen dentro. Algunos, los pocos, lo soportan con entereza. El resto se desangra en un reguero interminable de decimales, a veces caótico, otras a borbotones periódicos.

¿Cuál es la forma de un polinomio?

Depende de cómo sea dicho polinomio. Si es de orden uno, es un solitario paseante, a veces con una mascota a su lado. Cuantos más miembros tenga en su agrupación, asemejará a una procesión, toda llena de cruces. Hay a quien le puede parecer una manifestación, todos con sus pancartas y banderas alzadas, armando alboroto. O bien un ciempiés, con sus secciones y patitas, enroscándose de un lado a otro. Cuestión de gustos.

Iñigo Sola

El libro de los viajes equivocados

El libro de los viajes equivocados

A pesar del título, la escritora Clara Obligado nos confirma de nuevo que su particular viaje literario es siempre un acierto. Sus seguidores estamos de enhorabuena. Los once relatos que integran El libro de los viajes equivocados (Páginas de Espuma, 2011) se valen de una prosa exquisita, de un engranaje milimétrico, para describir una realidad perturbadora y a veces siniestra, la que viven los protagonistas de los cuentos, inmigrantes, prisioneros de campos de concentración, existencias encerradas en su propia cotidianeidad, soñadores, viajeros voluntarios o involuntarios sometidos a una diáspora interior o exterior que en ningún caso les llevará a Itaca.

La propia autora nos da la pista de lo que vamos a encontrarnos al principio del libro e incluso nos sugiere el recorrido. Al fin y al cabo leer este libro es también un viaje y ella amarra las balizas para que no nos perdamos, como de hecho les sucede a la mayoría de los personajes.

Los once relatos que integran El libro de los viajes equivocados tienen una total autonomía, pueden leerse por separado y nos parecerán maravillosos. Algunos de ellos incluso magistrales, como “El azar”, el cuento con el que se abre el libro y que casi puede verse como una semilla donde se contienen el resto de los relatos; la triste y desesperanzadora historia de “Las dos hermanas”; “Madison, los puentes de”, una sorprendente reinvención de la famosa película; “El silencio”, con guiños al escritor checo Boumil Hrabal y en el que Obligado contrapone los resquicios morales de un ferroviario y la complicidad soterrada y cobarde de su mujer y su suegro a la barbarie nazi; “Agujeros negros” o la imposibilidad de recuperar el tiempo perdido; y “Albania”, una relectura de la Virgen Albanesa, la maestra canadiense del cuento Alice Munro, y en el que está muy presente la pérdida de la identidad.

Digo que los relatos pueden leerse por separado, pero abordados en orden nos encontraremos con otro libro. No una novela, sino un libro de libros (al fin y al cabo Clara Obligada tuvo como profesor a Borges). Todos los cuentos están conectados, por el azar más que por el destino. Y si uno a uno los relatos nos hablan de una diáspora personal y trágica, el conjunto va más allá, remite al viaje equivocado y errático de la humanidad, un viaje en el que navegamos entre tinieblas y con el timón averiado. La buena literatura, la que se adentra en nuestros glóbulos rojos, como este libro de Clara Obligado, nos ayudan a no errar el rumbo, son el pábilo de una vela a punto de extinguirse si no hacemos algo para remediarlo.

Efeverde
Javier Morales Ortiz




Uno de los cuentos de El libro de los viajes equivocados es una reinvención de los Puentes de Madison. El relato comienza de este modo:

EN LUGAR DE QUEDARSE SENTADA junto a su marido conteniendo el deseo, como cuenta la película, en ese instante tenso bajo la lluvia, detenida ante el semáforo, la mujer baja de la camioneta familiar, corre cubriéndose del agua y sube al coche de su amante. No da explicaciones a su esposo, ni tiene tiempo de dejar una carta. Tampoco puede despedirse de sus hijos, que aún son pequeños, pero todo el mundo sabe lo que es la fuerza del deseo. Ha hecho bien. En la platea, los espectadores, que angustiados aguantaban la respiración, lanzan un suspiro de alivio. Les gusta el nuevo final de Los puentes de Madison y, con su dosis de romanticismo intacta, salen del cine.

¿Te atreves a darle continuidad a esta historia?





Solo necesito un momento….-
Giró la manilla impulsivamente y salió del coche.
Mientras iba a su encuentro, imaginaba las emociones nuevas que sentiría junto a él.
Tal vez se encontrara desubicada. Sí, pero con el hombre que amaba.
¿Perduraría su amor? Estaba segura que sí ¿o, quizá solo era pasión?
Parada bajo la lluvia sentía que se cerraba un paréntesis y no quería que fuera así.
Había sido una aventura, un regalo revelador que determinaba un antes y un después.
Sin apenas darse cuenta dio media vuelta.

Antonia Oliva




Los mil y un Puentes de Madison posibles


Es casi de noche y una treintena de espectadores han salido de los cines Van Dyck, mientras los créditos aún circulan. Se trataba de la última sesión, con un nuevo final, de los Puentes de Madison. Mientras la lluvia cae impertinentemente, estamos en otoño, cada uno de los treinta asistentes caminan absortos en sus pensamientos, que quedan plasmados así:


El dormilón: Vale, otra vez que voy al cine y me quedo dormido...


El rencoroso: Les persigo con mi furgoneta, provoco que se salgan de la carretera y así acaban estampados contra un puente. ¡Ja, ja, ja! (risa de locura).


La cuentista: Fueron perdices y comieron felices. Los cuentos nunca se equivocan...


El melancólico: Ella retornará al hogar, estoy convencido. Volverá. Lo mismo que María... hará ya uno año de su marcha con aquel hombre, pero sé que regresará...


El trabalenguas: Pienso lo que pensaría la amante, que piensa lo que pensaría si pensase sobre enamorarse.


El despertar: Adiós, Pedro. Esta noche, sin más demora, me fugo con Mario (portero de discoteca).


El despistado: Creo que Francesca se equivocó de coche y subió a otro que no debía. ¿Dónde estará la salida de este dichoso cine?


La psicoanalista (con acento argentino): Está claro que nos enfrentamos ante una personalidad bipolar, que no sabe afrontar un entorno represivo y que suplanta el papel del padre, que nunca la atendió, por el de un amante enfermizo.


El previsor: Si ya sabía yo que las mujeres te la clavan a la primera de cambio. Por eso mis visitas al club Venus... -“¿Decías cariño?”- Nada, nada, cosas mías...


El depresivo: Seguro que él se suicida, los hijos acaban en un orfanato y ella se pega un tiro tras enterarse de todo. Afortunados... ¡Por Dios, devolverme mi revolver!


La que duda: No sé qué hacer... Si le dejo no podré olvidarle, si no le dejo me arrepentiré toda mi vida... ¿Qué hago, qué hago?


El cincuentón: Pero qué fantasías se le ocurren a la gente... Anda, Susana, vamos directos a la cama que son las doce y hace frío (Bostezos interminables).


La editora: Deberían escribir un libro contando su relato, sería un éxito de ventas total. $ [Robert James Waller, 1993].


El funcionario: X deja a X por X. Fin de la historia.


El cantautor: La manera de pensarte en tu ausencia. Las razones para odiarte si me dejas. Los motivos de una o dos huidas breves. Damien Rice gritando "qué coño quieres" [Paco Cifuentes, “Tu boca”].


El despechado: ¡Anda y que no vuelvan! ¡Que se vayan a tomar por culo!


La desconfiada: Se ve claramente que Francesca baja del coche al final. Han montado un juego de cámaras y planos cerrados para que pensemos lo contrario y nos comamos el tarro.


El nini (por wassup): Mnuda mariconda. Lo yejo a saver y mela descrgo. ¡Q mnera de rallarse x chorrads! Y el otro pringao, mogndose bajo la yubia. Tooooos idiotas Yeni. ¿Quedmos pa' fo...?


El solterón: ¡Qué historia tan bonita! Nunca se arrepentirá... pero esto sólo sucede en las películas... ¡ay! (suspiro).


El progre: La historia está manipulada: es Clint Eastwood, acompañado de su mujer, quien no baja del coche y Meryl Streep la que espera sin respuesta.


La liberada: Era él o yo; no aguantaba más. ¡Por fin, libre!


El machote: Si yo hubiese sido Clint Eastwood, me habría bajado del coche, llevándomela en brazos. Y si el marido hubiese abierto la boca... dos hostias bien dadas. ¡No te jode!


La escéptica: Ella se va con él, cierto, pero no van a durar ni un mes. ¡Se lo digo yo!


El guripa: No es la primera vez que sucede algo así: pareja de amantes fallecen tras quedarse dormidos conduciendo. Una tragedia, pero es ley de vida.


El seminarista: Golfos, más que golfos. ¡Irán los dos al infierno por pecadores! No hay final que valga.


El delicado: ¿Cómo no se le ocurre dejarle una carta de despedida? Eso no se puede hacer así, ¡hombre!. Que le deje, de acuerdo, pero con buenas formas.


El político: Puedo prometer y prometo, que haré lo posible para que las relaciones extramatrimoniales se legalicen. ¡Tienen mi palabra! (¡Vótame!)


El cinéfilo: Menudo final, igual de tópico que el de Memorias de África. ¡Qué poca imaginación!
Último espectador en salir (yo mismo): Lo que nadie sabe es que Francesca y Robert Kincaid estaban escondidos, debajo de una alargada mesa en un Taller con Conchas, escuchando y apuntando relatos que hablaban sobre su vida.


Antonio Ledesma



Los puentes de Madison

Dos camionetas están detenidas, una detrás de la otra, ante un semáforo en rojo.
Llueve torrencialmente.
Francisca, sentada junto a su marido, pálida y tensa, mira obsesiva a través del parabrisas, barrido incesantemente por las escobillas, la camioneta de delante.
tiene aferrada la manija de su puerta.
De pronto la abre y sale corriendo.
Ricardo grita, pero ella ya no le oye.
Entre la sorpresa y la angustia se escucha un torpe chirriar de frenos.
Pero ya es tarde, un conductor alcoholizado la atropella.
Roberto en la oscuridad de la sala, y venciendo su congénita timidez, se atreve y toma la mano de Francisca entre la suya, pero la muchacha la retira simulando buscar en su bolso, un pañuelo que nunca llega a encontrar.
-Hace una semana, yo estaba comprándome un vestido nuevo, murmura ella.
Ricardo, desconcertado le pregunta por qué llora.
Ella dice que hace una semana no sabía que iba a comprarse un vestido rojo.
Ricardo asegura que no tiene la menor importancia, que eso no merece lágrimas.
Francisca responde que hace una semana no sabía que tenía cáncer.
Ricardo llora.
Se enciende el semáforo en verde
Roberto como al descuido, intenta rozar el pecho de Francisca, pero solo logra llegar al codo.
Ricardo toca insistentemente la bocina, pero la camioneta de delante no se mueve.
Francisca siente irreprimibles ganas de marcharse, y musita para si:
No puedo irme.
El recuerdo de Roberto alega:
Esa clase de certeza solo se presenta una vez en la vida.
Francisca llora angustiada, ahora Ricardo insiste en saber que sucede, y ella le pide un momento.
Ricardo asiente.
Roberto abraza con delicadeza a Francisca, la acomoda sobre su pecho, y llora en silencio, a él también le gusta Clint Eastwood.
A la salida del cine, ambas mujeres van al baño, Ricardo y Roberto las esperan.
Francisca y Francisca están en los lavabos, lloran, se lavan la cara, y al mirarse al espejo se reconocen como iguales.
Son su imagen repetida.
Se observan frente a frente, y sin decir palabra, se intercambian chaquetas y bolsos.
Una Francisca se suelta el pelo, la otra se lo recoge.
Una se pinta los labios de rojo, y la otra de marrón.
Una Francisca se quita los tacones, y la otra se los pone.
Salen a destiempo del baño, una se dirige a la izquierda, y la otra a la derecha.
Y así se marchan, del brazo de los hombres equivocados.