Comenzaremos el taller el lunes, 5 de octubre, a las 19,00 h.
Hemeroteca, 4ª planta.


Carta al señor futuro

La sesión del lunes 29 de junio -última del curso- la dedicamos al futuro y la iniciamos con una cita de Eduardo Galeano: "Sigo creyendo que hay un derecho al delirio, a clavar los ojos más allá de la infamia, a adivinar otro mundo posible, el derecho por el que vale la pena luchar, el derecho de imaginar el futuro en lugar de aceptarlo, el derecho a hacer la historia en lugar de padecerla, ese es un derecho humano por más que sea difícil conquistarlo"

El menú de la tarde estuvo formado por los textos "El futuro es espacio" de Pablo Neruda, "Lento pero viene" de Mario Benedetti y "El futuro" de Ángel González que nos sirvieron de entrantes. Como primer plato degustamos el poema "Carta a Huidobro" del chileno Gonzalo Rojas y el plato principal llegó con la firma de Eduardo Galeano "Carta al señor futuro":




Estimado señor Futuro, 

De mi mayor consideración:
Le estoy escribiendo esta carta para pedirle un favor. Usted sabrá disculpar la molestia.
No, no tema, no es que quiera conocerlo. Ha de ser usted un señor muy solicitado, habrá tanta gente que querrá tener el gusto; pero yo no. Cuando alguna gitana me atrapa la mano, para leerme el porvenir, salgo corriendo a la disparada antes de que ella pueda cometer semejante crueldad.
Y sin embargo usted, misterioso señor, es la promesa que nuestros pasos persiguen queriendo sentido y destino. Y es este mundo, este mundo y no otro mundo, el lugar donde usted nos espera. A mí, y a los muchos que no creemos en los dioses que nos prometen otras vidas en los lejanísimos hoteles del Más Allá.
Y ahí está el problema, señor Futuro. Nos estamos quedando sin mundo. Los violentos lo patean, como si fuera una pelota. Juegan con él los señores de la guerra, como si fuera una granada de mano; y los voraces lo exprimen, como si fuera un limón. A este paso, me temo, más temprano que tarde el mundo podría no ser más que una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin alma.
De eso se trata, señor Futuro. Yo le pido, nosotros le pedimos, que no se deje desalojar. Para estar, para ser, necesitamos que usted siga estando, que usted siga siendo. Que usted nos ayude a defender su casa, que es la casa del tiempo.
Háganos esa gauchada, por favor. A nosotros y a los otros: a los otros que vendrán después, si tenemos después.
Le saluda atentamente,
Un terrestre

Cerramos la sesión con una referencia al blog "Carta a mi yo del futuro", en el que nos invitan a dialogar con nuestro yo futuro.

La propuesta de la semana consistió en escribir una carta al futuro, tal y como hace Galeano.
Estos son los trabajos presentados por algunos de los participantes en el taller:


Carta al señor futuro
Tecnología Punta

La noticia ha corrido como la pólvora. M.P., estudiante de 2º curso de ingeniería informática de la Universidad de Salamanca, ha creado una aplicación para móviles, en la cual predice el futuro de las personas, para los próximos 10 días.

Mediante un test individualizado, y probado en 100 personas de distintas nacionalidades, el éxito ha sido del 100%.

Se han desplazado a Salamanca, directivos de las principales operadoras del mercado mundial de móviles, orange, vodafone, ono, movistar.

M.P., ante el revuelo formado a nivel mundial, se encuentra en paradero desconocido; más, cuando sus propios compañeros comentan, que esta aplicación estaría ya obsoleta, pues tienen pruebas de que ha obtenido el 100% de fiabilidad para predecir el futuro para un año, en personas y empresas.

Representantes de la Iglesia, han puesto el grito en el cielo, y han dicho que el futuro está en manos de Dios.

Luis Iglesias


Señor Futuro:

Necesito saber la finalidad de mi vida.
Mi tiempo huye del momento para buscar una intensidad de proyectos,
que el futuro me adelanta.
Los colores embellecen la alegría a las horas venideras.
Silencios, a lo largo de los días, analizan injusticias cotidianas.
Señor Futuro, ¡Cuánto me gustaría descubrir la verdad de las palabras
en cada uno de los que me rodean!. ¿Serás tú quien me ayudes a vivir este deseo?.
Los días envejecen, cuando nuestros hábitos no se tiñen de sorpresas para
innovar el presente.
La vida se hace tiempo y voz en un instante.
Solo el futuro, mi Señor, decidirá mis actos.

Sofía Montero


Señor Futuro:

Esta mañana al despertarme te soñé… pensé en ti, pensé en mí…
Pasado, presente y futuro bullen en la cabeza, enturbian la mañana de verano calurosa…
Pero a ti futuro, mi futuro… te soñé… te vi satisfecho, caminabas por algo parecido al horizonte, con árboles de un verdor pegajoso e intenso que dominaba todo y contagiaba a unos verderones curiosos que te acompañaban en su vuelo de abrir y cerrar alas, de subir, de bajar, como la vida siempre subiendo y bajando. Estabas allí, vestido de color rosa con toques azules en los bordes, parecías una estrella, no te temía, parecías joven y esbelto, pero las arrugas bajo esos ojos curiosos, cansados de tanto mirar a los lados, se marcaban irremediablemente. Ahí, en ellas, en las arrugas se acumulaba el cansancio, ese cansancio que hay cuando muchos futuros como tú, han pasado a diario por ese mismo camino parecido al horizonte… que es mi camino, que es mi vida…
Pero hoy te sueño, futuro, te sueño mientras cabalgas en un dragón mágico, salido de los cuentos creativos de la Casa de las conchas, vuela que vuela entre nubes, esquiva que esquiva a estrellas de siluetas graciosas, todas curiosas por saludar, en un volar plácido, como mecido por unos brazos de madre tierna que besa entre los ojos. Quiero soñar futuros rosas y olvidar pasados turbios de miedos y desesperanzas. Quiero andar siempre por futuros de fantasías en compañía de Alicia y sus maravillas… No quiero realidades, quiero sueños…
¡Ay futuro, mi futuro! Nos juntaremos con la muerte después de mucho cabalgar o poco y viajaremos juntos hasta la nada.

Vicente M. Martín


Soplo de lodo

Soy soplo de lodo. Aliento de grana. Semilla de barro. Brote que fecundó la caricia del aire al rozar la tierra húmeda. Me abonaron con creencias. Me regaron con fantasmas. Crecí abrazada a una guía: un pensamiento lineal, una razón sin esquinas que cinceló mis pasos. Florecí y entoné un salmo. Un canto medido y pesado. Un trino sordo al gorjeo que se ocultaba en un grano. Una voz sin fuego. Un verbo que se entregó a un cauce sin saber lo que su simiente ocultaba: el mundo entero en cada pisada.

Tardé en ver que el infinito no conoce el tiempo, que el predio donde se extendían mis ramas era una ilusión, un espejismo que yo en ocasiones quería imitar y en ocasiones quería quemar. Dos extremos de una misma palabra. Tardé en entender que tanto mi acomodo como mi rabia, eran el maná que daba cuerda a su reloj de mentira y brillo al paisaje que grita: “Soy todo. Sin mí no hay nada”. Trueno que en su clamor amordaza el reclamo de las alondras que viven en el pecho de una nuez, en el alma de un alma que flota en el agua.

Dejé mi rastro, un aroma que corría tras el sol por la noche y anhelaba la luna cuando el rocío anunciaba la mañana. Un perfume que cumplía con el absurdo cúmulo de afanes que le hacían mirar a un horizonte que nunca llegaba porque siempre había otro que vestía su línea con nuevas rayas.

Hoy navego en paz. Soy paso de huella clara. Abro el camino con calma. Dejo que fluya la cascada que dormía aprisionada. Escucho al viento que me habla. Duermo en la tierra húmeda que pugna por ser hogar: casa sin puertas, sin lindes, ni murallas. Con el peregrino que llega a mi morada comparto lo que tengo, que es todo porque es nada. No busco desvelar el secreto. Con respirar el misterio me basta. Río si la alegría me abraza, y si me elude, buceo en el gorjeo que esconde el mundo en una nuez de agua.

Hoy dibujo un árbol en un lienzo sin líneas, ni rayas, y el horizonte se acerca y se funde con cada pincelada. Es un tejón, un castaño y un haya; es un abedul y un peral y una acacia… Hijos del soplo de lodo que por no conocer el mañana abren su alma en cada pisada. El imposible se esconde en la voz de fuego que sabe que en el pecho de su simiente el reloj se para. Entonces, rama con rama el cauce se ensancha y el río fluye sin rabia.

Ana Isabel Fariña

Imagina cuántas palabras

La sesión del lunes 22 de junio la dedicamos a las palabras. Abrimos el taller con el libro Palabras de Jesús Marchamalo y Mo Gutiérrez, un delicioso trabajo sobre el peso, la talla, la composición y la musicalidad de las palabras.
A continuación presentamos el libro Imagina cuántas palabras, de Alkibla Ediciones, un proyecto en el que tuve el privilegio de participar junto a otros cuarenta y nueve escritores y el fotógrafo Clemente Bernad.
Carolina y Clemente, padres de la criatura, nos propusieron escribir un texto en el que debíamos incluir las 50 palabras seleccionadas por más de trescientos chicos de Educación Primaria.



Este es mi texto publicado en dicho libro:

Y si después de tantas palabras

                    ¡Y si después de tantas palabras,
                    no sobrevive la palabra! 
                    ¡Si después de las alas de los pájaros, 
                    no sobrevive el pájaro parado! 
                    ¡Más valdría, en verdad, 
                    que se lo coman todo y acabemos! […]


                    César Vallejo


La palabra fútbol está fuera de juego en un poema de amor.
La palabra amor late en las demás palabras. Con el tiempo muda la piel 
y pierde brillo como la serpiente.
Jugar es un infinitivo infinito, palabra que da vida.
La palabra esternocleidomastoideo acaba por doler si el beso nunca tiene fin. 
Algunos niños guardan esta palabra en sus cuadernos, clavada con alfileres.
La palabra balón es esférica y alguien la despejó del primer verso.
¿Está seguro de que desea apagar el equipo? Pregunta la palabra ordenador.
¿Cerramos aquí el verso con la palabra vacaciones? Respondo.
La palabra música es esdrújula, lúdica, mágica, cálida.
Amigo, en plural, es palabra que llora y celebra en el mismo hombro.
La palabra baloncesto es de cuatro sílabas y tres puntos.
Hámster es una palabra que me roe los recuerdos por dentro.
Amistad es palabra aguda, y grave en ocasiones.
La palabra cariño es ñoña sin el ño.
Coche, como metáfora, son además de palabras medios de transporte.
Colegio es palabra con clase.
Las flores son palabras que perfuman el tiempo.
Mamá es la primera palabra, la más nutricia, la que sirve para todo.
Papá es palabra paralelepípeda.
La palabra perro nunca se alcanza la o con los dientes.
Azul es palabra de mar y de aire.
Cantar es una palabra antigua hecha música.
Me gusta la palabra playa con bandera roja.
La palabra estuche sirve para guardar otras palabras.
Su busca la palabra felicidad.
Mar es palabra monosílaba pero no cabe en la mirada.
Mi abuela se llamaba Paz, les doy mi palabra.
La televisión es una caja de palabras vacías.
La c es el cimiento de la palabra casa.
Juegos, palabra que convoca contra el aburrimiento.
La palabra sol irradia sus rayos como palabras.
La palabra bachillerato es evaluable.
Iglú es una palabra fría pero acogedora.
La palabra libro está llena de palabras.
Para rimar con la palabra piscina hay que mojarse.
Reparto mis palabras como las porciones de la palabra pizza.
Bailar es una palabra silenciosa, llena de músculos.
La palabra deberes es una mezcla de lo que debes y lo que eres.
Flor es palabra que se abre de día y se cierra de noche.
La palabra mariposa liba de verso en verso.
Naturaleza es una palabra en peligro.
La palabra paisaje se disfruta de lejos.
Alegría es una palabra a la que nadie tiene alergia.
La palabra arcoíris se forma con otras siete palabras.
La palabra corazón es de percusión.
Diversión es palabra que gusta a niños y mayores.
Dormir es palabra necesaria para dar forma a los sueños.
La palabra gafas salta a la vista.
Leer es una palabra para cazar palabras
Reloj es una palabra para cazar el tiempo.
La palabra agua corre por el cauce de este río de palabras.


Pero hubo otro texto más que no se incluyó en el libro y que me garantizó otras tantas horas de juego. En este caso las palabras están repartidas entre el título, la introducción y el soneto que conforman el trabajo:

Postal de vacaciones


Papá, lejos de casa, en medio de la naturaleza y debajo de un maravilloso arcoíris que he disfrutado sin gafas, he abierto mi estuche para escribir, con toda mi alegría, un poema a mamá por su cumpleaños.
No echo de menos el colegio, ni la piscina, ni el baloncesto, ni al hámster, únicamente a mis amigos de bachillerato. Creo que esta noche, después de jugar un rato en el ordenador, cenaremos pizza. Aquí está el poema para mamá:

Hoy que no hay fútbol en televisión
y vine en coche a la felicidad
vuelan las mariposas de tu edad
sobre el mudo reloj de la emoción.

Corto las flores de la diversión
la música, los juegos, la amistad,
y guardo con cariño tu mitad
del alma en el iglú del corazón.

Se oye a un perro en la playa al sol ladrar
y cierro en paz el libro en flor que leo
mientras el agua azul duerme en el mar.

Tu amor es mi paisaje y mi recreo.
Por eso es mi deber, mamá, cantar
a tu esternocleidomastoideo.

La propuesta de escritura consistió en escribir, tal y como hicimos nosotros, un texto donde incluir las cincuenta palabras: fútbol, amor, jugar, balón, ordenador, vacaciones, música, amigos, baloncesto, hámster, amistad, cariño, coche, colegio, flores, mamá, papá, perro, azul, cantar, playa, estuche, felicidad, mar, paz, televisión, casa, juegos, sol, bachillerato, iglú, libro, piscina, pizza, bailar, deberes, flor, mariposa, naturaleza, paisaje, alegría, arcoíris, corazón, diversión, dormir, gafas, leer, reloj, agua y esternocleidomastoideo

Estos son los trabajos de algunos de los participantes en el taller:


Veinte años después, un profesor de Geografía

Queridos papá y mamá:

Antes de que os impacientéis, deciros que terminé el bachillerato, y hasta un grado en Geografía, materia que imparto ahora en un colegio. ¿Y sabéis qué? No mando deberes para casa. Dejo que los chicos tengan tiempo para jugar al fútbol y al baloncesto, bañarse en la piscina o para pasear al perro o dar de comer al hámster. Un día, hace muchos años, me enseñasteis que no hay nada más importante que los amigos y, por eso mismo, estoy embarcado en una cruzada contra los principales adversarios de la verdadera amistad: el ordenador, la televisión y el reloj. Sí, el reloj, el tiempo que nos esclaviza y limita nuestros momentos de diversión y alegría. Mi receta de la felicidad pasa por leer un buen libro, bailar persiguiendo un balón, o abrir el estuche, sacar unas pinturas y dar rienda suelta a la imaginación.

La Geografía que les enseño a los alumnos no pasaría la inspección educativa. Se basa en la experiencia de mis viajes y en ellos, como en los de Marco Polo, sucedieron cosas maravillosas. Todo empezó cuando decidí seguir a una mariposa que se negaba a libar una flor. “No me gusta su color azul”, me dijo, y echó a volar. Y yo tras ella, provisto de unas gafas que me permiten ver un iglú en el desierto y flores en el polo; paz en el Oriente Medio y corazón en nuestros gobernantes. Con ellas, y subido en mi coche con alas, descubrí el cariño que desprende el sabor de una pizza bajo el sol de la Campania, el amor que hay detrás de la música que suena en las barriadas de Nueva Orleans o el ingenio de esos juegos de malabares que descubrí en Casablanca. Disfruté como un niño descubriendo que el paisaje es el fruto de la convivencia pacífica entre el hombre y la naturaleza, persiguiendo por valles recónditos el siempre esquivo arcoiris, y probando el agua del mar donde acabarán mis cenizas algún día deseando, eso sí, retornar a la playa y cobrar vida de nuevo.

Bueno, padres, os dejo, me voy a dormir que tengo el esternocleidomastoideo muy cargado de tanto jugar y viajar. Necesito urgentemente unas vacaciones. Trabajar un poco, al fin.

Juan José Nieto Lobato


Montaña de palabras

Amor y felicidad
con cariño y amistad,
me ayudan para dormir
y soñar en libertad.

Juego al fútbol en el cole
con un balón de papá,
como una pizza con hambre
que me ha dado mi mamá.

Mi casa tiene piscina
y cestas para jugar,
en la tele veo juegos
que me invitan a cantar.

La música es diversión
porque me incita a bailar,
pienso en la naturaleza
y en mi corazón de sal.

Vacaciones en la playa,
junto al azul, junto al mar,
donde el agua con sus olas
se divierte sin parar.

El bachillerato acaba
no hay deberes que acabar,
mi estuche de perros guardo
y me pongo a descansar.

Salgo al campo donde hay flores,
mariposas de cristal…
Después de una larga lluvia,
el arcoíris saldrá.

El sol se acerca a mi piel,
abro un libro junto al mar
para leer con mis gafas
sobre la flor de un rosal.

Miro el reloj de mi móvil
es tarde para pasear,
me leo en cinco minutos
sobre un iglú especial.

Esternocleidomastoideo
me dueles sin más ni más;
cojo el coche, meto el cambio
y marcho hacia la ciudad.

El ordenador de casa
espera que llegue ya,
lo enciendo, aparece un hámster,
parece que es de verdad.

Adiós amigo lector,
me lo he pasado genial,
con las cincuenta palabras
metidas y sin parar.

Sofía Montero


¡Al fin, vacaciones!

El verano comienza con alegría, este año estoy más feliz que los anteriores, no tengo que hacer deberes, por haber terminado bien el bachillerato; dejaré atrás el colegio y los amigos del barrio y asistiré a la Universidad en otoño, donde espero hacer nuevas amistades.

Como premio, me iré a la Costa Azul, a casa de mis abuelos, allí tengo una pandilla con la que solía jugar al balón; por la mañana partidos de fútbol en la playa, baloncesto por la tarde, con baños en el agua del mar y en la piscina de agua dulce, con bien de crema para no quemarme con los rayos y unas gafas de sol.

Después de merendar alguna pizza con la pandilla, iremos a escuchar música a la disco, bailar y cantar canciones en el karaoke. Procuraré este año no coger mucho cariño con las chicas que me presenten, pues te parten el corazón, los amores de verano los comparo como cuando atrapas una mariposa despistada que está posada en una flor y la metes en un estuche, al menor descuido lo abres y se escapa.

Papá y mamá, han cogido el coche y junto con unos amigos, se ha ido a conocer nuevos paisajes; están en plena naturaleza en Andorra, donde han alquilado por una semana una habitación en un Hotel-Iglu, tenían ganas de disfrutar de paz y tranquilidad, olvidar el reloj, la televisión, el ordenador, aprovechar para leer libros olvidados y dormir a pierna suelta.

El otro día, les envié una ramo de flores por su aniversario y cuando me llamaron para darme las gracias por haberme acordado, mamá me dijo que papá tenía puesto un collarín, que no me preocupara, que había sido, porque el día anterior después de una tormenta, salió un arco iris precioso y por tratar de verlo sacó la cabeza por la ventana y se hizo daño en los dos esternocleidomastoideos.

También me advirtieron de que no se me olvidara dejar el perro y el hámster a los vecinos, que luego ellos nos dejan el loro y la pecera.

Luis Iglesias


Palabras, solo palabras…

Me duele el esternocleidomastoideo de mirar hacia un lado y otro. No sé qué balón seguir si el de futbol o el de baloncesto, para qué tanta televisión en casa. Prefiero jugar en la playa al sol, quiero disfrutar las vacaciones, sin el agobio del ordenador. Pero también puedo leer un libro que trata del amor, de la amistad, del cariño de un papá y una mamá y de un hámster. Creo que ya lo leí cuando estudiaba bachillerato, cuando me llevaban al colegio en coche. ¡Qué tiempos aquellos, diversión, música, amigos, cantar, bailar, juegos, piscina, mar azul y pizza, y aquel perro, ¿cómo se llamaba?... “cano.” Todo era una melodía alegre. Ahora me quedan los recuerdos que guardo en el estuche iglú de mi corazón y la flor seca de la juventud que sueña con mezclarse con las otras flores del jardín a las que una mariposa besa con sus alas. Ya sin deberes, siento la paz del paisaje, de la naturaleza, siento la belleza del arcoíris en las tardes de agua y sol. Mi reloj de un momento a otro se parará, depositaré mis gafas en la mesilla y a dormir.

Vicente M. Martín


Imagina cuántas palabras
Opción 1. Verano de 2015


Cinco, cuatro, tres, dos, uno... RIIIIING, RIIIIIIING. Suena el timbre del colegio que marca el fin de este eterno año escolar y el principio de las esperadísimas vacaciones de verano. ¡Por fin!

Adiós a los profes y a sus endemoniadas asignaturas; adiós a los inacabables deberes; adiós a las clases particulares de mates y adiós también a las actividades extraescolares de inglés, música, natación, ajedrez y judo.

Se acabó guardar con prisas en la mochila todos los objetos necesarios la noche antes: “A ver... estuche, cuaderno, el libro de mates, el de cono, el de lengua, la agenda uuuhmm, bien, está todo”

Ya no tendré que pasar los trabajos al ordenador para sacar mejores notas gracias a la buena presentación, ni volveré a escuchar durante unos meses palabras sacadas de otro planeta como paronimia, deixis, parietal, números racionales o perímetro, ni contaré otra vez las veintidós letras de esternocleidomastoideo para que no se pierda ninguna. Tampoco me preocuparé más por eso que dicen mis padres que está a la vuelta de la esquina “¿bachillerato? Si ni siquiera sé qué es”.

Los juegos del recreo y de educación física se sustituirán por el fútbol y el baloncesto en las canchas compartidas por los vecinos y amigos. No, ya no estarán los compañeros de clase. Sólo a ellos los echaré de menos.

No dejaré más una serie a medias para meterme pronto en la cama y dormir las ocho horas reglamentarias. Y papá y mamá no volverán a gritar por la mañana para que me de prisa en entrar rápido en el coche: “Vamos, termina el desayuno de una vez, que vamos a llegar tarde. Pero qué lento eres, hijo mío. ¿Has cogido todo? Venga. ¡Qué te has dejado la cazadora en la habitación? ¿No se te ha olvidado nada más? Vamos, que queda poco tiempo. Esperemos que no haya mucho tráfico esta mañana”. PUM, se cierra la puerta del Peugeot y dejamos que la casa cada vez se vaya haciendo más pequeña hasta perderla totalmente de vista.

Después de diez meses de incansable fatiga, abandono todo en la estantería de mi habitación, hasta septiembre, y empiezo a vivir una nueva vida con otros padres. Bueno, los mismos padres, pero diferentes. Los de julio y agosto me gustan mucho más. Estos viven con más paz y alegría y se olvidan de la lista de normas impuesta el mismo día que empieza el curso. No entiendo por qué la pizza que durante el año escolar la comía como mucho una vez por semana ahora puedo comerla cualquier día y a cualquier hora, por qué puedo sentarme delante del televisor todo el tiempo que quiera o por qué puedo acabar las series de televisión sin estar pendiente de las manecillas del reloj.

Sólo que ahora que puedo trasnochar prefiero leer hasta las tantas esas historias de aventuras, detectives, asesinatos, vampiros y fantasía que han avanzado tan poco durante el curso. “Total, si puedo levantarme a la hora que quiera porque ya no hay que madrugar”.

Dentro de unos días nos iremos a la playa. Durante una quincena podré admirar el inmenso azul del mar, jugar a las palas en la orilla o con el balón hinchable que nos han regalado al comprar el protector solar, dejar que las olas me acaricien los pies y borren las huellas dejadas en la arena, tumbarme a tomar el sol en la toalla mientas que, escondido tras las gafas de sol, únicamente pueda imaginar un iglú y lo agustito que estaría jugando con los pingüinos. La verdad es que no sé como mamá puede aguantar tanto tiempo tumbada tostándose al sol. “Hala, otra vuelta. Yo mejor me voy a tomar un refresco que se me van a secar hasta las ideas de tanto sudar”. Mientras bebo, veo como un hombre juega con su obediente perro. Él le tira la pelota y el animal va a buscarla. Así llevan más de una hora, como un boomerang, como mi madre, vuelta y vuelta. “Ahora nos vamos a la piscina del hotel a quitarnos la sal y la arena de la playa y a seguir tomando el sol esta vez en una tumbona”.

Y todo morenito me iré al pueblo con los abuelos. ¡Eso sí es la verdadera felicidad! Volveré a vivir todos esos momentos que guardaré en mi corazón y reviviré una y otra vez durante el frío invierno: el paisaje montañoso acompañado por el vuelo de una mariposa, las flores de los campos, los ruidos de la naturaleza, el croar de las ranas, el cri-cri de los grillos y las chicharras, el piar de los pájaros, el zumbido de los insectos, el relincho de los caballos, el mugido de las vacas.

Me bañaré otra vez en el agua congelada del río a la hora de la siesta. Sentiré de nuevo el cariño hacia esa tímida chica tan especial (“¡qué guapa estás este año, María!”) con la que sueño en secreto que un día será el amor de mi vida y a la que el pasado me atreví a regalarle una flor. Escucharé muerto de risa a las mujeres del pueblo que se atreverán a cantar, o a destrozar, según se mire, una canción a la hora del rosario. Volveré a deleitarme con un nuevo arcoíris en una tarde de tormenta. Y ¡cómo no! disfrutaré otro año de la amistad incondicional de esos chicos y chicas con los que verano tras verano contemplo las estrellas fugaces en la noche de San Lorenzo, me acerco otras al cementerio para salir corriendo a medio camino porque alguien ha empezado a contar un historia de miedo. Y también con ellos iré a bailar en la fiesta del pueblo y ¡quién sabe si, con suerte, alguna lenta con María!

¡Buah! ¡Qué diversión me espera! Voy a pensar con quién dejo este año a Rufino, mi hámster, al que no le gusta tanto el verano como a mí porque todos los años los pasa solo con algún extraño.

¡Con todo lo que tengo que disfrutar y solo pienso en lo poco que dura el verano!

Toñi Martín del Rey


Imagina cuántas palabras
Opción 2. Apalabra50S



Toñi Martín del Rey

Explorando bajo el arco iris
(Dedicado a Andrea Aguirre.)

Se hizo tarde y mi hermana Mª del Mar me esperaba impaciente en el rellano de la puerta. Se asustó cuando me vio llegar despavorido, blanco y sin aliento.

-¡Pablo! ¿Dónde has estado? ¿Qué te ha pasado? ¿Qué traes entre los brazos?

-¡Te lo puedes imaginar…! ¡Esto es un hámster!

Mamá había convencido a papá de compra una casita en un pueblo costero y desde entonces me paso todo el curso pensando en mis vacaciones en la playa. Y cuando ese día llega, la paz y la felicidad para mi es completa: sin colegio… dormir a pierna suelta, sin deberes, nadar, tomar el Sol al lado del agua, y lo más importante, el reencuentro con mis amigas Vero y Luz. Nos hicimos amigos nada más llegar a dicho pueblo y guardamos nuestra amistad de un año para otro.

Fue mi hermana Mar la que nos comenzó a llevar a explorar la casa desierta de la playa, convirtiéndose en uno de nuestros principales juegos. Pero ahora no quiere ir con nosotros; dice que eso no es para chicas que están haciendo bachillerato, que es cosa de niños. Ahora la gusta escuchar música, leer novelas de amor, bailar en las verbenas del pueblo, cantar en el karaoke del pub, ir a la piscina del pueblo vecino con sus amigos, jugar al baloncesto…, pero, ¿Qué baloncesto? Si lo que hace es dar saltitos delante de los chicos…

-¡Siéntate y cuéntame! – dijo Mar acercándome la mecedora del porche y haciéndose cargo del hámster.

-Aprovechando que había llovido y que no habría gente, decidimos ir a jugar a explorar a la casa desierta de la playa. Nos encontramos con un arco iris que nacía de entre las flores de la vegetación que hay de detrás de la casa y moría en el azul del mar. Un perro demostraba gran alegría intentando atrapar las olas diluidas que morían en la arena.

-¿Y no habría sido mejor que hubieseis jugado al fútbol?

-Fuimos a entrar por donde lo hacemos siempre, por la trampilla que da al sótano. Para nuestro asombro estaba cerrada. Y más asombrados nos quedamos cuando comprobamos que la puerta principal estaba abierta. Entramos sigilosos. Al llegar al salón y tras un rápido escrutinio, el miedo comenzó a invadirnos. La televisión estaba limpia de telarañas, sobre la mesa había un ordenador portátil, un libro abierto a medias de leer, restos de pizza en un plato de plástico, en un estuche había una pipa de fumar que humeaba. De pronto el reloj de pared comenzó a dar las horas y el corazón se nos paralizo. Suspiramos y decidimos ir a la cocina. ¡Qué horterada! En la pared de donde colgaban las cacerolas, sobre ellas, habían puesto un cuadro de un paisaje que predominaba la naturaleza; habían pintado una enorme flor acechada por una mariposa…La puerta del garaje estaba abierta: nos encontramos con un coche que yo nunca había visto. En él estaba inscrito “Dian 6”. En el suelo estaban intentando probar una tienda de campaña en forma de iglú…Y de pronto, otro sobresalto. En un rincón había una caja de cartón que se movía. Le echamos valor, miramos en su interior y nos encontramos con el hámster. Le estábamos rescatando cuando una silueta con falta de cariño, con gafas de culo de vaso y cargada con un baúl, apareció taponando la puerta.

-¡Se acabo la diversión! ¡Me habéis tocado el esternocleidomastoideo! – grito la silueta deforme dejando caer el baúl.

-El pánico nos hizo gritar a la vez. En desbandada corrimos hacia la puerta, derribando lo que me seguía pareciendo una silueta gigante. El extraño hombre se levanto y al echar a correr tras de nosotros, tropezó con el baúl y volvió a caer. Mire hacia atrás y vi como su cabeza rodó como un balón…

-¡Ja ja ja ja!

-¿Por qué te ríes?

-Lo que rodó fue su peluca.

-¡Ahora que lo dices…!

Nicolás Hernández López


La nana de Canelo


Nací con el esternocleidomastoideo atrofiado. Una circunstancia inusual que mi padre de haberlo sabido, habría vivido como una desgracia inmerecida que demandaba una muerte rápida, máxime cuando mis hermanos y los retoños de las camadas vecinas resultaron ser especímenes no solo sanos, sino sobresalientes.

En doce días, las galerías que viven ocultas al sol, se llenaron de promesas de pocos gramos, cola muy corta y cuerpo rechoncho. La naturaleza había cumplido. El paisaje se renovó para no desaparecer, y así como en otras ocasiones, de la renovación resultó una cosecha de flores comunes, esta vez, solo un hámster, yo, quebraba la música del agua: la coral de gotas que nacen ciegas, fluyen por uno o mil cauces y finalmente hagan lo que hagan, la mar alcanza.

Si mi papá no me devoró nada más verme fue porque no me vio. Ebrio de felicidad no olió mi tara. Suceso que mi mamá aprovechó para esconderme en el estuche azul de sus labores de lanas. Recuerdo la paz de aquella mi primera casa, y la música dulce que acompañaba a sus palabras cuando sin que nadie nos viera me acunaba. Recuerdo "la nana de Canelo", mi nana. Recuero el libro que me leía antes de salir el sol, el único que tenía: "La mariposa con gafas". Recuerdo como antes de dormir, su corazón me abrazaba.

Como bien sabéis, el reloj que marca nuestros pasos, tiene la cuerda rápida. A las cuatro semanas somos independientes y a eso de los dos meses nos iniciamos en los juegos de amor y agua. Entonces todo cambia.

Una mañana, mi madre me despertó. Me lamió con cariño el cuerpo y la cara. Yo tenía sueño. La noche anterior, como no iba al colegio, había sido muy larga. Los deberes que me había puesto eran difíciles. Tardé en resolver los problemas de laberintos y en descubrir los falsos silogismos, la lógica sin lógica que atrae tanto como engaña. Según uno de ellos, el fútbol y el baloncesto eran el mismo deporte: jugar con un balón. Según otro, el ordenador y la televisión el mismo aparato: un ingenio que sin coche te acerca a una tierra sin tierra repleta de diversión. Según un tercero, el iglú y la piscina una misma realidad: masas de agua que pueden cubrir a un roedor.

Cuando terminé, comimos pizza de abedul, heno y haya. Después trepamos mil veces por el arco iris que había dibujado en la caja de lanas. Pude cantar en su curva más alta y bailar sin freno mientras me deslizaba por sus patas. Fue una noche larga y fantástica. Fue mi última noche en esa casa tan cálida. Fue la primera vez que atravesé la maraña de túneles donde todos dormían sin conocer sus trampas, ajenos al balanceo de un amor que sin saberlo, les desafiaba.

El camino se hizo claro. Desembocó en una boca de nieve blanca. Reconozco que tuve miedo. Mi defecto me impedía mirar a los lados. Mi cabeza no giraba. El instinto me gritaba que si algún peligro me acechaba, no podría eludir la desgracia. No entendía por qué mi madre insistía en que avanzara.

Salir del pasadizo no me tranquilizó. Una alfombra de lanas frías cubría una caja sin tapa. No podía abarcarla. Pronto concluí que fuera todo era más grande de lo que jamás nadie imaginara.

Nos dirigimos a unas matas. Se ovilló sobre mi y me cantó mi nana. En ese momento supe que el hogar es una balada que te calienta el alma. Me dormí.

Al despertar, un perro grande, elegante y fuerte nos acompañaba. Se llamaba "Bernardo". Era amigo de mi madre. Una amistad extraña. Me entregó a él con absoluta confianza. Trepó conmigo por sus patas, y me acomodó en un cajita metálica que colgaba de su papada. No estaba fría. Alguien, algún día o alguna noche, se había entretenido en forrarla de lanas, y en pintar en el frontón que quedaba justo a la altura de mis ojos, un arco iris idéntico al que yo conocía. Todo me arropaba. Luego me dio un beso como el que me daba cada mañana para que durmiera en calma y dejó junto a mis patas delanteras una bolsa, dentro había un libro, el único libro que tenia: "La mariposa con gafas", unas hojas blancas y una caja de lapiceros nueva. "Tendrás tiempo de leer, quizás quieras pintar o escribir una historia o una carta. Aquí no hay sitio para ti Canelo. Vuelvo a estar embarazada. Mira al frente y no te preocupes por nada. Muchas veces los depredadores solo son fantasmas".

Por lo que pude descubrir en ese viaje que no sabía donde me llevaba, Bernardo y mi madre se conocieron en unas vacaciones tan curiosas como extraordinarias. Él custodiaba un grupo de cabras cerca de un refugio de montaña donde unos jovencitos celebraban su inminente salto a la Universidad. Decían con júbilo adiós al colegio, al bachillerato, a los castillos de arena en la playa y saludaban con euforia, la puerta adulta que les esperaba. Ella disfrutaba en el mismo lugar de un premio: el premio anual que otorgaba la Real Camada al joven o la joven con calificaciones mas destacadas. Era aquel refugio un oasis donde las promesas de distintas especies durante una semana conversaban. Era una apuesta secreta colmada de esperanzas que tres búhos y un unicornio financiaban. Al terminar la estancia, le propusieron que se quedara. Unánimemente fue elegida como la flor más clara. La necesitaban. Ella barajó la opción, pero consideró que si era verdad cuanto afirmaban, su aroma sería más útil perfumando las galerías subterráneas. Desde entonces, ella y él, él y ella hacían lo imposible por mantener el contacto. Ambos estaban convencidos de que el encuentro es posible si se prescinde de la red de intrigas y farsas.

No se cuánto tiempo duró nuestro viaje, podría decir que nada. Fueron tantas las aventuras que vivimos y tantas las que al descansar me contaba, que el tiempo fluyó sin saber que pasaba.

Hoy vivo entre alcatraces, pelícanos y gaviotas. No me escondo. Mi hogar es un nido próximo a la playa. Curiosamente, no me atacan. Miro al frente y sigo mi camino. Como tampoco puedo mirar hacia arriba, he aprendido a ver el cielo en el suelo. Os mentiría si dijera que nunca siento miedo. Lo siento. Pero cuando siento su amenaza, pienso que esas alas oscuras pueden ser simples fantasmas, y reanudo la marcha.

Mañana viene Bernardo. No sé si con él llegará algún animal herido de nacimiento o mutilado por el agua. Si es así, recalará durante un tiempo entre estas arenas saladas. Puede que el descanso y el mimo le permitan encontrar su lugar en el laberinto de un mapa. Muchos ya lo han logrado. Algunos, como yo, se quedaron.

Tengo ganas de ver a Bernardo, porque venga solo o acompañado, sé que traerá una carta. Nada mas abrirla, ponga lo que ponga, escucharé una melodía dulce. La nana de Canelo, mi nana.

Ana Isabel Fariña

Dibaxu di tu piede qui balia

La sesión del lunes pasado la dedicamos a la literatura sefardí. El título del taller "Dibaxu di tu piede qui baila" es un verso de Juan Gelman perteneciente a su libro Dibaxu cuyos poemas están escritos en sefardí.
Así lo explica el autor en el prólogo del libro:

"Escribí los poemas de dibaxu en sefardí, de 1983 a 1985. Soy de origen judío, pero no sefardí, y supongo que eso algo tuvo que ver con el asunto. Pienso, sin embargo, que estos poemas sobre todo son la culminación o más bien el desemboque de Citas y Comentarios, dos libros que compuse en pleno exilio, en 1978 y 1979, y cuyos textos dialogan con el castellano del siglo XVI. Como si buscar el sustrato de ese castellano, sustrato a su vez del nuestro, hubiera sido mi obsesión. Como si la soledad extrema del exilio me empujara a buscar raíces en al lengua, las más profundas y exiliadas de la lengua."

Gelman escribió estos poemas gracias a Clarisse Nikoïdski, novelitas en francés y poeta en sefardí, que despertó en el poeta la necesidad de escribir en sefardí.
Transcribimos a continuación varios poemas del libro:

I
il batideru di mis bezus/
quero dizer: il batideru di mis bezus
si sintirá in tu pasadu
cun mí in tu vinu/

avrindo la puarta dil tiempu/
tu sueniu
dexa cayer yuvia durmida/
dámila tu yuvia/
mi quedarí/quietu
in tu yuvia durmida/
dámila tu yuvia/

Mi quedarí/quietu
in tu yuvia di sueniu/
londji nil pinser/
sin sapntu/sin sulvidu/

nila caza dil tiempo
sta il pasadu/
dibaxu di tu piede/
qui baila/

I
el temblor de mis labios/
quiero decir: el temblor de mis besos
se oirá en tu pasado
conmigo en tu vino/

abriendo la puerta del tiempo/
tu sueño
deja caer lluvia dormida/
dame tu lluvia/

Me detendré/quieto
en tu lluvia de sueño/
lejos en el pensar/
sin temor/sin olvido/

en la casa del tiempo
está el pasado/
debajo de tu pie/
que baila


V
quí lindus tus ojus/
il mirar di tus ojus más/
y más il airi di tu mirar londji/
nil airi stuvi buscandu:

la lampa di tu sangri/
sangri di tu solombra/
tu solombra
sovri mi curasón/

V
qué lindos tus ojos/
y más la mirada de tus ojos/
y más el aire de tus ojos cuando lejos miras/
en el aire estuve buscando:

la lámpara de tu sangre/
sangre de tu sombra/
tu sombra
sobre mi corazón/


En la sesión también hablamos del libro "Cancioncillas del jardín del edén", una maravillosa publicación de la editorial Kókinos que recoge 29 canciones infantiles judías. Entre ellas hay un buen número de temas en judeo-español.




Una de las canciones, La parida, nos sirvió para plantear el reto semanal de escritura creativa.

Dichù la parida
-Mi mueru, mi mueru
Arrespondiù il maridu:
-Pasensia mi mujer,
Mi parirech un iju,
i mus alegraremus,
sea buen siman esta alegriya (bis)
Ke mus viva la parida,
i ke tenga buena vida!
Ya viene il paridu,
kun manus yenas,
in una manu yeva,
mansanas i peras,
in la otra manu yeva,
un masu di candelas,
para ke arrelumbri toda la parintera (bis)
Aboltavoch parida,
para il verandadu,
sentirech il paridu,
diziendu chaiyanu


Dijo la parturienta:
me muero, me muero.
Repondió el marido:
paciencia esposa mía.
Darás a luz un hijo
y nos alegraremos.
Sea buen augurio nuestra alegría.

¡Que viva la parturienta,
y que tenga buena vida!
Ya viene el padre
con las manos llenas,
en una mano lleva
manzanas y peras,
en la otra mano lleva
un manojo de velas
para alumbrar a toda la parentela.
Vuélvete, parturienta,
hacia la ventana,
y orías al padre
recitar chaiyanu.

Al final del libro se explica el origen y el sentido de esta canción:

"Esta copla exalta el ciclo de la vida. La cantaban las mujeres (madre, suegra, vecinas, etc) a la mujer que iba a dar a luz, a lo largo del embarazo, el alumbramiento y los ocho días que precedían a la circuncisión del recién nacido, para expulsar a los malos espíritus. Es muy larga y narra los nueve meses del embarazo. Veamos una estrofa:

Oh, qué nueve meses de sufrimientos has pasado.
Y te ha nacido un bebé con cara de luna.
Viva la parturienta y su criatura.
Bendito el que nos ha dejado ver este día.
Ya es buena señal esta alegría...

En la canción, el joven padre se queda en el vrandadú, especie de de balcón cubierto que comunica con todas las habitaciones y que rodea la casa entera. Espera ante la puerta de la habitación de la parturienta la autorización para entrar recitando el Chaiyanu, una bendición en hebreo que se pronuncia tradicionalmente cuando se ve algo por primera vez."

Propuesta de escritura
Escribe, con el título de Chaiyanu, un texto que sirva para ser leído o recitado, a modo de bendición, al ver algo por primera vez, desde el mar o la nieve hasta un recién nacido.

Estos son los trabajos presentados por algunos de los participantes en el taller:


Chaiyanu
Niña rubia con ojos azules

La espera, se me hizo eterna,
Por fin, aparece una enfermera,
con algo envuelto en una toalla.
Se acerca y me dice: ! Es, su hija !.
Comenté: "Una niña rubia con ojos azules",
"Parece que me está mirando".
La cogí con un poco de miedo,
la di dos besos y se la entregué,
de nuevo a la enfermera,
no supe como reaccionar,
un hijo es una bendición.

Luis Iglesias


Chaiyanu

El viento rompe el silencio,
se acerca a mi corazón,
con la tierra se hace llanto
de lluvia sobre tu amor.

Tus besos se hacen eternos
cuando salen de tu voz,
parecen estar despiertos
en el verde y en la flor.

El tiempo ciñe las horas
en el mar de la ilusión;
los caminos se hacen luz
al temblar nuestra pasión.

Mar y cielo se hacen uno
al ver nuestro gran rincón,
donde nace nuestra vida
y muere nuestro rencor.

Somos dos gotas de agua
que anidan en el dolor
de una piel anochecida
violada por un adiós.

Sofía Montero


Entre quejidos en la alcoba
Oigo tu llanto primerizo
Salgo de la sombra
Te llevo la rosa y el lirio

Como besos de amapola
prendidos en mis labios
adivino tu mirar en pausa
Te doy el gorrión y la alondra

Cuando duermas dos ángeles
dulcifiquen tus sueños
Ahora como primicia
Te los traigo de la mano

La luz de tu ser, tu existencia
Abren las ventanas de mi alma
Todavía no sabes
Te entrego la llave

Antonia Oliva


Chaiyanu

Hoy el sol nace en tus ojos y alumbra el mundo para ti.
Tus ojos, que miran por primera vez.
Nota el viento en la piel.
Escucha el temblar de los arboles mecidos.
Respira el olor de a lluvia
Y descubre el calor de la vela.
Hoy las estrellas giran para ti y la luna de plata ilumina tu ser.
Bendito seas, que conocerás el mundo.

Leticia Vicente


Chaiyanu

Benditu sea o neno que sin medo cha durme
no nidinho que fizo a sua anay no suo pecho
O seu corazón sentiches, o teu choro cesou
Sin saber supiches, que o calor verdadeiro
chega do amor que brota con chuvia o sin ela,
na vega fértil i no deserto: o suelo mais seco.
Descansa meu fiyo. Estas ben cuberto. Hose u calor te roźa. E un calor eternu.

Rayito do sol que espantou a noite do meus oyos negros
Cálido vento que alejou o frio do minha pel do acero
Paxarillo terno que xa trina no mi corpo entero
Foya que remove a savia que a vida da, a este tronco veyo
Agora mesmo, fálame a brisilla da tua boca, do teus labios sin cepo
Díxeme que sou luz i vento i trino do una foya que se entrega sin esperar o premiu
Díxeme que estou cuberto. Díxeme que o teu calor me roźa. E un calor eternu.

Hose e mundo e novo
Hose e mundo e belo
Hose e mundo e grande
Hose o mundo e tan grande como tu, meu amor, pequeno
Hose o mundo e aventura
Hose o mundo e promesa
Hose a o mundo cubrelé un aroma. O noso calor le roźa. E un calor eternu.

Bendito sea o neno, bedito seas tí, meu amor chiquito, meu mundo neno.
Tan débil, tan forte, tan lindo, tan cheo de sonhos sin duelos
Arroyito sin lodos, eu che miro i temblo
Panecillo fresco, doite un bico nans mans i páraseme o tempo
Será que os dedines que tes, puxeron o tempo a cuberto.
Doite un bico nos pes i recordo o misterio: u regalo do cada mañan,
u regalo deste camino que torciose cando escondeu su calor, cando negó  u eternu
calor eternu

Bendito sea o neno, bendito seas tí,  o meu neno pequeno
Che veo durmir no nidinho de un pecho
y desperta o delfín que preso yacía nos meus duros huesos
Salta os cerroyos que os ogros do rio pecharon con celo
Agorita xoga. Sin ajorcas, sin faixas, sin lastre, sin peso.
Chora de gozo abrazadinho a teu alento, a teu soplo fresco. Borrase o inferno.
O roçio dibuxa  o calor do u cielo por sempre a cuberto. U eternu calor eternu.

Bendito sea o neno que sin medo cha durme
Bendito sea o neno, benditu seas tí, o meu pequeno neno
Meu amorcillo mais grande.
Meu amorcillo mais novo
Meu amorcillo mais belo
Meu amorcillo mais terno.

Meu amorcillo mais pequeno. Meu calor eternu.

Ana Isabel Fariña


Todos los días

Todas las mañanas, doy gracias por despertar, por madrugar o por poder estar un rato más en la cama, por pensar en lo que voy a hacer, por esa sensación maravillosa de que algo empieza y puede ser diferente, mejor, distinto.......

Por lo más cotidiano, por el primer café y el primer saludo. No tengo más que pensar en aquellas épocas a lo largo de la vida en las que he echado de menos estas rutinas, estas costumbres, estas seguridades. Entonces he tomado conciencia de lo importantes que son y de que no se puede contar con ellas sin más, que hay que aprender a agradecerlas y disfrutarlas.

Gracias a ti por decir aquella frase “ todos los días miro por la ventana, veo el sol y el cielo y cada día me parecen más bonitos”

Fue una verdadera lección de vida cuando tú te estabas despidiendo de ella.

Te quiero, papá.

Teresa Sanz


Bendición ladina

Bindiku dia in ke sopulu vola inter kaeli e terra, in ke fioris amusan kon brisa y recordis amisan in finistres.
Bindiku dia kuando pasati cansati dormi in olvidu e olivis fredos ecumecen kon annis in sonnis di iuventus.
Bindiku dia in ke fillo per viezi prima otea e anuncia: pare.
Bindiku dia in ke instantis molozan e golpean oculos kon miredis.
Bendiku dia in ke sopulu termina tiempu in suspiru.


Bendigo el día en el que un soplo entre el cielo y tierra vuelan, en el que flores se mecen con la brisa y los recuerdos se posan en las ventanas.
Bendigo el día cuando el pasado cansado duerme en el olvido y los olivos fríos se retuercen con los años en sueños de juventud…
Bendigo el día en el que el hijo por primera vez te mira y pronuncia: padre
Bendigo el día en el que los instantes se mezclan y se chocan los ojos con las miradas…
Bendigo el día en el que el soplo para el tiempo en un suspiro.

Vicente Martín


Chaiyanu

Chaiyanu a tu nariz redondita y celestial.
Chaiyanu a tu cara redonda con ojos achinados.
Cahiyanu a la pelusa negra que decora tu cabeza.
Chaiyanu a tu boca de piñón y al bostezo que la acompaña.
Chaiyanu a tu piel blanca y transparente y suave como el terciopelo.
Chaiyanu a tus sorprendentes movimientos de brazos semejantes a los de un boxeador en el ring.
Chaiyanu a esas dos orejitas que dejan entrar numerosos ruidos que te sobresaltan repetidamente.
Chaiyanu a tus manitas cerradas en un puño que se estiran y dejan ver diez diminutos y perfectos dedos.

Toñí Martín del Rey

El niño que se comía las palabras

¿Qué ocurre cuándo las letras desaparecen? La sesión del lunes, 8 de junio, la dedicamos a los lipogramas, textos en los que desaparece de forma intencionada una letra.
Abrimos la sesión con el cuento de Manu Espada "El niño que se comía las palabras", leímos algún fragmento de "La aventura peligrosa de una vocal presuntuosa", una deliciosa novela para niños en la que desaparece la vocal "a".


Mencionamos también la novela "El secuestro" de Gerges Perec, publicada en Anagrama. El mismo juego que el escritor hace en la versión francesa del libro "La disparition" con la vocal "e", lo hacen cinco traductores en la versión en castellano pero en este caso con la vocal "a".

Otros dos maestros del lenguaje son Enrique Jardiel Poncela, del que mostramos un fragmento de su obra "Un marido sin vocación", narración en la que prescinde de la letra "e" y Cristian Atanasiu quien juega, en uno de sus espectáculos, con la desaparición de varias letras:

Un otoño -muchos años atrás-, cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial.

-¡Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al Casino y toparon con los camaradas más íntimos.

-¿Un matrimonio?
-Un matrimonio, sí -corroboró Ramón.
-¿Tuyo?
-Mío.
-¿Con una muchacha?
-¡Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?
-¿Y cuándo ocurrirá la cosa?
-Lo ignoro.
-¿Cómo?
-No conozco aún a la novia. Ahora voy a buscarla...

Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad.

A las dos horas conoció a Silvia, una chica algo rubia, algo baja, algo gorda, algo sosa, algo rica y algo idiota; hija única y suscriptora contumaz a La moda y la Casa (publicación para muchachas sin novio).




Propusimos como tarea introductoria reflexionar por qué han de sentirse orgullosas cada una de las vocales. La "a", quizá, por formar parte de las palabras "amor", "paz", "alma". ¿Y el resto? Cada cual aportó cinco palabras (monovocálicas) a dicha reflexión.

La tarea de escritura consistió en escribir un texto, un lipograma, sin una de las vocales (exceptuando la "a"). A esa fuga se sumaron durante el transcurso de la tarea tres consonantes, la "s", la "t" y la "p" con lo que los participantes en el taller tuvieron que varias el discurso y prescindir de las palabras portadoras de alguna de estas letras.

Este es un pequeño botón de muestra de la tarea:


De mito a mito
Sin la “I” (y sin la “p”, la “t” y la “s”)

– Marlowe, le voy a ofrecer algo que no valorará rechazar –declaró Corleone–. Deje a Lauren Bacall y coja la mano de la muchacha de cabello dorado, la de la falda rebelde y la enagua blanca en el rodaje de aquel alemán...
– Creo que era au...
– Calle, la recuerda, ¿verdad?
– Claro, ¡cómo no hacerlo!
– Bueno, normal, ma´ no la confunda, eh. La de JFK y la del ukelele en aquella obra en la que Lemmon acaba con un hombre maduro en una lancha; con el alemán de nuevo a la cámara.
– Creo que era au...
– Calle, calle, y no declame el nombre de la mujer o le rebano la lengua. Ande, ande, y venga a verme en mayo con la buena nueva. No, no bromeo, nunca bromeo.
Marlowe abandonó azorado el hogar de Corleone y erró rumbo al bar donde le aguardaba un colega.
– Eh, Marlowe, ¿cómo va el abuelo?
– Muy raro, la verdad. Creo que el amo de la Gran Manzana anda acojonado. La mujer no le deja nombrar a la Monroe.
– No hay duda, algo huele muy mal en Noruega.
– Creo que era en...
– Calla, anda, calla y bebe.

Juan José Nieto Lobato


El bedel

En el cole, un alumno exclamó: ! Me han robado una vocal !.
El bedel corre raudo al aula, en el encerado ve que la a juega con la o, y la u juega con la e.

Luis Iglesias


La cruzada

Aún recuerdo un mundo donde cada fonema navegaba en el cauce de una hoja blanca. Un globo ajeno al afán de alabanza. Un aro vacuo y colmado. Una rueda de algodón azul y ambar que modulaba el vuelo con la voz que al verbo crea. Una burbuja de raza donde cada vocal gozaba del dulce valor de abrazar a la vocal y la no vocal como a una hermana.
Aún recuerdo la cumbre y el valle, el fuego y el agua, la arena que era llama y el océano que el ojo no abarcaba. Llama y mar, mar y llama, danzando en la raya alba donde el nudo amor mandaba.
Hoy la amargura cubre el cauce. Cada fonema lucha en una cruzada vana. No fenecer conlleva dejar huella, alzar la voz, calzar el paso con laurel, marcar con fama la marca de cada zancada, defender el yo del ello, alejar la vocal de la vocal que no adorne, rechazar la no vocal que no realce. No amparar a la voz hermana.
Una hache muda fue la dama que envenenó la burbuja, el globo de raza.
Loca de rencor por creer la gala que la engalanaba una nube opaca, una voz a la que la luz no llegaba, selló con la noche el cauce de la hoja blanca. El furor de un muro cercenó la danza.
Hoy la voz calla. El fonema hecho acero navega ajeno a la voz hermana. No hay coro. No hay rueda de jabón algodonoso que module el vuelo en una carcajada.
Hoy la voz dura dejó de ver el dulce valor de un abrazo. Dureza cobarde que envenena la luz del alba.
Hoy el averno ancló el áncora: una alfombra de oro helada.
El fuego quema la burbuja. La lucha de la luz y la gala avanza. El pulso férreo de la voz y la forma manda. No hay belleza en el volcán de una zancada cuyo afán es la fama, la marca de un lugar, de una huella, el rayo de un verbo que no fenece.
Una hache, una hache muda, fue la dama que zanjó la holgura de un paseo en globo. Alejó el fuego de la cumbre del océano de un valle. Loca, ahogó la danza nuda de una rueda azul y ámbar.
Aún recuerdo un mundo donde cada fonema navegada en el cauce de la hoja blanca, en el lecho donde la voz de una hache aleaba con dulzura la luz de la cumbre y el frescor de un valle.
El orbe declara lo que os narro locura.
Loca, vago
Hoy deambulo con el recuerdo alrededor de un mundo cuerdo.
Y en el vagar veo. Veo el dolor del fonema que huye del fenecer y no goza y oculta el regalo de ofrecer un regalo vernáculo a una voz ajena, de donar la luz y no dejar huella: la marca de un rayo salvaje que el orbe recuerda.
Aquel que loca no me vea y con una luz roce la cancela que me alberga, conocerá una voz azul, una luz nómada, un fonema ambar que recuerda y porque recuerda acoge y da lo que lleva. No habrá alarde. No habrá demora. Habrá una rueda nueva.
Luz con luz volaremos en una burbuja de fuego, mar y arena. Arder y no quemar la hoja blanca. Anómala hazaña que el cuerdo no recuerda.
Voz con voz hallaremos el globo de raza, el mundo vacuo y colmado, que en un vuelo, al verbo crea. La rueda de algodón que ajena a la dureza, navega.

Ana Isabel Fariñas


Mi voz

El cielo amanece.
La voz de la mirada
danza en el rincón de mi vida,
brilla con la hierba,
anida en la hoja,
acaricia el camino del mar
que mece la idea,
baña mi cara amanecida
para dorar la arena del amor.

Sofía Montero García


Poema sin S T P U

Vivir ajeno al rayo frío.
A la llamarada de vida.
Al brillo naranja de la mirada.
Al rocío de la mañana.

No hay margen de error.

Cayó la montaña.
Arrolló al arroyo.
Amenazó al corazón ya herido.
Rodó con el alma al mar.
Con la rabia de la lava.
Con la lágrima callada.
Llevado hacia la nada.

El ojo miró.
Habló la llave.
Cerró el alma.
Ardió la marca en el brazo.
Morada.
Vacía.
Helada.

La llaga acarició la noche.
¿Vida?
Nada de nada.

Lloraré en el mar.
Amaré la línea débil del verbo.
Borraré el dolor.

Y dormiré.

Vicente Martín


-ne- al am-r en un p-r-al

La mirada clavada en la mirada:
un enlace, que cruza el aire y el mar
de cerveza y de carne que llena el bar.
Ella indica que inicie la jugada.

El índice la guía hacia la arcada.
Calla la muchedumbre del lugar
la marea carnal creada de un lunar,
cerca, la galería auxilia la amada.

En la umbría acaricia la figura
rival. La lengua haya vida nueva
y dibuja en carmín la nuez madura .

La luz vecinal quiebra, en blancura,
la idea de un final feliz en la cueva.
Ducha fría, le dice caradura.

Leticia Vicente


Texto Original:

Intenté llegar a tiempo a coger ese autobús inútilmente. Como a todo en mi vida había llegado tarde, por poco, pero tarde. Como siempre. Es algo tan habitual que el sabor a hiel que me llena la boca cuando ocurre ya no me extraña, al contrario, me parece habitual.

Texto “tratado” (sin o, p, t, s):

Una imbecilidad mi empuje en alcanzar la guagua. En general nunca alcancé mi finalidad, la rondaba. ¿La hiel que invade mi lengua? Familiar. Alguna diferencia en mi baba ya me enciende la alarma.

Miguel Ángel Pegarz


Corre el viejo con el niño!!
Un ruido horrible!
Llueve mucho.
No quieren volver.

Teresa Sanz


El niño que se comía las palabras

Aciago día la vocal final del abecedario marchó y no dejó dicho adónde iba.
¿Conoce la vecina “o” dónde localizarla?
¿Ha averiguado la amiga “i” dónde hallarla?
Y la conocida “e”, ¿imagina la vida en el globo con carencia de ella?
Y la engreída “a” ¿logrará formar vocablo razonable?
¡Qué insomnio! – decían a coro.
La creída vocal “a”, cavila: “La vocal final, carece de fama; no como yo. ¿hay vocablo en el diccionario? Raro, claro.”. Reflexiona de forma viva y llega a la idea de que la vocal evadida, no conocida como ella, goza de afin eficacia. Al final, dice: “Yo gozo de belleza; “Ella” encierra en el corazón algo que no alcanzaré yo a haber. Me agrade o no, la carencia de dicha vocal origina daño inimaginable”.
Y chilla: “Amiga, ven veloz al hogar ya que no alcanzo a vivir con carencia de alianza en la pandilla de cinco”.

Toñi Martín del Rey

¿Más que mil palabras?

La sesión del lunes, 1 de junio, la dedicamos al cine y a algunos libros de poesía que toman como referencia en sus títulos o en el desarrollo de los poemas el séptimo arte: El amante discreto de Lauren Bacall de Luis Felipe Comendador o La sonrisa de Audrey Hepburn de Sonia Betancort.


También leímos algunos textos de la antología Viento de cine (El cine en el poesía española de expresión castellana), de cuya selección, introducción y notas se encargó José María Conget y que está publicado en la editorial Hiperión.

Presentamos, a modo de muestra, dos de los textos recogidos en la ficha de trabajo; un microrrelato de Manu Espada titulado "Atrapado" y un poema de José María Merino:

Damián quedó atrapado en una cinta de súper ocho el día de su primera comunión. Su padre le grababa mientras cortaba la tarta, y ahí permaneció para siempre, con ese gesto bobalicón de por vida, encerrado en una película a perpetuidad. Cuando lo echaban de menos, ponían el proyector y veían su imagen en el gotelé de la pared con esa mueca infinita de satisfacción cortando el pastel en porciones y repartiéndolo entre sus primos. Al cabo de varios años se impuso el VHS y la película quedó olvidada en un desván, junto al proyector. Damián se aburría en los fotogramas de la cinta. Era la única persona real en la película. El resto tan sólo eran imágenes de sí mismos. Al cabo de varios años, en un ataque de nostalgia, sus padres subieron al desván, cogieron la película y la proyectaron de nuevo. El niño volvió a repetir el eterno gesto de cortar la tarta varias veces. Le costaba moverse. Estaba entumecido. Tantos años inmóvil. Se miró las manos. Arrugadas. Viejas. Se había convertido en un anciano. Frente a él, tras el proyector, dos niños de ocho años lo miraban con ternura.

* * *

Las madres se vestían para el cine

Las madres se vestían para el cine
lloviéndose perfumes
encima de sus sedas inasibles.

Aún
había en su corazón luto por Leslie Howard,
pero los nuevos bellos esperaban
con su virilidad de celuloide.

De qué tejido eran, azules o rosadas,
inconsútil es,
aquellas ropas propias de Minerva
o de Juno.

las madres, íntimas y solícitas, movían
como ramos las medias, se ceñían
las perlas cultivadas, aplacaban
las furias puntuales, exhalaban
un aire jardinero
y una movilidad de antorcha o de ramaje.

Marchaban taconeando
y dejaban la alcoba cálida y rumorosa,
dejaban
horquillas y destellos,
suspiros,
amnióticas riadas.

Nosotros 
nos zambullíamos en la luz amarilla,
como recuperando los orígenes.


La propuesta de escritura consistió en redactar la biografía de un personaje (actor/actriz, director/directora) con los siguientes datos: Nace en Pedrosillo el Ralo (Salamanca) en 1912 y muere en Venecia -durante el transcurso del Festival de Cine- en el año 2013.
Una vez iniciada la tarea los participantes en el taller tuvieron que incluir cinco palabras en su texto (papel, mandarina, sábanas, alfombra y claqueta). Cada una de esas palabras fueron lanzadas al aire, a golpe de claqueta, a lo largo de la actividad. Era requisito indispensable incluirlas en la biografía en el momento en que eran presentadas.

Estos son los trabajos de algunos de los participantes en el taller:


Ana María Gutiérrez

Nació en Pedrosillo de Ralo (Salamanca) en 1912.
Fue la mayor costurera del pueblo cuando era pequeña, aunque su gran pasión fue el papel que interpretó en su primera película que se llamó El Violín (!923) donde hizo de una mujer muda y su gran pasión por la música y el instrumento.
La pequeña tienda de costura la cambió por la siguiente película que se llamó La Mandarina ( 1930) donde interpretó una joven repudiada de los nazis. La siguiente película que filmó fue La Sábana (1935) que ganó el Festival de las Artes a mayor interpretación de su carrera.
En ese año, actuó junto con otro grande actor y el cual se convirtió en su marido. Al año siguiente, se casaron.
Pero ella nunca quiso tener hijos.
Compró una alfombra por el capricho de su marido en el primer viaje que hicieron a Tailandia.
Allí se enamoró de un mono que estaba todo el día colgado de su brazo y el cual compro por capricho personal. Al mono le llamó Emilio.
En los años 40, sobrevivió a un accidente de coche y en el año 50 su marido se mató en otro accidente dejándola sola aunque ya en 1960 dirigió una película que se llamó Una Forma de Buscar la Vida, eran relatos de Jóvenes, utilizó la claqueta durante todo el rodaje de la película.
En los años 80 y 90 los dedicó a publicar un libro auto gráfico llamada “Mi Vida”.
Durante el período 2000-2012 lo dedicó a viajar por el mundo y descubrir nuevas culturas y religiones.
En el año 2013 en Venecia al finalizar su jornada turística por el mundo, muere debido a un fallo cardíaco.

Iria Costa


Historia no real de Orson Welles

Orson Welles, nació por casualidad, en la localidad salmantina de Pedrosillo el Ralo, el 1-06-1912. Su padre hacía el papel de malabarista y su madre era domadora de leones, en un circo itinerante que recorría los pueblos de Castilla y León.
Eran años de miseria y sacrificio, en las actuaciones apenas recibían alguna moneda, les solían dar lentejas, alubias, garbanzos, productos que se cosechaban en los pueblos por donde pasaban, en invierno incluso sacos de paja para calentarse. En una ocasión recibieron ocho mandarinas, de unos espectadores valencianos que pasaban por el pueblo. Dormían en las mismas carretas en las que se desplazaban, tapándose como podían con alguna sabana o manta que usaban en los espectáculos.
La afición al cine, le vino desde pequeño, ya que en el mismo circo, proyectaban películas de Buster Keaton y Chaplin; se conocía de memoria las escenas de "El chico", "Una mujer en París" y "La alfombra voladora".
A los 20 años, comenzó a realizar reportajes cortos, de la vida de los personajes que había conocido en los pueblos por los que había vivido.
De todas las películas que hizo en su vida, "Ciudadano Kane", recibió una buena critica. Siempre le gusto filmar en blanco y negro, pensaba que los personajes y paisajes reflejaban mejor la realidad, la vida entonces no era de color de rosa.
No creía en los festivales, si bien acudía como espectador y se veía todas las películas que podía. Murió de un infarto en un cine de Venecia el 1-06-2013; Cuando abrieron el testamento, extraño que dejara el sillón de Director, la claqueta y fotografías de sus películas, al Ayuntamiento de Pedrosillo el Ralo, lugar que no llegó a conocer, pero que recordaba con cariño por lo que le habían contado sus padres.

Luis Iglesias


Ni huérfana ni bollera

Carla Boyera vomitó al recibir los típicos azotes que se le propinan a los bebés poco después de nacer. Y pronto manifestó intolerancia a la lactosa y al gluten y alergia a los cítricos y también a su hermano, el pequeño Jorge, quien murió ahogado en extrañas circunstancias una mañana en la que ambos se acercaron a jugar al río.
Carla maduró pronto. La pubertad la cogió de improviso y al cura, tras percatarse de este hecho, se le ocurrió que la chica podría ayudar económicamente a la familia sirviendo mesas en el restaurante de un conocido suyo en la capital de provincia, una por entonces decadente Salamanca encerrada todavía entre sus viejos muros.
A una aún tierna y adolescente Carla le tocó pronto interpretar su primer papel el día en el que un joven apuesto la invitó a tomar café en su casa. Y es que el joven, aunque ciegamente enamorado de la niña, se negaba a proceder a artes mayores sin el permiso previo de su familia.

–Tienes que presentarme a tus padres.
– Ah no, por eso no te preocupes. Soy huérfana desde hace años.

Y desde entonces lo fue, ciertamente, pues nunca jamás regresó al pueblo, ni siquiera para arrojarle mandarinas al idiota de Andrés, su primer pretendiente. ¿Por qué no regresó? De nuevo el joven apuesto tenía la respuesta. Resulta que era el director de una compañía de teatro con la que ambos viajaron alrededor de España interpretando Carla el papel de Doña Inés, siempre cómoda bajo las sábanas, siempre fiel amante de su Don Juan.
Fue entonces, ya con los treinta amenazando la turgencia de sus pechos, cuando a la salida de un teatro sevillano fue abordada súbitamente por Clavellini, un director italiano de ese estrambótico invento llamado cine. Carla se mudó con él a Roma donde sobrevivió a la posguerra rodando películas neorrealistas sobre prostitutas que debían levantarse temprano para servir cafés, robar alfombras, llevar a sus hijos al colegio o cualquier otro menester.
Y la vida siguió. Y el mundo del cine se olvidó pronto de ella, aunque no su estómago, igual de reticente que siempre a la lactosa, al gluten y ahora también a su marido, al que dejó por un jugador profesional de tenis con quien se mantuvo esbelta y saludable a base de ejercitarse a cualquier hora del día. Alejada de los circuitos comerciales, Carla ya solo rodaba escenas para producciones caseras algo subidas de tono.
Aun así –es difícil saber cómo–, la llamaron para asistir a la Mostra, donde recibiría un homenaje por toda su carrera. Esa misma noche, mientras estaba siendo presentada por Lorenza Sophia, escuchó entre el público un rumor que creyó entender del siguiente modo: “Esta miente hasta por el apellido porque ya me dirás qué tiene de bollera esta putona”. Cabreada, Carla, a pesar de sus cien años, quiso revolverse en el asiento para golpear a la presunta autora de tan insidiosa afirmación como si el chasquido de una claqueta al cerrarse le hubiera anunciado la necesidad de actuar de nuevo. Pero justo cuando su puño se acercaba a la mejilla de la señora sonó por megafonía una voz parecida a la de su madre que decía “¡corten!” Carla Boyera murió de un ataque al corazón. Así acabó su agitada vida.

Juan José Lobato


Vida y muerte de Juan Escribano Fernández

Nace en Pedrosillo el Ralo, provincia de Salamanca, año 1912. Muere en Venecia (Italia) en el trascurso del festival en la ciudad, en el 2013.
Durante la niñez, vive en el campo soñando aventuras, que se harán realidad.
A los veinte años comienza a expresar sus sentimientos, que unidos al gesto, desbordan pasiones.
Participa en diversas representaciones de teatro dentro y fuera de su pueblo. Su mayor ilusión es intervenir en el cine con papeles de protagonista en diversos cortos.
Más tarde, en 1930, se traslada a Salamanca, donde representa, como guionista y protagonista, cortos titulados: “Reflexiones en el campo”, “El mundo de Ana”, “La casa de las ideas” y “”Caminos en azul”.
Durante el verano, en barrios de Salamanca, se proyectan sus cortos al aire libre.
En 1950 pasa a dirigir películas: “La vida sigue”, “Las calles me hablan de ti”, “Diálogo en la ciudad” y “ Sonrisa de cristal”. Recorre distintos lugares de España y parte del extranjero.
En 1960, gana un Oscar en Hollywood por el mejor director en su película: “ El viento atrapa las palabras”.
Durante varios años, sus trabajos como cineasta, se proyectan por los distintos puntos de la geografía.
En 1980 se traslada a Venecia( Italia). Allí comienza a escribir teatro: “Muerte Salvaje”, “Horas en el mar” y “Llanto por una vida”. Se convierte en director y guionista de dichas obras, con personajes de gran calidad en el mundo escénico. El éxito está asegurado.
En el año 2000 escribe guiones de cine y teatro, mezclando ambas cosas con el sabor de una mente aún lúcida y a la vez, mágica.
Hacia el año 2012, en su Venecia querida, vuelve a dirigir representaciones de cine con múltiples secuencias a golpe de claqueta. Su exigencia es exhaustiva. La mente permanece intacta, pero su cuerpo percibe pequeñas deficiencias que limitan su trabajo como cineasta.
En el año 2013, en el festival de Venecia, presenta su último trabajo como guionista de cine: “La muerte es leal”. Días más tarde, muere de un ataque al corazón realizando su último guión de película, titulado: “ El último amor”.
La vida de Juan se evapora en un instante, pero su pensamiento quedará sellado en sus escritos a través del tiempo.

Sofía Montero García


La atípica vida de Elena Soto

Elena Soto nació en 1912 en Pedrosillo el Ralo, un pueblecito perdido de la provincia de Salamanca.
En su adolescencia descubrió el teatro gracias a las Misiones Pedagógicas impulsadas por la República y se enamoró de él. Con un papel secundario participó en una obra organizada por el alcalde del pueblo, que pretendía presentar a un certamen en la capital pero que no llegó a nada.
Se marchó, por necesidad, a la recogida de la mandarina en Valencia, donde la cogió el Golpe de Estado. Huyendo de la guerra llegó a Barcelona y conoció a un director mediocre que le prometió un papel protagonista. La obra se estrenó en una plaza con una sábana como telón.
Antes de la caída de la Ciudad Condal, pasó la frontera a Francia acompañada del director, con el que había iniciado una relación sentimental. Los años en París fueron difíciles y confusos. Destacar que trabajó limpiando las alfombras del Moulin Rouge y que actuó como bailarina noches sueltas sustituyendo a alguna de las chicas. Sigue intentando introducirse en el mundo del cine, pero solo consigue papeles de figuración.
Cumplidos los 70 y tras haber vuelto años antes a España para vivir la transición, consigue un papel como abuela de un toxicómano. La película es considerada por los críticos una de las visiones más realistas de las consecuencias de la Movida, por lo que Elena obtiene un cierto reconocimiento y comienza a ser una imprescindible en su franja de edad.
Con casi 100 años se pone detrás de la claqueta, cansada de ser una secundaria de su propia vida, y decide llevar su vida a la pantalla, demostrando su dura lucha por mantenerse cerca de su sueño y hacerse un hueco en el mundo del cine. Su obra, un paseo por un siglo de vida, muestra la evolución del arte y la política de Europa. Por ello es elogiada por la crítica y se convierte en un éxito de las salas de cine alternativo. Deciden exhibirla en el Festival de Venecia, donde, justo cuando termina, entre aplausos, la película y a punto de cumplir los 101, Elena muere con una sonrisa en los labios.

Leticia Vicente


Se le apagó la luz

Alejandro Películas nació en 1912 en Pedrosillo el Ralo. Su apellido marcó su propio destino, no por su afán peliculero, sino por llevar sus fantasías a la gran pantalla y convertirse, de este modo, en el cineasta más afamado del panorama español.
Ya desde corta edad mostró un interés especial por los libros. La abuela, quien postrada en su cama, se distraía día y noche leyendo y comentando, contando e inventando historias, alimentó su imaginación hasta el punto de que el propio Alejandro confundía la realidad y la ficción. Su interés iba más allá del simple argumento y su cabeza, en continuo movimiento, imaginaba continuamente escenas, personajes o decorados que acompañaban a la trama.
A la muerte de la abuela, se dio cuenta de que no podía permanecer en la casa ni un minuto más, pues le faltaba la persona más importante para comentar las historias. Al día siguiente del entierro, con tan solo 16 años y sin apenas estudios, metió sus pocas pertenencias en una pequeña maleta y se dirigió rumbo a la capital donde intentaría encontrar un trabajo que le permitiera vivir con dignidad.
Y lo consiguió. ¡Vaya si lo consiguió! Nada más pisar el foro, en la estación ferroviaria de Chamartín leyó el siguiente anuncio: “Se precisan figurantes para rodar una película de época en la capital”. No sabía cuánto pagaban ni qué significaba aquello, pues nunca había oído hablar antes de figurantes. Sin embargo, un pálpito le decía que tenía que estar presente.
Y al lugar de las pruebas se dirigió. Aquella aparición fugaz en la película le ofreció la oportunidad de entrar en contacto con el mundo del celuloide.
Su actuación fue lo que menos le interesó. Sin embargo, durante el rodaje no perdió detalle en la labor realizada por el director al que, al final del día, abordó sin ningún tipo de miramiento y le dijo: -“Quiero trabajar para usted. Este es el trabajo que he decidido realizar en mi vida y deseo estar a su lado para aprender”. El realizador, ante la seguridad mostrada por el muchacho, lo contrató y Alejandro comenzó su andadura cinematográfica. En los descansos diarios apenas podía permitirse un bocadillo y unas mandarinas de postre, pero fue empapándose poco a poco de técnicas fílmicas que unía a las historias que bullían en su cabeza.
Un día, su maestro le comunicó: -“Muchacho, yo ya no tengo más que enseñarte. Es hora de que te lances a la piscina y utilices tu imaginación y todos los conocimientos que has adquirido para ponerte en marcha. Créeme, tarde o temprano volveré a oír tu nombre”. Y fue más temprano que tarde. Ya con su opera prima “Sábanas en la alcoba”, película muda, Alejandro cosechó una gran fama dentro de nuestras fronteras.
Unos años después de llegar a la capital tuvo que hacer nuevamente sus maletas. Sus convicciones políticas y la censura franquista que dificultaba filmar en España hicieron que Alejandro tuviera que exiliarse y realizar su cine fuera de nuestro país: México, Francia y Hollywood fueron sus lugares de acogida y perfeccionamiento.
Su tercer film le permitió conocer a Melanie Banderas, su musa y esposa desde el encuentro. Ella le sirvió como inspiración para escribir sus guiones y como actriz principal en todas sus producciones. Ambos se beneficiaron de la unión. Mientras Melanie fue lanzada rápidamente al estrellato, adquiriendo fama mundial, Alejandro, tras pisar varias alfombras rojas en compañía de su mujer, fue cosechando un premio tras otro en los diferentes certámenes que iban surgiendo.
25 fueron los títulos que realizaron juntos. Todo iba sobre ruedas hasta que un día, en pleno rodaje, Melanie sufrió un trágico accidente y murió. Esa fue la última película también para Alejandro Películas. Fue tal la angustia en la que se sumió, que abandonó el mundo del celuloide para siempre. Decidió volver a su pueblo natal donde se retiró en la pequeña casa con jardín que había pertenecido a sus padres y abuela.
En el año 2013, homenajeado en el festival de Venecia por su larga trayectoria en el séptimo arte, acompañado de la única hija, quien siguió sus pasos haciendo sus pinitos en el cine, pisó por última vez un festival a la edad de 101 años. Tras recoger el León de Oro a su carrera cinematográfica en la “Mostra di Venecia”, su luz se apagó. La claqueta de su vida dejó de decir “acción” para siempre.

Toñi Martín del Rey


Un anciano vestido con un traje color mandarina

Hernando Ferrán Gómez nació en 1912 en Pedrosillo el Ralo (pequeño pueblo de la provincia de Salamanca), y desde pequeño tuvo problemas de personalidad. No planteaba problemas graves, sólo cambiaba de personalidad de forma brusca y por breves periodos de tiempo. En el colegio pasó de ser a burla a un simple pasatiempo y realmente sus padres lo levaron peor que él.
Cuando contaba con 16 años, llegó al pueblo un tipo que necesitaba extras para una producción cinematográfica, pero su peculiar problema acabó consiguiéndole un pequeño papel. Realmente el entorno influía mucho en sus cambios, así que lo bordaba. Fue forjando poco a poco una sólida carrera a la vez que cada día era más incapaz de llevar una vida normal. Bien parecido, cosechó fama de mujeriego, pero no era realmente así, sólo se enamoraba y desenamoraba a cada giro de su cabeza. Dejaron de invitarle a festivales después de que apareciera en uno con un traje color mandarina hecho a medida que le costó también la amistad de su representante; eran otros tiempos. Pero Hernando era un personaje, y el cine le permitía vivir su fantasía. En uno de sus delirios, llegó a actuar delante de la alfombra roja, detrás de una sábana, en el festival de Cannes, hasta que la Gendarmería le desalojó.
Tanto como le había dado la vida, el cine se la iba quitando, convirtiendo lo que en su pueblo era un problema divertido en un importante trastorno que cada vez le impedía más una vida adaptada. No obstante, seguía recibiendo algún papel, pues pese a su excentricidad, su implicación en cada papel era proverbial. Poco a poco su estrella se fue apagando y pasó de pasear por la alfombra roja a ser barrido debajo de ella.
Desapareció de la vida pública en torno a los sesenta años, sin que nadie supiera nada de él ni de su paradero.  Se sabe en círculos especializados que todavía algunos años estuvo mendigando papeles, sin complejos, consiguiendo colarse a hablar con los directores más importantes del planeta.
Hoy lo traemos a la memoria porque cuando ya parecía acabado su papel para siempre, ha tenido una última aparición estelar, a la increíble edad de ciento un años, en el festival de Venecia. Un anciano, vestido con un traje color mandarina, ha sorteado el dispositivo de seguridad y corriendo a la pobre velocidad que su edad permite, se ha dirigido gritando y señalando al director francés Ozon  dicéndole: Tú, tú me prometiste un papel, lo quiero”. Digno de un drama de los tiempos de las grandes superproducciones, su claqueta de corten ha sonado y ha muerto víctima de un infarto, de rodillas a los pies del director. (…)

Miguel Ángel Pegarz