Bic naranja escribe fino

La sesión del lunes, 18 de mayo, la dedicamos al color naranja. Tomamos como punto de partida un texto de Bruno Munari en el que reflexiona sobre la naranja como un perfecto envase.
Analizamos después algunos poemas dedicados a las naranjas como estos dos textos de Julio Rodríguez:

Naranjas cada vez que te levantas

Debería exprimir naranjas cada vez que te levantas
Debería gritar tu nombre a cada paso,
amarrarme a tu espalda cuando inicias el vuelo,
ceñir mis pestañeos al temblor de tus párpados;
debería vivir con tus uñas colgando de mis dedos,
con tus ojos guardados cada uno en un bolsillo,
con tu lengua en mi boca, tus pies en mis zapatos,
tu corazón temblando en mitad de mi pecho.
Debería amoldar a tus sueños mi almohada,
celebrar tus descensos como si fueran fiestas,
trazar con una luz en la pared las letras de tu nombre.
Debería dar gracias a Dios por cada leve
acuerdo de tu tacto; debería
desgarrar el pan duro, amasar tus dilemas,
resolver ser feliz cada vez que regresas a la casa.
Con solo verte cerca, debería abdicar de la tristeza.

Y, en vez de eso, me da, como bien sabes,
por corregirte el vuelo o romperte las alas.

Debería dejar que me dejaras solo y que volaras
con alguien que exprimiera, a los pies de tu cama,
naranjas cada vez que te levantas.


Media naranja

Amor, este dolor que sientes
como púa de erizo en la garganta,
atravesado y frío, es necesario:
hace falta un cuchillo 
para partir en dos una naranja

(para que luego digas
que no le saco jugo a las metáforas)





Y después de empaparnos de color naranja y de recrearnos con el zumo de los textos propusimos la tarea: plasmar en unas líneas, en forma de poema, micorrelato o pensamiento en voz alta, un sentimiento o una sensación en el que predominara el color naranja.

Estos son los trabajos de algunos de los componentes del taller de escritura:


La fuente

Hay conocimientos que se adquieren con trabajo. Según el lugar y el tiempo en el que naces son de uno u otro tipo. Según las cualidades volitivas y las capacidades intelectivas del sujeto adquieren más o menos profundidad y suponen un esfuerzo mayor o menor. Son los que habitualmente marcan el rumbo profesional del individuo y todo lo que ello supone.
Hay conocimientos que no se sabe bien cómo se adquieren. No estan reglados. Los alcanza una piel con una permeabilidad distinta o unos ojos que ven de forma diferente. No hay dos pieles iguales, ni dos miradas idénticas. Son una maldición o una bendición.  Arraigan en un instante. Pocas veces se identifica su origen. Un roce y se instalan. Invisibles acompañarán a su anfitrión en todo momento. Son los que habitualmente marcan el pulso de un individuo y todo lo que ello supone.

Que la vida es naranja, no lo aprendí en el colegio, lo aprendí en Africa.
Su tierra fue una escuela sin aulas. Mis profesoras un grupo de mujeres que jamás supieron de mi.  Eran hermosas. Eran negras. Eran enormes.
Llevaban los pies desnudos. Un enrejado de lineas sinuosas dibujaba extraños motivos en sus plantas. No podía dejar de mirar. Desprendían luz. Sus manos también estaban decoradas. La más jóven, había extendido la tintura hasta los codos como si fueran guantes calados de medio brazo. Un retal plano, sin costuras, rodeaba sus cuerpos. Era un pañuelo, un lienzo de tonos atrevidos que se pegaba a su piel. Destacaban las manchas melocotón, zanahoria y calabaza. El hombro izquierdo trasformado en ancla, impedía que al caminar se deslizara. Los tobillos eran el horizonte donde morían.
Varias portaban a sus espaldas, muñequitas y muñequitos de rizos negros. Dos de ellos dormían, el resto miraba con sus enormes ojos un mundo que no cabia en sus pupilas. Todas cubrían su cabeza con un turbante idéntico al retal que las abrazaba. Definía sus caras. Rostros de ébano con sonrisas blancas.
Su lengua era una leona rápida.  Yo no entendía nada de lo que decían, pero por el timbre limpio de sus carcajadas, pude deducir que eran igual de felices que el girasol cuando el día despierta desnudo, sin pijama, con la fuerza de la lava.
Unos pasos por delante,  tres hombres oscuros las guiaban. Vestían chilabas claras. Calzaban alpargatas. Su sonrisa era apretada. Eran sus hombres, sus custodios. Sin bultos entre los brazos, sin cargas en las espaldas, simplemente paseaban. Paseaban y vigilaban.

La escena no duró mucho. El trayecto de una calle. Al atravesar un dintel sin puerta,  desaparecieron. El zoco los trasformó. A ellos los convirtió en laberinto de brazos curvos y piernas largas. A ellas en azafrán,  cúrcuma y nuez moscada; clavo,  jenjibre, y mostaza; casia, vainilla y telas: retales de cáñamo y seda. El aroma era tan intenso que nos perdimos.

Hacía calor. Un calor húmedo. No me extrañó.  Era la selva.
Vagamos sin rumbo alrededor de lo que parecía un espejismo ambar. Y allí seguiríamos de no haber sido por el canto milagroso de una fuente, un caño de latón cobrizo, que pepita a pepita regalaba su oro turbio. Gotas de agua que un anciano aprovechaba para refrescar su único pie torcido, sus manos deformes y su cara. Cuatro trapos desgarrados, un palo de madera y una bolsa mas raquítica que su sombra eran todas sus posesiones. Fue él quien nos ayudó a dejar atrás la jungla.

Antes de abandonarla, nos llevó a su casa. Una celda mas bien pequeña en una colmena discreta. Las paredes eran pobres y respiraban de un patio común, un atrio de arena en un panal sin reina. Allí los extremos de la existencia convivían. En el centro un enjambre de crios tapizaba el suelo con sus juegos y perfumaba el aire. En los laterales, próximos a la boca de sus moradas, hombres de edad aparentemente avanzada fumaban. Los cigarros se consumían al mismo ritmo que la brasa que les animaba. Con calma.
El orden lo mantenía Fatima. La mujer mas vieja que yo había visto. Marchita, seca, desdentada. Fué ella quien nos ofreció  té de hierba buena, pastas de miel y zumo de naranja. Recuerdo su dulce sabor a regalo.
Bostezaba el cielo cuando nos despedimos.

Han pasado los años.
Mentiría si no reconociera que Africa ha cambiado. La he visto hacerlo.
Mentiría si no reconociera que yo he cambiado. Africa me ha visto hacerlo.
Pero también mentiría si no reconociera que desde ese dia sé que la vida es un presente extraño que se pega a la piel con la fuerza de la lava. Que se puede ser especia dentro del laberinto. Que el cañamo puede ser seda y la seda un trapo áspero sin más  valor que cubrir el miedo a no ser nada . Que la selva es un espejismo ambar que se diluye en el agua de un caño cobrizo: una fuente llena de petitas de esperanza. Que la confianza es la única casa. Que  los niños son girasoles. Que los ancianos siguen siendo llamas y que cuando el rojo y el amarillo se tocan, cuando los opuestos se encuentran, el camino se ilumina.

Hay conocimientos que no se sabe bien como se adquieren. Son una maldición o una bendición. Yo se que la sangre alegre es siempre sangre naranja. Lo dicen mi piel y mi mirada.

Ana Isabel Fariña


Para  Alonso

Hola Alonso. Te escribo esta carta para hablarte sobre    tu  color preferido: el naranja. Ya sabes que yo veo muy pocquito, casi nada. Por eso tengo un ordenador y un móvil que habla, por eso leo con los dedos esos puntitos que inventó un señor que se llamaba Louis  Braille y por eso tengo a Dexter.  Recuerdas que  desde que eras muy pequeño, te explicamos que cuando me quieras enseñar algo, me lo pongas en la mano,  que yo pueda tocarlo y que a veces te digo que te acerques para verte el pelo al sol, a ver si sigue tan rubio como antes, a ver dónde están esos mechones más claritos que tanto me gustan.
Ya sabes que si me pongo las cosas muy cerca, puedo ver los colores y sobre todo si son fuertes. A mí me gustan mucho los colores, los que más, los colores del fuego, el rojo, el naranja y el amarillo, pero también el verde y el morado, el mostaza, el dorado, el azúl turquesa…….
¿Te has dado cuenta cuántas cosas hay de tu color favorito? Empecemos por las cosas de comer, frutas y verduras. La naranja, la primera, la mandarina,  la zanahoria,  la calabaza, ese melón que comes en Pperú,también alguna de esas frutas típicas de allí, como los aguaimantos o las tunas, ¿son naranjas? Yo sé que siempre eliges las golosinas,,las camisetas, las gorras, hasta tu cepillo  de dientes es naranja.
El azafrán, , que sirve para echar   un poquito en la comida, es de un color entre naranja y amarillo, es una planta preciosa. Seguro que cuando tengas oportunidad de verla te gustará.
El naranja es el color que nos advierte de que luego viene el rojo, que es el peligro. ¿te has fijado en los semáforos?
El sol cuando sale y cuando se pone tiene momentos en que se ve naranja, tú seguro que ya te has fijado, para eso es   tu color.
¿y el fuego? ¿has visto alguna vez la lumbre en casa de los abuelos? ¿Te has fijado qué colores más bonitos? Y ¿Cómo suena?
Para despedirme te deseo que tu vida esté llena de momentos naranjas, porque es un color alegre e intenso.
Un montón de besos naranjas.

Teresa Sanz


Haikus para un Color

Cielo de tarde
te miré  en el espejo
océano naranja.

Bajo el naranjo
Se besan los amantes
Complice luna.

Ondulaciones
De naranjos y ocres
Guardan la torre.

En el estanque
Contemplando la luna
Carpa naranja

El horizonte
Desnudo resplandece
Color naranja..

Flor de azahar
Embriagados sentidos
Noche de amor.

Beso tus labios
El agrio de tu boca
Como naranja

Cae la tarde
Ardiente horizonte
Color naranja

Naranjos en flor
Alfombra de azahar
Lecho de amor.

De una naranja
Orgulloso el gajo
Quiere ser luna.

Fernando de Castro


La niña fruta

"Naranja era una niña-fruta de apenas dos años. Una mañana, al despertar, su cuna apareció abierta: la barra de protección había cedido. Amanecía. Montones de colores mandarina entraban por la ventana. Naranja bajó de la cuna. Quería abrazar los rayos que la acariciaban. Puso la caja de legos encima de la sillita blanca que había debajo de la ventana. Con una habilidad impropia de su edad se izó sobre ambas. Desde lo alto, escuchó como el color la llamaba. ¡Era todo tan luminoso! Fue a su encuentro.
La madre entró en el cuarto de Naranja. La cuna estaba vacía, la ventana abierta. Aturdida, miró al vacío. El suelo, aún húmedo, olía a zumo de naranja.

¿Podré alcanzar algún día el color
naranja con que se tiñe la tarde?
Quisiera adornar la mirada que arde,
fuego encendido con hilos de amor.

¿Podré alcanzar algún día el color?
¿Rodear ese talle sin alarde?
Quisiera, amor, que la luna te guarde
naranja, lo mismo que a esa flor.

Quisiera el sol que quema al horizonte
que con rayos naranjas atraviesa,
que cede su dulce néctar al monte,

que en tierra, sangre y lágrima se pesa.
¿Es posible, amor, que todo se afronte
si se pinta naranja la promesa?

Vicente M. Martín


Microrrelato

Naranja, evocas pasiones incontroladas, excitantes anocheceres cálidos, sugerentes con matices sangrientos.
¿Hubiéramos seguido en el paraíso si en lugar de haberle prohibido a Adán la manzana, hubiera sido una naranja? Ni Dios se hubiera resistido a su sabor.

Carmen Alonso


Naranja

A mi me la pela, la naranja, por ácida y untuosa en la piel.
Me la pela en condiciones y sin rastro de carne blanca.
Y viene al pelo pelarla seguido, dejando una intensa espiral de azahar en fruto.
Y terminar redondo, como una peladura de patata de color blanco, amarillo y butano.
Y luego, me la desgaja, pero no se le ocurra romperla o mira, si se le ocurre,
me la corta en rodajas, que así va soltando su jugo.
Y ya me voy yo relamiéndome sólo de pensar en ello.
Y eso que a mí me la pela.
La naranja.

Carmen Alonso


Naranja Fordiano

El Monument Valley a mediodía,
testigo del regreso del soldado,
ese hombre que por hogar tiene un sombrero negro
y que viaja a lomos de un caballo pardo.  

La venganza por la afrenta inmunda,
el amor prohibido, soterrado, elidido,
las reservas indias, los delirios tibios,
el viaje que conduce a ninguna parte.

Todo es naranja en Centauros del Desierto.
También el crepúsculo que se avecina
tras la puerta que se cierra, antesala de los créditos.

Juan José Nieto


Naranja de palabras

Pincel de luz
amanece en el paisaje.
Embalsamado de amor,
guarda su aroma
en la piel del recuerdo.
Sueña el azul,
vestido de naranja,
para dormir
con un sol anochecido.

Sofía Montero García


Septiembre

El sol, una bola incandescente, parecía ser devorado por el horizonte, que salpicaba de jugo las nubes. Nosotros exprimíamos el fin de verano, después de haberlo bebido con avidez, como si se le fueran las vitaminas, ahora disfrutábamos de cada sorbo de aquel dulce néctar que empezaba a tener el amargor de los finales de temporada.
“El último partido antes de la partida” había bromeado alguien, pero la frase, hecha sin esfuerzo, arrancó poco más que sonrisas melancólicas.
La cancha antes había sido roja pero la luz, la lluvia y el tiempo se habían ido comiendo el color hasta volverlo de un fuerte ocre. El balón iba de unos a otros buscando una canasta, la definitiva, su rugosa superficie regresaba firme a la palma de mi mano en cada bote. La noté fría y tersa en el pase.
En cada parpadeo miles de luciérnagas danesas revoloteaban furiosas para escapar de mis ojos, reflejo del gajo que le quedaba al horizonte por disfrutar.
Último pase, tiro a canasta conteniendo el aliento de todo el equipo. Fin del partido. Celebraciones y comentarios ácidos sobre lo que pasaría si hubiera tiempo para la revancha.
La oscuridad lo inundó todo. Las salpicaduras de las nubes ahora eran de zumo de mora y ciruela. Sonó un mechero y la llama ambarina lo iluminó todo brevemente. Después, únicamente quedó el extremo del cigarro subrayando de un tono más marcado cada calada, hasta la última.
Irremediablemente habíamos devorado el verano en aquel pueblo y, cuando volviéramos al bullicio de la vida corriente, sólo nos quedaría de él un recuerdo dulce y fresco al fondo de la memoria.

Leticia Vicente


Nostalgia naranja

Marco miraba las vías de la estación de Reus absorto en sus pensamientos, no con impaciencia, si no…, con cierta incertidumbre. Esperaba el tren en el que daría comienzo su viaje. Savia que su destino era Holanda, el país naranja, pero no savia cuál sería su fin. Un golpe de viento escapado de levante, azotó el rostro del desprevenido joven y le hizo volver a la realidad. Y la realidad era que sin previo aviso, quería dar una sorpresa a la joven con la que había vivido un amor de verano apasionado e inolvidable, y cuando estuviese ante ella la diría:

-¡Je t´aime!

El tren con destino a Barcelona hizo su llegada. Marco trepó la escalinata sin prisa, con pleno dominio de su escaso equipaje. Busco su compartimento, se sentó en su asiento y soltando un suspiro disfrazado de desde se dijo:

-¡El viaje naranja a comenzado!

Ya en Barcelona, abandono el tren y cogió el autobús que le llevaría a Róterdam y después, a Utrecht, que era su destino final. Busco un libro entre la ropa de su escueta bolsa. Intento leer, pero fue imposible, cerró los ojos y se abandonó en sus recuerdos.

La conoció en Salou, en una discoteca de música y luces de futuro incierto. Dejándose llevar por un primer impulso, la cogió de la mano y ella con una sonrisa expresiva espero acontecimientos y preguntó:

-¿English…Deutsch…Français…Hispanis…?

El joven, sin mediar palabra, la dio un beso largo profundo y aun con los labios sellados dijo:

-Hispanis…

Marco alardeaba de un pensamiento filosófico que tuvo una noche cuando estaba a punto de entrar en el mundo etílico. “El dialogo es la esencia del entendimiento”…pero que dialogo…pero que entendimiento. En esos momentos su filosofía no funcionaba. Tenían que comunicarse con palabras francesas recortadas e imperfectas. Pero pronto el hablar sobraba. Aprendieron a comunicarse con gestos, miradas, besos, sonrisas, caricias…, comenzando así una historia de amor tórrido y apasionante.

Oscurecía cuando el autobús bordeaba Perpiñán por la costa. Marco entre abrió los ojos y vio a duras penas como las nubes chorreaban vino clarete, se le antojo que se derramaba en tonos naranja sobre el horizonte de un mar plateado. Mar, dispuesto a entregarse a esa noche que expiraba verano.

Volvió a cerrar los ojos y regresaron los recuerdos frescos del abrazo contemplativo bajo la lluvia de colores de la gran fuente del Paseo de las Palmeras, de la bruma perezosa que se filtraba entre los alientos tibios de madrugada, de los murmullos de las olas muriendo a sus pies en caracolas de espuma…, le interrumpieron con un…

-¡Sorry!

La chica que compartía asiento con Marco, quería salir, y este volvió a la realidad.

Era entrada la noche cuando llegaron a Paris, pero ni vio la Torre Eiffel, ni Campos Elíseos, ni Arco del Triunfo; con ver la infinidad de luces de la ciudad del amor, se conformó y en ese momento las últimas palabras que resbalaban entre lágrimas de su amada al separarse en Salou, volvieron a su dolida mente:

-Mis vacaciones no habrían sido lo mismo sin ti…- y su perfil desapareció entre los viajeros de aquel autobús.

Cuando Marco llego a Utrecht, las nieblas prematuras de Septiembre, ya habían sorprendido a los Países Bajos. El joven, de inmediato se presento en la habitación que su chica tenía alquilada como estudiante. El encuentro fue fantasmal, increíblemente sorprenderte. El abrazo de espectros soñados en la lejanía, se hizo solido, Seguidamente…, sus cuerpos se fundieron en uno solo y la larga noche declino ante sus risas, sollozos de alegría, susurros y gemidos de amor.

Los días pasaron entre tonos naranja, fragmentos de palabras a la deriva, el zumbido de ruedas de bicicletas sobre el asfalto, entre sombras de molinos, campos de tulipanes arrullados por un tibio Sol, degustaciones de queso, fiestas de estudiantes durante el fin de semana, visitas a restaurantes hispanos, paseos interminables a orillas de enfilados canales, entre… foto y foto Kodak.

Con dolor en sus corazones, el día señalado para que Marco regresase a España llegó y a punto de partir fue él esta vez quien dijo compungido:

-Mis vacaciones no habrían sido lo mismo sin ti.

El autobús se puso en marcha. No aparto su mirada de la ventanilla y el rostro risueño de su amada desapareció tras nieblas matinales y humos de estación.

A punto de terminar de cruzar los Pirineos, las primeras palabras en español que Marco escucho brotar de la radio del autobus fueron:

-Un toro llamado “Avispado”, ha terminado con la vida del torero Paquirri, en la plaza de Pozoblanco.

Marco quedo consternado por la mala noticia, pero su prioridad seguía siendo pensar en su chica extranjera. Pensaba que tendría que estar esperando una carta, una llamada telefónica… ¿hasta cuándo? Y sentía temor de que ese amor holandés se desvaneciese con el paso del tiempo y se convirtiese en una nostalgia naranja.

Nicolás Hernández López


Al naranjo

Ya eran bastantes años los que tenías cuando comencé a visitarte.
Y, como cada año y casi siempre por aquel entonces llenabas el paisaje de color y de vida.
Naranja.
Calló una al suelo y el viento movió tus hojas.
Supe que me la estabas guardando, a mí.
Cuando llegaba la primavera un maravilloso olor a azahar rompía el olor a ciudad, a humos...
a contaminación.
Dabas vida.
Siempre he recordado que cuando más se necesitaba, el olor y el color de la naranja estaban presentes.
Incluso en mis mejores sueños.
Naranja.

Iria Costa

1 comentario:

  1. Ana Isabel Fariña:
    Texto trabajado con minuciosidad artesana de quien quiere decir algo y quiere que se entienda, que se vea, que se admire y que se sienta. Estoy seguro que Clara Obligado no te hubiera puesto objeción ni a las comas.

    Teresa Sanz:
    La ternura se desparrama como un zumo de naranja fresquito después de una dura jornada de trabajo en las tardes de calor.

    Fernando:
    No soy muy de haikus… (Yo indio “siux” fumar pipa paz y comer naranja)

    Vicente:
    Sigue practicando y aprendiendo…

    Carmen Alonso:
    Gracioso y desenfadado tu micro.
    No hay nada como jugar con las palabras y el significado, da mucho juego.

    Juan José:
    No suena mal. Se te ve instruido y culto.

    Sofía:
    Visión personalizada.


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